Conflictos y consensos de cara al Bicentenario A la inversa de lo que ocurrió en el Centenario, la ya cercana celebración mítica de los 200 años de historia encuentra a la Argentina en una endeblez considerable, que obedece a su destrucción de las instituciones y su imposibilidad de generar consensos que dieran lugar a políticas de Estado de 1945 en adelante. Ese fue el tema que desarrolló el politólogo Vicente Massot en el marco de los seminarios del CEIDA 2008, en un encuentro que tuvo lugar en la sede de la SRA “Nadie pensaba, en 1810, crear un país. La idea es inescindible de la idea de independencia, que nace después. Y cuándo se puede hablar de la Argentina es todavía debatido: 1820, 1830, 1850, pero ni por asomo en 1810”. Así, Vicente Massot se propuso reflexionar sobre el significado del próximo Bicentenario de la Argentina desde un ángulo particular. decir esas cosas, uno de los pocos del mundo y el único de Latinoamérica”. Por el contrario, señaló, en 2010 nadie va a poder tener pronósticos semejantes para 2050, como que va a ser el segundo país en PBI, ni siquiera relevante. En esa línea, planteó que el año 1810 como punto inicial del desenvolvimiento histórico de la argentina es un mito, no en la acepción vulgar y mal connotada de mentira, sino mito como idea fuerza, principio de acción, que todos los países tienen. “Esto permite ver hasta qué punto los países los hacen las generaciones sucesivas, y lo hacen de distintas maneras”. Sobre la premisa de que los países se definen por su capacidad de resolver los desafíos históricos que se les plantean, planteó que, así como en 1816 el desafío era la independencia, en 1880 era aceptar que la Argentina estaba subordinada a un comercio y un esquema económico mundial en el que Inglaterra era la nación rutilante. Pero, 30 años después, el país rivalizaba entre las primeras diez economías del mundo. “Habíamos sabido venderle a quien nos tenía que comprar”, dijo, reformulando un antiguo lema de la Sociedad Rural Argentina. Sin embargo, cien años después, la Argentina “no sólo era una nación hecha y derecha, sino que suscitaba la admiración del mundo entero”. Anatole France, el primer Roosvelt, Colin Clark, Einstein: hasta alrededor de 1940, no había quién pasase por la Argentina que no le vaticinase un gran futuro. Para Massot, “se equivocaron pero con razón, porque la Argentina era un país del que se podían Desafíos históricos Según Massot, el desafío básico de 2010 en adelante es reconstruir instituciones. Para ello, es preciso en principio entender que nunca “Aunque en 1810 hay unanimidad de nadie pensaba ideas. “La noción de crear un país, cien que el conflicto es años después, la recusable, ominoso y Argentina era una exorcizable es falsa: salvo que haya nación hecha y derecha, y suscitaba enemistad, el conflicto coexiste con el la admiración del consenso, así como la mundo entero: concordia con la Anatole France, el discordia. primer Roosvelt, Colin Clark, Einstein…” El conflicto siempre va a existir, hay que transformarlo en competencia, evitar ser enemigos para ser adversarios. En los grandes países, esos consensos se llaman cuestiones de Estado, traducidos en políticas de Estado”, aseveró. Piedras fundamentales Para funcionar, un país tiene que ser capaz de forjar políticas de Estado, lo que implica estar dispuesto a labrar un consenso sobre unas pocas cosas básicas, que no se discuten con arreglo a baterías ideológicas, porque son forjadas por el común. En cuanto a lo que se piensa distinto, si se llega al poder, se va a establecer en políticas de Gobierno, que es donde debe estar el conflicto, explicó. Para Massot, las razones por las que el Bicentenario encuentra al país en una posición tan endeble son dos: que la Argentina obró un proceso de destrucción de sus instituciones, y que no ha sido capaz de establecer políticas de Estado desde 1945. En relación a lo primero, recordó que la civilización latina utiliza el término instituciones como sinónimo de corporaciones (la Iglesia, la CGT, el Senado, etc.), sin incluir el semáforo, las líneas blancas sobre el asfalto, las monedas o el cinturón de seguridad. “Y la verdad es que no se trata de eso, las corporaciones existen, mal o bien, pero no es eso lo que explica el derrotero argentino de los últimos 60 años. El problema es cuando respetar las luces del semáforo o ponerse el cinturón de seguridad es algo relativo”, porque esa relatividad, en algo que parece insignificante, se traslada a las grandes instituciones, y luego no hay Poder Judicial, no hay Congreso, no hay moneda. La Moncloa como la meca En cuanto a las políticas de Estado, Massot dijo que no puede ser optimista en el próximo año y medio que resta hasta el Bicentenario. “En la Argentina no existen instituciones porque desgraciadamente la discordia ha primado sobre la concordia, el espíritu faccioso, lo centrífugo sobre lo centrípeto, y después de pelearnos no hemos sido capaces de llegar a consensos”. Como contraejemplo, citó los casos de España y Chile, que luego de atravesar conflictos sangrientos, forjaron consensos que les permitieron alcanzar después un desarrollo económico importantísimo. En la Argentina, sostuvo, hay dos momentos de odios viscerales, que transforman adversarios en enemigos: las guerras civiles del siglo XIX, y el peronismo y anti-peronismo. En el primer caso, que se extendió desde 1820 hasta incluso 1862, el país resolvió sus discordias, y 20 o 30 años después de las últimas montoneras el conflicto se había podido transformar en una competencia. Pero luego “hemos sido incapaces de generar consensos”. Cuando los países no tienen políticas de Estado y sólo tienen políticas de Gobierno, el movimiento del péndulo es loco, señaló. En cambio, las políticas de Estado no pueden dar “En la Argentina no una vuelta de 180 existen instituciones grados. Massot ejemplificó la situación porque citando dos ejemplos: desgraciadamente la “Cuando llega Menem, discordia ha sale de los países no alineados, entabla primado sobre la relaciones carnales con concordia, el Estados Unidos, se espíritu faccioso, lo abraza con Rojas, y da centrífugo sobre lo los indultos. La señora centrípeto, y, Kirchner, reabre todas las causas de derechos después de pelearnos, no hemos humanos, cierra las relaciones con Estados sido capaces de Unidos. llegar a consensos” En cambio, las políticas de Estado les ponen moderación a las políticas de Gobierno, que lamentamos todos los días”. Decisiones impostergables Massot se refirió a la necesidad de tres políticas de Estado, que constituyen un desafío de cara al Bicentenario. La primera es decidir cómo insertar al país en un mundo globalizado, donde todo se sabe y se sabe ya. Otra es aprovechar las ventajas competitivas del país en un mundo donde se compite por vía de la inteligencia: “¿Cuántas patentes presenta por año la Argentina? Japón no tiene ninguna riqueza natural, y, sin embargo, es lo que es. Entonces, la educación es fundamental, y eso no es ingreso irrestricto, gobierno cuatripartito, que no se pueda amonestar a un chico que le pega a la maestra”, señaló. Por último, la necesidad de que el Poder Judicial sea independiente, “incluso, más que el Legislativo; si no, no hay solución. El común denominador entre Videla, Alfonsín, Menem y Kirchner es que lo primero que hicieron fue cambiar la Corte Suprema de Justicia”, aseguró. Por el contrario, según Massot, en lugar de instituciones, el país tiene liderazgos, “y su historia de los últimos 50 años puede ser entendida con arreglo a cuatro o cinco biografías, no a la vigencia de instituciones, que aquí son cáscaras vacías. El núcleo duro es lo que nos falta, en todo”. Para el politólogo, “está bien recordar lo que nos hizo grandes”. En esa línea, el Bicentenario no es una fecha sino 200 años de historia, “en los que la Argentina llegó a ser un gran país: hizo cosas excepcionales, incluso, mal”. Como cierre, Massot recordó que el economista Joseph Schumpeter se defendió de las acusaciones de pesimista que le hacían, diciendo que el pesimismo no se puede atribuir nunca a un análisis, sino a la voluntad de las personas. “Pesimista u optimista no es el que avisa que el barco se está hundiendo, sino los marineros, en función de lo que hagan o no para evitar la zozobra”, apuntó. “Moraleja: los países no están destinados a nada, somos nosotros los que los hacemos”. En relación con ello, recalcó que la desesperanza es el peor aliado en política. “Tenemos que pensar que en 50 años podemos volver a ser un gran país, porque nada lo impide y tenemos ventajas naturales que a veces supimos aprovechar. Tenemos un montón de cosas, aun a pesar de nuestra voluntad, y, pese a los errores que comete, la Argentina sale de sus crisis con una gran facilidad. De modo que el Bicentenario no es para festejar lo que hicimos en los últimos 80 años, pero sí para ver los desafíos que tuvieron otros antes”, puntualizó. Septiembre 2008