¡Oh , Dios! que con amor paternal gobiernas el mundo, te rogamos que todos los hombres, a quienes diste un idéntico origen, constituyan una sola familia en la paz y vivan siempre unidos por el amor fraterno. Jornada de ayuno y de oración por la paz en Siria, en Oriente Medio y en el mundo entero. Iconos de portada y contraportada elaborados por el sacerdote Abdo-Badwi Sábado 7 de septiembre de 2013 Santa María, Reina de la Paz , ruega por nosotros. 16 Porque un niño nos ha nacido, un hijo nos ha sido dado. La soberanía reposa sobre sus hombros y se le da por nombre: «Consejero maravilloso, Dios fuerte, Padre para siempre, Príncipe de la paz». Isaías 9, 5 ORACIÓN POR LA PAZ EN SIRIA Dios de la Compasión, escucha el clamor del pueblo de Siria, conforta a los que sufren a causa de la violencia consuela a los que lloran a sus muertos. Ayuda a los países vecinos en su acogida a los refugiados. Convierte los corazones de los que han recurrido a las armas y protege a los que trabajan por la paz. Dios de la Esperanza, inspira a los líderes para elegir la paz en lugar de la violencia y para buscar la reconciliación con los enemigos. Inspira compasión en la Iglesia de todo el mundo con el pueblo sirio y danos esperanza en un futuro de paz basado en justicia para todos. Te lo pedimos por Jesucristo, el Príncipe de la Paz y la Luz del mundo. Amén Se recomienda orar el Vía Crucis con las meditaciones elaboradas por un grupo de jóvenes libaneses bajo la dirección de Su Beatitud Eminentísima el Señor Cardenal Béchara Boutros Raï disponible en: http://www.vatican.va/news_services/liturgy/2013/documents/ ns_lit_doc_20130329_via-crucis_sp.html 2 15 Oremos por la paz en Siria ORACION POR LA PAZ Ante el sufrimiento de nuestros hermanos y hermanas de Siria y de todos las personas y pueblos que sobreviven al terror de la guerra y la muerte, su Santidad el papa Francisco ha exhortado a toda la Iglesia universal, a todos los cristianos de distintas denominaciones y a todas las personas de buena voluntad a unirnos en oración y ayuno para pedir por el cese de los conflictos bélicos y la búsqueda de alternativas dialogadas que posibiliten una convivencia pacífica en la que se respete la dignidad de todo ser humano y se establezca la justicia en cada pueblo de la tierra. S. Clemente de Roma Te suplicamos Oh Señor, Dios Nuestro; que pongas la paz del cielo en los corazones de los hombres, para que puedas unir a las naciones en una alianza inquebrantable, en el honor de tu santo nombre. Como pastor de la Iglesia que peregrina en la Arquidiócesis de san José, me uno al llamado del Santo Padre, para que con nuestro clamor al Príncipe de la Paz y nuestro sacrificio expresado en el ayuno, colaboremos en la pacificación de las naciones en conflicto y manifestemos así nuestro compromiso cristiano de orar insistentemente para que Dios en su benevolencia, transforme el egoísmo en fraternidad y el odio en amor. Purifícanos con la limpieza de tu Verdad y guía nuestros pasos en santidad interior. Danos concordia y paz a nosotros y a todos los seres vivos de la tierra, como la distes a nuestros padres cuando te suplicaron, con fe verdadera, dispuestos a obedecer al Santísimo y Todopoderoso. Concede a los que nos gobiernan y nos conducen en la tierra, un recto uso de la soberanía que les has otorgado. Señor, haz sus criterios conformes a lo que es bueno y agradable a tí, para que, utilizando con reverencia, paz y bondad el poder que les has concedido, puedan encontrar favor ante tus ojos. Solo tú puedes hacerlo, esto y mucho más que esto. ¡Gloria a tí! ahora y siempre. Para esta jornada de oración y ayuno es muy loable que nos integremos en nuestras comunidades parroquiales, religiosas, en nuestros movimientos y familias, en algún momento del día para orar y compartir la Buena Nueva del Señor. Para ello se recomienda el ofrecimiento de la Santa Eucaristía, una Liturgia de la Palabra o el rezo del Oficio Divino por la intención de esta jornada. Asimismo se recomienda el ejercicio de alguna oración piadosa, como el Santo Vía Crucis, el Santo Rosario o la Coronilla de la Divina Misericordia, para meditar con ellas sobre los dolores de Nuestro Señor patentes en el sufrimiento de nuestros hermanos que sobreviven a la guerra. Que la paz que sólo Jesucristo, el Señor, nos puede dar, nos anime a vivir la unidad tan anhelada y necesaria. +José Rafael Arzobispo Metropolitano de San José 14 3 ORACION POR LA PAZ Papa León XIII Oh, Señor, tú ves como por todas partes los vientos han estallado y el mar se convulsiona con la gran violencia de las olas crecientes. Ordena, te lo pedimos, que calmes los vientos y los mares. Restaura la paz entre nosotros, esa paz que solo tú nos puedes ofrecer y restaura la armonía social. Bajo tu mirada protectora y tu inspiración puedan los hombres y mujeres volver al orden, venciendo la codicia, convirtiéndonos en lo que debemos ser, reflejo del amor de Dios, de la justicia, de la caridad con el prójimo, haciendo uso ordenado de todas las cosas. Haz que tu reino llegue. Que todos puedan reconocer que están sujetos a tí, y que deben servirte, porque eres la verdad y la salvación; que sin tí, todo lo que se hace es en vano. Tu ley, Señor, es justa y paternalmente bondadosa. Tú estás siempre a nuestro lado con tu fuerza y tu poder abundante para ayudarnos. La vida en la tierra es una guerra, pero tú ayudas al ser humano a conquistar lo que necesita. Tú sostienes al débil y lo coronas con la victoria. Amén . 4 13 La paz es un deber, como nos lo afirmó el papa Pablo VI: PAPA FRANCISCO Hombres hermanos, hombres de buena voluntad, hombres de prudencia, hombres que sufrís: creed en nuestra reiterada y humilde llamada, creed en nuestro grito incansable. La paz es el ideal de la humanidad. La paz es necesaria. La paz es un deber. La paz es ventajosa. No se trata de una idea fija e ilógica nuestra; no es una obsesión, una ilusión. Es una certeza; sí, una esperanza; tiene en su favor el porvenir de la civilización, el destino del mundo; sí, la paz. (1° de enero de 1974) ORACION POR LA PAZ Papa Pablo VI Señor, Dios de la paz, tú que creaste a los hombres para ser herederos de tu gloria, te bendecimos y agradecemos porque nos enviaste a Jesús, tu Hijo muy amado. Tú hiciste de Él, en el misterio de su Pascua, el realizador de nuestra salvación, la fuente de toda paz, el lazo de toda fraternidad. Te agradecemos por los deseos, esfuerzos y realizaciones que tu Espíritu de paz suscitó en nuestros días, para sustituir el odio por el amor, la desconfianza por la comprensión, la indiferencia por la solidaridad. Abre todavía mas nuestro espíritu y nuestro corazón para las exigencias concretas del amor a todos nuestros hermanos, para que seamos, cada vez mas, artífices de la PAZ. Acuérdate, oh Padre, de todos los que luchan, sufren y mueren para el nacimiento de un mundo mas fraterno. Que para los hombres de todas las razas y lenguas venga tu Reino de justicia, paz y amor. Amén. 12 ÁNGELUS Plaza de San Pedro Domingo, 1 de septiembre de 2013 Queridos hermanos y hermanas: Buenos días. Hoy, queridos hermanos y hermanas, quisiera hacerme intérprete del grito que, con creciente angustia, se levanta en todas las partes de la tierra, en todos los pueblos, en cada corazón, en la única gran familia que es la humanidad: ¡el grito de la paz! Es el grito que dice con fuerza: Queremos un mundo de paz, queremos ser hombres y mujeres de paz, queremos que en nuestra sociedad, desgarrada por divisiones y conflictos, estalle la paz; ¡nunca más la guerra! ¡Nunca más la guerra! La paz es un don demasiado precioso, que tiene que ser promovido y tutelado. Vivo con particular sufrimiento y preocupación las numerosas situaciones de conflicto que hay en nuestra tierra, pero, en estos días, mi corazón está profundamente herido por lo que está sucediendo en Siria y angustiado por la dramática evolución que se está produciendo. Hago un fuerte llamamiento a la paz, un llamamiento que nace de lo más profundo de mí mismo. ¡Cuánto sufrimiento, cuánta destrucción, cuánto dolor ha ocasionado y ocasiona el uso de las armas en este atormentado país, especialmente entre la población civil inerme! Pensemos: cuántos niños no podrán ver la luz del futuro. Condeno con especial firmeza el uso de las armas químicas. Les digo que todavía tengo fijas en la mente y en el corazón las terribles imágenes de los días pasados. Hay un juicio de Dios y también un juicio de la historia sobre nuestras acciones, 5 del que no se puede escapar. El uso de la violencia nunca trae la paz. ¡La guerra llama a la guerra, la violencia llama a la violencia! Con todas mis fuerzas, pido a las partes en conflicto que escuchen la voz de su conciencia, que no se cierren en sus propios intereses, sino que vean al otro como a un hermano y que emprendan con valentía y decisión el camino del encuentro y de la negociación, superando la ciega confrontación. Con la misma fuerza, exhorto también a la Comunidad Internacional a hacer todo esfuerzo posible para promover, sin más dilación, iniciativas claras a favor de la paz en aquella nación, basadas en el diálogo y la negociación, por el bien de toda la población de Siria. Que no se ahorre ningún esfuerzo para garantizar asistencia humanitaria a las víctimas de este terrible conflicto, en particular a los desplazados en el país y a los numerosos refugiados en los países vecinos. Que los trabajadores humanitarios, dedicados a aliviar los sufrimientos de la población, tengan asegurada la posibilidad de prestar la ayuda necesaria. ¿Qué podemos hacer nosotros por la paz en el mundo? Como decía el Papa Juan XXIII, a todos corresponde la tarea de establecer un nuevo sistema de relaciones de convivencia basadas en la justicia y en el amor (cf. Pacem in terris[11 abril 1963]: AAS 55 [1963], 301-302). ¡Que una cadena de compromiso por la paz una a todos los hombres y mujeres de buena voluntad! Es una fuerte y urgente invitación que dirijo a toda la Iglesia Católica, pero que hago extensiva a todos los cristianos de otras confesiones, a los hombres y mujeres de las diversas religiones y también a aquellos hermanos y hermanas no creyentes: la paz es un bien que supera cualquier barrera, porque es un bien de toda la humanidad. ORACION POR LA PAZ Juan Pablo II Oh, Dios, Creador del universo, que extiendes tu preocupación paternal sobre cada criatura y que guías los eventos de la historia a la meta de la salvación; reconocemos tu amor paternal que a pesar de la resistencia de la humanidad y, en un mundo dividido por la disputa y la discordia, tú nos haces preparar para la reconciliación. Renueva en nosotros las maravillas de tu misericordia; envía tu Espíritu sobre nosotros, para que Él pueda obrar en la intimidad de nuestros corazones; para que los enemigos puedan empezar a dialogar; para que los adversarios puedan estrecharse las manos; y para que las personas puedan encontrar entre sí la armonía. Para que todos puedan comprometerse en la búsqueda sincera por la verdadera paz; para que se eliminen todas las disputas, para que la caridad supere el odio, para que el perdón venza el deseo de venganza. (Día Mundial por la Paz, 1 de enero del 2002) Lo repito alto y fuerte: no es la cultura de la confrontación, la cultura del conflicto, la que construye la convivencia en los pueblos y entre los pueblos, sino ésta: la cultura del encuentro, la cultura del diálogo; éste es el único camino para la paz. 6 11 En la XXII Jornada Mundial de la Paz el beato Juan Pablo II nos decía: Todos sabemos por la fe independientemente de nuestro origen étnico y de donde vivamos que en Cristo «unos y otros tenemos libre acceso al Padre en un mismo Espíritu», porque hemos llegado a ser «familiares de Dios» (Ef 2, 18 19). Como miembros de la única familia de Dios, no podemos tolerar divisiones o discriminaciones entre nosotros. Cuando el Padre envió a su Hijo a la tierra le confió la misión de la salvación universal. Jesús vino para que todos « tengan vida y la tengan en abundancia » (Jn 10, 10). Ninguna persona, ningún grupo está excluido de esta misión de amor unificador que ahora nos ha sido confiada a nosotros. También nosotros debemos rezar como hizo Jesús concretamente en la víspera de su muerte, con aquellas sencillas y sublimes palabras: «Como tú, Padre, en mí y yo en ti, que ellos también sean uno en nosotros». (Jn 17, 21). Esta plegaria debe constituir también nuestro programa de vida, nuestro testimonio, pues, como cristianos tenemos un Padre común, el cual no hace acepción de personas y «ama al forastero, a quien da pan y vestido» (Dt 10, 18 ). 10 Que el grito de la paz se alce con fuerza para que llegue al corazón de todos y todos depongan las armas y se dejen guiar por el deseo de paz. Por esto, hermanos y hermanas, he decidido convocar en toda la Iglesia, el próximo 7 de septiembre, víspera de la Natividad de María, Reina de la Paz, una jornada de ayuno y de oración por la paz en Siria, en Oriente Medio y en el mundo entero, y también invito a unirse a esta iniciativa, de la manera que consideren más oportuno, a los hermanos cristianos no católicos, a los que pertenecen a otras religiones y a los hombres de buena voluntad. El 7 de septiembre en la Plaza de San Pedro, aquí, desde las 19.00 a las 24.00 horas, nos reuniremos en oración y en espíritu de penitencia para implorar de Dios este gran don para la amada nación siria y para todas las situaciones de conflicto y de violencia en el mundo. La humanidad tiene necesidad de ver gestos de paz y de oír palabras de esperanza y de paz. Pido a todas las Iglesias particulares que, además de vivir esta jornada de ayuno, organicen algún acto litúrgico por esta intención. Pidamos a María que nos ayude a responder a la violencia, al conflicto y a la guerra, con la fuerza del diálogo, de la reconciliación y del amor. Ella es Madre. Que Ella nos ayude a encontrar la paz. Todos nosotros somos sus hijos. Ayúdanos, María, a superar este difícil momento y a comprometernos, todos los días y en todos los ambientes, en la construcción de una auténtica cultura del encuentro y de la paz. María, Reina de la Paz, ruega por nosotros. 7 Como lo exhortara el beato Juan XXIII Oracional Aprovechemos distintos momentos de la jornada para elevar súplicas al único y eterno Dios, de quien nos brotan todos los bienes. ORACIÓN POR LA PAZ San Francisco de Asís Señor, hazme un instrumento de tu paz: donde haya odio, ponga yo amor, donde haya ofensa, ponga yo perdón, donde haya discordia, ponga yo armonía, donde hay error, ponga yo verdad, donde haya duda, ponga yo la fe, donde haya desesperación, ponga yo esperanza, donde haya tinieblas, ponga yo la luz, donde haya tristeza, ponga yo alegría. Pidamos, pues, con instantes súplicas al divino Redentor esta paz que El mismo nos trajo. Que El borre de los hombres cuanto pueda poner en peligro esta paz y convierta a todos en testigos de la verdad, de la justicia y del amor fraterno. Que Él ilumine también con su luz la mente de los que gobiernan las naciones, para que, al mismo tiempo que les procuran una digna prosperidad, aseguren a sus compatriotas el don hermosísimo de la paz. Que, finalmente, Cristo encienda las voluntades de todos los hombres para echar por tierra las barreras que dividen a los unos de los otros, para estrechar los vínculos de la mutua caridad, para fomentar la recíproca comprensión, para perdonar, en fin, a cuantos nos hayan injuriado. De esta manera, bajo su auspicio y amparo, todos los pueblos se abracen como hermanos y florezca y reine siempre entre ellos la tan anhelada paz. (Pacem in Terris, n° 171) ORACIÓN POR LA PAZ Beato Juan XXIII Señor Jesucristo, que eres llamado Príncipe de la Paz, que eres Tú mismo nuestra paz y reconciliación, que tan a menudo dijiste: "La Paz contigo, la paz les doy." Haz que todos hombres y mujeres den testimonio de la verdad, de la justicia y del amor fraternal. Destierra de nuestros corazones cualquier cosa que podría poner en peligro la paz. Ilumina a nuestros gobernantes para que ellos pueden garantizar y puedan defender el gran regalo de la paz. Que todas las personas de la tierra se sientan hermanos y hermanas. Que el anhelo por la paz se haga presente y perdure por encima de cualquier situación. Amén Oh, Señor, que no me empeñe tanto en ser consolado como en consolar, en ser comprendido, como en comprender, en ser amado, como en amar; porque dando se recibe, olvidando se encuentra, perdonando se es perdonado, muriendo se resucita a la vida . Amén. 8 9