Las reglas de un buen aviador Todo despegue es opcional. Los aterrizajes son obligatorios. Volar no es peligroso. Lo peligroso es estrellarse. El único momento en que tienes demasiado combustible a bordo es cuando el avión está ardiendo. La hélice es simplemente un ventilador enorme para refrescar al piloto. Cuando la hélice pare, el piloto sudará. Mantente fuera de las nubes. Los sabios aseguran que las montañas suelen esconderse detrás de las nubes. Intenta siempre mantener el mismo número de despegues que de aterrizajes. Un buen aterrizaje es aquel en que el piloto puede salir andando. Un aterrizaje perfecto es aquel en que el avión o el helicóptero pueden usarse otra vez. Las tres cosas más inútiles para un piloto son: La altitud por encima, la pista que queda detrás y la décima de segundo antes. Si empujas la palanca de mando hacia delante, las casitas se hacen más grandes. Si tiras de ella hacia atrás, se hacen más pequeñas, salvo que mantengas la palanca totalmente hacia atrás. Entonces, las casas se hacen grandes otra vez. Aprende de los errores de los demás. Nunca vivirás lo suficiente para cometerlos todos tú mismo. Si lo que ves a través de la ventanilla es la Tierra, que se está haciendo cada vez más redonda, y se puede oír la CONMOCIÓN en la cabina de pasajeros, las cosas no están yendo como deberían ir. El buen juicio proviene de la experiencia. Desgraciadamente, la experiencia es resultado de malas decisiones. Mira a tu alrededor. Hay siempre algo que has olvidado. Es una buena idea mantener el morro de la máquina apuntando hacia delante tanto como sea posible. La probabilidad de sobrevivir es inversamente proporcional al ángulo de descenso. A mayor ángulo de descenso, menores posibilidades de supervivencia, y viceversa. Se empieza a volar con una bolsa llena de suerte y otra vacía de experiencia; el truco consiste en llenar la bolsa de experiencia antes de vaciar la de la suerte. Hay tres simples reglas para conseguir aterrizajes suaves. Desgraciadamente, nadie conoce cuales son éstas. No todos los aterrizajes son iguales. Nunca dejes que un avión te lleve a un lugar que tu cerebro no haya decidido cinco minutos antes. Recuerda: La Gravedad no es simplemente una buena idea. Es la ley. Y no debe ser rechazada de forma caprichosa. Se sabe cuando se ha aterrizado con el tren arriba cuando se necesita empuje de despegue para carretear. Hay dos tipos de pilotos: Los que han aterrizado sobre la barriga de una máquina, y los que lo harán. El número de rebotes de un aterrizaje es proporcional al número de personas que lo estén observando. Siempre es mejor estar aquí abajo deseando estar allí arriba, que estar allí arriba deseando estar aquí abajo. En la competición de objetos de aluminio yendo a cientos de kilómetros por hora, y la tierra yendo a cero por hora, la tierra tiene todas las de perder. Ley de las esperas: Las esperas son inversamente proporcionales a las ganas que tengas de aterrizar. Si no tienes ninguna prisa, torre de control te dará entrada directa, pero si la tienes, te mandarán hacer 360 hasta que te aburras. Cuando dudes, mantén la altitud. Nadie ha chocado jamás contra el cielo. El avión debe volarse con la cabeza, no con las manos. Más vale pájaro en mano que en la turbina. Velocidad y altura, conservan la dentadura. De noche las montañas crecen, ¡Y se mueven! En aviación siempre toca a alguien. Lo que hay que hacer es no comprar boletos para que te toque a tí. En aviación el alcohol y el vuelo son como la electricidad y el agua…nunca hay que mezclarlos. Los arquitectos tapan sus errores con reboques, los pasteleros con cremas; en aviación, los errores se tapan con tierra. Pero por sobre todo: UNA VEZ QUE HAYAS VOLADO Y ESTÉS EN TIERRA, MIRARÁS AL CIELO Y DESEARÁS VOLVER ALLÍ. Y por último, si por cosas del destino no pudiste llevar en cuenta estas reglas, recuerda: “LOS AVIADORES NO MUEREN, SOLO VUELAN MAS ALTO”