72-00 - Ministerio Público

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2000
72
BOLETIN JURISPRUDENCIAL
MINISTERIO PUBLICO, C.R.
Fecha:
19 de octubre de 2000
De:
UNIDAD DE CAPACITACIÓN Y SUPERVISIÓN (UCS-MP)
Para:
Fiscales del Ministerio Público
Voto Nº
00468-99
de las 09:20 del 23 de abril de 1999. SALA TERCERA. Corte Suprema de Justicia.
TEMA
⇒
NATURALEZA DEL ALLANAMIENTO.
⇒
LA PARTICIPACIÓN DEL JUEZ EN EL ALLANAMIENTO.
⇒
REQUISITOS EXIGIDOS PARA REALIZAR UN ALLANAMIENTO SIN PREVIA ORDEN JUDICIAL.
SUMARIO
•
El allanamiento es el procedimiento constitucionalmente autorizado para lesionar
la esfera de intimidad del domicilio, habitación o recinto privado de los habitantes
de la República, celosamente garantizado por el constituyente. Tal procedimiento
es absolutamente excepcional y procede sólo en los presupuestos que la propia
Constitución contempla y cuyo especial desarrollo se deja a la ley.
•
La participación de Juez en el allanamiento tiene desde la propia Constitución, sus
propios requisitos: debe haber una orden previa escrita; ésta, como corolario de un
acto de poder emanado de un funcionario público, debe estar debidamente
motivada y sustentarse en la existencia de indicios fundados de estar en presencia
de un delito, o frente a la posible lesión a los derechos o la propiedad de terceras
personas.
•
Los requisitos exigidos para un allanamiento sin previa orden judicial, son supuestos
aún más excepcionales y obedecen la mayoría a situaciones inminentes de
urgencia o de claro riesgo de los autores de hechos delictivos.
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TRANSCRIPCIÓN DEL VOTO EN LO CONDUCENTE:
Exp: 98-200100-486-PE Res: 000468-99 SALA TERCERA
DE LA CORTE SUPREMA DE JUSTICIA. San José, a las
nueve horas veinte minutos del veintitrés de abril de mil
novecientos noventa y nueve.-Recurso de casación interpuesto
en la presente causa seguida contra RBG, (...), JJGA, (...),
JMG, (...)
por el delito de ALMACENAMIENTO Y
DISTRIBUCIÓN DE DROGA, en perjuicio de LA SALUD
PÚBLICA.
CONSIDERANDO:
I.- Sobre la admisibilidad: En su libelo el recurrente
hace una exposición de situaciones que a su juicio son
irregulares y que ameritan la nulidad de la sentencia. Sin
embargo, no detalla los vicios concretos que han
ocurrido, la esencialidad de los mismos para efectos de
incidir en el fallo que impugna, la fundamentación de la
existencia de tales vicios, no se indican las normas
inobservadas y tampoco se hace debida separación de
cada agravio, por lo que es evidente que se incumple con
los mínimos requisitos formales exigidos por el numeral
477 del Código de Procedimientos Penales de 1973 para
admitir su gestión, la que, por tal motivo, debe
rechazarse.
IMPUGNACIÓN POR VICIOS DE FORMA
Único motivo
II.- Fundamentación ilegítima de la sentencia por
basarse en prueba ilegal: Con cita de los numerales 12,
62, 81, 82 incisos c) y g), 175, 178 inciso a), 181, 184,
183, 195, 196 y 277 del Código Procesal Penal, la
recurrente reclama el vicio de fundamentación ilegítima
de la sentencia, por sustentarse en prueba ilegalmente
obtenida, como es el allanamiento practicado a la cabina
número 6 del negocio denominado "Cabinas Algo
Diferente". Dicha ilegalidad la reclamó al inicio de la
audiencia, al interponer el incidente de actividad
procesal defectuosa, reclamando la nulidad absoluta de
tal diligencia, por estimar que violenta derechos
fundamentales de su defendido. El detalle de los vicios
que se achacan a la diligencia son los siguientes: a) pese
a haber sido identificado por la policía como uno de los
ocupantes de la cabina en que se sospechaba ocurría
trasiego de droga, y haber observado los movimientos en
dicho lugar durante todo el día, al momento de
practicarse el allanamiento, siendo su defendido
imputado, no se le nombró un defensor que le asistiera en
la práctica de la diligencia, ni se le permitió participar en
la misma pese a que se encontraba detenido, ni le
formularon las prevenciones legales que corresponden a
su condición de imputado, irrespetándose con ello lo
dispuesto en el numeral 13 del Código Procesal Penal.
Así se lesionó el derecho fundamental de defensa que
asiste a todo acusado y por ello, se trata de un defecto
absoluto, en los términos del numeral 178 del Código
Procesal y por lo tanto, no es en modo alguno un vicio
convalidable ni que requiera de la protesta previa para su
declaratoria; b) el ingreso previo de la policía judicial a
la cabina, constituye un allanamiento ilegal, dado que es
resultado de una vigilancia realizada en la cabina número
6, desde tempranas horas de la mañana, producto de la
cual la policía logra detectar movimientos sospechosos
de gente que entraba y salía con paquetes aparentemente
de droga. Sin embargo, no es sino al filo de la
medianoche de ese día, que deciden ingresar a la
habitación, sin mediar orden de juez, sin acompañarse
siquiera del Fiscal, sin que se trate de un caso urgente y,
si bien se alega que la coimputada nicaragüense que se
encontraba en ese momento en la cabina, dio su
consentimiento, tal situación es harto dudosa, pues se
desconocen las circunstancias en que el mismo fue dado,
pues no se hace constar en el acta respectiva ninguna
advertencia o prevención que se le hubiera hecho a ésta
respecto de la naturaleza de la diligencia, de su condición
de imputada, de la posibilidad de negarse al ingreso y de
la ausencia absoluta de autorización judicial para
realizarla, en especial, considerando que esta mujer es
una extranjera indocumentada y que además desconocía
los derechos y garantías vigentes en nuestro
ordenamiento jurídico. Agrega que a su juicio el
allanamiento es un acto eminentemente jurisdiccional, de
modo tal que pese a este consentimiento, siempre será
necesaria la presencia del juez, la que no se dio en este
caso y por ello se infringió lo preceptuado en el artículo
193 del Código Procesal Penal, pues lo único que hace
este numeral es obviar la hora en que la diligencia se
produce, pero no la ausencia del juez. Como lógica
consecuencia de este acto ilegítimo, que lesionó en
especial el derecho a la inviolabilidad del recinto privado,
contemplada en el articulo 23 de la Constitución Política,
debe decretarse la nulidad del allanamiento así como de
todo elemento material obtenido por su medio, como es
el decomiso del dinero, la valija y todo otro objeto
recogido de la habitación; c) Evidencia de la ilegalidad
con que se procedió en este caso, es que tres horas
después de practicado el inicial ingreso ilegal de los
policías a la habitación, se practica un allanamiento del
mismo lugar por parte de la juez, sin que en ese momento
tampoco estuviera presente ningún defensor. Esa
ausencia del defensor en ambas diligencias es
manifestación patente de la ilegalidad y de la violación al
debido proceso que ha ocurrido en esta investigación y
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por ello debe declararse la invalidez de tales diligencias
así como de todo acto de ellas derivados, en especial de
las actas de decomiso visibles a folios 12, 13, 14, 15, 16
y 17, las solicitudes de dictámenes criminalísticos, el
análisis por estupefacientes y la totalidad de la evidencia,
por ser prueba espuria; d) Cuando la jueza se hizo
presente al lugar, casi tres horas después del ingreso
ilegal de los oficiales, no había ordenado el allanamiento
ni se cumplió con las formalidades que indica el Código
Procesal para llevar a cabo esta diligencia, sin que se
estuviera en los supuestos que autorizan el ingreso sin
orden, pues ya la policía tenía controlada la situación e
incluso había hecho ingreso previo ilegal al recinto.
Además, en el acta que esta funcionaria confecciona,
manifiesta observar tres paquetes de aparente cocaína
sobre la cama, sin embargo, los oficiales declararon que
al ingresar abrieron la valija y los supuestos paquetes
estaban dentro de ella, de modo que tales
inconsistencias demuestran incluso que la policía
manipuló la prueba y por ello debe dudarse aún más de
los resultados de las diligencias así practicadas. El
Tribunal pretende justificar esta situación, argumentando
que se está frente al supuesto del numeral 294, que
permite "el allanamiento en forma verbal", pero esto no
es aplicable al caso, pues no se trata de una situación de
urgencia, y no existe siquiera orden de allanamiento en
que se consigne tales supuestos Por lo demás, no consta
que se haya advertido a los acusados de sus derechos,
habida cuenta de la ya comentada omisión de nombrarles
un defensor que los asistiera, no obstante que son
apercibidos por la juez, sin ninguna prevención, para que
reconocieran los objetos que les pertenecían, sabiendo
que con ello se autoincriminarían. Por lo anterior,
reclama la invalidez de las diligencias de allanamiento y
de la prueba que de ellas deriva, solicitando se decrete la
nulidad de la sentencia y se ordene la reposición del
juicio.
III.- Sobre la naturaleza de los vicios alegados: Los
reclamos hechos por la recurrente en su impugnación,
que a su vez habían sido planteados en forma incidental
al inicio de la audiencia, se refieren a la posible violación
a dos derechos fundamentales de los acusados ocurrida al
realizarse el ingreso de la policía a la cabina y el
posterior allanamiento de la misma por parte de la Juez
Penal de Siquirres. Es indudable que tales alegaciones se
refieren al acaecimiento de vicios que lesionan derechos
y garantías consagradas constitucionalmente y además,
en instrumentos internacionales de Derechos Humanos
ratificados por nuestro país, como son la inviolabilidad
del domicilio o recinto privado y el derecho de defensa
del acusado. Tales vicios, de constatarse, no pueden
convalidarse por el tránsito del proceso a siguientes
fases, pues se trata, en estos casos, de defectos absolutos,
en los términos que señalan los numerales 175 y 178 del
Código Procesal Penal, por lo que procede analizar los
anomalías alegadas.
IV.- En cuanto a la naturaleza del allanamiento: El
allanamiento es el procedimiento constitucionalmente
autorizado para lesionar la esfera de intimidad del
domicilio, habitación o recinto privado de los habitantes
de la República, celosamente garantizado por el
Constituyente. Del texto constitucional se desprende que
tal procedimiento es absolutamente excepcional y
procede sólo en los presupuestos que la propia
Constitución contempla y cuyo especial desarrollo se
deja a la ley. Es pues, una autorización que proviene
desde la Carta Magna para lesionar un derecho
fundamental en supuestos -se recalca- excepcionales y
calificados. Y es la propia Constitución la que contempla
el requisito sustancial para que proceda tal intervención:
orden previa escrita de juez competente. El juez es el
garante de que tal intervención se dé en supuestos
calificados y que realmente justifiquen la diligencia y es
el sujeto legitimado desde la propia Constitución para
ordenar y practicar el acto: "La restricción de cualquier
derecho subjetivo, fundamental o no, puede ser
provocada de hecho por la actuación de particulares o
de los poderes públicos. Pero, como se ha advertido,
para que la limitación de ciertos derechos
fundamentales,
especialmente
tutelados,
sea
constitucionalmente legítima, es necesario que en su
adopción intervenga decisivamente una autoridad
judicial; esto es, es preciso el cumplimiento del requisito
extrínseco de la judicialidad. No se reclama desde esta
exigencia la intervención de los órganos de la
Jurisdicción en un momento cualquiera tras la adopción
de la medida con el objeto de controlar su legalidad (....)
el respeto por lo que en este epígrafe se ha denominado
requisito de judicialidad supone algo más. Ciertos
derechos constitucionales sólo pueden ser restringidos
con autorización de un órgano judicial, por resolución
motivada; intervención que ha de ser necesariamente
previa a la limitación de ciertos derechos o producirse
de modo inmediato tras la restricción de otros. En
materia de restricción de derechos fundamentales, se ha
dicho, los jueces no deben tener la última, sino la
primera palabra" (González Cuéllar Serrano, Nicolás.
Proporcionalidad y derechos fundamentales en el proceso
penal. Madrid, Editorial COLEX, 1990. p.109. En el
mismo sentido Asencio Mellado, José María. Prueba
prohibida y prueba preconstituida, Madrid, Editorial
Trivium. 1989. pp. 91 y ss). La ley procesal lo que hace
es desarrollar el resto de formalidades que además
refuerzan las exigidas constitucionalmente, como la
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notificación previa a los ocupantes, la reglamentación del
horario durante el cual puede realizarse la misma, etc.
También desde la Norma Fundamental se contemplan los
casos excepcionales en los cuales podría procederse sin
orden previa, aunque para esos supuestos aún más
calificados "para impedir la comisión o impunidad de
delitos, o evitar daños graves a las personas o a la
propiedad", remite a la ley para su reglamentación "con
sujeción a lo que prescribe la ley" -artículo 23 de la
Constitución Política-. Ahora bien, lo dicho contempla el
aspecto sustancial de la garantía de inviolabilidad del
domicilio y el procedimiento constitucionalmente
autorizado para la injerencia en tal esfera. Ya en el
campo procesal estrictamente, el allanamiento se concibe
como una diligencia de investigación, de naturaleza
coercitiva o cautelar, por la cual se pretende obtener
elementos de prueba que verifiquen, confirmen o
aseguren que en determinado recinto se encuentran
rastros de un delito, se está cometiendo un ilícito o se
esconden los responsables de un hecho delictivo, como
supuestos más comunes. Sin duda alguna, es una
diligencia que lesiona derechos fundamentales y eso lo
dice la propia Constitución cuando la describe y autoriza.
Sin embargo y pese a que es realmente una diligencia
irrepetible pues, por su propia naturaleza participa
necesariamente de características que la hacen propia y
única, como son la necesidad de practicarse en forma
inmediata, la confidencialidad en su realización,
participando de un innegable factor sorpresa, que evite a
toda costa la fuga de información o el riesgo de pérdida
de los resultados que se esperan y es innegable que todos
estos elementos sólo se producirán esa única vez: la
forma en que se encuentre el interior del recinto, las
personas que allí estén; los objetos que se hallen, su
ubicación, cantidad, calidad, etc. sólo en esa oportunidad
se hallarán de esa forma, pues aunque el lugar se asegure
y se impida la entrada, o se fije fotográfica o
videográficamente el lugar, nunca será igual. Pese a todo
lo dicho, el allanamiento no es un acto que pueda, en
principio, encasillarse dentro de aquellos que el Código
Procesal Penal califica como anticipos jurisdiccionales de
prueba en el numeral 293. Varias son las razones para
ello: en primer lugar, si partimos de que se está en fase
de investigación, es decir, se manejan sospechas de la
posible participación de determinadas personas en un
determinado hecho delictivo, en realidad no se tiene un
cargo concreto que atribuir -requisito indispensable de
toda imputación, aunque sea informal- y por ello, no
puede hablarse en esos momentos de imputados, aún
cuando los sujetos sometidos a investigación ya hayan
sido identificados por nombres, alias, domicilio, etc. por
los oficiales de policía y el fiscal actuante. Precisamente,
la imputación se espera la mayoría de las ocasiones
concretar, definir, delimitar, con las resultas de la
diligencia de allanamiento, para saber qué fue lo que se
encontró, qué rastros, qué evidencias materiales existían
en el sitio registrado y poder, a partir de la investigación
realizada, concretar la responsabilidad y las imputaciones
específicas que puede hacérsele a cada sujeto
investigado. Entonces, en estos momentos, no hay
imputado porque no hay siquiera una imputación
concreta que formular, sino una sospecha fundada de que
se está frente a la comisión de un delito, cuya naturaleza,
alcances y manifestaciones concretas se esperan delimitar
con la diligencia de allanamiento. Y la existencia de
sospechas fundadas es el elemento esencial que debe
sopesar el juez a la hora de autorizar una diligencia de
esta naturaleza, porque se tratará de la afectación de un
derecho fundamental que sólo procede en casos de
excepción, en armonía con lo que disponen los artículos
23 y 28 párrafo segundo de la Constitución Política. En
consecuencia, las reglas del anticipo no le son aplicables,
porque no se tiene individualizada la imputación y, por lo
tanto, tampoco a los imputados. En segundo término
debe señalarse que la intervención del juez en esta
diligencia de investigación es suficiente garantía de la
legitimidad del acto, porque está prescrita desde la propia
Constitución como requisito ineludible y, para sus
efectos, suficiente. El juez es garante de que existen
indicios suficientes de estar en presencia de un delito; de
que las razones por las cuales se pretende el ingreso a un
domicilio, habitación o recinto privado, son atendibles al
extremo de autorizarlo. En suma, es garante del respeto a
los derechos de las personas afectadas por la medida, que
incluso, dependiendo de su resultado, quizás nunca
alcancen la condición de imputados, todo ello sin
perjuicio del eventual cuestionamiento que pueda
realizarse de la diligencia practicada, dentro del proceso.
Lo dicho no impide que el juez pueda nombrar a un
defensor público para que asista a la diligencia, como
también está previsto para los anticipos jurisdiccionales
de prueba que deban practicarse en forma urgente, sin
que ello signifique que sea necesario o indispensable
hacerlo, porque la participación del juez es suficiente.
Tal naturaleza del allanamiento como acto de
investigación, ha sido reconocida por la jurisprudencia
constitucional -entre otras, sentencias 1914-91 de 10:30
hrs. de 27 de setiembre de 1991 y 4208-95, de 15:27 hrs.
de 1º de agosto de 1995.- Recientemente y, aplicando la
nueva normativa procesal penal, la instancia
constitucional señaló:
"(...)El problema que se plantea en el presente
recurso de habeas corpus, se contrae a
determinar si la falta de participación de un
defensor público en la ejecución de una orden de
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allanamiento, registro y secuestro, vulnera el
derecho de defensa de los amparados. En criterio
de la Sala, ello debe desestimarse pues no puede
considerarse una correcta interpretación de las
normas del Código Procesal Penal, en el tanto
que se confunde las formalidades del anticipo
jurisdiccional de prueba y la urgencia en su
realización (artículos 293 y 294 de ese mismo
cuerpo normativo), con las del allanamiento,
registro y secuestro.
Lleva razón el Juez
recurrido, que exigir la presencia de un defensor
en este último acto, no solo pondría en peligro el
éxito de la investigación, sino que también daría
lugar para que se lesione el principio de la
averiguación de la verdad real de los hechos, al
darse sobreaviso de la sospecha de los órganos
del Estado, de que un Juez de la República
presume razonablemente de que en el lugar hay
rastros de un supuesto delito. Todo lo anterior,
lógicamente conllevaría a la desaparición de los
rastros probatorios de que en el lugar -alguna
vez- ocurrió una actividad perseguida por la Ley
Penal y de quiénes fueron sus autores. En todo
caso, lo anterior significa que al momento de
ordenarse el allanamiento, registro y secuestro,
éste se hace en contra de una o varias personas
desconocidas, no individualizadas, de manera que
no proceden los argumentos del recurrente, en
cuanto a la aplicabilidad del artículo 13 del
Código Procesal Penal. Nótese además, que si
bien el recurrente se queja en el escrito inicial de
que se afecta la intimidad de los recurrentes, es lo
cierto que el Juez Contravencional de Esparza
condujo las actuaciones impugnadas, siendo él el
garante de los derechos fundamentales de los
amparados". (sentencia 2467-98 de 15:48 hrs.
del 14 de abril de 1998 de la Sala Constitucional).
V.- Ahora bien, la participación del juez en la diligencia
tiene desde la propia Constitución, según se vio, sus
propios requisitos: debe haber orden previa escrita; ésta,
como corolario de un acto de poder emanado de un
funcionario público, debe estar debidamente motivada y
sustentarse en la existencia de indicios fundados de estar
en presencia de un delito, o frente a la posible lesión a los
derechos o a la propiedad de terceras personas, según se
establece de la relación de los artículos 23, 9 y 28 párrafo
segundo, todos de la Constitución Política. A ellos deben
sumársele los requisitos especiales que desarrolla la ley
procesal y que, sin duda alguna, pretenden reforzar las
garantías ya dadas constitucionalmente, a saber: cómo
debe ser esa orden y qué debe contener, quién puede
gestionar tal diligencia si se está en la fase de
investigación, dentro de qué horario puede realizar el
allanamiento, la identificación de los sujetos que
actuarán en la diligencia y, en especial la participación
ineludible del juzgador cuando el allanamiento es de un
domicilio, recinto privado o habitación -artículos 193,
194, 195 y 196, todos del Código Procesal Penal-.
También se encuentran desarrollados los requisitos
exigidos para realizar un allanamiento sin previa orden
judicial, en el numeral 197 que contempla, en sus cuatro
incisos, los supuestos de hecho que, de concurrir,
autorizarían el allanamiento sin orden judicial, es decir,
sin intervención previa del juez. Como se desprende de
todo lo dicho, estos supuestos son aún más excepcionales
y obedecen, la mayoría, a situaciones inminentes de
urgencia o de claro riesgo para las personas moradoras de
la vivienda o recinto, sus bienes o para evitar la
impunidad de los autores de hechos delictivos.
Finalmente, debe señalarse que el acta de allanamiento,
registro y secuestro es susceptible de ser incorporada al
debate como prueba, según se contempla en el numeral
334 del Código Procesal Penal.
VI.- El caso concreto: Según se detalla en el fallo y se
evidencia de las pruebas incorporadas y analizadas en la
sentencia, en este caso ocurrió lo siguiente: La Sub
Delegación Regional del Organismo de Investigación
Judicial de Siquirres tenía informes desde mucho tiempo
antes de estos hechos, sobre el posible trasiego de
cocaína que se estaba dando, mediante la utilización de
embarcaciones que introducían la droga desde Barra del
Colorado hacia Caño Blanco, de allí a Siquirres, sitio en
el que, con ayuda de "contactos", colocaban la droga a
distribuidores y vendedores de la región. En horas
tempranas del 15 de enero de 1998, el Jefe de dicha Sub
Delegación, licenciado Gustavo Mata Vega recibió una
llamada anónima en la que se le señalaba que en la
cabina número 6 del negocio denominado "Cabinas Algo
Diferente" se estaban dando movimientos sospechosos de
gente que aparentemente trasegaba droga. Con esta
información se comisiona al oficial Mainor Monge para
que realice un "fijo" o vigilancia en la zona, tarea que
inicia desde las diez de la mañana de ese día, logrando
observar la entrada y salida de reconocidos expendedores
de droga de la zona en tal recinto. Así regresó a la oficina
y comunicó a su Jefe lo que sucedía, regresando
nuevamente a vigilar el sitio y ya logra individualizar a
un sujeto que él conocía como "Can " -el coimputado
Javier Guzmán- y a otros dos sujetos que no conocía Róger Benlis y Rafael Brand Joseph- que contaban fajos
de billetes e ingerían cervezas alegremente en el interior
de la cabina, siendo acompañados en tal recinto por una
mujer -la coimputada Juliana Mendoza-. Luego observó a
"Can" retirarse con un paquete en un vehículo, en
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compañía de Rafael Brand. Tiempo después regresan y
ahora los tres sujetos -Guzmán, Benlis y Brand- salen
juntos, dejando en la cabina a la citada mujer. Oficiales
del Organismo dieron seguimiento a estos sujetos, pero
les perdieron el rastro. En razón de que eran ya
avanzadas horas de la noche, y que se habían incorporado
a la vigilancia el Jefe de la Sub Delegación, Gustavo
Mata y los oficiales Blander Angulo Cisneros y Omar
Brenes Campos, a las once horas veintitrés minutos de la
noche deciden ingresar a la cabina y para ello piden
autorización a Juliana Mendoza, la que rinde por escrito.
Ingresaron a la cabina y encontraron una maleta que
abrieron y observaron en su interior tres paquetes
aparentemente de cocaína. En razón de tal hallazgo, los
oficiales de policía deciden llamar a la Juez local,
licenciada Patsy Mora, para que ordene y practique el
allanamiento de tal recinto, así como el registro de la
maleta. La llegada de dicha autoridad se produce a las
dos horas del dieciséis de enero y, sin que haya dictado
previamente orden escrita, ingresa a la cabina y practica
el registro del lugar, sin notificar a la moradora,
ordenando el decomiso del dinero que había distribuido
en distintas partes de la cabina, así como el registro de la
maleta y el decomiso del resto de los objetos. No
obstante, las actas de decomiso son confeccionadas por
los oficiales de investigación señalados, figurando la
jueza en ellas como testigo de actuación, sin que se
mencione la presencia del fiscal de la zona, lo que se
hace hasta el momento de confeccionarse el acta de
allanamiento, identificándose al licenciado José
Alexander Mora como representante apersonado al acto
del Ministerio Público, quien no había figurado antes en
toda la investigación. Los paquetes de droga, según el
acta de allanamiento que confeccionó dicha funcionaria,
los halló sobre la cama. En el transcurso de la diligencia,
al sitio se apersonan en un taxi los coimputados Javier
Guzmán y Rafael Brand quienes son de inmediato
detenidos por la policía, requisados y posteriormente,
cuando el oficial Mata ordena el traslado de otros
oficiales del Organismo al Bar Fagali, para detener al
imputado Róger Benlis, quien se había quedado allí y
regresan con éste a la cabina, todos ellos son conminados
por la jueza, sin advertencia alguna, para que
reconocieran los objetos de su pertenencia, de entre todos
aquellos que habían sido hallados y decomisados.
VII.- Ilegalidad del allanamiento: Entre los reclamos
que formula la recurrente, se impugna el allanamiento
realizado por la juez Penal de Siquirres, pues carece de
orden previa escrita y ya se había dado un allanamiento
previo ilegal de la policía, que incluso había manipulado
la evidencia. Dejando para un análisis posterior lo
relativo al ingreso previo de los oficiales, debe señalarse
que el reparo es procedente. Varias son las razones para
declarar la invalidez de tal diligencia. En primer lugar, la
Jueza Penal de Siquirres acude ante un llamado -porque
no consta ninguna solicitud escrita- de los Oficiales del
Organismo de Investigación Judicial, pues así lo relata
Gustavo Mata, según se consigna en el fallo. Si bien
tanto él lo señaló en debate, como se indica en el informe
policial visible de folios 1 a 10, el ingreso con
consentimiento se llevó a cabo por los oficiales y el fiscal
de turno extraordinario de Siquirres, en el acta de ingreso
no se individualiza al fiscal actuante como tal, pues en
ella constan cuatro nombres, a saber Blander Angulo
Cisneros como oficial actuante, Luis Gustavo Mata
Vega, Donald Mora Valverde y Rafael Alvarado
Chavarría, haciendo hincapié en que los tres primeros
son oficiales del Organismo, sin identificar quién es el
cuarto signatario y además, si éste fuera el fiscal, su
nombre no coincide con aquel que es mencionado por el
fiscal al momento de solicitar la apertura a juicio y dar
los fundamentos de su acusación, pues allí dice que fue
"el licenciado Mora García", que si parece ser el mismo
que se apersonó al sitio cuando llegó la jueza pues en el
acta de allanamiento se menciona como representante del
Ministerio Público al licenciado José Alexander Mora.
En consecuencia, la Jueza acude ante el llamado de un
sujeto no legitimado en la nueva legislación procesal
penal para solicitar la realización de una diligencia de tan
trascendente importancia. El Fiscal es el encargado de la
investigación preparatoria y es el que debe decidir y
solicitar lo pertinente al juez de dicha etapa, concebido
como "juez de garantías". En este caso, iniciado todo al
amparo del nuevo Código Procesal Penal, el Fiscal brilla
por su ausencia y todas las diligencias previas son
realizadas por la policía sin que conste que dentro del
plazo de seis horas hayan informado al Fiscal de la zona
y éste haya asumido la investigación o girado las
directrices correspondientes a los oficiales que ya
actuaban, pues nada de ello se menciona en el informe ni
lo narran los oficiales que declararon en la audiencia, que
se limitan a decir que llamaron al fiscal de turno de
Siquirres pues iban a ingresar a la cabina, extremo que,
por lo dicho, no está del todo claro. No obstante, lo más
relevante de este asunto es que no constan ni los términos
en que fue gestionada tal solicitud de allanamiento a la
Jueza, ni la orden previa dictada por ésta en que se
razonen los motivos que amparan la decisión de allanar
la cabina. Es cierto que podría aplicarse a estos casos, la
posibilidad que acuerda el artículo 294 para los casos de
anticipos jurisdiccionales de prueba, de que el Fiscal
gestione verbalmente la realización de la diligencia,
pero es indiscutible que esa autorización no cubre la
orden que debe emanar del juez, porque el requisito de
que sea escrita y además previa al acto, no es impuesto
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por la ley procesal sino por la propia Constitución
Política, de modo que no puede estimarse, como lo hizo
el Tribunal a-quo, que es irrelevante la ausencia de orden
escrita en este caso, dado que, a su juicio, el numeral
citado autoriza la "orden verbal", porque tal
interpretación no encuentra asidero legal alguno y es
absolutamente contraria al texto y al espíritu del artículo
23 constitucional. Esa sola circunstancia deslegitima el
allanamiento practicado. Sin embargo, conviene acotar
además que el acto no fue notificado a la coimputada
Mendoza, única ocupante del inmueble; la forma en que
la droga es encontrada por la jueza, según lo describe en
el acta, no coincide con la versión policial de que se
encontraba dentro de la maleta, sin que conste el por qué
de esa circunstancia, al menos para saber si los oficiales
la sacaron de la valija y si para ello la jueza los autorizó,
pues la sentencia nada dice al respecto; otro dato de
importancia es que las actas de decomiso son
confeccionadas en su totalidad por los oficiales de
policía, sin actuación del fiscal y consignándose a la
jueza como "testigo de actuación", lo que arroja más
luces aún de que la autoridad jurisdiccional no llevaba el
rol preponderante en tal acto, como debe ser, además de
que el fiscal aparece por completo relegado de toda
iniciativa en esta investigación, elementos todos que
debilitan aún más la legalidad del allanamiento así
practicado. Por último, sorprende que una vez
aprehendidos los cuatro imputados y sin advertencia
alguna, la juzgadora les conmine a reconocer los objetos
de su pertenencia, cuando es claro que del resultado de
tal acto pueden con facilidad desprenderse indicios
incriminatorios en su contra. Y en realidad no se trataría
propiamente del reconocimiento de un objeto, más que
todo previsto para testigos o terceras personas -artículo
231 del Código Procesal Penal-, sino de un llamado a
autoincriminarse, pues cualquier objeto reconocido en tal
recinto, indefectiblemente los señalaría como ocupantes
de la cabina y, en consecuencia, como partícipes en los
hechos investigados por la policía. Por su propia
naturaleza, tal acto debió realizarse con asistencia letrada
por parte de cada acusado, advertidos de que no estaban
obligados a colaborar ni reconocer sus objetos, sin
consecuencia alguna para ellos pues ya se tenían cargos
concretos que formular y, en consecuencia, se trataba ya
de imputados, siendo innegable e indudable la necesaria
presencia y participación en tal acto, de la defensa
técnica, como lo señala el numeral 13 del Código
Procesal, aunque fuera defensa de oficio nombrada al
efecto. Debe apuntarse que, con relación a la actuación
de la policía en este caso, no se trata de que, al amparo de
la nueva normativa procesal penal, ésta no pueda actuar
por iniciativa propia, sino que su marco de acción está
claramente delimitado y en todo caso subordinado a las
directrices del Fiscal, que es el órgano titular de las
investigaciones en la etapa preparatoria y así se detalla
con precisión en el artículo 283 del Código señalado. Es
cierto que no hay previsión expresa para sancionar con
ineficacia los actos cumplidos en inobservancia de tal
norma, pero en el caso concreto no existía justificación
alguna para que el Jefe de la Sub Delegación no
comunicara de inmediato al Fiscal de la zona y solicitara
instrucciones y así se detallara en sus actuaciones y en el
informe, aún cuando el fiscal no les acompañara a la
labor de campo, porque esta es propia del ente técnico,
pero sí al menos girar algunas directrices y asumir el
control de la investigación, lo que no sucedió en este
caso. Si a ello unimos el ingreso previo hecho a la cabina
y lo ocurrido después en el allanamiento, irregularidades
que ya fueron analizadas, que luego de ello es la policía
la que ordena detener a los acusados, incluso practicar la
detención de otro de ellos en otro sitio, requisarlos, pese
a que ya estaba presente el fiscal, se evidencia que este
caso no fue conducido respetándose las nuevas reglas
procesales que buscan garantizar la pureza del
procedimiento de investigación y en especial, una
correcta dirección y supervisión de la forma de actuar de
la policía judicial. No obstante, lo dicho en cuanto a la
ilegitimidad del allanamiento judicialmente practicado es
suficiente para decretar su invalidez, así como la de los
decomisos practicados a su amparo, y consignados en las
actas de secuestro números 257213, 257214, 257215,
257216, 257217 y 257218, visibles de folios 12 a 17 y la
prueba de ella derivada, en especial el dictamen de
análisis por estupefacientes de folio 51, ello de
conformidad con lo establecido en los numerales 23 de la
Constitución Política, 175 y 178 inciso a) del Código
Procesal Penal, pues se trata de un defecto de carácter
absoluto, por lesionar un derecho fundamental, de modo
que tal prueba y la que de ella se deriva directamente,
deben ser eliminadas del proceso y no pueden sustentar
una sentencia condenatoria, tal y como lo ha señalado la
jurisprudencia constitucional, en especial las sentencias
718-93 de 14:36 hrs. de 15 de febrero de 1993; 1316-94,
de 15:00 hrs. de 9 de marzo y 2266-94 de 8:36 hrs. de 12
de mayo, ambas de 1994 y la jurisprudencia de esta Sala,
principalmente sentencias 298-F de 9:05 hrs. de 26 de
mayo, 411-F-95, de 9:50 hrs. de 9 de mayo y 614-F-95
de 9:55 hrs. de 13 de octubre, todas de 1995.
VIII.- En cuanto al ingreso a la cabina, por parte de
los oficiales, sin orden judicial: Como primer punto, es
menester dejar claro que una cabina, mientras se
encuentre ocupada, es un lugar habitado, un recinto
privado en los términos del numeral 23 de la
Constitución Política y, en consecuencia, sólo puede ser
allanado previa orden escrita de juez competente,
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diligencia que habrá de practicarla personalmente la
autoridad jurisdiccional, según reza el numeral 193 del
Código Procesal. Alcanza, a este recinto en esas
condiciones, toda la protección constitucional del ámbito
de intimidad del domicilio. Ahora bien, podría suceder
que se esté en alguno de los supuestos excepcionales que
autoricen el allanamiento sin orden y que, al ser
calificados, exigen un cuidadoso análisis en cada caso.
Otro tanto habría que decir respecto del llamado
"consentimiento" del morador o habitante, para que se dé
el ingreso policial. El consentimiento no es mencionado
en el Código Procesal como causa que exonere la
exigencia del requisito de la previa orden del juez. Se le
menciona en forma expresa únicamente cuando se trata
de un supuesto de allanamiento de morada fuera del
horario legalmente establecido -artículo 193 párrafo
segundo- y como una de las causas que permiten
excepcionarlo. Sin embargo, es amplia su aceptación por
la doctrina y la jurisprudencia, dado que el allanamiento
de morada pretende incursionar en el ámbito de intimidad
de los moradores, esfera por completo disponible por su
titular, de modo que si se accede, no hay actuación
coactiva o coercitiva del Estado, pues priva la
autorización del particular; no se tratará entonces de un
allanamiento sino de un ingreso consentido (véase
Núñez, Ricardo. Código Procesal Penal de la Provincia
de Córdoba, Córdoba. Marcos Lerner Editores, segunda
edición actualizada. 1986. p.204). Así lo ha reconocido la
jurisprudencia constitucional -entre otras, sentencias
5903-94 de 11:12 hrs. de 7 de octubre de 1994 y 2776-96
de 11:06 hrs. de 7 de junio de 1996- y de esta Sala, en
especial la sentencia 0193-98 de 9:20 hrs. de 27 de
febrero del año anterior, en la que se señaló:
"(...)El reproche debe rechazarse pues en ambos
casos se dio autorización de los moradores de la
vivienda para que ingresara la policía. A este
respecto, la doctrina más autorizada ha
señalado que: “Si la persona que tiene derecho a
excluir a terceros o a cuyo cargo está la custodia
del lugar presta su consentimiento para esa
penetración,
su
aptitud
significa
una
colaboración para el acto a cumplir, que salva el
primer obstáculo de carácter jurídico consistente
en la garantía constitucional de la inviolabilidad
del domicilio. Pero si carece de la voluntad
expresa o presunta de quien pueda consentir la
introducción de la autoridad en el recinto
cerrado, ese obstáculo sólo podrá ser superado
mediante la medida que se ha dado en llamar
allanamiento de domicilio, o más ampliamente
allanamiento
de
dominio...”
(CLARIA
OLMEDO, Jorge A. Tratado de Derecho
Procesal Penal, Tomo V, EDIAR, Argentina.
pág. 416). En cuanto al primer allanamiento que
se cuestiona, ocurrido el diecinueve de
noviembre de mil novecientos noventa y dos, se
tiene que la propia informante de la actividad
ilícita a la que se dedicaba el imputado en la
casa, la joven Yesenia Campos Bustamante, les
entrega a los oficiales de la policía una llave
para que ingresen a la misma y realicen la
detención correspondiente, aspecto que no sólo
es referido por ella en su declaración (folio 303,
línea 13 en adelante), sino que también lo
exponen los oficiales de policía actuantes (folio
304, línea 20 en adelante). Carece de interés si
la autorización fue dada el mismo día o días
antes, pues el consentimiento de Yesenia Campos
Bustamante se mantuvo siempre. Incluso resulta
determinante el hecho de que la esposa del
propio imputado, la señora Mireya Campos
Bustamante, consiente su realización, según
consta en el acta de folio 4, considerándose
“determinante” en la medida que con ello se
elimina cualquier duda sobre lo cuestionado, es
decir, sobre la legalidad de la actuación policial
y lo que de ella se deriva, en particular al no
existir razones válidas para asumir lo contrario,
en otras palabras, para dudar sobre la
autorización otorgada".
Sin embargo, resulta cuestionable que la policía recurra a
la figura del "consentimiento" para obviar los requisitos
constitucionales y legales que rodean al ingreso y registro
de un lugar habitado, pues además de ser una actuación
por completo imprudente, dado que el morador puede
válidamente negarse a tal ingreso, en cuyo caso se corre
el riesgo de la frustración de los resultados que se
esperaban del registro, lo procedente es que, si se está
frente a un caso urgente de los que autorizan el ingreso
sin orden, éste se realice, pues el consentimiento es
irrelevante para efectos de legitimar la diligencia. Si el
ingreso se pretende, como ocurre en el caso en estudio,
luego de todo un día de vigilancias realizadas como parte
de un operativo policial, la ausencia de orden previa de
juez aparece por completo injustificada, porque la forma
en que fue llevado a cabo este operativo excluye
cualquier situación de urgencia o emergencia, de modo
que es absolutamente improcedente recurrir al
"consentimiento" de uno de las moradores, para justificar
el ingreso al interior de la cabina. Nótese cómo los
propios oficiales afirman haberse esperado a que la
coimputada se quedara sola, para "decidir ingresar" a la
morada, sin que haya algún factor de "urgencia" que
ameritara tal actuación, aparte de la soledad de la
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moradora; el propio informe policial narra que la mujer
era una nicaragüense indocumentada y no consta ni en el
"acta de ingreso por consentimiento" ni en el informe
policial, las condiciones en que tal "permiso" fue
solicitado, es decir, si se advirtió el fin pretendido con el
ingreso y si se apercibió a la ocupante que podía negarse
a autorizarlo, elementos todos que hacen cuestionable el
permiso así concedido. Otra razón que torna sospechosa
esa forma de ingreso, es que, pese a que supuestamente
contaban con autorización para ingresar -y es un hecho
que el ingreso, ya voluntario, ya coactivo por medio del
allanamiento, lo que busca es el registro del sitio y el
secuestro de objetos de utilidad para la investigación-, no
practicaron el decomiso de los objetos que tenían a su
vista y que, según su dicho, justificaban el operativo
policial realizado, sino que decidieron llamar, ahora sí, al
juez para que "legalizara" su hallazgo y practicara el
secuestro de los objetos, proceder completamente
incongruente con el ingreso consentido que se alega o
con la situación de urgencia en la que aparentemente
justifica el Tribunal la legalidad de la entrada de la
policía sin previa orden judicial. El allanamiento sin
orden, en los supuestos que concurren, autoriza no sólo el
ingreso sino el registro y secuestro de todos los objetos
de utilidad para la investigación, así como la detención
de los sospechosos, con la obligación de poner tales
actuaciones de inmediato en conocimiento del fiscal y del
juez y, si los oficiales realmente se encontraban en
alguno de esos supuestos, no se comprende por qué no
realizan en pleno la diligencia, sino que deciden solicitar
la intervención de la autoridad jurisdiccional. Todas estas
razones hacen dudar que efectivamente el permiso de la
coimputada Juliana Mendoza se diera, además de que es
un hecho que no se trataba de ninguno de los supuestos
de urgencia, menos aún el señalado por el Tribunal para
legitimar la diligencia, a saber, el inciso b) del artículo
197 que señala que se permitirá el ingreso sin orden
judicial previa si "Se denuncia que personas extrañas
han sido vistas mientras se introducen en un local, con
indicios manifiestos de que pretende cometer un delito",
pues es claro que no se trataba de una situación de
denuncia inminente de un ingreso sospechoso a un
recinto, sino de una información anónima recibida desde
tempranas horas de la mañana, que dio pie para el inicio
de un operativo policial de vigilancia y seguimiento que
se prolongó hasta el filo de la medianoche, teniendo la
policía pleno control del ingreso y salida de personas de
la cabina, de todos los movimientos sospechosos, además
de contar con tiempo suficiente para coordinar con el
fiscal local y gestionar, por su medio, la correspondiente
orden de allanamiento al juez competente. Así lo ha
señalado la jurisprudencia de esta Sala que, al resolver un
caso similar al que se examina, señaló:
"(...)Analizado el presente asunto en cuanto
reclama el recurrente que el allanamiento de su
morada se verificó, sin contar las autoridades
policiales con la orden judicial correspondiente,
lleva razón el reparo. En efecto, como bien lo
afirma el representante del Ministerio Público al
contestar la audiencia que se le concedió
(confrontar folio 175), la casa de habitación del
sentenciado Navarro Navarro fue allanada por la
policía, sin cumplir con los requisitos legales para
celebrar válidamente dicha diligencia. La
comisión policial fue realizada por agentes de la
Unidad Preventiva del Delito (U.P.D.), careciendo
de la autorización previa y expresa de la autoridad
judicial a quien correspondía extenderla, la cual
estimaron
innecesaria
acorde
con
las
circunstancias y por considerar que el encartado
al guardar silencio, estaba autorizando el ingreso
a la vivienda del grupo policial. En efecto,
conforme se desprende de las declaraciones de los
testigos contenidas en sentencia, el convicto al
momento de ejecutarse el allanamiento, no hizo
oposición alguna a la ejecución de la diligencia y
además, dijo uno de los agentes: “en este caso
todo fue espontáneo. Se dijo que en la casa se
vendía droga. No podíamos perder tiempo, “el
tiempo es oro” en este trabajo. No había tiempo de
ir al Juzgado de Instrucción o Agencia; se nos iba
el asunto, podía fallar la pesquisa de la droga”
(confrontar folio 107 vuelto, línea 27 a folio 108
frente, línea 1). Por su parte, el Tribunal estimó
que: “Era necesario prescindir de orden judicial.
No se conculcó la garantía que potencia el artículo
23 de la Carta Política. La prescindencia de orden
de allanamiento era de menester. (sic) Se
justificaba. Antes del ingreso de la policía se les
anunció que en una casa se vendía marihuana.
Por lo demás la policía anunció al convicto antes
de irrumpir que “dónde se encontraba la
marihuana”. Quedó impuesto de los motivos de la
afectación a su círculo privado o domicilio, pero
no mostró resistencia a la incursión” (confrontar
folio 112 frente, líneas 12 a 20). Así las cosas, la
diligencia de allanamiento resultó irregular al no
ajustarse los servidores del orden público, a lo
estipulado por el numeral 210 del Código de
Procedimientos
Penales.
Obsérvese
que
independientemente de que el imputado no se haya
opuesto a ella, lo cierto es que no se puede
interpretar su silencio como aceptación tácita del
operativo policial, pues la Unidad Preventiva del
Delito (U.P.D.) debió en todo caso -de previo a
irrumpir en la propiedad y con apego a sus
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derechos de orden constitucional y legal-, solicitar
el consentimiento del dueño, arrendante o
poseedor del inmueble para ingresar a él, lo que
omitió hacer en este caso, o en su defecto, solicitar
a la autoridad judicial respectiva que aprobara el
ingreso a la casa. Cabe recordar además, que si
bien en algunos casos de excepción la ley justifica
el acceso a la propiedad sin la orden
correspondiente, (artículos 212 y 164 inciso 4
Código de Procedimientos Penales) este tampoco
ha sido uno de ellos. En efecto, no se justifica que
habiéndose determinado el sitio exacto en que se
dijo ocurrían los hechos origen de la causa, así
como la persona que se dedicaba a una actividad
ilícita en el lugar, no se dispusiera la práctica de
un operativo policial, cumpliendo las exigencias
procesales y constitucionales correspondientes. Ya
esta Sala ha expuesto ampliamente sobre el
aspecto en discusión, que: “... el domicilio de las
personas es inviolable, lo cual implica que a todos
los ciudadanos se les reconoce una esfera de
privacidad. Sin embargo, esta garantía que
también consagra nuestra Constitución en el art.
23, no es ilimitada, sino por el contrario se
permite que ceda frente a los más altos intereses
de la colectividad en determinadas situaciones.
Así por ejemplo, dicha norma establece los casos
de excepción cuando ordena que "No obstante
pueden ser allanados por orden escrita de juez
competente, o para impedir la comisión o
impunidad de delitos, o evitar daños graves a las
personas o a la propiedad, con sujeción a lo que
prescribe la ley". De la normativa citada se
desprenden a grosso modo, dos supuestos que son
desarrollados por dos normas independientes del
Código de Rito.
El primer supuesto lo
encontramos en el artículo 209 del Código de
Procedimientos Penales, que condiciona el
registro del lugar a la previa orden motivada del
juez. Dicha normativa señala los casos en que es
imperativa la autorización judicial, pues el juez se
convierte de hecho en garante del cumplimiento
de las exigencias de orden constitucional,
precisamente para evitar cualquier exceso o
perturbación que afecte la esfera de la intimidad
que tutela la norma constitucional para cualquier
persona que se encuentre en el territorio nacional
sea o no costarricense, pero que por el sólo hecho
de vivir en nuestro suelo, tiene la garantía de que
se le deben garantizar sus derechos
independientemente de que él respete o no los
nuestros. Aún en este último supuesto, nuestro
Código de Procedimientos Penales no hace
excepciones, así se desprende cuando establece
que el Juez está facultado para ordenar por auto
motivado el allanamiento de una morada cuando
"hubiere motivos suficientes para presumir que
en determinado lugar existen cosas relacionadas
con el hecho punible, o que allí puede efectuarse
la detención del imputado o de alguna persona
evadida o sospechosa", de la comisión de un
delito. El segundo supuesto, es desarrollado por el
artículo 212 que debe, en este caso, verse en
relación con el art. 164 inciso 4 del mismo cuerpo
legal. En efecto, la policía judicial está autorizada
para proceder al allanamiento de morada sin
previa orden cuando se esté en presencia de
cualquiera de las cuatro causales que desarrolla
el primero de los artículos mencionados. Sólo en
estos supuestos es factible para un cuerpo policial
prescindir de la orden de allanamiento. En
consecuencia, cuando cualquier cuerpo policial
incumpla o vaya más allá de sus atribuciones
estaremos en presencia de un acto ilícito. La
ilegalidad del acto proviene no sólo de la
vulneración de una norma de orden procesal o de
una simple omisión de una formalidad, sino por
el contrario de un comportamiento que
compromete el respeto del marco constitucional
al vulnerar directamente lo que la Constitución ni
tolera ni permite, que se proceda a la entrada y
registro de una morada sin el previo control de
legalidad del acto efectuado por el juez
competente. Cuando esta situación acontece, el
acto cuestionado debe ser declarado nulo porque
la vulneración de una garantía constitucional
acarrea de pleno derecho la nulidad del acto
viciado por imperativo constitucional, así lo ha
mantenido en reiteradas oportunidades esta Sala
al igual que la Sala Constitucional (véase por
todos, los siguientes votos N° 718-93 de las 14:36
horas del 15 de febrero de 1.993, N° 2.559-94 de
las 15:36 horas del 31 de mayo de 1.994 y V-298F de las 9:05 minutos del 26 de mayo de 1.995,
los primeros de la Sala Constitucional y el último
de la Sala Tercera).” (confrontar Sala Tercera, V614-F de las 9:55 horas del 13 de octubre de
1.995)" Sentencia 1009-97, de las 16:10 hrs. del
18 de setiembre de 1997 de la Sala Tercera.
Por lo demás, en la sentencia no se examina este extremo
del consentimiento y las condiciones en que fue dado,
pues se apoya en forma errónea, según se vio, en que se
trataba del supuesto del inciso b) del artículo 197,
autorizando el ingreso sin orden. No obstante, nada dicen
del por qué necesitó la policía del auxilio posterior del
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juez y tampoco fue posible indagar las condiciones del
ingreso policial pues, como se dijo, la coimputada Juliana
Mendoza no compareció al debate. Finalmente, si
existiera algún error en la identificación del fiscal que
supuestamente participó en dicho ingreso, nada de ello se
analiza en la sentencia, que no repara en esos aspectos,
pese a haber sido objeto de cuestionamiento por parte de
la defensa. Lo dicho es suficiente para estimar viciada la
fundamentación de la sentencia y, en consecuencia, se
decreta su nulidad así como la del debate que le sustenta
y se ordena efectuar la reposición del juicio como
corresponde por parte del Tribunal correspondiente.
1.
2.
EL TEXTO DEL VOTO HA SIDO DIGITADO EN LA UCS.
3.
EL SIGNO (…) IDENTIFICA LOS SECTORES SUPRIMIDOS DEL VOTO, EN RAZÓN DE NO TENER
INTERÉS PARA EL TEMA DESCRIPTOR.
4.
LOS DESTACADOS (SUBRAYADOS, NEGRITAS, MAYÚSCULAS O CURSIVAS) SON PROPIOS DEL
ORIGINAL, EXCEPTO CUANDO SE INDIQUE LO CONTRARIO.
5.
EL TEMA Y EL SUMARIO SON APORTE DE LA UNIDAD DE CAPACITACIÓN. NO FORMAN PARTE
DEL VOTO.
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