274 Ciro Nolberto Güechá Medina Sección Segunda ACCIÓN O PRETENSIÓN DE NULIDAD Y RESTABLECIMIENTO DEL DERECHO Constituye la acción de nulidad y restablecimiento del derecho el contencioso subjetivo por naturaleza, donde no sólo se solicita la anulación de un acto administrativo, sino que a su vez se pide el restablecimiento del derecho vulnerado con el mismo. Es esta acción o pretensión un instrumento de protección de los derechos de las personas, que la Administración viola con la toma de decisiones, que se reflejan en los actos administrativos expedidos. Por ser la acción de nulidad y restablecimiento del derecho protectora de derechos particulares, no tiene el carácter de pública en cuanto a la titularidad para su ejercicio y por tanto, es eminentemente subjetiva, ya que en principio no se puede instaurar contra actos de alcance general y abstracto, sino contra actos de contenido particular, que vulneran derechos del administrado; en efecto, el nuevo Código de Procedimiento Administrativo y de lo Contencioso Administrativo, en el artículo 138 establece que la nulidad y restablecimiento del derecho procede contra actos particulares, expresos o presuntos, lo cual se puede considerar la regla general, ya que de manera excepcional es posible esta acción o pretensión contra actos generales, cuando violen derechos de los particulares. 1. Origen de la acción o pretensión de nulidad y restablecimiento del derecho Los antecedentes de la acción de nulidad y restablecimiento del derecho deben buscarse en el derecho francés, en el recurso de plena jurisdicción, donde se pedía la indemnización de perjuicios ocasionados como consecuencia de un acto de la Administración. El recurso de plena jurisdicción en el ordenamiento galo, era ejercido en un comienzo cuando quien lo intentaba perseguía fines de carácter económico o patrimonial, es decir, de orden particular, sin importar que se tratara de actos de naturaleza general o particular o de que simplemente se solicitara la nulidad del mismo. Las acciones o recursos por exceso de poder y de plena jurisdicción no tenían entonces más diferencia que el interés del particular; esto se mantuvo hasta que el Fallo Lafage de fecha 8 de marzo de 1912 proferido por el Consejo de Estado, distinguió la admisibilidad del recurso de anulación con el de plena jurisdicción, argumentando que cuando la