Pregón Fiestas de la Hispanidad 2012 Buenos días a todos. Antes que nada, quiero agradecer la confianza depositada en mí para leer el pregón de este año. La verdad es que siempre he tenido especial debilidad por el Grado de Cadetes Hispanidad, protagonista de estas fiestas, y por todo aquello que supone su nombre. Por eso para mí es un verdadero honor, aunque suene a tópico, el estar aquí hoy. Gracias, Susana. Hace muchos años, un grupo de hombres, iniciaba (sin saberlo) uno de los mayores hitos de la Historia de la Humanidad: La Hispanidad. Sin saberlo, porque no eran conscientes (y dudo que llegaran a serlo en vida) de lo que suponía tamaña empresa en la que se embarcaban. Cambiaron la Historia, no sólo por lo que supuso de revolución en muchos aspectos, sino porque le dieron sentido a aquello que llamamos España y que hoy, más que nunca, nos preguntamos qué significa. "Proyecto sugestivo de vida en común", "Unidad de Destino en lo Universal"... Muchas son las definiciones que podemos extraer de numerosos pensadores, pero en todas ellas hay un hilo común: Sin Empresa, no hay Patria. Aquel grupo de hombres (y todos los que vinieron después) nos dio esa justificación que hoy día no alcanzamos, torpes, a encontrar. Nos mostraron nuestra Empresa, nuestro Proyecto Universal. Nuestra justificación no puede ser debida únicamente a intereses geográficos o económicos. La nuestra es una realidad sostenida en la Historia; pero no en nuestra historia solamente, en la Historia de la Humanidad. Con la Hispanidad, España se supo abrir al Mundo, supo "ser Patria". Supo contribuir, con su español granito de arena, en la construcción de la Historia. Porque lejos de pensamientos egoístas y ególatras, propios de no ver más allá de los límites de la propia aldea, la patria es un instrumento que ha de servir para engrandecer el mundo, para hacerlo mejor. Y esa tarea, queridos amigos, dista mucho de estar acabada. ¿Cuántos cambios profundos se nos avecinan en los próximos años? Hemos de estar preparados, hemos de dar un paso adelante. Hemos de aportar nuestra particular manera de entender la vida, el mundo… el Hombre. Y casualmente (o más bien no), resulta que hoy nosotros estamos aquí para eso mismo. ¿Os habéis preguntado alguna vez para qué sirve la OJE? Pues para cambiar el mundo. Sin ningún atisbo de duda. Nuestra tarea es la de exportar todo lo bueno en lo que creemos para llevar a cabo una transformación profunda de la sociedad. Precisamente por esto, me vais a permitir que les dirija unas palabras a los responsables de que un año más estemos aquí, a aquellos que constituyen el verdadero motor de este Hogar: LOS MANDOS Y DIRIGENTES. “Donde haya un árbol que plantar, plántalo tú. Donde haya un error que enmendar, enmiéndalo tú. Donde haya un esfuerzo que todos esquivan, hazlo tú. Sé tú el que aparta la piedra del camino”. Estas palabras, a mi entender, reflejan la actitud constante que ha de residir en el espíritu de un Mando de la OJE. Como sabéis, hay mucha gente voluntariosa que, gracias a Dios, colabora en los Hogares de una manera desinteresada y, por supuesto, muy valiosa. Sin embargo, hay algo que los diferencia de vosotros. Ellos no son Mandos de la OJE. Todas las aportaciones son necesarias, pero la vuestra es esencial. La vuestra es continuada y basada en un compromiso constante que deriva de algo de lo que no hablamos con la suficiente asiduidad: LA VOCACIÓN. ¿Por qué sois Mandos? (…pausa…). Nunca tengáis miedo a preguntaros “¿por qué?”. Por vocación os sostenéis ante mil dificultades. Por vocación dejáis de lado apetencias personales. Por vocación tomáis decisiones, sobre la marcha, acerca de cosas que no tienen una solución definida, dando muestras de una responsabilidad y madurez propias de edades mucho más avanzadas. En definitiva, por vocación es por lo que un día decidisteis “dar aquello que a vosotros os habían dado y que tanto bien os ha hecho en vuestras vidas”, es decir, FORMAR. Aunque ya supongo que sabéis que la tarea es ardua. La situación no es buena para nuestro “negocio”, ni para nada que tenga que ver con el Alma, con el Hombre, con la Juventud y que no pueda ser comprado con dinero o susceptible de ser vendido por un precio mejor. Aun así, mirad a vuestro alrededor en este momento. Mirad cuánta gente os arropa hoy, mirad cuánta fortaleza se transmite hoy en esta sala. Y es que los salmones siempre son más fuertes que la corriente que los intenta devolver al mar. Somos fuertes porque fuerte es lo que nos une. Podemos cambiar el mundo porque el futuro está en nuestras manos. Es posible, claro que es posible. Sólo tenemos que creer que el mar no se acaba ahí donde nos dicen. ¡Démosle la vuelta al mundo! Hoy, que celebramos nuestra mayoría de edad como Hogar, que al compararnos con nuestros inicios no podemos evitar sentir orgullo, debemos ser aún más conscientes de lo que tenemos entre manos, de lo que estamos viviendo. Trataré de explicarme contándoos una pequeña tradición que se repite en el Hogar desde hace años: Como sabéis, desde que el Hogar decidió volver a abrir sus puertas hace justo 18 años ha habido un constante relevo generacional, constante sangre nueva corriendo por sus venas. (Con Susana, ya son ocho los distintos Jefes de Hogar que han liderado este proyecto común. ¡Ocho en 18 años! Haced la media…) Bien, pues en cada cambio, el Jefe de Hogar saliente le coloca las hombreras al Jefe de Hogar entrante. Y acompaña a ese gesto de unas sencillas palabras: “Éstas son las hombreras del Jefe del Hogar Nueva España”. En ese momento, uno engorda, se siente más importante, ensancha… Y justo cuando va a esbozar la sonrisa que demuestra todo ese sentimiento de poder que le embarga, escucha otra frase de la misma persona: “Y son los mismos leones que llevó Juan, Luis Fernando, Marta, Gonzalo…”. Menudo golpe de efecto. Y es que como decía aquel gran filósofo norteaméricano llamado “el tío de Spiderman”: “Un gran poder conlleva una gran responsabilidad”. Sea cual sea vuestro puesto de servicio, no lo olvidéis nunca. Es humano (y muy bueno) sentir orgullo de pertenencia a este Hogar. Pero recordad que nuestro camino no es el romántico, sino el intelectual. Sin duda, sois un Hogar grande. Un Hogar con una gran historia, pero sobretodo con mucho FUTURO. Lo que hoy sostenéis en vuestras manos, otro tiempo fue sostenido por otros… y por otros… y por otros más. Porque en este Hogar lo importante son las personas que por aquí pasan, pero no los personalismos. ¿Y cómo es posible mantener una misma línea habiendo pasado tanta gente y tan diferente por aquí? Muy fácil (bueno, de fácil no tiene absolutamente nada). Recordando aquella consigna que tantas veces hemos oído: “Permanezca firme nuestro pie, en el camino recto”. ¿Y cuál es el camino recto? Pues el viento tiene roles repentinos, la mar se embravece y se oyen numerosos cantos de sirena, pero hay algo que permanece inalterable, algo eterno. Por mucho que mute nuestro alrededor, SIEMPRE NOS GUIARÁ LA MISMA ESTRELLA. Por mucho que cambien las cosas, el Norte siempre estará allá donde apunte la Polar. Hay algo inalterable, aquello en lo que hemos depositado nuestra confianza, esos valores eternos hacia donde apunta nuestro bauprés. Eso es, precisamente, lo que le da sentido y respuesta a todo lo anterior. Asentemos, pues, los cimientos de nuestro futuro en la solidez que nos ofrece nuestra Estrella, nuestra Promesa. Y es que nuestra Promesa no es un conjunto de “cosas bonitas”. Si lo entendiéramos así no habría razón para no cambiar una palabra por otra o incluso sustituir uno de los once puntos por otro que nos parezca algo más actual. La Promesa no es un listado más o menos bien elegido. La Promesa es una definición. Es la definición, expresada de modo sublime y completo, de nuestra idea de Hombre. Volvemos a aquello que decíamos al inicio… Nuestra idea de Hombre, aquella con la que tenemos que cambiar el mundo. Continuemos entonces, como aquellos héroes anónimos, con su empresa, con nuestra empresa. Al fin y al cabo, nuestra misión no es aparecer en los libros de Historia, sino HACER HISTORIA. ¡Hagamos, pues, Hispanidad! Porque, repito, hoy es necesaria de manera especial. En una España que no se reconoce a sí misma, es necesario que alcemos la voz que nos une, la de todos, la que nos da sentido como grupo, como Unidad y como Patria, y gritemos: ¡Arriba La Hispanidad! Ignacio Gómez Vera P.A.S.