1- PARROQUIA Tiempo de la amistad Las sandalias La parroquia está en el centro de la vida y del itinerario espiritual de María Domenica. De hecho, no es solamente el lugar de su nacimiento a la vida cristiana: aquí la bautizaron el 9 de mayo de 1837, sino también la cuna de su fe, alimentada por los sacramentos de la Eucaristía, que recibió en 1850, y de la Reconciliación al que se asocia el ministerio de la dirección espiritual del Padre Pestarino. María D. vive treinta y cinco, de sus cuarenta y cuatro años, profundamente incorporada a la comunidad eclesial de Mornese, de la que ha recibido todo y a la que ha dado todo. Su ejemplo y su testimonio de laica comprometida con la Iglesia local, son vigentes, esto es algo que con frecuencia olvidamos presentar a los jóvenes y a nuestros colaboradores laicos. En la vitalidad espiritual y social de esta realidad, María D. madura en la fe y en las relaciones; desarrolla un apostolado orientado inicialmente a todas las obras de caridad y luego, poco a poco, orientado cada vez más a la formación integral de las niñas. Aquí madura su vocación de Hija de la Inmaculada y de Hija de María Auxiliadora. La Parroquia, podemos decir, es el vientre fértil que da a la luz su vocación religiosa de consagrada - educadora. En la Parroquia tiene lugar para María D. el encuentro con Cristo en la primera Comunión. Afirma María Esther Posada: “La parroquia fue el lugar por excelencia de su formación cristiana fundada en la vida sacramental. Se podría decir que S. María D. Mazzarello es fruto maduro de santidad parroquial. Al mismo tiempo hay que señalar cómo María Mazzarello dio un aporte, precisamente, a través de la parroquia, a la vida eclesial de su tiempo. Y eso no sólo por las obras en las que colaboró o por aquello que creó al interior de la comunidad parroquial de su pueblo, sino más todavía, porque contribuyó con su apertura de mente y con entereza de respuesta a la obra más profunda de renovación de la vida cristiana superando decididamente los residuos del jansenismo presentes indistintamente en su ambiente”.1 La presencia del Padre Pestarino es en la comunidad parroquial mediación fundamental. El llega a Mornese en el 1848, cuando María D. tiene once años, y se convierte en su maestro y guía por veintisiete años, hasta la muerte. Formado en la escuela del teólogo el Padre Giuseppe Frassinetti, el Padre Pestarino orienta su acción pastoral hacia una predicación enfocada a iluminar y suscitar la frecuencia de los sacramentos, la formación catequística sobre todo de los niños, la vida de grupo y una cierta promoción cultural. La Cronistoria lo describe como “el hombre del confesonario, pero sobre todo del Altar y del Sagrario”.2 Cuando fue Prefecto en el Seminario de Génova, dio a conocer su habilidad educativa en relación con los jóvenes en formación. En esta ocasión, de hecho, se manifestaba más que superior, un hermano mayor y un padre muy amado. Quería que los jóvenes fueran alegres y se divirtieran, pero que también fueran estudiosos, mortificados y obedientes, que supieran vencerse a sí mismos dejar los propios caprichos para cumplir siempre con los deberes. 1 2 POSADA, Storia e santità 96. Cronistoria I 18. Sobrellevaba sus defectos, pero les exigía esfuerzo para corregirse. Casi nunca los castigaba y el castigo más grave consistía en mostrarse apenado permaneciendo serio y silencioso durante el recreo. Les recomendaba vivir en la presencia de Dios y ser auténticos en las intenciones, hacer todo y solo por Dios y no para ser vistos y estimados por los superiores. Este estilo de acción educativa la continuó el Padre Pestarino cuando se trasladó a Mornese. Convencido del valor formativo del grupo, el Padre Pestarino incentivó el asociacionismo. Para los niños estableció La obra de la Santa Infancia, para las mamás La Asociación de las madres de familia, para los hombres La Conferencia de San Vicente, para los jóvenes y las jóvenes Las Uniones de Hijos e Hijas de María Inmaculada. En este microcosmos social y eclesial, María se abre al don de la amistad, realidad que le ayudará a crecer en la vida humana y cristiana. Ella intuye el valor de la amistad desde la edad de la adolescencia, cuando encontrándose con Petronila fuera del templo la invita a ser su amiga orando juntas.3 Más tarde, cuando forma parte de la Asociación de las Hijas de María Inmaculada (FMI), María D. conocerá las ventajas de las santas amistades espirituales, generadas en “la verdadera caridad de Dios”. Estas ventajas las había sintetizado el mismo Frassinetti en el buen ejemplo, en el estimularse para el bien, en la oración recíproca, en la ayuda mutua, en la corrección fraterna.4 La “santa” amistad que unió a María y Petronila se alimenta de estas riquezas. La presencia de Dios sobre la cual está fundada, garantiza por lo tanto el crecimiento afectivo y espiritual. Escribe el biógrafo: “Las dos amigas eran de carácter distinto: María entusiasta, ardiente, graciosa y animada. La serenidad en ella podría parecer un don de la naturaleza a quien la miraba superficialmente; en cambio, era fruto de un continuo control y esfuerzo, alguna vez heroico para mantener siempre el pleno dominio de sí. Era ágil en el trabajo y quería las cosas bien hechas sin condescendencias. Petronila era calmada por naturaleza, de buen carácter no muy ágil para resolver asuntos cotidianos. María mayor un año y algunos meses, tenía una superioridad moral e intelectual, que sin embargo no hacía pesar; Petronila no era tan consciente de la fuerte influencia que Maín ejercía sobre ella; pero las dos amaban a Dios, atraídas por la piedad y evitando el mal”.5 Cuando el Maccono describe a las dos amigas, evidencia más las diferencias que las semejanzas que encuentra en ellas, como un componente indispensable en la amistad. La delicadeza y la calma de Petronila, de hecho atenuaban la impetuosidad de María, mientras que la lentitud de Petronila, que la hacía ver indecisa frente a opciones de largo alcance, viene corregida por la seguridad y la osadía de María. Cuando se trata de aceptar la propuesta de ser Hijas de María Auxiliadora (FMA), María con la agilidad y desenvoltura que la identifican, no vacila y pronuncia el sí, en cambio Petronila duda, y es precisamente la seguridad de María que le da el valor que le falta. Las diferencias presentes en las dos amigas se integran maravillosamente, tanto que ambas pueden ser ellas mismas de la mejor manera: “María y Petronila proseguían como dos hermanas. El alma de todo era siempre María. Inconscientemente ella era la inteligencia, el ojo; la otra era los brazos, la mano, pero eso se daba de por sí como algo natural, y todo transcurría con la máxima armonía. María, comunicaba a Petronila todas sus ideas y pensamientos y no movía un dedo sin su consejo; Petronila mas bien lenta, en tomar decisiones y ejecutarlas pero piadosa y recta, encontraba en María todo aquello que podía desear de diligencia, energía, bondad y las chicas se acercaban indiferentemente a la una o a la otra para cualquier eventualidad en el trabajo”.6 3 Cf Cronistoria I 33. Cf FERNÁNDEZ Ana María, Le lettere di Maria Domenica Mazzarello. Testimoni e mediazione di una missione carismatica, Roma, LAS 2006, 228-229. 5 MACCONO, Santa Maria D. I 33. 6 Cronistoria I 137. 4 Para alcanzar el éxito en las relaciones humanas es esencial no pretender que el otro sea distinto a lo que él es. Aceptar la realidad de la otra persona presupone sin embargo, que con realismo y en paz se acepte la propia realidad. No todas las amistades tienen el mismo valor, intensidad, profundidad y permanencia. En algunas desde que surgen se vislumbra un crecimiento prometedor, después, en cambio, terminan en el estancamiento, en el retroceso en la ruptura. Por el contrario, hay relaciones personales caracterizadas por el respeto, la fidelidad, ternura, calor y compromiso. Son aquellas fundadas en la percepción de la riqueza del otro y en la profundidad de su vida. Se construye entonces, como en el caso de María y Petronila, una amistad sólida y gratificante que florece porque permite que la otra persona no solo evidencie sus propias riquezas interiores, sino también sus sombras. El amor paciente y auténtico por el otro, sólido y maduro, ayuda a creer en sí mismo y a acoger lo mejor de sí. El clima de amor que la amistad genera refuerza pues, lo positivo entre las personas, también cuando es necesario decir, sin rudeza y agresividad, aquello que no funciona. La relación entre María y Petronila es de este estilo. El fundamento común del cual las dos extraen estímulo para comunicar la una a la otra la profundidad de su ser, es Dios. Por eso sin respeto humano ambas se ayudan a crecer en esta dirección. Anteriormente recordábamos “la insinuación” de María a la amiga para orar juntas, veamos ahora la acción de María para convencer al Padre Pestarino de aceptar a Petronila en la Asociación de las Hijas de la Inmaculada (FMI), haciéndola modificar y madurar las “expresiones externas” de piedad, demasiado exageradas. Aquello contribuyó a generarla inconscientemente salesiana! Esta amistad les ayudó a crecer y “a ser más”. La relación entre ellas alcanza el nivel espiritual, es decir, Dios como punto esencial de referencia, y esto da sentido al recíproco acercamiento y a la relación en su conjunto. Cada una de las dos amigas vive la experiencia de Dios como una presencia verdadera e íntima, por eso el telón de fondo de la relación encuentra sentido en su Amor. Aunque gozan de la riqueza del afecto y la simpatía, elementos que favorecen la proximidad, la estabilidad de su amistad tiene raíces muy lejos: se basa en Dios y en su llamada. De hecho cuando en una relación de amistad Dios es el centro, las dos personas maduran también en su ideal apostólico. Así sucede en María y Petronila, ya abiertas al sentido profundo de la maternidad espiritual, refuerzan el compromiso común de educar a las jóvenes para llevarlas al Señor. El taller de las Hijas de la Inmaculada (FMI), es pues un fruto maduro, también gracias a la amistad entre María y Petronila, por lo tanto, con el Maccono, podemos exclamar: “María sin Petronila no sabemos si habría podido hacer cuanto ha hecho!”.7 Es más, antes que el taller estuviera organizado, las dos amigas ya se ayudaban y se estimulaban en sus proyectos: María comunicaba a Petronila la reiterada inspiración del llamado a ayudar a las niñas y le propuso aprender juntas el arte de la modistería, pues esto les serviría para atraer a las chicas, hacerlas buenas, ayudarlas a crecer. Petronila por su parte escuchaba a María, llena de asombro y le parecía que estaba soñando o que María estaba delirando. Por la lentitud que la caracterizaba, no alcanzaba a explicarse todos los motivos de aquella propuesta, pero el afecto y la confianza que tenía en María la impulsaron a compartir la aventura, aunque pareciera difícil, pues en el pueblo se burlaban de las dos jóvenes y se comentaba que, sí son buenas, pero a su modo y que no tenían muchas ganas de trabajar.8 La amistad suscita valor, fuerza y capacidad para desdramatizar, y esto les permitió a las dos jóvenes vivir juntas, aceptando también las críticas con grande confianza en Dios. Es más, en lugar de encerrarse en su pequeño mundo, gracias al ejercicio de la solidaridad, madura el corazón y se abren a la hospitalidad capaz de generar nuevas relaciones humanas. Concluyendo: “María D. madura gradualmente en la amistad no tanto como opción preferencial de personas para sí misma, sino como apertura y disponibilidad a un proyecto que lentamente se le 7 8 MACCONO, Santa Maria D. I 33. Cf ivi 90. 93. va revelando a través de las mediaciones que el Señor le permite encontrar; tal disponibilidad posiciona las bases de aquel clima llamado “clima de familia” o “espíritu de familia” rico de confianza, de cordialidad, de colaboración entre quienes viven en un mismo ambiente y con la misma vocación”.9 9 CIGOLLA, Chiamata alla vita cristiana pro-manuscripto.