Colegio Villa María – La Planicie Curso: Comunicación Profesora del curso: Sra. Laura Llanos Año: Primero Sección: A, B, C, D Coordinadora de área: Sra. Heidi Zavala Listado de ortografía Mi planta de naranja lima Te presento un listado de oraciones con el fin de desarrollar la destreza ortográfica para el uso adecuado de los grafemas por memoria visual, motriz y aplicación continua. No olvides practicarlo. Te deseo ÉXITO. 1. Cantar sí que era lindo. Totoca sabía hacer algo más, aparte de cantar: silbar. Pero por más que lo imitase no me salía nada. 2. Él me dio ánimo diciendo que no importaba, que todavía no tenía boca de soplador. Pero como yo no podía cantar por fuera, comencé a cantar por dentro. 3. Él quería leer el diario y no encontraba los anteojos. Los buscó, furioso. Le preguntó a Dindinha, y nada. Los dos dieron vuelta al revés a la casa. 4. Rodeé la mesa y apreté con fuerza su cuello. Sentí su pelo blanco rozar mi frente con mucha suavidad. 5. -¡Tráeme mi caballito el viernes y vas a ver si leo o no!... 6. Era gracioso oír cómo pronunciaba todo sin equivocarse. Aquel niñito iba a ser alguien, iría lejos. 7. Nos sentamos y fingimos que comíamos. Pero mi oído estaba allá, escuchando las conversaciones. 8. Agujereé el suelo con un palito y comencé a dejar de lloriquear. Habló una voz, venida quién sabe de dónde, cerca de mi corazón. 9. En vez de enojarse, se recostó en la puerta y miró hacia arriba. Cuando bajó la cabeza tenía los ojos llenos de lágrimas. 10. Se quedó tan abatido que no quiso conversar más. Ni siquiera quería levantar los ojos del cuerpo del caballo que pulía. 11. Tomé mi cajoncito, lo colgué en mi hombro y me fui caminando despacito. Ese día no sentía fuerzas para tener rabia. 12. Levantó la tapa del cesto y fui levantado por las orejas y llevado hasta el comedor. 13. -¿Te crees que no sé en lo que estás pensando? Sí que lo sé. Pero por el momento, no. Déjame entrenarme más. Después me arriesgo… 14. –Nunca más estará vacío. Cada vez que lo mire veré en él, siempre, la flor más linda del mundo. Y voy a pensar: el que me regaló esa flor fue mi mejor alumno. ¿Está bien? 15. Nuevamente se dio vuelta y se colocó otra vez los anteojos sobre la punta de la nariz. 16. Se juntó gente para ver si se había golpeado, pero por la manera en que ella insultaba solamente debía haberse hecho algunos rasguños. 17. Respiré aliviado. Pero no tanto como para dejar de darme cuenta de que detrás una mano me había sujetado la bolsa. 18. Anunció varias otras cosas, vendió algunos folletos y tropezó conmigo. Se detuvo y me llamó haciendo un chasquear los dedos. 19. –Señora, mi trabajo no tiene nada de inmoral. Cualquier trabajo honesto es un buen trabajo, y no me avergüenzo, ¿sabe? 20. En ese punto enmudeció y sus ojos asustados se desorbitaron. Don Ariovaldo había sacado su enorme cuchillo y se lo acercaba: Parecía que ella fuera a tener un síncope. 21. Apenas alcanzábamos la calle, Totoca comenzaba a correr, dejándome caminar solito, lentamente. Y entonces empezaba a despertar mi diablo artero. Me gustaba que mi hermano se adelantara para poder reinar a gusto. Me fascinaba la carretera Río-San Pablo. 22. Él pasaba estirado, dueño de toda esa belleza, con la cara más severa del mundo. Nadie se atrevía a trepar sobre su rueda trasera. Decían que pegaba, mataba y amenazaba con capar al intruso antes de matarlo. 23. Mis ojos se llenaron de lágrimas de dolor, de humillación, ante las personas que estaban presenciando la escena y reían con maldad. 24. –Pégale un cabezazo en la barriga, Zezé. Muérdelo, clávale las uñas, que él solamente tiene gordura. 25. De repente, la cosa sucedió. Yo venía despacio, como siempre, por la carretera Río San Pablo cuando el coche enorme del Portugués pasó bien cerquita de mí. 26. La bocina sonó tres veces y vi que el monstruo me miraba sonriéndose. Aquello me hizo renacer la rabia y el deseo de matarlo cuando fuese grande. Puse cara seria y en mi orgullo fingí ignorarlo. 27. Las lágrimas bajaban y yo dejé hacer todo. Me dieron algunos puntos y hasta una inyección antitetánica. Aguanté hasta las ganas de vomitar. 28. –Solamente en esta semana, recibí un montón de palizas. Algunas bastante dolorosas. Pero también me pegan por lo que no hago. Me echan la culpa de todo. Ya se acostumbraron a pegarme. 29. Entró violentamente en la sala y me agarró de las orejas. Me fue arrastrando hasta el comedor y me tiró contra la mesa. Entonces me enojé. 30. Pero mi nostalgia era muy grande. El Portuga debía de extrañarme, y si él hubiera sabido realmente dónde vivía hasta habría sido capaz de venir a buscarme. 31. Gloria me trajo un caldo que había hecho y trató de darme algunas cucharadas. (…) Quedaba en una somnolencia endiablada y cuando me despertaba el dolor iba disminuyendo. 32. Yo sé que es una desgracia que papá, a su edad, no pueda conseguir trabajo; sé que eso debe doler mucho. Mamá tiene que salir de madrugada a trabajar para ayudar a mantener la casa; trabaja en los telares del Molino Inglés. 33. En verdad no dijo nada, pero tenía el horror y la rebelión estampados en los ojos. No quería que viera las heridas y las cicatrices de las palizas que había recibido. 34. –Uno no puede elegir al padre antes de nacer. Pero si hubiese podido hacerlo te hubiera elegido a ti. 35. Hice una cosa que raramente hacía o me gustaba hacer con mis familiares. Besé su rostro gordo y bondadoso. 36. –Me gustaría volver allá muy pronto. Tal vez para esperar calmosamente mi vejez, en un lugar de paz y encantamiento. 37. Una cosa rara pasó dentro de mí. 38. –En Navidad voy a tener mucho dinero. Compraré un camión de castañas y avellanas. Nueces, higos y pasas. 39. Mi rostro se iluminó de felicidad. 40. La miré para ver si había algún error. Ella sonreía, satisfecha, y sobre la mesa continuaba vacío el florero. 41. Comencé a sudar, frío, y mis ojos amenazaban oscurecerse. 42. Solté un gemido y volví a correr. Fui sujetado por los fuertes brazos de don Ladislao. 43. Me retorcí como un loco, pero sin conseguir librarme de sus brazos. 44. Intentó ayudarme a que me levantara, pero vio que no tenía fuerzas. 45. Durante tres días y tres noches estuve sin conocimiento. La fiebre me devoraba y los vómitos volvían a atacarme en cuanto intentaba darme algo de comer o beber. 46. Oía lo que hablaban a mi alrededor. Lo entendía todo, pero no quería responder. No quería hablar. Solamente pensaba en ir al cielo. 47. La bondad y la dedicación de Gloria conseguían que yo conversara un poco. Hasta papá dejó de salir de noche. Totoca adelgazó tanto, de remordimientos, que Jandira llegó a darle un coscorrón. 48. Abrí los ojos y en la semioscuridad estaba Gloria, que no se alejaba de mi lado. 49. La fiebre iba cediendo, y mis agitaciones y temblores comenzaban a distanciarse. 50. Lanzó una carcajada porque sabía que si yo me interesaba por las palabras difíciles estaba nuevamente interesado en vivir.