9-99 Ac Sala de lo Constitucional de la Corte Suprema de Justicia, San Salvador, a las doce horas del día veintiséis de junio de dos mil. Los presentes procesos constitucionales acumulados han sido promovidos, el primero por los ciudadanos Schafik Jorge Handal, Alejandro Rivera, Eugenio Chicas Martínez, Hugo Molina Rodríguez y Lorena Guadalupe Peña Mendoza, y el segundo por los ciudadanos Jorge Alberto Villacorta Muñoz, Rubén Ignacio Zamora Rivas, Juan Ramón Medrano Guzmán y Julio Alfredo Samayoa López, a fin que este tribunal declare la inconstitucionalidad, en su forma, del Decreto Legislativo N° 602, de 6-V-1999, publicado en el Diario Oficial N° 83, Tomo 343, correspondiente a la misma fecha, que contiene la Ley de Emisión de Bonos para 1999. Han intervenido en el proceso, además de los demandantes, la Asamblea Legislativa y el Presidente de la República, no así el Fiscal General de la República, quien no hizo uso del traslado de ley en el plazo señalado por esta Sala. Analizado el proceso; y, considerando: I. En el trámite, los intervinientes expusieron lo siguiente: 1. Los ciudadanos Schafik Jorge Handal, Alejandro Rivera, Eugenio Chicas Martínez, Hugo Molina Rodríguez y Lorena Guadalupe Peña Mendoza, comenzaron exponiendo que en la sesión plenaria de la Asamblea Legislativa correspondiente al 15-IV-99, fue aprobado el D. L. N° 580/1999, que contenía la Ley de Emisión de Títulos Valores 1999, la cual fue vetada por el entonces Presidente de la República, Dr. Armando Calderón Sol, aduciendo inconstitucionalidad en el contenido del art. 11 de dicho cuerpo normativo. La disposición en referencia prescribía que "los compromisos contraídos de conformidad al presente Decreto, deberán ser aprobados por la Asamblea Legislativa para su validez, de conformidad al inciso segundo del artículo 148 de la Constitución de la República", es decir, por los votos de los dos tercios de los diputados electos. Contra esta disposición dirigió su objeción el veto presidencial, negándole valor jurídico a la sustentación que – según los demandantes– tal artículo tenía en lo prescrito por el art. 148 de la Ley Suprema. El veto del Presidente de la República se fundamentó, entre otros argumentos, en que la Asamblea Legislativa, "al aprobar el art. 11 del Decreto Legislativo N° 580, estableciendo que para la validez de la Emisión de Títulos Valores 1999 es necesaria la aprobación calificada de no menos de los dos tercios de los Diputados electos, supuestamente ha considerado que se trata de un empréstito contractual de los que regula el art. 148 Cn. La emisión de títulos valores, de conformidad a nuestra Constitución y a los precedentes legislativos, siempre ha sido autorizada con la mayoría simple de votos de los Diputados electos, ya que no se trata de un empréstito contractual que implique una segunda aprobación con mayoría calificada, pues los títulos valores son cosas mercantiles puestos a disposición del público que facilita unilateralmente invertir capital y el Estado poderse financiar, como el presente caso el presupuesto de 1999". Con base en tales razones –continuaron–, el veto presidencial justificó que una emisión de bonos no requiere de la aprobación de la Asamblea Legislativa mediante mayoría calificada, sino por mayoría simple y con ello dejó "abierto y expedito el camino, para que la Asamblea Legislativa –al menos su mayoría simple–, aceptara el ‘yerro’ constitucional [supuestamente] cometido y lo enmendara en un nuevo decreto legislativo que, con un similar contenido, pero habiendo ya omitido el art. 11, pudiera ser aprobado por el voto de al menos 43 diputados". Tal es el caso del D. L. N° 602/1999, cuya inconstitucionalidad solicitan los peticionarios en su demanda, con base en las siguientes razones: A. El D. L. N° 602/1999, que contiene la Ley de Emisión de Bonos para 1999, es inconstitucional –según los demandantes– por violentar el art. 148 Cn., "al haberse aprobado el decreto en mención por mayoría simple y no como lo manda el artículo relacionado, dado que los empréstitos por contratos de préstamo así como los empréstitos por emisión de bonos o cualquier otro titulo valor deben ser aprobados por la mayoría calificada de los diputados electos". Y es que –según los peticionarios–, el decreto legislativo impugnado fue aprobado por el voto favorable de cuarenta y tres diputados, es decir, la mitad más uno de los diputados electos, según consta en la pág. 61 de la versión taquigráfica de la sesión plenaria de la Asamblea Legislativa realizada el día 6-V-99 –la cual anexaron a la demanda–, aplicando el criterio general establecido en el art. 123 Cn. que constituye la norma general para la aprobación de las leyes. Dicha aprobación –argumentaron– violenta la Constitución, ya que para la aprobación de leyes de empréstitos voluntarios por emisión de bonos –esto es, cuando se trata de deuda a mediano y largo plazo–, se necesita el voto de la mayoría calificada, lo cual está contemplado inequívocamente en el art. 148 Cn., que literalmente prescribe: "Corresponde a la Asamblea Legislativa facultar al Órgano Ejecutivo para que contrate empréstitos voluntarios, dentro o fuera de la República, cuando una grave y urgente necesidad lo demande, y para que garantice obligaciones contraídas por entidades estatales o municipales de interés público. --- Los compromisos contraídos de conformidad con esta disposición deberán ser sometidos al conocimiento del Órgano Legislativo, el cual no podrá aprobarlos con menos de los dos tercios de votos de los Diputados electos. --- El decreto legislativo en que se autorice la emisión o contratación de un empréstito deberá expresar claramente el fin a que se destinarán los fondos de éste y, en general, todas las condiciones esenciales de la operación." Pasaron entonces los demandantes a exponer sus "argumentos doctrinales y constitucionales" sobre los empréstitos voluntarios regulados en el art. 148 Cn. B. Al respecto, dijeron que tanto los empréstitos voluntarios contraídos por contrato de préstamo como los empréstitos adquiridos por la emisión de títulos valores, constituyen deuda pública a mediano o largo plazo; ello queda establecido –según los peticionarios– en el inc. final del art. 223 Cn., el cual dispone que "son obligaciones a cargo de la Hacienda Pública, las deudas reconocidas y las que tengan origen en los gastos públicos debidamente autorizados", disposición que tiene relación con el art. 148 Cn., en el sentido que este último establece la forma de contraer la deuda pública. En este punto dijeron que, según el Manual de Derecho Financiero elaborado por los juristas salvadoreños Kuri, Zaldaña, Arévalo, Orellana y Morales, la deuda pública presenta dos modalidades, que son: "1. La concertada con sujeto determinado. Tal es el caso de los préstamos recibidos de otro Estado, un banco, un organismo internacional. 2. La contraída acudiendo al mercado anónimo de capitales. Esta modalidad está dirigida a los particulares, básicamente por el mecanismo de la emisión de bonos". Esta obra doctrinaria nacional – dijeron–, "editada bajo el auspicio del mismo Estado salvadoreño, reconoce en la emisión de bonos una modalidad de empréstito, que en consecuencia esta comprendido en el art. 148 Cn." Y es que, según los peticionarios, con esta última disposición, el constituyente habría querido "asegurar que los compromisos de deuda pública a mediano y largo plazo sean aprobados con mayor votación a efecto de ejercer un mayor control legislativo sobre la deuda pública, pues ésta deberán pagarla todos los habitantes de El Salvador, las generaciones presentes y las futuras. Pensar de otra manera la deuda pública de mediano y largo plazo –la cual es diferente a la deuda flotante establecida en el art. 227 de la Constitución–, sería ir en contra de todo nuestro desarrollo constitucional, en lo referente a la deuda pública". C. Haciendo una reseña histórica sobre el tema, dijeron que la Constitución de 1871, en su art. 36 ord. 6°, reguló dentro de las atribuciones del entonces Poder Legislativo, la de facultar al entonces Poder Ejecutivo para contratar empréstitos voluntarios dentro o fuera de la República, cuando una grave y urgente necesidad lo demandara, estableciendo la condición de que el valor de dichos empréstitos no podía exceder de la mitad de las rentas públicas de un año, calculadas por el del precedente, y que no se podría negociar nuevos empréstitos sino hasta que estuviera pagado el anterior. La Constitución de 1886, en su art. 68 ord. 13°, le incorporó a la contratación de empréstitos la exigencia de que estos fueran, además de facultados, luego aprobados por el Poder Legislativo, lo cual se conserva en nuestra actual Constitución. Por su parte, la Constitución de 1939, en su art. 77 ord. 20°, estableció que los empréstitos por vía de contrato deberían ser sometidos al conocimiento del entonces Poder Legislativo y aprobados por lo menos con los tres cuartos de los votos nominales y escritos de los diputados electos. Y es la Constitución de 1950 la que en su art. 46 ord. 16° estableció, como una condición para aprobar los compromisos contraídos, el ser aprobados por el voto de los dos tercios de los diputados electos, así como la obligación de expresar claramente el fin a que se destinarían los fondos y, en general, las condiciones esenciales de la operación –palabra más amplia que contratación–, lo cual "constituye el precedente más inmediato del actual artículo 148". D. También hicieron un análisis doctrinario sobre la noción de la categoría jurídica empréstito. Así, citaron al tratadista argentino Héctor B. Villegas, quien, en su Curso de Finanzas, Derecho Financiero y Tributario, sostiene que "el empréstito es la operación mediante la cual el Estado recurre al mercado interno o externo en demanda de fondos, con la promesa de reembolsar el capital en diferentes formas, términos y de pagar determinado interés"; el mismo autor –continuaron citando– afirma en relación a los títulos del empréstito, que "la emisión esta representada por títulos, que son los valores en los cuales se fracciona el empréstito a los fines de su distribución entre los suscriptores. Estos títulos, a su vez, son los instrumentos representativos de crédito que cada tenedor tiene contra el Estado". Vale aquí recordar -dijeron- "el antecedente inmediato y directo que mucho de nuestro constitucionalismo encuentra en el Derecho Constitucional Argentino. El control del art. 148 no es una excepción". También citaron a Carlos M. Giuliani Fonrouge, quien en su Curso de Derecho Financiero afirma que el concepto tradicional del empréstito se refiere al supuesto en que "el Estado recurre al mercado en demanda de fondos, con la promesa de reembolsar el capital en determinadas formas y términos y de pagar un interés periódico. El plazo de la operación, el tipo de interés, la modalidad de pago del interés y de la amortización, la forma de colocación de los títulos, las características de los valores emitidos, etc., son circunstancias vinculadas con los caracteres externos de la operación, a los medios de creación y desarrollo, pero que no afectan la esencia jurídica que es la misma para todos". Y es que, en términos generales –insistieron–, estos mismos conceptos están presentes en las definiciones de uso común, pues el Diccionario de la Real Academia de la Lengua Española establece que se entiende por empréstito "el préstamo que toma el Estado a una corporación o empresa, especialmente cuando está representado por títulos negociables o al portador". También se refirieron a la definición de bono que da el Código de Comercio; según el art. 677 inc. 1° de dicho cuerpo normativo: "Los bonos u obligaciones negociables son títulos valores representativos de la participación individual de sus tenedores, en un crédito colectivo a cargo del emisor"; o sea –afirmaron–, son documentos necesarios que hacen valer un crédito, existiendo cientos o miles de acreedores, según sea el número de personas que hayan adquirido los bonos. Finalmente, citaron los conceptos del Doctor Roberto Lara Velado, quien en su Introducción al Derecho Mercantil explica que la emisión de un título valor es un acto cambiario, y define la emisión como "el acto por el cual se pone en circulación el título valor", es decir, "la materialización del contrato de cambio, mediante el cual la relación causal se sustituye por la nueva relación cambiaria o se yuxtapone a ella. La emisión del título consiste en el acto de llenar los huecos del formulario impreso, por el emisor, firmándolo y entregándolo al beneficiario; por este acto, el emisor queda obligado para con el beneficiario, a la prestación que el título da derecho". Y es que, para los peticionarios, los compromisos o las obligaciones contraídas, según el art. 148 Cn., son los empréstitos adquiridos a través de contratos de préstamos o por la emisión de titulosvalores, de los cuales surge el contrato de cambio, originado por la relación jurídica cambiaria que dimana de la compra de un titulovalor que ha sido puesto en circulación. "En ambos empréstitos voluntarios, la Asamblea Legislativa faculta al Ejecutivo para su emisión o para su contratación, en su caso. Es importante tomar en cuenta que en la contratación de préstamos, la instancia acreedora se queda pendiente de la aprobación del contrato de préstamo por parte de la Asamblea para hacer los desembolsos, ya que de esta aprobación depende la validez del contrato de préstamo". Por ello, en la situación que el empréstito se realice por emisión de bonos –continuaron–, se debe facultar y aprobar la emisión de los titulosvalores, materializada en el contrato de cambio que se realiza cuando el beneficiario adquiere el bono, por medio del cual éste se convierte en acreedor del emisor, es decir, del Estado. Por otra parte, dijeron los demandantes que la sustentación fundamental que ha existido a la base de la decisión legislativa de aprobar el D. L. N° 602/1999 a través del voto de la mayoría simple de los diputados, no encuentra explicación directa en el contenido del mismo decreto, por lo que el vicio constitucional de forma por ellos señalado, se puede deducir con mayor claridad de las argumentaciones que da el Presidente de la República en su veto al D. L. N° 580/1999, antecedente directo del decreto cuestionado. Y es que, el Jefe de Estado "parte de querer convencer a la Asamblea que la emisión de títulos valores, entiéndase en este caso bonos, no se trata de un empréstito contractual de los casos contemplados por el art. 148 Cn., con lo que aquella viola el art. 123 Cn., pues la aprobación de bonos como resultado de un decreto legislativo no ha sido considerado como un caso excepcional que requiere una mayoría distinta para su validez, lo cual sustenta sobre la base de que (…) el art. 148 no contempla la posibilidad de empréstitos a través de títulos valores, pues [insiste el Presidente de la República] según los tratadistas del Derecho Financiero, la emisión de bonos estatales no es contrato, sino es un acto unilateral soberano del Estado emisor (...). Los bonos no tienen por fuente un contrato sino una ley especial de emisión". Por supuesto –dijeron los peticionarios– que "estaremos de acuerdo con el señor Presidente en considerar que la fuente del bono como título valor es la ley especial, es decir el acto unilateral soberano del Estado que los emite y que por tanto no nace el bono originalmente de un contrato. Pero el sofístico argumento jurídico del Presidente no puede estirarse tanto para concluir que un particular adquiere un bono por un acto unilateral del Estado. Hacer esto sería equivalente a establecer un empréstito forzoso o a imponer un tributo especial de los regulados en el ord. 6° del art. 131 Cn. que, obviamente no es el caso. La manera de adquirir estos bonos, como ya lo hemos sustentado, incluso doctrinalmente, es a través del ‘mercado anónimo de capitales’, mediante un acto libre, voluntario y espontáneo de un particular, es decir, mediante un acto jurídico contractual. De allí que el jurista Lara Velado determine que el acto por el cual se pone en circulación el título valor, es la materialización del contrato de cambio". Y es que –agregaron–, el mismo Código de Comercio reconoce en el art. 679 que en el caso del Estado se hará "la emisión de bonos en virtud de leyes especiales y con sujeción a éstas", habida cuenta que este Código regula actos jurídicos que son propios del comercio y, por tanto, relaciones jurídicas bilaterales, en principio, de derecho privado. En consecuencia dijeron que, si es irrefutable que un bono, aún cuando sea emitido por el Estado, constituye un título valor mediante el cual el emisor adquiere una obligación, desde el momento en que un particular adquiere voluntariamente el crédito que aquél representa, debemos concluir que estas deudas que el Estado contrae a través de bonos, constituyen materialmente préstamos en valores que éste adquiere, en forma contractual, de los particulares, y que, por tanto, constituyen una especie de empréstito, que es el género contenido en el art. 148 Cn., de donde resulta que, siendo el bono un empréstito contractual, la ley que autoriza su emisión es una ley que requiere una votación especial con base en el art. 148 Cn., por lo cual debe ser aprobada con el voto de los dos tercios de los diputados electos. E. Partiendo de las definiciones dadas y "habiendo demostrado las implicaciones jurídicas que en el Derecho Financiero y Constitucional caben sobre la categoría del empréstito", pasaron los demandantes al análisis de las consecuencias normativas que se desprenden directamente del texto del art. 148 Cn. Sin embargo, previo a entrar en el análisis concreto de esta disposición, consideraron preciso establecer algunas premisas de interpretación constitucional sobre la connotación e implicaciones doctrinales de esta norma, en dos líneas fundamentales de análisis. a. En primer lugar, consideraron necesario dejar claramente establecido que, si bien la referida disposición se encuentra ubicada física u orgánicamente en el Capítulo I –que regula la composición y atribuciones de la Asamblea Legislativa– del Título VI, específicamente en la Sección Tercera –de los Tratados–, "su contenido, como adelante demostraremos, rebasa la regulación de la ratificación legislativa de instrumentos jurídicos internacionales que en particular esta sección desarrolla, y sirve también, en consecuencia, para aplicarse en el caso de leyes que autoricen la contratación de empréstitos voluntarios dentro del país". Esta circunstancia obedecería –según los demandantes– a las consideraciones que el constituyente de 1983 tuvo a su base para trasladar a dicho apartado una norma que, tradicionalmente, desde las Constituciones del siglo pasado –1871–, se había conservado en la disposición pertinente a las funciones del entonces Poder Legislativo y de la cual hoy es referente el art. 131 Cn. Así sucedió en las Leyes Primarias de 1939, 1950 y 1962, donde siempre apareció contenida en la disposición relativa a las potestades del Órgano Legislativo, y no es sino hasta la Constitución de 1983 en que, por recomendación de la Comisión Redactora, es trasladada a la sección correspondiente a los Tratados, sobre la base que "ordinariamente este tipo de empréstitos son de carácter externo y que, habida cuenta de que pueden ser contratados dentro o fuera de la República, lo que vale para el convenio o instrumento jurídico internacional donde se adquiera la obligación, vale constitucionalmente en lo aplicable para cualquier deuda adquirida a mediano y largo plazo dentro del país"; y, por otra parte, con ubicarle en tal sección, no se dejaría lugar a duda al legislador y a los funcionarios del Órgano Ejecutivo, en tanto aplicadores de la Constitución, para someter a ratificación de la Asamblea Legislativa cualquier instrumento jurídico que fuese suscrito fuera del país. Por ende –dijeron–, si nos remitimos a sus antecedentes constitucionales, encontramos que el efecto jurídico que se persigue con el establecimiento de esta norma en nuestro Derecho Constitucional es el de ejercer "un mecanismo de control político sobre todo acto mediante el cual el Órgano Ejecutivo adquiera deudas a cargo del Estado y la nación salvadoreña, de tal forma que su ubicación física actual en la sección aludida no sólo puede resultar una circunstancia ‘accidental’ sino también una infeliz imprecisión que el constituyente de 1983 cometió por buscar imprimirle mayor precisión a la norma para evitar que sobre ella se dieran interpretaciones erróneas"; sin embargo –continuaron–, pese a su ubicación actual tal disposición no puede perder de ninguna manera vigencia y aplicabilidad para los empréstitos voluntarios adquiridos dentro de El Salvador, ya que la misma establece que el empréstito puede ser adquirido dentro o fuera de la República. De tal manera que si éste es adquirido dentro del país –v. gr., con un banco nacional– no tendrá que someterse a la Asamblea Legislativa para su aprobación a través de un tratado internacional, sino mediante una ley con votación especial. En esta línea de sustentación, entonces, dieron por descartada la validez jurídica de cualquier argumento que pretenda sostener que un decreto legislativo mediante el cual se emitan bonos o cualquier otra clase de título valor para que el Estado Salvadoreño adquiera empréstitos voluntarios, solamente pueda ser emitido a través de convenios internacionales, por el hecho de estar contenida la norma del art. 148 en el Capítulo correspondiente a los Tratados, o que esta norma sirva para aplicarse exclusivamente a los instrumentos internacionales. Dicho en sentido positivo, "pese a la ubicación orgánica de la norma contenida en el art. 148 e independientemente de ello, cualquier decreto legislativo que autorice la emisión o contratación de un empréstito –tal como reza el último inciso del art. 148 Cn. – deberá ser contraído a través de un tratado o, más correctamente, a través de un instrumento jurídico internacional, cuando se quiera adquirir el préstamo con una entidad o Estado extranjero, o a través de una ley, cuando la deuda pretenda adquirirse dentro del país; en cuyos casos, según el segundo inciso de la misma disposición, se requerirá siempre la mayoría calificada de los dos tercios de los diputados electos. Este es un caso especialísimo en que la aprobación de una ley requerirá de mayoría calificada, y así lo demuestran innumerables precedentes del Derecho Parlamentario salvadoreño". b. En la segunda línea de análisis, dijeron que la naturaleza específica del art. 148 Cn. es la de un mecanismo de defensa de la Constitución, a través del control interorgánico ejercido sobre el Órgano Ejecutivo por la Asamblea Legislativa. Así lo reconoce –citaron– el Manual de Derecho Constitucional de los juristas salvadoreños Bertrand, Tinetti, Kury y Orellana, en el cual se afirma que esta norma es un mecanismo constitucional de control del Órgano Legislativo sobre el Ejecutivo, y señalan en el tema correspondiente a los tipos de controles interorgánicos del Legislativo sobre el Ejecutivo: "Control crediticio. Los empréstitos son negociados por el Órgano Ejecutivo, pero deben ser previamente autorizados por la Asamblea, la que además revisa y aprueba, si lo tiene a bien, el contrato respectivo (art. 148 Cn.)". Es indudable, pues –concluyeron–, que dicha norma desarrolla "una medida mediante la cual el constituyente ha pretendido limitar las potestades administrativas que el Órgano Ejecutivo tiene, a fin de impedir que éste pueda adquirir discrecionalmente o de manera irresponsable, deudas públicas en cantidades que graven grandemente la Hacienda Pública y embarguen el desarrollo futuro del país". Y es que –dijeron–, esta norma, en la historia de nuestro Derecho Constitucional, ha sufrido diferentes cambios que no sólo demuestran el indistinto efecto que tiene para aplicarse a empréstitos que puedan ser autorizados tanto a través de leyes como de tratados, sino que además evidencian un celoso ánimo de distintas Asambleas Constituyentes que desde el siglo pasado han ido agregando rigurosos mecanismos jurídicos para limitar la acción del Órgano Ejecutivo; tal sería el ejemplo de la Constitución de 1939, que estableció para este caso "una mayoría calificadísima de tres cuartos de los votos de los diputados para obtener la aprobación de cualquier empréstito adquirido dentro o fuera del país, pero que además estos votos debían ser emitidos en forma nominal y escrita a fin de obligar a emitir un sufragio suficientemente meditado y responsable"; también la Constitución de 1950, la cual reduce este número de votación a dos tercios de votos, pero en su defecto agrega otras medidas de rigor fiscalizador como las establecidas en el actual inciso tercero del art. 148 Cn. En consecuencia, argumentaron que, de una correcta interpretación constitucional, se puede deducir que el ánimo del constituyente salvadoreño ha sido el de limitar la capacidad de endeudamiento del Estado a través de la acción del control parlamentario, para evitar engrandecer la deuda pública mediante cualquier tipo de empréstito; por ello, "la elemental lógica jurídica nos lleva a concluir que no pueden excluirse del control interorgánico constitucional cierto tipo de empréstitos; no pueden existir rendijas por donde el Presidente de la República pueda adquirir cuanto préstamo estime conveniente y evadir de tal forma las limitaciones que el parlamento le pueda imponer a través del art. 148 Cn., aduciéndose que esta norma se aplica sólo para cierta clase de empréstitos, como el Presidente ha querido hacer creer en el documento de su veto aludido en esta demanda". Y es que, en opinión de los demandantes, dejar constitucionalmente abiertas tales posibilidades sería darle al Ejecutivo "casi literalmente cheques en blanco" y por tanto, el art. 148 Cn. perdería todo sentido de ser, "pues si un control puede ser evadido de manera ‘constitucional’, materialmente no existe control alguno que en tal caso pueda ejercerse, pese a la existencia de la norma constitucional. A esa misma conclusión arriba el constitucionalista español Manuel Aragón, cuando respecto del tema del control constitucional señala: ‘hablar de Constitución tiene sentido cuando se la concibe como un instrumento de limitación y control del poder. Efectivamente, el control es un elemento inseparable del concepto de Constitución si se quiere dotar de operatividad al mismo, si se pretende que la Constitución se realice, (....) de tal manera que sólo si existe control de la actividad estatal puede la Constitución desplegar su fuerza normativa y sólo si el control forma parte del concepto de Constitución puede ser ésta entendida como norma’". Dicho de otra forma –continuaron–, una norma primaria que no sirve al específico fin de control constitucional del poder estatal, pese a lo que su texto prescriba, pierde todo carácter normativo; por tanto, a contrario sensu, debe concluirse que la norma del art. 148, en cuanto norma prescriptiva de un control constitucional, si debe ser efectiva –según la lógica de la doctrina constitucional–, no puede admitir ningún tipo de excepción a la potestad de controlar los empréstitos adquiridos voluntariamente, a mediano y largo plazo, por el Estado, de los particulares a través de la actividad administrativa del Órgano Ejecutivo; porque tal categoría comprenderá todo tipo de crédito público voluntario adquirido contra el Estado, sea éste por la vía contractual de un convenio o por otra alternativa contractual, como adquisición de bonos u otro tipo de título valor emitidos por aquél. Sería entonces "completamente carente de valor la temeraria o poca instruida en derecho afirmación contenida en el documento del veto presidencial, que sostiene falazmente que la emisión de títulos valores siempre ha sido autorizada con la mayoría simple de votos de los diputados electos, ya que no se trata de un empréstito contractual que implique una segunda aprobación con mayoría calificada, pues los títulos valores son cosas mercantiles puestos a disposición del público que facilita unilateralmente invertir capital y el Estado poderse financiar. Y decimos que ésta es una falaz aseveración, no sólo por la conclusión a la que en el párrafo anterior hemos arribado, sino también porque ha partido el Mandatario de aseverar que los títulos valores son cosas mercantiles puestos a disposición de los particulares para facilitar que éstos inviertan unilateralmente en el Estado, como si no hubiese una relación bilateral cuando el particular adquiere un crédito al celebrar el contrato de cambio a través de la voluntaria adquisición del título valor y el inseparable nacimiento de una obligación en contra del Estado". Y es que –afirmaron– el Presidente de la República ha ignorado que las únicas obligaciones pecuniarias unilaterales que el Estado impone a los particulares, es decir, los tributos, son impuestas con base en el poder de imperio del Estado cuando se requiere un ingreso que no reporta para el Estado una contraprestación directa –es decir, el Estado no adquiere por ese acto jurídico una obligación concreta y bilateral respecto del particular–; lo cual no es el caso del préstamo contraído implícitamente en la adquisición de bonos. En consecuencia, dijeron, "43 diputados de la Asamblea Legislativa, en acuerdo con el Presidente de la República, quien lógicamente sancionó la ley en cuestión sin ninguna observación de carácter constitucional, han emitido este instrumento legislativo, tratando de evadir un mecanismo de control constitucional insoslayable a través del uso de un subterfugio jurídico que no soporta el peso del correcto análisis constitucional". F. Finalmente y para entrar en el análisis particular del texto del 148 Cn., dijeron que, en su inciso primero, tal disposición lo que en sustancia prescribe es la obligación fundamental de someterse el Órgano Ejecutivo al control constitucional que la Asamblea Legislativa ejerce para facultarle cualquier contratación de empréstitos voluntarios, ya sea que éstos hayan sido adquiridos dentro del país o a través de un instrumento internacional con algún Estado o entidad extranjera, y ya sea a través de la suscripción de un contrato de préstamo o mediante la emisión de titulosvalores, como los bonos. Pero, además, el constituyente salvadoreño ha previsto que únicamente puede el Estado Salvadoreño adquirir tales deudas cuando una grave y urgente necesidad lo demande, es decir que –confirmando la tesis antes sustentada del control constitucional–, aquél ha previsto que no se permita a los gobernantes de turno gravar los ingresos nacionales sino cuando las circunstancias sean de tal gravedad o magnitud que los ingresos corrientes de la Hacienda Pública no sean suficiente para atender dicha necesidad, de tal forma que "un presupuesto ordinario anual no puede sustentarse en empréstitos gravosos para alimentar los gastos normales del Estado, como anualmente ha estado sucediendo con el presupuesto público de nuestro país. Este control se concretiza con la iniciativa de ley del Presidente de la República por medio de su Ministro de Hacienda, en la cual justifica cuál es la grave y urgente necesidad y pide que se le faculte para suscribir contrato de préstamo con determinada institución, detallando las condiciones del crédito. Cuando el Ejecutivo necesita emitir bonos, porque tiene una grave y urgente necesidad presupuestaria que atender, pide en su iniciativa de ley a la Asamblea Legislativa que lo faculte para emitir titulosvalores estableciendo en el respectivo anteproyecto de ley la cantidad de títulos a emitir y detallando las condiciones del crédito". Asimismo –continuaron–, el inciso primero del artículo 148 Cn. prevé que la Asamblea también puede facultar al Ejecutivo para que garantice obligaciones contraídas por entidades estatales o municipales de interés público; por ejemplo, cuando frente a obligaciones adquiridas por una entidad autónoma, el Gobierno de El Salvador se constituye en fiador o establece, a su cargo propio, algún otro tipo de garantía jurídica para con el acreedor que otorga el crédito a dicha entidad. El inciso segundo establece que estos compromisos deberán ser sometidos al conocimiento del Órgano Legislativo, el cual no podrá aprobarlos con menos de los dos tercios de votos de los Diputados electos. Finalmente, dijeron que cuando el inciso final del art. 148 se refiere al decreto legislativo en que se autoriza la emisión o contratación de un empréstito, hace referencia a que se debe aplicar a los empréstitos realizados por contrato y a los empréstitos realizados por emisión de bonos; en la doctrina y en la práctica el concepto de empréstito se refiere tanto a los contratos de préstamo como a la emisión de bonos cuando ambos constituyen deuda pública a largo o mediano plazo. Esta interpretación –según ellos– "es coherente y asegura el mismo tratamiento para todos los empréstitos voluntarios, tanto los contratados como los emitidos por títulos valores, pues de lo contrario estaríamos ante el peligro de dar tratamientos diferentes a la deuda pública de mediano y largo plazo, que es la no comprendida en la deuda flotante; dado que la deuda de mediano y largo plazo trasciende del año fiscal y compromete presupuesto futuros; es importante tomar en cuenta que donde existe la misma razón debe existir la misma disposición". Asimismo, dijeron que es evidente que el inciso final del art. 148 Cn., al referirse al decreto legislativo en el cual se autoriza la emisión se está refiriendo a los empréstitos a través de la emisión de títulos valores, y seguidamente se refiere a la contratación; ambos –emisión y contratación– serían el objeto del artículo 148 Cn que es lo referente a los empréstitos voluntarios a mediano y largo plazo. G. A lo dicho agregaron que el Decreto Legislativo N° 602/1999 es inconstitucional por falta de especificación del destino de los fondos, pues su artículo 4 establece el fin a que se destinaran los fondos diciendo que "Los bonos cuya emisión se autoriza, serán utilizados para complementar el ahorro corriente a fin de dar cobertura a los diferentes compromisos del Gobierno". Este destino, según los peticionarios, es muy general y no expresa claramente el fin a que se destinarán los fondos provenientes de los bonos, cuando dicha finalidad debe estar expresada en el mismo decreto. Y es que, en dicho decreto, se debe expresar a que órgano del Estado, unidad primaria o dependencia estatal están destinados los fondos, en qué cantidades y para que actividades se invertirá. "Decir que la venta de los bonos es para dar cobertura a diferentes compromisos del Estado es algo muy amplio, es dejar una ventana por donde el Gobierno puede disponer de esos fondos sin mayores controles, lo cual está expresamente en contra del inciso tercero del art. 148 Cn., que obliga a que se exprese en la misma ley claramente el fin a que se destinarán los fondos, o sea, declarar a la nación los destinos específicos en los cuales se invertirán dicho préstamo, para que la misma Asamblea pueda controlar la correcta utilización de los fondos". Por las razones expuestas, los ciudadanos Schafik Jorge Handal, Alejandro Rivera, Eugenio Chicas Martínez, Hugo Molina Rodríguez y Lorena Guadalupe Peña Mendoza pidieron que, en sentencia definitiva, se declare inconstitucional, en su forma, el Decreto Legislativo N° 602/1999, que contiene la Ley de Emisión de Bonos para 1999, por vulnerar el artículo 148 de la Constitución. 2. Los ciudadanos Jorge Alberto Villacorta Muñoz, Rubén Ignacio Zamora Rivas, Juan Ramón Medrano Guzmán y Julio Alfredo Samayoa López, dijeron que la facultad que, en virtud del art. 148 inc. 1° Cn., concede la Asamblea Legislativa al Órgano Ejecutivo, no es ni puede ser para otra cosa sino para que contrate empréstitos voluntarios. Pero, por su parte, el artículo 1 de la Ley de Emisión de Bonos para 1999, textualmente dispone: "Facúltase de conformidad al artículo 148 inciso primero de la Constitución de la República, al Órgano Ejecutivo en el Ramo de Hacienda, para que emita bonos hasta por la suma equivalente de dos mil doscientos millones de colones exactos (¢ 2,200,000,000.00), pagaderos en colones salvadoreños y en dólares de los Estados Unidos de América". Resulta, entonces, evidente para los demandantes que la Asamblea Legislativa, de conformidad al artículo 148 inciso primero de la Constitución, ha facultado al Órgano Ejecutivo para contratar un empréstito voluntario mediante la emisión de bonos. Cuestión fundamental en este punto –dijeron– es que el inc. 2° del art. 148 Cn. se refiere exclusivamente a los compromisos que contrae el Estado por el empréstito, haciendo caso omiso o no importando la forma o el procedimiento que el Órgano Ejecutivo adopte para hacerlo. Por tanto, cualquiera que fuere la forma o el procedimiento que dicho órgano adopte para hacer el empréstito, para que tengan validez constitucional los compromisos que contraiga deben estos ser aprobados por lo menos con dos tercios de los votos de los diputados electos. Por último, para la finalidad de este proceso de inconstitucionalidad, centraron su atención en que el texto del art. 148 inc. 3° Cn. se refiere, expresamente, a dos formas o procedimientos de hacer un empréstito, al decir "que se autorice la emisión o contratación de un empréstito"; pero esto no significa, que la emisión de un empréstito no sea una forma de contratarlo. Así, dijeron que "es sobradamente conocido que los Estados adquieren préstamos, empréstitos, de otro u otros Estados, o de una o pocas instituciones financieras, celebrando un contrato que firman el Estado deudor con su o sus acreedores. Tal situación podría calificarse como un empréstito por contratación. Pero también es sabido que los Estados adquieren préstamos o empréstitos por emisión de bonos, lo cual podría calificarse como un empréstito por emisión. Si nos atenemos a lo prescrito por el art. 677 inc. 1° del Código de Comercio, el emisor de los bonos, en este caso, es el Estado, quien asume o tiene a su cargo una deuda por el total de la emisión contraída unilateral y parcialmente en cada bono, siendo sus acreedores todos y cada uno de los tenedores o compradores de los bonos que participan del crédito colectivo. Por otra parte, dijeron que el art. 679 del Código de Comercio dispone que el Estado hará la emisión en virtud de leyes especiales y con sujeción a éstas; pero esto no significa que cuando el Estado es el emisor, estos pierdan su carácter de títulos valores, cuyos tenedores o propietarios, como acreedores, no puedan hacer valer contra el Estado el derecho literal y autónomo que en los bonos se consigna. Por consiguiente –afirmaron–, con la emisión de los bonos el Estado celebra una especie de contrato o crédito colectivo con los tenedores o compradores voluntarios de ellos, quienes tienen derechos contractuales frente al mismo Estado, aunque se desconozcan sus nombres cuando los bonos se emiten al portador. Y es que, según ellos, los bonos otorgan a sus tenedores derechos contractuales, porque cada bono da origen a un contrato de adhesión unilateral, reconocido ya en el art. 976 del Código de Comercio y que, según Manuel Ossorio, "constituye una típica y cada vez más frecuente modalidad de contratación, que se caracteriza por el hecho que una de las partes es la que fija las cláusulas o condiciones iguales para todos, del contrato cuya celebración se propone, sin que quienes quieran participar en él tengan otra alternativa que aceptarlo o rechazarlo en su totalidad, es decir, adherirse o no a los términos del contrato preestablecido, sin posibilidad de discutir su contenido". Aplicado este concepto a los bonos emitidos por el Estado, los demandantes dijeron que su texto no puede ser cambiado ni discutido por quienes los adquieren sino que ellos aceptan o adhieren a dicho texto y por eso pasan a ser parte acreedora del Estado en el contrato preestablecido en los bonos. Resulta, entonces, que un empréstito hecho por emisión de bonos, desde el punto de vista jurídico esencial, equivale a que sea hecho por la celebración o contratación de muchos contratos unilaterales, cuyo valor total equivale al monto del empréstito. En razón de lo expuesto, los ciudadanos Jorge Alberto Villacorta Muñoz, Rubén Ignacio Zamora Rivas, Juan Ramón Medrano Guzmán y Julio Alfredo Samayoa López pidieron la declaratoria de inconstitucionalidad, en su forma, del D. L. N° 602/1999, que contiene la Ley de Emisión de Bonos para 1999. 3. Al rendir el informe prescrito por el art. 7 Pr. Cn., la Asamblea Legislativa dijo que con fecha 6-V-1999 aprobó en sesión plenaria el decreto impugnado, ya que la emisión de títulos valores, de conformidad a nuestra Constitución y a los procedimientos legislativos, siempre ha sido autorizada con la mayoría simple de votos de los diputados electos, ya que no se trata de un empréstito contractual que implique una segunda aprobación con mayoría calificada, pues los títulos valores son cosas mercantiles puestos a disposición del público que facilita unilateralmente invertir capital y el Estado poderse financiar. Por otra parte, dijo que la emisión de bonos estatales no es contrato, sino que es un acto unilateral soberano del Estado emisor, idéntico al acto de emisión de moneda, y que los bonos no tienen por fuente un contrato sino una ley especial de emisión cuya ejecución corresponde al Órgano Ejecutivo. Por lo antes expuesto, la Asamblea Legislativa consideró que en ningún momento ha violado ningún artículo de la Constitución tal como exponen los demandantes en sus libelos. 4. El Presidente de la República, Lic. Francisco Guillermo Flores Pérez, al rendir el informe prescrito en el art. 7 Pr. Cn., dijo que la primera demanda de inconstitucionalidad presentada, confronta dos disposiciones de la Constitución de la República, siendo ellas las contenidas en los arts. 123 y 148, que debemos estudiar sin olvidar "la primera regla de interpretación de toda ley, consistente en que cuando el sentido de la ley es claro, no se desatenderá su tenor literal a pretexto de consultar su espíritu. Pero bien se puede, para interpretar una expresión oscura de la ley, recurrir a su intención o espíritu, claramente manifestados en ella misma, o en la historia fidedigna de su establecimiento". En ese sentido, dijo que, con fundamento en la regla de interpretación de toda ley y en consideración al estudio realizado de las dos disposiciones constitucionales, no existe la inconstitucionalidad alegada, en virtud que ambas disposiciones tienen un sentido claro, en ninguna de ellas existen expresiones oscuras, que nos obliguen a recurrir a su intención o espíritu, claramente manifestados en ellas mismas por el legislador o a la historia fidedigna de su establecimiento. El art. 123 –dijo–, aparece ubicado en el Título VI –Órganos del Gobierno, Atribuciones y Competencias–, Capítulo I –Órgano Legislativo–, Sección Primera –Asamblea Legislativa– , de la Constitución, y se refiere a que la mayoría de los miembros de la Asamblea será suficiente para deliberar, y que para tomar resolución se requerirá por lo menos el voto favorable de la mitad más uno de los Diputados electos, salvo los casos en que conforme a la Constitución se requiera una mayoría distinta. La ley cuestionada –continuó–, o sea la Ley de Emisión de Bonos para 1999, que faculta al Órgano Ejecutivo en el Ramo de Hacienda para que emita Bonos hasta por la suma equivalente a dos mil doscientos millones de colones, "no ha sido considerada como un caso excepcional que requiera una mayoría distinta para su validez. Toda excepción en derecho debe ser expresamente considerada". Por su parte, el art. 148, aparece ubicado, igual que el art. 123, en el mismo Título y Capítulo, pero en la Sección Tercera, que se refiere a los Tratados. El referido art. 148 – continuó argumentando–, sí impone una mayoría calificada de por lo menos los dos tercios de votos de los Diputados electos para los contratos de empréstitos voluntarios, dentro o fuera de la República, cuando una grave y urgente necesidad lo demande, en donde se negocia con un acreedor conocido y se establecen una serie de condiciones, derechos y obligaciones y surgen como consecuencia compromisos que el constituyente ha considerado importante someter, para su validez, al conocimiento y aprobación de la Asamblea Legislativa sujeta una votación especial, con el objeto que no se vaya a lesionar la soberanía, la seguridad jurídica y otros bienes tutelados por la misma Constitución. La emisión de títulos valores –acotó–, de conformidad con nuestra Constitución y a los precedentes legislativos, siempre ha sido autorizada con la mayoría simple de votos de los Diputados electos, ya que no se trata de un empréstito contractual que implique una segunda aprobación con mayoría calificada, por cuanto que los títulos valores son cosas mercantiles puestas a disposición del público que facilita unilateralmente invertir capital y el Estado poderse financiar, como en el presente caso el presupuesto de 1999. En este sentido, siendo un acto unilateral del Estado, puede suceder que por cualesquier circunstancia los referidos bonos no puedan ser colocados o no puedan ser vendidos, porque no exista ningún interés de los particulares en comprarlos. En relación con la demanda de los ciudadanos Villacorta Muñoz, Zamora Rivas, Medrano Guzmán y Samayoa López, el Presidente de la República dijo que dicha demanda "la contesta en sentido negativo" por cuanto la inconstitucionalidad alegada no existe, ya que para la validez de la emisión de bonos no es necesaria la aprobación calificada de al menos dos tercios de los votos de los Diputados electos, pues no se trata de un empréstito contractual de los que regula el art. 148 Cn. Según el Presidente de la República, los empréstitos que regula el art. 148 inc. 1° Cn. son aquellos empréstitos voluntarios de carácter contractual, cuando una grave y urgente necesidad lo demande; casos en los cuales se negocia acreedor-deudor y surgen compromisos que el constituyente ha considerado importante someter, para su validez, al conocimiento y aprobación de la Asamblea Legislativa con una votación especial, con el objeto de que no se vaya a lesionar la soberanía, la seguridad jurídica y otros bienes tutelados por la Constitución. Los tratadistas del derecho financiero reconocen –acotó– que la emisión de bonos estatales no es contrato, sino un acto unilateral soberano del Estado emisor, idéntico al acto de emisión de moneda. Los bonos no tienen por fuente un contrato sino una ley especial de emisión, una "ley administrativa, cuya ejecución corresponde inmediatamente al Órgano Ejecutivo". En consecuencia afirmó que, siendo un acto unilateral del Estado, puede suceder que por cualquier circunstancia los referidos bonos no puedan ser colocados o no puedan ser vendidos, porque no existe ningún interés de los particulares en comprarlos; por tanto, la ley cuestionada fue legalmente aprobada por simple mayoría, en vista que la emisión de bonos no ha sido tratada por la Constitución como un caso excepcional que requiera mayoría calificada para su validez. La ley de Emisión de Bonos para 1999 –dijo–, fue legalmente aprobada con el concurso de los votos de cuarenta y cinco diputados electos, siendo más que suficiente con base en el número mínimo de votos establecido en el art. 123 Cn. En cambio, el art. 148 Cn. en que los demandantes fundamentan sus razonamientos para demandar la inconstitucionalidad de la Ley de Emisión de Bonos para 1999, sí impone una mayoría calificada de dos tercios de los votos por lo menos de los Diputados electos, para los contratos de empréstitos voluntarios, dentro o fuera de la República, cuando una grave y urgente necesidad lo demande; pero aquí, "debemos considerar que el referido art. 148 está ubicado en el Título VI, Capítulo I, Sección Tercera, que se refiere a los Tratados, en donde se negocia con un acreedor conocido y se establecen una serie de condiciones con derechos y obligaciones y desde luego surgen compromisos que el constituyente ha considerado importante someter para su validez, al conocimiento y aprobación de la Asamblea Legislativa y sujeta a una votación especial, con el objeto de que no se vaya a lesionar la soberanía del país, la seguridad y otros bienes tutelados por la misma Constitución". De todas estas observaciones podemos concluir –dijo– que es antijurídica la pretensión de los demandantes que a la emisión de bonos como operación de captación de fondos públicos se le apliquen a cabalidad las reglas del art. 148 Cn., cuando por su naturaleza y finalidad se trata de una operación muy particular y en la que basta la autorización a que se refiere el inciso primero de la disposición constitucional señalada y en donde no se exige más requisito que una decisión por simple mayoría, puesto que se trata de un crédito público que en ningún momento plantea la situación extraordinaria que implica un empréstito, en donde si debe quedar resguardada la soberanía nacional. En consecuencia, con fundamento en lo anteriormente expuesto, pidió que en sentencia definitiva esta Sala declare que no existe la inconstitucionalidad alegada. 5. El Fiscal General de la República no hizo uso del traslado de ley en el plazo señalado por esta Sala, por lo cual, de conformidad al art. 5 inc. 2° Pr. Cn., se procede por este tribunal a pronunciar la sentencia que corresponde. II. Expuestos los argumentos de los demandantes para evidenciar la inconstitucionalidad de las disposiciones impugnadas y las razones aducidas por la Asamblea Legislativa y el Presidente de la República para justificar su emisión, se señala a continuación el iter lógico que seguirá la presente decisión de fondo sobre los motivos en que se fundamentan las pretensiones de los demandantes: Previa exposición de los aspectos esenciales del empréstito voluntario que interesan para los efectos de esta sentencia: noción, diferencia con el empréstito forzoso, naturaleza jurídica, modalidades y características básicas (III), se ha de analizar el procedimiento constitucionalmente prescrito para que el Estado Salvadoreño contraiga deuda pública por dicho medio (IV); después se comprobará si en la aprobación del decreto impugnado se cumplió con dicho procedimiento, a efecto de determinar si existe o no la inconstitucionalidad de forma alegada por los peticionarios (V); finalmente, habrá de aclarar cuáles serán los efectos de la presente decisión de fondo (VI). III. 1. Para la construcción de la noción de empréstito voluntario, en la Constitución Salvadoreña, es útil partir de la constatación de que, en el cumplimiento de sus funciones, el Estado usualmente asume posiciones pasivas -obligaciones- dentro de ciertos vínculos jurídicos de carácter económico con otros sujetos públicos o privados. La suma de las obligaciones financieras del Estado, que se originan de dichas relaciones económicas, es lo que se conoce como deuda pública. Ahora bien, dentro de ese conjunto de obligaciones, se comprende algunas que se originan a consecuencia de previas entregas -préstamos- de recursos financieros -fondos- que los mencionados sujetos han realizado en favor del Estado, con la promesa de éste de reembolsar en cierta fecha la cantidad recibida, mas determinados intereses. Las operaciones financieras encaminadas a la obtención de tales fondos, son los empréstitos. 2. La Constitución Salvadoreña regula dos operaciones financieras de ese tipo, a las cuales denomina empréstitos: los forzosos, regulados en el art. 131 ord. 6º, y los voluntarios, regulados en el art. 148 inc. 1º. Los primeros se imponen coactivamente –en ejercicio de la potestad impositivo-financiera que la Constitución atribuye a la Asamblea Legislativa–, a los sujetos que han de entregar los fondos al Estado, y por ello se discute incluso su verdadera naturaleza de empréstito; mientras que en los segundos es esencial que la entrega de tales recursos financieros sea voluntaria. Por ello es que la primera disposición relacionada prescribe que los empréstitos forzosos se han de decretar, mientras que la segunda prescribe que los empréstitos voluntarios se han de contratar. De la diferente naturaleza que ambos tipos de empréstito presentan cabe inferir, prima facie, que el uso del verbo contratar en el art. 148 inc. 1º, no significa que dicho negocio jurídico sea la única forma de realizar un empréstito voluntario, sino que, más bien, tal disposición constitucional pretende recalcar que, para este tipo de empréstito, es esencial el consentimiento de quien entrega los recursos financieros al Estado, ya que es el crédito público –es decir, la confianza de que el ente que los recibe cumplirá sus obligaciones de devolución y pago de intereses en la forma convenida– lo que motiva a proveerle de los mismos. 3. Al rendir sus respectivos informes, tanto la Asamblea Legislativa como el Presidente de la República afirmaron que la emisión de bonos estatales es "un acto unilateral soberano del Estado emisor, idéntico al acto de emisión de moneda", por lo que no encajaría en la expresión "contratar empréstitos voluntarios" del art. 148 inc. 1° Cn. Dicha afirmación obliga a determinar aquí -sin ánimo académico, sino en aras de una adecuada fundamentación de esta decisión-, la naturaleza jurídica del empréstito voluntario. Efectivamente, como señalan las autoridades demandadas, un sector de la doctrina del Derecho Financiero –v. gr., Gustavo Ingrosso, Giuliani Fonrouge– opina que la naturaleza jurídica del empréstito es la de un acto de soberanía; dicha opinión se basa, principalmente, en las siguientes tesis: (a) que los empréstitos son contratados en virtud de la soberanía del Estado y que su origen se encuentra en la autorización legislativa; (b) que no hay persona determinada en cuyo favor se establezcan obligaciones –o, como dijo el Presidente de la República, no hay un "acreedor conocido"–; (c) que no existe acuerdo de voluntades, ya que, en el caso de la emisión de titulosvalores, los mismos se colocan en el mercado de capitales con las condiciones que marca el legislador del ente público prestatario, no interviniendo la voluntad de los prestamistas en el procedimiento formativo de la obligación; y (d) que el incumplimiento por el Estado no da lugar a acciones judiciales, por lo que el servicio de la deuda es atendido o suspendido en virtud de actos de soberanía. A dicha teoría cabe hacer la objeción que, si bien es cierto que la contratación de un empréstito voluntario debe estar facultada por la ley, los sujetos que entregan los fondos al Estado no se adhieren forzosamente a las condiciones establecidas por el ente que lo contrata o emite, sino voluntariamente; es decir, el consentimiento de los sujetos que entregan los recursos financieros es especialmente relevante en estos casos, ya que sin él no se realiza el préstamo en favor del ente público. Lo mismo cabe decir respecto de la ausencia de persona determinada en cuyo favor se establezca la obligación económica del Estado, pues es este quien –en el caso de la emisión– establece las condiciones de la operación financiera, ofreciendo el empréstito a personas indeterminadas mediante la oferta de los titulosvalores, materializándose el empréstito a través de la adhesión de los prestamistas a las condiciones fijadas en la emisión con la consiguiente entrega de los fondos; también es rebatible este punto, pues la deuda pública también se contrae, entre otros, con organismos financieros como el FMI, el BIRF, el BID o el BCIE, y sí existe un acreedor conocido. En lo que se refiere a la ausencia de acciones judiciales por el incumplimiento del Estado a los compromisos contraídos, cabe decir que, en la actualidad, no puede concebirse un Estado de Derecho que no esté sometido al principio de la responsabilidad del Estado por los perjuicios ocasionados a los particulares, o que irresponsablemente incumpla los compromisos relativos a la deuda pública, convencionalmente contraídos con otro Estado o con organismos financieros, públicos o privados, nacionales o extranjeros. En los contratos de préstamo se establecen cláusulas para el caso de incumplimiento, tribunales arbitrales, legislación aplicable, y la suspensión o repudiación de la deuda tiene sus consecuencias jurídicas para el Estado que lo hace. Como consecuencia de lo expuesto, debe desestimarse la posición del Presidente de la República, en el sentido de entender que el empréstito es un acto unilateral soberano del Estado, pues el mismo es un contrato público, ya que en tal caso el Estado actúa en ejercicio de sus potestades públicas buscando la satisfacción de intereses o necesidades de la colectividad, existiendo, en ocasiones, incluso una posición de desigualdad entre el ente público -prestatatario- y los particulares que entregan los fondos -prestamistas o suscriptores de los titulosvalores que garantizan el empréstito-, quienes sólo se adhieren a las condiciones fijadas por el Estado en la emisión de tales titulosvalores. 4. En cuanto a las modalidades que el empréstito voluntario puede adoptar según lo prescrito en el art. 148 Cn., es claro que el mismo puede realizarse ya sea: (a) como una operación singular de crédito concertada con un sujeto determinado –que puede ser otro Estado, un banco o un organismo financiero nacional o internacional, y ya sea en forma de préstamo o de apertura de crédito–; o (b) acudiendo al mercado anónimo de capitales a través de la emisión de titulosvalores –v. gr., como en el presente caso, bonos–. No obstante, durante la tramitación del proceso tanto la Asamblea Legislativa como el Presidente de la República dijeron que esta última modalidad de empréstito no encaja en el procedimiento que prescribe el art. 148 Cn., según el cual, luego de contratado el empréstito, debe someterse a la aprobación del Órgano Legislativo para que éste lo apruebe con una mayoría no inferior a los dos tercios de votos de los Diputados electos. Específicamente, dichas autoridades dijeron que en el caso de la emisión de titulosvalores "no se trata de un empréstito contractual que implique una segunda aprobación con mayoría calificada, pues los titulosvalores son cosas mercantiles puestas a disposición del público que facilita unilateralmente invertir capital y el Estado poderse financiar"; y que el supuesto regulado en la disposición constitucional mencionada se refiere a cuando "se negocia con un acreedor conocido y se establecen una serie de condiciones, derechos y obligaciones, y surgen como consecuencia compromisos que el constituyente ha querido someter, para su validez, al conocimiento y aprobación de la Asamblea Legislativa sujeta a una votación especial". Sobre tales afirmaciones de las autoridades demandadas cabe decir lo siguiente: En primer lugar, que, como se ha dicho supra, la expresión contratar, en el inc. 1° del art. 148 Cn., en ningún modo implica que la única forma que pueda adoptar el empréstito voluntario sea la operación singular de crédito, sino sólo que ese tipo de empréstito debe contar, para su validez, con el libre consentimiento del o los prestamistas, por lo que no se puede imponer, como el empréstito forzoso. Asimismo, que la naturaleza jurídica del empréstito –como también se ha expuesto supra– es la de un contrato público, no un acto unilateral soberano del Estado; lo cual no se ve desvirtuado por el hecho que, en el caso de la emisión de titulosvalores, dicha naturaleza contractual presente ciertas particularidades que la diferencian de la operación singular de crédito, acercándose más a la figura del contrato de adhesión. Finalmente, que, de hecho, el procedimiento constitucionalmente prescrito para adquirir compromisos por vía del empréstito voluntario varía, según se trate de una operación singular de crédito concertada con sujeto determinado, o si se acude al mercado anónimo de capitales. Así, en el primer caso, es factible separar los dos momentos a que se refieren los incisos 1° y 2° del art. 148 Cn.: la facultación o autorización se hace para efecto que el Ejecutivo defina las cláusulas del contrato con el prestamista individual –sea otro Estado, un banco o un organismo financiero, nacional o extranjero–, y la aprobación se hace en un momento posterior –con la mayoría de dos tercios de los votos de los Diputados electos–, en la cual se acepta por la Asamblea Legislativa las cláusulas negociadas y acordadas entre el Estado Salvadoreño –prestatario– y el sujeto público o privado –prestamista–. En cambio, en el segundo caso, es claro que una vez colocados los titulosvalores en el mercado de capitales, no es posible una aprobación con mayoría calificada de cada adhesión individual de los sujetos que suscriben los titulosvalores o de la deuda total que se origina del empréstito, ya que la colocación y venta de los mismos puede no suceder en un solo momento, sino en momentos distintos; por ello, para no violentar la naturaleza – control interorgánico del Legislativo al Ejecutivo– y finalidad de la aprobación a que se refiere el inciso 2°del art. 148 Cn. –garantía de un reflexivo y concertado endeudamiento público–, ha de entenderse que, en el empréstito por emisión de titulosvalores, los dos momentos se fusionan en uno: la facultación o autorización implica al mismo tiempo la aprobación de los compromisos, en un solo decreto legislativo que -además de cumplir con los requisitos que prescribe el inciso 3° de la mencionada disposición constitucional-, debe ser aprobado con mayoría de no menos de dos tercios de los votos de los Diputados electos. En consecuencia, con base en las razones expuestas, se desestima la supuesta diferenciación que el art. 148 Cn. haría, según las autoridades demandadas, entre el empréstito por la modalidad de contrato singular, y el empréstito por la modalidad de emisión de titulosvalores. 5. En orden a lo expuesto, se pueden señalar como características del empréstito voluntario, las siguientes: (a) es el crédito público, como signo inspirador de la solvencia del ente público que requiere los recursos financieros, el elemento esencial que motiva a los prestamistas a entregar voluntariamente los fondos en favor del Estado o, en su caso, a suscribir los titulosvalores que comprende la emisión y que garantizan el reembolso de los fondos y el pago de los intereses convenidos; (b) requiere como elemento esencial, para su validez, el libre consentimiento de la persona que presta o suscribe titulosvalores, lo cual lo diferencia esencialmente con el empréstito forzoso; (c) origina verdaderas obligaciones para el Estado, de las cuales no puede sustraerse en virtud de actos de soberanía; (d) su naturaleza jurídica es la de un contrato público, en cuanto el Estado actúa en ejercicio de potestades públicas buscando la satisfacción de necesidades o intereses de la colectividad, produciendo, en ocasiones, incluso una situación de desigualdad entre el ente público prestatario y los prestamistas, cuando estos son particulares; y (e) puede adquirir las modalidades de operación singular de crédito o emisión de titulosvalores, conservando su naturaleza de contrato público aun en esta modalidad, con las particularidades que en el caso de la emisión puede presentar. IV. En cuanto al procedimiento constitucionalmente prescrito para que el Estado Salvadoreño contraiga compromisos financieros por la vía del empréstito voluntario, de lo dispuesto en el art. 148 Cn. se establece que: (1) El Órgano Ejecutivo realiza la contratación del empréstito actuando bajo la autorización del Órgano Legislativo. Esta exigencia que la Ley Suprema prescribe para la primera etapa del procedimiento, responde a la necesidad que exista un mecanismo de control parlamentario sobre el órgano contratante, teniendo en cuenta que se está dando origen a un endeudamiento público que sobre todo si es de mediano o largo plazo- puede comprometer incluso a las generaciones futuras que han de amortizar la deuda o redimir los titulosvalores; (2) dicha facultación o autorización debe hacerse por medio de un decreto legislativo, es decir, por una ley en sentido formal; (3) en tal decreto se debe expresar claramente el fin a que se destinarán los fondos que se obtengan del empréstito y las condiciones esenciales de dicha operación financiera, v. gr.: las obligaciones del ente público prestatario; los derechos y beneficios de los prestamistas o suscriptores; las garantías para el cumplimiento del compromiso, que en el caso de un empréstito obtenido recurriendo al mercado anónimo de capitales, se representa precisamente por los titulosvalores que se entregan a los suscriptores; el régimen jurídico aplicable, que puede variar si se trata de una deuda interna o externa; la forma en que se amortizará la deuda o redimirán los titulosvalores; los tribunales competentes para conocer de la reclamación por el incumplimiento, etc.; (4) dicha contratación puede efectuarse dentro o fuera de la República, con lo cual la Constitución habilita a contraer tanto deuda interna como externa; (5) el supuesto de la realidad que según la Constitución habilita para contratar el empréstito es una "grave y urgente necesidad" que demande recurrir a la deuda pública; y (6) los compromisos contraídos deben ser sometidos al conocimiento del Órgano Legislativo, el cual para aprobarlos requiere mayoría de por lo menos dos tercios de los votos de los Diputados electos; lo cual varía en el caso de la emisión de titulosvalores, pues en este caso -como se ha dicho- se confunden los momentos de la autorización y de la aprobación del compromiso. V. Establecidas las anteriores premisas, se tiene que, en el presente caso, tal como consta en la versión taquigráfica de la sesión plenaria de la Asamblea Legislativa correspondiente al 6-V-99, se aprobó por cuarenta y tres votos el Dictamen N° 328 de la Comisión de Hacienda y Especial del Presupuesto, favorable a la aprobación de la Ley de Emisión de Bonos para 1999; en consecuencia, se emitió el D. L. N° 602/99, que contiene el cuerpo normativo impugnado. El art. 1 del decreto legislativo impugnado prescribe: "Facúltase de conformidad al artículo 148 inciso primero de la Constitución de la República, al Órgano Ejecutivo en el Ramo de Hacienda, para que emita bonos hasta por la suma equivalente de dos mil doscientos millones de colones exactos (¢2,200,000,000.00), pagaderos en colones salvadoreños y en dólares de los Estados Unidos de América". El resto del articulado de la ley regula las condiciones esenciales de los bonos –arts. 2 y 3–, siendo las más relevantes: que los mismos serán al portador y en denominaciones de cincuenta mil colones y diez mil dólares de los Estados Unidos de América, devengando los intereses que se señalan en tales disposiciones; con un plazo de entre siete y cinco años, incluyendo un período de gracia de tres años; habilitándose asimismo al Órgano Ejecutivo en el Ramo de Hacienda para que determine el texto de los bonos y la fecha de la emisión. También se regula el destino de los titulosvalores –art. 4–, prescribiéndose que los mismos serán utilizados para complementar el ahorro corriente a fin de dar cobertura a los diferentes compromisos del Gobierno; la forma de los bonos –art. 5–, y el manejo de la emisión –arts. 6 a 9–, prescribiéndose esencialmente que la impresión, colocación, venta, pago de intereses y amortización correrá de cuenta del Banco Central de Reserva de El Salvador; cómo se va a reponer los títulos en caso de deterioro o destrucción parcial de un titulovalor; y la forma de realizar redenciones anticipadas de bonos. Finalmente, se regulan los beneficios de tales titulosvalores –art. 10–, los cuales esencialmente son la aceptación de los mismos para el pago de toda clase de impuestos, tasas y contribuciones fiscales, y la exención de toda clase de impuestos y contribuciones para el capital y los intereses de los bonos. De la anterior relación se deduce que, efectivamente, el Decreto Legislativo N° 602/99 que contiene la Ley de Emisión de Bonos para 1999 encaja dentro del supuesto previsto por el art. 148 Cn., en cuanto regula una operación financiera dirigida a contraer deuda pública, es decir, un empréstito voluntario por la vía de la emisión de titulosvalores. En tanto regula un empréstito, el mencionado decreto legislativo debió haber sido autorizado y aprobado simultáneamente por una mayoría de no menos de dos tercios de los votos de los Diputados electos –es decir, un mínimo de cincuenta y seis votos–, y no cuarenta y tres, con los cuales fue aprobado. En consecuencia, el mencionado decreto legislativo no ha cumplido con uno de los requisitos esenciales que la Constitución prescribe para su válida producción -la mayoría requerida para su aprobación-, por lo cual es inconstitucional en su forma y así debe declararse en la presente sentencia. VI. Previo a emitir el fallo en la presente sentencia, es necesario exponer algunas breves consideraciones en orden a cómo deberán entenderse los efectos de la misma. En cuanto al contenido de la sentencia estimatoria de inconstitucionalidad, ni la Constitución ni la Ley de Procedimientos Constitucionales prescriben que la declaratoria de inconstitucionalidad deba ser seguida de una invalidación -o constatación de invalidez- de la disposición o cuerpo normativo sobre el cual recae dicha declaratoria. Ante ello, reiterada jurisprudencia de este tribunal dictada en esta clase de proceso constitucional ha sostenido que, por regla general, la más idónea reparación que se puede ordenar para restablecer el orden constitucional vulnerado por la disposición o cuerpo normativo declarado inconstitucional, es la expulsión de ésta del ordenamiento jurídico, es decir una declaración constitutiva, con efectos equivalentes a la derogación. Sin embargo, dicha regla general debe admitir excepciones, en aquellos casos en que la expulsión del ordenamiento jurídico del objeto de la sentencia pudiese acarrear perjuicios al interés general mayores que los perjuicios que podría acarrear la violación constitucional constatada. Por ello, desde la sentencia de 26-III-99, Inc. 4-98, esta Sala ha dicho que, por razones de prudencia, la sentencia estimatoria dictada en esta clase de proceso no debe perder de vista las consecuencias que puede ocasionar en relación a derechos de terceros o a la afectación de los intereses de la colectividad. En el presente caso, es claro que, por tratarse de vicio en su forma, el decreto legislativo impugnado es susceptible de ser declarado inválido por no haber sido aprobado con la mayoría que exige el art. 148 Cn.; sin embargo, considerando que -aunque ello no se haya establecido en el presente proceso-, desde la fecha de la emisión de dicho decreto hasta esta fecha pudo haberse vendido titulosvalores de los que se comprenden en la emisión que regula tal decreto, los adquirentes de los mismos tienen derechos adquiridos de carácter económico frente al Estado Salvadoreño, compromisos de los cuales éste no puede sustraerse, aun cuando la ley que los originó sea inconstitucional. En consecuencia, es de todo punto irrazonable invalidar por esta sentencia el D. L. N° 602/99 y sus consecuencias, pues ello ocasionaría perjuicios concretos a los suscriptores de los bonos que, de buena fe, hubieran entregado voluntariamente las cantidades objeto del empréstito para financiar al Estado Salvadoreño. En cuanto a los bonos que no fueron colocados y vendidos, considerando que ellos servirían para financiar el presupuesto de mil novecientos noventa y nueve, a partir del uno de enero de este año ya no pueden venderse, por estar concluido el ejercicio financiero dentro del cual surtiría efectos dicha colocación y venta. Por ello, ha de considerarse que la presente sentencia tendrá un efecto preventivo de posteriores violaciones al procedimiento prescrito por el art. 148 Cn. para el endeudamiento público, a través de empréstitos voluntarios por la vía de la emisión de titulosvalores. Por tanto: Con base en las razones expuestas, disposiciones constitucionales citadas y artículos 9, 10 y 11 de la Ley de Procedimientos Constitucionales, en nombre de la República de El Salvador esta Sala Falla: 1. Declárase inconstitucional en su forma, de un modo general y obligatorio, el Decreto Legislativo N° 602, de seis de mayo de mil novecientos noventa y nueve, publicado en el Diario Oficial N° 83, Tomo 343, correspondiente a la misma fecha, que contiene la Ley de Emisión de Bonos para 1999, por vulnerar el art. 148 Cn., al no haber cumplido con uno de los requisitos esenciales que la Constitución prescribe para su validez, es decir, la mayoría calificada de los dos tercios, por lo menos, de los votos de los Diputados electos. Los titulosvalores comprendidos en esa emisión, que se hayan vendido antes de la publicación legal de esta sentencia, otorgarán a sus compradores y tenedores los derechos en ellos consignados y beneficios adquiridos. El resto de dichos titulosvalores no podrá colocarse ni venderse. 2. Notifíquese la presente sentencia a los demandantes, a la Asamblea Legislativa, al Presidente de la República y al Fiscal General de la República. 3. Publíquese esta sentencia en el Diario Oficial dentro de los quince días siguientes a esta fecha, debiendo remitirse copia de la misma al Director de dicho órgano oficial; esta sentencia surtirá los efectos señalados en el art. 183 Cn., a partir de la fecha de su publicación.J. E. TENORIO---------RENE HERNANDEZ VALIENTE------------O. BAÑOS P.-----------M. A. SOLANO-----------PROVEIDO POR LOS SEÑORES MAGISTRADOS QUE LO SUSCRIBEN----------A. CADER CAMILOT--------RUBRICADAS. VOTO EXPLICATIVO DOCTOR JOSE ENRIQUE ARGUMEDO Estoy de acuerdo con el fallo en este proceso constitucional, así como lo consignado sobre los efectos de la sentencia. No comparto algunas afirmaciones de los considerandos de la Sala. Su contenido no esta a mi juicio, conforme a lo que he expuesto en mis clases universitarias, y significaría que como funcionario declaro unos conceptos y como profesor otra, Por lo demás, debo reconocer que la mayor parte de mis opiniones fueron atendidas.-------J. E. ARGUMEDO--------PROVEIDO POR EL SEÑOR MAGISTRADO QUE LO SUSCRIBE--------------A. CADER CAMILOT----------RUBRICADAS.