UNIDAD 2: “LA REVOLUCIÓN INDUSTRIAL Y LA INDUSTRIALIZACIÓN” La unidad que nos ocupa es de una gran trascendencia para la historia de la humanidad, comparable por su importancia a la revolución neolítica. Las grandes transformaciones comenzaron en Gran Bretaña a finales del siglo XVIII, en lo que se ha denominado tradicionalmente “revolución industrial” y que supondrá la sustitución del trabajo humano y animal por las máquinas. Ello, como veremos, producirá transformaciones importantes en la economía, la sociedad, la política y la cultura. 1.- LOS CONCEPTOS DE REVOLUCION INDUSTRIAL Y DE INDUSTRIALIZACIÓN. El término revolución industrial se utiliza usualmente para describir el proceso de cambio constante, en el que intervienen innovaciones técnicas, capitales1 y transformaciones sociales que permiten el tránsito de una situación económica estática (agrícola y tradicional) a otra de crecimiento continuo (moderna e industrial), generando el establecimiento de un sistema económico capitalista. En un sentido estricto, la revolución industrial se refiere exclusivamente a los cambios acaecidos en Gran Bretaña desde mediados del siglo XVIII, siendo considerados como el prototipo del paso de una sociedad agrícola a otra industrial. Cuando la transición de una sociedad agrícola y tradicional a otra moderna e industrial se realiza a través de un proceso lento y gradual, en épocas más recientes y sin técnicas propias se suele hablar de industrialización o desarrollo industrial. Este sería el caso de España. Para terminar es preciso plantearse por qué este proceso transcendental se produce en el ámbito de Europa occidental. Esta zona en vísperas de la revolución industrial había superado los niveles mínimos de subsistencia; comparativamente con otras partes era rica, producto de siglos de lenta acumulación basada en la inversión y la apropiación de recursos y trabajo extraeuropeos, y de un lento pero sustancial cambio tecnológico gracias al conocimiento científico proporcionado por el racionalismo. 2.- LOS FACTORES DE LA REVOLUCIÓN INDUSTRIAL BRITÁNICA. El fenómeno de la revolución industrial no admite una explicación lineal a partir de una única causa. Los cambios producidos en la población, la agricultura, la sociedad, la técnica, etc., son condiciones necesarias que posibilitaron este proceso. 2.1. Factores políticos: La revolución burguesa de 1688 en Inglaterra exigirá liberalizar las formas de propiedad, acabará con el sistema de gremios estableciendo la libre contratación de trabajo y termina con las restricciones impuestas a la producción y comercialización. 2.2. El crecimiento demográfico: Acompañando a la revolución industrial en el tiempo se va a registrar un notable crecimiento demográfico. El nuevo modelo demográfico se caracteriza en el siglo XVIII por la reducción de la mortalidad catastrófica (hambrunas, epidemias) que hay que poner en relación con ciertas mejoras en la higiene pero, sobre todo, con una serie de buenas cosechas que se produjeron en la primera mitad del siglo XVIII. Estas mejoras permitirán reducir las crisis de subsistencia y harán más resistente a la población frente a las epidemias. 1 Capital: cualquier elemento que, en conjunción con el trabajo humano y la naturaleza, sirve para producir. No debe confundirse nunca con el dinero, que no es más que un medio de cambio; el capital lo constituyen las herramientas, las máquinas, los locales e instalaciones, las mercancías y materias primas, el combustible y demás elementos intervinientes en el proceso de producción. 1 Este aumento de la población sostenido hizo que el continente europeo pasara de 140 millones en 1750 a 266 millones en 1850 (Ver documento 1). En estrecha relación con las condiciones agrícolas y con el desarrollo industrial se produce el fenómeno del éxodo rural y el proceso de urbanización (doc 2). La concentración de población proporcionó los recursos humanos necesarios para el nuevo sistema de producción y, al mismo tiempo, supuso un mercado potencial de consumidores que activaría la producción. Otro hecho ligado a la revolución demográfica será el de las grandes migraciones intercontinentales, destacando Inglaterra con 17 millones de emigrantes (doc 3.). 2.3. Las transformaciones agrarias: A partir del primer tercio del s. XVIII los sistemas de explotación tradicional fueron modificándose, lo que permitió la aparición de excedentes que mitigaron las crisis de subsistencia y alimentaron a una población en crecimiento. Los cambios fueron de tres tipos: a) Cambios en la propiedad: El aumento del precio del trigo impulsó a los grandes propietarios británicos a acelerar los cercamientos, sustituyéndose el openfield o sistema de campos abiertos, dominado por los métodos tradicionales y las prácticas comunitarias, por los campos cerrados, gracias a las “enclosure acts” aprobadas por el parlamento. Se produjo una concentración parcelaria, ampliándose el tamaño de las propiedades (doc. 4). b) Cambios técnicos: Estos propietarios agrícolas también abandonaron la rotación trienal y el barbecho, y pasaron a cultivar legumbres (habas), tubérculos (patatas) y cultivos herbáceos (alfalfa, trébol). Es el llamado sistema Norfolk (doc. 5) que aportaría evidentes ventajas. También introdujeron nuevas herramientas como el arado rotherham, la sembradora (Jethro Tull, 1730), la segadora y la trilladora (1831) y experimentaron con nuevos cultivos (maíz y patata). El resultado de todos estos cambios fue un gran aumento de la productividad que permitió a los agricultores orientar la producción, no sólo hacia el consumo doméstico, sino hacia el mercado nacional o internacional. El campesino autosuficiente del Antiguo Régimen empezó a desaparecer. En contrapartida, los pequeños propietarios o los jornaleros, sin los terrenos comunales o incapaces de afrontar los nuevos gastos, tuvieron que abandonar la tierra para alquilar sus brazos a las primeras industrias, configurando el nuevo proletariado industrial. 2.4. Los inicios de la producción fabril: La producción fabril será el sistema propiamente utilizado por la revolución industrial. La introducción de más trabajadores y máquinas necesitará un espacio mayor: la fábrica. Este nuevo modelo de producción estaba ya dotado para producir más a menor precio, lo que traerá a largo plazo la ruina del artesano tradicional. No obstante, en los primeros tiempos de la revolución industrial coexistieron las tres formas (artesanal, doméstica y fabril). 2.5. El desarrollo del comercio: El desarrollo de un mercado nacional integrado en Gran Bretaña se produjo gracias al incremento de la producción, la ausencia de aduanas interiores y de cargas feudales, el desarrollo de los transportes (mejoras en el sistema de canales y en las carreteras), la mayor acumulación de capital y la eficacia del sistema financiero. Asimismo la existencia de un importante mercado colonial de donde obtener materias primas baratas también contribuyó al permitir una acumulación de capital que contribuyó a financiar las siguientes etapas del proceso industrializador. 2.6. El progreso tecnológico: El ambiente social y económico favorable al cambio y las dificultades para aumentar la producción ante una demanda cada vez mayor actuaron como estímulos para la inversión. Se produjo una secuencia de desafío-respuesta-desafío; es decir, la introducción de una innovación en una fase del proceso manufacturero ejerció fuertes presiones sobre los factores de producción en la siguiente, haciendo necesario que otra innovación corrigiera los desequilibrios. 2 3.- LOS MOTORES DE LA REVOLUCIÓN INDUSTRIAL. Los motores que posibilitaron el desarrollo de la revolución industrial fueron la industria textil algodonera, la industria siderúrgica y más tarde el ferrocarril. Todos ellos se vieron tremendamente favorecidos o incluso nacieron (ferrocarril) gracias a la invención de la máquina de vapor. 3.1. La industria algodonera: La industria algodonera fue la que primero y con carácter masivo incorporó los avances técnicos y la primera que tuvo los más rápidos crecimientos, aunque durante el siglo XVIII la industria textil lanera todavía era la predominante. Sin embargo, paulatinamente fue sustituyendo a la lana gracias a que el algodón era un tejido suave y que permitía mejor la mecanización, de fácil lavado y que, producido en grandes cantidades, resultaba sumamente económico. Pronto los empresarios ingleses se dieron cuenta de que el negocio estaba en convertirse ellos mismos en fabricantes y no sólo importadores. Así, a través de una serie de leyes prohibieron la importación de tejidos estampados (indianas). Sólo se importaría algodón en rama para ser ellos quienes lo hilarían, tejerían y estamparían. De este modo la industrialización británica provocó la desindustrialización de otras zonas del planeta. La primera gran innovación, la lanzadera volante de Kay, en 1733 (doc. 6), permitía tejer más rápidamente piezas más anchas. El resultado fue la falta de hilo y, por tanto, el inicio de mejoras en los métodos de hilar. En 1764 la “jenny” de Hargreaves, con un sistema sencillo de husos múltiples, permitió hilar en gran cantidad. En 1769, Arkwright crea la Water-frame (hiladoras continuas) que consiguen producir decenas de husos simultáneamente. El siguiente paso sería el telar mecánico de Cartwright (1785), que volvió a equilibrar los dos procesos, pero con un brutal aumento de la producción, aunque no se emplearía masivamente hasta el siglo XIX. (Doc 7). Fue en Lancashire, una región tradicionalmente textil, donde se concentró gran parte de esta industria, Manchester se convirtió en la gran ciudad del algodón y Liverpool en uno de los principales puertos marítimos. 3.2. La máquina de vapor: La distancia que separa la manufactura artesanal de la fábrica no se hubiera franqueado sin la invención y la aplicación de la máquina de vapor de James Watt, patentada en 1769. Se trataba de una máquina movida por la energía calórica que liberaba una corriente continua de vapor de agua, proporcionada por la hulla (doc. 8).Esta máquina permitió abandonar la dependencia y las limitaciones de las fuentes de energía tradicionales. Logró accionar las bombas de agua en las minas, las máquinas de tejer, los martillos en las forjas y llegó a convertirse en el símbolo de la revolución industrial. 3.3. La industria siderúrgica: Mientras la industria textil era una industria de bienes de consumo, el carbón y la industria siderúrgica proporcionaban energía e instrumentos para otras industrias, de ahí su papel determinante. El carbón de coque (hulla con gran poder calorífico al eliminarse los elementos sulfurosos) fue sustituyendo al carbón vegetal, convirtiéndose en el combustible del siglo XIX. En la industria siderúrgica el primer salto tecnológico se realiza en 1732 por A. Darby, quien utilizó carbón de coque en un alto horno, uniendo indisolublemente carbón y hierro. Este proceso se vio acelerado con la aplicación de la máquina de vapor al convertidor, inyectando intensamente aire caliente, llevado a cabo por Boulton y Watt en 1775. En 1783, la nueva técnica del pudelaje y laminado (fundir y golpear el hierro para eliminar las escorias), y en 1829, el horno de aire caliente de Nielsen, que convertía el hierro en acero, posibilitaron emplear este material en múltiples instrumentos: utillaje agrícola, máquinas, vías férreas, locomotoras, etc. 3.4. El ferrocarril: Cuando el vapor se convirtió en una energía rápidamente se quiso aprovechar para el transporte. Se unió el tradicional sistema de vagonetas desplazadas por raíles, utilizado en las minas, con el invento de Stephenson (1829): la locomotora. Así nacía el ferrocarril, empleado inicialmente 3 en las minas. La primera línea de pasajeros fue la de Liverpool a Manchester en 1830. En 1850, Gran Bretaña ya disponía del trazado ferroviario principal, aventajando notablemente a la Europa continental. Otra aplicación del vapor se realizaría en la navegación, surgiendo barcos de vapor que lograrían más rapidez y mayor capacidad de carga, facilitando las comunicaciones intercontinentales. Por su parte, los ferrocarriles se convirtieron en un motor esencial para la industrialización. Se convirtieron en el mejor cliente para la siderurgia y la minería del carbón, articularon mejor el mercado interno, facilitó las comunicaciones con zonas más despobladas y, finalmente, canalizaron hacia si mismos la abundante inversión generada por la primera revolución industrial (doc. 9). 4. LA EXTENSIÓN DEL PROCESO INDUSTRIALIZADOR. La Europa continental dispuso de la tecnología británica, pero tuvo que afrontar grandes transformaciones internas para alcanzar una madurez que no se logró hasta el último tercio del siglo XIX. Algunas de sus condiciones de partida más difíciles que la británica fueron que el peso de la sociedad agraria y de los gremios era más fuerte, la estructura social era menos igualitaria, existían barreras políticas e institucionales y faltaba una política aduanera y comercial común y el menor desarrollo de los sistemas de transporte. A pesar de ser un proceso esencialmente diverso, según épocas y países, hay algunas pautas comunes en la dinámica industrial europea. Frente al protagonismo de la iniciativa privada británica, la transformación económica continental no hubiera sido posible sin la participación activa de los gobiernos en la dotación de recursos, la captación de inversiones exteriores o el establecimiento de políticas proteccionistas. La industrialización europea es un fenómeno regional, con importantes desequilibrios territoriales. El pelotón de países continentales de industrialización más precoz está constituido por Bélgica, Francia y, a cierta distancia, Alemania. Bélgica, gracias a sus recursos energéticos y a su privilegiada posición geográfica fue el primer país que logró un nivel rápido de industrialización con una pronta maquinación. La transformación de la industria francesa es importante a partir de 1815, con especial intensidad en el período 1830-1850. Destacan el norte fronterizo con Bélgica, la zona de Alsacia y Lorena, y la región de Lyon. Era el primer fabricante de algodón en el continente. El caso de Alemania es más singular por la tardía unificación política. El poderío industrial se concentró en Prusia y Renania y se basó en la industria pesada, gracias a la constitución de un gran mercado interior ( Zollverein, 1834); la alianza entre la nobleza agraria, la burguesía industrial y la política militarista; y la gran concentración empresarial y financiera y el potente desarrollo científico. En cuanto al resto de Europa, hasta 1870, la mayor parte de los países europeos no conoció una auténtica industrialización, salvo en ámbitos restringidos de dimensión regional (Cataluña, Lombardía, Piamonte, País Vasco, Bohemia). Por lo que respecta a la industrialización fuera de Europa, mientras se producía la desindustrialización de economías como la india o la china, decisivas para el colonialismo europeo, surgía la potente economía industrial de Estados Unidos, que descansará en el desarrollo de una potente agricultura, prontamente mecanizada ante la escasez de mano de obra, la formación de un inmenso mercado interior y la adopción de nuevas pautas de organización basadas en la innovación tecnológica. Por su parte Japón será el único país no dominado por europeos que conocerá un importante proceso industrializador gracias a la modernización impulsada desde el Estado (“Revolución Meiji”). 6.- LAS CONSECUENCIAS DEL PROCESO INDUSTRIALIZADOR. El sistema fabril de producción dio lugar al nacimiento y consolidación del capitalismo industrial como sistema económico y del liberalismo como doctrina económica. Estos cambios también incidirán sobre la sociedad, transformándola totalmente. 4 6.1. El liberalismo económico: Una serie de autores, la escuela clásica o escuela de Manchester, definieron, a finales del siglo XVIII, los principios económicos del liberalismo. El representante más destacado de esta escuela fue Adam Smith, que en el año 1776 publicó el Ensayo sobre la naturaleza y la causa de la riqueza de las naciones, en el que expresa los siguientes principios básicos: La sociedad está compuesta por individuos y no por estamentos ni por clases. Los diversos intereses individuales se equilibran en el mercado gracias al mecanismo de los precios, que adapta automáticamente la oferta a la demanda. Así, la producción excesiva hace bajar los precios y, por tanto, también los beneficios, y los empresarios reducen la producción para restablecer el equilibrio. A la inversa, una producción insuficiente hace aumentar los precios e incita a los empresarios a producir más. Por tanto, nada debe estorbar el libre juego de las actividades individuales y de los mecanismos naturales de la economía. El Estado debe abstenerse de cualquier intervención y debe suprimir las barreras proteccionistas y los monopolios que frenan el desarrollo del libre comercio, promoviendo el librecambismo. Otros autores como David Ricardo y Robert Malthus fueron mucho más pesimistas. 6.2. Rasgos básicos del sistema capitalista: El capitalismo es un sistema en el que los instrumentos de producción, es decir, las fábricas y los stocks de bienes son, predominantemente, de propiedad privada. Esta propiedad se concentra en muy pocas manos, en la burguesía, lo que hace que una parte muy grande de la población, el proletariado, no tenga ninguna propiedad sólo la fuerza de su trabajo, que tiene que vender a cambio de un salario. Asimismo, y para que los capitalistas vivan de su propiedad, es necesario que los trabajadores produzcan más de lo que ganan, es decir, generen un excedente (plusvalía), que es el elemento esencial del beneficio capitalista. Además, el capitalismo es un sistema de iniciativa libre, no planificada, que tiene como objetivo la obtención del máximo beneficio. Es decir, es un sistema de competencia libre entre los empresarios y que para conquistar mercados provoca una carrera para reducir costes y precios, lo que se convierte en un incentivo para la constante renovación tecnológica. Sin embrago, la falta de planificación y el aumento progresivo de la producción provocan crisis que se repiten cíclicamente. Las crisis no son, por tanto, sino una forma de recuperar el equilibrio entre oferta y demanda cuando éste se pierde por exceso o defecto de una u otra. A lo largo del siglo XIX, las viejas crisis de subsistencia ligadas a las malas cosechas, fueron siendo sustituidas por las crisis de sobreproducción industrial. En estas crisis se da un exceso de producción en relación con la capacidad de consumo. Los productos no se venden, los precios se hunden, los beneficios bajan, las empresas cierran y el paro se extiende. En esta situación, sólo los empresarios más fuertes sobreviven y sólo ellos son capaces de innovar para encontrar nuevos productos o nuevos mercados que vuelvan a generar demanda (doc 11). Por tanto, el capitalismo tiende necesariamente a la concentración de empresas y capitales, tanto por la necesidad de grandes capitales para innovar e invertir, como por que sólo los más fuertes resisten las crisis. Este proceso de concentración se hará mucho más evidente en la segunda revolución industrial. 6.3. Transformaciones sociales. La Revolución Industrial hizo nacer una nueva sociedad con rasgos muy diferentes de los del antiguo Régimen. La estructura social se dividió profundamente entre una poderosa burguesía industrial y financiera y una inmensa clase obrera, que se instaló en las periferias de las ciudades. El continuo éxodo rural provocó el paso a una nueva sociedad industrial y urbana, las ciudades se convirtieron en grandes metrópolis, con barrios nuevos, con medios de transporte hasta entonces desconocidos y toda una serie de nuevos servicios. Sin embargo, el crecimiento brutal de las ciudades engendró males muy visibles en los primeros tiempos de la industrialización. Los barrios obreros eran lugares insalubres e inhumanos; el 5 hacinamiento y el chabolismo. Las calles estaban sin pavimentar, no había sistemas de alcantarillado, y la suciedad, la contaminación y los humos provocaron muchas enfermedades (doc 12). A) La nueva élite dirigente: la burguesía: En el nuevo mundo industrial, los empresarios, los banqueros, los grandes terratenientes, en resumen, la burguesía, se convirtió en la nueva clase dominante. Ello no significó que el poder de las viejas aristocracias desapareciera. Muchos nobles conservaron sus propiedades y los matrimonios entre la nueva burguesía y la vieja aristocracia consolidaron la alianza entre antiguos y nuevos privilegiados. Este grupo de nuevos privilegiados, la oligarquía, monopolizó el poder económico y estaban plenamente representados en los gobiernos de los países en los que se imponía el capitalismo, evitando la entrada de grupos sociales no deseados gracias al sufragio censitario (liberalismo político). Asimismo disponían del poder cultural, controlaban la prensa y fabricaban una opinión pública favorable a los nuevos valores dominantes, imponiendo una moral basada en el triunfo del individualismo sobre la solidaridad y el mantenimiento del orden sobre el avance de la igualdad y la justicia social. Por último, su enorme riqueza les permitirá una brillante vida social: fiestas, viajes, mansiones, etc. B) La aparición de la clase obrera: El proceso de industrialización y las revoluciones liberales que se produjeron en la mayoría de los países occidentales acabaron con los privilegios del Antiguo Régimen y la rígida sociedad estamental. A partir del siglo XIX los hombres sólo se diferenciarán por su riqueza. Dentro del nuevo sistema, los asalariados, sobre todo los de la industria, se convirtieron en el grupo más desfavorecido y más claramente explotado. Sus condiciones de vida y trabajo eran muy precarias. Sometidos al ritmo de las máquinas y a la dura disciplina laboral, la mayoría de los trabajadores no tenían cualificación y eran simples peones que podían ser despedidos según las necesidades del empresario. Mujeres y niños eran numerosos en las fábricas y estaban mal pagados (docs. 13 y 14). Las jornadas eran agotadoras, los salarios escasos (doc 15) y en caso de enfermedad, accidente o vejez nadie se hacía cargo del trabajador. Es comprensible que muy pronto los obreros comenzaran a organizarse en defensa de sus derechos. 6