Sapper Hill - Guerra en el Atlántico Sur

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Alberto N. Manfredi (h)
SAPPER HILL
A las 07.00 del aquel aciago 14 de junio, solamente tres posiciones argentinas resistían
en monte Tumbledown, una de ellas, la del bravo teniente Vázquez y otra la del BIM5
al mando del capitán Robacio. Para entonces, el conscripto Acosta agotaba las últimas
cargas de su ametralladora pesada MAG y sus compañeros Güida y Pérez, a cargo de
los morteros de 60 mm, combatían con fusiles porque los proyectiles para servir sus
piezas se habían consumido.
En esa situación se encontraban estos últimos cuando una granada cayó en su trinchera
y sus esquirlas les destrozaron las piernas.
Ahogados por el humo, los soldados se arrastraron fuera del pozo, tosiendo sin parar,
hasta que un grupo de ingleses se les acercó para brindarles ayuda. Tumbledown estaba
cayendo.
En otra parte, el contraataque del subteniente Vilgré La Madrid se prolongó hasta las
06.30 gracias al apoyo de fuego del teniente de navío Ubaldo Pagani y las piezas de 155
mm del Grupo 3 de Artillería.
Durante el repliegue fue rescatado el conscripto Muelas, un ametralladorista escocés fue
abatido por el cabo Valdés con la granada de un fusil PDF y en punto distante, la
ametralladora MAG del cabo segundo Robles contenía un intento de penetración por el
flanco izquierdo.
A las 08.30, el teniente Miño, herido en una pierna, ordenó el repliegue hasta la
posición que ocupaba el teniente Villarraza, llevándose consigo al suboficial Ponce, al
guardiamarina De Marco y a los veintiún hombres que tenía a su cargo. Una hora
después, sin ninguna baja, alcanzó el puesto de mando del capitán Robacio que el ver
las condiciones en las que se encontraba, lo derivó al hospital mientras retenía a su
gente para reagruparla en Sapper Hill, siguiente objetivo de las fuerzas británicas.
Para entonces, las compañías “Obra” y “Nacar”, o mejor sería decir, lo que quedaba de
ellas, se habían replegado mientras la Sección 4 del teniente Vázquez se rendía al
enemigo tras una lucha que los mismos británicos catalogarían de heroica. Los
argentinos en Tumbledown habían perdido 30 hombres y tuvieron cerca de un centenar
de heridos en tanto los ingleses acusaron 10 muertos y 53 heridos aunque todo parece
indicar que ocultan algunas bajas más.
El siguiente objetivo británico, según se ha dicho, era Sapper Hill, último bastión de la
defensa argentina antes de Puerto Argentino. Lo defendía la 3ª Sección de la Compañía
“Mar”, a cargo del guardiamarina Alejandro Koch cuyas posiciones debieron ser
reubicadas por encontrarse de cara a la costa.
Mientras los ingleses se aprestaban a lanzar el ataque, algunas secciones como la del
cabo segundo Carlos Jorge Sini reforzaban el perímetro defensivo, desplegándose unos
100 metros una de otra.
El batallón recibió la orden de retroceder hasta la capital, movimiento que debía
efectuar bajo la protección de la sufrida sección del mismo guardiamarina Koch.
A las 13.30, cuando Koch se dirigía al puesto de comando en Sapper Hill para solicitar
órdenes, aparecieron tres Sea King provenientes del recientemente evacuado monte
Williams, con la evidente intención de desembarcar efectivos.
El cabo segundo Sini observaba con verdadero espanto a Koch, caminando sin
percatarse de lo que ocurría y como un conscripto lo alertaba a gritos para que se
pusiese a cubierto.
Los aparatos lanzaron desde muy baja altura, una cincuentena de efectivos que se
desplegaron por el terreno, a 300 metros de un contenedor abandonado y a 1000 de
donde se encontraba Koch.
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Malvinas. Guerra en el Atlántico Sur
El guardiamarina corrió hasta un puesto de ametralladoras y una vez ahí, ordenó a sus
servidores abrir fuego. Los hombres se apresuraron a obedecer disparando varias
ráfagas, mientras los conscriptos apostados cerca accionaban sus fusiles FAL.
Cuenta Emilio Villarino en Batallón 5, que los ingleses, sorprendidos por una presencia
que no esperaban, se dispersaron velozmente y buscaron cobertura detrás del
contenedor, respondiendo la agresión con sus armas automáticas y sus morteros1.
Alcanzado por el fuego de las ametralladoras, uno de los helicópteros comenzó a
humear y otro se posó pesadamente, con el rotor averiado a causa de los impactos.
El combate fue creciendo en intensidad a medida que los británicos avanzaban.
La metralla alcanzó al conscripto Leyes en el cuello y la cabeza, lo mismo a su
compañero Eleodoro Monzón, que recibió un impacto cuando iba a disparar su
lanzacohetes. Al soldado Walter Cabral se lo dio por muerto al no responder los
llamados de Sini y este último, junto a al apuntador Sergio Robledo, cayeron heridos
por las esquirlas de un proyectil de mortero.
Koch corrió hasta donde se hallaban tirados ambos y comprobó que el primero estaba
inconsciente en tanto el segundo, bastante mareado, no podía mover el brazo derecho.
El resto de la sección comenzó a replegarse en “combate retrógrado”, maniobra muy
conocida por los conscriptos por haberla practicado infinidad de veces antes de pasar a
las islas, y así llegaron hasta la capital.
Durante los enfrentamientos que tuvieron lugar en Sapper Hill cayó herido el soldado
Marcos Irrázabal, ametrallado por dos Sea Harrier cuando corría por el campo junto a
un compañero, en procura de alimentos. Los proyectiles le dieron en el brazo izquierdo
al que le tuvieron que amputar una vez finalizada la guerra.
La primera sección que se replegó lo hizo bajo las órdenes del conscripto Paredes, que
asumió el mando tras la muerte de Leyes. La última fue la de Koch y el herido Sini, a la
que también pertenecía el soldado ametralladorista Colbeneyer. Mientras lo hacían, Sini
cargaba al agonizante soldado Robledo, que murió en sus hombros a poco de echar a
andar.
Así fue como llegaron a un descampado de 800 metros de extensión, que debieron
atravesar en medio de la resolana, cubiertos por el inesperado apoyo de la ametralladora
que manipulaba el conscripto Castillo, de la sección al mando del cabo Maciel.
Al ver que el grupo de Koch se retiraba, Castillo abrió fuego, conteniendo a los
británicos el tiempo suficiente como para que los suyos terminasen de replegarse y se
pusiesen a cubierto.
Para entonces, los británicos dominaban las alturas circundantes y estrechaban el cerco
en torno a la capital. Fue entonces que sus avanzadas en Sapper Hill, fueron testigos del
aterrizaje de un nuevo Hércules C-130 que transportaba pertrechos y se aprestaba a
evacuar personal.
Al verlo tocar tierra, el mayor Armitage del Para 2 ordenó abrir fuego contra él pero sus
disparos quedaron cortos. Según cuenta Thompson, el oficial habría mascullado entre
dientes algo así como “¡Amartillen los malditos cañones y tiren!”2.
El Hércules en cuestión era el aparato matrícula TC-65 al comando del capitán Víctor
H. Borchet, que bajo el indicativo “Pato”, había partido de Comodoro Rivadavia a las
15.30 (18.30Z) llevando a bordo el último cañón SOFMA de 155 mm con su
correspondiente munición. Según recuerda el comodoro Roberto F. Mela, uno de sus
tripulantes:
Ya en tierra nos dirigimos al extremo de pista más cercano a Puerto Argentino,
donde habitualmente hacíamos las descargas, pero nos dijeron que fuéramos al
otro porque ahí ya caían algunas granadas. Así que dimos media vuelta y
fuimos a la otra cabecera.
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Súbitamente ¡alerta roja!: una patrulla de Harrier se acercaba al lugar. Llegó la
orden terminante de evacuar el Hércules, por lo que cortamos motores y
corrimos, en plena obscuridad, a buscar refugio a los lados de la pista.
Permanecimos casi una hora esperando un ataque que al final no se produjo.
Exactamente a las 20:30 horas nos avisó el radar de Malvinas que los Harrier
se habían alejado y nos ordenaban despegar de inmediato. Corrimos hasta el
avión, pusimos en marcha los motores en tiempo record, un rápido carreteo por
la pista sembrada de esquirlas y a las 20:35 estábamos en el aire con nuestra
carga de casi setenta evacuados, entre ellos dos periodistas de la televisión
argentina.
Cuando salimos nos pegamos tanto al agua que el altímetro marcaba por debajo
de cero. No se como hicieron los pilotos (los entonces capitanes Víctor
Borchert y Hernán Daguerre), pero una vez en el aire nos sentíamos más
confiados porque estábamos en nuestro elemento. Aterrizamos en los primeros
minutos del 14 de junio, poco más de nueve horas después de la partida.
Dormimos algunas horas y al despertar nos enteramos de que Puerto Argentino
había caído3.
La tripulación del Hércules regresó al continente sin problemas, con la doble
satisfacción de haber cumplido la misión de manera impecable y de haber sido el último
avión en romper el bloqueo británico4.
De haberse prolongado un día más la guerra, la pista de Puerto Argentino hubiera
quedado al alcance de las piezas de artillería británicas y el efectivo puente aéreo que
los argentinos mantuvieron vigente durante todo el conflicto, habría dejado de ser una
realidad.
Esa noche, entre las 23.00 y las 24.00, los comandos argentinos de las compañías 601 y
602 abordaron el “Forrest” y cruzaron a la vecina península de Cambers para iniciar
operaciones desde ese punto. Mientras eso ocurría, el capitán Robacio solicitaba los
mencionados refuerzos a los regimientos de Infantería 6 (Sección B) y 3 (Sección A) a
efectos de sostener su posición.
En tanto se desarrollaban las batallas en Tumbledown y monte Williams, se le ordenó al
Grupo 3 de Artillería al mando del teniente coronel Martín A. Balza y al Grupo de
Artillería Aerotransportada 4 del teniente coronel Carlos A. Quevedo, abrir fuego sobre
posiciones enemigas ubicadas a 1500 metros al noreste de Goat Ridge ya que desde ese
punto se hostilizaba al BIM5.
La Compañía B del GADA 101 informó acerca de la detección de un desembarco a 500
metros al este de sus posiciones, en los extremos de Puerto Williams, por lo que, siendo
las 00.59 del 14 de junio, se le ordenó al teniente coronel Mohamed Alí Seineldín que
su regimiento disparase con sus morteros en aquella dirección. Al mismo tiempo, las
baterías del teniente coronel David Comini del RI3 y las del teniente coronel Jorge
Halperín del RI6, batían Puerto Penarrow, permitiendo a los comandos efectuar
patrullas de rastrillaje.
Mientras la gente de Seineldín producía bajas entre los efectivos del SAS y el SBS que
intentaban desembarcar cerca del GADA 101, los combates en Tumbledown arreciaban.
A las 02.40, el RI25 comenzó a ser batido por intenso fuego naval, lo mismo la sección
de comandos del capitán Rodrigo Alejandro Soloaga, segundo jefe del Escuadrón de
Exploración CB1-10. Poco más de dos horas después, la situación del RI7 era
insostenible (como la de todo el dispositivo de defensa argentino) por lo que, desde su
comando se informó que ya no se podía sustentar la posición y que era imposible seguir
resistiendo. Quien sí lo hizo un tiempo más, fue el mencionado capitán Soloaga, cosa
que hizo saber al general Jofre a través de la radio.
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Mientras el fuego enemigo se tornaba cada vez más violento, la artillería argentina batía
el área ubicada a 1000 metros al norte de Moody Brook, en las mismas puertas de la
capital del archipiélago. Para entonces, las defensa de Wireless Ridge se hallaban
completamente desorganizadas y el perímetro defensivo colapsado.
A las 05.00 el comando de la X Brigada le ordenó al mayor Oscar R. Jaimet que abriese
fuego sobre las laderas de aquel monte y eso permitió que veinticuatro minutos después,
la Sección 4 del RI3 avanzara sobre los viejos cuarteles mientras los grupos de Artillería
3 y Artillería Aerotransportada 4 brindaban apoyo con su fuego. A las 05.30 el capitán
Robacio notificó que su batallón era atacado desde el oeste por más de un regimiento y
casi al mismo tiempo, observadores adelantados daban cuenta que los guardias galeses
comenzaban a ocupar Sapper Hill.
Lentamente la Argentina perdía terreno.
A las 09.35, el capitán Robacio comunicó que iniciaba el repliegue junto a la Compañía
B del RI6 y así se hizo. Después de combatir con heroísmo, sus efectivos iniciaron el
movimiento de manera ordenada, destruyendo las armas que no podían cargar, además
de un jeep, un camión de la Sección Comunicaciones de la Infantería de Marina y un
helicóptero Puma de la PNA que se encontraba en las inmediaciones de la casa del
gobernador (utilizaron para ello granadas de mano). También arrojaron al agua un buen
número de ametralladoras evitando de ese modo, que cayesen en manos del enemigo y
que éste las utilizase en su contra.
La gente del BIM5 se replegaba ordenadamente con el capitán Robacio a la cabeza
(algo realmente emocionante), cuando los otros batallones lo hacían desordenadamente
e improvisando como mejor se podía.
Una cosa que llamó poderosamente la atención de los jefes de las unidades fue que
durante los combates, se habían escuchado voces que impartían a los gritos la orden de
retirada, no emitidas por nadie. Como muchas de ellas evidenciaban acentos diferentes
al argentino, se llegó a la conclusión de que elementos infiltrados por el enemigo
intentaban provocar una desbandada general (que no se produjo) y por esa razón, el
general Jofre, con plena determinación, ordenó disparar contra todo aquel que
procediera de manera sospechosa o diese la sensación de estar intentando generar
confusión.
Con el repliegue del BIM5 y sus unidades de refuerzo, la resistencia argentina
llegó prácticamente a su fin. Mientras eso ocurría, el camino entre Moody Brook y
Puerto Argentino era intensamente batido por la artillería enemiga.
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Alberto N. Manfredi (h)
Referencias
1
Emilio Villarino, Batallón 5, Aller Atucha y Asociados, Bs. As.
2
Julian Thompson, op. cit.
3
Revista Aeroespacio, Nº 547
4
Integraban su tripulación, además de Borchet y Mela, el capitán Hernán Alberto Dagerre, el suboficial
auxiliar Héctor Antonio Sosa, los suboficiales auxiliares Hugo Delmar Castellini y Carlos Humberto
Paoloni y el suboficial ayudante Manuel Roberto Carabajal. En ese avión regresó al continente la bandera
que flameó en la Base Aérea Militar "Malvinas" y fueron evacuados los corresponsales de guerra Nicolás
Kasansew, el camarógrafo Alfredo Lamela y su ayudante, Alberto Novo. Lamela sufrió un desmayo a
causa de la tensión nerviosa experimentada durante el vuelo. Años después, se supo que había sido un
micro infarto.
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