SENTENCIA DEFINITIVA NUMERO: 34 En la ciudad de Río Cuarto, a un día del mes de junio del año dos mil doce, se reúnen en audiencia pública los señores Vocales de la Excma. Cámara de Apelaciones en lo Civil, Comercial y Contencioso Administrativo de Primera Nominación de la Segunda Circunscripción Judicial, por ante mí, Secretaria autorizante, a efectos de dictar sentencia en los autos caratulados “P., E. A. c/ Q., S. M. – Divorcio Vincular Contencioso” (Expte. N° 396977), elevados en apelación del Juzgado de Primera Instancia y Cuarta Nominación en lo Civil y Comercial de esta ciudad, a cargo de la Dra. Sandra Tibaldi de Bertea, quien con fecha uno de febrero de dos mil once dictó la Sentencia número Uno (1) que obra a fs. 510/522 vta., en la que resolvió: “1°) Hacer lugar a la demanda de divorcio vincular reconvencional incoada por S. M. Q. y, en consecuencia, declarar el divorcio vincular de las partes por culpa del esposo, por las causales de adulterio e injurias graves (arts. 214 inc. 1° y 202 incs. 4° y 5° del CC).2°) Declarar disuelta la sociedad conyugal con los efectos y alcances del art. 1306 del CC.- 3°) Ordenar, una vez firme el presente pronunciamiento, la inscripción marginal de la presente sentencia en la Partida de Matrimonio inscripta en el Acta N° 162, Tomo 2, Folio 76, del Año 1984, el que fuera celebrado el día dos de marzo de mil novecientos ochenta y cuatro, a cuyo fin deberá librarse oficio al Registro del Estado Civil y Capacidad de las Personas de la Localidad de Río Cuarto –Centro- Provincia de Córdoba.- 4°) Hacer lugar al daño moral reclamado condenando al Sr. E. A. P. al pago de la suma de pesos cincuenta mil ($ 50.000) por dicho rubro, retroactiva a la fecha de producción del hecho dañoso – 31/12/2001-. Dicho monto cargará un interés equivalente a la tasa pasiva promedio mensual que fija el BCRA con más un dos por ciento mensual (2%) no acumulativo y deberá hacerse efectivo dentro del término de diez días de notificado el presente pronunciamiento.- 5°) Fijar una cuota alimentaria definitiva a favor de la Sra. S. M. Q. en la suma de pesos Dos mil quinientos ($ 2.500) mensuales, la que deberá pagarse en cuenta de depósitos judiciales a abrirse en el Banco Provincia de Córdoba –Sucursal Tribunales- a la orden de este Tribunal y como perteneciente a éstos actuados, del uno al diez de cada mes, con más la contratación y pago de una mutual para la Sra. Q. Dicha cuota cargará un interés equivalente a la tasa pasiva promedio mensual que fija el BCRA con más un dos por ciento mensual no acumulativo, desde que cada una se devengue y hasta su efectivo pago. La misma se establece en forma retroactiva a la fecha de la demanda reconvencional, 31/10/2006.La cuotas ya devengadas con más sus intereses deberán hacerse efectivas dentro del término de diez días de notificado el presente pronunciamiento. Asimismo deberá acreditar mensualmente en autos el pago del canon y vigencia del servicio de salud que contrate.- 6°) Imponer las costas al vencido, Sr. E. A. P.- 7°) Regular los honorarios de la Dra. B. M., provisoriamente, en la suma de pesos ocho mil ($ 8.000). Los estipendios fijados cargarán un interés equivalente a la tasa pasiva promedio mensual que fija el BCRA con más un dos por ciento mensual no acumulativo, desde que quede firme el presente pronunciamiento y hasta su efectivo pago. Protocolícese, hágase saber y dése copia”.El Tribunal sentó las siguientes cuestiones a resolver: 1ª) ¿Resulta procedente el recurso de apelación articulado por el Sr. E. A. P., por medio de su apoderado? 2ª) ¿Qué pronunciamiento corresponde dictar? De conformidad al sorteo de ley practicado, se estableció que el orden de emisión de los votos es el siguiente: Vocales Rosana A. de Souza, Julio Benjamín Avalos y Eduardo Héctor Cenzano.A LA PRIMERA CUESTION PLANTEADA la Sra. Vocal Rosana A. de Souza, dijo: I) La sentencia en recurso contiene una relación de causa que satisface acabadamente los recaudos formales, lo que permite la remisión a la misma, por razones de brevedad y a los fines de evitar repeticiones. Elevados los autos a este Tribunal, se ordenó el traslado contemplado en el art. 371 del C.P.C.C., expresando agravios el apelante, a través de su apoderado, en los términos del escrito de fs. 556/568 vta., contestándolos la contraria – mediante su mandataria- de conformidad al libelo obrante a fs. 571/577 vta., expidiéndose el Sr. Fiscal de Cámara a fs. 579. Llamados los autos a estudio (fs. 580), firme el decreto correspondiente y concluido aquél, el Tribunal se encuentra en condiciones de dictar sentencia.Cuestiona el apelante que la a quo haya admitido el divorcio por la causal de injurias graves –además de la causal de adulterio, cuya procedencia no discute- pues entiende que no ha existido otra conducta agraviante de su parte que logre configurar otra causal subjetiva de divorcio. En rigor, la sentenciante no individualiza hechos susceptibles de constituir injurias en los términos del art. 202 inc. 4° del Código Civil, sino que remite directamente a las consecuencias que afirma sufridas por la cónyuge como derivación del adulterio: padecimiento de angustia, trastornos de ansiedad y estado depresivo; que ha tenido dos intentos de suicidio e internaciones por depresión, que hubo de ser intervenida quirúrgicamente por hernia de disco en dos oportunidades, todo lo que considera constituyen hechos agraviantes “que tienen como nexo causal la conducta antijurídica y culpable de su marido, que tornan admisible el divorcio también por la causal de injurias graves por culpa exclusiva del esposo”.Las injurias, como causal de divorcio, son las ofensas o menoscabo de un cónyuge a otro, que se manifiestan por actitudes, palabras, conductas que, en general, importan agraviar a un esposo, pudiendo provenir del otro cónyuge o de un tercero, consintiéndolo aquél y pueden referirse a la persona de uno de ellos, a su familia, a sus costumbres, a su forma de ser y sentir (conf. ZANNONI, “Derecho de familia”, Tomo 2, ed. Astrea, 4ª edición, N° 682), o como lo ha reflejado reiterada jurisprudencia (ver cita de BELLUSCIO, “Manual de Derecho de Familia”, Abeledo Perrot, 10ª edición, N° 361) son toda especie de actos, intencionales o no, ejecutados de palabra, por escrito o por hechos, que constituyan una ofensa para el esposo, ataquen su honor, su reputación o su dignidad, hiriendo sus justas susceptibilidades. A la luz de estos conceptos, se advierte claramente que la sentenciante ha referido directamente a las consecuencias del adulterio para encuadrarlas en la causal de injurias, sin mencionar actitudes o conductas que tipifiquen el agravio. Si bien la reconviniente demandó fundada en las causales de adulterio e injurias graves, en el desarrollo que efectúa en el libelo introductorio de la demanda reconvencional sólo alude como hecho causante de la ruptura del matrimonio, al adulterio, y lo expresa categóricamente a fs. 21 vta. “y fue en verdad por esta infidelidad, la que luego confirmé con la partida de nacimiento del niño reconocido por mi esposo, que nuestro matrimonio terminó”. Así, si bien el adulterio infiere siempre una gravísima ofensa o menoscabo al otro cónyuge y, en rigor, todas las causales subjetivas de divorcio conllevan una injuria, lo cierto es que la contemplada específicamente en el inc. 4° del art. 202 del Código Civil como “injurias graves” cuando no se han invocado y acreditado hechos independientes que no encuadran estrictamente en las restantes, queda subsumida en aquella que ha sido aducida y ha podido ser comprobada, como –en el caso- el adulterio. Constituye una práctica común en la demanda de divorcio o separación personal, la de invocar junto a aquella causal, la de injurias graves, pues como la prueba directa del adulterio –unión sexual de uno de los cónyuges con un tercero- es de muy difícil obtención, requiriéndose generalmente recurrir a presunciones, si no se logra acreditar la violación al deber de fidelidad material, la comprobación de la existencia de una relación equívoca o confusa con un tercero podrá considerarse suficiente para configurar una lesión a la reputación o los sentimientos del otro cónyuge, conducta que encuadraría dentro de la causal de injurias graves, pero ello no significa que, acreditado el adulterio, el mismo hecho configure independiente y concurrentemente la injuria prevista en el inc. 4° de la norma citada, pues ésta queda subsumida en aquélla. Tal es lo que ha acontecido en autos: la reconviniente fundó la acción de divorcio en ambas causales, pero invocó un solo hecho, el adulterio de su cónyuge, el que quedó acreditado, por lo que la demanda fue correctamente acogida por esa causal, no correspondiendo agregar la de injurias graves por el mismo hecho, asistiendo razón en este aspecto al apelante, aunque no se advierte que la cuestión supere el plano meramente dogmático, ya que en nada modifica los efectos del acogimiento de la acción reconvencional y consecuente declaración de culpabilidad en el divorcio.II) Respecto de la indemnización por daño moral, el reconvenido apelante impugna su procedencia y subsidiariamente, la cuantía y los intereses fijados por la sentenciante. Aduce que de la prueba producida –específicamente de la historia clínica de la Sra. Q.se desprende la preexistencia de enfermedades psiquiátricas y la incidencia negativa de una situación familiar que se refiere concretamente al suicidio de una hermana y no al adulterio, concluyendo que no se ha demostrado con grado de certeza la incidencia de la causal aludida en los agravamientos de la enfermedad de la reconviniente, no habiéndose probado tampoco que haya actuado como concausa de los padecimientos morales de la Sra. Q.; en definitiva, que no hay prueba ni siquiera indiciaria que vincule el adulterio con los sufrimientos aducidos.Sobre el particular –como hube de analizarlo en un proceso similar, hace unos años, siendo titular del Juzgado de Primera Instancia y Cuarta Nominación de esta ciudad- la doctrina y jurisprudencia nacionales se han expedido en sentido diverso, asumiendo -un sector dominante- una posición amplia frente al tema, arguyendo básicamente que las normas que regulan la responsabilidad civil por actos ilícitos se aplican en materia de divorcio, pues sus causales configuran actos ilícitos; no existe razón que permita excluir al matrimonio -y al divorcio- del ámbito del derecho de daños; siendo que nuestro sistema se caracteriza por una marcada atipicidad del ilícito, el silencio del legislador respecto de la indemnización del daño derivado del divorcio no puede ser interpretado como rechazo de tal reparación; cuando uno de los cónyuges incurre en alguna de las causales taxativamente determinadas por el art. 202 del Código Civil, obra antijurídicamente pues viola deberes emergentes del matrimonio susceptibles de dar lugar a la sanción civil del divorcio, por lo que, si el hecho ilícito causa además un daño objetivamente cierto a la persona del inocente, no existe impedimento para penetrar en el campo aquiliano y no importa con ello sancionar dos veces el mismo comportamiento, pues la reparación del daño moral no tiene naturaleza sancionatoria sino resarcitoria y puede conjugarse con otras penalidades que no son incompatibles con ella (así, SALAS, ACUÑA ANZORENA, COLOMBO, SPOTA, REBORA, LOPEZ DEL CARRIL, BUSTAMANTE ALSINA, BOSSERT, BARBERO, MOSSET ITURRASPE, BELLUSCIO, MENDEZ COSTA, TRIGO REPRESAS-STIGLITZ, RIVERA, KEMELMAJER DE CARLUCCI, entre otros); por otro lado, quienes rechazan la indemnización por daño moral en el divorcio (BORDA, BIBILONI, ESCUTI PIZARRO, LOPEZ ARAMBURU, DIAZ DE GUIJARRO, VIDAL TAQUINI) sosteniendo que: razones de moral y buenas costumbres impedirían tal resarcimiento; el derecho de familia se rige por principios propios, en la mayoría de los casos de carácter imperativo y por tal motivo, sólo podrían aplicarse las sanciones que en forma autónoma y específica admite la ley sin que por vía analógica se puedan utilizar las previstas para situaciones jurídicas distintas, de carácter patrimonial, contractual o extracontractual; cuando el legislador ha querido determinar la procedencia de los daños y perjuicios en materia de derecho de familia, lo ha consignado expresamente, tal lo que sucede en materia de nulidad de matrimonio; la noción de culpa en materia de divorcio, resultaría cuestionable como fundamento de una pretensión resarcitoria; "cuando el amor que unió al matrimonio desaparece, muere, comienzan los silencios, la falta de comprensión, la indiferencia, las actitudes despectivas, los gritos, los insultos… y pronto se está a un paso del abandono o adulterio. Pero hasta llegar a ello, quizás durante muchos años, ambos cónyuges incurrieron en conductas 'culpables', desconocidas para el juez, quien, por más análisis profundo que haga en la causa, jamás llegará a saber la verdad de lo ocurrido, no obstante lo cual, declarará, conforme a derecho, quién tuvo la culpa" (CNCiv., en pleno, 20/09/94, JA, 1994-IV549); la admisión de la reparación del daño moral en materia de divorcio, con criterio flexible, podría terminar en una proliferación no deseable de juicios de divorcio contencioso, orientados principalmente a la obtención del resarcimiento, lo que determinaría una inevitable causa de agravación de conflictos familiares, que estaría en pugna con la filosofía del sistema del derecho de familia, en relación al divorcio (síntesis de lo expuesto por el Dr. PIZARRO en "Daño Moral", págs. 516 y ss.; citas de jurisprudencia en uno y otro sentido en MENDEZ COSTA, "Separación personal, divorcio y responsabilidad civil. Sus fundamentos" publicado en "DERECHO DE DAÑOS", Ediciones La Rocca, págs. 637 y ss.). Por último, una doctrina más moderada, delineada por CIFUENTES, con aportes y matices de ZANNONI, GROSMAN y RINESSI -a la que adhiere también PIZARRO en la obra citada y cuyos fundamentos comparto- advierte sobre la necesidad de diferenciar las causales de separación personal o divorcio vincular, como supuestos idóneos para determinar dichos efectos, de su incidencia como posible factor que genere derecho a la reparación del daño patrimonial o moral; las conductas que configuran causales de separación personal o de divorcio, aunque puedan ser imputables a uno de los cónyuges, suelen ser el resultado de desencuentros compartidos, que llevan a la quiebra del proyecto matrimonial, en los que la búsqueda de "un culpable" constituye una tarea frecuentemente insensata; sólo la falta de amor puede ser la causa que motive la destrucción de vínculos afectivos y espirituales tan particulares y sensibles, por los que transita el matrimonio a través de sus distintas etapas y que se componen de valores necesarios para la vida en común… sobrevienen entonces las injurias, los agravios, las ofensas y el fin de un proyecto de vida comunitaria, que se materializa en una separación personal o en el divorcio vincular; tales desencuentros pueden dar lugar a la frustración del proyecto común, a la imputación de culpabilidad en la separación o en el divorcio, con las consiguientes sanciones específicamente previstas en el derecho de familia, pero no deben ser necesariamente fuente de un resarcimiento autónomo derivado de la aplicación de los principios de la responsabilidad extracontractual; la sola configuración de las causales de divorcio no es suficiente por sí sola para generar un derecho a la reparación del daño moral a favor del cónyuge inocente; sólo en casos particulares puede proceder la reparación del daño moral (y patrimonial) cuando éste derive de la lesión a derechos personalísimos (integridad psicofísica, intimidad, honor, etc.) y tenga una fuerza dañadora "muy punzante" en el prestigio, en las esencias comunes espirituales, en lo físico u orgánico, pero en tales casos el damnificado tendrá derecho a reparación, no en su calidad de cónyuge, sino como cualquier persona afectada por un hecho ilícito extracontractual; en definitiva, sólo son resarcibles aquellos supuestos que se caracterizan por "la índole dolorosa y acentuada del ataque, que sobrepase la mera relación matrimonial en sus implicancias, culpas y quiebras… sólo es dable considerar más allá de las sanciones propias al régimen del divorcio, las que entrañen un verdadero grave ataque a la persona del cónyuge inocente, porque ésta es tal como cualquiera (soltero, viudo, trabajador o empleador, casado, divorciado, etc.); la relación matrimonial no puede servir de puente a un detrimento moral autónomo que no sea reparado, cuando ese detrimento es superior en su gravedad al que produce la mera ruptura del matrimonio y sus consecuencias legales" (CIFUENTES, "El divorcio y la responsabilidad por daño moral", LL, 1990-B805 a 810). Sostuvo el jurista precedentemente citado en su voto en disidencia como integrante de la Sala C de la Cámara Nacional Civil, en sentencia de fecha 17 de mayo del 1988 (publicada en LL, 1988-D-376 y ss., con nota de BUSTAMANTE ALSINA), que me permito transcribir parcialmente, que "el matrimonio como acto jurídico, trayectoria vida, derechos y obligaciones que lo acompañan, pero, particularmente, causales de rompimiento en el origen y entraña de la desunión que lleva al divorcio de los cónyuges, no tiene ni por asomo semejanza con lo que ocurre en otros ámbitos negociales, ni con lo que ocurre frente a la responsabilidad por hechos ilícitos o por incumplimientos contractuales. No es igual, ni lo puede ser la injuria de la calle, la lesión personal y el ataque a la ofensa a la persona, o la mora contractual que la injuria del cónyuge y en general la generación de las causas que motivan la separación y el divorcio. Y no es lo mismo porque en un caso se necesita el daño, la imputabilidad y la autoría (voluntad sana) -previo examen de la relación de causalidad- para que nazca el correspondiente derecho a obtener la reparación. En el otro hay una conjugación de comportamientos recíprocos singulares, que parten de la muy entrañable pasión del amor y que llegan al trato de todos los días, en la convivencia (casa, mesa y lecho); en la interferencia intersubjetiva (al decir de Cossio) del hombre y de la mujer unidos en matrimonio. …Pues bien, la ruptura de todas esas filiaciones espirituales, tan especiales y delicadas, o de alguna tan solo, puede ser la causa de la ruptura, del enojo y de la culpa; por contrapartida de la inocencia declarada en un fallo judicial. Ninguna, por sí sola al margen de la unión matrimonial y sus implicancias, podría generar un derecho al resarcimiento de daños materiales o morales. De ahí que me convence la idea de la especialidad en el orden jurídico, y la necesidad de aguzar los sentidos y la interpretación, cuando pretende trasladar la solución común al desenlace matrimonial. …En concreto: el divorcio no es causa de resarcimiento, pero los hechos que llevaron al divorcio, cuando ellos tienen fuerza dañadora muy punzante, en el prestigio, en las esencias comunes espirituales, en lo físico u orgánico, podría verse, además malogrado la unión conyugal, una lesión al bien moral que debe ser compensada con carácter autónomo. …Pues, en estos supuestos de gravedad se penetra en los dos regímenes, el matrimonial por un lado, con el divorcio como término final, y el daño a la persona al margen del divorcio que no puede quedar impune, pues se ha sobrepasado la protección y el derecho del inocente que viene por línea del régimen normativo de la familia…". Un fallo plenario de la Cámara Nacional de Apelaciones en lo Civil, por mayoría, resolvió que es reparable el daño moral que es consecuencia de hechos que dieron causa al divorcio (CNCiv., en pleno, 20/09/94, en LL 1994-E-538), aunque –opina ZANNONI (obra citada, N° 816)que la doctrina legal se expresa con generalidad y apriorismo, pero que cada caso exigirá el análisis del juez quien, a lo sumo, no podría desestimar la procedencia formal del reclamo resarcitorio, aunque después lo rechace en lo sustancial por considerar no configurados los daños. Afirma este autor que a la vista de esa doctrina, es prudente realizar un análisis detenido acerca de los casos en que los hechos que determinaron el divorcio o la separación personal pueden ser considerados como causa de daño resarcible y que puede afirmarse apriorísticamente que tales hechos serán fuente de resarcimiento en la medida en que hayan constituido lesión o menoscabo de derechos personalísimos. Pero –agrega- quizás no se ha advertido suficientemente que la reparación, en ese caso, se desenvuelve en un ámbito autónomo al que determina su eventual invocación como causa de separación personal o de divorcio y que la gravedad de las afrentas a la integridad personal o al honor y dignidad del ofendido o la medida del escándalo que daña la propia imagen y la consideración ante los demás, son cuestiones de hecho que no pueden ser categorizadas a priori. Destaca que ello no excluye que quepa, en el análisis de los casos particulares, discernir acerca de la reparabilidad de verdaderos daños, incluyo aquellos patrimoniales (aunque sean causados indirectamente), que se hayan infligido por uno de los cónyuges al otro, pero que aún así esa reparabilidad se sitúa con independencia de las pretensiones que naturalmente fundan la separación personal o el divorcio vincular, ya que la causa del divorcio, como tal, no tiene por qué constituir causa de un resarcimiento económico.Siguiendo tan convincente y fundado -desde la misma axiología del derecholineamiento de ideas, concluyo que para la procedencia de la indemnización reparatoria por daños en el divorcio o en la separación personal, resulta necesario que los mismos hechos configurativos de la causal o causales que autorizan aquéllos, constituyan per se al mismo tiempo hechos dañosos que, analizados desde los presupuestos de la responsabilidad civil y conformados los mismos, generen para el cónyuge autor la obligación de responder por sus consecuencias.Ello así, en el caso en estudio, en el marco de un desordenado libelo por el que se introdujo la acción reconvencional, la Sra. Q. expresó que luego de la confirmación de la infidelidad de su esposo, la de la llegada de un hijo extramatrimonial de éste, sus problemas de salud se agravaron; relata que cayó en una gran depresión, estuvo internada, padeció de una hernia de disco de la que hubo de ser intervenida y que volvió a aparecer. Explica BUSTAMANTE ALSINA (“Teoría General de la Responsabilidad Civil”, 3ª edición, Abeledo Perrot, N° 556), siguiendo a ORGAZ, que la distinción entre daño patrimonial y daño moral radica sobre los resultados o consecuencias de la acción antijurídica: si ésta ocasiona un menoscabo en el patrimonio, afectando su actual composición o sus posibilidades futuras, el daño es material o patrimonial aunque el derecho atacado sea inmaterial; si, en cambio, no afecta al patrimonio pero lesiona los sentimientos de la víctima, existe daño moral y no patrimonial, tomando entonces como base el concepto de daño que es el que interesa a los fines del resarcimiento. Por ello define el daño moral como la lesión en los sentimientos que determina dolor o sufrimientos físicos, inquietud espiritual, o agravio a las afecciones legítimas y en general toda clase de padecimientos insusceptibles de apreciación pecuniaria. Bajo esa óptica, las angustias que relaciona la reconviniente son en su gran mayoría consecuencias del agravio moral que invoca y no el daño mismo, a lo que se suma que todas las dolencias referidas en la historia clínica remontan a los años 2004-2006, siendo que el episodio desencadenante de la ruptura matrimonial invocado en la demanda reconvencional (cuando tomó conocimiento del adulterio de su cónyuge por una llamada telefónica) ocurrió en diciembre de dos mil uno. Sin embargo, las circunstancias que en este caso rodearon al hecho del adulterio –no discutido en esta instancia- adquieren ribetes que son idóneos para haber causado un grave agravio a la cónyuge reconviniente, que merece ser reparado. Así, la testigo J. P. M. (fs. 244/246), sobrina de aquélla, relata que luego de que la Sra. Q. y sus hijos volvieran de San Luis –hecho tampoco controvertido en cuanto a que en un primer momento se trasladó solo el Sr. P. y bastante tiempo después su grupo familiar, el que permaneció un corto lapso y regresó a esta ciudad- varios meses después “intentan rearmar o reconstruir la familia” y, aunque P. no volvió a vivir junto a ellos porque seguía trabajando en la vecina provincia, venía todos los fines de semana, hasta lo ocurrido el treinta y uno de diciembre de dos mil uno, luego de lo cual la Sra. Q. se desmoronó, cayó en depresión e intentó dos veces suicidarse, por lo que estuvo internada. C. R. A. (fs. 249/250), amiga del matrimonio, es concordante con la primera en relatar que después del regreso de la familia de San Luis (no recuerda cuánto tiempo pasó) “se proponen reconstruir su matrimonio”, que ella y su marido iban a visitarlos pero que no duró mucho, porque recibió una llamada de una mujer que le dice que era la amante de E. y que esperaba un hijo de él. También la hermana de la Sra. Q., P. A. Q. (fs. 251/252 vta.), quien tuvo una intervención muy activa cuando su hermana viajó a San Luis y luego hubo de volver con sus hijos, refiere que “al tiempo que ella estaba aquí él le propuso intentar nuevamente reconstruir el matrimonio pues estaba arrepentido de lo que había hecho y comenzaron a tratar de mejorar y recuperar su matrimonio”, hasta el treinta y uno de diciembre de dos mil uno a la tarde, en que recibió la aludida llamada. Que a partir de allí se destruyó nuevamente todo y en forma definitiva, que “S. empeoró mucho su salud, se sintió ultrajada y traicionada por su esposo que estaba con ella tratando de recomponer la pareja y tenía otra mujer embarazada en Villa Mercedes”. De todo ello se infiere que no es la configuración del adulterio como causal del divorcio el hecho productor del daño moral reclamado, sino las particulares circunstancias que rodearon la situación: esto es, que habiéndose propuesto recomponer la relación matrimonial y en pleno intento por lograrlo, la Sra. Q. recibió la llamada por la que supo simultánea y súbitamente de la existencia de una relación extramatrimonial de su esposo y del estado de gravidez de la mujer vinculada con aquél. Estos hechos revisten entidad y gravedad suficiente como para haber causado las mortificaciones que refieren las testigos que sumieron a la reconviniente en un estado de depresión cuyas manifestaciones más relevantes fueron dos intentos de suicidio unos pocos años después, siendo indiferente que hayan coadyuvado otras causas en la sumisión en ese estado, pues basta la idoneidad de los hechos dañosos para provocar la consecuencia lesiva, sin perjuicio de que la coexistencia de otros factores sea tenida en cuenta a la hora de ponderar el quantum indemnizatorio. A todo esto cabe agregar que el Sr. P. ninguna prueba aportó en aras de corroborar su versión de los hechos proporcionada al contestar la acción reconvencional, siendo que nada obstaba a que produjera prueba dirigida a corroborar que la separación era anterior a su vinculación sentimental con otra persona y que, pese a la cordialidad que reconoce mantenía en el trato con su esposa e hijos, la situación era clara y no existía el propósito de recomponer la relación matrimonial mientras se mantenía otra paralela de la cual tenía un hijo en gestación.III) Ahora bien, concluyendo entonces que es resarcible el daño moral ocasionado a su cónyuge con la conducta descripta, cuyos ribetes exceden la estricta configuración del adulterio como causal del desquicio conyugal, sino que -al menos- desaprensiva y desconsideradamente se provocaron padecimientos en aquélla que podría el Sr. P. haber evitado obrando con la prudencia de no generar un clima de reconciliación en la situación en que se encontraba, se conforman los presupuestos de la responsabilidad civil que autorizan la procedencia de la acción resarcitoria, resta analizar si el monto fijado por la primera sentenciante es excesivo como lo objeta el apelante.Hemos dicho reiteradamente (entre otros, Sentencia N° 93 del 28/11/2007; Sentencia N° 116 del 29/11/2010; Sentencia N° 22 del 27/04/2012) en relación a la valuación de la indemnización por daño moral, siguiendo las enseñanzas de ZAVALA DE GONZALEZ (“Resarcimiento de daños”, Tomo 4, “Presupuestos y funciones del derecho de daños”, pág. 502) que no media nexo demostrable entre la entidad del daño y la importancia de la condena, porque no puede haberlo entre un mal espiritual y un bien dinerario (debe afrontarse un salto sin puente que una los extremos). Son perceptibles las diferencias entre los diversos daños morales, y surge una natural convicción de que frente a uno grave corresponde una reparación mayor que respecto de otro más leve; pero no hay antecedente lógico o axiológico que permita valorar si una indemnización es elevada o reducida, ajustada o desproporcionada. También el más alto Tribunal provincial se ha pronunciado en el mismo sentido: "…Evaluar el daño moral significa medir el sufrimiento humano. Esto no sólo es imposible de hacer en términos cuantitativamente exactos, sino que es una operación no susceptible de ser fijada en términos de validez general o explicada racionalmente. Cada juez pone en juego su personal sensibilidad para cuantificar la reparación, la cantidad de dinero necesaria para servir de compensación al daño. Es la que sugiere caso por caso su particular apreciación y comprensión del dolor ajeno" (TSJ, Sala C y C, Sentencia Nº 30 del 10/04/2001, publicada en LLC 2002, 56, citando doctrina de la misma sala: A.I. N° 586, del 20/11/1989; Sentencia N° 68 del 12/12/1986; Sentencia N° 37 del 4/6/1997). Dijimos entonces que revisar la suficiencia o insuficiencia de la cuantificación del daño moral hecha por los tribunales inferiores, es una tarea que ofrece muchas dificultades y que su corrección encuentra justificación sólo en caso de indemnizaciones excesivamente bajas o altas en relación a la realidad económica y las circunstancias del caso, porque de lo contrario va a resultar imposible demostrar error en la decisión del a quo, que justifique la enmienda del fallo. La demostración de este extremo exige del recurrente una concreta enumeración de las circunstancias y motivos que hubieran justificado fijar una indemnización mayor o menor que la acordada.En ese intento, el apoderado del apelante se basa en la inexistencia de la causal de injurias graves, lo que a su entender disminuiría el monto de la condena, como así también en la preexistencia de enfermedades psiquiátricas de la Sra. Q. Recurre igualmente al método comparativo trayendo como parámetros los montos de resarcimientos fijados como indemnizaciones por otros hechos lesivos y asimismo en un supuesto similar al de autos. Con ello, ha logrado conjugar un elenco de motivos que justifican la revisión de la indemnización fijada por la a quo a favor de la actora. En primer lugar, la juzgadora tuvo en cuenta para ponderar el quantum del daño moral que el cónyuge culpable violó el deber de fidelidad y “probado la causación de injurias graves en la cónyuge”, respecto de lo cual, como anteriormente lo dije, las señaladas por la sentenciante –que reitera al abordar el tratamiento del daño moral- no son injurias tipificantes de la causal de divorcio, por lo que tampoco pueden tener incidencia como tales a la hora de justipreciar el daño, máxime si –como se concluyó- no basta la sola configuración de la causal para la resarcibilidad del daño. De otro costado, también es cierto que la repercusión del agravio en el estado de salud psicofísica de la reclamante no fue exclusiva, sino que confluyeron otros factores en el síndrome depresivo que produjeron su agravamiento entre tres y cinco años, aproximadamente, después de las circunstancias que estamos reconociendo como lesivas (tiempo y modo en que se produjo la ruptura del vínculo matrimonial por el adulterio), tal como dan cuenta las constancias obrantes en la historia clínica de fs. 279/305 (las copias agregadas por la reconviniente a fs. 172/175 no fueron debidamente corroboradas con la informativa pertinente). Ello así y tomando también como parámetro las indemnizaciones fijadas en otros pronunciamientos para situaciones similares, se obtiene la siguiente información: Cámara de Apelaciones de Esquel (06/07/09), caso de adulterio y violencia familiar, $ 5.000; Cámara de Apelaciones en lo Civil, Comercial y de Minas de San Juan, Sala II (07/10/08), por injurias, $ 10.000; Cámara Nacional de Apelaciones en lo Civil, Sala D (03/02/06), en supuesto de grave violencia familiar en contra de la esposa e hijos, $ 30.000; Cámara Nacional en lo Civil, Sala A (22/05/06), habiendo mediado injurias de gravedad, $ 20.000; Cámara Nacional de Apelaciones en lo Civil, Sala M (17/12/10) en caso de violencia física, confirma la sentencia de primera instancia que fijaba el daño en $ 40.000. Los cuatro primeros casos fueron obtenidos de La Ley Online, herramienta Cuantificación del daño y el último se encuentra publicado en Semanario Jurídico N° 1798 de fecha 17/03/11. Evaluando que el promedio de estas indemnizaciones arroja la cantidad de $ 21.000, pero ponderando también la proporcional incidencia de la gravedad de cada una de las situaciones y las particularidades del caso que nos ocupa anteriormente puestas de relieve, estimo prudencialmente justo reducir el importe del resarcimiento del daño moral fijado por la a quo a la suma de pesos Quince mil ($ 15.000).IV) Impugna también el apelante la adición de intereses al daño moral que dispuso la sentenciante, aduciendo –con respaldo de jurisprudencia de la Suprema Corte de la Provincia de Buenos Aires- que se ha violado el principio de congruencia porque la demandada reconviniente no ha reclamado los intereses del capital en concepto de daño moral. Asiste razón al apelante: los intereses no fueron objeto de la pretensión y por ello su inclusión en la condena importa conceder a la parte más de lo reclamado, afectándose la congruencia en el objeto. La situación presentada en el precedente traído a colación por la apoderada de la Sra. Q. al contestar la fundamentación del recurso de la contraria (Sentencia N° 9 del 05/03/2008 en autos "NIEVAS NELSON DANIEL C/ DANIEL SAVINI Y S.A. TRANSPORTE CIUDAD DE RIO CUARTO - DAÑOS Y PERJUICIOS") fue excepcional, la decisión fue adoptada fundamentalmente en resguardo de la reparación integral atendiendo a la naturaleza del daño de que se trataba y, principalmente, lo que autorizó al Tribunal a decidir la incorporación de los intereses, fue que el actor expresamente había reclamado la integralidad de la indemnización, al precisar en su demanda que perseguía “la reparación de todos los perjuicios sufridos de conformidad con el art. 1069” (del Código Civil), y –agregamos- “no hay dudas que sólo hay reparación integral cuando se indemnizan las pérdidas sufridas por una persona y los intereses que dicha indemnización devenga”, por lo que –en ese caso- entendimos que atenerse a la omisión del pedido “con más sus intereses” (insisto, expresamente contenidos en el primer párrafo del 1069), constituía sin dudas un excesivo rigor formal.En el presente, lisa y llanamente los intereses no integran la petición, por lo que incluirlos en la condena importaría permitir que se quiebre el principio de congruencia. El Tribunal Superior de Justicia se ha pronunciado al respecto (Sala C y C, AI N° 196 del 15/09/05, Semanario Jurídico 1530 del 20/10/05, pág. 563), sosteniendo: “…si bien es cierto que el art. 622, CC, consagra un régimen específico para el interés moratorio, en virtud del cual puede colegirse la presunción legal del perjuicio, y la relación causal de éste con el retraso imputable al obligado, ello no parece justificar la innecesariedad de una decisión expresa que los mande a pagar, fijando la tasa pertinente, cuando la deuda dineraria o de valor ha sido motivo de un reclamo jurisdiccional, y no existe pacto alguno sobre la alícuota de la tasa ni una ley especial que la establezca. Pero, además de esta circunstancia, lo cierto es que este sistema "forfatario" de indemnización del perjuicio por mora en la obligación dineraria, no obsta a la necesidad de que el interés moratorio sea reclamado en la demanda como condición sine qua non para formar parte de la condena en la sentencia. Se advierte acerca de tal presupuesto, pues verificados los términos del escrito introductorio que puso en marcha este proceso, no se observa la existencia de un reclamo de intereses…”. Lo propio ocurre en el supuesto de autos: en ningún pasaje del escrito de reconvención se hace referencia a los accesorios del monto reclamado como daño moral, el que sólo se dejó supeditado al criterio del juzgador y a las resultas de la prueba (fs. 24 y punto 6 del petitum a fs. 24 vta.), por lo que en manera alguna puede considerarse que exista reclamo siquiera implícito de intereses. En consecuencia, la suma de dinero en la que queda fijado el resarcimiento por daño moral, devengará el interés a la tasa fijada en la sentencia desde la fecha de ese pronunciamiento y no como lo dispusiera la a quo.V) Ataca también la sentencia el actor reconvenido por el monto en el cual la a quo fijó la cuota alimentaria a favor de su cónyuge. En primer lugar, se advierte que el apelante no discute la procedencia de la prestación, sino el quantum de la misma, desde cuándo habrá de devengarse y los intereses adicionados por la juzgadora, quien fijó la cuota en la suma de pesos Dos mil quinientos ($ 2.500) mensuales retroactiva al día de la demanda reconvencional, con más el pago de la mutual, ordenando se descuenten de la misma los montos abonados durante los seis meses en que tuvo vigencia la cuota de pesos Doscientos cincuenta ($ 250) a favor de la Sra. Q., fijando intereses de los que me ocuparé más adelante. Para arribar a esa cantidad, tuvo en cuenta –además de la situación de la reclamante- que al obligado declarado culpable corresponde efectuar el aporte dinerario necesario para que la cónyuge inocente pueda vivir de manera similar a como lo haría durante la vigencia del matrimonio, que no se pudo acreditar la situación laboral del Sr. P., pues de la informativa producida no surge dónde trabaja ni cuánto gana. Valora dichos de los testigos: que el matrimonio gozaba de un muy buen nivel de vida, que el reconvenido ostenta un cargo importante en una empresa prestataria de servicios de salud, que además tiene emprendimientos comerciales con otra persona. Pondera que la carga de demostrar sus ingresos pesaba fundamentalmente sobre él, pero que ninguna manifestación ni probanza efectuó a esos fines, siendo que era quien estaba en óptimas condiciones de acreditar el hecho. Tuvo también en cuenta como hecho no controvertido que ambas partes son contestes en afirmar que el traslado a San Luis fue para mejorar sustancialmente sus ingresos. Esto es criticado por el apelante, sosteniendo que resulta una afirmación dogmática y que ni siquiera ha sido afirmado por la demandada. Si bien ésta al contestar la demanda y reconvenir, expresó que en el año 1997 su esposo se trasladó a la Provincia de San Luis donde trabaja como gerente de FEMESA SALUD (fs. 21), aunque no dijo que fuera para mejorar sustancialmente sus ingresos, obviamente, si la motivación eran razones laborales se infiere han sido mejores a las que tenía en esta ciudad; luego, al contestar la reconvención, P. –a través de su apoderado- reconoció que en el año 1997, por razones laborales debió dejar esta ciudad, “ya que una buena oportunidad de trabajo lo llevó a la Provincia de San Luis” (fs. 48 vta.), se observa que la afirmación de la a quo, aunque utilizando otros términos para expresarse, no merece la descalificación que (sin aparente objetivo) el apelante efectúa. Del mismo modo, la inferencia de la sentenciante en cuanto a que los ingresos del cónyuge culpable debieron haber aumentado “en el transcurso de estos cuatro años conforme el costo de vida”, se funda en elementales reglas de experiencia y deriva de la total orfandad de actividad probatoria por parte de aquél quien obviamente se encontraba en condiciones de acreditar su situación patrimonial. Repárese que al reclamar alimentos en la acción reconvencional, con fundamento explícito en la normal del art. 207 del Código Civil, la Sra. Q. expresó que su esposo ha pagado mensualmente la suma de pesos un mil doscientos a favor de sus tres hijos que quedaron a su cuidado; que durante los últimos años de convivencia, los ingresos mensuales de aquél eran de aproximadamente pesos Ocho mil mensuales, ya que trabajaba de gerente de Femesa Salud, siendo además socio de P. A. SA. o A. P. S.A., firma dedicada a prestar servicios al Colegio Médico de San Luis y que además explotaba un pub con su socio; que el nivel de ingresos era muy alto y su nivel de vida familiar era “más que bueno” y al contestar el traslado de la reconvención (fs. 48/50), nada, absolutamente nada dijo acerca de la cuota alimentaria reclamada en aquel libelo como alimentos a favor del cónyuge inocente, sin perjuicio de que la cuota provisoria ya había sido acordada en la audiencia de la que da cuenta el acta de fecha catorce de diciembre de dos mil seis (fs. 31 y vta.). Por ello, las afirmaciones contenidas en la sentencia que son objeto de crítica por el apelante, encuentran indudable respaldo en la presunción que emerge de la falta de contestación de la pretensión alimentaria, que resulta más contundente aún ante la falta total de elementos probatorios por parte del recurrente, que sin lugar a dudas era quien en mejores condiciones se encontraba de producir la prueba de su situación patrimonial. A ello cabe agregar que, en virtud del carácter esencialmente provisional de la obligación alimentaria y de que la resolución jurisdiccional acerca de la misma no causa estado, siempre queda abierta al alimentante la vía de su revisión en base a la invocación y acreditación de una situación diversa de aquélla que fuera tenida en cuenta al tiempo de resolver, del mismo modo que al alimentado asiste el derecho de solicitar, por idénticos motivos, un incremento en el valor de la prestación.Se queja también el apelante de que el monto de la cuota haya sido fijado con carácter retroactivo a la fecha de interposición de la acción reconvencional. Razona que, si con anterioridad sus ingresos eran menores –ya que la a quo coligió que habían aumentado conforme el costo de vida- consecuentemente también era menor la cuota alimentaria. Luego, propone sea debida desde la notificación de la sentencia de divorcio, por los efectos constitutivos de ésta. La obligación alimentaria contemplada en el art. 207 del Código Civil como efecto de la separación personal, es también aplicada en el divorcio vincular, conforme lo dispone el art. 218 del mismo ordenamiento, no obstante la disolución del vínculo, imponiendo la norma el deber de asistencia entre los ex cónyuges cuando se ha decretado el divorcio por culpa de uno de ellos, en aras de proteger al otro, inocente en la ruptura, permitiéndole mantener el nivel de vida del que gozaba en el matrimonio. La naturaleza prioritariamente asistencial que conserva la obligación impuesta por el aludido art. 207 del ordenamiento común es la que signa el momento a partir del cual es debida, pues como deber de carácter alimentario se debe pagar desde el momento en que fueron demandados. En el caso, son debidos desde la interposición de la acción reconvencional, tal como lo estableció la a quo.Ahora bien, ello no obstante, como el monto fue estimado por la sentenciante al tiempo de dictar la sentencia impugnada, lo que se desprende de la conclusión expresada en estos términos: “…considero que tiene ingresos suficientes que le permiten abonar una cuota alimentaria de $ 2.500 por mes con más el pago de la mutual…”, de ninguna manera podría devengar el interés fijado por la juzgadora desde la promoción de la reconvención. Si a ello se suma que tampoco para este rubro la reconviniente solicitó la aplicación de dichos accesorios, por lo que son aquí aplicables las consideraciones efectuadas respecto de los intereses fijados para el daño moral, concluimos que corresponde dejar sin efecto, recibiendo favorablemente el planteo que formula el apelante al respecto, tanto los intereses ordenados sobre las cuotas devengadas desde la demanda reconvencional, cuanto así también el dispuesto para las cuotas futuras. Ello, claro está, sin perjuicio de los intereses que corresponda calcular a la misma tasa fijada en la sentencia opugnada, desde la fecha de dicho pronunciamiento hasta el pago efectivo de la suma pertinente y dejando a salvo el derecho de las partes de solicitar – respectivamente alimentaria y alimentante- el incremento o disminución de la cuota, por la vía incidental.VI) Se queja también el recurrente de la imposición de costas dispuesta en la anterior instancia, invocando la existencia de vencimientos mutuos y la aplicación del art. 132 del ordenamiento procesal. Aún cuando corresponde reexaminar la distribución de las costas en virtud de las modificaciones que se introducen a la sentencia en crisis, entiendo que debe confirmarse la imposición de dicha carga al actor reconvenido. Ello es así, pues no puede dejarse de tener en cuenta que el éxito a que hace referencia el art. 132 del C.P.C.C. debe ser medido con criterio jurídico y no aritmético y que la determinación del importe a resarcir en concepto de daño moral obedece a estimaciones dependientes del prudente arbitrio judicial (conf. VENICA, “Código Procesal Civil y Comercial”, Tomo II, pág. 65); en definitiva, el rubro que se acoge por un monto sustancialmente inferior al pretendido por la reconviniente, participa de aquella naturaleza y no corresponde sopesar que el divorcio no se decrete también por la causal de injurias graves, ya que esto no modifica el resultado del pronunciamiento y, como se dijo, se entiende subsumida en la causal de adulterio; con respecto a los intereses, al no haber integrado el reclamo, no puede entenderse que haya rechazo de pretensión alguna. Por ello, frente a la contundencia del éxito obtenido por la demandada reconviniente, en una valoración efectuada con criterio jurídico, carece de toda relevancia para revertir el vencimiento y la condigna regla de imposición de las costas al vencido, tal como lo aplicó la primera sentenciante.VII) Párrafo aparte merece la pretendida adhesión al recurso por parte de la apoderada de la Sra. Q. (fs. 577 vta.), no obstante que –aunque no se le imprimió trámite ni se pronunció este Tribunal al respecto- no fue instado su proveimiento por la interesada. En primer lugar, la adhesión se centra en que la a quo habría omitido regular honorarios a la letrada “por la contestación de la demanda, por la reconvención y por la fijación de alimentos”, lo que, haciendo al interés exclusivo de la profesional, debió haberse presentado por su propio derecho y cumpliendo los recaudos del art. 88 del código de forma, lo que omitió hacer. En segundo lugar, la adhesión permitida por la ley arancelaria escapa al presupuesto de este modo excepcional de apelación que supone un fallo parcialmente favorable a ambas partes y una apelación en vía principal, de modo que las dos asumen la doble condición de apelante y apelado, recíprocamente, lo que no se configura respecto de los honorarios que no han sido fijados como colofón de un proceso regulatorio. Por último, tampoco se configura el pretendido agravio, desde que la regulación practicada es provisoria y siempre queda a salvo su derecho a solicitar las regulaciones complementarias que estimare le corresponden. Por si ello fuera poco, como consecuencia de las resultas de la apelación de la contraria que hemos venido tratando, debe dejarse sin efecto la regulación de honorarios practicada en la sentencia apelada, procediéndose a practicarlas ex novo atendiendo a las modificaciones que se introducen al pronunciamiento venido en recurso.En definitiva y en virtud de lo expuesto, el recurso que ha venido siendo objeto de tratamiento debe prosperar dejándose sin efecto la inclusión de la causal de injurias graves del divorcio decretado, reduciéndose el monto indemnizatorio del daño moral y revocándose los intereses fijados, sin perjuicio de los que corresponda calcular desde el pronunciamiento apelado hasta el pago efectivo de los rubros pertinentes. Por ello, expido mi voto parcialmente por la afirmativa a la primera cuestión puesta a consideración de los miembros del Tribunal.Los señores Vocales Julio Benjamín Avalos y Eduardo H. Cenzano, dijeron que adherían al voto precedente y por análogas razones se pronunciaban en el mismo sentido.A LA SEGUNDA CUESTION PLANTEADA la Sra. Vocal Rosana A. de Souza, dijo: A mérito del resultado obtenido de la votación a la cuestión precedente, corresponde acoger parcialmente la apelación interpuesta por el actor reconvenido y, en consecuencia, revocar la sentencia apelada en cuanto incluye como causal del divorcio las injurias graves y fija intereses sobre los rubros daño moral y cuota alimentaria pasada y futura, sin perjuicio de los que corresponda aplicar a la tasa fijada, desde dicho pronunciamiento y hasta el efectivo pago de las sumas pertinentes. También se modifica el monto correspondiente al daño moral, reduciéndolo a la suma de pesos Quince mil ($ 15.000), dejándose sin efecto también la regulación de honorarios practicada y confirmándose la sentencia impugnada en todo lo demás que resuelve y ha sido materia de recurso.Con relación a las costas, se mantiene la imposición al actor reconvenido pronunciada en la resolución recurrida y las producidas en esta instancia propongo sean soportadas en un setenta por ciento (70%) por el apelante y el treinta por ciento (30%) restante a cargo de la demandada reconviniente, ponderando para ello la naturaleza del rubro que ha sido reducido, cuya determinación queda siempre deferida al criterio judicial, que es relativa la injerencia de la exclusión de las injurias graves como causal del divorcio por su subsunción en la de adulterio y así también que, a pesar de que la apelada, al contestar el recurso, defendió la fijación de intereses efectuada por la sentenciante, dichos accesorios no fueron solicitados, lo que precisamente motiva su exclusión de la condena, todo ello por aplicación del art. 132 del Código Procesal, con el alcance interpretativo al que se ha aludido en la cuestión anterior. Los honorarios profesionales de la letrada apoderada de la accionada reconviniente por los trabajos de primera instancia, por el trámite del juicio de divorcio, deben ser fijados en la suma de pesos Nueve mil doscientos setenta y ocho ($ 9.278) que, en números redondos, corresponden a las setenta (70) jus que establecen tanto el art. 70 de la ley 8226, cuanto el art. 72 de la ley 9459. Con respecto a la acción resarcitoria del daño moral, teniendo en cuenta que las tareas profesionales se prestaron bajo la vigencia de las leyes precedentemente citadas –atendiendo a lo dispuesto por el art. 125 de la última de ellas- corresponde la aplicación de la primera para la contestación de la demanda y deducción de acción reconvencional (arts. 42 y 43, y 45 y 46 respectivamente) y al resto de las actuaciones (60%) debe aplicarse la preceptiva del régimen actualmente vigente. Tomando como base regulatoria el monto de la condena indemnizatoria del daño moral a la fecha de la sentencia de primera instancia ($ 15.000) –arts. 29 inc. 1° y 31 inc. 1° de sendos cuerpos normativos- y aplicando sobre dicha cantidad un veinte por ciento (20%) haciendo mérito de la relativa complejidad de la cuestión planteada, el éxito obtenido y la cuantía del asunto (arts. 36 y 39 de sendas leyes), se arriba a una regulación definitiva a favor de la Dra. B. M. que asciende a la suma de pesos Tres mil ($ 3.000). La fijación de cuota alimentaria en los términos del art. 207 del Código Civil, no devenga regulación alguna independiente de la practicada por toda la actuación en el juicio de divorcio, quedando comprendida la remuneración en la determinada para este proceso, desde que la prestación fijada constituye un efecto del divorcio y de la separación personal, integrativo del mismo proceso.En lo concerniente a las regulaciones de honorarios de los letrados de ambas partes por las tareas llevadas a cabo en esta instancia, dado que no es posible determinar la base económica para practicarla, desde que no se cuenta con el cálculo de los intereses que conforman –junto al monto del daño moral- el objeto del recurso y, por ende, la base regulatoria, se regulan en forma provisoria en la suma de pesos Un mil sesenta ($ 1.060) para cada uno de ellos, que corresponden a los ocho (8) jus que el art. 40, última parte, de la ley 9459 establece como regulación mínima para los recursos ordinarios. Así voto.- Los señores Vocales Benjamín Avalos y Eduardo H. Cenzano dijeron que adherían al voto precedente y que se pronunciaban en igual sentido.Por el resultado del Acuerdo que antecede y por unanimidad del Tribunal; SE RESUELVE: I) Hacer lugar parcialmente al recurso de apelación interpuesto por el actor reconvenido y, en consecuencia, revocar la sentencia apelada en cuanto incluye como causal del divorcio las injurias graves y fija intereses sobre los rubros daño moral y cuota alimentaria pasada y futura, sin perjuicio de los que corresponda aplicar a la tasa fijada, desde dicho pronunciamiento y hasta el efectivo pago de las sumas pertinentes, modificando también el monto correspondiente al daño moral, reduciéndolo a la suma de pesos Quince mil ($ 15.000). II) Dejar sin efecto la regulación de honorarios practicada, confirmando la sentencia apelada en lo demás que resuelve y ha sido materia de recurso. III) Distribuir las costas de esta instancia en un setenta por ciento (70%) a cargo del apelante y el treinta por ciento (30%) restante a cargo de la demandada reconviniente. VI) Regular provisoriamente los honorarios profesionales de la Dra. B. M., por los trabajos de primera instancia, en la suma total de pesos Doce mil doscientos setenta y ocho ($ 12.278). V) Regular en forma provisoria los honorarios profesionales de los Dres. B. M. y E. O. M. e I. R. F. por los trabajos realizados en la alzada, en la suma de pesos Un mil sesenta ($ 1.060) para la primera, y para los dos últimos en conjunto y proporción de ley. Protocolícese y, oportunamente, bajen.-