Britania

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De cómo nació el interés por conquistar Britania
Corría el año 63 antes de Cristo, en plena Roma imperial, y la lucha por el poder se había convertido en un
gran conflicto que tenía a Cicerón como el futuro y posible emperador. Habiendo reprimido el golpe de estado
proyectado por Catilina buscó una mejoría entre las clases sociales para así limar las ambiciones personales de
los patricios.
Sin embargo Cicerón no sabía que Catilina no era la única que aspiraba llegar al gobierno del estado. Un
triunvirato conformado por Pompeyo, enemigo de los patricios, Craso, poderosísimo por su abundante
riqueza, y Julio César, que tenía la habilidad de un auténtico hombre militar y político, sacaron a Cicerón del
escenario político quedando el triunvirato en el poder. Pero la voluntad de tres hombres tan fuertes no podía
durar mucho tiempo en paz. Craso murió en la guerra contra los partos, según algunos historiadores de forma
un poco sospechosa, al tiempo que Pompeyo y César comenzaban a separarse cada vez más. César estaba
cosechando elogios y alabanzas por sus exitosas campañas de conquista en las Galias y Britania, cosa que
Pompeyo no podía soportar.
En el año 49 antes de Cristo César decidió volver a Roma. Traía consigo una serie de victorias y conquistas,
esclavos y riquezas... poder. Pompeyo, que no podía concebir que otros le aventajasen en la gloria militar, se
reconcilió con la nobleza y rompió su alianza con Julio. Hecho esto se le conminó a entregar el mando de sus
tropas, pero César no obedeció y llegó a las puertas mismas de Roma. Los relatos históricos cuentan que su
entrada triunfal fue algo esplendoroso. Millares de soldados con sus relucientes armaduras desfilaron frente al
pueblo romano. Tras ellos todos los tesoros y esclavos (entre ellos el jefe máximo de los galos, Vercingetorix)
recolectados en las múltiples campañas. Pompeyo estaba perdido; tal despliegue de poder subió a César a un
nivel de semidiós incombatible.
La isla misteriosa
Julio César lo había logrado, Roma ya estaba a sus pies. Su muerte, a manos de Bruto y Casio, no es relevante
a los fines de este trabajo, por lo que nos quedaremos con la imagen sonriente, triunfante, y viva, de César.
Sólo a través de la astucia pudo César vencer a sus 2 adversarios en la carrera hacia el poder, ya que tanto
Pompeyo como Craso tenían un mayor poder político y más riquezas.
Si alguna de sus campañas no resultaba como se esperaba, o si perdía en algún enfrentamiento con sus
enemigos, ningún mensajero u noticia llegaba a Roma. Sólo de victorias se informaba a los romanos para así
crear una figura heroica en Julio César. La época de los grandes imperios fue una época de mitos y héroes, de
leyendas y caudillos. Alejandro Magno, Escipión el Africano, Julio César, ellos lo sabían y lo explotaron a su
provecho. César engrosó su poder con el pueblo y el Senado creando una imagen de héroe, de pacificador del
imperio, de conquistador del mundo.
Los galos eran adversarios temibles, muy fieros en la lucha y muy unidos. Muchos años llevaba el imperio
con ellos. Habían matado, quemado, destrozado los campos y, sin embargo, no paraban de defenderse. César
encontró la razón de tan fiera e inexplicable fuerza inagotable más allá del fin del continente, donde los mares
llegaban a su fin y los monstruos pululaban. Una isla, una sola y gran isla ayudaba al pueblo galo. Era la isla
de Britania. La tierra, no cubierta por selva ni pantanos, aparecía verde y fértil. El clima, aunque distara de ser
dulce, era parejo y saludable. Los nativos, aunque toscos, valían algo como esclavos para el trabajo más rudo
del campo, las minas y aún doméstico. Se hablaba de pesquerías de perlas y también de oro.
César la sabía habitada por la misma estirpe de los celtas y otra algo más salvaje en el Norte. Lo que no le
dijeron es que los unos y los otros eran muchísimo más fieros que sus continentales parientes.
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Fue así como el César abandonó su campaña en Alemania el año 55 antes de Cristo, cruzó las Galias y se
embarcó rumbo a Britania. Llegó con el exiguo número de diez mil soldados (frente al medio millón que les
presentaba batalla en la isla). La primera campaña británica no resultó muy bien ya que gran parte de la flota
romana encalló por efecto de las extrañas mareas que circuncidan la isla, y los que lograron desembarcar
tuvieron que librar fiera lucha contra los insulares. A César no le quedó más remedio que replegarse y esperar
hasta juntar un ejército algo mayor y crear una mejor estrategia.
Un año después César volvió en gloria y majestad. Los británicos se espantaron frente a la enormidad del
ejército romano. Sin embargo un líder se había levantado entre los isleños, un estratega impresionante,
Casivelauno. Casivelauno ideó una serie de maniobras que pusieron en jaque durante algún tiempo a César.
Finalmente se negoció la salida de la totalidad de los soldados romanos, a cambio de rehenes, tributo y
sumisión. César abandonó la isla vanagloriándose y gritando a los cuatro vientos su nueva conquista.
El asentamiento romano en Britania
Cien años pasaron en que Britania quedó libre del yugo romano. Sólo unos cuantos comerciantes comentaban
las riquezas y posibilidades que existían en la isla. En el año 41 después de Cristo, Claudio fue nombrado
emperador. Tentado por sus consejeros y por la reputación militar que le traería una verdadera victoria sobre
la isla fueron más que suficientes para que este organizara un ejército de veinte mil soldados, elefantes y
caballería. Mandó una pequeña avanzada, comandada por Plaucio, para que cuando él llegara a la isla supiera
todo lo que tuviera que saber. Plaucio se encontró con la isla en medio de un gran conflicto de sucesión lo que
tenía a los británicos completamente desorganizados. Así fue como la mera avanzada venció a los isleños sin
mayores contratiempos ni pérdidas. El problema fue que Plaucio hizo su trabajo demasiado bien y Claudio no
tuvo donde ni a quien vencer. Había que demostrar que la presencia del emperador había sido esencial para la
victoria, por lo que se buscó una batalla en la que el emperador participara y así volviera como vencedor.
Los restos del desmembrado y reducido ejército británico comenzaron a implementar una técnica de ataque
muy similar a la mostrada por los vietnamitas en la guerra contra los Estados Unidos. Escondidos en pantanos
y selvas (en una especie de guerrilla) se defendían de los invasores. Liderados por el príncipe Caractaco,
asolaron por más de 5 años las ciudades fundadas por los romanos y provocando un pánico general, hasta que
Caractaco fue traicionado y entregado a la justicia romana. Ya en Roma, y frente a Claudio y el Senado habló
así:
Si a mi alto nacimiento y distinguido rango hubiera yo añadido las virtudes de la moderación, Roma me
habría mirado como un amigo más bien que un prisionero, y vosotros no habríais desdeñado la alianza con un
príncipe descendiente de antecesores ilustres y que gobernaba muchas naciones. El cambio de mi suerte os da
gloria a vosotros y me humilla a mí. Yo tenía armas, soldados y caballos; poseía extraordinarias riquezas; ¿ha
de extrañar que no quisiera perderlas? Porque Roma aspira al dominio universal ¿han de resignarse los
hombres tácitamente a la sumisión? Impedí por largo tiempo el avance de vuestras armas, y si hubiera obrado
de otro modo ¿habríais tenido vosotros la gloria de la conquista y yo de la valiente resistencia? Ahora estoy en
vuestras manos. Si queréis vengaros pronto, se olvidará mi destino y no recibiréis honor de hacerlo.
Conservadme la vida, y quedaré hasta el fin de los tiempos como un monumento a vuestra clemencia.
Inmediatamente después de terminado su discurso Claudio le concedió la libertad.
Pero en Britania nuevos problemas habían surgido. Debido a los constantes (e inevitables) abusos que cometía
la soldadesca romana, el clan más poderoso, y hasta ese momento el más sumiso, de la isla (el Boadicea), se
unió a los isleños rebeldes.
Los rebeldes se transformaron en una fuerza de defensa más grande y organizada. Cayeron sobre numerosas
ciudades y batallones, dejando tras de sí un camino de sangre y muerte. Los que se había vendido al imperio
eran torturados, golpeados y luego muertos, sin compasión alguna. Londres, Colchester, Saint.Albans, todas
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sucumbieron ante la furia de Boadicea y su ejército. Sin embargo los romanos se repusieron y vencieron a
Boadicea.
Ya los británicos estaban dominados; ahora se podía avanzar y descubrir nuevas fronteras. Se avanzó hacia el
Norte donde se encontraron con otra raza, los caledonios (hoy más conocidos como escoceses). Loas
caledonios se teñían el cuerpo con glasto, que producía un color azul, dándoles un aspecto más aterrador en la
batalla. Estos caledonios combatían con una fiereza y salvajismo tales que los romanos prefirieron retroceder
y fijar la frontera algo más al sur. Ya habría tiempo para asentarse y atacar en mayor número.
Britania: Provincia romana
Con el fin de Boadicea se puso fin a la resistencia británica para con los romanos dando inicio así al
asentamiento de las costumbres y política del imperio en la isla. El año era el 83 después de Cristo y la paz
duraría más de trescientos años. El nivel de vida de los británicos aumentó de forma considerable (no así la
población), tanto así que si se compara la comodidad, mortandad, riquezas y otros, nos encontraremos que un
británico habría sido más feliz viviendo bajo la tutela romana que en la Edad Media, o inclusive en plena
revolución industrial. Había ley, había orden, había paz, calor, comida y unos hábitos de vida largamente
establecidos. La población se hallaba libre de la barbarie sin haberse hundido en la molicie ni el libertinaje.
Un poco de cultura se extendía hasta las mismas aldeas. La provincia número 46 romana (esto es la de
Britania) se convirtió en un modelo de dominio. Pocas provincias asimilaron tan bien el sistema de gobierno,
y de vida, romano. Los soldados y esclavos británicos eran considerados de elite y la isla era una de las
provincias más pacíficas.
Sólo un problema asolaba la utopía en que se había convertido Bretaña, los caledonios. Los fieros guerreros
estaban causando estragos en el Norte y las líneas de defensa romanas estaban bajando al Sur alarmantemente.
Adriano era el nuevo emperador y viajó personalmente en el 122 después de Cristo para inspeccionar la
frontera. De inmediato se comenzaron los trabajos para construir una gigantesca línea de defensa que
detuviera de una vez por todas a los caledonios; el muro de Adriano. Con 117 kilómetros de largo, parapetos
de hasta 3 metros de espesor, diecisiete fuertes, ochenta castillos, 160 atalayas, un foso de 9 metros y casi
veinte mil hombres como guarnición el muro cumplió su objetivo a cabalidad manteniendo, al menos por un
tiempo, a los caledonios en el sector Norte de la isla.
Con el correr de los años los futuros escoceses, belicosos por naturaleza, desarrollaron tácticas y armas con el
mero fin de atacar la muralla. Casi cien años habían pasado desde su construcción cuando el muro imploraba
por reparaciones, las que vinieron a manos de Severo en el 208 después de Cristo. Las reparaciones fueron de
tal magnitud que muchos creyeron que se había construido una muralla nueva, más larga, más gruesa y más
eficaz.
Pero no sólo defensas se construyeron en Britania. Una serie de caminos que la cruzaban de cabo a cabo
comenzaron a cubrir el terreno y las ciudades comenzaron a modernizarse. Los británicos estaban orgullosos
de pertenecer a un imperio tan vasto y poderoso. Acogieron el derecho con un gran entusiasmo, y comenzaron
a opinar sobre las decisiones que tomaba el Senado en la cada vez más cercana Roma. El derecho británico se
desarrolló con una velocidad espeluznante y es, en la actualidad, el único que se separa, al menos un poco, del
derecho europeo continental.
El comienzo de una nueva era
Pero el sueño romano no podía existir para siempre. 330 mil soldados contra un mundo entero no podrían
sostenerse en pie por mucho tiempo, y la decadencia romana comenzó. La vulgarización de la política, el
ingreso de extranjeros a importantes cargos (principalmente militares) y las continuas presiones de los pueblos
aún rebeldes, vencieron a una vieja y cansada Roma el 476 después de Cristo.
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Britania ya no estaba sujeta al yugo de otro pueblo (yugo del que seguramente nunca quisieron soltarse) y
comenzaba así una nueva etapa. Mucho de lo hecho por los romanos fue olvidándose o sencillamente
obviándose. Como ya mencionamos antes la calidad de vida bajo ostensiblemente y la Edad Media irrumpió
con fuerza en la isla. Época de reyes y caballeros, de feudalismo, hambre y muerte.
Los británicos tendrían que esperar más de mil años para volver a gozar de lujos y comodidades tales como
las que hubieron en su época de provincia.
De porque Britania no tiene tanta relevancia histórica como muchas otras provincias romanas.
Famosas son las Galias entre las conquistas romanas, así como sus incursiones en África; Egipto, Cartago, los
griegos al Este, los israelitas en Asia Menor, en fin, muchos pueblos y muchas conquistas han trascendido
como esenciales para comprender la época expansionista romana, se han escrito libros y los historiadores se
vanagloriaban cantando las conquistas de Roma. Pero Britania nunca se ha contado entre este grupo selecto,
siempre es nombrada como un dato anexo y curioso y su única importancia radica en su posterior asimilación
del derecho romano para transformarlo al que rige actualmente en la isla.
El caos y la desorganización siempre han atraído sobremanera al hombre. La paz y la perfecta armonía son
atractivas sólo en un principio para luego convertirse en una monotonía. Como un mundo feliz en que no haya
errores, donde la tristeza no exista o debe ser ocultada. Sea como sea Britania fue un verdadero paradigma de
provincia romana. Su asimilación del modo de vivir romano junto con su creciente estabilidad y los británicos
mismos (individuos fortísimos con un gran sentido de lo cívico y lo judicial) transformaron a la isla en lo
menos atractivo que se pueda imaginar. La verdadera gloria de la época pasaba por las conquistas militares y
fue así como, tras la construcción del muro de Adriano definitivo, los emperadores se interesaron más por sus
bulliciosos y bélicos vecinos germanos y galos. Provincias en guerra donde se podían lograr, o llegado el caso
inventar, heroicas hazañas que elevarían el prestigio y poder de los emperadores.
Es decir que para la historia y para Roma, Britania pecó de ser demasiado buena, de lograr demasiado rápido
su asimilación a la ocupación romana.
Bibliografía consultada
• Historia de Inglaterra y de los pueblos de habla inglesa, Tomo I, de Winston Churchill. Ediciones
Peuser, 1958.
• Horizonte I, Historia y Geografía, Editorial Andrés Bello, 1995.
• Enciclopedia Monitor, tomos 9 y 13. Ediciones Salvat, 1978.
Britania bajo la dominación romana; una provincia feliz
Winston S. Churchill, Historia de Inglaterra y de los pueblos de habla inglesa. Ediciones Peuser, 1958.
Winston S. Churchill, Historia de Inglaterra y de los pueblos de habla inglesa. Ediciones Peuser, 1958
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