ILUSTRACIÓN POPULAR A n o V . i e s e p t i M n b r e 1 8 3 3 - N.» 2 1 4 3 A tf 0* t« E j e m p l a r eoB folletiacB é 1 ^ ^ «F • #k V EjcmpUr sin f o l U t i n e a ^ 1^ 4 1 9 « ^"Els Castellets" R o c a s d e C a l e l l a <Véans* p«g*. 7 y •> ALGO CONCURSO DE CRÓNICAS Las cincuenta primeras cas Ilustradas d e que ILUSTRADAS cróni- primeras crónicas que publiquemos. Una vez publicadas estas cincuenta crónicas, haremos la votación anunciada y, dc acuerdo con ella, entregaremos los t r e s ILUSTRACIÓN POPULAR Director: AA. JIMÉNEZ MOYA Oficinas: Diputación, 211. — Barcelona E | « m p l > r «In t o l l a t l n « a Ejemplar con follatinat M«aiM'» ttarnt**» , P R C C I O I D E SUSCRIPCIÚNl EspaXai » » Un mmm . . I p t a s . Trss mssss • » Un silo . . 14 > A n t r i s s : Un s i s . . M p t s s . OSMás psisss: Us ano M > Psra p r s T i n e I s s , I s s a s c r i p s l « a aalskas ss u s t r i s i s s i r s d a unOt que tenemos ofrecidos. Y con esto podremos dar por terminado el concurso por lo que a la S e r i e A s e refiere. Entonces revisaremos las crónicas que queden en nuestro poder y, si entre ellas hay las bastantes publicables, iniciaremos la S e r i e B de nuestro concurso, serie para la cual habrá nueva votación y nuevos premios. Pueden, pues, continuar enviándonos crónicas los aficionados al excursionismio. El mendigo. — iCaballero, una Umotna, por caridad, que tengo nueve liijos!... El ¡ugador de bacarral, pensativo. — ¡Pues, lefior. M la primera vez que veo pedir con nueve!... P^SoldmeMe fbeelnco cronometro SUaodeboísMóá,C»5TH AJXACTOOM , Cmopro, jhrtmltimiSe Una nota Interesante ias bases d e ILUSTRADAS d e p r e m i o s de t r e s c i e n t a s p e s e t a s c a - Ya han sido varios los que nos han preguntado por la suerte que han corrido las crónicas que nos han enviado. N o s e s imposible contestar a cada uno. Tengan paciencia y esperen. Hemos dado por sentado desde el primer momento que cuantos acuden al ccmcurso s e conforman oon lo que nosotros, llenos de tniena voUintad, hemos de hacer. Y y a decimos antes que e s grandísimo el niimero cíe crónicas que estamos recibiendo, por lo que se hace aún más difícil el tral>ajo de selección. Cuantas crónicas creamos q u e k» merecen, serán publicadas. Un polao dc paciencia, pues. d e C O N C U R S O publiquemos curso con l a s c i n c u e n t a EXCURSIONES Extracto excursiones formarán lo que podremos llamar la fie A de este concurso. Porque e s el caso que nuestros lectores han respondido en forma tal a nuestra convocatoria, que cada día llegan más crónicas a nuestro poder y, lo que e s más halagador, cada día son en mayor niimero las que vienen acompañadas de fotografías interesantes y bien hechas. Por lo mismo, nos duele dar ahora por terminado el plazo para la admisión de crónicas; pero como esto ha de tener neccsariamenle un límite, vamos a formar lo que llamaremos la S e r i e A de este con- DE dei C R Ó N I C A S EXCURSIONES Cada crónica, cuyo texto n o podrá exceder a e unas mil setecientas palabras (una página de ALGO), cebera venir acompañada de fotografías o e la excursión ( m á s de tres yi menos de d o c e ) , fotografías que nuestras w m p a g i n a d o r e s podrán r c o r t a r . componer G arreglar segioi crean que darán mayor visualidad a las páginas, suprimiendo ias que estimen que no dct>en ser publicadas. La crónicB (en la que también se podrá hacer referencia a las incidencias y sucedidos de la excursión) desearíamros que lucra principalmente una guia amena y anecdótica para los que después quieran repetir la misma excursión, can datos de los lugares interesantes por doinde s e pase, W ' numentos, ermitas, tipos, cultivos, costumf bres, recuerdos históricos... En una p a l e r a : k>s conocimientos y ias naticias que s e h»" yan adquirioo en la excursión, cuidando todo l o posible la amenidad y cl bíteres. En la redacción dc ALGO s e suprimirá O modificará l o que creamos que en cada crónica s e deba mochfícar o suprinñr, pue^ así podremos publicar crónicas que sean iateresantes y que, sin embarga, sin esas TAR dificaciones o supresiones n o podríamos pU" Wicar. Nosotros leeremos cuantas crónicas se nos envíen y publicaremos aquellas que creamo* han de satisfacer a rmcstros ICCÍÍJÍ-CS. CofOO nosotros somos los más interesados en P"'^* blicar el majpr númexo posible dc crónica* y en que éstas resulten amenas, interesan' tes y bien ilustradas, rogamos a los concU' rrentes s e abstengan de escribirnos can pr"' testas o rcclamacianes. Por el hecho de tomar parte e n e l concurso damos por seU' tado que todos los que a él ^cudan s e <P<i] fomran oon lo que, llenos de buena volu^ tad, nosotros hcmoG dc hacer. Can esto ^ evitan ustedes escribir cartas y n o s o t r ^ oontestarlas, cosa que, por otra parte, «o* seria completamente imposible por faita tiempo. Pueden enviarse crónicas a nuestras ofid n a s de Barcelona, Diputadón, 211, o « las de Maorid, Valverde, 30, paníendo « | un sitia v í s i l * del sobre «Para e l concur» de crónicas ilustradas dc excursiones». Como derechos de publicación de cao» crónica y sus correspondientes fotografía* abonaremios a su autor CINCUENTA PESETAS SMprtdoeomadm Damos por supuesto que el autor o ^ tares de las fotografías n o s autorizan P^J* su publicación, n o debiendoi, por tanto, ^ viársenos postales editadas para la vcfl^ pública ni fotografía alguna cuyo autor haya dado su conformidad para que sea ^ produdda. Nosotros las publicaremos sleí^ pre bajo la responsabilidad de quien fl"* la crónica. Una vez publicadas las cincuenta crónic^ aceptadas de la Seria A abriremas una vo| t a d ó n entre los lectores de ALGO, a wj| de ideterminar qué tras crónicas les han >" teresada más. Y al autor DE cada una dc las tres o"»; nicas que obtengan mayoir número DI ""^ tos le entregaremos C ON motivo del artículo titulado «El mercurio como fuerza mo'riz». que publicantes e n el número 211 de ALGO, don Juan Oliveras, contramaestre electricista de las minas de Almadén, nos envía una interesante nota que copiamos a continuación extractada. «En Espafla tenemDs las inagotables minas de azogue, únicas cn el piund), pues si haíyi otras, su proiducción e s ;an insignificante que n o llegan a la unidad por cíen, mientras las nuestras, las dc Almadén, alcanzan la media del doce por ciento. Este a ñ o han salido de dichas minas algunos miles dc «frascos» (recipientes d c hierro de un quintal aproximadamente) para las turbinas americanas dc que habla e l mencionado artículo.» TRESCIENTAS PESETAS SEÑORITA ¿QUIERE LE INTERESA APRENDER CORTE Y. CONFECCIÓN SIN MOUERSE DE SU HOGAR, POR CORREO G AIN EATUDIOA; PUEDE DIPLOMARSE RÁPIDAMENTE COMO PROFESORA, GANANDO 300 PTAA. MES, POR CÉLEBRE MODIATO PARISIENSE. ESCRIBID: UNIVERSIDAD DÉLA MODA, ANGELES,!, l a hmiU» de «ffC^ BARCELONA. (INCLUID FRANQUEO.) ENTTAQUECER, CORREGIR NARIZ, OREJAS, P* CHO, EAPALDA, PIERNAS, CALVICIE, CANID"' ARRUGAS, HOYOS, CICATRICES, MANCHAS, R"'^ JECES, FETIDEZ, DEAVIACIONEA G DEMÁS í * ' PERFECCIONEA? ESCRIBID ^UNIVERSIDAD DF EATÉTICA». ANGELEA. 1, BARCELONA. (INCTA*^ FRANQUEO.) t a tamiUa de hoy CDe KMitimUMi.l CRECER, EMOORD^^' ALGO E n b u s c a d c ^ ^ piedra fííosofal iQsmisterios délos JTahricaiiles de oro '"'TODOS los minerales llevan en sí el jjer^ * men del oro, pera este gernuen no pe ^^arrolla m á s que bajo la influencia oe ^ astros, JJ ona vez cn perfecta estado * oro, se le puede ol>teiner por imedio dc pn extractor especial.» , Esto la dijo, hace mudios siglos, ftlKSiso de Castilla, rey. astrónomo g alquim i a . Y Bcrthelot, ilustre químico francés * ' siglo xut declaró: «Nadie puede afirmar a priori que la fabricación de los cuerpos reputados simples * a imposible.» Y atestigua: . «Los qumiioos son los filósofos de la (materia.. La prbnera de estas opiniones resume la ^nvicción y los experimentos da los al^ i m i s t a s da la Edad Media. La segunda J'álaga y anima a nuestros químicos con'emporáneos, que han obtenido un gran ^ ' t o con cl descubrimiento dal radium y * s propiedades misteriosas. Lo que ^aog f^ija ^ datcmrinar el Ipro^TOnicnto de esta «fatMiflación» de que nabla Berthelot con el rigor de la cíenl a moderna, flquí del «extractor especial» " J ^ o n a d o por el rey ocultista del siglo r | ^ a q u i de la Piedra filosofal, llamada ^ ^ i é n León verde. Dragón verde. Elixir S.^ quintaesencia, flgua póníica. Lecha de la /'fgan. Polvo de proyección, Gran magis^••'o. Curandero de los sais leprosos. (CuíoL ^ leprosos significaba voIview«pcrlos «nuetales viles»; c a b r e , ^ l o n i o , V La firma d* Federico Boutat, • ! admiradísimo escritor francés, realza el valor de las póginas de ALGO, o los que queremos llenar de presligio Irayendo a ellas cuanto creamos que puede darles mayor categoría. estaño, etoétera, c s decir, transfonmarlos en oro.) Y el Gran Magisterio n o debia curar solamente a los metales imperfectas sino tam'bién a los hombres de sus enfermedades. Era el Gran EIcctuario día la Espagirica (la ciencia de devolver la salud —al menos en opinión de los investigadores primitivos--), la «Panacea universal» que remediaba todos los males, prolongaba la vida humana hasta los limites alcanzados por los Patriarcas, daba la buena suerte y la sabiduría. «La Piedra da los filósofos —dice Thomas Norton— sxorre a cada imo cn sus necesidades. Despoja a los hombres de la vanagloria, de la esperanza y del temor. Llena la amtñdón y colma los deseas. Suaviza las adversidades más duras...» LA GRAN OBRA j/^uÁNTAs prodigiosas esperanzas enfebrecían a los adeptos dc la gran Obra! Iniciados en el arte filosofal por los árabes, que la importaron de Egipto a España, s e moi Iti pilcaron cn Europa después del a ñ o 1000, fecha memorable, y cn cl transcurso de los siglos que siguieron. Durante meses, du- rante años —frecuentemente de padres a hijos— proseguían su labor secreta, reoomenzada sin cesar. En medio del pintoresco decorado, impresionante en su ingenuidad, de sus laboratorios, esperaban el milagro, encorvados solbrc sus retortas donde hervían las substancias más diversas: arsénico, mercurio, cstafto> sales de vitriolo y de nitro, a las que añadían los productos vegetales y animales más extraños, entre otros los extractos de solanáceas, entrañas dc sapo, leche, sangre periódica de mujer... y ajín otros líquidos humanos... La magia negra comenzó a mezclarse en ello. Ciertos adeptos, hartas dc pasar días y noches abrasándose en vano al fuego laludnante y voraz de sus hornos que antes les arruinaban que enriquecían, invocaban al Diabla y, con tal da lograr su éxito, firmaban con su sangre el pacto por el cual vendían s u alma, y a veces eran llevados al tostadero d e f i n i t i v o para su carrera terrena—, a la hoguera, antídpo del fuego eterno del Infierno. Así hizo Gilíes de Rais, cuya lujuria, agradable a Satanás, tuvo por base l a avarida. Los libros en que consignaron los alquimistas los resultados de sus trabajos son pintoresoos c íncomprcjisibles, o por lo menos y o no oompTcndí nada cuando traté de estatuarlos. Estos líbixjs llevan títulos extravagantes y evocadores, tales como: «El Ap:calípsis químico»; «La Méditia química»; «El Deseo deseado»; «El Rosario filosófico»; - L a ALGO Evocan a los héroes y mártires dc la caus a ; los que fueron colgados, revestidos por escarnio de ropajes recamados, dc postes dorados; los que fueron quemados en jaulas de hierro; Juan Dce, nigromante y gran maestro diel Arte oculto, perseguido porque s e resistía a divulgar el «secreto del oro» que había conquistado, y e l extraño Alejandro Sethron, c l Cosmopolita, que vivió pobse. recorriendo Europa fabricando el metal ney. del que nada guardó, hasta que Cristian, elector de Sajonia. le mandó d a r suplicio porque el Cosmopolita no quería jndioarle la fórmula suprema, que decía tener de Dios. ¿IJHPOSTORES O SABIOS? «hacedores de oro» ¿eran impostoESTOS res, prestidigitadores hábiles? Algunos El viaiero. — D í g a m e , m a q u i n i s t a : ^ q u é ho ra cree usted que podrá e l t r e n r e a n u d a r au m a r cba7 ( D e Ric el Rae.) Tumba de Seimrfflnis, abierta por los s a bios»; «Tintura de Sol y de Luna»; «Llave para abrir e l corazón del Padre Filósofo»; «La Salamandra brillante» y «El Químico despierto»... «Tú LO SABES TODO» ven ilustraciones curiosas c InexplicaSEbles: leones con la cabeza baja y ranas convulsas; palomas y: estrellas remojándose en vasijas llenas de líquidos diversamente coloreados; abundantes medias lunas; signos del Zodíaco, y muchas cifras yuxtapuestas según una aritmética impenetrable. Igualmente las fórmulas que acá y allá s e encuentran son indescifrables. He. aqui un ejemplo: «Tomas sangre de sapo, e l o j o d e la luna por cl tercio dc su curso ascendente, la figura viva bajo el ahorcado; tomas sangre de mlujer, lágrimas de hombre, oropimente, mercurio, s a l del mar. Tomas tu propia materia y la de otra persona... ¡Tú lo sabes todo!» En verdad, a pesar dc esta última afirmación, la cosa n o está clara. Si los alquimistas n o nos informan sobre la naturaleza de la Piedra filosofal, condescienden, al menos, a indicamos su aspecto... Por desgracia, sus testim<mlos son contradictlorios. Van Hclmont la describe brillante y azafranada. Otros la presentan com o de color de adormidera, y otros de c o lor de carbón. Algunos distinguen cn ella cinco capas: blanca, roja, amarilla, azul celeste y verde. Para el que la posee, e l milagro c s s e guro: «El hdmbre dc cobre, sumergido cn la fuente sagrada, cambia de cuerpo, s e transforma cn hombre de plata y éste cn hombre de oro...» «La naturaleza c s una y susceptible de evolución», declana la «Talbla d e Esmeralda»... Si, pero ¿quién obtiene esta Piedra maravillosa? Hechos singulares que parecen presentar giunantias de autenticidad testimonian que fué encontrada. Los iniciadns citan ejemplos que afirman probatorios. Recuerdan que Daniel de Transilvania vendió e n veinte ntll ducados a Cosme I la receta para la transfomcadón de metales, y que Paiken el Sajón- rescató su vida a Carlos II cambiándole un lingote de plomo en oro, del cual fuenom acuñados cuarenta ducados y una medalla. Rememoran los adeptos del siglo xiv que lograron tan notarios éxitos que poderosos príncipes recompensaron sus experiencias y que los tribunales dictaminaron que cl oro filosofal tenía el mismo valor que el ordinario, j sin duda, como siempre se encuentran entre los adeptios de las ciencias malditas y dc los estudios misteriosos. Un ntoinje alquimista se ofredó a hacer oro con acero cn pu-esencia de Isabel de Inglaterra. En un licor que pretendía s e r «Agua de prcyeodón», descubierto por é l . mojó, delante Q C la reina-virgen, la punta ; — ¡ P e d r l n ! . . . ¡Pedrln!... ¿Pero dónde se habrá m e de un cuchillo. Esta punta presentó pronto J tido este maldito chico? boda la a p a r i e n ü a del oro, porque, ten efco- ¡ ( D e Le Pelil JoumaL) la, era o r o natural y la tintura da color de acero dc que el ingenioso Charlatán la había impregnada se había disuclto. ¿Y qué d e d r de los ensayos hechos por vorada ipor la curiosidad, y «en ausenda Van Hclmont y Hcivetíus cn ei siglo xvn? del misterioso visitante», intenta e l experíVan Hclmont, químico y médico famoso, nrento y convierte, por la fusión y adheobtiivo de un desconocida un cuarto dc grasión Ktel polvo, un lingote ide ploma en n o <)e Piedra filosofal, con la que transotno d e oro, que los orfebres holandeses refornió Jen o r o ocha onzas de mercurio, s i n oonocen completamente puro. Spinoza conr prueba este resultada y l o garantiza. que parezca posible subterfugio alguno. Helvetius, encontrándose en La Haya Entanctes... ¿hay que creer a Spinoza? cn 1666, y acabanda dc publicar un estudio Las teorías que profesaban los alquimis«contra la transformtadón de los metales», tas n o eran tan vanas como aquellas en recibe la visita de otro dcsoonodda «Herque s e apoiyó, por ejemplo, la exgplicadáa mano de la Rosacruz» que acafba por prodada oficialmente al origen de la Peste nebarle «que la Piedra filosofal existe» g q u e gra, llamada tan^ién «Muerte densa», que le entrega «tanto oomo medio grana de despobló Europa nrija» de un «polvo» color d e azafrán, d e c n cl sigk) xiv. FEDERICO BOUTET a p a r i o i d a metáUca y encerrado cn una caja de marfil. (Prohibida la reproducción total o parHelvetius. a instandas de su esposa, decial.) Cómo vuelan las ESCUADRILLAS de AVIONES TRASATLÁNTICOS (A p e t i c i ó n d e d o n J u a n P a s c u a l F o n t y d o n E s t e l i a n T o r r u e i l á ) vez que una n a d ó n ha intentado e l CADAdesplazamiento de cierto numero de aviones, constituyendo determinada agrupad ó n fde unidades en un todo vorgánico, subordinada a un jefe superior de escuadra, el piroblema de suyo ya complicada, de la realización de un «raid», s e intrinca por la acumuladón de incógnitas que se plantean al aumentar e l número de aparatos. Tanto en la navegádón aérea como e n Ja marttima, c s preciso que el tripulante tenga e l dominio técnico del aparato y del elemento que le sirve de sustentadón, que c s a la vez su amigo y su mayor enemigo. Esa técnica s e refiere a mecánica, aerodinámica, meteorología y astronomía, y su conodmíento e s indispensable para el piloto. Luego prácticas constantes, ordenadas sistemáticamente, sin pensar en escatimarles lo más mínimo, pues lo que cn un momento parece cuestión de detalle sin importancia. COMPRE USTED cada primero de mes, Lecturas; los dias 5, 15 y 25, El Hogar y la Moda, y todas las semanas, Algo luego, e n el instante decisivo, es causa de lamentables fracasos. La característica de un vuelo «a escuadra e s precisamente la dc una subordinadón sistemática a un régimen dc formación, de marctta y de previsión que centuplican la vigilancia del pilota, pues la tuerza moral que cobra al sentirse en masa c s contrarrestada por la preocupación constante de no perder el ritmo de ocmjunto y no ser causa ide un accidente, que malogre la empresa. De e l l o s e desprende la idea de una responsalMlidad colectiva que, como método educativo dc los pilotos del aire, c s sumamente eficaz. Supongamos ya a los pilotos españoles sometidos a una serie de ensayos y ejercid o s basados en temas científicos que haii venido practicándose durante meses y meses sin interrupción —coma Balbo hizo antes dc sus «raids»—. Imaginemos que todo está dispuesto, y que, previos los partes meteorológicos, una escuadra compuesta de cuatro grupos de tres patrullas cada grup9' y la patrulla, a su vez, dc tres aparatos hi" dro, se dispone a volar. Subamos a bordo de un hidra para enter a m o s de qué medios disponen para efectuar su difídl cometido. En primer lugar, mediante una ojearte al conjunto, obsérvameos que están aboyados en una formación triangular, de tres en tres, formando una línea de frente cn la que sobresale la primera patnilla constituida por el aparato del jefe de escuadra y los de ALGO -GRÁFICO W^I- O r d e n de marcha y distintivos: Cada grupo de nueve aviones — tre» patrullas de tres — llevará los d'stintivos de u n color determinado. Supongamos que éste es e l grupo azul .Pues todas las anclas, discos y estrellas serán azules. Las del grupo rojo, serán rojas, etc., etc. E l a p a r a t o del jefe de escuadra va a la cabeza y lleva como signos dos anclas y dos estrellas; el cabeza de la segunda p a t r u l l a , dos anclas y cuatro estrellas, y el cabeza de la tercera p a t r u l l a , dos anclas y seis estrellas. Todos los a p a ratos del ala izquierda l l e v a r á n pintadas dos anclas en el plano del mismo lado y los aparatos del ala derecha, dos discos eu e l plano derecho. Ekts dos asesores y auxiliares, los jetes de Estado Maofor. Al frente de cada patrulla de tres ¡aparatos, vemos al cabeza a l g o adelantado. A bordo, cronómetros, d o s brújulas, cl ta^rctnetro, una aguja giroscópica, una especie de astro labio que da un carácter renacentista a l vuelo, leoordaodoi k s tiempos de vos diferentes. La primara patrulla dcl primer grupo, formada por el avión del jefe de escuadra llevando a satíbas lados los hidros de sus jefes de Estado Alayor, csíenta, por ejemplo, un ancla azul. Para poder distinguir inmediatamente si un laparato de cualquier patjuila de cualquier grupo, pertenece a la linea de la derecha o a izquierda, s e ha dispuesto que todos los aparatos a la izquierda del jefe de escuadra, lleven tres figuras g los de la derecha, dos, mientras que los cabezas de {patrulla de la formación triangular llevan una sola, según puede verse cn cl gráfico número 1. El jefe de la escuadra lleva phitada cn cl ala y el fuselaje un ancla azul. Todas los jefes dc patrulla llevan la mism a ancla pero del color correspondiente a su grupo. Para distinguir al jefe o cabeza de la primera patrulla de cada color del de la segunda, y e l de la segunda dcl dc la tercera, entre los brazos dcl ancla aparecerán dos estrellas dcl mismo color del ancla. Como el primer aparato dc caft>eza dc patrulla, aunque sólo lleve un ancla, y a s e distingue de todos los demás cabezas por el coloi^, en seguida s e ve que los aparatos cabeza dc patrulla son inconfundibles, pues cl de la segunda lleva ancla y dos estrellas y el de la tercera ancla y tres estrellas, y asi sucesivamente. Todos üos aparatos de la izt^ierda de todos los grupos o sea de todos los colores llevanáin tres anclas c n cl ala Izquierda y todos los de la derecba dos discos dei mismo oolor que las anclas en el ala dierecfaa. En el íiéiielaje, bien visibles por los cuatro costados y en la punta del al^, bien separados del distintivo, los números de las patnillas oomcspon dientes a cada grupo, y en cl color también oorrespondiente. Los gráficos «ludarán a comprender estas explicaciones. Los motores y a roncan y el aparato del jefe de escuadra despega, y, por orden riguroso de núnueno, y en forma die cuña, oon -dRAFICO N a n - lón de cincuenta metros. El cabeza d c ia segunda patrulla, a cincuenta n»ctros más arriba que los das aparatos dc derecha e izquierda de la primera, la tercera a cincuenta metros sobre el piano de la segunda, y así sucesivamente, como puede verse en el gráfico número 2. En el vuelo de BáAx> s e presentare» g r a ves inconvenientes para mantener esta disposición táctica contra las eventualidades dc los clcnrentos y de las mismas máquinas. Esta, cn cambio, es una tomiacióa de scgurioad, con objeto cíe que en e l caso de que un aparato discrepe par pana o por cualquier aiteradón cn su equilibrio, pueda tener espacio para maniobrar, cn cuy o c a s o también los de su grupo tienen instrucciones de abrirse en lineas divergentes en ujna labertura de cuarenta y dncp g i a dos, procurando enmendar y volver a reunirse una vez el avión cn zozobra se ha situado o ha quedado inútil. Muchas veces, la niebla, las nubes o el régimen de vientos obliga a suprimir esa tormación preventiva, y a volar cn un mismo plano o a separarse, en razón al pcdgro o la vioIcrKía dc kxs elementos. Respecto a las comunicaciones y datos de previsión meteorológica la T. S. H. lo solud o n a todo oon su magnifica predsión. Gráfico número 3. El jefe dc la csouach-a —en constante consulta cían su estado Mayor— recoge de todas las emisoras las observaciones y c n virtud de ellas da sus órdenes. Dispone l o concerniente al régimen dc d e rrota, por los cákulos astronómicos, y a la brújula, por la corrección dc derivas. Las ondas transmiten a todos los cabezas de patrulla simultáneamente el orden del día; el tema de la hora, o el peligra del instante, y ellos, a su vez, lo retransmiten a los aparatas de derecha a Izquierda. A n o ser que surja un caso urgente, si el «raid» s e desliza con iKumalidad, hay un horario fija para meteorología, observaciones, infaitiK sobre la marcha de los aparatos, etcétera, y en cl instante en que el jefe cambia impresiones con la estadón de la base y la dc destino^ la escuadra sigue su rumtx) en pos del avión hiaestro que les lleva adelante, h a d a la meta. Los italianos llevan realizados desde 1928 d n c o grandes vuelos cn escuadra: tmo con ocbenta aviones sobre cl Mediterrán&a; otro cl de Roma a Londres con doce; cl crucero trasatlántico —primero cn su género— g el último y rédente oon veinticuatro aparatos que fué un modelo de regularidad. Fratwescs, ingleses y americanos han realizado algunos ensayos y nosotros tenemos el «raid» de tres hidros de Sevilla-Santa Isafbel perfcrtamentc regular y oon un resultado técnico muy útil para nuestros técnicos. ICNAao Socíiis ALDAPE -GUÁFICONfi ni- I I O r d e n de vuelo escalonado: una de las muchas formaciones que pueden a d o p t a r las escuadras aéreas. lo» tpircairsarcs, cl cuadno del radiogoníóniélro: aparato que da, por medio de tanteos dte contacto entre emisora y receptora, ta inclinación de ángulo con respecto a la situación de la aeronave y sirve para corregir derivas, precisar situaciones y calcular distantías. Se nota que, además de llevar las inldales correspondientes a su nadonalidad —por ejemplo, l a E si el avión cs de España—, tos aparatos están perfectamente ordcna*>s por determinados sign;» que s e repiten * cada grupo. Cada grupo de tres patruflas, o sea mieve aiparatos, lleva un color y unos distinti- todos los aparatos d c señal de izquierda a la izquierda y los cabezas de patrulla cn cl centro, en línea dc continuidad con cl del jefe dc escuadra, y los de señal de derecha a la deredia, van incorporándbse los demás. Una vez están todos los aparatos fen cl aire, cl jefe, desde cl suyo, transmite la orden a los cabezas de patrulla de adoi»tar, por ejemplo, la formadón A , y a (oonvenida, y que consiste en volar con distand a s escalonadas, de modo que si el ;aparato del jefe de escuadra va a dos ndl metros los aparatos de su Estado Mayor que vuelan un poco atrás y a ambos lados deben elevarse y guardar una formadón de ruta, e n e s c a - Sistema de comunicación por T . S. H . : E l jefe d« escuadra t r a n s m i t e sus órdenes a los dos a v i o n ^ del Estado M a y o r y a los cabezas de p a t r u l l a (linea* de puntos), y éstos las r e t r a n s m i t e n a los aviones (te sus m p e e U y a a p a t n i l l a s (Unea de r a y a s ) . i mente por cl nombre d e «Costilla de la ballena». Breve descanso en la terraza al mismo borde del abismo. Vemos pequeñas lanchas que parecen cascaras de nuez y, más lejos, e n cl horizonte, buques que al parecer no s e mueven y que cruzan rápidos la inmensidad del mar. Breve visita al faro, desde cuya cúpula s e goza de un espectáculo magnifico. Más de la mitad del gran drculo cuyo centro ocupamos, es una movediza extensión azul Interrumpida por los Islotes llamados «Formigues» y recortada caprichosamente c n el litoral por los valles y co.inas que dibujan bahías y cabos; por el norte s e adivina en una especie de nube m á s obscura que el d é l o y el mar, el cabo d c Creus a continuación del Pirineo, que c s otra nube azul alargada tierra adentro; m á s cerca, mucho más, el cabo de Bagur con su semáforo, y, al sur, el «Cap-Roig», adonde vamos; mirando a tierra, aparece recostada a los pies del Canigó —el m a d zo más importante de esta parte del Pirineo— toda la hermosísima llanura del Ampurdán. policromada de cultivos diversos, moteada d c blanco por ciudades, aldeas y caseríos; a nuestros pies, l a s bellas playas de Llafranc y Calcha. —¿Vamos a la fuente de los Ermitaños?— propone una voz, al reemprender la marcha. Dóciles a la sugestión, pasamos sin detenemos ante la pequeña capilla donde San Baudilio soporta una lluvia de monedas de cobre. E s que los mozos y las mozas creen que el que aderta con la rendija de la peana s e casará al año siguiente. Tampoco nos detenemos ante los imponentes acantilados porque... ¡ay del que a su borde le coja el vértigo! £ l sendero d e s d e n d e c n zig-zag pegado a la montaña, como temeroso de caer al abismo que le atrae. Quince minutos después, llegamos a la fuente, colgada e n un borde del precipicio; a nuestros pies s e abre una diminuta playa, «El Cau»; para ir a ella hay que dar un rodeo de tres kilómetros. Retrocediendo, llegamos a la carretera y la cruzamos para descender por los atajos h a d a Llafranc, cuya graciosa curva, ani- pitalldad —cn Llafranc y e n Calclla hay un espléndido hotel y ^ a * " ' " foní buenos restaurantes, pero no nos hacen falta—, reanudamos la d o , la e r m i t a , marcha. Calella e s un pintoresco pueblo de pescadores con ribetes d e centro de veraneo. Lo atravesamos en t o d a su longitud, siguiendo la línea d e sus reducidas y bellas p l a y a s —Canadell, la de pescadores, San Roque, Port Pclcgrí, C a n g e r s - , y pronto nos hatamos e n e l camino de Cap-Roig, ancha s e n d a e n un bosque d e . De nuestro concurso. - N." 8 dias decidimos dar a conoIACEcer algunos a unos amigos un trozo de nuestra espléndida Costa Brava. En esta excursión no vamos a ver minas legendarias, ni castillos cubiertos de hiedra, ni nbiguno de e s o s recuerdos d e glorias que fueron y n o s o n ; nuestro objeto e s , simplemente, llenar el espíritu con la visión de una belleza eterna: la de la naturaleza. Llegamos por la mañana a Palafruge'l, la pacifica villa ampurdanesa qpe no posee grandes joyas arqui.ectónicas que ad.nirar. Desde que desaparecieron los restos de murallas que denunciaban su abolengo, pocos monumentos pueden admirarse e n la población. Acaso s e a digna d e ser visitada s u iglesia parroquial, que data del siglo xvn. cuyo altar mayor, de estilo barroco, e n madera labrada, e s notable en su género. Palafrugell e s la sede d c la industria corchera. S u s grandes fábricas, técnicamente las mejor montadas, exportan sus productos a todos los confines del globo. Situada a unos cuatro kilómetros del vér. , , tice que forma el cabo de S a n Sebastián MbSdésin —el inás oriental d e Espafla—, la d u d a d Sebaatiin. e s un inmejorable punto de partida para tas más diversas y atrayentes excursiones ageste trozo admirable de la Costa Brava comprendido entre Bagur y Palamós. Hoy llevaremos nuestros pasos hasta Cap-Rolg, pasando por San Sebastián, Llafranc y Calelia, o s e a la vertiente este-sudeste del término de Palafrugell. Cargados con l a s provisiones de boca, y sin miedo al sol de agosto, recorremos a pie l o s cuatro kilómetros d e carretera que nos separan del cabo de San Sebastián, término dc nuestra primera etapa. Arde e l polvo que se levanta a nuestros pasos y reverbera el sol e n la tierra reseca, pero cada vez e s m á s fuerte la brisa que refresca nuestras sienes y rumorea en los maizales g viñas que lindan con el camino. Si nos acosa la sed, bien pronto unos cañaverales dejan adivinar alguna fuente, que s e nos antoja deliciosa sombreada por árboles centenarios. Seguimos adelante. Empieza bien pronto una cuesta suave y las viñas y canq>os s o n substituidos por pinares u alcornocales. Cuando comienza el pretil blanco entre la carretera y e l abismo, es obligatoria una breve parada; seria delito d e lesa estética pasar sin contemplar el magnífico panorama que s e extiende a nuestra vista. E s algo que se graba e n la mente del que lo ve por primera vez y que parece nuavo a los ojos que lo han visto muchas veces; e s una armonía de luz, de formas y de colores; un paisaje que tiene a l g o de Mallorca y bastante de la Costa Azul; algo bellísimo que no puede explicarse con palabras. En la cumbre del cabo de San Sebastián, que s e eleva cerca de dosdentos metros sobre e l nivel del mar, relucen, blancos, dos edificios: el faro, d e primer orden, y la ermita, convertida c n hotel- desde hace pocos años. La capilla, bastante grande, tiene, además del altar mayor, d c estilo barroco, de muy dudoso gusto, dedicado a un San S e bastián disfrazado de cortesano d e Luis XV, un precioso retablo en el altar de Santa Luda y una completa colecdón de exvotos, entre los cuales destacan artísticas reproducdones d e veleros y un fósil enorme, («) pareddo a una costilla y conoddo popular* •nada por risueños chalets y «villas» e s el lugar favorito de veraneo de cuantos le c o nocen. La sombra de los pinos, nos protege hasta la playa. Son las once y media. La vista de los bañistas, junto al agua transparente, apenas rizada, constituye una tcntad ó n que no podemos resistir y nos entregamos a l a s dclltías d e Anfitrite. Después d e comer e n l a grata compañía de unos amigos que nos brindaron s u hos- pinos y alcornoques, que, por hallarse a alguna altura sobre los peñascales cos'.eros, nos permite admirar toda la salvaje belleza de este trozo <Jte Afare Nosirum. Un sendero que cruza con el nuestro nos conduce a descansar brevemente e n la preciosa playa «El Golfet». Poco después, estamos ante la sdberbia fachada del castillo de CapRoig, propiedad de un señor ruso de nombre enrevesado, el cual, enamorado de este trozo de costa, quiso —en pleno siglo x x — levantar en ella un castillo feudal «auténticamente» antiguo. Y buscó y rebuscó, revolvió cielo y tierra, siempre a la caza de antigüedades, hasta reunir esas venerables piedras labradas, esas bellísimas puertas carcomidas, esos magníficos hierros forjados. Y surgió en esta coUna, frente al mar, e s a fachada, reproducción de la del castillo d e Pa- P l a y a del CanadeU. Llafranc y Calella vistos desde et faro de S a n Sebastián. 8 ALGO ostentan torres, edificadas s i n duda para defenderse de los piratas. Cantan los grillos en la tierra g ríe la luna c n el cielo apenas obscurecido, cuando pisamos c l asfalto d e la carretera d c Calclla, a un kilómetro escaso del principio y final d e tan deliciosa excursión. DOLORES BOFU.L FRICÓLA Las palas de aliónos aoiíales algunos animales las patas tienen una PARAfunción m á s importante que la d e a n dar. Las arañas utilizan sus patas paria ayudarse a tejer sus telas. Ciertas especies de ciempiés poseen glándulas venenosas en la Llatranc. i lafolls y ntuy parecida a l a del monasterio dc Santas Crcus. Unas letras del administrador y la espe- será este hermoso castillo cuya construcción avanza lentamente. S e pone e l s o l cuando emprendemos c l ,t,,,,,,,,,,r,UitfHUiinUIMMIUtHfM{tíÚMU'v punta de sus patas. Otros insectos las utilizan para cavar y otros para capturar sus presas. Los más notables entre los cazadores son los que disponen sus patas a modo de trampa para formar después c o a ellas una jaula alrededor dc la victima. En o í a n t o a la longitud d e las p a t a s de algunos insectos, la investigación está despistada. Esos animalillos de patas larguísimas n o tienen en ellas histrumentos más eficaces que otros insectos dc patas cortas. Y |aun e s más inexplicable la {profusión d e patas idel ciempiés. ¿Para qué quiere este animal s u s doscientas patas si n o Supera cn velocidad a una oruga, no trepa tan bien como una hormiga ni s e adhiere a los objetas con tanta fuerza como una mariposa, que sólo tiene cuatro? Fachada del castillo de Cap-Roig. ranza dc una propina, animan a la servidumbre a mostrarnos los jardines severos, un poco monacales, y a contarnos lo que camino que, entre encinares y viñas, n o s lleva a Santa Margarita, pintoresca barriada campesina, cuyas casas más antiguas - I>!VántatF. que be «poetado por t l . Olis'jrvaforio del mismo faro. - Levántate tú, ^ae tambléD yo he apoetAdo por ti*{ (Ue Kor»fl«-> indígena del Perú, la muENjerla población tiene gran influencia, derivada dei poder sin iimiies que tuvo cn tiempos |rcm o t o s y dcl que quedan testimonios irrecusables cn la cultura incaica, en las fcostumbrcs, en los relatos legendarios. Culto a dioses como mamá Podía y mamá Cocha —madre tierra y madre agua—, admiración por las figuras legendarias: Chuquillanca, Pitusíray... Ei tiombre no era el prindpal actor e n el pacto amoroso, sino que cra la mujer la que conservaba la preponderancia. Marcaba e| ritmo dc la tribu cjcrdtándosc cn fundones reservadas a los varcmcs: administración de justída, recaudadón de contri'>utíones, tráfico mercantil... La cacica, mujer que regía la aldaa, cra el ipjc de la vida local. Dominante, autoritaria, con todos los afanes inherentes al medio y al ticsarrollo intelectual dcl momento, la cacica 'ra la gu¡a, la alentadora de sus tonterrá"eos, la que saina plasmar sus impulsas, encauzarlos, torvamente en ocaiioncs. Constreñida la vida de aquellos pueblos primitia las luchas entre pueblos aledaños, la oacioa cuidaba dé la propiedad territorial, resPatada tanto por pueblos de cultura Infc"f>T como de civilización acusada. Y señajaba los linderos, determinaba cl área ocupada por cada adscripción, preparaba cl modo de adicionar tcTenos ajenos a la propiedad comunal. V cuando se romPian las hostilidades, 'a cadca, a la cabeja de sus huestes, sa°<a llevarlas a la victoria y aun ordenar •^Silgos implacables, ^ ^ o lo hizo la cacide flcas. doña To"»sa Tito Condcmoifa, la cual quemó la ^lesia de Sangarará, ?onde se refugiaron **s centenares de soll l e g a d o s dc Cuzoo para oponerse * ¿a rebelión dc TüPak ftmaru, pagando ^ su vida tan atrcartitud. En cl vivir cotidia^ ¿ la cadca se dedi^bfl a trabajos femc"'nos. En su casa hi'aban obreras oompctentes. se tejían las ^las y pradícaban di**rsas industrias ImPi^srindiblcs. Poseía ados en el sitio más céntrico de la aldea un a modo de almacén en el que guardaba los arUculos dc primera necesidad, las bebidas, los g é neros tejidos... Cuanto era predsopara e l sustento, recreo o uso del poblado l o ofreda la cadca, oon la que n o era posible e n t e l a r competenda. Y este poderío económico aumentaba el influjo de la cadca, que disponía de los resortes administrativos y s e escudaba en el poder judid a l del que era representante. Bebafio de lUaua dispneatai p u » te n u r d u en Cetro de Faaeo. Su influenda tenía un com»p'.cmento de fuerza cn cl factor religioso, al que se consagraba, con- ella para que sus protagonistas las dirimieran ante el altar dc una imagen. El culto intinuando la labor de proselitlsmo que reaterno y el e x t e m o eran regulados por ella, lizaba el encargado dc regular las apetenque sabía investirse de ritualismos para recias religiosas dc las gentes. Odios, recelas, forzar su poderío. I rivalidades, eran hábilmente manejados por Fadlitaba enormemente su empresa el priJDaí Mffum Upko» junto • an» ctdópM oonstroocióo Inoa. mitiviamo religioso de su pueblo, dcl que ella no lograba eximirse. Cuando se salla de prácticas que bordeaban el f e t i c h i s m o , abrazaba un catolldsmo rudimentario que radicaba en la adorad ó n a imágenes como la Virgen de Belén de Cuzco, vencradísima en todos ios pueblos dcl sur del Perú y a la que adornaban con ricas sedas dc colores y cegadora pedrería. Al terminar el poderío de los virreyes, la influenda matriarcal se transmutó a la chola y la cadca perdió su preponderanda politicoadministrallva. Dcsaparedó la mujer guía que saltaba de la pladdez de la vida hogareña a los fragores del asalto y el pillaje. Y quedó la paisana, la mujer que, si siente la llamarada de pasión y lucha de sus antepasados, la ahoga en su fe religiosa, tan profunda ocmio la de sus asoen<fientes. LUIS AomRRE ALGO 10 líítbSpráetícas para excursiones, AUTO ¿/r L éxito de una excursión de «camping» en automóvil n o consiste en lo que u n o lleve consigo sino e n lo que deje en casa. Asi l o afirma C. L. Franitlin, famoso excursionista de Rictifield, que cuenta con veintisiete aíios de práctica. A nadie le giKta trat>ajar mucho en el «camping» y salta a la vista que un equipo mtry complicado r e quiere m á s preocupaciones que un equipo ligero. Casi todos se llevan demasiada ropa, cuando está probado que con dos trajes y dos mudas completas hay más que suficiente. Lo demás s ó l o sirve d e estorlw. Otro error consiste en llevarse demasiados utensilios de cocina y mesa. Algunos resuelven e l problema oon vasos y platos de papel que, una vez usados, se tiran. —No tendrán ustedes mucho tiempo libre para solazarse —dice Franklin—, si llevan una gran cantidad de comida y ropa dc cama en el coche. La diversión verdadera d c l «camping» depende de una preparación adecuada. Seria una simpleza no llevar nada habiendo tantas cosas cómodas y convenientes, paro también l o e s sobrecargarse de cosas inútiles. — Un hornillo de gasolina e s imprescindible para cl excursionista. Una hoguera dc E leña c s vu^ romántica, pero s e necesita mucha práctica para preparar sobre ella la oomida. El hornillo dc gasolina resuelve todos los problemas. Además se puede reQ U T l r a l escape de g a s del auto, isi la s u - perficie e s plana, para calentar las viandas. Una hora antes d e llegar a l fhi de la excursión, se cogen las latas dc conserva que se desean consumir, s e les quitan las etiquetas y se atmi con un alambre sobre e l e s cape del auto. Oe este modo, cuando llegue el momento de acampar, e l contenido de las latas está hirviendo. H a y que coger las latas con guantes y tener cuidado al abrirlas, pues salta un chorro de liquido hirviente. Si e l escape es bastante grande se puede poner encima una caja cuadrada para calentar agua. Una maleta vieja, puesta de pie y provista de tablas, c s una tniena despensa. Para guardar la mantequilla lo mejior e s utilizar un tarro de cristal. N o hay que olvidar un cuchillo que corte bien y un abrelatas. La cama hecha de ramas tiernas e s m u y indicada en la selva, pero n o alli donde puede (fisponerse de camas más cómodas. Si los excursionistas no pasan de dos, s e arregla e l interior dal coche para dormir. HMorMm muda Los asientos bien cUspuestos forman una cama ideal. Sobre ellos se <x>k>ca un icoicbón de goma inflado de aire y , sobre éste, la sáoana, y las mantas si fuera preciso. Pueden proveerse las ventanillas del coche de bastidores con tela meiálica para que ei coche esté ventilado y no entren insectos. Si n a s e dispone dc tela metálica, puede ponerse una cortinilla, fijándola oon la presión que ejerce el cristal al ser subido. Una r e a cn el techo dcl coche, por la Iparte interior, e s buen sitio para guardar la pppa sin que estorbe. Cuando van m á s d c d o s personas, lo mejor e s llevarse una tienda «ad hoo», de las que s e montan e n cinco nrinutos. Ha de ser impermeable y la abertura débc estar cubierta con una gasa como la que se emplea en las mosquiteras. Coidionctas dc aire sobre cl suelo son p e más abrigo y más cómodas que catres. Además, ocupan menos espacio. N o olvide las mantas. Incluso a los dias más calurosos siguen noches .frías en la montaña, y en caso de no tener t>astantes mantas, lo mejor cs substituirlas par periódicos. Las mantas, bien enrolladas, s e llevan jen la cubierta o en el estribo del <x>- i che. La caja de la trasera del coche debe contener, a un lado, un barrllito d e agua y o l otrai, cajondtos e n forma de cómoda. £ 1 barril ha de estar rodeado de aserrín jy se le debe sujetar oon alambres. En la tapa d e la caja, por la parte interior, conviene poner un espejo paira afeitarse y tablillas para poner los objetos dc afeitar, jabón, etcétera. Estas tablillas deben colocarse dc modo que, a l abrir la tapa, queden e n isentido borizontal. En e l estribo de la izquierda s e pone una maleta para la ropa. En el mismo e s tribo, de m o d o que n o obstruya la 'portezuela, se coloca una cocinilla dc aluminio para que reciba calor dcl escapa de gas que pasa p o r debajo dcl coche. Franklin hace sus oompras por la tarde, en cualquier aldea o ciudad, pone las legumbres y la carne dentro del puchero y cuando s e detiene por la iKxhe para acampar, y a tiene la condda lista. El interior del ttKhc dc este excursionista está arreglado para dormir. Franklin puede hacersa la cama, poner tela metálica en las ventanillas y acostarse en meru» de d n c o minutos. Dentro del coche, debajo del asiento posterior, lleva una pequeña mesa plegable. Un pequeño equipo permite al excursionista llegar a lugares donde no pueden llegar los coches muy cargados. Cuando se dejan los caminos reales para adentrarse en el paisaje, c s p r c d s o llevar hacha, pala, linterna, jofaina, botiquín, cadena y cuerda para remolque. (De Berliner Uuslrirte Zeitung-) 1 ALGO Q OKICtN < la,fc\C)UlA5 U NO de los recuerdos más gratos de la niñez e s el de aquellas horas risueñas ^ que nos regodeát>anio6 oon las fábulas, consejas y cuentos de que eran protagonistas leones, osos, monas, liebres, cigüeñas, ]ot>os y toda clase de animales... Esos oientos. esas fábulas que tanto nos deleitaron, n o fueron idea dc nuestros padres nl de nuestros maestros. Según las investigaciones, e s o s fantásticos relatos que s e "«san cn lo sobrenatural, existieron desde que hubo niños, y Esopo les dio forma y "«lenidad, creando las fábulas quinientos Wos antes de Jesua-istOv Hace dScz mil años, la liebre, veloz an''"dora, y viajera infatigable cuyas andan^ eclipsan las dc los viajeros clásicos, rcSocijaba a los niños egipcios como nos regocijó a nosotros muchos siglos después. En la literatura cuneiforme de los pueblos orientales, en particular de los asirios, abundaban ios cuentos dc animales. Del Oriente pasaron a Europa, y las fábulas y J^js cuentos cn los cuales los animales ha"'an, se mueven, son dominadlos por las ]*asloncs oomo lo son los hombres y ridiculizan con sus maneras al género humano, se escriben y repiten cn todos los iefiomas «^nocidos. Los hedios y dichos de aquellos anima•«s. con sus ribetes de filosofía, han s i d o l e t r a d o s en las «Jatakas» budistas, en antigua lengua pali, en sánscrito, e n p r e a , cn diino, en tibetano y cn japonés. r?s curiosos manuscritos pchlvl dc Persia ' ^ t i e n e n también esos relatos. , Las aventuras del conejito, contadas cn «Jatalcas., pasaron dc la India a EuroIl al África con los mercaderes dc c s ^ í ' o s dcl indostán. cruzando cl continente " ' a r o mudios siglos antes de que lo l i i - ciesen los grandes exploradores Livingst^T ne y Stanley. En el templo de Bhartut (India) aparecían pintadas en piedra las fábulas y cuen tos de las Jatakas. Una de ellas d e d a asi: «En tiempos pasados existia en la India un gigantesco cangrejo de oro, que habitaba en un lago y tenía la costumbre de cazar y devorar a los elefantes que iban a t x b c r a la orilla. Y resultó que Jos elefantes, atemorizados, n o volvieron a abrevar a l lago. ^Entonces nació el Buda, encantada en e l hijo del elefante guia del rebaiVo, y, O M el tiempo, c r e d o y se hizo muy fuerte. »A1 llegar a la edad adulta buscó mía I»—Pues y o Itom su muerte g la doy por compañera. segura, porque le vi morir. »Enfadado por el terror que el enorme •—Cuéntanos lo que acontedó. cangrejo infundía a los elefantes, d e d d i ó »—Mi -ma/ido había inventado un ingeponer fin a aquella situadón y fué a dar nioso medio* para que nunca nos faltase el cuenta a su padre de lo que ise (iroponia sustento. hacer. »Un dia en que los peces nos ^ í a n re«El viejo elefante le aconsejó que devolotear* sobre las aguas del lago y nos sistiese de su proyecto; pero el Buda s u miraban COTÍ envidia, les dijo mi esposo plicó oon tal vchemenda que le fué conceq u e ' l e s llevaría a otro lago ntós.iwlio que dida la autorizadón demandada. habia no muy lejos de allí. «Acordaron que fuesen jimtos todos los ^Aceptaron los peces y diariamente iba al elefantes a beber al lago. lago, cargaba con un pez y lo transporta. A s í lo hlderon, y les faltaba como una ba; volvía p o r otro y por otro luego, j o m a d a de camino, cuando se encontraron hadendo varios viajes al día. Claro es que una grulla que lloraba amargamente. no los llevat>a a ningún lago, sino que fios »—¿Por qué lloráis, señora grulla?— le los oomiamos. preguntó el elefante guia. »Asi vivimos bastante tiempo hasta que o—Porque he perdido a mi marido en e l s e enteró el' maldito cangrejo, el cual ifñó lago. Se lo ha comido el cangrejo d e oro. instmcdones a un hijo suKjO, que solicitó »—Eso no es posible; podéis volar y el cangrejo m alcanza a tos que andan por de mi marido l o transportase. ^Aceptó mi esposo y, cuando iba a eníel aire. ALOO 12 t i l í n y e l q u e s o FABULA CON MORALEJA Y TODO, PARA NIÑOS BASTANTE INFANTILES ca hacía caso dc las advertencias; sobre Jado d e las que había encima de los quesos. tan tentador que Tilín tenía que hacer e s fuerzos sobrcanimales para n o desmayarse. Pero... ( ¡ E s t o s «peros» que todo lo enredan, caramba!) Pero, un rotulito, vino tulo mismo caso que n a o a oe tus consejos que le daba su maestro cuando iba a clase. Y le pegó un mordisco al queso, o o r mo para hacerle bailar un zapateado. Pero cl queso se abrió. Un día, Tilúi, en una de sus cotidianas correrías, vió ante sus ojos un estupenda y apetitoso queso de Holanda, que, por las apariencias, debia de ser más rico que don Alvaro de Figueroa. Despedía un olorcillo a turbar su felicidad. Un rotulito que ibomo una banderilla, o un alfiler de corbata, e l queso lucía, prendido cn el lomo. Tilín, que ya hemos dicho que era travies o , etcétera, hizo de la advertencia del rór Y el laborioso obrero, don Gusanillo de Manteca, que era cl que estaba ocupado Ipi hacerle un túnel al queso, para un Metro o a l g o así, le demostró a Tilín que e s mi>!) feo estorbar al que trabaja. era un ratoncito goloso, traviese, TILÍN g, sobre todo, muy mal educado. Nun- prender cl vuelo, cl cangrejo le s e g ó e l cuello con sus endiabladas pinzas.—» He «fuí una fábula de donde se ^aca la moraleja de que e s necesaria obrar bien, y a que el malvado encuentra siempre ^ castigo. Otra fábula también de la época, e s l a del chacal que no cazaba elefantes, la idual dloe así: «Una leona encontró a un cfiacal recién nacido, s e lo llevó a su guarida y lo crió jimto con sus dos cachorrillos. »Cuando hubieron crecido los tres, salieron por mandato materno a matar a un elefante. Mas el chacal, que no tenía tanto valor como los leones, al llegar a donde s e encontraba el paquidermo, dijo a s u s hermanos dc leche: «—Ese elefante e s enemigo de vuestra raza; no o s acerquéis a é l . — »Los leones, al oír esto, se atemorizaron y suspendieron la caza. »AI llegar a la guarida, la leona madre castigó al cachal y lo arrojó de su Jado al mismo tiempo que le decía: »—Eres un buen ejemplar, hermoso y list o ; mas los dc tu casta no cazáis elefantes y no nos convienes.—» Y, como éstos, inñnidad de apólogos en los que intervienen los mismos seres que han illegado hasta nuestros días. N o hace mucho, fué descubierto en la Biblioteca Oriental, de Paris, un manuscrito árabe del siglo xii, el cual contiene fábulas ilustradas con maravillosos dibujos. Peritos que han üivestigado cl libro, afirman que e s una recopilación de fábulas prmiitivas, las cuales debió de conocer Esopo, y a que la identidad entre ambas producciones es exacta. L. A. D E D U C I R S E D E S A L U D D E LAS vez se nos presenta el caso dc las OTRAdeducciones científicas sobre determinados rasgos físicos de las personas. Como en la «labiología», nosotros hemos de expresar nuestra opinión de que en todo e s to ha(y a l g o de verdad, es decir, d e que, en atgunos casos, e s posible deducir certeramente de sus uñas el estado de ^ l u d del individuo. Pero también creemos que e l informador, con objeto de dar a la publicidad un trabajo completo, ha realizado ampliaciones un tanto aventuradas. Desde luego, la «uñología», está mereciendo la atención de algunas hombres de dencia cn Alemania, y uno de ellos, cl (doctor Kurt Schmidt, habla de ella en (un interesante artículo, publicado recientemente. La creencia popular de que de las uñas —comienza diciendo el artículo— puede dcducirse la suerte dc una persona, ha derivado U ñ a de u n a persona sana y equilibrada H s l camenie. 2. L a banda de Mees, gris m a t e , que aparece dos meses después de u n envenenamiento grave por arsénico. Cuando es blanquecina, indica envenenam i e n t o por t a l i o . 3. U ñ a débil significa nerviosidad y alteraciones en la n u t r i c i ó n , las gruesas son propias de los a n cianos o de los p r e m a t u r a m e n t e envejecidos. 1. D E IAS U Ñ A S EL P E R S O N A S ? en un estudio más serio, consistente en extraer de las uñas deducdones acerca del estado de salud del individuo. Hace años un médico holandés descubrió que una raya gris mate, a la que s e da el nombre de banda dc Mees, que así s e Ua" ma el descubridor, la cual aparece a veces transversalmenfc cn la parte inferior * la uña y va subiendo con cl crecimiento * ésta hasta desaparecer, s e presenta invariablemente dos meses después dc un envenenamiento pbr arsénico. Descubrimiento muy interesante, par cierto, para la >neditína legal y que ha sido seguido dc ptroS análogos sobre rayas de otras coloradones. Pero más importante que todos estos fenómenos es el tratado del conocimiento de las uñas que ha publicado, después de largos años dc investigaciones, el médico francés Mangin, que sostiene que la uña cambia cuando su alimentadón, regulada por ciertas pequeñas glándulas, se altera por cualquier causa. La uña normal, signo dp equilibrio * ánimo ly de salud, debe ser suave y flexi' ble, ni blanda ni dura, ni demasiado Jarg a ni demasiado corta, ni ancha ni estrecha. Debe cubrir la mitad de la última falange del dedo, y sus bordes deben ser r a i d o s . D e color rosado, lisa, ligcramen*^ abovedada y sin manchas, depresiones abultamientos. Toda uña de otra clase eS signo dc defecto orgánico o de alguna predisposición a enfermedad. Las uñas débiles corresponden en general a un estado (te debilidad y señalan m* 13 ALOO 4. Uña» demasiado largas son signo de d e b i l i d a d cardiaca; demasiado c o i t a s y a n c b a s , de neurasten i a ; si a d e m á s se ensanclian en forma de espátula e n su e x t r e m o e x t e r i o r , i n d i c a n i n i t a b i l i d a d . perscnsibilidad nerviosa y trastornos de la nutrición. Una uña miM} gruesa, semejante a una garra, no e s signo fuerza, sino de falta dc resistencia del organismo, por lo que las solemos encontrar e n gentes prematuramente desgastadas. Uñas largas indican tendencia a la fatiga; cortas, planas y casi cuadradas, predisposición a la debilidad cardiaca y a la nerviosidad enfermiza; las muy cartas y anchas, excitabilidad y neurastenia; las que tienen forma de espátula, irritabiUdad y violencia; las trapezoides, tendencias maniacas; las muy estrechas, salud poco firme, y las de forma dc almendra o dátil, falta de resistencia del sistema vascular. Miremos ahora la mano de lado. Cuando todas las uñas, desde la raiz al extremo, están marcadamente arqueadas hacia fuera ^- Las uñas triangulares suelen denotar anuncio ^e trastornos mentales; las trapezoides, de mantas enfermizas, las m u y estrechas, salud d é b i l , y las <*e forma de d á t i l o de a l m e n d r a , d e b i l i d a d del sist e m a vascular. (ccmvexas) e s que existe debilidad de l o s ór^ranos respiratorias, y si cl arqueamiento es muy pronunciado, padecimientos del hígado. Cuando, vistas desde su extremo exterior, su curvatura hacia los lados e s m u y (-ápida, e s que hag predisposición a la arteriocsclcrosis. Cuando la uña d e l mdice e s m u y abovedada, e s presumible en su poseedor una tuberculosis o una congestión pulmonar crónica. Si, vistas desde delante, aparecen c n forma casi semicircular, indican una alteración de la actividad renal. I>e la blandura o dureza de la materia 6. Las uñas hundidas son propias de personas violentas; las abombadas, de enfermos de los p u l mones; las que tienen f o r m a de t e j a plana d e l a t a n la arterioesclerosis y, a veces, el cáncer. córnea que constituye la uña ^ deducen también conclusiones interesantes. Asi, imentras las muy débiles indican debilidad g e neral, l a s muy duras denotan pobreza d e sangre y desórdeiies cn las glándulas d e secreción interna, y las que forman delgadas capas pizarrosas superpuestas, existencia de lombrices. I>e s u coloración pueden obtenerse las siguientes conclusiones: uñas pálidas, falta de glóbulos rojos; blancas, escrófula; muy encamadas, alta presión sanguínea y predisposición a trastornos cardiacos; azuladas, alteración dc la red venosa; negmzcas, débil presión sanguínea y tendencia a P a r a l o s a f i c i o n a d o s a ia SECRETO r*ON un rollo de película en la máquina, ^ la vista o figura enfocada y cl dedo en el disparador, no es más difícil hacer una buena fotografía que una fotografía taala. No creo exagerar si digo que s e estropean más fotografías pror no haber aí»rtado ci tiempo de exposición, que por fio^ las otras causas reunidas, y, a pesar de ello, cuando alguien ve una fotografía Wen expuesta, con tntena modelación y gradación, con luces detalladas y sombras sólidas, e s generalmente al objetivo o a la máquina a los que se concede el mérito. «iQué espléndido objetivo debe de tener su máquina!», dirá aomirado su amigo, ^ a n d o le enseñe usted su mejor fotografía * la temporada. «¿Dónde se la han revelado?», preguntará otro, como si la casa que s e ha encargado de revelarla y tirarla fuera quien tuviera cl mérito de su éxito. «Supongo que usará usted un aparato ^ y caro, para hacer «fotos» como ésta», tiirá un tercer entusiasta, como si no fuera Posible hacer malas fotografías oon apacaros, y buenas con máquhias bara. El material fotográfico moderno ha meloraeto tanto, que c s posible obtener resul'^dos regulares en ocasiones cn que, hace a gunos años, un fotógrafo ni siquiera huo^era sacado el aparato de su estuche. N o 1^ ya que esperar a que luzca cl sol para ^ ? a r impresionar una placa, y. como los ""letívos son cada vez más luminosos, puc^ n hacerse mstantáneas cn los atardeceJ^s ide verano u hasta dc otoño y dc i n vierno. ¿Habéis pensado alguna vez qué e s lo ^ e ocurre cn el interior del aparato a las p h c u l a s o a las placas? La diferencia en^ e la película y la placa n o estriba e n c l r f t e r i a l sensible s m o solamicnte cn s u s o porte. Tanto en una como en otra tenemos una ^ ' g a d a capa dc gelatina que contiene e n ^ seno determinada camposidón de plata I L E LA desórdenes de la circulación y del corazón; amarillentas, tuberculosis ósea, y blancuzcas, violeta pálido o color plomo, enfermedades hereditarias de la sangre. Mangin ha investigado asimismo las pequeñas manchas blancas, a las que el vulg o atribuye indicaciones sobre c l carácter, y las pequeñas deformidades aisladas, de donde ha sacado algunas conclusiones, pero que n o da aún como definitivas. Tampoco pueden ser consideradas como tales, según algunos médicas, las que hemos detallado, aunque representan, desde luego, una materia importante, de donde puede sacar provecho la medicina si, aunque s ó l o sea en parte, pueden confirmarse científicamente. 8. R a n u r a s profundas y marcadas en el pulgar o anular, significan m a l de o r i n a ; hoyitos como puntos, reumatismo; elevaciones alargadas t r a n s versales sobre toda la u ñ a . trastornos orgánicos o del desarrollo orgánico, segiln on qué dedos se p r e senten, y ranuras irregulares y plegamientos, e n fermedades de loE huesos. fotografía EX|IO8ICÍÓII que le da un color amiarillcnto. Mientras e n la Ipelicula esta capa sensible de gelatina tiene como soporte una larga banda flexible de oehiloide que puede fácilmente cortarse con unas tijeras, en la placa el s o - i porte e s una lámina de Cristal cortada a un tamaño determinado. N o e s éste lugar de cpiHpai^r las ventajas d e las películas y las iplaqas. y,/en el presente articulo, cuanto diga aqerca dc unas, puede aplicarse igualmente a las otras. Todos sabemos que ciertas sales de plata, como l a s que contiene cn emulsión la g e latina de las placas, son sensibles a la luz, pero conviene considerar con más detalle lo que ocurre cuando la luz actúa s o bre ellas. Mientras que la imagen que perdben nuestros ojos actúa sobre nuestro cerebro instantáneamente y de tal manera que las cosas que miramos conservan la misma luminosidad sea cual sea el tiempo que las estemos mirando, en el caso dc la emulsión fotográfica el eferto de la luz e s «acumulativo». Esto quiere d e d r que la emulsión puede, por uno o dos segundos, ser, por dcdrlo así, d e g a para un objeto determinado; pero que sí se mantiene abierto cl obturador, llegará un momento en que la biz empezará a produdr sus efectos sobre ella. Cuando se hace una foto del interior d e una iglesia o de otro cdifido obscuro, podrá ser necesario exponer la placa algunos minutos, y a veces, algunas horas, para ol>- AdministneiAn ds publicidad en esta revista: P U B L I C I T A S . 7. L a u ñ a en f o r m a de abanico es señal de escrofulismo; la que vista desde delante aparece a r queada, indica padecimiento i n t e s t i n a l y la d e f o r m a de cristal de r e l o j , cubriendo por ios lados las partes blandas, enfermedad p u l m o n a r . S . A. Organízadón modsma de publicidad Sircdou: Pn. CalilaSi. i , 1.* I M r M : kf. H i M u i t l l , I , M t * TeléfMO tt40S. - Aptrtide 221 TsMfiM 1S37S. - Apirtidi S i l tener un efecto suficiente sobre la emulsión, de modío que, cuando se tire e l positivo, reproduzca exactamente sobre el papel la misma escena que nuestra vista h a percibido instantáneamente. Esta importante dífercnda entre la acdón instantánea que la luz produce sobre nuestra vista y la acción gradual que causa sobre la placa es uno de los fenómenos fotográficos más frecuentes. Otro punto que hay que tener en cuenta es que cl ojo humano puede percibir a l mismo tiempo Impresiones que varían enormemente en luminosidad. Puede pcrdbir los detalles de una estatua de mármol |>lanco iluminada por un sol tropical y, al mismo tiempo, percibir todas las gradladoncs dc una roca obscura que se encuentra c n sombra profunda. La luz que refleje la e s tatua puede ser más de mil veces m á s brillante que la que refleje la roca en somh bra. N o hay placa ni película que Ipucda reprodudr tamaña escala dc luminosidades, y e s interesante comprender bien por qué. PENETRAaÓN DE LA LUZ e s expuesta simultáneamenSI teunaa laplaca luz procedente de tres objetos, uno dc los cuales e s de tono pbscuro, otro medio Y otro claro, los tres uniformemente iluminados, el de tono más claro afectará la emulsión más que los otros, pues e l efecto de la luz que dte cl procede penetrará más profundamente. Si exponemos la placa por m á s tiempoi, las tres impresiones a u mentarán su penetración, pero en las mismas proporciones. Si aumentamos aun m á s •la exposidón, llegará un momento cn que la imagen del objeto más claro habrá p e netrado todo el espeson de la emulsión, Y a partir dc este momento se habrá perdido la piropordonalidad entre la impresión Y e l tiempo de exposidón. Si, por consiguiente, exponemos varias placas durante menos tlempp qu(C el necesario para que cl pbjeto 141 ALGO más iluminado alcance tado el espesor de la emulsión, se conservará la acción propor­ cional de los tres objetos, y, al revelar las placas ( l o que simplemente quiere decir tratarlas mediante unos productos quimícos que ennegrecen la emulsión proporcianalmente a la impresión da luz recibida), la única diferencia entre ellas será que unas serán m á s «densas» que otras. Las m á s densas necesitarán más tiempo para tirar de ellas un positivo, pero si este tiempo está bien calculado, todos los positivos se­ rán iguales, siempre que la exposición de la placa que la haya recibidla más corta, haya sid)o suficiente para registrar los de­ talles del objeto más obscuro o más débil­ mente iluminado. No HAY UNA EXPOSICIÓN «EXACTA» podemos comprender cl primer pun­ AHORA to qiie deseo hacer ver: cl d e que n o existe lo que pudiera llamarse un tiempo de exposición «exacto» para un asunto que comprenda varios temos o diferentes luces. Lo único que necesitamos c s un tiempo d e exposición que esté comprendido dentro de la «latitud», como acostumbra decirse, de la emulsión y que sea suficiente para que la placa pueda recibir impresión de la luz procedente d c la sombra más profunda del asunto. Con lo que hcmps explicado, se compren­ derá fáciinvcnte io quz ocurrirá si expone­ mos una placa Lde manera que la luz dcl o b ­ jeto m á s brillante atraviese por completo LA PESCA todo c l espesor die la emulsión. Si, p o r ejemplo, c n este objct<^ que e s e l más bri­ llante, existen, sin embargo, variaciones en la brillantez de sus distintas partes, la más brillante n o podrá actuar más sobre la emulsión que la menos brilianta, la cual, por decirlo así, se confundirá con la otra. El resultado, pues, d c haber expuesto de­ masiado la placa, será una pérdida de de­ talles en las hices fuertes, pues todas las diferencias dc brillantez en las partes m á s luminosas se confundirán. Una vez revelado el negativo, n o tendremos detalles en las luces, sea cual sea cl procedimiento d e tiraje que usemos para obtener el posi­ tivo. E s fácil comprender que si diéramos aun más exposición a la placa, n o s pasaría con las medias tintas lo que antes n o s ocu­ rría con las luces, y que si diéramos m á s exposición aún, perderíamos tanú>íén los detalles de las sombras. UN CASO EXTREMO lo quc ocuniría si tratára­ CONSIDEREMOS mos de fotografiar un asunto con gran­ des diferencias de luz y sombra, como, por ejemplo, una estatua de mármol blanco ilu­ minada por e l sol, junto a unas rocas obs­ curas colocadas cn la sombra. Si la sombra e s muy profunda, tendremos que elegir en­ tre estas dos soluciones: si e l s o l e s muy brillante y la sombra muy obscura, no exis­ te placa ni película con suficiente «latitud», para poder d a m o s los detalles de la roca DEL PEZ ESPADA (Be Uu) — iQué litttnuí! 81 llego a volver a euw nna hora anU» bubien podido oir mi eoBterencia. (De JÁdore Norín)/) antes de que la luz de la lestatua haya atra­ vesado tolda la emulsión. Por otra parte, si exponemas la placa sólo el tiempo nece­ sario para obtener ios detalles y la grada­ ción de matioes de la estatua, la roca obs­ cura n o tendrá tiempo de impresionar la placa. Otra vez n o s encontramos con que |no existe un tiempo dc exposicián que s e a «exacto» para un asunto de mucho con­ traste. Podrá convenimos obtener los de­ talles de las rocas, o bien rcpirod{uicir la belleza de la estatua, y esperar que éita distraiga al observador de la carencia de detalles e n ias sombras. EFECTO ARTÍSTICO OR lo demás, esto puede aumentar en Pfotografía muchos casos e l efecto artístico de la y así, en general, procuraremos obtener los detalles de las luces aun cuan­ do perdamos los de las sombras. Claro e s que todo depende del objeto para e l t]ue se saque la fotografía. La «latitud» actual de las placas moder­ nas e s r e a i m e n e maravillosa y, cn a mayoría de los asuntos que corrientemente s e pre­ sentan, pueden darse dos exposiciones, una diez veces más larga que la otra, encontrán­ dose ambas dentro dc los límites que permite la emulsión. Es esta ampha latitud to que ha­ ce tan fácil la fotografía dc hoy. La mayoría dc los aficionadas se sienten satisfechos si de un rollo dc ocho, obtienen cinco negati­ vos pasables. Pero c s bien raro que de los cinco no haya al menos dos con las luces perdidas por exceso de densidad o las som­ bras sin detalles por falta d e exposición. Sólo un poco de atención y d e buen priterio n o s daría ocho negativos buenois. OBTURADORES ODOS los aparatas llevan un obturador, T que no e s otra cosa que un mecanismo que permite tapar o destapar el objetivo, a l apretar el disparador. Las más complicados permiten variar las exposiciones o sea los tiempos durante los cuales permanece abier­ to el objetiva; los más sencillas tienen g e ­ neralmente un solo tiempo dc exposición llanada «instantánea». En general, en los obturadores que tienen un solo tiempo d e exposición instantánea, ésta acostumbra ser de 1 40 a 1/20 de segundo, más corriente­ mente dc 1/25 da segundo. En general, las máquinas baratas equipadas con un ob­ turador de una sola velocidad suelen llevar un objetivo que sólo permite obtener fo­ tografías satisfactorias en condiciones de muy buena luz. Í»MCT W.HABWS 4r ^.V . parejas... En el Tibet hay individuos que si se transportaran a América, los tomarían todos pos indios americanos. Las gentes de estos países asiáticos semejan indios, no solamente en el porte, sino en el modo de vestir g, lo que cs más revelador, en ia construcción y entonación dc su lenguaje. Los aborígenes dc América presentan diferencias de cultura, dc lenguaje, de color y de estatura; pero los rasgbs físicos fundamentales son los mismos, lo que índica que todos ellos descienden del mismo núcleo ancestral. Siendo esto así, establecida esa identidad, ¿cómo se explica la diferencia de cultura existente en tiempos de Colón, cuando la alta civilización de la América central, de la que quedan testimonios maravillosos, contrastaba con el salvajismo de algunas tribus cazadoras dc los contemplando las Ingentes "«"es de los famosos cañones d e l Colorado. • r v E qué lugares llegaron a América los centenares de seres humanos que la poblaron siglps antes de su descubrimiento por Cristóbal Colón? No cabe duda, dicen los investigadores, que llegaron de otro continente. Pero ¿de cuál, cómo y cuándo? ¿Por qué Colón encontró unos indios civilizados y otros salvajes? ¿Por qué esas diferencias étnicas que existen entre las tribus indias y esa desproporción en las aptitudes para las industrias? ¿A qué se debe la disparidad de sus normas de vida? E l doctor Ales Hlrlcka, del Instihito Smlthsonlano dc Washington, uno de los antropólogos de nragor cultura de América,! cree que las gentes que poblaban el continente americano al arribo de Colón procedían de Asia. Seaún su opinión, llegaron al Nuevo Mundo, donde entonces no existía ni un solo poblador, hace unos quince tnii años, por el estrecho de Behring, por cuyo lado América se aproxima a Asia, y se multiplicaron rápidamente extendiéndose en dirección flrtioo Antartico. El doctor Hlricka parte dc Alasca |>ara fijar la ruta que cn aquellos tiempos siguieron los americanos prehistóricos hacia el este y oeste, desde que por Primera vez pisaron aquel continente; y esa ruta la establece siguiendo los rastros gue existen aún y por los indicios que le facilita el estudio de los huesos humanos, los fragmentos dc alfarería, 'as armas, los trabajos en irarfil y las escasas ruinas <|ue datan dc tiempos anteriores a la Era Cristiana. Cree el sabio que esos datos fijan definitivamente la cuestión dei origen de los omericanos y taxativamente el lugar primero en que los americanos prehistóricos s e establecieron, lugar que sirve de punto de partida para India americana mos cho en donde portan INDIOS A M ERIC ANOJ ABORÍGENES resolver la hipótesis del origen del hombre en el continente americano. Cuantos Indios poblaron América a la llegada dc las naves de Colón, descienden de los primitivos emigrantes dcl Asia, emigrantes que fueron todos de tipo amarillo bronceado, aun cuando procedían de diferentes tribus y de dlstin as naciones asiáticas. Este tipo está actualmente muy distribuido por c l j Asía y subsiste cn Tibet, Corea, China. Japón, parte de la j Sit>eria y, principalmente, en Mongolia. * R e c o m e n d ó estos países, se encuentran multitud de tipos que, físicamente, no se distinguen de los indios americanos. Tienen el mismo color que éstos, idéntica clase dc cabellos, ojos dcl mismo color castaño obscuro, semejante prominencia dc pómulos y otros rasgos faciales que los identifican. [>o£een idéntica mentalidad y modo de -proceder, hábitos y costumbres b o s q u e y llanuras de otras regiones dcl mismo continente? El ambiente explica lo bastante esta diferencia de cultura, esa diversidad de aptitudes, e s a ' divergencia de género de vida. En efecto, cn Méjico y en la América central hace calor y el clima cs húmedo, lo cual facilita el crecimiento de las plantas. En su suelo hay también materiales en abundancia para la construcción, condiciones que tienden a fomentar una forma sedentaria de vida, que se establece y se fíja permanentemente cuando se desenvuelve en él la agricultura. Más al sur de Behring se encuentran las islas Aleutianas, y cn ellas existen varias rutas prácticas por donde los asiáticos pudieron alcanzar las costas dc América. Los asiáticos dcl noroeste constituían pequeños grupos que cazaban y pescaban a lo largo de los ríos y de las costas. Cuando disminuían las presas ellos seguían ei camino, n o dcl sur, donde otras tribus estaban ya establecidas, sino del norte y este, en la direcdón dc menos resistencia y más abundancia, hasta que alcanzaron los Kuriles, Kamchatka y, posteriormente, la extremidad nordeste del Asia. Al llegar a América encontraron mejor clima, una tierra muy rica cn caza, lugares más aptos para la pesca, y no tropezaron con ningún habitante que pudiera impedirles el desenvolvimiento en ella. Las nuevas del credente descubrimiento hecho por sus conterráneos, se extenderían por el esté y norte dc Asia, y nuevos grupos de emigrantes se irían sucediendo, aumentando irregular y acaso lenta, pero interminablemente. Los primeros que llegaron fueron asiáticos dcl tipo representado hoy en Norteamérica por los algonquincs, siux c iraquises, y más al sur, por las tribus aztecas y por los pueblos aborígenes de Venezuela. Después llegaron los progenitores de los tattccas que se fijaron a to largo de las costas dc Méjico, cn las Antillas, cn la América central y cn cl Perú. V dc este modo, cn multiplicadón constan te, fticron poblando todos los territorios de América, de muchos dc los cuales han desapared d o por c o m p l e t o . L. A. t r a n d o el original le- a loa pequeñuelos. !<7 r á