19 octubre 201410:48

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CULTURA(S)
SOCIEDAD
Los divorcios entre los mayores
de 65 años se disparan en
España
Dos jubilados disfrutan de la lectura en un parque. / Luis Angel Gómez
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La convivencia de las parejas se deteriora tras la jubilación al
pasar más tiempo juntos. Los varones dan el paso cuando ya
tienen otra pareja porque "necesitan a alguien que les cuide".
Las mujeres temen menos la soledad
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VIRGINIA MELCHOR
19 octubre 201410:48
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Muchos se casaron jóvenes y por la Iglesia -ellas, de blanco impoluto-,
convencidos de que era para siempre. Sin embargo, el aumento del tiempo
compartido tras la jubilación laboral, la creciente esperanza de vida y -en
algunos casos, como consecuencia de lo anterior- la ruptura del ideal del amor
eterno tras un largo tiempo de convivencia han acabado con su relación. Las
disoluciones de matrimonios -divorcios, separaciones y nulidades- cuyos
cónyuges ya han cumplido los 65 años se disparan en España. En apenas una
década se han duplicado con creces. En 2011 sumaron 3.507, frente a las
1.435 registradas en 2001, según un reciente informe del Imserso. Es decir, un
incremento del 144%, cuando en ese periodo las cifras totales de parejas
deshechas en el país apenas crecieron un 4,8% al situarse en 110.651.
¿Por qué un hombre o una mujer deciden encarar un cambio radical
precisamente en la recta final de sus vidas después de cohabitar durante
décadas bajo el mismo techo? Cada caso es diferente, especialmente en
función del género, explican psicólogos y sociólogos. Pero hay un objetivo
común: “reinventarse y buscar de nuevo la felicidad”. Un cambio que para
muchos hombres se vincula con más sexo y compañía, mientras que para la
mayoría de las mujeres se relaciona con una etapa de tranquilidad tras sentir
que han gastado su vida al servicio del marido, apuntan los expertos
consultados.
Esa generación que empieza a familiarizarse con las separaciones rondaba
la treintena cuando en 1981 fue aprobada la Ley del Divorcio, lo que ha
contribuido a que vivan las rupturas matrimoniales como algo normal y acepten
sin grandes reparos los nuevos modelos de familia. “Nuestros mayores no han
sido educados en el 'contigo pan y cebolla' para siempre, no ven el divorcio
como un pecado”, explica Leire Iriarte, psicóloga y profesora de la Universidad
de Deusto.
"Las mujeres suelen aducir razones de diominación por parte de sus
parejas. Los hombres, la incompatibilidad de caracteres y la pérdida del amor"
La esperanza de vida en España, cifrada actualmente en 82,29 años -la
mayor del mundo después de Japón-, también estimula la búsqueda de nuevos
rumbos en los años finales. “Los divorciados de 65 años todavía se sienten
jóvenes y quieren afrontar las casi dos décadas que les quedan por delante con
una mejor calidad de vida”, comenta Amaia Bakaikoa, psicóloga clínica y
sexóloga.
La crisis de los 40 se convierte en una frontera importante y determina los
años venideros del matrimonio. Porque cruzando ese límite se suelen tomar
algunas decisiones capitales en relación con la vida personal, familiar o
profesional. “En la mediana edad, muchas personas empiezan a replantearse si
su proyecto de vida se ha cumplido y entienden que, si no se divorcian ahora,
ya no lo harán nunca”, apunta Iriarte. Sin embargo, tras haber puesto distancia
de por medio, las mujeres y los hombres caminan por distinta dirección. Ellas
se divorcian para librarse de un marido mezquino o, en el peor de los casos, de
un maltratador. Y no suelen plantearse nuevas relaciones, sino disfrutar más de
sí mismas y de sus hijos y nietos. “Las mujeres que ponen fin a su matrimonio
suelen aducir razones de tipo abusivo o dominante por parte de sus parejas o
dicen estar cansadas de soportar infidelidades. La queja más común de los
hombres es la incompatibilidad de caracteres y la pérdida del amor, la
necesidad de ser felices, de buscar mayor satisfacción”, retrata la profesora de
Deusto. No obstante, muchas mujeres ya no se dejan caer en brazos de un
hombre dominante. “El matrimonio ha dejado de ser una relación de
dependencia, normalmente de la mujer hacia el hombre. Se busca la
realización personal de los dos miembros de la pareja”, celebra la sexóloga
clínica.
Los placeres del sexo
Las tensiones, disimuladas a lo largo de años por la presencia de los hijos
en el hogar y porque la actividad laboral les permitía a ambos librarse unas
cuantas horas al día de la presencia mutua, saltan en pedazos cuando uno de
los dos se jubila. “La convivencia, al ser más intensa, precipita dudas que
llevaban rondando en la relación durante años, pero que se ven con claridad
cuando la pareja ya tiene que mirarse a los ojos y preguntarse ahora qué”,
precisa Iriarte. El informe de 'Las Personas Mayores' publicado por el Imserso
refleja que los divorcios tardíos se producen poco después de la jubilación. En
el grupo de 65 a 69 años son el 5,45 % del total, mientras que en el tramo de
85 a 89 años no llegan al 1%.
En ocasiones, los varones no resisten el canto del cisne de la naturaleza y,
con la ayuda de una píldora de color azul, tampoco renuncian a los placeres del
sexo. “La comercialización del Viagra en España desde 2001 supuso una
revolución porque los hombres comenzaron a sentirse capaces sexualmente. Y
a ciertas edades se quieren demostrar a sí mismos que no han perdido
facultades para conquistar”, apunta la sexóloga. No se limitan a cogerse de la
mano. Los mayores también hacen el amor. Con quien quieren y pueden.
Como quieren y como pueden. El sexo en la vejez es, según Bakaikoa, un tabú
que empieza a derribarse. “Antes, la sexualidad se asociaba a la juventud, no
era apta para personas mayores. Hoy, sabemos que siempre está ahí para
aportarnos calidad de vida y un gran equilibrio emocional.”
"Algunos varones se quieren demostrar a sí mismos que, pese a la edad, no
han perdido facultades para conquistar"
Muchos maridos no quieren ni oír hablar de jugar a la petanca y buscan
incansablemente amores tardíos, y en ocasiones los encuentran y su vejez se
convierte en una etapa sexualmente activa. Pero también los hay que se dejan
llevar por relaciones imposibles, víctimas de su vanidad, y acaban sumando
otro fracaso amoroso. “Ellos dan el paso de separarse cuando ya tienen otra
pareja, porque necesitan a alguien que les cuide, les acompañe, e incluso, se
obsesionan por demostrar que pueden seguir conquistando. Ellas se
emparejan con más tranquilidad y cuando la relación es profunda e
interesante”, diferencia la psicóloga clínica.
En general, las mujeres afrontan mejor que los hombres su nueva situación
de separadas o divorciadas. “Ellas temen mucho menos la soledad,
demuestran mayor capacidad para manejarse tanto a nivel funcional como
personal y disponen de redes sociales más amplias”, describe Bakaikoa. Iriarte
abunda en esa idea: “A nivel emocional y afectivo ellas son más capaces de
superar el duelo y reestructurar su vida.”
El divorcio después de pasar el umbral de los 65 también es achacable al
abandono del hogar por parte de los hijos, lo que se conoce como el síndrome
del nido vacío. “Muchas mujeres han renunciado a sus propias necesidades
porque siempre han interpuesto el bienestar de sus hijos, pero cuando ellos se
independizan comienzan a pensar en sí mismas”, elogia Bakaikoa.
Los hijos, conscientes de los problemas conyugales de sus padres,
entienden que lo mejor para ellos es la separación. “Han visto las dificultades
de relación entre sus progenitores y tienden a darles un toque de atención. Sin
embargo, les cuesta afrontar la separación después de verlos tantos años
casados. Para los hijos y su entorno es difícil de entender que en un momento
de la vida puede que sus padres se acompañasen bien, pero que la posición en
el ciclo vital y las necesidades de cada persona van cambiando”, explica la
profesora de la Universidad de Deusto. Los hijos, según Baikaikoa, suelen
posicionarse del lado de la madre, “porque es el vínculo familiar entre todos y
porque la ven más indefensa a nivel económico.”
Hay mujeres que recuperan la calma y se vuelven a enamorar, pero es
infrecuente. Eso sí, al contrario de lo que pudiera parecer, a juicio de Iriarte,
“cuando los mayores se divorcian aumenta su nivel de satisfacción y empiezan
a establecer relaciones sociales más saludables.” En este sentido, Bakaikoa
lanza un mensaje alentador a quienes deseen redescubrirse y vivir en plenitud
sus últimos años: “Cualquier edad es buena para reinventarse y buscar de
nuevo la felicidad.”
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