La Gaceta del FCE, núm. 485. Mayo de 2011

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ISSN: 0185-3716
D E L F O N D O D E C U LT U R A E C O N Ó M I C A M AY O D E 2 0 1 1
LOS
JEROGLÍFICOS
DE
SIR THOMAS
BROWNE
ROBERTO
CALASSO
KENELM DIGBY
FRANCES A. YATES
THOMAS BROWNE
Además SOBRE
EL (N0) FUTURO
DE LAS LIBRERÍAS
y
ENRIQUE KRAUZE
evoca a don Daniel
Cosío Villegas
485
485
D E L F O N D O D E C U LT U R A E C O N Ó M I C A
Joaquín Díez-Canedo
DIRECTOR GENERAL DEL FCE
Luis Alberto Ayala Blanco
DIRECTOR DE LA GACETA
Moramay Herrera Kuri
J EFA DE RE DACCIÓ N
CONSE JO E DITO RIAL
Martí Soler, Ricardo Nudelman,
Juan Carlos Rodríguez, Tomás Granados
Salinas, Bárbara Santana, Omegar Martínez,
Max Gonsen, Karla López,
Heriberto Sánchez
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Fondo de Cultura Económica.
ISSN: 0185-3716
EN PO RTADA
L
a Gaceta da un nuevo giro. Ahora el objetivo
es relacionar las nuevas publicaciones del
Fondo de Cultura Económica con el magnífico
catálogo histórico que la ha distinguido desde
hace más de setenta y cinco años. La idea es
presentar una visión que logre maridar las
distintas épocas del FCE a partir de un libro
o un tema rector. En esta ocasión escogimos
Los jeroglíficos de Sir Thomas Browne, de
Roberto Calasso. Publicar un libro de Calasso
siempre es un placer, y más si el libro es inédito y ésta su primera edición
mundial. Pero lo realmente fascinante es que estamos frente al origen del
pensamiento de uno de los escritores y editores más importantes de hoy
en día. Los jeroglíficos es la tesis con la que se licenció en letras inglesas en
1966, bajo la dirección de Mario Praz. Sin embargo, no es una simple tesis;
es la clave de prácticamente toda su obra: el poder de la imagen. Y dicho
poder se concentra en una sola palabra: jeroglífico. El mundo es un libro,
y los jeroglíficos, los caracteres con los que podemos leer este gran texto
en el que habitamos. Pero Calasso decide presentarnos esta idea mediante
la erudición enloquecida de un sabio inglés del siglo XVII, Sir Thomas
Browne: anticuario, alquimista, coleccionista…, en pocas palabras,
un hombre curioso, como todo buen escritor.
El FCE cuenta con varios libros, publicados a lo largo de muchos años,
relacionados con la alquimia y las tradiciones herméticas de la Inglaterra
de los siglos XVI y XVII, justo los temas con los que vive y a partir de los
cuales escribe Browne. A continuación podrán leer textos de Frances
A. Yates, conocida historiadora de las ideas; de Kenelm Digby, uno de los
primeros comentaristas de la obra de Browne, así como dos pequeños
fragmentos del propio Browne editados por Siruela. En pocas palabras,
tenemos la imagen de una época y un país a través de la mirada de uno
de sus protagonistas, proyectada, a su vez, por la escritura de Calasso
y reflejada en la imaginería de diversos autores.
Aprovecho para despedirme como director de esta extraordinaria
revista y agradezco haber sido parte de ella por más de cuatro años.
LU I S A L B E RT O AYA L A B L A N C O
Hermes Mercurius Trismegistus,
mosaico en el piso de la
catedral de Siena, ca. 1480
© LE NS IN I
CONTENIDO
LUZ DE ORIGEN Leopoldo Lezama 3
FISIOGNÓMICA DE SIR THOMAS BROWNE Roberto Calasso 5
SOBRE ERRORES VULGARES Sir Thomas Browne 7
RELIGIO MEDICI Sir Thomas Browne 9
LA MEDICINA MAGNÉTICA Kenelm Digby 1 1
LA FILOSOFÍA OCULTA EN LA ÉPOCA ISABELINA Frances A. Yates 1 3
EL ILUMINISMO ROSACRUZ Frances A. Yates 1 4
NOVEDADES DE MAYO 1 5
LIBRERÍAS EN PREDICAMENTOS Tomás Granados Salinas 1 5
¿PODRÁN SOBREVIVIR LAS LIBRERÍAS? Richard Posner 1 6
SALUDOS A DON DANIEL Enrique Krauze 1 8
POESÍA
Luz de origen
(fragmentos)
LEOPOLDO LEZAMA
Para Luis Alberto Ayala Blanco
I
III
En los tiempos del fuego nacía la fuerza
eran los días de la antigua paciencia
que todo lo creaba
los bosques inmensos despedían
la primera humedad de sus maderas
el mar comenzaba apenas a levantar sus olas
y la arena era tan nueva que parecía de aire.
El tiempo, confundido, se demoró en llanuras
lustró su pie en espigas de aire
se embriagó de polen, se quedó tumbado en mitad de la colina.
Embriagado de vacío, el cielo nocturno aún
no concebía estrellas
aún aquella altura carecía de luces
y los picos de los montes
no eran asustados por cometas.
Surgió un vapor como de luz incierta
era el alba despertando
sobre los primeros campos
tibios y cansados de ir naciendo
desnudos, sin llanos ni veredas.
La noche apareció como un reposo aéreo
la noche, era un ánimo elegante en que la tierra
guardó un silencio extraño
para que las formas decidieran sus colores.
El tiempo estaba hambriento de figuraciones
de distancias y de límites
el tiempo estaba hambriento de un vocabulario
de un tacto, de una geografía
el tiempo estaba hambriento de una música
que fuera el transcurrir de las constelaciones.
El destino era entonces energía disuelta
un abismo de niebla aún sin superficie
el frío se extendía como un luto de los aires
un leve estremecimiento al pie de los olivos.
Con los primeros rayos, las cosas
parecieron adquirir una presencia
un segundo antes, las formas aún dormían
en un océano de agua inconcebida.
Los gemidos del mar llegaron tarde
de pie, los acantilados seguían teniendo sed
luego de siglos, pero una noche
el agua desbordó por todas partes
surgieron los ríos como un gigante fértil
que bajó de la montaña a grandes pasos
y el agua formó chopos, ciénagas, lagunas.
Los hombres examinaron el cielo
la lluvia, los planetas
pronto, supieron que los atardeceres eran tiernos
Sofocado, cálido, su mano dibujó
un mar bajo poesía muy deficiente
la luz se escondió tras una piedra delatora
primero fue un gracioso brillo
luego su columna vertebral se volvió etérea
y el vapor, que antes merodeaba disperso por el aire
se hizo nieve.
El tiempo llegó tarde
sin embargo, los astros le guardaron un pesebre
los astros le cantaron un himno respetuoso
el alba construyó un collar para sus blancos pastizales
y la luna marchó en procesión sobre sus llanos tristes.
Marcado por la lumbre reposó intranquilo
dejó caer sus músculos pesados sobre el muelle
volaron luces, gaviotas ondularon
un marino respiró despacio y revisó el fruto de la pesca
sintió una presión allá en el horizonte
lanzó la red de nuevo, se abrió un abismo.
VI
Un hombre se detiene en la orilla de un barranco
y observa que en el cielo hay una estrella
alza la mirada, se estremece, sabe que algo quedará.
Queda la sabia resistencia, la paciencia adulta
queda la tentación de subir y detenerse
y pisotear la agresiva enredadera
queda el miedo, el temblor en el vientre
queda la corteza de una falsa profecía
queda un dolor como constelación punzante
queda el principio cayendo desde lejos
queda dormir, dormir, dormir y levantar un espacio intermitente
queda un caldero que arderá de noche
queda dormir, dormir, dormir y levantar un puente
entre las luces y el cordón umbilical de la muerte.
Queda dormir, porque allá arderán los santos viejos
y arderá el tiempo, cada vez más lento y nítido
queda dormir, dormir, dormir, mientras todo se termina
mientras cae la nieve sobre los mármoles de nuestras tumbas
queda dormir, dormir, dormir, mientras cae la nieve sobre el mar en calma
porque cuando algo se termina, corren las liebres tras el cometa antiguo
queda dormir, dormir, dormir bajo el arrullo de una música
que nos abre la garganta, mientras nos pide, de rodillas
que no prosigamos la marcha. W
que las estrellas eran un mapa misterioso
que escondía un pez, un oso, un centauro
pronto, los hombres crearon rutas
para acceder a lo sagrado.
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4
Fotografía: MO RAMAY HERRERA KURI
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PORTADA
FISIOGNÓMICA
DE SIR THOMAS
BROWNE
ROBERTO CAL ASSO
—————————————————————
La obra de Sir Thomas Browne es discreta, elusiva, difícilmente
clasificable; fundada en una cultura compuesta, estratificada
y ya remota; escrita en una prosa cubierta por la pátina del
tiempo, con una cadencia naturalmente religiosa y ceremonial.
Una obra que se presenta como una compleja figura próxima a
deshacerse, como un mosaico cuyas piezas están a punto de ser
separadas y desperdigadas. Algunos de los elementos que están
delicadamente unidos en aquellas páginas, en un equilibrio rico
y precario, nunca han vuelto a estar en un contacto tan estrecho.
En Browne la medicina y la teología, la erudición anticuaria,
las ciencias naturales y el simbolismo hermético se funden en
un único discurso de múltiples y divergentes articulaciones.
El tiempo, que ha revelado cada vez más el esplendor de su
prosa, también ha confundido los rasgos de aquel discurso,
ofuscando sus diversos significados. En esos escritos algunas
palabras son crestas de continentes sumergidos, de manera
que la exploración de las topografías ocultas debería preceder
todo juicio sobre la obra. El presente estudio está precisamente
dedicado a la reconstrucción preliminar de uno de aquellos
mapas: el hilo conductor será proporcionado por la palabra
jeroglífico, que a menudo se encuentra en las páginas de Browne.
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a
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PORTADA
LOS
JEROGLÍFICOS
DE SIR THOMAS
BROWNE
Roberto
Calasso
Sexto Piso-FCE
México
2011
ISBN
9786071604354
P
ara sus contemporáneos
Sir Thomas Browne fue un
gran anticuario, un ilustre
médico y, sobre todo, un
wit.1 Sus obras desencadenaron disputas teológicas
y científicas; los eruditos le
pedían consejo sobre diferentes asuntos;2 era famoso
el museo que había conformado en su casa: allí se encontraban antigüedades, especímenes naturales de diversos tipos, monedas, curiosa. “A la vez un paraíso y un almacén de rarezas”, anotaría John Evelyn después de visitarlo.3
Los lectores más modernos, con base en las opiniones
de Lamb, Coleridge y De Quincey4 —y siguiendo las tendencias de sus gustos—, descubrieron que Browne podía
ser considerado ante todo como un hombre de letras,
que la fascinación de su prosa, de alguna manera, no tenía nada que la igualara en la literatura inglesa, que la
incomprensibilidad de sus preocupaciones volvía sus escritos aún más raros y curiosos, y que el aura de lo remoto envolvía sus páginas. Así Browne se convirtió en un
escritor para refinados, una preciosidad literaria, una feliz aberración. Su fama permaneció estrechamente vinculada al sonido de su prosa —un tono de órgano—, al
cual los oídos más finos han sido sensibles, desde Coleridge hasta Valéry Larbaud o Marianne Moore.5 En una
época de la literatura que había puesto el estilo por encima de toda jerarquía, Browne fue elegido como justificación retrospectiva. Gosse afirmaba, por ejemplo, que en
sus escritos “el contenido […] se subordina totalmente a
la forma”6 y la misma opinión se sobrentiende en otros
ensayos de la época; en otro pasaje, Gosse aseguraba con
cándida firmeza: “Es evidente que el impulso que llevaba a Browne a escribir era la oportunidad de provocar
una impresión estética en la sensibilidad del lector”.7 Sin
preocuparse por el obvio anacronismo, él atribuía de
esta manera a Browne una poética propia de la literatura simbolista. Muy común era también un gesto de bondadoso perdón con respecto a la insuficiencia o a la anticuada vanidad del pensamiento de Browne,8 ya que todo
parecía quedar rescatado por ciertas frases inconfundi-
1Robert Boyle define a Browne como “un naturalista preciso e
imparcial” (Works, vol. i, p. 345, ed. 1772). Otro gran científico de la época,
el microscopista Robert Hooke, se remite a su autoridad (“A Discourse of
Earthquakes”, en Posthumous Works, 1705, p. 313). En el Diary de Pepys se
refiere que Religio medici es uno de los libros “más apreciados y reconocidos
unánimemente en todo el mundo por su ingenio” junto con Advice to a Son de
Francis Osborne y con Hudibras de Samuel Butler (Globe Edition, p. 241).
El excéntrico John Aubrey, anticuario y biógrafo, y el “virtuoso” John
Evelyn sostuvieron correspondencia epistolar con Browne. Aubrey había
leído Religio medici recién fue publicado; obra, escribió, “que abrió por
primera vez mi mente”, vid. Anthony Powell, John Aubrey and his Friends,
Londres, 1963, pp. 48, 148.
2John Evelyn consultó a Browne para su tratado Acetaria,
vid. Correspondence with John Evelyn, en The Works of Sir Thomas Browne,
vol. iv, pp. 271-283, ed. de Geoffrey Keynes, Londres, 1964 (esta edición será
de ahora en adelante citada con la forma abreviada Works). Browne también
ayudó a Francis Willoughby con su Ornithology. Sir William Dugdale se dirigió
a Browne mientras escribía la History of Imbanking and Drayning,
vid. Correspondence with Sir William Dugdale, en Works, vol. iv, pp. 299-329.
3John Evelyn, Diary, ed. de De Beer, Londres, 1959, p. 562.
4Charles Lamb afirmaba ser el primero entre los modernos en haber
redescubierto a Browne. A propósito de Urn Burial escribía: “difícilmente
podría Coleridge alegar que conoce mejor ese tratado que yo, puesto que yo se
lo di a conocer a él y, en realidad, fui el primero (de los modernos) en descubrir
sus bellezas” (“The Two Races of Men”, en Essays of Elia). De cualquier modo
Lamb nunca escribió un ensayo sobre Browne, a pesar de que frecuentemente
se refería a sus obras; sobre Lamb y Browne vid. Joseph Seeman Iseman,
A Perfect Sympathy. Charles Lamb and Sir Thomas Browne, Cambridge, 1937.
Coleridge, en cambio, publicó un ensayo sobre Browne que sigue siendo
fundamental: “Character of Sir Thomas Browne as a Writer”, en la revista
Blackwood’s Edinburgh Magazine, vi, 1820. Nos quedan también algunas de
sus notas sobre Religio medici, vid. Roberta Florence Brinkley (ed.) Coleridge
on the Seventeenth Century, Durham, 1955.
Thomas de Quincey escribió sobre Browne en su extraordinario ensayo
“Rhetoric”, en Collected Writings, vol. x, Edimburgo, 1890. Jeremy Taylor
y Browne son presentados allí como las dos últimas “voces oraculares de la
retórica”: “podría afirmarse con certeza que, cuando ambos desaparecieron,
se hundieron en el silencio las más grandes voces oraculares de la retórica”.
Esta lectura “ensayística” de Browne, asentada por Lamb, Coleridge
y De Quincey, domina todo el siglo xix. Varios autores seguirían esa directriz,
aunque con diversos matices: vid. las alusiones a Browne en William
Hazlitt, Lectures on the Age of Elizabeth, 1820; Robert Southey, Life
and Correspondence, vol. v. Walter Pater dedicó un ensayo a Browne en
Appreciations, Londres, 1889. Vid. también Edward Bulwer-Lytton, “Sir
Thomas Browne”, en Miscellaneous Prose Works, vol. i, Londres, 1868;
Leslie Stephen, Hours in a Library, serie 2, Londres, 1876; Lafcadio Hearn,
Interpretations of Literature, vol. ii, Londres, 1916. En esta línea crítica debe
ser considerado también el libro de Edmund Gosse, Sir Thomas Browne,
Londres, 1905. Mario Praz ilustró acertadamente el significado de la obra
de Browne en la tradición ensayística: “L’investigatore Thomas Browne”,
en Studi e svaghi inglesi, Florencia, 1937.
5Valéry Larbaud tradujo admirablemente al francés el quinto capítulo
de Urn Burial: “Chapitre v de ‘Hydriotaphia’, précedé d’opinions de S.T.
Coleridge”, en la revista Commerce, cuaderno xxi (otoño de 1929).
6Edmund Gosse, op. cit., p. 205.
7Loc. cit.
8El modelo de esta actitud se encuentra ya en la introducción del doctor
Johnson a Christian Morals, donde disculpa a Browne por sus errores: “esos
errores que el autor cometió no por desidia o negligencia sino sólo porque no
contaba con la filosofía de Boyle o de Newton” (Samuel Johnson, “The Life of
Sir Thomas Browne”, en Christian Morals, 1756, p. xviii).
6
a
bles, por aquel vocabulario fantástico, rico en latinismos y en improbables compuestos,9 que era la delicia
de Lytton Strachey.10
Así como Donne fue durante años el abanderado
en la cruzada contra la “disociación de la sensibilidad”, según la fórmula de T.S. Eliot, y así como Cavalcanti fue usado para fines análogos auspiciados
por Pound,11 así también, aunque en menor grado,
Browne ha servido de coartada para herejías menos
violentas: la idea de una prosa elaborada como un tapiz, la teoría del ensayo extravagante, la planeada reducción que permite que cualquier material sea pretexto para la ejercitación formal. Sin embargo, Donne
ciertamente se habría sorprendido de descubrir tan
gran cantidad de presuntos seguidores y tendría dificultad, se puede suponer, para entender qué cosa podría significar su obra para ellos. Lo mismo vale para
Browne y sus críticos más estetizantes: por un singular oxímoron del destino, el escritor curioso de
todo pero escasamente interesado en la literatura se
vería transmutado en curiosidad literaria. Sus más
laboriosas investigaciones, los pensamientos más memorables, la rica doctrina, todo eso aparecería como
mero fondo de una demostración estilística: él tendría que admitir, así, que es representante de una literatura que, en realidad, no existía en sus tiempos.
Desde hace varios años, sin embargo, la obra de
Browne ha pasado de las manos de los literatos a
las de los académicos; de las de sus lectores más afines, pero con frecuencia más inexactos, a las de los
filólogos más diligentes, aunque comúnmente insensibles. De esta manera resurgieron poco a poco
zonas enteras de su obra, lecturas y sobrentendidos; al inicio con timidez y frecuentes imprecisiones, pero después con mayores bases, se empezó a
escribir sobre su pensamiento.12
No obstante, ¿cómo hablar con propiedad acerca del pensamiento de Browne? Él huía por completo de veleidades sistemáticas y nunca pretendió
introducir nuevas teorías. Para cada afirmación
suya encontramos una autoridad precedente; así
pues, se trata de discernir cuáles de las numerosas
fuentes representan el fundamento de su pensamiento, discriminación levemente oscura, a juzgar
por las fantasiosas e inconciliables suposiciones
sucesivamente planteadas. De hecho, Browne ha
sido definido, en su momento y con la misma seguridad, como teólogo o escéptico, como pedante o
irónico, como científico retrógrado o promotor entusiasta de la ciencia nueva. Esta contienda de opiniones ha sido a menudo burda, sobre todo porque
el pensamiento de Browne no se presta en absoluto
a ser aprisionado en definiciones demasiado rígidas y sus obras no encajan nunca exactamente en
un solo género literario.
Brow n e era ante todo un homo religiosus: satisfecho con la magnánima riqueza transmitida por
la tradición, feliz de encontrarse en ese punto en el
que la palabra calla.13 Escribía ocasionalmente y sería inútil buscar entre sus papeles proyectos o apuntes para un libro de ambiciosa concepción. Browne
aspiraba, en todo caso, a la utopía de la glosa ininterrumpida y su obra entera es una aproximación
a esa utopía. Como científico glosaba el Liber Naturae, como anticuario los vestigios del tiempo, como
9Vid. Hans Buchinger, Beiträge zur Erkenntnis des individuellen
Moments im Wortschatz der Religio Medici des Sir Thomas Browne,
Leipzig, 1936. Buchinger recopiló una lista de los neologismos del siglo
xvii usados por Browne y algunas palabras que presumiblemente fueron
acuñadas por él.
10Lytton Strachey, “Sir Thomas Browne”, en Books and Characters,
Londres, 1922. En este ensayo Strachey se opone brillantemente a Gosse,
quien había criticado el exceso de latinismos y palabras insólitas en la
prosa de Browne.
11Vid. Frank Kermode, “Dissociation of Sensibility”, en la revista
Kenyon Review (primavera de 1957).
12Los primeros estudios del pensamiento de Browne tendieron a
definirlo con arbitraria contundencia. Schonack consideró a Browne
un deísta, mientras que Sencourt quiso reconducirlo al pensamiento
tomista. Vid. Wilhelm Schonack, Religio Medici. Ein verschollenes
Denkmal des Englischen Deismus, Tubinga, 1911; Robert Sencourt,
Outflying Philosophy, Londres, 1925. Mucho más prudentes son los
estudios de William P. Dunn y Olivier Leroy: vid. William P. Dunn, Sir
Thomas Browne, Minneapolis, 1926, reimpreso en edición revisada en
1950; Olivier Leroy, Le Chevalier Thomas Browne, París, 1931. Después
del estudio de Leroy —el primero en tratar casi todos los aspectos de la
obra de Browne— se multiplicaron los escritos sobre las investigaciones
científicas, la cultura y las fuentes de Browne. Para todos, vid. E.S.
Merton, Science and Imagination in Sir Thomas Browne, Nueva York,
1949; F.L. Huntley, Sir Thomas Browne, Ann Arbor, 1962.
13“Me encanta perderme en un misterio, seguir en mis razonamientos
hasta llegar a exclamar: o altitudo!”, Religio medici, en Works, vol. i, p. 18.
M AY O D E 2 0 1 1
PORTADA
devoto los versículos de la Escritura. En su obra hay
diversidad de grado, no de naturaleza: los detalles
autobiográficos de Religio medici, las enumeraciones
eruditas de los opúsculos, la acumulación de datos en
los escritos científicos, todo es visto con el mismo ojo,
desde la saturnina y subterránea quietud de la meditación, parte de una liturgia privada y silenciosa que
en una más limitada cámara acústica hace sonar los
armónicos de los grandes predicadores.14 Aquel que
“fue uno de los primeros en explorar la entonces poco
conocida región del yo cotidiano”15 debe contarse entre los escritores que han sabido borrarse soberanamente. Su biografía, pobre en hechos, no ofrece asidero a la curiosidad del biógrafo;16 queda un secreto
de aventuras mentales a las cuales es vano acercarse.
Browne ejerció la discreción hasta el límite; como en
el caso de De Quincey, su gran lector y congénere, se
puede decir de él que su vida transcurrió “en eclipses
temporales”,17 o tal vez en un solo y perpetuo eclipse
detrás de la apariencia de un reconocido médico en
Norwich.
Browne amaba despertar inquietudes, pero no imponer respuestas; le faltaba esa “voluntad de tener la
razón”, que es el último gesto abogadesco del pensamiento.18 Su gesto, en cambio, es una alusión; remite
a un texto diferente, ya sea una imagen de la naturaleza o una frase bíblica. En el prefacio de Religio medici, Browne llega incluso a disculparse por sus afirmaciones; pone de manifiesto que nada de lo que escribió
debe ser “sometido al rígido escrutinio de la razón”.19
Somete toda oración “a razonamientos más maduros”, reivindica la naturaleza ante todo privada de sus
páginas: “un ejercicio privado dirigido a mí mismo”,
“más bien un recordatorio para mí mismo que un
ejemplo o precepto para otros”.20
Ciertamente no es timidez ni afectación, como demostrará todo el curso de su vida y la naturaleza de
sus obras. Había en él, más bien, la tendencia hacia
una vía oblicua, que agota las cosas en su sombra, una
fe en la impotencia del nombrar. Browne consideraba
saludable el ejercicio de la duda en cuestiones de conocimiento humano. Su aparente escepticismo, que
fue tomado por algunos como signo de indiferencia
religiosa, apunta únicamente a evitar toda servil dependencia de las hipótesis.21 Por lo tanto prefería “temas marginales y áridos”22 y sobre ellos escribió.
Anticipándose a los tiempos, Browne es ya un místico de la edad moderna y prefigura a esos fantasmales escritores que, no amparados más por una viviente
retórica y una literatura devocional, escogen por vehículo materiales heterogéneos, formas en desuso o
mixtas, y solamente por momentos salen a la luz, en
un ocasional rasgón de la red que a la vez los oculta
y los manifiesta. Es entonces cuando su voz alcanza
una extraordinaria intensidad. Por ejemplo, éste es el
caso de aquellos pocos renglones en los cuales, al final
de Urn Burial, Browne hace alusión a la absorciónE
14Praz define la prosa de Browne como “un jeu à côté, al lado de la plena
orquesta del sermón”, vid. op. cit., p. 26.
15Ibid., p. 4.
16Así escribía Strachey: “la vida de Sir Thomas Browne no ofrece un
gran panorama al biógrafo […] Es evidente que con datos tan escasos y poco
emocionantes ningún biógrafo puede decir gran cosa de lo que hizo Sir
Thomas Browne” (Lytton Strachey, op. cit., p. 27). Después de un complejo
curriculum de estudios médicos, que lo llevó sucesivamente a Oxford,
Montpellier, Padua y Leiden, en 1637 Browne se estableció en Norwich,
donde vivió y ejerció la medicina hasta el día de su muerte (1682).
Los hechos que conocemos de su vida durante ese periodo se reducen
a muy poco: en 1641 se casó con Dorothy Mileham; tuvo doce hijos, de los
cuales únicamente cuatro sobrevivieron; en 1664 fue consultado como
autoridad en un juicio por brujería en Bury Saint Edmunds; Carlos II lo
nombró sir en 1671. En el curso de su vida publicó solamente Religio medici
(1642), Pseudodoxia epidemica (1646) y los dos breves tratados Urn Burial
y The Garden of Cyrus (1658). Jeremiah S. Finch intentó con escaso éxito
escribir una “biografía dramatizada” de Browne (vid. Finch, Sir Thomas
Browne: A Doctor’s Life of Science and Faith, Nueva York, 1950).
17Vid. Leslie Stephen, Hours in a Library, Londres, 1874, p. 349. Sobre
la afinidad entre De Quincey y Browne el crítico francés Jacques Loiseau
escribió algunas líneas que revelan con candor una actitud mantenida
durante muchos años por la mayor parte de la crítica tanto hacia De
Quincey como hacia Browne y Donne, acusados de una manera u otra de
sufrir accesos: “En Browne, al igual que en Coleridge y De Quincey, vemos
una voluntad incapaz de mantener el equilibrio, incapaz de contrarrestar
los excesos de la desmesurada sutileza: ¿acaso la atmósfera ‘metafísica’
no provocó en Browne lo mismo que el opio provocó en los otros dos?”
(Jacques Loiseau, “Sir Thomas Browne, écrivain métaphysique”, Revue
Anglo-américaine, año x, junio de 1933, p. 398).
18T. W. Adorno, Minima moralia, Suhrkamp, Fráncfort del Meno, 1951,
p. 123.
19Religio medici, en Works, vol. i, p. 10.
20Loc. cit.
21Sobre el escepticismo de Browne, vid. Ziegler, In Divided and
Distinguished Worlds, Cambridge, Massachusetts, 1943. Mary L. Wiley
ilustró el significado devocional de su escepticismo y, por este carácter,
aproximó a Browne a Jeremy Taylor y a John Donne. Vid. Mary L. Wiley,
The Subtle Knot, Londres, 1952.
22“Los temas marginales y áridos son los que más se prestan
a la invención”, The Garden of Cyrus, en Works, vol. i, p. 175.
M AY O D E 2 0 1 1
FRAGMENTO
Sobre errores vulgares
Que el hombre tiene
una costilla menos
que la mujer
1
SIR THOMAS BROWNE
Q
ue el hombre tiene una
costilla menos que la
mujer es un concepto
común que proviene de
la historia del Génesis,
donde se declara que
Eva fue edificada de una
costilla de Adán,2 y de
allí se concluye que los
varones carecen aún de
esa costilla que nuestro padre perdió en Eva. Tal cosa
no sólo es aceptada por muchos, sino que fue aducida
contra Colombo en una anatomía suya en Pisa, donde,
habiendo preparado el esqueleto de una mujer a quien
le aconteció tener trece costillas en un lado, se levantó un partido que lo condenó con vehemencia y aun
afirmó con juramentos que ésta era la costilla en que
la mujer excedía al hombre;3 y si fuere verdad, silenciaría con ese testimonio ocular la disputa sobre el lado
del cual Eva fue formada4 y determinaría la opinión de
Oleastro, quien mantuvo que fue hecha de las costillas
de ambos lados,5 o la de aquellos que apoyándose en la
expresión del Texto6 mantienen que fue menester una
pluralidad de costillas; y podría, en efecto, denunciar
la exposición parabólica de Orígenes, de Cayetano y de
quienes, temiendo conceder una monstruosidad, o mutilar la integridad de Adán, suponen preventivamente
la creación de trece costillas.7
Pero tal cosa no acuerda con la razón ni con la inspección: porque si examinamos el esqueleto en ambos
sexos, y la estructura de los huesos, descubrimos con
presteza que hombres y mujeres tienen veinticuatro
costillas, a saber, doce de cada lado, siete mayores anexadas al esternón, y cinco menores que no lo alcanzan,
en donde, si alguna vez ocurre que su número se excede en un sexo u otro, la conformación resulta irregular
y se aleja del número y tasa común, y no es más inferible a la humanidad que la monstruosidad del hijo de
Rafa8 o que el exceso vicioso en el número de dedos
de manos y pies; y por más que haya alguna diferencia
en las figuras de ambos sexos, y que el os inominatum9
1Browne nuevamente se vale de la ciencia, además de la teología, para
resolver el asunto de las costillas de Adán, y lo hace colocando la experiencia
de Leandro Colombo frente a la erudición de Pereyra, aun cuando rechaza
un error de Aristóteles. Ilustra las teorías sobre generación con informes
de fenómenos observados por Schenck.
2Génesis 2: 22.
3R. Columbus, De Re Anatomica, i. 19 (Cat, 1559; p. 60): “Pene iureiurando
affirmare”.
4Pereyra, en los Commentaria in Genesim, p. 150, explica que se pensaba
que había sido del lado izquierdo, en virtud de la inferioridad de ese lado,
su proximidad al corazón y la concepción de los varones por la derecha.
5H. Oleaster, Commentaria in Pentateuchum Mosi (1588, p. 20), citado
por Pereyra.
6Os ex ossibus meis, Génesis 2: 23. “Hueso de mis huesos”.
7Orígenes y Cayetano son rechazados por Pereyra (pp. 153-154), quien,
en la p. 151, emite la hipótesis de las trece costillas.
8I Crónicas 20: 6.
9“Hueso de mal agüero.” Así lo llaman Andrea Vesalio en De humani
Corporis Fabrica, i. 29; y Galeno en De ossibus, 20, entre otros.
a
femenino sea algo más protuberante para formar una cavidad más apropiada para el infante, el
cóccix algo más recurvado para hacer más fácil
el parto, y las costillas mismas parezcan más planas, empero son iguales en número. Y por ende,
cuando Aristóteles duda de las relaciones hechas
de naciones que no tenían sino siete costillas por
lado y empero declara que los hombres por lo común no tienen más de ocho,10 así como él rechaza
tales historias, podemos igualmente nosotros rechazar su anatomía.
Y aun si concediésemos que faltaba una costilla
en el esqueleto de Adán, empero sería repugnante
a la razón y a la observación común que asimismo
faltase a su posteridad; pues observamos que las
mutilaciones no se transmiten de padre a hijo; los
ciegos procrean niños que ven, hombres de un ojo,
hijos de dos; y tullidos mutilados en sus propias
personas resultan perfectos en sus generaciones.
Pues la simiente lleva consigo no sólo el extracto y
la idea única de cada parte, con los que transmite
sus perfecciones e imperfecciones, sino el duplo y
el cuádruplo, con lo que a veces delinea lo mismo
multiplicadamente, como en los mellizos y en las
generaciones mixtas y numerosas. Partes de la simiente parecen contener la idea y poder del todo;
así es como los padres privados de manos procrean
prole manual, y el defecto de esas partes es provisto por la idea de otras. Así en un grano de trigo, que
aparece homogéneo e insuficiente para una germinación plural, yace durmiente la virtualidad de muchos otros, y de éste a veces proceden más de cien
espigas, y así ha de entenderse la causa de las producciones multíparas; pues por más que los materiales seminales se dispersen y separen en la matriz, el operador formativo no delineará una parte
sino que intentará la formación del todo, efectuando la misma hasta donde le permita la materia, y de
materias divididas intentará formaciones enteras.
Y por ende, por extraño y maravilloso que parezca,
puede no ser imposible lo que se afirma en Lausdun tocante a la condesa de Holanda, ni lo que Alberto informa sobre el nacimiento de una progenie
de ciento cincuenta;11 y, si consideramos las grandiosidades de la generación en algunas cosas, no
controvertiremos sus posibilidades en otras, ni fácilmente cuestionaremos esa gran obra, cuyas maravillas sólo son segundas a las de la Creación, y
donde una aprehensión ajustada de una podría
quizá ofrecernos una luz vacilante y permitirnos
una visión crepuscular de la otra. W
Tomado del libro de Thomas Browne Sobre errores
vulgares, traducción de Daniel Waissbein, Siruela,
Madrid, 1994.
10HA, i. 15.
11De Animalibus, IX. i. 5, citado también por Schenck.
7
PORTADA
“
DE ACUERDO CON SU NATURALEZA DE GLOSADOR,
BROWNE ASPIRABA A LA “LITERATURA SECUNDARIA”, O, DE SER POSIBLE,
A UNA “LITERATURA TERCIARIA”, CONSTRUIDA SOBRE UNA SERIE
DE COMENTARIOS A COMENTARIOS, EN UNA ESTRUCTURA
DE CAJAS CHINAS…
”
Ey aniquilamiento en el absoluto:23 Empson observaba que es difícil encontrar palabras más apropiadas
a un tema por definición imposible.24
“Pertenezco a esa religión reformada y recién moldeada, de la que me gusta todo menos el
nombre”,25 declaraba Browne al inicio de Religio medici, pero veremos que su fe anglicana no era del tipo
más ortodoxo, aunque él no tuviese nada que objetar
en contra de la ortodoxia. Su cultura compleja y ramificada abarcaba todos los incompatibles; pero a partir de los indicios de sus escritos, de sus amistades,
de cómo estaba integrada su biblioteca, finalmente de
cada signo, resulta claro de qué clase era su fe. No es
mera coincidencia el hecho de que el erudito alemán
Levinus Nicolaus Moltkenius, autor de un valioso comentario del siglo xvii a la Religio medici,26 cite continuamente, para ilustrar aquellas páginas, a Ficino, a
Hannibal Rosselli, a Böhme, a Fludd, a Van Helmont
y a Athanasius Kircher.27 Todos estos autores pertenecen, en su diversidad, a lo que Daniel Colberg llamó
con desprecio platonisch-hermetisches Christentum, el
cristianismo platónico-hermético,28 una cadena del
pensamiento que, a través de varias vicisitudes, no
se ha interrumpido hasta el día de hoy. A esa cadena
pertenece también Browne, testigo inobservado, voz
aparte, pero totalmente segura y firme: “Las rígidas
escuelas nunca me alejarán, con sus burlas, de la filosofía de Hermes”,29 escribía en Religio medici.
El gran renacimiento hermético de los dos siglos
anteriores encuentra sus últimos ecos en los escritos
de Browne. Como aparecerá claramente en el análisis de
la obra, éste es el contexto en el cual debe ser considerada la figura de Browne, así que nos preguntamos
cómo ha sido posible llamar extravagancias privadas
a algunos de los más antiguos principios metafísicos;
o tratar como escéptico enmascarado al escritor que
hizo sonar notas altísimas de la mística; o reconducir
tercamente su pensamiento al de santo Tomás, cuando se le habría podido acercar con menor esfuerzo y
más seguro fundamento al de otros filósofos; o definir a Browne como “apasionado discípulo de Bacon y
Descartes”;30 o descubrir en él una especie de esquizofrenia metafísica, fundada en contrastes irracionales
y positivistas entre “razón y fe”.
La fuerza del olvido ha operado poderosamente en
la cultura del siglo xvii. Una irresistible ola de fondo,
que tal vez sólo hoy empieza a retroceder, sumergió
durante mucho tiempo zonas vastísimas, dejando a
23Urn Burial, en Works, vol. i, p. 170.
24William Empson, “Donne, the Space Man”, Kenyon Review, vol. xix,
núm. 3, verano de 1957, p. 352.
25Religio medici, en Works, vol. i, p. 2.
26Religio medici, cum annotationibus, Argentorati [Estrasburgo], 1652.
27Entre los textos citados en el comentario se cuentan: Robert
Fludd, Historia microcosmi; Jan Baptist van Helmont, De elementis y De
tempore; Marsilio Ficino, De lumine y comentarios a Platón; comentarios
de Hannibal Rosselli a “Pimandro”; Paracelso, De morbis invisibilibus;
Athanasius Kircher, Philosophia magnetica, Ars lucis et umbrae y Obeliscus
pamphilius; Böhmen, De mysterio Trinitatis; Archangelus de Borgonovo,
Interpretationes in obscuriora cabalistarum dogmata; Giovambattista della
Porta, Magia naturalis.
28Daniel Colberg, Platonisch-hermetisches Christentum, Fráncfort
del Meno, 1690.
29Religio medici, en Works, vol. i, p. 21.
30Vid. A.C. Howell, “Sir Thomas Browne and Seventeenth-Century
Scientific Thought”, Studies in Philology, xxii, 1925. Las tesis de Howell
fueron refutadas en el artículo de G.K. Chalmers: “Sir Thomas Browne,
True Scientist”, Osiris, vol. II, 1936.
8
flote solamente aquellos fragmentos que podrían prefigurar la edad nueva. En Browne todas las facetas del
siglo coexisten, e ignorar aunque fuera una sola de ellas
induciría a desfigurar la totalidad.
Se tratará entonces de hallar ecos, teniendo presente
la etiqueta de Browne, su tendencia a mostrarse acorazado y escudado. Se seguirá una vía indirecta y cifrada,
para reconstruir a partir de fragmentos un diseño que
no es inmediatamente visible. La verificación esperada
consiste en el hecho de que al final ese diseño se revela
en el centro de la superficie congestionada, agregativa y
difusa de la obra de Sir Thomas Browne.
Es un lugar común y, como todos los lugares
comunes,31 una verdad obcecante y por lo tanto difícil de
tratar, que nuestro siglo y el siglo xvii son afines. Especulares, quizás, más que afines: considerando, por ejemplo, que en el siglo xvii se convertía en institucional una
nueva observación de la naturaleza y una diferente concepción de lo visible, mientras que hoy, disuelta la naturaleza misma en manos de los científicos, parece como si
se volviera por otra vía a la búsqueda del fundamento invisible de su manifestación. Así el círculo parece cerrado y se diría que, en otro plano, recorremos el siglo xvii
hacia atrás. Todo lo anterior naturalmente no ocurre sin
un febril contacto de sensibilidad, un involucramiento
profundo en ese pasado. Tal vez también por esta razón
los estudios sobre el siglo xvii han sido especialmente
ricos en las últimas décadas: estratos enteros de aquella época fueron redescubiertos y el contexto de muchas
obras se ha revelado sorprendentemente complejo.
El siglo de las cenizas y de la Vanitas, babélico y necrófilo, embalsamador del pasado en preciosos despojos que
aparecen y desaparecen en la escena móvil de un Teatro
Universal, inventor de máquinas, wits y anatomías, en
pocos otros casos aflora tan íntegro como en las páginas
de Sir Thomas Browne. Todo el aparato de las ciencias
y de las filologías, el estro y la hosquedad, la furia imaginativa y la dispersión parecen filtrados en su prosa.
Como para Donne, no era principalmente la literatura lo que estimulaba su imaginación; mucho más lo
hacían las hipótesis cosmológicas, la cartografía, las relaciones de mundos ignotos, la observación natural de
cada especie. Muchos han afirmado que Browne es un
autor libresco y tal cosa indicaría un defecto y un límite, al menos para los que rinden culto a la “libre creatividad”. Tal vez sea necesario examinar más cuidadosamente esta definición, indudablemente exacta. De
hecho, la página de Browne tiene a veces la apariencia
de un centón:32 presenta cúmulos de referencias, datos,
citas; incluso, y sobre todo, en Urn Burial y The Garden
of Cyrus, que son sus dos obras maestras. Sin embargo,
ese procedimiento era un elemento fundamental en
su método de redacción. Su prosa —podría decirse—
tiende a la poética china jí jù (集句), o sea, “reunión de
oraciones”,33 que prescribía composiciones en las cuales
cada frase debía ser extraída de diferentes obras ajenas.
31Según la teoría expuesta por Léon Bloy en la Exégèse des lieux communs.
32Una situación límite es el primer capítulo de The Garden of Cyrus,
compuesto por un verdadero collage de fuentes, extraídas por lo general de
segunda mano de los Hortorum libri de Benedictus Curtius y de la Villa de
Giovambattista della Porta. Comentando aquellas páginas, Finch escribe:
“Frente a semejante ejercicio del plagio uno supondría que el ensayo
completo de Browne no es otra cosa que una sarta de materiales prestados”
(J. S. Finch, “Sir Thomas Browne and the Quincunx”, Studies in Philology,
vol. xxxvii, 1940, p. 282).
33Vid. Robert van Gulik, Sexual Life in Ancient China, Leiden, 1961, pp. 271 y ss.
a
Browne mismo había defendido elegantemente su
concepción: “Una obra completa y valiosa podría
deducirse de los centones de todas las épocas, tal y
como todas las bellezas de Grecia dan lugar a una
sola y hermosa Venus”.34
Se puede pensar también en Walter Benjamin
—ejemplar de perfecta hibridación entre los siglos
xvii y xx—, que planeaba un libro hecho de puras
citas. Es evidente, de cualquier modo, que no se trata de una característica extrínseca, o de un vicio; no
es coquetería ni erudita gravedad. De hecho, la prosa de Browne encuentra con frecuencia su tono más
memorable precisamente allá donde reúne nombres, enumera cuestiones, pondera datos.
De acuerdo con su naturaleza de glosador, Browne
aspiraba a la “literatura secundaria”, o, de ser posible, a una “literatura terciaria”, construida sobre
una serie de comentarios a comentarios, en una estructura de cajas chinas. Los caminos de la inventiva son imprevisibles y tortuosos: para Browne la
aglomeración sofocante de las fuentes y la biblioteca
como almacén de formas dan origen a muchas páginas espléndidas. No obstante, dejemos el discurso
más detallado sobre su prosa al análisis de cada una
de las obras. Baste por ahora haber evidenciado que
justamente para comprender el valor literario de
Browne no se precisa tanto referirse a la literatura
que le es contemporánea, cuanto a diversas culturas
y disciplinas extraliterarias y por lo tanto a obras
predominantemente en lengua latina.
Por fortuna nos ha sido conservado el catálogo
de la biblioteca de Browne:35 se hallará que la poesía, el teatro, las novelas de la época están escasamente representados y casi sumergidos entre una
masa de obras anticuarias, médicas, científicas, teológicas. También en los Commonplace Books, donde
Browne anotaba sus lecturas, encontramos pocas y
secundarias alusiones a obras literarias.36 De cualquier modo, éstas se citan por razones que nada tienen que ver con la calidad de los textos. Literatura
aparte, la biblioteca de Browne ofrece una representación total del siglo. En la casa de Norwich, donde
vivió más de cuarenta años, Browne había reunido,
entre el museo, la biblioteca y el laboratorio, una
especie de epítome del siglo. Se puede considerar
su obra como el doble verbal de aquel involuntario
compendio, perdido para siempre, y no es ésta la
menor de las razones de su encanto.W
34Urn Burial, en Works, vol. i, p. 132.
35Catalogue of the Libraries of the Learned Sir Thomas Browne,
Londres, 1710. Este catálogo incluye 2377 voces. Más de la mitad del
catálogo está ocupada por libros griegos y latinos, en las secciones “Libri
Theologici, Historici, Philologici, Medici et caetera”. Entre los libros
ingleses, se encuentran The Faerie Queene de Edmund Spenser, los
Poems de Abraham Cowley, las obras de Ben Jonson y la Arcadia
de Sir Philip Sidney.
Curiosamente, faltan las obras de Shakespeare, vid. Malcolm Letts,
“Sir Thomas Browne and his Books”, Notes and Queries, serie xi, vol. 10,
1914; S. Finch, “Sir Thomas Browne: Early Biographical Notices and the
Disposition of his Library and Manuscripts”, Studies in Bibliography, ii,
1949. R.R. Cawley, “Sir Thomas Browne and his Reading”, PMLA, xlviii,
núm. 2, junio de 1933.
Alwin Thaler intentó establecer algunas conexiones directas entre
Browne y la literatura de su tiempo, vid. “Sir Thomas Browne
and the Elizabethans”, Studies in Philology, vol. xxviii, 1931.
Ecos de versos dantescos en Browne fueron observados por Mario
Praz (vid. op. cit., pp. 12-18).
36Vid. Miscellaneous Notes from Commonplace Books, en Works,
vol. iii, pp. 272-332.
M AY O D E 2 0 1 1
Philippe
Ollé-Laprune
Cráneo de Sir Thomas Browne
sobre dos volúmenes
de Religio medici.
México:
visitar el sueño
Un bosquejo
de la breve historia
de una literatura que,
desde el México de los
conquistadores hasta
el contemporáneo,
siempre ha intentado
liberarse de la
influencia
del poder.
centzontle
1ª ed., 2011
978 607 16 0531 3
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FRAGMENTO
Religio medici
La religión de un médico
(1643)
SIR THOMAS BROWNE
Enrique
Dussel
1Keck reparó en el elocuente proverbio: “Se dice comúnmente (pero
sólo entre los poco ilustrados) ubi tres medici, duo athei”, es decir, de cada
tres médicos, dos son ateos. Pero la acusación era una exageración (véase
Kocher, Paul H., Science and Religion in Elizabethan England, San Marino,
California, 1953, cap. XII, “The Physician Author”).
2Científico.
3Imparcialidad.
M AY O D E 2 0 1 1
esa dichosa condición que vilipendiando a quienes rechazan tan glorioso título.
Pero, como el nombre de cristiano se ha tornado
demasiado general para expresar nuestra fe, al haber una geografía de las religiones al igual que de
los países, y estando cada clima no sólo diferenciado por sus leyes y límites sino también circunscrito por sus doctrinas y sus normas de fe, por lo que
a mí concierne pertenezco a la religión reformada
y refundida, de la cual nada me desagrada sino el
nombre;4 a la misma fe que nuestro Salvador enseñó, los apóstoles difundieron, los Padres5 autorizaron y los mártires confirmaron; pero que, a causa
de los siniestros fines de los príncipes, la ambición
y avaricia de los prelados y la corrupción fatal de
los tiempos, tanto se declinó, se debilitó y cayó de
su nativa belleza que precisó que las manos afectuosas y caritativas de esta época la restableciesen
en su primitiva integridad. Pues bien, la accidental
ocasión en que tan buena obra fue iniciada, el exiguo medio a través del cual lo fue y la baja y abyectaa
condición de la persona que la inició,6 que en nuestros adversarios provocaron desprecio y mofa, mee
n
llenan de asombro, y son la mismísima objeción
que los insolentes paganos lanzaron primeramente a Cristo y a sus discípulos.7W
Filosofía
de la liberación
Este texto ofrece con
lucidez un programa de
investigación filosófica que
descentra las referencias
dominantes, levantándose
contra el machismo,
el fetichismo, la ideología
pedagógica occidental
y los fundamentalismos.
breviarios
1ª ed., 2011
978 607 16 0534 4
$130
Tomado del libro El jardín de Ciro y otros textos
de Thomas Browne, traducción de María Condor,
Siruela, Madrid, 2009.
4Es decir, protestante.
5Los Padres de la Iglesia de los cinco primeros siglos, en especial san
Agustín, fueron las luces que guiaron la Reforma.
6Lutero era hijo de un minero.
7Marcos 6, 2-3 (“¿De dónde tiene éste estas cosas? […] ¿No es éste el
carpintero, el hijo de María…?”, etc.).
a
BREVIARIOS
P
or lo que se refiere a mi
religión, aunque hay varias circunstancias que
pudieran persuadir al
mundo de que no tengo ninguna en absoluto, tales como la general
calumnia que sufre mi
profesión,1 el curso natural2 de mis estudios,
3
la indiferencia de mi conducta y discurso en asuntos de religión, no defendiendo violentamente una
ni combatiendo otra con el acostumbrado valor y
empeño; sin embargo, a pesar de ello, me atrevo
sin usurpación a asumir el venerable nombre de
cristiano. No es que meramente deba este título a
la pila bautismal, a mi educación o al clima en que
nací, habiéndoseme enseñado para confi rmar los
principios que mis padres infundieron en mi desavisado entendimiento, ni que por un asentimiento
general permanezca en la religión de mi país; antes bien, habiéndolas visto y examinado todas en
mis años y juicios maduros, me hallé obligado por
los principios de la gracia y por la ley de mi propia
razón a no abrazar otro nombre sino éste. Tampoco me lleva mi celo a olvidar la general caridad que
debo a la humanidad hasta el extremo de odiar en
vez de compadecer a turcos, a infieles y (lo que es
peor) a judíos, antes contentándome con gozar de
9
Grabado
de Robert van Voerst
a partir de un retrato
de Anton van Dyck.
10
a
M AY O D E 2 0 1 1
PORTADA
El ungüento del arma y el polvo simpático eran
“medicinas magnéticas” que se aplicaban no a las heridas
sino al arma que las había producido o a los vendajes que
se les había aplicado. Gracias a ello el paciente se curaba
aunque estuviese a leguas de distancia. Estos remedios
fueron desarrollados durante la revolución científica
en medicina por los seguidores de la terapia
química de Paracelso
LA MEDICINA
MAGNÉTICA.
DEL UNGÜENTO
ARMARIO AL
POLVO SIMPÁTICO
DE KENELM DIGBY
ADELANTO
Carlos Solís
FCE,
La medicina magnética
Una curación
extraordinaria
España
2011
ISBN
9788437506432
KENELM DIGBY
O
tra de las actividades que
ocuparon a Sir Kenelm
durante estos años fue
la religión. Tras la depresión por la muerte
de Venetia cayó en el
misticismo y en una religiosidad tradicional y
autoritaria, volcada en
la Iglesia, la monarquía
y la conversión de sus conciudadanos, tareas estas que
dieron como fruto escritos apologéticos y plúmbeos, alejados de nuestros actuales intereses, como
A Conference with a Lady o las Letters between the
Ld George Digby and Sr Kenelm Digby Concerning
Religion, dedicados respectivamente a la conversión
de lady Purbeck y a la de su primo. También se vio
envuelto en la oposición entre los parlamentarios
cada vez más radicales y el monarca con veleidades
procatólicas que acabaría en la guerra civil. Ya hemos mencionado brevemente sus misiones diplomáticas ante España y el Vaticano para asegurar su
apoyo en la campaña contra Escocia. El rey pretendía conseguir dinero de los Barberini (el papa
Urbano VII era un Barberini) para su campaña, así
como el nombramiento de un cardenal inglés, puesto para el que se rumoreó el nombre de Kenelm Digby, quien fue en misión diplomática a Roma en el
año 1640. Con todo, Urbano VII tenía otros planes
para la promoción del catolicismo en Irlanda que no
pasaban por apoyar a un rey hereje y de futuro incierto, lo que creó tensiones entre Kenelm y el papa.
En Inglaterra, las presiones de los puritanos para
aplicar las leyes de Isabel I que imponían la pena
capital para los curas católicos, llevaron a disturbios, ejecuciones y asaltos a las propiedades de los
católicos, entre ellas la casa de Digby. Ya vimos que
el Parlamento lo excluyó de la corte en 1641. A comienzos del año siguiente, la inseguridad de la situación recomendó al rey enviar a la reina Henrietta Maria a París, mientras en el continente se
extendía la impresión de que la de Carlos I era una
causa perdida. En agosto de 1642 Kenelm fue arrestado en The Three Tobaco Pipes (Charing Cross),
junto con otros nobles, acusado de pasar un cofre
con oro para los católicos y de reunir caballos, un
material estratégico para la guerra que estallaría a
finales del mes. Tras unas semanas en que entretuvo a sus compañeros con su amable conversación,
fue puesto en libertad. Pero fi nalmente, en septiembre, fue apresado de nuevo y puesto a buen recaudo en Winchester House, un antiguo palacio arzobispal, donde pasó casi un año hasta ser exiliado.
M AY O D E 2 0 1 1
Imposibilitado para seguir sus actividades políticas,
se dedicó con ahínco a las artes y las letras, trabajando
en su proyecto de dos tratados sobre los cuerpos y las
almas. Estando preso, cayó en sus manos una edición
pirata de La religión de un médico de Thomas Browne
sobre la que escribió un comentario, Observations upon
Religio medici (1643). El libro de Browne era muy original para la época, pues constituía una biografía intelectual y psicológica del autor, nada pedante, muy
libre y abierta, lo que constituía un género inusitado
en Europa. Thomas Browne era muy particular, pues
prefería pasar la tarde contemplando el retrato de un
caballo que a una mujer, anunciando tiempos futuros
en los que sabríamos procrear sin ayuda de las mujeres,
circunstancia que irritaba sobremanera a Digby porque implicaba renunciar al comercio carnal con ellas.
Browne también se tomaba muy en serio la medicina
y el cristianismo y conservaba creencias herméticas y
alquimistas, algo que se nos antoja peculiar porque no
tenemos acceso generalizado a las particularidades de
sus contemporáneos. No obstante, a Digby, que no era
menos peculiar que Browne, le disgustaba que se prestase tanta atención a sí mismo, amén de otros temas
más sólidos, como la pretensión de Browne de que el
alma muere con el cuerpo para resucitar el día del Juicio, opinión más acorde con el aristotelismo (la de la
muerte, no la de la resurrección), pero que un católico
no podía sustentar, pues la inmortalidad del alma era
uno de los pilares del cristianismo.
La prisión en Winchester House no era demasiado
dura para un noble por muy realista católico que fuera. Escribía, leía, hacía experimentos y recibía visitas.
La única pena moderadamente desagradable era tener
que oír un sermón anglicano al día. Montó allí un laboratorio con la ayuda de John Colnett, operador de una
fábrica de vidrio próxima. Interesado en los procesos
de fabricación de botellas, Digby introdujo un procedimiento mejorado para hacerlas de forma y tamaño
estándar, así como más resistentes y oscuras merced
a aumentar la temperatura del fuego mediante fuelles.
Años más tarde Colnett pretendió patentar un procedimiento que todos sabían que se debía a Digby, por lo
que finalmente en 1661 se le concedió a él la patente.
También ensayó la fabricación de piedras artificiales.
A principios de 1643 se exacerbó el mal de piedra que
padecía, pero no le permitieron abandonar la prisión
para ir a tomar las aguas; sin embargo, tras la intervención de Ana de Austria, reina de Francia, el 30 de
julio de 1643 salió exiliado hacia París con sus bienes
confiscados y con la condición de no volver a Inglaterra sin permiso.
CARLOS SOLÍS
a
E
n materia de hecho, la determinación de la existencia y de la verdad
depende de la información que nos suministran nuestros sentidos.
Tal es su naturaleza,
pues quienes han visto
el efecto y la experiencia, habiendo tenido el
cuidado de examinar todas las circunstancias exigidas y habiéndose satisfecho tras reconocer que
nada hay de superchería, no dudan en absoluto de
que la cosa sea verdadera. Mas quienes no han visto semejante experiencia, deben remitirse al informe y a la autoridad de quienes aseguran haberlas
visto. Podría ofrecer muchas de las que soy testigo ocular, e incluso quorum pars magna fui,1 pero
dado que un ejemplo cierto y atestiguado afirmativamente resulta convincente para determinar la
posibilidad y la verdad de cualquier materia de la
que se dude, a fin de no aburrirles, me contentaré
con informarles de uno solo relativo a este tema.
Ahora bien, será uno de los más ilustres, brillantes,
públicos y comprobados que jamás se hayan dado
o que puedan darse. Y eso no sólo por las notables
circunstancias que en él incurren, sino también
por las personas muy por encima de lo común entre las que se ha desarrollado todo el asunto. En
efecto, la curación de una herida dañina la ha llevado a cabo este Polvo Simpático en la persona de un
hombre ilustre tanto por sus dotes literarias como
por su cargo.2 Todas las circunstancias han sido
examinadas y escrutadas por uno de los mayores
y más sabios reyes de su tiempo, el rey Jacobo de
Inglaterra,3 quien poseía un talento especial y una
maravillosa habilidad para discutir las cosas naturales y penetrar hasta el fondo de las mismas. También lo hicieron su hijo, el difunto rey Carlos,4E
1“En las que tomé una parte importante.” Virgilio, Eneida, II, 6.
2Se trata de James Howell (1594-1666), uno de los primeros ingleses
en vivir de la literatura. Tras la Restauración, Carlos II lo nombró
Historiographer Royal de Inglaterra, un puesto especialmente creado
para él.
3Jacobo I de Inglaterra (1566-1625), hijo de María, reina de Escocia,
fue un hombre culto, autor de obras como Daemonologie, True Law of
Free Monarchies y Basilikon Doron.
4Carlos I de Inglaterra (1600-1649), cuyo absolutismo y procatolicismo despertó la oposición de parlamentarios y puritanos
que terminó en la guerra civil (1642-1649). Su ejecución en 1649 dio
paso a la Commonwealth de Cromwell, si bien tras la Restauración
monárquica de 1660 fue canonizado por la Iglesia anglicana. Se casó
con la católica Henrietta Maria de Francia, quien en 1644 nombró su
canciller a Sir Kenelm Digby.
11
“
BROWNE TAMBIÉN SE TOMABA MUY EN SERIO
LA MEDICINA Y EL CRISTIANISMO Y CONSERVABA
CREENCIAS HERMÉTICAS Y ALQUIMISTAS, ALGO
QUE SE NOS ANTOJA PECULIAR PORQUE NO
TENEMOS ACCESO GENERALIZADO A LAS
PARTICULARIDADES DE SUS
CONTEMPORÁNEOS.
Inés
Arredondo
Cuentos
completos
Nada sobra en los
cuentos de Inés
Arredondo; siempre
se percibe en ellos la
medida exacta y la
hondura de lo que ha
nacido de la inminente
necesidad de escribir.
Letras Mexicanas
1ª ed., 2011
978 607 16 0536 8
Rústica
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Empastado
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”
Eel difunto duque de Buquingan,5 su primer minis- tos a rogarme que le diera algún remedio para su
tro, y finalmente todo está registrado en las memorias mal, especialmente (dice) dado que se había entedel gran canciller Bacon para añadir en forma de apén- rado de que yo los tenía muy buenos para casos sedice a su historia natural.6 Y creo, señores, que una vez mejantes y que su herida estaba en tan mal estado
que hayáis escuchado esta historia, no me acusaréis de que los cirujanos temían que la invadiese la ganvanidad si me atribuyo el haber sido el introductor en grena, en cuyo caso sería preciso amputar la mano.
esta parte del mundo de esta manera de curar. Vean En efecto, su rostro reflejaba el dolor que padecía,
cómo ocurrió este asunto.
que afirmaba ser insoportable, acompaEl señor Jacobo Howell, secretario del duñado de una inflamación extrema. Le
que de Buquingan (bastante conocido en
respondí que lo serviría de buen grado,
Francia por sus escritos, sobre todo por su
si bien cuando se enterase de en qué
Dendrología,7 traducida al francés, me paremodo trataba a los heridos sin necesidad
ce, por el señor Baudouin), topose un día con
de tocarlos o de verlos, tal vez rechazase
que dos de sus mejores amigos se batían en
este modo de curar, estimándolo suduelo y se dispuso inmediatamente a tratar
persticioso o ineficaz. En cuanto a esto
de separarlos.8 Se arroja entrambos y con su
último (dice) las grandes maravillas que
mano izquierda ase la guarda de la espada de
muchas personas me han contado de
uno de los combatientes, mientras que con la
vuestro medicamento no me permiten
Frontispicio
derecha descubierta empuña la hoja de la
dudar de su eficacia; en cuanto a lo pride James Howell
otra. Ambos enemigos, arrebatados de furia del libro
mero, todo cuanto tengo que decir está
Dodona’s Grove,
el uno contra el otro, tratan de deshacerse del
encerrado en este proverbio español:
or the Vocall Forrest
(1640, 1650)
impedimento con que su común amigo tratahágase el milagro y hágalo Mahoma.9 Le
pedí entonces un trozo de tela o ropa
ba de evitar que se diesen muerte mutuamente. Uno de ellos, tirando bruscamente de la espada blanca manchada con la sangre de las heridas. Inque no podía ser retenida por la hoja, corta hasta el hue- mediatamente envió a buscar la jarretera que le haso todos los nervios, músculos y tendones de la palma bía servido como primer vendaje, y mientras tanto
de la mano del señor Howell, y al mismo tiempo el otro requerí una jofaina con agua, como si desease lalibera su guarda y lanza un golpe con el filo a la cabeza varme las manos, y tomando un puñado de polvo de
de su adversario que viene a precipitarse sobre la de su vitriolo10 que tenía en un estuche encima de la
amigo el cual, a fin de parar el golpe, alza la mano ya he- mesa, lo disolví rápidamente. Tan pronto como
rida que resultó así tan cortada por el dorso como ya lo tuve la jarretera en mi poder, la metí en la jofaina,
había sido por la palma. Se diría que una extraña cons- fijándome bien en lo que hacía mientras tanto el setelación reinaba entonces en contra de él, que hacía de- ñor Howell, quien a la sazón charlaba con un hidalrramar su sangre sobre las armas de sus mejores ami- go en una esquina de la habitación sin reparar en lo
gos los cuales, recuperada la cordura, habrían expuesto que yo hacía. De pronto se estremeció e hizo un gestoda la suya para proteger la de su amigo. Este derrama- to como si experimentase una gran emoción. Le
miento involuntario de sangre desvió al menos aquel pregunté qué le pasaba y qué sentía. No sé (dijo) lo
que se esforzaban por provocar el uno contra el otro, que me pasa, pero sí sé muy bien que ya no siento
pues al ver el rostro de señor Howell totalmente cubier- dolor. Me parece que un frescor agradable, como si
to con la sangre derramada por su mano alzada, acudie- se tratase de un paño mojado y frío, se expande por
ron a socorrerlo y, tras examinar sus heridas, las venda- mi mano, lo que me ha quitado toda la inflamación
ron con una de sus jarreteras para mantener cerradas que sentía. Puesto que notáis un tan buen efecto de
las venas que estaban completamente cortadas y san- mi medicamento, le respondí, os aconsejo quitar
todos los emplastos. Limitaos a mantener la herida
graban abundantemente.
Lo llevan a su casa y buscan un cirujano. El primero limpia y en un estado moderado y templado de calor
que llegó sirvió para ponerle un primer vendaje, pero y frío. W
al día siguiente vino a descubrir la herida el cirujano
real, enviado por Su Majestad, que sentía un gran afecto por el mentado señor Howell. Yo me alojaba muy
cerca de él y una mañana, cuatro o cinco días después 9Así en el original. Kenelm y Howell aprendieron español en
Madrid. Howell estuvo allí en el viaje que hizo por el continente entre
del accidente, mientras me vestía, vino a mis aposen- 1616 y 1622 comisionado por una vidriera, y entre finales de 1622 y
5George Villiers, primer duque de Buckingham (1592-1628).
6Bacon no registró la cura de Howell en ninguna parte. Habló del
ungüento armario (del arma, no del mueble) y no del polvo simpático,
señalando que no cree del todo en sus efectos, aunque recoge lo que dicen
algunas personas de crédito. Véase su Sylva Sylvarum or Natural History
(1626), The Works of Francis Bacon, vol. 2, pp. 670-71.
7James Howell, Dendrologia: Dodona’s Grove, or the Vocall Forrest (1640,
1650). Se trata de una historia alegórica de Inglaterra, desde el comienzo del
reinado de Jacobo I en 1603 hasta 1640, en la que los personajes son árboles.
Howell y Digby se conocieron en 1623 al coincidir en Madrid, donde su tío
John Digby, conde de Bristol, negociaba la boda del príncipe Carlos con
la infanta María Ana Margarita (1606-1646), hija del difunto Felipe II. El
plan no prosperó y la infanta acabaría como emperatriz del Sacro Imperio
y reina de Hungría. La pintó Velázquez en 1630 con la nariz colorada y el
prognatismo acusado típico de la familia; véase la p. 46.
8Este supuesto duelo habría tenido lugar hacia finales del año 1624
o comienzos del 1625, tras la vuelta de Howell de España a finales de 1624,
y en cualquier caso antes de marzo del año siguiente, cuando murió el
rey. Sidney Lee (1888) dice que el episodio se desarrolló en Madrid, pero
tuvo que ser en Londres, ya que al día siguiente del duelo el rey Jacobo I se
interesó por la cura. La historia del herido por interponerse en un duelo era
corriente. La usan Van Helmont en De magnetica Vulnerum curatione (1621),
§ 45, p. 757; Walter Charleton en A Ternary of Paradoxes (1650), pp. 25 y ss.;
y James Howell, en Θηρολογια (1660), p. 107.
12
a
finales de 1624 reclamando la presa de un barco inglés por el virrey
de Cerdeña y ayudando a la delegación inglesa en las negociaciones
matrimoniales del príncipe. Gracias a ello aprendió idiomas, publicó
el Lexicon Tetraglotton (1660), un diccionario inglés-francés-italianoespañol con un apéndice con proverbios, una gramática del español
(1662) y tradujo del español, según Sydney Lee (1888), The Process and
Pleading in the Court of Spain upon the Death of Anthony Ascham, 1651
(Harleian Miscellany, VI, pp. 236-247). Ascham era un enviado de la
Commonwealth a Madrid en agosto de 1650, donde fue asesinado al día
siguiente de su llegada por realistas ingleses.
10Vitriolo era un término general y vago usado para diferentes
compuestos. Por ejemplo, el vitriolo azul es sulfato de cobre; el blanco,
sulfato de zinc; el de argento vivo, nitrato mercúrico; el de saturno,
acetato de plomo; el de plata, nitrato de plata; etc. El vitriolo del que se
habla aquí, la caparrosa, vitriolo verde o de Marte, es sulfato ferroso,
que se manufacturaba en Inglaterra desde 1579. El más refinado,
mencionado al final del opúsculo (p. 317) como vitriolo romano o de
Chipre, se preparaba a partir de vitriolo verde común (sulfato ferroso
heptahidro: FeSO4.7H2O), deshidratándolo y purificándolo por
recristalización. Se exponía a los rayos solares removiéndolo hasta
que los cristales verdes se tornaban en un polvo blanco anhidro por
eflorescencia.
M AY O D E 2 0 1 1
DEL CATÁLOGO
Obras de
Frances A. Yates
en el Fondo
LA FILOSOFÍA
OCULTA EN
LA ÉPOCA
ISABELINA
EL ILUMINISMO
ROSACRUZ
FRAGMENTO
La filosofía oculta
en la época isabelina
F R A N C E S A . YAT E S
ENSAYOS
REUNIDOS, I.
LULIO Y BRUNO
U
n curioso diagrama, al que [John]
Dee asignaba la
mayor importancia como exposición de toda sufilosofía, fue la
Monas hieroglyphica, publicada
en 1564 con una
dedicatoria al emperador Maximiliano II1 y un
texto aclaratorio que deja al lector hondamente
perplejo. La monas de Dee es una combinación
de los signos de los siete planetas más el símbolo zodiacal de Aries, que representa el fuego.
Debe de tener algún significado astral, además
de que el símbolo del fuego parece implicar algunas operaciones alquímicas; también contiene matemática o geometría de alguna especie,
pero sobre todo es cabalística, pues se relaciona con “la estupenda red de las letras hebreas”;
es “gramática cabalística”, puede ser explicada
“matemática, cabalística y anagógicamente”,2 y
es tan profundamente secreta que Dee se pregunta si habrá pecado al publicarla.
En el signo monas mismo no están contenidas letras hebreas, pero se comprende que
con las partes de los símbolos planetarios de
que se compone se deben de hacer maniobras análogas a las que se hacen en la Cábala
con las letras hebreas. También se efectúa un
proceso matemático, aunque el aspecto matemático de la Monas hieroglyphica no es tan
prominente como el de los Aphorismos,3 obra
publicada por Dee unos cuantos años antes
(en 1558), con la cual afirma que la Monas hieroglyphica tiene una estrecha relación. Los
Aphorismos, donde ya aparece el signo monas,
parecen exponer en una forma más obviamente matemática el significado cabalístico
de dicha Monas hieroglyphica.
1Véase C. H. Josten, “A Translation of John Dee’s ‘Monas
Hieroglyphica’”, Ambix, xii (1964), pp. 155-165.
2Ibid., pp. 127-155.
3Propaedeumata Aphoristica, Londres, 1558.
M AY O D E 2 0 1 1
Yo creo que una fuente importante en la
que se puede estudiar el modo de pensar del
que Dee derivó su signo monas es De harmonia
mundi de Giorgi, donde se combinan teorías
numerológicas y cabalísticas presentadas como
una doble clave del universo, de una manera sumamente análoga al doble significado, también
numerológico y cabalístico, de la monas. Giorgi
parte del Uno o monas,4 del cual proceden, según el Timeo, los números del uno al veintisiete para formar la armonía universal tanto en el
macrocosmos como en el microcosmos. Combinando teorías pitagórico-platónicas con el
misticismo literal cabalístico, Giorgi produce
su síntesis. Posiblemente la mente de Dee funciona de modo semejante respecto a la monas.
Su símbolo planetario compuesto parece implicar un correspondiente símbolo cabalístico
compuesto. Tras la cosmología planetaria tal
vez se encuentre la “tremenda estructura” del
alfabeto hebreo.5
En el símbolo monas está incluida una cruz,
símbolo cabalístico cristiano que indudablemente poseía, en la creencia de su creador, un
gran poder mágico.
Dee no fue únicamente un entusiasta de los
estudios científicos y matemáticos, en los extraños contextos en que los encontraba, sino
que también deseaba usarlos en bien de sus
compatriotas y para la expansión de la Inglaterra isabelina. Actuaba según un programa político-religioso conectado con el destino imperial de la reina Isabel I.
En mi libro Astraea. The Imperial Theme in
the Sixteenth Century (1975), expuse las carac4Giorgi, De harmonia mundi, i, 3, i.
5Bajo el símbolo monas de Dee está escrito un versículo de la
Biblia, que dice De rore caeli, et pinguedine terrae det tibi Deus
(“Dios te dé el rocío del cielo y la riqueza de la tierra”, Génesis 27).
Es la bendición que lsaac le da a Esaú. Ésta es una cita predilecta
de Giorgi, que figura dos veces en De harmonia mundi. En la
primera ocasión se da a la palabra rocío la acepción usual, que se
refiere a la gracia divina (De harm. mun., ii, 7, iv), mientras que,
en la segunda, figura la voz hebrea que significa rocío, diciéndose
que quiere decir que el rocío es un símbolo del Nombre de Dios
(que tiene cuatro letras) afirmación apoyada con referencias a
autoridades hebreas (De harm. mun., ii, 7, xviii).
a
terísticas del imperialismo isabelino. Éste
pretendía no sólo la expansión nacional
en sentido literal, sino también aplicar las
ideas de carácter religioso asociadas con la
tradición imperial a Isabel, representante
de la “reforma imperial” y de una religión
reformada y purificada que se expresaría y
propagaría en toda la extensión de un imperio también reformado, el de los Tudor, rico
en ideas míticas “británicas”. La glorificación de la monarquía Tudor como una institución religiosa imperial se basaba en el hecho de que la reforma de Enrique VIII había
desconocido al Papa para hacer al monarca
jefe supremo tanto de la Iglesia como del
Estado. Este hecho político fundamental
fue envuelto en una mística de “la antigua
monarquía británica”, heredera del rey Arturo, personificada por los Tudor en calidad
de antigua estirpe británica supuestamente
descendiente del mismo Arturo, que había
regresado al poder apoyando a una Iglesia
británica purificada, protegida contra las
potencias malignas (malas según este punto de vista) por una caballería religiosa que
combatía los intentos hispano-papales de
dominio universal.
Aunque estas ideas eran inherentes al
mito de los Tudor, Dee tuvo una intervención considerable en su fortalecimiento y
difusión. Él mismo se creía descendiente de
una antigua estirpe real británica y se identificaba completamente con el mito imperial
personificado por Isabel I, apoyándolo con
todas sus fuerzas.
Las opiniones de Dee acerca del destino
imperial de la reina Isabel I son expuestas
en su obra General and rare memorials pertayning to the Perfect art of Navigation (1577).
Según sus ideas, el fortalecimiento de la marina y la expansión inglesa en los mares se
relacionaban con vastos proyectos acerca de
los territorios que Isabel habría podido reclamar con base en su mítica descendencia del
rey Arturo. El “imperialismo británico” de
Dee coincide con la “historia británica”E
ENSAYOS
REUNIDOS, II.
RENACIMIENTO
Y REFORMA:
LA CONTRIBUCIÓN
ITALIANA
ENSAYOS
REUNIDOS, III.
IDEAS E
IDEALES DEL
RENACIMIENTO
EN EL NORTE
DE EUROPA
LAS ÚLTIMAS
OBRAS DE
SHAKESPEARE
13
DEL CATÁLOGO
Ede Geoffrey de Monmouth,6 que se basa en el
mito de que supuestamente los monarcas británicos
eran descendientes de Bruto,* a quien se creía de origen troyano, por lo que tenían una directa relación
con Virgilio y con el mito de la Roma imperial. El rey
Arturo, a su vez descendiente de Bruto según esta
versión de la historia británica, era el principal exponente religioso y místico del sagrado cristianismo
imperial británico.
En los General and rare memorials figura una complicada estampa basada en un dibujo hecho por Dee
con su propia mano,7 que representa a Isabel a bordo de un barco llamado Europa; su significado es que
la Gran Bretaña se convertirá en una gran potencia
naval para ocupar el lugar, por medio de la “monarquía imperial”, de piloto del cristianismo. Dee llamó
este dibujo “Jeroglífico británico”, y hay que tenerlo
presente junto con la Monas hieroglyphica porque es
la representación de una expresión político-religiosa de la monas en el sentido del concepto “imperial
británico”.
Gran parte del material relativo a Dee que he resumido hasta aquí es bien conocido, pero tanto éste
como sus actividades pueden verse en una perspectiva hasta cierto punto nueva si se ponen en relación con lo estudiado en el presente libro. Así, pues,
¿cómo fue juzgado, tanto por sus contemporáneos
como por sí mismo, este profundo estudiante de las
ciencias del número e intérprete profético de la historia británica?
He aquí una hipótesis: la etiqueta de la época que
mejor le hubiera quedado a Dee es la de “melancólico
inspirado”.8 El melancólico inspirado, según Agripa
y de acuerdo con la imagen que hace de él Durero en
su famoso grabado, era saturnino y se sumergía en el
estudio de las ciencias del número, capaces de llevar
a quienes las profesaran a un profundo conocimiento de las cosas. Sin duda los estudios de Dee permiten calificarlo justamente de saturnino y de representante de la revaluación renacentista de la melancolía como temperamento inspirado. Y después de
la primera fase de esta inspiración, producida por la
inmersión en las ciencias de los números, dice Agripa, viene una segunda fase de carácter profético, en la
cual el adepto se interesa en los acontecimientos político-religiosos y profecías; y finalmente se llega a la
tercera fase, que es la melancolía inspirada, en la cual
se alcanza una honda comprensión de la religión y de
los cambios que la afectan.
Una idea que podría parecer sugestiva es que no
sólo el programa de Dee para el avance de la ciencia
se basaba en los tres mundos descritos por Agripa en
De occulta philosophia, sino que también las fases de
su perspectiva profética tal vez proceden de la misma
fuente. Primeramente, el saturnino y melancólico
Dee estudia las ciencias del número, luego adquiere
una convicción profética del destino imperial de la
Gran Bretaña, y por último le son reveladas unas vastas visiones religiosas universales, y esto, al igual que
en el caso de Agripa, sin dejar nunca de ser cristiano,
un cabalista cristiano simpatizante del evangelismo
y de la reforma erasmiana.W
6Véase Yates, Astraea. The Imperial Theme in the Sixteenth Century,
Londres, 1975, p. 50.
* Según el cronista del siglo xii Geoffrey de Monmouth, un legendario
Bruto (Bryt), nieto de Eneas y desterrado de Italia, llegó a Inglaterra,
donde fundó Nueva Troya (Londres) y dio su nombre al país. [T.]
7Véase French, Dee, lám. 14.
8En la carátula de la obra Lapis philosophicus de John Case (1599), se
ilustra la teoría seudoaristotélica de la melancolía inspirada saturnina
en un complicado diagrama que probablemente refleja algunas ideas de
Dee. Esta carátula está reproducida en S. K. Heninger, Touches of Sweet
Harmony, San Marino, 1974, p. 218.
14
FRAGMENTO
El iluminismo
rosacruz
F R A N C E S A . YAT E S
L
as semejanzas obvias entre
Fludd y Maier estriban en
que ambos eran médicos paracelsistas que publicaron
trabajos en Oppenheim, en
la casa editora dirigida por
Juan Teodoro de Bry. Anteriormente se creía que Maier
había introducido a Fludd
al mundo rosacruz, pero en
tiempos recientes se ha enunciado la teoría de que fue
al revés, es decir que fue Fludd el que influyó sobre
Maier. Por supuesto que todas estas teorías del pasado
no tomaban en cuenta la situación histórica del Palatinado como factor del problema, pues si Maier conocía a Fludd y si hacía viajes relativamente frecuentes
a Inglaterra ¿no podría haber sido porque, como muchos otros, esperaba grandes cosas del matrimonio del
Elector Palatino con la hija de Jacobo I, y porque conocía el secreto de alguna relación posiblemente existente entre la propaganda rosacruz y las ambiciones del
“León palatino”?
A la muerte de Rodolfo II, Maier aceptó el cargo de
médico de Mauricio, Landgrave de Hesse. Se puso así
en contacto con un príncipe alemán que tenía estrecha
relación con el círculo del Elector Palatino, que simpatizaba fuertemente con Inglaterra, que estaba bajo la
influencia del misticismo alquímico y en cuyo territorio, en la ciudad de Cassel, fueron publicados por primera vez los manifiestos rosacruces. El puesto de médico del Landgrave de Hesse que tenía Maier no le impedía viajar mucho. En 1618, dice él mismo en uno de
sus prólogos, se encontraba en Fráncfort, en un viaje
de Londres a Praga. Una persona que hubiera conocido
tanto Londres como Praga bien podía haber sido usada por Cristián de Anhalt para preparar el camino a la
gran aventura de Bohemia.
Y en verdad existe una prueba irrefutable de que
Maier y Cristián de Anhalt tenían relación: en 1618 De
Bry publicó en Oppenheim un libro de Maier dedicado
a Cristián, príncipe de Anhalt, cuyo título es Viatorum.
hoc est de Montibus Planetarum Septem. En la carátula
grabada aparece el rostro, suave y soñador, de Michael
Maier, acompañado por siete figuras que representan
los planetas. Este libro es una exposición típica del
misticismo alquímico de Maier, a quien le encanta presentar este tema de manera mitológica, oculto entre las
fábulas de los poetas. El tema del libro, así disfrazado,
es la búsqueda de la materia philosophica, de la verdad
oculta en los arcanos de la naturaleza, agarrándose
fuertemente, como Teseo, del hilo de Ariadna que conduce fuera del laberinto. Hay que empezar a estudiar a
Maier en su obra Viatorum, cuya dedicatoria a Cristián
de Anhalt lo coloca inmediatamente a él y a su alquimia espiritual dentro del círculo de los consejeros más
importantes del Elector Palatino.
En el mismo año de 1618, la editora De Bry de
Oppenheim publicó otro libro de Maier, también con
una carátula espléndidamente grabada. Se trata de
Atalanta fugiens, libro muy apreciado por las bellas
ilustraciones complementarias de su enigmático texto. El grabador que las hizo fue casi seguramente Mateo Merian, aunque no están firmadas.
La Atalanta fugiens es un libro de emblemas con comentarios filosóficos. En la carátula, Atalanta, tenta-
a
da a abandonar la búsqueda de la verdad espiritual,
moral y científica, da una lección de perseverancia
y pureza de intenciones al alquimista espiritual.
Maier, por medio de los emblemas del libro, cada
uno de los cuales tiene un modo de expresión musical además de gráfico, enseña una filosofía religiosa y alquímica muy sutil.1
En uno de los emblemas más llamativos aparece un filósofo que con una linterna sigue las huellas
de la naturaleza. Esto recuerda en cierta forma el
prefacio que Giordano Bruno dedicó en Praga en
1588 a Rodolfo II, en el que reitera su tema preferido, es decir, que hay que estudiar los vestigios o
huellas que deja la naturaleza, eludiendo las luchas
entre las sectas religiosas y poniendo atención sólo
a ella, que por todas partes grita para ser escuchada.2 Quizás también Maier, que era cristiano luterano practicante (Fludd era un devoto anglicano),
tenía presente una idea semejante cuando en esos
años de feroces controversias religiosas, inmediatamente antes de que estallara la Guerra de los
Treinta Años, presentó sus enseñanzas para que se
adoptara una actitud religiosa y filosófica distinta
mediante el simbolismo alquímico.
En otro emblema de la Atalanta fugiens un filósofo señala una figura geométrica. El comentario que corresponde a este emblema lleva el título de “Monas o el Único”.3 Un editor reciente
del libro de Maier ha comparado esto con la Monas hieroglyphica de John Dee, de modo que una
vez más encontramos esta obra en el corazón del
misterio rosacruz, oculta entre los emblemas de
Maier. Quizás éste recibió la influencia de Dee en
Bohemia.
No hay duda de que la alquimia, de la que los
emblemas de Maier son la misteriosa expresión
gráfica, era de la especie condenada por Libavius,
la de los manifiestos rosacruces y de la Monas de
Dee. Observando un emblema, como por ejemplo
el que representa a un filósofo que con su espada
está a punto de atacar a un huevo, comenzamos a
reconocer el huevo, símbolo del universo:4 en la
Monas hieroglyphica, y el fuego, simbolizado por
el signo de Aries de la Monas, que expresan los
procesos alquímicos. Volviendo de nuevo nuestra
atención al “alquimista” de Khunrath, expresión
del tipo de alquimia representado por Dee, vemos
que la perspectiva del emblema de Maier, que se
extiende detrás del huevo, es comparable a la que
figura en la ilustración de Khunrath.W
1En relación con la música de Atalanta fugiens, véase John Read,
Prelude to Chemistry, Londres, 1936, pp. 213-254, 281-289.
2Giordano Bruno, Artieuli adversus mathematicos, Praga, 1588,
prólogo; cf. Giordano Bruno and the Hermetie Tradition, pp. 314-315.
3Cf. H. M. E. de Long, “Atalanta fugiens”; Sources of an Alchemical
Book of Emblems, Leiden, 1969.
4La “monas” es un símbolo comprendido dentro de un trazo oval,
que figura en la carátula de Monas hieroglyphica [véasea aquí en la p.
13], y en el texto también aparece un diagrama del universo en forma de
huevo. En el “Testamento de John Dee”, publicado por Elías Ashmole,
Theatrum Chemicum Britannicum, p. 334, se describe misteriosamente
el “corte” de la Monas con cuchillos.
M AY O D E 2 0 1 1
Ilustración: EM M ANUEL PEÑA
CAPITEL
DE MAYO DE 2011
Librerías
en
predicamentos
N
LOS GRABADOS
EN LA OBRA
DE JUAN PABLOS
LA HISTORIA
DE LAS COSAS
FUNDAMENTOS
DEL LENGUAJE
Primer impresor
de la Nueva España,
1539-1560
De cómo nuestra obsesión por las
cosas está destruyendo el planeta,
nuestras comunidades y nuestra
salud. Y una visión del cambio
Mente, significado, gramática
y evolución
María Isabel Grañén Porrúa
Annie Leonard
En 1539, el impresor sevillano
Juan Cromberger estableció en
la Ciudad de México la primera
imprenta del continente, al frente
de la cual estuvo el lombardo
Giovanni Paoli, mejor conocido
como Juan Pablos. En esta obra,
un rico inventario de grabados
y capitulares de los primeros
incunables americanos, se hace
un minucioso recorrido por los
grabados salidos de las prensas de
quien introdujo en nuestro país el
noble arte de la tipografía, si bien,
dado el analfabetismo imperante
en la Nueva España, sus libros
resultaron más importantes
por las imágenes. El estudio se
acompaña de algunos comentarios
del tipógrafo Juan Pascoe sobre
los recursos y las limitaciones
de nuestro primer impresor.
Las cosas a las que se refiere
el título de este libro son todas
las que nos rodean y usamos
diariamente: de dónde vienen,
cómo se producen, distribuyen,
consumen y adónde van cuando
las tiramos en la basura. Después
del éxito del video The Story of
Stuff, publicado en internet y
visto por millones de personas,
Annie Leonard escribió este
libro para presentar, de forma
más detallada, un análisis
contundente sobre la verdadera
historia detrás de nuestras cosas
y el sistema económico que les da
vida. A través de sorprendentes
revelaciones sobre la economía,
el medio ambiente y las culturas
de todo el mundo, Leonard hace
un llamado a reflexionar sobre
esta historia y sobre nuestro
poder de comenzar a reescribirla.
Para la publicación New Scientist
este trabajo es “una excelente
visión de conjunto de todas las
complejidades del lenguaje”.
En sus páginas, Jackendoff
revela nuevas perspectivas
en los principales campos del
lenguaje y la comunicación:
gramática, léxico, aprendizaje, el
origen de la lengua y la relación
que la lengua y el pensamiento
guardan con la realidad. Tras un
examen de los descubrimientos
hechos en lingüística desde los
años sesenta, el autor hace un
replanteamiento radical de cómo
el cerebro almacena y procesa
el lenguaje. Esta “arquitectura
paralela” concibe la sintaxis
como una más entre las muchas
fuentes generativas del lenguaje
que interactúan entre sí. La obra
establece importantes relaciones
entre psicología, neurociencia,
biología, filosofía y teoría
evolutiva, a la vez que plantea un
revolucionario programa para la
cooperación interdisciplinaria.
Tezontle
1ª ed., 2010; fce-Adabi
978 607 16 0450 7
$450
Tezontle
1ª ed., 2010; 1ª reimpresión, 2010;
fce Argentina
978 84 375 0650 0
$260
M AY O D E 2 0 1 1
o uno sino varios fantasmas recorren el mundo librero: algunos de
los principales vendedores de libros en el orbe anglohablante padecen graves crisis, en España dos grupos de
tiendas han cambiado de manos, acá la que
llegó a ser la más extendida cadena de librerías experimenta una larguísima agonía. Ya
por la fiera competencia del comercio electrónico, ya porque las desventuras de la economía global siguen produciendo víctimas, ya
porque el comercio minorista de libros exige
cada vez más una estrategia multinacional,
ya porque sus administradores no han sabido
conducirlas por las aguas someras de un mercado que no acaba de madurar, el último año
ha hecho evidente el agotamiento de la forma
tradicional de hacer llegar los libros hasta el
consumidor final. No es el tiempo de entonar
un dolido responso por la librería como punto de encuentro entre obras y personas, pues
hay razones para saber que en el corto plazo
seguirán existiendo esos paraísos de papel
impreso donde uno encuentra lo que no estaba buscando, pero las señales que se perciben
aquí y allá son suficientes para considerar a la
librería —o al menos a cierto tipo de librería—
como una especie amenazada.
Ray Jackendoff
Lengua y Estudios Literarios
1ª ed., 2011
978 607 16 0530 6
$490
a
L
a cadena estadunidense Borders, que
llegó a tener 639 sucursales, muchas
de ellas en centros comerciales, con
más de 6100 empleados de tiempo
completo y 11440 a medio tiempo, avanza
por un camino fangoso. A comienzos del mes
pasado presentó un plan para salir del concurso mercantil —se declaró en ese estado
apenas en febrero, tras pérdidas de casi 170
millones de dólares durante 2010—; en él,
reconoce de hecho su necesidad de volcarse
hacia el entorno digital, pues se compromete
a cerrar unas 250 tiendas de carne y hueso, y
aspira a generar, para 2015, 40 por ciento de
sus ingresos mediante ventas en línea, sea
de libros de papel, sea de obras electrónicas,
para lo cual redoblará sus esfuerzos para seguir colocando en el mercado el dispositivo
de lectura Kobo, competencia directa del
Nook de Barnes and Noble y del Kindle de
Amazon. Los acreedores, entre los que destaca Penguin con la escalofriante cifra de 41
millones de dólares de adeudo, recibieron el
proyecto con escepticismo. Borders buscará
una mayor sintonía con los clientes que ya
frecuentan las tiendas —por ejemplo, donde
abundan las consumidoras habrá más obras
para niños, sobre educación y de cocina, lo
que revela al menos una anticuada por no
decir sexista concepción de lo que es una lectora— y la ampliación de las secciones deE
15
Ilustración: EM M ANUEL PEÑA
FRAGMENTO
¿Podrán sobrevivir
las librerías?
Perspectivas
y consecuencias
RICHARD POSNER
D
os de las cadenas de librerías más grandes de los Estados Unidos
(Barnes
&
Noble y Borders) están por
declararse en
ba nca rrota;
esta situación nos invita a plantearnos una pregunta de carácter general
sobre la supervivencia de las librerías
—al menos en un número considerable— y, de no ser el caso, cuáles serían
las consecuencias de su desaparición.
Las librerías enfrentan dos amenazas evidentes, ambas relacionadas
con internet. La primera —y más reciente— es la que presentan los libros
electrónicos: el contenido de un libro
puede transferirse por internet a un
lector de libros electrónicos que el
cliente haya adquirido; este procedimiento no requiere la intermediación
de una librería. La segunda amenaza
—apenas menos reciente— es la venta de libros en línea (en vez de la descarga electrónica de su contenido); en
este mercado Amazon es el principal
proveedor y en el proceso tampoco figuran las librerías, a menos que Amazon no tenga existencias del libro solicitado, en cuyo caso remite al cliente a
una librería que sí lo tiene y que se lo
puede vender y enviar a donde el cliente determine; la transacción se realiza, no obstante, a través de Amazon.
La mayoría de los libros que Amazon
y los otros vendedores en línea no tienen en existencia son ediciones agotadas y las librerías que tienen este tipo
de libros suelen ser pequeñas (aunque
hay algunas excepciones) pues atienden a un mercado verdaderamente
minúsculo.
Una posible tercera amenaza a las
librerías es la disminución de la demanda de libros. En relación con esta
posibilidad es interesante mencionar
que resulta prácticamente imposible
encontrar buenas estadísticas sobre
las ventas anuales de libros en los Estados Unidos (la categoría libro, como
16
producto, es notablemente heterogénea). Parecería, sin embargo, que las
fuentes de entretenimiento e información disponibles en internet son tan
numerosas que a menudo llegan a sustituir la lectura de libros y, así, deben
tener un impacto negativo sobre la demanda de los mismos. A pesar de esto,
cabe mencionar que la reducción en el
precio de los libros vendidos en línea
—generada por la eliminación del intermediario, es decir, la librería— debería estimular su demanda; regresaré a este asunto más adelante.
El desplome de la venta de libros en
librerías parece inevitable: los libros
adquiridos en ellas son más costosos
no sólo por el precio (necesariamente
más alto para cubrir los gastos de la
librería), sino también por el tiempo
que el cliente tiene que invertir en visitar la librería, buscar el libro y comprarlo (este último paso suele ser más
tardado que una compra en línea). La
única ventaja que tienen las librerías
para compensar esta situación es la
oportunidad que ofrecen al cliente de
mirar los estantes y examinar físicamente el libro antes de comprarlo. Estas ventajas, no obstante, son contrarrestadas en la venta en línea —y para
algunos clientes, mucho más que compensadas— por el uso de programas de
inteligencia artificial capaces de hacer
recomendaciones a los clientes, por el
catálogo muchísimo más amplio de un
vendedor como Amazon, por la facilidad para buscar el libro en el portal de
internet, por las reseñas y comentarios críticos de otros lectores, así como
por la posibilidad de que el cliente vea
en formato electrónico parte del contenido del libro antes incluso de ordenarlo —procedimiento que resulta
muy similar al de hojear un libro impreso—. Es cierto que el programa de
recomendaciones de libros de Amazon es aún bastante primitivo y que
de ninguna manera puede sustituir el
acto de pasear entre los anaqueles de
una buena librería. Sin embargo, es
obvio que dicho programa tendrá mejoras en el futuro: podemos imaginar
el día en que los clientes hayan propor-
cionado (y Amazon haya almacenado)
suficiente información sobre su edad,
sexo, educación, profesión y gustos de
lectura, para que Amazon pueda crear
una lista inicial de recomendaciones
de compra que se irá refinando conforme le llegue información complementaria sobre los cambios en sus gustos e
intereses de lectura.
Actualmente menos de 30% de las
ventas de libros se hacen a través de
internet (ya sea en formato electrónico o en papel) pero he revisado estimaciones según las cuales esta proporción podría crecer hasta 75% en pocos años. Si las ventas de las librerías
corresponden a 25% en vez de 70% del
total de libros vendidos, muy pocas
tendrán suficientes clientes para sobrevivir; la excepción serán aquellas
librerías que se especialicen en ediciones agotadas —cuyos clientes de cualquier modo comprarán, sobre todo, a
través de internet—; pero incluso en
este caso hay que considerar que, con
el volumen creciente de publicaciones
electrónicas, cada vez habrá menos
libros “agotados”. El reemplazo de la
distribución a través de librerías por
la distribución electrónica producirá
un ahorro social importante y, como
había dicho antes, redundará en un
aumento en la demanda de libros causado por la reducción en el precio de
ventas al menudeo.
En cuanto a las consecuencias que
este reemplazo podría tener en los
autores y las editoriales, existe la preocupación de que el efecto sea adverso,
pero tal cosa, en realidad, parece poco
probable: todo vendedor trata de minimizar sus gastos de distribución (como
trata de minimizar todos sus gastos);
la editorial es el vendedor principal
de la cadena y la librería es un eslabón
en el proceso de distribución. Hay en
esto, quizá, una excepción potencialmente importante: algunos distribuidores ofrecen, en sus locales (es decir
en sus librerías) servicios que pueden
incrementar la demanda del producto. De hecho, en esto justamente se
funda la lógica de la configuración del
precio de reventa: el productor de un
a
bien establece un precio mínimo para
la venta al menudeo y, al hacerlo, deliberadamente incrementa el margen
de los minoristas, pero con ello espera inducirlos a un tipo de competencia
que incremente la demanda pero que
no dependa de los precios. El personal de las librerías, con las decisiones
que toma sobre la exhibición de ciertos libros y con las recomendaciones
que puede hacer a los clientes podría,
en principio, aumentar la demanda del
producto. Sin embargo, tales servicios
no pueden garantizar la supervivencia
de muchas librerías, porque —a menos
que se valoren con un margen mucho
mayor de lo que sería realista esperar— habrá de todos modos muy pocos
clientes como para sufragar los costos
fijos de las librerías y, a la vez, mantener precios aceptables.
Así las cosas, la pregunta se reduce a determinar si la cancelación de
los servicios que ofrecen las librerías
dañará a las editoriales (y en consecuencia a los autores, cuya prosperidad está ligada a la de las editoriales)
más de lo que las beneficiará con la reducción en los gastos de distribución.
Esto es muy poco probable. A medida
que la tecnología avance, será más fácil para los vendedores en línea duplicar —e incluso mejorar— estos servicios, hasta ahora característicos de
las librerías; éstas se debilitarán y tal
vez incluso desaparecerán cuando las
generaciones que actualmente tienen
más edad —personas acostumbradas
a los libros (y a los periódicos) impresos— vayan desapareciendo. A pesar
de todo, esto puede representar un auténtico progreso económico, igual que
las grandes tiendas departamentales
y los supermercados representan una
forma de progreso incluso si causan
la extinción de incontables tiendas de
menudeo.W
Texto tomado de The Becker-Posner
Blog con autorización del autor. Posner ha publicado en el FCE El análisis
económico del derecho. Traducción de
Lucía Cirianni Salazar
M AY O D E 2 0 1 1
N OVE D A D E S
desde el creador hasta el político.
Los prólogos reunidos aquí poseen
un gran valor, independiente
del de las obras que precedieron
originalmente.
Tezontle
1ª ed., 2011
978 607 16 0557 3
$185
RELATOS
EN ROJO Y NEGRO
Historias pictóricas
de aztecas y mixtecos
Antropología
1ª ed., 2010
978 607 16 0528 3
$380
E
n Inglaterra, parte de las poco más
de cincuenta sucursales de British
Bookshop & Stationers llevan ahora
la vestimenta de W. H. Smith, la amplísima red de librerías que en los años noventa propició la desaparición del Net Book Agreement, que era el acuerdo gremial por el que en
ese país funcionaba el sistema de precio único.
Fundada en 1938, British Bookshop & Stationers tuvo una expansión excesiva en 2010, al
pasar de 39 a 51 puntos de venta, y unas catastróficas ventas navideñas, que la arrojaron al
limbo previo a la bancarrota. Del otro lado del
mundo, dos cadenas de librerías, la australiana Angus & Robertson y la neozelandesa
Whitcoulls —aún más viejas: la primera se
fundó en 1886; la segunda, en 1882—, han sido
llevadas a esa misma situación por los propietarios de sus acciones —cuesta trabajo llamarlos sus dueños, pues actúan sin el señorío que
reconoce la RAE en ese término—, la controladora REDgroup, que adujo como explicación el
auge de las ventas por internet y el escaso gasto de los consumidores.
Sociología
1ª ed., 2011
978 607 16 0539 9
$260
Elizabeth Hill Boone
La consulta directa de códices y
una exhaustiva labor histórica en
el campo del arte precolombino
de la cuenca de México se
sintetizan en esta obra. Con
un lenguaje ameno y una
exposición clara, la doctora en
historia Elizabeth Hill Boone
analiza las historias pintadas
que los pueblos conquistados
conservaron como único registro
de su pasado, asentando en
ellas los relatos de sus pueblos
y de sus gobernantes. Estos
manuscritos, de vital importancia
para la investigación histórica,
e importantes incluso en los
tribunales españoles cada vez que
se necesita documentación acerca
del pasado, son analizados con
detenimiento para presentar al
lector qué fueron esas historias,
cómo se estructuraban y cómo
fue el proceso que permite
explicar el surgimiento de tales
manifestaciones pictóricas.
Ejuegos, papelería y cafetería; en suma,
para sobrevivir, la librería dejará en cierta
medida de serlo.
del proyecto de investigación
internacional “Reinventar la
emancipación social. Hacia
nuevos manifiestos”, Sousa
Santos coordina en este volumen
un análisis riguroso de modelos
de economía solidaria popular
que se aplican actualmente en
Brasil, Colombia, India, África
del Sur, Mozambique y Portugal,
y se basan en la creación de
cooperativas, empresas de
autogestión, administración
colectiva de la tierra y
asociaciones de desarrollo social.
OBRAS II
Tres novelas
Severo Sarduy
Exiliado de su natal Cuba, Sarduy
emprendió un viaje no sólo
para permanecer en la isla sino
para adentrarse en ella, en sus
atmósferas, sus brisas, los ritmos
de su gente y de su lengua. En este
segundo tomo de sus obras —en el
primero aparecen sus poemas—
desfilan, contrastantes y a la vez
complementarias, De donde son
los cantantes, Maitreya y Pájaros
en la playa. En las tres surgen
mundos extraños, en virtud del
entrecruzamiento de culturas,
espíritus, tiempos vitales. Y en las
tres hay muy afortunadamente
una audacia formal insólita, que
tiene que ver tanto con el idioma
como con la estructura de las
narraciones.
Tierra Firme
1ª ed., 2011
978 607 16 0541 2
$275
POR LAS SENDAS
DE LA MEMORIA
Prólogos a una obra
L
HISTORIAS
PARALELAS
DE LA MEDICINA
De las flores de Bach
a la osteopatía
Thomas Sandoz
Hipócrates afirmó que el arte
de curar tenía su fundamento
en las leyes universales que
regían a la naturaleza y confiaba
en la responsabilidad del
paciente en su propia curación.
Sin embargo, la medicina
occidental moderna se rehúsa
constantemente a incluir dentro
de su estudio a las llamadas
terapias alternativas, que se
sustentan sobre estas mismas
bases, y sin reconocer además
que su acercamiento a ellas ha
sido benéfico para su desarrollo.
Desde una perspectiva histórica,
Thomas Sandoz presenta un
panorama completo de dichas
terapias —desde aquellas
basadas en plantas y magnetos
hasta las que se sirven de baños,
masajes y dietas— y analiza su
surgimiento y sus fundamentos
haciendo una narración
fascinante de las circunstancias
en que sus creadores lograron
establecerlas.
as noticias que llegan de España,
en cambio, distan de ser desoladoras,
aunque señalan la dependencia de los
vendedores de libros de estructuras
empresariales más resistentes. Por un lado,
en febrero se supo que Planeta, el único grupo español que pinta en las ligas mayores de
la edición mundial, adquiriría las ocho tiendas de la pequeña cadena Bertrand, propiedad
hasta entonces de Bertelsmann, para sumarlas a la cada vez más sólida Casa del Libro. Así,
la familia Lara expande su presencia librera
y a la vez incrementa los puntos de distribución para los miembros de Círculo de Lectores, que desde abril de 2010 es una sociedad a
partes iguales de los mencionados Planeta y
Bertelsmann. Sorprendió gratamente, por el
otro lado, el anuncio en marzo pasado de que
La Central —una tienda que se rige con un criterio antípoda al que parece imperar en Casa
del Libro, pues su énfasis está en las ingeniosas asociaciones temáticas, en la diversidad,
en la audaz propuesta de lecturas— tendrá
como poderoso socio a la Feltrinelli, la red de
librerías más musculosa de Italia y que viene
de iniciar la adquisición de uno de los mayores
emblemas editoriales de España: Anagrama.
Las librerías fundadas por el singular Giangiacomo Feltrinelli mantienen un inusual equilibrio entre la apuesta cultural y la exigencia
comercial, y se distinguen por un diseño que a
la belleza agrega la comprensión de la lectura
como un fenómeno íntimo y de raigambre cultural. Resulta esperanzador parte de lo que se
dijo al anunciar la nueva sociedad: que entre
los planes de la renovada La Central se considera abrir librerías en América Latina; ojalá
entre sus prioridades se cuente incursionar en
el alicaído mercado de México.
Octavio Paz
M AY O D E 2 0 1 1
Los caminos
de la producción
no capitalista
M
Ciencia y Tecnología
1ª ed., 2010
978 607 16 0526 9
$210
Boaventura de Sousa Santos
(coordinador)
Planteamiento de una
globalización alternativa, contra
hegemónica, basada en redes
y alianzas que generen modos
de resistencia que privilegien
la existencia, más que la
producción y la ganancia. Como
resultado de su experiencia de
trabajo con movimientos del
Foro Social Mundial y a cargo
Ilustración: ELVIRA GASCÓN
Todo brilla en el formidable
despliegue de las Obras completas
de Octavio Paz, publicadas bajo el
sello del fce, y ocurre así con los
prólogos diversos que escribiera
el poeta para la primera edición
de aquel conjunto. Los ensayos
contienen reafirmaciones,
avisos de perspectivas nuevas,
evocaciones autobiográficas
y de ambientes. Se halla una
prosa insuperable en su mayor
esplendor: rítmica, fiel sin falta
a la dialéctica de la inteligencia
y a la música del lenguaje. Las
ideas de Paz son florecimientos,
revelaciones de cuestiones básicas
de la cultura en planos diversos,
PRODUCIR
PARA VIVIR
a
ercado cuyas noticias son un tanto más entristecedoras. Nada queda de la deslumbrante Librería de
Cristal que en los años cuarenta
iluminaba las noches de la Alameda Central.
Fundada por Martín Luis Guzmán y Rafael
Giménez Siles, la cadena ha tenido diversos
propietarios, sobre todo de las familias de tradición editorial, como Trillas y Noriega, y llegó a contar con más de cincuenta librerías en
todo el país —único punto de venta de libros
en algunas ciudades—. Hoy sufre para encontrar el tamaño que le permita honrar sus compromisos y subsistir con miras al futuro, aspiración que se antoja difícil de satisfacer pero
por la que desde aquí hacemos votos.W
TOMÁS GRANADOS SALINAS
17
Fotografía: LUIS MIGUEL CRUZ
Saludos
a don Daniel
E NRIQUE K R AUZE
——————————
E
n una de las varias entrevistas que le hice a Daniel Cosío Villegas entre 1970 y 1975 (llevadas a cabo con una
de esas grabadoras prehistóricas de casete, que a él le
parecían supersónicas) encontré esta frase: “Estoy satisfecho con el balance de mi vida. Fui capaz de crear
instituciones que me sobrevivieron”. Tenía razón. A
fines de los cuarenta había dejado el FCE en manos
de don Arnaldo Orfila Reynal, y El Colegio de México
en las de don Silvio Zavala, a principio de los sesenta.
A su muerte, el 10 de marzo de 1976, ambas instituciones gozaban de plena salud y vitalidad. Han pasado más de treintaicuatro años y
hoy podemos atestiguar que el milagro persiste. Han sobrevivido contra viento
y marea. Han sobrevivido (sobre todo el FCE) a administraciones remotas que
desvirtuaron sus objetivos, expandieron su burocracia, politizaron su administración. Han sobrevivido, y eso es lo más importante, siendo fieles a su vocación
original. En el caso del FCE, la fe en el libro humanístico y el horizonte hispanoamericano. En el caso de El Colegio de México, el énfasis en una labor de docencia
orientada a la investigación, la producción de obras originales, la perspectiva internacionalista, y aquello que fue la inquietud de don Daniel en sus años postreros: llegar al público mediante la difusión del conocimiento, en particular, del conocimiento histórico. La producción editorial de ambas instituciones en este año
del Bicentenario es prueba fehaciente de esa continuidad: ni fastos académicos, ni
regodeos narcisistas, ni megalomanías institucionales: obras, obras de historia,
obras de difusión, obras de prospectiva. No viento verbal ni ruido político: obras.
Si no me engaño, don Daniel no desestimaría tampoco otra zona de supervivencia ya no institucional sino personal. Me refiero a sus discípulos y a los discípulos de sus discípulos. A buen seguro —como solía decir— que ni unos ni otros
18
estamos ni pretendemos estar a la altura de su lucidez y sabiduría, tampoco de
su incidencia en el público lector y mucho menos conquistar la unanimidad y el
respeto que rodeaba a su nombre. Cuando todo el mundo le llamaba “Don Daniel”, Cosío Villegas frisaba apenas los sesenta años. Ahora nadie nos llama así,
aunque tengamos casi la edad que él tenía cuando lo conocimos. Y sin embargo,
si hiciéramos la cuenta de los críticos de la vida pública en México a partir de los
años ochenta, encontraríamos que muchos de ellos se formaron en las aulas de El
Colegio de México y en los libros del Fondo de Cultura Económica. Uno de ellos
es precisamente mi viejo amigo Lorenzo Meyer. No sé si su visión de La crisis de
México está en el espíritu de don Daniel. Tampoco sé si la mía lo está. Sólo sé que
ambos —y así como nosotros, muchos más— estamos empeñados sinceramente
en contribuir, como don Daniel nos enseñó, a “hacer algo por México”, a comprenderlo, a explicarlo, a ofrecer vías de salida, sobre todo en las circunstancias
dramáticas y confusas que desde muchos hace años atravesamos.
Creación institucional, investigación histórica, servicio público, crítica del
poder. Ésas fueron las coordenadas del hombre que recordamos hoy, al pie de su
estatua. ¿Cómo ser reiteradamente fieles a su legado? La pauta está trazada. Cuidando la salud de estas instituciones protegiendo siempre su autonomía relativa
con respecto al poder y a los poderes. Ejerciendo una autocrítica feroz puertas
adentro para no permitir que los vicios endogámicos de la vida académica y la rigidez de la burocracia lastren la originalidad, la frescura, la creatividad, la competitividad (sobre todo la competitividad internacional) de la investigación y la
producción editorial. Haciendo que la incorporación al sector público (cuando se
dé) sea con el sentido de servicio que le imprimió Cosío Villegas en sus labores
de economista y diplomático. Y finalmente ejerciendo una crítica del poder que
no se concentre sólo (aunque sí principalmente) en el Gobierno Federal, sino en
todos los poderes formales y fácticos que se disputan a esta nación.
Daniel Cosío Villegas (“Liberal de museo, puro y anacrónico”, como él mismo
se calificaba) fue un profeta, quizá el mayor profeta, de la democracia mexicana
pero no pudo presenciar ni siquiera su alba. Y pensar que al morir tenía sólo 77
años. Al final se veía como un patriarca en overol, un poco cansado, con su bigotillo blanco, su andar lentísimo, su tos pertinaz y su mirada entre irónica y melancólica. Hoy quedan ya muy pocos exponentes de la generación inmediatamente
posterior. Y aquellos jóvenes del 68 que tuvimos la fortuna de pasar por sus aulas
o su tertulia, estamos cerca de cumplir la letra de aquella famosa canción When
I’m Sixty Four de los Beatles. Pero a los 64, no hay para nosotros ninguna isla o
retiro posible. Y mejor que sea así.
Todavía hay tiempo de dejar una huella mejor. Todavía hay tiempo de hacer
más habitable, más eficaz, más tolerante, más lúcida, más equitativa la democracia mexicana. Ése sería el mejor acto de agradecimiento al hombre extraordinario que ha sido siempre nuestra mejor inspiración.W
Texto leído en septiembre de 2010 en la ceremonia de develación de la estatua
de Daniel Cosío Villegas, que entonces se reubicó entre el Fondo de Cultura Económica y El Colegio de México en la Ciudad de México.
a
M AY O D E 2 0 1 1
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fondo
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Ciudad de México
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Peñón de los Baños,
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Teléfonos. (01 844) 4 12 01 53
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Querétaro, Querétaro
Próspero C. Vega 1 y 3, Centro,
76000
Teléfono: (01 442) 215 1143
libreria.ricardo.pozas@
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Torreón, Coahuila
Matamoros 240 Poniente, Centro,
27000
Teléfonos: (01 871) 716 6261 y 712
7199, ext. 112
libreriaisauro@hotmail.com
FILIALES
ARG E NTI NA
Santiago de Chile
Tel. (562) 5944 100
Fax (562) 5944 101
Librería
del Fondo Gonzalo Rojas
Paseo Bulnes 152, Santiago
de Chile.
Tel. (562) 5944 140
Encargada de librería:
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libreria@fcechile.cl
COLOMBIA
www.fce.com.co
Gerente: César Ángel Aguilar
Asiain
caguilar@fce.com.co
cesar.aguilar@
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19
Octavio Paz
Por las sendas
de la memoria
Prólogos a una obra
Estos textos constituyen
sin lugar a dudas una verdadera
autobiografía vital e intelectual.
Entre sus líneas se despliega
todo un recorrido o, si se quiere,
un itinerario en el que Octavio Paz
da algunas de las claves
esenciales sobre la formación
del poeta y las simientes
del ensayista.
O C TAV IO P
AZ
P o r la s s e n d
d e la m e m o ra s
ia
prólogos a
una obra
Fotografía: ROGELIO CUÉLLAR
O PA Z PO R
LA S SE ND AS
DE LA M EM
O RI A
Tezontle
1ª ed., 2011
978 607 16 0557 3
$185
www.fondodeculturaeconomica.com
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