LAS INCONGRUENCIAS DE LA LEY DEL SUPER 8 Y SUS REGLAMENTOS El Ministerio de Salud ha abierto consulta pública sobre las propuestas de reglamentos para la implementación de la ley 20.606, conocida como ¨Ley del Súper 8¨, por un período de sólo dos meses. Llama la atención el corto período asignado para este proceso, así como la poca importancia que se le asigna, considerando que la mitad de este período corresponde al mes de febrero. Pero más grave aún parecen los contenidos ya no sólo de la ley sino también de sus reglamentos, que podrían llevar a mensajes incomprensibles. De ahí que surja la necesidad de revisar algunas de estas incongruencias. 1. Esta ley prohíbe en vez de educar. Con esta reglamentación se estima que entre un 60 y 80% de los alimentos quedará clasificado como ¨alto en”: sodio, grasas saturadas, calorías o azúcares¨, debiendo exhibir un signo con forma de disco pare, en colores negro y blanco, similar al que alerta sobre el contenido de veneno. Según María Teresa Muñoz, abogada del Programa Legislativo de LyD, estas medidas no cumplen el objetivo de entregar mejor información a la ciudadanía, para así poder optar por una dieta balanceada. Con esto sólo se consigue demonizar a los alimentos, sin informar finalmente cuál de ellos es más o menos saludable. Así, se podrán presentar situaciones en que dos productos, de distintas categorías, podrán ser rotulados, por ejemplo, ¨altos en sodio¨, pero no se informará cuánto sodio contienen, ni se permitirá comparar cuál tiene más, dejando ambos productos en igual posición. 2. Tamaño de porciones. A la fecha, aún no se publican los tamaños de porción de consumo habitual que considerará el ministerio para catalogar los productos, los que son absolutamente necesarios de conocer. Pero ya con la poca información existente, se evidencia que las porciones o gramajes de unidades de venta que se están definiendo en Chile son mayores a las recomendadas a nivel internacional, incluso de la OCDE. Esto queda en evidencia con ejemplos como las barras de cereales, cuya porción de consumo habitual es generalmente de 20 gr, sin embargo, ahora deberían rotular por 35gr. Con esto, no existe un incentivo por reducir el tamaño de las porciones, a diferencia de la estrategia adoptada por la industria de alimentos en muchos países, donde han tendido a reducir el gramaje, para contribuir con ello a reducir el problema de la obesidad. 3. Discrecionalidad y arbitrariedad con que parecen haber sido determinados los límites establecidos para estos nutrientes, sin una adecuada consideración de aspectos técnicos. Del análisis de la tabla de límites propuesta, se aprecian diversas incongruencias, señala Muñoz. Por ejemplo, en el caso de cereales para el desayuno, en Chile se le empezaría a exigir un límite máximo de 8 g. de azúcares por porción, cuando el estándar internacional se encuentra en 12 g. Y respecto del sodio, a este mismo producto en Finlandia se le exige un valor de 198 mg. en una porción de 30 gramos, mientras el Ministerio de Salud estaría estableciendo un máximo de 150 mg. de sodio por porción. Bajo estos requisitos, todos los cereales del mercado pasarán a ser ¨altos en¨ azúcares y sodio, sugiriendo que su ingesta sería negativa para la salud. En cambio, al pan envasado se le pasaría a exigir un límite de 450 mg., mientras el límite general de sodio para los alimentos se establece en 300 mg, con lo que podría no caer dentro de la caracterización de “alto en”. ¿Significa esto que el pan con mantequilla al desayuno es más sano o engorda menos? 4. Internacionalidad y competitividad. Según la abogada de LyD, Chile apunta a ser potencia alimentaria, pero, con políticas como éstas, se aísla en vez de integrarse. Ningún país ha adoptado restricciones en los ámbitos de publicidad, etiquetado y venta al mismo tiempo y en forma regulatoria. Así, por ejemplo, Brasil que avanzó en regular publicidad, tuvo que retroceder para finalmente suscribir un acuerdo de reducción de sodio en algunos rubros de alimentos. Este nivel de etiquetado no tiene precedentes en el mundo. En EE.UU., por ejemplo, las normas de la Food and Drug Administration (FDA) establecen que para aquellos alimentos que superan el 20% del valor de referencia, se debe rotular el producto con la leyenda “Ver información nutricional”. Y a nivel internacional hoy prima el sistema europeo, que no usa leyendas de advertencia, sino que exige un buen etiquetado con información clara a través del sistema de pilas explicativas de la GDA o Guía Diaria de Alimentación (éste ha sido adoptado por numerosas empresas en Chile, a modo de autorregulación). Al establecer límites, porciones y rotulado diferentes a los estándares internacionales, las empresas se verán obligadas a elaborar productos distintos para el consumo interno y exportación, encareciendo los procesos y disminuyendo la competitividad, convirtiendo a Chile en una isla. 5. Información incompleta. Esta ley busca combatir los malos hábitos alimenticios, sin embargo está enfocada exclusivamente en los alimentos envasados, equivalentes al 30% de la dieta de la población chilena. En cambio, el 70% restante queda sin ¨alto en¨, y nadie recibirá una alerta ni información del contenido nutricional de los berlines y cuchuflíes que se venden en los colegios, o las sopaipillas y completos de los carritos. Si se pretende informar, es importante que se haga en forma transversal, para todo tipo de alimentos, advierte la experta. 6. El mensaje es errado. El problema no es la comida en sí sino su ingesta excesiva y el sedentarismo en constante aumento en el país. De hecho la sal, el azúcar y la grasa son necesarios para el cuerpo, toda vez que nutren e hidratan en las porciones debidas. Las prohibiciones no cambian hábitos. De ahí que más que las medidas que se están adoptando, se deberían impulsar cambios de hábitos y mayor educación. La abogada del Programa Legislativo de LyD indica que es fundamental optar por políticas públicas que entreguen mayor educación e información, que incentiven la vida al aire libre y el deporte, al ser el sedentarismo la principal causa de muchos de estos males. Si se decide optar por medidas de este tipo, que éstas impliquen más información, que sea comprensible y permita hacer comparaciones respecto de todos los alimentos y no sólo los envasados, con campañas sobre hábitos de vida saludables y la importancia del deporte.