40 LATERCERA Miércoles 18 de marzo de 2015 RR Dieterle en buste (1899), aguafuerte de Renoir. FOTO: CENTRO CULTURAL Sociedad Cultura LAS CONDES. OPINION GOLOSINA VISUAL Por César Gabler L Más de 100 grabados y dibujos de los maestros del impresionismo llegan a Chile R Hoy se abre a público la muestra Ruptura y vanguardia del siglo XIX con obras de Manet, Renoir, Degas, Cézanne y otros clásicos. Denisse Espinoza Cuesta imaginar que alguna vez aquellas escenas de atardeceres románticos, con soles anaranjados y cielos vaporosos, pudiesen haber sido despreciados por la crítica y sus autores marginados de los salones oficiales de pintura en París. Pero así fue. Artistas, hoy considerados maestros, como Paul Cézanne, Auguste Renoir, Camille Pissarro y Edouard Manet, debieron luchar contra el conservadurismo de su época para cambiar los paradigmas del arte, aunque luego ellos mismos se convirtieron en nombres de enciclopedias. Quizás la pelea más dura de estos pintores, o -si se quiere ver al revés-, la victoria más dulce, fue la esgrimida en favor del grabado, una técnica que también ha sido vista como hermana pobre de la pintura dentro de la historia del arte, pero que representa como ninguna los ideales impresionistas: un arte cotidiano, lejano a las elites y que reflejara la fugacidad de la vida. Justamente la exposición Los impresionistas. Ruptura y vanguardia del siglo XIX reúne más de 100 estampas y dibujos originales de los maestros impresionistas, y reivindica el rol del grabado en la historia del arte moderno. “La exposición se organizó para Chile y reúne por primera vez dos de los más importantes colecciones privadas italianas en grabado impresionista, que esperamos poder llevar a otros países como México, Colombia y por supuesto España”, cuenta Rosa Perales, académica de la Universidad de Sevilla y curadora de la muestra, abierta a público desde hoy en dos salas de Santiago: el Centro Cultural Las Condes y Espacio ArteAbierto de Fundación Itaú. La exposición recoge dibujos, litografías, aguafuertes de artistas clave, desde Claude Monet, quien fuera sindicado como el padre del movimiento con su óleo Impresión, sol naciente (1872), hasta pintores que se unieron posteriormente al impresionismo, como Toulouse Lautrec, Paul Signac y Alfred Sisley. R En el Centro Cultural Las Condes y Fundación Itaú se reparten las piezas provenientes de dos prestigiosas colecciones italianas. os impresionistas son populares, y mucho. Su ración de paisajes, señoras con sombrero, atardeceres parisinos y campestres, almuerzos regados y bailados son una síntesis de lo que todos desean: gozo, alegría, buen vivir. El que no se identifica, tal vez ya no es gran público, es elite y de seguro prefiere una dosis de radicalismo artístico de la clase y color que sea. Pero otra cosa es la multitud que se agolpa con cada retrospectiva impresionista o que viaja a París con la obligación de visitar el Musée d’Orsay para ver cumplido su sueño impresionista. Finalmente, son los clásicos de la modernidad. Y así lo entendieron las vanguardias. Detrás de cualquier radical de comienzos de siglo XX, existió un jovencito impresionista: De Dalí a Picabia tuvieron su etapa impresionista, una especie de acné artístico del que parecían no querer hablar. Hoy las cosas son distintas. La pintura ya no es ni de lejos el lenguaje dominante y el arte se ha volcado a un sinfín de aventuras que se hermanan lo mismo con el escándalo que con la espectacularidad. Por eso las audiencias le siguen guardando fidelidad. Porque frente a un arte que parece críptico o chocante el impresionismo se ofrece amable. Un arte frente al que pueden aplicarse las definiciones y certezas más arraigadas en torno al arte: emoción, expresión, belleza. Como hijos de la modernidad, los impresionistas se ofrecen como un producto más pensante que lo planteado por sus fans y por sus detractores, que de Duchamp en adelante los condenaron por ñoños y retinianos, o sea por hacer una pintura destinada al puro regocijo visual. Pero si bien los impresionistas no simpatizaron con los temas complejos -en rechazo a la retórica academicista: moral, religiosa e histórica- también es un hecho que se acercaron a su época. Fueron cronistas de un paisaje urbano y rural que mutaba con cada nuevo invento. El tren, el alumbrado público en las pinturas de Monet, Renoir o Sisley dan cuenta de una concepción artística dispuesta a enfrentar el presente y salir en busca de lo moderno tal y como sugería Baudelaire. Así, de locos modernos del XIX pasaron a clásicos del XXI. Artista y crítico de arte EXPOSICION Los Impresionistas. Ruptura y vanguardia del siglo XIX RR Olympia (1869), aguafuerte, Edouard Manet. Todos ellos, en paralelo a sus trabajos en óleo, cultivaron el arte del grabado, a veces como bocetos iniciales de sus cuadros y otras, como obras independientes. “Ellos vivían mucho de la estampa, eran obras que podían comercializar más fácilmente, al mismo tiempo que lograban llegar más al público. Eran amantes del aguafuerte, ya que les permitía experimentar y tenía ese efecto de esbozo de una obra don- de está todo por hacer”, explica Perales. Nacidos como grupo en la exposición de artistas independientes realizada en París en 1874, los impresionistas cultivaron principalmente la pintura al aire libre: sacaron el caballete del taller y se obsesionaron con plasmar la fugacidad del tiempo y la luz. El grabado (posible de reproducir en varias copias) les sirvió para difundir su trabajo entre RR Retrato de Manet Hasta el 24 de mayo en el Centro Cultural Las Condes (Apoquindo 6570). De martes a domingo, de 10.30 a 19 horas. Visitas guiadas sábados y domingo, a las 12 y 17 horas, con inscripción. En Espacio ArteAbierto de Fundación Itaú (Apoquindo 3457), de lunes a viernes de 9 a 14 horas. Entrada liberada. Información de charlas y talleres en www.culturallascondes.cl. el público: el propio Dr. Gachet, famoso médico y mecenas retratado por Van Gogh, le facilitó al grupo de artistas un taller de grabado con planchas de cobre para las aguafuertes. En la muestra destaca una gran cantidad de obras en esa técnica de Manet, quien solía hacer versiones en estampas de sus cuadros como Olympia o un retrato de Charles Baudelaire, ambas de 1869. Tam- bién hay varias litografías de Renoir, conocido por sus esfumatos, y Degas, quien como en su pintura retrató escenas femeninas, mujeres en sus tocadores y bailarinas. “Aquí nos encontramos con el individuo como objeto artístico, las escenas cotidianas, los barrios de París, los amigos; es la obra más íntima, pero también la más popular de los impresionistas”, concluye la curadora.b (1880), de Degas.