10.11.24 Recurso Yak (Sec. IV) Rollo: RECURSO DE APELACION (LECN) 297/2010 SENTENCIA NÚMERO QUINIENTOS VEINTICUATRO Ilmo/as. Sres/as. Magistrado/as: Presidente/a: D. Juan Ignacio Medrano Sánchez Magistrados/a: D. Eduardo Navarro Peña Dª Mª Jesús De Gracia Muñoz En Zaragoza, a veintidós de noviembre de dos mil diez. VISTO en grado de apelación ante esta Sección 004 de la Audiencia Provincial de ZARAGOZA, los Autos de PROCEDIMIENTO ORDINARIO 127/2004, procedentes del JUZGADO DE PRIMERA INSTANCIA N.2 de ZARAGOZA, a los que se han acumulado los autos de juicio declarativo ordinario números 1382/2004, del Juzgado de Primera Instancia nº 12 de Zaragoza y el declarativo ordinario nº 1344/2004, del Juzgado de Primera Instancia nº 3 de Zaragoza a los que ha correspondido el Rollo 297/2010, en los que aparece como parte apelante CHAPMAN FREBORN AIRMARKETING GMBH, representado por la Procuradora Dª Mª Patricia Peiré Blasco y asistido por los Letrados D. Alberto García Villar y David Diez Ramos, y asimismo apelantes UCRANIAM MEDITERRANEAM AIRLINES Y BUSIN COMPAÑÍA ANONIMA DE SEGUROS, representados por la Procuradora Dª Paloma Maisterra Polo, y asistidos por el Letrado D. Rodolfo González-Lebrero, y asimismo apelantes Dª GUILLERMINA F. A. E HIJOS (Guillermina B. F., Eduardo B. F. y María B. F., representados por la Procuradora Dª. Susana Hernández Hernández y asistidos por el Letrado D. Fernando Martínez Moreno, y como partes apeladas (…) representados por la Procuradora Dª Arantxa Novoa Minguez y asistidos por los Letrado D. Carlos Villacorta Salis y D. Eduardo Vendrell Ferrer, y asimismo apelados (…) representados por el Procurador D. Ángel Ortiz Enfedaque y asistido por el Letrado D. Jose Antonio Sanz Pascual y 1 10.11.24 Recurso Yak (Sec. IV) asimismo apelados (…), representados por el Procurador D. Serafín Andrés Laborda y asistidos por los Letrados D. Eduardo Vendrell Ferrer, D. Carlos Villacorta Salís, D. Javier Hernández García. siendo Magistrado Ponente el Ilmo. Sr. D. JUAN IGNACIO MEDRANO SÁNCHEZ. ANTECEDENTES DE HECHO PRIMERO.- Se aceptan los antecedentes de hecho de la sentencia apelada. SEGUNDO.- Seguido el juicio por sus trámites legales ante el JUZGADO DE PRIMERA INSTANCIA N.2 de ZARAGOZA, por el mismo se dictó sentencia con fecha 11 de marzo de 2010, cuya parte dispositiva dice: "FALLO: Que estimando parcialmente las demandas presentadas por los Procuradores Doña Arantxa Novoa Mínguez, Don Serafín Andrés Laborda, Doña Susana Hernández Hernández y Don Ángel Ortiz Enfedaque en la representación que ostentan contra UCRANIAN MEDITERRANEAN AIRLINES (UM AIR), CHAPMAN FREEBORN AIRMARKETING GMBH, BUSIN JOINT STOCH INSURANCE COMPANY: A) Debo condenar y condeno solidariamente a UM AIR y CHAPMAN FREEBORN AIRMARKETING GMBH a pagar a los siguientes demandantes las cantidades que se señalan: (…) B) Debo condenar a CHAPMAN FREEBORN AIRMARKETING GMBH a pagar a los demandantes que a continuación se señalan las siguientes cantidades: (…) C) Debo condenar solidariamente a las demandadas UM AIR, CHAPMAN FREEBORN AIRMARKETING GMBH y a BUSIN JOINT STOCK INSURANCE COMPANY, si bien esta última sólo hasta la suma de 20.000 dólares americanos, a pagar a: (….) Se desestiman el resto de las pretensiones de la parte actora. 2 10.11.24 Recurso Yak (Sec. IV) No se hace especial imposición de costas.” TERCERO.- Notificada dicha resolución a las partes, por CHAPMAN FREEBORN AIRMARKETING GMBH, UCRANIAN MEDITERRANEAM AIRLINES Y BUSIN COMPAÑÍA ANONIMA DE SEGUROS, GUILLERMINA FERNANDEZ ALVAREZ E HIJOS se interpusieron sendos recursos de apelación, y cumplidos los trámites correspondientes, se remitieron los autos originales del juicio a este Tribunal el día 23 de junio de 2010 donde han comparecido los litigantes, sustanciándose el recurso en la forma legalmente establecida, señalándose para discusión y votación el día veintidós de octubre de 2010, en que tuvo lugar. CUARTO.- En la tramitación de observado las prescripciones legales. este procedimiento se han FUNDAMENTOS DE DERECHO PRIMERO.- El Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas autorizó la creación y el despliegue de la Fuerza Internacional de Asistencia para la Seguridad Internacional Security Asístanse Force (ISAF). España participó en la ISAF desde el momento de su constitución. Según los testimonios vertidos en el juicio hasta principios de 2002 el traslado de las tropas pertenecientes a las fuerzas españolas en la ISAF se realizó por medios propios del Ejército del Aire, el cual, facilitaba el regreso, a su vez, de los militares del anterior contingente que aún permanecían en la zona. La intensificación de la participación del Ejército Español en operaciones internacionales hizo insuficientes los medios propios para los traslados, lo que hizo necesario acudir a la contratación de medios externos, civiles, para realizar los transportes de medios personales y materiales con la finalidad de hacer efectiva esa participación. NAMSA es el brazo ejecutivo de NAMSO (NATO Maintenance and Supply Organisation), órgano subsidiario de la OTAN creado para dar apoyo logístico a los ejércitos de la propia OTAN y de sus Estados miembros, facilitándoles el suministro de equipos de reserva, el 3 10.11.24 Recurso Yak (Sec. IV) mantenimiento de material y la realización de reparaciones, de manera que cuando una de estas actividades resulte necesaria, la participación de NAMSO agilizaría la acción y, presuntamente, abarataría los costes. A través del EMACON (Estado Mayor Conjunto) España firmó con NAMSA un contrato específico para la gestión de los transportes militares, mediante un contrato marco –Acuerdo de ventas SP 17contrato que fue adjudicado a la mercantil recurrente Chapman, según el propio sistema de selección de la Agencia, Chapman, a su vez, concluyó un acuerdo con Volga que, a su vez, subcontrató a Adriyatic, la cual subcontrató a la compañía aérea Ucranian Mediterranean Air Line Ltd.,operadora del avión Yakolev modelo Yak42. De manera estimativa dos tercios del precio pagado por el Ministerio de Defensa se perdió en esas intermediaciones. En el marco de esa contratación el 26 de mayo de 2003 cuando la aeronave contratada a UMAIR, modelo Yak-42-D, volaba proveniente de Kabul, y tras realizar escala en Bishkek, transportando 62 militares españoles, cuando intentó realizar el aterrizaje, inicialmente prevista para la pista 11, en maniobra de aterrizaje de precisión, de la que se le desvió por los controladores por un exceso de viento en cola, recibiendo instrucciones la aeronave para que ejecutase VOR/DME 2 a pista 29, aterrizaje que se frustró por una inadecuada calidad técnica en su ejecución, momento a partir del cual tomó rumbo a la zona sur del aeropuerto, zona montañosa, a altura y velocidad prohibidas en las cartas de navegación, terminando por provocar una colisión controlada a tierra, falleciendo todos los militares y tripulación en el siniestro. Parte de los familiares de los militares iniciaron en junio de 2004 proceso judicial contra la compañía aérea “UCRANIAM MEDITERRANEAM AIR LINES” (en lo sucesivo UMAIR) que se turnaron al Juzgado de Primera Instancia nº 2 de Zaragoza, proceso al que se fueron adhiriendo más familiares, hasta que en diciembre de 2004 se interpuso demanda contra “CHAPMAN FREEBORN AIRMARKETING GMBH” (en lo sucesivo CHAPMAN) que se turnó al Juzgado de Primera Instancia nº 3, que se acumularon al primero, al igual que la demanda que presentó Dª Guillermina F. A. e hijos contra la misma compañía aérea, Chapman y además contra la aseguradora de la primera “BUSIN COMPAÑÍA ANÓNIMA DE SEGUROS” (en lo sucesivo BUSIN), que se 4 10.11.24 Recurso Yak (Sec. IV) turnarían al Juzgado de Primera Instancia nº 12, también acumuladas al Juzgado nº 2. Tras anularse las actuaciones inicialmente practicadas por falta de emplazamiento de Chapman, se tramitó el correspondiente proceso ordinario y en el que, tras resolverse la declinatoria propuesta por Chapman se terminó dictando sentencia que condenaba a todos ellos a las cuantías que a favor de cada uno de los demandantes estimó pertinentes, entendiendo que el siniestro se causó por un fallo de la tripulación que tomó un rumbo inadecuado en la segunda operación de aterrizaje, aparte de considerar relevante la falta de billetaje. Contra dicha sentencia se alzan los demandados por los motivos que pasan a analizarse. A) La falta de jurisdicción SEGUNDO.- Vuelve a plantearse por Chapman el problema relativo a la determinación del orden jurisdiccional competente para conocer la demanda interpuesta contra dicha mercantil al defenderse que debe entenderse residenciada la competencia en el orden jurisdiccional contencioso-administrativo y no en el orden civil ante el que se presentó la demanda. Ya en nuestro auto de 11 de octubre de 2007 se hizo un estudio de la cuestión al que esencialmente debemos remitirnos. Como síntesis de nuestros razonamientos expuestos en tal resolución se puede decir que cabe hacer un examen de esta cuestión desde el punto de vista procesal y sustantivo. Este último se asienta en la evolución de la normativa de la contratación pública en la que, históricamente, se ha mantenido la línea de considerar responsable al contratista o concesionario, salvo que el daño fuera consecuencia inmediata y directa de una orden de la Administración o si traía causa de los vicios de un proyecto de obras elaborado por la propia Administración. Con matices este régimen de responsabilidad se ha mantenido desde el art. 121.2 LEF hasta la vigente Ley de contratos del sector público. Responsabilidad alternativa que no impidió que ni la doctrina (ni aun el Consejo de Estado: dictamen de 18 de junio de 1970) ni la jurisprudencia, tanto civil (a modo de ejemplo las sentencias de 5 10.11.24 Recurso Yak (Sec. IV) 14 de diciembre de 2006, recurso 107/2000 y de 16 de noviembre de 2004, recurso 3035/19989) como la jurisprudencia contenciosa dudaran en apreciar responsabilidad conjunta y solidaria de la Administración Pública y de la empresa contratista. Desde el punto de vista procesal se sintetizó el azaroso iter legislativo, desde la Ley de 27 de diciembre de 1956 que instauraba un sistema de unidad jurisdiccional a favor de la jurisdicción contenciosa (art.3ºb), pasando por la ruptura de ese principio por la Ley de Régimen Jurídico de la Administración del Estado (arts 40.2 y 41), que sentó el criterio contrario, el de dualidad de jurisdicciones competentes, según el daño proviniera del funcionamiento de los servicios públicos o se actuara en relaciones de derecho privado, pasando por la Ley 30/92 en la que, de manera algo equívoca (art.142.6) se intentó volver al principio de unidad jurisdiccional, pero que por falta de precisión ( el principio se expresaba con más claridad en su Reglamento) generó una confusa situación que se intentó clarificar con ocasión de la reforma de la jurisdicción contencioso administrativa y, sobre todo con la reforma del art.9 de la LOPJ operada por la Ley Orgánica 6/1998, atribuyendo al orden contencioso las pretensiones que se deduzcan en relación con la responsabilidad de las Administraciones Públicas “cualquiera que sea la naturaleza de la actividad o el tipo de relación de la que se derive”, añadiendo que “ si a la producción del daño hubieran concurrido sujetos privados, el demandante deducirá también frente a ellos su pretensión ante este orden jurisdiccional”. Y en ese iter legislativo se invocaba la sentencia de la Sala de Conflictos del T.S. de 27 de diciembre de 2001 (sentencia sobre la que se volverá más adelante por su trascendencia a otros efectos), en la que, ante una demanda en la que se acumularon las acciones contra la Administración y su aseguradora, concluyó atribuyendo la competencia a favor de la jurisdicción civil. La Ley Orgánica 19/2003, dio nueva redacción al art. 9.4 LOPJ para ahora adicionar expresamente a la aseguradora como potencial sujeto pasivo ante la jurisdicción contenciosa. Es en este panorama legislativo en el que esta Sala se enfrentó al supuesto de que, exista o no responsabilidad de la 6 10.11.24 Recurso Yak (Sec. IV) Administración, sólo potencial pues esta jurisdicción no puede afirmar ni negar, se demande sólo al sujeto privado. Y para este supuesto, que es el que se afrontó en el auto de 11 de octubre de 2007, la conclusión que alcanzó la Sala es que la competencia corresponde a la jurisdicción civil. Solución que hoy no cabe sino ratificar pues es la que ha sido seguida por la Sala Especial de Conflictos de Competencia del T.S. en el auto de 19 de noviembre de 2007, recurso 17/2007, criterio reiterado por el auto de la misma Sala de 19 de junio de 2009. Recientemente la Sala Primera ha mantenido este mismo criterio en sentencia de 2 de octubre de 2009. TERCERO.- El hecho que exige una reflexión adicional a la doctrina antes sintetizada está representado por la circunstancia de que los demandantes, con anterioridad a la demanda presentada contra Chapman, habían presentado una reclamación patrimonial contra el Ministerio de Defensa, resaltándose que: 1) esa responsabilidad patrimonial de la Administración sería también secuente a la responsabilidad penal de los responsables del Ministerio de Defensa en la contratación que se dilucida en las diligencias previas 366/2003 del Juzgado Central de Instrucción nº 3, 2) que las reclamaciones de responsabilidad patrimonial están dirigidas exclusivamente contra la Administración, y 3) que los perjuicios cuyo resarcimiento se reclama en los procedimientos administrativos de reclamación patrimonial son los mismos. Añádase que tales procedimientos están, formalmente, suspendidos por la prejudicialidad generada por la existencia del proceso penal antes citado. CUARTO.- A partir de esta situación la mercantil recurrente se adentra en las consecuencias jurídico-procesales que ha de tener la existencia de esas reclamaciones patrimoniales sobre la base del principio de “unidad jurisdiccional” que se instaura en el art. 9.4 LOPJ. En el sentir de la mencionada recurrente con la presentación de esas reclamaciones administrativas “los demandantes accionaron los resortes de la Jurisdicción Contencioso-Administrativa; que exige como requisito la existencia de un acto administrativo”, que en este caso estaría representado por la resolución administrativa 7 10.11.24 Recurso Yak (Sec. IV) que resolviese esa reclamación previa. Desde ese planteamiento, activado el procedimiento administrativo no cabe ya demandar en vía civil a los sujetos privados potencialmente responsables de manera concurrente con la Administración. Lo contrario supondría, según el recurso, un fraude de Ley y procesal y una actuación contraria a la teoría de los actos propios: “la presentación de las reclamaciones –se dice en el recurso- creó una situación de Derecho la cual no puede ser alterada unilateralmente a posteriori por sus autores”. La Sala no comparte las conclusiones de la recurrente. El principio de “unidad jurisdiccional” que se instaura en el art. 9.4 LOPJ significa lo que la norma dice y nada más. Esto es que la concentración de las reclamaciones en un único procedimiento y en un único orden jurisdiccional, el contencioso-administrativo, se produce por y para el ámbito jurisdiccional; no opera fuera del mismo. La existencia de una reclamación administrativa previa no puede obstar a la reclamación ante el orden jurisdiccional civil de los potenciales sujetos privados. Porque eso sólo vendría impedido por un acto que tuviera la fuerza de generar el efecto de litispendencia (art. 411 y ss Lec), y eso sólo lo provoca la acción judicial. No un mero procedimiento administrativo, mero paso previo generador del acto administrativo, dada la naturaleza esencialmente revisora de la jurisdicción contenciosa. La jurisprudencia civil siempre recondujo la reclamación administrativa previa en el sentido de equipararla al acto de conciliación, cuya ausencia se entendió subsanable y cuyo verdadero sentido era asegurar que la Administración tuviera un previo conocimiento de la pretensión (sentencias de 11-XI-2003 y de 14-5-2002), de manera que aun ahora, en el marco de la concentración del conocimiento de la responsabilidad patrimonial en el orden jurisdiccional contencioso, como elemento preparatorio de la acción judicial, la existencia del mismo no obsta a que pueda, durante su tramitación, ejercitarse acciones ante la jurisdicción civil frente a los sujetos privados que puedan concurrir potencialmente con la responsabilidad, también potencial, de la Administración Pública. No se incurre en mala fe procesal ni se va contra los propios actos si se presenta la reclamación administrativa y durante su tramitación se ejercitan acciones frente a los sujetos privados ante la jurisdicción civil. En los perjudicados se residencia la 8 10.11.24 Recurso Yak (Sec. IV) decisión final de a quien demandar de entre los potenciales responsables y si optan por hacerlo sólo frente a los sujetos privados nadie les puede imponer que demanden a la Administración y que esa posibilidad técnica haga claudicante la acción civil. Es verdad que una parte de razón subyace en la argumentación de la mercantil recurrente, pues la unidad jurisdiccional impuesta en el art. 9.4 LOPJ no tolera procesos diferenciados de reclamación ante la jurisdicción civil, con relación a los sujetos privados, y ante la contenciosa la Administración Pública como tampoco muy posiblemente procesos sucesivos. Pero ninguna de las situaciones concurre ni hace que lo haga un mero procedimiento administrativo de reclamación previa, mero acto preparatorio del contencioso que convierte a este en algo meramente teórico y potencial. No hay proceso contencioso y no se infringe el art. 9.4 LOPJ. Y si se llegara a un hipotético y potencial proceso contencioso ello lo que en su caso generaría sería un potencial efecto consuntivo de la acción de reclamación patrimonial. Pero la posibilidad de ese futurible no obsta a la acción civil, cuando no existe un actual proceso contencioso. El motivo debe pues decaer. B) La acumulación de procesos QUINTO.- La misma mercantil hará cuestión de las condiciones en las que se produjo la acumulación de autos en la que se han infringido, en el parecer de la recurrente, los requisitos prevenidos en el art. 78 Lec, que obstan a la acumulación, a saber, 1) cuando el riesgo de sentencias con pronunciamientos contradictorios pueda evitarse mediante la excepción de litispendencia, 2) cuando no se justifique que no pudo promoverse un proceso que comprendiese pretensiones y cuestiones sustancialmente iguales a las suscitadas en los procesos distintos cuya acumulación se pretenda y 3), en regla presuntiva de la anterior que debe entenderse, si es el mismo demandante, que salvo justificación cumplida, pudo promoverse un único proceso y no procederá la acumulación. Esta cuestión ya fue afrontada por esta Sala. El art. 78 Lec contiene dos criterios de exclusión, sintéticamente 1) la operatividad de la litispendencia como mecanismo que elimina el 9 10.11.24 Recurso Yak (Sec. IV) riesgo de las contradictorias o incompatibles, y 2) cuando no se justifique que con la primera demanda no pudo promoverse un proceso que comprendiese pretensiones y cuestiones sustancialmente iguales a las suscitadas en los procesos distintos cuya acumulación se pretenda. La tercera regla es presuntiva de la anterior: si se trata del mismo demandante se presume, salvo prueba en contrario, que pudo promoverse un único proceso. De las, en definitiva, dos causas de prohibición, sólo concurriría potencialmente la segunda, pues la excepción de litispendencia, en la Lec 2000 ha quedado reconducida a la conocida como litispendencia propia, dado que la impropia ha quedado sometida en cuanto a su tratamiento a la prejudicialidad civil. En efecto, junto con la identidad objetiva que para la litispendencia y la cosa juzgada exige el art. 222.1 Lec (y antes el derogado art. (252.I C.Civil), la jurisprudencia del TS (SS TS de 20-XI-2000, 14-XI-1998, 12-XII-1997), admitió la impropia, que encontraba su fundamento en los efectos positivos o prejudiciales de la cosa juzgada contemplados en el art. 222.4 Lec: aun faltando la identidad de pretensiones puede existir una conexión entre ambas, de tal naturaleza, que la estimación de una de ellas condicione la otra. En estos casos no hay un problema de litispendencia sino de prejudicialidad civil, que debe encontrar su tratamiento procesal en el art.43 Lec. La inexistencia en la Lec 1881 de norma que regulara la prejudicialidad homogénea llevó a la jurisprudencia a admitir la “litispendencia prejudicial”, doctrina que, por lo dicho, debe decaer, debiendo solventarse ahora el problema, bien a través de la prejudicialidad civil (art.43 Lec), bien mediante, precisamente, la acumulación de procesos (art.76.1.Lec). SEXTO.- Insistirá la recurrente que la evidente intención del legislador de evitar sentencias contradictorias no sirve de justificación para acumular procesos en todo caso y en todo supuesto pues superados los límites temporales para esa acumulación (la contestación de la demanda), los mecanismos legales para evitar esa acumulación serían la prejudicialidad civil y la litispendencia. 10 10.11.24 Recurso Yak (Sec. IV) Seguirá argumentando la mercantil recurrente que el riesgo de que se produzcan sentencias contradictorias ha sido creado única y exclusivamente por los demandantes y que nada obstaba a que los mismos hubieran demandado ya inicialmente a Chapman, dado que el contrato de transporte que esta mercantil concertó con la Agencia de la OTAN era ya conocido al tiempo de interponerse las demandas e incluso estaba referenciado en las mismas. Pero la recurrente, en el conjunto de su recurso, da sólidos argumentos para defender lo contrario. Porque si algo ha reiterado la misma en su planteamiento y también en su recurso, es la complejidad y dificultad jurídica que presenta el caso y particularmente ha repudiado el análisis jurídico que se ha realizado en la sentencia de instancia por centrar su solución en el Outline Agrement PT-TA/4600000593, lo que es, en el parecer de la recurrente, un análisis simplista e incompleto (pag 70 del recurso), obviando todo el complejo jurídico y probatorio que se ha traído a colación en este proceso. No se puede convertir ese contrato, se dice, en una “isla jurídica”. Se compartan o no estas consideraciones es evidente que para los familiares de los militares fallecidos en el siniestro ha tenido que representar una enorme dificultad desentrañar toda la compleja estructura administrativa, nacional e internacional, que participó en la toma de decisiones que rodearon la contratación del vuelo, así como todo el conjunto de contratos y la inacabable relación de subcontratos que finaron en UMAIR. Es decir que el mero conocimiento del contrato de NAMSA con Chapman no basta, dada la evidente complejidad del conflicto que la propia recurrente proclama, para concluir que se encontraban en condiciones de formalizar la demanda contra el transportista contractual. Había un complejísimo factum y un escenario jurídico, además de complejo, impreciso, que desde luego no tuvo que ser nada fácil de valorar por los demandantes Repárese, ya lo advertimos, que la Lec no prohíbe la acumulación de procesos después de la contestación de la demanda, momento preclusivo para la ampliación subjetiva de la demanda (art.401.2 Lec). Lo que sí exige es que se justifique que no se pudo hacer antes, lo que desvela una clara preferencia del legislador por la “unidad del proceso” y por la resolución única 11 10.11.24 Recurso Yak (Sec. IV) del complejo de pretensiones estrechamente vinculadas entre sí. Y es verdad que cabe reprochar a los demandantes un insuficiente cuidado cuando solicitaron la acumulación. Pero esa misma complejidad objetiva y subjetiva del proceso “habla por sí misma”, a estos efectos de la justificación que previene el art.78, apartados 2 y 3 Lec, de las dificultades de una acción inicial conjunta o temporalmente anterior a la contestación de la demanda. Y en orden a adoptar una postura razonable con relación a la determinación de los responsables en un siniestro destructivo con una colectividad de perjudicados y con una estructura muy compleja de intervinientes en la contratación y el vuelo, cada uno con posiciones diferenciadas y con responsabilidades que inicialmente se tenían que representar como muy difusas, una interpretación razonable de la norma procesal, conectada a valores supremos de justicia y al derecho fundamental a una tutela judicial, debe llevar a considerar justificada esa dificultad de acción inicial conjunta contra todos o algunos de los potenciales responsables del siniestro y justificado. SÉPTIMO.- La Sala argumentó, a mayor abundamiento, otras razones para hacer defendible la acumulación en su día postulada por los demandantes y admitida por el Juzgado, y ello atendiendo a la estructura plural del conflicto que se ventila. Pues en efecto esas limitaciones a la acumulación de procesos encuentran una excepción en los conflictos plurisubjetivos, a los que el art. 78.4 Lec, en su redacción vigente al tiempo de plantearse la acumulación expresamente excluía de su cumplimiento. En efecto la Lec 2000 abordó como inexcusable la regulación del fenómeno de los intereses colectivos y difusos dado que era ya urgente dar adecuado tratamiento a las estructuras procesales de manera que se lograra la adecuada tutela de esas situaciones jurídicas y uno de esos mecanismos. Para garantizar esos derechos es el instrumento procesos. procesal de la acumulación de acciones y Y es conocido que, acertadamente o no, el legislador no apreció la diferencia entre el género de los intereses supraindividuales y los derechos individuales, aunque puedan ser 12 10.11.24 Recurso Yak (Sec. IV) plurales y conexos por tener un origen fáctico y un contenido, en cuanto a la tutela pretendida, similar. Cierto que ese tratamiento procesal se reserva a favor del consumidor. Y cierto también que la condición de militares de quienes fallecieron en el accidente con ocasión del uso por los mismos del medio de transporte que se les facilitó para volver de una misión oficial hace más que dudoso que los mismos pudieran ser tributarios de la condición de consumidores. Pero su situación, sin ser igual, es, a efectos procesales, análoga al conflicto plurisubjetivo, sustantivo y procesal, que el legislador trata de salvar con la regulación específica de los intereses supraindividuales o, como es el caso, simplemente plurisubjetivos, en los que el legislador instauró, en su art. 15, como principio esencial para la defensa de sus intereses, el principio de “ unidad del proceso”, articulando para ello unos complejos mecanismos (de publicidad e intervención) y desde luego no sólo excepcionando las limitaciones a la acumulación de procesos sino, antes al contrario, imponiendo su acumulación “incluso de oficio” (art. 78.4, pto. 2º Lec 2000). Nada impide hacer una aplicación extensiva de esos mecanismos, sobre todo aquéllos que propician una unidad del proceso, a supuestos de, en los propios términos de la recurrente, grandes siniestros, con importante alcance destructivo, con un gran número de victimas directas e indirectas, aunque las mismos no reúnan la condición de consumidores, y todo ello en orden a determinar los responsables en la causación del daño colectivo. Pero aun cabe utilizar algún argumento adicional. Ya hemos advertido que no se compagina bien la condición de militar que se encuentra en un acto de servicio con esa condición de consumidor. Pero no se pueden dejar de subrayar dos circunstancias que harían a los militares tributarios, cuando menos a la tutela procesal aquí discutida, a la condición de consumidor, y así resulta que, por más que Chapman reniegue de ello ahora, pactó, en beneficio de los pasajeros, una relación jurídica directa de ella misma como transportista contractual con los pasajeros, y por otra, que como más adelante se razonará aun siendo una misión oficial, al finar la misma, el embarque de los pasajeros era libre, sin que existiera mandato de tomar ese vuelo. 13 10.11.24 Recurso Yak (Sec. IV) C) La falta de competencia objetiva OCTAVO.- Planteará Chapman nuevamente el problema de la falta de competencia objetiva del Juzgado de Primera Instancia nº 2 para conocer de la demanda contra ella interpuesta por corresponder su conocimiento a los Juzgados de lo Mercantil, entendiendo insuficientes los argumentos del Juez a quo relativos al principio de unidad jurisdiccional, a razones de justicia material y a la evitación de sentencias contradictorias, defendiéndose por Chapman que 1) se infringe el derecho fundamental al juez ordinario predeterminado por la Ley, teniendo las normas que regular la competencia objetiva carácter de “orden público” e indispensables, lo que no queda excusado bajo el criterio de la búsqueda de una “justicia material”; 2) que la Lec contiene mecanismos para evitar sentencias contradictorias como serían la litispendencia y la prejudicialidad, no dándose en ningún caso aquí la necesidad de mantener una “unidad jurisdiccional” cuando los Juzgados de lo Mercantil se integran dentro del orden jurisdiccional civil. La cuestión ofreció la suficiente complejidad para que fuera esta propia Sala la que lo planteara, entendiendo que esas dudas hacían exigible su valoración y su planteamiento se hizo en los términos legales, esto es, “antes de resolver” (art. 61 Lec). Y la Sala encontró y ha de ratificar sólidos argumentos para defender el posible conocimiento y acumulación de la demanda interpuesta contra Chapman a la interpuesta contra la compañía aeronáutica y su aseguradora. Puede razonarse en este sentido lo siguiente: 1) que el criterio de “unidad jurisdiccional” no ha sido sólo creación del legislador sino también de la jurisprudencia, que ha utilizado para ello diversas técnicas procesales, como más adelante razonaremos. Y que en rigor esos principios de unidad jurisdiccional suponen un salto cualitativo de mayor entidad que el que pueda suponer instaurar una “unidad competencial” dentro del mismo orden jurisdiccional para el conocimiento de plurales responsabilidades derivadas de un mismo hecho histórico, para los que la jurisprudencia consideró inadecuado, e incluso inaceptable constitucionalmente, dividir la continencia de la causa: en el 14 10.11.24 Recurso Yak (Sec. IV) principio de “unidad jurisdiccional” se salta el orden jurisdiccional tributario de la competencia mientras que el mismo principio unitario con relación a la atribución del conocimiento de la causa entre los Juzgados Mercantiles y los de Primera Instancia se mantiene el conocimiento dentro del mismo orden jurisdiccional y en el que los últimos Juzgados citados siguen manteniendo el conocimiento de muchas cuestiones de naturaleza mercantil. No hay razones sustanciales que justifiquen el que, si concurren los mismos presupuestos, esa doctrina jurisprudencial pueda hacerse extensiva a los Juzgados especializados dentro del orden jurisdiccional civil, como serán entre los Juzgados de Primera Instancia y los de lo Mercantil. 2) Que las normas procesales tienen un carácter instrumental para la satisfacción de los derechos sustantivos, cuya tutela se configura como un derecho fundamental (art. 24 C.E.), norma de directa aplicación y no una mera invocación retórica y ornamental. Y así el T. Constitucional ha razonado (sentencia 182/2003, de 20 de octubre) “que los Jueces y Tribunales deben llevar a cabo una adecuada ponderación de los defectos que adviertan en los actos procesales de las partes, guardando la debida proporcionalidad entre la irregularidad cometida y la sanción que debe acarrear, a fín de procurar, siempre que sea posible, la subsanación del defecto o irregularidad, favoreciendo de este modo la conservación de la eficacia de los actos procesales y del proceso como instrumento para alcanzar la efectividad de la tutela judicial. Y en dicha ponderación es preciso que se tomen en consideración, tanto la entidad del defecto y su incidencia en la consecución de la finalidad perseguida por la norma infringida, como su trascendencia para las garantías procesales de las demás partes del proceso y la voluntad y grado de diligencia procesal apreciada en la parte, en orden al cumplimiento del requisito procesal omitido o irregularmente observado. Doctrina que en el criterio de la sentencia de la Sala Primera del T.S. 426/2008, de 28 de mayo, supone ser contrario a ese derecho a la tutela judicial “la carga de seguir sucesivamente un doble proceso ante órdenes judiciales distintos para el ejercicio de una reclamación sobre el mismo objeto sin causa suficiente que lo justifique”. 15 10.11.24 Recurso Yak (Sec. IV) 3) Que alrededor de ese derecho fundamental la jurisprudencia creó, por ser la más llamativa y trascendente en cuanto a sus efectos, la teoría del “peregrinaje de jurisdicciones”. 4) Que en la misma línea y para garantía del mismo derecho fundamental se utilizaron por el T.S. diversas técnicas y argumentos para hacer tributario al orden jurisdiccional civil del conocimiento de reclamaciones respecto a materias o sujetos respecto de los que, se reconoce, se carecería de jurisdicción: a) se invocará así el principio de seguridad jurídica y el de tutela judicial efectiva como “argumento de refuerzo” en la sentencia de 22 de julio de 2004, y aun la doctrina de la “vis atractiva”, para defender la competencia de la jurisdicción civil para conocer de la demanda conjunta frente a un Hospital y al facultativo pese a la absolución de este último y ello “ porque existía, al tiempo de la demanda, cuando menos, una apariencia razonable de responsabilidad del codemandado”, con lo que se excluye el ánimo fraudulento de la demanda. Repárese en la trascendencia de esta doctrina en la que se evidencia que los presupuestos del proceso pueden terminar concretándose al final del proceso, y siempre sometidos al derecho fundamental de una tutela judicial efectiva. b) Se ha atendido, aunque la distribución competencial la determine el momento del ejercicio de la acción judicial (s.15-XI2007,nº 1201/2007), para supuestos de “procesos de larga duración”, basándose en preceptos constitucionales, a la eficacia de la “vis atractiva”, en “razón al tiempo histórico en que los hechos tuvieron lugar” y “ al momento temporal en que ocurrieron los hechos” (sentencia 171/2004, de 8 de marzo). Criterios que tienen una especial relevancia cuando, como se verá, el conocimiento judicial, la litispendencia, se había generado con anterioridad a la entrada en funcionamiento de los Juzgados de la Mercantil. c) Pero la más relevante de esas técnicas será la de utilizar el carácter residual de la jurisdicción civil, que se instaura en el art. 9.2 LOPJ para, más allá de su estricto significado, atraer a favor de la jurisdicción el conocimiento de las acciones ejercitadas contra una pluralidad de responsables, bien en la acusación de un mismo daño bien que aun sin serlo deban responder (aseguradoras de la responsabilidad civil), cuando unos tengan 16 10.11.24 Recurso Yak (Sec. IV) sometido su enjuiciamiento sometido a órdenes jurisdiccionales diferentes. Es lo que hizo la sentencia de la Sala de conflictos de 27 diciembre de 2001, con relación a un conflicto generado vigente ya el principio de “unidad de jurisdicción” a favor de la jurisdicción contenciosa para la responsabilidad patrimonial de la Administración concurrente con terceros responsables en su causación cuando las aseguradoras responden por el contrato que no por haber causado el daño. Cuando la Sala de conflictos acude a la “vis atractiva” de la jurisdicción civil estaba recogiendo un consolidado criterio de la Sala Primera que, sobre todo bajo la confusa situación que se creó por la Ley 30/92 sentó la doctrina de que cuando se reclamaban responsabilidades a la Administración y a terceros, de esa demanda con acumulación de acciones debía conocer la jurisdicción civil: sentencia, entre otras muchas, nº 1083/2004, de 16 de noviembre de 23 de septiembre de 2004, de 15 de julio de 2003, de 7 de marzo de 2002, de 5 de febrero de 2001, de 18-12-2000, de 16 de noviembre de 2004 y de 28 de diciembre de 2007). d) Pero esta técnica no sólo la ha utilizado para el específico conflicto de varios responsables concurrentes con la Administración para la causación de un daño, sino también para otro de los más relevantes conflictos de jurisdicción, el relativo a los accidentes de trabajo. Debe hacerse una síntesis de este conflicto, por cuanto del mismo se ha de hacer una intensa aplicación en éste proceso, pues se desvelará que esa técnica no se utilizará sólo por la Sala de conflictos ni por la Sala Primera para afrontar al específico problema competencial cuando son varios los potenciales responsables en la causación de un daño, y uno de ellos es la Administración, sino también cuando la competencia para conocer de cada uno de ellos se corresponde a órdenes jurisdiccionales diferentes (o, razonaremos nosotros, a Juzgados especializados dentro del mismo orden jurisdiccional), conocimiento unitario que, en principio, quedaría vedado por la prohibición de acumular acciones o procesos cuando el conocimiento de esas pretensiones correspondería a Juzgados especializados o, incluso, todavía más, a órdenes jurisdiccionales diferentes: el Tribunal Supremo diseñará técnicas procesales que, basadas en el derecho fundamental a una 17 10.11.24 Recurso Yak (Sec. IV) tutela judicial efectiva, permitan salvar ese obstáculo a la acumulación de acciones y de procesos La delimitación de la jurisdicción competente para conocer de las demandas en reclamación del resarcimiento de daños causados con ocasión de los accidentes de trabajo fue muy polémica. Hasta 1980 nadie en nuestra doctrina, tanto legal como científica, pareció dudar de la competencia del orden civil de la jurisdicción para conocer de este tipo de reclamaciones y, por consiguiente –ya que de otro modo hubiera sido irreconciliable con el art. 2 LPL- de la naturaleza extracontractual de esta responsabilidad. La perspectiva predominantemente pública desde la que se abordó en aquéllos tiempos este deber de seguridad y que debilita u oscurecía su concepción como una obligación más entre particulares, la inexistencia de toda referencia a un deber contractual de seguridad del empleador en la Ley de Contrato de Trabajo de 1944, que obligaba todo lo más a recurrir al deber de buena fe para establecer esta obligación de protección, y, finalmente, el tenor literal de algunas normas tanto de la Ley General de la Seguridad Social como de la propia Ordenanza General de Seguridad e Higiene en el Trabajo que se referían claramente a una responsabilidad “civil” u a otros órdenes distintos del social en relación con las responsabilidades derivadas de accidente, facilitaron esta interpretación que, desde la aparición de esta figura en las sucesivas leyes Generales de la Seguridad Social, permaneció incólume y monolítica al menos hasta bien entrada la década de los ochenta. Es obvio que este panorama tenía que cambiar radicalmente en la medida en que en el Estatuto de los Trabajadores (art.19) primero y desde luego en la Ley de prevención de riesgos laborales después (art.14), normas en las que para intensificar la protección del trabajador, se contractualizó el deber de seguridad, que pasa así, por una parte a ser una de las principales obligaciones contractuales del empresario, y por otra se le otorgaba un matiz predominantemente privado, al margen de la estructura administrativa creada para la tutela de la seguridad del trabajador, que se considera de orden público y de interés social. La Sala de lo Social no tuvo ningún problema en asumir ese nuevo 18 10.11.24 Recurso Yak (Sec. IV) planteamiento jurídico. Pero no así la Sala Civil que no sin pocas vacilaciones seguiría manteniendo su competencia. Frente a este nuevo marco jurídico la Sala Primera pareció iniciar un cambio de criterio representado por la sentencia de 10 de febrero de 1998. La tesis que se defendía en esta sentencia es que se excluye la jurisdicción civil cuando la responsabilidad aparecía claramente fundada en incumplimiento de normas de seguridad, doctrina que y se vería refrendada en la de 10 de febrero de 1998, respaldada además, por la doctrina de la Sala de conflictos. Pero rápidamente la Sala Primera del T.S volvería a su anterior criterio, abandonando el que proclamaba la estricta laboralidad y contractualización del deber de seguridad, y justificando la atribución a la jurisdicción civil cuando la demanda se fundaba en la responsabilidad extracontractural, de los arts 1909 y 1903 C.Civil (sentencias, entre otras muchas, de 31 de diciembre de 2003, de 8 de octubre de 2001 de 18 de junio de 2004, de 29 de abril de 2004 y de 4 de noviembre de 2004). Es con la sentencia de 15 de enero de 2008 con la que se quiere clarificar la cuestión, en un intento de devolver a la jurisdicción laboral el conocimiento de ese tipo de acciones. En dicha sentencia se hará un resumen de la evolución de la doctrina legal y se intentará asentar un nuevo criterio o doctrina: La doctrina que fija el T.S. es que, en virtud de lo dispuesto en el artículo 9 LOPJ, las reclamaciones por responsabilidad del empresario que sean consecuencia del incumplimiento del contrato de trabajo deben ser competencia de la jurisdicción social. Sin embargo la sentencia entraría a conocer del fondo del asunto por cuanto, pese a considerarse que la demanda se debería solventar en la jurisdicción laboral se estableció una excepción muy relevante en este proceso: “si bien es cierto que se ha producido un incumplimiento del contrato de trabajo, al haber sido demandadas en el presente procedimiento personas completamente ajenas al mismo, como ocurre con la hoy recurrente sociedad ALVIC, S.A, debe descartase la declaración de exceso de jurisdicción, y en virtud de la vía atractiva de la jurisdicción civil establecida en el artículo 9.2 LOPJ, debe declararse la competencia de esta jurisdicción para 19 10.11.24 Recurso Yak (Sec. IV) conocer de la acción de responsabilidad interpuesta por la demandante por la muerte de su hijo. Al no poder dividirse la causa, esta vís atractiva afectará también a aquellas demandadas, una de las cuales es ahora recurrente, que ostentaban una relación laboral con el trabajador fallecido”. Estos criterios se ha venido manteniendo, al menos como doctrina mayoritaria, en las sentencias posteriores, así en la de 19 de febrero de 2008, en la que se declara la falta de jurisdicción en demanda dirigida contra la empresa por infracción de medidas de seguridad; la de 16 de abril de 2008, en la que se contempla un supuesto de cesión de contrato de trabajo (art. 43 ET); en la de 19 de mayo de 2008, en la que se contempla la corresponsabilidad de terceros sin vínculo laboral con el perjudicado, asumiéndose por la jurisdicción civil; lo mismo en la sentencia de 20 de mayo de 2008, en la que específicamente se contempla, junto con la posición de terceros responsables, la de las aseguradoras de los mismos; la falta de jurisdicción se mantendrá en sentencia de 4 de junio de 2008 en la que se contendrá una síntesis de la doctrina legal. También, por existir varios corresponsables, se condenará en sentencia de 24 de julio de 2008, en la que se contendrán importantes matizaciones sobre la forma de determinar las indemnizaciones. De especial trascendencia con relación al supuesto de autos es la sentencia de 19 de noviembre de 2008. En la misma se contempla un proceso en el que se produjo una acumulación de autos, por una parte el formado en razón a la demanda interpuesta contra la empresa, a la que se acumularon los autos formados por la demanda presentada contra la aseguradora, y aunque en primera instancia se apreció la falta de jurisdicción, la misma fue desestimada por la Audiencia y no fue ni tomada en consideración por el T.S. NOVENO.- Si se repara en la técnica procesal que utiliza el Tribunal Supremo lo que se hace es utilizar la fuerza residual de la jurisdicción civil para resolver un problema diferente, evitar el enjuiciamiento separado al que obligarían las reglas de distribución de competencias entre órdenes jurisdiccionales o, dentro de un mismo orden, con órganos especializados en una materia determinada, y pese a la prohibición de acumulación de acciones y 20 10.11.24 Recurso Yak (Sec. IV) procesos para los que el mismo Juzgado carezca de competencia para el conocimiento de todas ellas, para, se repite, con dicha técnica permitir el enjuiciamiento unitario de los diversos responsables en un mismo hecho y de un idéntico daño. Esto lo explicaría con particular precisión la sentencia de 14 de junio de 2007, sentencia particularmente relevante para el problema procesal que ahora se plantea, en la que, tras recordar los criterios sobre la fuerza atractiva de la jurisdicción civil, advertirá que existen otras razones para el conocimiento unitario de un conflicto: en principios procesales que enraízan con los constitucionalmente protegidos –la tutela judicial efectiva sin indefensión, y la evitación, por mor de ese mismo derecho fundamental, de dilaciones indebidas-, y se justifica por la finalidad, también con connotaciones constitucionales, de evitar un peregrinaje de jurisdicciones. Y al lado de tales argumentos se sitúan otros, no de menor calado, como la necesidad de no dividir la continencia de la causa y de evitar el riesgo de resoluciones de distintos Ordenes Jurisdiccionales inconciliables entre sí, con la subsiguiente merma de las garantías del ciudadano y, en último extremo, con el debilitamiento de su derecho constitucional a la tutela judicial efectiva –cfr.Sentencia de la Sala de Conflictos de Competencia de 27 de diciembre de 2001, cuya doctrina se recoge en la de esta Sala de fecha 7 de marzo de 2002 -, en detrimento, además, -se añade ahora- de los principios constitucionales de igualdad ante la ley y de seguridad jurídica. En definitiva que la doctrina legal entiende que deben enjuiciarse en una misma causa y ante el mismo Juzgado la responsabilidad de todos los implicados en la causación de un mismo daño, y ello aunque aisladamente el enjuiciamiento correspondiera a órdenes jurisdiccionales diferentes o, como es el caso, a Juzgados que dentro del mismo orden jurisdiccional estén especializados, con solución, en el caso concreto, a favor del Juzgado de Primera Instancia que ya había empezado a conocer del conflicto y en el que se había generado el efecto de litispendencia. Repárese, ya a mayor abundamiento, que de seguir la tesis de Chapman, no se podría demandar a la aseguradora del transportista, pues si éste está sometido al Juzgado de lo Mercantil, el asegurador, por contra, lo estaría al Juzgado de Primera Instancia, 21 10.11.24 Recurso Yak (Sec. IV) reproduciéndose en definitiva la misma problemática que se generó en sede de responsabilidad patrimonial de la Administración Pública y que la jurisprudencia civil y de conflictos concluyó se tenía que enjuiciar en un único proceso y ante una única jurisdicción. Solución que el legislador luego copió pero trasladando competencia de la jurisdicción contenciosa. Aquí, iniciado la el conocimiento por el Juzgado de Primera Instancia, generado el efecto de litispendencia, en él se debe residenciar la competencia para conocer de la responsabilidad de todos los implicados en el daño. D) La naturaleza civil o militar del vuelo y su trascendencia DÉCIMO.- Si se examina el motivo quinto del recurso de Chapman se verá que en él se hace pivotar toda su defensa sobre la condición de vuelo militar, lo que se apoya en un pilar básico, a saber que ese vuelo siniestrado servía a los intereses de la Defensa Nacional y que ésta es una competencia exclusiva e irrenunciable del Estado. Se dolerá la parte recurrente de que el Juzgado, frente a la argumentación jurídica y documentación acreditativa del carácter militar del vuelo, ha simplificado la cuestión, atendiendo sólo a los términos del acuerdo Outline Agrument PT-TA/4600000593, documento que 1) incluye referencia a la normativa propia de la aviación civil, 2) a que el comandante de la nave no estaba bajo la autoridad de ningún militar español, y 3) que existía libertad para los militares de tomar ese vuelo. Estos presupuestos suponen, en el parecer de la recurrente Chapman, una infracción del art.218 Lec por carecer la sentencia impugnada de la suficiente motivación. A tal fin la recurrente, a) atenderá a la Defensa Nacional como competencia exclusiva e irrenunciable del estado, b) a la relación jurídica de Chapman con los militares fallecidos, c) a la naturaleza militar del vuelo, analizando en diversos subapartados el material probatorio aportado al proceso. UNDÉCIMO.- Si en algo hay que dar la razón al Juzgado es, sea militar o civil el vuelo, que la mercantil recurrente se 22 10.11.24 Recurso Yak (Sec. IV) desentiende de una manera absoluta de lo que pactó y de las condiciones de ese pacto, de las que ahora reniega. Porque en efecto, y en una síntesis de su argumentación, lo que defiende es que ese vuelo afectaba a los intereses de la Defensa Nacional, competencia exclusiva e irrenunciable del Estado, lo que impregna así la naturaleza del mismo que tiene y no puede tener otra naturaleza que la militar. Se invocará en este sentido lo sostenido por la Audiencia Nacional, el art. 14 de la Ley 48/1960, de 21 de julio sobre navegación aérea, el Real Decreto 1489/1994, de 1 de julio por el que se aprueba el Reglamento de la Circulación Área Operativa, el Real decreto 57/2002, de 18 de enero, que aprueba el Reglamento de la Circulación Aérea (en sus definiciones), el Convenio de Chicago de 1944 (art.3º), y ya en fin el art.2 de la Ley orgánica 5/2005, de 17 de noviembre de Defensa Nacional. DUODÉCIMO.- Por las razones que se expondrán el vuelo no tenía naturaleza militar y, aunque lo tuviera, no por ello operaría la exclusión del sistema “Varsovia-La Haya”. Es de reconocer que la cuestión ofrece un razonable margen de duda. Las características y condiciones del vuelo, la diversidad y diferencia de definiciones y criterios entre la normativa nacional y los convenios internacionales hace que los conceptos de unos no sean equivalentes en otros y se termina generando, con ocasión del uso instrumental de vuelos civiles para fines militares, transporte de tropas, una zona o espacio jurídicamente difuso sobre su naturaleza. Eso explica que existan opiniones contradictorias en el proceso y así como para los mandos que intervinieron desde la estructura orgánica que controlaba la logística en el Ministerio de Defensa, por más que la recurrente realice una interpretación tergiversada de dichos testimonios, dicho vuelo era civil, no dejarán de existir informes oficiales que parten de una consideración militar del vuelo. En el ámbito interno la parte recurrente, además de olvidar lo que pactó –y entre ello nada más y nada menos que su sometimiento al Derecho Francés- cuida de utilizar una normativa jurídica que no era la vigente al tiempo del siniestro. Efectivamente toda la normativa nacional que cita la recurrente invoca dos circunstancias 23 10.11.24 Recurso Yak (Sec. IV) que hacen tributario a un vuelo de la condición de militar, además de manera alternativa, bien que la aeronave se emplee en el cumplimiento de misiones relacionadas con la Defensa Nacional, bien que esté mandada por un militar comisionado al efecto. No dándose esta segunda circunstancia, como más adelante se razonará, sólo la primera le atribuiría esa condición de militar. Es esencial pues el concepto de “Defensa Nacional”, al que se remite toda la normativa que invoca la recurrente, antes citada, para precisar si se trataba de un vuelo civil o militar. Y para encontrar cobertura a su planteamiento la recurrente cuidará de acudir a una normativa que no estaba vigente al tiempo de desarrollarse el vuelo, como será la Ley de Defensa Nacional de 2005, Ley Orgánica 5/2005, de 17 de noviembre, cuando la vigente en ese momento era la Ley Orgánica 6/1980, de 1 de julio y en la que se contenía un concepto mucho más estricto de la Defensa Nacional, no alcanzando esa competencia aquéllas actividades que se enmarcan en políticas de Organismos Internacionales destinados a preservar la paz. Decía el art.2 de la mencionada Ley que “La defensa nacional es la disposición, integración y acción coordinada de todas las energías y fuerzas morales y materiales de la Nación, ante cualquier forma de agresión, debiendo todos los españoles participar en el logro de tal fin. Tiene por finalidad garantizar de modo permanente la unidad, soberanía e independencia de España, su integridad territorial y el ordenamiento constitucional, protegiendo la vida de la población y los intereses de la Patria, en el marco de lo dispuesto en el artículo 97 de la Constitución”. Las funciones de las Fuerzas Armadas fueron variando a la par que evolucionó el concierto internacional y la posición de España en el mismo, evolución que llevó a incluir dentro del concepto de “Defensa Nacional” operaciones que bajo la vigencia de la Ley 6/1980 no se integrarían en el mismo. Y esto lo expresará la propia Exposición de Motivos de la Ley Orgánica 5/2005: “La proyección internacional de España y de nuestra política conjunto de la acción exterior hace que, desde XX, nuestras Fuerzas Armadas vengan actuando fronteras como observadores, como fuerzas de mantenimiento de la paz y de ayuda humanitaria. demanda incluir en la Ley misiones que no 24 de defensa en el finales del siglo fuera de nuestras interposición, de Esta circunstancia estaban recogidas 10.11.24 Recurso Yak (Sec. IV) expresamente en la anterior normativa, planteamientos rigurosos en cuanto al respeto a la legalidad internacional de dichas operaciones e incluso novedosos en cuanto a su control”. En el año 2003 esa operación no era incluible dentro del concepto de Defensa Nacional. Por lo demás la normativa internacional no utilizará ni podría utilizar unos conceptos equivalentes; sería imposible que existiera una equivalencia con el concepto específico de cada Derecho Nacional. No obstante se puede encontrar una cierta equivalencia en los conceptos. El Convenio de Chicago utiliza el concepto de “aeronave del Estado” (art.3ºA), incluyéndose en las mismas las que se “usen para servicios militares, aduaneros o policiales” (art.3ºB). Similar concepto se utilizará en el Convenio de Varsovia, siquiera aquí no para excluirlo sino sólo para permitir su exclusión, dado que en su protocolo adicional permite hacer reservas al tiempo de su ratificación o adhesión declarando la inaplicación del mismo “a los transportes internacionales aéreos efectuados directamente por el Estado…”. En todo caso el concepto prevalente es el del Convenio como Ley suprema del transporte aéreo internacional. DECIMOTERCERO.- En esta línea es necesario ahora atender al contenido de los contratos que generan el vínculo obligacional de la recurrente Chapman. A los efectos que interesan hay que referirse en primer lugar al acuerdo de ventas SP-17 entre el Ministerio de Defensa y NAMSA. Bien se deja claro la actuación de este último organismo lo es “como agente de contratación de la primera” (1.objeto), idea representativa que se acentúa cuando en el ámbito de aplicación del acuerdo se fija que “NAMSA, en nombre de España, se compromete a contratar servicios de transporte…” El contratista debía prestar el servicio “de transporte aéreo para personal militar (tropas) y carga desde las Bases Aéreas Zaragoza y Torrejón (Madrid) España hasta un aeropuerto a determinar posteriormente en las cercanías del territorio de Afganistán”. El uso instrumental de la aviación civil para el transporte del personal militar y el mantenimiento del carácter civil de esos 25 10.11.24 Recurso Yak (Sec. IV) trasportes queda claro en ese acuerdo cuando en la declaración de tareas se impone el sometimiento del contratista a las normas y las prácticas recomendadas por la OACI, a las que deberán estar sometidas las licencias de las tripulaciones. E igualmente debe obtener las autorizaciones de sobrevuelo de las Autoridades de Aviación Civil. Y este esquema se reproduce después en el contrato entre NAMSA y CHAPMAN. Llama extraordinariamente la atención el que siendo Chapman un mero intermediario asuma directamente y como propias las obligaciones contractuales: es un contratista independiente, “ que deberá mantener el control total sobre la Aeronave”, siendo “ responsable de la navegación aérea, operatividad y mantenimiento de dicha Aeronave”, hasta el extremo que debía ser “en todo momento, la tripulación de vuelo y el personal de mantenimiento dependientes exclusivamente del contratista”, quedando sometida a las instrucciones de NAMSA, no obstante lo cual se reconocía a favor del comandante la potestad de modificar los planes de vuelo por razones de seguridad de los pasajeros. Para a continuación rescatar la función representativa de NAMSA como agente, siquiera lo afirma ser de los pasajeros ( no del Estado Español), aceptando Chapman, por más que quiera negar lo que firmó, que pasaba a existir a una relación contractual directa de los mismos con el contratista. Para luego, en la parte 3 del contrato someterse expresamente, en cuanto a certificados de registro, vuelo, de operador de vuelo, aptitud y capacitación de la tripulación, manual de operaciones y de mantenimiento, a los anexos del Convenio de Chicago. Asumía además Chapman (parte 7) la responsabilidad del mantenimiento del control efectivo sobre la calidad de los servicios. Se autorizaba la subcontratación (parte 17), pese a lo cual “el contratista es el único responsable del cumplimiento del contrato”, con deber de indemnizar a NAMSA (parte 19), asumiendo la posición contractual de garante de “que la Aeronave es segura y que está certificada”. Se fijaba, dicho sea de paso, como domicilio para la administración del contrato, por parte de Chapman, su domicilio en Frankfurt (Alemania), y ya en fin, en posiciones bien alejadas de la, ahora y en este proceso, pretendida integración de sus tareas en funciones de la Defensa del Estado Español, lo que se considera 26 10.11.24 Recurso Yak (Sec. IV) irrenunciable, en la cláusula 13, se sometía el contrato en cuanto a su interpretación y aplicación “al Derecho Francés”. Ya por último y no menos relevante, en el apéndice D), procedimiento de trabajo, se determina que “las misiones serán realizadas respectivamente por cargos charter fletados… y aeronaves de pasajeros charter…”. De todo ello puede concluirse que, aunque pueda ser dudosa la naturaleza del vuelo, no es transporte para la Defensa Nacional en el sentido estricto del concepto vigente al tiempo del vuelo, aunque sí que eran actuaciones realizadas por las Fuerzas Armadas, y para actividades entonces próximas a su función propia y que terminarían integrando ese concepto. Pero la utilización instrumental de medios civiles de transporte debe hacer privado, tanto desde el punto de vista del Derecho Interno como del Derecho Internacional, al menos a los efectos de aplicación del sistema de Varsovia; era un vuelo civil, con pleno sometimiento a ese régimen jurídico. Y de todo ello puede concluirse que no existe una incompabilidad entre las afirmaciones de que el vuelo era civil aunque usado instrumentalmente para una operación de logística militar y que, por tanto, el viaje de vuelta era misión oficial y al fallecer los servidores públicos los mismos se encontraban en acto de servicio. Ni tampoco esta afirmación con la contenida en la instancia y que la prueba testifical dejó diáfano, de que por haber finalizado la razón por la que se transportaron las tropas a Afganistán los militares no tenían orden ni mandato de tomar obligatoriamente ese avión. DECIMOCUARTO. Se quejará Chapman (motivo quinto 2B) de la conclusión del Juzgado de que existía una relación contractual directa y de carácter civil entre dicha mercantil con los militares fallecidos, dado que, en el sentir de la parte recurrente faltaría la voluntad de los contratantes. De Chapman no existiría falta de voluntad pues firmó el contrato asumiendo y aceptando esa relación jurídica directa que ahora niega por imposible. La cuestión, que es irrelevante a los efectos de aplicación del sistema “Varsovia-La Haya”, no queda enturbiada por el carácter 27 10.11.24 Recurso Yak (Sec. IV) militar de los pasajeros ni porque Namsa careciera de facultades representativas de los mismos, circunstancias que Chapman no valoró al tiempo de firmar el acuerdo. Tal cláusula está establecida a favor de los militares transportados, fortaleciendo su posición jurídica en el transporte, y la pretendida ausencia de facultades representativas no son excluyentes de una cláusula establecida en beneficio de los pasajeros. Tampoco obsta a ello la condición de militar de los pasajeros Primero porque la prueba ha acreditado sin razonable género de dudas que finalizada como estaba ya la misión en Afganistán los militares no habían recibido el mandato y orden directa de embarcar. Nada hubiera obstado a que si voluntariamente hubieran querido quedarse en tierra o utilizar otros medios para volver, así lo hubieran hecho, ni ello les hubiera acarreado sanción militar alguna, lo que en nada se contradice con la consideración de que en el viaje de vuelta los militares que voluntariamente utilizaron el transporte que se les facilitó mereciera la consideración de “acto de servicio”. No se acierta a comprender qué razón jurídica puede obstar a que con ocasión del uso instrumental de medios civiles se potencie y proteja la posición jurídica de los militares en su condición, que también lo eran, de pasajeros. Es ésta una cuestión perfectamente tratada en la instancia invocando diversa jurisprudencia (sentencia de 7 de marzo de 2007) que considera factible jurídicamente que un tercero se beneficie de la posición contractual de un contrato en el que no fueron parte. DECIMOQUINTO.- Existe discrepancia entre las partes sobre si el conflicto que ahora se plantea debe solventarse en el cuerpo legislativo representado por los convenios para la unificación de ciertas reglas relativas al transporte aéreo internacional, de Varsovia, de 12 de octubre de 1929, modificado por el Protocolo de La Haya de 28 de septiembre de 1955. La polémica la plantea Chapman, por cuanto las demás partes sí que muestran su conformidad en la aplicación del sistema Varsovia-La Haya. El conjunto de convenios citados y otras modificaciones no ratificadas por los mismos países signatarios del convenio de 1929 terminó configurando un complejo normativo, obsoleto ya al tiempo 28 10.11.24 Recurso Yak (Sec. IV) del siniestro que pronto presentó una quiebra en su aplicación en atención a diversos factores: la pérdida de la unidad legislativa inicial, el distanciamiento de países con una gran influencia en el tráfico aéreo (Estados Unidos), las dificultades de convertibilidad del “franco oro”, aun sustituidas por los llamados Derechos Especiales de Giro, y la nueva reglamentación europea. DECIMOSEXTO.- El Derecho convencional no tiene una autonomía jurídica: será aplicable allí donde haya entrado a formar parte del ordenamiento jurídico de un Estado y sea este el aplicable. Un Convenio internacional es aplicable por conexión al de un Estado, de manera que sólo cuando sea aplicable el de un Estado adherido a ese Convenio, será aplicable este último. La primera cuestión que debe afrontarse es qué ordenamiento jurídico debe regular el siniestro con el fallecimiento de los 62 militares, si ese sistema Varsovia-La Haya, o queda sometido al Derecho Español y dentro del mismo identificado con la responsabilidad patrimonial de la Administración, pues con ese traslado de pasajeros, según el criterio de la recurrente, se estaba ejerciendo por el Estado potestades irrenunciables propias de la Defensa Nacional. Chapman identifica así su responsabilidad con la del Ministerio de Defensa, con la que se fungibiliza. Desde esta consideración resultaría absolutamente inaplicable el sistema Varsovia-La Haya. A lo que hay que contestar que el vuelo era civil y que aunque fuera militar, al menos como cuando es como en el caso de autos, en el que se utilizan instrumentalmente medios civiles de transporte, no queda excluída la aplicación del Convenio de Varsovia. Debe destacarse, por ser especialmente llamativo, que así como el broker pretende ahora fungibilizar su responsabilidad con la patrimonial del Estado, al asignar el transporte una función engarzada con la Defensa del Estado Español, no tuvo inconveniente en someter convencionalmente los conflictos que surgieran del acuerdo con Namsa al Derecho Francés (claúsula 13 del contrato marco). Y es llamativo porque ahora defiende que es contrario a la doctrina de los propios actos que parte de los demandantes hayan sostenido en el proceso penal que el vuelo era militar y en este proceso que era un vuelo civil. A la mercantil recurrente no es que 29 10.11.24 Recurso Yak (Sec. IV) le fuera aplicable esa doctrina, es que por su propio pacto se sometió, en lo que ahora considera afectante al imperium irrenunciable del Estado Español, al Derecho Francés. Baste esta consideración para resaltar la inconsistencia del planteamiento de Chapman. Es además inacogible la pretensión de Chapman de intentar, para dotar al vuelo de ese carácter militar, deducir que la aeronave estaba mandada por un militar español en la medida en la que Defensa mantenía un control de la aeronave, lo que deducirá de la existencia prevenida en el contrato de un grupo de control (CCG), ni menos deducir, lo que ya es una absoluta distorsión del pacto y de la realidad, que es a lo que en el fondo quiere llegar Chapman, que con ello controlaban y comandaban la aeronave, que quedaba así militarizada. La finalidad de ese pacto era establecer, como carga para satisfacción del propio interés de quien encarga el transporte, el Ministerio de Defensa, la manera de hacer efectivos sus derechos, al resultar elemental que si se tenían que atender las necesidades de transporte de Defensa para el despliegue de fuerzas españolas en Afganistán, incontestablemente tenía que establecer, dada la complejidad logística de esos transportes, los vuelos que debían de hacerse, con concreción de día y hora de salida, lugar de salida y de término del transporte, determinación del número de pasajeros y carga, escalas operativas, etc, datos que el broker recibía para gestionar un avión adecuado a esos fines predeterminados por Defensa, siendo el Grupo de Control el que terminaba dando la aceptación al tipo de avión, que debía ser adecuado y proporcionado al pasaje y carga -por evidentes razones económicas- y el precio ofertado. El Grupo de Control era esencialmente un instrumento de coordinación, interna con relación a los Ejércitos, y externa con relación a quien debía gestionar los servicios aeroportuarios y, contractualmente, realizar y/o asumir como propios los transportes. Fueron recurrentes entre sí, en este sentido, los testimonios de todos aquéllos que tenían mando en la estructura orgánica del Ministerio de Defensa respecto a la logística de estas operaciones, precisando que eran esas las funciones que se desarrollaban en el CCG, existiendo incluso un previo plan que, necesariamente, por circunstancias puntuales de todo tipo (logísticas, políticas, etc) 30 10.11.24 Recurso Yak (Sec. IV) podían sufrir y sufrían concretas modificaciones. Como lo fue la reducción inicial de pasajeros, entre los previstos, más de 140 y los finalmente concretados, 53, lo que supuso un cambio del tipo de avión y, tras la elevación definitiva a 62 pasajeros, la modificación de las escalas técnicas, y operativas.(Alfonso Elías L. T.: disco 5,secuencia 1:35 y ss; secuencia 11:09: “ no mando militar; no control sobre las condiciones de ejecución del vuelo; testimonio de Juan Luis I.: el vuelo se entendía como civil, disco 6, secuencia 41:08; testimonio de D. Joaquín Y. G., disco 6, secuencia 1:09: sólo participan en los aspectos logísticos, determinación de militares a transportar y cargo, puntos de origen y de destino y escalas operativas, considerando el vuelo civil; testimonio de Gabriel G., secuencias 1:15 y 1:17 – no había mando militar sobre la tripulación). Es verdad que la prueba practicada ha demostrado que a los mandos logísticos les llegaba la documentación acreditativa del cumplimiento de los requisitos de la aeronavegabilidad del avión. Aparte de que, como más adelante se razonará, la documentación acreditaba el estricto cumplimiento de los requisitos de aeronavegabilidad de la aeronave con arreglo a las reglamentaciones vigentes, tal control no resultaba de las funciones del CCG prevenidas en el punto 3.2 del acuerdo de ventas nº SP-17 (f.2259). Bastará recordar a estos efectos que la administración del contrato se reservó a favor de NAMSA y elocuente la declaración de tareas (F.2264), entre las que destaca, en lo que aquí interesa, el deber de la contratista de utilizar aeronaves cuya operación y mantenimiento se realice de acuerdo con las prácticas de la OACI. Y el contrato de la recurrente con Namsa no será sino un reflejo de estas previsiones, por más que reniegue Chapman de lo que firmó, y entre ello y en lo que aquí interesa, de que: “5. El Contratista deberá garantizar la obtención de todos los permisos y autorizaciones necesarios de las autoridades gubernamentales competentes, para la realización de servicios de transporte aéreo solicitados en virtud del presente Contrato, y deberá conservar dichos permisos y autorizaciones actualizados y vigentes durante todo el tiempo de duración del presente contrato, y habrá de evitar cualesquiera actos que pudieren implicar la anulación de dichos permisos y autorizaciones. Asimismo, el Contratista deberá 31 10.11.24 Recurso Yak (Sec. IV) asegurarse de que los servicios de transporte aéreo contratados en virtud del presente Contrato no violan los términos o condiciones de cualesquiera Contratos de arrendamiento, hipoteca u otros de especial relevancia” y parte 2.1 “Se presume que el Contratista es contratista independiente, y que deberá mantener el control total sobre la Aeronave así como que será responsable de la navegación aérea, operatividad y mantenimiento de dicha Aeronave, siendo, en todo momento, la tripulación de vuelo y el personal de mantenimiento dependientes exclusivamente del contratista. La NAMSA tendrá el derecho de dar instrucciones, dentro de lo razonable, al Contratista, y le proporcionará a éste los planes de vuelo que fueren necesarios. Sin embargo, el comandante de la Aeronave podrá modificar esos planes en vuelo por razones meteorológicas o de otro tipo a los fines de poder garantizar la seguridad de los pasajeros”. Sería en la parte 16 del contrato marco en el que se encontraría el mejor fundamento de un control directo, previsión contractual de la que resultaría que NAMSA –o sus usuariostendrían el derecho, que no la obligación según textualmente reza el pliego de condiciones, de inspeccionar la Aeronave, así como cualesquiera documentos relativos a la misma. De donde, posiblemente, surgiría la mecánica de remitir a la estructura de Defensa encargada de la operación logística la documentación acreditativa de los requisitos de aeronavegabilidad de la aeronave. Pero ello era a los efectos, no de “comandar” la nave sino, como expresamente afirma, “a los fines de asegurarse del cumplimiento de las especificaciones requeridas”. De aquí extraer la afirmación de que era Defensa quien controlaba el vuelo en el sentido de que era un militar quien lo comandaba, “ militarizando” así a efectos jurídicos el vuelo es, como se ha dicho, distorsionar un pacto que, en sí, hubiera sido prescindible y para nada hubiera afectado a la funcionalidad del contrato: aunque nada específico se hubiera pactado corresponde al cargador determinar los vuelos que son de su interés realizar, fijar las fechas, puntos de inicio y de destino, carga y pasajeros a transportar y escalas operativas. 32 10.11.24 Recurso Yak (Sec. IV) DECIMOSEPTIMO. Pero es que, aunque se entienda que el vuelo civil, por alguna de las razones defendidas por el broker apelante, quedaba militarizado no por ello quedaría excluida la aplicación del convenio de Varsovia: si en su protocolo adicional se permitía que los Estados se reservaran el derecho de declarar en el momento de su ratificación o adhesión que el art.2.1 no se aplicaría a los transportes internacionales aéreos efectuados directamente por el Estado, cuando el mencionado art.2.1 expresamente incluía a tales transportes efectuados por el Estado, mientras que en el Protocolo de la Haya de 1955, manteniendo el mencionado art.2.1, luego en su art.26, añadió que “ el presente Protocolo no podrá ser objeto de reservas, pero todo Estado podrá declarar en cualquier momento, por notificación dirigida al Gobierno de la República Popular de Polonia, que el Convenio, en la forma modificada por el presente Protocolo, no se aplicará al transporte de personas, mercancías y equipaje por sus autoridades militares, en las aeronaves matriculadas en tal Estado y cuya capacidad total haya sido reservada por tales autoridades o por cuenta de las mismas”. No existiendo esas reservas ni por España ni por Ucrania, aunque se acepte una militarización jurídica de un vuelo civil en razón al carácter instrumental de su uso, no por ello se inaplica el sistema Varsovia-La Haya. Reservas que, por cierto, también eran necesarias para excluir la aplicación del convenio de Montreal de 1999, y así lo hicieron algunos países, ya inicialmente al ratificarlo (Canadá para el transporte de carga efectuado para sus autoridades militares, Estados Unidos BOE 2 de mayo de 2004), bien con posterioridad, como Japón, España y Alemania; precisamente la mayoría para militares. excluir de ese Convenio el transporte de tropas Y no en vano la Ley 48/1960, de 21 de julio sobre navegación aérea, tan invocada en el su art.14 por Chapman, precepto que excluye de su regulación sustantiva a las aeronaves militares, previamente advertirá en su art.5 que la regulación aérea está previa y preferentemente sometida (“sin perjuicio”) a lo estipulado en Tratados y Convenios Internacionales. Dejando de lado, aparte, que dicha Ley no regula los vuelos internacionales (el mismo ar.5). Ya en fin no es atendible la argumentación que excluye la aplicación del Convenio por cuanto se trataría de una aeronave de 33 10.11.24 Recurso Yak (Sec. IV) Estado y que el viaje resultó gratuito. Afirmación esta última inasumible por cuanto transportista aéreo y contractual percibieron por su labor un precio, configuraron para el traslado un vuelo charter y admitieron contractualmente una relación jurídica directa con los pasajeros. Eso en cuanto a la aplicación del régimen jurídico del transporte aéreo representado por ese sistema jurídico internacional. Porque en cuanto a la praxis profesional, a las reglas que regulan las pautas técnicas y operativas que deben cumplir las aeronaves y respetar la tripulación, Chapman se sometió contractualmente a las prevenidas en los anexos de la OACI, que pasaban a ser así, convencionalmente, unos parámetros de seguridad mínimos que debían respetar las aeronaves civiles que instrumentalmente se debían utilizar para el transporte de militares, que nunca perderían su condición de pasajeros en un transporte civil internacional. E) La deuda de seguridad a cargo del transportista y la naturaleza jurídica de las responsabilidades por el incumplimiento de esa deuda. DECIMOOCTAVO.- Determinar el ordenamiento jurídico aplicable pasa por la calificación conforme a la Ley del foro de la naturaleza de la relación jurídica, pasajeros por una parte, y entidades que habían asumido la obligación contractual. En nuestro auto el 11 de octubre de 2007 hacíamos un estudio que aquí no hay sino que reiterar. Distinguíamos así desde un plano general, relación pasajero-transportista y desde un plano particular con referencia al específico problema de la naturaleza de la responsabilidad cuando el pasajero fallece en el accidente. de Desde la primera consideración entendíamos que el vínculo es naturaleza contractual, pues del contrato surge para el transportista pasajeros. una posición de garante de la seguridad de los Razonábamos así que aun a falta de una estipulación contractual específica, pero integrada en el mismo ex-art.1258 C.Civil, surge para el transportista, aunque accesoria (sentencia de 22 de septiembre de 2005) una obligación esencialísima, una 34 10.11.24 Recurso Yak (Sec. IV) deuda de seguridad frente al pasajero. Un transportista profesional, como es una compañía aérea, debe prestar sus servicios extremando los cuidados necesariOs para dar cumplimiento a cuantas normas técnicas resulten pertinentes para garantizar la seguridad de los pasajeros, manteniendo sus aeronaves en condiciones de perfecta aeronavegabilidad. Si algo desvela el informe de la Comisión de Investigación es la extraordinaria importancia que para la propia empresa aeronáutica tiene la deuda de seguridad que asume el transportista, pues no es sólo que las aeronaves deban estar en perfectas condiciones técnicas para navegar, con cumplimiento de cuantas exigencias les pueda ser exigible a nivel nacional o internacional, sino que, todavía más, casi toda la estructuración y organización del transportista como empresa tiene que ordenarse en atención al logro de ese resultado, de esa seguridad de los pasajeros. Con lo que quedaría muy poco margen para el ámbito de la culpa extracontractual, de manera que sólo cuando se denuncie una infracción genérica del deber de cuidado podríamos estar en el ámbito de la responsabilidad extracontractual: si existe una infracción o infracciones específicas prevenidas en normas técnicas o de carácter profesional, dado el carácter exhaustivo de la deuda de seguridad, nos encontraríamos en el ámbito de la responsabilidad contractual. Que es lo que aquí, en esencia acaece, en el que se denuncian gravísimos errores cometidos por la tripulación al abordar la maniobra de aterrizaje, así como en la organización de la empresa y cumplimiento por la misma de todos importantes estándares de seguridad en la navegación aérea. Pues bien estas disquisiciones sobre la naturaleza de la responsabilidad serían irrelevantes en cuanto la fuente normativa ya contempla específicamente este daño producido con ocasión de la ejecución del transporte. Sea cual sea su naturaleza, su régimen jurídico es el sentado en esos instrumentos jurídicos, en el sistema “Varsovia-La Haya” en la medida en que en los mismos se contempla el daño máximo que puede sufrir un pasajero, la pérdida de su propia vida. En definitiva estos regulan exhaustivamente la consecuencia dañosa causada a los pasajeros en el desarrollo del transporte, incluida la muerte (art.17 C.V.), de manera que resulta 35 10.11.24 Recurso Yak (Sec. IV) indiferente, es esta sede, la naturaleza jurídica de esa responsabilidad, sea contractual, sea extracontractual, quedando sometida, aunque se ejercite, como no puede ser de otra manera para el supuesto de muerte, por los herederos o familiares del pasajero fallecido, aunque sea ejercitando un derecho propio, que quedan así sometidos se repite, al específico régimen jurídico del “Sistema de Varsovia”. Y en apoyo de esta tesis invocábamos la sentencia de 20 de noviembre de 2004, en la que acudió a la doctrina de los deberes de protección entre las partes del contrato sustentados en la buena fe contractual que consagra como fuente de integración de las debidas contractuales el art.1258 C.Civil. Y en el segundo plano, esto es respecto a la naturaleza de la responsabilidad frente a los familiares de los pasajeros fallecidos, decíamos en esa misma resolución que esos familiares tienen derecho a ser resarcidos por su daño moral y patrimonial, derecho que se configura, ya lo hemos dicho, de manera autónoma respecto de la víctima; el resarcimiento se ejercita con una legitimación propia, no iure hereditatis (sentencia, a modo de ejemplo, de 2 de febrero de 2006). Lo fácil sería pues concluir que, no existiendo vínculo contractual entre estos perjudicados y los responsables contractuales, incluido aquí al transportista, la responsabilidad de estos es extracontractual. Mas también se defiende, y con no poca lógica, que por mucho que sea un derecho iure propio, autónomo del de la víctima, también lo es que se trate de un daño indirecto, “par ricochet” y que, por tanto, no deja de ser un daño reflejo, en cuanto trae causa del esencialísimo de la propia víctima, que perdió el bien jurídico de mayor valor, su propia vida. La jurisprudencia posterior a nuestra resolución no ha hecho sino corroborar esos criterios. Es nítida la naturaleza extracontractual de esa responsabilidad (por todas la conocida sentencia de 4 de marzo de 2005, supuesto de muerte por tabaquismo y la de 19 de junio de 2003, entre otras muchas). Ahora bien, que se afirme que sea extracontractual esa responsabilidad no quiere decir que esté desconectada, que sea del todo ajena al régimen jurídico, contractual o extracontractual, en el que se deba dilucidar la responsabilidad del causante de la 36 10.11.24 Recurso Yak (Sec. IV) muerte. Falta de ajenidad que llevará a la sentencia de 3 de noviembre de 2008, sentencia 1021/2008, a negar el derecho a cualquier indemnización a los familiares de la víctima de un accidente de circulación ocurrido por la única y exclusiva intervención conocida del fallecido. Y las sentencias de 24 de diciembre de 2004, antes citada, y la de 2 de febrero de 2006 dilucidarán la obligación de indemnizar atendiendo al marco de las relaciones contractuales en cuya ejecución se produjo la muerte. Iure propio y no vía hereditatis el derecho de los familiares a que se les resarza el daño moral y patrimonial causado, pero no desconectado del régimen jurídico aplicable con referencia a la situación y estatus de la víctima directa, del pasajero fallecido. Ya en fin por lograr la mayor precisión es de resaltar que con relación a los daños materiales directos sufridos por los militares, su equipaje, valorados ponderadamente en la instancia en mil euros, aquí el derecho de los familiares sería iure hereditatis, dado que se trataría de patrimonio propio del pasajero. Luego respecto al equipaje y al daño en el mismo sería contractual el régimen de responsabilidad de los daños causados en los mismos. Presupuesto lo anterior se ha de anticipar que tanto desde la consideración extracontractual como de la contractual las normas de conflicto nos han de conducir a la aplicación de ordenamientos jurídicos en los que estaba vigente el sistema “Varsovia-La Haya”. DECIMONOVENO.- En efecto si se considera la naturaleza de la responsabilidad extracontractual, la norma de conflicto está contenida en el art.10.9 del C.Civil a cuyo tenor “las obligaciones no contractuales se regirán por la ley del lugar donde hubiere ocurrido el hecho de que deriven”. Tal norma de conflicto llevaría a la aplicación del Derecho de Turquía. La doctrina criticó no sin razón esta norma que puede llevar a aplicación de ordenamientos jurídicos carentes de cualquier conexión con las partes implicadas, como responsables o perjudicados con el daño. Y este reproche a la norma de conflicto es particularmente intenso en relación al contrato de transporte en el que, por su 37 10.11.24 Recurso Yak (Sec. IV) naturaleza, al ser una característica esencial del mismo el desplazamiento, puede desarrollarse en una multiplicidad de territorios que pueden estar sometidos a ordenamientos jurídicos diversos y aun a culturas jurídicas muy dispersas. Problema que se ha querido solucionar con el Reglamento de Roma II. De la norma de conflicto vigente al tiempo del siniestro resulta aplicable el sistema Varsovia-La Haya. Lo es porque aunque no se ha practicado prueba sobre el contenido del Derecho de Turquía, sí que consta que suscribió los Convenios de Varsovia de 1929 y el de La Haya de 1955. Lo es también porque ese sistema jurídico es de aplicación, al tiempo del siniestro, en todos los demás ordenamientos jurídicos de los elementos personales y contenidos contractuales: de la Compañía aérea, Ucrania, de Alemania, nacionalidad del broker (incluído este país el Convenio de Guadalajara), de España, y de Francia (incluido para este país también el Convenio de Guadalajara). Relevante el contenido del Derecho Francés porque ya hemos explicado que, aunque extracontractual, el régimen jurídico del contrato no es irrelevante, sino antes al contrario referente del régimen jurídico de las obligaciones del causante del daño. Derecho el de Francia que sería el aplicable desde el punto de vista contractual por resultar así del Convenio de Roma de 19 de junio de 1980, pues las partes en el contrato se sometieron al mismo: en el art.31.1I del mencionado Convenio de Roma, para la determinación de la Ley del contrato, se remite a la ley elegida por las partes, consagrando la autonomía de la voluntad conflictual. Vigente, como hemos dicho, en dicho Derecho el sistema “Varsovia- La Haya”, todos los ordenamientos jurídicos con puntos de conexión con el conflicto, sea desde su consideración contractual sea desde la óptica extracontractual, llevan a la vigencia y aplicación del sistema “Varsovia-La Haya”. Conclusión que debe servir ya de inicio a desestimar la excepción de prescripción por cuanto el Convenio de Varsovia establece un plazo de dos años para el ejercicio de la acción (art.29 C.V.), y las demandas contra Chapman se interpusieron en diciembre e 2004. 38 10.11.24 Recurso Yak (Sec. IV) VIGÉSIMO.- Ya advertíamos, con todo, en nuestro auto de 11 de octubre de 2007, y ya dentro del contenido del Convenio de Varsovia, que despejadas las dudas relativas a su aplicación, y entrando a analizar su contenido con relación a la acción ejercitada, que el “Sistema de Varsovia”, omnicomprensivo de los daños personales causados con ocasión del transporte aéreo internacional, incluida la muerte del pasajero, los demandantes no se vieron en la necesidad de definir la naturaleza de la acción ejercitada, si contractual o extracontractual, que, como ya hemos razonado, pasaba en cuanto a los aspectos sustantivos contemplados en el Convenio de Varsovia, a carecer de toda trascendencia. Y que cuando tan insistentemente se reiteraba en la demanda la condición de transportista contractual de Chapman, no se estaba haciendo identificación de la naturaleza de la acción sino buscar el encaje que los instrumentos jurídicos internacionales propiciaban de equiparar la responsabilidad de quien asumió el deber contractual de realizar el transporte con el de la compañía aérea que de manera efectiva realizó el transporte aéreo. Identificar esa acción es muy relevante para, concretar la norma conflictual. Y a través de ella el Derecho a aplicar. Pero es de reiterar que, sea contractual o extracontractual, las responsabilidades quedan comprendidas en el denominado “Sistema de Varsovia”, lo que esclarecía definitivamente el art.24.1 del Convenio de Varsovia: la sentencia de 10 de junio de 1988 destacaba en este sentido la diferencia entre la Ley de Navegación Aérea de 1960 y el Convenio de Varsovia, dado que este último, a diferencia de aquélla Ley, “sujeta toda acción de responsabilidad, cualquiera que sea su título (el Convenio mismo, un contrato, un acto ilícito o cualquier otra causa) a las condiciones y limitaciones del Convenio”. El Convenio de Varsovia se erigió en “ley suprema” reguladora del transporte aéreo internacional. F) La naturaleza de la responsabilidad del Transportista en el sistema “Varsovia-La Haya”. VIGÉSIMO PRIMERO.- Y dentro del sistema “Varsovia-La Haya” se discutirá si se trata de una responsabilidad, la del transportista 39 10.11.24 Recurso Yak (Sec. IV) aéreo por daños a los pasajeros, objetiva o por culpa presumida y, correlativamente, en que casos queda exonerado el transportista. El Convenio de Varsovia estableció una responsabilidad por culpa. A lo sumo, si se quiere, una culpa presumida. Dispone así el art. 17 del Convenio efectivamente que “el porteador es responsable del daño ocasionado, en caso de muerte, herida o cualquier otra lesión corporal sufrida por cualquier viajero, cuando el accidente que ha causado el daño se haya producido a bordo de la aeronave o en el curso de todas las operaciones de embarque y desembarque”. Por su parte el art. 20.1 exoneraba de responsabilidad al transportista “si se prueba que él y sus comisionados han tomado todas las medidas necesarias para evitar el daño o que les fue imposible tomarlas”, a lo que pretendidamente se le asociaba una limitación de responsabilidad en el art. 22.1, que se concretaba en 125.000 francos. Mas este límite, en la redacción originaria del Convenio de Varsovia, no era operativo en dos supuestos concretos, uno aun cuando el daño “proviene –art. 25.1- por su dolo o de faltas que, con arreglo a la Ley del Tribunal que entiende en el asunto, se consideran equivalentes a dolo” (por tanto podían operar distintos conceptos de dolo, que quedaban regulados por la Ley nacional) y otro cuando “el porteador admite al viajero, sin que se le haya expedido un billete de pasaje” supuesto en el que “no tendrá derecho a prevalerse de las disposiciones de este Convenio que excluyan o limiten su responsabilidad” (art. 3.2 del Convenio de 1929). VIGÉSIMO SEGUNDO.- A poco que se razone se verá que el Convenio de 1929, bien lejos de instaurar un sistema de responsabilidad objetiva supuso una extraordinaria vigorización del principio de responsabilidad por culpa. Cierto que esta pasaba a presuponerse (art. 17), aunque cabía prueba en contrario (art. 20.1). Pero con esto último no aportaba nada diferente a lo que pueda considerarse el régimen jurídico ordinario en todo contrato de resultado, en el que el obligado a conseguir un opus, el contratista o el porteador, aquí desplazar en medio de transporte aéreo a unas personas desde un punto de origen a otro de destino, 40 10.11.24 Recurso Yak (Sec. IV) no lo logró, debe acreditar que no lo logró por razones a él no imputables jurídicamente. Por tanto la limitación de responsabilidad instaurada en el Convenio mal se puede entender solidarizada a esa presunción de culpa. Tal limitación de responsabilidad respondía a razones bien diferentes, que podríamos calificar de política legislativa, de conveniencia en orden a potenciar la industria aeronáutica en un momento en el que si no se limitaban los riesgos que conllevaba su desarrollo, tecnológicamente nada avanzados, fracasaría económicamente y supondría un freno inaceptable a su desarrollo. Lo que en términos jurídicos suponía tal limitación era en definitiva un reparto de riesgos entre la compañía y el pasajero. Limitación que tenía dos excepciones, una la concurrencia de dolo en el actuar del transportista y otra la falta de billetaje en el que, inexcusablemente, se debía indicar “que el transporte está sometido al régimen de responsabilidad establecido por el presente Convenio”. El pasajero compartía así los riesgos de utilización de un medio de transporte que estaba en los inicios de su desarrollo: pero debía, inexcusablemente, estar informado de ello. De aquí se puede afirmar que existirían dos tramos de responsabilidad asociados a dos regímenes de carga de la prueba, de manera que para obtener las indemnizaciones baremadas la culpa se presume, pudiendo el transportista aportar prueba en contrario, mientras que para superar los límites indemnizatorios, fuera del supuesto específico de la falta de expedición del billetaje, corresponde a la víctima o perjudicado acreditar el dolo del transportista. G) La falta de billetaje VIGÉSIMO TERCERO.- De lo dicho resultará que si esa limitación de responsabilidad no es un contrapeso al régimen de responsabilidad del porteador, que no es objetiva sino por culpa, además, exonerable conforme a un estándar jurídico equívoco (“la adopción de” todas las medidas necesarias para evitar el daño o que les fue imposible tomarlas), bien se comprenderá que la información que el pasajero debía recibir en orden a la limitación de responsabilidad alcanzaría una importancia extraordinaria que en 41 10.11.24 Recurso Yak (Sec. IV) modo alguno cabe devaluar. El pasajero compartirá el riesgo del transporte aéreo sí, pero si está perfectamente informado de ello. UMAIR defendió en su contestación a la demanda y ahora con menor intensidad o convicción en su recurso que sí se expidieron los billetes y Chapman se sumó a ese posicionamiento fáctico siquiera contradictoriamente sostuvo algo que implícitamente suponía la negación de la expedición del billetaje, a saber que el Convenio exime de la necesidad de expedir el billetaje en el caso de transportes efectuados en circunstancias extraordinarias (art.34 C.V), pues una de dos, o se expidieron y se entregaron los billetes, porque no había dificultad para ello, o en razón a esas circunstancias extraordinarias, no se pudieron expedir. La línea de defensiva de la compañía aérea UMAIR, en este aspecto fáctico, no es aceptable. Primero porque la prueba practicada no ha dejado duda razonable alguna de que no se expidió ni entregó billetaje alguno a los militares fallecidos. Los documentos aportados, impugnados por los demandantes son meras fotocopias que sin apoyo probatorio adicional alguno carecen de toda validez jurídica; la información facilitada por el Ministerio de Defensa, así como las circunstancias concurrentes en el viaje de ida, la ausencia de localización entre los restos del avión de ni uno sólo de los billetes, configuran datos que permiten alcanzar la convicción de que se omitió la entrega de los billetes. Los mismos mandos militares que testificaron desvelaron que en estos viajes no se expedían billetes. La prueba en este sentido puede tildarse de abrumadora. VIGÉSIMO CUARTO.- La defensa de UMAIR y de CHAPMAN intentarán hacer valer las singulares circunstancias que concurren en el presente supuesto que llevarán a la desvalorización jurídica de la falta de expedición y entrega del billetaje: dadas las características que rodean a los militares, sometidos a una relación de sujeción especial de la que emana el sometimiento a principios jerárquicos y de deber de obediencia, si sus superiores les impusieron el viaje de vuelta en el avión accidentado, la falta de billetaje se tornaría como algo irrelevante. Esas singularidades, ya anticipadas, relación de sujeción especial del pasajero con su empleado, fuertemente jerarquizados y sometidos a 42 10.11.24 Recurso Yak (Sec. IV) principios de unidad de mando, bajo un régimen sancionador particularmente riguroso, no pueden desconocerse y no dejar de representar un margen de duda sobre la incidencia que jurídicamente podría tener en este caso la falta de billetaje. La cuestión puede ofrecer las mismas dudas que la naturaleza civil o militar del vuelo, y pueden encontrarse argumentos a favor y en contra de la necesidad de la expedición del billetaje y en contra. A favor, el que si se declara aplicable el sistema “VarsoviaLa Haya”, no habiéndose hecho reserva de aplicación a los vuelos de aeronaves del Estado, no hay exclusión en la necesidad de su expedición. Además porque aunque se aceptara que existía la orden de obligado cumplimiento para los militares que embarcaran en el avión, bajo sanción que, de no hacerlo, incurrieran en un delito tipificado en el Código de Justicia Militar, aunque ello fuera así, se repite, tal circunstancia para nada empañaría el deber de la compañía aérea de informar, pues no puede ésta en inmiscuirse en la relación interna que puede existir entre los pasajeros entre sí o con terceros de los pueda resultar para aquéllos un deber de otro orden de realizar un determinado viaje aéreo. De la misma manera un grupo de trabajadores por cuenta ajena puede recibir la orden laboral, dentro de la competencia del empresario y de las obligaciones de los trabajadores, de realizar un desplazamiento utilizando un determinado transporte aéreo, gestionando la misma empresa la contratación del transporte, estos trabajadores pueden verse sometidos a la sanción de despido laboral de no cumplir la orden empresarial. Pero no por ello la Compañía aérea puede inmiscuirse en esa relación interna y excusarse en la expedición del billetaje. Una y otra cuestión, el deber de informar, de expedir y entregar billetaje por una parte, y el potencial deber de obediencia de los pasajeros frente a su empleador, operarían en ámbitos diferentes que no se pueden entremezclar, sin que el segundo se pueda utilizar para enturbiar el primero: al fin y a la postre en el militar se residenciaría la decisión de no aceptar ese transporte aunque ello conllevara hipotéticamente una sanción penal militar. 43 10.11.24 Recurso Yak (Sec. IV) Pero no se pueden desconocer las peculiaridades del viaje, que se enmarcaba en una operación de logística militar, que tenía como punto de origen un aeropuerto controlado militarmente y con importantes carencias, (a modo de ejemplo sólo se podía operar en el mismo durante el día, carecían de ayudas en las maniobras de aterrizaje y no podían las aeronaves repostar combustible en el mismo). Aunque se residenciara en los pasajeros una potencial y libre decisión contraria a tomar ese vuelo, no dejaban de encontrarse, aunque fuera en su fase final, en una misión oficial. Una interpretación razonable de la norma del Convenio (art.3) debe llevar a privar de sentido a la expedición del billetaje y a facilitar una información de las limitaciones de responsabilidad a unos pasajeros sometidos a una relación de sujeción especial frente a su empleador que era quien había gestionado, a través de la agencia de la OTAN, el viaje. Aunque la cuestión puede ofrecer un razonable margen de duda la Sala debe concluir que la falta de billetaje no fundaría una responsabilidad ilimitada del transportista. H) El dolo, las causas del accidente y su prueba. VIGÉSIMO QUINTO.- El Protocolo de La Haya de 1955 modificó el Convenio para la unificación de ciertas reglas relativas al transporte aéreo internacional firmado en Varsovia el 12 de octubre de 1929, y lo hizo afectando a quince artículos de este último. En lo que atañe a la responsabilidad del porteador son de significar los siguientes cambios: 1) dobló el límite de la indemnización por daños a los pasajeros establecido en el art. 22 del Convenio, 2) reconoció la posibilidad de adicionar a los mismos las costas y gastos del litigio; 3) estableció una limitación de la responsabilidad de los dependientes del transportista en los supuestos en que se intentara una acción contra ellos por actos realizados en el ejercicio de sus funciones y 4) y acaso la modificación más relevante introdujo un nuevo concepto de dolo: “los límites de responsabilidad previstos en el art. 22 –diría el nuevo art. 25 del Convenio- no se aplicarán si se prueba que el daño es resultado de una acción u omisión del transportista o de 44 10.11.24 Recurso Yak (Sec. IV) sus dependientes, con intención de causar daño, o con temeridad y sabiendo que probablemente causaría daño…” Se introduce aquí un concepto específico de dolo, de manera que ya no es invocable el concepto de dolo nacional y se excluye la falta equivalente al dolo. Es una restricción de dolo intencionadamente querida en el Protocolo como una compensación a la duplicación de la indemnización y que originaría la primera quiebra del sistema al existir países con un gran peso en la industria aeronáutica que no se mostraron conformes con esas restricciones. VIGESIMO SEXTO.- De ese concepto de dolo podemos extraer dos supuestos, por una parte la acción realizada con intención de causar daño, supuesto aquí inaplicable, desde luego la tripulación por graves que fuesen sus errores en el pilotaje, que lo fueron, y aquellas acciones realizadas “con temeridad y sabiendo que probablemente causaría daño.” Es pues el momento de entrar a analizar las causas del siniestro y de la prueba existente. Sobre las causas de siniestro se han aportado en primera instancia tres dictámenes periciales, uno a instancia de la compañía aérea demandada, otro a instancia de los demandantes y otro de Chapman, constando en autos el informe de la Comisión Internacional de Investigación desarrollada conforme al Anexo 13 de la OACI. En ese informe y en su introducción específicamente se hace constar que en la investigación participaron representantes no sólo del país de bandera (Ucrania) y del país del fabricante del avión (Rusia) sino también de España (en nombre de las víctimas), por lo que el resultado de ese informe está dotado de toda la objetividad que resulta de la previsión contenida en un instrumento jurídico internacional como es el Convenio de Chicago. Y de ese informe, a la par que la del investigador J. F., resulta con meridiana claridad que la tripulación incurrió en graves errores en el pilotaje que se manifestaron ya con ocasión del desarrollo de la primera maniobra desistida y que culminaría cuando al abortar esta maniobra terminarían confundiendo el rumbo. La valoración de las pruebas, como luego se razonará, lleva a la conclusión de que en la primera maniobra desistida se incurrió 45 10.11.24 Recurso Yak (Sec. IV) en una cadena de errores cuando se abandonó el patrón de navegación establecido en la ficha de aproximación instrumental para completar la aproximación en visual, iniciando el viraje hacia inbound a 7,5 millas náuticas, llegándose a ubicar, al acotarse el tramo de outbound la altura era 1000 pies encima de la altura establecida en el procedimiento de aproximación instrumental, que era de 2.400 pies a 5 millas náuticas, ubicándose de manera inadecuada en atención a la altura y distancia, así como desviado a la izquierda de la ruta de inbound misma en aproximadamente ½ milla para tratar de alinearse con el eje de la pista, llegando a saltar la alarma GPWS en el modo de ratio de descenso, no iniciándose en ese momento el procedimiento de aproximación frustrado y continuó descendiendo, maniobra que no se frustraría hasta estar a la altura de 584 pies. Esta aproximación frustrada no fue sólo una maniobra de una pésima calidad técnica sino que denotó una notable precipitación y ansiedad de la tripulación. Maniobra que iba a ser la antesala del posterior error de navegación que conduciría al accidente. Es a partir de ese momento en el que se incurren en los errores más graves e importantes en la navegación, al mantener una velocidad excesiva generando altos radios de viraje incumpliendo los parámetros de las cartas de navegación para el procedimiento Vor-DME 2 al aeropuerto de Trabzon, cuando al llegar sobre el VORTBN, con altura de 6000 pies, debiendo realizar un viraje a rercubo 090 grados según detallan las instrucciones consignadas en el procedimiento de aproximación frustrado en la carta de navegación, con el piloto automático desconectado y manteniendo una velocidad excesiva, seleccionaron un rumbo a 190 grados introduciéndose, con pérdida absoluta de la conciencia situacional, en una zona inadecuada para la navegación a una altura incorrecta, bajo la creencia de estar en el patrón de navegación, perdiendo las señales de navegación, no procediendo al ascenso inmediato que esa circunstancia le obligaba, llegando incluso a activarse por segunda vez la alarma GPWS, ahora de forma continua, creyendo la tripulación estar todavía en el patrón de navegación, no iniciando las acciones que están estandarizadas ante aquélla señal (estabilización de las alas, elevación del morro en 20 grados y máxima potencia a los motores), y sólo en el último momento hay una 46 10.11.24 Recurso Yak (Sec. IV) reacción tardía y mínima que no impide el accidente controlado contra tierra (CFIT). A estas conclusiones se llegan tras analizar la prueba practicada en los términos que se detallará a continuación. VIGÉSIMO SÉPTIMO. montañesa, a navegación. velocidad La cuestión nuclear del proceso es determinar la razón por la que la tripulación tomó un curso tan inadecuado dirigiéndose hacia la zona sur del aeropuerto, zona y altura contrarias a las cartas de En esta cuestión la que esencialmente se afronta en el recurso de la compañía aérea ( que aprecia responsabilidad en el controlador y en las deficiencias del aeropuerto) y por Chapman a cuyo entender el Juzgado ha procedido a una indebida inversión de la carga de la prueba. En la sentencia de instancia, aunque se ha utilizado el término presunción de culpa (final del fundamento sexto), lo que en realidad se hace es exponer unas conclusiones valorativas de la prueba asentadas sobre el profuso material probatorio aportado al proceso, que ha desmenuzado con detalle y sobre el hecho de que no funcionara el CVR (grabador de voz en cabina), circunstancia sólo imputable a la compañía aérea y que, aun sin relación causal con el siniestro, es lo que ha terminado privando de una información valiosísima sobre la razón que pudo llevar a la tripulación a errar el rumbo y dirigirse hacia la zona sur del aeropuerto. Chapman está confundiendo lo que es la distribución de la carga de la prueba (art.217 Lec) con la prueba de presunciones. Las reglas distributivas de la prueba operan como mecanismo de satisfacción del interés de la parte sobre la que se hace recaer esa carga: si no se prueba alguno de los extremos afirmados por una de las partes, tal falta de prueba se volverá en su contra, no como sanción, sino como consecuencia del resultado negativo de la prueba. El deber de fallar en todo caso, aunque no haya logrado formar una convicción definitiva sobre los hechos alegados por las partes, conduce a que la duda que pueda albergar el órgano jurisdiccional sobre alguno de ellos se convierta en perjuicio para la parte que no logró probarlo. Al señalarse a quien va a perjudicar el carácter dudoso de un hecho, se crea la carga de la 47 10.11.24 Recurso Yak (Sec. IV) prueba a la parte a quien pudiera perjudicar. Razón por la que Lec. 2000 desplazó la regulación de la carga de la prueba de las normas de la prueba a las que regulan los requisitos internos de la sentencia. Por contra la prueba de presunciones es un instrumento o técnica procesal que permite al Tribunal alcanzar una determinada convicción sobre el factum controvertido, lo que no tiene nada que ver con la inversión de la carga de la prueba del dolo. La presunción se encuentra a medio camino entre los medios de prueba y su valoración, acudiendo al mismo cuando se carecen de pruebas directas, pero no se está acudiendo a la prueba de presunciones si se ha llegado a una convicción por la valoración de prueba. Y en rigor en la sentencia de instancia, aunque se exprese en términos de presunción de culpa grave, ni siquiera está utilizando ese medio indirecto para conformar su convicción, la que, rectamente entendida extrae del profuso material probatorio, que es el que le lleva a concluir que existió un fallo humano y que las maniobras de aterrizaje fueron gravemente negligentes. No hay pues una vulneración de las reglas de distribución de la carga de la prueba. VIGÉSIMO OCTAVO. Ciertamente la función de las Comisiones prevenidas el anexo 13 del Convenio de Chicago no es determinar responsabilidades en el siniestro. Su función es preventiva, esto es evitar que en el futuro se vuelvan a reproducir siniestros similares, adoptando las medidas o protocolos necesarios para evitar la reiteración de los siniestros. Es una muestra más de la “cultura de la seguridad” que rige el mundo aeronáutico. Pero por muy mucho que esa sea la finalidad es evidente que no se puede cumplir la misma de no identificar las causas que provocaron el siniestro: sólo así se pueden sentar pautas seguras y adecuadas praxis profesionales para el futuro. Dicho de otra manera, si la Comisión quiere cumplir eficazmente su función preventiva tiene que lograr determinar la causalidad física del siniestro. Lo que le quedaría vedado sería la determinación de la causalidad jurídica. Pero esa causalidad física es de una importancia esencial para la determinación de los criterios de imputación de la responsabilidad. 48 10.11.24 Recurso Yak (Sec. IV) Y esa Comisión está rodeada de importantes garantías en su constitución y funcionamiento, con participación de representantes de los países implicados en el siniestro, en unos términos que dotan a sus conclusiones de una alta objetividad. Y de este informe es de destacar, en cuanto a la determinación de las causas del siniestro, los siguientes datos relevantes: a) que la información paramétrica relativa al accidente se obtuvo a partir de la descodificación y análisis del grabador de datos de vuelo, MSRP-64 (FDR), y que la calidad de la información recuperada resultó, en general, satisfactoria. b) con relación al primer intento de aterrizaje frustrada y su relación con el siniestro final, se asienta en el informe, que “aunque la carta de aproximación publicada no permitía efectuar una aproximación directa a la RWY 29, la tripulación del UKM 4230 quizá intentara efectuar una aproximación en línea directa para aterrizar aumentando el régimen de descenso de 1000 pies/minuto hasta 3000 pies/minuto. Asimismo la tripulación comunicó 6000 pies cuando cruzaba a 7800 pies, lo que indica una intención por parte de la tripulación de descenso anticipado para alcanzar la altitud de 4300 pies a 10 DME del VOR de Trabzon como aparece en la carta de aproximación, al bajar el tren de aterrizaje y desplegar los flaps la tripulación llevó a cabo los preparativos normales de aterrizaje”. c) Y luego la Comisión engarza ese aterrizaje frustrado con el siniestro: “la tripulación se dispuso a ejecutar el plan previsto, abandonando oubound en el rumbo magnético entre 200-208 grados y aproximándose al radial R090 de VOR TBN con un ángulo de aproximación de unos 90 grados, tren de aterrizaje bajado y flaps a 20 grados; la IAS era de unas 155 nudos. Con ello, de hecho, lo que hizo la tripulación fue atacar la pista más que aproximarse a ella, infringiendo los mínimos de las cartas de aproximación, pues el avión se encontraba muy por encima de la distancia y la altitud establecidas en la carta ( 5 DME 2400 pies). Aproximándose en esas circunstancias con esa configuración del avión y esa velocidad y sin utilizar el piloto automático, la tripulación no pudo establecerse en el radial 090 del VOR TBN según lo previsto y se desvió a la zona sus no segura; la tripulación, para establecerse en el R090, continuó virando a la derecha para alcanzar el rumbo 49 10.11.24 Recurso Yak (Sec. IV) 288º, sin embargo, el avión volaba con una altura superior a los mínimos autorizados (bastante más de 1500 pies) para lograr dicho rumbo, y seguía descendiendo a un régimen de 800 pies por minuto. La tripulación estaba intentando controlar el avión manualmente en una trayectoria de aproximación muy estrecha e intentando establecerse en el radial y el ángulo de planeo sobrecontrolando el avión sobre el rumbo, con un régimen de descenso variable de entre 800 y 2000 pies por minuto, lo que tuvo como resultado una aproximación típicamente inestable. En este punto, en lugar de plantearse la ejecución de una aproximación frustrada, a las 01:07:08 UTC la tripulación siguió desplegando flaps a 45 grados e incrementó el régimen de descenso a unos 2000 pies por minuto, encontrándose el avión a aproximadamente 1,5 NM del umbral de pista. La tripulación siguió descendiendo y, a las 01:07:25 UTC, el GPWS dio la alarma durante tres segundos a una altitud aproximada de 1.500 pies. Haciendo caso omiso de la señal de alarma del GPWS, la tripulación siguió descendiendo por debajo de MDA (Altitud Mínima de Descenso, 1250 pies) porque ya tenían la pista a la vista. Siguieron descendiendo hasta 584 pies. En ese momento la tripulación decidió realizar la aproximación frustrada, al darse cuenta de que eran incapaces de hacer un aterrizaje seguro por la posición en que se encontraba en ese momento el avión respecto de la pista”. d) Al secuenciar los momentos anteriores al siniestro la Comisión aportará unos datos esenciales: d.1. A las 1:11:50, al volar sobre el VOR de TBN, la tripulación, en lugar de virar a la izquierda para hacer una entrada paralela o de gota (“tear drop”) al circuito de espera (Ref.OACI Doc.8168, PANS-OPS, Volumen II Capítulo 1), continuó anormalmente volando según el VOR de Trabzon hacia el sector sur no seguro donde se prohibe volar a menos de 11500 pies de altura, con un rumbo magnético que osciló entre 194 y 220 grados con un ángulo de alabeo de 13-14 grados y a La tripulación perdió posición como consecuencia de la falta de coordinación insuficiente CRM y la técnica una altitud de 5960 pies. por completo la conciencia de su la tensión ambiental en la cabina, y y de verificaciones entre ellos, del piloto. 50 10.11.24 Recurso Yak (Sec. IV) A las 01:12:30 UTC la tripulación se dirigió hacia el sur, hacia una zona no autorizada y montañosa, creyendo que estaban volando por el tramo outbound de alejamiento de la carta publicada, inició el descenso de 6.000 pies a 4.300 pies para alcanzar 10 DME del VOR de TBN en R090. Pero no se realizaron suficientes verificaciones cruzadas y seguimiento por la tripulación con los instrumentos del avión, tales como el indicador de situación horizontal, el indicador radio magnético (APK) y la brújula magnética”. d.2. A las 1:13:37 UTC, con arreglo a la grabación del MSRP-64 correspondiente, se perdieron las señales de radio ayuda, lo que indica que con anterioridad habían funcionado correctamente todos los sistemas NAVAID del avión y de tierra. En ese momento el avión ya no podía navegar. Seguía siendo posible determinar la posición del avión en cuanto a dirección de vuelo y distancia utilizando otros equipos disponibles, tales como el ordenador de navegación de vuelo (KLN-90B) y la brújula magnética. Si las posiciones de los instrumentos hubieran sido correctas (radial 090-rumbo 270) en el indicador de situación horizontal (HSI), las agujas de radio y NAVAID y otros instrumentos básicos habrían mostrado la discrepancia en cuanto al establecimiento del radial 090 o el rumbo de 190 grados. Se mantuvo de forma constante un rumbo de 194 a 220 grados mientras el avión volaba sobre el sector sur de Trabzon, donde la altitud mínima de seguridad es de 11,500 pies en un radio de 25 NM. De hecho, después de informar sobre el VOR DE TBN, la tripulación comenzó a descender de 6.000 pies a 4.300 pies, es decir, muy por debajo de la altura de seguridad para el sector sur del aeropuerto. en d.3. A las 01:13:37 UTC, como consecuencia de volar tan bajo un terreno montañoso con valles profundos, las señales de navegación se perdieron. De hecho, en ese momento el avión volaba por un valle a una altitud tal que las montañas a ambos lados del mismo eran más altas que el propio avión. La tripulación no notificó ni reconoció la pérdida de las señales del VOR/NDB de TBN, lo que podía reconocerse fácilmente por la aparición de banderines en los instrumentos con VOR o por las espirales de las agujas del NDB. Sin embargo, no existe ninguna información acerca de la 51 10.11.24 Recurso Yak (Sec. IV) pérdida de las señales de los receptores. Volando con un rumbo magnético de 193 grados, la tripulación creyó que estaban realizando el viraje final para establecerse en el radial 090 10DME de TBN, sin ser conscientes del peligro geográfico al que estaban expuestos en una zona no segura. De aquí resulta en definitiva un grave fallo humano de la tripulación como causa del siniestro porque si los dictámenes periciales han de valorarse conforme a las reglas de la sana crítica la Sala ha de expresar la mayor convicción que genera el del perito Sr. Jiménez Forero, sustancialmente coincidente con la Comisión, aun elaborado con anterioridad el mismo. Frente a estas conclusiones se alzarán los dictámenes aportados por UMAIR y por Chapman. UMAIR se dolerá en su recurso de que en la sentencia de instancia no se haya tomado en consideración el dictamen de su perito. Y la Sala debe compartir esa percepción de la instancia, porque lo que propone su perito responsabilizando a las cartas de navegación y al control de vuelo desde tierra es la versión menos verosímil y plausible. No constan otros accidentes en el aeropuerto, que muy probablemente se tendrían que haber inducido de existir error en las cartas de navegación. Nadie vio en la actuación de los controladores negligencia alguna e incluso la misma fue excluida por el perito de Chapman. En efecto las instrucciones que cursaron a la tripulación para no iniciar la maniobra de precisión que permitía la pista 11, inicialmente prevista, no sólo eran razonables sino exigibles por una buena praxis profesional que la hacían inadecuada dada la intensidad del viento de cola, sin que al remitir a la tripulación a una maniobra de aterrizaje de no precisión en otra pista supusiera nada inadecuado ni peligroso. Queda por último analizar el dictamen del perito Claude G., propuesto por Chapman. VIGÉSIMO NOVENO.- Es de advertir en este sentido que el dictamen aportado al proceso por Chapman, elaborado por el perito D. Claude G., es, más que un informe, un contrainforme. Realizado desde la comodidad procesal de conocer las alegaciones de todas las demás y del resultado de la prueba en el proceso que se anuló. 52 10.11.24 Recurso Yak (Sec. IV) No termina de elaborar, al menos directamente, una hipótesis, sino que se emplea en objetar todas las opiniones que ven una actuación negligente de la tripulación, haciendo cuestión de los análisis realizados por el perito J. F., por la Comisión de Investigación, llegando incluso a cuestionar las consideraciones que en su día alcanzó el Juzgado en la sentencia anulada, no dudando en adentrarse en valoraciones jurídicas, negando responsabilidad de la compañía y arrojando sombras sobre las pruebas de las que resultaría acreditada la temeraria actuación de la tripulación. Si esto lo dejó claro en su informe lo remachó en su exposición en el acto al juicio: nadie puede saber porqué la tripulación erró el rumbo; faltan datos y pruebas (secuencia 1:20, disco 10). No lo sabe él pero tampoco lo pueden saber los demás peritos. Pues bien el mencionado perito centra adecuadamente la cuestión al precisar que los investigadores se deberían preguntar “sobre las razones operativas o técnicas que hubieran podido conducir a lo que parece, en principio, como esencialmente un “error de posicionamiento” o de “dificultad de navegación”, puesto que este avión, contra toda expectativa, se encuentra, sin razón aparente, al estar provisto de medios de radionavegación muy precisos, a 25 km al Sur de la trayectoria Este-Oeste emprendida”. Habrá de ser precisamente en este dictamen donde se encontrarán razones de peso que no harán sino abundar en las conclusiones del perito Sr. J. Forero y los de la misma Comisión. Efectivamente el perito Sr. Claude G. hará una breve descripción sobre la referencia magnética, “ es decir la orientación del avión con respecto a la única dirección del polo magnético terrestre, fue abandonada por los constructores de avión de transporte y sustituida por una referencia geográfica resultado de centrales de inercia, instaladas a bordo, en número de 3, para asegurar una cierta redundancia. Una “brújula” de referencia magnética subsistía a bordo, pero únicamente como último recurso. La cuestión de saber cuál era exactamente la referencia de rumbo efectivamente disponible para la tripulación es fundamental y no parece haber sido abordada”. Para a continuación (punto 39) describir los sistemas de ayudas a la navegación, “VOR de tipo KURS MP 70, que proporcionaban 53 10.11.24 Recurso Yak (Sec. IV) indicaciones de dirección de la baliza VOR de TRABZON, disponibles en dos RMI -2B (Indicador radio magnético), dos HSI (Indicador de Situación Horizontal) y dos Flight Directors, instrumentos capaces de recibir y analizar las señales radioeléctricas de guiado de la baliza VOR”. Lo que le lleva a concluir que este avión estaba equipado con un sistema de navegación particularmente preciso, añadiendo además que “ poseía igualmente ayudas a la aproximación bastante más precisas (en principio) que la recepción de las únicas señales VOR, puesto que estaba provisto de equipos de navegación de base de señales GPS o Global Positioning System ( en concreto, King Bendix KNL 90 b) y de un sistema integrado de navegación (de tipo OHLA.1)”. Pues bien si esto es así, si existían en el avión ayudas a la navegación tan sofisticadas, de ello no resulta sino una mayor gravedad y reprochabilidad en la conducta de la tripulación, que con tanto sistema de ayuda tenía que haber mantenido el vinculo y cuando menos, la conciencia situacional. Y el perito para salvar estos errores de la tripulación encontrará potenciales fallos en todos esos sistemas, reprochando a la Comisión Internacional que no se hubiera investigado sobre los mismos: Hubiera sido juicioso, considera el perito, “cerciorarse de la validez de los datos de la base de datos del equipo King Bendix KNL 90 B y sobre todo, de la exactitud de los datos contenidos en esta base de datos sobre las coordenadas geográficas relativas a las ayudas a la navegación y las aproximaciones específicas al aeropuerto de TRABZON, pudiendo ser un error de posicionamiento introducido por descuido en la base de datos en el momento de su creación el origen de la ruta errónea seguida por la tripulación. A pesar de que la verificación de la “base de datos” era en ese momento posible, la Comisión de investigación, según nuestro conocimiento, no ha efectuado ningún tipo de verificación de este tipo. Esta última era sin embargo indispensable”. Por otro lado, hubiera sido necesario “realizar también una investigación sobre el modo de funcionamiento del sistema integrado de navegación OHLA-1. En efecto, los programas informáticos de base de estos sistemas integrados tienen un programa de selección sistemática de las ayudas a la navegación y eligen, por lo general, 54 10.11.24 Recurso Yak (Sec. IV) conservar la utilización de las señales de radionavegación disponibles al nivel local, procediendo en el orden decreciente de precisión intrínseca (los medios más precisos hacia los medios menos precisos). En este caso, el medio más preciso posible consiste en la utilización de las señales ILS y luego, en segundo rango, las señales de GPS y por último las del VOR, funcionando todos los equipos en esta tarde de forma permanente en el aeródromo de TRABZON”. Pues bien todos estos fallos de esos sistemas, de los que “en principio” estaba dotado el avión, no dejan de ser meras especulaciones que resultan poco verosímiles y que no sirven sino para desvelar la negligencia de la tripulación. El planteamiento del perito es que estando dotado el avión de unos sofisticados mecanismos de ayuda a la navegación, es posible que los mismos fallaran, y esa posibilidad debería haber obligado a la Comisión Oficial a indagar sobre el estado de esos sistemas. Hasta el CVR pudo fallar sin que ese fallo se detectara por causas ajenas a la tripulación. Dejando aparte de a quien correspondía la comprobación previa del correcto funcionamiento de esos sistemas de ayuda a la navegación, que aun no explicitada con claridad tenía que corresponder a la compañía aérea o a sus dependientes, aparte de resultar poco creíble tal cadena de fallos, chocará con la realidad de la existencia del “último recurso” de ayuda a la navegación, el compás magnético o brújula que al perito no le quedo más remedio que reconocer que muy probablemente la tripulación la tuviera a su disposición (disco 9, secuencia 1.14:36), y que además ese sistema de ayuda tenía una exteriorización clara en el cuadro de control, con lo que es palmario que sólo la extrema desatención de la tripulación, fuera debida a su agotamiento o no, y desde luego una pésima gestión de los recursos de cabina, explica que pudieran tomar rumbo a la zona sur del aeropuerto, completamente prohibido en las cartas de navegación por su peligrosidad: si lo que se pretende saber es el porqué de esa desorientación espacial de la tripulación aquí está la respuesta, en la falta de cuidado y atención sobre los sistemas de ayuda a la navegación por parte de la tripulación. En definitiva el fallo humano que la sentencia de primera instancia declara probado tras analizar la prueba y que 55 10.11.24 Recurso Yak (Sec. IV) permite concluir un comportamiento verdaderamente temerario; en definitiva concurrente el estricto dolo prevenido en el sistema “Varsovia-La Haya”. que TRIGÉSIMO.- Si en algo hay que dar la razón al perito J. F. es la investigación de un siniestro aéreo proporciona una radiografía fiel de las políticas de seguridad de una compañía aérea. Y ya no ese dictamen sino el informe de la Comisión desvelará unas carencias muy graves en la política de seguridad de la compañía aérea en términos tales que puede afirmarse con razonable seguridad que los gravísimos errores en los que incurrió la tripulación con ocasión del fallido aterrizaje no fueron sino fruto de esa política o, por mejor decir de la falta de política de seguridad aérea de la compañía. Esta política, en un sector profunda y complejamente tecnificado, exige una estructuración orgánica especialmente eficiente y ágil en orden a conseguir la seguridad de tripulaciones y pasajeros. Pues bien el informe de la Comisión resalta la iniciativa en materia de seguridad de UMAIR después del accidente, y una lectura detallada del mismo desvelará un cambio radical en la política de seguridad que pasó por la creación de una compleja estructura orgánica encaminada al seguimiento de los acontecimientos relacionados con el funcionamiento, la mecánica y la seguridad de las personas, que presenten tendencias adversas, con objeto de evitar que se produzcan incidentes similares que pudieran dar lugar a accidentes de aviación. La prevención de los accidentes de aviación debe ser prioritaria en todas las secciones y departamentos de la compañía. Y en este sentido se crea la figura del asesor de prevención de accidentes y del Comité de Seguridad aérea, estableciéndose un sistema de informes internos sobre seguridad aérea, a presentar por la tripulación del vuelo, la determinación de protocolos para la difusión de la información sobre seguridad de vuelo, creación de una revista interna de seguridad, el cambio en los procedimientos y normas operativas de la compañía, etc. Y en sus recomendaciones todo ha de girar sobre una idea recurrente, “formación”. Formación en gestión de recursos de cabina, en accidente en la aproximación y el aterrizaje y en entrenamiento orientado al vuelo en línea. 56 10.11.24 Recurso Yak (Sec. IV) Pues bien si pese a estas mejoras la compañía aérea fue incluida en el año 2007 en la lista negra de compañías que por su falta de seguridad no podían operar en el espacio aéreo de la Unión Europea, fácil será concluir que no cumplía las normas de seguridad aérea exigidas en la normativa internacional. Y dos circunstancias desvelan esta circunstancia, al tiempo del siniestro, por una parte el fallo del sistema de grabación de voz (CVR) y por otro la falta de incorporación a la aeronave del sistema mejorado de detección de aproximación a tierra (EGPWS). Como destaca la sentencia de instancia el fallo del primer sistema (CVR)no guarda relación de causalidad con el siniestro. Pero sí con la prueba del mismo por cuanto priva a los investigadores de una información factual esencialísima en orden a la concreción de las causas del siniestro, y en concreto en el supuesto de autos porqué la tripulación tomó un rumbo tan inadecuado, peligroso y prohibido en las cartas de navegación, algo que destacó el propio perito de la recurrente Chapman, para quien precisamente esa falta de información ha impedido dar certeza a las posibles hipótesis del siniestro. Y guarda relación también con la Seguridad en el ámbito aeronáutico, pues es elemento imprescindible para evitar futuros siniestros. Ese sistema no funcionó durante los 45 días anteriores al siniestro. Y al respecto habrá una opinión, compartida por la Comisión y por el perito J. F. que resultaba inadmisible que la tripulación no detectara el fallo, pues debe revisarse, cada dos días según refiere la Comisión, el funcionamiento del sistema – técnicamente denominada revisión en “V”-, sin perjuicio de una revisión general del CVR cada 600 horas de vuelo. Para el perito Claude G. por el contrario existe la posibilidad potencial de que esas revisiones tipo “V” no revelaran la anomalía de su funcionamiento, reprochando a la Comisión que no se realizaran investigaciones con el fin de determinar las razones por las cuales los controles “V” Checks no han relevado anomalía alguna CVR. En su declaración este perito completó su explicación sobre este potencial error en los términos expuestos en el recurso de Chapman en el que, en esencia se asocia la puesta en marcha del CVR 57 10.11.24 Recurso Yak (Sec. IV) a la activación de los motores, lo que se reflejaría en un relé eléctrico que pone el magnetófono en marcha, aunque esto último ya nadie lo comprueba (sic). Esta explicación, aparte de no coincidir con la que da la Comisión sobre la forma de esas comprobaciones, no es a criterio de la Sala plausible ni convincente, y ella misma pone en duda la falta de reprochabilidad en la comprobación de funcionamiento del sistema, desde su finalidad, ahorrar material, hasta la razón por la que no se termina comprobando su funcionamiento. En definitiva que no termina de ser convincente esa explicación que se enmarca o es reiterativa de todo el planteamiento de ese perito, a saber que todos los mecanismos de ayuda a la navegación pudieron fallar y como estos también el mecanismo que ponía en marcha el CVR. Y porque a la Sala ya en fin no le resulta asumible que no sea responsabilidad de la compañía aérea el que, durante 45 días y 17 viajes, la aeronave volara con el CVR estropeado. Eso sólo es explicable si faltan sistemas de control y de seguridad: si por ahorrar material no se hace una comprobación física y material de la grabación es palmario que elementales criterios profesionales exigirían otras comprobaciones que aseguraran la efectividad del sistema. No sin razón el informe de la Comisión resalta que se ha trasmitido a UMAIR la recomendación de garantizar que el mantenimiento obligatorio de las líneas, los chequeos y controles a la tripulación previos a los vuelos y las revisiones generales satisfagan adecuadamente los requisitos de la compañía y de los manuales de vuelo. Y el segundo referente de la omisión de sistemas de seguridad es la ausencia del EGPWS o sistema mejorado de alarma de proximidad al terreno. Es verdad que la sentencia de instancia no le otorga trascendencia. Pero a criterio de la Sala no es cuestión a analizar tanto la potencial eficacia de ese sistema preventivo, sino del hecho de que la OACI lo haya incluido en el anexo 6 del convenio de Chicago (norma 6.15.6, vigente a partir de 1 de enero de 2003), anexo que era vinculante contractualmente para Chapman, (aun para el supuesto de que el vuelo fuera militar). 58 10.11.24 Recurso Yak (Sec. IV) Si la OACI estableció ese sistema como obligatorio no es razonable entrar ahora a cuestionar la eficacia del mecanismo: en definitiva se habría infringido una medida de seguridad contraria a una buena praxis profesional. Y aquí sí, a diferencia del CVR, con una potencial influencia en la relación de causalidad. Y recordar que un Convenio, como es el de Chicago, salvo que se hayan realizado reservas autorizadas, vincula directamente a los Estados, de manera que estos no necesitan realizar una transposición a sus Derechos internos para que sean vinculantes. Las consecuencias de la ausencia de ese medio técnico mejorado son, causalmente, de una relevancia extraordinaria, pues si el tiempo de reacción de la tripulación con el anterior sistema, que era el instalado, fue de entre 5 y 8 segundos, con el EGPWS hubiera podido elevarse relevantemente (de 30 a 60 segundos según el perito J. F.). Tiempo con el que potencialmente la tripulación hubiera reaccionado actuando los parámetros profesional y técnicamente protocolizados para evitar una colisión con tierra. Todo este conjunto de datos no deja de desvelar la ausencia de una política de seguridad de la Compañía aérea eficaz y ajustada a la normativa internacional. Hay responsabilidad por dolo, no sólo por los actos de sus empleados, sino propia de la compañía aérea que realizó el transporte y la intermediaria que asumió la obligación contractual parificándose a la posición de aquélla. En definitiva la compañía aérea no sólo incumplió su deuda de seguridad con los pasajeros sino que incurrió en el estricto dolo que previene el sistema Varsovia/La Haya, por lo que ya no puede buscar cobijo en los límites de responsabilidad que se establecen en el mismo. TRIGÉSIMO PRIMERO. Ya en fin, determinada esa responsabilidad, la Sala considera inaceptable la línea argumental de los recurrentes que entienden que los militares deben soportar el daño como algo insito en su profesión. Que un militar asuma riesgos relativos a su integridad física no significa que tenga que soportar daños personales que no traigan causa de su profesión sino de la negligencia, temeridad o, como es el caso, dolo de terceros que precisamente han contratado con su empleador la prestación de servicios auxiliares: no es un daño que 59 10.11.24 Recurso Yak (Sec. IV) jurídicamente, en razón al peligro insito en su profesión, estén obligados a soportar ni el tercero está exonerado de la imputación y del deber de resarcir. La jurisprudencia contenciosa se ha enfrentado lógicamente con más asiduidad a esta cuestión, y se ha pronunciado en el sentido de que el servidor público asume el riesgo por el funcionamiento normal, pero no en el supuesto de funcionamiento anormal, razonando en este sentido la sentencia de la Sala Tercera del T.S. de 23 de abril de 2008 que “la cuestión a resolver ha de partir de la normalidad o deficiencia en la prestación del servicio y de si, en este último supuesto, tal deficiencia es o no imputable al funcionario o servidor público. Así lo hemos declarado en sentencia de 1 de febrero de 2.003 y reiteramos en la de 14 de octubre de 2.004. Como en ellas decimos, en el supuesto de funcionamiento normal el servidor público asume voluntariamente un riesgo que, de acuerdo con la Ley, tiene el deber jurídico de soportar, por lo que el daño no sería antijurídico y la Administración no vendría obligada a indemnizarle por el concepto de responsabilidad patrimonial, sino con las prestaciones previstas expresamente en el ordenamiento jurídico aplicable a su relación estatutaria, siendo éste el criterio mantenido en la sentencia de esta Sala de 10 de abril de 2000, aunque la doctrina expuesta no tuviese reflejo por razones procesales en su parte dispositiva. Por el contrario, y en caso de funcionamiento anormal del servicio público, se debe discernir si la deficiencia o normalidad es consecuencia exclusivamente de la propia actuación del servidor o funcionario público, en cuyo caso su misma conducta sería la única causante del daño o perjuicio sufrido, con lo que faltaría el requisito del nexo causal, requerido por el apartado 1 del artículo 139 de la mencionada Ley de Régimen Jurídico de las Administraciones Públicas y del Procedimiento Administrativo Común para que nazca la responsabilidad patrimonial de la Administración, o si la deficiencia o anormalidad del servicio obedece a otros agentes, con o sin la concurrencia de la conducta del propio perjudicado. En el caso de que ninguna participación hubiese tenido el funcionario o servidor público perjudicado en el resultado 60 10.11.24 Recurso Yak (Sec. IV) producido, debe ser cabalmente resarcido e indemnizado por la Administración Pública de los daños y perjuicios que se le hubieses irrogado hasta alcanzar su plena indemnidad, salvo que hubiese cooperado en el funcionamiento anormal del servicio, en cuyo caso la indemnización habrá de moderarse en atención a su grado de participación”. Por tanto ni aunque se considere militar el vuelo los terceros por cuya negligencia se causaron daños personales a los militares estarían exentos de su obligación de resarcir el daño causado. I) Indemnizaciones TRIGESIMO SEGUNDO.En sede de indemnizaciones tanto UMAIR como Chapman impugnarán la sentencia con motivación parcialmente similar. Para la compañía aérea por cuanto percibidos los 75.000 dólares americanos adelantados por el Ministerio de Defensa, los demandantes quedaron privados de legitimación activa para reclamar ese importe cuyo equivalente en euros ya cobraron. Para Chapman por cuanto si en la instancia se ha utilizado el baremo del automóvil como criterio orientativo, si luego se razona en la sentencia que las cuantías de esos baremos por daños morales era inferior a las cuantías ya percibidas por las percepciones económicas que los demandantes han percibido, la lógica conclusión, sería que ya no les correspondería resarcimiento alguno. El crédito estaría extinguido. Por su parte UMAIR defenderá la aplicación orientativa del baremo de indemnizaciones por daños personales causados con ocasión del uso y circulación de vehículos a motor. Aparte de desconocer el alcance que puede tener la aplicación orientativa del baremo del automóvil, habiendo recurrido una de las familias las cuantías que se le han reconocido, procede afrontar la problemática jurídica del daño moral. TRIGÉSIMO TERCERO.- El problema del daño moral fue afrontado por los Tribunales de una manera dispersa. No podía ser de otro modo pues históricamente no existía un concepto normativo (art. 1106 C. Civil) del daño: éste se representaba normalmente como una 61 10.11.24 Recurso Yak (Sec. IV) realidad que, salvo el daño moral, era apreciable y valorable pericialmente. Para ciertos daños morales el uso forense fue creando mecanismos con los que paliar este problema. Es así conocida cómo se fueron fijando indemnización por cada día de la lesión incapacitante con las que se resarcía de una manera globalizada y unitaria el daño moral y el perjuicio económico. Esas cifras normalizadas, que variaban a veces significativamente de unas zonas del país de otras, podían conllevar un grado de injusticia en cada caso por cuanto podían resarcir en más o en menos un daño no sólo moral sino también material. Pero aportaron un plus de seguridad jurídica extraordinario al ofrecer a los operadores jurídicos unos referentes claros con los que afrontar estos conflictos, normalmente derivados del uso y circulación de vehículos a motor. Mas la estandarización o normalización de indemnizaciones se agotó en ese concepto de lesión incapacitante, que se pudo construir por la masiva reiteración del conflicto. Nunca se logró una normalización judicial de las indemnizaciones por secuelas ni por muerte. TRIGÉSIMO CUARTO.- Con carácter no vinculante la orden Ministerial de 5 de marzo de 2001 iniciaría un proceso de configuración normativa del daño, en particular es causado por lesiones invalidantes, secuelas y muerte, incluido el daño moral. Se inició aquí una polémica doctrinal y, sobre todo, jurisprudencial sobre, pese a su carácter no vinculante, su aplicación orientativa, polémica que se agravó cuando la Ley 30/1995, de 8 de noviembre, de ordenación y supervisión de los seguros privados introdujo, para el específico ámbito de daños personales, causados en el ámbito de la circulación de vehículos de motor, un sistema baremado vinculante. Vinculación que recordó el Tribunal Constitucional en Sentencia de 29 de junio de 2000. El problema que es el que ahora nos interesa, es si ese baremo puede aplicarse a otros ámbitos distintos que el sectorial para el que lo ha disciplinado. Es de reseñar en este sentido, por su contundencia, la sentencia de 20 de julio de 2003 de la Sala Civil, en la que se razona que “ya la sentencia de 26 de marzo de 1997, citada 62 10.11.24 Recurso Yak (Sec. IV) expresamente en el motivo, mostró grandes reticencias hacia dicho sistema, que se reiteraron en la de 24 de mayo del mismo año (recurso nº 2023/93); en cuanto a la posible aplicación de baremos en otros ámbitos de responsabilidad civil distintos de los accidentes de circulación, la sentencia de 26 de febrero de 1998 (recurso nº 86/96) rechazó la vinculación a los límites máximos establecidos por el R.D. Ley 9/93 en un caso de contagio por transfusiones de sangre, y la de 6 de Noviembre de 2002 (recurso nº 1021/97)ha rechazado la aplicabilidad de la orden Ministerial de 5 de marzo de 1991, antecesora del vigente sistema, a efectos de limitar las indemnizaciones por fallecimiento de un trabajador por culpa de la empresa al encargarle una tarea peligrosa o ajena a su trabajo habitual. En cuanto a la doctrina del Tribunal Constitucional, su sentencia de 29 de junio de 2000 (nº 181/2000), que resolvió las diversas cuestiones de inconstitucionalidad planteadas en relación con el sistema de valoración introducida por la D.A. 8ª de la Ley 30/95, declaró ciertamente el carácter vinculante del sistema, pero única y exclusivamente en su ámbito propio de la circulación de vehículos de motor (F.J. 4º, párrafo último). Tan esto es así que ante un supuesto en el que el Tribunal de instancia había utilizado el baremo para la valoración de las secuelas como herramienta “útil y adecuada”, casará la sentencia “porque si bien es cierto que el tribunal sentenciador se refiere a “la utilización de los parámetros establecidos en la Ley de 8 de noviembre de 1995” solamente como “útil y adecuada” para la valoración de las secuelas, de suerte que razonablemente podría pensarse que descarta su carácter vinculante, como por demás resulta con claridad de la cantidad fijada para indemnizar la incapacidad temporal, no es menos cierto que el acudir en parte a dicho sistema, normativamente configurado para un específico sector de la responsabilidad civil dotado de peculiaridades tan propias como ajenas al caso enjuiciado, inevitablemente suponía un constreñimiento del tribunal a limitar cuantitativos legalmente establecidos para un grupo de supuestos de hecho homogéneos entre sí pero heterogéneos en relación con el enjuiciado por la sentencia impugnada. En definitiva, al considerar “útil y adecuada la utilización de los parámetros” del sistema establecido para los 63 10.11.24 Recurso Yak (Sec. IV) accidentes de circulación, el tribunal acabó introduciendo en perjuicio de la actora-recurrente unos límites cuantitativos que la ley no quiere para casos de responsabilidad civil ajenos a ese ámbito concreto, incurriendo así en la infracción de normas y jurisprudencia denunciada en el motivo”. La misma postura se mantendrá en la Sentencia de 2 de marzo de 2006 en la que se razonaba que “tales baremos han sido configurados para un específico sector de la responsabilidad civil dotado de peculiaridades tan propias como ajenas al caso enjuiciado (Sentencia de 20 de junio de 2003) después de las reticencias que las Sentencias de 26 de marzo de 1997 y 24 de mayo de 1997 mostraran en cuanto a la posible aplicación de los baremos en otros ámbitos de responsabilidad civil distintos de los accidentes de circulación y de que la Sentencia de 26 de febrero de 1998 rechazara la vinculación a los límites máximos establecidos por el RD Ley 9/93 y la de 6 de noviembre de 2002 rehusará la aplicabilidad de la Om de 5 de marzo de 1991, antecesora del vigente sistema, a efectos de limitar las indemnizaciones por fallecimiento de un trabajador, en tanto que la Sentencia del Tribunal Constitucional de 29 de junio de 2000, 181/2000 declaró el carácter vinculante del sistema, pero única y exclusivamente en el ámbito propio de la circulación de vehículos de motor. Doctrina, pues, que rehúsa la aplicación del baremo fuera de los casos de circulación de vehículos de motor, como revelan las posteriores sentencias, como la de 22 de julio de 2004 t que, en consecuencia, impiden que quepa aceptar el motivo en cuanto postula la aplicación en este supuesto de los baremos indicados”. Pero postura mucho más dubitativa se contendrá en la sentencia de 10 de febrero de 2006 en la que, si bien se rechaza una aplicación analógica de los baremos, se aconseja su aplicación orientativa sobre la base de la necesaria igualdad en la compensación dineraria del daño moral. Razonará así la mencionada sentencia: “En consecuencia, no puede considerarse que la falta de establecimiento de un sistema tasado de valoración, por más que puede estimarse conveniente su introducción por vía legislativa indeterminados sectores de la actividad social o económica (como esta Sala ha insinuado recientemente, por ejemplo), respecto de la responsabilidad médica: STC de 21 de diciembre de 2005), constituye 64 10.11.24 Recurso Yak (Sec. IV) una laguna legal que por sí determine la necesidad de aplicación analógica de los sistemas de valoración sujeta a tasación, sin perjuicio de que la obligación de realizar la determinación con arreglo a la verdadera trascendencia del daño y con sujeción a los principios de indemnidad y de proscripción de la arbitrariedad aconseja tener en cuenta de manera relativa y en función de las circunstancias en cada caso concurrentes los criterios tenidos en cuenta por el legislador al fijar los baremos de tasación relacionados con hechos o de características similares”. Esta Audiencia ha rechazado esa aplicación orientativa y se ha alineado con aquéllas sentencias del Tribunal Supremo que han mantenido una postura contraria a la aplicación de los baremos fuera de los siniestros causados con ocasión del uso de vehículos a motor. TRIGÉSIMO QUINTO.Porque aparte de lo poco útil que es invocar los baremos con carácter orientativo, sin más especificación, además con carácter relativo y sin olvidar la trascendencia del daño concreto y con sujeción a los principios de indemnidad, resulta escasamente útil tal aplicación orientativa de unos baremos que es imposible que orienten en orden a la fijación del resarcimiento del daño moral cuando los parámetros utilizados por el legislador en el baremo no identifican ni concretan la cuantía dineraria por el daño moral sino que lo mezclan con cualquier daño patrimonial soportado por el perjudicado. Además ese referente que constituyen los baremos guardan relación, en definitiva, con un sistema de aseguramiento obligatorio de la responsabilidad que puede surgir con ocasión del uso de vehículos a motor. Y toda técnica de seguro necesita cálculos actuariales en base a los que, atendiendo a la siniestralidad y su repercusión económica, calcular las primas que hagan soportable económicamente el sistema. de Estas ideas se expresaban en la sentencia de la Sección Quinta esta A.P. de fecha 19/12/2001: “La Ley 30/1995, de 8 de noviembre de Ordenación del Seguro Privado dio nueva Texto Refundido de la Ley de Uso y Circulación de Motor, aprobada por Decreto de 21 de marzo de 1968 como una de sus novedades más importantes la de 65 redacción al Vehículos de introduciendo sustituir el 10.11.24 Recurso Yak (Sec. IV) sistema de libre valoración de los daños y perjuicios por otro tasado, baremado. El sistema tenía su justificación, por una parte, en la socialización del riesgo derivado del uso y circulación de vehículos a motor y el subsiguiente sistema de aseguramiento obligatorio, y por otra en la necesidad, por razones de seguridad jurídica, de normalizar o estandarizar las indemnizaciones de aquellos perjuicios que no tienen una traducción económica, carecen de un parámetro monetario en el mercado, por ser bienes que ni están ni pueden estar en el mismo. Señaladamente el daño moral, referenciado esencialmente, aunque no en exclusiva, en el daño físico, persona, en el dolor derivado de unas lesiones, secuelas o muerte. Pero la mencionada Ley no se limitó a estandarizar las indemnizaciones correspondientes a ese perjuicio sino que quiso ser omnicomprensivo de todos los daños causados a las personas: comprendiendo el “valor de la pérdida sufrida y de la ganancia que hayan dejado de obtener, previstos, previsibles o que conocidamente se deriven del medio generador, incluyendo los daños morales”, los que “se cuantificarán en todo caso con arreglo a los criterios y dentro de los límites indemnizatorios fijados en el anexo de la presente Ley”. Es decir que el legislador no se limitó a normalizar las indemnizaciones de los perjuicios que no tienen un valor de mercado sino que quiso comprender todos los perjuicios derivados de la lesión, señaladamente el lucro cesante (ganancia que haya dejado de obtener), que sí eran evaluables económicamente. Y lo que es más relevante: le ponía límites a esas indemnizaciones. Y aunque quisiera contemplar supuestos diversos, introduciendo factores de corrección, con los que atender las desiguales situaciones de los distintos perjudicados, terminaba limitando la indemnización, con lo que se podía producir una afección del principio de la íntegra indemnidad del perjudicado”. TRIGÉSIMO SEXTO.Aquí no se trata de secuelas permanentes sino de muerte, pero el problema es el mismo: si a la imprecisa invocación de la aplicación orientativa relativa que resalta alguna jurisprudencia le añadimos la indiferenciada y unitaria 66 10.11.24 Recurso Yak (Sec. IV) indemnización que el baremo atribuye a la relativa a la muerte, no puede servir para orientar un resarcimiento para un supuesto en el que el daño patrimonial sea identificable y cuantificable, necesariamente resarcido en su integridad (arts. 1101 C. Civil y para la responsabilidad contractual 1902 C. Civil para la extracontractual). En efecto en el anexo del Real Decreto Legislativo 8/2004 de 29 de octubre, por el que se aprueba el texto refundido de la Ley sobre responsabilidad civil y seguro en la circulación de vehículos a motor, se explicará, en su segundo apartado que respecto a las indemnizaciones por muerte (tablas I y II) que “comprende la cuantificación de los daños morales, de los patrimoniales básicos…”, perjuicios patrimoniales que no identifica, para luego incluir en la tabla II referentes para el cálculo de los perjuicios económicos en los que se tiene en cuenta los ingresos anuales de la víctima. Como es inexcusable prescindir de estos, pues siendo daños patrimoniales están sujetos a su íntegra reparación y no ser un mero factor de corrección, y no se sabe cuál es el valor que el legislador atribuye aisladamente al daño moral por la muerte de una persona, si además la inidentificable cifra dineraria no deja de guardar una relación con las primas del seguro obligatorio, bien se comprenderá que el baremo, en este sentido, mal puede orientar un orden a fijar el resarcimiento del sufrimiento personal de los familiares más allegados a quienes fallecieron en el accidente. En este sentido hemos advertido que la aplicación de los baremos ha llevado a sustituir la incertidumbre existente en sede indemnizatoria, sobre todo del daño moral: si antes la indemnización quedaba sometida al subjetivismo del órgano jurisdiccional ahora está predeterminada por la norma, pero ésta no identifica lo que indemniza. Se sabe la recibirá pero no se sabe muy bien porqué. indemnización que se Por tanto la sentencia de instancia no ha incurrido en contradicción ni en falta de motivación ni ha infringido norma alguna. Recordar que el T.Constitucional permitió la superación de los baremos en casos de culpa relevante, que además el mismo no se aplica si hay dolo y que la sentencia de instancia lo primero que dice es que no aplica el baremo sino que sólo lo va a usar como 67 10.11.24 Recurso Yak (Sec. IV) “pauta”, esto es como un referente o material jurídico más a manejar en orden al siempre complejo problema de cuantificar dinerariamente el resarcimiento del daño moral. Si además, como se ha razonado, el baremo no identifica ni aisla el daño moral en sus compensaciones, no se acierta a comprender en qué medida se ha podido incurrir en incongruencia alguna. Porque si por alguna razón hay que poner en valor las consideraciones de la sentencia de instancia es porque centra adecuadamente la cuestión en cuanto se endereza a buscar el daño moral como referente indemnizatorio, tras un análisis jurisprudencial del mismo. TRIGÉSIMO SÉPTIMO.- Sentado lo anterior la Sala afrontará en primer lugar un razonamiento que impugna el recurso de Chapman, a saber que como consecuencia de las indemnizaciones que han percibido los familiares de los militares con las que se le reconocen en la sentencia se produciría un enriquecimiento injusto, rigiendo aquí el principio “compensatio lucri cum damno” del que resulta que el perjudicado no puede recibir más que el equivalente al daño efectivamente sufrido. La recurrente incurre en el error de comparar referentes heterogéneos, a saber, la naturaleza del daño, aquí el daño moral de la pérdida de un padre o del cónyuge, que es la que sustancialmente se ha reconocido en la instancia (se ha desestimado el lucro cesante) con el pretendido resarcimiento, que sólo se puede realizar, en términos relativos, económicamente. Con lo que resulta, jurídica y humanamente, inasumible que se pueda afirmar que alguien puede resultar enriquecido con el resarcimiento económico que ha podido recibir para compensarle moralmente por la muerte de un padre o un marido. Una cosa es que no exista otra forma de resarcir el daño moral que la indemnización económica y que en la misma deba encontrarse una proporcionalidad y ponderación y otra afirmar que con la misma, que compensa la pérdida de un padre, cónyuge o hijo, enriquecimiento injusto. se pueda terminar TRIGÉSIMO OCTAVO J) La compatibilidad de indemnizaciones 68 generando un 10.11.24 Recurso Yak (Sec. IV) J.1.La compatibilidad en la jurisprudencia contenciosa. La jurisprudencia contenciosa viene manteniendo el criterio de la compatibilidad de la indemnización reconocida en concepto de responsabilidad patrimonial de la Administración con los que se perciben con causa en los mismos hechos, siquiera la responsabilidad patrimonial opera de forma complementaria de las cuantías que se hagan percibido, se repite, con causa en los mismos hechos. En este sentido sentencias de 22 de diciembre de 2009 y la de 17 de junio de 2008, razonando en este sentido esta última sentencia “que el recurrente lleva a cabo, además, una amplia cita de la jurisprudencia de esta Sala, tendente a apoyar sus afirmaciones de que la indemnización debe cubrir la integridad del daño sufrido y que las indemnizaciones por responsabilidad patrimonial de la Administración con las pensiones extraordinarias de clases pasivas son compatibles. Ambas afirmaciones son, en principio, correctas. Ahora bien, no hay que perder de vista que la mencionada compatibilidad de las pensiones extraordinarias de clases pasivas con las indemnizaciones por responsabilidad patrimonial de la Administración existe siempre que la suma de lo recibido como pensión y como indemnización no supere la cuantía del daño (STS de 10 de mayo de 2001, 1 de octubre de 2002, y 23 de octubre de 2002, entre otras). Si no hubiera este límite a la referida compatibilidad, se podría llegar a la absurda situación de un enriquecimiento sin causa de quien ha sufrido el daño. En el presente caso, la pensión extraordinaria otorgada al recurrente abarca ya la integridad del daño, según razona la sentencia impugnada en su fundamento de derecho tercero: “la pensión extraordinaria de retiro que realmente percibe (teniendo en cuenta los límites legales) ha cubierto el quebranto patrimonial derivado de su inutilidad para el servicio, al ser los ingresos anuales vitalicios del interesado en retiro similares a los ingresos anuales que perciba el recurrente por su empleo militar”. En suma, no opera el principio de compatibilidad porque la pensión extraordinaria de clases pasivas cubre ya todo el daño y, por ello mismo, no puede hablarse de infracción del principio de indemnización integral del daños sufrido”. 69 10.11.24 Recurso Yak (Sec. IV) A esta doctrina se le hacen dos reproches, una la injusta situación que conlleva el que, en definitiva el daño se soporte con cargo a un sistema, al de clases pasivas, en el que la victima es la que soporta el daño dado que el sistema de protección de contingencias se construye en base a las participaciones o cuotas con las que el servidor público contribuye a lo largo de su vida profesional, y una segunda referente a que esta jurisprudencia no siempre distingue adecuadamente el daño patrimonial del daño moral, pues las pensiones por contingencias, de ser deducibles, lo serían sólo del lucro cesante, no del daño moral. J.2. En la jurisdicción social. La doctrina del T.S. se ha construido esencialmente a partir del singular conflicto, al que ya nos hemos referido con anterioridad, conflicto jurisdiccional relativo a la responsabilidad civil derivada de los accidentes de trabajo, en el que no es sólo que ambas jurisdicciones proclamaran su competencia para conocer de esas acciones –lo que siguen haciendo cuando concurre un responsable en la causación del daño que no es el empresario- sino que mantenían criterios diferentes en cuanto a la imputación y, en lo que aquí ahora interesa, en cuanto a los criterios indemnizatorios. Hay una cuestión prevalente a la hora de afrontar el problema de la indemnicibilidad del siniestro laboral, la de si las prestaciones de la Seguridad Social que el trabajador percibe con ocasión de un accidente de trabajo son ya pago y cobertura, a través de mecanismos de seguro, de la responsabilidad del empresario, siquiera en el marco de una objetividad tan absoluta que llega a diluir incluso la noción o concurrencia de la misma responsabilidad. Porque si la respuesta es afirmativa es evidente que cualquier reclamación que se plantee por responsabilidad civil del empresario, se formalice ante el orden jurisdiccional que sea, habrá de tener en cuenta lo que ya se ha pagado. Problema al que los órdenes jurisdiccionales civiles y social dieron a una respuesta antagónica La cuestión se centra en dirimir si la indemnización civil por daños y perjuicios es independiente de la que haya podido percibir el trabajador a través de la Seguridad 70 10.11.24 Recurso Yak (Sec. IV) Social y del recargo de prestaciones, o si debe contemplar éstas últimas cuantías”, siendo la postura la de considerar la de que “una vez sopesado el daño total sufrido ha de procederse a su reparación íntegra, pero sin que ésta se vea excedida; lo que lleva a descartar la opción por la independencia absoluta. Lo que se produjo en el T.R. de la Ley General de la Seguridad Social de 1 de diciembre de 1967 fue sólo una publificación relativa del seguro de accidentes como consecuencia de la supresión del ánimo de lucro en la gestión de la Seguridad Social. De esta forma, al menos formalmente, desapareció el seguro de accidentes de trabajo y la protección de éstos pasó a integrarse en la Seguridad Social. Pero esto no supuso en ninguna forma una socialización de la responsabilidad empresarial por los accidentes de trabajo. En nuestro sistema continúa existiendo un régimen diferencial en el tratamiento de las contingencias profesionales en el marco de la Seguridad social y ese régimen responde en lo esencial a un aseguramiento de la responsabilidad empresarial. La cotización por contingencias profesionales ha mantenido su independencia con una cotización empresarial única y con unos criterios de cálculo distintos a las contingencias comunes, que están basados en el riesgo de la actividad. Las prestaciones por los accidentes de trabajo siguen teniendo un tratamiento privilegiado en el que prevalece la dimensión indemnizatoria; si la cobertura no se establece, el empresario debe responder directamente y esa responsabilidad no se elimina por el anticipo de la prestación por la gestora, que es una garantía para el beneficiario de la actividad de la prestación, como el que existe en otros seguros, pero no una vía de exoneración de la responsabilidad empresarial. De aquí resulta en la jurisprudencia laboral un régimen de responsabilidad disímil: parcialmente objetivo y con una concepción de la relación de causalidad extraordinariamente laxa, aunque sólo hasta el límite de la reparación de las prestaciones de la Seguridad social y para los supuestos en los que el Derecho de la Seguridad Social se califica de accidente de trabajo, y otro tramo indemnizatorio que cubre desde ese mínimo de la Seguridad Social hasta lograr la plena indemnidad del trabajador, pero sólo en aquéllos supuestos en los que se retoma de una manera rigurosa la necesaria relación de causalidad entre el incumplimiento 71 10.11.24 Recurso Yak (Sec. IV) contractual del empresario por su deuda de seguridad y el daño sufrido por el trabajador. En definitiva la jurisdicción social deduce las prestaciones que la Seguridad Social otorgó al trabajador accidentado pero ello en atención a que, y esto es muy importante, tales prestaciones responden a un sistema de cobertura de la responsabilidad civil del empresario, que se construye en base a la cuota empresarial por la que cotiza la empresa. Y se contendrán razonamientos específicos sobre las (sentencias mejoras voluntarias que se consideran deducibles Sala Cuarta de 2 de febrero de 1998), aunque con doctrina muy contestada por los laboralistas, y el específico problema del recargo de prestaciones, que se considera no se debe deducir (sentencia de la misma Sala de 2 de octubre de 2000). J.3.La posición de la jurisprudencia civil. La posición más extendida en la jurisprudencia civil era la de considerar la plena compatibilidad e independencia entre las prestaciones de la Seguridad Social y la indemnización por culpa extracontractual según el sentir de dicha jurisdicción. Se declarará así en la sentencia de 3 de marzo de 1998 en la que se afirmará que no se puede “ignorar que el orden civil es compatible con el orden social, que nada vincula a aquél lo decidido por éste, por lo que las cantidades obtenidas por las prestaciones laborales, nada tienen que ver con las indemnizaciones por responsabilidad extracontractual”. Idea que se reiterará en la de 13 de julio del mismo año: “Como explica, entre otras, la Sentencia del Tribunal Supremo de 4 de junio de 1993 (RJ 1993/4479): la jurisprudencia ha reiterado la compatibilidad de la indemnización satisfecha por accidente de trabajo y la dimanante del acto culposo ya que la reglamentación especial no sólo no restringe el ámbito de aplicación de los artículos 1902 y 1903, reguladores de la culpa extracontractual, sino que explícitamente viene admitiendo su vigencia, al admitir expresamente que puedan derivarse del hecho cuestionando otras acciones que las regidas por la legislación laboral, exigibles las mismas ante la jurisdicción civil (Sentencias del Tribunal Supremo de 5 enero, 4 y 6 octubre y 8 noviembre 1982, 9 marzo, 6 mayo, 5 julio y 28 octubre 1983 y 7 mayo 72 10.11.24 Recurso Yak (Sec. IV) y 8 octubre 1984, siendo así que las prestaciones de carácter laboral nacen de la relación de la Seguridad Social y, mediatamente al menos, de la misma relación laboral que preexiste a las responsabilidades de índole extracontractual y que nacen de diferente fuente de las obligaciones (artículos 1089 y 1093 del Código Civil) que es la culpa o negligencia no penadas por la Ley; así lo declara el artículo 97.3 y reitera tal compatibilidad el artículo 93.3 ambos de la Ley de Seguridad Social (Sentencia del Tribunal Supremo de 2 enero 1991)”. Pero de la misma forma que en la doctrina de la Sala civil del TS pugnaban dos corrientes diferenciadas sobre el título de imputación de la responsabilidad en los accidentes de trabajo, cuasiobjetiva según una de dichas corrientes y culpabilística según la otra, la primera de ellas mantendrá la mencionada teoría de la compatibilidad, mientras que la segunda, intentando una cierta coherencia con los postulados de la jurisdicción social defenderá la necesaria detracción de las prestaciones percibidas de la Seguridad Social del total monto de la indemnización. Así la sentencia de 21 de julio de 2000 se afirmaría que “siendo ciertamente muy reiterada la doctrina de esta Sala que afirma la compatibilidad entre las indemnizaciones que por la muerte de un trabajador procedan en el orden laboral y en el orden civil, también es cierto que, siendo un mismo hecho el que da lugar a una y otra indemnización y siendo también un mismo daño el que se indemniza, nada impide valorar, como un factor más del importe de la indemnización a fijar en el orden civil y aunque en cierto modo esto se cuestione por las SSTS27-AA-1993 y 30-11-1998, el ya acordado pro el orden jurisdiccional social aplicando la normativa laboral”. Criterio que se reiterará en la de 8 de octubre de 2001. La sentencia de 8 de octubre de 2004 recordará que “sin embargo, como ha declarado esta Sala en sentencias de 28 de noviembre de 2001 y 5 de diciembre de 1995, entre otras, la indemnización mencionada y la dimanante de acto culposo, son compatibles pues la primera nace de la relación de la Seguridad Social y la que aquí nos corresponde establecer tiene su fundamento en un acto culposo no penado por la Ley, a que se refieren los artículos 1089 y 1093 del Código Civil”. 73 10.11.24 Recurso Yak (Sec. IV) Ya advertimos con anterioridad que la Sala Primera inició un proceso de aproximación a los criterios de la jurisdicción social, primero en lo referente a la solución del conflicto jurisdiccional con su sentencia de 15 de enero de 2008. Y la del mismo año de 24 de julio de 2008, cuyos criterios serán aquí esenciales, sentará los que habrán de seguirse en cuanto a la indemnización por accidente de trabajo, aproximando su postura a la de la jurisdicción social, sentando en este sentido que: 1) pueden existir acciones diferentes para alcanzar la total compensación de daño ocasionado por un accidente de trabajo, la compatibilidad no queda excluida cuando mediante las prestaciones de la Seguridad Social no se alcanza la completa reparación del daño causado. 2) No obstante, no debe existir una independencia absoluta de lo percibido en concepto de indemnizaciones por las contingencias aseguradas y por las de responsabilidad civil complementaria; estas últimas deben completar lo ya percibido, para evitar la “sobreindemnización”, esto es, el enriquecimiento injusto; de ahí que corresponda sentar que las distintas indemnizaciones son interdependientes debido a que, además, cuando el accidentado se dirige al empresario por la compensación de lo no resarcido, el daño ya se ha limitado, dado que una parte del mismo fue indemnizada. Pero previamente la misma sentencia sienta los criterios que pueden operar con carácter general cualquiera que sea el ámbito en el que se causa el daño indemnizable, aunque no sea en el ámbito de un accidente de trabajo: “La regla general es la de que los beneficios económicos que provienen de hechos diferentes del propio daño, son independientes y, por consiguiente, no se computarán en las indemnizaciones que se establezcan para resarcir el daño ocasionado. Sin embargo, esta regla, que es una consecuencia del principio que veta el enriquecimiento injusto, no es aplicable cuando se trata de la concurrencia de acciones de indemnización por negligencia con las prestaciones que, por seguros sociales, ya ha percibido o han de facilitarse al trabajador víctima del accidente, pues, en definitiva, provienen de la misma fuente; distinto es que el perjudicado pueda ejercer todas las acciones a su alcance para obtener la adecuada compensación de los daños que ha sufrido 74 10.11.24 Recurso Yak (Sec. IV) (acumulación de acciones), a que las compensaciones que obtenga este ejercicio de acciones aumente su patrimonio más allá del sufrido; esta última indicación no es la finalidad de indemnizaciones, que tienen como función “reparar” y “enriquecer”, con la duda provocada por el artículo 123 de la General de Seguridad Social”. TRIGÉSIMO por año las no Ley NOVENO.- Sentado lo anterior precede entrar a analizar los distintos conceptos que se alegan por los recurrentes. a) Pago de 1.200.000 dólares por parte de BUSIN. Basan su argumentación los recurrentes en que la aseguradora de la responsabilidad civil compañía aérea ya abonó la cuantía por cada pasajero. Es de advertir que esa cuantía se abonó en el curso de la ejecución provisional de una sentencia, de manera que no es que la sentencia desconozca esos pagos que como la propia aseguradora precisa en su recurso lo fueron sometidos a la condición del resultado del proceso –lo que en definitiva caracteriza a la ejecución provisional, su sometimiento a condición- sino que no tendrá otra consecuencia que la elevación a definitiva de esos pagos. No en vano, de los arts 411 y ss de la Lec resulta que el Juzgado debe resolver el conflicto que se le plantea en atención a la situación existente al tiempo de interponerse la demanda, de manera que la ejecución provisional de la sentencia, de confirmarse, no conllevará otra consecuencia que la elevación a definitiva la ejecución. La sentencia lo primero que debe definir, y es lo que hace, las indemnizaciones procedentes, lo que no excluye, ni la sentencia lo hace, el que luego se deduzca en ejecución de sentencia un pago convencionalmente condicional y en cuanto a su devolución a lo definitivamente determinado. Por lo demás la aseguradora de la compañía aérea sólo fue demandada por un grupo familiar y sólo a ella le condena a indemnizar a la misma y por el límite correspondiente a cada pasajero. b) UMAIR especialmente y también Chapman, mantienen en sus recursos que debe deducirse de las cuantías reconocidas el importe de 75.000 dólares por fallecido que percibieron por algunos de los demandantes como adelanto del seguro que debía haberse establecido en el transporte, y en la medida en la que el Ministerio de Defensa 75 10.11.24 Recurso Yak (Sec. IV) se subrogó en los derechos que les correspondían a aquéllos, se habría producido una pérdida de legitimación activa. Conforme a los criterios que antes hemos sentado la básico será identificar la naturaleza del seguro que se debía concertar y no se ha concertado. Porque si el seguro debería haber sido de responsabilidad civil, en el que el riesgo a asegurar hubiera sido la indemnidad patrimonial de los responsables en el transporte, habría que acoger la impugnación de la sentencia. Pero si por contra el seguro que se debió concertar y no se concertó lo hubiera debido ser de accidentes, en el que lo que se asegura es la integridad personal de los pasajeros, esas cuantías no deben ser descontadas. Importa destacar en ese sentido que existe una relevante diferencia entre el contrato de Defensa con Namsa que el de ésta agencia con Chapman. En este último, en su parte 18 (f.7167) se afirma que debe existir un seguro que comprenda, en lo que aquí interesa a) la cobertura de daños a terceros, incluyendo la responsabilidad civil de pasajeros, y suficiente para dar cobertura a todas las personas autorizadas por la NAMSA y sus usuarios para utilizar la Aeronave, así como para proteger a la NAMSA, sus clientes y al Contratista por cualesquiera reclamaciones por daños corporales o fallecimiento y daños en la propiedad, hasta un mínimo global de 20 millones USD por siniestro. No obstante la generalidad del mismo, dicho seguro deberá ser suficiente para cubrir, al menos, la responsabilidad por fallecimiento o daños corporales causados a los pasajeros hasta 75.000 USD por pasajero b) seguro básico por riesgos de guerra, incluyendo el secuestro y la incautación de la Aeronave. La redacción es equívoca y confusa, no tiene mucho sentido la invocación a “la responsabilidad civil de pasajeros”, y tras destacar de cubrir la “responsabilidad en virtud del presente contrato”, reiterará que se debe proteger a NAMSA por cualesquiera reclamaciones por daños corporales o fallecimiento y daños en la propiedad, y que “no obstante la generalidad” del seguro, el mismo debe ser suficiente para cubrir la responsabilidad por fallecimiento hasta 75.000 USD por pasajero”. Pero en la parte 1 del contrato marco se especifica, de manera coincidente con el contrato entre NAMSA y Chapman (f.2268) que todo 76 10.11.24 Recurso Yak (Sec. IV) pasajero deberá estar asegurado por una cantidad mínima de 75.000 USD cada uno, de manera sustancialmente idéntica a los términos del contrato de Defensa con Namsa: “ todo el personal Military (sic) español tendrá un seguro de 75.000 USD por persona”. Expresión concisa pero desveladora de que lo que debería haberse asegurado, de que el interés asegurado es el “pasajero”, aquí el “personal militar español”, de manera que siendo o habiendo debido ser la cobertura la integridad física de los militares transportados, como verdadero seguro de accidentes, su importe nunca deberá deducirse del deber de resarcimiento de los responsables civiles, pues es aquélla integridad del pasajero y no la indemnidad patrimonial de los responsables el seguro a concertar. Y repárese que, lo que el Ministerio de Defensa adelanta y aquello en lo que se subroga es, en el acuerdo del mismo Ministerio con Defensa, en el seguro de accidentes. En efecto el acuerdo del Consejo de Ministros (f.3371) lo que autoriza es a anticipar las cantidades correspondientes que reconoce la disposición general del anexo I del Acuerdo de Ventas suscrito entre el Estado Mayor de la Defensa y NAMSA así como el inciso final del apartado 1.1 del contrato firmado entre Namsa y Chapman Freeborn, en los términos que hemos reproducido, con lo que en definitiva queda claro que, aun cuando en este último contrato pudiera existir la previsión de otros seguros, estaba perfectamente definido un seguro de accidentes que no se concertó. Y es respecto de este último del que se acuerda su anticipación por el Estado Español y la subrogación del mismo. Naturaleza del seguro que hace inviable cualquier pretensión de reducir las cuantías percibidas de la indemnización por el daño sufrido en razón a este anticipo y la secuente subrogación por parte del Estado, por lo que la pretensión de UMAIR de negar legitimación activa a los actores debe ser desestimada. c) Atendiendo al criterio más reciente de la jurisprudencia civil todas las demás ayudas no serían deducibles. c.1 Las indemnizaciones prevenidas en el Real Decreto Ley 8/2004, por cuanto expresamente proclama en su art.6 la plena compatibilidad de las mismas con cualesquiera pensiones, ayudas, y, en lo que aquí interesa, “compensaciones o resarcimientos que se 77 10.11.24 Recurso Yak (Sec. IV) hubieran reconocido o pudieran reconocerse en el futuro”, sin que, en ningún caso se relacionen con la responsabilidad del Estado (art.1). c.2 Las prestaciones de clases pasivas, de viudedad y orfandad, por cuanto estas están encaminadas a compensar la pérdida de ingresos derivados del fallecimiento del mutualista, mientras que aquí la indemnización es por daño moral. Hubieran sido compensables por el lucro cesante que la sentencia de instancia no ha reconocido, y lo mismo acaece con las ayudas ordinarias y extraordinarias que se les ha reconocido. c.3 Los seguros de vida y de accidentes, por cuanto nunca son deducibles de la indemnización, se corresponden a las primas que se abonaron para generar la obligación de la aseguradora, que el responsable del daño nunca puede invocar para minorar su responsabilidad. c.4 Los reconocimientos honoríficos de cualquier tipo por cuanto, siguiendo el criterio de la sentencia de 24 de julio de 2008, el beneficio económico que potencialmente esté solidarizado a esos reconocimientos no traerá causa del propio daño sino de la voluntad de quien ha querido honrar y dignificar a los militares fallecidos, por lo que esos potenciales beneficios son compatibles con la obligación del responsable del siniestro de reparar los daños causados. Compatibles y no deducibles. CUADRAGÉSIMO.- Cuestionará Chapman el reconocimiento en la sentencia de daños morales a favor de los familiares de los militares fallecidos en cuanto considera que la sentencia instancia ha hecho intercambiables, indebidamente, los conceptos de familiar de perjudicado. Planteará así la pretensión cuando concurren varios familiares y la falta de prueba de su condición de familiares de los representados por el procurador Sr. Serafín Andrés Laborda. Respecto a esta última cuestión en el recurso, tras recoger el reproche que la sentencia de instancia contiene al poco cuidado de los demandantes en ese acreditamiento, doliéndose de que se haya fundado el reconocimiento y un daño moral por el mero otorgamiento de un poder para pleitos. 78 10.11.24 Recurso Yak (Sec. IV) Pero la Sala entiende que sin perjuicio de ese cuidado que se tenía que haber tenido en este aspecto, en virtud no sólo de la prueba sino incluso de las alegaciones de la propia recurrente, esos vínculos familiares están acreditados, lo que puede ser tenido en cuenta a favor de los demandantes en virtud del principio de apropiación de la prueba. Como acertadamente se relata con todo detalle en la sentencia impugnada, en la que se analizan individualmente los grupos familiares. Y así no resulta muy coherente defender y negar esos vínculos familiares y luego defender y probar que habiendo percibido prestaciones de clases pasivas deben deducirse las mismas, cuando tales reconocimientos de prestaciones operan en razón a los vínculos familiares que ahora cuestiona y que en el cuadro final resumen de su recurso sobre las prestaciones vienen detallados los precisos conceptos recibidos por los distintos parentescos. CUADRAGÉSIMO PRIMERO.- El problema del daño y su indemnización presunta otros problemas a la cuantificación del daño moral, como lo serán la determinación de quienes han de ser compensados por el mismo y la cuantificación de la reparación. El alcance de ese daño a terceros es, ya lo hemos dicho, no iure hereditatis sino iure propio. Daño el de los familiares y allegados ciertamente propio: la jurisprudencia desde hace más de medio siglo considera que los parientes de la víctima, que han acreditado la existencia del vínculo y del daño, ostentan un iure propio para exigir la correspondiente indemnización, el cual surge ex novo y ex lege a favor de los mismos, en concreto, por la muerte de la víctima inicial (desde la sentencia de 20 de diciembre de 1930, de manera ininterrumpida). El derecho de crédito que surge a favor de estos terceros para que se les resarza los daños soportados, es un derecho autónomo que no tiene naturaleza sucesoria ni estrictamente familiar, aunque nace con, normalmente, la muerte de la víctima inicial. Derecho autónomo, propio, pero indirecto. El problema es que estos daños indirectos pueden tener un alcance prácticamente ilimitado: el daño psicológico, la ausencia del fallecido se generará no sólo en la familia en sentido estricto, padres, cónyuge o pareja, hijos, o hermanos, sino que 79 10.11.24 Recurso Yak (Sec. IV) también puede alcanzar a la familia extensa, tíos, sobrinos, etc, según sea el vínculo o las relaciones que pudo tener el fallecido con los mismos y, porqué no, en íntimos amigos de la víctima, que perderán su amistad y compañía. Hasta donde alcanza el deber de indemnizar del responsable en estos casos es cuestión que debe solventarse conforme a criterios sociales, a estándares sociales que fijen la legitimidad del derecho al resarcimiento por la muerte de una persona. Es incuestionable que un padre soporta un importante daño moral por la muerte de un hijo, pues el afecto y el vinculo personal no desaparece por la circunstancia de que el hijo se hubiera independizado y hubiera constituido una nueva familia. Y lo mismo se puede decir de los hermanos. A algunos supuestos específicos se habrá enfrentado el Tribunal Constitucional, como serán el caso de sobrinos (sentencia de 16 de octubre de 2000). En la doctrina del Tribunal Supremo se enfrentarán a esta cuestión las de 1 de julio de 1981 y 4 de mayo de 1983 para supuestos de convivencia more uxorio y la de 12 de mayo de 1999 para supuestos de hermanos. No pueden ser referentes en este sentido la normativa de Seguridad Social y de clases pasivas, pues son sistemas de protección de determinadas contingencias generadas en sistemas contributivos mediante las aportaciones realizadas por el empleado durante su vida laboral: aquí, para el caso de muerte, se atiende a la contingencia que suponen las necesidades del grupo familiar que subsistía con los rendimientos del trabajador o servidor público fallecido. No se resarce un daño moral. Sí que se encuentran posicionamientos del legislador en normas sectoriales. Un referente legislativo se puede encontrar en la Ley 14/2002, de 5 de junio, en el que se establecen ayudas sociales a las personas con hemofilia que hayan desarrollado la hepatitis C como consecuencia de haber recibido determinados tratamientos. En el art.1.2 de dicha Ley se determinan los titulares del derecho a las ayudas sociales en el supuesto de fallecimiento serían los hijos menores y los mayores incapacitados y por falta de los mismos el cónyuge no separado legalmente. 80 10.11.24 Recurso Yak (Sec. IV) Otro referente legislativo se puede encontrar en la Ley 32/1999, de 8 de octubre, de solidaridad con las víctimas del terrorismo, siendo llamativo que a la hora de fijar los beneficiarios, en su art.3, otorga preferencia a la determinación judicial y sólo a falta de sentencia el cónyuge o pareja de hecho y, más sorprendentemente, a “los herederos en línea recta descendente o ascendente hasta el segundo grado de parentesco”, calificando por tanto en todo caso el derecho a la indemnización siempre iure hereditatis, no iure propio, mientras que en el Reglamento aprobado por Real Decreto 288/2003, de 7 de marzo, en su art.7.2 se reconocen como beneficiarios al cónyuge o pareja y a los hijos dependientes, por su inexistencia a los padres que dependieran de la persona fallecida, y en su defecto, y siempre que existiera dependencia económica, nietos, hermanos y abuelos, y ya por último los hijos y por defecto los padres, siempre que no dependieran económicamente del fallecido. Es sistema es francamente incoherente porque el daño moral de la víctima indirecta no guarda relación con la dependencia económica que se pudiera tener con el fallecido. Parece pesar, como hace la Ley, que se trata de derechos más sometidos en el ámbito sucesorio que en el resarcitorio propio y autónomo de la víctima indirecta. Otro posicionamiento de legislador se encuentra en la Ley 35/1995, de 11 de diciembre, de ayudas y asistencia a las víctimas de delitos violentos y contra la libertad sexual en la que se incluyen ayudas públicas (art.1) en beneficio, y esto es relevante para el supuesto de autos, no sólo de las víctimas directas sino también de las “indirectas” de los delitos dolosos y violentos. En el art.2 de las mencionada Ley se establecen los beneficiarios, especificándose quienes tendrán la condición de víctimas indirectas en el caso e muerte, siéndolo el cónyuge del fallecido, de manera concurrente y no excluyente “ los hijos del fallecido, siempre que dependieran económicamente de él” y, de manera llamativa porque no atiende al vínculo de parentesco, a “los hijos que, no siéndolo del fallecido”, lo fueran del cónyuge o pareja, siempre que dependieran económicamente del fallecido. Ya por último en el Decreto Legislativo 8/2004, de 29 de octubre, en el ámbito del seguro del automóvil se establece en la tabla I indemnizaciones básicas por muerto incluidos daños morales 81 10.11.24 Recurso Yak (Sec. IV) (luego no es sólo el daño moral lo que se indemniza en la tabla, aunque no se especifique qué otro daño se indemniza), y en el que se establece una escala en la que se otorga preferencia al cónyuge e hijos, no excluyentes entre sí, variando las cuantían atendiendo a diversos factores, la minoría de edad de los hijos, y reconociendo el derecho a indemnización, aun cuando concurran con cónyuge e hijos, a los padres, aunque no convivieran con la víctima e incluso a los hermanos, aunque aquí siempre que sea “menor y dependiente de la víctima” precisión esta última que desvela, como reiteradamente ha sostenido de esta Sala, que la tabla I no sólo indemniza el daño moral sino también el patrimonial. El reconocimiento de indemnización a favor de los padres es recurrente en el grupo II y a los hermanos en la misma situación que el grupo I, y lo mismo acaece en el grupo III (víctimas sin cónyuge y con todos sus hijos mayores, y pasan a ocupar la primera posición cuando no hay cónyuge ni descendientes (grupo IV), reconociéndose a favor del hermano en las mismas condiciones y ya en el grupo V cuando concurren hermanos solamente. De estos posicionamientos del legislador es difícil extraer un denominador común. En ocasiones se configura como un derecho propio de la víctima indirecta y en otras deriva al orden sucesorio. No tienden a resarcir propiamente un daño moral sino patrimonial y, en contra de lo defendido en el recurso, no opera una preterición absoluta, los parientes más cercanos no excluyen los demás aunque sí se apunta un reparto de las ayudas o beneficios, llegando incluso a reconocerse ayudas, como hemos precisado, aun cuando no exista vínculo de parentesco. En definitiva la Sala entiende que en la instancia se ha identificado correctamente el daño indemnizable, exclusivamente el daño moral, se ha buscado un muy ponderado resarcimiento del mismo y no se infringe el ordenamiento jurídico en tanto en cuanto se consideran indemnizables al círculo de familiares más próximos de los militares fallecidos, desde luego no a los padres ni tampoco a los hermanos, atendiendo a las dramáticas circunstancias que concurrieron en el siniestro y a las muy prudentes indemnizaciones otorgadas, de carácter simbólico en el caso de los hermanos. 82 10.11.24 Recurso Yak (Sec. IV) CUADRAGÉSIMO SEGUNDO.- Queda por último dar respuesta al único grupo de familiares demandantes que ha recurrido la sentencia, recurso en el que estiman inadecuadas las cuantías indemnizatorias que les han sido reconocidas en la instancia, pidiéndose la revocación de la sentencia de instancia, aunque no se contiene un petitum específico, por lo que hay que pretender implícito que están postulando los conceptos y cuantías que se reclamaron en la demanda, esto es lo que denominaban “daños personales” (225.000 euros para todo el grupo familiar) y “daños estrictamente morales” (375.000 euros también en “globo” y para toda la unidad familiar cónyuge e hijos). La primera alegación del recurso parte de una lectura errónea de la sentencia de la que, acaso, participa ya dicha parte recurrente en cuanto se refiere (alegación primera) a la “eventual” minoración de la indemnización. La sentencia de instancia no hace esa minoración. Es verdad que anticipa ese posicionamiento, pero lo que lleva a desestimar la pretensión de daños por pérdida de ingresos, que es a lo que la recurrente se refería en su demanda como daños personales, es que, sencillamente no se ha probado, además de considerarlos un futurible que otorga al perjuicio una incertidumbre contraria a su indemnizabilidad. Lo que sí dice es que aunque se hubiera producido no se podrían dejar de desconocer las prestaciones de la Mutualidad que se les ha reconocido. Y esa falta de prueba, que se denuncia en la sentencia respecto a los demandantes representados por la procuradora Dª Arantxa Novoa, pese a que dichos demandados presentaron un informe pericial se hace especialmente intensa, y con razón, en la sentencia de instancia respecto al “resto de demandantes”, que se “limitan a reclamar distintas cantidades sin aportar la más mínima prueba”. Tratándose de un daño que se prolongaría en el tiempo, la pérdida de ingresos de futuro de la unidad familiar, no puede invocarse, como se hace en el recurso (alegaciones segunda y tercera) como único momento para la determinación de los daños el del momento mismo del siniestro. Si se están reclamando los perjuicios futuros también se pueden tener en cuenta, según los últimos criterios de la jurisprudencia civil, los ingresos 83 10.11.24 Recurso Yak (Sec. IV) prevenidos por los sistemas de cobertura social de, precisamente la pérdida de esos ingresos. En la alegación cuarta los recurrentes se extenderán sobre la aplicación orientativa del baremo aprobado por el R.Decreto Legislador 8/2004, haciéndose una reflexión sobre la falta de unidad en el tratamiento por parte de la jurisprudencia, extendiéndose en detallar los criterios que se contienen en los distintos órdenes jurisdiccionales. Sobre esta cuestión ya se ha realizado una amplia argumentación. En síntesis es de advertir, y ese ha de ser el punto de partida, que la sentencia de instancia ha rechazado, por falta de prueba, el lucro cesante entendido éste como la merma de ingresos como consecuencia del fallecimiento de los militares, en particular en comparación con los ingresos que se han reconocido a las familias por la Mutualidad. Que por tanto el único daño verificable es el daño moral, y por cuanto para el resarcimiento no cabe acudir al mencionado baremo por cuanto que, primero y de manera primordial, en el citado baremo no se aisla ni identifica la cuantía resarcitoria por daño moral, sino que, antes al contrario se entremezcla y muy confusamente con daños patrimoniales que serán perfectamente valorables derivados de lesiones, secuelas y muerte. Por lo que esos baremos no pueden ser referente alguno. Que además se calculan con relación a las primas del seguro obligatorio, con las que han de guardar una correspondencia actuarial. Que además no se aplican cuando, como es el caso, concurre dolo. Ahora bien dicho esto, la Sala considera que es factible, dada la moderada ponderación de las indemnizaciones realizadas en la instancia, realizar una ponderada elevación de las cuantías, incrementando en 10.000 euros la indemnización a Dª Guillermina Fermandéz Álvarez, que pasaría así a reconocérseles 70.000 euros y 6.000 más a cada uno de sus hijos en orden al resarcimiento del estricto daño moral derivado de la pérdida del cónyuge y padre respectivamente. CUADRAGÉSIMO TERCERO.- Ya en fin el último motivo se refiere a la limitación de la condena a la aseguradora de la compañía aérea, la sólo por ella codemandada, Busin, que lo ha sido sólo hasta el límite de 20.000 dólares americanos, quejándose el grupo familiar 84 10.11.24 Recurso Yak (Sec. IV) recurrente de que no se haya tenido en cuenta el límite del seguro de accidentes que se debió concertar y que no se concertó, previsto en los acuerdos de Defensa con Nomsa y de esta agencia de la OTAN con CHAPMAN, y lo que debería haber sido por 75.000 dólares por cada pasajero. Como con acierto se destaca en la instancia el seguro concertado era el que era y desde luego Busin no puede hacerse responsable de la previsión de un seguro contenido en unos acuerdos en los que no era parte. Razones que deben llevar a la desestimación de la alegación. CUADRAGÉSIMO CUARTO.- Que al desestimarse los recursos de CHAPMAN, UMAIR y BUSIN deben soportar los mismos las costas judiciales causadas por sus recursos (art.398 con relación al art.394 Lec), sin que proceda hacer una especial imposición de las causadas por el recurso de Dª. Guillermina F. A. e hijos. Vistos los artículos citados y demás disposiciones de pertinente y general aplicación. F A L L O Que conociendo de los recursos de apelación interpuestos contra la sentencia dictada por el Juzgado de Primera Instancia nº 2 de Zaragoza y recaída en el juicio declarativo ordinario nº 127/04, al que se acumularon los procesos ordinarios números 1382/2004, del Juzgado de Primera Instancia nº 12 de Zaragoza y el declarativo ordinario nº 1344/2004, del Juzgado de Primera Instancia nº 3 de Zaragoza debemos: 1) Desestimar los recursos de apelación interpuestos por “CHAPMAN FREEBORN AIRMARKETING GMBH”, “UCRANIAM MEDITERRANEAM AIR LINES” Y “BUSIN COMPAÑÍA ANÓNIMA DE SEGUROS”, imponiendo a los citados recurrentes recursos. las costas causadas por sus respectivos 2) Estimar parcialmente el recurso de apelación interpuesto por Dª GUILLERMINA F. A. y por GUILLERMINA B. F., EDUARDO B. F. y MARÍA B. F., debemos elevar las cuantías indemnizatorias a favor de los mismos en el sentido de reconocer a favor de Dª Guillermina F. A. la cantidad de 70.000 euros, a la de 36.334 a Dª Guillermina B. F., y a la de 36.333 euros a D. Eduardo y Dª María B. F., sin 85 10.11.24 Recurso Yak (Sec. IV) hacerse una especial imposición de las costas causadas por ese recurso. Las cuantías reconocidas a este grupo familiar recurrente devengarán el interés de mora procesal por la cuantía reconocida en la instancia desde el día 11 de marzo de 2010, y por la cuantía elevada desde la fecha de la presente sentencia. Contra la presente sentencia cabe interponer recursos de casación y extraordinario por infracción procesal ante la Sala Primera del Tribunal Supremo, que se deberán, en su caso, anunciar por escrito ante este Tribunal en el plazo de cinco días desde la notificación de la presente sentencia. Así, por esta nuestra sentencia, lo pronunciamos, mandamos y firmamos. PUBLICACION.- Dada y pronunciada fue la anterior Sentencia por el Ilmo. Sr. Magistrado que la firma y leía por el Magistrado Ponente en el mismo día de su fecha, uniéndose certificación a los autos, de lo que yo el/la Secretario, doy fé. 86