Boletín Jurídico No. 1 de 2005

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LETÍN JURÍDI
CO
BOLETÍN
JURÍDICO
Bogotá, D.C. diciembre 23 de 2005
Número 1
«La comunicación es el único camino al entendimiento». (G.D.O)
El 2005 ha sido, sin lugar a equívocos, un año altamente productivo para la Contraloría de
Bogotá D.C. no solamente por el cumplimiento de las actividades previamente determinadas por el Plan estratégico “Control Fiscal con la mano del Ciudadano”, lo cual se evidencia
por una excelente gestión fiscal y por el posicionamiento de nuestra entidad como organismo que lidera la lucha frontal y decidida contra la corrupción en todas sus manifestaciones, aspecto éste que en opinión de los ciudadanos capitalinos ha mostrado muy buenos
resultados.
El alentador balance de este ente de control fiscal se ve reflejado, entre otros muchos medios, en la posición jurídica asumida frente a la totalidad de temas de interés público, tanto
los que hacen parte de la cotidianidad como los que, por su alto impacto generan controversia e imponen un atinado manejo, a efecto de evitar desgaste administrativo.
Dentro de este contexto, el Boletín Jurídico que hoy se presenta propende coadyuvar a la
unificación y claridad de criterios al interior de la Contraloría Distrital, lo que a su vez afianza la credibilidad de la opinión pública y blinda el ejercicio del Control Fiscal en el Distrito
Capital contra todos aquéllos que parapetados en la aparente ambigüedad y exiguo desarrollo doctrinal y jurisprudencial de las Leyes 42 de 1993 y 610 de 2000, evaden el poder
conferido por la Constitución Política cuando se atenta contra el patrimonio del Estado,
por conducta dolosas o gravemente culposas.
El Boletín Jurídico producido por la Oficina Asesora Jurídica de nuestra Contraloría, constituye entonces un documento de consulta y apoyo a la totalidad de dependencias de la
misma para el desarrollo de su diaria misión.
contenido
I. DAÑO VIRTUAL Y DAÑO HIPOTÉTICO
...........................................................................2
«Control Fiscal con la Mano del Ciudadano»
Óscar González Arana
Contralor
Guillermo Ernesto TTuta
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Contralor Auxiliar
Francisco Javier Córdoba Acosta
Jefe Oficina Asesora Jurídica
Otoniel Medina V
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Vargas
Abogado OficinaAsesora Jurídica
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Diferencia y alcance en la Responsabilidad Fiscal
El daño antijurídico ha sido definido como “el
perjuicio que es provocado a una persona que
no tiene el deber jurídico de soportarlo”1 . La
Corte considera que esta acepción del daño
antijurídico como fundamento del deber de reparación del Estado armoniza plenamente con
los principios y valores propios del Estado Social
de Derecho, pues al propio Estado corresponde
la salvaguarda de los derechos y libertades de
los particulares frente a la actividad de la administración. Así, la responsabilidad patrimonial
del Estado se presenta entonces como un mecanismo de protección de los administrados frente al aumento de la actividad del poder público,
el cual puede ocasionar daños, que son resultado normal y legítimo de la propia actividad pública, al margen de cualquier conducta culposa
o ilícita de las autoridades, por lo cual se requiere una mayor garantía jurídica a la órbita patrimonial de los particulares.
se producirá, es decir, solo eventos extraordinarios e inesperados harán variar la cadena causal;
en cambio, en el daño meramente eventual, el
perjuicio sigue siendo una posibilidad remota y
lo lógico es que no se produzca a pesar que el
mundo fenoménico siga su curso normal5 .
Como se puede colegir, la diferencia entre el perjuicio virtual y el hipotético sólo es de grado y
todo se reduce al mayor o menor número de probabilidades que tenga de producirse, correspondiendo analizar cada caso en particular, a
efecto de establecer si el daño futuro es reparable. En este sentido, la orientación
jurisprudencial de la Corte Suprema de Justicia
y del Consejo de Estado es importante, pues ante
hechos semejantes, pueden darse fallos contradictorios.
Obsérvese cómo el primero de los altos tribunales se refirió al tema en los siguientes términos:
Como es sabido, para que el daño sea
indemnizable debe ser cierto2 ; en cambio, el
perjuicio es hipotético y en consecuencia no hay
lugar a reparación, cuando la víctima sólo tenía
una posibilidad remota de obtener un beneficio, en caso que no se hubiera producido la
acción dañina3 .
Se excluye entonces el daño meramente eventual o hipotético, puesto que en este caso, sólo
se tenía expectativas muy remotas de obtener
beneficio del que se dice ocurrió el despojo4 .
Como no hay un criterio a priori para delimitar
el punto en el cual las probabilidades den lugar
a considerar que el daño futuro es cierto, se ha
dicho que éste es indemnizable cuando se tiene
como virtual; careciendo de esta última característica, no hay lugar a su reparación.
Virtual quiere decir que en el curso normal de
los acontecimientos el daño muy seguramente
1
2
3
4
Corte Constitucional. Sentencia C-333 de 1996. M.P. Dr. Alejandro
Martínez Caballero.
El daño es cierto cuando a los ojos del juez aparece con evidencia
que la acción lesiva del agente ha producido o producirá una
disminución patrimonial o moral en el demandante.
Es pues hipotético o eventual el fundado en suposiciones o conjeturas.
Louis Josserand. Derecho Civil. Tomo II. Volumen 1, num. 489.
“Pasando ahora al estudio de los perjuicios encuentra la Sala, con respecto
a los de naturaleza material, jurídicos
los razonamientos del fallador de primera instancia. En realidad, no se ha
demostrado que el patrimonio del demandante sufriera, con motivo de la
muerte de su pequeña hija, menoscabo distinto al que le ocasionaron los
gastos de hospitalización, médico y entierro. No hay fundamento legal para
estimar como perjuicios materiales el
dinero invertido en la educación de la
5
Si un individuo que acaba de terminar el bachillerato sufre una
lesión, podrá demandar un perjuicio futuro y cierto sobre la base de
un salario mínimo, aunque de hecho no esté trabajando. Esto ocurre así puesto que el daño no requiere ser actual y siendo futuro,
solo exige la ritualidad. En el ejemplo propuesto, las estadísticas
demuestran que muy seguramente una persona de veinte años,
que ha obtenido su título de bachiller, puede ganar el salario mínimo. Si las estadísticas prueban que el 85% de los bachilleres trabajan devengando ese salario, hay que decir que nos encontramos
frente a un perjuicio futuro y virtual. Si ese bachiller demanda indemnización sobre la base que sus ambiciones eran las de estudiar
medicina, la situación varía fundamentalmente, puesto que un porcentaje mínimo de los bachilleres de veinte años llegan a obtener el
título de médico. Como puede apreciarse, en los dos ejemplos se
trata de situaciones futuras, pero mientras en el primer caso el daño
está virtualmente realizado, en el segundo, se trata de una simple
posibilidad teórica.
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HIPOTÉTI
TÉTICO
menor y la pérdida del apoyo económico que a sus padres hubiera dado la
niña en futuro, por ser esto último una
eventualidad. Se carece, pues, en estos aspectos de una base seria y cierta
de donde pueda desprenderse el perjuicio patrimonial que hubiera podido causarse al demandante con el insuceso de que dan cuenta los autos,
pues la víctima era una joven de muy
corta edad, que apenas cursaba los estudios primarios y por lo mismo no estaba en capacidad de desenvolverse
económicamente en forma tal que le
permitiera reportar, dentro del juego
de las actividades de la vida positiva,
una utilidad apreciable de la cual hubieran podido aprovecharse sus padres
o familiares, si no se hubiera malogrado ese suministro económico y pecuniario con motivo del deceso de la menor en quien ellos estaban haciendo
gastos para su educación en el colegio.
Todo esto está diciendo que los familiares de la víctima no tenían en ella
sino expectativas para el futuro, el cual
era por lo mismo incierto y ya se sabe
que sobre el futuro incierto o hipotético no puede fundamentarse jurídicamente ningún perjuicio económico o
material que sea fuente de derecho en
pro de los que se dicen perjudicados
con el fallecimiento de la menor, ocurrido por obra de un hecho culposo ejecutado por vía indirecta, según los datos que arrojan los autos, hecho sensible por el dolor que él entraña y por lo
mismo digno de lamentar”6 .(subrayado
fuera de texto).
“meramente fundado en suposiciones
o conjeturas”. La doctrina ha señalado
que el daño eventual “no puede considerarse daño para efecto de la responsabilidad extracontractual”; que es
por ejemplo ‘el que deriva de la no realización de ventas futuras ( ) la diferencia entre el sueldo que normalmente
pudiera ganar un funcionario y el que
hubiera correspondido de permanecer
en la carrera administrativa ascendiendo de cargo’ (...)”.
El perjuicio indemnizable debe por tanto ser cierto, o presente y/o futuro. Una
especie de perjuicio cierto futuro es el
lucro cesante, toda vez que hay certeza respecto de su existencia. ......Partiendo del concepto de lucro cesante
entendido legalmente, en el Código
Civil, como “la ganancia o provecho
que deja de reportarse” (art. 1.614) y
doctrinalmente como el “lucro frustrado o las ganancias dejadas de obtener”,
cabría concluir que la pérdida de la utilidad esperada por el proponente privado ilegal e injustamente de la adjudicación del contrato, constituye lucro
cesante. Dentro de las condiciones del
lucro cesante cabe tener en cuenta, por
tratarse de un daño cierto, que “las ganancias dejadas de obtener deben ser
reales, lo que debe ser probado con
base en datos objetivos, y no basta suponer resultados posibles pero desprovistos de certidumbre, derivados de especulaciones o suposiciones hipotéticas, dudosas o contingentes”7
7
Consejo de Estado. Sentencia proferida el 27 de noviembre de
2002, expediente 13792.
En el mismo sentido, el Consejo de Estado ha manifestado lo siguiente:
“La Sala ha precisado en reiteradas providencias que el perjuicio indemnizable
debe ser cierto y concreto, no eventual.
A este respecto cabe tener en cuenta
que el perjuicio eventual es el incierto
6
Corte Suprema de Justicia. Sala de Negocios Generales. 29 de Mayo
de 1957.
«Control Fiscal con la Mano del Ciudadano»
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Proceso Administrativo Sancionatorio Fiscal
De conformidad con lo previsto por la Resolución
Reglamentaria 019 del 10 de Mayo de 2002, expedida por el Contralor de Bogotá, D. C, el Proceso Administrativo Sancionatorio Fiscal es el conjunto de actuaciones administrativas que adelanta
la Contraloría de Bogotá, buscando facilitar el
ejercicio de la vigilancia fiscal, puesto que pretende constreñir e impulsar el correcto y oportuno cumplimiento de ciertas obligaciones que
permiten el adecuado, transparente y eficiente
control fiscal, con fundamento en el poder correccional del Estado.
Como bien sostiene la Corte Constitucional, “no
es suficiente que la ley establezca una sanción,
sino que es menester, por principio, que también se defina expresa y cabalmente los elementos que caracterizan la conducta que acarrea la
sanción. Por consiguiente, no puede el legislador otorgar atribuciones facultativas para que
el encargado de aplicar la sanción pueda al
momento de hacerlo definir la conducta punible. Admitir esto implicaría que quien impone
la sanción asume al mismo tiempo la función
de legislador”3 .
Sobre la naturaleza jurídica de la sanción, “la
teoría y la práctica jurídicas han desarrollado algunos criterios relevantes. Así, han considerado que la sanción puede definirse con base en
el tipo de derecho afectado, por lo que, a guisa
de ejemplo, será en general sanción penal si
afecta la libertad. En otros casos, es posible mirar un criterio orgánico, esto es, la naturaleza
de la sanción depende del ente que la impone.
Así por ejemplo, una sanción impuesta por un
alcalde tiende a configurarse como una medida administrativa. En otros eventos, es pertinente observar la ratio de la sanción y el tipo de
bien jurídico que busca proteger. Por ende, será
sanción disciplinaria aquella que pretende garantizar la imparcialidad y buen funcionamiento de la administración y, finalmente, deberá
tenerse en cuenta el comportamiento sancionado, esto es el tipo de órbita que interviene el
Estado, pues si lo hace reprochando un comportamiento público, la sanción generalmente
corresponderá al derecho público”.1
En este sentido, como quiera que el bien jurídico tutelado con la sanción fiscal es el debido
ejercicio de la función pública de control fiscal,
en el caso de autos resulta de trascendental importancia dejar establecido que el poder correccional de la Contraloría de Bogotá por la vía del
Proceso Administrativo Sancionatorio Fiscal
apunta a la conminación para el cumplimiento
de las obligaciones fiscales señaladas por los
artículos 100 y 101 de la Ley 42 de 1993, en
concordancia con los artículos 4º y 5º de la Resolución Reglamentaria 042 de 2001, proferida
por el Despacho del Contralor de Bogotá D.C.,
en la medida que su inobservancia evidencia
obstrucción al ejercicio del control fiscal.
En estas circunstancias, la potestad conferida al
Contralor de Bogotá, D.C., por virtud de las normas citadas, consagra una multa coercitiva, la
que si bien consiste en una exacción pecuniaria, su finalidad principal se dirige a vencer los
obstáculos para el éxito del control fiscal2 .
1
2
Corte Constitucional. Sentencia C-484 de 2000. M.P. Dr. Alejandro Martínez Caballero.
Por el contrario, el Proceso de Responsabilidad Fiscal es de naturaleza resarcitoria, en la medida que la consecuencia derivada del
mismo busca reparar el daño inflingido a los intereses patrimoniales del Estado.
La facultad sancionatoria del Contralor tiene
origen en el artículo 36 del Código Contencioso Administrativo, disposición según la cual “en
la medida en que el contenido de una decisión, de carácter general o particular, sea discrecional, debe ser adecuada a los fines de la
norma que la autoriza y proporcional a los hechos que le sirven de causa” (subrayado fuera
de texto).
Como lo advierte el tratadista García de
Enterría, es raro el acto administrativo donde
no se de un elemento de discrecionalidad, sin
embargo, agrega: “el fin de las potestades discrecionales es también un elemento reglado
de las mismas”4 y no es otro que el estricto
3
Corte Constitucional. Sentencia C-054 de 1997. M.P. Dr. Antonio
Barrera Carbonell.
4
García de Enterría, Eduardo. La lucha contra las inmunidades del
poder. Ed. Civitas. Madrid. 1983. Pág. 25.
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cumplimiento de la Constitución y las leyes,
en beneficio del interés y el bienestar público.
Fue dentro del anotado contexto que se expidió la Resolución Reglamentaria 052 de 2001,
consagrando en el artículo 5º la obligación de
todos los servidores públicos y las personas naturales o jurídicas que manejen y/o, administren,
recauden, perciban, conserven, adquieran, enajenen, gasten, custodien, inviertan, exploten o
dispongan de fondos, bienes y recursos de propiedad del Distrito Capital de Bogotá, de rendir
cuenta a esta Contraloría, dentro de los treinta
(30) días hábiles siguientes al retiro del servicio
o suspensión en el ejercicio del cargo, constituyendo un mecanismo demostrativo de su gestión fiscal5 , dentro de los alcances fijados por el
artículo 3º de la Ley 610 de 2000, al cual remite
el parágrafo 2º del citado artículo 5º.6
Ahora bien, por tratarse en este caso de un procedimiento administrativo derivado como se ha
dicho de la potestad correccional del Estado, a
efecto de determinar la existencia de mérito para
imponer una sanción7 , el estudio del elemento
subjetivo de la conducta de la señora López
Rodríguez es imperioso 8 resultando procedentes las siguientes precisiones:
5
6
7
8
“Con arreglo a la nueva Carta Política la gestión fiscal no se puede
reducir a perfiles económico-formalistas, pues, en desarrollo de los
mandatos constitucionales y legales el servidor público y el particular,
dentro de sus respectivas esferas, deben obrar no solamente salvaguardando la integridad del patrimonio público, sino ante todo, cultivando y animando su específico proyecto de gestión y resultados.
Proceder éste que por entero va con la naturaleza propia de las cosas
públicas, por cuanto la efectiva realización de los planes y programas de
orden socio-económico, a tiempo que se sustenta y fortalece sobre
cifras fiscales, funge como expresión material de éstas y de la acción
humana, por donde la adecuada preservación y utilización de los bienes y rentas del Estado puede salir bien librada a instancias de la vocación de servicio legítimamente entendida, antes que de un plano y
estéril cumplimiento normativo, que no por obligatorio garantiza sin
más la realización práctica de las tareas públicas” (Corte Constitucional.
Sentencia C-840 de 2001. M.P. Dr. Jaime Araujo Rentería).
En este sentido, recientemente fue expedida la Ley 951 de 2005
“por la cual se crea el acta de informe de gestión”, cuyo objeto es
fijar las normas generales para la entrega y recepción de los asuntos
y recursos públicos del Estado colombiano, establecer la obligación
para que los servidores públicos en el orden nacional, departamental,
distrital, municipal, metropolitano en calidad de titulares y representantes legales, así como de los particulares que administren fondos o
bienes del Estado presente al separarse de sus cargos o al finalizar la
administración, según el caso, un informe a quienes los sustituyan
legalmente en sus funciones, de los asuntos de su competencia, así
como de la gestión de los recursos financieros, humanos y administrativos que tuvieron asignados para el ejercicio de sus funciones”.
Formalmente se define la infracción administrativa como la acción
típica , antijurídica y reprochable conminada con una multa (Jescheck,
Hans Heinrich, Tratado de Derecho Penal, parte general. V.I. Bosch,
Barcelona. 1978, pág. 74
En nuestro ordenamiento jurídico, la responsabilidad objetiva está
proscrita.
La Culpabilidad es la actitud consciente de la
voluntad que da lugar a un juicio de reproche
en cuanto el agente actúa en forma antijurídica
pudiendo y debiendo actuar diversamente.
Esa voluntad consciente lleva al sujeto a omitir el
deber de actuar conforme a derecho y a comportarse antijurídicamente, pudiendo hacerlo de una
manera adecuada a las normas jurídicas, surgiendo como aspecto fundamental de la culpabilidad la noción del Deber-Poder, de la cual se desprenden los fenómenos de la exigibilidad y de la
reprochabilidad; en efecto, porque el agente estando en la obligación de actuar de acuerdo con
el ordenamiento legal –es decir, siéndole exigible una conducta secundum ius- (según el derecho) se comporta de manera antijurídica pudiendo haber obrado de modo distinto, ésto es, conforme a tal ordenamiento o de manera jurídicamente indiferente, su actitud es digna de reproche y por ende, jurídicamente censurable.
El dolo es la forma más grave de la culpabilidad. Suele definirse como conocimiento y voluntad de un resultado típico. Según el Diccionario Jurídico Espasa, actúa dolosamente
quien: 1º. Conoce los elementos esenciales del
tipo del injusto; sabe, por ejemplo que la cosa
es ajena. Además de saber que la acción que
se propone está prohibida por la ley penal, (...).
2º. Quiere esa acción y su resultado. Se resuelve a ejecutar aquello que sabe está prohibido. Por tanto, el dolo tiene dos elementos: el
intelectual (conocimiento) y el volitivo (voluntad), referidos a un resultado típico, es decir, prohibido por la ley.
Cuando se realiza voluntariamente un hecho es porque se lo representó previamente –así sea mediante una representación
mental de fugaz duración- lo halló adecuado a sus posibilidades y quiso entonces llevarlo a cabo; participan pues en el
comportamiento humano las esferas intelectiva y volitiva de la personalidad con
precedencia lógica de la primera de ellas,
puesto que sólo somos capaces de querer
lo conocido.
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Proceso Administrativo Sancionatorio Fiscal
Esa voluntad nutrida por el conocimiento
y el querer se ha dirigido a la realización
de una conducta típica, en cuanto descrita como delito o contravención por una
norma legal, y antijurídica, en la medida
en que mediante ella se vulnera sin derecho el interés jurídicamente tutelado; esta
referencia puntualiza, además que estando el dolo ubicado dentro de la culpabilidad no se predica sino de aquellas conductas típicas y antijurídicas.
De otra parte, la conducta culposa supone un
comportamiento voluntario orientado conscientemente hacia una finalidad determinada, solo
que ésta –a diferencia de lo ocurrido con el actuar doloso- o constituye una meta jurídicamente indiferente o configura un hecho antijurídico
en cuyo desarrollo emergió la culpa.
La Corte Suprema de Justicia, se refirió al tema
en los siguientes términos:
¿Qué criterio o pauta debe seguirse para saber si una persona ha incurrido en culpa, es decir, si ha
obrado negligentemente?
Si se aplica un criterio meramente
subjetivo hay que estudiar en cada
caso concreto, el estado mental y
social del autor del daño.
La aplicación de un criterio meramente subjetivo ha sido desechada
unánimemente por la doctrina y la
jurisprudencia contemporáneas.
La culpa no es posible determinarla según el estado de cada persona; es necesario un criterio objetivo o abstracto. Este criterio abstracto aprecia la culpa teniendo en
cuenta el modo de obrar de un
hombre prudente y diligente considerado como arquetipo.
De lo expuesto se deduce que la capacidad de prever no se relaciona
con los conocimientos individuales
de cada persona, sino con los conocimientos que son exigidos en
el estado actual de la civilización
para desempeñar determinados oficios o profesiones…”9
Por lo expuesto, la primera instancia no logró
probar el elemento subjetivo de la conducta de
la señora Diana Angélica López Rodríguez, limitándose a afirmar que aquélla incumplió una
obligación fiscal, sin mediar el análisis del elemento subjetivo de su actuación, con lo cual
podría tratarse de una imputación puramente
objetiva, contraria a nuestro Estado Social y Democrático de Derecho, desconociendo, además,
el artículo 8º de la Resolución Reglamentaria
042 de 2001, conforme con el cual, para graduar la sanción, se tendrá en cuenta, entre otros,
“el grado de culpabilidad y de participación”, lo
que, por supuesto, no se logra con solo enunciar tales elementos dosificadores; es imprescindible hacer su estudio y valoración, teniendo en
cuenta las circunstancias específicas de ocurrencia de los hechos, a las cuales se hizo alusión en
anteriores apartes, so pena de la vulneración,
además, del principio de la buena fe10 .
Mientras no obre prueba en contrario, la presunción de buena fe que protege las actuaciones de los particulares se mantiene incólume.
En cuanto a los servidores públicos no es que se
presuma, ni mucho menos, la mala fe. Sencillamente, que al margen de la presunción que
favorece a los particulares, las actuaciones de los
funcionarios públicos deben atenerse al principio de constitucionalidad que informa la ley y al
principio de legalidad que nutre la producción
de los actos administrativos. Por consiguiente,
podría decirse entonces que la presunción de
buena fe que milita a favor de los particulares,
en la balanza Estado-administrados hace las veces de contrapeso institucional de cara a los principios de constitucionalidad y legalidad que
amparan en su orden a la ley y a los actos administrativos.
9
10
Corte Suprema de Justicia. Sentencia del 2 de Junio de 1958.
“Las actuaciones de los particulares y de las autoridades públicas
deberán ceñirse a los postulados de la buena fe, la cual se presumirá
en todas las gestiones que aquéllos adelanten ante éstas”
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Proceso Administrativo Sancionatorio Fiscal
Sobre el tema, así se ha expresado la jurisprudencia nacional:
“Ahora bien, de acuerdo con la doctrina el principio de la buena fe constituye pieza fundamental de todo ordenamiento jurídico, habida consideración del valor ético que entraña en
la conciencia social, y por lo mismo,
de la importancia que representa en
el tráfico jurídico de la sociedad.
Contenido ético que a su vez incorpora el valor de la confianza dentro
de la base de las relaciones sociales,
no como creación del derecho, que
sí como presupuesto, con existencia
propia e independiente de su reconocimiento normativo. La buena fe
se refiere exclusivamente a las relaciones de la vida social con trascendencia jurídica, sirviendo al efecto
para valorar el comportamiento de los
sujetos de derecho, al propio tiempo
que funge como criterio de reciprocidad en tanto se toma como una regla de conducta que deben observar
los sujetos en sus relaciones jurídicas,
esto es, tanto en el ámbito de los derechos como en la esfera de los deberes y obligaciones. Por ello mismo, todo comportamiento deshonesto, desleal o que acuse falta de colaboración, de parte de uno de los extremos de la relación jurídica, constituye infracción al principio de la fides,
toda vez que defrauda la confianza
puesta por el interlocutor afectado,
o lo que es igual, transgrede el fundamento del tráfico jurídico. Configurándose así la presencia de la mala
fe”11 .
11
Corte Constitucional. Sentencia C.840 de 2001. M. P. Dr, Jaime Araujo Rentería.
«Control Fiscal con la Mano del Ciudadano»
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La Constitución de 1991, expresamente reconoce la función de control fiscal dotándola de un
carácter público (art. 267), como una actividad
independiente y autónoma y diferente a la que
normalmente corresponde a las clásicas funciones del Estado, obedeciendo a la necesidad política y jurídica de controlar, vigilar y asegurar la
correcta utilización, inversión y disposición de
los fondos y bienes públicos, cuyo manejo se
encuentra a cargo de los órganos de la administración o, eventualmente de los particulares
(arts. 267 y 272 C.P.).
De manera pues, que el ejercicio de la función
pública del control fiscal a la luz del ordenamiento constitucional, ha sido asignado a la
Contraloría General de la República (arts. 119 y
267) y, en los departamentos, distritos y municipios donde haya contralorías, les corresponde a
éstas el ejercicio de la función fiscalizadora en
forma posterior y selectiva (art. 272).
En este sentido, como ha sostenido la jurisprudencia nacional, “el control fiscal constituye una
actividad de exclusiva vocación pública que tiende a asegurar los intereses generales de la comunidad, representados en la garantía del buen
manejo de los bienes y recursos públicos, de
manera tal que se aseguren los fines esenciales
del Estado de servir a aquella y promover la prosperidad general, cuya responsabilidad se confía
a órganos específicos del Estado como son las
Contralorías (nacional, departamental, municipal), aunque con la participación ciudadana en
la vigilancia de la gestión pública (art. 1º., 2º.,
103, inciso 3 y 270 de la C.P.)”1
Por lo expuesto, la Ley 610 de 2000 dotó a las
Contralorías de varios mecanismos, trámites,
medios, formas y procedimientos tendientes a
hacer efectivo el ejercicio del control fiscal, de
tal forma que la administración, en un período
determinado, asigne los recursos para maximizar
sus resultados; que en igualdad de condiciones
de calidad los bienes y servicios se obtengan al
menor costo; que sus resultados se logren de
manera oportuna y guarden relación con sus ob1
Corte Constitucional. Sentencia C-374 de 1995 M.P. Antonio Barrera Carbonell.
jetivos y metas. Así mismo, que permita identificar los receptores de la acción económica y analizar la distribución de costos y beneficios entre
sectores económicos y sociales y entre entidades
territoriales y cuantificar el impacto por el uso o
deterioro de los recursos naturales y el medio
ambiente y evaluar la gestión de protección, conservación, uso y explotación de los mismos 2 .
Dentro de los mecanismos de los cuales disponen los organismos de control fiscal, en punto a
la realización plena de sus cometidos, el artículo 10 de la ley 610 de 2000, señala lo siguiente:
“Los servidores de las contralorías que realicen
funciones de investigación o de indagación, o
que estén comisionados para la práctica de pruebas en el proceso de responsabilidad fiscal, tienen el carácter de autoridad de policía judicial.
Para este efecto, además de las funciones previstas en el Código de Procedimiento Penal, tendrán las siguientes:
1. Adelantar oficiosamente las indagaciones preliminares que se requieran por hechos relacionados contra los intereses patrimoniales
del Estado.
2. Coordinar sus actuaciones con las de la Fiscalía General de la Nación.
3. Solicitar información a entidades oficiales o
particulares en procura de datos que interesen para solicitar la iniciación del proceso
de responsabilidad fiscal o para las indagaciones o investigaciones en trámite, inclusive para lograr la identificación de bienes de
las personas comprometidas en los hechos
generadores de daño patrimonial al Estado,
sin que al respecto les sea oponible reserva
alguna.
4. Denunciar bienes de los presuntos responsables ante las autoridades judiciales, para que
se tomen las medidas cautelares correspondientes, sin necesidad de prestar caución.
2
Artículo 8º de la Ley 42 de 1993.
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PARÁGRAFO
ARÁGRAFO.. En ejercicio de sus funciones, los
servidores de los organismos de control fiscal a
que se refiere este artículo podrán exigir la colaboración gratuita de las autoridades de todo
orden”.(negrillas y subrayado, fuera de texto).
El Código de Procedimiento Penal (Ley 906 de
2004) define así a la Policía Judicial:
“Por policía judicial se entiende la función que cumplen las entidades del Estado para apoyar la investigación penal y, en
ejercicio de las mismas, dependen
funcionalmente del Fiscal General de la
Nación y sus delegados”3 .
Obsérvese que el artículo 201 del mencionado
estatuto procesal no deja lugar a equívocos,
cuando preceptúa: “ejercen permanentemente
funciones especializadas de policía judicial dentro del proceso penal y en el ámbito de su competencia, los siguientes organismos: (…) 4. Las
entidades públicas que ejerzan funciones de
vigilancia y control” (subrayado fuera de texto).
Por su parte, la Corte Constitucional se refirió al
tema en los siguientes términos:
“La noción de Policía Judicial es el conjunto de autoridades que colaboran con los
funcionarios judiciales en la investigación
de los delitos y en la captura de los delincuentes. La concepción moderna de la
policía judicial es la de un cuerpo que requiere la aplicación de principios de unidad orgánica y, sobre todo, de especialización científica y que actúa bajo la dirección funcional de los fiscales o los jueces.
Si bien es cierto que la Policía Nacional por
mandato constitucional cumple funciones
de Policía Judicial en forma
permanente, así como otros servidores
públicos según lo dispone el artículo 310
del Código de Procedimiento Penal, sus
funciones se deben cumplir bajo la dirección y coordinación del Fiscal General y sus
delegados”. 4
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Artículo 200, inciso 3º.
Sentencia C-024 de 1994. M. P. Dr. Alejandro Martínez Caballero.
Así las cosas, la policía judicial es el poder jurídico y una función pública del Estado para practicar diligencias tendientes a verificar si hay lugar
o no al ejercicio de la acción penal, fiscal o disciplinaria; si han tenido ocurrencia los hechos
que por cualquier medio han llegado a conocimiento de las autoridades; para la consecución
y aseguramiento de información y medios de
prueba útiles para establecer y esclarecer el carácter punible, disciplinable o constitutivo de
daño patrimonial público y para identificar a
los autores o partícipes del hecho punible o a
los responsables disciplinaria o fiscalmente.
Se desprende que, a efectos del pleno ejercicio
de la función pública que el constituyente le
asignó a la Contraloría de Bogotá D.C., tendiente a la vigilancia de la gestión fiscal de la administración y de los particulares o entidades que
manejen fondos o bienes públicos de Bogotá
D.C., esta entidad goza de un doble poder: es
organismo de control fiscal y tiene facultades de
policía judicial, razones suficientes para remover cualquier obstáculo que impida el logro de
sus cometidos.
El objeto de la policía judicial para el ejercicio del
control fiscal apunta fundamentalmente a obtener, interpretar, analizar y evaluar información y
recaudar medios de prueba que permitan iniciar
la acción fiscal y/o desarrollarla en debida forma,
con suficiente soporte para un resultado óptimo
o descartar aquella información superflua, a efecto de evitar la iniciación de procesos de responsabilidad fiscal que conlleven a la cesación de la
acción y el consiguiente archivo del mismo. En
forma concreta, se orienta a los siguientes fines:
* Determinar la viabilidad de iniciar una acción
o descartarla;
* Establecer la existencia de hechos que podrían
ser objeto de investigación dentro de un proceso de responsabilidad fiscal;
* Verificar el carácter lesivo de los hechos contra el patrimonio público;
* Determinar e identificar al presunto responsable del daño a los intereses patrimoniales
del Estado;
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* Obtener información sobre los bienes de los
presuntos responsables fiscales.
Con fundamento en los anteriores argumentos,
ningún sujeto de control fiscal puede obstaculizar el ejercicio del control fiscal a cargo de la
Contraloría de Bogotá D.C. alegando reserva de
la información a suministrar, ni someter la consulta de los documentos solicitados a
condicionamiento alguno, so pena de incurrir
en las sanciones previstas por los artículos 99 y
siguientes de la Ley 42 de 1993, en concordancia con las resoluciones reglamentarias 042 de
2001 y 019 de 2002, expedidas por el Contralor
de la ciudad, contentivas del Proceso Administrativo Sancionatorio Fiscal, disposiciones que
consagran dentro de las causales para imponer
multas hasta por el valor de cinco (5) salarios
devengados por el sancionado por parte de este
órgano de control fiscal, las siguientes: “a quienes no rindan las cuentas e informes exigidos o
no lo hagan en la forma y oportunidad establecidos por ellas; incurran reiteradamente en errores u omitan la presentación de cuentas e informes; se les determinen glosas de forma en la
revisión de sus cuentas; de cualquier manera
entorpezcan o impidan el cabal cumplimiento
de las funciones asignadas a las contralorías o
no les suministren oportunamente las informaciones solicitadas; no adelanten las acciones tendientes a subsanar las deficiencias señaladas por
las contralorías; no cumplan con las obligaciones fiscales y cuando a criterio de los contralores
exista mérito suficiente para ello”.
A la conclusión precedente se llega si además
de lo dicho se tiene en cuenta que ni el artículo
66 del Código de Comercio ni el 20 del Código
Contencioso Administrativo, impiden que la
Contraloría de Bogotá D.C. tenga acceso a los
documentos relativos a la gestión fiscal de la
Empresa de Telecomunicaciones de Bogotá -ETB
S.A.E.S.P. (ni de ningún sujeto de control), pues
la primera de tales normas determina que el examen de los libros de comercio de practicará en
las oficinas o establecimientos del comerciante
y en presencia de éste o de la persona que lo
represente, en tanto que la otra disposición, por
el contrario, manifiesta que el carácter reservado de un documento “no será oponible a las
autoridades que lo soliciten para el debido ejercicio de sus funciones”, reiterando de esta forma la advertencia que hace el numeral 3º del
artículo10 de la Ley 610 de 2000, al cual ya se
aludió.
Conviene aclarar que el Capítulo II del Título IV
del Libro Primero del Código de Comercio, dedicado a la “Reserva y exhibición de Libros de
Comercio” expresa lo siguiente:
“Art. 61.- Los libros y papeles del comerciante
no podrán examinarse por personas distintas de
sus propietarios o personas autorizadas para ello,
sino para los fines indicados en la Constitución
Nacional y mediante orden de autoridad competente.
Lo dispuesto en este artículo no restringirá el
derecho de inspección que confiere la ley a los
asociados sobre libros y papeles de las compañías comerciales, ni el que corresponda a quienes cumplan funciones de vigilancia o auditoría
en las mismas”. (negrillas y subrayado fuera de
texto).
Se reitera que el carácter reservado de un documento no puede ser oponible a la Contraloría
de Bogotá por parte de ningún sujeto de control fiscal, pues tal actitud constituye causal de
sanción por entorpecimiento del cabal ejercicio
del control fiscal, con las consecuencias jurídicas de tal comportamiento.
Al pronunciarse sobre el tema, la Corte Constitucional preceptuó:
“Así, para determinar si es de la esencia de las
actividades de los organismos de control -que,
en virtud del Título X de la Constitución, son las
contralorías y el ministerio público junto con las
personerías- el recaudo de copias o fotocopias
de documentos, es necesario ver qué debe entenderse por «control». De acuerdo con el Diccionario de la Real Academia Española (Diccionario de la Lengua Española, tomo 2, Espasa
Calpe, Madrid, 1992, vigésima primera edición,
página 561), «control» equivale a «comprobación, inspección, fiscalización». Estas voces, a su
vez, tienen que ver con la verificación de hechos,
con el examen o reconocimiento atento de fe-
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nómenos o cosas, y con la crítica de las acciones
u obras de otros (ob. cit. páginas 526, 972,
1174).
Si, entonces, la función de «control», con base
en el examen y la crítica de un conjunto de acontecimientos o cosas, está enderezada a la comprobación de la verdad; y si, además, se tiene en
cuenta que el «control» que nos ocupa recae sobre la acción ordinaria de la administración y los
funcionarios, acción que normalmente requiere
de actos documentales, para la Corte no hay duda
de que la actividad controladora, tanto en lo fiscal como en lo disciplinario, supone para quien
la ejercita el derecho no sólo de acceder a los
archivos oficiales, sino el de obtener copias o
fotocopias de los documentos. Sin esta prerrogativa, ¿cómo podría asegurarse para el órgano
de control el ambiente propicio para hacer el
examen atento característico de la fiscalización?
El sentido común sugiere que quizás los locales
o archivos mismos de las entidades vigiladas,
donde los visitadores están expuestos a las presiones y puntos de vista de los funcionarios cuya
conducta está bajo su examen, no son sitios
aptos para que los controladores ejerzan la crítica reposada e independiente propia de su oficio. Además, el obligar a los visitadores a tomar
apuntes o retener en la memoria el contenido
de cientos o miles de documentos, no es método que facilite el acopio técnico de la información. Así mismo, y sin perder de vista que la labor de los órganos de control de suyo puede
enfrentarse a intereses proclives, la prohibición
de exigir copias o fotocopias es una débil garantía contra la eventual pérdida o destrucción
interesada de documentos”5 .
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Sentencia C-490 de 1996. M. P. Jorge Arango Mejía.
«Ni un bloque de ladrillo, ni un gramo de cemento más
en los Cerros de Bogotá»
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