Propuestas para el estudio científico aplicado a la conservación de tejidos históricos MARIÁN DEL EGIDO RODRÍGUEZ IPHE Interpretación científica de un proyecto de conservación de tejidos Los tejidos, antes como ahora, están estrechamente unidos a nuestra historia social y forman parte de nuestra vida cotidiana, utilizados para usos domésticos, el vestido, la decoración, como símbolos de una determinada situación social, de poder y de prestigio económico o religioso. Mientras cumplen estas funciones únicamente, su mantenimiento se circunscribe a la limpieza doméstica habitual. Sin embargo, cuando estos objetos pasan a formar parte del patrimonio cultural, el tratamiento de conservación debe ser específico y estar a cargo de personal cualificado. La experiencia muestra, no obstante, que los tejidos históricos no ocupan el lugar relevante que les corresponde, sino que pertenecen al grupo de los bienes de menor consideración dentro del patrimonio histórico, junto con los materiales etnográficos, científicos y técnicos, y que aún hoy, su conservación y restauración se ve, en ocasiones, en manos de artesanos. Es importante reivindicar su papel en la historia y la necesidad de su conservación, de modo que puedan evitarse daños irreversibles producidos, por ejemplo, por lavados con productos tóxicos o con sistemas mecánicos poco respetuosos con la integridad material de las piezas. Así considerado, debería ser generalizado el tratamiento con criterios y metodologías ya aceptadas y habituales en otro tipo de patri- monio. Los proyectos de conservación y restauración de tejidos se merecen el mismo tratamiento científico que cualquier otro componente de nuestro patrimonio histórico, razón por la que se dedica este trabajo a presentar algunas posibilidades que la ciencia y la técnica nos ofrecen para contribuir a conocer y garantizar condiciones adecuadas de intervención. En una polémica entrevista realizada a Severo Ochoa, éste afirmó: «El amor es física y química». No seré yo quien hable sobre la naturaleza del amor, pero sí puedo afirmar que los bienes culturales son, como mínimo, física y química. Esta afirmación puede muy bien aplicarse a la praxis de la metodología científica en la conservación de los textiles, como de cualquier otro bien cultural, que se dirige al estudio científico de las propiedades físicas y químicas de su estructura material. Estas propiedades dependen de la naturaleza de sus constituyentes, de su estado de agregación y de las condiciones ambientales en que se encuentra (Accardo; Vigliano, 1989). Los resultados así obtenidos no sólo se utilizan para conocer una tecnología histórica, disponibilidad de recursos, rutas comerciales, corrientes artísticas, o generar cualquier otro tipo de documentación que posibilite la investigación histórica, sino también para contribuir a establecer las condiciones para programar intervenciones de restauración acertadas y proyectos de conservación que contribuyan a minimizar los efectos del paso del tiempo 21 PROPUESTAS PARA EL ESTUDIO CIENTÍFICO APLICADO A LA CONSERVACIÓN DE TEJIDOS HISTÓRICOS 22 y a favorecer su futura preservación. Por tanto, podemos decir que la metodología de trabajo debe ser de ciencia aplicada. El reto del trabajo de los científicos para la conservación consiste en proveer de conocimientos y técnicas para armonizar la necesidad de conservar en su estado inicial el valor histórico, artístico, antropológico o tecnológico de unos bienes cuya naturaleza material tiende permanentemente al equilibrio con su entorno, y, por tanto, a continuos cambios. Las variables de este sistema comprenden las características de los materiales constitutivos y su técnica de ejecución, como son el proceso de hilado, tinción, tejido, acabados, y las condiciones posteriores al momento de creación, como son parámetros microclimáticos, estabilidad estructural, deterioros de origen diverso ocasionados mayoritariamente por el uso, traslados geográficos, condiciones expositivas de almacenamiento. Con estas variables, que funcionan como las condiciones iniciales y condiciones de contorno en la interpretación matemática de un sistema físico, se trata de buscar los valores más aproximados para que se den condiciones lo más cercanas posible a los preceptos básicos defendidos por los profesionales de la restauración y la conservación. Uno de los más importantes es el de reversibilidad, considerado como la posibilidad de volver al estado inicial tras la intervención. Este precepto apareció por primera vez en el denominado informe Murray Pease, aceptado en 1963 por el American Institute for Conservation (Pease et al., 1964) y adoptado en su código ético en 1968, artículo II.5 (Pease et al., 1968), y desde entonces por la mayoría de los códigos metodológicos de conservación y restauración. En el ámbito de la conservación y restauración de los tejidos históricos, el méto- do más aceptado tradicionalmente ha sido el de la costura por su reversibilidad: mediante los diferentes tipos de puntos desarrollados se fijan con hilos muy finos las zonas deterioradas, siempre que la tela lo permita. Por ello, la utilización del concepto de reversibilidad en restauración de textiles es especialmente adecuada. La interpretación científica de este proceso y otros no está tan extendida, quizá porque esa consideración de los tejidos como arte menor ha propiciado poco la aplicación teórica o práctica de la ciencia y la tecnología a su restauración. Por ello, se propone una reflexión en torno a la reversibilidad estudiada desde un punto de vista científico y aplicada a los tejidos. El concepto de reversibilidad se ha visto sometido a valoraciones y revisiones desde la década de 1980, tal como atestigua la amplia bibliografía al respecto y que queda plasmada en estudios monográficos recientemente publicados (Oddy; Carroll, 1999). De acuerdo con éstos, la reversibilidad en conservación y restauración es un ideal al que se puede y debe aspirar, un objetivo teórico que no siempre es alcanzable en sentido estricto en la materialización de la intervención. No obstante, tiene de parte irrenunciable el que cualquiera que sea el tratamiento al que se someta el material, en el futuro sea posible por cualquier método científico, técnico o documental identificar materiales y procesos existentes antes de la intervención. El principio de reversibilidad es, por tanto, una constante en todo proyecto de conservación en cuyo entorno cercano se debe intentar trabajar a sabiendas de que, aunque en ocasiones inalcanzable, su defensa siempre ha propiciado la revisión periódica de tratamientos, el intercambio entre profesionales implicados, el enriquecimiento de las aportaciones desde distintos ámbitos y, en suma, una mejora de las intervenciones en el respecto a la integridad física de los bienes culturales. Existe en física una magnitud de concepto equivalente que es la entropía, y que permite una cierta aproximación a la interpretación científica de este concepto aplicado a la conservación de tejidos. Un proceso reversible es aquél en que el aumento de entropía es nulo, siendo la entropía la magnitud que mide el grado de desorden de un sistema aislado, y que de acuerdo con el segundo principio de la termodinámica, aumenta en toda transformación espontánea. Un proceso reversible está constituido por una sucesión de estados de equilibrio y, por tanto, su descripción geométrica coincide con una trayectoria cuasiestática (Callen, 1985). Por tanto, solamente un sistema ideal puede tener aumento de entropía nula. El punto material, el gas perfecto, el movimiento de un sólido sin rozamiento, el péndulo matemático, el cuerpo negro, la lente delgada, son ejemplos de sistemas físicos ideales. De todos es sabido que los sistemas físicos ideales son extrapolaciones de sistemas reales que ofrecen muy buenas condiciones para el estudio y deducción de leyes universales que rigen los procesos naturales, aunque no se ajustan exactamente a la realidad. Su estudio y consideración han contribuido enormemente al desarrollo científico y, por ello, son sistemas habitualmente utilizados como presupuestos en numerosos ámbitos de la física. Esta misma interpretación es la que aquí se defiende respecto a la reversibilidad de las intervenciones en conservación y restauración no sólo del patrimonio que ya goza de más profundos estudios e investigaciones de carácter técnico, sino también del textil. Dada la definición de entropía pudiera parecer que un adecuado proyecto de con- servación puede ser el que esté acompañado de una disminución de entropía, es decir, de un aumento de orden en el sistema. Las transformaciones acompañadas de disminución de entropía son posibles, aunque no se dan en la naturaleza de forma espontánea, sino que un agente exterior ha de provocarlas con un aumento global de entropía en el sistema superior a la disminución antes considerada. De este modo, no se incumple el segundo principio, dado que el resultado final es que el sistema aislado cuya entropía aumenta y en el que nuestros bienes culturales se hallan inmersos es el universo. No obstante, interpretar que la disminución de entropía es una condición deseable en una restauración, puede provocar resultados muy desafortunados. Por ejemplo, la controvertida consolidación con retejidos o la consolidación mediante adhesivo, éter celulósico por pulverización. Por ello, la condición deseable es la reversibilidad, es decir, la nula variación de entropía, que también significa el equilibrio termodinámico con su entorno, principio básico en conservación preventiva. Pero también parecería que la reversibilidad deseada es una utopía física. La interpretación física de este proceso es que, si bien en los sistemas aislados no podemos encontrar la variación de la entropía nula, sí podemos acercarnos mucho a mínimas variaciones en subsistemas que produzcan intercambios con otros a costa de los que podamos llegar a variaciones casi nulas. Ejemplos de estos procesos son la fusión del agua a 0 °C y la compresión muy lenta de un gas en un émbolo; aplicado a la restauración y conservación de tejidos, la adecuación de temperatura y humedad relativa en intervalos infinitesimales hasta llegar a los valores deseados. 23 PROPUESTAS PARA EL ESTUDIO CIENTÍFICO APLICADO A LA CONSERVACIÓN DE TEJIDOS HISTÓRICOS 24 Figura 1. Dos fragmentos de un mismo tejido copto sometido a diferentes condiciones de contorno. El efecto es un deterioro irreversible en el primero de ellos producido por reacciones fotoquímicas debidas a una exposición prolongada. Archivo Central. Expedientes de Intervención. IPHE. Por tanto, nuestra acción que modifica los parámetros físicos y químicos a que se ve sometido un tejido en grave estado de deterioro, puede conseguir, si se seleccionan sus valores adecuadamente, una situación cercana al equilibrio que favorezca su conservación. Por ello, las decisiones de modificación de las condiciones estructurales, de iluminación, microclimáticas, químicas o de almacenamiento, deben tener en cuenta las consecuencias de la perturbación del equilibrio que el paso de los siglos ha contribuido a crear, y si con ello se garantiza una mejor conservación de la obra. En el caso de los tejidos históricos, encontramos generalmente una estructura de materia orgánica, de origen vegetal o animal, entrelazada con una técnica más o menos complicada, a la que se han añadido sustancias de tinción o impresión, y otros materiales pintados o formando relieve, como son hilos metálicos, perlas o piedras. La naturaleza de todos estos materiales y la interacción entre ellos en unas determinadas condiciones ambientales, constituyen un sistema dinámico en el que se verifican reacciones químicas, modificaciones mecánicas o biodeterioro. La consideración del bien cultural como un sistema dinámico es de gran relevancia, ya que su análisis concluye con las condiciones de contorno inevitablemente modificables para la conservación. Por ejemplo, proyectar un tratamiento de desinsectación sobre una colección de textiles en el almacén de un museo para que, una vez finalizado, las piezas se guarden en las mismas condiciones ambientales y de almacenaje no sólo no tiene ningún sentido positivo para la conservación, sino que genera manipulaciones, trasportes, embalajes y modificaciones de las condiciones del entorno completamente innecesarias. Otra posible situación es la de elaborar un proyecto de restauración con criterios y metodología adecuados para una casulla de un museo diocesano y que, una vez terminada la intervención, vuelva a ser expuesta en un soporte disponible cualquiera y sometida, durante años, a niveles de iluminación excesivos. En otras ocasiones, el mismo proyecto de restauración puede incorporar el diseño específico de un soporte adecuado que elimine la heterogeneidad en las tracciones mecánicas a las que se ve sometido el tejido, pero puede ocurrir que los responsables de la museografía del lugar donde va a ser expuesta la pieza no consideren ese soporte compatible con el diseño expositivo y se vea sustituido por otro estéticamente conveniente. Estas situaciones, que según el sentido común no deberían darse, no están tan lejos de algunos casos reales como nos gustaría pensar. Otro tipo de circunstancias, generalmente ajenas a la voluntad del conservador, como pueden ser recortes presupuestarios, falta de personal o decisiones más políticas que técnicas, producen estos desafortunados desenlaces. Hasta ahora se ha mencionado la reversibilidad desde el punto de vista clásico, pero hay también aspectos de la mecánica cuántica que deben ser considerados y afectan de forma importante en la conservación de los bienes culturales. Los avances científicos y técnicos han puesto a disposición de los investigadores dedicados a la conservación nuevas posibilidades de estudio, diagnóstico y tratamiento de los materiales históricos que, si bien no parecen ofrecer efectos no deseados o irreversibles microscópicamente, deben ser muy bien contrastados antes de su aplicación, teniendo también en cuenta las posibles modificaciones de las propiedades atómicas de la materia, que es el ámbito deaplicación de la física cuántica. Hablar de reversibilidad en física atómica es igual de difícil que en la interpretación clásica termodinámica. Entre otras razones, porque es imposible conocer simultáneamente diferentes parámetros que caracterizan las partículas, según el principio de incertidumbre de Heisenberg. Todo esto significa que no todos los procedimientos son válidos con el argumento de que sus efectos no son directamente observables y que las modificaciones al nivel de partícula pueden ser igual- mente causantes de un tipo de deterioro si cabe más peligroso por cuanto es detectable únicamente con la tecnología adecuada. Aplicado a la conservación de tejidos, es paradigmática la sistemática utilización de rayos gamma para la desinfección de momias. Las consecuencias de su aplicación han sido la pérdida de propiedades físicas y químicas de los tejidos y la imposibilidad de aplicar posteriormente cualquier método de datación basado en el carbono 14. Otro caso es la utilización de sistemas de limpieza por láser, que si bien da buenos resultados ya conocidos y contrastados en otros materiales, en el caso de los tejidos hay que valorar cuidadosamente por ser éstos, una vez más, los que han sido sometidos a menos estudios al respecto. La adecuada elección de la fuente láser y de su longitud de onda es necesaria para llegar al efecto buscado sin provocar deterioros, efectos que ya han sido detectados en la utilización de láser a 266 nm. Si bien a simple vista no se perciben variaciones, en el microscopio se observa el deterioro de las fibras de algodón (Larson; Cooper; Sportun, 2000). Metodología De acuerdo con todo lo anterior, para el estudio científico de los tejidos, bienes muebles de gran fragilidad, en primer lugar, hay que realizar un análisis del estado de conservación material. Para ello, se realizan estudios físicos, químicos y biológicos, como son el examen de las imágenes obtenidas tras la exposición del objeto a radiación con diferentes longitudes de onda del espectro electromagnético, el análisis de los materiales constituyentes, ya sean originales, añadidos o productos de alteración, y la detección e identificación de organismos agentes 25 PROPUESTAS PARA EL ESTUDIO CIENTÍFICO APLICADO A LA CONSERVACIÓN DE TEJIDOS HISTÓRICOS 26 Figura 2. Muestras de oro de Chipre, cuero recubierto de oro, procedente de la casulla de San Valero. Microscopia electrónica realizada por Montse Algueró. Departamento Científico de Conservación. Archivo IPHE. de deterioro. El conocimiento de todos estos valores permitirá poder influir en sus procesos de transformación. En segundo lugar, establecer un diagnóstico que valore si la estabilidad del sistema puede verse alterada mediante procesos irreversibles por las necesarias modificaciones o, si es posible, en un alto porcentaje, diseñar unas condiciones durante y después de la intervención que ofrezcan fiabilidad de una buena respuesta a largo plazo de los materiales y una mejora en su preservación. Si es viable, hay que establecer un tratamiento que modifique, en primer lugar, las condiciones de contorno que han provocado la evolución del sistema hacia la degradación de su soporte material, véase sistema de almacenamiento, condiciones microclimáticas, control sobre el estado de las nuevas adquisiciones, y en segundo lugar, actuar directamente para detener el deterioro producido hasta el momento, como, por ejemplo, someter a las piezas a un tratamiento de desinsectación, modificar el sistema de iluminación, renovar el sistema de control de humedad y temperatura, establecer condiciones adecuadas de transporte y embalaje, entre otros. Entender la importancia de esta segunda parte del estudio científico es fundamental si lo que buscamos es la conservación a medio y largo plazo de nuestro patrimonio textil y no la inmediatez de un resultado estéticamente bello. Este segundo aspecto es importante y no es infrecuente que un conservador o restaurador decidan no intervenir sobre una pieza o colección de tejidos considerando que las condiciones a las que se va a ver sometida posteriormente la pieza no van a mejorar sustancialmente respecto a la situación inicial que ha desembocado en su estado de deterioro actual. Estas consideraciones, que permiten evaluar la viabilidad de cada proyecto de conservación de forma singular, ofrecen coherencia metodológica y posibilitan un mayor éxito en el resultado. Por último, la fase de evaluación, que requiere aún hoy de investigaciones que relacionen las variaciones de parámetros recogidos con los efectos de estabilidad o deterioro en los tejidos, por lo que resulta especialmente interesante recabar toda la posible información, de modo que contribuyamos, conjuntamente, a profundizar en el análisis de situaciones y a elaborar las pautas que contribuyan a la conservación preventiva de los tejidos históricos. Se tratarán ahora algunos estudios científicos, los mínimos imprescindibles en cualquier proyecto de conservación y restauración en textiles, a los que pueden unirse otros específicos o de mayor envergadura. Posibilidades técnicas de métodos analíticos de identificación El estudio analítico de cualquier tejido pasa por identificar las fibras, analizar los elementos asociados, como hueso, madera, vidrio, metal de bordados, refuerzos y decoraciones, los colorantes y mordientes utilizados, adhesivos, consolidantes, y otros materiales presentes como y forma parte de las investigaciones previas a cualquier tra- tamiento específico de restauración y conservación. Para realizar el análisis de fibras, se extraen pequeñas muestras de diversas partes del tejido que se preparan para la observación en el microscopio óptico con luz transmitida. La preparación consiste en la limpieza, la extracción de sustancias no fibrosas acompañantes, la selección separadamente de los hilos de la trama y la urdimbre, la disposición de las fibras longitudinal y transversalmente y el uso eventual de métodos histoquímicos de coloración o pruebas de solubilidad en reactivos específicos. Las pruebas de solubilidad dan como resultado la identificación de la fibra, pero son largas, pesadas y no son siempre aplicables por la gran cantidad de muestra necesaria y porque en cada paso quedan destruidas. Las reacciones de coloración son pruebas diagnósticas sobre la identidad de las fibras y requieren una muy pequeña cantidad de muestra. Por esta razón, son muy utilizadas en bienes culturales. Los resultados más habituales en los tejidos históricos son el algodón y el lino dentro de las fibras celulósicas y lana y seda entre las proteicas. En el análisis de fibras es muy interesante el estudio de la micromorfología y el microanálisis elemental de los hilos metálicos. Para ello, es especialmente útil la utilización del microscopio electrónico de barrido acoplado a un equipo de espectroscopia dispersiva en energías (SEM-EDS) sobre una pequeña muestra metalizada del tejido. Los resultados ofrecen datos para el mejor conocimiento de la técnica de fabricación del hilo, como es, en una plata dorada, la presencia de mercurio que indica el uso de la amalgama para el dorado; la naturaleza de los metales utilizados, cualitativa y semicuantitativamente, su estado de conservación, como son el aspecto estructural, pér- didas del oro en los dorados, nivel de presencia de azufre en la plata. Para la identificación del material orgánico de algunos hilos semejantes a los entorchados metálicos, pero en los que no hay una lámina metálica que recubre el alma del tejido, sino un sustrato proteico, tripa o cuero generalmente, recubierto de una fina capa de metal, conocidos como oro de Chipre, algunos estudios recientes muestran la aplicabilidad de las técnicas de biología molecular mediante la identificación del ADN de materiales históricos por PCR, esto es, reacción en cadena de polimerasa (De Reyer et al., 2002). Hay que notar, no obstante, que nos encontramos ante técnicas todavía difíciles de aplicar sistemáticamente al estudio de los hilos metálicos históricos por la laboriosidad que implica el trabajo sobre materiales sometidos en su elaboración a tratamientos que pueden ofrecer resultados de difícil interpretación, con posible contaminación, adiciones o restauraciones. Los métodos cromatográficos y espectroscópicos son ampliamente utilizados para los diferentes estudios analíticos. Las cromatografías permiten la separación e identificación simultáneas de una sustancia tras atravesar una fase estacionaria con la ayuda de una fase móvil. La cromatografía en capa fina (TLC) permite la identificación de colorantes, aminoácidos de proteínas y azúcares; la cromatografía líquida de alta presión (HPLC), la identificación de colorantes. La espectroscopia recoge y estudia los efectos de la radiación electromagnética sobre la sustancia mediante el estudio de un espectro de absorción, característico de cada material. La espectroscopia infrarroja por Transformada de Fourier (FTIR) permite la identificación de colorantes, polisacáridos proteínas, aceites, resinas naturales; la espectroscopia de masas, colorantes; la espectroscopia de 27 PROPUESTAS PARA EL ESTUDIO CIENTÍFICO APLICADO A LA CONSERVACIÓN DE TEJIDOS HISTÓRICOS fluorescencia de rayos X (XRF) ofrece información sobre las sales metálicas utilizadas como mordientes. Todas ellas han merecido estudios monográficos y continúan dando muy buenos resultados, tal como se desprende de los estudios publicados (TimarBalazsy; Eastop, 1999). 28 Un parámetro conflictivo: la iluminación La iluminación de bienes culturales se mueve siempre entre la necesidad de conservación y el deber de difusión. Esta tensión se torna más crítica cuanto más frágiles son los materiales, como ocurre en los tejidos. En relación con el primer aspecto, entre conservadores, museógrafos y responsables de bienes culturales existe un cierto conocimiento general sobre el deterioro producido por las reacciones fotoquímicas inducidas por la iluminación, los niveles máximos de iluminancia y de radiación ultravioleta sugeridos en función de los materiales, aspectos que la amplia bibliografía sobre conservación preventiva y las recomendaciones de los centros y organismos internacionales de conservación han difundido ampliamente. Y sin embargo, cada vez se adquiere más conciencia de que las recetas generales hay que estudiarlas de modo particular en cada caso y que su aplicación inmediata no siempre da los resultados deseados. De hecho, los efectos sinérgicos de diferentes parámetros, aquellas condiciones iniciales y de contorno mencionadas al principio, tienen unas consecuencias nada despreciables. El segundo aspecto es menos conocido pero igualmente importante. El conocimiento de las propiedades ópticas y radiométricas de las luminarias, de los materiales que reflejarán la luz, de las instalaciones y el entorno permite optimizar la percepción óptica del observador y con ello contribuir a la calidad de la información recibida, objetivo primordial de la difusión al público general y especializado. Condicionantes para la conservación Es sabido que la iluminación es un agente de deterioro para los bienes culturales, y también que de entre todos los tipos de materiales, los tejidos se encuentran en el grupo de los más sensibles. Los efectos de la radiación visible y ultravioleta sobre los tejidos son acumulativos e irreversibles. Hay que recordar, no obstante, que no sólo debe considerarse la modificación del aspecto visual tras la exposición a la radiación: la exposición a una luz prolongada produce la fragilización de los tejidos como consecuencia de la oxidación en las células, consecuencia que sólo puede detectarse mediante pruebas físicas y químicas. Para objetos muy sensibles como los tejidos, ICOM recoge una serie de recomendaciones a través del International Committee for Museums and Collections of Costume. Entre otras, propone como límite máximo 50 lux de iluminación recibida por el objeto hasta tres meses, y en estas condiciones una vez cada tres años. Dado que no existe un valor de iluminación seguro, ICOM propone que ninguna fuente lumínica penetre en la zona expositiva en el horario de cierre, y si entra luz natural, debe hacerlo a través de filtros ultravioleta. Además, recomienda que no se iluminen interiormente las vitrinas. Por otra parte, son conocidos los resultados de investigaciones que demuestran que los deterioros sufridos por los tejidos expuestos a condiciones museográficas habituales (95 lux, niveles de uv de 60 mi- croW/lumen durantes 945 horas) son semejantes a los esperados según las simulaciones realizadas en cámara de envejecimiento, lo que permite validar los experimentos y aplicar sus resultados. La investigación tecnológica ha contribuido desde hace años a mejorar las instalaciones. Con el fin de controlar lo mejor posible el cumplimiento de estas condiciones consideradas deseables, se han implantado y mejorado soluciones en los últimos años. En caso de objetos especialmente sensibles, como son los tejidos, no sólo se utilizan sistemas que permiten la regulación de flujo luminoso, sino que además algunos incorporan proyectores programables que se controlan individualmente desde un ordenador central (Ezrati, 1994). Sin embargo, todas estas generalizaciones mencionadas tienen sus contrapartidas. Los valores estandarizados y las recomendaciones podrían inducir a pensar que las condiciones de una buena iluminación se resuelven con una instalación que reúna unas cuantas claves conocidas. Lo cierto es que estas generalizaciones son más importantes como propiciadoras de un alto grado de sensibilización y concienciación al respecto que por la posibilidad de su aplicación estricta generalizada. Analicemos en detalle algunas de estas recomendaciones. El empleo de filtros para la luz natural es una decisión que debería tomarse tras un estudio del factor de iluminación natural en distintas épocas para caracterizar el ciclo de luz natural, y no sin estudiar también otras posibilidades. El máximo de 50 lux es un requerimiento difícil de cumplir en determinadas museografías. En el caso de trajes con texturas diversas se puede considerar la posibilidad de aumentar la intensidad lumínica y disminuir el tiempo de exposición, lo que con- cuerda con la necesidad de la museografía más moderna, viva y atractiva que el público actual espera. No obstante, esta solución debe ir acompañada de la firme intención de cambiar las piezas expuestas y no superar los límites establecidos para que el resultado compatibilice la exposición y la conservación. Esto requiere de renovación e inversión económica constantes, aspectos que hay que considerar desde el principio en el proyecto museográfico. En cuanto a la iluminación interior de las vitrinas, depende de su tamaño, de las fuentes de luz utilizadas, de la existencia de ventilación; en suma, puede ser una buena solución exponer fragmentos de tejidos hispanomusulmanes en una vitrina con iluminación lateral interna, que elimina reflejos, apantallada con vidrio opal y en un entorno en penumbra que produzca un contraste perceptible por el ojo, de modo que la observación por parte del público sea satisfactoria. Esta posibilidad exige una selección de lámparas adecuadas y un diseño ajustado. Por otra parte, tampoco puede generalizarse el criterio de oscuridad total para estas colecciones. El almacenamiento continuado en lugares oscuros propicia la falta de inspección de los objetos y, con ello, la dificultad de detección de posibles plagas por insectos o microorganismos. También es necesario notar que no todos los colorantes y fibras son igualmente sensibles a reacciones fotoquímicas. Los colorantes amarillos y rosas y la seda son más frágiles, mientras que los azules son más resistentes. En las fibras, el efecto producido es su despolimerización en corto período de tiempo y afecta a la legibilidad de una escena o figura, a su valor estético y a su futura preservación de forma irreversible. El estudio de iluminación es un trabajo complejo en el que diversos parámetros es- 29 PROPUESTAS PARA EL ESTUDIO CIENTÍFICO APLICADO A LA CONSERVACIÓN DE TEJIDOS HISTÓRICOS Absortancia Transmitancia Reflectancia Objetos Iluminancia Composición química 30 Luz Longitud de onda Temperatura de color Índice de reproducción cromática Rendimiento Flujo luminoso Observador Contraste Adaptación cromática Luminancia Figura 3. Esquema de los diferentes parámetros que influyen en la iluminación y su interrelación. tán presentes e interactúan, tal como aparece en la figura 3. Además de la radiación visible, la ultravioleta, que no es perceptible por el ojo humano, debe ser cuidadosamente considerada. En cuanto a la interpretación de resultados para el deterioro de tejidos, es importante entender que la luz visible y la radiación ultravioleta tienen efectos acumulativos y que, en rigor, no existe ningún nivel de radicación ultravioleta que pueda no ser considerado nocivo. La eliminación total de esta radiación en una instalación no es sólo una cuestión extremadamente costosa, es que en realidad es imposible. La radiación ultravioleta se mide en microvatio por lumen y la estrategia a seguir en cuanto al nivel de radiación de esta naturaleza que se va a permitir tras la utilización de filtros o fuentes adecuadas debe ser una decisión en consonancia con otros parámetros implicados en la conservación preventiva. En cuanto a las investigaciones realizadas y a su validación experimental, antes mencionada, también hay que añadir que los valores de iluminancia propuestos varían de unos autores a otros (Bergeron, 1992; Ezrati, 1995) de forma importante. Estas signi- ficativas excepciones demuestran que el tipo de fibra textil, el colorante y su antigüedad son parámetros determinantes en el grado de deterioro final (Ford, 1992), así como la distribución espectral de la fuente luminosa, la temperatura y la humedad relativa (Lavédrine; Gillet; Garnier, 1999). Otro aspecto delicado es la elección del sistema de medida sobre el que basar los datos experimentales. El instrumental de medida de iluminancia y radiación ultravioleta de cualquier departamento de física muestra comportamientos dispares en cuanto a su precisión si se utiliza fuera de las condiciones de laboratorio. En el caso de los textiles debe considerarse la utilización de instrumental que mida luz incidente y reflejada y, con ello, aumento o disminución de intensidad de color, y proporcione además medidas de contaminación atmosférica. De este modo, pueden apreciarse variaciones debidas a cualquiera de los parámetros de estudio. En conclusión, el tema es controvertido y complejo y requiere de una solución equilibrada, adecuada a cada situación y tipo de objeto, a su naturaleza y su uso actual, y en la que una buena museografía o un adecuado sistema de almacenaje son fundamentales. Posibilidades para la difusión La percepción del color por parte de un mismo observador y en un mismo ambiente circundante depende, por un lado, de la radiación que es capaz de absorber y reflejar, propiedad física característica de la materia constituyente del objeto, y por otro, de la gama de longitudes de onda que dicha radiación contenga, propiedad que depende de la fuente luminosa. Por tanto, una fuente de luz inadecuada produce una distorsión de percepción de los objetos. Para controlar la distorsión del color es importante seleccionar los valores adecuados de temperatura de color e índice de reproducción cromática. La reproducción cromática indica la calidad de la reproducción de los colores para una fuente de iluminación determinada. Cuantitativamente se expresa mediante el índice de reproducción cromática, cuyo valor máximo es 100 que es el valor ideal de fidelidad cromática, que se da tomando la luz del día o de una lámpara incandescente, ambas de espectro continuo, como una luz de referencia. A medida que este valor decrece disminuye la aproximación al color de los objetos que percibimos. El término temperatura de color indica la temperatura que alcanza el cuerpo negro (radiador integral) que emite por incandescencia una radiación de la misma cromaticidad que la fuente considerada. En otras palabras, indica la temperatura determinada del cuerpo negro, medida en grados Kelvin (K), en la que el color de la fuente de luz incógnita y el cuerpo negro son iguales. Por ejemplo, la llama de una vela tiene una temperatura de color de 1.800 K porque ésta es la temperatura del cuerpo negro a la que emite un color igual al de la llama de la vela. Esta medida, en teoría, sólo es aplicable a fuentes de luz de espectro continuo; sin embargo, dada su utilidad, también puede utilizarse en fuentes de luz de espectro discontinuo, como son algunos fluorescentes, utilizando el concepto de temperatura de color correlacionada, que es la temperatura del cuerpo negro que se percibe como la más parecida a la de la fuente de luz considerada. Las fuentes de luz de menor temperatura de color producen efectos más cálidos con tonalidades más cercanas al rojo y al amarillo; las de mayor temperatura de color, efectos más fríos con tonos más azulados. Paradójicamente, físicamente hay que proporcionar menos temperatura para conseguir que el cuerpo irradie en rojo, tonos a los 50.000 lx 20.000 10.000 5.000 2.000 1.000 500 200 100 50 20 10 5 1.750 2.500 3.000 que subjetivamente les atribuimos la sensación de calidez. En conclusión, las fuentes de luz que deben utilizarse en función de una buena calidad de reproducción de los objetos deben tener un índice de reproducción cromático cercano a 100 combinado con una temperatura de color adecuada. El diagrama de Kruithoff relaciona los valores de temperatura de color con los de iluminancia, que aparecen representados en la figura 4. Así, por ejemplo, en general, se desaconseja la utilización de lámparas de vapor de mercurio con halogenuros metálicos, cuyos parámetros se encuentren alrededor de 4.000 K de temperatura de color y 85 de índice de reproducción cromática. Además, en el caso de los tejidos, esta fuente de luz no debe emplearse porque a su bajo índice de reproducción cromático se une la imposibilidad de regulación de flujo luminoso emitido. Por último, es necesario resaltar la importancia para su conservación de la toma de fotografías de una colección textil. La docu- 4.000 5.000 K 10.000 Figura 4. Diagrama de Kruithoff. El área amarilla representa la relación entre los valores de temperatura de color e iluminancia. 31 PROPUESTAS PARA EL ESTUDIO CIENTÍFICO APLICADO A LA CONSERVACIÓN DE TEJIDOS HISTÓRICOS 32 mentación de los tejidos mediante fotografía es muy útil porque permite reducir la manipulación para el estudio, la publicación y la difusión. Sin embargo, es imprescindible que la fotografía sea realizada por profesionales que ofrezcan una buena calidad de trabajo final, de modo que se evite tener que volver a someter a los tejidos a condiciones de manipulación e iluminación sucesivas. Si bien la toma de fotografías incumple las condiciones de conservación generales dictadas para los tejidos, los efectos nocivos de la manipulación, los cambios microclimáticos y el exceso de iluminación pueden paliarse con ciertas prácticas. El tejido debe ser iluminado durante el mínimo tiempo posible y sólo durante la exposición real; mientras tanto puede ser recubierto con un tejido opaco. Los focos deben ir provistos de filtros de radiación ultravioleta e infrarroja. La distancia entre el tejido y la fuente de luz debe ser suficiente como para que no produzca modificaciones de temperatura en la superficie del objeto. Sería deseable mantener los valores de temperatura y humedad estables. Los flashes que actúan puntualmente no llegan a producir daño y, sin embargo, aportan una importante mejora en la imagen final digna de ser considerada. Para filmaciones, se ha de considerar la utilización de lámparas halógenas con filtros ultravioleta y, en lo posible, durante un máximo de tres minutos. En cuanto a su manipulación, hay que evitar movimientos, por lo que es mejor que los equipos fotográficos, los focos o el material necesario se desplacen, a que se muevan los objetos (VV. AA., 1998) El biodeterioro de los tejidos El patrimonio histórico de naturaleza textil es especialmente susceptible de sufrir ataques de origen biológico (Vigo, 1980) dado que se encuentra en muchas ocasiones en lugares húmedos y sin ventilación, como iglesias, monasterios, y con sistemas de almacenaje poco apropiados. Sus efectos son alteraciones cromáticas, pérdidas irreversibles de material original y modificaciones en sus propiedades químicas y físicas (Sagar, 1987). La erradicación de plagas en bienes culturales se ha basado tradicionalmente en métodos químicos por contacto, fumigación e ingestión (Pinninger, 1989) mediante el uso de productos como el bromuro de etileno y el óxido de etileno. Diversas instituciones dedicadas a la conservación de bienes culturales llevan años desarrollando programas que permitan la paulatina sustitución de estos productos por otros métodos que actúan mediante el control de los parámetros microclimáticos. En efecto, se ha comprobado experimentalmente que la modificación de los valores de humedad relativa, temperatura y composición química del aire, especialmente la combinación de dos o más de estos parámetros a determinados valores, consiguen erradicar las plagas que deterioran los bienes culturales sin peligro para la salud y de acuerdo con criterios de conservación internacionalmente aceptados. En consecuencia, el uso de productos químicos está cada día menos extendido por los perjuicios que pueden provocar en la salud de las personas que los manipulan, en el medio ambiente y en la propia conservación de los objetos. Dentro de estos tipos de tratamientos alternativos se encuentran los que modifican la temperatura y aquellos que sustituyen la habitual composición química del aire por una atmósfera enrarecida que produzca la anoxia de insectos y el decrecimiento de microorganismos aerobios. En el caso de los tejidos, se trata de soportes orgánicos celulósicos o proteicos y de gran fragilidad, por lo que el tratamiento a elegir es especialmente relevante. Los choques térmicos mediante la aplicación de temperaturas extremas dan buenos resultados en la eliminación de los organismos que causan el deterioro. Los valores letales para la mayoría de las especies que atacan tejidos (Tinea bisselliella, A verbasci, Tinea pellionella) se encuentran por debajo de –25 °C o por encima de 50 °C, aunque hay que recordar que el resultado también depende del tiempo de exposición, por lo que no siempre estos valores son generalizables (Chauvin y Vannier, 1990). Esto no ocurre con drásticas modificaciones de humedad relativa, pues se ha comprobado que Tinea bisselliella y Tinea pellionella pueden sobrevivir a 0% de humedad relativa (Chauvin y Vannier, 1985). Sin embargo, los tratamientos mediante altas temperaturas pueden producir deshidratación con la consiguiente fragilización del soporte y pérdida de color y textura originales; sometidos a muy bajas temperaturas se producen cristales de hielo y los compresores de los equipos congeladores producen vibraciones cuyos efectos pueden ser nocivos para el bien cultural. A todo ello debe unirse el efecto de la dilatación y contracción producidas por los grandes gradientes de temperatura a que se someten los tejidos. Por otra parte, la alteración de los parámetros climáticos no suele ser un tratamiento bien aceptado entre los conservadores de museos, dado que, bajo criterios de conservación preventiva, mantienen un objetivo de estabilización de humedad y temperatura para preservar las piezas que, aunque puntualmente, se vería alterado con estos tratamientos. La modificación de la composición química del aire resulta ser un tratamiento efectivo en la eliminación de agentes productores de biodeterioro y adecuado en el caso de los tejidos, dado que el ambiente en el que se mantiene el bien durante el tratamiento no pro- duce efectos negativos en su conservación. Además, los tejidos son mayoritariamente bienes muebles que pueden ser introducidos en plásticos barrera para crear una burbuja en cuyo ambiente la presencia de un gas inerte es mayoritaria. Los gases más utilizados para el tratamiento de objetos históricos son: helio, argón, dióxido de carbono y nitrógeno. La desinsectación con gases inertes varía en función del tipo de gas, las condiciones ambientales e incluso la especie o el punto del ciclo vital en que se encuentre el organismo. Así, por ejemplo, con un sistema de nitrógeno y nivel de oxígeno del 0,03%, se produce el 100% de mortalidad en cuatro días de tratamiento del Attagenus piceus a 40% de humedad relativa y 20 °C. Temperaturas más altas y humedades relativas más bajas aumentan el porcentaje de mortalidad (Valentin, 1993), pero sólo se pueden aplicar cuando las características del soporte lo permiten. Los organismos responsables de la conservación tienen, en ocasiones, dificultades para determinar una insectación activa de un bien cultural. Por ello, se han desarrollado sistemas de detección de organismos vivos basados en la adaptación de un equipo FTIR capaz de detectar incrementos muy bajos de niveles de CO2 procedentes de su respiración en el ambiente cerrado de una bolsa de plástico barrera en la que se encuentra aislado el objeto. El análisis del aire interior mediante esta técnica ha permitido la detección de la actividad o inactividad de insectos vivos en el bien cultural por un método no destructivo (Koestler, 1993). Conclusión La ciencia aplicada a la conservación ha pasado de ser un mal necesario o una mera fuente de documentación a una fuente de infor- 33 PROPUESTAS PARA EL ESTUDIO CIENTÍFICO APLICADO A LA CONSERVACIÓN DE TEJIDOS HISTÓRICOS 34 mación y recursos de la que se pueden extraer más utilidades y conclusiones cuanto más se practica. La inclusión de análisis, observaciones y conclusiones científicos dentro de los proyectos de conservación es una tendencia que se ha ido acentuando en los últimos años como consecuencia de las importantes aportaciones que de su estudio se obtienen. Esto es así hasta el punto de que, actualmente, no sólo se aprovechan técnicas ya conocidas en el ámbito de la ciencia aplicada a la conservación, sino que los centros de investigación y conservación empiezan a desarrollar tecnologías específicas para bienes culturales. Este salto cualitativo muestra el grado de implantación y viabilidad de estos proyectos y la importancia que se empieza a conceder a su repercusión social y económica. Los tejidos, como parte importante de nuestro patrimonio cultural, deben ser considerados con el mismo rigor que otros materiales tradicionalmente mejor apreciados, de modo que cada intervención en restauración y conservación siga una metodología sistemática que contribuya al mantenimiento y pervivencia futura de su valor histórico. Por esta razón, no debe haber una intervención en nuestro patrimonio textil que no vaya acompañada de los estudios científicos que contribuyan a elaborar sus proyectos de conservación. Una correcta aplicación de los métodos científicos a la conservación del patrimonio debe cumplir los siguientes requisitos: • Individualización de cada caso, de modo que se eluda la aplicación de generalidades. Esto supone seleccionar los parámetros que van a influir en el comportamiento del sistema dinámico que conforman los bienes culturales con su entorno (composición, historia, procedencia, uso, condiciones microclimáticas, etc.). • Fase de observación: disposición de una metodología de toma y análisis de datos adecuada que garantice la idoneidad de la adquisición de datos por vía experimental. • Fase de hipótesis: diagnóstico mediante la incorporación de los resultados al cuerpo teórico matemático correspondiente que permita describir comportamientos físicos y químicos. • Fase de experimentación: deducción de tratamientos considerando la predicción de los valores paramétricos que eviten el avance del deterioro y permitan la estabilización de condiciones de conservación. Todo ello, con la intención de luchar contra la propia naturaleza, que evoluciona en la dirección de mayor probabilidad que es la de mayor entropía, y, por tanto, mayor desorden. Todo esto supone que no es posible devolver al bien cultural al estado original. Parecería, pues, que mientras nuestro patrimonio histórico representa valores artísticos y culturales atemporales, su naturaleza material actúa en sentido inverso. Sin embargo, la utilización de la metodología adecuada favorece la posibilidad de detener el deterioro mediante la selección de valores paramétricos que propicien en el subsistema procesos cuasiestáticos reversibles. Bibliografía BERGERON, A. (1992): L’éclairage dans les institutions muséales, Québec, Musée de la Civilisation; Montreal, Sociéte des musées quebécois. CALLEN, H. B. (1981): Termodinámica, Madrid, Editorial AC. CHAUVIN, G., y VANNIER, G. (1985): «Exigence hydrique et aptitudes à coloniser un biotope chez les Tinéidés kératophages», en Bull. Soc. Zool. Fr., n.° 3, vol. 110, págs. 331-337. CHAUVIN, G., y VANNIER, G. 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