Lo humanoide como elemento polisémico en la relación

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XXV CONGRESO LATINOAMERICANO DE PSICOANÁLISIS
EJE III – Psicoanálisis de niños y adolecentes
(trabajo científico)
LO HUMANOIDE COMO ELEMENTO POLISÉMICO EN LA RELACIÓN MADREBEBÉ EN UNA PRIMERA SESIÓN DE OBSERVACIÓN.
Marta Úrsula LAMBRECHT
(Miembro de la SBPSP)
“Estáis aquí solamente para observar y nada más”. (Esther Bick, 1965)
“...Y, de un solo golpe estamos proyectados, desnudos, libres de todos nuestros a
priori, de toda nuestra ciencia, de toda nuestra arrogancia, forzados a preguntarnos si
estamos capacitados a callarnos, a respetar a los otros y a sus movimientos, a permanecer
pacientes, a esperarnos, a asistirnos, como un pensamiento que se forja, que se organiza por
el misterio de la atención” (Hafsa Chbani, 1995)
Propuesta:
Aquí, será considerada una fracción de los primeros días de la observación de bebés
adonde es posible descubir el objeto psicoanalítico – objeto de estudio del psicoanálisis en
el sentido de Bion (1963) – a través de las sutiles filigranas de la relacoión madre-bebé con
un porta voz adueñado de una falsa humanización (un perrito). Éste, al ser investido de las
más variadas proyecciones por el contenido mental inconciente de la madre, se torna un
humanoide que interactúa con el núcleo originario madre-padre-bebé y observadora.
La sesión subsiguiente que sirve como guia en este trabajo, es una más, a pesar de
ser la primera, de una sequëncia de visitas que componen el todo de esta observación de
bebés. La misma presenta una peculiaridad constante a lo largo de su evolución y que llamó
mi atención. Este rasgo singular giraba en torno de la sensibilidad en la comunicación y
también el tacto de la madre para cuidar de los bebés, entretejiéndose entre ellos un diálogo
constante donde su perrito de estimación también estaba involucrado.
A partir de la observación de los fenómenos y por el fenómeno de la
observación, a través de la posibilidad de pensar las variadas situaciones que se presentan
ante los ojos del observador durante cada encuentro, en el hogar de los bebés, son extraídas
conjeturas imaginativas, a la manera de seminarios de discusión psicoanalítica, para que
tales situaciones puedan ser pensadas por otras mentes – dramatizando aspectos del self al
permitir que la problemática pase por la multiplicidad de vértices como nos apunta Alicia
Lisondo (Lisondo y Ungar, 2002) -, enriquecidas, o hasta invalidadas, a pesar de que la
realidad última de los hechos, sea inaprensible.
Virginia Ungar (2002) no nos deja olvidar que el observador es el elemento
fundamental a ser tenido en cuenta. Él es el instrumento de la observación y, al mismo
tiempo parte del campo que será observado. Aquí, al hablar de campo, estoy refiriéndome a
una estructura diferente a la suma de sus componentes, siendo que, cada una de las partes se
define por la interacción de ellas entre sí.
Por estar provisto y acompañado por su bagaje vivencial, el observador está
constantemente interactuando e influenciando recíprocamente en la relación, siendo pasible
de contaminaciones que, a pesar de poder ser consideradas como una forma de
comunicación, no están disponibles para conducirlas en la elaboración de la interpretación,
ya que, como fue mencionado en el epígrafe, solamente estamos allí para observar.
Dentro del encuadre familiar del material clínico que nos sirvió como ilustración, se
encontraba permanentemente presente un componente humanoide que despertaba
sentimientos, avivaba fantasías y solicitaba la atención de la madre, de los bebés y de la
observadora, estableciendo entre ellos un nutrido diálogo verbal y de expresión.
Este componente revestido de una falsa humanización cargaba la proto-emoción de
los personajes de la escena, no pudiendo ser considerado, por lo tanto, un miembro externo
a la observación. Por el peculiar carisma de ternura y por ser el representante del mundo
mental primitivo de la dupla madre-bebé, es incluido lúdicamente, como parte de una
unidad funcional, recordando que, la proyección puede tener un carácter defensivo,
constituyendo un modelo para hacer conciente lo inconsciente.
La unidad originaria – madre-padre-bebé -, creada en el seno de la familia, tiende a
rescatar la estabilidad de cada uno de los participantes de la misma. Es lo que Perez
Sanches (1983) denominó como “Núcleo Funcional” capaz de promover el crecimiento
psíquico. Ese núcleo funcional embebido del rèverie materno es la base del
desenvolvimiento emocional primitivo, gracias al cual puede propiciar los procesos de
pensamiento para hacer frente a las más variadas emociones.
La trama que compone el núcleo básico funcional se encuentra ampliada por otros
miembros capaces de establecer entre ellos relaciones con rèverie, o, inclusive, se imbrican
entre sí por la vía de las identificaciones, ejerciendo en el bebé influencias sensoriales,
cenestésicas, tranquilizadoras, continentes e moduladoras de emociones primitivas que
favorecerán el pensar.
Perez Sanchez (1965) nos esclarece que la energía psíquica que surge del encuentro
del bebé con su mundo, dando lugar a una experiencia emocional, es el motor que pone en
marcha a la unidad originaria.
El observador capaz de percibir la importancia de su bebé, le será posible incluir
nuevos elementos en la unidad originaria, pudiendo funcionar como un puente y
estableciendo una relación integradora entre tales elementos, potencializando el
desenvolvimiento mental de los mismos.
Breve antecedente del caso clínico
Este caso se refiere a la observación de gemelas que nacieron casi un mes antes del
tiempo probable de parto. Periódicamente los padres se comunicaban con la observadora
para informarle respecto del curso del embarazo, ya que ésta presenciaría el nacimiento.
Ambos padres se mostraban interesados en el trabajo de acompañamiento de los bebés, a
pesar de no conocer algo similar. Ellos fueron indicados por la ginecóloga con quién
mantenían un vínculo idealizado, lo que hizo de la observadora su enviada.
La família de la madre, Paola, es de una localidad del interior en contraposición con
la del padre, que vive en la misma ciudad que el matrimonio. La madre de ella la asistió en
los primeros días después del parto y luego regresó a su residencia.
Ahora, Paola permanece la mayor parte del día en casa, com sus gemelas, una
empleada y su perrito de estimación, cuidadosamente elegido para atender a las necesidades
de la família: deberia ser un ejemplar claro, de porte medio o pequeño, dócil, cariñoso, que
interactuase con ellos y no sufriera con la soledad ya que ambos padres trabajaban y
volvían a su hogar por la noche. Fueron muy lejos para comprar tal especie de raíces
tibetanas y ellos exigían pedigrí.
En la primera observación, después de mostrarme las fotos de las gemelas al salir de
la maternidad, Paola abre una carpeta adonde guarda todos los datos gestacionales de su
perrito y un documento de identidad canina con una foto plastificada de cuando él nació.
Naturalmente pronuncia una clase sobre su raza. Es una de las pocas veces que conversa en
ese tono conmigo. Freecuentemente murmura, al pasar, frases impersonales que son
captadas y respondida por la empleada, Celia, generalmente presente en la observación y
ocupada con lo quehaceres domésticos.
Se osáramos trazar un proyecto terapéutico para esta observación, nos orientaríamos
con las coordenadas implementadas por esta madre en su relación con el elemento
humanoide (el perrito), a quién le otorgó una identidad clara y distinta, fruto de
identificaciones proyectivas de la madre sobre el animal.
Uno de los bebés presentó problemas peri natales, teniendo que retornar al hospital
junto con su madre y la otra gemela, durante una semana, para efectuar un procedimiento
curativo. Ese bebé es menudo, se irrita con facilidad y es menos tolerante a la espera de la
llegada del pecho. También presenta cólicas frecuentes.
La observación de los primeros dias:
Quien abre la puerta es Paola. Detrás de ella, un perro, Lhasa Apso, me olfatea
de arriba a abajo, se coloca enfrente de mí dificultándome el paso. Soy obligada a
pararme en el medio de la sala. Paola me parece muy calma, tranquila, de mirar
profundo, silenciosa. El ambiente es claro con perfume de bebé, limpio y decorado con
muebles leves. Paola trata de apartar de mí al perrito. Ella parece incomodarse con la
actitud guardiana de su animal. Me pregunta si quiero entrar en la pieza. Siento que
está preocupada en ahorrarme aquella escena con el perro. Comenta que las nenas
duermen. Sin decir nada, voy detrás de ella quién me conduce hasta el dormitorio de las
bebas. El perrito no me abandona, saltando incesantemente en mis piernas. Antes de
entrar en la pieza, una señora viene a apartarlo de mí. Paola me dice que ella es Celia, la
mujer que la ayuda en la casa. La empleada alza el perrito en sus brazos diciendo: “Deja
entrar a la doctora”. Él consigue escaparse y también entra con nosotras al dormitorio.
En una cuna doble, con un divisorio común, de dimensiones enormes,
plácidamente duermen dos bebés indistinguibles, uno parece la réplica fiel del otro.
Temo por mi posible confusión. Cada uno de ellos están colocados sobre sendos
colchoncito hundidos en el medio en forma de “U” que les ofrece una forma de
envoltura, dejándoles los brazos unidos al cuerpo y dándoles un límite en el medio de
aquel aposento majestuoso. La madre me las presenta: “ésta es Isabel y ésta, Bela”.
Permanezco de pié junto a la cuna, próxima al divisorio entre las dos partes de la misma.
Dos rostros angelicales duermen en un mullido envoltorio, con ropas de colores
diferentes y acolchados también distintos.
Dudo si podré identificarlas, a pesar de la diversidad de colores. Qué señal podrá
tener una que a la otra le falte? Las miro por un largo tiempo y entro en desesperación
cuando veo que no encuentro nada que las distinga. Paola me dice: “Isabel es más
gordita, a pesar de haber nacido después. Bela sufre más de cólicas”.
Cuenta que les coloca ropas diferentes y que cada una tiene la suya porque
algunas veces hasta ella misma se las confunde. Respiro hondo de alivio. Paola me
ofrece agua y frente a mi negativa, me dice que ella irá a beber un vaso.
Cuando Paola salió de la pieza aproveché para ver si las dos usaban los mismos
aritos. Aliviada constaté que Isabel tiene aros verdes y Bela los tiene de oro.
Mientras converso con Paola sobre igualdades y deferencias, el Lhasa Apso está
inquieto, salta mientras llora entrecortado. Tiene una expresión de desesperación como
dudando de lo que yo pueda estar haciendo allí. Le digo: “Como te llamás, perrito? Estas
celosos?” Paola me lo presenta: “Se llama Panda y debe estar queriendo que te lleves a
las nenas”. Quedo un poco sorprendida con lo que escucho e, al mismo tiempo digo:
“Panda, vos también vas a ser acompañado por mí”.
Isabel duerme serenamente. Bela se despierta, se retuerce toda, llorando como de
dolor. Paola coloca sus manos encima del acolchado tocándole la barriguita y
nuevamente Bela se duerme. La madre le da vuelta la cabeza para un lado. Noto que los
globos oculares se mueven rítmicamente.
Panda quiere saltar dentro de la cuna pero, poro supuesto no lo consigue. Paola
lo levanta en su regazo aproximándolo de las nenas y olfatea primero Isabel y después
Bela y se queda mirándome insistentemente. Paola le dice: “Que querés decir con esa
mirada? Quieres mostrarle las nenas a la doctora Marta?”
Por casualidad miro en dirección a un estante y veo tres fotografías, en un primer
plano, un retrato de Panda, tamaño póster, mas atrás las gemelas, detrás de ellas, otro
retrato del matrimonio abrazado.
Reflexiones de la observación infiriendo el objeto psicoanalítico
Para facilitar la explicación del material clínico, transcribo por párrafos el contenido
de la obvservación precedentemente relatada, en itálico; y luego, en este tipo de letra, mis
reflexiones. Veamos:
Quien abre la puerta es Paola. Detrás de ella, un perro, Lhasa Apso, me olfatea
de arriba a abajo, se coloca enfrente de mí dificultándome el paso. Soy obligada a
pararme en el medio de la sala. Paola me parece muy calma, tranquila, de mirar
profundo, silenciosa. El ambiente es claro con perfume de bebé, limpio y decorado con
muebles leves. Paola trata de apartar de mí al perrito. Ella parece incomodarse con la
actitud guardiana de su animal. Me pregunta si quiero entrar en la pieza. Siento que
está preocupada en ahorrarme aquella escena con el perro. Comenta que las nenas
duermen. Sin decir nada, voy detrás de ella quién me conduce hasta el dormitorio de las
bebas. El perrito no me abandona, saltando incesantemente en mis piernas. Antes de
entrar en la pieza, una señora viene a apartarlo de mí. Paola me dice que ella es Celia, la
mujer que la ayuda en la casa. La empleada alza el perrito en sus brazos diciendo: “Deja
entrar a la doctora”. Él consigue escaparse y también entra con nosotras al dormitorio.
La madre me recibe solícita. Siento una simpatía por ella desde el primer momento.
Es receptiva y agradable conmigo. Parece dispuesta a participar de um emprendimiento
común. Es perceptible que hay vidas nuevas en el ambiente. Serenamente me acompaña
para presentarme lo que sería el objeto de nuestro encuentro: su relación con los bebés.
Paola está empeñada en mostrarme, orgulhosa, su producto, del cual ella sabe que estoy
interesada. Se respira un clima de seguridad e intimidad. Está implícito que tanto la madre
como la observadora se reúnen en un movimiento de interacción donde ambas se
beneficiarán en un proceso complementario.
Hay una expectativa dentro mío, a pesar de contenerme, intento en todo momento
estar en una posición de observar lo que venga. Frecuentemente me siento tentada a
detenerme en un campo sensorial y tengo que continuar pensando más allá de él.
La contrapartida del resguardo y de la calma de la madre está estampada en la
actitude enloquecida del perrito. Arrojado, intranquilo, desconfiado con respecto a mí, me
toca en las piernas con su hocico como para, verdaderamente, descubrir quien soy y qué me
atrevo hacer en su lugar. Es él quien procura obstaculizar el camino en dirección a las
gemelas.
La mamá, como dije antes, parece incomodarse con la actitud de Panda, más, no nos
olvidemos que él fue elegido a dedo, cautelosamente buscado para cumplir que reuniera
ciertos requisitos: debía ser blanco, interactuar, no precisar de los otros, ser auténtico (de
pedigrí) con abultados valores que confirmen su filiación de una buena cria, asegurando la
legitimidad del deseo. Él está habilitado para mostrar y demostrar lo que siente. No es por
casualidad que frente a mi estraña presencia, Panda reaccione con furia permitiendo así que
Paola muestre la contrapartida civilizada. Pienso que el perrito funciona como el
depositario del splitting materno.
En esa casa hay una ayudante, Celia, que me la presentan como tal. Responde al
pedido de Paola para apartar al perrito, con la finalidad aparente de que él no me importune.
Por esas cosas del “acaso”, Panda se escapa y continúa libre y suelto. Indudablemente
alguien se interpone para ser observado, para apartarme de mi objetivo preestablecido: las
gemelas junto a su madre. Se divisa alguien más a la espera de una mirada. Algo así en una
forma figurada, como trillizos! Y, dejo bien en claro que el animal también será observado.
Cambiando un poco de tono, me pregunto si no seria el perrito el objeto del clivaje
– en sentido de una disociación útil – el catalizador y representante no humano que carga la
hostilidad, la desconfianza, la persecución, para que la mamá pueda entregarse en la
relación con sus bebés de una forma paciente, comprensiva, desarmada y, en apariencias,
enteramente disponible?
Más, sin vacilar, Paola me conduce al dormitorio de las bebas...
En una cuna doble, con un divisorio
plácidamente duermen dos bebés indistinguibles,
Temo por mi posible confusión. Cada uno de
colchoncito hundidos en el medio en forma de
común, de dimensiones enormes,
uno parece la réplica fiel del otro.
ellos están colocados sobre sendos
“U” que les ofrece una forma de
envoltura, dejándoles los brazos unidos al cuerpo y dándoles un límite en el medio de
aquel aposento majestuoso. La madre me las presenta: “ésta es Isabel y ésta, Bela”.
Permanezco de pié junto a la cuna, próxima al divisorio entre las dos partes de la misma.
Dos rostros angelicales duermen en un mullido envoltorio, con ropas de colores
diferentes y acolchados también distintos.
Dudo si podré identificarlas, a pesar de la diversidad de colores. Qué señal podrá
tener una que a la otra le falte? Las miro por un largo tiempo y entro en desesperación
cuando veo que no encuentro nada que las distinga. Paola me dice: “Isabel es más
gordita, a pesar de haber nacido después. Bela sufre más de cólicas”.
Fue una escena constreñidora al presenciar, en la inmensidad de aquella cuna, dos
figuras idénticas, diminutas. Dos en una: Isabel y Bela, Isabela. También la mamá debe
haber tenido alguna sensación similar, deduzco yo, debido a que cuando levantó el
acolchado noto que los bebés estan acostados sobre otra base individual con el formato de
una “U”, o sea de forma cóncava, acogedora, que aglutina sus partes en un todo.
Al juntarlas, “Isabela”, me preocupo pensando que tal vez en la observación, no
podré estar a solas con Isabel y Bela.
Posicionandome en medio de la doble cuna, me encuentro en el punto de
convergencia de un duplo especular.
Sorprendentemente, la madre viene a mi encuentro, dando los parámetros para la
distinción, calmandome. El paradigma también es sensorial y, como vemos en el material
clínico al respecto de los aritos de diferente tonalidad, yo también descubro una fórmula
discriminatoria dentro del mismo órden, en la planície de los colores. Observemos esto en
el material:
Cuenta que le coloca ropas diferentes y que cada una tiene la suya porque
algunas veces hasta ella misma se las confunde. Respiro hondo de alivio. Paola me
ofrece agua y, frente a mi negativa, me dijo que ella irá a beber un vaso.
Fue tranquilizador constatar que tanto la mamá como la observadora vislumbraban
una posibilidad de diferenciación psíquica.
Asiduamente soy testigo del perseverante esfuerzo de Paola para conceder una
identidad a sus bebés, librándose, de esta forma, de las garras del mordaz terror de la
indiscriminación.
Usted, lector, también ha de convenir conmigo que, ni hoy ni otrora, las
vestimentas, genuinamente diferencian. Más, que utopía! En que recóndito lugar escondí de
mí ese conocimiento? Veamos:
Mientras converso con Paola sobre igualdades y deferencias, el Lhasa Apso está
inquieto, salta mientras llora entrecortado. Tiene una expresión de desesperación como
dudando de lo que yo pueda estar haciendo allí. Le digo: “Como te llamás, perrito? Estas
celosos?” Paola me lo presenta: “Se llama Panda y debe estar queriendo que te lleves a
las nenas”. Quedo un poco sorprendida con lo que escucho e, al mismo tiempo digo:
“Panda, vos también vas a ser acompañado por mí”.
La desesperación de Panda frente al llanto impetuoso de Bela podria estar
denunciando el “no-pecho” incapaz de recibir las evacuaciones de las terroríficas y
pavorosas ansiedades de aniquilación.
El deseo filicida (“...y debe estar queridendo que te lleves a las nenas”)
fuertemente reprimido y/o escindido de la madre y, “expulsado” en Panda, concede la
autorización para que Paola cuide de “todos sus hijos” con tanto ahinco de tal forma que
“todos” y “ninguno” se equiparan.
Al hablar de impulsos filicidas se alude a una forma de ataque al ser por no
legitimar la vida. Hay una imposibilidad de albergar dentro de sí la gemelaridad. Más, al
vaticinar a Panda que él también será observado (“Panda, vos también vas a ser
acompañado por mí”), ábrese un abanico de esperanza que conduce a una mirada atenta
para este aspecto de la relación tendiente a que la madre no desaparezca con las nenas en el
sentido de no denegarles una identidad, consumándose un posible a pesar de silencioso
objetivo terapéutico de esa observación de bebés.
Tenemos aquí la oportunidad de pensar al respecto de la tendencia depresiva de la
madre después del parto tal como la entiende Esther Bick. Ella se refiere a “depresión”
como un aspecto de la relación madre-bebé en que existe una evidente regresión a las
relaciones de objeto parcial. La madre presenta claramente una distancia emocional en
relación a su bebé sintiéndose incapaz de comprender y satisfacer sus necesidades,
confiando en que hará uso de su pecho, mano, voz como objetos parciales. Bick estudia
cómo tales tendencias pueden perturbar profundamente la imparcialidad del observador
cuyas ansiedades contratransferenciales los llevan, por un lado, a aumentar la vitalidad de
la madre y, por otro, lo lanzan a identificarse con los aspectos de descontentamiento y
resentimiento del bebé. (Manuel Perez-Sanchez, 1983)
Isabel duerme serenamente. Bela se despierta, se retuerce toda, llorando como de
dolor. Paola coloca sus manos encima del acolchado tocándole la barriguita y
nuevamente Bela se duerme. La madre le da vuelta la cabeza para un lado. Noto que los
globos oculares se mueven rítmicamente.
En algún nivel, Bela (la gemela que tubo problemas peri natales, que sufrió de
manipulaciones médicas y separación de la madre precisando retornar al hospital para
permanecer internada), despojada de su continente, rompe a llorar, contorsionándose como
una tentativa de despojarse del estigma del dolor y del pavoroso aniquilamiento. Cuando,
después de un tiempo, Bela siente que es tocada por una presencia viva, su mamá, se calma,
duerme y sueña nuevamente (función alfa). Parece haberle devuelto a la madre todo el
contenido de ansiedades indigestas y tóxicas que la despertaban llorando
desesperadamente.
Bion (1962) define rèverie como una “fuente psicológica que satisface las
necesidades del bebé de amor y comprensión. Es aquel estado anímico que está abierto a la
recepción de cualquier `objeto´ del objeto amado y, por lo tanto, capaz de recibir las
identificaciones proyectivas del lactante, sean éstas sentidas por el bebé como buenas o
malas. En resumen, el rèverie es el factor de la función alfa de la madre”.
Cuando las proyecciones no son aceptadas por la madre porque las angustias que el
bebé intenta inocular dentro de ella no son debidamente contenidas y elaboradas, el hijo
rechazará estos contenidos sobre la forma de un terror que el Ego todavía no tiene
condiciones de significar y nominarlas, de allí el término de “Terror sin nombre” (Bion
1966).
Paola gira la cabeza de Bela para un lado, obstruyéndole un oído con la almohadita,
a pesar de ser con todo el cuerpo que un bebé percibe las emociones. La madre,
presintiendo la incomodidad del bebé, procura recoger tal experiencia para ser digerida por
ella a través del rèverie materno. La realización de esta experiencia emocional caracteriza al
objeto psicoanalítico.
Merced a la ontogénesis (evolución del individuo de cada especie durante su
desenvolvimiento a partir de su patrimonio genético), el bebé carga en su acervo la
experiencia del pecho. La conjunción de esa pre-concepción con la realización
determinarán la satisfacción de esa expectativa dando origen a la concepción del pecho,
configurando el objeto psicoanalítico de acuerdo con las postulaciones de Bion (1962 p.
100).
Las ansiedades del bebé serán vivenciadas por éste como un objeto, un “no pecho”
que expulsa contenidos de las mas variadas formas (lloro, grito, vómito, cólicas, etc.),
partes angustiadas de su personalidad que contienen el “no pecho” en la forma de temor de
la muerte. En caso que la madre se muestre capaz de recibir esas proyecciones gracias a su
preocupación por contener las identificaciones proyectivas del bebé como su medio de
comunicación, la capacidad de rèverie materno y su función alfa, podrán así substraer el
dolor de las partes proyectadas por el bebé, juntamente con un pecho presente que
substituirá el “no pecho”. Es este el vínculo de conocimiento mediante el cual el bebé
introyecta el pecho como objeto interno, lo que permite que la función alfa se torne
operativa en la mente de éste. En consecuencia, continente y contenido (primer elemento
del psicoanálisis Bion, 1963) son susceptibles de estar unidos e impregnados por la
emoción, determinando la posibilidad del crecimiento psíquico. Pasible de caer en
redundancias, señalo que estamos frente a un sabio legado bioniano que nos permite inferir
la presencia del objeto psicoanalítico en toda su extensión.
Panda quiere saltar dentro de la cuna pero, poro supuesto no lo consigue. Paola
lo levanta en su regazo aproximándolo de las nenas y olfatea primero Isabel y después
Bela y se queda mirándome insistentemente. Paola le dice: “Que queres decir con esa
mirada? Queres mostrarle las nenas a la doctora Marta?”
Existen conocimientos que nunca son alcanzados por el propietario, sin bien que,
frecuentemente, son nítidamente mostrados al prójimo. Yo, observadora soy pasible de
hacer inferencias, sin rodeos, de las formas más variadas haciendo pleno uso de mi función
de analista en la indagación del objeto psicoanalítico. Y, por qué no pensar que la mirada de
Panda es tan expresiva, que hasta él esta queriendo denunciar para mí lo que Paola denega:
“Marta, Paola está queriendo mostrarte que vos veas en mí, Panda, el deseo de
llevarme a las gemelas!” Y, acreciento yo, observadora: “Sería el perrito de estimación,
una estrella guía en el reino de los Pandas?”
Por casualidad miro en dirección a un estante y veo tres fotografías, en un primer
plano, un retrato de Panda, tamaño póster, mas atrás las gemelas, detrás de ellas, otro
retrato del matrimonio abrazado.
No me sentí autorizada a exhibir una reflexión al respecto de lo que acabamos de leer. No tengo dudas que la
imaginación del lector ha de ser fértil, mas a tal punto fértil que rápidamente detectará el pictograma que antecede como
un mero símbolo de la rúbrica de la unidad que está dentro de cada uno de nosotros, observadores de la relación madrebebés.
RESUMEN
Tomando como punto de partida un abanico de situaciones que se presentan ante
mis ojos, como observadora en el transcurrir de cada encuentro en el hogar de los bebés,
recorté una escena en la cual delimité el objeto psicoanalítico. Ésta se refiere a una
situación donde observé a la madre usando su perrito de estimación como depositario de las
identificaciones proyectivas de ella, para librarse de las gemelas.
UNITERMOS:
Humanoide – Núcleo funcional – Objeto Psicoanalítico – Observador – unidad
Originaria – Relación madre-bebé.
Referências:
Bion, W.R. (1962)Aprendiendo de la experiência. Editorial Paidós. Bs.As.
1966 p.58/59
Bion, W.R. (1966) Volviendo a Pensar. Ediciones Horme S.A.E. – Editorial
Paidos. P.160.
Bion, W.R. (1963) Elementos de Psicoanálisis.Buenos Aires: Paidós 1966.
Braier, E. (2000). Gemelos, Narcisismo y dobles.
Hafsa Chbani em “Una mirada sobre la especificidad de la técnica de Esther Bick”,
A.B.E. Assciación Bick España - Boletin número 1 – Mayo 1995 –
p.27
Lisondo, A. e Ungar, Virginia, (2002). Permanências y cambios en el método
de Observación de bebés de Esther Bick.
Perez Sanchez, M. (1983). Observação de bebês.
Perez Sanchez. M. (1995) “La observación de bebês” Reflexiones sobre el
nacimiento del pensamiento, su importância para el desarrollo
emocional y la Clínica” A.B.E. Associación Bick España –
Boletin número 1 – mayo 1995 –p. 4.
Ungar, V. Los fundamentos teóricos en el método de Observación de Bebés
de Esther Bick.
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