Nota de Opinión y Ciencia No. 020-2016-SGL.

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NOTA DE OPINIÓN Y CIENCIA No. 020-2016-SGL.
Fukushima contra la radiación
Tras el desastre nuclear, miles siguen con limpieza que tomará décadas
Por JONATHAN SOBLE
TOKIO — De los miles de trabajadores que han respondido a los anuncios de
empleo en Fukushima Daiichi, la planta de energía nuclear radiactiva en el noreste de
Japón, Kazuto Tatsuta, agricultor de lechugas de medio tiempo y ocasional artista de
cómics, debe ser de los menos idóneos.
“Necesitaba el empleo”, recordó Tatsuta, de 51 años, sobre su decisión en 2012 de
aceptar el trabajo en el sitio de uno de los peores accidentes nucleares del mundo.
Sus obligaciones incluían soldar tuberías de agua rotas e inspeccionar robots de
control remoto que valoran puntos radiactivos. Y sus tiras cómicas, otrora pobladas de
beisbolistas y gángsters, ahora cuentan historias de hombres como él que hacen trabajos no
especializados en Fukushima, de quienes algunos hallan un sentido de propósito y
pertenencia del que carecían en el mundo exterior.
“Es seguro. No te van a despedir allí”, dijo Tatsuta. “Pero también estás trabajando
por un objetivo”.
Cinco años después de que un potente terremoto y un tsunami causaron la fusión de
tres reactores en Fukushima, ese objetivo es el enfoque de un esfuerzo colosal. Una
apariencia de estabilidad en la planta disfraza una extenuante batalla diaria para contener la
peligrosa radiación, lo que implica un pequeño ejército de trabajadores, retos técnicos
complejos e irritantes sacrificios de seguridad.
Fukushima se ha convertido en un lugar al que los empleados llegan en autobuses de
transporte de la compañía y compran en un propio pequeño mercado dentro de la empresa,
pero donde luchan para controlar el agua contaminada con radiación y tienen que
liberarla al mar. Muchas de las tareas de limpieza más peligrosas aún están por venir y
decisiones cruciales siguen pendientes.
Una limpieza sin problemas es una alta prioridad para el primer ministro Shinzo
Abe, quien desea reconstruir la destrozada industria de energía nuclear de Japón. Ha tenido
poco éxito hasta la fecha. Un tribunal ordenó recientemente el cierre de una de las dos
únicas estaciones de energía atómica que operan en el país, aduciendo que las nuevas
medidas de seguridad establecidas tras el desastre de Fukushima eran inadecuadas. Más de
40 reactores están inactivos.
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El esfuerzo en Fukushima ha alcanzado unos cuantos hitos. Unas 1.500 barras de
combustible gastadas fueron retiradas en 2014 de un tanque de almacenamiento dañado. Se
ha retirado gran parte de los escombros contaminados dejados por el tsunami y las
explosiones de hidrógeno, y los niveles de radiación han bajado. Pronto, los trabajadores
podrán entrar a algunas áreas de la planta sin equipo protector de todo el cuerpo.
Sin embargo, se espera que la limpieza total del sitio tome al menos 40 años, de
acuerdo con la programación del gobierno, y un siglo según otras estimaciones. Mientras
tanto, reconocen las autoridades, Fukushima permanece vulnerable.
La duración de la limpieza también crea el riesgo de escasez laboral, particularmente
en empleos que requieren habilidades especiales. La población de Japón está en proceso de
contracción y, ante el futuro incierto de la energía nuclear, muchas personas jóvenes no
están dispuestas a arriesgar sus carreras en la industria.
Por ahora, Fukushima hierve con unos 7.000 trabajadores. El poblado de Iwaki, al
sur, se ha convertido en una especie de pueblo de trabajadores. Al amanecer, camionetas
y autobuses hacen fila para transportar a los trabajadores a la planta, donde visten trajes
protectores blancos Tyvek, monitores de radiación y mascarillas de gas.
“Uno piensa en ello como un trabajo totalmente normal”, dijo Tatsuta, quien pidió
ser identificado sólo por su seudónimo para evitar ser despedido por la compañía dueña de
la planta, la Tokyo Electric Power Company.
El agua es quizá el mayor reto en Fukushima. Los ingenieros deben mantenerla
fluyendo por los núcleos de los reactores dañados para evitar que el combustible fundido se
sobrecaliente, y luego por kilómetros de tuberías de plástico para reciclarla dentro de la
planta. Pero debido a que los edificios están dañados, agua radiactiva se filtra y se acumula
en los sótanos. Tokyo Electric bombea unas 650 toneladas de agua de los sótanos todos los
días, almacenándola en enormes tanques. Unos mil tanques ya han sido llenados. Pero como
no hay suficientes, la planta también libera 1.800 toneladas de agua al océano cada
semana después de un proceso que elimina la mayoría de las partículas radiactivas, más
no todas.
Tokyo Electric señala que el agua no presenta peligros para la gente o la vida marina
porque los niveles de radiación son bajos. Pero los ambientalistas están preocupados y las
áreas de pesca cercanas permanecen cerradas.
Otros trabajadores están construyendo un “muro de hielo” de 1.600 metros
alrededor de parte de la planta para evitar que la lluvia y el agua subterránea se filtren a los
sótanos. El plan es bombear químicos al suelo para congelarlo, pero la técnica nunca ha sido
empleada antes en una escala tan grande.
Y luego está el problema del combustible nuclear fundido. Tokyo Electric ha
descartado sepultar los edificios en concreto, como hicieron los soviéticos en Chernobyl,
porque aún queda tanto material radiactivo que podría explotar durante el entierro.
Los ingenieros están tratando de determinar si las grietas en los recipientes de
contención pueden ser reparadas, lo que les permitiría llenar los núcleos con agua para
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asegurarse de que el combustible permanezca sumergido cuando es extraído, minimizando
el riesgo de liberar radiación. Se espera que el proceso cueste miles de millones de dólares.
Para los trabajadores, la radiación es un enemigo constante. Las regulaciones
gubernamentales prohíben que trabajadores de limpieza sean expuestos a demasiada
radiación y cuando llegan a los límites se arriesgan a ser despedidos o a que les den empleos
de menor sueldo.
“Si te pasas de los límites de radiación, no puedes trabajar”, dijo Tatsuta. “Siempre
estás calculando cómo mantener baja la dosis”.
Lima, 13 de abril del 2016
Fuente: Semanario Internacional “The New York Times” correo, edición del 11 al 17 abril de
2016, págs. 1 y 4.
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