TECNOLOGÍAS DIGITALES DEL GÉNERO: DE LA REVISIÓN A LA BORROSIDAD EN LOS CIBERFEMINISMOS Saleta de Salvador Agra Universidade de Santiago de Compostela Resumen: Este artículo desarrolla una aproximación a los discursos ciberfeministas utilizando las „tecnologías de género‟ siguiendo a Teresa De Lauretis (1987) como herramienta analítica. Atendiendo al desarrollo de este movimiento se presentan las convergencias y divergencias sobre el papel del género y la construcción de las identidades en Red, tanto desde una perspectiva revisionista (genealogía feminista) como desde los postulados de la „borrosidad‟ (lógica fuzzy). Palabras clave: ciberfeminismos, „tecnologías de género‟, dicotomías, Matrix, lógica fuzzy. Abstract: This paper develops an approach to cyberfeminist discourses using „gender technologies‟ [following Teresa De Laurentis (1987)] as an analytic tool. Taking into account the development of this movement, the paper shows the agreements and disagreements over the role of gender and the construction of identities in the Net, from both a revisionist perspective (Feminist genealogy) and the point of view of „fuzziness‟ (fuzzy logic). Key words: cyberfeminisms, „technologies of gender‟, dichotomies, Matrix, fuzzy logic. “Prepárate para cuestionar tu construcción biológica” All New Gen La pretensión de abordar integralmente la problemática heterogeneidad de los discursos que conforman al ciberfeminismo a pesar de su juventud y sumado a la difícil operación de dar una respuesta concisa a la pregunta ¿qué es el ciberfeminismo? o mejor dicho ¿qué son los ciberfeminismos? sería una tarea que me alejaría del propósito que aquí me trae a acercarme a la interacción feminismo-ciberespacio. Pues la intención no es otra que presentar, al hilo de su reciente historia, los núcleos temáticos que discurren en esta corriente respecto al eje central de la construcción del sujeto en el contexto Web. Más concretamente mi interés se centra en aquello que une al movimiento, pese a la disparidad de argumentaciones que lo conforman y que, según la interpretación que aquí propongo, consistiría en el desafío a las dicotomías hegemónicas que han imperado sobre todo en el pensamiento occidental. Dando una explicación de este denominador común, y situándome así ante una posible lectura de un pensamiento vivo y, por tanto, escurridizo a la hora de fotografiarlo en su conjunto, me preocuparé, concretamente en las páginas que siguen, en lo que, recordando a Teresa De Lauretis (1987), se podría denominar como las “tecnologías digitales del género”. 1. Las tecnologías digitales del género: el arte de la parodia y la ironía. La fecha de aparición del movimiento data de 19921 cuando, las que serán las precursoras del Net Art feminista, se reunieron para formar el grupo Venus (VNS)2 Matrix. Josephine Starrs, Julianne Pierce, Francesca da Rimini y Virginia Barratt fueron las integrantes de este primer colectivo de aliadas con las máquinas de computación. Situadas en la ciudad australiana de Adelaine, celebraron la existencia de la Telépolis de Internet como una polis todavía en proceso de edificación. Más aun, replicando a algunas de las novelas y del cine cyberpunk de los años ochenta y noventa del pasado siglo, interpretaron el ciberespacio como la travesía por el desierto antes de llegar a la esperada Tierra Prometida3. Un recorrido donde el lugar en blanco, por hacer, del ciberespacio les permitía escribir y re-escribirse, tejer y destejerse. Es decir, se propusieron ocupar el territorio público de la Red, introducirse a través de ella en la esfera de la cultura, reapropiándose socialmente de las tecnologías como forma de acción performativa. Pero habitar y poblar la World Wide Web conllevaba no sólo dar cuenta de la parcialidad y no neutralidad semántica de las tecnologías digitales, sino que además entendieron que se desplegaba un entorno disponible y propicio para la producción de nuevas subjetividades. Dicho con las palabras de Teresa Aguilar, juzgaron el ciberespacio como “el campo de batalla donde las identidades se borran y cobran la fluidez de una ontología no estanca”4. Parafraseando a Teresa de Lauretis5 (1987) se podría sugerir que ellas se concentraron en las oportunidades de lo que denominaré las „tecnologías digitales del género‟, en una acción que persiguió crear y recrear inusitadas representaciones. La citada semióloga italiana, inspirada en las teorías foucaultianas de la sexualidad, concebida ésta como “tecnologías del sexo”, denominaba de forma análoga “tecnologías del género” al conjunto de tecnologías socio-semióticas destinadas a producir y reproducir el género en su calidad de constructo. Yendo un paso más allá del propio Foucault, en la medida que él no contemplara el género, a la vez que salda cuentas y se aleja de la asociación con la “diferencia sexual”, Teresa de Lauretis, en Tecnologies of Gender (1987), brinda una noción de género comprendida como relación. Como una relación que todo lo atraviesa, como un producto/proceso semiótico y, en consecuencia, no como una manifestación natural y espontánea adherida al sexo: “el género, en tanto 1 Durante los años noventa la propagación de la voz de las mujeres en el medio online empieza a tomar cuerpo con la entrada de redes feministas en el ciberespacio, como el Womenspace de Canada, Les Penélopes de Francia (1996), Medea de Italia (1997, nacía de la mano de la revista MadrePerla), S. Petersburg Cyber-Femin-Club de Rusia (1994), Creatividad Feminista de México (1997, ahora reconvertida en MammaMetal), Geek Girl de Australia (1994, la primera revista online ciberfeminista), Asia Pacific Women‟s Information Network Center de Asia (APWINC, 1996), SubRosa de EEUU (1999) o Mujeres en Red (1997) y E-leusis de España (ahora e-mujeres.net). Asimismo un buen número de asociaciones feministas comenzaron, por aquellos años, a abrir sus puertas también en Internet. 2 Véase su sitio web: http://lx.sysx.org/vnsmatrix.html (31/12/2011). 3 MELLER, Cay (1995) "Spending Cybertime" en http://www.woman.de/katalog/medien/spender2.html (31/12/2011). 4 AGUILAR, Teresa (2007) “Ciberfeminismo y ecofeminismo” Germinal. Revista de Estudios Literarios, nª3, p. 74. Disponible online: http://acracia.org/Acracia/Ciberfeminismo_y_ecofeminismo.html (31/12/2011). 5 Su línea argumental también es recogida y aplicada a las nuevas tecnologías digitales en DEMARIA, Cristina y VIOLI, Patrizia (2008) Tecnologie di Genere. Teoria, usi e pratiche di donne nella rete, Bologna, Bononia University Press, aunque su uso sería merecedor de un estudio en detalle que en el marco de este trabajo no podré realizar. representación o auto-representación, es el producto de varias tecnologías sociales – como el cine– y de discursos institucionalizados, de epistemologías y de prácticas críticas, tanto como de la vida cotidiana”6. Devenimos seres generizados dentro del aparato ideológico del género, tal y cómo relee la autora a Althusser. Pero De Lauretis entiende el sujeto en su doble valencia, negativa y positiva, de, por un lado, sujeto-sujetado, sometido a las convenciones y, por otro, de “sujeto en el sentido de sujeto gramatical: quien existe, obra, cumple las acciones descritas por el predicado, o sea, sujeto o “yo” dotado de existencia, capacidad de obrar, de querer, etc.”7. Es en este último sentido, con otras palabras, lo que hacemos con lo que la sociedad hace con nosotros, donde podríamos situar el juego de la acción paródica e irónica como forma performativa8 de acción de las ciberfeministas. Es decir, frente al género como producto (las representaciones del género que construyen la identidad “Mujer”) nos situaríamos en el género como proceso (las autorepresentaciones de las mujeres que inciden en la construcción social). Estas últimas constituyen una acción de resignificación crítica que cabría entonces leer, en el marco de las “tecnologías digitales del género”, desde la “otra parte”, esto es, desde la posibilidad de la creación desestabilizadora. O dicho de otro modo, contribuir a construir dispositivos y nuevas relaciones que procuren desestabilizar el tradicional estatus de la categoría de género, tal y como se desprende de los escritos de De Lauretis, junto a los de otras autoras, como Haraway o Butler, que, con significativas diferencias, sin embargo todas ellas ponen el acento en que no hay nada fijo en las identidades, ni estable, ni coherente. Volviendo sobre la relectura de la teórica italiana a la luz de las tecnologías digitales, y recordando lo que ella califica de “space off” –es decir, el „fuera de plano‟ usado en el aparato cinematográfico: “el espacio no visible en el cuadro pero que puede inferirse a partir de lo visible en el cuadro”9– se podría entender, pienso yo, en cierto modo, la práctica de las ciberfeministas desde ese espacio marginal, jugando fuera del centro, “excéntrico”10, pero no sólo sino también desde el “space-on”, “on screen”, es decir jugando igualmente desde dentro del plano. Así, por una parte, a diferencia del cine, las ciberfeministas estarían todas “space on”, dado el carácter horizontal del medio, aplicable a todas aquellas que disponen de la opción de „estar‟ o habitar la Red, quedando únicamente excéntricas las que no cuentan con las posibilidades requeridas (económicas, materiales, educativas, culturales, sociales…, esto es, el digital divide tanto entre países como al interno de los mismos). Por otra parte, estarían “space-off”, en tanto que actúan desde el margen, fuera del centro entendido este como la „norma‟, participando de él pero negándolo o cuestionándolo, al aportar nuevas formas de 6 DE LAURETIS, Teresa (1996) “La tecnología del género”. Mora. Revista del Área Interdisciplinar de Estudios de la Mujer, Buenos Aires, nº 2, p. 8. 7 DE LAURETIS, Teresa (2000) Diferencias. Etapas de un camino a través del feminismo, Madrid, Horas y horas. 8 El concepto de género en De Lauretis, en tanto representación y autorepresentación, vendría a coincidir, en cierto modo, con el género performativo de Butler. Incluso se podría distinguir, en el plano teórico, las prácticas identitarias, respecto a Butler y De Lauretis, esto es, aquellas prácticas centradas en la identidad/diferencia (sexual, cultural…) ligadas a los problemas de reconocimiento. Un estudio pormenorizado sobre estas cuestiones debería contemplar a nivel teórico estas diferencias, que aquí deberán quedar para próximas ocasiones. 9 DE LAURETIS, Teresa (1996) “La tecnología…”, opus cit. 34. 10 Sobre la idea “excentricidad” del sujeto del feminismo me remito a DE LAURETIS, Teresa (1999) Soggetti eccentrici, Milano, Feltrinelli. representar y representarse con las herramientas sígnicas y performativas de la Web. Este estar on y off, dentro y fuera, ocurre así porque, siguiendo la lógica hipertextual del medio, su estructura rizomática, difumina la propia dicotomía márgenes/centro. Esto es, serán los contextos particulares los que, en definitiva, van a generar el on/off. De manera que aun estando todas en el mismo plano horizontal, su posición dependerá de muchos centros móviles, cambiantes y difusos que vendrán configurados por distintos factores: desde el idioma vehicular, el país desde el que se accede a la Red, la página web en la que se actúe, la posición en el ranking de los buscadores, el tiempo disponible, la creatividad etc. Los comienzos de la corriente ciberfeminista de las VNS no son indisociables de las nuevas prácticas artísticas feministas11 que estaban tomando cuerpo en aquellos años 90 –señaladamente dentro de la Net Art Feminista destacan las Guerrillas Girls, RiotGrrls, Webfrrls, Badgrrls, a las que Faith Wilding12 denomina como “cibernena-ismo”. Pues, como señala Rosi Braidotti13, en el actual contexto postmoderno, la vieja distinción humanista entre la tecnología y el arte se desvanece. Las mismas VNS conjugaron ambas haciendo arte por ordenador. En 1993 crearon, con una estética claramente transgresora a la vez que paródica e irónica, el juego All new Gen (un cruce de palabras con género, genética y generación) que posteriormente pasó a llamarse Bad Code (con algunos cambios relativos a su gráfica, pasando a 3D, y al soporte conviertiéndolo en Cd-Rom). Según Kay Schaffer, el juego, destinado a géneros no específicos, invita a las personas participantes a asumir nuevas subjetividades en las que la mente, el cuerpo, la memoria, el deseo y la experiencia se combinan formando nuevas narrativas y representaciones14. Lejos de posiciones binarias, la primera pregunta que se nos formula es directa: ¿cuál es tu género? La respuesta correcta, esto es, la que te permite proseguir jugando, es „ningún género‟, pues en el caso de escoger la opción 1 y 2, masculino y femenino respectivamente, quedas fuera del juego. Para géneros, entonces, no específicos y transgresores, los avatares de cuerpos híbridos tendrán como misión descodificar y sabotear al Gran Papa Mainframe (la metáfora que usan para describir el patriarcado, un computador gigante que procesa una gran cantidad de datos). De modo que las jugadoras, en los diversos ambientes del juego (Dominio Patriarcal, Zona disputada y Matrix), con ayuda de las Sluts o ciberterroristas (prostitutas renegadas que poseen un ADN diferente y cargan en su vientre con un arma), deberán enfrentarse, en la Zona de Disputa donde se libra la batalla, a los Circut Boys, los guardianes salvadores del Mainframe. La casa es Matrix, el lugar maternal donde quedar protegido. Schaffer en "The Game Girl of VNS Matrix: Challenging Gendered Identities in Cyberspace" (1999) nos señala las resonancias con el psicoanálisis, los mitos y el feminismo francés (sobre todo personificado en la figura de la filósofa Lucy Irigaray), que se dejan sentir en el juego apenas descrito, así como en el propio nombre del grupo (Venus: la diosa; Matrix: el útero, la histeria). Incluso se menciona a Shulamith Firestone y a su The Dialectic of Sex (1970) como antecedente teórico, en general, del 11 Esto también ha dado lugar a diferenciar un ciberfeminismo artístico de un ciberfeminismo teórico MAYAYO, Patricia (2003) Historias de mujeres, historias del arte, Madrid, Cátedra. Distinción que ya desde los inicios del movimiento, a mi modo de ver, dista de ser nítida. 12 WILDING, Faith (1998) “Where is feminism in cyberfeminism?” Paradoxa. International feminist art jounal, nº2, pp. 6-12. 13 BRAIDOTTI, Rosi (2002) “Un ciberfeminismo diferente” Debats, nº 76, pp.100-117. 14 SCHAFFER, Kay (1999) "The Game Girl of VNS Matrix: Challenging Gendered Identities in Cyberspace" en VALLONE, Lynne (ed.) Virtual Gender. Fantasies of Subjectivity Embodiment, Mich, University of Michigan Press, pp. 147-171. movimiento. Pero si se tuviera que destacar un emblema para el ciberfeminismo, una „madre simbólica‟ de la que nacen y se nutren o inspiran, ésta sería, sin duda, la filósofa norteamericana Donna Haraway. El homenaje a ella y al Cyborg Manifesto de 1985 se plasma en su caricaturesco escrito Cyberfeminist Manifesto for the 21st century, que escribieron las Venus Matrix en el invierno de aquel año de su nacimiento (1992). Sus raíces, de esta manera, se asientan en la redefinición de la subjetividad propuesta por la filósofa americana; en las consecuencias epistemológicas de su concepto de cyborg: un híbrido que nace de la transgresión de las hegemónicas fronteras dicotómicas entre humano/animal, humano/máquina y físico/no físico. Para las ciberfeministas, la red era, en cierta medida, un espacio existencial donde ser postgenéricas, como resultado de lo postorgánico, postbiológico y posthumano, por tanto, un espacio ontológicamente acorde con el sujeto de Haraway. ¡Prepárate para cuestionar tu construcción biológica! nos proponían desafiantes en el All new Gen. Prepárate para cuestionar tu código biológico, y no sólo el social, en definitiva, prepárate para ser una cyborg. El método irónico también lo asumieron de Haraway quien, con vestigios que bien pueden recordar a la vieja mayéutica socrática, entendía la ironía como lo que “se ocupa de contradicciones que, incluso dialécticamente, no dan lugar a totalidades mayores, se ocupa de la tensión inherente a mantener juntas cosas incompatibles, consideradas necesarias y verdaderas”15. Pues bien, un año antes de desaparecer como grupo, en 1996, las Venus Matrix redactan el Bitch Mutant Manifesto16, donde se anuncian como “el virus del nuevo desorden mundial”. Apoyándose, entonces, en un juego del lenguaje irónico, a la vez que provocativo y transgresor, las “saboteadoras del Gran Papa Mainframe”, como así se autodenominaron, buscaron multiplicarse como un virus para infectar el orden social patriarcal instalándose en las redes electrónicas. Conscientes y entusiasmadas con las tecnologías digitales, como elemento liberador, hicieron uso de la ironía y de la política de la parodia, “de la filosofía del como-si”, en el sentido descrito por Braidotti17, para reinventar un canal como Internet que desde sus orígenes –nacida en la Guerra Fría y ligada a objetivos militares18– fue mudando a la par que cambiaban sus usos. La necesidad de ir tejiendo la red desde dentro y la supuesta esperanza en la libertad del medio les llevó a denunciar la asociación hegemónica hombres-tecnología19, a la vez que incitaban a las mujeres a despertar del letargo digital, no sólo para romper con la brecha digital de género20 sino que como subjetividades cyborgs procuraron 15 HARAWAY, Donna J. (1995) Ciencia, cyborgs y mujeres. La reinvención de la naturaleza, Madrid, Cátedra, p. 253. 16 Traducción española disponible en http://www.estudiosonline.net/texts/vns_matrix.html (31/12/2011). 17 BRAIDOTTI, Rossi (2002) “Un ciberfeminismo…” op. Cit. 18 Sus raíces militares se remontan a la primera red científica y académica que dio posteriormente nacimiento a Internet, la A.R.P.A.N.E.T desarrollada por el Departamento de Defensa de los E.E.U.U en 1969. A.R.P.A era la Agencia de Proyectos de Investigación avanzada creada en 1958 como respuesta al lanzamiento soviético del satélite Sputnik. A día de hoy se destaca sobre todo, más que su vinculación militar, la relación economía-Internet. 19 Sobre la presunta neutralidad y objetividad de la ciencia, como constructo masculino, hay varios antecedentes teóricos que son clásicos, como los estudios de la norteamericana Evelyn Fox Keller, sobre género y tecnociencia, o el análisis histórico sobre la modernidad realizado por Carolyn Merchant. 20 No se puede perder de vista que la ensalzada interconexión, reelaborada por las redes digitales electrónicas, propaga y alberga una contradicción al forjar de la misma manera disgregación y desconexión. Concretamente sobre las brechas digitales de género, primera (acceso) y segunda (usos), véase respectivamente, entre otras, a CASTAÑO, Cecilia (2005) Las mujeres y las tecnologías de la información. Internet y la trama de nuestra vida, Madrid, Alianza Editorial y (2008) La segunda brecha digital, Madrid, Cátedra. También me remito a la crítica de Judy Wajcman a la teoría del actor-red aplicada a la tecnología puesto que para ella: “las redes generan no sólo miembros del grupo, sino desafiar la construcción dicotómica sobre la que se ha asentado, pensado y vivido la identidad de los sujetos. 2. Ataque a las dicotomías: desde la revisión hasta la borrosidad En 1997, seis años después de su constitución se disuelve el colectivo VNS Matrix, en la misma fecha que tendrá lugar la Primera Internacional Ciberfeminista (a la que luego seguirá una segunda en Rotterdam, en 1999, y una tercera en Hamburgo en el 2001). En Kassel, Alemania, del 20 de Septiembre al 28, se organizó, en torno a una muestra de arte contemporáneo, el Documenta X dentro de la sección Hybrid Workspace. Allí participaron, entre otras, las integrantes del Venus Matrix, así como Cornelia Sollfrank, Yvone Volkart, Susanne Ackers, Faith Wilding, Claudia Reiche, Helene von Oldenburg y Verena Kuni, quienes a partir de aquí se organizarán para formar el colectivo Old Boys Network (OBN), constituido por netartistas y teóricas ciberfeministas. Durante los ocho días que duró la convención, debatieron y reflexionaron alrededor de diferentes temas con la finalidad de asentar las bases teóricas del movimiento. Su consumación llega cuando acuerdan definirse a través de lo que llamaron las “100 Primeras Antítesis”, esto es, hacer público lo que no eran. Por ejemplo escribieron que el ciberfeminismo: 1. no es una fragancia. 18. no es un –ismo. 32. no es un oxímoron. 48. no es exclusivo. 55. n’est pas une pipe. 82. no es inmóvil. 100. no tiene un solo lenguaje. Optaron por una solución elástica, situadas en el uso estratégico de la experiencia del límite, predicando sus características diferenciales a través de dar cuenta de aquello que sabían que no eran, para acordar así una política del disenso. Afines, entonces, a conformar una idea de comunidad net que, cómo bien aprecia Aristorkhova 21, basándose en teorías derridianas, lejos de la lógica homogeneizante que margina al otro, perseguían invitar a la negociación albergando y dando hospitalidad a lo heterogéneo. Presentándose por vía negativa, por vía de la exclusión, con esas primeras cien antítesis, mostraron su intención de no ser encajadas bajo una descripción estática y mantener así la idea lo más abierta posible al devenir de su uso. La no literalidad de su sentido, su forma de no reducción, cobija, no una carencia sino un exceso de significados o, dicho de otra forma, acoge una polifonía al estilo de Michael Bajtin, una pluralidad de voces, una forma hipertextual que desdibuja límites sin encerrar. El mismo año que se celebra la Primera Internacional Ciberfeminista, en Inglaterra, Sadie Plant, una de las mayores defensoras de la necesidad de estar y hacer resistencia cultural desde la Red, publica, su famoso: Zeros and Ones: Digital Women and the New Technoculture (1997). Preocupada por la conexión de las mujeres con las máquinas se miembros ajenos, otros que participan sólo en parte, y aquellos que se niegan a pertenecer a él” WAJCMAN, Judy (2006) El tecnofeminismo, Madrid, Cátedra, p.69. 21 ARISTARKHOVA, Irina (1999) "Hosting the other: Cyberfeminism strategies for net-communities" en OBN (ed.) Next Cyberfeminist International, Hamburg, OBN, pp. 17-22. propuso, en el citado libro, reescribir la historia de esa relación, más específicamente, estudiando el rol jugado por las mujeres en la aparición y desarrollo de las máquinas digitales. Una labor de rastreo y reivindicación que le condujo a desenterrar nombres propios como el de Ada Lovelace, la primera programadora de la historia22 así como a reivindicar la labor tradicional de las tejedoras en la aparición de las máquinas digitales: “tejer era ya una producción multimedia: cantar, corear, contar historias, bailar y jugar mientras trabajan hiladoras, tejedoras, zurcidoras que eran literalmente trabajadoras de la red (networkers)”23. Destacando la primacía del tacto como el sentido fundamental (las yemas de los dedos) frente a la vista (asociada tradicionalmente al poder masculino)24 para la filósofa británica la revolución digital tira por tierra la hegemonía de la lógica binaria porque: “De todos los medios de comunicación y máquinas que han aparecido a finales del siglo XX, la Red se ha considerado el compendio de una nueva distribución no lineal del mundo. Sin límites en cuanto al número de nombres que se pueden utilizar, un individuo puede convertirse en una explosión demográfica en la Red: muchos sexos, muchas especies. Sobre el papel no existen límites a los juegos que se pueden jugar en el ciberespacio”.25 Una idea que bien se puede leer al hilo de la propuesta teórica de Donna Haraway: “El cyborg es una especie de yo personal, postmoderno y colectivo, desmontado y vuelto a montar. Es el yo que las feministas deben codificar”26. Las codificaciones digitales, con su ristra de ceros y unos, parecen ir acordes con la lógica dualista. O por seguir también tirando del hilo, vienen al caso las críticas ecofeministas a los dualismos, en consonancia con el “marco conceptual dual”, en terminología de Karen Warren, como el “conjunto de creencias, valores, actitudes y supuestos básicos que conforman y reflejan como uno se ve a sí mismo y a su mundo”27. Esto es, la arquitectónica donde encajan las piezas según una relación jerárquica entre mujeres (cero, cuerpo, naturaleza, pasivo, húmedo…) y hombres (uno, mente, cultura, activo, seco…). Sin embargo, la lectura de Plant hace hincapié en que “el cero puede no significar nada para el mundo occidental, pero esto no tiene nada que ver con el modo en que opera”28. Después de un breve repaso histórico matemático y filosófico sobre la concepción del Cero, en paralelo al discurrir de la concepción del Uno, concluye: “si se supone que el cero significa un agujero, un espacio o un fragmento perdido y uno es el signo de la positividad, las máquinas digitales invierten completamente estos códigos digitales”29. Es decir, el cero 22 También menciona a Grace Hooper, la primera “hacker” de la historia, quien, pese a su cargo de almirante fue precursora en ver cómo las computadoras no sólo tendrían una finalidad bélica sino social. Sin duda se podrían ampliar la lista con muchos otros nombres como, por ejemplo, Sarah Flannery, quien con sólo dieciséis años ya había logrado descifrar un criptosistema público o Sandy Lerner, cofundadora de una de las mayores compañías proveedoras de infraestructuras para Internet, la Cisco Systems. Incluso retrotraerse a figuras históricas, en el marco general de las relaciones entre mujeres y tecnociencia, entre las que destacan Hipatia de Alejandría, Hildegarda de Binge o Maria Winkelmann. 23 PLANT, Sadie (1998) Ceros + Unos. Mujeres digitales + la nueva tecnocultura, Barcelona, Ediciones Destino, p.70. 24 La contraposición vista-tacto ha sido muy recurrente y ha dado lugar a diferentes posiciones. Por ejemplo, Paula Sibilia cree que impera lo visual, que el ojo se vuelve todavía más soberano. 25 PLANT, Sadie, op. Cit., p. 52. 26 HARAWAY, Donna (1995) Ciencia, cyborgs… op. Cit, p. 279. 27 WARREN, Karen (1998) Las filosofías ecofeministas, Madrid, Cátedra, p. 121. 28 PLANT, Sadie, op. Cit., p. 61. 29 PLANT, Sadie, op. Cit. p. 62. cuenta, por lo menos, tanto como el uno, en la información empleada por una máquina informática. La crítica a ese marco conceptual dual, como constructo creado, recreado y reproducido por la sociedad patriarcal (entendido aquí en un sentido próximo al género como producto de De Lauretis), será el punto fuerte de la perspectiva del ciberfeminismo cyborg o feminismo cibernético. Constituirá su matriz de ataque en tanto que los emparejamientos consiguen reiterar la lógica de la dominación, o la lógica de la colonización según Val Plumwood, que se estructura adoptando un esquema que separa, contrapone, divide y prioriza una parte frente a la otra. Siguiendo una organización de pares opuestos se determina el significado de los dos términos con una clara intención ontológica, ética, política y epistemológica: jerarquizar. El poder de la cultura falocéntrica reside en el efecto “naturalizante”, como mecanismo de ocultación, de estos presupuestos dicotómicos que se insertan en el propio esqueleto del yo en forma de género30 o, con las palabras de Teresa De Lauretis, adhiriéndosenos “como un vestido de seda mojado”31. Frente a la red semántica dual, en el seno de los ciberfeminismos, sería pertinente distinguir dos posturas básicas, donde, sin lugar a duda, cabrían muchos matices pero, a mi juicio y a grandes rasgos, estas dos líneas dibujan bien su panorama general, a saber: revisar o reexaminar los dualismos y volver borrosos o difuminar los dualismos. Así, por un lado, se situaría, el ciberfeminismo de Sadie Plant, próximo a un esencialismo32 al defender la posición de las mujeres en relación a las máquinas como inherentemente armoniosa33. Recurriendo a la historia, a un pasado que hay que reexaminar y rescatar, la filósofa británica construye una genealogía ciberfeminista donde pretende destacar que la red Internet se basa en tareas que han desempeñado constantemente las mujeres34. 30 Estos debates se reproducen en la corriente ecofeminista o feminismo ecológico haciendo hincapié en la relación mujeres-naturaleza versus hombres-cultura. En particular algunos análisis ecofeministas materialistas discuten sobre si es el género el que crea la opresión o es la opresión la que crea el género. Con De Lauretis se diría que “la construcción del género es tanto el producto como el proceso de su representación” DE LAURETIS, Teresa (1996) “La tecnología…, op. Cit. p. 11. Ambas corrientes, los ecofeminismos y los ciberfeminismos, con sus diferencias convergen en reexaminar y criticar el concepto de naturaleza que subyace a los binarismos. La versión más crítica con los dualismos vendría representada por el ecofeminismo constructivista, en teóricas como Plumwood o Warren quienes insistieron en que lo „natural‟ es político. 31 DE LAURETIS, Teresa (1996) “La tecnología…”, opus cit. p. 19. 32 KEMBRE, Sarah (1998) "Feminismo, tecnología y representación" en Curran, J; Morley., D.; Walkerdine, V. (comp.) Estudios culturales y comunicación. Análisis, producción y consumo cultural de las políticas de identidad y el posmodernismo, Barcelona, Paidós. BASSETT, Caroline (1999) "A Manifesto against Manifestos” en OBN (ed.) Next Cyberfeminist International, Hamburg, OBN. REVERTE-BAÑÓN, Sonia (2006) "Las filosofías del ciberfeminismo" en VV.AA (coords.) Ciencia, tecnología y género en Iberoamérica, Madrid, CSIC. WAJCMAN, Judy (2006) El tecnofeminismo, op. Cit. 33 Esta relación histórica también es destacada por Naief Yehya quien escribió que: “el término «computadora» se refería originalmente a una persona, por lo general mujer, que se dedicaba a hacer cálculos” Yehya, Naief (2001) El cuerpo transformado. Cyborgs y nuestra descendencia tecnológica en la realidad y en la ciencia ficción, México, Paidós, p. 85. Plant, como se ha dicho, sitúa los antecedentes en la labor tradicional de las tejedoras. 34 En esta problemática línea también hay tesis que pretenden defender la afinidad del hipertexto con la forma de proceder del cerebro femenino SEDÓN DE LEON, Victoria (2001) en El viaje de las internautas, disponible online: http://webs.uvigo.es/pmayobre/pdf/internautas.pdf (30/12/2011). Al igual que ocurre con la argumentación de Plant la atribución de características a la Red como femeninas no deja de estar bajo sospecha de un esencialismo respecto a lo que son las mujeres y, en contrapartida, a lo que Esta aparente sintonía le lleva a una revisión, donde el advenimiento de la red de redes pondría de manifiesto con claridad esta afinidad, supuestamente invariable y determinada biológicamente. La metáfora, para Plant, que recoge el sentir de esa interrelación entre mujeres y máquinas es la matriz (el polo opuesto al falo). Las matrices de cálculo informático y la matriz femenina estarían ambas ocupando una misma posición, a la vez que se encontrarían en su forma ajerárquica, multifuncional, en su conectividad o fluidez. Si bien en el uso de esta metáfora, aunque escrita matrix y con tintes irónicos, habría un nuevo punto de unión con la otra postura ciberfeminista, que aquí haré coincidir con las VNS y con la Primera Internacional Ciberfeminista, la disparidad entre ambas radica en cómo afrontan su acercamiento hacia los dualismos. Además, a diferencia de los peligros que entraña asumir una postura esencialista como la de Plant, donde atribuir características femeninas a las máquinas digitales se podría interpretar como una aceptación acrítica de la situación actual, la otra línea que propongo inauguraría una práctica de una identidad alejada del persistente binarismo, de la concepción de una identidad única, sólida, fija y estable. Yendo más allá de cualquier semejanza „naturalizada‟ entre mujeres-máquinas, de toda posición que, en cierto modo, mantenga la dualidad, aunque sea revalorizando el polo infravalorado por el patriarcado, la actividad de estas ciberfeminista se podría entender como un volver borrosos, difusos y vagos aquellos límites y fronteras binarias. Hace más de cincuenta años que la lógica difusa (fuzzy logic), de la mano de Lotfi Asker Zadeh, presentaba una teoría de conjuntos que, dicho de una manera muy simplificada, aseguraba que un elemento pertenecía en cierto grado a un conjunto sin pertenecer del todo al mismo conjunto. Se inauguraba así una lógica de grises frente a la lógica clásica de la verdad o falsedad. En palabras de Bart Kosko, un “cambio de paradigma del blanco y el negro al gris, de la bivalencia a la multivalencia” 35. Todo pasaba a ser una cuestión de grados. Las ristras binarias tan sólo serían posiciones extremas, por otro lado difíciles de mantener, dentro de un espectro mucho más amplio: entre el 0 y el 1 caben infinitas variables numéricas. De este modo, la borrosidad, acorde con el proceder común del razonamiento y con la riqueza y variedad del lenguaje ordinario, ponía de manifiesto la mutación, la a-esencialidad de las cosas y también la vaguedad de las palabras que las nombran. Lo que lleva a preguntarse ¿cómo afecta la borrosidad a la categoría de mujer u hombre?, ¿al género femenino y al masculino?, ¿y al sexo? La práctica performativa de la parodia y de la ironía de las Matrix, así como la postura de mantener abierto el concepto del ciberfeminismo propuesto en la Primera Internacional Ciberfeminista, podría leerse como una puesta en práctica de esa lógica borrosa. Jugando a romper fronteras artificiales, a hacerlas imprecisas, inexactas, sea a través de palabras o imágenes (avatares), consiguen nombrar conjuntos borrosos: el conjunto borroso del ciberfeminismo pero, sobre todo, la borrosidad de las categorías de mujer y hombre que surge al quitarse determinadas gafas. Si como dice Kosko “las cosas, vistas de cerca, se vuelven borrosas”36, esto es, cuanta mayor información, precisión, más difusos los contornos, las ciberfeministas tan sólo traducirían a la Web lo que ocurre con las cosas del mundo, esto es, que un elemento, por ejemplo una mujer, pertenecería en cierto grado al conjunto/categoría de las mujeres (entiéndase el género son los hombres. Como se verá esta „naturalización‟ de la categoría de mujer y hombre no está libre de fuertes controversias. La pregunta sería ¿en qué nos ha beneficiado y nos beneficia esa supuesta fusión? 35 KOSKO, Bart (1995) Pensamiento borroso. La nueva ciencia de la lógica borrosa, Barcelona, Drákonos, p. 12. 36 KOSKO, Bart, op. Cit., p. 25 así como el sexo) sin asimilarse a él y pudiendo pertenecer igualmente en cierto grado al conjunto contrario, al conjunto de las no mujeres. La lógica fuzzy así entendida y aplicada al género estaría, pienso yo, en plena sintonía con la „queer theory’. La expresión, acuñada por De Lauretis en 1990, aunque teorizada por otras estudiosas, defiende la apertura y la no universalidad de categorías como mujer, hombre, homosexual, transexual… Bajo el difuso y borroso adjetivo „queer‟ (en inglés: raro, poco usual, extraño, maricón, excéntrico) se ha designado un concepto político contra la rigidez binaria a favor de la multiplicidad aplicable, por tanto, a la sexualidad pero también, como defiende la citada semióloga, a la raza, a la clase… A mi modo de ver, las ciberfeministas al operar en la Red con categorías grises y vagas, persiguieron poner en entredicho el inflexible código dualista del mundo en blanco y negro, del sistema binario que intenta excluir todo lo que no se ajusta a los dos polos. Con éxito o sin él, sin entrar a valorar su eficacia, ellas trasladaron a la Web las tonalidades de grises que nos rodean, pues aunque determinado lenguaje las quiera encajar herméticamente, éstas inevitablemente se escapan a la lógica binaria37. Pese a las disparejas cavilaciones que hubo sobre los dualismos en el seno de los mencionados ciberfeminismos, las críticas sobre su poca efectividad política los vuelve a colocar a todos bajo el mismo paraguas netópico. De hecho, en la literatura especializada, se recurre con frecuencia a otra taxonomía a la hora de presentar los distintos enfoques. A saber, haciendo hincapié sobre las verdaderas potencialidades y repercusiones de la Red como elemento liberador para las mujeres, se contrapone una línea netópica a una distópica38, como expone Sonia Reverte-Bañón39 (2001): i) “las que creen que el ciberespacio representa la posibilidad de una utopía, también llamada netopía” ii) “las que creen, por el contrario, que aquello que caracteriza a la realidad cibernética actual no es la utopía, sino lo opuesto, la distopía” En la primera quedarían enmarcadas todas las ciberfeministas criticas con los dualismos referidas hasta el momento, tanto las que los revisan como las que proponen volverlos borrosos, en las segundas, en cambio, vendrían a situarse quienes denuncian una gran carencia de efectividad política – ¿se puede así salir sin más del sistema de poder?, ¿qué ocurre con los problemas del aquí y ahora de las mujeres concretas?– incluso ven la Internet como un medio que reproduce y produce viejas y nuevas discriminaciones –el cibersujeto sigue siendo masculino, blanco y occidental. Ciertamente esta catalogación supone, como toda clasificación, una cierta violencia interpretativa que encierra una 37 Si como dice Judith Butler “hay humanos que viven y respiran en los intersticios de esa relación binaria” ésta no es entonces “ni exhaustiva ni necesaria” BUTLER, Judith (2006) Deshacer el género, Barcelona, Paidós, p. 99. Para una aplicación de la borrosidad a los conceptos de sexo y género a un caso concreto, el de la atleta sudafricana Caster Semenya, véase DE SALVADOR AGRA, Saleta (2010) “Caster Semenya nun mundo en branco e negro” Andaina. Revista Galega de pensamento feminista, nº 53. 38 REVERTE BAÑÓN, Sonia (2006) “Las filosofías…” op. Cit. compara la línea distópica con el feminismo de la diferencia, asociado tradicionalmente con perspectivas más tecnofóbicas, denominándolo como “ciberfeminismo liberal”, frente a la netopía asociada al feminismo de la igualdad, nombrándolo como “ciberfeminismo radical”. A pesar de que se pudieran encontrar similitudes en esta propuesta, el error de esta comparación, en mi opinión, radica en leer el “postfeminismo” de las ciberfeministas todavía en una óptica de la llamada Segunda Ola del feminismo. 39 REVERTE-BAÑÓN, Sonia (2001) "Ciberfeminismo: entre la (u)topía y la (dis)topía" I Congreso de Tecnología, Ética y futuro, Bilbao, Nacional (científic). reducción, pues existen notables líneas de fugas entre ambas corrientes. De hecho, las mismas ciberfeministas denominadas como netópicas dedican la Segunda Internacional Ciberfeminista, celebrada en Rotterdam, a los problemas de determinar una práctica política factible. Por ejemplo Faith Wilding, participante en la Primera Internacional Ciberfeminista, advierte de los peligros de indeterminación y sostiene que se deberá “empezar por formular de una forma clara los objetivos políticos del ciberfeminismo y sus posiciones”40. El representante más claro que busca diluir esta dicotomía, netopía/distopía, es el tecnofeminismo de Judith Wajcman, pues como dice ella su “propósito es ofrecer una vía para el tecnofeminismo, entre el optimismo utópico y el fatalismo pesimista, y entre la contingencia cultural y el determinismo social en la teoría social”41. Pero, con todo, el distopismo, más que el netopismo, consigue poner sobre la mesa la problemática de la efectividad política en relación a las prácticas ciberfemistas, sobre los efectos y resultados concretos, una cuestión ciertamente prioritaria en relación a los dualismos que tendrá que ser objeto de futuros estudios. 40 41 WILDING, Faith (1998) “Where is the…” op. cit. WAJCMAN, Judy (2006) El tecnofeminismo, op. Cit. p. 15.