EL FUTURIBLE SOCIAL. Por Belisario Betancur. Antes de la realidad literal de la ley dictada por el estado, que es el que tiene capacidad de creación de derecho, está la realidad de la vida, la realidad de la gente, de la comunidad, que es la que tiene vocación recipiendaria de aquella ley. Esa vocación debe estar en la fuente en donde brotan las causaciones de la ley, de manera que exista adecuación entre el tenor literal de la misma y la situación a la cual están destinados el contenido y el espíritu de ese tenor literal. La realidad de la vida debe ser la inspiración que ilumine al estado para la embriogénesis de la ley, o bien para dar respuesta a una fenomenología social preexistente en el sentido de que ella es un dato apodíctico que debe valer o bien para establecer respuestas anticipatorias a situaciones que se perciben en la auscultación del futuro, ese lugar en el cual vamos a vivir el resto de nuestras vidas, como alguien dijera hermosamente. De esa sincronía participativa brota el manantial de la respetabilidad y la credibilidad que gana la ley en el contexto comunitario. Desde los presocráticos, la filosofía especula sobre el contenido ontológico de pasado, presente y futuro, como instancias de la temporalidad. Para concluír, en grandes bloques de pensamiento, en que el pasado -según las reflexiones de Xavier Zubiri- sobrevive bajo la forma de estar habitando el presente, o sea como posibilidad; el presente está constituído por lo que hacemos, por las potencialidades con que contamos y por las posibilidades u opciones de que disponemos; y el futuro -o futurible según el filósofo Suárez-, consiste en aquello que todavía no es pero para cuya existencia están dadas en presente todas las posibilidades porque se tiene potencia para hacerlas realidad. Este hermoso libro recoge las cogitaciones cartesianas de gentes de pensamiento reunidas por el jurista Jaime Giraldo Angel y el Instituto Ser de Investigación, para abrir avenidas a la búsqueda de mecanismos alternativos destinados a la solución de conflictos, que es una cara nueva de la administración de justicia, a veces más allá de la normatividad escueta pero en ningún caso contra ella. Esa búsqueda va en seguimiento de la realidad social, a fin de tratar de darle significado humano al derecho, de darle proyección sobre aquella realidad que se va quedando rezagada por la acción nugatoria de los códigos yertos, mientras situaciones que no era posible prever, como la globalización, los paros cívicos, la guerrilla, el terrorismo, la integración, ponen en vigencia normas supranacionales y marchitan las instancias conceptuales de la soberanía consuetudinaria. El profesor Germán Palacio dice que la forma como opera la justicia en Colombia, por ejemplo, está orientada no tanto a resolver los conflictos sino a introducirlos en una tubería judicial para que finalmente no alcancen a pasar al otro lado. Y el presidente César Gaviria, al sustentar la Constitución de 1991, participativa y conciliadora como pocas, expresó que en todo caso se aspiraba a crear un derecho que salga de los códigos para vivir en la realidad. Sin embargo, a pesar de tratarse de un postulado vertido sobre el realismo aristotélico, la cuestión no es tan simple. En el caso de Colombia, la ley 53 de 1887 establece que no se puede desatender el tenor literal de la norma so pretexto de consultar su espíritu. En otras palabras, recuerda al fallador que es el estado el que crea el derecho y que a los jueces solo les es dable la interpretación de la norma pero sin extravasar el tenor literal. El profesor y expresidente Alfonso López Michelsen, en escrito publicado en El Tiempo de Bogotá, con gran fuerza dialéctica se hace del lado de la ley 153 y señala los peligros de que un neobonapartismo más grave que el de Luis Napoleón, (quien obtuvo en Francia 7 millones de votos, en tanto que en Colombia la 7a papeleta solo obtuvo 200 mil votos), arrase con el estado de derecho. “Qué le ocurrirá a un país, agrega López, en donde se abra camino la teoría de que las leyes escritas no obligan a los magistrados en el momento de interpretarlas?”. **** Pero, y la realidad social que no fue prevista por el creador de derecho? Aquel presente constituído por las potencialidades que tenemos y por las alternativas con que contamos, presente que se va convirtiendo en futurible, qué respuestas recibirá del derecho si éste permanece como un cuerpo yerto, constreñido por la barrera infranqueable del tenor literal de la ley? Aquel presente y aquel futurible dejarían de ser opciones para convertirse, en el abandono, en conflictos. En un riguroso discurso del jurista Lucas Caballero, en 1919, como presidente de la ahora centenaria Academia Colombiana de Jurisprudencia, escribía: Un alto espíritu de la Corte para interpretar la Constitución como vehículo de vida, en los Estados Unidos, cúya es la originalidad de tan saludable precepto, ha continuado la tradición gloriosa de John Marshall, el Magistrado íntegro e ideal, que como intérprete fue un verdadero creador, de suerte que de 1787 al presente, sin cambio en la letra de las instituciones federales, ellas han venido acogiendo todos los soplos correspondientes al espíritu de cada época y de cada generación, lo que ha permitido el tranquilo y portentoso desarrollo de esa privilegiada República. Y encarezco el alcance que puede y debe tener entre nosotros la feliz acogida de aquella fecunda inspiración, para que nunca el casuísmo tome los preceptos positivos por límites de la investigación del jurista, sino por guías indicadores, ni el culto a las fórmulas burle o reprima las tendencias y el espíritu de la más alta justicia, que debe ser la norma y la meta del verdadero juzgador. La interpretación así, es en cierto modo verdadera creación, que lleva la justicia al más alto grado de claridad en que el medio no se sustituye al fin, ni la forma impida la consagración del fondo. A los ejemplos elocuentes que traen las reflexiones del presente libro, traigo el siguiente ejemplo : ESTUDIO SOCIAL DE LA EVOLUCION DEL DERECHO EN COLOMBIA, por Lucas Caballero. En “Pensamiento Jurídico Colombiano”, Ediciones Jurídicas, Bogotá, 1996, pag. 328 y 329. En todos los conflictos armados de América Latina en los últimos años, han obrado factores o agentes subjetivos, personales, y factores o agentes objetivos, impersonales. Los primeros, son los representantes del establecimiento -entre ellos, los gobiernos- y los que se levantan en armas para combatirlos a fin de reemplazarlos o, al menos, de lograr reivindicaciones ideológicas y mejoramientos concretos en la calidad de la vida de la comunidad. Los segundos, los factores o agentes objetivos -como la dependencia, la injusticia social, la violación de los derechos humanos-, sirven de caldo de cultivo a los movimientos guerrilleros. En Colombia, durante el gobierno que presidí entre los años 1982 y 1986, se dieron respuestas simultáneas, tanto a los agentes subjetivos como a los agentes objetivos: a los primeros, mediante negociaciones directas entre el gobierno y los distintos grupos guerrilleros; a los mediante un plan nacional de rehabilitación, con segundos, destinaciones presupuestales en las zonas afectadas por la violencia, y con la reforma de la Constitución que consagró la elección de los alcaldes por el voto directo de la población. Se reluctancia en firmaron varios acuerdos, pero -en parte por cierta algunos-, se cometió el error de no involucrar en las negociaciones de una manera directa a los miembros de la institución armada. Con lo cual los acuerdos mismos incubaron dificultades en su interior, lo que perturbó en cierta manera el proceso general de la reconciliación. En los gobiernos posteriores de Barco y de Gaviria (1986LECCIONES DE LOS CONFLICTOS ARMADOS, por Belisario Betancur. Ponencia inédita ante el Seminario de la Organización para el Desarrollo (OCDE): París, noviembre 20, 21 de 1994. 1994) se llegó a convenios con varios grupos guerrilleros, acuerdos que funcionaron de manera parcial. El gobierno del presidente Samper, parece regresar en 1996 a aquella metodología, ojalá con la corrección de los errores. Avances más profundos se alcanzaron en los procesos de reconciliación en América Central promovidos por el Grupo de Contadora -al cual pertenecieron Colombia, México, Venezuela y Panamá-, que nació por iniciativa colombiana con la misma filosofía de buscar respuestas simultáneas a las situaciones creadas por los agentes subjetivos y los agentes objetivos en la región centroamericana. **** La sabiduría maya afirma que la verdad solo es posible al impulso de la palabra: cuando a la gente se le invita a hablar con un interlocutor que es su enemigo, y habla, lo que sigue es el descubrimiento de partes de la verdad en cada interlocutor, elementos dispersos de la verdad. Al final del diálogo aparecerá la verdad, toda la verdad, porque cada quien habrá aceptado que el otro tiene parte de razón. La esencia de la democracia reside en este reconocimiento. Pero esas realidades políticas y sociales necesitan respuestas no siempre explícitas en el derecho escrito, y que, para el caso de los conflictos armados en América Latina, podrían concretarse en el siguiente decálogo: I. El punto de arranque es la voluntad política de las partes en conflicto, de llegar a la paz. Esa voluntad política significa que ninguna de estas partes o agentes subjetivos, suspenderá unilateralmente las negociaciones. II. Confidencialidad de los temas tratados en las distintas audiencias de las negociaciones, lo cual no excluye la información confidencial que ha de darse internamente por las partes en conflicto. III.Acuerdo inicial sobre humanización de la guerra; y respeto a los derechos humanos y al derecho internacional humanitario. IV.Existencia de un mediador objetivo acordado por las partes -que podría ser Naciones Unidas-, mediador que hace las convocaciones, resuelve las dificultades del proceso y busca los recursos necesarios para la negociación. V. La mediación de la Iglesia Católica en países de mayoría católica, como El Salvador y Colombia, es creadora, por la credibilidad que ostenta y por la facilidad de comunicación con las partes en conflicto. VI.Formación de un grupo de países amigos del respectivo proceso que coadyuven en la superación de las dificultades. VII.Lugar de las negociaciones por fuera del escenario del conflicto, en países amigos o en la sede de Naciones Unidas en Nueva York. VIII.Negociadores con capacidad para comprometer inmediatamente a las partes en conflicto, sin perjuicio de que cada una de ellas haga internamente las consultas que considere necesarias. IX.Tanto los representantes de los gobiernos como los representantes de los alzados en armas, deben tener representación de sus fuerzas militares. X. Dado que en todo conflicto armado en América Latina, obran agentes subjetivos o personales -los guerrilleros-, pero también agentes objetivos las carencias de infraestructura social, por ejemplo-, se requiere la creación en el respectivo país, de una agencia de Naciones Unidas, que verifique el cumplimiento de los Acuerdos y racionalice los recursos aportados por la comunidad internacional para la reconstrucción. *** * El libro que el lector tiene en sus manos, recoge algunas preguntas y algunas respuestas, en ocasiones no judiciales, -ninguna apodíctica- a esas realidades.