Nº 23, noviembre de 2013 Jurisprudencia Resoluciones en materia mercantil Por María Luisa Sánchez Paredes, profesora de Derecho Mercantil Universidad Antonio de Nebrija 1. Tribunal de Justicia de la Unión Europea SENTENCIA DE LA SALA 5ª DEL TRIBUNAL DE JUSTICIA DE LA UNIÓN EUROPEA [Asunto C85/12] DE 24 DE OCTUBRE DE 2013 El saneamiento y la liquidación de entidades de crédito.- Los artículos 3 y 9 de la Directiva 2001/24/CE del Parlamento Europeo y del Consejo, de 4 de abril de 2001, relativa al saneamiento y a la liquidación de las entidades de crédito, han de interpretarse en el sentido de que las medidas de saneamiento o de liquidación de una entidad financiera, deben considerarse medidas adoptadas por una autoridad administrativa o judicial en el sentido de dichos artículos de la Directiva, toda vez que las disposiciones nacionales únicamente surten efecto mediante resoluciones judiciales por las que se concede una moratoria a una entidad de crédito.- El artículo 32 de la Directiva 2001/24 debe interpretarse en el sentido de que no se opone a que una disposición nacional, que prohibía o suspendía toda actuación judicial en contra de un establecimiento financiero desde el momento en que éste gozaba de una moratoria, surta efectos sobre medidas cautelares como las controvertidas en el litigio principal adoptadas por otro Estado miembro antes de concederse tal moratoria. 2. Tribunal Supremo SENTENCIA DE LA SALA DE LO CIVIL DEL TRIBUNAL SUPREMO DE 29 DE JULIO DE 2013 [Ponente: Xavier O’callaghan Muñoz] Contratación mercantil.- Contrato de obra: concepto de intimidación como coacción, no en el sentido clásico y tradicional (art. 1267 CC) sino en el sentido actual de vicio de la voluntad que alcanza a las relaciones comerciales y económicas pudiendo causar un daño mucho más trascendente. En este sentido, habría intimidación cuando uno de los contratantes exige la aceptación formal de una modificación del contrato originario, celebrado libremente por las partes, por la que el otro contratante agrava su posición contractual de forma importante, pero de no hacerlo así sufriría un perjuicio comercial y económico. Sociedades.- Doctrina del levantamiento del velo: si bien es cierta la alegación de la personalidad propia de la persona jurídica, la doctrina del levantamiento del velo sirve, precisamente, para evitar el abuso de la fórmula jurídica de la separación de patrimonios de las personas jurídicas dirigido a conseguir un fin fraudulento burlando los derechos de un tercero. Así, cuando una sociedad descapitalizada presenta la apariencia de contratante, pero otra sociedad es la que efectivamente realiza la obra e incumple los plazos y cumple defectuosamente la ejecución de la obra, esta última incurrirá en responsabilidad (art. 1101 CC) que habrá de mantenerse, sin dejarse llevar por la apariencia de una personalidad jurídica independiente. SENTENCIA DE LA SALA DE LO CIVIL DEL TRIBUNAL SUPREMO [Recurso 2397/11] DE 13 DE SEPTIEMBRE DE 2013 [Ponente: José Ramón Ferrándiz Gabriel] Contratación mercantil.- Contrato de transporte: transporte marítimo.- Al contratar el transporte, la transitaria pasa a ocupar la posición de porteadora contractual, de modo que será de aplicación el artículo 951 del Código de Comercio a la acción de reclamación de fletes y gastos inherentes al transporte.- Para que quepa hablar de cobro de lo indebido es necesario que el pago no constituya cumplimiento de una obligación contractual pactada por las partes al regular sus relaciones. SENTENCIA DE LA SALA 3ª DEL TRIBUNAL SUPREMO DE 16 DE SEPTIEMBRE DE 2013 [Ponente: Joaquín Huelin Martínez de Velasco] Contabilidad.- Calificación como «inmovilizado» o «existencia» de un bien que ha permanecido en el patrimonio empresarial durante un tiempo determinado sin explotarse para el giro propio de la compañía, pese a la intención inicial de darle ese destino, a fin de que pueda o no acogerse a los beneficios fiscales previstos (arts. 15.11 y 21 Ley 43/1995). En atención al marco normativo contable resulta irrelevante cuál fuera el destino inicial que la empresa pretendiera dar al inmueble, pues el dato determinante es, si fue adscrito efectivamente a un uso duradero en relación con el giro empresarial o no, sin que resulte contrario al ordenamiento jurídico el hecho de que un bien contabilizado por una empresa inmobiliaria como inmovilizado sea considerado www.dictumabogados.com 1 Nº 23, noviembre de 2013 existencias una vez enajenado, si ha permanecido en el patrimonio empresarial sin ser explotado. En definitiva, el hecho de que un inmueble haya formado parte del patrimonio de una empresa durante un determinado lapso temporal no basta para considerarlo en todo caso como inmovilizado, debiendo atenderse también a su destino. El beneficio fiscal reconocido en la normativa (art. 21 Ley 43/1995) requiere que el inmueble por cuya enajenación se obtuvieron las rentas formase parte del inmovilizado material, condición que exigía su permanente adscripción a la actividad empresarial de la compañía. La contabilización inicial como inmovilizado de un terrero, solar o edificación no veda considerarlo existencias cuando se destine a la venta, sólo lo impide que haya sido objeto de explotación duradera. SENTENCIA DE LA SALA DE LO CIVIL DEL TRIBUNAL SUPREMO [Recurso 2008/11] DE 19 DE SEPTIEMBRE DE 2013 [Ponente: Rafael Sarazá Jimena] Sociedades de capital: sociedad de responsabilidad limitada.Liquidación: responsabilidad de administradores. La regla «nemine licet adversus sua facta venire» [a nadie le es lícito ir contra sus propios actos] se refiere a actos idóneos para revelar una vinculación jurídica y tiene su fundamento en la buena fe y en la protección de la confianza que la conducta produce; por tanto, tales actos han de ser vinculantes, causantes de estado y definidores de una situación jurídica de su autor, encaminados a crear, modificar o extinguir algún derecho y no han de ser ambiguos, sino revestidos de solemnidad. Por otra lado, una de las modulaciones de la institución de la buena fe es la "verwirkung" o retraso desleal, elaborada por la doctrina y la jurisprudencia alemanas y asumida por nuestra jurisprudencia, según la cual un derecho subjetivo o una pretensión no pueden ejercitarse cuando el titular no sólo no se ha preocupado durante mucho tiempo de hacerlos valer, sino que incluso ha dado lugar con su actividad omisiva a que el adversario de la pretensión pueda esperar objetivamente que el derecho ya no se ejercitará. Estas doctrinas no pueden acogerse por el hecho de que las acciones ejercitadas no fueran las previstas en la normativa societaria cuando no se ha generado una expectativa razonable de abandono de pretensiones, ya que se han llevado a cabo otras actuaciones en relación con las sociedades y sus administradores. SENTENCIA DE LA SALA DE LO CIVIL DEL TRIBUNAL SUPREMO [Recurso 1643/10] DE 19 DE SEPTIEMBRE DE 2013 [Ponente: Rafael Sarazá Jimena] Sociedades de capital.- Derechos del socio: derecho de información. Es jurisprudencia consolidada la que rechaza la concepción restrictiva del derecho de información del socio en la sociedad anónima. El socio no queda constreñido al simple examen de los documentos sometidos a la aprobación de la Junta, por lo que, como regla, no es admisible la denegación de la información pertinente al socaire de que «no cabe investigar en la contabilidad social», ya que el accionista puede requerir cuantas aclaraciones o informaciones estime precisas siempre que cumpla los siguientes requisitos: a) que la información que demande se refiera a extremos que tengan conexión con el orden del día de una junta convocada; b) si la información se demanda por escrito, que se requiera desde la convocatoria de la junta hasta el séptimo día anterior al previsto para la celebración de la junta, o verbalmente durante la celebración de la junta general; y, c) que la publicidad de los datos interesados limitada a los accionistas no perjudique los intereses sociales, sin perjuicio de que en este caso deba facilitarse cuando la solicitud esté apoyada por accionistas que representen, al menos, la cuarta parte del capital. En todo caso, el interés de la sociedad en no difundir ciertos datos ni siquiera en el limitado ámbito interno de los accionistas no puede identificarse con el interés de los administradores en esconder ciertos detalles de su gestión. El hecho de que el socio sea titular de una participación de al menos un 25% del capital social potencia significativamente su derecho de información, y en concreto el acceso a documentos contables, bancarios y fiscales con motivo de la aprobación de las cuentas anuales y la censura de la gestión social, porque además de excluir que se deniegue al socio la información solicitada con base en el perjuicio que para los intereses sociales supone la publicidad de la misma (art. 197.4 LSC), suele ser indicativo de la concurrencia de circunstancias que dificultan la desinversión, en concreto la existencia de un escaso número de socios. Por otro lado, el ejercicio abusivo del derecho de información del socio no puede vincularse sin más al volumen de información requerida sino a la concurrencia de los requisitos precisos para el abuso del derecho, esto es, que el derecho se ejercite con la extralimitación, por causas objetivas o subjetivas en que se asienta dicho concepto, lo que no puede afirmarse ocurra sin tener en cuenta las circunstancias de cada caso. www.dictumabogados.com 2 Nº 23, noviembre de 2013 SENTENCIA DE LA SALA DE LO CIVIL DEL TRIBUNAL SUPREMO [Recurso 1008/11] DE 3 DE OCTUBRE DE 2013 [Ponente: Ignacio Sancho Gargallo] Compraventa.- La apreciación de la concurrencia de un vicio en el consentimiento –dolo– tiene un aspecto fáctico, en cuanto a la determinación de las circunstancias o hechos acaecidos en relación con la prestación del consentimiento que se denuncia viciado, cuya valoración corresponde al tribunal de instancia, sin perjuicio de la valoración jurídica que supone deducir de estas circunstancias la existencia del dolo. Por esta razón, debemos partir de los hechos declarados probados por el tribunal de instancia, y lo único que cabe revisar en casación es la valoración jurídica en la medida en que presupone una concepción errónea del dolo o del error, y por lo tanto contradiga la jurisprudencia sobre estos dos vicios del consentimiento. En este sentido, no cabe concluir que la compradora hubiera prestado su consentimiento inducida por el engaño de las vendedoras que le habrían ocultado la situación urbanística de las parcelas, entre otras razones porque la compradora se dedica profesionalmente a la actividad inmobiliaria y, por lo tanto, no podía desconocer, si no es bajo su propia negligencia, la situación urbanística de las parcelas, y no se ha acreditado alguna circunstancia que pusiera en evidencia una actividad dolosa de la parte vendedora. Cuando la compradora adquiere bajo la confianza de que para cuando fuera a formalizar la reventa de una de las parcelas, éstas ya estarían inscritas en el Registro, lo que se retrasó por la necesidad de subsanar los defectos advertidos por el Registrador, la frustración de esta expectativa, sin que se hubiera condicionado la compra a que la inscripción se practicara dentro de un determinado plazo de tiempo, no cabe imputarla a la reticencia dolosa de la vendedora que no habría advertido esta circunstancia a la compradora faltando al deber de informar que exige la buena fe, lo que la jurisprudencia equipara al dolo como vicio del consentimiento, sino que esta frustración es la actualización de un riesgo que asumió la compradora al adquirir las parcelas en unas determinadas circunstancias urbanísticas, que conocía o debía conocer, en atención a su actividad empresarial. SENTENCIA DE LA SALA DE LO CIVIL DEL TRIBUNAL SUPREMO [Recurso 1087/11] DE 7 DE OCTUBRE DE 2013 [Ponente: José Ramón Ferrándiz Gabriel] Sociedades de capital: responsabilidad de administradores.- A fin de garantizar la obligación de los administradores de la sociedad de promover la liquidación ante la concurrencia de una causa legal de disolución, la ley impone a los administradores la responsabilidad solidaria por las deudas sociales, dentro de ciertos límites, en caso de incumplimiento o de cumplimiento tardío del deber de promover la disolución. Y, de forma correlativa, atribuye a los acreedores la posibilidad de dirigirse, en satisfacción de sus derechos, además de contra la sociedad, contra los administradores que hubieran incumplido el antes referido deber. Esa responsabilidad de los administradores no exige la concurrencia de más negligencia que la consistente en omitir el deber de promover la liquidación de la sociedad mediante convocatoria de la Junta o solicitando que se convoque judicialmente cuando sea el caso o mediante solicitud de la declaración de concurso, cuando concurra su presupuesto objetivo. Dicho de otro modo, no exige una negligencia distinta de la prevista en la Ley de sociedades de capital ni la existencia de una relación de causalidad entre el daño y el comportamiento del administrador, sino que la imputación objetiva a éste de la responsabilidad por las deudas de la sociedad se realiza «ope legis» (por ministerio de la ley). SENTENCIA DE LA SALA DE LO CIVIL DEL TRIBUNAL SUPREMO [Recurso 998/11] DE 7 DE OCTUBRE DE 2013 [Ponente: Antonio Salas Carceller] Derecho cambiario.- La Ley Cambiaria y del Cheque dispone la aplicación al pagaré de las normas referidas al endoso de la letra de cambio, de modo que el título será transmisible mediante endoso si no se expide «no a la orden». El tenedor se considera portador legítimo del título cuando justifique su derecho por una serie no interrumpida de endosos, aun cuando el último endoso esté en blanco. Por otro lado, en el ámbito cambiario, los administradores de sociedades obligan mediante su firma a la sociedad por el mero hecho de serlo (art. 9 LCCH). SENTENCIA DE LA SALA DE LO CIVIL DEL TRIBUNAL SUPREMO [Recurso 1176/11] DE 8 DE OCTUBRE DE 2013 [Ponente: Ignacio Sancho Gargallo] Contratación mercantil.- Distribución en exclusiva: resolución unilateral sin preaviso. Para aplicar analógicamente el derecho a una indemnización por clientela de la Ley de Contrato de Agencia en caso de resolución de un contrato de distribución, no incurre en arbitrariedad el tribunal de instancia cuando entiende que el informe pericial resulta insuficiente para acreditar las circunstancias que justificarían esta aplicación de una indemnización por clientela, en concreto la identificación de los clientes aportados y el volumen de compras de cada uno de ellos, ni el presumible aprovechamiento por la demandada en los casos de extinción de un contrato de concesión o distribución. La compensación por clientela y la www.dictumabogados.com 3 Nº 23, noviembre de 2013 aplicación analógica de la idea inspiradora del artículo 28 de la Ley del Contrato de Agencia no pueden obedecer a criterios miméticos o de automatismo. Lejos de ello, como la jurisprudencia viene reiterando sin fisuras, el demandante que pretenda aquella compensación habrá de probar la efectiva aportación de clientela y su potencial aprovechamiento por el concedente, del mismo modo que corresponderá a los tribunales ponderar todas las circunstancias del caso, como en especial sería la integración o no del concesionario en una red comercial que aproxime significativamente su posición a la del agente En realidad, lo que puede justificar la compensación no es la discutida semejanza entre el contrato de agencia y el de distribución, sino que el propio contrato obligue a considerar como "activo común" la clientela creada o acrecentada gracias al esfuerzo del distribuidor y no exista previsión contractual sobre su liquidación.- La doctrina jurisprudencial sobre la improcedencia de la aplicación mimética o automática del régimen jurídico del contrato de agencia al contrato de distribución se extiende no sólo a la compensación por clientela sino también a otras previsiones legales, como es la que se refiere a la obligación de preaviso en caso de resolución de un contrato de duración indefinida. Pero lo anterior no obsta que, en supuestos de contratos de distribución en exclusiva que han operado durante largo tiempo, la jurisprudencia haya considerado el preaviso una exigencia de la buena fe con que deben ejercitarse los propios derechos y de la lealtad que debe imperar en las relaciones mercantiles. Aunque en sí misma la resolución de la relación contractual sea razonable en atención a los legítimos intereses del comitente frente a una bajada ostensible de la facturación de su distribuidor, sin embargo la falta de preaviso, que permitiera a la distribuidora reorientar su actividad comercial, sí supone una infracción de los reseñados deberes de lealtad y buena fe en el desarrollo de una relación contractual como la presente, sin que concurra ninguna circunstancia que justifique su omisión, y los perjuicios derivados del incumplimiento de este preaviso no quedan reducidos únicamente al daño emergente, como serían las inversiones realizadas por motivo de la distribución y no amortizadas al tiempo de la resolución del contrato, sino que pueden extenderse también al lucro cesante, al amparo de lo previsto en el Código Civil (art. 1106), tal y como es interpretado por la jurisprudencia. SENTENCIA DE LA SALA DE LO CIVIL DEL TRIBUNAL SUPREMO [Recurso 1192/11] DE 14 DE OCTUBRE DE 2013 [Ponente: Ignacio Sancho Gargallo] Sociedades de capital: responsabilidad de administradores.La acción de responsabilidad de los administradores de una sociedad anónima por incumplimiento del deber de promover la disolución, exige la concurrencia de una de las causas legales de disolución. De modo que, si concurre la causa legal de disolución se imponen a los administradores determinados deberes: i) en primer lugar, convocar la junta general en el plazo de dos meses para que adopte el acuerdo de disolución; ii) en el caso en que no se hubiera podido constituir la junta, solicitar la disolución judicial en el plazo de dos meses a contar desde la fecha prevista para la celebración de la junta; y iii) si se hubiese celebrado la junta, pero no se hubiera adoptado el acuerdo de disolución o el acuerdo hubiese sido contrario, solicitar la disolución judicial en el plazo de dos meses a contar desde el día de la junta. En cuanto al alcance de la responsabilidad, tanto antes como después de la Ley 19/2005, de 14 de noviembre, esta responsabilidad no alcanza a las obligaciones sociales posteriores al cese de los administradores. Los administradores sociales, aunque hubieran incumplido el deber de promover la disolución, una vez cesados de su cargo, no responden de las deudas que pudiera contraer la sociedad con posterioridad a su cese, sino tan sólo de las deudas que existían mientras eran administradores (tras la reforma de la Ley 19/2005, de 14 de noviembre, esta responsabilidad se limita, además, a las deudas posteriores a la aparición de la causa de disolución). Por otro lado, la remoción de la causa de disolución de la compañía no extingue la posible responsabilidad en que hubiera podido incurrir el administrador durante el tiempo en que incumplió el deber de promover la disolución, respecto de los créditos existentes entonces, pero sí evita que a partir del momento en que cesa la causa de disolución puedan surgir nuevas responsabilidades derivadas de aquel incumplimiento. Esto es, los acreedores de las deudas sociales surgidas después de que la compañía hubiera superado la causa de disolución carecen de legitimación para reclamar la condena solidaria del administrador basada en un incumplimiento anterior. www.dictumabogados.com 4 Nº 23, noviembre de 2013 3. AUDIENCIAS PROVINCIALES SENTENCIA DE LA SECCIÓN 28ª DE LA AUDIENCIA PROVINCIAL DE MADRID [Recurso 323/12] DE 17 DE JUNIO DE 2013 [Ponente: Pedro Gómez Sánchez] Sociedades de capital.- Sociedad de responsabilidad limitada: derecho de representación en la junta general. El rigor de la normativa, que por lo demás es un rigor relativo al ser susceptible de derogación por vía estatutaria en cualquier momento, no obedece a criterios meramente rituarios sino que responde al propio sesgo que el legislador ha querido imprimir a esta clase de sociedades, y no en vano, después de proclamar que la de responsabilidad limitada es una sociedad «esencialmente cerrada», nos indica que ese carácter cerrado se manifiesta, entre otros aspectos «en que, salvo disposición contraria de los estatutos, la representación en las reuniones de la junta general tiene un carácter restrictivo». Exigencia que no puede considerarse colmada por el otorgamiento de un simple poder especial para actuar en la junta de que se trate. La prohibición de competencia desleal que se impone a los administradores se infringe mediante la creación por parte de éstos, sin autorización expresa de la sociedad, de una sociedad con idéntico objeto, salvo que se demuestre, valorando las circunstancias, que no existe contraposición de intereses. SENTENCIA DE LA SECCIÓN 25ª DE LA AUDIENCIA PROVINCIAL DE MADRID [Recurso 903/12] DE 5 DE JULIO DE 2013 [Ponente: Carlos López-Muñiz Criado] Contratos bancarios.- Préstamo: contrato con consumidores y con condiciones generales. Las cláusulas relativas al vencimiento anticipado, interés moratorio para caso de incumplimiento y el anatocismo, en cuanto no constituyen el objeto principal del contrato y se hallan dispuestas entre las condiciones generales impuestas al consumidor, han de someterse a la valoración sobre su validez, determinando la medida en la que son o no respetuosas con el equilibrio entre partes en función de la naturaleza del negocio jurídico y las circunstancias concurrentes. La cláusula que permite la reclamación de todas las cuotas pendientes de vencer cuando el contrato se resuelve por la prestataria, incluyendo en ellas el capital e intereses remuneratorios no puede considerarse abusiva, pues al deudor se le entregó con la firma del contrato una relación de todos los vencimientos que se producirían a lo largo del plazo contratado para la devolución, de modo que en el momento de incumplir sabía que frustraba la expectativa a la remuneración concertada con el prestamista. En realidad, la reclamación de los intereses pendientes de vencimiento no es más que el cómputo del lucro cesante, o ganancia dejada de percibir por el incumplimiento del deudor, resarcimiento al que tiene derecho de conformidad con lo dispuesto en el Código Civil (art. 1106), de modo que no puede considerarse una estipulación desequilibrada. Del mismo modo, la posibilidad de resolver anticipadamente el contrato cuando se produce el incumplimiento de alguna de las obligaciones esenciales del prestatario, como lo es la devolución del capital prestado con el interés remuneratorio vencido en la mensualidad incumplida, es un mecanismo proporcionado y adecuado de protección de los derechos de la parte cumplidora frente a un acto en perjuicio de su derecho de la deudora, y plenamente acorde con el equilibrio entre partes. El anatocismo es un medio de capitalizar los intereses, de modo que el retraso en el pago de la cantidad total permita al acreedor compensar el perjuicio con el devengo de intereses. Se utiliza como un medio de establecer el valor económico total surgido del incumplimiento, y, por tanto, un mecanismo para identificar el daño total sufrido por la prestamista como consecuencia de la frustración de su expectativa originada por el comportamiento de la deudora, razón por la que tampoco puede reputarse abusiva la cláusula que lo impone. Con relación al interés por mora, el derecho a resarcirse del daño producido y el que continúa sufriendo el acreedor por la persistencia del deudor en la no devolución del dinero prestado junto a la remuneración convenida, imponiendo un interés igual o más elevado respecto al remuneratorio, no infiere por sí mismo una conducta desequilibrada, pues obedece al justo deseo de satisfacer el derecho perjudicado. SENTENCIA DE LA SECCIÓN 1ª DE LA AUDIENCIA PROVINCIAL DE CUENCA [Recurso 284/12] DE 23 DE JULIO DE 2013 [Ponente: José Ramón Solís García del Pozo] Contratación mercantil.- Contrato de arrendamiento de servicios: facultad de desistimiento unilateral de los contratos con duración indefinida. La doctrina jurisprudencial, verdaderamente, ha confirmado la facultad de la resolución unilateral «ad nutum» en los contratos de servicios por tiempo indefinido, tanto en los supuestos en que las partes han omitido cualquier condicionamiento a dicha facultad resolutoria, por ejemplo, el respeto de un plazo de preaviso o una indemnización por su inobservancia, como en los casos en que sí se han adoptado condicionantes a la libre resolución del contrato. Facultad que por cierto no excluye la obligación de indemnizar a la contraparte los daños y perjuicios producidos, al menos aquellos que derivan de haberse producido la resolución del vínculo de manera abusiva o cuando el ejercicio de dicha facultad implica un aprovechamiento que ha de ser compensado para que no pueda existir enriquecimiento injusto. Ahora bien, no nos www.dictumabogados.com 5 Nº 23, noviembre de 2013 encontramos ante un contrato por tiempo indefinido por el hecho de que contenga una prorroga obligatoria. Dicha cláusula solo se debe entender en el sentido de que el contrato se mantendrá en vigor pese a llegar su término si concurren determinadas circunstancias. SENTENCIA DE LA SECCIÓN 4ª DE LA AUDIENCIA PROVINCIAL DE SANTA CRUZ DE TENERIFE [Recurso 666/12] DE 2 DE SEPTIEMBRE DE 2013 [Ponente: Pilar Aragón Ramírez] Sociedades de capital: sociedad de responsabilidad limitada.Junta general: nulidad. No se aprecian irregularidades en la distribución de los porcentajes de los socios pues no hay constancia a la fecha de la junta que el socio hubiera transmitido todas sus participaciones en la sociedad y careciera de tal condición. Las transmisiones no constan en el libro registro de socios, que, pese a no tener carácter constitutivo de los derechos de los socios, cumple la función de facilitar a estos el conocimiento de la identidad y los datos relevantes de los demás partícipes de la sociedad y permite al presidente confeccionar la lista de asistentes a la junta.- El derecho de información no integra un derecho a auditar (sin perjuicio de que se pueda solicitar la auditoría en los términos legalmente establecidos y procedentes) ni a una pormenorizada información sobre puntos específicos, como se desprende de la jurisprudencia del Tribunal Supremo. Tal derecho de información ha de recaer sobre extremos concretos del orden del día de la junta general y no sobre una diversa y completa documentación contable, sin que se autorice en manera alguna al accionista a investigar en la contabilidad y en los libros sociales y menos aún en toda la documentación de la sociedad. Además, el derecho de información no puede emplearse para obstruir o dificultar la marcha de la sociedad, o para sobreponer a los intereses sociales el particular del accionista que solicita la información, cuando no obedece a una verdadera y real necesidad, pues tal derecho debe ejercitarse conforme a las exigencias de la buena fe, so pena de constituir un abuso de derecho.- Como se ha señalado en la denominada jurisprudencia de nuestras Audiencias Provinciales (SAP Madrid 2.12.2011) lo que puede exigírsele a las cuentas es que reflejen la imagen fiel de lo que ha ocurrido en la sociedad en un determinado ejercicio, sin que pueda ser motivo de impugnación del acuerdo aprobatorio de las cuentas anuales el que se pretenda tachar de ilícitas o de perjudiciales para la sociedad a determinadas operaciones contabilizadas en su lugar y por su cuantía correspondientes. El acuerdo por el que se aprueban las cuentas anuales no es per se lesivo cuando se dirige a constatar que las cuentas reflejan fielmente la situación patrimonial de la sociedad, y nada añade a las actuaciones de la administración que hubieran podido resultar lesivas.- En relación con el derecho reconocido a los socios a la revisión de las cuentas por un auditor independiente, puede considerase vulnerado tal derecho cuando la falta del informe sea debida a actos obstativos de la sociedad, pero cuando pueda deberse a avatares ajenos a su voluntad, deberá prevalecer la norma que impone la obligación de celebrar la junta en el plazo previsto en la ley, por lo que la validez del correspondiente acuerdo de aprobación de cuentas no podría ser puesta en entredicho por ese motivo.- Con independencia de si era o no oportuna la ampliación de capital, para que un acuerdo sea impugnable es preciso que sea lesivo para el interés social, exista un beneficio para uno o varios accionistas o un tercero, y concurra el nexo causal entre la lesión y el beneficio. 4. JUZGADOS DE LO MERCANTIL SENTENCIA DEL JUZGADO DE LO MERCANTIL Nº 12 DE MADRID [Autos 362/12] DE 4 DE JULIO DE 2013 [Magistrada: Ana María Gallego Sánchez] Concurso de acreedores.- La masa pasiva. Cuando la concursada resulta ser hipotecante no deudora, no puede procederse frente a la concursada, que nada adeuda, sino contra la finca, sea cual sea su propietario o poseedor. AUTO DEL JUZGADO DE LO MERCANTIL Nº 11 DE MADRID [Concurso 117/12] DE 22 DE JULIO DE 2013 [Magistrada: Miriam Iglesias García-Villar] Concurso de acreedores.- Los efectos del concurso sobre el deudor persona jurídica: embargo de bienes. En cuanto estamos ante una medida cautelar, la normativa concursal debe completarse en cuanto a los requisitos que debe cumplir la solicitud del embargo con las disposiciones de la Ley de Enjuiciamiento Civil. Si los instantes de las medidas se limitan a su proposición sin fundamentar, entre otros, el peligro por la mora procesal y sin aportar mas justificaciones documentales o de otro medio que el informe de la administración concursal, tales medidas deben desestimarse. AUTO DEL JUZGADO DE LO MERCANTIL Nº 2 DE LA CORUÑA [Autos 16/13] DE 11 DE OCTUBRE DE 2013 [Magistrado: Rafael García Pérez] Concurso de acreedores.- Contenido de la propuesta de convenio: propuesta condicionada. Cabe incluir en un convenio la obligación de convocar junta general, cabe incluso incluir la obligación de adoptar un acuerdo social de modificación estatutaria, pero no cabe, a juicio de este Tribunal, hacer depender el cumplimiento del convenio de que la ejecución del acuerdo sea exitosa. Y, en este sentido, al establecer la obligación de realizar desembolsos por terceros www.dictumabogados.com 6 Nº 23, noviembre de 2013 distintos del deudor en un periodo de tiempo determinado, la propuesta está haciendo depender el cumplimiento del convenio de un suceso futuro e incierto ajeno a la voluntad del deudor. Así, lo que se considera como una auténtica condición resolutoria es la obligación de desembolsar las cantidades en ejecución de acuerdo de aumento de capital. El artículo 101 de la Ley Concursal dispone que la propuesta condicionada se tendrá por no puesta –no la condición, sino la propia propuesta-, por lo que no cabe la subsanación del defecto y la propuesta se inadmite. 5. RESOLUCIONES DE LA DIRECCIÓN GENERAL DE LOS REGISTROS Y DEL NOTARIADO RESOLUCIÓN DE 1 DE OCTUBRE DE 2013 (BOE 28.10.2013) administración, y es a este órgano colegiado a quien corresponde, según sus propias normas de funcionamiento, adoptar la decisión de efectuar la convocatoria. El órgano de administración, en cuanto tal, monopoliza por atribución legal el ejercicio de dicha competencia, aún en los casos en que su ejercicio, más que una facultad constituya un deber, como ocurre en el caso que nos ocupa, en que media la petición de socios que representan más del cinco por ciento del capital (cfr. art. 168 LSC). Por ello, ni aún en este supuesto, en que media una obligación de convocar –en que la convocatoria constituye en buena medida un acto debido para el consejo de administración–, cabe la actuación individual de un miembro de dicho órgano, por más que ostente la condición de presidente, sino que es necesaria una decisión colectiva adoptada en la forma y con las mayorías previstas estatutariamente. «El presente recurso plantea dos cuestiones: la primera versa sobre la competencia para convocar las juntas generales de socios: se trata de una junta convocada solo por el presidente del consejo de administración, cumplimentando la petición de un accionista. La segunda plantea la validez de una convocatoria de junta general efectuada mediante carta remitida por conducto notarial, habida cuenta que la norma estatutaria que prevé que se haga por telegrama o burofax con acuse de recibo. Esta solución, que es la que única posible y compatible con la regulación legal, no queda excepcionada por el hecho de una eventual actuación desleal, abusiva u obstruccionista de uno o varios miembros de dicho consejo de administración. La posible responsabilidad en que pudieran incurrir, en tales supuestos, los administradores no excepciona el criterio fijado en la Ley. En estos casos queda al socio, al margen de la posibilidad de exigir la correspondiente responsabilidad a los administradores, el recurso a la autoridad judicial para que proceda a la convocatoria, tal y como prevé el artículo 169 del cuerpo legal antes referido. Como ya tiene declarado este Centro Directivo, la facultad de convocatoria de la junta general está reservada legalmente al órgano de administración con carácter exclusivo, según el artículo 166 de la Ley de Sociedades de Capital, al margen de supuestos singulares como el relativo a la sociedad en fase de liquidación –como resulta del mismo precepto legal–, el de convocatoria judicial (arts. 169 y 171-I LSC) o el de órgano de administración incompleto y con objetivo limitado (art. 171-II LSC). El segundo de los defectos contenidos en la nota de calificación, consiste en considerar que se ha vulnerado el artículo 15 de los estatutos por los que se rige la sociedad, ya que la convocatoria de la junta en cuestión se ha hecho mediante carta certificada remitida con acuse de recibo mediante acta notarial, y no por telegrama o burofax. La norma estatutaria es clara: establece que la convocatoria de la junta general se ha de llevar a cabo «mediante telegrama o burofax con acuse de recibo». Cuando la ley reconoce dicha competencia a los administradores lo hace en conjunto a todos los que forman parte del órgano de administración, y no «uti singuli» a cada uno de sus miembros. Es decir, se trata de una atribución conjunta a quienes tienen la condición de administradores, para que la ejerciten de conformidad con la estructura propia correspondiente a la modalidad del órgano de administración que tenga adoptada la compañía. Como resulta del artículo 23 de la Ley de Sociedades de Capital los estatutos «que han de regir el funcionamiento de las sociedades de capital» contienen un conjunto de reglas que tienen un carácter normativo para la propia sociedad de modo que vincula a sus órganos, a los socios que la integran e incluso a terceros (vid. Resolución de 26 de noviembre de 2004). El texto legal, idéntico en su dicción a su antecedente el artículo 9 de la Ley de Sociedades Anónimas y al antecedente de este, el artículo 11 de la Ley de 1951, determina en definitiva que todo acto social debe acomodarse a las exigencias derivadas de las normas […] En el presente caso la sociedad ha encomendado la administración de la compañía a un consejo de www.dictumabogados.com 7 Nº 23, noviembre de 2013 establecidas en los estatutos. El carácter normativo de los estatutos y su imperatividad ha sido puesta de manifiesto por la jurisprudencia de nuestro Tribunal Supremo en diversas ocasiones en clásicas decisiones de 1958 y 1961 confirmadas por otras posteriores (vid. Sentencia de 30 de enero de 2001). Este Centro Directivo por su parte (…) ha tenido igualmente ocasión de poner de manifiesto el hecho de que los estatutos son la norma orgánica a la que debe sujetarse la vida corporativa de la sociedad durante toda su existencia, siendo su finalidad fundamental la de establecer las reglas necesarias para el funcionamiento corporativo de la sociedad. En este sentido se ha dicho que los estatutos son la «Carta Magna» o régimen constitucional y de funcionamiento de la sociedad (vid. Resolución de 16 de febrero de 2013). Cuando los estatutos concretan como forma de convocatoria de la junta general el envío de telegrama o burofax con acuse de recibo, no sólo determinan el envío a través del servicio postal, sino también las características de dicho envío, sin que sea competencia del órgano de administración su modificación. Entre las características del envío por telegrama o burofax con acuse de recibo debe destacarse la de su rápida recepción por los destinatarios, sin que ello pueda predicarse de la misma forma de la comunicación por carta certificada con acuse de recibo. Dicha diferencia adquiere importancia en supuestos como este, dado que la antelación con que debe ser convocada la junta se computa desde la fecha en que se remite el anuncio, y no desde su recepción (art. 176.2 LSC). No es indiferente para el socio la recepción de un telegrama o burofax con acuse de recibo o la recepción de una carta certificada con acuse de recibo, en cuanto ello puede dar lugar a que disponga de menos plazo entre la recepción de la convocatoria y la celebración de la junta. Si los estatutos han concretado una determinada forma de convocatoria, no es competencia de los administradores sustituirla por otra. Por tanto, en este expediente no se está discutiendo la validez legal –como medio de convocatoria de la junta general de una sociedad limitada– de la carta certificada con acuse de recibo mediante acta notarial. Lo que se discute es la adecuación del procedimiento de convocatoria utilizado con la correspondiente disposición estatutaria». RESOLUCIÓN DE 2 DE OCTUBRE DE 2013 (BOE 28.10.2013) […] «Se debate en este expediente si inscrito un aumento de capital de una sociedad de responsabilidad limitada puede cancelarse el asiento practicado por solicitud de la misma sociedad, que alega que aquél fue nulo de pleno derecho al haberse suscrito la totalidad de las participaciones por una sociedad íntegramente participada que presta igualmente su consentimiento. El recurrente entiende que la clara dicción del artículo 135 de la Ley de Sociedades de Capital da cobertura a la operación mientras que la registradora considera aplicable lo establecido en el artículo 139: enajenación de las participaciones o reducción de capital. La cuestión planteada obliga a determinar cual es el régimen jurídico aplicable, la determinación de las consecuencias que para el supuesto prevé el ordenamiento societario y cuales han de ser los requisitos para la inscripción en el Registro Mercantil. En sede de adquisición originaria por aumento de capital, que es la que se plantea en el supuesto de hecho, el texto legal, tras establecer una prohibición general (art. 134 LSC) distingue entre adquisiciones originarias de sociedades de responsabilidad limitada y de sociedades anónimas (arts. 135 y 136) y así como respecto a aquellas declara la nulidad de pleno derecho, respecto de estas afirma que las «acciones suscritas infringiendo la prohibición del artículo 134 serán propiedad de la sociedad anónima suscriptora». La diferenciación de régimen jurídico se acentuaría por la dicción del artículo 139, Consecuencias de la infracción, que al afirmar que «las participaciones sociales y las acciones adquiridas por sociedad anónima…» restringe su régimen a este último tipo social. De este modo el texto refundido establece dos respuestas jurídicas distintas para una misma prohibición en función del tipo social de la sociedad suscriptora. Confirma esta apreciación la regulación que para las adquisiciones derivativas contiene la Ley de Sociedades de Capital, que nuevamente distingue un diferente régimen jurídico para las sociedades limitadas y anónimas reservando la sanción de nulidad para las adquisiciones por sociedades limitadas fuera de los casos expresamente previstos (art. 140) y remitiéndose al régimen del artículo 139 para las sociedades anónimas que adquieran autocartera en contra de las previsiones legales (art. 147). En definitiva, el legislador, clarificando una regulación que despertó serias dudas entre la doctrina (la de www.dictumabogados.com 8 Nº 23, noviembre de 2013 los arts. 39 y siguientes de la Ley 2/1995, de 23 de marzo, de sociedades de responsabilidad limitada) y en ejercicio de la habilitación recibida (vid. exposición de motivos del texto refundido de la Ley de Sociedades de Capital), sintetiza y modula el régimen de los negocios sobre participaciones y acciones propias adoptando soluciones distintas para las sociedades limitadas y las anónimas. De aquí resulta que ante un supuesto de adquisición de participaciones por sociedad limitada de su sociedad dominante como consecuencia de un aumento de capital, la norma a aplicar es la expresamente prevista por el legislador (art. 135) sin que quepa acudir a la prevista para el supuesto de que la entidad suscriptora fuese una anónima (art. 136), ni a las consecuencias jurídicas que para este supuesto específico se prevén (art. 139). Procede en consecuencia dar la razón al recurrente en este punto. Determinado que el efecto jurídico previsto es el de nulidad radical y absoluta del negocio jurídico llevado a cabo, lo que no es posible compartir con el escrito de recurso es la consecuencia jurídica que de ello se deriva. Es cierto que en el ámbito del Derecho civil los efectos de la nulidad se traducen en la declaración de que el negocio nulo y sus consecuencias patrimoniales nunca existieron por lo que las cosas deben restituirse a su estado inmediatamente anterior (art. 1.303). Sin embargo, en el ámbito del Derecho mercantil y, mas específicamente, en el Derecho de sociedades la declaración de nulidad de los acuerdos sociales no tiene siempre tan radicales efectos pues, además de los intereses de las partes del negocio, entran en juego otras consideraciones igualmente merecedoras de amparo como son la conservación de la empresa y la salvaguardia del principio de seguridad jurídica. Así lo ha señalado recientemente este Centro Directivo (Resoluciones de 18 y 30 de mayo de 2013) al poner de manifiesto que la doctrina general sobre la nulidad de los actos y negocios jurídicos es modulada por el propio legislador en el ámbito del Derecho de sociedades en aras de la seguridad jurídica y la protección del tráfico mercantil. Como pone de relieve la Resolución de 30 de mayo de 2013 del análisis del conjunto de normas que en el ámbito societario regulan los efectos de la nulidad resulta indubitada la conclusión de que la categoría civil de la nulidad y sus consecuencias jurídicas no son de aplicación directa e inmediata en un ámbito, como el mercantil, en el que se tienen en cuenta otros principios susceptibles de protección que conllevan la imposición de distintas consecuencias jurídicas (vid. arts. 47.3 de la Ley 3/2009, de 3 de abril, de Modificaciones estructurales de las Sociedades Mercantiles, 56 y 57 LSC, y 417 RRM). La protección del tráfico mercantil impone que el nacimiento de las sociedades y sus principales actos jurídicos estén asociados a su publicación (arts. 16 y 19 CCom.), de modo que los terceros puedan acomodar sus acciones a los hechos publicados con la confianza de que en caso de inexactitud será protegido su interés (art. 21 CCom.). De aquí que en caso de nulidad la posición de los terceros deba ser respetada para no hacer ilusoria la protección que el ordenamiento proclama (art. 20 del propio Código). Esta doctrina se asienta sólidamente no sólo en el contenido de la normativa mercantil sino también en la aplicación que de la misma ha hecho nuestro Tribunal Supremo. La sentencia de 23 de febrero de 2012 pone de manifiesto que el tradicional principio civil «quod nullum est nullum effectum producit» es matizado en el ámbito mercantil, alcanzando la nulidad exclusivamente a los actos posteriores que sean del todo incompatibles debiendo considerar superado el rigorismo formal en contrario que en decisiones anteriores había prevalecido. De modo más enfático, la Sentencia de 12 de junio de 2008 declara «que no es transportable a las causas de nulidad de la Ley de Sociedades Anónimas el precepto del artículo 6.3 del Código Civil, ni las contravenciones legales tienen todas la misma entidad y efectos; y, además, incluso en el régimen general, aparte de los importantísimos matices que tiene la posibilidad de apreciación de oficio de la nulidad plena (SS., entre otras, 17 de enero y 12 de diciembre de 2000; 3 de diciembre de 2001; 18 de junio de 2002; 27 de febrero de 2004; 25 de septiembre de 2006), sobre lo que no cabe aquí entrar, en todo caso la doctrina jurisprudencial viene recomendando «extrema prudencia y criterios flexibles» en la aplicación de la nulidad radical (SS. 28 de mayo y 2 de noviembre de 2001, entre otras)». Asimismo, puede traerse a colación la doctrina del Alto Tribunal sobre la interpretación restrictiva de las causas de nulidad de las sociedades inscritas (cfr., por todas, la Sentencia de 17 de enero de 2012, según la cual la interpretación de nuestro Derecho de conformidad con la Primera Directiva en materia de sociedades «exige distinguir entre la eventual nulidad del contrato de sociedad y la de la sociedad una vez inscrita, limitando, en los estrictos términos indicados por la Directiva, la proyección sobre la sociedad de los efectos de las irregularidades del negocio fundacional, ya que, por un lado, como sostiene la sentencia de 10 octubre de 2002 «el régimen de la nulidad societaria en nuestra Ley de Sociedades Anónimas responde a la Directiva 68/151/CEE, que en gran medida lo desvincula de la nulidad contractual (...) beneficiando así la seguridad del tráfico y la protección de los terceros por haberse manifestado ya una sociedad en el tráfico bajo apariencia de regularidad formal sujeta a su vez a www.dictumabogados.com 9 Nº 23, noviembre de 2013 control notarial y registral» y, por otro, como afirma la sentencia de 3 octubre 1995 «la sanción (de nulidad) que tal declaración supone es de suma gravedad y exige, por ello, gran moderación en su empleo teniendo presente el carácter restrictivo de las causas de nulidad y, asimismo, la interpretación rigurosa y ceñida que debe hacerse de las mismas fuera de tentaciones expansionistas, para evitar que el tráfico civil y comercial se vea obstaculizado en su normal desarrollo»»). De las anteriores consideraciones resulta que aunque el negocio jurídico objeto de este expediente sea calificado por el ordenamiento como radicalmente nulo no puede pretenderse, como hace el escrito de recurso, que se proceda sin más a la cancelación del asiento que en su día se practicó. Como ha señalado este Centro Directivo (Resolución de 4 de julio de 2013) no existe inconveniente en que la rectificación del Registro por causa de nulidad se haga extrajudicialmente, mediando el consentimiento del titular registral como autoriza el artículo 40 d) de la Ley Hipotecaria, pero siempre que el título reúna los requisitos exigibles por el ordenamiento. La declaración de nulidad que lleva a cabo la sociedad emisora implica necesariamente la modificación de la cifra de capital y la amortización de las participaciones emitidas, pero esta operación no puede llevarse a cabo sin más pues como ha reiterado este Centro Directivo, la amortización de participaciones debe ejecutarse con pleno respeto a las reglas de tutela de los acreedores (Resoluciones de 25 de enero de 2011 y 9 de enero, 4 y 26 de abril y 18 de mayo de 2013). Acierta en este sentido la nota de calificación en su diagnóstico al entender que deben ser protegidos los derechos de terceros, pero yerra en el remedio, que no puede consistir en la aplicación de una norma, el artículo 139 de la Ley de Sociedades de Capital que, como hemos visto, está prevista para un supuesto distinto lo que nos lleva a la cuestión de los requisitos que un acuerdo de declaración de nulidad debe reunir para acceder a los libros del Registro Mercantil. En el supuesto de hecho que da lugar a la presente la declaración de nulidad que hace la sociedad emisora y que se traduce en la rebaja de la cifra de capital hasta ahora publicada, conlleva la amortización de las participaciones emitidas y la restitución de la aportación que en su día hizo la sociedad suscriptora. La situación nos reconduce a los mecanismos de protección que para tal supuesto contemplan los artículos 331 a 333 de la Ley de Sociedades de Capital relativos a la reducción de capital por restitución de aportaciones. De este modo, la salvaguardia de los derechos de terceros acreedores se traduce bien en la responsabilidad solidaria de la sociedad emisora y la sociedad suscriptora (art. 331.1), bien en la constitución de la reserva indisponible contemplada en el artículo 332, bien en el respeto al derecho de oposición en los supuestos en que los estatutos así lo contemplen (art. 333). El título cuya inscripción se pretenda deberá contemplar adecuadamente cual de los mecanismos de protección es el que se ha establecido (art. 331.4 LSC y art. 201 RRM) a fin de que el registrador mercantil pueda llevar a cabo su calificación y el asiento solicitado y este despliegue los efectos de oponibilidad previstos en el ordenamiento (arts. 331.3 y 332.2 LSC). No pueden confundirse los mecanismos de protección a terceros que resultan de un registro de titularidades como es el Registro de la Propiedad y que se traducen en la intangibilidad de las inscripciones de terceros sin consentimiento de su titular o por medio de sentencia firme (arts. 1, 38, 40 y 82 LH), con aquellos contemplados por la legislación en un registro de personas, como el Registro Mercantil, en el que la intangibilidad de los asientos del titular se refuerza con mecanismos de protección de los terceros no titulares en los supuestos en los que la alteración del contenido del Registro pueda producirles un perjuicio». www.dictumabogados.com 10