CAPITULO I ASPECTOS DERIVADOS DEL CONCEPTO GENERAL DE "EXPLOTACION AGRICOLA" Y SU CONEXION CON EL TEMA DE LAS UMDADES AGRARIAS 1. Dificultades para el planteamiento de la cuestión y doble plano del mismo. No siempre son fáciles de encajar los conceptos econbmicos en el campo del Derecho; así sucede con el concepto de empresa y, más concretamente, con el de empresa agraria, tanto que la construcción del Derecho agrario en torno a la idea de la empresa es un criterio que, actualmente, se halla muy desprestigiado' , viniendo a ser sustituído por el de actividad agraria^ . !rn otro sentido, algo parecido sucede con el concepto de explotación agrícola, con ser en sí mismo mucho más concreto y estar mucho más próximo de las categorías jurídicas, puesto que la idea de explotación lleva a un contacto material con las cosas que son objeto de los derechos, Ilegando a constituir en sf misma si no una cosa, si al menos un bfen o un conjunto de bienes que, en algunos aspectos, gana una cierta sustantividad y autonomía en el tráfico jurídico. Esto viene a ser el reconocimiento por el ordenamiento jurídico de la incorporación de un conjunto de cosas, o de un patrimonio, a una actividad, consecuencia del poder configurante de su titular al afectar este patrimonio a un destino permanente, aunque también puede ser resúltado de la previsión del ordenamiento al afectar un patrimonio, separadamente, a una responsabilidad espeçial. 14 Pero aquf vamos a prescindir de este segundo aspecto que, aunque puede encontrarse vinculado a una actividad especffica, como sucede con el patrimonio social en las sociedades de tipo capitalista que van buscando una limitación o separación de responsabilidad, deja de ser característico cuando la explotación queda vinculada a un empresario individual, al quedar comprendido en la responsabilidad patrimonial universal que establece el art. 1911 Cc., a no ser que la propia explotación revista una forma social de las del tipo citado. Por otra parte, esta afección patrimonial también aparece en ciertos patrimonios separados, por disposición del propio ordenamiento por encima de toda actividad específica, como sucede con el patrimonio dotal, afecto a los onera matrimonii. Por eso, tenemos que atenernos al primero de los aspectos señalados, el de la vinculación de las cosas, o los bienes, a un destino, dependiente de una actividad de su titular, porque sólo por este camino podremos llegar a captar la verdadera ratio iuris específica que aquí tratamos de buscar. En este sentido, nos encontramos con la típica configuración del establecimiento mercantil ("fonds de commerce", en la elocuente terminología francesa), que es el resultado de la "objetivacion de una actividad" y que funciona, en el tráfico jurídico, en muchos aspectos, como un patrimonio autónomo, aunque no siempre separado3 , siendo lo más próximo a ello en el Derecho agrario tradicional ("ius georgicum"), un concepto que podemos encontrar ya en el Derecho romano, en torno a los diversos significados del término fundus° , especialmente en cuanto a su significado como fundus instructus, tan amorosamente estudiado por el Prof. G. BOLLAS , padre del Derecho agrario moderno. Seguramente sea en esta orientación en la que hay que seguir para fortalecer el significado jurídico del concepto de explotación, situado a mitad de camino del moderno concepto de finca funcionaló y del concepto de patrimonio especial, que puede o no ser separado (pues esta determinación responde a otro criterio) y que viene así especificado por su vinculación a una actividad, en nuestro caso, la actividad agraria. Sea como fuere, con toda esta disgresión, lo que quiero poner de relieve es que el concepto de explotación agrícola, en 15 torno al cual hay que centrar la problemática del presente trabajo, no constituye una categoría jurfdica muy definida y, por ello, no se pueden concebir grandes esperanzas en una acción legislativa que trate de actuar partiendo de un concepto de esta naturaleza, sobre todo, si no es consciente de sus limitaciones. En el Derecho mercantil, una larga tradición jurídica ha conseguido notables frutos en relación con el concepto de establecimiento mercantil, a pesar de que allf tampoco haya adquirido unos rasgos muy precisos, pero hoy dfa es un concepto universalmente admitido, o si se prefiere plenamente recibido en la vida del Derecho (que no solamente es mera praxis como pueden llegar a creer algunos, sino también conciencia reflexiva, especulativa, sobre unas realidades que hay que comprender y definir). Si esto ha ocurrido en el Derecho mercantil, dotado de una aguda especialidad, no podemos pretender grandes cosas en el marco un tanto difuso del llamado Derecho agrario. Hay por ello que partir del reconocimiento, un poco impreciso, a veces evanescente, del concepto de explotación agrícola, a caballo entre el "Derecho de cosas" y lo que podemos llamar la normativa de una actividad, tan antigua y difusa como la propia actividad agraria. Por eso, la explotación misma, como concepto genéricv se nos escapa cuando pretendemos hacerla objeto de valoraciones juridicas, con un significado concreto y preciso. Lo que sucede es que el concepto económico jurfdico de explotación agrícola, como representación objetivada de una actividad, es algo dináunico que fluye constantemente y únicamente es susceptible de ser fijado cuando partiendo de las cosas, como objeto de los derechos, tratamos de atribuixles un significado de tipo ideal, aludiendo a la idea de la f^.^nción,o del destino. De esta manera el concepto mismo puede ser objeto de perspectivas diversas: una que parte del Derecho de cosas, que tiende a su concreción por el mismo carácter estático de esta parte del Derecho civil patrimonial y, otra, que únicamente llega a concretarse mediante las libres determinaciones del tráfico jurídico, porque en este terreno domina el carácter dinámico de la regulación. Sólo asf, de esta manera, el concepto de explotación agrícola puede ser captado en los dos sentidos más importantes que puede ofrecer al 16 ordenamiento jurídico, aunque desde un punto de vista puramente econbmico, o sociológico, pueda aparecer como algo unitario. Esta pturalidad de perspectivas jurídicas sobre un mismo concepto social y económico, es algo que no debe olvidar el legislador si quiere dar eficacia, es decir, operatividad, a los conceptos que utiliza. Porque lo que no puede confundir el legislador son los planos diversos sobre los que ha de actuar una determinada regulación jurfdica. En nuestro Derecho, se ha dado esta confusión en la Ley de explotaciones agrícolas familiares de 14 de abril de 1962, por lo que esta ley ha resultado, según mi criterio, totalmente inoperante, pura letra muerta que duerme su sueño eterno en las páginas del Boletín Oficial. Efectivamente, esta regulación utiliza la técnica del Derecho de cosas, perfectamente aplicable a las unidades mfnimas de cultivo, pero no aquf, donde la regulación debe, esencialmente, de ser dincímica, por mucho que se esté pensando en la estabilidad de la familia campesina, porque una cosa es el fundamento material de una norma jurfdica, es decir, la finalidad a la que aspira o el objetivo que persigue y, otra muy distinta, la oportunidad de la técnica utilizada para conseguirlo. Y así sucede en la ley citada, que tomando en cuenta el concepto de explotación como actividad se olvida por completo de su dinámica, porque en este sentido sólo el tráfico jurfdico puede contribuir a decantar el concepto mismo de explotación. Si el establectmiento mercantil no fuera transmisible, ni hipotecable, ^cómo hubiera podido tomar carta de naturaleza en el propio Derecho mercantil? . Por otra parte, a nadie se le oculta que, a pesar de esta dimensión dinámica, no por ello deja de servir a la propia estabilidad del comerciante. Pues bien, otro tanto hay que hacer en el ámbito del Derecho agrario, porque esta es la única manera de incorporar la especificación debida a una actividad, en el marco del ordenamiento concreto, a un patrimonio determinado, o si se prefiere de hacer transcender a un ordenamiento dinámico los condicionamientos de una valoración estática, en torno a la idea del destino del dueño o de la propia función de las cosas; única manera de relacionar entre sf estas dos fundamentales perspectivas en torno al concepto que nos ocupa. En este sentido, responde plenamente a tales exigencias la norma del art. 1056-2.° Cc.' , como más adelante tendremos ocasión de considerar. Por eso, esta materia tiene que ser objeto de regulación en dos campos distintos. Por una parte, en el "Derecho de reforma del suelo", en torno a la finca rústica como unidad mfnima de cultivo, o como finca funcional (consideración de una unidad jurídica aunque la finca presente una discontinuidad física, vinculación a la finca de los elementos de producción o de cultivo, etc.), con lo que la indivisibilidad jurídica se pone en relación con la idea de destin^ económico, para actuar su protección. Por otra, en relación con el "Derecho sucesorio agrario", es decir, con aquéllas normas que regulan la transmisión "mortis causa", teniendo en cuenta las necesidades que justiiican una regulación especial en atención de los intereses de la agricultura y que se materializan en la conservación post mortem de la unidad de la explotación agrícola. Sin embargo, a estos dos campos cabe agregar uno nuevo que hay que insertarlo en el sentido dinámico de la regulación de la explotacíón y que, por ahora, casi permanece inédito en nuestro Derecho positivo y que se refiere al tráfico inter vivos de la explotación agrfcola, tanto cuando descansa ésta sobre la propiedad, como cuando descansa sobre el arrendamiento o, en fin, cuando su soporte es mixto (propiedad y arrendamiento), materia a la que el legislador deberá prestar una atención muy especial. Con lo que, en realidad, no se trata de un campo distinto sino simplemente de una ampliación del segundo de los campos anteriormente señalados y que podemos def'inir caracterizándolos respectivamente, como aspecto estático y como aspecto dinámico de la regulación. Pero tambiém cobra un significado distinto conforme a otro criterio y se diversifica en planos diferentes la valoración jurídica de que es objeto y que no conviene confundir. Me refiero al plano del Derecho agrario como "Derecho de reforma", y al plano del Derecho agrario como "Derecho civil agrario", según la diversificación del carácter de las normas que constituyen estas distintas esferas normativas, conforme he desarrollado en otro lugara. El método de formación de cada una de estas esferas normativas es distinto, ya que el "Derecho de reforma" contribuye, fundamentalmente, a crear narmas y 18 regulaciones donde aparece de forma evidente el carácter de Derecho especial (ius speciale), por referencia al Derecho civil común en materia de cosas y de patrimonio por lo que aquí se trata. Normas que, por otra parte, cobran siembre un necesario carácter de Derecho imperativo (ius cogens). Lo que se compagina perfectamente con el aspecto o significado estático de la regulación. En materia de "Derecho civil agrario", predominantemente se ofrecen a los particulares fórmulas jurídicas para satisfacer las necesidades del tráfico y que por ello la regulación va acompañada de un carácter distinto, generalmente de Derecho voluntario (ius dispasitivum), como corresponde, por otra parte, a su aspecto dinámico. Así sucede en materia de Derecho sucesorio agrario, donde las normas de Derecho necesario nada tienen que ver con el interés protegido, conservación de la unidad de la explotación a través de la transmisión "mortis causa", sino que dependen de las propias exigencias del sisterna sucesorio, o de la repercusión en el mismo del Derecho de cosas (indivisibilidad de una finca, o incluso de la explotación). Lo mismo sucede cuando se trata del tráfico "inter vivos" de la explotación. En cualquiera de estos casos, el ordenamiento debe suministrar una serie de fórmulas y de medios para que los particulares elijan lo más conveniente a sus propios intereses, ya que, naturalmente, sin libertad no puede haber tráfico jurídico, ni se puede hacer coincídir el interés de los particulares con el interés general de la agricultura, en un momento en que la evolución de la estructura socio-económica acusa una clara patrimanialización de la actividad agraria que trata de superar viejas formas dependientes de una agricultura de subsistencia para alcanzar las metas que le impone una sociedad lanzada al desarrollo industrial, es decir, una sociedad que para responder a las exigencias del desarrollo económico y social, ha de tomar el modelo de los patrones de la industria, ya en forma directa, ya en forma refleja. Por eso, si de alguna manera ha de conseguirse que la regulación de la explotación agrícola puede ser operativa, en beneficio de los intereses del agricultor y de la propia agricultura nacional, hay que tener muy presentes tanto esa realidad social y económica, como las exigencias que se derivan de la diversa actuación de las normas jurídicas en los diversos planos que hemos considerado, tanto 39 desde el punto de vista del concepto mismo de explotación agrícola, en sus aspectos estático y dinámico, como desde el punto de vista de carácter de las normas que se ponen en juego. Puntos de vista que, por otra parte, como hemos visto, se complementan. 2. Necesidad de una regulación especial de la propiedad agraria, como presupuesto previo La propiedad privada, en un sistema de libertad jurídica y de libertad económica, será siempre la propiedad, por muchas limitaciones que la rodeen, es decir, conservará en todo momento ese carácter de derecho absoluto de contenido elástico, mantenido por la iniciativa privada y por el poder de disposíción del propietario. Sin embargo, las limitaciones del derecho de propiedad tan frecuentes en el Derecho moderno, aunque parcialmente inciden en el contenido del derecho mismo (p.ej., obligación de mejorar, o de laboreo forzoso, obligación de arrendar, o de enajenar, etc.), no llegan a modificarlo de una manera radical, sobre todo, por el juego del propio contenido elástico del derecho de propiedad. Así resulta que, como ha dicho R. SAVATIER, la propiedad que sale por la puerta vuelve a entrar por la ventana9. Por eso, las modificaciones que se operan en este sentido en el derecho de propiedad recaen, fundamentalmente, sobre el objeto del derecho más que sobre el propio contenido y es en este sentido en el que interesa, sobre todo, destacar la necesidad de una regulacióñ especial de la llamada propiedad agraria. Esto ha de llevarse a cabo, en relación con la finca rústica y en relación, en la medida de lo posible, con la explotación agrt^ola. Vamos a ocuparnos ahora del primer aspecto, tratando del nuevo sentido del concepto de finca en el Derecho moderno, tema que se halla muy vinculado a la reforma del Derecho del suelo y que repercute, por otra parte, naturalmente, en un nuevo concepto de cosa en sentido jurfdico, al afectar a una de las categorías más importantes sobre las que recae el objeto del Derecho: las fincas, en general, y, la finca rústica en particular'o Lo más importante de este nuevo sentido del concepto de 20 finca es su carácter eminentemente social, representando una reacción frente al resultado, en este punto, de las consecuencías de lo que de una manera genérica podemos llamar el individualismo jurídico.Efectivamente, en las codificaciones y en las reformas legislativas del siglo XIX se trata de liberar a la propiedad de sus antiguas trabas, pero esa liberación de la tierra y del suelo se lleva a cabo "movilizando" la propiedad, es decir, convirtiéndola en valor para que pudiera servir de base al crédito territorial y a esta finalidad sirve, en lo fundamental, históricamente, el sistema de la publicidad registral. Movilizada así la riqueza inmueble, es natural que pasara a primer término su valor y la pertenencia a su titular, configurándose el derecho de propiedad con un carácter ilimitado y absoluto, de acuerdo con el sentido que se confiere a su contenido y al que antes nos hemos referido, con lo que, como consecuencia, quedará dífuminado el objeto sobre el que recae el derecho, relegado a un segundo término. Este proceso de subjetivación de la relación jurídica, que algunos califícan de comercialización del Derecho civil ", no tardará en desencadenar la reacción contraria 12, aunque un proceso de objetivación de la misma, especialmente en relación con el derecho de propiedad, o con el Derecho de cosas, en general, apenas ha comenzado a iniciarse; sin embargo, ;os juristas son conscientes de la importancia de esta transformación' 3. En una palabra, el concepto de finca en sentido material tenía muy poca importancia en el Derecho vigente, hasta hace muy pocos años. Lo ímportante era y, en muchos sentidos lo sigue siendo, el concepto formal de finca, es decir, su vinculación o atribución a una titularidad, lo que todavía se facilita más por el sistema registral, cuando éste se lleva por fincas14 . De este modo, la finca resulta como abstracción de su contenido, entendida en sentido jurídico, fundamentalmente como valor, no en _ sentido material, y así viene determinada mediante una abstracción planimétrica y abstracta de su contenido natural15, lo que se traduce en las normas para la individualización de inmuebles 16, predominando siempre su sentido como unidad en el tráfico" para servir a la movilidad de la riqueza, con lo que su carácter como bien inmueble queda totalmente desdibujado. Por otra parte, se consideran fincas, bienes u objetos de derechos que apenas 21 tienen una entidad material como tales, como sucede con los pisos o apartamentos de un edificio o con las concesiones administrativas 'a Pero a la vez quc esto tiene lugar, el mismo sentido de la utilización de los recursos téenicos, para facilitar la movilización de la riqueza inmueble, ]leva a resultados contrarios, reapareciendo el concepto de finca material, vinculado a la idea de destino; así se hace depender del destino agrícola la distinción entre fincas rústicas y urbanas en la Ley de arrendamientos rústicos de 15 de marzo de 1935 F9 . Incluso la idea de destino, a través de la voluntad del dueño, adquiere una fuerza vinculante y configurante extraordinarias y que se sobrepone por encima de la entidad material de las cosas; así se pone de relieve, sobre todo, en el art. 8-2° de la Ley Hipotecaria, que permite inscribir como una sola finca: "Toda explotación agrícola, con o sin casa de labor, que forme una unidad orgánica, aunque esté constituída por predios no colindantes, y las explotaciones industriales que formen un cuerpo de bienes unidos o dependientes entre sí". De esta manera vuelve a aparecer, y, en el texto citado se muestra parcialmente reflejada, la idea del fundus romano^0 . Regulación positiva e idea que han de servir de punto de partida para desarrollar, al máximo, la cadena de regulaciones del concepto de explotación agrícola. Ahora bien, cuando verdaderamente se transforma hacia nuevas metas el concepto de finca, modernamente, es cuando se pone de relieve el fracaso social y económico del individualismo jurídico y entra en juego el nuevo Derecho de reforma del suelo. Aparte de la crítica socialista21 , ésto se remonta ya a la que llevara a cabo O.von GIERKE, a fines del siglo XIX ZZ , materializándose, técnicamente, por lo que se refiere al contenido de los derechos, con la idea de la función social de la propiedad, que por primera vez proclama la Constitución alemana de Weimar, en 1919. Posteriormente con el creciente intervencionismo del Estado en la vida económica, aparece en Italia la distinción entre bienes productivos y bienes de consumo, con pretensiones de tecnificación en el ordenamiento jurídico-privado 23 , actualmente abandonada, cobrando esta cuestión un nuevo si^nificado con las técnicas del desarrollo económico y social2 y viniendo a aparecer, por otra parte, 22 nuevos tipos de propiedad, con una acusada finalidad económica y social, por lo que se ha empezado a hablar de propiedades, diferenciadas y matizadas^s , no sólo por razón de su finalidad y función, sino también por razón de su relación con un determinado objeto; así se puede decir que la transformación operada, en esta materia, no ha tenido lugar sobre la "relación jurídica" en sí misma considerada, sino sobre uno de sus elementos: el objeto sobre el ^que recae. Pues aunque podamos hablar de propiedades y no de propiedad en general como un concepto único, verbi gratia, propiedad urbana, propiedad rústica, como consecuencia de la incidencia de la función social sobre la propiedad del suelo, la diferenciación no es tan profunda, como ya hemos advertido inicialmente, como para que pueda hablarse de propiedades especiales, como cuando se habla de la propiedad intelectual, o de las aguas, minas, bosques, etc. Por eso tiene sentido hablar de que la modificación ha recaído fundamentalmente sobre el objeto del derecho, aunque esto no sea más que una expresión abreviada que, haciendo referencia a la fuerza vinculante de la cosa ( lo que es un fenómeno tan antiguo que aparece ya en el Derecho romano, res mancipi, sacra, etc.) se halla también en conexión con un ordenamiento específico (Derecho de reforma del suelo) en el que la actuación de la función social de los derechos, sobre las cosas a que se extiende su ámbito, impone tales o cuales condiciones que se traducen en limitaciones normales del dominioZb. Este nuevo sentido del concepto de finca se materializa en las nuevas formas que van apareciendo para su individualización y descripción, y aunque la base de ésta sigue siendo meramente literaria, haciendo constar su situación, delimitación y naturaleza ( arts. 9-la LH. y 51-1a y 2a RH.), la reforma de 1959 del Reglamento Hipotecario ha introducido la expresión de su clase de cultivo, en las rústicas, y la referencia al polígono y parcela catastral, en general 27 . Por otra parte, la Ley de Régimen del Suelo y de Ordenación Urbana ha creado, para la identificación de fincas urbanas, la cédula urbanística (art. 51)'a . Igualmente el concepto de finca en sentido materia! cobra pleno vigor en el Derecho agrario y en el Derecho del suelo, y, de este modo, se puede hablar del concepto de Jinca funcional, 23 noción que suscitó BUSSE, en el seno de la crítica nacional socialista, al Derecho patrimoníal del siglo XIX. Este autor pone de relieve que, en el Derecho alemán, no llega a perderse una relación con las distintas unidades patrimoniales matizadas por su destino (bosques, minas, subsuelo, campos) y por su propio régimen jurídico; con ello, en vez de existir simplemente fincas, existen cuerpos ciertos. Y de esta manera la finalidad social y económica se pone en relación con el régimen jurídico 29. Posteriormente, este concepto, descargado de su contenido ideológico, se ha mantenido entre los civilistas elementos más representativos de la época 30 y viene difundido por R. SAVATIER, en Francia" y por S. PUGL[ATTI, en Italia 32. Pues bien, éste criterio de incorporar la función al concepto de la cosa, como objeto de los derechos, es el que debe de presidir la regulación especial de la propiedad agraria, en la medida en que pueda llevarse a cabo y en el sentido que aquí nos interesa y que se traduce en la disciplina de las unidades agrarias ( unidades de colonización, fincas de reemplazo en Concentración Parcelaria, unidades mínimas de cultivo, etc.), porque tratar de realizar otra cosa es poco menos que imposible en el contexto actual, de acuerdo con los presupuestos políticos e ideológicos que sirven de base a nuestro ordenamiento jurídico, cimentado en el respeto a la propiedad privada. Por eso, los excesos retóricos en que se incurre cuando se habla de la funetón social de la propiedad carece aquí de sentido 33 , ya que en relación con el tema que nos ocupa su incidencia se traduce en meras lirnitaeiones que fundamentalmente transcienden al objeto y que, en esencia, afectan muy poco a su contenido. Así, en efecto, la disciplina de las unidades agrarias limita el ius disponendi del propietario, mediante el establecimiento de su individualiddad y es, precisamente, esta individualidad de las fincas, (unidades agrarias) consideradas como elementos fundamentales de la explotación agrícola, un factor decisivo que contribuye de manera eficaz al mantenimiento y a la conservación de la propia explotación. 24 3. Las unidades mínimas de cultivo. Delimitación de la ma teria EI criterio de las unidades agrarias, por una parte, viene a ser expresión de los diversos tipos de acción y de intervención en la propiedad rural y se traduce en la imposición de una seríe de limitaciones que vienen presididas por el establecimiento de la indivisibilidad de tales unidades agrarias, según sus diversos tipos (huertos familiares, fincas de remplazo, unidades de colonización, etc.)34. Pero, por otra, traduce al plano jurídico, no sólo la preocupación por conservar lo realizado mediante la actuación o intervención pública, sino también el criterio económico de la unidad óptima de cultivo35, criterio necesariamente cambiante y que resulta difícil de delimitar'6 , por ello se traduce, unicamente, en el plano jurídico, la unidad óptima de cultivo, en símple unidad mínima. Ahora bien, a nosotros, de entre los tipos de unidades agrarias, solamente nos interesan aquí las que puedan ser objeto de aplicación general, dejando a un lado aquellas que desarrollan su eficacia dentro de una regulación especial (Concentración Parceiaria, colonización, etc.) 37 , es decir, limitándonos al régimen de las unidades mínimas de cultivo. Sin embargo, tenemos que observar que este régimen tiene su origen, en relación con su transcendencia evolutiva para una aplicación de carácter general, en nuestra legislación, en la Concentraci^n Parcelaria. Esto es lógico dada la finalidad de la Concentración Parcelaria, al tratar de combatir el excesivo fraccionamiento de la propiedad, lo que exige el mantenimiento de las unidades agrarias logradas con la reorganización de la propiedad y, por ello, el régimen de la concentración tiene que llevar implícito el carácter de indivisibilidad de las nuevas fincas surgidas de esta actuación 3B . Así se dispone, por el art. 72 de la Ley de Concentración Parcelaria, texto refundido de 8 de noviembre de 1962, que "las fincas de extensión i$ual o inferior a la fijada para la unidad mínima de cultivo tendrán la consideración de cosas indivisibles y la parcelación de predios de extensión superior a dicha unidad sólo será válida cuando no dé origen a parcelas de extensión inferior a ella". Cabe dividirla, no obstante, ctando lugar a parcelas de extensión inferior, cuando éstas se zs adquieran simultáneamente por propietarios de terrenos colíndantes para unirlas a las que posean, formando una nueva finca que cubra la superficie de la unidad. También es posible la segregación para edificar. Por otra parte, la ley sanciona con la nulidad los actos jurídicos que contravengan las anteriores disposicíones sobre índivisibilidad de las fincas concentradas, ordenando a los tribunales y autoridades se abstengan de reconocer efectos jurídicos a tales actos (art. 73)39 . Pero ya antes de publicarse el texto refundido citado y casi imnediatamente de iniciarse las tareas de concentración parcelaria, teniendo en cuenta que esta ardua tarea de concentración no se puede llevar a cabo a un tiempo en todo el territorio nacional, sino progresivamente, se dictaron normas de carácter general que trataran de evitar el fraccionamiento de la propiedad rústica más allá del límite mínimo agrícolamente adecuado, por el medio jurídico de considerat como indivisibles las parcelas de extensión igual o inferior a dicho límite. El primer texto que se dictó sobre el particular fue la Ley de 15 de julio de 1954, sobre fijación de unidades minimas de cultivo, en cuyo desarrollo se dictaron, después, otras disposiciones. Así, ei Decreto de 23 de marzo de 1955, que señala los límites máximo y mínimo entre los cuales se ha de fijar la extensión de las unidades mínimas de cultivo en cada provincia por la comisión que se constituya, para que el Ministerio de Agricultura a 1a vista de esos informes, fije la unidad mínima de cultivo en cada comarca, señalando mientras tanto un tope mínimo, y otras disposiciones posteriores de menor importanciaao , Posteríormente se publícó la Ley de explotacíones famíliares indz^isibles de 14 de abril de 1962, que prevé la derogaciQn ^de la anterior una vez que se haya determinado en todo el territorio nacional la superficie correspondiente a las explotaci^nes familiares en cada provincia, superficie que sustituirá automáticamente a la unidad mínima de cultivo señalada según la Ley anterior citada (art. 8). ^ Pero esta regulación de explotaciones familiares indivisibles, introduce un elemento perturbador en la disciplina de la protección de las unidades agrarias, por querer ir demasiado lejos, ya que en este sentido del derecho imperativo y de la regulación estática de los elementos que componen la explo- 26 tación, la regulación, sobre todo, debe ser clara si se quiere que sea efectiva. Por otra parte, incide en ella la sugestión evidente de la que se dejó arrastrar el legislador del régimen del patrimonio familiar, institución que debe quedar relegada al ámbito del Derecho de colonización y que por su peculiar naturaleza nunca puede resultar, ni siquiera entonces, en 1962, un esquema que pueda extenderse al ámbito general. Mucho más resulta hoy todo ésto anacrónico al mantener, en la legislación actual, (muy necesitada de orientarse a proteger la agricultura, conforme a las exigencias de la política general del Desarrollo económico y social), criterios tan superados como los que encontramos en esta Ley cuando se alude en su exposición de motivos al haber tenido en cuenta "el decoroso sustento de la familia campesina" con un sentido "hondamente social", y, en su parte dispositiva, que el Ministerio de Agricultura señalará la superficie mínima que corresponde a una explotación familiar dentro de cada zona o comarca, siendo dicha superficie "la que, teniendo en cuenta los diversos cultivos y rendimientos, permita un nivel de vida decoroso y digno a una familia laboral tipo, que cuente con dos unidades de trabajo y que cultive directa y personalmente" (art. 1°). Con todo, los defectos de técnica de esta Ley de explotaciones familiares mínimas no se agotan en las precedentes consideraciones y a ella volveremos más adelante. Baste aquí decir que se trata de una regulación que trata de proteger el tráfico de fincas rústicas, no hay por qué hablar de explotaciones. Por eso, porque no se cumplieron las obligaciones que asumía el Ministerio de Agricultura, en cumplimiento de lo dispuesto en la Ley, y porque la realidad social y económica se orientaba hacia otros derroteros, distintos de la protección del cultivo directo y personal, se puede decir que esta Ley no ha tenido aplicación, salvo en las normas concretas que se refieren a la indivisibilidad de las fincas (art. 6° ); estableciendo como sanción un derecho de adquisición preferente, en favor de los colindantes (arts. 3 y 4 de la Ley de 15 de julio de 1954) y una expropiación en favor del Ministerio de Agricultura, para luego ceder a los colindantes (arts. 5° de la Ley de 14 de abril de 1962), procedimiento indirecto que no parece que ofrezca muchas ventajas, salvo en lo que puede referirse al precio de la adquisición. 27 Por ello, con muy buen acuerdo, la Ley de reforma y desarrollo agrario, texto refundido de 12 de enero de 1973, ha vuelto en buena parte al criterio de la Ley de I S de julio de 1954, estableciendo una regulación que es digna de toda alabanza, por su estilo progresivo, por la profundidad de su ámbito o alcance y por la sencillez de los medios que pone en juego, quedando en el aire si se halla vigente la Ley de 14 de abril de 1962, sobre explotaciones familiares indivisíbles, ya que el citado texto refundido no comprende esta ley en su disposición final derogatoria, aunque por razón de la contrariedad en la materia creemos que se halla derogada, o al menos lo está dentro del ámbito que nos ocupa, es decir, en cuanto a las normas que se refieren a los elementos de la explotación (unidades mínimas), no en cuanto a la explotación misma. De aquéllas vamos a ocuparnos seguidamente. 4. Régimen jurídico del control de tráfico de fincas rústieas Este régimen jurídico puede tener un significado mucho más amplio y referirse, no solamente a la protección de las unidades mínimas, actuando también sobre las titularidades de uso y disfrute que recaen sobre las fincas, con lo que nos acercamos a otros aspectos de la protección de la explotación, a los que luego vamos a referirnos, guardando relación también con el control posíble sobre los precios, lo que puede tener una trascendencia extraordinaria en conexión con el crédito agrario y, en fin, con una cierta actuación de la actividad pública, a la que más adelan#e aludiremos igualmente, aunque sea de pasada41 . De momento, vamos a limitarnos al régimen vigente sobre unidades mínimas de cultivo, establecido en los arts. 43 y siguientes de la Ley de Reforma y Desarrollo Agrario. El primero de los preceptos citados (art. 43-1°), se refiere a la fijación y revísíón por el Gobierno de la extensión de la unidad mínima de cultivo, determinando, en su núm. 2°, un criterio progresivo, distinto al de la legislación anterior, que merece todos los elogios cuando establece que "dicha extensión será la suficiente para que las labores fundamentales, utilizando los medios normales de producción, puedan llevarse zg a cabo con un rendimiento satisfactorio, tenindo en cuenta las características de la agricultura en la comarca". El art. 44, mantiene sustancialmente la disciplina anterior en cuanto a la indivisibilidad de las unidades mínimas de cultivo, con las excepciones que venían recogídas en aquella legislación. Por su parte, el art. 45, modaliza la sanción a la infracción legal, configurando un dereeho de adquisición preferente, semejante al retracto de colindantes, y que sería de desear que, en la revisión que se Ileve a cabo algún día del Código civil, se agregue a los arts. 1523 y 1524 del mismo. AI primero por cuanto se establece un retraeto espeeial de colindantes y se dictan normas de concurrencia, y al segundo, por cuanto se establece un plaxo diferente para el ejercicio de la acción correspondiente. Todo esto si no se quiere hacer una redacción nueva de los preceptos del Código, lo que sería mucho más interesante, ya que las normas del art. 45 hay que entender son de aplicación general. Por otra parte, es muy interesante el art. 46 y que, dentro de las normas de esta regulación, entra de lleno en las que han de tener una evidente trascendencia para la conservación, indirectamente, de la unidad de la explotación agrícola a través de la transmisión mortis causa". De ella nos ocuparemos en su lugar oportuno; baste hacer constar aquí su oportunidad, ya que, como hemos dicho, una regulación protectora de las unidades agrarías debe dejar sentir toda su fuerza en cualquier grado en que se plantee el tráfico jurídico que haya de ser controlado. Por eso la especificación que contine ese precepto es digno de toda alabanza42. Las normas del art. 47 son también la cristalización de normas anteriores y merecen el mismo elogio, al trasladar al plano registral, que cada día ha de tener mayor importancia en relación con una agricultura en desarrollo, las indicaciones que, indudablemente, pueden favorecer la observancia de una dísciplina, aunque por tratarse de limitaciones legales de la propiedad, para su eficacia no necesitan de constancia registral (art. 26-1° LH.), lo que viene a reconocer con parecido carácter el propio art. 47-2° citado. Por último, no me parece acertado, sin embargo, el art. 48, al elegir como procedimiento breve y sencillo uno que no lo es tanto, como el establecido para los incidentes en la Ley 29 de Enjuiciamiento civil, porque para ello hubiera sido preferible acudir al juicio declarativo ordinario que por su cuantía corresponda, que en muchos casos sería el juicio de cognición. Por todo ello es de meditar si no sería interesante establecer un procedimiento judicial agrario, con conciiiación facultativa u obligatoria ante la Hermandad Sindical, que se desenvolviera por los trámites de juicio verbal el Juzgado de Primera Instancia y con apelación a la Audiencia Territorial y que pudiera aplicarse para este caso y para tantos otros como pudieran surgir. Con estas normas podemos decir que se agotan, en nuestro ordenamiento, las relativas ai control de tráfico de las fincas rústicas y, sin embargo, sería interesante que se pensara en su extensión a otros campos. En relación con las titularidades de uso y disfrute de la tierra tendremos ocasión de aludir a ello seguidamente, bajo el epígrafe, al aludir a la disciplina jurídica de la explotación agrícola. Pero sería muy interesante referir ese control, en relación con el crédito agrario y en relación con cierta actuación de la intervención pública que podría asumir el Instituto Nacional de Reforma y Desarrollo Agrario. En relación con el crédito agrario, la política crediticia relacionada con la adquisición de fincas rústicas sigue unos criterios desafortunados y un tanto arcaicos, al referirse al valor catastral de las fincas43. Una preocupación de este tipo aflora sin duda en la Ley de explotaciones familiares indivisibles (art. 5° ), al canalizar la sanción en la posibilidad de actuar el propio Ministerio de Agricultura la expropiación, para después ceder las fincas por su justo precio a los colindantes. Pero este procedimiento no parece adecuado y por eso lo hemos criticado anteriormente, porque a pesar de los plazos largos que se establecen sería preferible siempre la actuación directa de los particulares y así aparece, actualrnente, en el art. 45-1° de la Ley de Reforma y Desarrollo Agrario. Basta con que se canalicen las posibilidades de crédito (tanto oficial como privado) para estas actuaciones, lo que no sería difícil de articular, ya que, por otra parte, no creo que esto vaya a trastornar mucho una política general de crédito. Por lo que respecta a la acción e intervención pública en relación con el control de tráfico de las fincas rústica ^, existen 30 unas posibilidades insospechadas, ya que el propio IRYDA u otro ente público podrían intervenir en éste tráfico adquiriendo heredades y explotaciones para concederlas en acceso a la propiedad a jóvenes cultivadores que acreditaran su capacitación agrícola. Los términos de la acción y de la intervención son mínimos; sólo sería preciso un pequeño capital circulante y se podría combinar con la jubilación anticipada de los agricultores propietarios de fincas o de explotaciones, que en ocasiones ni siquiera desean que se les pague el total del precio de la enajenación de sus tierras, sino una parte, combinando el resto con una renta vitalicia y el remanente dejándolo en beneficio de sus herederos, con lo que se podría facilitar la financiación y a la larga renovar la competencia, mentalidad y preparación de nuestro campesinado. Siendo en este sentido, de sumo interés la actuación en Francia de la SAFERaa Con esto pasamos a considerar el cuadro de las normas jurídicas aplicables a la proteccíbn de la explotación agrícola, siguiendo el criterio que inicialmente hemos establecido. 5. Normativa jurídica de ia "explotación agfcola". Renuncia a un planteamiento unitario y soluciones parciales. Ya hemos visto en los epígrafes precedentes que el presupuesto previo de una normativa jurídica de la explotación agrícola viene constituído por la protección que cabe exigir a las unidades agrarias, mediante el reconocimiento de su indivisibilidad, porque éste es el medio más adecuado de proteger a uno de los elementos más importantes de la explotación: la finca rústica. Pero ya hemos visto que, paralelamente a ésta protección, se proyecta jurídicamente otra, mediante el reconocimiento de un nuevo retracto de colindantes, que contribuye a suministrar, para el caso de incumplimiento de las obligaciones que asume la función socia! de los predios rústicos, mediante este derecho de adquisición preferente en beneficio de una explotación ya existente, un medio indirecto de hacerla viable, o de coritribuir a que lo sea. Todo esto, nos confirma en la idea, ya apuntada, de que la proteccibn de la explotación agrícola debe partir del criterio 31 de la ^nca funcional, criterio que hay que mantener en cualquiera de los aspectos en que se desarrolle el tráfico jurídico y, desde ahí, ir ascendiendo en la medida de lo posible a la protección de la actividad agraria, porque es la actividad la que da sentido y contenido propio a la explotación. Por eso, el primer estadio intermedio en este tránsito viene representado por el concepto de fundus, como el más próximo a la unidad agraria pero que transciende ya a la idea de explotación. Concepto que acoge ya nuestra Ley Hipotecaria, en su art. 8-2° y que tiene un claro abolengo romanoaa bis; manifestándose en la sumisión de las cosas, por su dueño, a una actividad, lo que adquiere, por otra parte, un claro significado en el tráfico jurídico, que hay que potenciar al máximo, ya que el destino de las cosas sigue el curso de una convicción social, o el hábito creado por la costumbreas^ y et^ este sentido se comprende en el concepto de fundus, solamente la tierra o el suelo, sino también aquellas cosas, generalmente muebles, que se destinan al servicio del mismo, el instrumentum fundi ab. Este concepto de fundus instructus se halla acogido en el propio Código civil, cuando al establecer qué son bienes inmuebles, el art. 334, en su apartado 5° , dispone que: "Las máquinas, vasos, instrumentos o utensilios destinados por el propietario de la finca a la industria o explotación que se realice en un edificio o heredad, y que directamente concurran a satisfacer las necesidades de la explotación misma", tendrán . tal consideración. Como vemos, es la idea de destino del dueño en la que se basa esta construcción; ahora bien esta determinación sigue perteneciendo al aspecto estático de la regulación de la explotación y ya sabemos que donde tenemos que encontrar la verdadera transcendencia de la protección de la explotación es en su aspecto dinámico. En éste sentido, existen también en el plano del Derecho civil algunas aplicaciones muy interesantes. Én primer lugar nos encontramos con la norma del art. 401 Cc., en materia de la acción de división que corresponde a todo copropietario (art. 400) con la excepción de la indivisibilidad funcional de la cosa, ya que este precepto establece: "Sin embargo de lo dispuesto en el artículo anterior, los copropietarios no podrán 32 exigir la división de la cosa común, cuando de hacerla resulte inservible para el uso a que se destina". Norma que, ciertamente, también podría ponerse en reiación con las unidades mínimas de cultivo, en el sentido que antes hemos indicado, pero que nos hemos reservado para citarla en este lugar, porque no solamente puede ser referida a los elementos de la explotación, sino también a la explotacivn misma. Por otra parte, este precepto (art. 401-i°Cc.), tiene su repercusión en materia de participación de herencia, en el art. 1062-1° Ce., produciéndose en ambos, paralelamente, el mismo efecto: la modificación sustantiva del alcance de la acción de división, como ponen de relieve los art. 404 Cc.°' y 1062-2° Cc.aa aunque sus efectos en relación a la explotación, ofrecen un alcance más limitado, en la esfera del art. 1062-1 °, a pesar de la incidencia del art. 46 de la Ley de Reforma y Desarrollo Agrario (o precisamente por ello, ya que esta norma se refiere a fincas str-ictu sensu), que en la esfera del art. 401-1° donde, por los términos tan amplios del precepto y por relación con el art. 334-5° , se puede extender a explotaciones, según ha reconocido la propia jurisprudencia, en diversas ocasiones. En segundo lugar, tenemos también la norma, aunque sea limitativa por lo que se refiere a la responsabilidad hipotecaria, del art. 111 LH.49, pero que responde, sin embargo, al mismo criterio. Y ya, por último, con el art. 1056-2° Cc., al que antes hemos aludido, en materia de partición del padre en favor de sus hijos,y los art. 821 y 822, en materia de mejora50 , a los que nos referimos más adelante. No eabe duda, pues, que el concepto se halla vivo en nuestro ordenamiento; ahora bien, desde un punto de vista estático, no podemos conseguir mucho más; por ello, lo que debe hacerse, desde el punto de vista de la política legislativa, es acentuar la protección de. la explotación agrícola, desde su aspecto dinámico, desarrollando ai máximo las posibilidades que ofrecen los supuestos ya admitidos, o ayuellos otros en que se halla admitido solamente el principio, en los que el legislador no irá contra la conciencia social, porque únicamente se limita a llevar a cabo un desenvolvimiento técnico de algo que ya está formulado en el propio ordenamiento. Pero no vale un criterio general, ni tampoco tratar de traducir al plano jurfdico, sin la tecnificación debida, exigen- 33 cias de orden social o económico, como sucedió con la Ley de explotaciones familiares mínimas de 14 de abril de 1962, que pretendiendo proteger a las explotaciones, no consiguió llevar la protección más allá de la protección de uno de sus elementos, la finca rústicas'; por eso, es preferible renunciar a un planteamiento unitario y acudir a soluciones parciales. Así, en materia de contratos agrarios, hay que contemplar como esencia que éstos deben de ser contratos para la empresa, es decir, su finalidad debe ser la ereación de explotaciones basadas sobre el uso y disfrute de un fundo ajeno. Ciertamente yue, este criterio, como la doctrina ha puesto de relieve, aparece ya en nuestro ordenamiento jurídico desde la Ley de 15 de marzo de 193552, pero en una reforma futura de los arrendamientos rústicos debe sacarse el mayor partido de esta idea directiva, procurando la estabilidad del arrendatario por la larga duración del arrendamiento y por su derecho a llevar a cabo mejoras (culturales, como mera facultad derivada del arrendamiento, fundiaria ^, con facultad de coerción al propietario por el interés de la finca y de la agricultura). Pero introduciendo, también, instituciones que protejan, típícamente, el carácter que como explotación o empresa haya tomado el derecho arrendaticio: así la sucesión del mismo, mediante traspaso a favor de otro agricultor, o la cesión por el padre a uno de sus hijos, por actos "inter vivos" o"mortis causa" y con independencia de la sucesión en el arrendarniento, o mejor dicho, aparte del reconocimiento de esta sucesión "mortis causa", ya reconocido en la legislación vigente, con lo que se favorece, extraordinariamente, el mantenimiento de la unídad de la explotación a través de la sucesión "mortis causa", como analizaremos en su momento oportuno y, en fin, permitiendo la cesión de ía explotación a una explotación comunitaria, siempre que el arrendatario siga prestando su trabajo dentro de la misma, con lo que se favorece la agrupación de explotaciones y su conservación, a través de su viabilidad económica. De todas estas formas, la cesión por traspaso supone no sólo la posibilidad de introducir una movilidad en la relación arrendaticia, afectada, actualmente, de una rigidez excesiva que no se compagina con las necesidades de una agricultura en desarrollo, sino que, también, se introduce un elemento de capitalización del arrendamiento, al llevar a cabo la cesión 34 mediante precio que a través de la inscripción del arrendamiento suministra a éste un valor, que permitiría su hipotecabilidad, como ha sucedido con la posibilidad de hipotecar el establecimiento mercantil S', con lo que se le abren al arrendamiento las posibitidades del crédito territorial. En este mismo sentido, la intervención de mejoras, especiatmente por lo que se refiere a las mejoras fundiariassa llevaría consigo, en una futura regulación de los arrendamientos rústicos, no solamente una repercusión en la duración del arrendamiento, o el establecimíento de un sistema de indemnizaciones en favor del arrendatario mejorante, sino también la posibilidad de transformación del propio arrendamiento, mediante su inscripción en el Registro de la Propiedad, en un derecho de vuelo o superficie (semejante al contemplado en e1 art. 30-2° Reglamento Hipotecario), o, si se prefiere la posibilidad de yuxtaponer al derecho arrendaticio una relación jurídico-real, de la naturaleza indicada, con lo que la realización de mejoras encontraría una posibilidad inédita de crédito territorial. Por otra parte, se podría llevar a cabo, también, en una futura ordenacibn de los arrendamientos rústicos, el acercamiento entre este esquema regulativo y el de arrendamiento de industriass, sobre todo en relación con los arrendamientos de finca rústica para aprovechamiento forestal y ganadero, donde las razones mísmas de este aprovechamiento no aconsejan establecer una larga duración del disfrute arrendaticio, con excepción de los arrendamientos en que el arrendatario vaya a crear una industria forestal o ganadera, en cuyo caso el arrendamiento debe de ser de larga duración y contar el arrendatario con los derechos de cesión que anteriormente hemos indicado. Por último, en una regulacián de arrendamientos rústicos, no debe establecerse tampoco una discriminación por el hecho de que el contrato esté concertado entre familiares, en el sentido del art. 1-3° de la vigente Ley de 1935, ya que razones de justicia o de equidad aconsejan no establecer ninguna distinción. Pero es que, además, homologados estos arrendamientos, el agricultor propietario puede mantener indivisa su explotación, en el momento de su retiro, arrendando a uno de 35 sus hijos o descendientes, incluso con efectos que, indirectamente, van más allá de su progia muerte. Estas ideas, como vemos, inciden en la dinámica de la explotación y sirven para proteger su tráfico jurídico, que es tanto como decir su reconocimiento y su protección. Si estas medidas se completan o complementan con otras, en el campo de la transmisión "mortis causa", a imagen de las que se van produciendo en el Derecho de colonización (protección del patrimonio familiar, de las concesiones de tierras y de las explotaciones formadas con tierras adjudicadas)56, o aprovechando las posibilidades que ofrecen algunas instituciones del Derecho común o foral, con muy escasas modificaciones legales sobre los criterios establecidos en la ordenación vigente, y si se retocan parcialmente también algunos aspectos del régimen económico familiar, nos encontraremos con una protección suficientemente amplia para el desarrollo y mejora de la explotación agrícola, para que, realmente, pueda responder a las exigencias que le impone la coyuntura económica en que ha de desenvolverse; que es, en definitiva, lo que hay que alcanzar, lo que una política legislativa, en el momento actual, debe conseguir. Pero en esto, no hay que olvidar que, sometida la actividad privada a la acción y a la intervención pública, como instrumento de promoción y de desarrollo, no se puede olvidar tampoco, de una parte, la revisión de la actuación pública en relación con la llamada agricultura de grupo, que de una vez para siempre debe de abandonar los criterios inoperantes de la llamada agricultura asociativa, criterio que se debe de sustituir por el de la agricultura comunitaria, ya que ofrece una base jurídica más firme, mediante el esquema del arrendamiento colectivos' ; y si se quiere seguir hablando de agricultura asociativa, deben de tomarse en serio las exigencias de una tecnificación jurídica de los tipos asociativos posibles, no olvidando las fórmulas ya existentes (como la aparcería comunitaria de naturaleza asociativa, pero distinta del contrato de sociedad, contemplada en el art. 43 y siguientes de la Ley de 15 de marzo de 1935 y en el art. 1579 Cc. y a la que ha llamado en otras ocasiones, aparecería múltiplessa). Par otra parte, los criterios de protección de la explotación deben tomarse en cuenta en una disciplina, tan abandonada, pobre y 36 fragmentaria, como es la del crédito agrario, cuestión que exigiría una ley especial que refundiera lo ya existente y que diera un paso más, utilizando todos los criterios que, en beneficio y en interés de la explotación, se van desarrollando aunque fragmentariamente en el vasto campo del Derecho agrario. No hay que olvidar que el cultivador, por realista, es muy sensible a este retraso de nuestra legislación de crédito agrario. No es que no exista el crédito agrario, pero debe de estructurarse de una manera reflexiva, de acuerdo con los sujetos, los objetos, y los fines de la agricultura y, naturalmente, de todo ello no puede estar ausente la explotación a,grfcola, como clave de bóveda que reúne la actividad y los objetos que son materia de tráfíco de esa misma actividad. Es decir, debe aspirarse a una regulación orgánica del crédito agrario, porque no basta la repercusión en este campo de unos criterios de política económica que se traducen en normas de puro Derecho, sin que se materialicen institucionalmente en relación con los diversos elementos de la explotación. No cabe duda que este conjunto de normas de actuación y de intervención en la iniciativa privada, de canalización de recursos económicos y técnicos, es una exigencia de la planificación, pero hay que procurar su adecuación efectiva a los medios ya establecidos en la actuación privada que son los elementos de la explotación. El Derecho económico es necesario, incluso en sus fundamentos se halla en la base del propio Derecho agrario, pero más que cualquier otro ordenamiento su actuación concreta, en la realidad social, depende de su racionulidad, sin la que no cabe se puedan obtener, no ya los frutos deseados, sino los mínimos que cabe esperar. Por eso, la actuación técnica y la actuación económica (inversiones, auxilios, etc.) debe de estar intimamente adecuada a las condiciones jurídicas materiales del sector sobre el que actúa. A este orden de cosas pertenece la normativa de la ordenación rural y, actualmente, en la terminología de la Ley de Reforma y Desanollo Agrario, a las zonas de ordenación de explotación59, que responde, de un lado, a las exigencias de la actuación por la técnica de la planificación y, de otro, al fomento y orientacibn de una actividad, pero como una y otra dependen de las condiciones jurídicas materiales de la iniciati- 37 va privada y de la propia estructura económico-social del sector, no hay más remedio que referirlas, cada vez de forma más estrecha, a la explotación,- por eso, la terminología legal apunta una tendencia, que es digna de toda alabanza, sin que por ello deje de inquietar la necesidad apremiante de esa adecuación que cada vez tiene que ser más perfecta, para que pueda ser más eficaz. Por eso, esta adecuación es obra de juristas, no sólo de economistas o de técnicosbo NOTAS AL CAPITULO I (1) Vid. J.L. DE LOS MOZOS, Estudios de Derecho agrario, Madrid, 1972, 31 y ss. y allí, referencias a la doctrina más reciente. (2) Esta idea constituye la tesis fundamental del pensamiento de A. CARROZZA, La nozione di agrarietá: Fondamento ed estensione. Ponencia General al tema B), en las "Jornadas italo-españolas de Derecho agrario", Salamanca-Valladolid, del 5 a19 de noviembre de 1972. (3) CALVO ALFAGEME, La empresa mercanti! como objeto de negocios jurídicos, en AAMN, 1943, 555 y ss.; MUÑOZ CAMPOS y CEREZO CARRA$CO, Concepto jurisprudencial de la ernpresa a efectos arrendaticios, en RDMer., 1955, 245 y ss.; y A. POLO. La empresa como objeto del tráfrco jurtdieo, en RDP., 1946, 563 y ss.; aparte de la referencia al tema en obras generales. (4) Sobre todo, el texto de ULPIANO (D, 33, 7, 8, pr.). (5) Vid. especialmente, II fondo' nei suoi aspettl giuridici, en `Scritti di Diritto agrario", Milano, 1963, 281 y ss. (6) Vid. J.L. DE LOS MOZOS, Adiciones a CASTAN TOBEÑAS, Derecho civil español, común y foral, I-2, 11 a ed., Madrid, 1971, 902 y ss. (7) Cfr.-- "El padre que en interés de la familia quiera conservar indivisa una explotación agrícola, industrial o fabril,.podrá usar de la facultad concedida en este artículo -(es decir, de la partición del testador) -, disponiendo que se satisfaga en metálico su legítima a los demás hijos. (8) J.L. DE LOS MOZOS, en Estudios, cit., 31 y ss. (9) Les métamorphoses économiques et sociales du Droit privé d'aujourd'hui, 3.a serie, Aproffondissement d'un Droit renouvelé. Paris, 1959, 100 y ss. (10) De este modo,el carácter especial de la finca rústica repercute en la explotación agrícola, al ser aquélla uno de los eleméntos más importantes de ésta. 40 (11) Por todos, el Prof. F. DE CASTRO, Derecho civil de España, 1; 3a ed., Madrid, 1955, 183, alude a los diversos significados de esta adjetivación, (i2) Me refiero a! principio radicalmente opuesto al yue se acoge el Derecho socialista, que para corregir la comercialización del Dereclio privado suprime la iniciativa privada en la vida económica, atribuyendo a la comunidad, representada por la Nación, la titularidad y el ejercicio sobre las fuentes de riqueza. (13) En Nuestra doctrina, A. LUNA SERRANO,EI patrimo^iio familiar, Roma-Madrid, 1962, 110 y ss.; G. GARC lA CANTERO, Notas sobre la individualizacitin de fincas, en ADC, 18 (1965), 853 y ss.; y allí, más referencias. (14) Así establece nuestro sistema que finca es todo lo que abre folio registral (art. 7° y siguientes de la LH. y concordantes de la L. y RH.). (15) Así, SAVATIER,op. cit, 108 y ss. (16) CARCIA CANTERO, Op. cit., en ADC, 18(1965), 853 y ss. (17) Esto se agrava en nuestro Derecho por la falta de concordancia entre el Registro y la realidad y porque la fe pública registral se refiere fundamentalmente a la existencia y titularidad del derecho en la forma que resulte de la inscripción (art. 38 LH.). (18) Arts. 8-4° y 5° LH. y 334-10° Cc. ll9) Criterio que se mantiene en el vigente Reglamento de 30 de abril de 1959 (art. 2°), predominando sobre cualquiera otro: LUNA SERRANO-FERNANDEZ BOADO, en Coloquios sobre problemas de la Ley del Suelo (Jornadas de Derecho civil de la Universidad de Valladolid), .tifadrid, 1965, 64 y SS. (20) G. BOLLA, Ibid, y La disciplina giuridica del ' fondo"come unitá agraria, en "Scritti", cit. 449 y ss. (21) Para esto, sobre todo, K. RENNER, The Institutions of Private Law, trad. ingl., London, 1949, 70 y ss. y 81 ss. (22) Aparte de las grandes monografías y tratados de este autor, vid. Die soziale Aufgabe des Privatrechts, Berlín, 1889 (reimp. Frankfurt. a.M., 1948). (23) Para esto, entre otros: S. RODATA, Note critiche in tema di proprietá, en RDPC, 14-2(1960), 1323 y ss.; S. PUGLIATTI,Beni e cosa in senso giuridico, Milano, 1962, 8 y ss.; G.S. COCO, Crisi ed evoluzione nel diritto di proprietá, Milano, 1965, 219 y ss.; etc. (24) Vid. especialmente la colección de estudios publicados bajo la 41 dirección de J.H. KAISER, Planung, 1(Recht und Politik der Planung in Wirtschaft und GessellschaftJ, Baden-Baden, 1965. (25) THERRY, habla de una propiedad rejuvenecida, revigorizada por su vinculación al trabajo, con la actividad concreta de los hombres: la utiliaación deviene la condición, hasta e] fundamento del señorío de las cosas (De 1`utilissation á la proprieté des choses, en Etudes offertes a G. Ripert, II, Paris, 1950, 20). También en un sentido muy general, F. WIEACKER, afirma como un fenómeno general del Derecho moderno, el nacimiento de un pluralismo jurídico congruente con un pluralismo económico, Privatrechtsgeschichts der Neuzeit, Gbttingen, 1967, 656 y ss. (26) J.L. DE LOS MOZOS - F.C. SAINZ DE ROBLES, Limitaciones y modificaciones de los derechos reales inmobiliarios por razón de turismo, en RDU, 6(1968), 48 y ss. En un sentido equivalente el maestro DE CASTRO, ha señalado que "la gran novedad del Derecho agrario está en la calificación discriminadora de las fincas" (El Derecho agrario en España, en ADC, 7(1954), 397). (27) Sobre el régimen de 1a propiedad concentrada, la disciplina de concentración parcelaria, ha establecido disposiciones concretas en este mismo sentido que actualmente se recogen en los arts. 235 y siguientes de la Ley de Reforma y Desarrollo agrario refiriéndose, concretamente, a la concordancia entre Catastro y Registro, el art. 237. (28) En otro sentido y para hacer efectivas ciertas limitaciones de la propiedad urbana, se creó el Registro de Solares de Edificación forzosa (aunque ya existía con anterioridad a la ley cítada en el texto) y con una técnica parecida, la Ley de Comarcas y Fincas Mejorables ha establecido el Catálogo de fincas rústicas de mejora forzosa (arts. 150 y siguientes de la Ley de Reforma y Desarrollo agrario). (29} Bodenrecht statt Grundst^ckrecht, en ZSS, róm. abt., 97(1938), 427 y ss. (30) WESTERMANN, Sachenrecht, Karlsruhe, 1960, 36 y ss.; F. BAUR, Lehrbu^h des Sachenrechts, Munchen, 1970, 239 y ss. (31) Aparte de las referencias anteriores, en que se pueden también encontrar referencias a esta doctrina, vid. vers des nouveaux aspects de la conception et de la classiJ^cation des biens corporels, en RTDC, 57(1958), 1 y ss. (32) Ya desde La proprietá nel nuovo diritto, Milano, 1954, 318 y ss. y la mayor parte de los agraristas italianos. 42 (33 ) Sin embargo, la Ley de Comarcas y Fincas Mejorables y, actualmente, el art. 2° de la Ley de Reforma y Desarrollo agrario, siguen utilizando este concepto, definiendo una serie de obligaciones de carácter general, por aquello de que, como consecuencia de la función social de la propiedad, ésta obliga, lo que no deja de ser cierto en el plano teórico, aunque la eficacia de las normas jurídicas sabido es que no depende de la declaración por el legislador de una serie de principios generales, que se encuentran mejor en las normas del Derecho constitucional, sino de la instrumentación en concreto, conforme a las exigencias técnicas de la regulación que se establece, de tales "obligaciones" o mejor dicho limitaciones, ya que aquéllas no pueden instrumentarse más que por este cauce, pues, en la técnica jurídica el término obligación ( aunque se trate de obligación propter rem, o precisamente por ello) tiene un significado preciso. (47) Cfr. "Cuando la cosa fuere esencialmente indivisible, y los condueños no convinieren que se adjudique a uno de ellos indemnizando a los demás, se venderá y repartirá su precio". (48) Cfr. "Pero bastará que uno sólo de los herederos pida su venta en pública subasta, y con admisión de licitadores extraños, para que así se haga". (49) Cfr. "Salvo pacto expreso o disposición legal en contrario, la hipoteca, cualquiera que sea la naturaleza y forma de la obligación que garantiza, no comprenderá: 1°. Los objetos muebles que se hallen colocados permanentemente en la finca hipotecada, bien para su adorno, comodidad o explotación, o bien para el servicio de alguna industria, a no ser que no puedan separarse sin quebranto de la materia o deterioro del objeto". (50) J.J. LOPEZ JACOISTE, Op. cit., 264 y ss. (51) Otra cosa distinta es la técnica que utiliza el Derecho de colonización, en la adjudi ^ación y redistribución de tierras, pues en tales casos se trata del estable ^imiento ex novo de explotaciones; incluso ésto justifica el régimen de concesión administrativa en algunos casos (arts. 29 y siguientes de la Ley de Reforma y Desarrollo Agrario) y lo mismo por lo que se refiere a las adjudicaciones en propiedad (arts. 34 y siguientes de la misma) o, en fin, de patrimonios familiares (arts. 36 y siguientes de la ya reiterada Ley). (52) Vid. J.L. DE LOS MOZOS, Estudios cit., 263 y ss. (53) Ha devenido clásica en la materia la obra de J. VALLET DE 43 GOYTISOLO, La hipoteca de! derecho an•endaticio, especialmente de empresas y locales de negocio, Madrid, 1951. Recientemente sobre el particular la tesis doctoral (U. de Valladolid) de I. SERRANO GARCIA, Naturaleza juridica de la hipoteca de establecimiento mercantil (inédita), 1972. (54) Para una doctrina general de las núsmas, A. CARROZZA, I miglioramenti delle cose nella teoria generale e nei rapporti agrari, I, Milano, 1965. (55) Sobre el particular, vid. J.L. DE LOS MOZOS, Estudios cit., 239 y ss. (56) Arts. 21 y siguientes de la Ley de Reforma y Desarrollo Agrarío. (57) Puede servir la actuali2ación del esquema que ofrece la propia Ley de arrendamientos rústicos (arts. 32 y ss.). No obstante son muy interesantes las normas que establecen los arts. 132, 133, 158, 17b, 179 y 204 de la Ley de Reforma y Desarrollo Agrario, en relación con diversos tipos de actuación. (58) J.L. DE LOS MOZOS, Estudios, cit., 216 y ss. (59) Arts. 128 y ss. de la Ley de Reforma y Desarrollo Agrario. (60) No deja de ser, sin embargo, muy interesante el régimen de la llamadas "Explotaciones agrarias ejemplares" y "Explotacione agrarias calificadas" (arts. 270 y ss. de la Ley de Reforma Desarrollo Agrario). (34) Que actualmente contempla a lo largo de su articulado la Ley de Reforma y Desarrollo agrario: arts. 21 y siguientes, 235 y siguientes, etc. (35) Vid. PEÑA BERNALDO DE QUIROS, La conservación de las unidades agrarias, en ADC, 12(1959), 939 y ss,; S. CAMY, Ley sobre cabidas minimas de /as parcelas cultivables, en RCDI, 28(1955), 385 y ss,; DIEZ GOME'L, En torno a la Ley sobre unidades mínimas de cultivo, en RDN, 3(1955), 507 y ss.; GOMEZ, Acerca de la Ley de unidades minimas de cultivo, en RCDI, 28(1955), 444 y ss.; MARTINEZ DE BEDOYA, Observaciones a la Ley sobre fijación de unidades mrhimas de cultivo, en RCDI, 28 (1955), 154 y ss.; SALAS, Las unidades mínimas de cultivo y el Registro de la Propiedad, en RCDI, 28 (1955) y 455 y ss.; VILLARES PICO, Aspectos económico, jur^dico y social de las unidades mínimas de cultivo, en RCDI, 29 (1955), 435 y ss.; I. SERRANO Y SERRANO, L'etendue des exploitations agricole dans la législation espagnole ("VII Journées Franco-espagnoles de 44 Drort comparé), en Annalf^s de la f:aculté Je Drort et des Sciences économiques de ^oulouse, XIII (1 ^^6.5), ?, 283 y ss_ (36 ^ CAMI^IAIRE, L'évolufion éconnmique de 1'entreprire agricole, en Anrurles Toulou.ce, I 3(1965 ), 2, I 97 y ss. Es decir, no nos parece oportuno tratar aquí de la materia comprendida en el capítulo II, 7'ítulo I, del Libro Segundo de la Ley de Reforma y 1)esarrollo Agrario, que lleva como rúbrica; "Tipos de explotaciones y normas sobre redistribución", ya yue esta matería es específica y priva[iva del Derecho de colonización, es decir, responde a unos criterios especiales en el marco de la acción e intervención púlrlica que no pueden extenderse por su propio carácter y significación (ius proprium) al ámhito general. (3fi) F,n este sentldo, D. ESPIN CANOVAS, Derecho civil español, I1, Madrid, 1968 ( 3a ed. ), 2 i 8. (371 (39) Cuestión que como una exigencía lógíca de la concentración parcelaria, viene ya establecida, dentro del marco de actuación de la misma, desde su primera regulación Ilevada a cabo por la Ley de 20 de diciembre de 1952 (art. 9) y posteríormente por e] primitivo texto refundido de 1955 (art. 62). (40) Decreto de 22 de septiembre de 1955 y OM. Agr. de 24 de noviembre de 1955. (41) En la doctrina italiana, es interesante sobre el particular el libro de E. ROMAGNOLI, Circolazione giuridica dcl fondo rustico e controllo dci prezzl, Milano, 1965, (42) Para esto, sobre todo: M. PEÑA BERNALDO llE QUIROS, Op. cit., en ADC, 12(1959), 939 y ss. (43) OM. de 22 de enero de 197U, Decreto de 22 de octubre de 1970 y Decreto de 11 de marzo de 1971. (44) Vid. por todos: R. MALEZIEUX-R. RANDIER, Traité de Droit rural, Paris, ]972, 198 y ss. y allí otras referencias. (44)bis Uesarroílándose en el art. 44 RH. También hace aplicación de este criterio de tratar las fincas como cuerpos ciertos el régimen de Concentración Parcelaria (art. 173 de la Ley de Reforma y Desarrollo Agrario). (45) J,J. LOPEZ JACOISTE, La mejora en cosa determinada, Madrid 1961, 264 y ss. (46) Las cosas quae fructus quaerendi cogendi conservandi causa parata sunt (ULPIANO, Lib. XX ad Sabinum, D, 33, 7, 8, pr.). SEGUNDA PARTE LA CONSERVACION DE LA UNIDAD Y DE LA CONTINUIDAD DE LA EXPLOTACION AGRICOLA A TRAVES DE LA SUCESION "MORTIS CAUSA"