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EDITORIAL
C
Más allá del reactor
y el precipitado
En los últimos años, el sector químico ha ampliado mucho su mirada.
Por presión social y legislativa, por razones económicas y, también,
por responsabilidad. Las empresas del sector, los químicos y los ingenieros han mirado más allá del reactor y del vaso de precipitados.
Los valores asociados a la sostenibilidad, al entorno y al conjunto de
la sociedad se han convertido en focos de interés de una industria
de gran peso en Cataluña.
El reto no es nada fácil. Para empezar, hay ámbitos de la ciencia que
tienen buena fama por ejemplo, la biología o la medicina y otros,
como la química, que más bien arrastran mala fama. Sin duda, los
accidentes de Seveso y Bhopal contribuyeron a la mala imagen, que
aún perdura, de la industria química. A partir de entonces, el sector
se puso las pilas y empezó a cambiar las prácticas. Ciertamente, y
dependiendo de la sensibilidad social y del entorno legislativo, en
unos rincones del mundo más que en otros. Los retos todavía son
muchos, pero el sector ha hecho los deberes, mucho más que otros
ámbitos como el transporte, por ejemplo.
En este contexto y teniendo en cuenta que el 2011 es el Año
Internacional de la Química, Medi Ambient. Tecnologia i Cultura
dedica un número a la química verde. Una propuesta de los años
noventa surgida de los químicos estadounidenses Anastas y Warner
y que se basa en 12 principios. El artículo de Carles Estévez, director
científico del Instituto Universitario de Ciencia y Tecnología (IUCT),
detalla estos principios y destaca algunas de las innovaciones industriales inspiradas en la química verde.
El primer artículo de este número está escrito por Antoni Zabalza,
presidente de FedeQuim y de Ercros. Desde la perspectiva económica, el autor hace un excelente resumen de los retos ambientales
de la industria química y adopta una posición clara ante el cambio
climático y la huella de carbono: defiende que hay que ser cuidadosos con las incertidumbres científicas y no poner en peligro el
futuro de un sector que ha hecho los deberes y que es clave para la
economía catalana.
Desde una perspectiva diferente y complementaria, Tatiana Santos
y Dolores Romano, investigadoras del ISTAS, vinculado a Comisiones Obreras, subrayan los peligros de las sustancias químicas para
la salud humana y el entorno. También muestran una mirada crítica
respecto al Reglamento REACH, impulsado por la Unión Europea
para fomentar la transparencia y evaluar los riesgos del sector.
Como en los últimos números, Michele Catanzaro, doctor en Física
y periodista, ha moderado y ha transcrito un diálogo enriquecedor entre expertos en la materia: en este caso, Xavier Doménech,
profesor e investigador en la UAB, y Josep Castells, presidente del
Instituto Universitario de Ciencia y Tecnología. Ambos dejan claro
el peso de los factores sociales en los retos de la química verde.
Finalmente, Assumpta Farran, responsable de las políticas de calidad
ambiental de la Generalitat de Catalunya, argumenta que la química
verde es una buena hoja de ruta para alcanzar un modelo eficiente
y de alta calidad ambiental.
Lluís Reales
Director de Medi Ambient. Tecnologia i Cultura
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MIRADA ÉTICA
La responsabilidad social
de la industria química
Antoni Zabalza
Economista. Presidente de FedeQuim y de Ercros
El autor, desde una vertiente económica y partiendo
de nuestros estilos de vida, analiza la relación
entre industria y contaminación ambiental. También
describe la situación del sector químico y concluye
con los ejes de una ética empresarial compatible con
el progreso económico y social
La sociedad reclama a los responsables de la industria química que expliciten las bases morales
de su actuación. Alcanzar de forma legal la rentabilidad, y, con ésta, la capacidad de producir de
forma eficiente y competitiva bienes y servicios
que el público demanda, no parece ser hoy en día
una justificación suficiente de la actividad industrial.
Otros aspectos el respeto por el medio ambiente, la seguridad tanto de los procesos productivos
como de los trabajadores que los llevan a cabo,
las condiciones laborales, la discriminación por razón de sexo, etc. son tan o más importantes que la
rentabilidad para valorar en un sentido amplio los
resultados de una empresa. La industria química está
razonablemente bien preparada para responder a
estas cuestiones. Dada la naturaleza de su actividad y la incidencia potencial de ésta en el medio
ambiente, la industria química ha sido desde hace
mucho tiempo el centro de atención de los órganos
reguladores y de la opinión pública, y ha reaccionado de forma positiva a los retos que le han ido
planteando. En cuanto a la seguridad y el medio
ambiente, la responsabilidad social de la industria
química toma forma en el programa voluntario de
alcance mundial denominado Responsible Care,1
que establece los objetivos del sector y pone de
manifiesto las significativas mejoras obtenidas a lo
largo del tiempo.
El enfoque de este artículo es fundamentalmente económico. Esto se puede considerar como
una limitación, pero también como una forma de
acercarse a las cuestiones ambientales desde una
perspectiva que puede ser útil. No hay contradicción entre rentabilidad económica y respeto por
el medio ambiente, pero mejorar las prestaciones
ambientales de la actividad industrial tiene un coste
que puede reducir la competitividad de nuestras
empresas. Éste es un argumento del que tal vez
se ha abusado un poco: el relativo descenso de la
industria en los países avanzados no se explica, ni
principal ni fundamentalmente, por los nuevos requisitos ambientales. Por este motivo, el siguiente
apartado de este artículo trata esta cuestión.
Por otra parte, ver las cosas desde el ángulo económico
nos puede ayudar a relativizarlas. La contaminación
del medio ambiente es una consecuencia ineludible
de la fabricación de productos que son necesarios
para la sociedad y que la gente demanda. Debe ser
la mínima posible, pero difícilmente podrá desapa-
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recer del todo, a no ser que estemos dispuestos
a cambiar de forma impensable nuestro estilo y
calidad de vida (de hecho, a no ser que estemos
dispuestos a renunciar incluso a la esperanza de
vida actual). El tercer apartado presenta un breve
repaso del argumento económico básico sobre la
regulación de la contaminación.
Tras estas consideraciones preliminares y metodológicas, el cuarto apartado entra de lleno en el
sector químico: en una descripción resumida y en
sus retos principales, entre los que se seleccionan
la implantación del reglamento de registro, evaluación y autorización de productos químicos en
Europa (REACH), el cambio climático, la huella de
carbono del sector y la política energética. El trabajo concluye con un apartado de consideraciones
finales.
La relativa caída de la industria
La actividad industrial no vive sus mejores momentos o, como mínimo, la percepción que el público
tiene de la industria es que estamos ante un sector con problemas estructurales significativos. Los
casos de empresas que deben cerrar porque no
pueden resistir la competencia asiática, o de multinacionales que deciden deslocalizar sus plantas en
países con salarios más bajos, son noticias desgraciadamente recurrentes en nuestra prensa diaria
que evidentemente preocupan a los ciudadanos,
así como preocupa el hecho de que, desde hace ya
bastante tiempo, observamos en Cataluña una caída en términos relativos del producto industrial. 2
Sin minimizar este impacto en Cataluña, que es industrial por excelencia, lo primero que debemos
hacer es situar esta cuestión en una proporción
justa. No es un fenómeno exclusivo de Cataluña,
ni es un fenómeno de ahora. Es, en gran parte, una
consecuencia inevitable del mismo progreso económico. Al igual que hace cincuenta o sesenta años
el progreso en Cataluña se manifestó en forma de
un fuerte descenso del peso de la actividad agrícola
y ganadera, hoy se manifiesta como una reducción
relativa del peso de la actividad industrial y del
aumento del peso de los servicios correspondientes. ¿Por qué se produce este fenómeno? Existen
dos causas. Una, que es la que todo el mundo
siempre tiene presente (y la que más contribuye a la
preocupación de la gente), es la competencia internacional. Y la otra, sobre la que nadie habla pero
que cuantitativamente es mucho más importante
que la primera, son los cambios estructurales de
nuestra demanda interna propia. Empecemos por
la segunda de estas causas y hagámoslo con una
serie de ejemplos muy sencillos.
Hace cincuenta años, la familia típica catalana no
tenía como mínimo un par de cuentas bancarias
como tiene ahora; tenía una libreta de ahorros,
como mucho. A nuestros padres no se les pasaba por la cabeza ir a hacer deporte a un gimnasio,
como mucha gente considera completamente necesario para mantener la salud. La familia media
raramente se marchaba fuera de vacaciones, mientras que ahora las vacaciones que conllevan viajes y
estancias en el extranjero son normales para muchas
familias. El uso de servicios de ocio, de educación,
de salud y de cultura era entonces infinitamente
más reducido que ahora, y también lo era la asistencia a las personas mayores, que normalmente
se llevaba a cabo en el seno de las familias. Ésta es
la realidad: consumimos más servicios que antes,
aunque seguimos consumiendo tantos productos
manufacturados como antes, o más, si cabe. Ésta
es simplemente una consecuencia de nuestro nivel
de renta más alto y una señal de nuestro progreso;
pero una señal que hace, al mismo tiempo y de forma aritméticamente necesaria, que el peso relativo
de la actividad industrial se reduzca en favor del
peso relativo de los servicios.
¿Quiere decir esto que la competencia internacional no tiene nada que ver con este fenómeno? En
absoluto. La competencia internacional tiene un
papel importante y, me atrevería a decir, también
positivo. De hecho, nuestra exposición a la competencia exterior es quizá el incentivo más poderoso
para promover el cambio de estructura industrial
que se necesita para aumentar nuestra productividad y, por lo tanto, nuestro bienestar económico.
Naturalmente, todas las cosas tienen efectos indirectos y, pese a ser buenas globalmente, pueden
generar ganadores y perdedores a corto plazo.
A medida que la productividad del país aumenta,
también lo hacen los salarios, y no lo hacen según la
marcha de cada sector, sino de forma general. Por
lo tanto, es normal que esta circunstancia incida en
la transformación de la estructura productiva. Actividades que antes eran internacionalmente competitivas, ahora no lo son. Nuestro propio progreso
nos lleva a reasignar recursos hacia actividades en
las que la productividad es más alta. Unos sectores
pierden peso y otros lo ganan.
De hecho, y eso es un dato poco conocido, en los
últimos años las localizaciones en Cataluña han sido
más importantes que las deslocalizaciones. El número de empresas que han decidido instalarse en
Cataluña, así como el volumen de empleo creado
y la inversión que han originado, son superiores
a los de las empresas que se han marchado. Por
otra parte, creo que debe asumirse con total normalidad el hecho de que las empresas localicen su
actividad en los lugares donde esta actividad sea
más productiva. No sólo eso; debemos ayudar
para que lo hagan también nuestras empresas, ya
que, en muchos casos, es la única forma de seguir
compitiendo a escala global.
Así pues, hay tendencias esperadas y perfectamente comprensibles, asociadas al mismo proceso de
progreso y crecimiento económico, que llevan a una
reducción relativa de la actividad industrial y a un
aumento relativo de los servicios. Ahora bien, esto
es perfectamente compatible con el mantenimiento, o incluso el crecimiento en términos absolutos,
de la base y del producto industrial, y también con
la mejora de la productividad. Lo que no debemos
hacer es acelerar de forma artificial este proceso
de sustitución, o dificultar la actividad industrial por
razones ajenas a las que acabo de citar.
Esta última consideración es importante, ya que
en algunos casos podría parecer que la actuación
de las administraciones públicas va en la dirección
de acelerar este proceso de deslocalización o incluso de hacer inviables actividades industriales que
son perfectamente competitivas. Y uno de estos
casos es precisamente el del sector químico y la
fuerte regulación a la que, por razones ambientales, ha estado sujeto. Más adelante examino esta
cuestión. Sin embargo, antes conviene repasar brevemente las líneas básicas del enfoque económico
sobre las prestaciones ambientales.
El enfoque económico sobre las
prestaciones ambientales
La contaminación es una consecuencia de producir bienes y servicios que son necesarios y que los
ciudadanos reclaman. Es, en realidad, un coste del
proceso de producción y, en principio, debería tratarse como tal. Como se ha señalado, la contaminación no se puede eliminar totalmente, porque
esto implicaría prohibir la producción de los bienes
y servicios que la originan, lo que sería extremadamente costoso y, con toda seguridad, inviable
políticamente. El enfoque económico es reconocer
que debemos convivir con la contaminación y buscar la forma de minimizarla sin perder los beneficios de la producción y el consumo de los bienes
y servicios asociados que ésta última conlleva. El
principio general para encontrar el grado óptimo
de contaminación es fácil de entender: la contaminación debe reducirse siempre que el beneficio
marginal de la menor contaminación supere el
coste marginal provocado por los bienes y los servicios asociados no producidos. Naturalmente, el
principio funciona en ambas direcciones: si reducir
la contaminación tiene como consecuencia un coste marginal superior al beneficio marginal, entonces
la actuación no es aconsejable. Obsérvese que el
principio no se formula en términos de magnitudes
totales, sino marginales. Es decir, estamos hablando
de un principio que permite identificar una situación ineficiente y que determina la dirección que
permite mitigar, o incluso eliminar, esta ineficiencia.
El argumento anterior ha sido interpretado en
términos de beneficios y costes privados; es decir, de los beneficios y los costes que recaen en el
agente que produce los bienes que generan la contaminación. Pero las cosas son más complicadas:
a menudo, el agente que genera la contaminación
sólo percibe el beneficio de producir más, pero no
el coste de la contaminación, que recae en otras
personas. Éste es un punto importante. La comparación apropiada no es entre costes y beneficios
privados, sino entre costes y beneficios sociales; es
decir, costes y beneficios que incorporen no sólo
las consecuencias de la acción sobre el agente que
la origina, sino sobre toda la sociedad. Las implicaciones de este giro también son importantes. Si
una parte de los costes o de los beneficios de nues-
tras acciones se va fuera (si hay externalidades,
para utilizar el argot de los economistas), nuestras
decisiones individuales pueden ser ineficientes: la
contaminación puede ser diferente de la óptima.
Las formas de resolver este problema son esencialmente dos: internalizar los costes y beneficios
(es decir, hacer que el agente perciba todas las
consecuencias de su actuación) o regular la actividad en cuestión. Internalizar costes y beneficios
es más difícil de lo que parece, porque requiere
que los derechos de propiedad sobre los bienes
que han sido afectados por la contaminación estén
bien delimitados, y no siempre sucede esto. Si los
derechos de propiedad están bien definidos y si
los afectados son relativamente pocos, en principio
la solución del problema es factible: si la valoración
del perjuicio por parte del propietario del bien
afectado por la contaminación es menor que el beneficio que esta contaminación (mediante la venta
de los productos que lo originan) comporta para el
productor, siempre hay un potencial acuerdo aceptable por ambas partes que elimina el problema.
Esta es la teoría; la realidad es más complicada.
Un ejemplo sencillo puede ayudarnos a entenderlo. Supongamos que un municipio autoriza la
construcción de una planta química en un terreno
rústico de su propiedad alejado del núcleo urbano.
La planta emite una ligera contaminación odorífera
que no tiene ningún efecto sobre las actividades
agrícolas que se desarrollan a su alrededor. Sin
embargo, el posterior aumento de la población
hace que el terreno que rodea a la planta se declare urbano, y al cabo de un período de treinta
años la planta acaba estando rodeada de viviendas.
Quienes han comprado las viviendas lo han hecho
conociendo la existencia de la planta y la ligera
contaminación odorífera. De hecho, este coste se
refleja en el precio de las viviendas que, más allá de
las diferencias por la distancia respecto al centro
de la población, incorpora una reducción significativa debido a la proximidad de la planta química.
Si aquí se acabara la historia, podríamos concluir
que la situación es de equilibrio, en tanto que las
expectativas de cada una de las partes se están
cumpliendo. La empresa química puede llevar a
cabo su actividad industrial en los términos convenidos. Los nuevos vecinos de la planta han comprado
voluntariamente sus viviendas; por lo tanto, debemos
suponer que están conformes con la compensación recibida en la forma de un precio más bajo de
los hogares en cuestión. El ayuntamiento también
está satisfecho porque ha obtenido una buena
plusvalía con toda la operación. Estrictamente,
podríamos decir que no hay ningún problema de
contaminación.
Sin embargo, la historia no se acaba aquí. Los vecinos, que empiezan a tener un peso electoral significativo en el municipio y, por lo tanto, una cierta
capacidad de ejercer presión sobre los partidos
políticos correspondientes, se organizan en contra de la planta y reclaman al ayuntamiento que
cambie la autorización inicial y obligue a la empresa
propietaria a instalar el equipamiento necesario
para eliminar la contaminación odorífera. Ahora sí
que tenemos un problema de contaminación. Las
expectativas de los vecinos sobre sus propiedades
han cambiado y la situación actual no les satisface.
Además, la empresa no tiene una defensa clara de
su posición. La autorización inicial no dice nada respecto a la propiedad de los derechos ambientales
en las inmediaciones de la planta: los derechos de
propiedad de la atmósfera que rodea a la fábrica no
están bien definidos. Si estuvieran bien definidos en
el fondo no importa que fueran de la empresa o de
los vecinos la vía más obvia para resolver el problema sería la negociación. Como no lo están, los vecinos no consideran necesario negociar; simplemente
los reclaman haciendo uso de su peso político. Los
vecinos, en definitiva, están reclamando de la autoridad pública una nueva definición de los derechos de
propiedad sobre las condiciones ambientales de los
alrededores de la planta. Si lo consiguen, habrá una
redistribución de renta en contra de la empresa y en
favor de los vecinos: la empresa deberá soportar el
coste del nuevo equipamiento; los vecinos dejarán
de padecer la contaminación y aumentará el valor
de sus viviendas.
C
Para alcanzar una solución eficiente es fundamental
una definición exacta de los derechos de propiedad.
No importa tanto de quiénes sean estos derechos,
sino el hecho de que estén claramente asignados
a alguien. Naturalmente, que los derechos sean
de una parte o de la otra afecta a la distribución
de la renta.
La definición precisa de los derechos de propiedad
no es el único problema para alcanzar una solución
eficiente. Si en lugar de un colectivo homogéneo
y relativamente pequeño de vecinos, como en el
ejemplo anterior, la contaminación afectara a toda
una región y a un número muy mayor, heterogéneo
y disperso de gente, articular una plataforma de presión o plantear una negociación sería más costoso, o
tal vez imposible. Por otra parte, también se plantea
un problema cuando determinados cambios tecnológicos hacen que aparezcan situaciones nuevas en
las que una parte puede, rápidamente y de forma
muy extensa, o por vías hasta entonces desconocidas, infligir costes no consentidos sobre la otra. En
estos casos, la regulación pública es la forma adecuada de afrontar la cuestión. Las administraciones
públicas son las que deben establecer normas que
limiten el alcance de la contaminación.
La regulación puede emprender dos acciones básicas: restricciones cuantitativas o imposición de tasas. La vía de las restricciones cuantitativas es la más
habitual y sencilla de aplicar, pero no siempre la más
adecuada. Este método normalmente no minimiza
el coste unitario de la reducción de contaminación,
ya que no ofrece ningún incentivo a los agentes para
buscar y adoptar la forma más económica de hacerlo. Tampoco garantiza que los límites sean los que
se corresponden con los niveles óptimos de contaminación. Para ser adecuada, una política de límites
cuantitativos necesitaría un volumen de información
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E
La responsabilidad social de la industria química
Antoni Zabalza
respecto a los procesos productivos que las administraciones públicas simplemente no tienen. Esta
falta de información se evidencia, en par te, en
el caso de los impuestos. La Administración no
sabe cuál es el coste de reducir la contaminación de un producto determinado; un impuesto introduce un coste adicional a la producción
de determinados productos, o a la emisión de
determinados contaminantes, que inducen al
productor, que es quien tiene la información,
a adoptar medidas de restricción mediante un
descenso de la producción o la introducción
de mecanismos mitigadores de las emisiones de
la forma más eficiente posible. Evidentemente,
para fijar los impuestos adecuados también se
necesita información. Si el impuesto fuera igual al
coste que la contaminación carga sobre terceros,
la regulación sería perfecta, ya que la externalidad
derivada de la producción habría sido totalmente internalizada por el productor. En la práctica,
esta circunstancia se da muy pocas veces.
No todas las formas de actuar se corresponden
con los dos casos puros acabados de analizar.
Una forma mixta que se ha conver tido en frecuente en los últimos años es la de combinar
restricciones cuantitativas con elementos que
representen un incentivo. El mecanismo de comercio de derechos de emisión de gases de efecto de invernadero que se ha puesto en marcha
en la Unión Europea es un ejemplo de ello. 3 El
sistema incorpora elementos de restricciones
cuantitativas en la medida en que la distribución inicial de derechos de emisión se ha llevado
a cabo en términos de volúmenes de producción
existentes y otros criterios. Pero el hecho de
que estos derechos puedan ser, después, negociados en un mercado formal permite otorgarles
un valor que actúa como referencia para ordenar
el compor tamiento de los agentes productores.
Su precio depende del número de derechos inicialmente asignados respecto a la producción inicial y
a la demanda y la oferta de estos derechos que
el mercado genera, tras las que se encuentran las
decisiones de producir, respectivamente, más
o menos que en la situación inicial de referencia.
Cómo quedarán asignados finalmente los derechos
dependerá del comportamiento de los productores. A un determinado precio, los derechos irán
a parar a los fabricantes que incluso después de soportar el precio del derecho puedan obtener un
beneficio, y saldrán de aquellos que tendrían pérdidas si pagasen el derecho. El volumen de derechos
inicialmente puestos en el mercado determina la
reducción global de las emisiones; las transacciones
posteriores de estos derechos determinan que,
como resultado del comportamiento de los propios productores, esta reducción se lleve a cabo
a través de los productos de menos valor añadido, o de las instalaciones menos productivas, y que
esto sea compatible con el aumento del volumen
de los productos más rentables y el incremento
de utilización de las instalaciones más eficientes.
El mecanismo, en definitiva, lleva a una asignación
coherente con el principio de eficiencia.
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El sector químico
¿Cuáles son los retos a los que, en vista de las consideraciones anteriores, se enfrenta el sector químico en materia ambiental? Ésta es la cuestión central
de este artículo. Sin embargo, antes de abordarla es pertinente hacer una breve descripción del
sector químico español. No se trata tanto de un
análisis en profundidad, sino de cuatro pinceladas
(exactamente cuatro) con la intención de poner de
relieve la importancia de este sector y algunas de
sus características, que no son muy conocidas.
La primera pincelada quiere recordar que estamos
hablando de un sector muy importante desde el
punto de vista de generación de riqueza. Concretamente, genera el 11,3 % del producto industrial
bruto español (el 44 % de éste se produce en Cataluña) y exporta casi la mitad de la producción.
De hecho, el sector químico es, tras el sector del
automóvil, el segundo exportador más grande de
la economía española.
La segunda pincelada se refiere a que el sector
químico es un gran generador de empleo estable.
A pesar de ser un sector muy intensivo en capital, emplea directamente a 167.600 trabajadores y
genera en torno a 500.000 empleos si contabilizamos también el empleo indirecto e inducido. Pero
lo realmente destacable es la estabilidad de este
empleo. En este sentido, debe mencionarse que la
tasa de temporalidad laboral en el sector del turismo es del 40 %; en el conjunto de la economía,
del 35 %; y en la totalidad del sector industrial, del
25 % . A diferencia de estos sectores, en el sector
químico la temporalidad es sólo del 9 % . 4
La tercera pincelada quiere destacar que la industria química es un sector innovador. Entre el 2005
y el 2009, el sector invirtió en investigación, desarrollo e innovación unos 4.320 millones de euros,
lo que representa más de una cuarta parte del total de la inversión de la industria española en esta
materia, y empleó al 20,2 % de los investigadores
contratados por la industria española.
La cuarta y última pincelada pretende incidir en
que el sector químico no es, contrariamente a lo
que se piensa, un sector de grandes empresas multinacionales. En términos de número y dimensión,
el sector químico es fundamentalmente un sector
de pequeñas y medianas empresas. Concretamente, el 85 % de las empresas químicas españolas tienen menos de cincuenta trabajadores.
Así pues, estamos hablando de un sector que creo
que, legítimamente, puede considerarse importante para nuestra economía, que ha contribuido de
forma decisiva a la modernización de la industria y
que es líder en materia de innovación tecnológica.
Pues bien, este sector es también un sector que,
a pesar de la plena exposición a la competencia
internacional, está siendo sometido a una rigurosa
actuación reguladora por parte de las administraciones públicas, que incide significativamente en su
competitividad y plantea retos importantes con
vistas al futuro. A título de ejemplo, y sin ninguna pretensión de ser exhaustivo, voy a considerar
en este artículo tres de estos retos: el Reglamento
REACH, el cambio climático y la huella de carbono
del sector químico.
El REACH
El primer punto es la generación constante de
normas reguladoras cada vez más exigentes procedentes de la Unión Europea, que no tienen contrapartida en otros países. Es poco comprensible que
estas normas, que, dada su naturaleza unilateral,
objetivamente restringen y limitan la capacidad
competitiva del sector, vengan de nuestras propias
instituciones comunitarias.
Un ejemplo paradigmático, aunque no el único,
es el REACH, el nuevo y vasto procedimiento
de registro, evaluación y autorización de productos químicos en Europa. La industria química está
de acuerdo con que exista información pública
sobre las características y los riesgos potenciales
de las sustancias químicas, y que la producción y la
importación de estas sustancias estén sometidas a
un procedimiento de registro, e incluso, en el caso
de las sustancias que presentan más riesgo, a un
procedimiento de autorización. De hecho, el sector ha colaborado muy intensamente en el proceso
de elaboración de esta norma y creemos que el
resultado final es significativamente mejor que las
propuestas inicialmente avanzadas por la Comisión
Europea.
Ahora bien, que estos objetivos se hayan planteado
haciendo tábula rasa de todos los procedimientos
anteriores de control de sustancias químicas; que
el registro afecte a unas 30.000 sustancias, para
cuya gran mayoría deberá llevarse a cabo un largo y
costoso proceso de pruebas de laboratorio; que el
registro, la evaluación y la autorización se refieran
no sólo a la sustancia, sino también al productor (lo
que puede representar, en muchos casos, la múltiple repetición del procedimiento para una misma
sustancia, salvo que se haga de manera consorciada
por un grupo de empresas) y, por último, que para
encauzar todo esto se haya tenido que crear una
nueva agencia reguladora, que ocupa a 456 personas, es, en suma, una operación de tal envergadura
que dudo de que los beneficios que se deriven de
este procedimiento puedan compensar los costes
de ponerlo en marcha.
Estos son los costes directos de la operación. Hay
también costes inducidos, que en algunos casos
pueden ser tan elevados como los directos, o incluso más. Para las empresas pequeñas o medianas (y antes he hecho hincapié en que hay muchas
pymes en el sector químico), particularmente si
éstas tienen una cartera amplia de especialidades,
el cumplimiento del REACH puede representar
unos costes muy importantes en términos relativos, que pueden poner en peligro su viabilidad
económica.
Para hacer frente a todo ello, la Federación Empresarial Catalana del Sector Químico (FedeQuim),
en colaboración con la Generalitat de Catalunya,
el Colegio de Ingenieros Industriales de Cataluña
y el IQS, puso en marcha un sistema de asistencia
e información denominado InfoREACH que sirve
para ayudar a las empresas a cumplir los requisitos exigidos por el REACH. Ésta es una iniciativa
pionera en el mercado español, que naturalmente
servirá de ejemplo para otras actuaciones similares
en el ámbito nacional.
cumpliendo con creces los compromisos adquiridos por nuestro país. La previsión general y actual
para todos los sectores es que, aun considerando
los objetivos establecidos por España (incremento
máximo de las emisiones del 15 % respecto a los
niveles de 1990), acabaremos incrementando las
emisiones por encima del 30 % (en el 2009, el incremento ya era del 26,8 %). Por el contrario, para
este mismo período, se prevé que el sector químico no sólo va a cumplir el objetivo establecido, sino
que reducirá sus emisiones por encima del 50 % . 5
Por otra parte, el efecto del REACH sobre la competitividad internacional de la industria química
europea está pendiente de evaluar. Sin embargo,
las estimaciones realizadas por el sector y las empresas de consultoría calculan que la aplicación
del REACH tendrá un coste de entre un 0,25 %
y un 3 % de la cifra de negocios de las empresas,
dependiendo de cada empresa, lo que supone un
coste de entre 1.000 y 15.000 millones de euros
para el conjunto del sector químico europeo. Para
empezar, sabemos que estos son costes adicionales
que nuestros competidores americanos y asiáticos
no tendrán que soportar. Es cierto que el procedimiento es aplicable también a aquellas empresas
no europeas que exporten sus productos a Europa.
Sin embargo, si en lugar de exportarlos directamente, los exportan incorporados como materia
prima de productos manufacturados, la sustancia
en cuestión habrá entrado en Europa soportando
unos costes más bajos que los de los productores
europeos. Incluso puede suceder que sustancias
que no han sido autorizadas por el REACH acaben
circulando y siendo consumidas en Europa como
componentes de productos importados. En ambos
casos es evidente que se introduce un incentivo
a la deslocalización fuera de Europa de empresas
manufactureras que utilizan productos químicos.
El resultado más probable de esta iniciativa será
que la perseguida ganancia de seguridad quedará
extremadamente difuminada, si no eliminada, pero
la pérdida de competitividad será clara y evidente.
Con esto no quiero concluir ni mucho menos
que el comportamiento de otros sectores de la
economía española en este aspecto sea criticable. Simplemente dejo constancia del esfuerzo
realizado por el sector químico en la reducción
de las emisiones de GEI, que, de hecho, y esto es
lo que importa, no es muy diferente de las mejoras obtenidas en otros parámetros ambientales.
Concretamente, y como pone de manifiesto el
último informe del programa Responsible Care
para la protección del medio ambiente, desde el
inicio de su aplicación en 1993 hasta el año 2005
las empresas químicas han reducido sus emisiones
en un 56 % y los vertidos en un 84 % por cada
tonelada producida. Coherentemente con estos
resultados, no debería sorprender que el 18,9 % del
volumen invertido en España en materia ambiental provenga del sector químico, que entre el 2004
y el 2008 representó 2.103 millones de euros.
El ejemplo del REACH es paradigmático porque
una de sus características―la contundencia y el
alcance con los que se diseña y aplica― es compartida por prácticamente todas las regulaciones
en materia ambiental. El enfoque gradual, con los
análisis de los costes y los beneficios de cada una
de las normas aplicadas correspondientes, no es
evidentemente la característica distintiva de la política ambiental europea.
Esto me lleva al segundo reto que quiero tratar en
este artículo: la cuestión del cambio climático y la
política de limitación de emisiones de dióxido de carbono y otros gases de efecto de invernadero (GEI).
Cambio climático
Para empezar, es importante señalar que, en cuanto a la limitación de las emisiones de GEI que se
deriva del Protocolo de Kioto, inicialmente para el
período 1990-2012, el sector químico español está
En materia de cambio climático, la contundencia
y el alcance absoluto que suele caracterizar a las
normas ambientales se dan de manera extrema.
Parece como si en este caso la reducción de las
emisiones en una determinada magnitud fuera el
único objetivo existente; y como si este objetivo
debiera lograrse de la forma más rápida posible
y a cualquier coste. Pero está claro que, cuando
éste es el enfoque, cuando se quiere que toda
la atención de la sociedad se oriente hacia una
sola dirección, dejando de lado otros problemas
y otras necesidades, ya no estamos hablando de
una cuestión técnica o económica, ni siquiera
de una cuestión política, tal y como este término
se entiende en una sociedad democrática. Estamos hablando de algo esencialmente diferente;
de algo que tiene más que ver con una cruzada
ideológica que con un problema de asignación de
recursos escasos a objetivos alternativos.
He señalado más arriba que, con independencia de
que me sienta satisfecho de las mejoras del sector
químico, no quisiera de ningún modo hacer un juicio de valor sobre el desvío al alza de las emisiones
globales españolas. Y no quisiera hacerlo porque
creo que estamos ante una cuestión controvertida
y delicada.
Controvertida porque no está cien por cien claro
que la Tierra se esté calentando y que este calentamiento sea consecuencia de la acción del hombre. Sabemos algunas cosas de forma contrastada
y científica, pero son hechos parciales que todavía
parecen insuficientes para formarse una idea clara
y definitiva de lo que está pasando. Sabemos que la
temperatura media de la Tierra ha aumentado a lo
largo del último siglo y que el aumento ha sido de
menos de un grado. Ahora bien, ni este aumento
ha sido sostenido (la temperatura media subió de
1920 a 1940, bajó de los años cuarenta a los años
setenta, volvió a subir de los setenta a 1998, y desde entonces permanece prácticamente estable), ni
la perspectiva temporal es suficientemente larga
para estar seguros de si este patrón forma parte
de la variación natural climática de la Tierra o si
el aumento de menos de un grado está marcando
una nueva tendencia histórica.
C
Por otra parte, sabemos que el nivel de dióxido
de carbono en la atmósfera ha aumentado, que el
dióxido de carbono retiene rayos infrarrojos y que,
por lo tanto, en principio la emisión de éste y otros
gases similares podría contribuir al calentamiento
de la Tierra. Pero la relación causa-efecto entre la
emisión de dióxido de carbono y el calentamiento
no se ha podido establecer empíricamente y de
momento se basa en modelos puramente teóricos. Dicho de un modo más sencillo: sabemos que
la emisión de gases de efecto invernadero no es
buena, pero no sabemos si es lo suficientemente
importante como para tener un efecto sobre la
temperatura de la Tierra, cuya tendencia, por otra
parte, tampoco podemos establecer con certeza.
¿Podemos concluir, según esta evidencia, que la
acción del hombre está haciendo aumentar la temperatura de la Tierra? Aquí hay respuestas para
todos los gustos. Hay científicos que ni siquiera
creen que la Tierra se esté calentando; hay otros
que piensan que se puede estar calentando, pero
que, en comparación con otros efectos naturales,
la acción del hombre no es significativa; los hay
que opinan que hay un calentamiento que no se
puede explicar y, por eliminación, lo atribuyen a la
acción del hombre; finalmente, hay científicos que
realmente piensan que la Tierra se está calentando y que la acción del hombre es la causa de este
calentamiento. Naturalmente, no estoy en condiciones de evaluar las distintas posiciones, pero sí de
constatar que el acuerdo está lejos de ser unánime.
Los números que debemos retener son los siguientes: medida en términos de partes por millón (ppm), se estima que, antes de la revolución
industrial (hacia el 1750), la concentración de GEI
en la atmósfera era de 280 ppm; en el 2006, la concentración era de 380 ppm. Por lo tanto, durante
los últimos 250 años los GEI han aumentado en
torno al 0,1 % por año. Evidentemente, éste es el
crecimiento medio en un período muy largo. Si nos
acercamos un poco más al momento actual vemos
que la concentración crece cada vez más rápidamente. Desde 1956 hasta el 2006, la concentración
ha pasado de 315 ppm a 380 ppm; es decir, una
tasa media de crecimiento anual de casi el 0,4 % . En
estos momentos, el aumento es aproximadamente
del 0,5 % por año. 6 Sobre estas cifras no hay ninguna disputa. Las predicciones, naturalmente, ya son
más hipotéticas, pero el orden de las magnitudes y
53
E
La responsabilidad social de la industria química
Antoni Zabalza
las relaciones entre tasas de crecimiento y niveles
de concentración no ofrecen muchas dudas: si se
mantuviera constante la tasa de crecimiento actual
del 0,5 %, el carbono en la atmósfera se duplicaría
en unos 140 años. Y si la tasa fuera del 0,7 %, éste se
duplicaría en 100 años.
La concentración de carbono en la atmósfera es un
hecho insoslayable. Ahora bien, ¿qué efecto tiene
esta concentración sobre al calentamiento de la Tierra? En 1979, un comité de la Academia Nacional de
Ciencias de los Estados Unidos (NAS, por sus siglas
en inglés) estimó que una duplicación de la concentración de GEI en la atmósfera tendría como consecuencia un aumento de la temperatura de 3 grados
centígrados, con un margen de error de +/− 1,5
grados. En 1982, otro comité de la misma academia
confirmó la estimación anterior. Estimaciones posteriores están básicamente de acuerdo con este resultado. Entre éstas, debe destacarse el último informe
(2007) del Grupo Intergubernamental de Expertos
sobre el Cambio Climático (GIECC, o IPPC por sus
siglas en inglés), que predice, con márgenes de error
similares a los de la NAS, que en el año 2100 la temperatura media de la Tierra habrá aumentado 2,6
grados respecto a la actual.7
Lo primero que quisiera señalar sobre estas
estimaciones es el alto grado de incertidumbre
que les rodea. Estamos hablando de estimaciones que van desde incrementos de 1,5 hasta 4,5
grados: el valor máximo del rango triplica el valor mínimo. El segundo punto es que ninguno de
los modelos utilizados predice cambios drásticos.
Estamos hablando de cambios graduales, a lo largo de períodos muy largos. El tercer punto es que
las estimaciones son de incrementos medios de
temperatura. Cómo se trasladará este aumento
a un cambio de clima es una cuestión compleja,
en la que intervienen otros muchos factores y sobre la que los propios científicos suelen mostrar
mucha más cautela a la hora de hacer predicciones. Las predicciones, consideradas por lo que
estrictamente dicen, apuntan a un aumento de la
temperatura gradual a lo largo del siglo, que de
media podría exceder en dos grados y medio la
temperatura actual, pero que también se podría
quedar en torno a un grado, una situación no muy
distinta de lo que ha sucedido en el siglo xx . Qué
pasará en términos de clima ya es más incierto.
Algunas áreas serán más cálidas y otras menos
frías. En términos de esperanza de vida, éste no
parece un cambio insoportable: en la actualidad
(incluyendo a los países avanzados) muere más
gente por exceso de frío que de calor. 8 En términos de movimientos migratorios, el cambio
tampoco parece muy significativo si lo comparamos con las grandes oleadas migratorias de los
siglos xix y, particularmente, del xx . En términos
de capacidad productiva, el efecto de un cambio
de esta magnitud sería nulo para los países avanzados, pero puede ser significativo para los países
en vías de desarrollo, mucho más dependientes
de la agricultura. Finalmente, en la actualidad, la
capacidad de adaptación a un clima más cálido es
54
muy importante, pese a que debe reconocerse
que esta capacidad varía significativamente entre
los países avanzados y los que no lo son.9
He señalado anteriormente de que el cambio climático, además de ser una cuestión controvertida,
es una cuestión delicada. Y lo es porque, sobre la
base de la evidencia que acabo de repasar, se está
configurando (con el apoyo de los estamentos políticos de muchos países) una plataforma ideológica
orientada a promover la necesidad de actuaciones
muy inmediatas y de mucha envergadura (y, por lo
tanto, de un coste considerable) para hacer frente
a un cambio de naturaleza gradual, de una magnitud que no debe de ser muy diferente a la de
otros cambios experimentados en el pasado, y que
en cualquier caso está sometido a un notable grado de incertidumbre respecto a su alcance. Esto
plantea, como argumentaré, dificultades éticas
extremadamente importantes. No dispongo del
espacio ni de la capacidad para profundizar en estas dificultades, pero sí que quisiera hacer un par de
comentarios para poner de relieve que no se trata
de una cuestión filosófica; se trata de dificultades
éticas muy reales, muy cercanas y que pueden tener
consecuencias significativas.
Por ejemplo, el acuerdo de la Unión Europea en
el marco del Protocolo de Kioto establece para
el 2012 que Alemania tendrá más derechos de
emisión por habitante que España. El argumento
que ha llevado a este acuerdo es muy sencillo:
Alemania tiene una base industrial mayor que la
de España; su nivel histórico de emisiones también es mayor; por lo tanto, aunque se le haya
pedido en el período 1990-2012 una contención
más fuerte que en España, su nivel final de derechos de emisión será, por habitante, superior al
nuestro. ¿Es esto justo? Es difícil y subjetivo hablar
de justicia, pero debe admitirse que, como mínimo,
es un poco chocante. En esencia, esto significa
que, ceteris paribus y a causa de este acuerdo,
España no puede aspirar a desarrollarse industrialmente hasta los niveles alcanzados por Alemania.
O, mejor dicho, puede aspirar a estos niveles pero
pagando; es decir, comprando derechos de emisión en el mercado.
Éste es naturalmente un ejemplo menor y anecdótico, pero en esencia no del todo diferente
a los dilemas éticos que se plantean cuando los países desarrollados quieren obligar a China, la India
o cualquier otro país en vías de desarrollo a frenar
de forma significativa su proceso de industrialización con el argumento de que la Tierra se está
calentando. Esto nos lleva a otra característica del
cambio climático que radica en la base de las dificultades con las que los gobiernos se encuentran a
la hora de diseñar una política eficaz para controlar
las emisiones de GEI. El fenómeno es de carácter
totalmente global. Nuestras emisiones afectan
a todos los países del mundo y las emisiones de
cualquier país, por alejado que esté de nosotros,
nos afectan a todos. Una política eficaz deberá ser,
necesariamente, una política global.
Otro ejemplo. El Informe Stern,10 encargado por el
Gobierno británico, y que se presentó con un gran
despliegue mediático, propone la necesidad de actuar de manera inmediata y contundente, con un
gasto anual de cerca del 1 % del PIB mundial, para
evitar unos costes potenciales del cambio climático
que, según estima el informe, pueden llegar a ser
del 5 % al 20 % del PIB.
Dejando de lado la fiabilidad de estos costes verdaderamente catastróficos, un gasto anual del 1 %
del PIB mundial es un gasto muy considerable. La
pregunta clave aquí es la siguiente: ¿tan ciertos son
los costes futuros que se quieren evitar para asumir ahora este sacrificio tan grande? Y la respuesta
naturalmente depende de qué criterios utilizamos
para comparar el bienestar de la generación presente con el bienestar de las generaciones futuras.
O, por decirlo en términos más técnicos, depende
de la tasa de descuento que se utilice para homogeneizar valores presentes y futuros. La tasa de
descuento que el Informe Stern utiliza es extremadamente baja, lo que implica que, en las valoraciones de este informe, las generaciones futuras son
prácticamente tratadas como si ya estuvieran aquí,
entre nosotros. Pero evidentemente esto no es así.
Las generaciones futuras serán más ricas que nosotros, tendrán más posibilidades a su alcance y es
muy probable, incluso, que cuenten con tecnologías hoy desconocidas y vastamente más eficientes
que las actuales en materia de eficiencia energética
y de emisiones de dióxido de carbono.
Por lo tanto, el dilema ético lo tenemos servido:
¿es justo reducir ahora nuestro bienestar y retrasar el desarrollo de los países más pobres a causa
de un problema cuya certeza y magnitud no están
contrastadas, para beneficiar a unas generaciones
futuras que tal vez tengan medios infinitamente
mejores que los nuestros para luchar contra el
cambio climático?
Debo confesar que no tengo claro cuál es la respuesta a este tipo de preguntas y que, por lo tanto, me sorprende que otros, como los autores del
Informe Stern, vean las cosas de forma tan clarividente para arrojar con una seguridad aplastante
propuestas que si se acaban aplicando pueden tener efectos muy negativos para el bienestar actual.
Dicho esto, tampoco quisiera que estas reflexiones
fueran mal interpretadas. Tomar medidas que limiten las emisiones es seguramente una estrategia
correcta; pero también lo es actuar con cautela y
moderación, y reconocer que hay otros objetivos
referidos al bienestar de la generación actual que
también deben tenerse en cuenta.
La huella de carbono del sector químico
Un ejemplo de esta cautela y moderación lo da el
sector químico. Ya he destacado más arriba la diligencia del sector en cuanto al cumplimiento de
los requisitos de emisión de GEI del acuerdo de la
Unión Europea en el marco del Protocolo de Kioto.
Ahora quisiera destacar otro aspecto, de una gran
trascendencia práctica pero totalmente desconocido por el gran público. La fabricación de productos
químicos tiene dos efectos sobre las emisiones de
GEI. Por una parte, la producción en sí conlleva la
emisión de GEI, pero, por la otra, el uso de muchos
de estos productos permite una reducción significativa del volumen global de emisiones de GEI.
Y lo que es más importante: en el cómputo global de los productos que fabrica el sector químico,
la reducción de emisiones es superior al volumen
emitido durante la producción. Dos ejemplos serán suficientes para ver de qué estamos hablando.
Todos los productos químicos que mejoran el aislamiento de los viviendas (espumas y foam entre
paredes, PVC para cierres y ventanas, etc.) tienen
un impacto significativo en el gasto de energía por
refrigeración o calefacción. Los plásticos utilizados
en automóviles reducen el peso y, por lo tanto, el
consumo de combustible. En ambos casos se produce un claro ahorro de energía y, por lo tanto, de
emisiones de GEI, que en rigor debe contabilizarse
a la hora de medir el impacto de la industria química sobre las emisiones de GEI.
El Consejo Internacional de Asociaciones Químicas (ICCA, por sus siglas en inglés), en la línea del
programa Responsible Care, del que es promotor
y coordinador mundial, ha encargado un estudio
sobre esta cuestión, del que ya tenemos resultados
preliminares. El programa Responsible Care obliga
a la industria química mundial a un proceso continuo de mejora en todos los aspectos referidos a la
salud, la seguridad y las prestaciones ambientales.
Y es en este sentido que la industria química asume
su responsabilidad para contribuir a la mitigación
del calentamiento de la Tierra. En particular, los
objetivos son reducir las emisiones propias de GEI
a través de la mejora de sus procesos productivos,
y promover el uso de productos químicos que generen una emisión neta negativa de GEI a lo largo
de toda su cadena de valor.
El estudio en cuestión desarrolla una metodología
denominada «CO2e life cycle analysis», que permite
medir las emisiones netas asociadas a la producción
de la industria química. El estudio tiene en cuenta
todas las emisiones de la industria y, para medir
el ahorro de emisiones, aplica esta metodología
a más de cien productos que cubren la práctica totalidad de los productos cuyo uso permite ahorrar
emisiones. El ahorro se mide comparando las emisiones de la industria química en la fabricación del
producto en cuestión con las que se producirían
aplicando la mejor alternativa no química que preservase el actual estilo de vida de nuestra sociedad.
El estudio abarca un campo muy amplio y avanza
predicciones basadas en escenarios alternativos que
tienen un gran valor informativo y prospectivo. Sin
embargo, lo que aquí interesa es la evaluación del impacto neto actual. En el 2005, las emisiones de GEI
del sector químico mundial fueron de 3.300 millones
de toneladas de CO2 eq (unidades equivalentes de
CO2) con un margen de error de +/− 25 %. De estas
emisiones, 2.100 millones de toneladas son atribui-
bles a los procesos de producción propiamente dichos, y los 1.200 millones restantes, a la fase de extracción de las materias primas y del fuel utilizado,
y a la eliminación de residuos y de los productos al
final de su vida útil. Por otra parte, el ahorro bruto
de emisiones fue de 8.500 millones de toneladas.11
Es decir, de acuerdo con este estudio, en el 2005
el sector químico mundial contribuyó a ahorrar
en términos netos 5.200 millones de toneladas de
emisiones de GEI. El estudio proporciona el resultado en términos de la tasa bruta de ahorro: cada
tonelada de GEI emitida por el sector químico permitió el ahorro de 2,6 toneladas de emisiones por
la vía de los productos y las tecnologías que este
sector proporciona a otras industrias o consumidores finales.
Sin duda, estas cifras están sujetas al margen de
error detallado más arriba y a los supuestos empleados para evaluar los ahorros. No obstante, son
cifras impresionantes que permiten ver la actividad
del sector químico desde una perspectiva totalmente diferente y ciertamente esperanzadora.
Las aplicaciones químicas que, según este estudio,
generan más ahorro son el aislamiento de edificios
y viviendas (un 40 % del ahorro identificado) y una
serie de productos con contribuciones menores,
que por orden de importancia son: fertilizantes
y protección de cosechas, iluminación, embalaje,
textiles sintéticos, automóviles, detergentes de
baja temperatura, eficiencia de motores y tuberías
de plástico.
La política energética europea
El último aspecto que quiero tratar en este artículo es la política energética europea y el aumento significativo de costes que en los últimos años
el sector ha debido soportar en materia de gas
y electricidad. El problema en este caso es que,
pese a que la energía es un input fundamental de
la actividad industrial, cuya generación origina un
volumen importante de emisiones de GEI, el mercado europeo de la energía no existe como tal.
En el año 1992 se puso en marcha el mercado único europeo. En la actualidad, quince años después,
este mercado único es una realidad para todos los
productos menos para la energía y, en particular,
para la electricidad. En este último caso, nos encontramos con una serie de mercados nacionales
estancos, sin conexión significativa entre sí, a menudo dominados por muy pocos proveedores y
con precios diferentes de un país a otro.
Éste es un problema importante porque distorsiona
gravemente no sólo la competencia, sino también
la eficiencia con que los recursos se asignan. En
un mercado único los productos y las materias
primas deben poder circular sin ningún impedimento; todos los productores deben disfrutar de
las mismas condiciones, tanto en relación con sus
outputs como con sus inputs. Pues bien, en Europa, y en España en particular, estas condiciones
no se cumplen. En España, la gran industria básica,
que es una gran consumidora de electricidad, debe
trabajar en condiciones de rabiosa competencia internacional en cuanto a sus productos y, en cambio,
no puede disfrutar de las mismas condiciones de
abastecimiento que sus competidores europeos en
cuanto a un input tan importante como la electricidad. Concretamente, si no estamos de acuerdo
con el precio del megavatio hora, no tenemos la
posibilidad de buscar otros proveedores más allá
de nuestras fronteras, porque simplemente no hay
posibilidad física significativa de transportar electricidad desde la red europea hasta el mercado
peninsular.
C
Ésta es una situación reconocida tanto por el Gobierno español como por las autoridades comunitarias,
que implica ineficiencias importantes en cuanto a la
cuestión que aquí nos ocupa. Idealmente, lo que
quisiéramos es que la producción europea de electricidad se hiciera con las técnicas más eficientes y
que, por lo tanto, sujeta a esta eficiencia, se minimizasen las emisiones de GEI. Esto no lo puede lograr
un mercado segmentado como el europeo, en el
que la protección comercial inherente permite la
explotación continua de técnicas de generación
poco eficientes y poco respetuosas con el medio
ambiente. Si tenemos en cuenta que la generación
de electricidad es, tras el transporte, el sector industrial con más emisiones, es fácil ver la urgencia
de ordenar las condiciones de competencia de esta
actividad.
Las autoridades comunitarias, que son las que tienen la responsabilidad del mercado único europeo,
además de reconocer el problema han hecho muy
poca cosa para resolverlo, dado que la energía es
competencia de los Estados miembros. Hasta ahora, los distintos paquetes de medidas encaminadas
a la construcción de este mercado único, y en
particular los propósitos de aumentar de forma significativa la capacidad de la conexión entre España y
Francia, se han quedado en palabras. Todas las propuestas se han estrellado contra la resistencia de los
gobiernos nacionales para mantener el statu quo, y
por el momento es evidente que la resolución del
Consejo europeo de ministros de energía de lograr
una capacidad de interconexión de, como mínimo,
el 10 % del mercado antes del 2012, no se cumplirá.
Tras el intento fallido de aprobar una constitución
europea, la incapacidad de crear un mercado europeo de la electricidad es quizá el segundo fracaso
más importante de la Unión Europea.
Además de las ineficiencias propias de esta situación
de mercados estancos, las empresas generadoras se enfrentan a impedimentos significativos a
la hora de adoptar la tecnología que se considere
más adecuada. En este caso la culpa no la podemos
atribuir a Bruselas, lo que debe reconocerse que
es un recurso cómodo para todos, sino que debemos situarla en los Estados miembros que han
prohibido la tecnología nuclear: la manera más económica y ecológicamente más limpia de producir
electricidad está cerrada o fuertemente limitada en
muchos países de la Unión, entre ellos España.12
55
E
La responsabilidad social de la industria química
Antoni Zabalza
En una Europa donde la dependencia externa en
materia de energía es muy frágil y casi total, esta
situación es difícil de explicar. El apoyo de los estamentos políticos de algunos países a las posiciones
de los movimientos antinucleares hace unas décadas
y la consiguiente pedagogía política que entonces se
hizo a la ciudadanía nos ha llevado a una situación que
no tiene una solución fácil, ya que hoy en día, aceptémoslo, la opinión mayoritaria está en contra de la
energía nuclear. Ahora bien, nos ha llevado también
a una situación ante la que no podemos permanecer
impasibles.
El debate nuclear debe volverse a abrir en todas
las dimensiones, sin límites ni ideas preconcebidas y
cuanto antes, y debemos estar preparados para asumir todas las consecuencias. No hacerlo es ignorar
una forma eficaz de luchar contra el cambio climático. No puede ser que la energía nuclear, que no
genera emisiones de gases de efecto de invernadero,
cuyo coste es muy económico, que permite una independencia significativa de las turbulencias que hoy
afectan al marco geopolítico mundial y respecto a la
que se han hecho enormes avances en materia de
seguridad y almacenamiento de residuos, sea hoy
considerada por una gran parte de la clase política
española como un tema tabú.
....................................................
Referencias
1
No hay traducción castellana (ni catalana) de la denominación de este programa. La denominación anterior, Compromisos para el Progreso, fue abandonada hace unos años
en favor de la denominación inglesa original para dotar al
programa de una homogeneidad nominal en todos los países donde se aplica.
2
Estoy dejando de lado en este artículo los efectos de
la actual crisis económica, que espero que serán de naturaleza coyuntural, aunque no puedo estar totalmente
seguro.
3
Más adelante se analiza la cuestión del cambio climático.
4
Excepto las tasas de temporalidad, que se refieren al
2009, el resto de cifras corresponden al año 2010.
5
Véase Inventario de emisiones de gases de efecto invernadero de España e información adicional. Años 1990-2009,
editado por la Secretaría de Estado de Cambio Climático
del Ministerio de Medio Ambiente y Medio Rural y Marino, en abril del 2011.
6
Véase Dow, K.; Downing, T. E. The Atlas of Climate Change.
Mapping the World’s Greatest Challenge, Myriad Editions,
Londres, 2007, y Schelling,T. C. «Some Economics of Global Warming», American Economic Review, 82:1-14, 1992.
7
IPCC, Climate Change 2007: WGI: Impacts, Adaptation
and Vulnerability, Cambridge University Press, Cambridge,
2007.
8
Véase Lomborg, B. En frío. La guía del ecologista escéptico
para el cambio climático, Espasa Calpe, Madrid, 2008.
9
Véase Schelling, T. C. Op. cit.
10
The Economics of Climate Change. The Stern Review, Cambridge University Press, Cambridge, 2007.
11
El estudio considera también el caso de los ahorros cuando se excluyen los fertilizantes químicos y los protectores de cosechas. En este caso, los ahorros brutos son de
6.900 millones de toneladas.
12
Soy consciente de que tras el incidente de la central de
Fukushima, en Japón, esta afirmación puede sorprender al
lector. Sin embargo, los problemas de Fukushima pertenecen más a los efectos del tsunami y al diseño particular
de la planta que a la tecnología nuclear per se. También es oportuno señalar que, justo en la fase de revisión
de la versión final de este artículo, se ha producido una
explosión en el centro del almacenamiento de residuos
nucleares de Marcoule (Francia), aparentemente causada
por el mal funcionamiento de las instalaciones del centro.
Ambos son incidentes puntuales, relacionados con cuestiones ajenas a la tecnología nuclear que, en opinión del
autor, no invalidan el argumento del texto.
Conclusiones
La actividad industrial sigue y seguirá siendo importante para Cataluña, porque crea valor y proporciona
empleo de calidad. Y dentro de esta actividad industrial, el sector químico es un ejemplo bastante claro,
no sólo de contribución a la salud, la prosperidad y
el bienestar de todos los ciudadanos, sino también
de capacidad de adaptación a nuevos entornos de
competencia y a nuevas normas reguladoras.
Espero que los argumentos y los datos aportados
en este artículo hayan sido suficientes para ilustrar
el inmenso esfuerzo inversor que el sector está llevando a cabo en materia ambiental y en desarrollo
sostenible, y también para persuadir al lector de la
necesidad de cautela y prudencia en la adopción de
medidas reguladoras y políticas para luchar contra el
cambio climático por parte de nuestras administraciones públicas.
No estoy seguro de haber explicado adecuadamente
cuáles son las bases morales del comportamiento de
la industria química, ni sé con certeza si las expectativas de la mirada ética que el título prometía han
sido satisfechas. Es una ética muy particular la que he
utilizado en esta nota: la ética de la eficiencia económica, del respeto a la libertad de contratar, de la
convicción de que los efectos de la regulación sobre
la distribución de la renta son importantes, y de la
necesidad de contraponer los costes y los beneficios
de nuestras actuaciones. Una ética que mira hacia
el comportamiento individual, pero que no rehúye
las implicaciones sociales de este comportamiento,
y que valora de forma prominente el progreso y el
bienestar de los ciudadanos. Una ética que puede ser
útil para reflexionar sobre el medio ambiente.
56
L
MIRADA LEGISLATIVA
El Reglamento REACH:
¿una oportunidad para la
química verde?
Producción de algunas sustancias cancerígenas (toneladas) en España:
Cancerígenos (1)
Brea y coque de brea
de alquitrán de hulla
o de otros alquitranes
minerales (2)
Metanol
(formaldehído) (2)
Diclorometano
(cloruro de metileno) (2)
1993
1.432.747
(*)
250.550
(*)
1994
1.629.939
136.079
242.557
(*)
1995
2.081.388
197.973
330.391
(*)
1996
2.225.114
248.857
353.763
18.575
1997
2.245.023
238.049
369.581
21.469
1998
2.361.676
241.608
417.290
(*)
1999
2.638.327
255.788
493.688
(*)
2000
2.694.351
278.451
563.072
14.231
2001
2.578.794
259.485
634.938
13.769
2002
2.152.269
278.009
483.805
14.118
2003
2.368.311
195.595
442.630
11.609
2004
2.447.806
205.267
508.816
s.d.
Tatiana Santos y Dolores Romano
Instituto Sindical de Trabajo, Ambiente y Salud (ISTAS)
Las autoras repasan los riesgos para la salud
humana y el medio ambiente de las sustancias
químicas sintéticas. El texto también describe la
evolución normativa desde los años setenta y los
cambios que ha supuesto el impulso de la química
verde por parte de la Comunidad Europea.
Podríamos afirmar que la química nació el día en
que nuestros ancestros lograron transformar la
materia. La aparición y expansión de la industria
química de síntesis comenzó a partir de la primera
mitad del siglo xix , con posibilidades prácticamente
ilimitadas de transformar materiales y de crear infinidad de sustancias químicas artificiales o sintéticas
a conveniencia.
Estas sustancias se diseñan para cumplir alguna finalidad determinada (que limpien, que disuelvan,
que blanqueen, etc.), para ser después utilizadas
en los laboratorios, en la industria, en los hogares,
en la agricultura, etc. Las sustancias sintéticas o artificiales no se encuentran en la naturaleza, por lo
que el medio ambiente tiene mayores dificultades
para asimilar estas sustancias artificiales e integrarlas
en los ciclos biológicos naturales. Muchas sustancias
sintéticas no se degradan con facilidad, por lo que
persisten durante años en el medio (algunas hasta
cientos de años) y presentan a menudo una mayor
toxicidad que las sustancias naturales, ya que los
seres vivos no disponen de sistemas para detoxificarlas y metabolizarlas, a diferencia de las sustancias que se encuentran en la naturaleza, con las que
han convivido durante millones de años. Además,
muchas sustancias sintéticas se diseñan (como en el
caso de los biocidas y pesticidas) con la función de
destruir organismos vivos (insectos, plagas, etc.).
El enfoque tradicional de la química está establecido como un diseño industrial basado en la
optimización económica (hasta hace muy poco,
contaminar no suponía coste alguno), donde se
desconocen y desprecian las propiedades peligrosas de las sustancias químicas, y la seguridad se
basa en la minimización de la exposición individual.
A la hora de crear nuevas sustancias no se tiene en
cuenta su peligrosidad; no se diseñan para que sean
más seguras, sino más efectivas. Éste es el gran error
de la química tradicional, un fallo de diseño que no
promueve en absoluto el desarrollo de la química
verde, que pretende diseñar sustancias químicas
para que sean seguras.
El riesgo químico
Con este enfoque tradicional, la producción global
de productos químicos sintéticos ha aumentado
desde 1 millón de toneladas en 1930 a 400 millones
C
Año
Fuente: Encuesta Anual Industrial de Productos INE
(1) Brea y coque de brea de alquitrán de hulla o de otros alquitranes minerales, benceno, cloruro de vinilo, oxido de etileno,
formaldehído, hexaclorobenceno, DDT, derivativos halogenados de los hidrocarburos aromáticos n.c.o.p., tetracloroetileno, tricloroetileno,
diclorometano, acrilonitrilo, butar1,3-dieno, clorobenceno, o-diclorobenceno, estireno, tetracloruro de carbono, aceites de creosota.
(2) La cantidad incluye ventas y reempleo.
(*) Dato no publicable por secreto estadístico.
(s.d.) No hay datos.
Fuente: Sostenibilidad en España 2006, Observatorio de la Sostenibilidad en España (OSE)
de toneladas al año en la actualidad.1 Hoy en día
se calcula que existen 44,9 millones de productos
químicos diferentes (sólo mezclas químicas, no artículos) disponibles en el mercado mundial y aún se
fabrican cada año entre dos mil y cinco mil nuevos
productos. 2
Como consecuencia de las elevadas cifras de producción, distribución y uso de sustancias químicas,
éstas están presentes en prácticamente todos los
compartimentos ambientales y, sorprendentemente, incluso en artículos en los que no se explica su
presencia (como la presencia de DDT en productos cosméticos). Se ha inundado el medio ambiente
con billones de kilos de nuevas sustancias artificiales.
De forma paralela, la producción de sustancias que
son peligrosas para la salud y el medio ambiente no
ha dejado de crecer. En España, como muestra la
siguiente tabla, la producción de algunas sustancias
cancerígenas ha sufrido un incremento del 50 %
en 10 años. 3
El flujo incesante de sustancias químicas sintéticas y, por lo tanto, su presencia en el hogar, en el
ambiente laboral y en el medio ambiente conlleva
la exposición constante y creciente de trabajadores
y de la población general a contaminantes químicos
a través de distintas vías, incluyendo la inhalación
de aire contaminado y el polvo, la ingestión de agua
y alimentos contaminados, la exposición cutánea a
agentes químicos o productos contaminados o la
exposición del feto durante el embarazo.
Como consecuencia de ello, se estima que cada
año mueren en España 4.000 trabajadores, al menos 33.000 enferman y más de 18.000 sufren accidentes debido a la exposición a sustancias químicas
peligrosas en su trabajo.
Si ésta es una cuantificación rápida de los efectos
del riesgo químico sobre la salud laboral, no menos graves son sus repercusiones sobre el medio
ambiente. La liberación al entorno de las sustancias químicas provoca la contaminación de los ríos
y mares, del aire, del suelo, de los alimentos y del
57
L
El Reglamento REACH: ¿una oportunidad para la química verde?
Tatiana Santos y Dolores Romano
agua, lo que conlleva importantes daños a la naturaleza y es origen de enfermedades en la población.
Los niños, las mujeres embarazadas y lactantes y las
personas mayores son especialmente vulnerables a
la contaminación ambiental. Según los datos aportados por las redes de medición de la contaminación de las administraciones autonómicas, 4 el 84 %
de la población española (38 millones de personas)
respira aire que supera los índices de protección a
la salud recomendados por la Organización Mundial de la Salud. 5
Según datos de dicha organización, mueren 2 millones de personas cada año en el mundo como
consecuencia de la contaminación del aire, la mitad
de ellas en países desarrollados. 6
Según estimaciones de la Comisión Europea, los
niveles actuales de contaminación atmosférica causan anualmente 370.000 muertes prematuras en
Europa.7
Por su parte, el Ministerio de Medio Ambiente y
Medio Rural y Marino cifra en 16.000 las muertes
prematuras que origina la contaminación en España, un número 7 veces mayor a los fallecidos en
accidentes de tráfico (1.710 en el 2010).
Las tasas de mortalidad por enfermedades crónicas son especialmente relevantes en los países desarrollados, con lo cual se pone de manifiesto cada
vez más la relación existente entre la degradación
ambiental, por una parte, y la pérdida de salud, los
estilos de vida poco saludables y la disminución de
la calidad de vida, por la otra. 8
Las enfermedades relacionadas con la exposición
ambiental a sustancias químicas se han disparado
en los últimos años tanto en España como en el
resto del mundo. El número de defunciones por
enfermedades que pueden tener causas ambientales se ha triplicado en el período 1980-2004. El
cáncer, los problemas reproductivos (infertilidad,
malformaciones, enfermedades reproductivas), las
alteraciones hormonales (diabetes, problemas tiroideos, cánceres), las enfermedades inmunológicas
(dermatitis, alergias) y los problemas neurológicos
(problemas de aprendizaje, autismo, hiperactividad,
Alzheimer, Parkinson), entre otras enfermedades
relacionadas con la exposición a sustancias tóxicas,
han alcanzado cifras epidémicas.9
Estamos, pues, ante un problema de salud pública
de gran envergadura que afecta a la ciudadanía, a
los trabajadores que manipulan sustancias químicas tóxicas o están expuestos a ellas y al medio
ambiente.
Normativa frente al riesgo químico
Las políticas frente al riesgo químico son reactivas,
es decir, no se actúa hasta que se prueba el peligro
que supone el uso de químicos sintéticos. A falta de
evidencias sobre toxicidad, la legislación presupone
58
que las sustancias químicas son inofensivas y permite que continúen las exposiciones hasta que se
demuestre lo contrario, y aun cuando se demuestra
su toxicidad, la normativa está basada en el «control» de sustancias peligrosas, en vez de sustituirlas
por alternativas más seguras. Esta presunción de
inocencia ha planteado serios problemas, de cuyas
consecuencias comenzamos a darnos cuenta tras
cerca de cincuenta años de expansión del sector
químico en los que se dedicó poca atención a la
salud, la seguridad o el medio ambiente.
Por otra parte, los gobiernos asumen la mayor
parte de la responsabilidad demostrando de
forma concluyente los riesgos que cada sustancia representa para la salud y el medio ambiente,
antes de iniciar cualquier acción preventiva. De
esta forma, dejan «carta blanca» a las empresas
productoras, responsables del daño que ocasionan sus productos.
Existen pocos incentivos en el actual sistema de
gestión del riesgo químico para que se utilicen sustancias más seguras.
La primera normativa europea específica sobre
sustancias químicas data de 1967, cuando se aprueba la Directiva 67/548/CEE10 sobre clasificación,
embalaje y etiquetado de las sustancias peligrosas
(transpuesta a la normativa española en el Real Decreto 363/1995),11 que tenía como objetivo evitar
las barreras comerciales que podían establecer las
distintas formas de clasificar y etiquetar las sustancias en los países de la Comunidad Europea.
A lo largo de los años setenta se fueron aprobando
nuevas directivas sobre restricción de sustancias,
clasificación y etiquetado de preparados, cuyo objetivo seguía siendo eliminar las barreras comerciales en el mercado interno. Cualquier sustancia
química podía comercializarse en el mercado europeo, con la única condición de que se cumpliesen
las obligaciones de clasificación, etiquetado, envasado y restricción.
A lo largo del último medio siglo se han comercializado miles de sustancias químicas, aunque con
frecuencia se tiene muy poca información y poco
conocimiento acerca de sus efectos sobre la salud y el medio ambiente. Si bien sabemos mucho
sobre ciertas sustancias, aún existen pocos datos
sobre una gran parte de las sustancias químicas,
sus efectos sobre la salud y, sobre todo, los efectos derivados de la exposición a ellas y de su utilización en la cadena de suministro.
Hasta 1979 no se estableció un sistema de notificación para las nuevas sustancias químicas que se
quisieran introducir en el mercado. La notificación
implicaba la obligación de aportar a la autoridad
competente información sobre la producción, usos
y características peligrosas de las sustancias nuevas que se quisieran comercializar, pero permitía,
sin embargo, que 100.204 sustancias, las llamadas
«sustancias existentes», se mantuviesen en el mer-
cado a pesar de no conocerse sus características
peligrosas.
También en 1979 se introdujo por primera vez en
la normativa europea la necesidad de proteger el
medio ambiente.
A lo largo de los años ochenta y noventa se fueron
aprobando distintas normativas para regular sustancias concretas, algunos productos (plaguicidas,
cosméticos), emisiones al aire, vertidos y generación de residuos, o para proteger a los trabajadores de la exposición laboral a sustancias peligrosas,
entre otras.
En 1993 se aprueba el Reglamento (CEE) n.º 793/93,12
sobre evaluación y control del riesgo de sustancias
químicas existentes, con el objetivo de establecer un
sistema común para evaluar las sustancias existentes
y evitar así las barreras al mercado interno que estaban suponiendo las restricciones que distintos países
miembros iban imponiendo a los usos de determinadas sustancias. El principio básico que establecía
este reglamento era que no se puede restringir ninguna sustancia hasta que no se haya realizado una
evaluación de sus riesgos sobre la salud y el medio
ambiente. Las autoridades se responsabilizaban de
realizar estas evaluaciones. Se estableció un listado
de 110 sustancias (de entre las 100.204 existentes en el mercado) cuya evaluación era prioritaria
y la evaluación de cada sustancia se asignó a alguno
de los Estados miembros. La «carga de la prueba»,
esto es, la responsabilidad de conocer los peligros
y riesgos de las sustancias, recaía por lo tanto en las
administraciones, no en la industria, con lo que, tras
casi dos décadas desde la entrada en vigor de dicho
reglamento, sólo se ha realizado la batería completa de pruebas establecidas en las evaluaciones de
riesgo a 141 sustancias, y estas pruebas, en general,
no incluyen efectos crónicos subletales, como la disrupción endocrina, cuyos efectos no son inmediatos
y se percibirán al cabo de los años.
Grado de conocimiento sobre las
características peligrosas de las sustancias
químicas existentes en el mercado europeo
Un estudio publicado por la Oficina Europea
de Productos Químicos en 1999 mostraba que
no existían datos públicos sobre la toxicidad de
75.000 sustancias «existentes» en el mercado,
y que se tenía datos parciales del resto. 13
Cambio de tendencia y química verde
A lo largo de los años ochenta y noventa, diferentes
foros internacionales políticos, sociales y científicos
iban advirtiendo sobre la necesidad de proteger la salud y el medio ambiente de los riesgos de las sustancias
químicas. Los conocimientos científicos sobre la dispersión global de sustancias tóxicas, los graves daños que
estaban ocasionando sobre la fauna y las advertencias
sobre posibles efectos sobre la salud humana dieron la
voz de alarma a los foros políticos sobre la necesidad
de actuar.
Muchos productos químicos y pocos datos sobre su toxicidad
Número
de productos
químicos
100.106 en el
inventario
EINECS
(1981)
Productos químicos
en el mercado europeo
(1981-1997)
Pocos datos sobre
toxicidad o ningún dato
sobre toxicidad
75.000
(estimación
máxima de
70.000, 1997)
25.000
(estimación
mínima de
20.000, 1997)
En respuesta a esta petición del Consejo, la Comisión presenta en el 2001 el Libro Blanco sobre
la estrategia para la futura política en materia de
sustancias y preparados químicos,19 que reconocía
el fracaso de la política europea de gestión del
riesgo químico, debido, entre otros aspectos, a lo
siguiente:
Prioridades
de la UE
para la
valoración
del riesgo
Datos
sobre
toxicidad
limitados
10.000
(aprox.)
(IUCLID)
Sustancias
químicas
producidas
en grandes
cantidades
en la UE
(HPVC)
Prioridades
de la UE
para la
valoración
del riesgo
(1996-1998)
Evaluación
del riesgo
finalizada
(1997)
Productos
químicos
«nuevos»
comercializados desde
1986
(ELINCS)
2.500
42
10
2.000 (aprox.) 400 (aprox.)
Se plantea, así, la necesidad de un marco político
y normativo con los siguientes elementos:
PRODUCTOS QUÍMICOS
«NUEVOS»
- Ámbito: que afecte a todas las sustancias fabricadas o importadas en más de 1 t/a por fabricante/
importador.
- Responsabilidad: la industria debe ser responsable de la seguridad de los productos que fabrica, de evaluar los riesgos y de proporcionar
información a administraciones, usuarios y consumidores.
- Mejora del acceso público a la información.
- Priorización de las actuaciones en función del
volumen de producción/importación de las sustancias y de su nivel de peligrosidad.
- Promover la sustitución de las sustancias CMR,
DE, TPB y mPmB. 20
- Reducción de las pruebas en animales
PRODUCTOS QUÍMICOS «EXISTENTES»
Evaluación
del riesgo
de
productos
químicos
«nuevos»
- La dificultad en la identificación de los riesgos y,
por lo tanto, en su gestión.
- La carga de la prueba, que recaía sobre las
autoridades.
- Un proceso de evaluación y de restricción de
sustancias lento y costoso (desde 1976 se habían evaluado una decena de sustancias y restringido usos de un centenar).
- Falta de innovación para una química más sostenible.
- Desconfianza del consumidor.
Fuente: Chemicals in the European environment: low doses, high stakes?, Agencia Europea de Medio Ambiente, 1998
Así, los convenios OSPAR,14 de Barcelona15 y de
Helsinki16 incluyeron como objetivo eliminar los
vertidos de sustancias tóxicas al medio ambiente
marino antes del año 2020. El Convenio de Estocolmo17 tiene como objetivo eliminar, a escala
global, los riesgos de los contaminantes orgánicos
persistentes (COP) sobre la salud y el medio ambiente.
A finales del siglo xx , un centenar de piezas
normativas trataban sobre distintos aspectos relacionados con el comercio de sustancias químicas
y la protección de la salud de los trabajadores,
consumidores y del medio ambiente frente a los
riesgos que podrían suponer las sustancias químicas peligrosas.
Durante los últimos trece años se han desarrollado una variedad de iniciativas a escala nacional
e internacional para promover el desarrollo y la
aplicación de la química verde. Sin embargo, comparado con los fondos disponibles para química
tradicional o evaluación de riesgos, la inversión en
química verde es mínima.18
En 1998, paralelamente al nacimiento de la química
verde, cinco Estados miembros (Austria, Dinamarca, Finlandia, Holanda y Suecia) presentaron ante
el Consejo Europeo un documento proponiendo
que la UE se dotara de un marco político sobre
sustancias químicas, que incluyera los siguientes
elementos:
Sin embargo, la preocupación de ciudadanos,
científicos, organizaciones sociales y trabajadores
sobre los daños que las sustancias químicas ocasionaban sobre la salud y el medio ambiente iba
aumentando junto con el reconocimiento de la
necesidad de modificar las políticas de gestión de
sustancias químicas.
-Objetivos de eliminación
-Traslado de la carga de la prueba a la industria
-Información a usuarios y ciudadanos
-Introducción de recomendaciones de precaución, sustitución, minimización y gestión segura
de sustancias
-Aplicación del principio de precaución
-Costes de las evaluaciones de riesgo revertidos
a la industria
La química verde, que nació en 1998 como una
necesidad de tratar y reducir la contaminación,
es una nueva y revolucionaria forma de enfocar
la síntesis de nuevas sustancias químicas que tiene
como objetivo la consecución de una química más
amigable con la salud y el medio ambiente. La idea
básica consiste en introducir en la fase de diseño
y desarrollo de nuevas sustancias, mezclas o artículos, previsiones sobre su potencial impacto en la
salud y el medio ambiente y desarrollar alternativas que minimicen dicho impacto.
Como consecuencia de ello, el Consejo solicita a
la Comisión Europea una revisión del sistema normativo sobre sustancias químicas. A raíz de esta
revisión y las consultas posteriores con Estados
miembros y agentes interesados, el Consejo concluye, en 1999, que la UE necesita una estrategia
sobre sustancias químicas integrada y coherente
para aumentar la protección de la salud y del medio ambiente.
El Reglamento REACH
Como respuesta a las actuaciones aprobadas en el
Libro Blanco, la Comisión Europea ha desarrollado
hasta el momento una pieza normativa: el Reglamento REACH.
La entrada en vigor del nuevo Reglamento
1907/2006, relativo al registro, la evaluación, la autorización y la restricción de las sustancias y preparados químicos (comúnmente conocido como
Reglamento REACH), ofrece un nuevo sistema
normativo único, más coherente y con potencial
para mejorar el control, la prevención y la gestión
del riesgo químico.
El REACH introduce el principio de precaución al
establecer un marco para eliminar del mercado
algunas de las sustancias más peligrosas, como son
las sustancias tóxicas persistentes y bioacumulativas (TPB), las sustancias muy persistentes y muy
bioacumulativas (mPmB) o los disruptores endocrinos (DE) y sustancias de nivel equivalente de
preocupación a las anteriores, en caso de existir
alternativas viables más seguras en el mercado.
59
L
El Reglamento REACH: ¿una oportunidad para la química verde?
Tatiana Santos y Dolores Romano
Principio de precaución
«Cuando haya peligro de daño grave o irreversible, la falta de certeza científica absoluta no
deberá utilizarse como razón para postergar la
adopción de medidas eficaces en función de los
costes para impedir la degradación del medio
ambiente.»
Declaración de Río sobre el Medio Ambiente y
el Desarrollo, 1992.
Uno de los aspectos más importantes del REACH
es su potencial para promover la química verde y
la innovación para lograr una química más segura
(mediante el diseño de sustancias menos tóxicas),
fomentando la sustitución y la búsqueda de alternativas para las sustancias preocupantes.
Principio de sustitución
«A fin de apoyar el objetivo de la sustitución
final de las sustancias altamente preocupantes
por sustancias o tecnologías alternativas adecuadas, todos los solicitantes de autorización
deberán facilitar un análisis de las alternativas
teniendo en cuenta sus riesgos y la viabilidad
económica y técnica de la sustitución, incluida
la información sobre toda investigación y desarrollo que el solicitante esté realizando o se
proponga realizar.»
Considerando 72 del Reglamento REACH.
A través del proceso de autorización, el REACH
establece que las sustancias más peligrosas para la
salud y el medio ambiente no podrán circular en el
mercado europeo sin una autorización previa. Este
«aval» no se otorgará si existen alternativas menos
nocivas, según establece la propia normativa, excepto para sustancias sobre las que puede establecerse un límite de exposición y para los alteradores
hormonales o disruptores endocrinos.
Según establece el proceso de autorización, las
empresas que quieran fabricar o importar sustancias de elevado nivel de preocupación (CMR, DE,
TPB, mPmB y sustancias de nivel equivalente de
preocupación que se incluyan en el anexo XIV)
deberán solicitar una autorización para cada uso
que quieran hacer de ellas. Por ejemplo, si van a
utilizarla como componente de una pintura, como
disolvente, etc.
Sólo se concederá autorización si un análisis socioeconómico muestra que los beneficios de su
uso son superiores a sus riesgos para la salud y el
medio ambiente y no existen sustancias o tecnologías alternativas viables en el mercado, lo que sin
duda alguna promoverá la innovación y la química
verde.
60
Para las empresas líderes del sector será una oportunidad para desarrollar procesos y productos químicos más seguros.
El nuevo reglamento refuerza la responsabilidad de
la industria a la hora de proporcionar información
sobre el uso seguro de las sustancias y gestionar
adecuadamente los riesgos derivados de su utilización, y revierte la carga de la prueba, de forma
que las empresas que quieran producir o importar
sustancias químicas en la Unión Europea deberán
demostrar que la sustancia es segura. Las empresas fabricantes o importadoras son responsables
de generar y proporcionar a las autoridades información sobre propiedades de la sustancias y de
evaluar los riesgos derivados de su uso.
Por último, el REACH mejorará el conocimiento
existente sobre las sustancias químicas, ya que las
empresas deberán aportar información básica sobre las propiedades de las sustancias que fabriquen
o importen en cantidades superiores a 1 t/a (unas
30.000 sustancias). Además, deberán aportar un
informe de seguridad química (ISQ) de las sustancias que fabriquen o importen en más de 10 t/a
(afectará a unas 12.500 sustancias) y que incluirá
evaluaciones de los riesgos sobre la salud y sobre el
medio ambiente para los diferentes usos previstos
de la sustancia.
La Agencia Europea de Sustancias y Mezclas Químicas (ECHA) asesora a los Estados miembros y
gestiona los aspectos técnicos, científicos y administrativos del reglamento.
Valoración del REACH
A pesar del gran potencial que ofrece este nuevo
reglamento europeo, la realidad en su aplicación
dista bastante de las expectativas de los sindicatos
y organizaciones sociales y ambientales.
El REACH es una herramienta normativa muy
compleja cuyo correcto cumplimiento es indispensable para alcanzar su principal objetivo: proteger
la salud humana y el medio ambiente de los efectos
dañinos de los productos tóxicos.
Un informe de la Comisión Europea 21 reconocía recientemente que el REACH «no está a la altura»,
tras revisar el Sexto Programa de Acción Comunitario en Materia de Medio Ambiente (VI PAM),
adoptado por primera vez en el 2002, que recopila los compromisos y las acciones existentes en
materia de medio ambiente y salud de la Unión Europea para contribuir a mejorar la calidad de vida
y bienestar social para los ciudadanos y proteger
el medio ambiente. Dicha revisión reconoce que el
programa «no ha propiciado un enfoque coherente hacia una agenda política integral».
La Comisión también aborda y analiza la influencia
del Reglamento REACH para alcanzar los objetivos
del PAM. Como resultado concluye que el REACH no cumple con los objetivos de protección de
la salud y el medio ambiente, de diseminación de
la información y de acceso a la información de la
ciudadanía sobre sustancias químicas, así como de
sustitución de las sustancias más peligrosas.
Según la Comisión Europea, es poco probable que
el Reglamento REACH alcance metas del VI PAM,
tales como que en el 2020 las sustancias químicas
«sólo se produzcan y utilicen de manera que no
ocasionen un impacto negativo significativo sobre
la salud y el medio ambiente».
La Comisión Europea recuerda que el objetivo del
programa de garantizar un mayor acceso público
a la información sobre las sustancias químicas está
viéndose afectado por las disposiciones del REACH, que facilitan la confidencialidad de una gran
cantidad de información de interés para la ciudadanía. Esta falta de transparencia está bloqueando las
oportunidades de innovación y desarrollo de una
química más segura, la química verde.
Tampoco confía en el cumplimiento del objetivo de
sustituir las sustancias altamente preocupantes por
otras más seguras, ya que «el REACH permite que
se autorice el uso de sustancias altamente preocupantes, incluso si existen alternativas más seguras»,
como es el caso de los disruptores endocrinos.
Los sindicatos esperaban que entre mil y mil quinientas sustancias peligrosas ya identificadas y
clasificadas como tales a escala europea por sus
propiedades altamente preocupantes requerirían
autorización para estar presentes en el mercado,
por lo que deberían ser progresivamente retiradas
del mercado y sustituirse por alternativas más seguras, tal y como establece la normativa.
Actualmente, sin embargo, sólo seis sustancias
están sujetas a autorización. A este ritmo, necesitaríamos 1.250 años para que las sustancias más
peligrosas requieran autorización para ser puestas
(o continuar) en el mercado.
Los sindicatos, ONG y partidos políticos verdes
han denunciado en varias ocasiones que la ECHA
está ralentizando el proceso, desalentando a los
Estados miembros para que no propongan sustancias peligrosas. Todas las sustancias que cumplen
los criterios de alta peligrosidad deberían estar
incluidas lo antes posible en la «lista negra» para
que las empresas comiencen a innovar y a aplicar
los principios de la química verde para buscar alternativas.
La autorización bajo el REACH también tiene importantes deficiencias a la hora de garantizar la
protección de la salud y el medio ambiente. Tal y
como apuntaba el informe de la Comisión Europea, permite el uso de sustancias peligrosas, incluso existiendo alternativas más seguras, y exime
además algunos usos, que no considera motivo de
preocupación (como los usos industriales «adecuadamente controlados» o los usos en laboratorios
de investigación).
Conclusiones
«La forma en que gestionamos las sustancias químicas actualmente es incompatible con la salud, la
innovación y la sostenibilidad.» 22
Los equipos de I+D de las grandes empresas están
sometidos a la dictadura de las leyes del mercado:
ser más rápidos que la competencia, diseñar productos con mejores o equiparables prestaciones
técnicas que los existentes en el mercado y que
económicamente resulten más competitivos. Así
pues, tiempo, técnica y precio son básicamente las
ventajas competitivas que utiliza la legión de agentes comerciales en la batalla por el control de los
mercados. Más claramente, a la hora de abordar
la investigación, las empresas priorizan la eficiencia
técnica y el precio a cualquier otra consideración. 23
....................................................
1
2
3
Comisión Europea. Libro Blanco sobre la estrategia para
la futura política en materia de sustancias y preparados
químicos, COM(2001) 88 final, 2001. Disponible en:
http://eur-lex.europa.eu/LexUriServ/site/es/com/2001/
com2001_0088es01.pdf
American Chemical Society. The latest CAS registry number
and substance count. Disponible en: http://www.cas.org/cgibin/cas/regreport.pl
Observatorio De La Sostenibilidad En España. Sostenibilidad en España 2006. Disponible en: http://www.sostenibilidad-es.org/sites/default/files/_Informes/anuales/2006/
sostenibilidad_2006-esp.pdf
4
Según los valores límite establecidos por la Directiva
2008/50/CE.
Las políticas deben promover la investigación y la
innovación con el fin de proteger activamente a
la ciudadanía y al medio ambiente de los efectos
adversos que ocasionan las sustancias tóxicas. Se
espera que estas iniciativas impulsen el desarrollo
de sustancias más seguras y compatibles con el medio ambiente.
5
Ecologistas En Acción. La calidad del aire en el Estado español durante 2008, Ecologistas en Acción, Madrid, julio del
2009. Disponible en: http://www.ecologistasenaccion.org/
IMG/pdf_Aire2008.pdf
6
Organización Mundial De La Salud. Air quality and health,
Fact Sheet n.º 313, agosto del 2008. Disponible en: http://
www.who.int/mediacentre/factsheets/fs313/en/index.html
Los marcos normativos deberán eliminar la actual dinámica desarticulada de gestión del riesgo químico,
en favor de un marco normativo con una perspectiva
integral y preventiva.
7
Comisión Europea. Environment fact sheet: moving towards
clean air for Europe, 2006. Disponible en: http://ec.europa.
eu/environment/pubs/pdf/factsheets/air.pdf
8
Observatorio De La Sostenibilidad En España. Sostenibilidad en España 2009. Disponible en: http://www.sostenibilidad-es.org/sites/default/files/_Informes/anuales/2009/
sostenibilidad_2009-esp.pdf
9
Observatorio De La Sostenibilidad En España. Sostenibilidad en España 2006. Disponible en: http://www.sostenibilidad-es.org/sites/default/files/_Informes/anuales/2006/
sostenibilidad_2006-esp.pdf
10
Directiva 67/548/CEE del Consejo, de 27 de junio de 1967,
relativa a la aproximación de las disposiciones legales, reglamentarias y administrativas en materia de clasificación,
embalaje y etiquetado de las sustancias peligrosas.
11
Real Decreto 363/1995, de 10 de marzo, por el que se regula el reglamento sobre notificación de sustancias nuevas
y clasificación, envasado y etiquetado de sustancias peligrosas, BOE n.º 133, de 5 de junio de 1995.
12
Reglamento (CEE) n.º 793/93 del Consejo, de 23 de marzo
de 1993, sobre evaluación y control del riesgo de las sustancias existentes.
13
Allanou, R.; Hansen, B. G.; Van Der Bilt, Y. Public availability
of data on EU high production volume chemicals, Institute for
Health and Consumer Protection of the European Chemicals Bureau (Ispra), 1999.
14
Convenio sobre protección del medio marítimo del
Nordeste Atlántico, firmado en París el 22 de septiembre de 1992.
15
Convenio para la protección del mar Mediterráneo contra
la contaminación, firmado en Barcelona en 1976 y modificado en 1995.
16
Convenio sobre la protección y uso de los cursos de agua
transfronterizos y los lagos internacionales, firmado en Helsinki en 1992.
El Reglamento REACH ofrece una gran oportunidad para la innovación y la química verde,
pero debe aplicarse atendiendo a sus principios
y objetivos básicos y persiguiendo un equilibrio
adecuado entre los intereses económicos y de
mercado con los intereses de la ciudadanía y el
medio ambiente.
17
Convenio de Estocolmo sobre contaminantes orgánicos
persistentes, firmado en el 2001.
18
Tickner, J. Química verde, iniciativas e implantación. Una perspectiva internacional, University of Massachusetts Lowell, EE.
UU. [intervención en el VI Foro ISTAS de Salud Laboral].
19
Comisión Europea. Libro Blanco sobre la estrategia para la futura política en materia de sustancias y preparados químicos,
COM(2001) 88 final, 2001.
20
CMR: cancerígenas, mutágenas y tóxicas para la reproducción; DE: disruptores endocrinos; TPB: tóxicas, persistentes
y bioacumulativas; mPmB: muy persistentes y muy bioacumulativas.
21
Ecologic Institute. Final Report for the Assessment of the
6th Environment Action Programme, Berlín y Bruselas,
2011. Disponible en: http://www.istas.net/web/abreenlace.
asp?idenlace=9135
22
Tickner, J.; Geiser, K., Coffin, M.; Schifano, J.; Torrie, Y. De un
control reactivo de las sustancias a una política integral en
materia de riesgo químico: evolución y oportunidades, Lowell
Center for Sustainable Production, University of Massachusetts Lowell [intervención en el VI Foro ISTAS de Salud
Laboral]. Disponible en: http://istas.net/web/abreenlace.
asp?idenlace=7796
23
Tickner, J. Química verde, iniciativas e implantación. Una perspectiva internacional, University of Massachusetts Lowell, EE.
UU. [intervención en el VI Foro ISTAS de Salud Laboral].
Referencias
C
61
I
MIRADA INDUSTRIAL
Química verde: ciencia para
la sostenibilidad
Carles Estévez
Director científico de IUCT
El autor detalla los doce principios de la química
verde que a principios de los años noventa
establecieron los químicos Anastas y Warner.
El artículo repasa las principales innovaciones
en forma de productos aportadas por la química
verde y describe la situación de esta ciencia, tanto
en los Estados Unidos como en Cataluña.
Este año 2011, Año Internacional de la Química, es
una ocasión única para centrar nuestra atención en
esta ciencia. Tenemos motivos para hacerlo, dada
la magnitud de los retos presentes y futuros que
afectarán a nuestra generación y a las próximas:
¿cómo vamos a afrontar la crisis energética y el
cambio climático? ¿Cómo fabricaremos automóviles, vestidos, televisores, teléfonos, ordenadores
y otros bienes de consumo con petróleo y otras
materias primas cada vez más caras y menos disponibles? ¿Es posible mantener nuestro nivel de
bienestar de manera sostenible?
En el inicio de los años noventa, un grupo reducido
de químicos, encabezado por el Dr. Paul Anastas
de la Agencia de Protección Ambiental de los Estados Unidos (EPA, por sus siglas en inglés) y el
Dr. John Warner, entonces en la compañía Polaroid, también en los Estados Unidos, se formularon las mismas cuestiones y llegaron a la conclusión
de que los problemas identificados sólo podrían
resolverse con una nueva formulación de los principios químicos que se utilizaban hasta entonces.
Nacía la química verde.
Los profesores Anastas y Warner definieron la
química verde como el diseño, la manufactura y el
uso de sustancias químicas y procesos que reducen
o eliminan el uso o la generación de residuos y
productos nocivos para el medio ambiente o la salud humana. Esta definición general la concretaron
en una serie de principios conocidos como «los 12
principios de la química verde».
Los 12 principios de la química verde
1. Es mejor prevenir la contaminación que tratar
posteriormente los residuos.
2. Los métodos de síntesis de productos químicos deben diseñarse para que la incorporación
al producto final de todos los materiales utilizados en el proceso sea la máxima posible.
3. La síntesis de productos químicos debe utilizar
y generar sustancias que tengan nula o poca
toxicidad para la salud humana y para el medio ambiente.
4. Los productos químicos deben diseñarse de tal
forma que se preserven los principios de funcionalidad y eficacia; al mismo tiempo, este
62
diseño debe reducir la toxicidad de los nuevos
productos.
5. Debe evitarse o minimizarse el uso de sustancias auxiliares; en caso de ser necesarias, éstas
deben ser inocuas.
6. Deben minimizarse las demandas energéticas, que se evaluarán según su impacto económico y ambiental. Los métodos de síntesis
deben llevarse a cabo a presión y temperatura
ambientales.
7. Las materias primas utilizadas y los recursos naturales consumidos deben ser preferentemente
renovables, siempre que esto sea económicamente y técnicamente viable.
8. Los procesos basados en reacciones directas
son preferibles a los procesos en los que deben llevarse a cabo reacciones intermedias.
9. Los reactivos catalíticos deben ser tan selectivos como sea posible, a fin de evitar la
formación de subproductos innecesarios, y
deben utilizarse en sustitución de los reactivos estequiométricos.
10. Los productos químicos deben diseñarse para
que al final de su vida útil no persistan en el
medio y sus productos de degradación sean
inocuos.
11. Las metodologías analíticas deben permitir
controlar el proceso a tiempo real para detectar la posible formación de sustancias nocivas.
12. Las sustancias y la forma en que se utilizan
en un proceso químico se deben escoger
de modo que se minimice el riesgo potencial
de accidentes químicos, incluyendo escapes,
explosiones e incendios.
Por lo tanto, debe diferenciarse la química verde de otras disciplinas científicas como la química
ambiental. Mientras que la química verde tiene
como objetivo el diseño de moléculas y procesos químicos para evitar que tengan un impacto
adverso sobre el medio ambiente y la salud
humana, la química ambiental estudia la distribución y los efectos de los productos químicos sobre
el medio ambiente.
Desde que se formuló a comienzos de los noventa, los principios de la química verde han sido
interpretados con diferentes matices. Una parte de la comunidad científica los ha considerado
una nueva filosofía para la práctica de la química
orientada a cubrir las necesidades humanas de
la forma más sostenible posible. Para otros, el
diseño químico debe incluir la optimización de
nuevas variables relacionadas con el impacto
de los productos químicos sobre el medio
ambiente, la salud humana y la seguridad industrial. Este hecho explica las dos denominaciones
que esta rama de la química ha recibido de la
comunidad científica internacional: química verde
y química sostenible. A pesar de las distintas interpretaciones, lo cierto es que durante los últimos quince
años se han logrado avances muy significativos que
han dado como resultado numerosos productos
y procesos innovadores y de éxito comercial.
La química verde en la industria
Productos químicos más seguros. Las innovaciones en
esta área se orientan a reducir la toxicidad de una
molécula sin sacrificar la eficacia de su función. La
compañía Rohm and Haas, por ejemplo, ha diseñado
un nuevo pesticida menos tóxico y más selectivo que
los tradicionales pesticidas organoclorados (aldrín,
dieldrina o DDT), organofosforados o carbamatos
para el control de lepidópteros que destruyen plantaciones.
La empresa estadounidense Nike, que comercializa zapatillas y ropa de deporte, tiene un ambicioso
programa, muy activo, de sustitución de productos
químicos peligrosos. Los proyectos más destacables son la sustitución del hexafluorofosfato
de azufre en la cámara de aire de algunos de sus
modelos de zapatillas deportivas, debido al elevado potencial de efecto invernadero de este gas
(18.000 veces superior al CO2) y la sustitución del
60 % de los materiales de la suela del calzado deportivo por alternativas menos tóxicas.
Asimismo, la empresa estadounidense Dow
AgroSciences lanzó el Spinosad, un biopesticida
altamente selectivo e inocuo para el control de
insectos, que se obtiene a partir de un microorganismo del suelo. Controla numerosas plagas de
insectos que afectan al algodón, los árboles frutales,
las verduras y las plantas ornamentales. A diferencia de los pesticidas tradicionales, no persiste en el
medio ambiente y presenta una baja toxicidad para
mamíferos y aves.
En Europa, la empresa Louis Vuitton, que comercializa productos de marroquinería, tiene
programas de eliminación y sustitución de disolventes tóxicos en los adhesivos empleados en la
manufactura de sus productos. Actualmente, sus
proveedores de adhesivos sin disolventes tóxicos
en las plantas de producción españolas son empresas japonesas.
También en los Estados Unidos, la corporación
AgraQuest desarrolló un biofungicida, Serenade,
para frutas y hortalizas, obtenido a partir de una
variedad de bacterias naturales.
Sustitución de disolventes peligrosos
El diseño de disolventes que no sean inflamables,
tóxicos o produzcan emisiones de compuestos
orgánicos volátiles (COV) es otra área de intensa
investigación a escala internacional. Por ejemplo, el
dióxido de carbono supercrítico se ha probado en diferentes síntesis, como las reacciones de bromación
de compuestos aromáticos y las reacciones de
polimerización del metacrilato de metilo con resultados esperanzadores. El uso de líquidos iónicos en
sustitución de disolventes como el diclorometano
es otra área prometedora. Uno de los proyectos de
investigación en IUCT es precisamente la aplicación
de los líquidos iónicos en el campo de la química fina.
Serenade no es tóxico para el resto de organismos.
El biofungicida no genera ningún residuo químico y
es inocuo para los agricultores usuarios y para los
acuíferos. Está indicado para el uso en la agricultura
orgánica según el Instituto de Revisión de Materiales Orgánicos (OMRI, por sus siglas en inglés).
También son muchos los estudios encaminados
a utilizar disolventes acuosos en lugar de los disolventes tradicionales. Esto ha comportado en algunos casos la mejora de la eficacia, del rendimiento y de la economía de los procesos sintéticos.
Por ejemplo, la empresa Nalco Chemical Company
ha desarrollado un nuevo proceso en medio acuoso para la manufactura de polímeros líquidos.
C
Tradicionalmente, los polímeros de acrilamida de
alto peso molecular, que se aplican abundantemente en el tratamiento de aguas residuales, se
han obtenido en forma de polvos o emulsiones de
agua en aceite. El producto en forma sólida tiene el
problema de un mayor riesgo de exposición a las
acrilamidas tóxicas por parte de las personas que
manipulan el producto. Además, se necesita una
gran cantidad de energía, no sólo para producirlo,
sino también para su uso final.
Las emulsiones presentan el problema de que para
prepararlas son necesarias grandes cantidades de
hidrocarburos como disolventes y sustancias tensoactivas. El nuevo proceso de manufactura de Nalco
utiliza el método de polimerización por dispersión
homogénea para generar polímeros de acrilamida
en medio acuoso y de este modo elimina la necesidad de utilizar disolventes y tensoactivos.
El sector de pinturas y barnices tiene como objetivo no sólo la reducción de compuestos orgánicos
volátiles, sino también la toxicidad de los disolventes y coalescentes empleados en las formulaciones.
El monooleato de propilenglicol y algunos acetales
de glicerol han sido evaluados por la compañía
alemana Cognis, con plantas de producción en
Cataluña, como alternativas más seguras a los productos coalescentes existentes. Los disolventes
también determinan en gran medida los perfiles (eco)
toxicológicos de las formulaciones agroquímicas. Uno
de los principales objetivos en la industria agroquímica es el diseño de disolventes con la capacidad
de aumentar tanto la protección de los cultivos y
las plantas como la biodisponibilidad, y de reducir el impacto sobre el medio ambiente y la salud
humana. La compañía italiana Isagro Ricerca lleva
a cabo una intensa investigación sobre microemulsiones acuosas. Uno de sus mayores éxitos son las
formulaciones microemulsionadas, que contienen
varios fungicidas de la familia de los triazoles y la
estrobilurina, que cuando se mezclan con nuevos
disolventes no tóxicos en sustitución de disolventes
aromáticos derivados del petróleo logran aumentar los efectos biológicos deseados. La importancia
de la sustitución de disolventes peligrosos radica
fundamentalmente en sus propiedades adversas
en términos de toxicidad e inflamabilidad. Durante el período previo a la celebración de los juegos
olímpicos en China, el Gobierno cerró numerosas
empresas en condiciones deplorables de seguridad
y salubridad que emitían compuestos orgánicos
volátiles (la mayoría vinculados al uso de disolventes) en las proximidades de las sedes olímpicas. La
prensa internacional especializada en química destacó estas medidas tan drásticas:
63
C
Química verde: ciencia para la sostenibilidad
Carles Estévez
«China closes 35,000 unsafe plants»
The Chemical Engineer, marzo del 2006, p. 9.
«China calls its chemical
industry unsafe»
Chemical & Engineering News, 17 de julio del 2006.
La siguiente fotografía muestra el escenario de un
accidente reciente en una empresa catalana durante la operación de limpieza de los equipos con
disolventes inflamables. Un defecto accidental de
las tomas de tierra durante el traspaso provocó el
incendio. La seguridad de los trabajadores y de las
plantas químicas está seriamente comprometida
con el uso de los disolventes tradicionales. Los continuos accidentes demuestran que las medidas de
control de riesgo no son totalmente efectivas y que
la única estrategia realmente segura es la eliminación de la peligrosidad intrínseca de los productos
químicos.
Materias primas renovables. Uno de los objetivos
de la química verde es la utilización de materias
primas que reduzcan sus efectos adversos tanto
respecto a la exposición de las personas como al
Los productos químicos derivados de fuentes naturales constituyen en la actualidad el 0,5 % de valor
añadido bruto en la Unión Europea. Representan un
mercado que crece con rapidez por las propiedades de sostenibilidad que estos nuevos productos
aportan. La siguiente tabla muestra el programa
internacional de lanzamiento de plantas de producción de bioproductos en los próximos tres años.
bioplastificantes, biolubricantes, biopolímeros y otros
productos químicos funcionales.
La compañía química alemana BASF ya comercializa
un polímero biodegradable (Ecoflex) con excelentes propiedades para fabricar bolsas de plástico
para supermercados y aplicaciones agrícolas.
Compañia
Fuente
de carbono
Molécula
plataforma
Producto
Lanzamiento
Futerro
(Bélgica)
Azúcar
Ácido láctico
PLA* 1,5 kt
2009
CSM
(Tailandia)
Azúcar
Ácido láctico
PLA* 75 kt
2011
Braskem
(Brasil)
Azúcar
Etanol
Etileno
2010
Perstorp
(Suecia)
Almidón/azúcar
Ácido 3
-hidroxipropiónic
Ácido metacrílico
2012
Genomatica
(Estados Unidos)
Azúcar
1,4-butandiol
Molécula plataforma
2010
Genencor/Goodyear
(Estados Unidos)
Mazorcas
de maíz
Isopreno
Gomas
2013
Solvay Indba
(Brasil)
Azúcar
Etanol 60 kt
Etileno PVC
2010
Dow/Crystalsev
(BRA)
Azúcar
Etanol 350 kt
Etileno
Pendiente
de decidir
* PLA: ácido poliláctico
La empresa NatureWorks (Estados Unidos) comercializa a gran escala el ácido poliláctico PLA
como un termoplástico biodegradable. Su temperatura de transición vítrea lo hace poco apto
para contener líquidos calientes. En la actualidad
se investiga cómo preparar un PLA más termorresistente.
impacto ambiental. Actualmente, los esfuerzos se
encaminan a utilizar materias primas renovables,
como la celulosa y el almidón, frente a las que no
lo son, como el petróleo. Hay muchas actuaciones en este campo, como el caso de Biofine Inc.,
una pequeña empresa americana que ha diseñado un proceso industrial que transforma biomasa
con alto contenido celulósico en compuestos
químicos muy útiles. Por ejemplo, los residuos
derivados de biomasa (los residuos sólidos municipales, los residuos de papel no reciclables, los residuos
de madera y los residuos agrícolas) se pueden
transformar químicamente en ácido levulínico, una
sustancia que se utiliza para la manufactura de náilones y plásticos y para la síntesis de ácido succínico
y tetrahidrofurano. Los químicos de Biofine Inc.
también han desarrollado un método para convertir el ácido levulínico en ácido -aminolevulínico
(ADAL) y metiltetrahidrofurano (MTHF). El ADAL
es un pesticida biodegradable y no tóxico que
se activa fotoquímicamente y tiene la capacidad
de matar las malas hierbas sin afectar a las plantaciones principales. El MTHF es un aditivo para la
gasolina que aumenta su nivel de oxigenación.
64
El Grupo Roquette (Francia), con 6.000 trabajadores, es una de las empresas líderes en la producción
de almidones y derivados. Es la empresa líder productora de polioles y gluconatos. Tiene dieciocho
fábricas en todo el mundo incluida la biorrefinería
más importante basada en cereales en Europa,
en Lestrem (Francia). Roquette, junto con otros
socios europeos (SIDEC, DSM, Cognis, Eurovia,
Arkema, Metabolic Explorer, Solvay, el Instituto
Nacional de Ciencias Aplicadas de Lyon Insa y el
Instituto de Moléculas y de la Materia Condensada
de LilleIMMCL), han creado el programa BioHub
con el objetivo de investigar vías para la transformación de almidones en productos de alto valor
añadido. El programa tiene un presupuesto de
90 millones de euros para seis años de investigación. Está parcialmente financiado por la Agencia
Francesa para la Innovación Industrial (42 millones de euros, 22 millones de subvención y 20
millones de créditos reembolsables).
Los objetivos técnicos son la transformación del
almidón en una molécula plataforma llamada isosorbida que se transformaría en biodisolventes,
Novamont, una empresa italiana, comercializa
bioplásticos hechos a partir de materias primas
de origen agrícola. Uno de los más populares es el
Mater-Bi y lo consumen numerosos supermercados
españoles. Su programa de inversiones empezó en
1989 coincidiendo con el establecimiento de la nueva legislación ambiental en los Estados Unidos, la Pollution Prevention Act, y el nacimiento de una nueva
disciplina llamada química verde. Desde entonces, ha
invertido más de 75 millones de euros. La empresa,
con aproximadamente 100 trabajadores, tiene tres
líneas de producción situadas en la planta de Terni
(Italia) que le dan una capacidad global de producción de más de 20.000 toneladas/año.
Síntesis químicas menos contaminantes
Lilly Research Laboratories rediseñó su síntesis
de una droga con propiedades anticonvulsivas,
LY300164. Este fármaco se utiliza para tratar la
epilepsia y enfermedades neurodegenerativas.
La síntesis antigua consistía en un proceso económicamente viable, aunque algunos pasos de la
síntesis eran problemáticos. Por ejemplo, se producían
elevadas cantidades de residuos de cromo, se necesitaba un paso adicional de activación y todo el
proceso requería grandes cantidades de disolventes.
La nueva estrategia sintética significó una importante mejora ambiental del proceso. Se eliminaron
aproximadamente 34.000 litros de disolventes y
300 kilos de residuos de cromo por cada 100 kg
de LY300164 producidos. Sólo hubo que aislar tres
de los seis intermedios de síntesis. Se redujo la exposición de los trabajadores a agentes nocivos y se
redujeron significativamente los costes de proceso.
El nuevo esquema sintético resultó más eficiente
que el anterior, y pasó de un rendimiento del 16
% al 55 % . El nuevo protocolo fue posible combinando innovaciones provenientes de la química, la
microbiología y la ingeniería. El proceso ha resultado de aplicación general y a causa del bajo coste de
las tecnologías utilizadas tendrá, con toda seguridad, una amplia aplicación en el sector.
El caso de Roche Colorado Corporation, un centro
de desarrollo de procesos de segunda generación
que fue galardonado en los Estados Unidos en
materia de producción limpia recibió uno de los
premios presidenciales de química verde, Presidential Green Chemistry Challenge Awards consiste
en el desarrollo de una nueva y eficiente síntesis
de un potente agente antiviral (Cytovene®). Esta
droga se utiliza para el tratamiento de infecciones
oculares en pacientes inmunosuprimidos. Los beneficios ambientales del nuevo proceso, bautizado
como proceso TriEster Guanina, son igualmente
importantes cuando se comparan con la síntesis
tradicional. El número de pasos de síntesis se ha
reducido de seis a dos; el número de reactivos
e intermedios se ha reducido de 22 a 11; además,
tres de cada cuatro reactivos clave se recuperan y
se reutilizan; y el rendimiento global de la síntesis
se ha incrementado en más de un 25 % . El proceso
también conlleva una importante reducción de la
contaminación en origen: se han eliminado 1,12 millones de kilos de residuos líquidos y 25.300 kg de
residuos sólidos al año. La Agencia de Medicamentos y Alimentos de los Estados Unidos (FDA, por
sus siglas en inglés) ha registrado el proceso TriEster
Guanina como el proceso de manufactura para la
producción mundial de Cytovene®, aunque este
proceso también es aplicable a la síntesis de otros
agentes antivirales.
Donlar Corporation, también ganadora de uno de
los premios presidenciales de química verde de los
Estados Unidos, es una empresa de 56 trabajadores
que factura 5 millones de dólares anuales. Donlar
ha desarrollado un método para comercializar poliaspartato térmico (PAT) como agente inhibidor
del depósito de productos insolubles en tuberías,
bombas, torres de refrigeración, condensadores y
evaporadores, en sustitución del polímero de poliacrilato (PPA). Éste último, aunque es un producto
relativamente poco tóxico, no se biodegrada con
facilidad y, por lo tanto, debe separarse del agua
con tratamientos fisicoquímicos, lo que da como resultado un barro insoluble que debe depositarse en
vertederos.
El PAT se produce a partir del ácido aspártico en
una reacción que no utiliza disolventes orgánicos y
que no genera prácticamente subproductos. A esta
ventaja ambiental debe añadirse que el PAT no es
tóxico y se puede utilizar en muchas de las aplicaciones en el que se usa el PPA. Además, el PAT es
biodegradable porque se transforma en CO2, H2O y
biomasa por la acción de los microorganismos en las
plantas depuradoras de fangos activados. Por tanto,
el PAT, a diferencia del PPA, no se tiene que eliminar
del agua residual y, en consecuencia, no es necesaria
su disposición en vertederos.
La química verde en el mundo
La química verde es una ciencia que ha arraigado en todo el mundo. Los Estados Unidos han
sido, históricamente, el país más activo en la promoción de la química verde. En este sentido, el
interés de la EPA por la química verde empezó
poco después de la publicación de la ley para la
prevención de la contaminación. Fueron técnicos
de la Oficina para la Prevención de la Contaminación y los Compuestos Tóxicos (OPPT, por sus siglas
en inglés) los que empezaron a explorar la idea de
desarrollar nuevos productos químicos y nuevos procesos, o de mejorar los ya existentes para hacerlos
menos perjudiciales para la salud humana y el medio
ambiente. En 1992, la OPPT creó un programa de
subvenciones llamado Alternative Synthetic Pathways
for Pollution Prevention. Este programa proporcionó,
por primera vez, ayudas para proyectos de investigación que incluyen la prevención de la contaminación
en la síntesis de productos químicos. Desde entonces,
el programa de química verde ha establecido numerosas colaboraciones con otras agencias federales,
con la industria y con centros de investigación para
potenciar el uso de la química para la prevención de
la contaminación y los riesgos para la salud humana.
El creciente apoyo gubernamental a la química
verde se hizo patente en 1995, cuando el entonces
presidente Clinton anunció el programa Presidential
Green Chemistry Challenge para promover la prevención de la contaminación y la ecología industrial
mediante una estrecha colaboración de la EPA con
la industria química. A partir de esta fecha se entregaron los premios presidenciales de química verde
(Presidential Green Chemistry Challenge Awards).
Asimismo, se creó un centro donde se gestionan y se organizan muchas iniciativas en el campo
de la química verde, el Instituto de Química Verde
(Green Chemistry Institute). Hoy en día, este instituto forma parte de la Sociedad Química de los
Estados Unidos (ACS, por sus siglas en inglés).
C
En la Unión Europea, la patronal de las industrias
químicas Cefic y la asociación de industrias biotecnológicas EuropaBio, junto con la Comisión
Europea, lanzaron en el 2005 la iniciativa SusChem
(química sostenible), una plataforma tecnológica que
tiene la misión de definir las agendas estratégicas de
investigación y el plan de aplicación correspondiente. Estas agendas determinan las áreas de la química
que son susceptibles de financiación por parte de los
programas de apoyo a la investigación en el ámbito
europeo. Los principales centros de investigación en
el campo de la química verde en Europa se encuentran en el Reino Unido, Alemania, España y Francia.
Otros países que destacan por su dinamismo en el
desarrollo de la química verde son Japón ―donde
los líderes científicos y políticos se dieron cuenta,
hace diez años, de que la química verde sería un aliado estratégico para impulsar el giro de la industria
química pesada hacia la fabricación de productos químicos de más alto valor añadido―, la India
y China, que se han convertido en las nuevas potencias productoras de sustancias químicas. Estos
dos últimos países reconocen la importancia de
no caer en los mismos problemas de contaminación que los países occidentales sufrieron a lo
largo de su historia de desarrollo industrial. Por este
motivo, sus gobiernos financian numerosos proyectos
de química verde en los institutos y en los centros de
investigación en química verde establecidos en las universidades más prestigiosas.
La situación en Cataluña
Cataluña tiene suficiente potencial investigador
e industrial para favorecer la transición desde
productos químicos tradicionales hacia productos
químicos sostenibles. La especificidad y las particularidades de la industria química catalana en este
momento definen las posibilidades y las rutas que
puede adoptar esta transición industrial.
Por una parte, las grandes empresas químicas como
Ercros, productor del cloruro de polivinilo (PVC),
y La Seda, que produce el poli(tereftalato de etileno) (PET), tienen programas de investigación en
biopolímeros y polímeros reciclados. La empresa
oleoquímica Cognis ya comercializa con éxito disolventes verdes en sectores como el agroquímico
y el de pinturas y barnices. Por otra parte, Cataluña
tiene un conjunto de empresas de tamaño medio,
caracterizadas por su capacidad de transformar
65
C
Química verde: ciencia para la sostenibilidad
Carles Estévez
materias primas como monómeros o polímeros
y aditivos en formulaciones y materiales (plásticos y recubrimientos empleados en automoción,
construcción y alimentación). Sorprendentemente,
estas empresas tienen una capacidad intrínseca
de innovación e investigación, que recientemente
están orientando hacia productos químicos sostenibles. Esta línea de investigación está determinada en gran medida por la demanda procedente
de minoristas, entre los que destacan Ikea, Nike,
Louis Vuitton, Volkswagen y numerosas empresas
de la automoción, la construcción y la electrónica
de consumo. Por ejemplo, la empresa Merquinsa
compite en el mercado internacional del poliuretano térmico con monómeros de origen renovable.
IUCT, una empresa catalana de investigación química, es pionera en el ámbito del desarrollo de
productos químicos verdes. Ha estado investigando
disolventes inocuos para su aplicación en diferentes
procesos industriales. También ha enfocado la investigación hacia la producción de biocarburantes.
Los químicos de esta compañía se dieron cuenta de
que la producción del biodiésel sólo presentaba una
economía de átomos del 90 %. Este hecho penaliza
la eficacia sintética y, por lo tanto, la economía global
del proceso. La solución al problema fue la transformación de los subproductos de la síntesis original en
una molécula que presenta características similares
al biodiésel. La tecnología ha sido patentada en varios países del mundo y actualmente está en fase
inicial de explotación. Otra contribución significativa
de IUCT ha sido el descubrimiento de un proceso
de producción de agentes antivirales mediado para
enzimas como alternativa al uso de catalizadores
químicos convencionales. Como resultado del éxito
de la investigación se constituyó una empresa derivada (spin-off), Plasmia-Biotech, que explota esta
tecnología.
No hay duda de que con un mercado de productos
químicos verdes creciente entre el 15 % y el 20 %
en los últimos años, la química verde es una gran
oportunidad para el desarrollo científico y empresarial en Cataluña; una oportunidad que debe
aprovecharse.
El futuro de la química verde
Uno de los retos más importantes para los químicos es el diseño de sustancias químicas verdes
y, al mismo tiempo, eficaces para la función que
deben llevar a cabo. A menudo, pequeñas modificaciones de la estructura química para evitar
propiedades peligrosas como la neurotoxicidad,
la inflamabilidad o el potencial de destrucción de
la capa de ozono tienen como resultado una pérdida de eficacia por el hecho de que una o varias
propiedades que determinan la eficacia del uso
de una determinada sustancia dejan de estar en
los rangos óptimos. Esta situación ha dado como
fruto, a lo largo de la historia de la química industrial, la selección de sustancias que son un pobre
compromiso entre la eficacia técnica, la seguridad
química y su precio.
66
Los profesionales del diseño de productos químicos
no reciben formación adecuada en los programas
oficiales de las facultades de química en toxicología, impacto ambiental de productos químicos o
seguridad química. Así, los químicos no tienen, en
general, el conocimiento necesario para diseñar
productos químicos inocuos para el medio ambiente y la salud humana.
Por otra parte, la ciencia toxicológica aún está lejos de
disponer de métodos generales firmes de predicción de la toxicidad, de entender las interacciones
entre productos químicos y dianas biomoleculares
toxicológicamente relevantes. Es necesaria una
comprensión holística de las respuestas celulares a
los compuestos tóxicos. Aunque el uso de métodos y datos de la toxicogénica, la transcriptómica,
la proteómica y la metabolómica plantea una vía
muy prometedora para incrementar el conocimiento sobre la toxicidad química, hay muchos
retos técnicos que deben resolverse antes de que
los datos se puedan reducir al nivel en el que puedan informar sobre la selección y el diseño de un
gran conjunto de productos químicos.
En conclusión, el desarrollo de la química verde
estará fuertemente influenciado por la calidad
de la educación de los jóvenes químicos, su capacidad para resolver problemas complejos con la
optimización de múltiples variables simultáneamente, la existencia de mecanismos adecuados
para permitir la transferencia eficiente de la investigación a proyectos industriales y, por último, el interés
de los emprendedores hacia la química verde.
2003: En marzo del 2003 se funda en Zaragoza la
Red Española de Química Sostenible (REDQS) con
el objetivo de promover la química sostenible en
los aspectos educativos y científicos. Actualmente,
la REDQS tiene representantes en más de treinta
universidades y centros de investigación españoles.
2004: Se presenta por primera vez la plataforma
tecnológica de química sostenible (SusChem) en
una rueda de prensa en Bruselas. En noviembre
del 2004 se publica el documento «The vision
for 2025 and beyond» («La visión para el 2025 y
más allá») durante el First SusChem Stakeholder
Meeting. http://www.suschem.org/upl/3/default/
doc/38_2170ctp_final.pdf
2005: Nace la plataforma nacional SusChem-ES
(Plataforma Tecnológica Española de Química
Sostenible). IUCT representa a ASEBIO (la Asociación Española de Bioempresas) en su Consejo
Gestor. www.pte-quimicasostenible.org
2005: Se aprueba la propuesta del proyecto europeo Solvsafe presentada en el VI Programa Marco de la UE. Solvsafe, coordinado por IUCT, es el
primer consorcio industrial europeo liderado por
empresas españolas que diseña e investiga disolventes sostenibles. El proyecto se completó con
éxito en marzo del 2009.
Breve historia de la química verde
1995: El presidente Bill Clinton concede el primer
Premio Presidencial de Química Verde (Presidential Green Chemistry Challenge Award), con el
que se galardona a científicos y empresas que han
desarrollado productos y procesos químicos verdes producidos en los Estados Unidos.
http://www.epa.gov/greenchemistry/pubs/pgcc/
past.html
1997: Fundación de IUCT en Cataluña, la primera
empresa a del mundo que tiene como misión diseñar productos y procesos químicos verdes.
1999: IUCT organiza la primera Conferencia Internacional de Química Verde (GCC), que tiene
lugar en Barcelona. La IX GCC se celebró en Alcalá
de Henares en el 2011. www.iuct.net
1999: IUCT firma un convenio de cooperación con
la Asociación Española de Fabricantes de Productos de Química Fina (AFAQUIM) con el objetivo de
impulsar proyectos de investigación en química verde.
2000: Anastas y Warner publican los 12 principios
de la química verde. Anastas, P. T., y Warner, J. C.
Green Chemistry: Theory and Practice. Oxford University Press, 2000.
....................................................
Para más información
Página web de la Red Española de Química Sostenible
www.redqs.org
Recientemente se ha creado la página de la REDQS en
Facebook.
Página web de IUCT
www.iuct.com
Página web del Instituto de Química Verde de la ACS (ACS
Green Chemistry Institute)
http://portal.acs.org/portal/acs/corg/content?_nfpb=true&_
pageLabel=PP_TRANSITIONMAIN&node_id=830&use_
sec=false&sec_url_var=region1&__uuid=de1035bc-74354edc-a8bd-2f985566b716
Estévez, C. «Sustainable Solutions – Green Solvents for Chemistry», en Höfer, R. (ed.) Sustainable Solutions for Modern
Economies, RSC Green Chemistry Series, 2009.
cc
CARA A CARA
No hay química verde
sin una sociedad verde
grandes urbes; la industria, en conjunto, es sólo la
tercera. El problema es que la industria es una causa
localizada y bien visible.
Xavier Doménech Antúnez
XDA: La química ha contribuido a socializar los
bienes de consumo; ha abaratado bienes que antes
eran difíciles de adquirir, por ejemplo, el coche. Hasta hace poco, se sintetizaban productos y se producían
con ellos bienes de consumo sin ser conscientes de los
daños que podían comportar para el medio. Gracias
a la mejora de la instrumentación analítica y de
la toxicología, hemos comprobado que algunos
de estos compuestos pueden generar problemas
y hemos intentado introducir remedios. Ahora es
necesario invertir la lógica: antes de introducir el
compuesto, deben desarrollarse metodologías que
intenten demostrar que este compuesto no tendrá
ningún efecto sobre el medio ambiente. Este principio de precaución está en el corazón de la química
verde y del Reglamento REACH.
Departamento de Química, Universidad Autónoma
de Barcelona
Josep Castells Boliart
presidente del Instituto Universitario de Ciencia y
Tecnología (IUCT).
Por Michele Catanzaro
Doctor en Física y periodista científico freelance
Xavier Doménech y Josep Castells dialogan
sobre la percepción social en torno a la química,
sobre estilos de vida y consumo y sobre los retos
a los que se enfrenta un sector que se esfuerza por
ser más sostenible y más respetuoso con el entorno.
Tras los accidentes de los años setenta y ochenta,
como los de Seveso y Bhopal, la industria química
cayó en un descrédito tan grande que desde entonces ha apostado fuerte por la química verde. En la
actualidad, en el mundo desarrollado, los residuos
son tratados y reducidos, y los procesos, optimizados para producir el mínimo de desechos y
consumir el mínimo de energía: hay poco margen
de mejora en este ámbito. Sin embargo, hay muchos
retos pendientes. Mientras que los nuevos productos controlan de forma estricta su potencial tóxico,
aún son en gran parte desconocidas las propiedades
de 100.000 compuestos que se sintetizaron antes
de los años noventa: el Reglamento REACH pretende ordenar este ámbito. La química afronta el
reto de la innovación: producir nuevos materiales
que sustituyan los de toxicidad comprobada o sospechada. En el mundo en desarrollo, el reto es la
desregulación del sector, aún predominante. Pero
todos los esfuerzos para mejorar estos aspectos
serán inútiles, afirman Doménech y Castells, si la
sociedad no se replantea el modelo de consumo: un
modelo que vierte al medio ambiente una cantidad
exagerada de compuestos (que, en definitiva, repercuten sobre el propio cuerpo humano).
MC: Hoy químico es un adjetivo casi despectivo:
¿realmente el balance de la industria química es globalmente negativo?
JCB: Todos los excesos pueden ser dañinos. Una
actividad tan sana como la agricultura o la ganadería
pueden generar problemas graves, como los purines
o los residuos de las deforestaciones. Sólo por el hecho de vivir, los humanos generan una gran cantidad
de desechos. Como el resto de actividades, la industria (y la química, como cualquier otra industria)
puede generar problemas. Cuando los humanos
progresamos, generamos problemas con los que no
contábamos. Sin embargo, debe hacerse un balance
entre los beneficios y los problemas del progreso e
ir avanzando para resolver los distintos problemas.
También debe recordarse que la causa principal de
contaminación es el transporte y la segunda son las
C
MC: ¿Es factible que se aplique siempre este principio de precaución?
JCB: La definición del principio es perfecta, pero se
fundamenta sobre la ciencia disponible, no sobre lo
que se conocerá dentro de veinte años: siempre
pueden surgir imprevistos.
XDA: Sin embargo, de los 100.000 productos recogidos en el inventario de 1991, no se dispone de
ningún tipo de información, a pesar de que la ciencia
haya ido evolucionando. Sólo tenemos alguna información toxicológica de un 25 % de estos productos.
JCB: Es cierto, pero también hay un conocimiento
fundamentado en la experiencia: en algunos casos,
se puede saber que un producto es inocuo porque
durante doscientos años ha estado en el mercado y
no ha causado ningún daño, de la misma forma que
se sabe qué se puede comer y qué no.
XDA: En realidad, la frontera es difusa, como se
ve con los contaminantes emergentes, compuestos sintéticos que se sospecha que pueden generar
algún problema. ¿La sola sospecha es suficiente para
tomar medidas? El principio de precaución sostiene
que si sospechas que un producto puede ser dañino,
debes evitar fabricarlo o intentar hacer evaluaciones
de riesgo.
JCB: Lo más lógico sería verificar si la sospecha es
una amenaza real o infundada.
XDA: ¿Y si no lo sabes? ¿O si tienes dudas? Se puede asegurar que un compuesto es peligroso en unas
determinadas concentraciones, pero es más difícil
comprobar si una exposición continua a concentraciones muy bajas puede generar algún problema.
JCB: Esto ocurre también con los alimentos tradicionales. Si te bebes 38 litros de agua en un día,
esto te provocará un choque electrolítico. ¿Podemos decir por ello que el agua es peligrosa?
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cc
No hay química verde sin una sociedad verde
Xavier Doménech Antúnez y Josep Castells Boliart
MC: En pocos casos se da realmente este dilema: si
se aplicase el criterio de precaución, ¿deberíamos
retirar del mercado una gran cantidad de productos?
XDA: No, se trata de una minoría de casos. En los
nuevos productos que se sintetizan es necesario
informar sobre las propiedades, y en los casos más
complejos llevar a cabo una evaluación del riesgo.
El problema es que hay poca información sobre los
compuestos existentes.
JCB: Un problema relacionado con esto es la
globalización. La mayoría de la fabricación y de
la química básica se ha decantado hacia Asia,
donde hay mucha demanda y una legislación más
permisiva. En Europa la sociedad ya está acomodada,
y quiere menos problemas ambientales y de salud.
En Asia quieren salir de la pobreza y para ellos
el medio ambiente es secundario: hace treinta
o cuarenta años sucedía lo mismo aquí. En este escenario, hacer regulación en el ámbito de un solo
país no tiene ningún sentido: o se hace globalmente
o no tiene sentido.
XDA: Sin embargo, la Unión Europea y los Estados Unidos aún ejercen cierto liderazgo, y sus leyes
también se aplican a los productos importados.
JCB: Sí, pero estas leyes acaban afectando sólo al
producto final, no al proceso de fabricación.
MC: ¿Cuáles son los principales impactos sobre el
medio ambiente y la salud de los productos químicos?
XDA: Los compuestos sintéticos con impacto son
pocos: los que son muy bioacumulativos y persistentes acaban siendo tóxicos, si alcanzan ciertas
concentraciones y tienen la capacidad de migrar a
distintos lugares del planeta. Estos contaminantes
orgánicos persistentes están bastante regulados
por acuerdos internacionales, que incluyen una lista
con 12 familias de compuestos, que se va actualizando periódicamente. El problema actual es el de
los contaminantes emergentes: productos sintéticos
que pueden ser biodegradables y que, sin embargo,
tienen un tiempo de residencia en el medio. Esto
depende de si se consumen mucho y de que tengan
un flujo alto de salida. Por ejemplo, los productos
farmacéuticos pueden ser inocuos ―se metabolizan
y se degradan en el medio ambiente―, pero como
se consumen mucho, tienen mucha residencia en el
medio: se detectan concentraciones muy bajas, de
microgramos y nanogramos por litro, que producen un cóctel en el agua que genera impactos en el
ecosistema y permanecen en el agua incluso tras la
potabilización. En estos casos puede haber efectos
crónicos. Otro ejemplo es el típico olor de un coche
nuevo. El día que te dan un coche, en su ambiente
cerrado hay cientos de productos orgánicos que después de una semana han bajado de concentración,
pero anteriormente tú ya los has respirado. ¿Son dañinos estos productos? Hay cierto debate al respecto, y debe evaluarse el riesgo y el beneficio.
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JCB: Mayoritariamente estamos hablando de problemas ambientales y de salud debidos al uso de
los compuestos, no a su fabricación. La industria
química generó problemas en su día, pero ya se ha
puesto las pilas y ha cambiado las prácticas. Hoy
en día, lo que debemos plantearnos es si, efectivamente, en los coches nuevos deben ponerse todos
los plásticos que llevan, no tanto cómo se fabrican
estos plásticos.
MC: ¿Esta decisión de qué depende?
JCB: Depende de la sociedad, no de la industria.
XDA: Si queremos coches baratos, estos deben
llevar plásticos y aditivos, para que los plásticos no
se inflamen. ¿Queremos coches baratos y seguros,
con airbags y que no se incendien con una chispa?
¿O estamos dispuestos a no usar aditivos? El debate real gira en torno a la sociedad de consumo.
MC: ¿Cómo afrontar un problema de este tipo?
JCB: Se puede decir: «por favor, no consuma productos no fabricados en la Unión Europea, donde no se aplican las mejores reglas; consuma con
responsabilidad». Pero esto implicaría pagar el doble y el triple por lo que consumimos: ¿estamos
dispuestos a hacerlo o más bien vamos hacia un
modelo donde todo es de bajo coste?
MC: ¿Hay medidas para cuantificar el impacto de
los compuestos químicos sobre el medio ambiente
y la salud?
XDA: Se puede determinar su concentración en el
suelo, en los sedimentos, en la sangre de muestras
de población y en la dieta. Luego está la toxicología: averiguar si ciertas concentraciones tienen
efectos agudos o crónicos.
JCB: Es muy difícil aplicar estos análisis a todos los
compuestos: analizar 100.000 productos de forma
simultánea en todos estos medios es casi imposible.
XDA: Pero se pueden establecer prioridades: en
primer lugar, es necesario fijarse en los productos
más acumulativos y biorresistentes, sobre todo en
los de gran producción (por encima de 1.000 toneladas al año). El REACH exige que en estos casos
las empresas se responsabilicen del producto aguas
abajo, mediante una evaluación del riesgo.
MC: ¿Cuál es el nivel de contaminación en nuestro
entorno?
XDA: Es similar al de cualquier país de la Unión Europea. Hay problemas, pero son muy puntuales, y
ligados a gestiones de hace treinta o cuarenta años:
los sedimentos de Flix, el vertedero de Can Planes
de Cerdanyola... Como en el resto de Europa, el
problema son los contaminantes emergentes: por
ejemplo, la concentración de plásticos, el polvo doméstico o los fármacos en los ríos.
JCB: Imaginemos que se detecta en el Llobregat
un medicamento oncológico que se utiliza para curar el cáncer de mama. La sociedad debe decidir si
prohibimos su uso. ¿Cuál será la prioridad? ¿Salvar
vidas humanas o salvar a los peces del Llobregat?
XDA: De hecho, fármacos tan agresivos se suelen
consumir relativamente poco, y las nuevas moléculas deben ser biodegradables. Los problemas reales provienen de fármacos muy comunes, como el
ibuprofeno, el paracetamol, el diazepam... Hay una
cuestión social de fondo: estamos acostumbrados
a consumir demasiados fármacos.
MC: ¿En qué circunstancias nace la química verde?
¿Qué nos empuja hacia este cambio?
XDA: Los accidentes de Seveso y Bhopal generaron la idea de que la química es sucia. A fin
de aumentar la confianza en la industria química,
ésta intentó poner remedio a través del programa
Responsible Care, el antecedente de lo que ahora
denominamos responsabilidad social corporativa.
Esto se logró mediante la presión social y la legislación.
JCB: Yo creo que la causa de fondo es la evolución de la sociedad hacia el bienestar: primero
alcanzamos el bienestar y después nos pusimos
a resolver los problemas que ha generado, como
los accidentes, las malas prácticas o los problemas
de los mismos productos.
MC: ¿En qué consiste hacer química verde?
JCB: Lo primero que se llevó a cabo, durante los
años ochenta, responde más bien una reacción de
urgencia, a un intento de resolver los problemas
a final de línea: tratar y confinar los residuos, aislarlos sin eliminarlos. El segundo paso propició el
nacimiento de la química verde: la idea era ser más
creativos, mejorar la forma de trabajar, lograr los
mismos productos de antes, pero cambiando el
proceso. El objetivo, en vez de producir muchos
residuos peligrosos y después tratarlos, era cambiar el proceso para producir menos.
XDA: La filosofía consiste en extender los límites.
Hasta entonces, el químico o el ingeniero químico
miraba sólo su vaso de precipitados o su reactor y
sólo intentaba aumentar el rendimiento, al menor
coste posible. Ahora, el químico debe considerar
no sólo el tubo de ensayo o el reactor, sino también los recursos, la biodegradabilidad, la sociedad
en la que se encuentra...
JCB: Se trata de considerar más variables a la hora
de diseñar el proceso. Esto es muy complicado y no
se cambia de la noche a la mañana. Pero también
permite reducir los costes: en los años sesenta,
los residuos no se trataban, mientras que a partir de los ochenta tratarlos empezaba a tener un
coste. Esto hizo que entrase en juego un proceso de innovación y llevó a la redefinición de una
industria madura, que producía los compuestos de
alto tonelaje más o menos igual desde hace cien
años. La primera etapa de la química verde consiste
en cambiar los procesos para obtener menos residuos. Después viene una segunda etapa, basada en
rediseñar los propios productos. Actualmente, hay
poco margen para mejorar el impacto ambiental
en el proceso de fabricación. El problema que estamos detectando ahora es cómo llega el producto
a la sociedad y se esparce por el medio.
MC: ¿Cuáles son los retos que se plantean?
JCB: En primer lugar, reducir los costes de las evaluaciones de riesgo: actualmente tienen un coste muy
alto. Esto se puede hacer desarrollando métodos de
experimentación in vivo o in silico [de simulación
con el ordenador]. El otro aspecto es profundizar
en la toxicología de los efectos crónicos.
XDA: Algunas disciplinas están en crecimiento,
como el uso de materias primas renovables, un
importante reto industrial. Otro sector es la biotecnología industrial, una de las técnicas que se
utilizan para mejorar los procesos ya existentes y
para introducir nuevos productos. Respecto a la
nanotecnología hay muchas dudas de cómo se introducirá en la sociedad. Sin embargo, el reto más
importante de la química verde es que sea viable
económicamente. Se pueden hacer muchas cosas
fantásticas en química a escala toxicológica, pero si
nadie las compra, esto será en vano. Es necesario
vencer a la economía: el factor que hace que un
producto entre en el mercado no es que sea el
mejor, sino que la economía te permita ser competitivo fabricando ese producto.
MC: ¿Cuáles son los casos de éxito de la química
verde?
JCB: Los biocarburantes son un ejemplo: el biodiésel utiliza un recurso renovable en sustitución del
petróleo, y esto lo ha logrado la industria química.
Los críticos dicen que consume recursos que podrían dedicarse a la alimentación, pero hay mucha
demagogia respecto a este punto: los precios de
los alimentos suben y bajan, mientras la producción
de biodiésel y bioetanol continúa aumentando. Los
problemas en los precios de los alimentos provienen de la especulación de los mercados; no tienen
nada que ver con el biodiésel. Los biocarburantes
se utilizan cada vez más, pero esto se debe a que
se ha apostado políticamente por ellos. Si sólo se
valorasen los factores económicos puros, nadie los
utilizaría: la fabricación de un litro de gasolina puede costar 30 céntimos, sin impuestos, mientras que
el bioetanol cuesta unos 80. La política permite
igualar los costes por una decisión de la sociedad.
Otro ejemplo de éxito es la fabricación de Viagra.
El primer proceso tenía más de diez etapas de síntesis, con toneladas de residuos por cada kilo de
producto. Se trabajó en una segunda generación
de proceso, que hizo disminuir hasta más de la mitad
los pasos de síntesis, y en un 80 % los residuos que
se generaban. Anteriormente todos los residuos se
trataban, pero en el nuevo proceso se genera un
80 % menos de residuos y se ahorran costes. Otro
éxito es el lanzamiento de nuevos disolventes, que
aún no han entrado con fuerza en el mercado.
MC: Si el cuello de botella para la química verde es
el problema de los costes, ¿esto se resuelve sólo con
tasas o multas?
JCB: El problema de fondo es el modelo de sociedad
que tenemos. Por ejemplo, la recogida de residuos
urbanos también implica un incremento de costes,
pero como sociedad hemos decidido llevarla a cabo.
XDA: Otro ejemplo sería el reglamento de las bolsas de plástico. Es necesario un incentivo político.
Por ejemplo, mediante tasas se puede incrementar
el precio del coche privado, lo que fomentaría el
transporte público, el carsharing, etc.
químicos: la falta de ética en su formación. La química verde es un tema ético: no debe tenerse en
cuenta sólo la eficiencia de un producto, sino ampliar
sus límites, valorar si es bueno para la sociedad,
si deteriorará recursos...
C
JCB: Los incidentes de los años ochenta dañaron
mucho una disciplina científica fundamental para la
sociedad. La química per se no es ni buena ni mala:
es conocer cómo podemos modificar las cosas que
tenemos a nuestro alcance para que sean más útiles a las personas. Pero la mala prensa generada
ha afectado al volumen de vocaciones y esto es
un problema grave. Los químicos son los únicos
que pueden resolver los problemas de la química.
La comunicación en torno a esta disciplina ha sido
muy dañina.
JCB: El problema es que estas intervenciones
implican trasladar la atención hacia el consumo. Pero
no queda mucho más por hacer: la industria ya ha
hecho sus deberes.
MC: Hay mucha gente crítica con el Reglamento
REACH: ¿qué balance hacéis de él?
XDA: Yo lo considero un buen avance. Lo que
se reclama con el Reglamento REACH es que las
empresas proporcionen la información toxicológica
y las propiedades fisicoquímicas de sus productos,
pero la normativa establece prioridades entre el
gran número de compuestos. Los críticos querrían
toda la información sobre todos los productos con
el mismo nivel de exigencia. Asimismo, el Reglamento REACH permite la autorización del producto
durante un tiempo y en un lugar determinados,
antes de proceder a su sustitución, y esto no gusta
a algunos críticos. Desde mi punto de vista, el problema es que esta normativa llega muy tarde: se ha
tardado mucho en obtenerla.
JCB: Yo creo que es un primer paso, que debe
tener continuidad. Sin embargo, el cambio no será
inmediato. Hay una lista de productos señalados,
que es preciso sustituir tan pronto como surja una
alternativa. Pero esto no es fácil: la investigación
tarda mucho y luego deben llevarse a cabo todos
los controles.
XDA: Hasta ahora, la innovación estaba bloqueada por la gran masa de productos existentes. Para
comercializar un nuevo compuesto se pedía llevar
a cabo una serie de evaluaciones que no se exigían
para los compuestos existentes. Ahora, el REACH
equipara los nuevos productos y los antiguos, y esto
es un incentivo a la innovación.
MC: ¿Los químicos y los ingenieros químicos salen
de las facultades preparados para trabajar con química verde?
XDA: Cada vez se encuentra más presencia de la
química verde en los currículos. Pero hay un problema que comparten todos los profesionales
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P
POLÍTICAS PÚBLICAS
Química verde: hacia un
modelo eficiente y de alta
calidad ambiental
Assumpta Farran
directora general de Calidad Ambiental
de la Generalitat de Catalunya
El artículo presenta las áreas de la química verde
y argumenta que Cataluña ha sido pionera en
España en el impulso normativo y en la aplicación
de sistemas de calificación ambiental.
La química verde, también llamada química sostenible, se ha definido como el diseño, la manufactura
y el uso de sustancias químicas y de procesos que
reducen o eliminan la generación de residuos y
de emisiones de productos nocivos para el medio
ambiente o la salud humana.
La química verde utiliza principios químicos que
garantizan no sólo la consecución de los objetivos
económicos de las industrias, sino también los objetivos de calidad ambiental.
La química verde presenta cinco grandes áreas de
interés:
I. Materias primas renovables que reduzcan
los efectos adversos, tanto en lo que respecta
a la exposición de las personas como al impacto
ambiental.
II. Rutas sintéticas de bajo impacto ambiental, para
proporcionar nuevas síntesis que reduzcan, en
conjunto, el uso intensivo de materias primas,
energía y residuos (especialmente los que son
más tóxicos o difíciles de tratar).
III.Sustitución de los disolventes tradicionales, mediante la investigación de disolventes que no sean
inflamables, tóxicos o produzcan emisiones de
compuestos orgánicos volátiles (COV).
IV.Reactivos «verdes» más benignos, que sustituyan a los reactivos peligrosos.
V. Productos químicos más seguros, orientados
a reducir la toxicidad de una molécula sin sacrificar la eficacia de su función.
En definitiva, se podría definir la química verde
como la aplicación de tecnologías limpias en el
sector químico, en el sentido de que las emisiones
y los residuos relacionados con la producción, el uso
y la gestión cuando se convierten en residuos de los
productos se minimiza tanto como sea posible, y lo
más cerca posible de la fuente de producción.
Así, los propios documentos de referencia (BREF)
sobre las mejores técnicas disponibles aplicables a
diferentes subsectores de la industria química que
adopta la Comisión Europea (química fina orgánica, producción de grandes volúmenes de productos
químicos orgánicos, producción de grandes volúmenes de productos químicos inorgánicos, química fina
inorgánica, etc.) recogen los principios que inspiran
la química verde.
70
En el Estado español la química verde no se puede
considerar una actividad generalizada; Cataluña es
la principal impulsora de esta disciplina, probablemente porque concentra la mayoría de la industria
química de todo el Estado, tanto de base como
fina, farmacéutica, de especialidades, etc.
El medio ambiente en Cataluña es muy diverso,
pero, al mismo tiempo, muy frágil. La gran cantidad de actividades industriales (35 %), agrícolas y
ganaderas (45 %) y de servicios (20 %), junto con
el factor de la concentración de actividades y de
población en determinadas áreas (área metropolitana de Barcelona, El Camp de Tarragona y las
comarcas de El Vallès y Osona), hacen que, sobre
todo en estas áreas, la carga contaminante que
recibe el medio ambiente (generación de residuos, aguas residuales, contaminación atmosférica)
no sea precisamente irrelevante. Por ello, deben
lograrse unos flujos energéticos, de producción
y de valorización de la materia y la energía, que
presenten un nivel de eficiencia máxima. De este
modo tanto por la aplicación de iniciativas innovadoras en un lugar, como por la aplicación de
las mejores técnicas disponibles y de las mejores
prácticas ambientales fruto de un intercambio de
información y experiencias en el ámbito de la
Unión Europea, en todas las actividades en las que
sea técnica y económicamente viable podrá avanzarse hacia un modelo de desarrollo eficiente, pero
sobre todo sostenible.
Los objetivos de la química verde encajan perfectamente con este fin, dado que esta disciplina intenta
sobre todo vehicular sus acciones incorporando
conocimientos de un modelo ampliamente probado y experimentado durante millones de años:
los sistemas naturales (a pesar de que la capacidad de mimetismo, respecto a estos sistemas, sea
limitada).
Sin embargo, deben tenerse en cuenta los efectos
de las sustancias químicas sobre la salud y el medio
ambiente, considerando su crecimiento exponencial en los últimos años, ya que aunque en muchos
casos han favorecido el progreso de la sociedad,
no todas son sustancias inocuas. Precisamente por
este motivo, en toda Europa se ha desarrollado una
nueva normativa, entre la que requiere mención
expresa, por su relevancia, la siguiente: el Reglamento (CE) n.° 1907/2006, relativo al registro, la
evaluación, la autorización y la restricción de las
sustancias y preparados químicos (REACH) y sus
actualizaciones correspondientes; el Reglamento
(CE) n.° 1272/2008, sobre clasificación, etiquetado y envasado de sustancias y mezclas (CLP) y
sus adaptaciones correspondientes; el Reglamento
(CE) n.° 850/2004 sobre contaminantes orgánicos
persistentes (COP) y todas sus actualizaciones, y
la Directiva 2002/95/CE sobre restricciones a la
utilización de determinadas sustancias peligrosas
en aparatos eléctricos y electrónicos (RoHS) y sus
actualizaciones correspondientes. Toda esta nueva
normativa tiene en cuenta, de una u otra forma,
los principios de la química verde, especialmente
en cuanto al criterio de sustitución de sustancias
químicas por otras sustancias o procesos alternativos, que tengan tan poco impacto negativo como
sea posible sobre el medio ambiente y la salud de
las personas.
En este sentido, el objetivo de la citada normativa
tiene como objetivo adicional la prevención y el
control ambiental de las propias sustancias contaminantes, además de la prevención y el control de
las actividades que las producen. De esta forma,
cada vez es más importante estudiar todo el ciclo de
vida de las sustancias contaminantes: importación,
exportación, comercialización, utilización..., lo que
también está perfectamente alineado con los objetivos de la química verde. Por otra parte, es previsible que con la aplicación, en toda la Unión Europea,
de esta nueva normativa, la química verde reciba
un impulso importante para su desarrollo.
El objetivo final de este seguimiento de las sustancias químicas y su incorporación a las políticas
ambientales es desarrollar, sustituir o mejorar progresivamente los recursos disponibles y fomentar
que las actividades incorporen las mejores técnicas
disponibles y que estén gestionadas y controladas
mediante sistemas de calificación ambiental que
permitan, además, un mejor acceso a la información por parte de los ciudadanos, con el fin de
obtener productos de calidad más respetuosos con
el medio ambiente (de acuerdo con el análisis y la
gestión del ciclo de vida), así como con la seguridad
y la salud de las personas.
Cataluña tiene un papel motor dentro del Estado
español en estas materias, y más durante el 2011,
Año Internacional de la Química. En este sentido,
debe destacarse lo siguiente:
•Fue pionera en la aplicación de la Directiva
2008/1/CE, relativa a la prevención y al control
integrados de la contaminación (IPPC), y en la
aplicación de las mejores técnicas disponibles en
las actividades afectadas por la contaminación. La
nueva Directiva 2010/75/UE, sobre las emisiones industriales (DEI), que sustituye a la anterior
directiva IPPC, otorga un papel predominante, y
vinculante, a la aplicación de las mejores técnicas
disponibles para las actividades afectadas por la
contaminación.
•Fue pionera en la aplicación de sistemas de
calificación ambiental. En el año 1994 creó el
distintivo de garantía de calidad ambiental para
productos que posteriormente, en el año 1998,
fue ampliado también a servicios. En este sentido, año tras año, ha ido creciendo el número
de actividades y productos en Cataluña que
aplican alguno de estos sistemas voluntarios de
calificación ambiental. Actualmente en Cataluña
hay 297 empresas (74 % pymes), con 415 establecimientos, que están registradas en el sistema
de ecoauditoría y gestión ambiental de la Unión
Europea (EMAS); se han otorgado 46 etiquetas
ecológicas de la Unión Europea, que representan
el 88,5 % de las otorgadas en el Estado español; y 246 empresas disponen del distintivo de
garantía de calidad ambiental por sus productos
y servicios, en alguna o algunas de las 30 categorías desarrolladas.
....................................................
C
Bibliografía
Anastas, P. T.; Warner, J. C. Green chemistry, theory and practice,
Oxford University Press, 1998.
Doménech, X. La química verda, Rubes Editorial, 2005.
Sin embargo, todavía hay muchos retos que deben
afrontarse para alcanzar el objetivo principal, que es,
como hemos comentado, avanzar hacia un modelo de desarrollo eficiente y sostenible. Así, durante
los próximos años será necesario aplicar las nuevas
normativas europeas sobre emisiones industriales
y sobre sustancias químicas que se han citado, y
continuar fomentando la introducción de sistemas
voluntarios de calificación ambiental, para seguir
siendo una de las regiones de Europa con más actividades que tienen un comportamiento respetuoso
con el medio ambiente y que cuentan con productos y bienes de equipamiento de calidad, igualmente
respetuosos con el medio ambiente, además de desarrollar y aplicar políticas sectoriales, con una visión
transversal (urbanismo, transportes, infraestructuras...), que permitan mejorar la calidad ambiental
de Cataluña, sin perder competitividad.
....................................................
Enlaces de interés
http://www.greenchemistrynetwork.org/
http://www.epa.gov/gcc/
http://www.organic-chemistry.org/topics/green-chemistry.shtm
http://www.iuct.com/index.php/ca/projectes-idi/plataformestecnologiques/green-chemistry
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