Texto castellano C 47 E EDITORIAL C Más allá del reactor y el precipitado En los últimos años, el sector químico ha ampliado mucho su mirada. Por presión social y legislativa, por razones económicas y, también, por responsabilidad. Las empresas del sector, los químicos y los ingenieros han mirado más allá del reactor y del vaso de precipitados. Los valores asociados a la sostenibilidad, al entorno y al conjunto de la sociedad se han convertido en focos de interés de una industria de gran peso en Cataluña. El reto no es nada fácil. Para empezar, hay ámbitos de la ciencia que tienen buena fama por ejemplo, la biología o la medicina y otros, como la química, que más bien arrastran mala fama. Sin duda, los accidentes de Seveso y Bhopal contribuyeron a la mala imagen, que aún perdura, de la industria química. A partir de entonces, el sector se puso las pilas y empezó a cambiar las prácticas. Ciertamente, y dependiendo de la sensibilidad social y del entorno legislativo, en unos rincones del mundo más que en otros. Los retos todavía son muchos, pero el sector ha hecho los deberes, mucho más que otros ámbitos como el transporte, por ejemplo. En este contexto y teniendo en cuenta que el 2011 es el Año Internacional de la Química, Medi Ambient. Tecnologia i Cultura dedica un número a la química verde. Una propuesta de los años noventa surgida de los químicos estadounidenses Anastas y Warner y que se basa en 12 principios. El artículo de Carles Estévez, director científico del Instituto Universitario de Ciencia y Tecnología (IUCT), detalla estos principios y destaca algunas de las innovaciones industriales inspiradas en la química verde. El primer artículo de este número está escrito por Antoni Zabalza, presidente de FedeQuim y de Ercros. Desde la perspectiva económica, el autor hace un excelente resumen de los retos ambientales de la industria química y adopta una posición clara ante el cambio climático y la huella de carbono: defiende que hay que ser cuidadosos con las incertidumbres científicas y no poner en peligro el futuro de un sector que ha hecho los deberes y que es clave para la economía catalana. Desde una perspectiva diferente y complementaria, Tatiana Santos y Dolores Romano, investigadoras del ISTAS, vinculado a Comisiones Obreras, subrayan los peligros de las sustancias químicas para la salud humana y el entorno. También muestran una mirada crítica respecto al Reglamento REACH, impulsado por la Unión Europea para fomentar la transparencia y evaluar los riesgos del sector. Como en los últimos números, Michele Catanzaro, doctor en Física y periodista, ha moderado y ha transcrito un diálogo enriquecedor entre expertos en la materia: en este caso, Xavier Doménech, profesor e investigador en la UAB, y Josep Castells, presidente del Instituto Universitario de Ciencia y Tecnología. Ambos dejan claro el peso de los factores sociales en los retos de la química verde. Finalmente, Assumpta Farran, responsable de las políticas de calidad ambiental de la Generalitat de Catalunya, argumenta que la química verde es una buena hoja de ruta para alcanzar un modelo eficiente y de alta calidad ambiental. Lluís Reales Director de Medi Ambient. Tecnologia i Cultura 49 E MIRADA ÉTICA La responsabilidad social de la industria química Antoni Zabalza Economista. Presidente de FedeQuim y de Ercros El autor, desde una vertiente económica y partiendo de nuestros estilos de vida, analiza la relación entre industria y contaminación ambiental. También describe la situación del sector químico y concluye con los ejes de una ética empresarial compatible con el progreso económico y social La sociedad reclama a los responsables de la industria química que expliciten las bases morales de su actuación. Alcanzar de forma legal la rentabilidad, y, con ésta, la capacidad de producir de forma eficiente y competitiva bienes y servicios que el público demanda, no parece ser hoy en día una justificación suficiente de la actividad industrial. Otros aspectos el respeto por el medio ambiente, la seguridad tanto de los procesos productivos como de los trabajadores que los llevan a cabo, las condiciones laborales, la discriminación por razón de sexo, etc. son tan o más importantes que la rentabilidad para valorar en un sentido amplio los resultados de una empresa. La industria química está razonablemente bien preparada para responder a estas cuestiones. Dada la naturaleza de su actividad y la incidencia potencial de ésta en el medio ambiente, la industria química ha sido desde hace mucho tiempo el centro de atención de los órganos reguladores y de la opinión pública, y ha reaccionado de forma positiva a los retos que le han ido planteando. En cuanto a la seguridad y el medio ambiente, la responsabilidad social de la industria química toma forma en el programa voluntario de alcance mundial denominado Responsible Care,1 que establece los objetivos del sector y pone de manifiesto las significativas mejoras obtenidas a lo largo del tiempo. El enfoque de este artículo es fundamentalmente económico. Esto se puede considerar como una limitación, pero también como una forma de acercarse a las cuestiones ambientales desde una perspectiva que puede ser útil. No hay contradicción entre rentabilidad económica y respeto por el medio ambiente, pero mejorar las prestaciones ambientales de la actividad industrial tiene un coste que puede reducir la competitividad de nuestras empresas. Éste es un argumento del que tal vez se ha abusado un poco: el relativo descenso de la industria en los países avanzados no se explica, ni principal ni fundamentalmente, por los nuevos requisitos ambientales. Por este motivo, el siguiente apartado de este artículo trata esta cuestión. Por otra parte, ver las cosas desde el ángulo económico nos puede ayudar a relativizarlas. La contaminación del medio ambiente es una consecuencia ineludible de la fabricación de productos que son necesarios para la sociedad y que la gente demanda. Debe ser la mínima posible, pero difícilmente podrá desapa- 50 recer del todo, a no ser que estemos dispuestos a cambiar de forma impensable nuestro estilo y calidad de vida (de hecho, a no ser que estemos dispuestos a renunciar incluso a la esperanza de vida actual). El tercer apartado presenta un breve repaso del argumento económico básico sobre la regulación de la contaminación. Tras estas consideraciones preliminares y metodológicas, el cuarto apartado entra de lleno en el sector químico: en una descripción resumida y en sus retos principales, entre los que se seleccionan la implantación del reglamento de registro, evaluación y autorización de productos químicos en Europa (REACH), el cambio climático, la huella de carbono del sector y la política energética. El trabajo concluye con un apartado de consideraciones finales. La relativa caída de la industria La actividad industrial no vive sus mejores momentos o, como mínimo, la percepción que el público tiene de la industria es que estamos ante un sector con problemas estructurales significativos. Los casos de empresas que deben cerrar porque no pueden resistir la competencia asiática, o de multinacionales que deciden deslocalizar sus plantas en países con salarios más bajos, son noticias desgraciadamente recurrentes en nuestra prensa diaria que evidentemente preocupan a los ciudadanos, así como preocupa el hecho de que, desde hace ya bastante tiempo, observamos en Cataluña una caída en términos relativos del producto industrial. 2 Sin minimizar este impacto en Cataluña, que es industrial por excelencia, lo primero que debemos hacer es situar esta cuestión en una proporción justa. No es un fenómeno exclusivo de Cataluña, ni es un fenómeno de ahora. Es, en gran parte, una consecuencia inevitable del mismo progreso económico. Al igual que hace cincuenta o sesenta años el progreso en Cataluña se manifestó en forma de un fuerte descenso del peso de la actividad agrícola y ganadera, hoy se manifiesta como una reducción relativa del peso de la actividad industrial y del aumento del peso de los servicios correspondientes. ¿Por qué se produce este fenómeno? Existen dos causas. Una, que es la que todo el mundo siempre tiene presente (y la que más contribuye a la preocupación de la gente), es la competencia internacional. Y la otra, sobre la que nadie habla pero que cuantitativamente es mucho más importante que la primera, son los cambios estructurales de nuestra demanda interna propia. Empecemos por la segunda de estas causas y hagámoslo con una serie de ejemplos muy sencillos. Hace cincuenta años, la familia típica catalana no tenía como mínimo un par de cuentas bancarias como tiene ahora; tenía una libreta de ahorros, como mucho. A nuestros padres no se les pasaba por la cabeza ir a hacer deporte a un gimnasio, como mucha gente considera completamente necesario para mantener la salud. La familia media raramente se marchaba fuera de vacaciones, mientras que ahora las vacaciones que conllevan viajes y estancias en el extranjero son normales para muchas familias. El uso de servicios de ocio, de educación, de salud y de cultura era entonces infinitamente más reducido que ahora, y también lo era la asistencia a las personas mayores, que normalmente se llevaba a cabo en el seno de las familias. Ésta es la realidad: consumimos más servicios que antes, aunque seguimos consumiendo tantos productos manufacturados como antes, o más, si cabe. Ésta es simplemente una consecuencia de nuestro nivel de renta más alto y una señal de nuestro progreso; pero una señal que hace, al mismo tiempo y de forma aritméticamente necesaria, que el peso relativo de la actividad industrial se reduzca en favor del peso relativo de los servicios. ¿Quiere decir esto que la competencia internacional no tiene nada que ver con este fenómeno? En absoluto. La competencia internacional tiene un papel importante y, me atrevería a decir, también positivo. De hecho, nuestra exposición a la competencia exterior es quizá el incentivo más poderoso para promover el cambio de estructura industrial que se necesita para aumentar nuestra productividad y, por lo tanto, nuestro bienestar económico. Naturalmente, todas las cosas tienen efectos indirectos y, pese a ser buenas globalmente, pueden generar ganadores y perdedores a corto plazo. A medida que la productividad del país aumenta, también lo hacen los salarios, y no lo hacen según la marcha de cada sector, sino de forma general. Por lo tanto, es normal que esta circunstancia incida en la transformación de la estructura productiva. Actividades que antes eran internacionalmente competitivas, ahora no lo son. Nuestro propio progreso nos lleva a reasignar recursos hacia actividades en las que la productividad es más alta. Unos sectores pierden peso y otros lo ganan. De hecho, y eso es un dato poco conocido, en los últimos años las localizaciones en Cataluña han sido más importantes que las deslocalizaciones. El número de empresas que han decidido instalarse en Cataluña, así como el volumen de empleo creado y la inversión que han originado, son superiores a los de las empresas que se han marchado. Por otra parte, creo que debe asumirse con total normalidad el hecho de que las empresas localicen su actividad en los lugares donde esta actividad sea más productiva. No sólo eso; debemos ayudar para que lo hagan también nuestras empresas, ya que, en muchos casos, es la única forma de seguir compitiendo a escala global. Así pues, hay tendencias esperadas y perfectamente comprensibles, asociadas al mismo proceso de progreso y crecimiento económico, que llevan a una reducción relativa de la actividad industrial y a un aumento relativo de los servicios. Ahora bien, esto es perfectamente compatible con el mantenimiento, o incluso el crecimiento en términos absolutos, de la base y del producto industrial, y también con la mejora de la productividad. Lo que no debemos hacer es acelerar de forma artificial este proceso de sustitución, o dificultar la actividad industrial por razones ajenas a las que acabo de citar. Esta última consideración es importante, ya que en algunos casos podría parecer que la actuación de las administraciones públicas va en la dirección de acelerar este proceso de deslocalización o incluso de hacer inviables actividades industriales que son perfectamente competitivas. Y uno de estos casos es precisamente el del sector químico y la fuerte regulación a la que, por razones ambientales, ha estado sujeto. Más adelante examino esta cuestión. Sin embargo, antes conviene repasar brevemente las líneas básicas del enfoque económico sobre las prestaciones ambientales. El enfoque económico sobre las prestaciones ambientales La contaminación es una consecuencia de producir bienes y servicios que son necesarios y que los ciudadanos reclaman. Es, en realidad, un coste del proceso de producción y, en principio, debería tratarse como tal. Como se ha señalado, la contaminación no se puede eliminar totalmente, porque esto implicaría prohibir la producción de los bienes y servicios que la originan, lo que sería extremadamente costoso y, con toda seguridad, inviable políticamente. El enfoque económico es reconocer que debemos convivir con la contaminación y buscar la forma de minimizarla sin perder los beneficios de la producción y el consumo de los bienes y servicios asociados que ésta última conlleva. El principio general para encontrar el grado óptimo de contaminación es fácil de entender: la contaminación debe reducirse siempre que el beneficio marginal de la menor contaminación supere el coste marginal provocado por los bienes y los servicios asociados no producidos. Naturalmente, el principio funciona en ambas direcciones: si reducir la contaminación tiene como consecuencia un coste marginal superior al beneficio marginal, entonces la actuación no es aconsejable. Obsérvese que el principio no se formula en términos de magnitudes totales, sino marginales. Es decir, estamos hablando de un principio que permite identificar una situación ineficiente y que determina la dirección que permite mitigar, o incluso eliminar, esta ineficiencia. El argumento anterior ha sido interpretado en términos de beneficios y costes privados; es decir, de los beneficios y los costes que recaen en el agente que produce los bienes que generan la contaminación. Pero las cosas son más complicadas: a menudo, el agente que genera la contaminación sólo percibe el beneficio de producir más, pero no el coste de la contaminación, que recae en otras personas. Éste es un punto importante. La comparación apropiada no es entre costes y beneficios privados, sino entre costes y beneficios sociales; es decir, costes y beneficios que incorporen no sólo las consecuencias de la acción sobre el agente que la origina, sino sobre toda la sociedad. Las implicaciones de este giro también son importantes. Si una parte de los costes o de los beneficios de nues- tras acciones se va fuera (si hay externalidades, para utilizar el argot de los economistas), nuestras decisiones individuales pueden ser ineficientes: la contaminación puede ser diferente de la óptima. Las formas de resolver este problema son esencialmente dos: internalizar los costes y beneficios (es decir, hacer que el agente perciba todas las consecuencias de su actuación) o regular la actividad en cuestión. Internalizar costes y beneficios es más difícil de lo que parece, porque requiere que los derechos de propiedad sobre los bienes que han sido afectados por la contaminación estén bien delimitados, y no siempre sucede esto. Si los derechos de propiedad están bien definidos y si los afectados son relativamente pocos, en principio la solución del problema es factible: si la valoración del perjuicio por parte del propietario del bien afectado por la contaminación es menor que el beneficio que esta contaminación (mediante la venta de los productos que lo originan) comporta para el productor, siempre hay un potencial acuerdo aceptable por ambas partes que elimina el problema. Esta es la teoría; la realidad es más complicada. Un ejemplo sencillo puede ayudarnos a entenderlo. Supongamos que un municipio autoriza la construcción de una planta química en un terreno rústico de su propiedad alejado del núcleo urbano. La planta emite una ligera contaminación odorífera que no tiene ningún efecto sobre las actividades agrícolas que se desarrollan a su alrededor. Sin embargo, el posterior aumento de la población hace que el terreno que rodea a la planta se declare urbano, y al cabo de un período de treinta años la planta acaba estando rodeada de viviendas. Quienes han comprado las viviendas lo han hecho conociendo la existencia de la planta y la ligera contaminación odorífera. De hecho, este coste se refleja en el precio de las viviendas que, más allá de las diferencias por la distancia respecto al centro de la población, incorpora una reducción significativa debido a la proximidad de la planta química. Si aquí se acabara la historia, podríamos concluir que la situación es de equilibrio, en tanto que las expectativas de cada una de las partes se están cumpliendo. La empresa química puede llevar a cabo su actividad industrial en los términos convenidos. Los nuevos vecinos de la planta han comprado voluntariamente sus viviendas; por lo tanto, debemos suponer que están conformes con la compensación recibida en la forma de un precio más bajo de los hogares en cuestión. El ayuntamiento también está satisfecho porque ha obtenido una buena plusvalía con toda la operación. Estrictamente, podríamos decir que no hay ningún problema de contaminación. Sin embargo, la historia no se acaba aquí. Los vecinos, que empiezan a tener un peso electoral significativo en el municipio y, por lo tanto, una cierta capacidad de ejercer presión sobre los partidos políticos correspondientes, se organizan en contra de la planta y reclaman al ayuntamiento que cambie la autorización inicial y obligue a la empresa propietaria a instalar el equipamiento necesario para eliminar la contaminación odorífera. Ahora sí que tenemos un problema de contaminación. Las expectativas de los vecinos sobre sus propiedades han cambiado y la situación actual no les satisface. Además, la empresa no tiene una defensa clara de su posición. La autorización inicial no dice nada respecto a la propiedad de los derechos ambientales en las inmediaciones de la planta: los derechos de propiedad de la atmósfera que rodea a la fábrica no están bien definidos. Si estuvieran bien definidos en el fondo no importa que fueran de la empresa o de los vecinos la vía más obvia para resolver el problema sería la negociación. Como no lo están, los vecinos no consideran necesario negociar; simplemente los reclaman haciendo uso de su peso político. Los vecinos, en definitiva, están reclamando de la autoridad pública una nueva definición de los derechos de propiedad sobre las condiciones ambientales de los alrededores de la planta. Si lo consiguen, habrá una redistribución de renta en contra de la empresa y en favor de los vecinos: la empresa deberá soportar el coste del nuevo equipamiento; los vecinos dejarán de padecer la contaminación y aumentará el valor de sus viviendas. C Para alcanzar una solución eficiente es fundamental una definición exacta de los derechos de propiedad. No importa tanto de quiénes sean estos derechos, sino el hecho de que estén claramente asignados a alguien. Naturalmente, que los derechos sean de una parte o de la otra afecta a la distribución de la renta. La definición precisa de los derechos de propiedad no es el único problema para alcanzar una solución eficiente. Si en lugar de un colectivo homogéneo y relativamente pequeño de vecinos, como en el ejemplo anterior, la contaminación afectara a toda una región y a un número muy mayor, heterogéneo y disperso de gente, articular una plataforma de presión o plantear una negociación sería más costoso, o tal vez imposible. Por otra parte, también se plantea un problema cuando determinados cambios tecnológicos hacen que aparezcan situaciones nuevas en las que una parte puede, rápidamente y de forma muy extensa, o por vías hasta entonces desconocidas, infligir costes no consentidos sobre la otra. En estos casos, la regulación pública es la forma adecuada de afrontar la cuestión. Las administraciones públicas son las que deben establecer normas que limiten el alcance de la contaminación. La regulación puede emprender dos acciones básicas: restricciones cuantitativas o imposición de tasas. La vía de las restricciones cuantitativas es la más habitual y sencilla de aplicar, pero no siempre la más adecuada. Este método normalmente no minimiza el coste unitario de la reducción de contaminación, ya que no ofrece ningún incentivo a los agentes para buscar y adoptar la forma más económica de hacerlo. Tampoco garantiza que los límites sean los que se corresponden con los niveles óptimos de contaminación. Para ser adecuada, una política de límites cuantitativos necesitaría un volumen de información 51 E La responsabilidad social de la industria química Antoni Zabalza respecto a los procesos productivos que las administraciones públicas simplemente no tienen. Esta falta de información se evidencia, en par te, en el caso de los impuestos. La Administración no sabe cuál es el coste de reducir la contaminación de un producto determinado; un impuesto introduce un coste adicional a la producción de determinados productos, o a la emisión de determinados contaminantes, que inducen al productor, que es quien tiene la información, a adoptar medidas de restricción mediante un descenso de la producción o la introducción de mecanismos mitigadores de las emisiones de la forma más eficiente posible. Evidentemente, para fijar los impuestos adecuados también se necesita información. Si el impuesto fuera igual al coste que la contaminación carga sobre terceros, la regulación sería perfecta, ya que la externalidad derivada de la producción habría sido totalmente internalizada por el productor. En la práctica, esta circunstancia se da muy pocas veces. No todas las formas de actuar se corresponden con los dos casos puros acabados de analizar. Una forma mixta que se ha conver tido en frecuente en los últimos años es la de combinar restricciones cuantitativas con elementos que representen un incentivo. El mecanismo de comercio de derechos de emisión de gases de efecto de invernadero que se ha puesto en marcha en la Unión Europea es un ejemplo de ello. 3 El sistema incorpora elementos de restricciones cuantitativas en la medida en que la distribución inicial de derechos de emisión se ha llevado a cabo en términos de volúmenes de producción existentes y otros criterios. Pero el hecho de que estos derechos puedan ser, después, negociados en un mercado formal permite otorgarles un valor que actúa como referencia para ordenar el compor tamiento de los agentes productores. Su precio depende del número de derechos inicialmente asignados respecto a la producción inicial y a la demanda y la oferta de estos derechos que el mercado genera, tras las que se encuentran las decisiones de producir, respectivamente, más o menos que en la situación inicial de referencia. Cómo quedarán asignados finalmente los derechos dependerá del comportamiento de los productores. A un determinado precio, los derechos irán a parar a los fabricantes que incluso después de soportar el precio del derecho puedan obtener un beneficio, y saldrán de aquellos que tendrían pérdidas si pagasen el derecho. El volumen de derechos inicialmente puestos en el mercado determina la reducción global de las emisiones; las transacciones posteriores de estos derechos determinan que, como resultado del comportamiento de los propios productores, esta reducción se lleve a cabo a través de los productos de menos valor añadido, o de las instalaciones menos productivas, y que esto sea compatible con el aumento del volumen de los productos más rentables y el incremento de utilización de las instalaciones más eficientes. El mecanismo, en definitiva, lleva a una asignación coherente con el principio de eficiencia. 52 El sector químico ¿Cuáles son los retos a los que, en vista de las consideraciones anteriores, se enfrenta el sector químico en materia ambiental? Ésta es la cuestión central de este artículo. Sin embargo, antes de abordarla es pertinente hacer una breve descripción del sector químico español. No se trata tanto de un análisis en profundidad, sino de cuatro pinceladas (exactamente cuatro) con la intención de poner de relieve la importancia de este sector y algunas de sus características, que no son muy conocidas. La primera pincelada quiere recordar que estamos hablando de un sector muy importante desde el punto de vista de generación de riqueza. Concretamente, genera el 11,3 % del producto industrial bruto español (el 44 % de éste se produce en Cataluña) y exporta casi la mitad de la producción. De hecho, el sector químico es, tras el sector del automóvil, el segundo exportador más grande de la economía española. La segunda pincelada se refiere a que el sector químico es un gran generador de empleo estable. A pesar de ser un sector muy intensivo en capital, emplea directamente a 167.600 trabajadores y genera en torno a 500.000 empleos si contabilizamos también el empleo indirecto e inducido. Pero lo realmente destacable es la estabilidad de este empleo. En este sentido, debe mencionarse que la tasa de temporalidad laboral en el sector del turismo es del 40 %; en el conjunto de la economía, del 35 %; y en la totalidad del sector industrial, del 25 % . A diferencia de estos sectores, en el sector químico la temporalidad es sólo del 9 % . 4 La tercera pincelada quiere destacar que la industria química es un sector innovador. Entre el 2005 y el 2009, el sector invirtió en investigación, desarrollo e innovación unos 4.320 millones de euros, lo que representa más de una cuarta parte del total de la inversión de la industria española en esta materia, y empleó al 20,2 % de los investigadores contratados por la industria española. La cuarta y última pincelada pretende incidir en que el sector químico no es, contrariamente a lo que se piensa, un sector de grandes empresas multinacionales. En términos de número y dimensión, el sector químico es fundamentalmente un sector de pequeñas y medianas empresas. Concretamente, el 85 % de las empresas químicas españolas tienen menos de cincuenta trabajadores. Así pues, estamos hablando de un sector que creo que, legítimamente, puede considerarse importante para nuestra economía, que ha contribuido de forma decisiva a la modernización de la industria y que es líder en materia de innovación tecnológica. Pues bien, este sector es también un sector que, a pesar de la plena exposición a la competencia internacional, está siendo sometido a una rigurosa actuación reguladora por parte de las administraciones públicas, que incide significativamente en su competitividad y plantea retos importantes con vistas al futuro. A título de ejemplo, y sin ninguna pretensión de ser exhaustivo, voy a considerar en este artículo tres de estos retos: el Reglamento REACH, el cambio climático y la huella de carbono del sector químico. El REACH El primer punto es la generación constante de normas reguladoras cada vez más exigentes procedentes de la Unión Europea, que no tienen contrapartida en otros países. Es poco comprensible que estas normas, que, dada su naturaleza unilateral, objetivamente restringen y limitan la capacidad competitiva del sector, vengan de nuestras propias instituciones comunitarias. Un ejemplo paradigmático, aunque no el único, es el REACH, el nuevo y vasto procedimiento de registro, evaluación y autorización de productos químicos en Europa. La industria química está de acuerdo con que exista información pública sobre las características y los riesgos potenciales de las sustancias químicas, y que la producción y la importación de estas sustancias estén sometidas a un procedimiento de registro, e incluso, en el caso de las sustancias que presentan más riesgo, a un procedimiento de autorización. De hecho, el sector ha colaborado muy intensamente en el proceso de elaboración de esta norma y creemos que el resultado final es significativamente mejor que las propuestas inicialmente avanzadas por la Comisión Europea. Ahora bien, que estos objetivos se hayan planteado haciendo tábula rasa de todos los procedimientos anteriores de control de sustancias químicas; que el registro afecte a unas 30.000 sustancias, para cuya gran mayoría deberá llevarse a cabo un largo y costoso proceso de pruebas de laboratorio; que el registro, la evaluación y la autorización se refieran no sólo a la sustancia, sino también al productor (lo que puede representar, en muchos casos, la múltiple repetición del procedimiento para una misma sustancia, salvo que se haga de manera consorciada por un grupo de empresas) y, por último, que para encauzar todo esto se haya tenido que crear una nueva agencia reguladora, que ocupa a 456 personas, es, en suma, una operación de tal envergadura que dudo de que los beneficios que se deriven de este procedimiento puedan compensar los costes de ponerlo en marcha. Estos son los costes directos de la operación. Hay también costes inducidos, que en algunos casos pueden ser tan elevados como los directos, o incluso más. Para las empresas pequeñas o medianas (y antes he hecho hincapié en que hay muchas pymes en el sector químico), particularmente si éstas tienen una cartera amplia de especialidades, el cumplimiento del REACH puede representar unos costes muy importantes en términos relativos, que pueden poner en peligro su viabilidad económica. Para hacer frente a todo ello, la Federación Empresarial Catalana del Sector Químico (FedeQuim), en colaboración con la Generalitat de Catalunya, el Colegio de Ingenieros Industriales de Cataluña y el IQS, puso en marcha un sistema de asistencia e información denominado InfoREACH que sirve para ayudar a las empresas a cumplir los requisitos exigidos por el REACH. Ésta es una iniciativa pionera en el mercado español, que naturalmente servirá de ejemplo para otras actuaciones similares en el ámbito nacional. cumpliendo con creces los compromisos adquiridos por nuestro país. La previsión general y actual para todos los sectores es que, aun considerando los objetivos establecidos por España (incremento máximo de las emisiones del 15 % respecto a los niveles de 1990), acabaremos incrementando las emisiones por encima del 30 % (en el 2009, el incremento ya era del 26,8 %). Por el contrario, para este mismo período, se prevé que el sector químico no sólo va a cumplir el objetivo establecido, sino que reducirá sus emisiones por encima del 50 % . 5 Por otra parte, el efecto del REACH sobre la competitividad internacional de la industria química europea está pendiente de evaluar. Sin embargo, las estimaciones realizadas por el sector y las empresas de consultoría calculan que la aplicación del REACH tendrá un coste de entre un 0,25 % y un 3 % de la cifra de negocios de las empresas, dependiendo de cada empresa, lo que supone un coste de entre 1.000 y 15.000 millones de euros para el conjunto del sector químico europeo. Para empezar, sabemos que estos son costes adicionales que nuestros competidores americanos y asiáticos no tendrán que soportar. Es cierto que el procedimiento es aplicable también a aquellas empresas no europeas que exporten sus productos a Europa. Sin embargo, si en lugar de exportarlos directamente, los exportan incorporados como materia prima de productos manufacturados, la sustancia en cuestión habrá entrado en Europa soportando unos costes más bajos que los de los productores europeos. Incluso puede suceder que sustancias que no han sido autorizadas por el REACH acaben circulando y siendo consumidas en Europa como componentes de productos importados. En ambos casos es evidente que se introduce un incentivo a la deslocalización fuera de Europa de empresas manufactureras que utilizan productos químicos. El resultado más probable de esta iniciativa será que la perseguida ganancia de seguridad quedará extremadamente difuminada, si no eliminada, pero la pérdida de competitividad será clara y evidente. Con esto no quiero concluir ni mucho menos que el comportamiento de otros sectores de la economía española en este aspecto sea criticable. Simplemente dejo constancia del esfuerzo realizado por el sector químico en la reducción de las emisiones de GEI, que, de hecho, y esto es lo que importa, no es muy diferente de las mejoras obtenidas en otros parámetros ambientales. Concretamente, y como pone de manifiesto el último informe del programa Responsible Care para la protección del medio ambiente, desde el inicio de su aplicación en 1993 hasta el año 2005 las empresas químicas han reducido sus emisiones en un 56 % y los vertidos en un 84 % por cada tonelada producida. Coherentemente con estos resultados, no debería sorprender que el 18,9 % del volumen invertido en España en materia ambiental provenga del sector químico, que entre el 2004 y el 2008 representó 2.103 millones de euros. El ejemplo del REACH es paradigmático porque una de sus características―la contundencia y el alcance con los que se diseña y aplica― es compartida por prácticamente todas las regulaciones en materia ambiental. El enfoque gradual, con los análisis de los costes y los beneficios de cada una de las normas aplicadas correspondientes, no es evidentemente la característica distintiva de la política ambiental europea. Esto me lleva al segundo reto que quiero tratar en este artículo: la cuestión del cambio climático y la política de limitación de emisiones de dióxido de carbono y otros gases de efecto de invernadero (GEI). Cambio climático Para empezar, es importante señalar que, en cuanto a la limitación de las emisiones de GEI que se deriva del Protocolo de Kioto, inicialmente para el período 1990-2012, el sector químico español está En materia de cambio climático, la contundencia y el alcance absoluto que suele caracterizar a las normas ambientales se dan de manera extrema. Parece como si en este caso la reducción de las emisiones en una determinada magnitud fuera el único objetivo existente; y como si este objetivo debiera lograrse de la forma más rápida posible y a cualquier coste. Pero está claro que, cuando éste es el enfoque, cuando se quiere que toda la atención de la sociedad se oriente hacia una sola dirección, dejando de lado otros problemas y otras necesidades, ya no estamos hablando de una cuestión técnica o económica, ni siquiera de una cuestión política, tal y como este término se entiende en una sociedad democrática. Estamos hablando de algo esencialmente diferente; de algo que tiene más que ver con una cruzada ideológica que con un problema de asignación de recursos escasos a objetivos alternativos. He señalado más arriba que, con independencia de que me sienta satisfecho de las mejoras del sector químico, no quisiera de ningún modo hacer un juicio de valor sobre el desvío al alza de las emisiones globales españolas. Y no quisiera hacerlo porque creo que estamos ante una cuestión controvertida y delicada. Controvertida porque no está cien por cien claro que la Tierra se esté calentando y que este calentamiento sea consecuencia de la acción del hombre. Sabemos algunas cosas de forma contrastada y científica, pero son hechos parciales que todavía parecen insuficientes para formarse una idea clara y definitiva de lo que está pasando. Sabemos que la temperatura media de la Tierra ha aumentado a lo largo del último siglo y que el aumento ha sido de menos de un grado. Ahora bien, ni este aumento ha sido sostenido (la temperatura media subió de 1920 a 1940, bajó de los años cuarenta a los años setenta, volvió a subir de los setenta a 1998, y desde entonces permanece prácticamente estable), ni la perspectiva temporal es suficientemente larga para estar seguros de si este patrón forma parte de la variación natural climática de la Tierra o si el aumento de menos de un grado está marcando una nueva tendencia histórica. C Por otra parte, sabemos que el nivel de dióxido de carbono en la atmósfera ha aumentado, que el dióxido de carbono retiene rayos infrarrojos y que, por lo tanto, en principio la emisión de éste y otros gases similares podría contribuir al calentamiento de la Tierra. Pero la relación causa-efecto entre la emisión de dióxido de carbono y el calentamiento no se ha podido establecer empíricamente y de momento se basa en modelos puramente teóricos. Dicho de un modo más sencillo: sabemos que la emisión de gases de efecto invernadero no es buena, pero no sabemos si es lo suficientemente importante como para tener un efecto sobre la temperatura de la Tierra, cuya tendencia, por otra parte, tampoco podemos establecer con certeza. ¿Podemos concluir, según esta evidencia, que la acción del hombre está haciendo aumentar la temperatura de la Tierra? Aquí hay respuestas para todos los gustos. Hay científicos que ni siquiera creen que la Tierra se esté calentando; hay otros que piensan que se puede estar calentando, pero que, en comparación con otros efectos naturales, la acción del hombre no es significativa; los hay que opinan que hay un calentamiento que no se puede explicar y, por eliminación, lo atribuyen a la acción del hombre; finalmente, hay científicos que realmente piensan que la Tierra se está calentando y que la acción del hombre es la causa de este calentamiento. Naturalmente, no estoy en condiciones de evaluar las distintas posiciones, pero sí de constatar que el acuerdo está lejos de ser unánime. Los números que debemos retener son los siguientes: medida en términos de partes por millón (ppm), se estima que, antes de la revolución industrial (hacia el 1750), la concentración de GEI en la atmósfera era de 280 ppm; en el 2006, la concentración era de 380 ppm. Por lo tanto, durante los últimos 250 años los GEI han aumentado en torno al 0,1 % por año. Evidentemente, éste es el crecimiento medio en un período muy largo. Si nos acercamos un poco más al momento actual vemos que la concentración crece cada vez más rápidamente. Desde 1956 hasta el 2006, la concentración ha pasado de 315 ppm a 380 ppm; es decir, una tasa media de crecimiento anual de casi el 0,4 % . En estos momentos, el aumento es aproximadamente del 0,5 % por año. 6 Sobre estas cifras no hay ninguna disputa. Las predicciones, naturalmente, ya son más hipotéticas, pero el orden de las magnitudes y 53 E La responsabilidad social de la industria química Antoni Zabalza las relaciones entre tasas de crecimiento y niveles de concentración no ofrecen muchas dudas: si se mantuviera constante la tasa de crecimiento actual del 0,5 %, el carbono en la atmósfera se duplicaría en unos 140 años. Y si la tasa fuera del 0,7 %, éste se duplicaría en 100 años. La concentración de carbono en la atmósfera es un hecho insoslayable. Ahora bien, ¿qué efecto tiene esta concentración sobre al calentamiento de la Tierra? En 1979, un comité de la Academia Nacional de Ciencias de los Estados Unidos (NAS, por sus siglas en inglés) estimó que una duplicación de la concentración de GEI en la atmósfera tendría como consecuencia un aumento de la temperatura de 3 grados centígrados, con un margen de error de +/− 1,5 grados. En 1982, otro comité de la misma academia confirmó la estimación anterior. Estimaciones posteriores están básicamente de acuerdo con este resultado. Entre éstas, debe destacarse el último informe (2007) del Grupo Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático (GIECC, o IPPC por sus siglas en inglés), que predice, con márgenes de error similares a los de la NAS, que en el año 2100 la temperatura media de la Tierra habrá aumentado 2,6 grados respecto a la actual.7 Lo primero que quisiera señalar sobre estas estimaciones es el alto grado de incertidumbre que les rodea. Estamos hablando de estimaciones que van desde incrementos de 1,5 hasta 4,5 grados: el valor máximo del rango triplica el valor mínimo. El segundo punto es que ninguno de los modelos utilizados predice cambios drásticos. Estamos hablando de cambios graduales, a lo largo de períodos muy largos. El tercer punto es que las estimaciones son de incrementos medios de temperatura. Cómo se trasladará este aumento a un cambio de clima es una cuestión compleja, en la que intervienen otros muchos factores y sobre la que los propios científicos suelen mostrar mucha más cautela a la hora de hacer predicciones. Las predicciones, consideradas por lo que estrictamente dicen, apuntan a un aumento de la temperatura gradual a lo largo del siglo, que de media podría exceder en dos grados y medio la temperatura actual, pero que también se podría quedar en torno a un grado, una situación no muy distinta de lo que ha sucedido en el siglo xx . Qué pasará en términos de clima ya es más incierto. Algunas áreas serán más cálidas y otras menos frías. En términos de esperanza de vida, éste no parece un cambio insoportable: en la actualidad (incluyendo a los países avanzados) muere más gente por exceso de frío que de calor. 8 En términos de movimientos migratorios, el cambio tampoco parece muy significativo si lo comparamos con las grandes oleadas migratorias de los siglos xix y, particularmente, del xx . En términos de capacidad productiva, el efecto de un cambio de esta magnitud sería nulo para los países avanzados, pero puede ser significativo para los países en vías de desarrollo, mucho más dependientes de la agricultura. Finalmente, en la actualidad, la capacidad de adaptación a un clima más cálido es 54 muy importante, pese a que debe reconocerse que esta capacidad varía significativamente entre los países avanzados y los que no lo son.9 He señalado anteriormente de que el cambio climático, además de ser una cuestión controvertida, es una cuestión delicada. Y lo es porque, sobre la base de la evidencia que acabo de repasar, se está configurando (con el apoyo de los estamentos políticos de muchos países) una plataforma ideológica orientada a promover la necesidad de actuaciones muy inmediatas y de mucha envergadura (y, por lo tanto, de un coste considerable) para hacer frente a un cambio de naturaleza gradual, de una magnitud que no debe de ser muy diferente a la de otros cambios experimentados en el pasado, y que en cualquier caso está sometido a un notable grado de incertidumbre respecto a su alcance. Esto plantea, como argumentaré, dificultades éticas extremadamente importantes. No dispongo del espacio ni de la capacidad para profundizar en estas dificultades, pero sí que quisiera hacer un par de comentarios para poner de relieve que no se trata de una cuestión filosófica; se trata de dificultades éticas muy reales, muy cercanas y que pueden tener consecuencias significativas. Por ejemplo, el acuerdo de la Unión Europea en el marco del Protocolo de Kioto establece para el 2012 que Alemania tendrá más derechos de emisión por habitante que España. El argumento que ha llevado a este acuerdo es muy sencillo: Alemania tiene una base industrial mayor que la de España; su nivel histórico de emisiones también es mayor; por lo tanto, aunque se le haya pedido en el período 1990-2012 una contención más fuerte que en España, su nivel final de derechos de emisión será, por habitante, superior al nuestro. ¿Es esto justo? Es difícil y subjetivo hablar de justicia, pero debe admitirse que, como mínimo, es un poco chocante. En esencia, esto significa que, ceteris paribus y a causa de este acuerdo, España no puede aspirar a desarrollarse industrialmente hasta los niveles alcanzados por Alemania. O, mejor dicho, puede aspirar a estos niveles pero pagando; es decir, comprando derechos de emisión en el mercado. Éste es naturalmente un ejemplo menor y anecdótico, pero en esencia no del todo diferente a los dilemas éticos que se plantean cuando los países desarrollados quieren obligar a China, la India o cualquier otro país en vías de desarrollo a frenar de forma significativa su proceso de industrialización con el argumento de que la Tierra se está calentando. Esto nos lleva a otra característica del cambio climático que radica en la base de las dificultades con las que los gobiernos se encuentran a la hora de diseñar una política eficaz para controlar las emisiones de GEI. El fenómeno es de carácter totalmente global. Nuestras emisiones afectan a todos los países del mundo y las emisiones de cualquier país, por alejado que esté de nosotros, nos afectan a todos. Una política eficaz deberá ser, necesariamente, una política global. Otro ejemplo. El Informe Stern,10 encargado por el Gobierno británico, y que se presentó con un gran despliegue mediático, propone la necesidad de actuar de manera inmediata y contundente, con un gasto anual de cerca del 1 % del PIB mundial, para evitar unos costes potenciales del cambio climático que, según estima el informe, pueden llegar a ser del 5 % al 20 % del PIB. Dejando de lado la fiabilidad de estos costes verdaderamente catastróficos, un gasto anual del 1 % del PIB mundial es un gasto muy considerable. La pregunta clave aquí es la siguiente: ¿tan ciertos son los costes futuros que se quieren evitar para asumir ahora este sacrificio tan grande? Y la respuesta naturalmente depende de qué criterios utilizamos para comparar el bienestar de la generación presente con el bienestar de las generaciones futuras. O, por decirlo en términos más técnicos, depende de la tasa de descuento que se utilice para homogeneizar valores presentes y futuros. La tasa de descuento que el Informe Stern utiliza es extremadamente baja, lo que implica que, en las valoraciones de este informe, las generaciones futuras son prácticamente tratadas como si ya estuvieran aquí, entre nosotros. Pero evidentemente esto no es así. Las generaciones futuras serán más ricas que nosotros, tendrán más posibilidades a su alcance y es muy probable, incluso, que cuenten con tecnologías hoy desconocidas y vastamente más eficientes que las actuales en materia de eficiencia energética y de emisiones de dióxido de carbono. Por lo tanto, el dilema ético lo tenemos servido: ¿es justo reducir ahora nuestro bienestar y retrasar el desarrollo de los países más pobres a causa de un problema cuya certeza y magnitud no están contrastadas, para beneficiar a unas generaciones futuras que tal vez tengan medios infinitamente mejores que los nuestros para luchar contra el cambio climático? Debo confesar que no tengo claro cuál es la respuesta a este tipo de preguntas y que, por lo tanto, me sorprende que otros, como los autores del Informe Stern, vean las cosas de forma tan clarividente para arrojar con una seguridad aplastante propuestas que si se acaban aplicando pueden tener efectos muy negativos para el bienestar actual. Dicho esto, tampoco quisiera que estas reflexiones fueran mal interpretadas. Tomar medidas que limiten las emisiones es seguramente una estrategia correcta; pero también lo es actuar con cautela y moderación, y reconocer que hay otros objetivos referidos al bienestar de la generación actual que también deben tenerse en cuenta. La huella de carbono del sector químico Un ejemplo de esta cautela y moderación lo da el sector químico. Ya he destacado más arriba la diligencia del sector en cuanto al cumplimiento de los requisitos de emisión de GEI del acuerdo de la Unión Europea en el marco del Protocolo de Kioto. Ahora quisiera destacar otro aspecto, de una gran trascendencia práctica pero totalmente desconocido por el gran público. La fabricación de productos químicos tiene dos efectos sobre las emisiones de GEI. Por una parte, la producción en sí conlleva la emisión de GEI, pero, por la otra, el uso de muchos de estos productos permite una reducción significativa del volumen global de emisiones de GEI. Y lo que es más importante: en el cómputo global de los productos que fabrica el sector químico, la reducción de emisiones es superior al volumen emitido durante la producción. Dos ejemplos serán suficientes para ver de qué estamos hablando. Todos los productos químicos que mejoran el aislamiento de los viviendas (espumas y foam entre paredes, PVC para cierres y ventanas, etc.) tienen un impacto significativo en el gasto de energía por refrigeración o calefacción. Los plásticos utilizados en automóviles reducen el peso y, por lo tanto, el consumo de combustible. En ambos casos se produce un claro ahorro de energía y, por lo tanto, de emisiones de GEI, que en rigor debe contabilizarse a la hora de medir el impacto de la industria química sobre las emisiones de GEI. El Consejo Internacional de Asociaciones Químicas (ICCA, por sus siglas en inglés), en la línea del programa Responsible Care, del que es promotor y coordinador mundial, ha encargado un estudio sobre esta cuestión, del que ya tenemos resultados preliminares. El programa Responsible Care obliga a la industria química mundial a un proceso continuo de mejora en todos los aspectos referidos a la salud, la seguridad y las prestaciones ambientales. Y es en este sentido que la industria química asume su responsabilidad para contribuir a la mitigación del calentamiento de la Tierra. En particular, los objetivos son reducir las emisiones propias de GEI a través de la mejora de sus procesos productivos, y promover el uso de productos químicos que generen una emisión neta negativa de GEI a lo largo de toda su cadena de valor. El estudio en cuestión desarrolla una metodología denominada «CO2e life cycle analysis», que permite medir las emisiones netas asociadas a la producción de la industria química. El estudio tiene en cuenta todas las emisiones de la industria y, para medir el ahorro de emisiones, aplica esta metodología a más de cien productos que cubren la práctica totalidad de los productos cuyo uso permite ahorrar emisiones. El ahorro se mide comparando las emisiones de la industria química en la fabricación del producto en cuestión con las que se producirían aplicando la mejor alternativa no química que preservase el actual estilo de vida de nuestra sociedad. El estudio abarca un campo muy amplio y avanza predicciones basadas en escenarios alternativos que tienen un gran valor informativo y prospectivo. Sin embargo, lo que aquí interesa es la evaluación del impacto neto actual. En el 2005, las emisiones de GEI del sector químico mundial fueron de 3.300 millones de toneladas de CO2 eq (unidades equivalentes de CO2) con un margen de error de +/− 25 %. De estas emisiones, 2.100 millones de toneladas son atribui- bles a los procesos de producción propiamente dichos, y los 1.200 millones restantes, a la fase de extracción de las materias primas y del fuel utilizado, y a la eliminación de residuos y de los productos al final de su vida útil. Por otra parte, el ahorro bruto de emisiones fue de 8.500 millones de toneladas.11 Es decir, de acuerdo con este estudio, en el 2005 el sector químico mundial contribuyó a ahorrar en términos netos 5.200 millones de toneladas de emisiones de GEI. El estudio proporciona el resultado en términos de la tasa bruta de ahorro: cada tonelada de GEI emitida por el sector químico permitió el ahorro de 2,6 toneladas de emisiones por la vía de los productos y las tecnologías que este sector proporciona a otras industrias o consumidores finales. Sin duda, estas cifras están sujetas al margen de error detallado más arriba y a los supuestos empleados para evaluar los ahorros. No obstante, son cifras impresionantes que permiten ver la actividad del sector químico desde una perspectiva totalmente diferente y ciertamente esperanzadora. Las aplicaciones químicas que, según este estudio, generan más ahorro son el aislamiento de edificios y viviendas (un 40 % del ahorro identificado) y una serie de productos con contribuciones menores, que por orden de importancia son: fertilizantes y protección de cosechas, iluminación, embalaje, textiles sintéticos, automóviles, detergentes de baja temperatura, eficiencia de motores y tuberías de plástico. La política energética europea El último aspecto que quiero tratar en este artículo es la política energética europea y el aumento significativo de costes que en los últimos años el sector ha debido soportar en materia de gas y electricidad. El problema en este caso es que, pese a que la energía es un input fundamental de la actividad industrial, cuya generación origina un volumen importante de emisiones de GEI, el mercado europeo de la energía no existe como tal. En el año 1992 se puso en marcha el mercado único europeo. En la actualidad, quince años después, este mercado único es una realidad para todos los productos menos para la energía y, en particular, para la electricidad. En este último caso, nos encontramos con una serie de mercados nacionales estancos, sin conexión significativa entre sí, a menudo dominados por muy pocos proveedores y con precios diferentes de un país a otro. Éste es un problema importante porque distorsiona gravemente no sólo la competencia, sino también la eficiencia con que los recursos se asignan. En un mercado único los productos y las materias primas deben poder circular sin ningún impedimento; todos los productores deben disfrutar de las mismas condiciones, tanto en relación con sus outputs como con sus inputs. Pues bien, en Europa, y en España en particular, estas condiciones no se cumplen. En España, la gran industria básica, que es una gran consumidora de electricidad, debe trabajar en condiciones de rabiosa competencia internacional en cuanto a sus productos y, en cambio, no puede disfrutar de las mismas condiciones de abastecimiento que sus competidores europeos en cuanto a un input tan importante como la electricidad. Concretamente, si no estamos de acuerdo con el precio del megavatio hora, no tenemos la posibilidad de buscar otros proveedores más allá de nuestras fronteras, porque simplemente no hay posibilidad física significativa de transportar electricidad desde la red europea hasta el mercado peninsular. C Ésta es una situación reconocida tanto por el Gobierno español como por las autoridades comunitarias, que implica ineficiencias importantes en cuanto a la cuestión que aquí nos ocupa. Idealmente, lo que quisiéramos es que la producción europea de electricidad se hiciera con las técnicas más eficientes y que, por lo tanto, sujeta a esta eficiencia, se minimizasen las emisiones de GEI. Esto no lo puede lograr un mercado segmentado como el europeo, en el que la protección comercial inherente permite la explotación continua de técnicas de generación poco eficientes y poco respetuosas con el medio ambiente. Si tenemos en cuenta que la generación de electricidad es, tras el transporte, el sector industrial con más emisiones, es fácil ver la urgencia de ordenar las condiciones de competencia de esta actividad. Las autoridades comunitarias, que son las que tienen la responsabilidad del mercado único europeo, además de reconocer el problema han hecho muy poca cosa para resolverlo, dado que la energía es competencia de los Estados miembros. Hasta ahora, los distintos paquetes de medidas encaminadas a la construcción de este mercado único, y en particular los propósitos de aumentar de forma significativa la capacidad de la conexión entre España y Francia, se han quedado en palabras. Todas las propuestas se han estrellado contra la resistencia de los gobiernos nacionales para mantener el statu quo, y por el momento es evidente que la resolución del Consejo europeo de ministros de energía de lograr una capacidad de interconexión de, como mínimo, el 10 % del mercado antes del 2012, no se cumplirá. Tras el intento fallido de aprobar una constitución europea, la incapacidad de crear un mercado europeo de la electricidad es quizá el segundo fracaso más importante de la Unión Europea. Además de las ineficiencias propias de esta situación de mercados estancos, las empresas generadoras se enfrentan a impedimentos significativos a la hora de adoptar la tecnología que se considere más adecuada. En este caso la culpa no la podemos atribuir a Bruselas, lo que debe reconocerse que es un recurso cómodo para todos, sino que debemos situarla en los Estados miembros que han prohibido la tecnología nuclear: la manera más económica y ecológicamente más limpia de producir electricidad está cerrada o fuertemente limitada en muchos países de la Unión, entre ellos España.12 55 E La responsabilidad social de la industria química Antoni Zabalza En una Europa donde la dependencia externa en materia de energía es muy frágil y casi total, esta situación es difícil de explicar. El apoyo de los estamentos políticos de algunos países a las posiciones de los movimientos antinucleares hace unas décadas y la consiguiente pedagogía política que entonces se hizo a la ciudadanía nos ha llevado a una situación que no tiene una solución fácil, ya que hoy en día, aceptémoslo, la opinión mayoritaria está en contra de la energía nuclear. Ahora bien, nos ha llevado también a una situación ante la que no podemos permanecer impasibles. El debate nuclear debe volverse a abrir en todas las dimensiones, sin límites ni ideas preconcebidas y cuanto antes, y debemos estar preparados para asumir todas las consecuencias. No hacerlo es ignorar una forma eficaz de luchar contra el cambio climático. No puede ser que la energía nuclear, que no genera emisiones de gases de efecto de invernadero, cuyo coste es muy económico, que permite una independencia significativa de las turbulencias que hoy afectan al marco geopolítico mundial y respecto a la que se han hecho enormes avances en materia de seguridad y almacenamiento de residuos, sea hoy considerada por una gran parte de la clase política española como un tema tabú. .................................................... Referencias 1 No hay traducción castellana (ni catalana) de la denominación de este programa. La denominación anterior, Compromisos para el Progreso, fue abandonada hace unos años en favor de la denominación inglesa original para dotar al programa de una homogeneidad nominal en todos los países donde se aplica. 2 Estoy dejando de lado en este artículo los efectos de la actual crisis económica, que espero que serán de naturaleza coyuntural, aunque no puedo estar totalmente seguro. 3 Más adelante se analiza la cuestión del cambio climático. 4 Excepto las tasas de temporalidad, que se refieren al 2009, el resto de cifras corresponden al año 2010. 5 Véase Inventario de emisiones de gases de efecto invernadero de España e información adicional. Años 1990-2009, editado por la Secretaría de Estado de Cambio Climático del Ministerio de Medio Ambiente y Medio Rural y Marino, en abril del 2011. 6 Véase Dow, K.; Downing, T. E. The Atlas of Climate Change. Mapping the World’s Greatest Challenge, Myriad Editions, Londres, 2007, y Schelling,T. C. «Some Economics of Global Warming», American Economic Review, 82:1-14, 1992. 7 IPCC, Climate Change 2007: WGI: Impacts, Adaptation and Vulnerability, Cambridge University Press, Cambridge, 2007. 8 Véase Lomborg, B. En frío. La guía del ecologista escéptico para el cambio climático, Espasa Calpe, Madrid, 2008. 9 Véase Schelling, T. C. Op. cit. 10 The Economics of Climate Change. The Stern Review, Cambridge University Press, Cambridge, 2007. 11 El estudio considera también el caso de los ahorros cuando se excluyen los fertilizantes químicos y los protectores de cosechas. En este caso, los ahorros brutos son de 6.900 millones de toneladas. 12 Soy consciente de que tras el incidente de la central de Fukushima, en Japón, esta afirmación puede sorprender al lector. Sin embargo, los problemas de Fukushima pertenecen más a los efectos del tsunami y al diseño particular de la planta que a la tecnología nuclear per se. También es oportuno señalar que, justo en la fase de revisión de la versión final de este artículo, se ha producido una explosión en el centro del almacenamiento de residuos nucleares de Marcoule (Francia), aparentemente causada por el mal funcionamiento de las instalaciones del centro. Ambos son incidentes puntuales, relacionados con cuestiones ajenas a la tecnología nuclear que, en opinión del autor, no invalidan el argumento del texto. Conclusiones La actividad industrial sigue y seguirá siendo importante para Cataluña, porque crea valor y proporciona empleo de calidad. Y dentro de esta actividad industrial, el sector químico es un ejemplo bastante claro, no sólo de contribución a la salud, la prosperidad y el bienestar de todos los ciudadanos, sino también de capacidad de adaptación a nuevos entornos de competencia y a nuevas normas reguladoras. Espero que los argumentos y los datos aportados en este artículo hayan sido suficientes para ilustrar el inmenso esfuerzo inversor que el sector está llevando a cabo en materia ambiental y en desarrollo sostenible, y también para persuadir al lector de la necesidad de cautela y prudencia en la adopción de medidas reguladoras y políticas para luchar contra el cambio climático por parte de nuestras administraciones públicas. No estoy seguro de haber explicado adecuadamente cuáles son las bases morales del comportamiento de la industria química, ni sé con certeza si las expectativas de la mirada ética que el título prometía han sido satisfechas. Es una ética muy particular la que he utilizado en esta nota: la ética de la eficiencia económica, del respeto a la libertad de contratar, de la convicción de que los efectos de la regulación sobre la distribución de la renta son importantes, y de la necesidad de contraponer los costes y los beneficios de nuestras actuaciones. Una ética que mira hacia el comportamiento individual, pero que no rehúye las implicaciones sociales de este comportamiento, y que valora de forma prominente el progreso y el bienestar de los ciudadanos. Una ética que puede ser útil para reflexionar sobre el medio ambiente. 56 L MIRADA LEGISLATIVA El Reglamento REACH: ¿una oportunidad para la química verde? Producción de algunas sustancias cancerígenas (toneladas) en España: Cancerígenos (1) Brea y coque de brea de alquitrán de hulla o de otros alquitranes minerales (2) Metanol (formaldehído) (2) Diclorometano (cloruro de metileno) (2) 1993 1.432.747 (*) 250.550 (*) 1994 1.629.939 136.079 242.557 (*) 1995 2.081.388 197.973 330.391 (*) 1996 2.225.114 248.857 353.763 18.575 1997 2.245.023 238.049 369.581 21.469 1998 2.361.676 241.608 417.290 (*) 1999 2.638.327 255.788 493.688 (*) 2000 2.694.351 278.451 563.072 14.231 2001 2.578.794 259.485 634.938 13.769 2002 2.152.269 278.009 483.805 14.118 2003 2.368.311 195.595 442.630 11.609 2004 2.447.806 205.267 508.816 s.d. Tatiana Santos y Dolores Romano Instituto Sindical de Trabajo, Ambiente y Salud (ISTAS) Las autoras repasan los riesgos para la salud humana y el medio ambiente de las sustancias químicas sintéticas. El texto también describe la evolución normativa desde los años setenta y los cambios que ha supuesto el impulso de la química verde por parte de la Comunidad Europea. Podríamos afirmar que la química nació el día en que nuestros ancestros lograron transformar la materia. La aparición y expansión de la industria química de síntesis comenzó a partir de la primera mitad del siglo xix , con posibilidades prácticamente ilimitadas de transformar materiales y de crear infinidad de sustancias químicas artificiales o sintéticas a conveniencia. Estas sustancias se diseñan para cumplir alguna finalidad determinada (que limpien, que disuelvan, que blanqueen, etc.), para ser después utilizadas en los laboratorios, en la industria, en los hogares, en la agricultura, etc. Las sustancias sintéticas o artificiales no se encuentran en la naturaleza, por lo que el medio ambiente tiene mayores dificultades para asimilar estas sustancias artificiales e integrarlas en los ciclos biológicos naturales. Muchas sustancias sintéticas no se degradan con facilidad, por lo que persisten durante años en el medio (algunas hasta cientos de años) y presentan a menudo una mayor toxicidad que las sustancias naturales, ya que los seres vivos no disponen de sistemas para detoxificarlas y metabolizarlas, a diferencia de las sustancias que se encuentran en la naturaleza, con las que han convivido durante millones de años. Además, muchas sustancias sintéticas se diseñan (como en el caso de los biocidas y pesticidas) con la función de destruir organismos vivos (insectos, plagas, etc.). El enfoque tradicional de la química está establecido como un diseño industrial basado en la optimización económica (hasta hace muy poco, contaminar no suponía coste alguno), donde se desconocen y desprecian las propiedades peligrosas de las sustancias químicas, y la seguridad se basa en la minimización de la exposición individual. A la hora de crear nuevas sustancias no se tiene en cuenta su peligrosidad; no se diseñan para que sean más seguras, sino más efectivas. Éste es el gran error de la química tradicional, un fallo de diseño que no promueve en absoluto el desarrollo de la química verde, que pretende diseñar sustancias químicas para que sean seguras. El riesgo químico Con este enfoque tradicional, la producción global de productos químicos sintéticos ha aumentado desde 1 millón de toneladas en 1930 a 400 millones C Año Fuente: Encuesta Anual Industrial de Productos INE (1) Brea y coque de brea de alquitrán de hulla o de otros alquitranes minerales, benceno, cloruro de vinilo, oxido de etileno, formaldehído, hexaclorobenceno, DDT, derivativos halogenados de los hidrocarburos aromáticos n.c.o.p., tetracloroetileno, tricloroetileno, diclorometano, acrilonitrilo, butar1,3-dieno, clorobenceno, o-diclorobenceno, estireno, tetracloruro de carbono, aceites de creosota. (2) La cantidad incluye ventas y reempleo. (*) Dato no publicable por secreto estadístico. (s.d.) No hay datos. Fuente: Sostenibilidad en España 2006, Observatorio de la Sostenibilidad en España (OSE) de toneladas al año en la actualidad.1 Hoy en día se calcula que existen 44,9 millones de productos químicos diferentes (sólo mezclas químicas, no artículos) disponibles en el mercado mundial y aún se fabrican cada año entre dos mil y cinco mil nuevos productos. 2 Como consecuencia de las elevadas cifras de producción, distribución y uso de sustancias químicas, éstas están presentes en prácticamente todos los compartimentos ambientales y, sorprendentemente, incluso en artículos en los que no se explica su presencia (como la presencia de DDT en productos cosméticos). Se ha inundado el medio ambiente con billones de kilos de nuevas sustancias artificiales. De forma paralela, la producción de sustancias que son peligrosas para la salud y el medio ambiente no ha dejado de crecer. En España, como muestra la siguiente tabla, la producción de algunas sustancias cancerígenas ha sufrido un incremento del 50 % en 10 años. 3 El flujo incesante de sustancias químicas sintéticas y, por lo tanto, su presencia en el hogar, en el ambiente laboral y en el medio ambiente conlleva la exposición constante y creciente de trabajadores y de la población general a contaminantes químicos a través de distintas vías, incluyendo la inhalación de aire contaminado y el polvo, la ingestión de agua y alimentos contaminados, la exposición cutánea a agentes químicos o productos contaminados o la exposición del feto durante el embarazo. Como consecuencia de ello, se estima que cada año mueren en España 4.000 trabajadores, al menos 33.000 enferman y más de 18.000 sufren accidentes debido a la exposición a sustancias químicas peligrosas en su trabajo. Si ésta es una cuantificación rápida de los efectos del riesgo químico sobre la salud laboral, no menos graves son sus repercusiones sobre el medio ambiente. La liberación al entorno de las sustancias químicas provoca la contaminación de los ríos y mares, del aire, del suelo, de los alimentos y del 57 L El Reglamento REACH: ¿una oportunidad para la química verde? Tatiana Santos y Dolores Romano agua, lo que conlleva importantes daños a la naturaleza y es origen de enfermedades en la población. Los niños, las mujeres embarazadas y lactantes y las personas mayores son especialmente vulnerables a la contaminación ambiental. Según los datos aportados por las redes de medición de la contaminación de las administraciones autonómicas, 4 el 84 % de la población española (38 millones de personas) respira aire que supera los índices de protección a la salud recomendados por la Organización Mundial de la Salud. 5 Según datos de dicha organización, mueren 2 millones de personas cada año en el mundo como consecuencia de la contaminación del aire, la mitad de ellas en países desarrollados. 6 Según estimaciones de la Comisión Europea, los niveles actuales de contaminación atmosférica causan anualmente 370.000 muertes prematuras en Europa.7 Por su parte, el Ministerio de Medio Ambiente y Medio Rural y Marino cifra en 16.000 las muertes prematuras que origina la contaminación en España, un número 7 veces mayor a los fallecidos en accidentes de tráfico (1.710 en el 2010). Las tasas de mortalidad por enfermedades crónicas son especialmente relevantes en los países desarrollados, con lo cual se pone de manifiesto cada vez más la relación existente entre la degradación ambiental, por una parte, y la pérdida de salud, los estilos de vida poco saludables y la disminución de la calidad de vida, por la otra. 8 Las enfermedades relacionadas con la exposición ambiental a sustancias químicas se han disparado en los últimos años tanto en España como en el resto del mundo. El número de defunciones por enfermedades que pueden tener causas ambientales se ha triplicado en el período 1980-2004. El cáncer, los problemas reproductivos (infertilidad, malformaciones, enfermedades reproductivas), las alteraciones hormonales (diabetes, problemas tiroideos, cánceres), las enfermedades inmunológicas (dermatitis, alergias) y los problemas neurológicos (problemas de aprendizaje, autismo, hiperactividad, Alzheimer, Parkinson), entre otras enfermedades relacionadas con la exposición a sustancias tóxicas, han alcanzado cifras epidémicas.9 Estamos, pues, ante un problema de salud pública de gran envergadura que afecta a la ciudadanía, a los trabajadores que manipulan sustancias químicas tóxicas o están expuestos a ellas y al medio ambiente. Normativa frente al riesgo químico Las políticas frente al riesgo químico son reactivas, es decir, no se actúa hasta que se prueba el peligro que supone el uso de químicos sintéticos. A falta de evidencias sobre toxicidad, la legislación presupone 58 que las sustancias químicas son inofensivas y permite que continúen las exposiciones hasta que se demuestre lo contrario, y aun cuando se demuestra su toxicidad, la normativa está basada en el «control» de sustancias peligrosas, en vez de sustituirlas por alternativas más seguras. Esta presunción de inocencia ha planteado serios problemas, de cuyas consecuencias comenzamos a darnos cuenta tras cerca de cincuenta años de expansión del sector químico en los que se dedicó poca atención a la salud, la seguridad o el medio ambiente. Por otra parte, los gobiernos asumen la mayor parte de la responsabilidad demostrando de forma concluyente los riesgos que cada sustancia representa para la salud y el medio ambiente, antes de iniciar cualquier acción preventiva. De esta forma, dejan «carta blanca» a las empresas productoras, responsables del daño que ocasionan sus productos. Existen pocos incentivos en el actual sistema de gestión del riesgo químico para que se utilicen sustancias más seguras. La primera normativa europea específica sobre sustancias químicas data de 1967, cuando se aprueba la Directiva 67/548/CEE10 sobre clasificación, embalaje y etiquetado de las sustancias peligrosas (transpuesta a la normativa española en el Real Decreto 363/1995),11 que tenía como objetivo evitar las barreras comerciales que podían establecer las distintas formas de clasificar y etiquetar las sustancias en los países de la Comunidad Europea. A lo largo de los años setenta se fueron aprobando nuevas directivas sobre restricción de sustancias, clasificación y etiquetado de preparados, cuyo objetivo seguía siendo eliminar las barreras comerciales en el mercado interno. Cualquier sustancia química podía comercializarse en el mercado europeo, con la única condición de que se cumpliesen las obligaciones de clasificación, etiquetado, envasado y restricción. A lo largo del último medio siglo se han comercializado miles de sustancias químicas, aunque con frecuencia se tiene muy poca información y poco conocimiento acerca de sus efectos sobre la salud y el medio ambiente. Si bien sabemos mucho sobre ciertas sustancias, aún existen pocos datos sobre una gran parte de las sustancias químicas, sus efectos sobre la salud y, sobre todo, los efectos derivados de la exposición a ellas y de su utilización en la cadena de suministro. Hasta 1979 no se estableció un sistema de notificación para las nuevas sustancias químicas que se quisieran introducir en el mercado. La notificación implicaba la obligación de aportar a la autoridad competente información sobre la producción, usos y características peligrosas de las sustancias nuevas que se quisieran comercializar, pero permitía, sin embargo, que 100.204 sustancias, las llamadas «sustancias existentes», se mantuviesen en el mer- cado a pesar de no conocerse sus características peligrosas. También en 1979 se introdujo por primera vez en la normativa europea la necesidad de proteger el medio ambiente. A lo largo de los años ochenta y noventa se fueron aprobando distintas normativas para regular sustancias concretas, algunos productos (plaguicidas, cosméticos), emisiones al aire, vertidos y generación de residuos, o para proteger a los trabajadores de la exposición laboral a sustancias peligrosas, entre otras. En 1993 se aprueba el Reglamento (CEE) n.º 793/93,12 sobre evaluación y control del riesgo de sustancias químicas existentes, con el objetivo de establecer un sistema común para evaluar las sustancias existentes y evitar así las barreras al mercado interno que estaban suponiendo las restricciones que distintos países miembros iban imponiendo a los usos de determinadas sustancias. El principio básico que establecía este reglamento era que no se puede restringir ninguna sustancia hasta que no se haya realizado una evaluación de sus riesgos sobre la salud y el medio ambiente. Las autoridades se responsabilizaban de realizar estas evaluaciones. Se estableció un listado de 110 sustancias (de entre las 100.204 existentes en el mercado) cuya evaluación era prioritaria y la evaluación de cada sustancia se asignó a alguno de los Estados miembros. La «carga de la prueba», esto es, la responsabilidad de conocer los peligros y riesgos de las sustancias, recaía por lo tanto en las administraciones, no en la industria, con lo que, tras casi dos décadas desde la entrada en vigor de dicho reglamento, sólo se ha realizado la batería completa de pruebas establecidas en las evaluaciones de riesgo a 141 sustancias, y estas pruebas, en general, no incluyen efectos crónicos subletales, como la disrupción endocrina, cuyos efectos no son inmediatos y se percibirán al cabo de los años. Grado de conocimiento sobre las características peligrosas de las sustancias químicas existentes en el mercado europeo Un estudio publicado por la Oficina Europea de Productos Químicos en 1999 mostraba que no existían datos públicos sobre la toxicidad de 75.000 sustancias «existentes» en el mercado, y que se tenía datos parciales del resto. 13 Cambio de tendencia y química verde A lo largo de los años ochenta y noventa, diferentes foros internacionales políticos, sociales y científicos iban advirtiendo sobre la necesidad de proteger la salud y el medio ambiente de los riesgos de las sustancias químicas. Los conocimientos científicos sobre la dispersión global de sustancias tóxicas, los graves daños que estaban ocasionando sobre la fauna y las advertencias sobre posibles efectos sobre la salud humana dieron la voz de alarma a los foros políticos sobre la necesidad de actuar. Muchos productos químicos y pocos datos sobre su toxicidad Número de productos químicos 100.106 en el inventario EINECS (1981) Productos químicos en el mercado europeo (1981-1997) Pocos datos sobre toxicidad o ningún dato sobre toxicidad 75.000 (estimación máxima de 70.000, 1997) 25.000 (estimación mínima de 20.000, 1997) En respuesta a esta petición del Consejo, la Comisión presenta en el 2001 el Libro Blanco sobre la estrategia para la futura política en materia de sustancias y preparados químicos,19 que reconocía el fracaso de la política europea de gestión del riesgo químico, debido, entre otros aspectos, a lo siguiente: Prioridades de la UE para la valoración del riesgo Datos sobre toxicidad limitados 10.000 (aprox.) (IUCLID) Sustancias químicas producidas en grandes cantidades en la UE (HPVC) Prioridades de la UE para la valoración del riesgo (1996-1998) Evaluación del riesgo finalizada (1997) Productos químicos «nuevos» comercializados desde 1986 (ELINCS) 2.500 42 10 2.000 (aprox.) 400 (aprox.) Se plantea, así, la necesidad de un marco político y normativo con los siguientes elementos: PRODUCTOS QUÍMICOS «NUEVOS» - Ámbito: que afecte a todas las sustancias fabricadas o importadas en más de 1 t/a por fabricante/ importador. - Responsabilidad: la industria debe ser responsable de la seguridad de los productos que fabrica, de evaluar los riesgos y de proporcionar información a administraciones, usuarios y consumidores. - Mejora del acceso público a la información. - Priorización de las actuaciones en función del volumen de producción/importación de las sustancias y de su nivel de peligrosidad. - Promover la sustitución de las sustancias CMR, DE, TPB y mPmB. 20 - Reducción de las pruebas en animales PRODUCTOS QUÍMICOS «EXISTENTES» Evaluación del riesgo de productos químicos «nuevos» - La dificultad en la identificación de los riesgos y, por lo tanto, en su gestión. - La carga de la prueba, que recaía sobre las autoridades. - Un proceso de evaluación y de restricción de sustancias lento y costoso (desde 1976 se habían evaluado una decena de sustancias y restringido usos de un centenar). - Falta de innovación para una química más sostenible. - Desconfianza del consumidor. Fuente: Chemicals in the European environment: low doses, high stakes?, Agencia Europea de Medio Ambiente, 1998 Así, los convenios OSPAR,14 de Barcelona15 y de Helsinki16 incluyeron como objetivo eliminar los vertidos de sustancias tóxicas al medio ambiente marino antes del año 2020. El Convenio de Estocolmo17 tiene como objetivo eliminar, a escala global, los riesgos de los contaminantes orgánicos persistentes (COP) sobre la salud y el medio ambiente. A finales del siglo xx , un centenar de piezas normativas trataban sobre distintos aspectos relacionados con el comercio de sustancias químicas y la protección de la salud de los trabajadores, consumidores y del medio ambiente frente a los riesgos que podrían suponer las sustancias químicas peligrosas. Durante los últimos trece años se han desarrollado una variedad de iniciativas a escala nacional e internacional para promover el desarrollo y la aplicación de la química verde. Sin embargo, comparado con los fondos disponibles para química tradicional o evaluación de riesgos, la inversión en química verde es mínima.18 En 1998, paralelamente al nacimiento de la química verde, cinco Estados miembros (Austria, Dinamarca, Finlandia, Holanda y Suecia) presentaron ante el Consejo Europeo un documento proponiendo que la UE se dotara de un marco político sobre sustancias químicas, que incluyera los siguientes elementos: Sin embargo, la preocupación de ciudadanos, científicos, organizaciones sociales y trabajadores sobre los daños que las sustancias químicas ocasionaban sobre la salud y el medio ambiente iba aumentando junto con el reconocimiento de la necesidad de modificar las políticas de gestión de sustancias químicas. -Objetivos de eliminación -Traslado de la carga de la prueba a la industria -Información a usuarios y ciudadanos -Introducción de recomendaciones de precaución, sustitución, minimización y gestión segura de sustancias -Aplicación del principio de precaución -Costes de las evaluaciones de riesgo revertidos a la industria La química verde, que nació en 1998 como una necesidad de tratar y reducir la contaminación, es una nueva y revolucionaria forma de enfocar la síntesis de nuevas sustancias químicas que tiene como objetivo la consecución de una química más amigable con la salud y el medio ambiente. La idea básica consiste en introducir en la fase de diseño y desarrollo de nuevas sustancias, mezclas o artículos, previsiones sobre su potencial impacto en la salud y el medio ambiente y desarrollar alternativas que minimicen dicho impacto. Como consecuencia de ello, el Consejo solicita a la Comisión Europea una revisión del sistema normativo sobre sustancias químicas. A raíz de esta revisión y las consultas posteriores con Estados miembros y agentes interesados, el Consejo concluye, en 1999, que la UE necesita una estrategia sobre sustancias químicas integrada y coherente para aumentar la protección de la salud y del medio ambiente. El Reglamento REACH Como respuesta a las actuaciones aprobadas en el Libro Blanco, la Comisión Europea ha desarrollado hasta el momento una pieza normativa: el Reglamento REACH. La entrada en vigor del nuevo Reglamento 1907/2006, relativo al registro, la evaluación, la autorización y la restricción de las sustancias y preparados químicos (comúnmente conocido como Reglamento REACH), ofrece un nuevo sistema normativo único, más coherente y con potencial para mejorar el control, la prevención y la gestión del riesgo químico. El REACH introduce el principio de precaución al establecer un marco para eliminar del mercado algunas de las sustancias más peligrosas, como son las sustancias tóxicas persistentes y bioacumulativas (TPB), las sustancias muy persistentes y muy bioacumulativas (mPmB) o los disruptores endocrinos (DE) y sustancias de nivel equivalente de preocupación a las anteriores, en caso de existir alternativas viables más seguras en el mercado. 59 L El Reglamento REACH: ¿una oportunidad para la química verde? Tatiana Santos y Dolores Romano Principio de precaución «Cuando haya peligro de daño grave o irreversible, la falta de certeza científica absoluta no deberá utilizarse como razón para postergar la adopción de medidas eficaces en función de los costes para impedir la degradación del medio ambiente.» Declaración de Río sobre el Medio Ambiente y el Desarrollo, 1992. Uno de los aspectos más importantes del REACH es su potencial para promover la química verde y la innovación para lograr una química más segura (mediante el diseño de sustancias menos tóxicas), fomentando la sustitución y la búsqueda de alternativas para las sustancias preocupantes. Principio de sustitución «A fin de apoyar el objetivo de la sustitución final de las sustancias altamente preocupantes por sustancias o tecnologías alternativas adecuadas, todos los solicitantes de autorización deberán facilitar un análisis de las alternativas teniendo en cuenta sus riesgos y la viabilidad económica y técnica de la sustitución, incluida la información sobre toda investigación y desarrollo que el solicitante esté realizando o se proponga realizar.» Considerando 72 del Reglamento REACH. A través del proceso de autorización, el REACH establece que las sustancias más peligrosas para la salud y el medio ambiente no podrán circular en el mercado europeo sin una autorización previa. Este «aval» no se otorgará si existen alternativas menos nocivas, según establece la propia normativa, excepto para sustancias sobre las que puede establecerse un límite de exposición y para los alteradores hormonales o disruptores endocrinos. Según establece el proceso de autorización, las empresas que quieran fabricar o importar sustancias de elevado nivel de preocupación (CMR, DE, TPB, mPmB y sustancias de nivel equivalente de preocupación que se incluyan en el anexo XIV) deberán solicitar una autorización para cada uso que quieran hacer de ellas. Por ejemplo, si van a utilizarla como componente de una pintura, como disolvente, etc. Sólo se concederá autorización si un análisis socioeconómico muestra que los beneficios de su uso son superiores a sus riesgos para la salud y el medio ambiente y no existen sustancias o tecnologías alternativas viables en el mercado, lo que sin duda alguna promoverá la innovación y la química verde. 60 Para las empresas líderes del sector será una oportunidad para desarrollar procesos y productos químicos más seguros. El nuevo reglamento refuerza la responsabilidad de la industria a la hora de proporcionar información sobre el uso seguro de las sustancias y gestionar adecuadamente los riesgos derivados de su utilización, y revierte la carga de la prueba, de forma que las empresas que quieran producir o importar sustancias químicas en la Unión Europea deberán demostrar que la sustancia es segura. Las empresas fabricantes o importadoras son responsables de generar y proporcionar a las autoridades información sobre propiedades de la sustancias y de evaluar los riesgos derivados de su uso. Por último, el REACH mejorará el conocimiento existente sobre las sustancias químicas, ya que las empresas deberán aportar información básica sobre las propiedades de las sustancias que fabriquen o importen en cantidades superiores a 1 t/a (unas 30.000 sustancias). Además, deberán aportar un informe de seguridad química (ISQ) de las sustancias que fabriquen o importen en más de 10 t/a (afectará a unas 12.500 sustancias) y que incluirá evaluaciones de los riesgos sobre la salud y sobre el medio ambiente para los diferentes usos previstos de la sustancia. La Agencia Europea de Sustancias y Mezclas Químicas (ECHA) asesora a los Estados miembros y gestiona los aspectos técnicos, científicos y administrativos del reglamento. Valoración del REACH A pesar del gran potencial que ofrece este nuevo reglamento europeo, la realidad en su aplicación dista bastante de las expectativas de los sindicatos y organizaciones sociales y ambientales. El REACH es una herramienta normativa muy compleja cuyo correcto cumplimiento es indispensable para alcanzar su principal objetivo: proteger la salud humana y el medio ambiente de los efectos dañinos de los productos tóxicos. Un informe de la Comisión Europea 21 reconocía recientemente que el REACH «no está a la altura», tras revisar el Sexto Programa de Acción Comunitario en Materia de Medio Ambiente (VI PAM), adoptado por primera vez en el 2002, que recopila los compromisos y las acciones existentes en materia de medio ambiente y salud de la Unión Europea para contribuir a mejorar la calidad de vida y bienestar social para los ciudadanos y proteger el medio ambiente. Dicha revisión reconoce que el programa «no ha propiciado un enfoque coherente hacia una agenda política integral». La Comisión también aborda y analiza la influencia del Reglamento REACH para alcanzar los objetivos del PAM. Como resultado concluye que el REACH no cumple con los objetivos de protección de la salud y el medio ambiente, de diseminación de la información y de acceso a la información de la ciudadanía sobre sustancias químicas, así como de sustitución de las sustancias más peligrosas. Según la Comisión Europea, es poco probable que el Reglamento REACH alcance metas del VI PAM, tales como que en el 2020 las sustancias químicas «sólo se produzcan y utilicen de manera que no ocasionen un impacto negativo significativo sobre la salud y el medio ambiente». La Comisión Europea recuerda que el objetivo del programa de garantizar un mayor acceso público a la información sobre las sustancias químicas está viéndose afectado por las disposiciones del REACH, que facilitan la confidencialidad de una gran cantidad de información de interés para la ciudadanía. Esta falta de transparencia está bloqueando las oportunidades de innovación y desarrollo de una química más segura, la química verde. Tampoco confía en el cumplimiento del objetivo de sustituir las sustancias altamente preocupantes por otras más seguras, ya que «el REACH permite que se autorice el uso de sustancias altamente preocupantes, incluso si existen alternativas más seguras», como es el caso de los disruptores endocrinos. Los sindicatos esperaban que entre mil y mil quinientas sustancias peligrosas ya identificadas y clasificadas como tales a escala europea por sus propiedades altamente preocupantes requerirían autorización para estar presentes en el mercado, por lo que deberían ser progresivamente retiradas del mercado y sustituirse por alternativas más seguras, tal y como establece la normativa. Actualmente, sin embargo, sólo seis sustancias están sujetas a autorización. A este ritmo, necesitaríamos 1.250 años para que las sustancias más peligrosas requieran autorización para ser puestas (o continuar) en el mercado. Los sindicatos, ONG y partidos políticos verdes han denunciado en varias ocasiones que la ECHA está ralentizando el proceso, desalentando a los Estados miembros para que no propongan sustancias peligrosas. Todas las sustancias que cumplen los criterios de alta peligrosidad deberían estar incluidas lo antes posible en la «lista negra» para que las empresas comiencen a innovar y a aplicar los principios de la química verde para buscar alternativas. La autorización bajo el REACH también tiene importantes deficiencias a la hora de garantizar la protección de la salud y el medio ambiente. Tal y como apuntaba el informe de la Comisión Europea, permite el uso de sustancias peligrosas, incluso existiendo alternativas más seguras, y exime además algunos usos, que no considera motivo de preocupación (como los usos industriales «adecuadamente controlados» o los usos en laboratorios de investigación). Conclusiones «La forma en que gestionamos las sustancias químicas actualmente es incompatible con la salud, la innovación y la sostenibilidad.» 22 Los equipos de I+D de las grandes empresas están sometidos a la dictadura de las leyes del mercado: ser más rápidos que la competencia, diseñar productos con mejores o equiparables prestaciones técnicas que los existentes en el mercado y que económicamente resulten más competitivos. Así pues, tiempo, técnica y precio son básicamente las ventajas competitivas que utiliza la legión de agentes comerciales en la batalla por el control de los mercados. Más claramente, a la hora de abordar la investigación, las empresas priorizan la eficiencia técnica y el precio a cualquier otra consideración. 23 .................................................... 1 2 3 Comisión Europea. Libro Blanco sobre la estrategia para la futura política en materia de sustancias y preparados químicos, COM(2001) 88 final, 2001. Disponible en: http://eur-lex.europa.eu/LexUriServ/site/es/com/2001/ com2001_0088es01.pdf American Chemical Society. The latest CAS registry number and substance count. Disponible en: http://www.cas.org/cgibin/cas/regreport.pl Observatorio De La Sostenibilidad En España. Sostenibilidad en España 2006. Disponible en: http://www.sostenibilidad-es.org/sites/default/files/_Informes/anuales/2006/ sostenibilidad_2006-esp.pdf 4 Según los valores límite establecidos por la Directiva 2008/50/CE. Las políticas deben promover la investigación y la innovación con el fin de proteger activamente a la ciudadanía y al medio ambiente de los efectos adversos que ocasionan las sustancias tóxicas. Se espera que estas iniciativas impulsen el desarrollo de sustancias más seguras y compatibles con el medio ambiente. 5 Ecologistas En Acción. La calidad del aire en el Estado español durante 2008, Ecologistas en Acción, Madrid, julio del 2009. Disponible en: http://www.ecologistasenaccion.org/ IMG/pdf_Aire2008.pdf 6 Organización Mundial De La Salud. Air quality and health, Fact Sheet n.º 313, agosto del 2008. Disponible en: http:// www.who.int/mediacentre/factsheets/fs313/en/index.html Los marcos normativos deberán eliminar la actual dinámica desarticulada de gestión del riesgo químico, en favor de un marco normativo con una perspectiva integral y preventiva. 7 Comisión Europea. Environment fact sheet: moving towards clean air for Europe, 2006. Disponible en: http://ec.europa. eu/environment/pubs/pdf/factsheets/air.pdf 8 Observatorio De La Sostenibilidad En España. Sostenibilidad en España 2009. Disponible en: http://www.sostenibilidad-es.org/sites/default/files/_Informes/anuales/2009/ sostenibilidad_2009-esp.pdf 9 Observatorio De La Sostenibilidad En España. Sostenibilidad en España 2006. Disponible en: http://www.sostenibilidad-es.org/sites/default/files/_Informes/anuales/2006/ sostenibilidad_2006-esp.pdf 10 Directiva 67/548/CEE del Consejo, de 27 de junio de 1967, relativa a la aproximación de las disposiciones legales, reglamentarias y administrativas en materia de clasificación, embalaje y etiquetado de las sustancias peligrosas. 11 Real Decreto 363/1995, de 10 de marzo, por el que se regula el reglamento sobre notificación de sustancias nuevas y clasificación, envasado y etiquetado de sustancias peligrosas, BOE n.º 133, de 5 de junio de 1995. 12 Reglamento (CEE) n.º 793/93 del Consejo, de 23 de marzo de 1993, sobre evaluación y control del riesgo de las sustancias existentes. 13 Allanou, R.; Hansen, B. G.; Van Der Bilt, Y. Public availability of data on EU high production volume chemicals, Institute for Health and Consumer Protection of the European Chemicals Bureau (Ispra), 1999. 14 Convenio sobre protección del medio marítimo del Nordeste Atlántico, firmado en París el 22 de septiembre de 1992. 15 Convenio para la protección del mar Mediterráneo contra la contaminación, firmado en Barcelona en 1976 y modificado en 1995. 16 Convenio sobre la protección y uso de los cursos de agua transfronterizos y los lagos internacionales, firmado en Helsinki en 1992. El Reglamento REACH ofrece una gran oportunidad para la innovación y la química verde, pero debe aplicarse atendiendo a sus principios y objetivos básicos y persiguiendo un equilibrio adecuado entre los intereses económicos y de mercado con los intereses de la ciudadanía y el medio ambiente. 17 Convenio de Estocolmo sobre contaminantes orgánicos persistentes, firmado en el 2001. 18 Tickner, J. Química verde, iniciativas e implantación. Una perspectiva internacional, University of Massachusetts Lowell, EE. UU. [intervención en el VI Foro ISTAS de Salud Laboral]. 19 Comisión Europea. Libro Blanco sobre la estrategia para la futura política en materia de sustancias y preparados químicos, COM(2001) 88 final, 2001. 20 CMR: cancerígenas, mutágenas y tóxicas para la reproducción; DE: disruptores endocrinos; TPB: tóxicas, persistentes y bioacumulativas; mPmB: muy persistentes y muy bioacumulativas. 21 Ecologic Institute. Final Report for the Assessment of the 6th Environment Action Programme, Berlín y Bruselas, 2011. Disponible en: http://www.istas.net/web/abreenlace. asp?idenlace=9135 22 Tickner, J.; Geiser, K., Coffin, M.; Schifano, J.; Torrie, Y. De un control reactivo de las sustancias a una política integral en materia de riesgo químico: evolución y oportunidades, Lowell Center for Sustainable Production, University of Massachusetts Lowell [intervención en el VI Foro ISTAS de Salud Laboral]. Disponible en: http://istas.net/web/abreenlace. asp?idenlace=7796 23 Tickner, J. Química verde, iniciativas e implantación. Una perspectiva internacional, University of Massachusetts Lowell, EE. UU. [intervención en el VI Foro ISTAS de Salud Laboral]. Referencias C 61 I MIRADA INDUSTRIAL Química verde: ciencia para la sostenibilidad Carles Estévez Director científico de IUCT El autor detalla los doce principios de la química verde que a principios de los años noventa establecieron los químicos Anastas y Warner. El artículo repasa las principales innovaciones en forma de productos aportadas por la química verde y describe la situación de esta ciencia, tanto en los Estados Unidos como en Cataluña. Este año 2011, Año Internacional de la Química, es una ocasión única para centrar nuestra atención en esta ciencia. Tenemos motivos para hacerlo, dada la magnitud de los retos presentes y futuros que afectarán a nuestra generación y a las próximas: ¿cómo vamos a afrontar la crisis energética y el cambio climático? ¿Cómo fabricaremos automóviles, vestidos, televisores, teléfonos, ordenadores y otros bienes de consumo con petróleo y otras materias primas cada vez más caras y menos disponibles? ¿Es posible mantener nuestro nivel de bienestar de manera sostenible? En el inicio de los años noventa, un grupo reducido de químicos, encabezado por el Dr. Paul Anastas de la Agencia de Protección Ambiental de los Estados Unidos (EPA, por sus siglas en inglés) y el Dr. John Warner, entonces en la compañía Polaroid, también en los Estados Unidos, se formularon las mismas cuestiones y llegaron a la conclusión de que los problemas identificados sólo podrían resolverse con una nueva formulación de los principios químicos que se utilizaban hasta entonces. Nacía la química verde. Los profesores Anastas y Warner definieron la química verde como el diseño, la manufactura y el uso de sustancias químicas y procesos que reducen o eliminan el uso o la generación de residuos y productos nocivos para el medio ambiente o la salud humana. Esta definición general la concretaron en una serie de principios conocidos como «los 12 principios de la química verde». Los 12 principios de la química verde 1. Es mejor prevenir la contaminación que tratar posteriormente los residuos. 2. Los métodos de síntesis de productos químicos deben diseñarse para que la incorporación al producto final de todos los materiales utilizados en el proceso sea la máxima posible. 3. La síntesis de productos químicos debe utilizar y generar sustancias que tengan nula o poca toxicidad para la salud humana y para el medio ambiente. 4. Los productos químicos deben diseñarse de tal forma que se preserven los principios de funcionalidad y eficacia; al mismo tiempo, este 62 diseño debe reducir la toxicidad de los nuevos productos. 5. Debe evitarse o minimizarse el uso de sustancias auxiliares; en caso de ser necesarias, éstas deben ser inocuas. 6. Deben minimizarse las demandas energéticas, que se evaluarán según su impacto económico y ambiental. Los métodos de síntesis deben llevarse a cabo a presión y temperatura ambientales. 7. Las materias primas utilizadas y los recursos naturales consumidos deben ser preferentemente renovables, siempre que esto sea económicamente y técnicamente viable. 8. Los procesos basados en reacciones directas son preferibles a los procesos en los que deben llevarse a cabo reacciones intermedias. 9. Los reactivos catalíticos deben ser tan selectivos como sea posible, a fin de evitar la formación de subproductos innecesarios, y deben utilizarse en sustitución de los reactivos estequiométricos. 10. Los productos químicos deben diseñarse para que al final de su vida útil no persistan en el medio y sus productos de degradación sean inocuos. 11. Las metodologías analíticas deben permitir controlar el proceso a tiempo real para detectar la posible formación de sustancias nocivas. 12. Las sustancias y la forma en que se utilizan en un proceso químico se deben escoger de modo que se minimice el riesgo potencial de accidentes químicos, incluyendo escapes, explosiones e incendios. Por lo tanto, debe diferenciarse la química verde de otras disciplinas científicas como la química ambiental. Mientras que la química verde tiene como objetivo el diseño de moléculas y procesos químicos para evitar que tengan un impacto adverso sobre el medio ambiente y la salud humana, la química ambiental estudia la distribución y los efectos de los productos químicos sobre el medio ambiente. Desde que se formuló a comienzos de los noventa, los principios de la química verde han sido interpretados con diferentes matices. Una parte de la comunidad científica los ha considerado una nueva filosofía para la práctica de la química orientada a cubrir las necesidades humanas de la forma más sostenible posible. Para otros, el diseño químico debe incluir la optimización de nuevas variables relacionadas con el impacto de los productos químicos sobre el medio ambiente, la salud humana y la seguridad industrial. Este hecho explica las dos denominaciones que esta rama de la química ha recibido de la comunidad científica internacional: química verde y química sostenible. A pesar de las distintas interpretaciones, lo cierto es que durante los últimos quince años se han logrado avances muy significativos que han dado como resultado numerosos productos y procesos innovadores y de éxito comercial. La química verde en la industria Productos químicos más seguros. Las innovaciones en esta área se orientan a reducir la toxicidad de una molécula sin sacrificar la eficacia de su función. La compañía Rohm and Haas, por ejemplo, ha diseñado un nuevo pesticida menos tóxico y más selectivo que los tradicionales pesticidas organoclorados (aldrín, dieldrina o DDT), organofosforados o carbamatos para el control de lepidópteros que destruyen plantaciones. La empresa estadounidense Nike, que comercializa zapatillas y ropa de deporte, tiene un ambicioso programa, muy activo, de sustitución de productos químicos peligrosos. Los proyectos más destacables son la sustitución del hexafluorofosfato de azufre en la cámara de aire de algunos de sus modelos de zapatillas deportivas, debido al elevado potencial de efecto invernadero de este gas (18.000 veces superior al CO2) y la sustitución del 60 % de los materiales de la suela del calzado deportivo por alternativas menos tóxicas. Asimismo, la empresa estadounidense Dow AgroSciences lanzó el Spinosad, un biopesticida altamente selectivo e inocuo para el control de insectos, que se obtiene a partir de un microorganismo del suelo. Controla numerosas plagas de insectos que afectan al algodón, los árboles frutales, las verduras y las plantas ornamentales. A diferencia de los pesticidas tradicionales, no persiste en el medio ambiente y presenta una baja toxicidad para mamíferos y aves. En Europa, la empresa Louis Vuitton, que comercializa productos de marroquinería, tiene programas de eliminación y sustitución de disolventes tóxicos en los adhesivos empleados en la manufactura de sus productos. Actualmente, sus proveedores de adhesivos sin disolventes tóxicos en las plantas de producción españolas son empresas japonesas. También en los Estados Unidos, la corporación AgraQuest desarrolló un biofungicida, Serenade, para frutas y hortalizas, obtenido a partir de una variedad de bacterias naturales. Sustitución de disolventes peligrosos El diseño de disolventes que no sean inflamables, tóxicos o produzcan emisiones de compuestos orgánicos volátiles (COV) es otra área de intensa investigación a escala internacional. Por ejemplo, el dióxido de carbono supercrítico se ha probado en diferentes síntesis, como las reacciones de bromación de compuestos aromáticos y las reacciones de polimerización del metacrilato de metilo con resultados esperanzadores. El uso de líquidos iónicos en sustitución de disolventes como el diclorometano es otra área prometedora. Uno de los proyectos de investigación en IUCT es precisamente la aplicación de los líquidos iónicos en el campo de la química fina. Serenade no es tóxico para el resto de organismos. El biofungicida no genera ningún residuo químico y es inocuo para los agricultores usuarios y para los acuíferos. Está indicado para el uso en la agricultura orgánica según el Instituto de Revisión de Materiales Orgánicos (OMRI, por sus siglas en inglés). También son muchos los estudios encaminados a utilizar disolventes acuosos en lugar de los disolventes tradicionales. Esto ha comportado en algunos casos la mejora de la eficacia, del rendimiento y de la economía de los procesos sintéticos. Por ejemplo, la empresa Nalco Chemical Company ha desarrollado un nuevo proceso en medio acuoso para la manufactura de polímeros líquidos. C Tradicionalmente, los polímeros de acrilamida de alto peso molecular, que se aplican abundantemente en el tratamiento de aguas residuales, se han obtenido en forma de polvos o emulsiones de agua en aceite. El producto en forma sólida tiene el problema de un mayor riesgo de exposición a las acrilamidas tóxicas por parte de las personas que manipulan el producto. Además, se necesita una gran cantidad de energía, no sólo para producirlo, sino también para su uso final. Las emulsiones presentan el problema de que para prepararlas son necesarias grandes cantidades de hidrocarburos como disolventes y sustancias tensoactivas. El nuevo proceso de manufactura de Nalco utiliza el método de polimerización por dispersión homogénea para generar polímeros de acrilamida en medio acuoso y de este modo elimina la necesidad de utilizar disolventes y tensoactivos. El sector de pinturas y barnices tiene como objetivo no sólo la reducción de compuestos orgánicos volátiles, sino también la toxicidad de los disolventes y coalescentes empleados en las formulaciones. El monooleato de propilenglicol y algunos acetales de glicerol han sido evaluados por la compañía alemana Cognis, con plantas de producción en Cataluña, como alternativas más seguras a los productos coalescentes existentes. Los disolventes también determinan en gran medida los perfiles (eco) toxicológicos de las formulaciones agroquímicas. Uno de los principales objetivos en la industria agroquímica es el diseño de disolventes con la capacidad de aumentar tanto la protección de los cultivos y las plantas como la biodisponibilidad, y de reducir el impacto sobre el medio ambiente y la salud humana. La compañía italiana Isagro Ricerca lleva a cabo una intensa investigación sobre microemulsiones acuosas. Uno de sus mayores éxitos son las formulaciones microemulsionadas, que contienen varios fungicidas de la familia de los triazoles y la estrobilurina, que cuando se mezclan con nuevos disolventes no tóxicos en sustitución de disolventes aromáticos derivados del petróleo logran aumentar los efectos biológicos deseados. La importancia de la sustitución de disolventes peligrosos radica fundamentalmente en sus propiedades adversas en términos de toxicidad e inflamabilidad. Durante el período previo a la celebración de los juegos olímpicos en China, el Gobierno cerró numerosas empresas en condiciones deplorables de seguridad y salubridad que emitían compuestos orgánicos volátiles (la mayoría vinculados al uso de disolventes) en las proximidades de las sedes olímpicas. La prensa internacional especializada en química destacó estas medidas tan drásticas: 63 C Química verde: ciencia para la sostenibilidad Carles Estévez «China closes 35,000 unsafe plants» The Chemical Engineer, marzo del 2006, p. 9. «China calls its chemical industry unsafe» Chemical & Engineering News, 17 de julio del 2006. La siguiente fotografía muestra el escenario de un accidente reciente en una empresa catalana durante la operación de limpieza de los equipos con disolventes inflamables. Un defecto accidental de las tomas de tierra durante el traspaso provocó el incendio. La seguridad de los trabajadores y de las plantas químicas está seriamente comprometida con el uso de los disolventes tradicionales. Los continuos accidentes demuestran que las medidas de control de riesgo no son totalmente efectivas y que la única estrategia realmente segura es la eliminación de la peligrosidad intrínseca de los productos químicos. Materias primas renovables. Uno de los objetivos de la química verde es la utilización de materias primas que reduzcan sus efectos adversos tanto respecto a la exposición de las personas como al Los productos químicos derivados de fuentes naturales constituyen en la actualidad el 0,5 % de valor añadido bruto en la Unión Europea. Representan un mercado que crece con rapidez por las propiedades de sostenibilidad que estos nuevos productos aportan. La siguiente tabla muestra el programa internacional de lanzamiento de plantas de producción de bioproductos en los próximos tres años. bioplastificantes, biolubricantes, biopolímeros y otros productos químicos funcionales. La compañía química alemana BASF ya comercializa un polímero biodegradable (Ecoflex) con excelentes propiedades para fabricar bolsas de plástico para supermercados y aplicaciones agrícolas. Compañia Fuente de carbono Molécula plataforma Producto Lanzamiento Futerro (Bélgica) Azúcar Ácido láctico PLA* 1,5 kt 2009 CSM (Tailandia) Azúcar Ácido láctico PLA* 75 kt 2011 Braskem (Brasil) Azúcar Etanol Etileno 2010 Perstorp (Suecia) Almidón/azúcar Ácido 3 -hidroxipropiónic Ácido metacrílico 2012 Genomatica (Estados Unidos) Azúcar 1,4-butandiol Molécula plataforma 2010 Genencor/Goodyear (Estados Unidos) Mazorcas de maíz Isopreno Gomas 2013 Solvay Indba (Brasil) Azúcar Etanol 60 kt Etileno PVC 2010 Dow/Crystalsev (BRA) Azúcar Etanol 350 kt Etileno Pendiente de decidir * PLA: ácido poliláctico La empresa NatureWorks (Estados Unidos) comercializa a gran escala el ácido poliláctico PLA como un termoplástico biodegradable. Su temperatura de transición vítrea lo hace poco apto para contener líquidos calientes. En la actualidad se investiga cómo preparar un PLA más termorresistente. impacto ambiental. Actualmente, los esfuerzos se encaminan a utilizar materias primas renovables, como la celulosa y el almidón, frente a las que no lo son, como el petróleo. Hay muchas actuaciones en este campo, como el caso de Biofine Inc., una pequeña empresa americana que ha diseñado un proceso industrial que transforma biomasa con alto contenido celulósico en compuestos químicos muy útiles. Por ejemplo, los residuos derivados de biomasa (los residuos sólidos municipales, los residuos de papel no reciclables, los residuos de madera y los residuos agrícolas) se pueden transformar químicamente en ácido levulínico, una sustancia que se utiliza para la manufactura de náilones y plásticos y para la síntesis de ácido succínico y tetrahidrofurano. Los químicos de Biofine Inc. también han desarrollado un método para convertir el ácido levulínico en ácido -aminolevulínico (ADAL) y metiltetrahidrofurano (MTHF). El ADAL es un pesticida biodegradable y no tóxico que se activa fotoquímicamente y tiene la capacidad de matar las malas hierbas sin afectar a las plantaciones principales. El MTHF es un aditivo para la gasolina que aumenta su nivel de oxigenación. 64 El Grupo Roquette (Francia), con 6.000 trabajadores, es una de las empresas líderes en la producción de almidones y derivados. Es la empresa líder productora de polioles y gluconatos. Tiene dieciocho fábricas en todo el mundo incluida la biorrefinería más importante basada en cereales en Europa, en Lestrem (Francia). Roquette, junto con otros socios europeos (SIDEC, DSM, Cognis, Eurovia, Arkema, Metabolic Explorer, Solvay, el Instituto Nacional de Ciencias Aplicadas de Lyon Insa y el Instituto de Moléculas y de la Materia Condensada de LilleIMMCL), han creado el programa BioHub con el objetivo de investigar vías para la transformación de almidones en productos de alto valor añadido. El programa tiene un presupuesto de 90 millones de euros para seis años de investigación. Está parcialmente financiado por la Agencia Francesa para la Innovación Industrial (42 millones de euros, 22 millones de subvención y 20 millones de créditos reembolsables). Los objetivos técnicos son la transformación del almidón en una molécula plataforma llamada isosorbida que se transformaría en biodisolventes, Novamont, una empresa italiana, comercializa bioplásticos hechos a partir de materias primas de origen agrícola. Uno de los más populares es el Mater-Bi y lo consumen numerosos supermercados españoles. Su programa de inversiones empezó en 1989 coincidiendo con el establecimiento de la nueva legislación ambiental en los Estados Unidos, la Pollution Prevention Act, y el nacimiento de una nueva disciplina llamada química verde. Desde entonces, ha invertido más de 75 millones de euros. La empresa, con aproximadamente 100 trabajadores, tiene tres líneas de producción situadas en la planta de Terni (Italia) que le dan una capacidad global de producción de más de 20.000 toneladas/año. Síntesis químicas menos contaminantes Lilly Research Laboratories rediseñó su síntesis de una droga con propiedades anticonvulsivas, LY300164. Este fármaco se utiliza para tratar la epilepsia y enfermedades neurodegenerativas. La síntesis antigua consistía en un proceso económicamente viable, aunque algunos pasos de la síntesis eran problemáticos. Por ejemplo, se producían elevadas cantidades de residuos de cromo, se necesitaba un paso adicional de activación y todo el proceso requería grandes cantidades de disolventes. La nueva estrategia sintética significó una importante mejora ambiental del proceso. Se eliminaron aproximadamente 34.000 litros de disolventes y 300 kilos de residuos de cromo por cada 100 kg de LY300164 producidos. Sólo hubo que aislar tres de los seis intermedios de síntesis. Se redujo la exposición de los trabajadores a agentes nocivos y se redujeron significativamente los costes de proceso. El nuevo esquema sintético resultó más eficiente que el anterior, y pasó de un rendimiento del 16 % al 55 % . El nuevo protocolo fue posible combinando innovaciones provenientes de la química, la microbiología y la ingeniería. El proceso ha resultado de aplicación general y a causa del bajo coste de las tecnologías utilizadas tendrá, con toda seguridad, una amplia aplicación en el sector. El caso de Roche Colorado Corporation, un centro de desarrollo de procesos de segunda generación que fue galardonado en los Estados Unidos en materia de producción limpia recibió uno de los premios presidenciales de química verde, Presidential Green Chemistry Challenge Awards consiste en el desarrollo de una nueva y eficiente síntesis de un potente agente antiviral (Cytovene®). Esta droga se utiliza para el tratamiento de infecciones oculares en pacientes inmunosuprimidos. Los beneficios ambientales del nuevo proceso, bautizado como proceso TriEster Guanina, son igualmente importantes cuando se comparan con la síntesis tradicional. El número de pasos de síntesis se ha reducido de seis a dos; el número de reactivos e intermedios se ha reducido de 22 a 11; además, tres de cada cuatro reactivos clave se recuperan y se reutilizan; y el rendimiento global de la síntesis se ha incrementado en más de un 25 % . El proceso también conlleva una importante reducción de la contaminación en origen: se han eliminado 1,12 millones de kilos de residuos líquidos y 25.300 kg de residuos sólidos al año. La Agencia de Medicamentos y Alimentos de los Estados Unidos (FDA, por sus siglas en inglés) ha registrado el proceso TriEster Guanina como el proceso de manufactura para la producción mundial de Cytovene®, aunque este proceso también es aplicable a la síntesis de otros agentes antivirales. Donlar Corporation, también ganadora de uno de los premios presidenciales de química verde de los Estados Unidos, es una empresa de 56 trabajadores que factura 5 millones de dólares anuales. Donlar ha desarrollado un método para comercializar poliaspartato térmico (PAT) como agente inhibidor del depósito de productos insolubles en tuberías, bombas, torres de refrigeración, condensadores y evaporadores, en sustitución del polímero de poliacrilato (PPA). Éste último, aunque es un producto relativamente poco tóxico, no se biodegrada con facilidad y, por lo tanto, debe separarse del agua con tratamientos fisicoquímicos, lo que da como resultado un barro insoluble que debe depositarse en vertederos. El PAT se produce a partir del ácido aspártico en una reacción que no utiliza disolventes orgánicos y que no genera prácticamente subproductos. A esta ventaja ambiental debe añadirse que el PAT no es tóxico y se puede utilizar en muchas de las aplicaciones en el que se usa el PPA. Además, el PAT es biodegradable porque se transforma en CO2, H2O y biomasa por la acción de los microorganismos en las plantas depuradoras de fangos activados. Por tanto, el PAT, a diferencia del PPA, no se tiene que eliminar del agua residual y, en consecuencia, no es necesaria su disposición en vertederos. La química verde en el mundo La química verde es una ciencia que ha arraigado en todo el mundo. Los Estados Unidos han sido, históricamente, el país más activo en la promoción de la química verde. En este sentido, el interés de la EPA por la química verde empezó poco después de la publicación de la ley para la prevención de la contaminación. Fueron técnicos de la Oficina para la Prevención de la Contaminación y los Compuestos Tóxicos (OPPT, por sus siglas en inglés) los que empezaron a explorar la idea de desarrollar nuevos productos químicos y nuevos procesos, o de mejorar los ya existentes para hacerlos menos perjudiciales para la salud humana y el medio ambiente. En 1992, la OPPT creó un programa de subvenciones llamado Alternative Synthetic Pathways for Pollution Prevention. Este programa proporcionó, por primera vez, ayudas para proyectos de investigación que incluyen la prevención de la contaminación en la síntesis de productos químicos. Desde entonces, el programa de química verde ha establecido numerosas colaboraciones con otras agencias federales, con la industria y con centros de investigación para potenciar el uso de la química para la prevención de la contaminación y los riesgos para la salud humana. El creciente apoyo gubernamental a la química verde se hizo patente en 1995, cuando el entonces presidente Clinton anunció el programa Presidential Green Chemistry Challenge para promover la prevención de la contaminación y la ecología industrial mediante una estrecha colaboración de la EPA con la industria química. A partir de esta fecha se entregaron los premios presidenciales de química verde (Presidential Green Chemistry Challenge Awards). Asimismo, se creó un centro donde se gestionan y se organizan muchas iniciativas en el campo de la química verde, el Instituto de Química Verde (Green Chemistry Institute). Hoy en día, este instituto forma parte de la Sociedad Química de los Estados Unidos (ACS, por sus siglas en inglés). C En la Unión Europea, la patronal de las industrias químicas Cefic y la asociación de industrias biotecnológicas EuropaBio, junto con la Comisión Europea, lanzaron en el 2005 la iniciativa SusChem (química sostenible), una plataforma tecnológica que tiene la misión de definir las agendas estratégicas de investigación y el plan de aplicación correspondiente. Estas agendas determinan las áreas de la química que son susceptibles de financiación por parte de los programas de apoyo a la investigación en el ámbito europeo. Los principales centros de investigación en el campo de la química verde en Europa se encuentran en el Reino Unido, Alemania, España y Francia. Otros países que destacan por su dinamismo en el desarrollo de la química verde son Japón ―donde los líderes científicos y políticos se dieron cuenta, hace diez años, de que la química verde sería un aliado estratégico para impulsar el giro de la industria química pesada hacia la fabricación de productos químicos de más alto valor añadido―, la India y China, que se han convertido en las nuevas potencias productoras de sustancias químicas. Estos dos últimos países reconocen la importancia de no caer en los mismos problemas de contaminación que los países occidentales sufrieron a lo largo de su historia de desarrollo industrial. Por este motivo, sus gobiernos financian numerosos proyectos de química verde en los institutos y en los centros de investigación en química verde establecidos en las universidades más prestigiosas. La situación en Cataluña Cataluña tiene suficiente potencial investigador e industrial para favorecer la transición desde productos químicos tradicionales hacia productos químicos sostenibles. La especificidad y las particularidades de la industria química catalana en este momento definen las posibilidades y las rutas que puede adoptar esta transición industrial. Por una parte, las grandes empresas químicas como Ercros, productor del cloruro de polivinilo (PVC), y La Seda, que produce el poli(tereftalato de etileno) (PET), tienen programas de investigación en biopolímeros y polímeros reciclados. La empresa oleoquímica Cognis ya comercializa con éxito disolventes verdes en sectores como el agroquímico y el de pinturas y barnices. Por otra parte, Cataluña tiene un conjunto de empresas de tamaño medio, caracterizadas por su capacidad de transformar 65 C Química verde: ciencia para la sostenibilidad Carles Estévez materias primas como monómeros o polímeros y aditivos en formulaciones y materiales (plásticos y recubrimientos empleados en automoción, construcción y alimentación). Sorprendentemente, estas empresas tienen una capacidad intrínseca de innovación e investigación, que recientemente están orientando hacia productos químicos sostenibles. Esta línea de investigación está determinada en gran medida por la demanda procedente de minoristas, entre los que destacan Ikea, Nike, Louis Vuitton, Volkswagen y numerosas empresas de la automoción, la construcción y la electrónica de consumo. Por ejemplo, la empresa Merquinsa compite en el mercado internacional del poliuretano térmico con monómeros de origen renovable. IUCT, una empresa catalana de investigación química, es pionera en el ámbito del desarrollo de productos químicos verdes. Ha estado investigando disolventes inocuos para su aplicación en diferentes procesos industriales. También ha enfocado la investigación hacia la producción de biocarburantes. Los químicos de esta compañía se dieron cuenta de que la producción del biodiésel sólo presentaba una economía de átomos del 90 %. Este hecho penaliza la eficacia sintética y, por lo tanto, la economía global del proceso. La solución al problema fue la transformación de los subproductos de la síntesis original en una molécula que presenta características similares al biodiésel. La tecnología ha sido patentada en varios países del mundo y actualmente está en fase inicial de explotación. Otra contribución significativa de IUCT ha sido el descubrimiento de un proceso de producción de agentes antivirales mediado para enzimas como alternativa al uso de catalizadores químicos convencionales. Como resultado del éxito de la investigación se constituyó una empresa derivada (spin-off), Plasmia-Biotech, que explota esta tecnología. No hay duda de que con un mercado de productos químicos verdes creciente entre el 15 % y el 20 % en los últimos años, la química verde es una gran oportunidad para el desarrollo científico y empresarial en Cataluña; una oportunidad que debe aprovecharse. El futuro de la química verde Uno de los retos más importantes para los químicos es el diseño de sustancias químicas verdes y, al mismo tiempo, eficaces para la función que deben llevar a cabo. A menudo, pequeñas modificaciones de la estructura química para evitar propiedades peligrosas como la neurotoxicidad, la inflamabilidad o el potencial de destrucción de la capa de ozono tienen como resultado una pérdida de eficacia por el hecho de que una o varias propiedades que determinan la eficacia del uso de una determinada sustancia dejan de estar en los rangos óptimos. Esta situación ha dado como fruto, a lo largo de la historia de la química industrial, la selección de sustancias que son un pobre compromiso entre la eficacia técnica, la seguridad química y su precio. 66 Los profesionales del diseño de productos químicos no reciben formación adecuada en los programas oficiales de las facultades de química en toxicología, impacto ambiental de productos químicos o seguridad química. Así, los químicos no tienen, en general, el conocimiento necesario para diseñar productos químicos inocuos para el medio ambiente y la salud humana. Por otra parte, la ciencia toxicológica aún está lejos de disponer de métodos generales firmes de predicción de la toxicidad, de entender las interacciones entre productos químicos y dianas biomoleculares toxicológicamente relevantes. Es necesaria una comprensión holística de las respuestas celulares a los compuestos tóxicos. Aunque el uso de métodos y datos de la toxicogénica, la transcriptómica, la proteómica y la metabolómica plantea una vía muy prometedora para incrementar el conocimiento sobre la toxicidad química, hay muchos retos técnicos que deben resolverse antes de que los datos se puedan reducir al nivel en el que puedan informar sobre la selección y el diseño de un gran conjunto de productos químicos. En conclusión, el desarrollo de la química verde estará fuertemente influenciado por la calidad de la educación de los jóvenes químicos, su capacidad para resolver problemas complejos con la optimización de múltiples variables simultáneamente, la existencia de mecanismos adecuados para permitir la transferencia eficiente de la investigación a proyectos industriales y, por último, el interés de los emprendedores hacia la química verde. 2003: En marzo del 2003 se funda en Zaragoza la Red Española de Química Sostenible (REDQS) con el objetivo de promover la química sostenible en los aspectos educativos y científicos. Actualmente, la REDQS tiene representantes en más de treinta universidades y centros de investigación españoles. 2004: Se presenta por primera vez la plataforma tecnológica de química sostenible (SusChem) en una rueda de prensa en Bruselas. En noviembre del 2004 se publica el documento «The vision for 2025 and beyond» («La visión para el 2025 y más allá») durante el First SusChem Stakeholder Meeting. http://www.suschem.org/upl/3/default/ doc/38_2170ctp_final.pdf 2005: Nace la plataforma nacional SusChem-ES (Plataforma Tecnológica Española de Química Sostenible). IUCT representa a ASEBIO (la Asociación Española de Bioempresas) en su Consejo Gestor. www.pte-quimicasostenible.org 2005: Se aprueba la propuesta del proyecto europeo Solvsafe presentada en el VI Programa Marco de la UE. Solvsafe, coordinado por IUCT, es el primer consorcio industrial europeo liderado por empresas españolas que diseña e investiga disolventes sostenibles. El proyecto se completó con éxito en marzo del 2009. Breve historia de la química verde 1995: El presidente Bill Clinton concede el primer Premio Presidencial de Química Verde (Presidential Green Chemistry Challenge Award), con el que se galardona a científicos y empresas que han desarrollado productos y procesos químicos verdes producidos en los Estados Unidos. http://www.epa.gov/greenchemistry/pubs/pgcc/ past.html 1997: Fundación de IUCT en Cataluña, la primera empresa a del mundo que tiene como misión diseñar productos y procesos químicos verdes. 1999: IUCT organiza la primera Conferencia Internacional de Química Verde (GCC), que tiene lugar en Barcelona. La IX GCC se celebró en Alcalá de Henares en el 2011. www.iuct.net 1999: IUCT firma un convenio de cooperación con la Asociación Española de Fabricantes de Productos de Química Fina (AFAQUIM) con el objetivo de impulsar proyectos de investigación en química verde. 2000: Anastas y Warner publican los 12 principios de la química verde. Anastas, P. T., y Warner, J. C. Green Chemistry: Theory and Practice. Oxford University Press, 2000. .................................................... Para más información Página web de la Red Española de Química Sostenible www.redqs.org Recientemente se ha creado la página de la REDQS en Facebook. Página web de IUCT www.iuct.com Página web del Instituto de Química Verde de la ACS (ACS Green Chemistry Institute) http://portal.acs.org/portal/acs/corg/content?_nfpb=true&_ pageLabel=PP_TRANSITIONMAIN&node_id=830&use_ sec=false&sec_url_var=region1&__uuid=de1035bc-74354edc-a8bd-2f985566b716 Estévez, C. «Sustainable Solutions – Green Solvents for Chemistry», en Höfer, R. (ed.) Sustainable Solutions for Modern Economies, RSC Green Chemistry Series, 2009. cc CARA A CARA No hay química verde sin una sociedad verde grandes urbes; la industria, en conjunto, es sólo la tercera. El problema es que la industria es una causa localizada y bien visible. Xavier Doménech Antúnez XDA: La química ha contribuido a socializar los bienes de consumo; ha abaratado bienes que antes eran difíciles de adquirir, por ejemplo, el coche. Hasta hace poco, se sintetizaban productos y se producían con ellos bienes de consumo sin ser conscientes de los daños que podían comportar para el medio. Gracias a la mejora de la instrumentación analítica y de la toxicología, hemos comprobado que algunos de estos compuestos pueden generar problemas y hemos intentado introducir remedios. Ahora es necesario invertir la lógica: antes de introducir el compuesto, deben desarrollarse metodologías que intenten demostrar que este compuesto no tendrá ningún efecto sobre el medio ambiente. Este principio de precaución está en el corazón de la química verde y del Reglamento REACH. Departamento de Química, Universidad Autónoma de Barcelona Josep Castells Boliart presidente del Instituto Universitario de Ciencia y Tecnología (IUCT). Por Michele Catanzaro Doctor en Física y periodista científico freelance Xavier Doménech y Josep Castells dialogan sobre la percepción social en torno a la química, sobre estilos de vida y consumo y sobre los retos a los que se enfrenta un sector que se esfuerza por ser más sostenible y más respetuoso con el entorno. Tras los accidentes de los años setenta y ochenta, como los de Seveso y Bhopal, la industria química cayó en un descrédito tan grande que desde entonces ha apostado fuerte por la química verde. En la actualidad, en el mundo desarrollado, los residuos son tratados y reducidos, y los procesos, optimizados para producir el mínimo de desechos y consumir el mínimo de energía: hay poco margen de mejora en este ámbito. Sin embargo, hay muchos retos pendientes. Mientras que los nuevos productos controlan de forma estricta su potencial tóxico, aún son en gran parte desconocidas las propiedades de 100.000 compuestos que se sintetizaron antes de los años noventa: el Reglamento REACH pretende ordenar este ámbito. La química afronta el reto de la innovación: producir nuevos materiales que sustituyan los de toxicidad comprobada o sospechada. En el mundo en desarrollo, el reto es la desregulación del sector, aún predominante. Pero todos los esfuerzos para mejorar estos aspectos serán inútiles, afirman Doménech y Castells, si la sociedad no se replantea el modelo de consumo: un modelo que vierte al medio ambiente una cantidad exagerada de compuestos (que, en definitiva, repercuten sobre el propio cuerpo humano). MC: Hoy químico es un adjetivo casi despectivo: ¿realmente el balance de la industria química es globalmente negativo? JCB: Todos los excesos pueden ser dañinos. Una actividad tan sana como la agricultura o la ganadería pueden generar problemas graves, como los purines o los residuos de las deforestaciones. Sólo por el hecho de vivir, los humanos generan una gran cantidad de desechos. Como el resto de actividades, la industria (y la química, como cualquier otra industria) puede generar problemas. Cuando los humanos progresamos, generamos problemas con los que no contábamos. Sin embargo, debe hacerse un balance entre los beneficios y los problemas del progreso e ir avanzando para resolver los distintos problemas. También debe recordarse que la causa principal de contaminación es el transporte y la segunda son las C MC: ¿Es factible que se aplique siempre este principio de precaución? JCB: La definición del principio es perfecta, pero se fundamenta sobre la ciencia disponible, no sobre lo que se conocerá dentro de veinte años: siempre pueden surgir imprevistos. XDA: Sin embargo, de los 100.000 productos recogidos en el inventario de 1991, no se dispone de ningún tipo de información, a pesar de que la ciencia haya ido evolucionando. Sólo tenemos alguna información toxicológica de un 25 % de estos productos. JCB: Es cierto, pero también hay un conocimiento fundamentado en la experiencia: en algunos casos, se puede saber que un producto es inocuo porque durante doscientos años ha estado en el mercado y no ha causado ningún daño, de la misma forma que se sabe qué se puede comer y qué no. XDA: En realidad, la frontera es difusa, como se ve con los contaminantes emergentes, compuestos sintéticos que se sospecha que pueden generar algún problema. ¿La sola sospecha es suficiente para tomar medidas? El principio de precaución sostiene que si sospechas que un producto puede ser dañino, debes evitar fabricarlo o intentar hacer evaluaciones de riesgo. JCB: Lo más lógico sería verificar si la sospecha es una amenaza real o infundada. XDA: ¿Y si no lo sabes? ¿O si tienes dudas? Se puede asegurar que un compuesto es peligroso en unas determinadas concentraciones, pero es más difícil comprobar si una exposición continua a concentraciones muy bajas puede generar algún problema. JCB: Esto ocurre también con los alimentos tradicionales. Si te bebes 38 litros de agua en un día, esto te provocará un choque electrolítico. ¿Podemos decir por ello que el agua es peligrosa? 67 cc No hay química verde sin una sociedad verde Xavier Doménech Antúnez y Josep Castells Boliart MC: En pocos casos se da realmente este dilema: si se aplicase el criterio de precaución, ¿deberíamos retirar del mercado una gran cantidad de productos? XDA: No, se trata de una minoría de casos. En los nuevos productos que se sintetizan es necesario informar sobre las propiedades, y en los casos más complejos llevar a cabo una evaluación del riesgo. El problema es que hay poca información sobre los compuestos existentes. JCB: Un problema relacionado con esto es la globalización. La mayoría de la fabricación y de la química básica se ha decantado hacia Asia, donde hay mucha demanda y una legislación más permisiva. En Europa la sociedad ya está acomodada, y quiere menos problemas ambientales y de salud. En Asia quieren salir de la pobreza y para ellos el medio ambiente es secundario: hace treinta o cuarenta años sucedía lo mismo aquí. En este escenario, hacer regulación en el ámbito de un solo país no tiene ningún sentido: o se hace globalmente o no tiene sentido. XDA: Sin embargo, la Unión Europea y los Estados Unidos aún ejercen cierto liderazgo, y sus leyes también se aplican a los productos importados. JCB: Sí, pero estas leyes acaban afectando sólo al producto final, no al proceso de fabricación. MC: ¿Cuáles son los principales impactos sobre el medio ambiente y la salud de los productos químicos? XDA: Los compuestos sintéticos con impacto son pocos: los que son muy bioacumulativos y persistentes acaban siendo tóxicos, si alcanzan ciertas concentraciones y tienen la capacidad de migrar a distintos lugares del planeta. Estos contaminantes orgánicos persistentes están bastante regulados por acuerdos internacionales, que incluyen una lista con 12 familias de compuestos, que se va actualizando periódicamente. El problema actual es el de los contaminantes emergentes: productos sintéticos que pueden ser biodegradables y que, sin embargo, tienen un tiempo de residencia en el medio. Esto depende de si se consumen mucho y de que tengan un flujo alto de salida. Por ejemplo, los productos farmacéuticos pueden ser inocuos ―se metabolizan y se degradan en el medio ambiente―, pero como se consumen mucho, tienen mucha residencia en el medio: se detectan concentraciones muy bajas, de microgramos y nanogramos por litro, que producen un cóctel en el agua que genera impactos en el ecosistema y permanecen en el agua incluso tras la potabilización. En estos casos puede haber efectos crónicos. Otro ejemplo es el típico olor de un coche nuevo. El día que te dan un coche, en su ambiente cerrado hay cientos de productos orgánicos que después de una semana han bajado de concentración, pero anteriormente tú ya los has respirado. ¿Son dañinos estos productos? Hay cierto debate al respecto, y debe evaluarse el riesgo y el beneficio. 68 JCB: Mayoritariamente estamos hablando de problemas ambientales y de salud debidos al uso de los compuestos, no a su fabricación. La industria química generó problemas en su día, pero ya se ha puesto las pilas y ha cambiado las prácticas. Hoy en día, lo que debemos plantearnos es si, efectivamente, en los coches nuevos deben ponerse todos los plásticos que llevan, no tanto cómo se fabrican estos plásticos. MC: ¿Esta decisión de qué depende? JCB: Depende de la sociedad, no de la industria. XDA: Si queremos coches baratos, estos deben llevar plásticos y aditivos, para que los plásticos no se inflamen. ¿Queremos coches baratos y seguros, con airbags y que no se incendien con una chispa? ¿O estamos dispuestos a no usar aditivos? El debate real gira en torno a la sociedad de consumo. MC: ¿Cómo afrontar un problema de este tipo? JCB: Se puede decir: «por favor, no consuma productos no fabricados en la Unión Europea, donde no se aplican las mejores reglas; consuma con responsabilidad». Pero esto implicaría pagar el doble y el triple por lo que consumimos: ¿estamos dispuestos a hacerlo o más bien vamos hacia un modelo donde todo es de bajo coste? MC: ¿Hay medidas para cuantificar el impacto de los compuestos químicos sobre el medio ambiente y la salud? XDA: Se puede determinar su concentración en el suelo, en los sedimentos, en la sangre de muestras de población y en la dieta. Luego está la toxicología: averiguar si ciertas concentraciones tienen efectos agudos o crónicos. JCB: Es muy difícil aplicar estos análisis a todos los compuestos: analizar 100.000 productos de forma simultánea en todos estos medios es casi imposible. XDA: Pero se pueden establecer prioridades: en primer lugar, es necesario fijarse en los productos más acumulativos y biorresistentes, sobre todo en los de gran producción (por encima de 1.000 toneladas al año). El REACH exige que en estos casos las empresas se responsabilicen del producto aguas abajo, mediante una evaluación del riesgo. MC: ¿Cuál es el nivel de contaminación en nuestro entorno? XDA: Es similar al de cualquier país de la Unión Europea. Hay problemas, pero son muy puntuales, y ligados a gestiones de hace treinta o cuarenta años: los sedimentos de Flix, el vertedero de Can Planes de Cerdanyola... Como en el resto de Europa, el problema son los contaminantes emergentes: por ejemplo, la concentración de plásticos, el polvo doméstico o los fármacos en los ríos. JCB: Imaginemos que se detecta en el Llobregat un medicamento oncológico que se utiliza para curar el cáncer de mama. La sociedad debe decidir si prohibimos su uso. ¿Cuál será la prioridad? ¿Salvar vidas humanas o salvar a los peces del Llobregat? XDA: De hecho, fármacos tan agresivos se suelen consumir relativamente poco, y las nuevas moléculas deben ser biodegradables. Los problemas reales provienen de fármacos muy comunes, como el ibuprofeno, el paracetamol, el diazepam... Hay una cuestión social de fondo: estamos acostumbrados a consumir demasiados fármacos. MC: ¿En qué circunstancias nace la química verde? ¿Qué nos empuja hacia este cambio? XDA: Los accidentes de Seveso y Bhopal generaron la idea de que la química es sucia. A fin de aumentar la confianza en la industria química, ésta intentó poner remedio a través del programa Responsible Care, el antecedente de lo que ahora denominamos responsabilidad social corporativa. Esto se logró mediante la presión social y la legislación. JCB: Yo creo que la causa de fondo es la evolución de la sociedad hacia el bienestar: primero alcanzamos el bienestar y después nos pusimos a resolver los problemas que ha generado, como los accidentes, las malas prácticas o los problemas de los mismos productos. MC: ¿En qué consiste hacer química verde? JCB: Lo primero que se llevó a cabo, durante los años ochenta, responde más bien una reacción de urgencia, a un intento de resolver los problemas a final de línea: tratar y confinar los residuos, aislarlos sin eliminarlos. El segundo paso propició el nacimiento de la química verde: la idea era ser más creativos, mejorar la forma de trabajar, lograr los mismos productos de antes, pero cambiando el proceso. El objetivo, en vez de producir muchos residuos peligrosos y después tratarlos, era cambiar el proceso para producir menos. XDA: La filosofía consiste en extender los límites. Hasta entonces, el químico o el ingeniero químico miraba sólo su vaso de precipitados o su reactor y sólo intentaba aumentar el rendimiento, al menor coste posible. Ahora, el químico debe considerar no sólo el tubo de ensayo o el reactor, sino también los recursos, la biodegradabilidad, la sociedad en la que se encuentra... JCB: Se trata de considerar más variables a la hora de diseñar el proceso. Esto es muy complicado y no se cambia de la noche a la mañana. Pero también permite reducir los costes: en los años sesenta, los residuos no se trataban, mientras que a partir de los ochenta tratarlos empezaba a tener un coste. Esto hizo que entrase en juego un proceso de innovación y llevó a la redefinición de una industria madura, que producía los compuestos de alto tonelaje más o menos igual desde hace cien años. La primera etapa de la química verde consiste en cambiar los procesos para obtener menos residuos. Después viene una segunda etapa, basada en rediseñar los propios productos. Actualmente, hay poco margen para mejorar el impacto ambiental en el proceso de fabricación. El problema que estamos detectando ahora es cómo llega el producto a la sociedad y se esparce por el medio. MC: ¿Cuáles son los retos que se plantean? JCB: En primer lugar, reducir los costes de las evaluaciones de riesgo: actualmente tienen un coste muy alto. Esto se puede hacer desarrollando métodos de experimentación in vivo o in silico [de simulación con el ordenador]. El otro aspecto es profundizar en la toxicología de los efectos crónicos. XDA: Algunas disciplinas están en crecimiento, como el uso de materias primas renovables, un importante reto industrial. Otro sector es la biotecnología industrial, una de las técnicas que se utilizan para mejorar los procesos ya existentes y para introducir nuevos productos. Respecto a la nanotecnología hay muchas dudas de cómo se introducirá en la sociedad. Sin embargo, el reto más importante de la química verde es que sea viable económicamente. Se pueden hacer muchas cosas fantásticas en química a escala toxicológica, pero si nadie las compra, esto será en vano. Es necesario vencer a la economía: el factor que hace que un producto entre en el mercado no es que sea el mejor, sino que la economía te permita ser competitivo fabricando ese producto. MC: ¿Cuáles son los casos de éxito de la química verde? JCB: Los biocarburantes son un ejemplo: el biodiésel utiliza un recurso renovable en sustitución del petróleo, y esto lo ha logrado la industria química. Los críticos dicen que consume recursos que podrían dedicarse a la alimentación, pero hay mucha demagogia respecto a este punto: los precios de los alimentos suben y bajan, mientras la producción de biodiésel y bioetanol continúa aumentando. Los problemas en los precios de los alimentos provienen de la especulación de los mercados; no tienen nada que ver con el biodiésel. Los biocarburantes se utilizan cada vez más, pero esto se debe a que se ha apostado políticamente por ellos. Si sólo se valorasen los factores económicos puros, nadie los utilizaría: la fabricación de un litro de gasolina puede costar 30 céntimos, sin impuestos, mientras que el bioetanol cuesta unos 80. La política permite igualar los costes por una decisión de la sociedad. Otro ejemplo de éxito es la fabricación de Viagra. El primer proceso tenía más de diez etapas de síntesis, con toneladas de residuos por cada kilo de producto. Se trabajó en una segunda generación de proceso, que hizo disminuir hasta más de la mitad los pasos de síntesis, y en un 80 % los residuos que se generaban. Anteriormente todos los residuos se trataban, pero en el nuevo proceso se genera un 80 % menos de residuos y se ahorran costes. Otro éxito es el lanzamiento de nuevos disolventes, que aún no han entrado con fuerza en el mercado. MC: Si el cuello de botella para la química verde es el problema de los costes, ¿esto se resuelve sólo con tasas o multas? JCB: El problema de fondo es el modelo de sociedad que tenemos. Por ejemplo, la recogida de residuos urbanos también implica un incremento de costes, pero como sociedad hemos decidido llevarla a cabo. XDA: Otro ejemplo sería el reglamento de las bolsas de plástico. Es necesario un incentivo político. Por ejemplo, mediante tasas se puede incrementar el precio del coche privado, lo que fomentaría el transporte público, el carsharing, etc. químicos: la falta de ética en su formación. La química verde es un tema ético: no debe tenerse en cuenta sólo la eficiencia de un producto, sino ampliar sus límites, valorar si es bueno para la sociedad, si deteriorará recursos... C JCB: Los incidentes de los años ochenta dañaron mucho una disciplina científica fundamental para la sociedad. La química per se no es ni buena ni mala: es conocer cómo podemos modificar las cosas que tenemos a nuestro alcance para que sean más útiles a las personas. Pero la mala prensa generada ha afectado al volumen de vocaciones y esto es un problema grave. Los químicos son los únicos que pueden resolver los problemas de la química. La comunicación en torno a esta disciplina ha sido muy dañina. JCB: El problema es que estas intervenciones implican trasladar la atención hacia el consumo. Pero no queda mucho más por hacer: la industria ya ha hecho sus deberes. MC: Hay mucha gente crítica con el Reglamento REACH: ¿qué balance hacéis de él? XDA: Yo lo considero un buen avance. Lo que se reclama con el Reglamento REACH es que las empresas proporcionen la información toxicológica y las propiedades fisicoquímicas de sus productos, pero la normativa establece prioridades entre el gran número de compuestos. Los críticos querrían toda la información sobre todos los productos con el mismo nivel de exigencia. Asimismo, el Reglamento REACH permite la autorización del producto durante un tiempo y en un lugar determinados, antes de proceder a su sustitución, y esto no gusta a algunos críticos. Desde mi punto de vista, el problema es que esta normativa llega muy tarde: se ha tardado mucho en obtenerla. JCB: Yo creo que es un primer paso, que debe tener continuidad. Sin embargo, el cambio no será inmediato. Hay una lista de productos señalados, que es preciso sustituir tan pronto como surja una alternativa. Pero esto no es fácil: la investigación tarda mucho y luego deben llevarse a cabo todos los controles. XDA: Hasta ahora, la innovación estaba bloqueada por la gran masa de productos existentes. Para comercializar un nuevo compuesto se pedía llevar a cabo una serie de evaluaciones que no se exigían para los compuestos existentes. Ahora, el REACH equipara los nuevos productos y los antiguos, y esto es un incentivo a la innovación. MC: ¿Los químicos y los ingenieros químicos salen de las facultades preparados para trabajar con química verde? XDA: Cada vez se encuentra más presencia de la química verde en los currículos. Pero hay un problema que comparten todos los profesionales 69 P POLÍTICAS PÚBLICAS Química verde: hacia un modelo eficiente y de alta calidad ambiental Assumpta Farran directora general de Calidad Ambiental de la Generalitat de Catalunya El artículo presenta las áreas de la química verde y argumenta que Cataluña ha sido pionera en España en el impulso normativo y en la aplicación de sistemas de calificación ambiental. La química verde, también llamada química sostenible, se ha definido como el diseño, la manufactura y el uso de sustancias químicas y de procesos que reducen o eliminan la generación de residuos y de emisiones de productos nocivos para el medio ambiente o la salud humana. La química verde utiliza principios químicos que garantizan no sólo la consecución de los objetivos económicos de las industrias, sino también los objetivos de calidad ambiental. La química verde presenta cinco grandes áreas de interés: I. Materias primas renovables que reduzcan los efectos adversos, tanto en lo que respecta a la exposición de las personas como al impacto ambiental. II. Rutas sintéticas de bajo impacto ambiental, para proporcionar nuevas síntesis que reduzcan, en conjunto, el uso intensivo de materias primas, energía y residuos (especialmente los que son más tóxicos o difíciles de tratar). III.Sustitución de los disolventes tradicionales, mediante la investigación de disolventes que no sean inflamables, tóxicos o produzcan emisiones de compuestos orgánicos volátiles (COV). IV.Reactivos «verdes» más benignos, que sustituyan a los reactivos peligrosos. V. Productos químicos más seguros, orientados a reducir la toxicidad de una molécula sin sacrificar la eficacia de su función. En definitiva, se podría definir la química verde como la aplicación de tecnologías limpias en el sector químico, en el sentido de que las emisiones y los residuos relacionados con la producción, el uso y la gestión cuando se convierten en residuos de los productos se minimiza tanto como sea posible, y lo más cerca posible de la fuente de producción. Así, los propios documentos de referencia (BREF) sobre las mejores técnicas disponibles aplicables a diferentes subsectores de la industria química que adopta la Comisión Europea (química fina orgánica, producción de grandes volúmenes de productos químicos orgánicos, producción de grandes volúmenes de productos químicos inorgánicos, química fina inorgánica, etc.) recogen los principios que inspiran la química verde. 70 En el Estado español la química verde no se puede considerar una actividad generalizada; Cataluña es la principal impulsora de esta disciplina, probablemente porque concentra la mayoría de la industria química de todo el Estado, tanto de base como fina, farmacéutica, de especialidades, etc. El medio ambiente en Cataluña es muy diverso, pero, al mismo tiempo, muy frágil. La gran cantidad de actividades industriales (35 %), agrícolas y ganaderas (45 %) y de servicios (20 %), junto con el factor de la concentración de actividades y de población en determinadas áreas (área metropolitana de Barcelona, El Camp de Tarragona y las comarcas de El Vallès y Osona), hacen que, sobre todo en estas áreas, la carga contaminante que recibe el medio ambiente (generación de residuos, aguas residuales, contaminación atmosférica) no sea precisamente irrelevante. Por ello, deben lograrse unos flujos energéticos, de producción y de valorización de la materia y la energía, que presenten un nivel de eficiencia máxima. De este modo tanto por la aplicación de iniciativas innovadoras en un lugar, como por la aplicación de las mejores técnicas disponibles y de las mejores prácticas ambientales fruto de un intercambio de información y experiencias en el ámbito de la Unión Europea, en todas las actividades en las que sea técnica y económicamente viable podrá avanzarse hacia un modelo de desarrollo eficiente, pero sobre todo sostenible. Los objetivos de la química verde encajan perfectamente con este fin, dado que esta disciplina intenta sobre todo vehicular sus acciones incorporando conocimientos de un modelo ampliamente probado y experimentado durante millones de años: los sistemas naturales (a pesar de que la capacidad de mimetismo, respecto a estos sistemas, sea limitada). Sin embargo, deben tenerse en cuenta los efectos de las sustancias químicas sobre la salud y el medio ambiente, considerando su crecimiento exponencial en los últimos años, ya que aunque en muchos casos han favorecido el progreso de la sociedad, no todas son sustancias inocuas. Precisamente por este motivo, en toda Europa se ha desarrollado una nueva normativa, entre la que requiere mención expresa, por su relevancia, la siguiente: el Reglamento (CE) n.° 1907/2006, relativo al registro, la evaluación, la autorización y la restricción de las sustancias y preparados químicos (REACH) y sus actualizaciones correspondientes; el Reglamento (CE) n.° 1272/2008, sobre clasificación, etiquetado y envasado de sustancias y mezclas (CLP) y sus adaptaciones correspondientes; el Reglamento (CE) n.° 850/2004 sobre contaminantes orgánicos persistentes (COP) y todas sus actualizaciones, y la Directiva 2002/95/CE sobre restricciones a la utilización de determinadas sustancias peligrosas en aparatos eléctricos y electrónicos (RoHS) y sus actualizaciones correspondientes. Toda esta nueva normativa tiene en cuenta, de una u otra forma, los principios de la química verde, especialmente en cuanto al criterio de sustitución de sustancias químicas por otras sustancias o procesos alternativos, que tengan tan poco impacto negativo como sea posible sobre el medio ambiente y la salud de las personas. En este sentido, el objetivo de la citada normativa tiene como objetivo adicional la prevención y el control ambiental de las propias sustancias contaminantes, además de la prevención y el control de las actividades que las producen. De esta forma, cada vez es más importante estudiar todo el ciclo de vida de las sustancias contaminantes: importación, exportación, comercialización, utilización..., lo que también está perfectamente alineado con los objetivos de la química verde. Por otra parte, es previsible que con la aplicación, en toda la Unión Europea, de esta nueva normativa, la química verde reciba un impulso importante para su desarrollo. El objetivo final de este seguimiento de las sustancias químicas y su incorporación a las políticas ambientales es desarrollar, sustituir o mejorar progresivamente los recursos disponibles y fomentar que las actividades incorporen las mejores técnicas disponibles y que estén gestionadas y controladas mediante sistemas de calificación ambiental que permitan, además, un mejor acceso a la información por parte de los ciudadanos, con el fin de obtener productos de calidad más respetuosos con el medio ambiente (de acuerdo con el análisis y la gestión del ciclo de vida), así como con la seguridad y la salud de las personas. Cataluña tiene un papel motor dentro del Estado español en estas materias, y más durante el 2011, Año Internacional de la Química. En este sentido, debe destacarse lo siguiente: •Fue pionera en la aplicación de la Directiva 2008/1/CE, relativa a la prevención y al control integrados de la contaminación (IPPC), y en la aplicación de las mejores técnicas disponibles en las actividades afectadas por la contaminación. La nueva Directiva 2010/75/UE, sobre las emisiones industriales (DEI), que sustituye a la anterior directiva IPPC, otorga un papel predominante, y vinculante, a la aplicación de las mejores técnicas disponibles para las actividades afectadas por la contaminación. •Fue pionera en la aplicación de sistemas de calificación ambiental. En el año 1994 creó el distintivo de garantía de calidad ambiental para productos que posteriormente, en el año 1998, fue ampliado también a servicios. En este sentido, año tras año, ha ido creciendo el número de actividades y productos en Cataluña que aplican alguno de estos sistemas voluntarios de calificación ambiental. Actualmente en Cataluña hay 297 empresas (74 % pymes), con 415 establecimientos, que están registradas en el sistema de ecoauditoría y gestión ambiental de la Unión Europea (EMAS); se han otorgado 46 etiquetas ecológicas de la Unión Europea, que representan el 88,5 % de las otorgadas en el Estado español; y 246 empresas disponen del distintivo de garantía de calidad ambiental por sus productos y servicios, en alguna o algunas de las 30 categorías desarrolladas. .................................................... C Bibliografía Anastas, P. T.; Warner, J. C. Green chemistry, theory and practice, Oxford University Press, 1998. Doménech, X. La química verda, Rubes Editorial, 2005. Sin embargo, todavía hay muchos retos que deben afrontarse para alcanzar el objetivo principal, que es, como hemos comentado, avanzar hacia un modelo de desarrollo eficiente y sostenible. Así, durante los próximos años será necesario aplicar las nuevas normativas europeas sobre emisiones industriales y sobre sustancias químicas que se han citado, y continuar fomentando la introducción de sistemas voluntarios de calificación ambiental, para seguir siendo una de las regiones de Europa con más actividades que tienen un comportamiento respetuoso con el medio ambiente y que cuentan con productos y bienes de equipamiento de calidad, igualmente respetuosos con el medio ambiente, además de desarrollar y aplicar políticas sectoriales, con una visión transversal (urbanismo, transportes, infraestructuras...), que permitan mejorar la calidad ambiental de Cataluña, sin perder competitividad. .................................................... Enlaces de interés http://www.greenchemistrynetwork.org/ http://www.epa.gov/gcc/ http://www.organic-chemistry.org/topics/green-chemistry.shtm http://www.iuct.com/index.php/ca/projectes-idi/plataformestecnologiques/green-chemistry 71