PRESENTACIÓN

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TEMA 2: SISTEMAS DE SELECCIÓN Y NOMBRAMIENTO DE '
MAGISTRADOS.
PRESENTACIÓN
En nuestro país, tradicionalmente los sistemas de selección y
nombramiento de magistrados. han sido concebidos otorgando un
rol preponderante a los Poderes Ejecutivo y Legislativo, lo que ha
contribuido relativamente a la objetividad de los procesos de
reclutamiento de jueces y fiscales.
En procura de generar una actitud reflexiva en los discentes
sobre los sistemas antes mencionados, es necesario conocer cuáles
han sido los imperantes en nuestro país en el presente siglo y, los
que existen actualmente en Latinoamérica.
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SUB-TEMA 1: EN EL PERÚ HASTA LA CONSTITUCIÓN DE
1979.
PRESENTACIÓN
Se trata de analizar los sistemas de selección y nombramiento
de magistrados previstos en las Cartas Magnas de 1933 y 1979,
pasando por el estadio intermedio de la labor desplegada por el
Consejo Nacional de Justicia, probablemente la primera experiencia
que apostó por el concurso público de méritos para el reclutamiento
de jueces y fiscales.
PREGUNTAS-GUÍA:
a) ¿Cuál era el sistema de nombramiento de magistrados en la
Constitución de 1933?
¿Cómo estaba diseñado el régimen de nombramiento de
jueces y fiscales en la Carta Magna de 1979?
c)
¿Qué evolución tuvo el Consejo Nacional de Justicia?
210
CAPÍTULO TERCERO: SISTEMAS DE SELECCIÓN
Y NOMBRAMIENTO DE MAGISTRADOS
En el Derecho Comparado, son muy diversos los sistemas de
selección y nombramiento de magistrados, siempre fuertemente
influenciados por los sistemas legales en los que se incardinan los
que, a su vez, están determinados por la forma de gobierno de los
Estados. Así, por ejemplo, .en la época de las monarquías
absolutistas, los jueces eran concebidos como meros agentes del
Rey, quien delegaba en ellos la potestad de administrar justicia, pero
siempre en su nombre. Desde esta perspectiva, los magistrados
podían ser nombrados y separados ad libitum, es decir, sin
expresión de causa y, por ende, no precisamente en base a criterios
objetivos (SAN MARTÍN CASTRO, 1994: p. 63).
Con el advenimiento de la Revolución Francesa, desapareció
la subordinación del juez al monarca, pero surgió otro tipo de
dependencia, esta vez hacia el Parlamento, máximo soberano en
los nuevos sistemas de gobierno. En ese contexto, el juez debía
rendir culto a la ley, siendo sólo un mero aplicador de la misma ("boca
de la ley"), por lo que le estaba prohibido fiscalizar a los Poderes
Ejecutivo y Legislativo, dependiendo de ellos para su ingreso a la
magistratura. Entonces, surgió la figura del juez-funcionario, en poco
diferenciado del resto de empleados públicos, con aspiraciones a
ascender dentro de la carrera judicial o funcionaria! desarrollada en
una organización judicial burocratizada como el resto de
dependencias públicas (Ibid.).
Sin embargo, contemporáneamente se han perfilado algunos
principios consensuales en la determinación de un sistema de
selección y nombramiento de magistrados: la igualdad de
oportunidades, la formación, la idoneidad, la independencia y el
acceso pbr derecho propio. La igualdad de oportunidades supone
que las plazas judiciales puedan ser cubiertas por todos quienes
cumplan con los requisitos psicofísicos, intelectuales y éticos
211
necesarios para un adecuado desempeño de la magistratura, sin
exigencias discriminatorias de ningún tipo. La formación alude a la
necesidad de complementacióh de los estudios universitarios para
los candidatos a magistrados y los magistrados en funciones,
partiendo de la premisa de que en las Escuelas de Leyes no se
imparte una preparación suficiente para el desempeño de la
judicatura. La idoneidad, fuertemente emparentada con la igualdad
de oportunidades, exige procesos de selección de magistrados
basados en elementos estrictamente objetivos. La independencia,
presupuesto de lo anterior, supondrá la necesidad de que el tipo de
acceso a la magistratura impida el compromiso o la sumisión del
nuevo juez al poder político o grupos de poder privados. Finalmente,
el acceso por derecho propio implica que el ingreso o el ascenso en
la judicatura sea visto como un derecho ganado por el propio
candidato y no como una merced de algún órgano del Estado
(SAGÜES, 1998: pp. 30-32).
Más aún, a nivel internacional la preocupación por la necesidad
de contar con sistemas objetivos de selección y nombramiento de
magistrados, ha merecido la adopción de un tratado internacional
en el seno de las Naciones Unidas. El 29 de noviembre de 1985
fueron aprobados en la Asamblea General de las Naciones Unidas
los "Principios Básicos para la Independencia de la Judicatura" que,
en sus cláusulas décima y décima tercera establecen lo siguiente:
"10.a) Las personas seleccionadas para ocupar cargos
judiciales serán personas íntegras e idóneas y tendrán
la formación o las calificaciones jurídicas apropiadas.
Todo método utilizado para la selección garantiza que
los jueces no sean nombrados por motivos indebidos...
13.a) El sistema de ascenso de los jueces se basará en
factores objetivo& especialmente en la capacidad
profesional, la integridad y la. experiencia".
212
-t"
Entendemos por selección de magistrados escoger
normalmente a un profesional del Derecho para el ejercicio de la
función jurisdiccional utilizando algún criterio para ello, tales como
antecedentes, oposición, concurso, entrevista, etc. Mientras que, la
designación es el acto específico para hacer efectiva la selección
precedente, a cargo del Poder Ejecutivo, el Legislativo, el Judicial u
otro órgano estatal (LEDESMA, 1990: pp. 198-199).
Pues bien, actualmente podemos apreciar que los diversos
sistemas nacionales de selección y nombramiento de magistrados
pueden agruparse en dos grandes modelos: el político y el
profesionalizado. El modelo político se caracteriza por dos factores:.
los órganos que designan a los jueces son los Poderes Ejecutivo o
Legislativo o, el pueblo mediante comicios; y, la designación se
realiza discrecionalmente, sin mayores criterios objetivos salvo
requisitos mínimos corno la edad y la profesión. Este modelo resulta
peligroso en la perspectiva de la politización del acceso al Poder
Judicial y, la consecuente merma de las condiciones mínimas para
la independencia de la judicatura (SAGÜES, 1998: pp. 38-40).
A su vez, el modelo profesionalizado exige dos elementos:
métodos reglados y sustancialmente técnicos de selección y, órganos
preponderantemente técnicos de selección. En cuanto a lo primero,
es común el establecimiento de planes de formación de los futuros
jueces y perfeccionamiento para los magistrados en funciones (en
perspectiva de su ascenso) y, regímenes de concurso u oposiciones.
En cuanto a lo segundo, es frecuente apreciar jurados de selección
integrados por jueces, representantes del Ministerio Público,
abogados y otros operadores estrechamente vinculados a la función
jurisdiccional. Este modelo es el que propicia activamente la
consolidación de una carrera judicial (Ibid., pp. 42-43).
Podría decirse que el modelo profesionaliiado admite dos
variantes: el técnico-burocrático y el técnico-democrático. El primero
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estuvo vigente en la Europa continental hasta mediados del siglo
pasado, propugnando un tipo de juez acéptico, puramente técnico,
despojado de vinculaciones con las valoraciones socialmente
dominantes y aislado de la sociedad civil y política. Mientras que, el
segundo, al hacer participar en los procesos de selección y ascenso
a todos los sectores estatales (normalmente a través de los Consejos
de la Magistratura, como en Francia y España), implica un tipo de
juez orientado a legitimarse política (en el sentido estricto del término)
y socialmente (PEÑA GONZÁLEZ, 1998: pp. 12-13).
3.1.
En el Perú hasta la Constitución de 1979.
a) En la Carta Magna de 1933.
Una de las primeras Constituciones que abordó
sistemáticamente el terna del ingreso a los diferentes niveles de la
jerarquía judicial .y fiscal, fue la de 1933. En su artículo 222 decía
textualmente lo siguiente:
"Los Vocales y Fiscales de la Corte Suprema de Justicia serán
elegidos por el Congreso entre diez candidatos propuestos por el
Poder Ejecutivo':
Como puede apreciarse, para acceder a los máximos niveles
de la magistratura, los candidatos debían someterse a un
procedimiento de selección y nombramiento caracterizado por una
intensa y decisiva presencia del poder político. En efecto, el
Presidente de la República debía proponer diez aspirantes al
Parlamento, porcada vacante de vocal o fiscal supremo que se debía
cubrir, para que dicha asamblea legislativa escoja a los nuevos
magistrados. Ningún rol jugaba el Poder Judicial, a pesar de que se
trataba de plazas de la máxima jerarquía judicial o fiscal, ni algún
otro organismo estatal o'privado.
214
Acto seguido, el artículo 223 de dicha Carta Magna prescribía
respecto de la incorporación de los magistrados de inferior jerarquía
que:
"Los Vocales y Fiscales de las Cortes Superiores serán nombrados
por el Poder Ejecutivo, a propuesta, en terna doble, de la Corte
Suprema; y a los Jueces de Primera Instancia y los Agentes
Fiscales, a propuesta, en terna doble, de la respectiva Corte
Superior".
Tratándose de jueces, agentes fiscales (el equivalente a los
actuales fiscales provinciales), vocales y fiscales superiores, es decir,
los niveles inferiores y medios de la magistratura, los candidatos
debían someterse a un procedimiento de selección y nombramiento
caracterizado por una aún decisiva presencia del poder político. Si
bien se permitía ya la participación del propio Poder Judicial, su rol
se limitaba a la propuesta de aspirantes en ternas dobles: la Corte
Superior correspondiente para las plazas de jueces y agentes fiscales
que se requirieran cubrir en su distrito judicial y, la Corte Suprema
para las plazas de vocales y fiscales superiores vacantes. Finalmente,
quien decidía los nombramientos era el Poder Ejecutivo,
reemplazando en esta función al Poder Legislativo.
A pesar del papel no determinante del Poder Judicial en la
incorporación de sus nuevos miembros, le cabía una función decisiva
en la permanencia de los mismos en la magistratura. Sobre el
particular, el artículo 224 de la referida Ley Fundamental sostenía que:
"Los nombramientos de los Vocales y Fiscales de las Cortes
Superiores y de los Jueces y Agentes Fiscales, serán ratificados
por la Corte Suprema en el tiempo y en la forma que determine la
ley. La no ratificación no constituye pena, ni priva del derecho a los
goces adquiridos conforme a la ley; pero sí impide el reingreso en
el servicio judicial".
215
En esa medida, periódicamente la Corte Suprema, nombrada
por el poder político, debía decidir la permanencia o no de los
magistrados de inferior jerarquía en sus cargos. Esta facultad de
ratificación, con el riesgo de obedecer a condicionantes políticas si.
los magistrados supremos fueron designados no precisamente en
base a criterios de capacidad jurídica, constituía un peligroso
elemento de presión contrario a la autonomía institucional y la
independencia del magistrado.
b) El Consejo Nacional de Justicia.
El sistema de selección y nombramiento de magistrados
consagrado en la Constitución de 1933 permaneció inalterado por
36 años hasta que, en el marco del Gobierno Revolucionario de la
Fuerza Armada que encabezó el general Velasco Alvarado, se creó
el Consejo Nacional de Justicia (Decreto Ley N I) 18060 del 23 de
diciembre de 1969).
En primer lugar, se declaró en reorganización el Poder Judicial
siendo cesados todos los vocales y fiscales de la Corte Suprema
(D.L. Nº 18060, art. 1 2), los que fueron inmediatamente reemplazados.
por otros magistrados nombrados por mandato normativo emitido
el mismo día (D.L. N º 18061, art. único). Se estableció que el cargo
de vocal o fiscal supremo sería por un período de cinco años, siendo
posible la reelección sucesiva (D.L. N 2 18060, art. 3).
Acto seguido, se creó el Consejo Nacional de Justicia que tenía
como principal función elegir a los magistrados de todos los niveles,
con excepción de los jueces de paz, siendo nombrados aquéllos
por el Presidente de la República (D.L. N 2 18060, art. 9). El Consejo
tenía una conformación multipartita de diez miembros: dos delegados
del Poder Ejecutivo y dos del Poder Legislativo (es decir, cuatro
delegados del Gobierno), dos del Poder Judicial (con una Corte
Suprema nombrada directamente por el Gobierno), uno de la
Federación Nacional de Colegios de Abogados del Perú, uno del
216
Colegio de Abogados de Lima y uno por cada Programa Académico
de Derecho de las dos universidades nacionales más antiguas (D.L.
N2 1806 0 , art. 7). Posteriormente, se eliminó la participación de los
representa ntes del Colegio de Abogados de Lima y la Universidad
Nacional San Antonio Abad del Cusco (después de San Marcos, la
más antigua del Perú) (ZOLEZZI IBÁRCENA, 1995: p. 124).
La función de designación de magistrados no fue la única que
ejerció el Consejo, pues también se le encomendó la evaluación
periódica de todos los miembros del Poder Judicial y los Fueros
Privativos Agrario y Laboral, así como la propuesta de sanciones
incluyendo la separación y la destitución. Inclusive, posteriormente
asumió la selección de los jueces de paz letrados. Inicialmente, el
Consejo designaba a los magiltrados en función a las propuestas
que le formulaba una comisión integrada por los representantes del.
Poder Judicial, el Colegio de Abogados respectivo y la Federación
Nacional de Colegios de Abogados del Perú, en virtud de una
entrevista personal. Sin embargo, posteriormente, el Consejo obtuvo
que se le permitiera la potestad de elegir a un candidato de un
concurso anterior cuando los del nuevo concurso no hubieran
obtenido rendimiento satisfactorio, siempre que aquél haya aprobado
su concurso. Inclusive llegó a tener la potestad de convocar pública
y directamente a nuevo concurso, sin esperar propuestas de la
comisión antes mencionada, cuando se haya declarado desierto un
concurso por dos veces (CORNEJO CHÁVEZ, 1971: pp. 17-18).
El Consejo proponía al Poder Ejecutivo un solo candidato para
su nombramiento por lo que, en la práctica quien nombraba era
aquella institución. Hasta noviembre de 1976, el Gobierno nombró
siempre los candidatos del Consejo. Pero, en dicha oportunidad el
Poder Ejecutivo no nombró como vocal supremo al candidato del
Consejo, sino uno que ni siquiera había concursado. Desde entonces,
el Consejo vivió bajo la amenaza de nuevos desaires
gubernamentales. Por endé hubiese sido recomendable que el
Consejo tuviese total autonomía para no sólo elegir sino también
nombrar (DELGADO BARRETO, 1981: p. 55).
217
En todo caso, es de destacar, por un lado, que fue la primera
vez que en el Perú se designaron magistrados por concurso, es decir,
en función a criterios objetivos de selección. Hasta entonces, el
nombramiento de magistrados fue absolutamente discrecional. Por
otro lado, fue la primera vez también en que el órgano encargado de
la elección de jueces y fiscales no fue el Poder Ejecutivo o el
Legislativo, sino un ente público independiente de tales Poderes e
inclusive del Judicial.
c) En la Carta Magna de 1979.
Inspirada en la experiencia del Consejo Nacional de Justicia,
la Constitución de 1979 diseñó un sistema de selección y
nombramiento de magistrados que redujo considerablemente la
participación del Poder Legislativo y eliminó la del Poder Judicial.
Así, en su artículo 245 dispuso lo siguiente:
"El Presidente de la República nombra a los Magistrados, a
propuesta del Consejo Nacional de la Magistratura. El Senado ratifica
los nombramientos de los Magistrados de la Corte Suprema".
La misma regla estableció el artículo 251, numeral 2 para los
fiscales supremos'. Es decir, se eliminó el sistema de propuesta
vinculante del Consejo Nacional de Justicia y nombramiento por el
Poder Ejecutivo, sin ratificación alguna. El rol del Consejo en mención
fue desempeñado por el Consejo Nacional de la Magistratura, pero
en función a un sistema de presentación de ternas de candidatos. A
su vez, el artículo 247 de la Carta Magna anterior señaló que:
"El Consejo Nacional de la Magistratura hace las propuestas para
el nombramiento de los Magistrados de la Corte Suprema y de las
Cortes Superiores. Para las propuestas de Magistrado de Primera
•
•
' La competencia del Concejo Nacional de la Magistratura para proponer candidatos a
Fiscales de todos los niveles en el Ministerio Público, fue ratificada por su ley Órganica
(Decreto Legislativo N9 25 del 30 de Enero de 1981, art. 14).
218
instancia y demás cargos de inferior jerarquía actúa un Consejo
Distrital de la Magistratura en cada sede de Corte, presidido por el
Fiscal más antiguo del distrito e integrado por los dos Magistrados
más antiguos de la Corte y . dos representantes elegidos por el
Colegio de Abogados de la jurisdicción. Las propuestas se hacen
previo concurso de méritos y evaluación personal".
Como puede apreciarse, el Consejo Nacional de la
Magistratura proponía al Poder Ejecutivo candidatos hasta para
vocales y fiscales superiores, no siendo necesario para este nivel
de la magistratura la ratificación de los nombramientos por el
Senado. Tratándose de jueces y fiscales provinciales, la propuesta
de aspirantes era formulada por el Consejo Distrital de la
Magistratura', integrado por fiscales y vocales superiores y
representantes del gremio profesional. Además, se ratificó
saludablemente la exigencia de la selección por concurso, que
suponía un examen de conocimientos y una entrevista personal (D.L.
Nº 25, art. 29).
De otro lado, en cuanto a la conformación del Consejo Nacional
de la Magistratura, el artículo 245 de la Ley de Leyes anterior
preceptuó que:
"El Consejo Nacional de la Magistratura está integrado en la
siguiente forma: El Fiscal de la Nación que lo preside. Dos
Representantes de la Corte Suprema. Un Representante de la
Federación Nacional de Colegios de Abogados del Perú. Un
Representante del Colegio de Abogados de Lima. Y, dos
representantes de las Facultades de Derecho de la República...".
2 El Concejo Nacional de la Magistratura tubo la posibilidad legal de constituir Concejos
Regionales de Justicia en los que delegue la elección dedos Magistrados de los Distritos
Judiciales respectivos (D.L.; N: 18060- art. 9 2). Sin embargo, nunca ejercitó esta facultad
concentrando el nombramiento de jueces y fiscales a nivel nacional.
219
Es importante destacar la ausencia en el seno del Consejo
Nacional de la Magistratura de representantes de los Poderes
Ejecutivo y Legislativo, a pesar que los nombramientos eran
efectuádos por el Presidente de la República. Ello obedeció
indudablemente a un avance progresivo del constituyente hacia un
sistema cada vez más técnico y profesional de selección y
nombramiento de magistrados, con autonomía del poder político y a
cargo de órganos técnicos.
Asimismo, el sistema de concurso era abierto, pues no se
contempló legalmente la formulación de propuestas de candidatos
por comisión o entidad alguna, corno sí ocurrió en el caso del Consejo
Nacional de Justicia. En esa medida, cualquier abogado que
cumpliese los requisitos respectivos podía presentarse como
candidato al concurso público de méritos, convocado a través del
Diario Oficial "El Peruano" y otros diarios de la localidad. Los
aspirantes que resulten en los tres primeros lugares, eran propuestos
en terna para la decisión final del Presidente de la República (D.L.
Nº 25, art. 29).
Sin embargo, el sistema de elección no conducía
necesariamente a resultados objetivos. Cada miembro del Consejo
tenía derecho a un voto. Cuando se formulaba terna a una plaza del
Poder Judicial o el Ministerio. Público, cada consejero tenía tantos
votos corno sean los candidatos a elegir. Estos votos podían
distribuirse entre todos ellos o acumularse en uno solo. Eran elegidos
quienes obtengan mayor número de votos en orden descendente y
con un mínimo de cuatro (Decreto Supremo N º 007-81-JUS).
Lamentablemente, la posibilidad de la acumulación de votos
no propiciaba un clima de transparencia para la elección objetiva
de los candidatos, pues un solo consejero podía determinar el
resultado de una votación, lo, cual teóricamente pudo dar margen a
los consejeros para concertar entre sí la elección de determinados
candidatos (ZOLEZZI IBÁRCENA, 1995: p. 127).
•
220
d) El Jurado de Honor de la Magistratura.
En abril de 1992, los miembros del Consejo Nacional de la
Magistratura así como los de los Consejos Distritales de la
Magistratura fueron cesados por mandato normativo del Poder
Ejecutivo (Decreto Ley N º 25424, art. único3). Simultáneamente
fueron cesados 13 vocales supremos (Decreto Ley N º 25423, art.
único), marcándose el inicio del cese de numerosos magistrados
de todos los niveles del Poder Judicial y Ministerio Público de los
distritos judiciales de Lima y Callao (Decretos Leyes N ºs 25442 y
25446). Acto seguido se conformó una Comisión Evaluadora
integrada por tres vocales supremos, para investigar y sancionar la
conducta funcional de los magistrados de la Corte Suprema y Cortes
Superiores y los auxiliares jurisdiccionales que continuaban en
funciones a dicha fecha a nivel nacional (D.L. N º 25446, art. 6).
En noviembre de 1992, la Comisión Evaluadora había
destituido a 100 vocales superiores, 170 jueces especializados, 45
jueces de paz letrado y 357 secretarios de juzgado (Ibid., p. 128).
Esto condujo a un escenario de numerosas plazas de magistrados
vacantes que, fueron ocupadas por juéces y vocales provisionales.
Ante tal situación irregular, se consideró necesario reiniciar el
proceso de nombramiento de nuevos magistrados, mientras el
entonces en funciones Congreso Constituyente Democrático (CCD)
elaboraba una nueva Constitución, en la que se contemplaría el nuevo
sistema de designación de jueces y fiscales. Para ello, se creó en
marzo de 1993 el Jurado de Honor de la Magistratura. Este
organismo, de carácter transitorio, estuvo integrado por cinco
miembros nombrados con el voto de los dos tercios de los miembros
de la Comisión de Justicia del -CCD (Ley Constitucional del 12 de
marzo de 1993, art. 2).
3 De conlonnidad con la Ley de Bases;del Gobierno de Emergencia y Reconstrucción
Nacional
221
Las principales funciones del Jurado fueron: recibir las
solicitudes de rehabilitación que le formulen los vocales y fiscales
supremos cesados, con el objeto de elaborar un informe
recomendando su reincorporación o no que, por intermedio de la
Comisión de Justicia, era elevado al Pleno del CCD, quien resuelve
tales solicitudes; evaluar a los vocales y fiscales supremos
provisionales que lo soliciten, una vez concluido el proceso anterior,
con el propósito de elaborar un informe recomendando su
nombramiento o no como titulares para la decisión final del Pleno
del CCD; convocar a concurso público para las vacantes que aún
queden a nivel supremo, con la finalidad de elevar un informe a la
Comisión de Justicia proponiendo el nombramiento de los
seleccionados, decisión que toma finalmente el Pleno del CCD (Ley
Const. Del 12/3/93, art. 4); recibir las solicitudes de rehabilitación
del resto de magistrados del Poder Judicial y el Ministerio Público,
para después convocar a concurso público para cubrir las vacantes
que existan, elevando un informe recomendando o no el
nombramiento de, los seleccionados, decisión únicamente a cargo
de la Comisión de Justicia del CCD (art. 5).
Además, se estableció que al entrar en vigencia el nuevo
sistema de selección y nombramiento de magistrados de la Carta
Magna a elaborar por el CCD, cesarían automáticamente las
funciones del Jurado (art. 8). Pero, en tanto la conformación
(multipartita) del nuevo organiImp encargado de la designación de
magistrados (el Consejo. Nacional, de la Magistratura) suponía un
proceso gradual (por ejemplo, debían elegirse representantes de
los Colegios de Abogados y demás Colegios Profesionales a nivel
nacional, lo cual evidentemente iba a tomar algún tiempo), el CCD
dictó una nueva Ley Constitucional por la que dispuso que el Jurado
debía continuar en funciones aún ya dentro de la vigencia de la nueva
Constitución • mientras dicho nuevo organismo no se hubiera instalado
(DE TRAZEGNIES GRANDA, 1996: p. 84).
Sin embargo, se tomó conciencia de que la Carta Magna de
1993 diseñó un sistema de selección y nombramiento de
222
magistrados sin participación alguna del poder político (como
veremos después, a través de .1a Academia de la Magistratura y el
Consejo Nacional de la Magistratura, no dependientes de los
Poderes Ejecutivo, Legislativo y hasta Judicial). De manera que, si
la voluntad popular deseaba este modelo de designación de
magistrados, resultaba incongruente que el Jurado siguiera sólo
proponiendo candidatos para que la Comisión de Justicia del CCD
o el Pleno de éste eligieran a los nuevos jueces y fiscales. Así,
mediante una nueva Ley Constitucional (del 23 de diciembre de
1993), se facultó al Jurado para nombrar autónomamente a los
magistrados de todos los niveles, sin participación alguna del Poder
Legislativo (Ibid.).
Es de destacar que las solicitudes de rehabilitación antes
mencionadas para todos los niveles de la magistratura debían ser
evaluadas, en principio, en virtud de una entrevista personal
(Reglamento del Jurado del 1 2 de abril de 1993, art. 28), que era el
único contenido del concurso público, debiendo decidir el Jurado
de acuerdo a su criterio de conciencia (arts. 37, 38 y 44). En esa
medida, ho se tratarían de concursos públicos con un examen de
conocimientos, como era ante el Consejo Nacional de la Magistratura
o sus Consejos Distritales.
Consciente de ello, el Jurado desarrolló a partir de diciembre
de 1993, ya con facultades de designación, un proceso de selección
que tenía cuatro fuentes de decisión: la prueba escrita, la entrevista
oral, las informaciones oficiales y las informaciones de confianza.
La primera, más que un examen de conocimientos jurídicos era un
"test de aptitud judicial" que buscaba conocer su razonamiento
jurídico, su inteligencia, su creatividad, su sentido moral, sus
reacciones frente a los problemas concretos de la judicatura y su
cultura general (Ibid., p. 85).
De este modo, el Jurado nombró entre 1993 y 1994: 14 vocales
supremos, 4 fiscales supremos, 56 vocales superiores y 26 fiscales
223
superiores del distrito judicial de Lima, 102 jueces de primera
instancia y 75 fiscales provinciales del distrito judicial de Lima (Ibid.,
p. 84), con los que ciertamente empezó a recomponerse
definitivamente el Poder Judicial. Cesó en sus funciones cuando
concluyó el proceso de conformación del Consejo Nacional de la
Magistratura previsto en la Constitución de 1993 y entró en funciones,
hecho acaecido en 1995.
Entonces, según algunos, concluyó la etapa de la
"reorganización judicial" para dar paso a la etapa de la "reforma
judicial", con la creación de la Comisión Ejecutiva del Poder Judicial
(noviembre de 1995, mediante Ley N 2 26546) (GONZÁLES
MANTILLA, 1998: p. 21).
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