TEMA 2: SISTEMAS DE SELECCIÓN Y NOMBRAMIENTO DE ' MAGISTRADOS. PRESENTACIÓN En nuestro país, tradicionalmente los sistemas de selección y nombramiento de magistrados. han sido concebidos otorgando un rol preponderante a los Poderes Ejecutivo y Legislativo, lo que ha contribuido relativamente a la objetividad de los procesos de reclutamiento de jueces y fiscales. En procura de generar una actitud reflexiva en los discentes sobre los sistemas antes mencionados, es necesario conocer cuáles han sido los imperantes en nuestro país en el presente siglo y, los que existen actualmente en Latinoamérica. 209 SUB-TEMA 1: EN EL PERÚ HASTA LA CONSTITUCIÓN DE 1979. PRESENTACIÓN Se trata de analizar los sistemas de selección y nombramiento de magistrados previstos en las Cartas Magnas de 1933 y 1979, pasando por el estadio intermedio de la labor desplegada por el Consejo Nacional de Justicia, probablemente la primera experiencia que apostó por el concurso público de méritos para el reclutamiento de jueces y fiscales. PREGUNTAS-GUÍA: a) ¿Cuál era el sistema de nombramiento de magistrados en la Constitución de 1933? ¿Cómo estaba diseñado el régimen de nombramiento de jueces y fiscales en la Carta Magna de 1979? c) ¿Qué evolución tuvo el Consejo Nacional de Justicia? 210 CAPÍTULO TERCERO: SISTEMAS DE SELECCIÓN Y NOMBRAMIENTO DE MAGISTRADOS En el Derecho Comparado, son muy diversos los sistemas de selección y nombramiento de magistrados, siempre fuertemente influenciados por los sistemas legales en los que se incardinan los que, a su vez, están determinados por la forma de gobierno de los Estados. Así, por ejemplo, .en la época de las monarquías absolutistas, los jueces eran concebidos como meros agentes del Rey, quien delegaba en ellos la potestad de administrar justicia, pero siempre en su nombre. Desde esta perspectiva, los magistrados podían ser nombrados y separados ad libitum, es decir, sin expresión de causa y, por ende, no precisamente en base a criterios objetivos (SAN MARTÍN CASTRO, 1994: p. 63). Con el advenimiento de la Revolución Francesa, desapareció la subordinación del juez al monarca, pero surgió otro tipo de dependencia, esta vez hacia el Parlamento, máximo soberano en los nuevos sistemas de gobierno. En ese contexto, el juez debía rendir culto a la ley, siendo sólo un mero aplicador de la misma ("boca de la ley"), por lo que le estaba prohibido fiscalizar a los Poderes Ejecutivo y Legislativo, dependiendo de ellos para su ingreso a la magistratura. Entonces, surgió la figura del juez-funcionario, en poco diferenciado del resto de empleados públicos, con aspiraciones a ascender dentro de la carrera judicial o funcionaria! desarrollada en una organización judicial burocratizada como el resto de dependencias públicas (Ibid.). Sin embargo, contemporáneamente se han perfilado algunos principios consensuales en la determinación de un sistema de selección y nombramiento de magistrados: la igualdad de oportunidades, la formación, la idoneidad, la independencia y el acceso pbr derecho propio. La igualdad de oportunidades supone que las plazas judiciales puedan ser cubiertas por todos quienes cumplan con los requisitos psicofísicos, intelectuales y éticos 211 necesarios para un adecuado desempeño de la magistratura, sin exigencias discriminatorias de ningún tipo. La formación alude a la necesidad de complementacióh de los estudios universitarios para los candidatos a magistrados y los magistrados en funciones, partiendo de la premisa de que en las Escuelas de Leyes no se imparte una preparación suficiente para el desempeño de la judicatura. La idoneidad, fuertemente emparentada con la igualdad de oportunidades, exige procesos de selección de magistrados basados en elementos estrictamente objetivos. La independencia, presupuesto de lo anterior, supondrá la necesidad de que el tipo de acceso a la magistratura impida el compromiso o la sumisión del nuevo juez al poder político o grupos de poder privados. Finalmente, el acceso por derecho propio implica que el ingreso o el ascenso en la judicatura sea visto como un derecho ganado por el propio candidato y no como una merced de algún órgano del Estado (SAGÜES, 1998: pp. 30-32). Más aún, a nivel internacional la preocupación por la necesidad de contar con sistemas objetivos de selección y nombramiento de magistrados, ha merecido la adopción de un tratado internacional en el seno de las Naciones Unidas. El 29 de noviembre de 1985 fueron aprobados en la Asamblea General de las Naciones Unidas los "Principios Básicos para la Independencia de la Judicatura" que, en sus cláusulas décima y décima tercera establecen lo siguiente: "10.a) Las personas seleccionadas para ocupar cargos judiciales serán personas íntegras e idóneas y tendrán la formación o las calificaciones jurídicas apropiadas. Todo método utilizado para la selección garantiza que los jueces no sean nombrados por motivos indebidos... 13.a) El sistema de ascenso de los jueces se basará en factores objetivo& especialmente en la capacidad profesional, la integridad y la. experiencia". 212 -t" Entendemos por selección de magistrados escoger normalmente a un profesional del Derecho para el ejercicio de la función jurisdiccional utilizando algún criterio para ello, tales como antecedentes, oposición, concurso, entrevista, etc. Mientras que, la designación es el acto específico para hacer efectiva la selección precedente, a cargo del Poder Ejecutivo, el Legislativo, el Judicial u otro órgano estatal (LEDESMA, 1990: pp. 198-199). Pues bien, actualmente podemos apreciar que los diversos sistemas nacionales de selección y nombramiento de magistrados pueden agruparse en dos grandes modelos: el político y el profesionalizado. El modelo político se caracteriza por dos factores:. los órganos que designan a los jueces son los Poderes Ejecutivo o Legislativo o, el pueblo mediante comicios; y, la designación se realiza discrecionalmente, sin mayores criterios objetivos salvo requisitos mínimos corno la edad y la profesión. Este modelo resulta peligroso en la perspectiva de la politización del acceso al Poder Judicial y, la consecuente merma de las condiciones mínimas para la independencia de la judicatura (SAGÜES, 1998: pp. 38-40). A su vez, el modelo profesionalizado exige dos elementos: métodos reglados y sustancialmente técnicos de selección y, órganos preponderantemente técnicos de selección. En cuanto a lo primero, es común el establecimiento de planes de formación de los futuros jueces y perfeccionamiento para los magistrados en funciones (en perspectiva de su ascenso) y, regímenes de concurso u oposiciones. En cuanto a lo segundo, es frecuente apreciar jurados de selección integrados por jueces, representantes del Ministerio Público, abogados y otros operadores estrechamente vinculados a la función jurisdiccional. Este modelo es el que propicia activamente la consolidación de una carrera judicial (Ibid., pp. 42-43). Podría decirse que el modelo profesionaliiado admite dos variantes: el técnico-burocrático y el técnico-democrático. El primero 213 estuvo vigente en la Europa continental hasta mediados del siglo pasado, propugnando un tipo de juez acéptico, puramente técnico, despojado de vinculaciones con las valoraciones socialmente dominantes y aislado de la sociedad civil y política. Mientras que, el segundo, al hacer participar en los procesos de selección y ascenso a todos los sectores estatales (normalmente a través de los Consejos de la Magistratura, como en Francia y España), implica un tipo de juez orientado a legitimarse política (en el sentido estricto del término) y socialmente (PEÑA GONZÁLEZ, 1998: pp. 12-13). 3.1. En el Perú hasta la Constitución de 1979. a) En la Carta Magna de 1933. Una de las primeras Constituciones que abordó sistemáticamente el terna del ingreso a los diferentes niveles de la jerarquía judicial .y fiscal, fue la de 1933. En su artículo 222 decía textualmente lo siguiente: "Los Vocales y Fiscales de la Corte Suprema de Justicia serán elegidos por el Congreso entre diez candidatos propuestos por el Poder Ejecutivo': Como puede apreciarse, para acceder a los máximos niveles de la magistratura, los candidatos debían someterse a un procedimiento de selección y nombramiento caracterizado por una intensa y decisiva presencia del poder político. En efecto, el Presidente de la República debía proponer diez aspirantes al Parlamento, porcada vacante de vocal o fiscal supremo que se debía cubrir, para que dicha asamblea legislativa escoja a los nuevos magistrados. Ningún rol jugaba el Poder Judicial, a pesar de que se trataba de plazas de la máxima jerarquía judicial o fiscal, ni algún otro organismo estatal o'privado. 214 Acto seguido, el artículo 223 de dicha Carta Magna prescribía respecto de la incorporación de los magistrados de inferior jerarquía que: "Los Vocales y Fiscales de las Cortes Superiores serán nombrados por el Poder Ejecutivo, a propuesta, en terna doble, de la Corte Suprema; y a los Jueces de Primera Instancia y los Agentes Fiscales, a propuesta, en terna doble, de la respectiva Corte Superior". Tratándose de jueces, agentes fiscales (el equivalente a los actuales fiscales provinciales), vocales y fiscales superiores, es decir, los niveles inferiores y medios de la magistratura, los candidatos debían someterse a un procedimiento de selección y nombramiento caracterizado por una aún decisiva presencia del poder político. Si bien se permitía ya la participación del propio Poder Judicial, su rol se limitaba a la propuesta de aspirantes en ternas dobles: la Corte Superior correspondiente para las plazas de jueces y agentes fiscales que se requirieran cubrir en su distrito judicial y, la Corte Suprema para las plazas de vocales y fiscales superiores vacantes. Finalmente, quien decidía los nombramientos era el Poder Ejecutivo, reemplazando en esta función al Poder Legislativo. A pesar del papel no determinante del Poder Judicial en la incorporación de sus nuevos miembros, le cabía una función decisiva en la permanencia de los mismos en la magistratura. Sobre el particular, el artículo 224 de la referida Ley Fundamental sostenía que: "Los nombramientos de los Vocales y Fiscales de las Cortes Superiores y de los Jueces y Agentes Fiscales, serán ratificados por la Corte Suprema en el tiempo y en la forma que determine la ley. La no ratificación no constituye pena, ni priva del derecho a los goces adquiridos conforme a la ley; pero sí impide el reingreso en el servicio judicial". 215 En esa medida, periódicamente la Corte Suprema, nombrada por el poder político, debía decidir la permanencia o no de los magistrados de inferior jerarquía en sus cargos. Esta facultad de ratificación, con el riesgo de obedecer a condicionantes políticas si. los magistrados supremos fueron designados no precisamente en base a criterios de capacidad jurídica, constituía un peligroso elemento de presión contrario a la autonomía institucional y la independencia del magistrado. b) El Consejo Nacional de Justicia. El sistema de selección y nombramiento de magistrados consagrado en la Constitución de 1933 permaneció inalterado por 36 años hasta que, en el marco del Gobierno Revolucionario de la Fuerza Armada que encabezó el general Velasco Alvarado, se creó el Consejo Nacional de Justicia (Decreto Ley N I) 18060 del 23 de diciembre de 1969). En primer lugar, se declaró en reorganización el Poder Judicial siendo cesados todos los vocales y fiscales de la Corte Suprema (D.L. Nº 18060, art. 1 2), los que fueron inmediatamente reemplazados. por otros magistrados nombrados por mandato normativo emitido el mismo día (D.L. N º 18061, art. único). Se estableció que el cargo de vocal o fiscal supremo sería por un período de cinco años, siendo posible la reelección sucesiva (D.L. N 2 18060, art. 3). Acto seguido, se creó el Consejo Nacional de Justicia que tenía como principal función elegir a los magistrados de todos los niveles, con excepción de los jueces de paz, siendo nombrados aquéllos por el Presidente de la República (D.L. N 2 18060, art. 9). El Consejo tenía una conformación multipartita de diez miembros: dos delegados del Poder Ejecutivo y dos del Poder Legislativo (es decir, cuatro delegados del Gobierno), dos del Poder Judicial (con una Corte Suprema nombrada directamente por el Gobierno), uno de la Federación Nacional de Colegios de Abogados del Perú, uno del 216 Colegio de Abogados de Lima y uno por cada Programa Académico de Derecho de las dos universidades nacionales más antiguas (D.L. N2 1806 0 , art. 7). Posteriormente, se eliminó la participación de los representa ntes del Colegio de Abogados de Lima y la Universidad Nacional San Antonio Abad del Cusco (después de San Marcos, la más antigua del Perú) (ZOLEZZI IBÁRCENA, 1995: p. 124). La función de designación de magistrados no fue la única que ejerció el Consejo, pues también se le encomendó la evaluación periódica de todos los miembros del Poder Judicial y los Fueros Privativos Agrario y Laboral, así como la propuesta de sanciones incluyendo la separación y la destitución. Inclusive, posteriormente asumió la selección de los jueces de paz letrados. Inicialmente, el Consejo designaba a los magiltrados en función a las propuestas que le formulaba una comisión integrada por los representantes del. Poder Judicial, el Colegio de Abogados respectivo y la Federación Nacional de Colegios de Abogados del Perú, en virtud de una entrevista personal. Sin embargo, posteriormente, el Consejo obtuvo que se le permitiera la potestad de elegir a un candidato de un concurso anterior cuando los del nuevo concurso no hubieran obtenido rendimiento satisfactorio, siempre que aquél haya aprobado su concurso. Inclusive llegó a tener la potestad de convocar pública y directamente a nuevo concurso, sin esperar propuestas de la comisión antes mencionada, cuando se haya declarado desierto un concurso por dos veces (CORNEJO CHÁVEZ, 1971: pp. 17-18). El Consejo proponía al Poder Ejecutivo un solo candidato para su nombramiento por lo que, en la práctica quien nombraba era aquella institución. Hasta noviembre de 1976, el Gobierno nombró siempre los candidatos del Consejo. Pero, en dicha oportunidad el Poder Ejecutivo no nombró como vocal supremo al candidato del Consejo, sino uno que ni siquiera había concursado. Desde entonces, el Consejo vivió bajo la amenaza de nuevos desaires gubernamentales. Por endé hubiese sido recomendable que el Consejo tuviese total autonomía para no sólo elegir sino también nombrar (DELGADO BARRETO, 1981: p. 55). 217 En todo caso, es de destacar, por un lado, que fue la primera vez que en el Perú se designaron magistrados por concurso, es decir, en función a criterios objetivos de selección. Hasta entonces, el nombramiento de magistrados fue absolutamente discrecional. Por otro lado, fue la primera vez también en que el órgano encargado de la elección de jueces y fiscales no fue el Poder Ejecutivo o el Legislativo, sino un ente público independiente de tales Poderes e inclusive del Judicial. c) En la Carta Magna de 1979. Inspirada en la experiencia del Consejo Nacional de Justicia, la Constitución de 1979 diseñó un sistema de selección y nombramiento de magistrados que redujo considerablemente la participación del Poder Legislativo y eliminó la del Poder Judicial. Así, en su artículo 245 dispuso lo siguiente: "El Presidente de la República nombra a los Magistrados, a propuesta del Consejo Nacional de la Magistratura. El Senado ratifica los nombramientos de los Magistrados de la Corte Suprema". La misma regla estableció el artículo 251, numeral 2 para los fiscales supremos'. Es decir, se eliminó el sistema de propuesta vinculante del Consejo Nacional de Justicia y nombramiento por el Poder Ejecutivo, sin ratificación alguna. El rol del Consejo en mención fue desempeñado por el Consejo Nacional de la Magistratura, pero en función a un sistema de presentación de ternas de candidatos. A su vez, el artículo 247 de la Carta Magna anterior señaló que: "El Consejo Nacional de la Magistratura hace las propuestas para el nombramiento de los Magistrados de la Corte Suprema y de las Cortes Superiores. Para las propuestas de Magistrado de Primera • • ' La competencia del Concejo Nacional de la Magistratura para proponer candidatos a Fiscales de todos los niveles en el Ministerio Público, fue ratificada por su ley Órganica (Decreto Legislativo N9 25 del 30 de Enero de 1981, art. 14). 218 instancia y demás cargos de inferior jerarquía actúa un Consejo Distrital de la Magistratura en cada sede de Corte, presidido por el Fiscal más antiguo del distrito e integrado por los dos Magistrados más antiguos de la Corte y . dos representantes elegidos por el Colegio de Abogados de la jurisdicción. Las propuestas se hacen previo concurso de méritos y evaluación personal". Como puede apreciarse, el Consejo Nacional de la Magistratura proponía al Poder Ejecutivo candidatos hasta para vocales y fiscales superiores, no siendo necesario para este nivel de la magistratura la ratificación de los nombramientos por el Senado. Tratándose de jueces y fiscales provinciales, la propuesta de aspirantes era formulada por el Consejo Distrital de la Magistratura', integrado por fiscales y vocales superiores y representantes del gremio profesional. Además, se ratificó saludablemente la exigencia de la selección por concurso, que suponía un examen de conocimientos y una entrevista personal (D.L. Nº 25, art. 29). De otro lado, en cuanto a la conformación del Consejo Nacional de la Magistratura, el artículo 245 de la Ley de Leyes anterior preceptuó que: "El Consejo Nacional de la Magistratura está integrado en la siguiente forma: El Fiscal de la Nación que lo preside. Dos Representantes de la Corte Suprema. Un Representante de la Federación Nacional de Colegios de Abogados del Perú. Un Representante del Colegio de Abogados de Lima. Y, dos representantes de las Facultades de Derecho de la República...". 2 El Concejo Nacional de la Magistratura tubo la posibilidad legal de constituir Concejos Regionales de Justicia en los que delegue la elección dedos Magistrados de los Distritos Judiciales respectivos (D.L.; N: 18060- art. 9 2). Sin embargo, nunca ejercitó esta facultad concentrando el nombramiento de jueces y fiscales a nivel nacional. 219 Es importante destacar la ausencia en el seno del Consejo Nacional de la Magistratura de representantes de los Poderes Ejecutivo y Legislativo, a pesar que los nombramientos eran efectuádos por el Presidente de la República. Ello obedeció indudablemente a un avance progresivo del constituyente hacia un sistema cada vez más técnico y profesional de selección y nombramiento de magistrados, con autonomía del poder político y a cargo de órganos técnicos. Asimismo, el sistema de concurso era abierto, pues no se contempló legalmente la formulación de propuestas de candidatos por comisión o entidad alguna, corno sí ocurrió en el caso del Consejo Nacional de Justicia. En esa medida, cualquier abogado que cumpliese los requisitos respectivos podía presentarse como candidato al concurso público de méritos, convocado a través del Diario Oficial "El Peruano" y otros diarios de la localidad. Los aspirantes que resulten en los tres primeros lugares, eran propuestos en terna para la decisión final del Presidente de la República (D.L. Nº 25, art. 29). Sin embargo, el sistema de elección no conducía necesariamente a resultados objetivos. Cada miembro del Consejo tenía derecho a un voto. Cuando se formulaba terna a una plaza del Poder Judicial o el Ministerio. Público, cada consejero tenía tantos votos corno sean los candidatos a elegir. Estos votos podían distribuirse entre todos ellos o acumularse en uno solo. Eran elegidos quienes obtengan mayor número de votos en orden descendente y con un mínimo de cuatro (Decreto Supremo N º 007-81-JUS). Lamentablemente, la posibilidad de la acumulación de votos no propiciaba un clima de transparencia para la elección objetiva de los candidatos, pues un solo consejero podía determinar el resultado de una votación, lo, cual teóricamente pudo dar margen a los consejeros para concertar entre sí la elección de determinados candidatos (ZOLEZZI IBÁRCENA, 1995: p. 127). • 220 d) El Jurado de Honor de la Magistratura. En abril de 1992, los miembros del Consejo Nacional de la Magistratura así como los de los Consejos Distritales de la Magistratura fueron cesados por mandato normativo del Poder Ejecutivo (Decreto Ley N º 25424, art. único3). Simultáneamente fueron cesados 13 vocales supremos (Decreto Ley N º 25423, art. único), marcándose el inicio del cese de numerosos magistrados de todos los niveles del Poder Judicial y Ministerio Público de los distritos judiciales de Lima y Callao (Decretos Leyes N ºs 25442 y 25446). Acto seguido se conformó una Comisión Evaluadora integrada por tres vocales supremos, para investigar y sancionar la conducta funcional de los magistrados de la Corte Suprema y Cortes Superiores y los auxiliares jurisdiccionales que continuaban en funciones a dicha fecha a nivel nacional (D.L. N º 25446, art. 6). En noviembre de 1992, la Comisión Evaluadora había destituido a 100 vocales superiores, 170 jueces especializados, 45 jueces de paz letrado y 357 secretarios de juzgado (Ibid., p. 128). Esto condujo a un escenario de numerosas plazas de magistrados vacantes que, fueron ocupadas por juéces y vocales provisionales. Ante tal situación irregular, se consideró necesario reiniciar el proceso de nombramiento de nuevos magistrados, mientras el entonces en funciones Congreso Constituyente Democrático (CCD) elaboraba una nueva Constitución, en la que se contemplaría el nuevo sistema de designación de jueces y fiscales. Para ello, se creó en marzo de 1993 el Jurado de Honor de la Magistratura. Este organismo, de carácter transitorio, estuvo integrado por cinco miembros nombrados con el voto de los dos tercios de los miembros de la Comisión de Justicia del -CCD (Ley Constitucional del 12 de marzo de 1993, art. 2). 3 De conlonnidad con la Ley de Bases;del Gobierno de Emergencia y Reconstrucción Nacional 221 Las principales funciones del Jurado fueron: recibir las solicitudes de rehabilitación que le formulen los vocales y fiscales supremos cesados, con el objeto de elaborar un informe recomendando su reincorporación o no que, por intermedio de la Comisión de Justicia, era elevado al Pleno del CCD, quien resuelve tales solicitudes; evaluar a los vocales y fiscales supremos provisionales que lo soliciten, una vez concluido el proceso anterior, con el propósito de elaborar un informe recomendando su nombramiento o no como titulares para la decisión final del Pleno del CCD; convocar a concurso público para las vacantes que aún queden a nivel supremo, con la finalidad de elevar un informe a la Comisión de Justicia proponiendo el nombramiento de los seleccionados, decisión que toma finalmente el Pleno del CCD (Ley Const. Del 12/3/93, art. 4); recibir las solicitudes de rehabilitación del resto de magistrados del Poder Judicial y el Ministerio Público, para después convocar a concurso público para cubrir las vacantes que existan, elevando un informe recomendando o no el nombramiento de, los seleccionados, decisión únicamente a cargo de la Comisión de Justicia del CCD (art. 5). Además, se estableció que al entrar en vigencia el nuevo sistema de selección y nombramiento de magistrados de la Carta Magna a elaborar por el CCD, cesarían automáticamente las funciones del Jurado (art. 8). Pero, en tanto la conformación (multipartita) del nuevo organiImp encargado de la designación de magistrados (el Consejo. Nacional, de la Magistratura) suponía un proceso gradual (por ejemplo, debían elegirse representantes de los Colegios de Abogados y demás Colegios Profesionales a nivel nacional, lo cual evidentemente iba a tomar algún tiempo), el CCD dictó una nueva Ley Constitucional por la que dispuso que el Jurado debía continuar en funciones aún ya dentro de la vigencia de la nueva Constitución • mientras dicho nuevo organismo no se hubiera instalado (DE TRAZEGNIES GRANDA, 1996: p. 84). Sin embargo, se tomó conciencia de que la Carta Magna de 1993 diseñó un sistema de selección y nombramiento de 222 magistrados sin participación alguna del poder político (como veremos después, a través de .1a Academia de la Magistratura y el Consejo Nacional de la Magistratura, no dependientes de los Poderes Ejecutivo, Legislativo y hasta Judicial). De manera que, si la voluntad popular deseaba este modelo de designación de magistrados, resultaba incongruente que el Jurado siguiera sólo proponiendo candidatos para que la Comisión de Justicia del CCD o el Pleno de éste eligieran a los nuevos jueces y fiscales. Así, mediante una nueva Ley Constitucional (del 23 de diciembre de 1993), se facultó al Jurado para nombrar autónomamente a los magistrados de todos los niveles, sin participación alguna del Poder Legislativo (Ibid.). Es de destacar que las solicitudes de rehabilitación antes mencionadas para todos los niveles de la magistratura debían ser evaluadas, en principio, en virtud de una entrevista personal (Reglamento del Jurado del 1 2 de abril de 1993, art. 28), que era el único contenido del concurso público, debiendo decidir el Jurado de acuerdo a su criterio de conciencia (arts. 37, 38 y 44). En esa medida, ho se tratarían de concursos públicos con un examen de conocimientos, como era ante el Consejo Nacional de la Magistratura o sus Consejos Distritales. Consciente de ello, el Jurado desarrolló a partir de diciembre de 1993, ya con facultades de designación, un proceso de selección que tenía cuatro fuentes de decisión: la prueba escrita, la entrevista oral, las informaciones oficiales y las informaciones de confianza. La primera, más que un examen de conocimientos jurídicos era un "test de aptitud judicial" que buscaba conocer su razonamiento jurídico, su inteligencia, su creatividad, su sentido moral, sus reacciones frente a los problemas concretos de la judicatura y su cultura general (Ibid., p. 85). De este modo, el Jurado nombró entre 1993 y 1994: 14 vocales supremos, 4 fiscales supremos, 56 vocales superiores y 26 fiscales 223 superiores del distrito judicial de Lima, 102 jueces de primera instancia y 75 fiscales provinciales del distrito judicial de Lima (Ibid., p. 84), con los que ciertamente empezó a recomponerse definitivamente el Poder Judicial. Cesó en sus funciones cuando concluyó el proceso de conformación del Consejo Nacional de la Magistratura previsto en la Constitución de 1993 y entró en funciones, hecho acaecido en 1995. Entonces, según algunos, concluyó la etapa de la "reorganización judicial" para dar paso a la etapa de la "reforma judicial", con la creación de la Comisión Ejecutiva del Poder Judicial (noviembre de 1995, mediante Ley N 2 26546) (GONZÁLES MANTILLA, 1998: p. 21). 224