(Traducción de apoyo al texto original en inglés) La sociedad escribe la biología/ La biología construye el género Anne Fausto-Sterling1 La verdad, la parcialidad, la objetividad, el prejuicio. En años recientes tanto los defensores como los críticos de las actividades de la comunidad científica occidental moderna han usado estas palabras con cierto desenfreno mientras toman parte en el debate acerca del papel de la ciencia y el científico en nuestra cultura. Quizá la voz más conocida en esta discusión sea la de Thomas Kuhn, cuyos análisis históricos del “progreso” de la ciencia aclararon la naturaleza desigual del desarrollo de las ideas científicas. Durante la década pasada los analistas feministas de ciencia se han unido a la discusión. Los historiadores, filósofos, antropólogos y científicos, quienes escriben desde una perspectiva feminista, han planteado cuestiones variadas y complejas acerca de la ciencia moderna. En este ensayo propongo examinar la interacción de dos procesos que han tenido consecuencias importantes para nuestro entendimiento sobre cómo funciona la ciencia. Estos son: (1) el proceso por el cual los entendimientos culturales de género se tornan en los cimientos de los entendimientos supuestamente objetivos de la naturaleza, y (2) el proceso por el cual la teoría científica ayuda a formar los conceptos sociales tales como género. Los dos estudios de casos individuales presentados en este ensayo (uno histórico, otro contemporáneo) ilustrarán cómo los entendimientos o creencias culturales, sean conscientes o inconscientes, influyen en la construcción de la teoría científica. Dos ejemplos actuales de la forma en que las ideas científicas son usadas para definir las normas sociales ilustrarán el papel que la teoría científica toma en la definición de los conceptos sociales. La construcción de la ciencia Los escritos de un famoso y altamente imaginativo científico italiano, Abbé Lázaro Spallanzani (1729-991), ilustran que el funcionamiento interno de la mente de un dedicado científico experimental es complejo y frecuentemente mantenido bajo envolturas subconscientes. Aunque Spallanzani es probablemente mejor conocido por su refutación experimental de la idea de la generación espontánea, él también hizo una contribución importante al pensamiento del siglo XVIII acerca de la fertilización y el desarrollo embrionario. 1 Anne Fausto-Sterling, nacida en 1944 en Nueva York, Nueva York, es profesora de ciencias médicas en la Universidad Brown. Es autora de Myths of Gender: Biological Theories about Women (Los mitos de género: teorías biológicas acerca de las mujeres) (1985). Nota: se han omitido las notas al pie de página del original. 1 La presencia de espermatozoides en el semen había sido descubierto en la época de Spallanzani, pero el papel de estos ‘vermicelli’ (o ‘gusanos espermatozoides’ como solía llamárseles) continuó siendo un tema polémico dentro del contexto de una controversia larga acerca del origen del embrión. Los ovistas creían que surgía solamente del óvulo, mientras los espermacistas mantenían que la matriz era una vasija pasiva que ofrecía “tierra fértil” para el crecimiento y el desarrollo del semen. Los primeros y más famoso biólogos más pertenecían a diferentes campos. La portada frontal de Concerning the Generation of Living Animals (Acerca de la generación de los animales vivientes) de William Harvey representa a Zeus sentado sobre un trono y abriendo lo que parece ser un huevo de pájaro, del cual brincan, vuelan y gatean todo tipo de bestias, míticas y reales. Sobre el huevo está escrito Ex ovo omnia. Por el otro lado encontramos a Anthony van Leeuwenhoek argumentando que los animáculos en el semen buscan el camino a la matriz, donde se portan como semilla: él desestima a los óvulos llamándoles “emunctory”, órganos que se llevan los desperdicios del cuerpo... pegándose a los intestinos de animales.” Spallanzani, ovista, realizó una serie de experimentos con ranas en apareamiento para refutar la afirmación de Carolus Linnaeus sobre la inseminación interna. En una demostración clásica del método científico, él observó que la rana macho, agarrando a la hembra mientras desova, deposita semen encima de los huevecillos cuando emergen de su útero. Para someter a prueba la función del semen, él construyó pequeños pantalones de tafeta para las ranas machos (inconscientemente presagiando el libro infantil The Wind in the Willows, El viento en los sauces, de Kenneth Grahame, en el cual los sapos usan ropa y manejan carros) e hizo las siguientes observaciones: Los machos, a pesar de este impedimento, buscan a las hembras con el mismo anhelo y realizan, lo mejor que pueden, el acto de generación; pero el evento es como se esperaría: los huevecillos nunca son fertilizados por falta de haber sido rociados con semen, el cual a veces se podría ver en los pantalones en la forma de gotas. Que estas gotas son semilla verdadera se hizo claro por la fecundación artificial que se obtuvo por medio de ellas. 2 En otras palabras, Spallanzani no sólo demostró que prevenir la deposición de semen impidió el desarrollo del huevecillo, sino que cuando él regó semen sobre los huevecillos, la fertilización resultó. En verdad, un modelo de buena experimentación. Pero Spallanzani no concluyó de estos u otros experimentos que los ‘vermicelli’ eran necesarios para el desarrollo del embrión. En cambio, llevó a cabo una serie de experimentos tratando de averiguar cuánto semen era necesario para lograr la fertilización. Observando que aun cantidades muy pequeñas eran suficientes, concluyó que el factor importante era algo que él llamaba el “aura seminal”, la cual pensó que era “solamente el vapor de la semilla enrarecida extremadamente”. Creyendo que sus resultados habían probado la teoría de los ovistas, procedió a realizar una serie de experimentos sobre el aura seminal, todos los cuales diseñó con el propósito de refutar el papel del espermatozoide en la fertilización. Diluyó muestras de semen hasta que no se pudiera ver el esperma y descubrió que el líquido diluido todavía era capaz de fertilizar. También filtró el semen a tal grado que ya no podía ocasionar desarrollo. Tomó los primeros resultados como prueba de la existencia del aura seminal; ignoró los últimos resultados. En Spallanzani tenemos el ejemplo de un científico altamente talentoso del siglo XVIII haciendo experimentos con mucho cuidado que muestran, al entendimiento moderno, lo opuesto de lo que él concluyó. Como interpretó sus investigaciones dentro de una estructura teórica particular -el ovismo- su mente estaba cerrada a las conclusiones alternativas que parecen obvias a los no tan comprometidos. Ya que Spallanzani era un científico de autoridad e influencia considerables, sus conclusiones, en vez de sus resultados experimentales, dominaban el pensamiento biológico sobre la fertilización. Una versión corregida del papel del esperma en la fertilización y el desarrollo no fue aceptada en general por otros 100 años. El punto aquí no es que un científico incompetente cometió una serie de errores experimentales sino que un extremadamente buen científico realizó una serie de experimentos bellamente controlados, de los cuales no sacó las conclusiones correctas. El proceso por el cual las categorías culturales forman la percepción e influyen el razonamiento es poco estudiado. El caso de Spallanzani y sus experimentos sobre espermatozoides y su papel en la fertilización serían un excelente punto de partida para una o un antropólogo cultural con ganas de analizar este proceso. Veremos en el próximo ejemplo más contemporáneo que este fenómeno también ocurre en la actividad científica moderna. Durante el desarrollo mamífero todo embrión (sin tener en cuenta su sexo potencial) pasa por una etapa que los embriólogos han apodado “el período indiferente”. El examen de 3 embriones XX y XY durante este período no muestra evidencia de las diferencias sexuales ni en la gónada embrionaria ni en las estructuras somáticas relacionadas sexualmente tales como los oviductos o los vasos deferentes. Presentes están una sola gónada que más tarde tomará el camino masculino o femenino de desarrollo, y dos juegos de accesorios conocidos como los ductos mesonéfricos y paramesonéfricos. En el desarrollo femenino los ductos mesonéfricos se desintegran mientras los ductos paramesonéfricos forman los oviductos, el útero y parte de la vagina. En el desarrollo masculino los ductos paramesonéfricos se degeneran mientras los ductos mesonéfricos se desarrollan hasta convertirse en el ducto epididimal y los vasos deferentes. En general, entonces, los mamíferos primero desarrollan un solo par de gónadas, el cual consiguientemente toma una dirección masculina o femenina, y ambos accesorios (masculinos y femeninos), de los cuales solo un juego sobrevive mientras el otro se degenera. Dicho sin rodeos, hasta cierto punto, todos los embriones son completamente bisexuales. La elección de seguir el camino masculino o femenino de desarrollo se hace por la intervención de los cromosomas de sexo y las hormonas presentes en el útero. Es en este punto de la historia que entra un uso curioso de lenguaje que ha puesto límites a las preguntas experimentales hechas acerca del desarrollo sexual. Primero contaré la historia como se cuenta en los libros de texto, la literatura popular y la gran mayoría de los trabajos científicos y después subrayaré algunas de las peculiaridades de la historia, enseñando cómo han resultado en un relato supuestamente general del desarrollo de los sexos que en realidad es solamente un relato del desarrollo masculino. Este ejemplo ilustra un caso en el cual el significado de hombre como una palabra universal supuestamente inclusiva se ha convertido inadvertidamente en una categoría biológica exclusiva. En fin, lo que los biólogos proveyeron como relato del desarrollo de género desde un punto de vista mecanizado en realidad es solamente un relato de la diferenciación masculina. Los siguientes fragmntos vienen de un texto universitario de embriología actualizado y usado a gran escala escrito por el doctor Bruce M. Carlson. Mi intento no es atacar a Carlson, quien expone una serie de creencias mantenidas casi universalmente, sino que simplemente analizar el texto para descubrir algunas de las estructuras subyacentes de estas creencias. Carlson escribe: La función de determinar el sexo del cromosoma Y está atado íntimamente limitado a la actividad del antígeno H-... su función principal es 4 causar la organización de la gónada primitiva en los testículos. Con la ausencia del antígeno H-Y la gónada se transforma más tarde en el ovario El relato sigue con una discusión de la formación de los órganos sexuales no gonadales (somáticos) tales como el útero y los vasos deferentes. El embrión en sus inicios desarrolla un juego dual de ductos genitales potenciales (los ductos mesonéfricos y para mesonéfricos)... bajo la influencia de la testosterona secretada por los testículos, los ductos mesonéfricos se vuelven el sistema de ductos por el cual se transportan los espermatozoides desde los testículos a la uretra... Los ductos paramesonéfricos, potencialmente femeninos, retroceden bajo la influencia de otra secreción de los testículos embriónicos, el factor inhibidor Mulleriano. En los embriones femeninos genéticamente ni la testosterona ni el factor inhibidor Mulleriano son secretados por las gónadas. En ausencia de la testosterona, los ductos mesonéfricos retroceden y la falta del factor inhibidor Mulleriano permite a los ductos paramesonéfricos desarrollarse dentro de los oviductos, útero y parte de la vagina. Los genitales externos también toman una forma morfológicamente indiferente y entonces se desarrollan en la dirección masculina bajo la influencia de la testosterona o en la dirección femenina si falta la influencia de la testosterona. Carlson también escribe sobre “la tendencia natural del cuerpo a desarrollarse siguiendo tendencias femeninas en ausencia de otras influencias modificantes”. La presencia o ausencia de la masculinidad en un concepto viejo. Simone de Beauvoir citó a Aristóteles diciendo que “Lo femenino es femenino en virtud de la falta de ciertas cualidades”. El psicólogo Dr. John Money llama los relatos de desarrollo sexual similares a los de Carlson un ejemplo del “Principio de Adán” que algo es agregado a un embrión para hacerlo masculino. Un biólogo reproductivo muy conocido, Dr. R. V. Short, concluye un relato introductorio de la determinación de la diferenciación del sexo detallando lo que él ve como las implicaciones de ese punto de vista: En todos los sistemas que hemos considerado, el estado de ser masculino significa dominio; del cromosoma Y sobre el X, de la médula (de la gónada indiferente) sobre la corteza, del andrógeno sobre el estrógeno. Así que en términos fisiológicos, no hay justificación para creer en la igualdad de los sexos; ¡Viva la diferencia! 5 La idea que lo femenino representa algún “estado inicial”, natural y fundamental, es también conocida. Extrañamente, aunque los biólogos emulan a los físicos, reduciendo los organismos en partes cada vez más pequeñas para investigar causas que preceden causas ad infinitum, están satisfechos generalmente aceptando la idea de que una dirección femenina de desarrollo ocurre pasivamente en la ausencia de instrucciones de las llamadas hormonas masculinas. ¿Cómo sucede esto? ¿Cuáles son los mecanismos? Los investigadores hacen estas preguntas acerca del desarrollo masculino (genéricamente referido como la diferenciación sexual), pero solamente unos pocos expresan interés en aplicar el mismo escrutinio al desarrollo de lo femenino. Este desequilibrio en los niveles de curiosidad intelectual se refleja en las etimologías de las palabras que nombran las hormonas sexuales: andrógeno viene del griego andros y el latín generare (hacer un varón), estrógeno del latín oestrus (moscardón o frenesí). De hecho, la palabra ginógeno, la cual sería el complemento etimológica y biológicamente correcto, no se encuentra en los relatos biológicos del desarrollo sexual (y ni siquiera en algún diccionario). Si examinamos cuidadosamente a la literatura biológica existente, podemos ver cómo podríamos construir una narrativa que trate la diferenciación sexual femenina como algo que requiere tanta investigación y explicación como la diferenciación sexual masculina. Podríamos empezar examinando los muchos estudios sobre el control hormonal del desarrollo sexual en los vertebrados de sangre fría. Algunos ejemplos: la adición de estrógeno al agua de ciertos peces XY (potencialmente machos) les causa desarrollar como hembras en lugar de machos; parecido a eso, la adición de estrógeno al agua de renacuajos anfibios antes y durante su metamorfosis en adultos da como resultado que todas las larvas expuestas se conviertan en hembras. Obviamente, tales investigaciones muestran evidencia de que las llamadas hormonas femeninas activamente ocasionan el desarrollo femenino; o sea, se portan como ginógenos. Pero los resultados de los estudios sobre los vertebrados de sangre fría normalmente se consideran inaplicables a los mamíferos. En raras ocasiones una publicación sobre el desarrollo de los mamíferos incluye una consideración del papel activo de las hormonas femeninas. El estrógeno y la progesterona (otra hormona femenina) no están ausentes durante el desarrollo femenino en los mamíferos. Además de la síntesis de estrógeno en el ovario fetal, todo el desarrollo sexual, masculino y femenino toma lugar en presencia de altas 6 concentraciones de hormonas femeninas producidas placentariamente, especialmente los estrógenos y las progesteronas. La ocurrencia de ese desarrollo sexual en un mar de hormonas placentarias femeninas es reconocido y visto como un “problema” para el desarrollo masculino. Una variedad de hipótesis han sido propuestas y experimentos llevados a cabo para explicar porqué el embrión masculino en desarrollo no es feminizado por las hormonas maternas. Aun así, el científico preocupado acerca del potencial efecto feminizador de las hormonas femeninas en el desarrollo masculino a menudo es el mismo que escribe que el desarrollo femenino no está regido por hormonas para nada, sino que es un evento que resulta de la falta de hormonas masculinas. Esta lógica desbalanceada requiere ambos, atención y una explicación. Lo que apenas he escrito es, por supuesto, una sobre simplificación. En algunas partes de la literatura científica la idea de un papel positivo para el estrógeno ha empezado a colarse. Esto es debido en parte al descubrimiento de que la testosterona puede ser convertida en estrógeno por ciertas células en el cuerpo. Y lo que por mucho tiempo se creía que era un efecto de la testosterona en el comportamiento masculino en animales roedores es, de hecho, causado por la conversión de la testosterona en estrógeno por células en el cerebro. Sin embargo, las asociaciones de masculino/presencia/activo y femenino/ausencia/pasivo, todavía gobierna nuestros conceptos de desarrollo humano e influencia el lenguaje usado para explicarlos en la literatura actual. Hay aun otro hecho científico-etimológico que debe ser examinado en el argumento del desarrollo masculino y femenino en los vertebrados. Es la designación de los ductos que transportan los gametos masculinos como mesonéfricos (en medio del riñón) y los femeninos como paramesonéfricos (a un lado del riñón). Tres tipos diferentes de riñones se han desarrollado durante la evolución de los vertebrados: El pronefros, el mesonefros y el metanefros. En los mamíferos el pronefros es un vestigio del embrión y completamente ausente en el adulto. El mesonefros funciona como un riñón en el embrión de algunos mamíferos y sus ductos llegan a ser parte del sistema de ductos gonadales post-embriónicos masculinos (esta conexión antigua entre el transporte de los gametos y la excreción de desperdicio es también vista en vertebrados tales como esos peces y anfibios en quienes los tubos renales son usados como transporte tanto de esperma como de orina al exterior.) El metanefros se vuelve el riñón funcional al nacer. En los mamíferos femeninos se desarrolló un juego separado de ductos (nombrados ductos paramesonéfricos) sin nada que ver con los riñones, diseñados aparentemente solo 7 para el transporte de huevecillos. El prefijo para tiene varios significados, incluyendo cerca, a un lado, adyacente, muy parecido, casi, más allá, remota o indirectamente relacionado con, defectuoso o en condición anormal y asociado con una capacidad de accesorio. El uso del prefijo es común en el lenguaje de la anatomía y ciertamente no restringido a las estructuras relacionadas con los órganos sexuales. Las glándulas suprarrenales, por ejemplo, son a veces conocidas como los paranefros por su localización arriba de los riñones, así que la designación de ductos paramesonéfricos por su posición en relación con los ductos en el macho (nótese que no tienen un nombre propio y separado como las adrenales) podría ser solo una casualidad. Sería más fácil sostener ese argumento si la literatura revelara más interés en ambos orígenes de esos ductos, el embriónico y el evolucionario. Pero falta conocimiento sobre ellos. La función cambiante de un órgano tal como el riñón embriónico es un bien conocido fenómeno evolucionario. Las extremidades frontales, por ejemplo, han evolucionado en alas, brazos, piernas y aletas. Huesos que forman parte de la mandíbula de los reptiles, en los mamíferos se han convertido en huesos receptores y transportadores de sonido en el oído interno. Por otra parte, la aparición de una estructura nueva es menos común y presenta un problema difícil de explicar para los biólogos evolucionarios. embriológicos y evolucionarios del Aun así, los orígenes ducto paramesonéfrico, el cual bien podría ser una estructura nueva ha sido estudiado muy poco; como un autor escribe “El origen filogenético de los ductos paramesonéfricos es otra vez obscuro” como en el caso del papel gobernante del estrógeno en el desarrollo femenino, nuestra falta de comprensión del origen y desarrollo del ducto paramesonéfrico representa un camino en la investigación no tomado. Las razones de esto son múltiples probablemente pero al menos, una de ellas debe ser que el camino para comprender estos ductos ha sido considerado un camino secundario próximo o lejano del camino principal que uno debe seguir para comprender el desarrollo masculino. Otro ejemplo de cómo el lenguaje científico revela una curiosidad unilateral se puede encontrar en la literatura sobre el estudio de la diferenciación sexual entre machos y hembras del cerebro de las ratas, el cual hasta muy recientemente ha girado alrededor de la idea que la testosterona provee un “efecto organizador” sobre la “tendencia intrínseca de desarrollar de acuerdo a un patrón femenino de estructura corporal y comportamiento”. (¿Implica esta fraseología que el cerebro femenino está desorganizado?) O considera el hecho de que las mutaciones afectando el metabolismo del andrógeno en humanos y otros mamíferos han sido extensivamente estudiadas y bien catalogadas, pero ninguna afectando el metabolismo 8 del estrógeno ha sido aislada. Autoras y autores han sugerido que debido a que la implantación en el útero es imposible sin el estrógeno, un óvulo afectado por una mutación que interfiere con el metabolismo del estrógeno no sobreviviría. En otras palabras, el metabolismo del estrógeno tal vez sea menos entendido que el metabolismo del andrógeno porque es esencial para la vida mamífera. Desde esta perspectiva, el enfoque en el papel de los andrógenos en el desarrollo sexual, aunque no mal colocado, ciertamente parece unilateral. Corregir el desequilibrio del estrógeno podría ser llevado a cabo con animales de laboratorio de unas formas que evitan el problema de la mortalidad. Sin embargo, parece que nuestra considerable ingenuidad científica y experimental no ha sido todavía dirigida hacia la resolución de este enigma en particular. Estos casos de la literatura biológica sugieren fuertemente que estos extensos paradigmas culturales acerca de la naturaleza de lo masculino y lo femenino han tenido un efecto considerable sobre la teoría biológica. El lenguaje usado para descubrir los “hechos” ha canalizado el pensamiento experimental por ciertas vías, dejando otras no solamente inexploradas sino inadvertidas. La construcción científica de la cultura La idea que los biólogos pueden construir la cultura puede ser tomada tanto literalmente como figurativamente. Consideremos, por ejemplo, la actual explosión de conocimiento y capacidad tecnológica que cae dentro de la categoría de la tecnología genética. La hormona del crecimiento, producida durante la niñez e importante para el desarrollo postnatal normal, era disponible solamente de una forma muy limitada hasta recientemente porque su fuente eran las glándulas pituitarias humanas purificadas. Por su precio y falta de disponibilidad, su uso en terapias fue limitado obligatoriamente a los niños quienes, por las insuficiencias de la hormona del crecimiento, no crecerían antes de la pubertad y así serían enanos adultos. Sin embargo, ahora la sección de DNA que es el código para la hormona del crecimiento ha sido clonado e insertado en una bacteria común que fácilmente puede ser cultivada en grandes cantidades. Como resultado de tales avances tecnológicos, grandes cantidades de la hormona del crecimiento estarán disponible comercialmente relativamente barata en un futuro muy cercano. ¿Cuáles son las consecuencias culturales de este “progreso”? En 1984 el Instituto Nacional de Salud y Desarrollo Infantil (NICHD) tuvo una conferencia sobre los usos potenciales de la hormona del crecimiento más fácilmente 9 disponible. Aunque varias cuestiones interesantes surgieron durante la conferencia, me voy a enfocar en solamente una -lo que yo llamo un intento para redefinir la normalidad- en este caso, con respecto a la estatura. Todos sabemos que los humanos tienen variedad de estaturas. No hay dos clases, alto y bajo, sino un rango continuo, en los extremos del cual tenemos enanos y gigantes, gente tan lejos de la estatura promedio que pocas cosas en el mundo están diseñados para ellos. Las perchas para los abrigos están o muy altas o muy bajas. También las llaves de agua. Y el encontrar ropa apropiada fabricada en gran escala es imposible. Hay varias clases de enanismo y gigantismo, algunas de las cuales resultan de la producción excesiva o insuficiente de ciertas hormonas. La pregunta es, ¿hasta qué punto consideramos tales estados como médicamente anormales? ¿Hasta qué punto en la continuidad de las diferencias de estatura tenemos una enfermedad que se necesita curar? Podríamos estar de acuerdo que adultos de un metro o de dos metros y medio de altura hubieran tenido una vida más placentera si hubieran sido tratado en su niñez para llevarlos que alcanzaran un rango de estatura normal. Sin embargo, en vez de tratar esta cuestión, los miembros de la conferencia de NICHD se enfocaron en definir una nueva enfermedad que no son ni el enanismo ni el gigantismo sino lo que ellos llamaron “estatura baja”. “Los conferencistas estuvieron de acuerdo... que el sufrimiento emocional y falta de oportunidades de participar completamente en la sociedad para las personas bajas requieren de más estudio e intervención”. También llegaron al consenso que hay una necesidad urgente de pruebas terapéuticas para determinar el efecto de la hormona del crecimiento en niños bajos “quienes no tienen una deficiencia de la hormona del crecimiento”. Como resultado de la definición de los participantes en la conferencia de esta nueva categoría de anormalidad biológica, pronto habrá un tratamiento disponible para la altura baja -un tratamiento que de otra manera hubiera tenido una demanda más bien pequeña. Tal redefinición de la normalidad biológica, especialmente cuando tiene que ver con aumentar el mercado potencial de una droga en particular, no es nueva. Por ejemplo, es una práctica poco conocida pero bastante extendida para los médicos particulares recetar hormonas para niñas más altas que el promedio, quienes expresan la preocupación de que podrían crecer “demasiado para una mujer”. El tratamiento de hormonas las lleva a una pubertad temprana, la cual hace que paren de crecer y entonces se mantienen dentro del rango de la altura “normal” para una mujer. Aquí, las perspectivas sociales acerca de la altura apropiada para una mujer llevan a una intervención médica en el crecimiento para mantener la altura física femenina dentro de la norma socialmente establecida. Esta norma 10 está basada en parte en una antigua observación biológica: ignora el hecho de que las poblaciones actuales bien nutridas europeas occidentales y norteamericanas son más altas que las generaciones pasadas. La norma biológica que ha influido la norma social está cambiando, mientras que la norma social -por lo menos para las mujeres- juega un papel en el intento de prevenir más cambios biológicos. Así como los valores y creencias biológicos dieron forma a las observaciones de Spallanzani e influyeron las percepciones de los científicos de lo que era importante investigar en el desarrollo masculino/femenino, también la teoría biológica influye las normas culturales. El gran alcance de este impacto de tales influencias puede ser visto en la afirmación que los hombres son biológicamente más competentes con la visualización espacial, y por consiguiente, en habilidades matemáticas, que las mujeres. En los Estados Unidos, las diferencias supuestamente sexuales en habilidad matemática son mencionadas frecuentemente como una explicación para el porcentaje relativamente pequeño de mujeres que trabajan como matemáticos, ingenieros, físicos y arquitectos (no todos los países europeos tienen el mismo desequilibrado porcentaje de empleo en referencia al género). La aserción que las diferencias en habilidad matemática están basadas biológicamente ha tenido un efecto bien documentado sobre nuestro sistema educacional entero. En lugar de cubrir una literatura grande, complicada y bien revisada acerca de este tema, continuaré enfocada en mi tema de estudio discutiendo el volumen de 1984 de Progress in Brain Research (El progreso de la investigación cerebral), un libro dedicado enteramente al tema de las diferencias sexuales en el cerebro. El alcance de este libro es evidente en su índice. Un artículo sobre las diferencias sexuales del metabolismo de la testosterona en la codorniz japonesa está junto con artículos sobre las diferencias sexuales en el cerebro de las ratas, las aves cantadoras, los monos talapoines, las marmotas y al último en orden pero definitivamente no menos importante, los humanos. Algunos artículos se intercalan entre las especies; por ejemplo, “La organización hormonal de las diferencias sexuales en las peleas de juego y el comportamiento espacial” tiene dos párrafos sobre monos resus, seguido por cuatro sobre los humanos, uno sobre humanos y monos, uno sobre monos y ratas y cinco sobre las ratas solamente. El volumen se caracteriza por el uso de evidencia sacado de estudios de una especie para formular proyecciones o aplicaciones para otras especies. Datos obtenidos sobre muchas diferentes especies son usados como si aplicaran a humanos sin reconocer la teorización involucrada al hacerlo. Entonces, las teorías basadas sobre estudios de ratas postulando una influencia 11 organizadora de testosterona en el cerebro son directamente o por implicación aplicadas a humanos también. Aun así, cualquier bien anatomista comparativo hablando con un bien entrenado ecologista haría un rápido reconocimiento de las diferencias enormes en la complejidad del cerebro y la capacidad de aprendizaje-y en las relaciones entre las concentraciones de hormonas y comportamientos en particular-que existen a través del espectro filogenético. El impacto de este libro y de tal mezcla entre las especies es difícil de evaluar por la calidad variable de los artículos. En el mismo volumen hay artículos que refutan el papel organizacional de la testosterona en el cerebro y artículos que asumen la verdad de la hipótesis organizadora. El científico positivista argumentaría que esta situación refleja simplemente que la marcha del proceso científico: los pros y los contras de una teoría son abiertamente debatidos y al final la verdad prevalecerá. En algunos niveles este proceso de debate científico funciona en este volumen pero por lo general lo que uno ve es simplemente un mosaico de proposiciones. Perspectivas contrarias sobre las diferencias sexuales en el cerebro aparecen lado a lado ilustrando un patrón amplio de vistas acerca de los papeles masculino y femenino en nuestra cultura. Un artículo titulado ”Las diferencias sexuales en las habilidades matemáticas” por ejemplo, pretende el proveernos con un relato balanceado de teorías sociales y biológicas sobre el origen de tales diferencias y concluye que una combinación de ambos factores sociales y biológicos causan las diferencias sexuales en habilidad matemática. Los autores están conduciendo un estudio longitudinal de gente joven quienes han sido identificados como poseedores de un inusual talento matemático. Su más o menos grande muestra de jóvenes consiste en aproximadamente 40% niñas. Su descubrimiento bastante publicado es que entre estos jóvenes quienes están entre el 5% de los mejores en sus respectivos salones en términos de su habilidad matemática, más niños que niñas sacan calificaciones en los rangos más altos (arriba de 700) en exámenes de aptitud escolar. Porque la mayoría de estos niños han tenido el mismo número y tipo de cursos matemáticos en la escuela, los autores concluyen que las diferencias observadas en el desempeño en los exámenes muy bien pueden ser debidas a una innata diferencia biológica, una que ellos sugieren está conectada a los diferentes niveles de exposición pre-natal a la testosterona en hombre y mujeres. En respuesta a la pregunta sobre las consecuencias de su trabajo en la educación de ciencias y matemáticas para mujeres jóvenes los autores responden con la siguiente contestación ambigua: 12 Hay muchos más hombres que mujeres quienes pueden razonar extremadamente bien matemáticamente. Esto es información de grupo... y no puede ser usada para aconsejar a ninguna persona individualmente. Nuestra información, de cualquier manera, nos dice que muchos más niños que niñas tendrán éxito en su búsqueda de títulos o carreras en ciencias cuantitativamente orientadas. Las inconsistencias en la lógica de esta afirmación son problemáticos por un número de razones. No la menor de los cuales es la proyección del autor del éxito potencial en la universidad y negocios como si los resultados de exámenes fueran las únicas determinantes de progreso profesional de uno. En cuanto a esto, los autores exaltan mucha de su información enseñando desempeño más alto de hombre que de mujeres en los exámenes de aptitud matemática en preparatoria, pero se olvidan sin discutir el hecho de que el mismo grupo de mujeres estudiantes obtienen calificaciones más altas en sus cursos de matemáticas. La consideración de la calidad de la educación en matemáticas y las ciencias y su influencia en el grado y patrones de carrera de hombres y mujeres jóvenes está peculiarmente ausente en la discusión, una ausencia, que yo creo, viene de una dependencia en la “información científica” del tipo presentado en el volumen, información que está despegada de los contextos políticos y sociales en los cuales la investigación tuvo lugar. Conceptos científicos dispersos son frecuentemente usados para tomar decisiones sociales de largo alcance sobre cosas como la estructura de nuestro sistema educacional. Los puntos de vista de los autores del artículo sobre la habilidad matemática continúan recibiendo amplia publicidad. Un ejemplo reciente es una historia UPI sobre un documento llevado por la Doctora Camila Benbow a los encuentros nacionales de la Asociación Americana para los Avances de la Ciencia. Periódicos y noticiarios de la televisión nacional reportaron sus especulaciones de una conexión entre la testosterona, la especialización hemisférica del cerebro y los supuestos talentos superiores del razonamiento matemático masculino. La pobreza intelectual de este punto de vista ha sido bien demostrada en una variedad de foros. Un estudio recientemente publicado sugiere los efectos dañinos de tal publicidad en las mujeres adolescentes demostrando que la confianza de los padres en la habilidad matemática de sus hijas fue significativamente alterada por las implicaciones de un artículo anterior por Benbow y Stanley que recibió atención nacional. La afirmación de la existencia de incapacidades femeninas basadas biológicamente puede influenciar a las niñas a limitar sus horizontes. No solamente la puerta al estudio matemático debe estar abierta a las mujeres pero el camino que lleva a ella debe ser limpiado de obstáculos, 13 algunos de los cuales vienen en la forma de investigaciones científicas unilaterales e influenciadas por el género. En el volumen de 1984 de Progress in Brain Research (El progreso en la investigación del cerebro) la interconexión de un amplio rango de estudios animales (algunos de los cuales están muy bien hechos, proveyendo resultados claros de experimentos llevados bajo condiciones de laboratorio cuidadosamente controladas y definidas) con estudios sobre humanos (los cuales son generalmente hechos pobremente y fuera de contexto social) le da poca credibilidad y garantía a este último trabajo. Irónicamente, los mejores aspectos del proceso científico –el examen y reformulación de hipótesis- aquí le dan una clase de apoyo moral a los peores aspectos -los saltos de lógica no garantizados, basados en el razonamiento de información extraída de especies muy diferentes, la asimilación no consciente de la ideología cultural en teoría científica y el diseño y análisis de estudios en sujetos humanos sin el reconocimiento u observación de teorías y marcos culturales. Conclusión ¿Qué debemos de concluir acerca de la función social de la ciencia, y sobre la ciencia como una actividad intelectual? Escritos bastante recientes sobre la ciencia han involucrado un tipo de pensamiento lineal unidireccional: la función social de la ciencia está presentada ya sea como buena o mala; la ciencia es tomada como totalmente objetiva o completamente parcial, una forma de pregunta a través de la cual el conocimiento progresivo puede ser ganado o una forma de pregunta formada por la cultura en la cual ha crecido. En lugar, la relación entre la actividad de los científicos, sus actitudes culturales, las teorías que generan y sus efectos en la biología humana y las instituciones sociales son no lineales y multidireccionales. Lo mismo es verdad de las reflexiones sobre el proceso científico. Las actividades de los científicos son auto-engañosas y auto-correctivas, al mismo tiempo son potencialmente progresivas y reactivas. Lo que nosotros debemos hacer al escribir sobre ellas es transportarnos en vaivén por los hilos del significado para obtener una comprensión más compleja y precisa de los procesos involucrados. 14