ONFERENCIA POR EL :ILMO. SR. • DON FRANCISCO SINTES OBRADOR DIRECTOR GRAL. DE ARCHIVOS Y BIBLIOTECAS «Estampas militares de los manuscritos del Milenio» «Entre la flecha y la espada» E1 dfa primero de julio próximo pasado, como clausura de curao de las conferencias celebradas en el Centro de Lectura, prestigió nuestra tribuna el Ilmo. Sr. D. Francisco Sintes Obtsdor, Socio de Honor de Ia Entidad. La conferencia tuvO lugar en el Salón de Àctos, asistiendo numerosa concurrencia, entre Ia cuaI figuraban los Excmos. Sres. D. José GortzálezSama, Gobernador Civil de 1&. Provincia; D. Enrique Guasch, Presídente de la Diputación Provincial D. Juan Bertrán, Àlcalde de la ciudad y sefiores Pre.. sidentes y representantes de Entidades Culturales y Económicas de Reus, El acto ftzé prologado por unas breves palabras del Sr. Presidente del Centro de Lectnra D. Enrlque Aguadé Parés Ilmo. Sefior, estiznados socios: de Honor y de núrnero. Bien sabéis que Siempre cedo el honor de presentar a los conferenciantes que desfilan por esta tribuna a los presidentes de lss Secciones, pues creo que en su deber están. Peto permitidme que ho y haga una excepción y que tecabe para mí el honor de presenta.. ros al Sefior D. Francisco Sintes Obrador, Director General de Àrchivos y Bibliotecas y Socio de Honor de este Centro de Lectura. Mucho podría decjros de su labor al frente de Ia Dirección General, pero llevamos un retrsso en el programa de actos y esto alargaría demasiado el preámbulo de esta conferencia. Sólo voy a signiflcar que, gracias & él, graciss a su jntervención, gracias a su iniciativa, el Ministro de Educación Nacional, nos ediflcará D. M. esos closcietttos metros cuadrados de terreno que están situados precisamente a espaldas nuestras, detrás de este Salón. Ratiflquemos nuestro agradecizniento en un aplauso, a nuestro conferenciante de hoy, ya que se lo tributamos en Reunión General Extraordinaria, en la cttal él no estaba presente, y que sea mayor ahora que ha eenido exprofeso a Reus para dar esta conferencja, en prueba de que nos quiers, que quiere a nuestro Centro de Lectura y que estima nuestra labor. Muchas gracias Ilrno. Sefior, eI Centro de Lectura estará siempre, incondicionalmente, a vuestra disposición, a Ia del Excmo. Sr. Mjnistto de Educación Nacional y a Ias 6rdenes de S. E. el Jefe de Estado. llmo. Sr. Don Francisco Sintes Obrador. Creo qtte si yo dijera unas palabras sobre la personalidad de vuestro Ilustre Presidente sería un empeflo tari arduo y tan inútil como si pretendiera descubriros el Medíterráneo. Conociéndole como le conocéis mejor que yo, ya sabéis cual es su enorme capacidad de amistad. Por lo tanto, no cabe duda que sabréís poner el coeficíente debido a las palabras que me ha dedicado y saber que todo ello se debe a esa gran capacidad cle amistad que le distíngue. Todo lo bueno de esta noche es suyo y lo malo me correspondea mí. Tengo que agradeceros que con una tarde como hoy, lluviosa, destemplada para el tiempo en que estamos, hayáis tenido el valor de venir hasta aquí. Os agradezco infinito esta prueba de afecto y pido a Dios que esta amistad continue una vez que me hayáis escuchado. sta conferencia de hoy forma parte del trabajo bastante más extenso iníciado cor motivo de la Exposición Histórica del Libro Espafiol, llamada en Madrjd «Un milenio del libro espafiol», realizada con motivo del primer Congreso Ibero-Àmericano-Filipjno de Archivos, Bibliotecas y Propíedades intelectuales. Con este motivo hubo dos series de trabajos; unos en los cuales se estudiaba el libro bibliológica o bibliográficamente, considerado desde el lado de la bibliología o bibliografía y otro en que se estudiaba el libro desde el credo de la vida; y se estudiaban por consiguíente las distin-. tas manifestaciones vitales cuyo transcurso se podría seguir históricam ente, precisamente, a través del libro. Y así vimos el estilo de vida de la Sociedad espafiola a través de estos mil aflos, a través de distintos textos dei Iibro. Vi- mos la misica a través del libro, íimos la medicina á través del libro y ese estudio de hoy forma parte de otro más extenso en el cual se estaba viendo también la guerra. E1 aspecto de la actividad militar del hombre a través del libro, es decir, documentado única y exclusivamente con libros que figuraban en la Exposición del Milenio. Hoy vamos a ver una pequefia parte de este aspecto que corresponde al período que va desde el siglo X al siglo xIv. Es evidente que la guerra no sólo como actividad, sino como problema intelectual, filosófico y de justícia, viene a ocupar un lugar de primera importancía en la actividad del hombre y suscita en torno a si mismo una división de opiniones o guerra de ideas entre sus panegiristas y sus detractores. Los panegiristas enlazan su pensamiento con ios pensadores griegos y romanos desde Àristóteles a Horacio y Cicerón. En este grupo encontramos las apologías de la guerra realizadas por habituales paciflstas como Kant y Espinosa, al apologetivísmo apasionado de Hégel y otros. Frente & ellos una corriente de pacïfistas alentada fundamentalmente desde el humanitarismo renacentista a los economistas etimonónicos y los optimistas fundados en una suerte de beateria del progreso, a los violentos ataques volteríanos basados en un caricaturesco sentido del absurdo hábilmente extremado. Sostienen unos y otros, las más importantes posiciones dialécticas en esta guerra intelectual que Ia prensa física ha pr3vocadO, míentras ella misma aparentemente insensible a todo ese torbellino de palabras a su entorno y por su causa derramada, continúa exigiendo del hombre un tributo cada vez mayor en elementos técnicos, en disponibilidades económicas, en reservas espirituales y en el holocausto incesante de vidas humanas. Sería imposible que una actívidad tan ligada a las fuentes eternas de donde mana misteriosamente eI manantial de la vida y de la muerte, tan indiscutiblemente unida al concepto humano de lo sacro,a los más antiguos ritos relígiosos y sacrificiales, a los orígenes de todas las religiones documentalmente visibles y co.mproba- bles, dsde Ias teoIQgías, y mitologías primitivas al pensamíento de los más importantes teólogos católicos y a las disputas intelectuales de ios más eminentes creadores y difusores del pensamiento filosófico de todos ios tiempos, que una actividad que permanece en todo su grandioso y trágico valor, como si fuera insensible a las mutaciones que en su entorno se producen, viene ia ordenación económica y social, viene ia estructura técnica y política de las sociedades humanas. Una actividad en definitiva consubstancial con la vída misma no hubiese tenido un reflejo y una abundante proyección en los libros, esos mudos, pero inexorables testigos de la vjda. Uno de los aspectos de esta activídad quisiéramos ver hoy, no reducida a una fría ordenacíón bibliográfica, sino además en cuanto tiene el libro de obra de arte, ya que el arte es el más apropiado refiejo de cualquier realidad y el más cercano a su propia identidad substancial. Los que dicen que eI arte imita a la naturaleza no lo conocen. Imitan la creacíón, si por creación se entíende eI acto mjsmo de crear, reproduciendo eI movimiento del creador, para hacer como El, cifiiéndose a semejarse al Verbo. La razón de semejante independencia metafísica del arte estuvo en que re.sponde exclusivamente a la belleza, la cual a su vez constituye, no una servídumbre respecto del ser, sino una de sus propiedades fundamentales. Habla de la doble imitación al referirse al aspecto concreto de la guerra en relación con el arte y el libro, diciendo que el campo es tan extenso que exige una nueva parcelació.n para afrontar su conocimiento. Por razones de técnïca procede como si dijéramos de fuera & dentro, es decir, de usar aquellos ejemplares en que texto e ilustración intencional y expositivamente forman una sola unidad, de tal manera que no se sabe si considerar la pintura como ilustración del texto o se debe en muchas ocasiones a la tentación de considerar inversamente el texto como ilustracíón del dibujo o de la pintura aquellos otros en que el dibujo es ilustración o representa menos aún eii la economía vital del libro. No. es posible .dar igual tratamiento a unos y a otros, ya que no disponemos de tiempo suficiente. Un estrícto sentido de justicia exige un trato desigual para materias de valor intrínsecamente también de valor desiguai. Nos limitaremos a las escenas mílitares de ios manuscritos. Deben ocupar un lugar cronológjcamente primario y destacadamente distinto 1os Beatos. Me límitaré a. mostrar primero el tema de los Cuatro Jinetes del Àpocalipsis en ios Beatos de Burgo de Osma y del Líbano. Es el de la defensa de ia ciudad de Jerusalén y de los Beatos del Líbano, Barcala y Gerona y de diferentes escenas de guerreros aptos para un estudio minucioso de armas. Nada como el capítulo, «En vísperas de guerra» de las estampas de la vida en León durante el siglo X para evocarnos a los coetáneos de esos guerreros. Evoca a 1a ciudad de León en vísperas de la gran aceifa contra ios sarracenos emprendida por el Rey de León Ordofio hijo de Ramiro. La Espafia cristiana después de su reclusión en 1os riscos y en las montaflas flortefias como consecuencia de Ia rota de Vitiza, La Crónica de San Pedro Pascual, libro contra la secta de Mahomed, de 1298 dice que Dios, considerando suflcientemente castigados los pecados del pueblo cristiano permitió el increible triunfo de ios pocos hombres de Pelayo sobre la gran huesta de Àlkamah conquistador de Àsturias y vencido en Covadonga. Una fase intermedia de esa recuperación, constituído ya con el sello de una primacía hegemónica el reino de León y anciano el Califa de Córdoba, pero lo suficientemente fuerte y guarnecido en sus plazas de armas, como para no permitir esperanzas de conquistag territoriales en Ordofío, es cuando las vísperas de guerra de León sorprenden a éste en los preparativog de una empresa guerrera que tiene ei dobie objetivo militar de prevenir por un Iado una expedición análoga de ios musulmanes en el valle del Duero y por otro el de llevar un rico botín de guerra. Por ello Ordofio ha citado en Àgtorga a 1os Condes y Potestades de Galicia y & los de León, Àsturias y Castilla en , Ia capital de. sus Estados. D esde eI día tercero de las nonas llegan a las oril]as del Torio y del Bernesga, a cada hora, 1os magorinos, potestades y comicios de esas diversas tierras. Con ellos vienen los infantones, los caballeros villanos y los peones de sus condados, adornados con el privilegio de inmunidad, pero no eximidos de acudir al Condestabie. Estos son los protagonistas. de esta epopeya espléndida de nuestra P.econquista. Por lo que respecta a su armamento, el mismo que los Beatos sirve para armar a los hábi1e. guereros, a los iuchadores contra la hidra de las siete cabezas, y & 1os defensores y atacantes de Jerusalén. S e engarzan deprisa los cabalios, se arman 10s caballeros sus lórigas de cuero y sus agudog yelmos. Empufía cada uno su ancha espada o su robusta lanza, toman sus armas los arqueros, se cargan ios polljnos y se agrupan por último 1os varios ases de las diversas huestes. Ordofio madruga con el día, se arma su lóriga de cuero, cuya capucha cubierta por el yelmo defiende su cabeza y oculta su armadura bajo un amplio sobretodo. Toma su espada en cruz y se encomienda al Dios hombre y embrazando su escudo abandona su campo. Del siglo XII es la Bibiia llamada cle Avila, en pergamino, ilustrada con pinturas muy espafiolas del arte de 1os Beatos de Líbano. Describe la pintura de varios foljos de dicha Biblia. Las lórigas del siglo XI y tal como se usaban en Castilla (dice eI Tte. Coronel Semper en su breve resumen de las armas usadas en la Edad Media), están formadas por una malla de aniilos sobre una túnica de cuero, formando parte de ella la capellína que se unía al barbote protector del cuello. La túnica era abjerta hasta la altura del vientre para facilitar los movimientos y para montar a caballo. E1 casco es cónjco con nasal y 1os escudos eran de dos ciases, circular de no muy grande diámetro y el otro de forma ojivai invertida y de gran dimensión. Todo ese largo proceso de evolución que preside los medios de ofensa y de defànsa, encuentra la dinámíca de t ley debida en la necesidad de romper y restablecer sucesivamente su equilibrio relativo. Àdvertimos aquí un importante progreso en ios medios defensivos. Las lórigas llegaron a una gran perfección en el siglo XI con las de aníllos perfilados que formaban una verdadera tela en forma tal que la punta de la espada no las podía penetrar. Claro progreso defensivo sobre 1os rnedio g de acción ofensiva, al que corresponde una readaptación de estos, para rellenar el desnivel producido y así se inventó en Àlemania una especie de daga en forma de punzón de acero endurecido para el combate cuerpo a cuerpo, y que motiva en el siglo XX la creacíón de las divisiones con una mísión análoga en el campo de la Iucha táctica y aun estratégica en ei campo de las grandes unidades. En el siglo XI esta necesidad produce nuevas consecuencias. Se buscará la rotura de los medios defensivos, especiaimente las lórigas, no sólo pinchándolas, sino también por percusión golpeándolas. Como consecuencia las espadas se hicieron más pesadas y más largas y su objeto era romper las mallas golpeándolas y a ser posible partir ios cascos. Lo mismo el poena del Cid que las crónicas tanto cristianas como árabes hablan de egpadas tajadoras, además de dulces y mal templadas; y Ios arqueólogos franceses de espadas de dos manos o mandobles, que cuando no herían cle fllo se doblaban y entonces se colocaba un hombre sobre la hoja para estírarla y volver a golpear. Estas casi siempre se usaban para rechazar los asaltos hechos por escalonamiento. .À. este úitimo tipo pertenece el mandoble con que aparece Don Carlos de Àragón, Príncipe de Viana y luego lugarteniente en Catalufía, en el libro en vitela «Cartas a los Reyes de Àragón, Castilla y Portugal», muy interesante por considerarse como una de las influencias borgofias en Espafía. De ia misma fuente cle donde brotaron las cántigas, y como continuación de ia tradición devota del reinado de Àifonso X, en el de su hijo Sancho Iv, la obra «Castig os e documentos para bien vivir» que Don Sancho IV de Castílla dió a. su hijo, se enGuentra la narración de muchos hechos miiagrosos, algunos similares a 1os de las propias «Cnátigas» explicados en León en loor a la Virgen y para ejemplo y iección de ia vida. La protección de las cabezas es en general superior a los casos expuestos y todas las armas ofensivas son de punzón iargas, según la Biblia de Àlba, ejemplar de excepcional valor e interés perteneciente a la casa ducal de Àlba, que contiene 334 rniniaturas (seis a página entera) pintadas por diversos artistas con estilo muy castellano. Fué encargada por ei maestro de Caiatrava, Don Luis de Guzmán ai Rabí de Guadaiajara, que concluyó su trabajo en Maqueda a 1os dos días del mes de Julio del aflo dei Sefíor, i43o. Y por lo que se reflere al casco si importante era ese factor en la época a que se reflere el texto, originando como claramente se deduce de él, uno de 1os màs ímportantes motivos dei vencimiento de Sodoma y Gomorra, mucho más lo es en la época de esa Biblia. Las lórigas ligeras al principio, fueron compiicándose cada vez más para responder a la crecíente protección que se les pedía y se transformaron flnalmente en las pesadas armaduras. Igual evolucíón sufrieron los cubre-cabezas de los Capiellos primítivos a los pesados yelmos que además dificultaban una perfecta visibilidad Las armas ofensi-. vas desde las ligeras espadas del principio hasta ias pesadas lanzas de combate y los mandobles. Lo mismo, la protección creciente de las cabaigaduras que acabaron convírtiendo a caballero, cabaiio y lanza, en un todo único y rígido, en una especie de fortaleza galopante, tan capaz para eIl choque, cuanto incapaz para las maniobras. S e refiere uno de Ios capítulos a la marcha de los mongoles hacia Oriente. Núflez de Vélez, Rey de Hungría, ordena que nadie salga a combatir. E1 Obispo, de temperamento guerrero, desobedece y sale con sus jirietes protegidos con pesadas armaduras a combatir a los infleies que buscan forrajes en terreno limítrofe. Los cristianos arremeten contra 1os jinetes extraflos y estos se retiran al parecer amedrantados, siendo persegui- ds iatrza.ei ristre y protto se encu.entran arrollàdos en las ciénagas por donde huyen 1os mongoles. Mientras los cristianos hacen esfuerzos para salir de los pantanos caen bajo las certeras flechas del adversario; sóio tres regresan, incluyendo al Obispo; el resto rnuere en ios pantanos. Como reflejo de las concepcio.nes dïstíntas de la vida, que aún hoy se encuentran perfectamente diferenciables a cada paso, las clos tácticas guerreras que se enfrentaron en ios pantanos de Pest y que motivaron tal descalabro de ios caballeros cristianos frente a los Mongoles, se repiten siempre que estòs dos conceptos se encuentran frente a frente. En sucesivas batallas la táctica mongólica fué la rnisma; usar de la movilidad de tal rnanera que la impulsíón de la masa bizantina, no encontraba un frente denso contra el que chocar y percutir hundiéndolo sino que se diluía en el vacío producido por un enemigo más móvil y de esta forma podía repetir hasta lo infinito su maniobra de hacer caer en el vacío el golpe del adversario apartándose hábilmente de él, no sin infIingirle el mayor dafio posible hasta dejarlo extenuado. Esta ha sido siernpre la forma como Oriente se ha defendido de los golpes de Occidente, haciéndolos caer en el vacío. E1 vacío io opuso el Zar Àlejandro a la desastrosa aventura napoleónica. Y el vacío y la tierra calcinada que, en otra forma más cruel, pero equivalente de vacío, opuso Stalin a las divisiones de Hitler. Surgió la primera cruzada, la que Ia Santidad del Papa Urbano 11 predicara en el corazón mismo del Occidente ei 8 de roviembre de t095, diez aflos después que la cristiandad hispánica reconquistara Toledo de ios rnusulmanes. Esta concepción no sólo de la táctíca, sino fundamentalmente de la vida, podría resumirse en las siguientes palabras: «Es sobre la bravura que se cimienta Europa; sus símbolos son la lanza y la espada y no como en Asia el arco y la flecha». Y más adelante por un desarrollo posterior de esta idea, se djce, de que en Europa ei combate es una lucha del hombre con el hombre, más que un conf1icto ¿eun cerebro contr..otro eerebro,..y se afirma «de una par.te la revisión de la espada y de la otra la política del arma ». La aristocracia y la democracia. E1 castillo y la villa. El soldado y el artesano. El sacerdote y el político y aún se podrían encontrar otras muchas asociacjones de ideas antinómicas rebuscandó en todos ios valores moráles que el arco y la espada han hecho nacer poco a poco. Este concepto de la vida militar y aún de Ia misma vida es el que va a llegar a Constantinopla con los caballeros de las Cruzadas. Todavía late en él el temor que inspiraron a los griegos los jinetes persas. Desde entonces, 9 de agosto del 378, puede decirse que aún ios romanos tan partidarios del combate a pie se inciinaron por Ia caballería que se convierte en el arrna dominante hasta ei extremo de que ya en el afio 451 1os infantes asistieron corno espectadores a una batalla que decidieron por entero lanceros y arqueros arrnados. De esta época data ia preponderancia de la caballería. La iglesia hizo una importante tentativa para limitar ei empleo de las armas arrojádizas, especialmente la ballesta. Àsí, en 1139, el segundo Concjlio de Letrán prohibió su empleo, salvo contra los infieles. Los caballeros franceses montados siempre que estuvieran lo suficientemente apoyados por la infantería estaban seguros de la victoria contra los arqueros rnusulmanes ligeramente armados y montados. À1 principio, en los primeros encuentros, la carga en línea de los cruzados con sus caballeros pesadamente armados era aplastante. Pero esa carga necesitaba apoyo en la infantería para cubrir una retiracla o para aflrmar un avance. Y cuando tal apoyo no bastaba ios caballeros podían verse arrollados por la contraofensiva de la caballería más ligeramente armada y mucho más ligeramente montada. Fué la creciente deflciencia de sólida infantería occidental en Siria lo que perdió Ias cruzadas. Àsí fué como terminó una fase importante de esa lucha pernanente entre la religión de la espada y la política del arco.. Lanza y espada fueron las a.rn.as cristianas de la I Crrizada. Lanza y espada siguieron siendo las armas de la IIICruzada. Análogamente el sable ligero y el arco y la flecha fueron manejados en los últimos como en 1os primeros combates por los turcos montados. Más de un tratadista ha dicho que desde el punto de vjsta de la evolución del armamento y del arte de la guerra las cruzadas pudieran muy bien no haber existido. En cambio en el perfeccion amiento de la fortifica ción tuvieron gran importancia hasta el extremo de que el castillo sirio en la forma que le dieron las Cruzadas, es considerado como el origen de la nueva estructura que los castillos tomaron en Occidente. En el Otro extremo de este gran arco extendido sobre el Mediterráneo, Espafía mantenía la defensa de la puerta occidental de la cristiandad. E1 terreno en el cual se desarrollaba esta lucha continua es el que se extïende al Sur de los Pirineos. Allí la cristiandad rechaza gradrialmente al musulmán; allí la nueva caballería de Europa, Ia nrieva concepción de una nobleza armada y montada, dió sus prriebas experimentales; drira prueba y contribución & la cultura de Occidente que este no ha retribuído todavía a Espafía. Desde el punto de vista militar las características de la táctíca musulmana siguen siendo las que hemos visto. El Cíd debió aprender de eilo en su estancia de 6 afíos en Zaragoza, aparte de que en Valencia se hacía leer por los poetas y escritores arabes el sistema africano. De ahí su pericia en las batallas que le dió la victoria casi síempre. El contacto con los musulmanes debió familiarizar a los hispanos con esa montura a la gineta. Con el incremento de la defensa del caballero se extiende también la cobertura del caballo con corazas así como con ricas telas. También 1os árabes usaban el cubrir ias monturas con telas o pafíos bordados. Desde el siglo xII se g eneraliza la costumbre de poner sobre las lórigas de 1os cabalios las gualdrapas llamadas coberturas o fparamentos. Hubo otra más flna en donde están estampadas las armas del driefío. La crónica del Condestable Do Àlvaro de Luna nps informa so bre el lujo y aparato con que se hacía la guerra en Castilla en el afío i445. Habla de los caballeros mancebos de la casa del Condestable que iban ricamente guarnecidos y llevaban diversas divisas pintadas en las cubiertas de ios caballos y otras joyas de sus amigos sobre la celada. Estamos en plena apoteosis de la caballería, que despliega en esos símbolos externos como la explosión músical de una sinfonía toda la cromática variedad de su exaltada imaginación. Durante la sangrienta y prolongada Iucha que sostuvo Don Pedro de Castilla, contra su hermano, en el siglo XIV y a la cual concurrieron como auxiliares de ambos beligerantes franceses e ingleses, llegaron al último punto del adelanto. E1 libro en vitela de las genealogías de 1os Reyes de Espafía, de Àlfonso de Cartagena, que abarca desde Àtalarico hasta Enrique IV, con ilustraciones abundantes en orla, cartelas, medallones, emblemas, escudos e inscripciones, nos muestra un Fernán Gonzáles y Rodrigo de Diana en actjtud de torneo. El Sr. Tormo atribuyó las pinturas a Diego de Àrroyo, pintor de Carlos V. Las armas que reviste el jinete pesan 565 kilos y las del caballo, 58S kilos en total ii5 kílos, afíádese a ello el peso del jinete y tendremos que el caballo tenía que soportar cerca de 200 kilos. Ello determinó, bien por la fatiga de los caballos, ya porque el sueio no fuera bastante resistente, que los caballeros tomaron la costumbre de combatir a pie, pero siempre lo hicieron como tales caballeros, es decir, que su carácter no revistió jamás las características de la infantería. Àún hubo un momento anterior en la evolución de la caballería, de mayor confusión y dïflcultad de movimientos que esta época de la caballería blanca. Fué todo el largo período en que se inició el empleo de las armaduras de placas o chapas. À1 flnal del siglo XII y hasta que esa armadura progresara en forma suficiente, el uso de la doble armadura o sea chapa sobre malla, fué general. Esta doble armadura llegó a ser tan pesada que los caballeros de Carïo d- .Anju pudieron desarmar a los gibelinos extenuados. E1 caballero tiene que abdicar de su condición echando pie a tierra, y desde que usó de la ballesta, ]os cirníentos de la caballería se tambalean. Empiezan a crecer en Europa Ias milicias locales. Espaía se había anticipado mucho en este aspecto. En la batalla del 26 de agósto de 1346 no son sóio dos ejércitos ios que se enfrentan, sino dos conceptos de la guerra. E1 ejército francés representa la tradición feudal .y frente a él, el ejército inglés a las órdenes de Eduardo 111, es ya lo que pudiéramos llarnar un ejército semínacionai. Se demostró técnícarnente que el empleo del arco y de un sistema defensivo, es superior al sirnple choque, pero sobre todo se inicia una especie de democratización de la guerra que bien pronto dará al traste con la caballería. La pica y el arco dieron fin a la Era de la caballería. El feudalismo no sólo había perdido su utilidad, sino también su ideal. No faltaba más para decidir la suerte final del caballero batido ya en el campo de batalla que un arma capaz de demoler su castillo. Pasamos así a 1a edad de la pólvora y con ello a las armas-ingenio. De una y otra parte un abundante empleo de ballestas y piedras. E1 elemento único de impulsión lanzamiento de es- tas últimas es Ia fuerza del brazodel guerrero. La necesidad de aumentarla condujo a la utilización de varios tipos de ingenio que son los precursores inmediatos a la artillería tiro-balística. La fuerza de la torsión, basculación o del resorte son las que cuenta la artillería llamada tormentaria para enlazar técnicamente la antigua honda balear con la moderna artillería. Refiérese al sitio de Àntequera en 1410. Cascales en su historía de Murcia dijo: «que se mandó poner en Ias escalas ciertos ballesteros con ballestas de torno y garrucha, allegáronse las gruas con los mástíles y arcos y la escala real. Y describiendo el sitio de Málaga por los Reyes Católicos, escribe que hicieron una escala Real que llamaron grua, que era tan alta como una torre. Y por último como íntima conflrmación de lo dicho aflrma que si el mensaje socrático pedía a ]os hombres que en últíma y deflnitiva instancia fueran eso: Hombres. Hoy que no en baide entre Sócrates y nosotros está el cristianísmo y ese cristianismo, & galope, es la caballería, tenemos el derecho de exigirle, y el deber de exigirnos, el ser eso: Caballeros. Una clamorosa ovación resonó al terminar el ilustre conferenciante su brillantísima disertación, que fué ilustrada con abundantes diapositivas. BIBLIOTECA - ESTÀDISTICA MENSUÀL - JULIO 1953 Obras Genecales Filosofía Ciencias Religión Sdciales Filología Ciencias Piiras Ciencias Aplicadas Bellas i90 i.37 95 Hisloria y Artes Literatura Geografía 571 254 TOAL 2434