Foro Regional Zona Sur Mérida 20 de julio 2010 Intervención del Escritor Agustín Monsreal Miembro de Bebida y Literatura, Aguas Santas de la Creación. La Cultura es quizá la manera más eficaz, más amplia, más cierta de conoce y entender a un país, ya que en ella se centran el impulso y el propósito del espíritu humano, los valores de la ética y la estética; es en la Cultura donde la verdad y la belleza confluyen, se dan la mano y coexisten pacíficamente. La Cultura culta, la del entretenimiento y la diversión, la cinematográfica, la televisiva, la radiofónica, la pasquinera y la llamada Cultura Popular, la mediática, y la de la salud, la de vivienda, la de bienestar social, la Cultura Indígena, y la machista y la feminista, la gay, y la de los jóvenes, los discapacitados, los adultos en plenitud, los panaderos, los ciclistas, las sexoservidoras, la cultura de los cajeros automáticos, los teléfonos celulares, los cibercafés, los videojuegos, en fin, nuestra cultura es múltiples culturales que se funden y diversifican día con día. Para endurecer la columna vertebral de la Cultura, es preciso hacer de ella un camino de ida y vuelta, un camino en el que emisor y receptor se encuentren y expresen de viva voz, lo que la experiencia artística significa en su vida, en su mundo, en su espíritu. Hay que procurar, desde mi punto de vista, que el receptor ya no sea un mero ente pasivo que después de acceder al estímulo de la lectura de un libro, por ejemplo, se quede sin poder expresar lo que piensa, lo que siente a propósito de ese libro. Hacer lecturas activas, conferencias activas, exposiciones activas, obras de teatro activas, invitar a la participación, a romper los círculos opresivos de la pasividad y establecer mediante el diálogo, vínculos de expresión creativa entre los hacedores de la cultura y sus receptores. Romper o acabar con esa imagen de vaca sagrada o de divina garza que tanto nos gusta y nos satisface a los creadores, para ponernos al nivel del común de los mortales y enriquecernos todos con el intercambio de ideas, de sentimientos, de experiencias; qué mejor que nutrirnos mutuamente, de compartir nuestros mutuos saberes, que no sea siempre el consabido monólogo excluyente, exclusivista, elitista, racista, sino el diálogo incluyente. El espíritu de colaboración en lo que nos ayuda en los desastres, la unidad de propósito, la identificación del impulso, la intención de ir de la mano con un mismo objetivo; entonces, si hay talleres para creadores, que haya también talleres para quienes son la otra cara de moneda, los receptores de la obra de los creadores. Visitas guiadas en los diferentes ámbitos culturales, en los teatros, en las bibliotecas, en las que el único letrero restrictivo pudiese ser el de “Prohibido Estacionarse”, estancarse, quedarse en el conocimiento avaramente, hay que expandir, ampliar los horizontes mentales mediante la inclusión no de una Cultura de medias tintas, sino una Cultura que emplee todos los colores y que sean colores enteros. Hacer una Cultura viva y funcional, una Cultura de la calle, de la plaza pública, de los campos, una Cultura que vaya a las salas de conciertos y a las bibliotecas lo mismo que a las fábricas y al centro comercial, una Cultura que se expanda, que se divulgue, que forme parte del diario vivir y que como en el diario vivir, todos participemos, todos gocemos la oportunidad de ser actores y público, hacedores y beneficiarios de una convivencia cultural creativa y activa. Un camino de ida y vuelta por el que transitan tres protagonistas: el creador, el promotor cultural y los beneficiarios del hecho artístico, llámese lector, espectador, que es a quien va dirigido. El emisor, el vínculo y el receptor, la convivencia cultural creativa y activa, los valores artísticos que nos enseñan a conocer la naturaleza humana, los valores morales y sociales , las raíces particulares y las proyecciones universales.