Líneas de actuación para el impulso de una Política de Garantía de Ingresos Luis Sanzo González 1. LA CONVENIENCIA DE UNA POLÍTICA ESTATAL DE GARANTÍA DE INGRESOS INSPIRADA EN LA FILOSOFÍA DE LA RENTA BÁSICA La conveniencia de una actuación a nivel estatal. A diferencia de prácticamente todos los demás países del Sur de Europa, España es el único Estado de la Unión Europea que queda en estos momentos completamente al margen del proceso de implantación de un sistema de rentas mínimas de ámbito estatal. Y, además, por voluntad propia. En el Sur europeo, Francia fue el primer Estado en diseñar una fórmula de estas características. Así, en diciembre de 1988 se aprueba en este país la ley que establece el ‘Revenu Minimum d’ Insertion’ (RMI) (1), una fórmula que tendría una influencia decisiva en la evolución posterior de la política social en Europa. El RMI francés constituye la primera expresión del nuevo paradigma de modelo de garantía de ingresos mínimos que se consolida en los países occidentales a lo largo de los años 80. Este modelo se presenta como una alternativa a los sistemas inicialmente establecidos en el centro y norte de Europa y en Norteamérica, de naturaleza esencialmente económica. El RMI introduce, en cambio, dos grandes dimensiones en los objetivos generales de los sistemas de rentas mínimas: la dimensión económica, centrada en el objetivo tradicional de garantía de unos ingresos mínimos a la población sin recursos o con recursos insuficientes, y la dimensión más propiamente social, centrada en el objetivo de inserción social y laboral de los beneficiarios de estos sistemas. La introducción del principio de inserción, ligado a la prestación de garantía de ingresos mínimos, es una idea que se ha ido consolidando tras la aprobación del RMI francés. Esta nueva perspectiva influye decisivamente, en particular, en las formulaciones de las instituciones europeas. Así, la Recomendación 92/441 del Consejo de la Comunidad Económica Europea invitaba en 1992 a los Estados miembros a reconocer un derecho fundamental de la persona a recursos y prestaciones garantizados suficientes, estables y regulares en el marco de un dispositivo global y coherente de lucha contra la marginación social. De esta forma, el derecho a recursos y prestaciones garantizados (1) Ley n° 88-1088 de 1 de diciembre de 1988 relativa al ‘revenu minimum d'insertion’. Journal Officiel du 3 décembre 1988. Debe señalarse que Michel Rocard era entonces Ministro de Estado, de Economía, Hacienda y Presupuestos. suficientes debe ir acompañado de medidas que favorezcan la integración económica y social de los beneficiarios, sobre todo en materia de salud, vivienda, formación y acceso al empleo (2). En el RMI francés se inspiran también las iniciativas adoptadas en los últimos años en otros países del Sur europeo. Así, después de un proceso piloto iniciado en 1996, se aprueba en 1997 en Portugal el Rendimento Minimo Garantido(3). También una modalidad similar, el Reddito Minimo di Insirimento, ha sido introducida de forma experimental en 39 municipios de Italia, habiéndose prorrogado la experiencia de aplicación de esta prestación hasta el año 2002 (4). Por su parte, Grecia está actualmente estudiando la implantación de un sistema similar (5). Lo que caracteriza el caso español no es sin embargo su exclusión del proceso anterior. En realidad, en España las primeras iniciativas en este campo coinciden en el tiempo con la aprobación del RMI en Francia. Así, el Ingreso Mínimo Familiar vasco se pone en marcha en fecha tan temprana como 1989 (6). La aprobación de esta medida supone el primer paso de un proceso que acabaría rápidamente con la introducción de prestaciones similares en todas las Comunidades Autónomas españolas, todas ellas inspiradas en gran parte en el RMI francés. El elemento realmente excepcional en España es la renuncia de la Administración Central a asumir un papel de liderazgo en este proceso. Después de la radical oposición a estas políticas manifestada inicialmente, la Administración adoptó pronto lo que ha sido una posición continuista desde entonces: la de asumir la competencia autonómica en esta materia, orientando a lo sumo sus (2) Recomendación 92/441/CEE del Consejo, de 24 de junio de 1992, sobre los criterios comunes relativos a los recursos y prestaciones suficientes en los sistemas de protección social. Esta Recomendación constituye todavía hoy la referencia normativa fundamental para la actuación en esta materia en el seno de la Unión Europea. (3) Ley 19-A/96 de 29 de junio, desarrollada por Decreto Ley 196/97, de 31 de julio. (4) Ley 449/97 y Decreto Legislativo 237, de 18 de junio de 1998. (5) Pueden verse a este respecto los trabajos del asesor económico del Primer Ministro griego Manos Matsaganis, por ejemplo ESTIMATING EXTREME POVERTY IN GREECE and the cost of eliminating it through a minimum guaranteed income scheme, disponible en la red en http://www.aueb.gr/deos/00-02.pdf. (6) El IMF se aprueba en Euskadi por Decreto 39/89, de 28 de febrero, siendo posteriormente sustituido por el Ingreso Mínimo de Inserción, establecido por la Ley 2/1990. Aunque inscrito en la dinámica abierta por el RMI, el modelo vasco ofrece una aproximación original al problema que le asemeja en muchos aspectos a los sistemas iniciales introducidos en el Centro y Norte de Europa, diferenciándose en este sentido del resto de los modelos autonómicos implantados en España. esfuerzos a potenciar un proyecto de armonización de las normativas de las Comunidades Autónomas (7). Esta situación resulta difícil de sostener a largo plazo, siendo probable que la mera generalización del proceso en curso en los países del Sur, gobernados mayoritariamente por partidos socialistas, pueda constituir un referente importante para la definición de nuevos objetivos en esta materia por parte de la actual oposición socialista. Por otra parte, las propias incoherencias del modelo, en concreto la falta de integración del sistema autonómico de rentas mínimas en el sistema general de protección, también impulsarán finalmente una acción estatal en este campo (8). En este contexto, la falta de actuación de la Administración española puede, paradójicamente, resultar positiva. Esta falta de iniciativa tiene la ventaja de no haber llevado todavía a optar por ningún modelo, lo que deja un margen abierto para la reflexión y el posible diseño de un modelo alternativo al RMI francés. El presente documento defiende, en este contexto de reflexión, la propuesta de introducción en España - o en Euskadi, en su defecto, al tener competencias en la materia - de un modelo parcial de Renta Básica para todos los ciudadanos, inspirado en la reflexión teórica de pensadores como Philippe Van Parijs o Daniel Raventós, dejando a las Comunidades Autónomas la función de complementarlo, entre otras medidas con un sistema residual de garantía de recursos mínimos tradicional (9). (7) En la fase inicial del debate, la entonces Ministra de Asuntos Sociales, Matilde Fernández, se opuso radicalmente a la dinámica iniciada en Euskadi, alegando que había que “enseñar a pescar en lugar de dar el pez”. (8) Desde un punto de vista formal, la gestión de los sistemas de mínimos autonómicos plantean problemas de coordinación con otras prestaciones de contenido subsidiario, particularmente con las prestaciones no contributivas o con algunas modalidades de subsidio de desempleo. (9) Respecto al trabajo de Van Parijs, ver particularmente: Real Freedom for All. What (if Anything) Can Justify Capitalism? Oxford 1995, Clarendon Press Basic Income: A simple and powerful idea for the 21st Century (BIEN 8. International Congress, Berlin 2000, Background paper). http://www.etes.ucl.ac.be/BIEN/BerlinCongress/Berlin2000_papers/VAN_PARIJS.doc A Basic Income for All, Boston Review October/November 2000. http://bostonreview.mit.edu/BR25.5/vanparijs.html Respecto al trabajo de Daniel Raventós, puede consultarse: El derecho a la existencia. Ariel, Barcelona 1999 La conveniencia de un modelo de Renta Básica. A diferencia de lo que sucedía a mediados de los años 80, en los que simplemente consolidar instrumentos de garantía de ingresos mínimos era visto con recelo en muchos ámbitos políticos, existen actualmente condiciones para pensar en una posible introducción de un sistema real de Renta Básica en nuestros países. Las bases para esta implantación se encuentran precisamente en la consolidación de los sistemas de garantía de ingresos mínimos y en sus positivos resultados, al menos en aquellos casos en los que éstos han tenido un impacto demográfico y económico suficiente, como ocurre en la experiencia del País Vasco. Al haber demostrado su necesidad y viabilidad, la consolidación de estos programas es el principal factor que legitima la necesidad general de una política general de garantía de ingresos. La cuestión decisiva no radica por tanto en la fundamentación de la necesidad de este tipo de política sino en el análisis de los argumentos que harían necesario dar el paso a un sistema de Renta Básica, es decir a un sistema basado en un derecho individual y universal a una prestación de garantía, en principio sin contraprestación alguna. Las razones operativas a favor de este planteamiento son de distinta naturaleza. En primer lugar, desde el punto de vista del principio de derecho a una prestación de subsistencia, el sistema de Renta Básica tiene la ventaja de evitar a los potenciales beneficiarios los procedimientos de control típicos de los sistemas de garantía de ingresos. A diferencia de los sistemas tradicionales de garantía, que requieren para ser beneficiarios de los mismos de la demostración de la escasez de recursos, la Renta Básica presupone la asignación previa e incondicional de los medios necesarios para hacer realidad el derecho universal a la existencia. No se exige una situación de ausencia o insuficiencia de rentas, tampoco la inexistencia de un mínimo nivel patrimonial o la imposibilidad de recurrir a cualquier tipo de derecho de alimentos por parte de familiares. La aportación de la Renta Básica es independiente de otros recursos y de las fuentes de rentas disponibles, aportándose a todos los ciudadanos, tanto a pobres como a ricos. Esta aproximación tiene la ventaja fundamental de prevenir la estigmatización de los perceptores, evitando situaciones percibidas de humillación o de diferencia respecto al resto de la sociedad (10). Se evitan también comportamientos fraudulentos para acceder o mantener la prestación, bastante comunes en la gestión de estas ayudas, en especial cuando no se introducen mecanismos que hagan compatible el acceso al empleo con el mantenimiento de las prestaciones. Desde una perspectiva administrativa, la renuncia a investigar la situación patrimonial y de renta de los beneficiarios y a controlar su disposición a la actividad favorece, en segundo lugar, una simplificación y racionalización de la gestión de la política social. En el caso español, en el que las prestaciones de garantía de ingresos son gestionadas por los servicios sociales, esto permitiría reorientar la acción de los trabajadores sociales hacia las acciones de inserción. Con respecto a los sistemas tradicionales, el sistema de Renta Básica también permitiría garantizar un mayor nivel de participación en las prestaciones, en principio en el límite del 100%, si bien hay que destacar que este argumento tiene poco peso en situaciones en las que, como sucede en el País Vasco, el sistema tradicional de garantía de ingresos tiende a tener un impacto igualmente importante (11). Finalmente, dada la particular situación demográfica de nuestro país, la introducción de un sistema de Renta Básica puede resultar a corto y medio plazo especialmente funcional en la superación de algunos de los principales problemas sociales actuales, particularmente los relacionados con la dificultad de la población joven en acceder a la independización. En este sentido, uno de los efectos más positivos de la implantación de la Renta Básica podría ser su contribución a la renovación demográfica interna. La Renta Básica, al establecer un sistema universal de apoyo a la familia y garantizar una fuente regular de ingresos suficientes, favorecería la constitución de muchos nuevos hogares entre la población joven, rompiendo el bloqueo actualmente existente en los procesos de reproducción social y demográfica. A corto y medio plazo, por tanto, la (10) Alrededor de un 30% de los beneficiarios del IMI vasco percibían esta situación de humillación a mediados del año 2000, sintiéndose diferentes respecto al resto de la población un 22%. (11) Podemos estimar la cobertura del IMI respecto a sus potenciales demandantes en un 92% en el año 2000. introducción de la Renta Básica podría tener un componente básico en una estrategia de dinamización demográfica del país (12). En cierta forma, el proceso de desarrollo de las políticas de garantía de ingresos suele venir acompañado de una creciente tendencia a la individualización de las prestaciones. En el caso del modelo vasco de garantía de recursos mínimos, el más desarrollado en España, una de sus características es precisamente la creciente tendencia a acercarse a un planteamiento universalista de la protección. De ahí que el paso de un modelo tradicional de garantía de recursos a un sistema mixto, fundamentado sobre todo en una Renta Básica, se convierta en una opción digna de ser objeto de un estudio detallado. No sorprende por ello observar la progresiva consideración de las propuestas de la Renta Básica por parte de los máximos impulsores de los sistemas tradicionales de garantía de ingresos. Es significativo comprobar por ejemplo que Michel Rocard, uno de los principales impulsores políticos e ideológicos del RMI francés, se encuentre actualmente vinculado al debate sobre la Renta Básica. (12) Estas afirmaciones están basadas en el estudio estadístico de la situación económica de la población joven del País Vasco desde mediados de los años 80. Ya en 1986 sostuvimos que la crisis de fecundidad, al menos en el País Vasco, sólo debía asociarse secundariamente a factores culturales. Su origen principal era el bloqueo de los procesos de reproducción asociado al fenómeno de la pobreza encubierta, es decir una situación potencial de vivencia de la pobreza extrema o de, al menos, situaciones de importante ausencia de bienestar en el caso de que los jóvenes que así lo deseaban procedieran a independizarse. Los resultados de la Encuesta de Pobreza y Desigualdades Sociales reflejan el mantenimiento de esta problemática en Euskadi a lo largo de la década de los 90. Ver a este respecto: La pobreza en la Comunidad Autónoma Vasca (Avance), Gobierno Vasco, Dpto. de Trabajo, Sanidad y Seguridad Social, Vitoria-Gasteiz 1987, Servicio Central de Publicaciones del Gobierno Vasco. Encuesta de Pobreza y Desigualdades Sociales 1996 y 2000, Departamento de Justicia, Trabajo y Seguridad Social. Considerando la valoración social de la fecundidad por la población femenina (ver las correspondientes Encuestas de Fecundidad) y la problemática señalada, puede sostenerse la hipótesis de que nuestro Índice Sintético de Fecundidad no estaría en condiciones económicas normales en torno a 1, como ocurre realmente, sino en el peor de los casos en torno a 1,5-1,7. De ahí la afirmación de que la implantación de la Renta Básica tendría un efecto importante a corto y medio plazo sobre los procesos demográficos. 2. PRINCIPIOS GENERALES PARA UNA POLÍTICA DE RENTA BÁSICA Sin embargo, a fin de avanzar en la formulación de un modelo de Renta Básica, la defensa de la aplicación efectiva de este planteamiento debe realizarse tratando de superar algunas limitaciones presentes en el modelo. Deben considerarse además otras importantes cuestiones prácticas, particularmente en lo que concierne a la integración de la Renta Básica en el actual modelo de política social y fiscal. Citaré, en consecuencia, una serie de elementos que deberían tenerse en cuenta con carácter previo a la formulación de una propuesta concreta de introducción de una Renta Básica. Una orientación inicial a la supervivencia Aunque a largo plazo la introducción de la Renta Básica puede contribuir a consolidar niveles suficientes de bienestar e, incluso, al menos potencialmente, a liberar a toda la población de la necesidad de acceder a una actividad productiva para alcanzar dichos niveles de bienestar, a medio plazo resulta conveniente asumir un planteamiento más restringido, ligado a la idea de supervivencia o cobertura de las necesidades básicas. La Renta Básica en este sentido, además de contribuir al fomento de la libertad personal en tanto que fundamento económico de un proyecto vital propio, debe constituir sobre todo el instrumento esencial de una acción eficaz de lucha contra la pobreza. A corto y medio plazo, sería conveniente asumir este objetivo básico de eliminación de la pobreza como elemento consustancial a la inicial implantación de la Renta Básica. Una aproximación inicialmente mixta unidad de convivencia - individuo Como es conocido, el acceso universal a la Renta Básica se plantea en su formulación clásica con carácter individual y de manera uniforme: la misma cuantía de Renta Básica debe pagarse a cada ciudadano. Este planteamiento desarrolla el principio de ciudadanía, de participación común en los bienes generados por la sociedad, garantizando la libertad de las personas. La Renta Básica hace realmente factible el desarrollo de la libertad individual al introducir los recursos materiales mínimos que las personas necesitan para desarrollar sus propósitos, sabiendo además que pueden contar con ellos de manera duradera. El carácter de derecho individual de la Renta Básica debe ser por tanto reivindicado. Pero, al mismo tiempo, conviene superar las limitaciones asociadas a la idea de uniformidad de la Renta Básica, al menos si al principio de libertad se asocia el de igualdad. Dada la evidencia de la convivencia en común de la gran mayoría de las personas, esta situación introduce unas economías de escala. Como consecuencia de las distintas formas de convivencia, la uniformidad aparente de las personas ante la Renta Básica desaparece, asociándose distintos grados de libertad real a situaciones de convivencia diferentes. La uniformidad de partida se convierte así en una realidad final de desigualdad. La falta de igualdad tiene, desde luego, implicaciones en términos de libertad. La libertad de las personas asociado al acceso a la Renta Básica - el valor real de su libertad, medido en términos de capacidad para hacer frente a las necesidades básicas - resulta muy diferente según la forma de convivencia existente. Por tanto, si se quiere ser coherente con una formulación que pretenda al mismo tiempo garantizar la libertad y la igualdad de las personas, sólo pueda concebirse un planteamiento de Renta Básica realmente uniforme e igual para todos - en el sentido de igualdad de valor real de su libertad garantizada - si se neutraliza el efecto diferencial que introduce el marco de convivencia. Conviene así pensar en fórmulas que faciliten la autonomía real de decisión de las personas, con independencia de su opción por una vida solitaria, en pequeños grupos o en comunidad, fórmulas que hagan compatible el principio del derecho individual e igual a una Renta Básica con la necesidad de que la Renta Básica percibida sea efectivamente igual para todos en su capacidad para garantizar la supervivencia. En un contexto de puesta en marcha inicial de la Renta Básica, con una cuantía necesariamente reducida, resolver esta cuestión resulta fundamental (13). (13) Es cierto que, en un contexto de Renta Básica plena, que garantice a todos la oportunidad de cubrir las necesidades básicas, con independencia de su forma de convivencia, la libertad formal y real de elegir está garantizada y, por tanto, el problema de la igualdad tiene menor importancia. Sin embargo, seguiría estando presente esta problemática de desigualdad, como puede observarse en el siguiente cuadro: Situaciones Bienestar(1) Persona sola Ingresos por RB 75.000 102,5 53,4 73.183 140.386 Matrimonio 150.000 165,9 86,6 90.400 173.219 Matr. 1 hijo menor 187.500 177,8 95,0 105.465 197.387 Matr. 2 hijos 225.000 200,3 106,0 112.315 212.178 (1) Ing.RB /pobreza Ing.RB/bienestar Umbrales pobreza(1) Umbrales Definidos utilizando el método Gobierno Vasco, cifras medias. Fuente: Encuesta de Pobreza y Desigualdades Sociales 2.000. La solución pasa por neutralizar el efecto convivencia, introduciendo una Renta Básica de unidad de convivencia, complementaria a la Renta Básica individual, que recoja el nivel medio de gastos comunes a todas las unidades, con independencia de su tamaño (14). Hay que aclarar, en cualquier caso, que no se trata de una propuesta de Renta Básica diferencial según la forma de convivencia sino más bien de un modelo de Renta Básica individual igual e uniforme, completado con una Renta Básica de unidad de convivencia. Un enfoque inicialmente asociado a una política de estímulos o bonificación al empleo Una de las ideas clave del modelo de Renta Básica es su carácter incondicional, no exigiéndose por ello ningún tipo de contraprestación ni ninguna actuación específica orientada a consolidar determinados comportamientos. La Renta Básica no está sujeta a la comprobación de recursos y o a una u otra forma de convivencia pero tampoco se asocia a determinadas condiciones de actividad económica. No sólo no se exige una contrapartida en términos de participación laboral previa (tiempo mínimo de trabajo o de cotización previa a la Seguridad Social) o posterior al acceso a la prestación (contraprestación); tampoco se requiere una inscripción en los servicios de empleo, una disponibilidad a aceptar un puesto de trabajo ofertado o el compromiso de realizar acciones de formación o cualificación personal. No hace falta estar disponible para el empleo o querer trabajar de forma remunerada para disfrutar de la prestación. Por supuesto, este planteamiento está en total contradicción con la filosofía básica de prestaciones como el RMI francés en las que no sólo la disponibilidad para el empleo sino, de forma más genérica, la disposición favorable a desarrollar acciones para la inserción constituyen un fundamento mismo del acceso a la prestación de garantía de ingresos. Así, en el caso de una Renta Básica de 75000 pesetas (37500 para los menores), se garantizarían unos recursos que resultarían suficientes para superar la pobreza en todos los casos. Sin embargo, estos ingresos situarían a los matrimonios, especialmente si tienen hijos, en niveles de bienestar muy superiores. La diferencia de niveles de cobertura de las necesidades que supondría este modelo sigue siendo, por tanto, fundamental. (14) Una aproximación coherente con este planteamiento ya fue anticipada por Sally Lerner en Canadá. Ver al respecto Basic Income: Economic Security for all Canadians, Sally Lerner, Charles. M.A. Clark y Robert Needham, Between the Lines, Toronto, 1999. El carácter incondicional de la Renta Básica encuentra su fundamento principal en el derecho social a disfrutar de al menos una parte del capital, capacidad productiva y saber científico-técnico creado por las generaciones anteriores. Dado que la capacidad de generar riqueza de una sociedad es el resultado del todo el saber científico-técnico acumulado por las personas que nos precedieron, el fruto de ese patrimonio debe revertir, aunque sólo fuera parcialmente, en el conjunto de los ciudadanos bajo la forma de Renta Básica. Asumir el principio de la igualdad de oportunidades requeriría, desde luego, como corolario la aceptación de esta premisa de igualdad en el acceso parcial a los resultados de la riqueza acumulada. La mayor parte de los defensores de la Renta Básica incondicional presuponen sin embargo que la disposición social dominante se traducirá en prácticamente todos los casos en la realización complementaria de actividades socialmente positivas, ya sea en el ámbito autónomo o en el mercantil, circunstancia favorecida por el estímulo que supone poder acceder a todas las rentas complementarias procedentes de la actividad económica. Llevado al límite, sin embargo, el principio de incondicionalidad tiene una limitación evidente: ante la garantía de la Renta Básica, podría pensarse en un escenario hipotético en el que nadie encontraría motivos para participar en actividades productivas remuneradas. Es evidente que si la Renta Básica garantizase un nivel de bienestar suficiente, y no sólo la supervivencia, el interés por centrar la vida personal en acciones no productivas ganaría muchos enteros, pudiendo llegarse a la contradicción de que no hubiera recursos humanos suficientes para mantener el sistema productivo necesario, con la consiguiente pérdida de riqueza económica. No se trata tanto en este caso de la contradicción entre parasitismo y participación como entre participación en las actividades deseadas y participación en las necesarias para la reproducción social. Es evidente que muchas de estas últimas resultan a menudo poco estimulantes y atractivas, consideración ésta en la que no intervienen cuestiones de valoración moral sobre el sentido de la vida y del trabajo dominante entre las personas sino una simple valoración sobre lo que podría implicar una real libertad de opción. Por otra parte, en el contexto de una sociedad como la nuestra, la apelación a la justificación del derecho a la Renta Básica en términos del capital y saber acumulados sólo encuentra realmente dicha justificación si el beneficiario de la Renta Básica contribuye a su vez a reproducir y/o ampliar dicho saber o dicho capital. En nuestras sociedades competitivas es evidente que hay fuertes reticencias sociales a sostener prestaciones que no se fundamenten, en el caso de personas en edad activa, en una contribución de algún tipo. El rechazo o la oposición a los sistemas de garantía de ingresos mínimos se ha asociado históricamente a este problema; las modalidades de reforma de los sistemas de garantía de ingresos en las últimas décadas, también. La superación de estas contradicciones puede realizarse recurriendo a la apelación de Gorz a la participación activa en la creación de riqueza como elemento inseparable, para el ciudadano, de su derecho a la Renta Básica, lo que nos introduciría de lleno en el principio de contraprestación implícito en el RMI (aunque entendido en términos de complemento participativo ligado a la ciudadanía más que como obligación previa para el acceso a la Renta) (15). Una aproximación diferente, compatible con el planteamiento original de la Renta Básica, pasaría por introducir un suplemento a la Renta Básica - que no formaría estrictamente parte de la misma - correspondiente a las personas que, por medio de actividades productivas, contribuirían a la reproducción y ampliación del saber y capital social. La introducción de la Renta Básica debe acompañarse por tanto de medidas complementarias que impliquen un plus de cobertura para aquellos que participan, de forma relevante, en la reproducción y mejora del producto social. La definición de esta medida debería tener en cuenta, de cara a su formulación, experiencias como el EITC americano, el WFTC británico, las propuestas de Roger Godino de reforma del RMI o la reciente introducción de una prima al empleo en el debate parlamentario francés, todas ellas en la línea de las acciones establecidas en Euskadi de estímulos al empleo (16). (15) Ver al respecto Metamorfosis del trabajo. André Gorz, Madrid, Sistema, 1995. (16) El planteamiento de Roger Godino puede estudiarse en Basic Income Market Economy and Democracy: A French Approach (BIEN 8. International Congress, Berlin 2000). http://www.etes.ucl.ac.be/BIEN/BerlinCongress/Berlin2000 _papers/godino.doc. Ver igualmente la ORDEN de 14 de febrero de 2001, del Consejero de Justicia, Trabajo y Seguridad Social, por la que se establecen en Euskadi los estímulos al empleo de los titulares de la Renta Básica y de los beneficiarios de las Ayudas de Emergencia Social. El fundamento de estas medidas sería compensar a aquellas personas que, por medio de su trabajo, no sólo contribuyen a financiar la parte recibida de Renta Básica sino también la que será disfrutada, en paralelo o en el futuro, por el resto de la población. Estas actuaciones complementarias se basan por tanto más en el principio de reconocimiento de la contribución personal, mediante la actividad, a la reproducción de la riqueza social que en la idea de contraprestación o, incluso, de obligación cívica ligada a la ciudadanía. Sin embargo, no debería descartarse, aunque no se defienda expresamente en este documento, un planteamiento de contraprestación en sentido más estricto en el que al principio de ciudadanía se asociarían no sólo derechos sino también responsabilidades. Quizá una buena aproximación a este respecto sería la planteada por Atkinson. De esta forma, su modalidad de ‘ingreso de participación’ impone alguna modalidad de contribución social que, además de por el acceso al empleo, puede hacerse efectiva mediante el acceso a la educación, a la formación o a programas activos de búsqueda de empleo o mediante actividades tales como el cuidado de niños o ancianos o el trabajo voluntario en ONG’s (17). La complementariedad entre Renta Básica y política social El modelo de Renta Básica de Van Parijs es esencialmente libertariano frente al más socializante-organizativo de Gorz. Sin embargo, la propuesta es también compatible con una visión liberal e incluso neo-liberal. No en vano el planteamiento de impuesto negativo de Milton Friedman asumía el principio de Renta Básica, si bien asociado a la eliminación de todas las demás prestaciones sociales (18). Aunque en la mayor parte de los casos no se llega a un planteamiento tan radical, sí es evidente que la mayor parte de los teóricos de la Renta Básica plantean una simplificación o una reducción del actual sistema de prestaciones sociales. Éste es un error que no se debe cometer en el proceso de implantación inicial de la Renta Básica. Es importante, en este contexto, insistir en la necesidad de introducir un modelo de prestación que implique un avance social efectivo en la redistribución del producto social. (17) Atkinson, Anthony B. The Case for a Participation Income, in The Political Quarterly (Oxford) 67 , January-March 1996, 67-70. (18) Ver Capitalism and Freedom (Chicago: University of Chicago Press, 1962 y 1982) y A Tax-Based Subsidy for the Poor? OutLook, April 1966. En esta línea de actuación, no sólo es necesario mantener el sistema de prestaciones contributivas sino que incluso sería conveniente introducir los nuevos planteamientos respetando las medidas actuales de prestaciones no contributivas que, en cierta forma, constituyen un principio de aplicación de las ideas de la Renta Básica. De esta forma, las acciones de universalización de la Renta Básica deberían complementar lo existente y no sustituirlas, aunque eso sí desde un planteamiento de reforma de las actuales medidas de forma que se ajusten más claramente a los principios de universalidad y de incondicionalidad en el acceso a las mismas. Una gestión fiscal de la Renta Básica En el planteamiento dominante de Renta Básica, su gestión se asocia a la llegada mensual del correspondiente cheque o transferencia al domicilio de los beneficiarios. Aunque el modelo de impuesto negativo representa una cierta forma de hacer efectivos los principios de la Renta Básica, la mayoría de los defensores del modelo consideran preferible el acceso mensual a los recursos. Sin embargo, un planteamiento de impuesto negativo tiene la ventaja de ligar Renta Básica, política fiscal y política social, existiendo al menos dos argumentos decisivos para preferir una integración entre gestión de la Renta Básica y gestión fiscal. El primero es que, inevitablemente, el diseño y la gestión de ambas políticas deben estar coordinadas para evitar disfunciones. Muchas innovaciones sociales recientes - como la prima al empleo francesa o el debate británico sobre la reforma de la protección social- tienden a insistir en la integración de la dimensión fiscal y social en la gestión de las prestaciones sociales. El motivo es que es necesario tratar conjuntamente los distintos efectos que, sobre las disponibilidades económicas reales, tienen tanto la política social como la política fiscal. El segundo argumento tiene que ver con un objetivo defendido por los defensores de la Renta Básica, esto es que, en el caso de las clases sociales más acomodadas, los impuestos acaben absorbiendo las aportaciones suplementarias obtenidas a través de la introducción de la Renta Básica. Por tanto, es necesario que la introducción de la Renta Básica no tenga efectos negativos sobre la redistribución interna de los ingresos, lo que, en la práctica, quiere decir que no debe suponer una mejora - al menos no sustancial - de ingresos de los colectivos en situación de bienestar, mayoritarios en la población. En la situación actual, con bolsas importantes de pobreza e importantes núcleos de hogares en situación de ausencia de bienestar, no se trata en definitiva de mejorar la situación de todos, ni siquiera de la mayoría, sino de los grupos más desfavorecidos. La Renta Básica no debe acentuar sino reducir el Efecto Mateo en la gestión de las prestaciones sociales. Ahora bien, si esto es así, ¿qué sentido real tiene hacer llegar mensualmente unos ingresos que se sabe que, en numerosos casos, al final deberán destinarse prácticamente en su integridad a Hacienda? Sensu contrario, es cierto que la gestión anualizada de un sistema de impuesto negativo introduciría un problema importante: el peligro de no hacer llegar la Renta Básica a las personas necesitadas en el momento estrictamente necesario. Esto podría sin embargo resolverse fácilmente combinando el principio de declaración fiscal anual con la posibilidad de hacer efectivo en cualquier momento el cobro periódico de la Renta Básica. El modelo fiscal español, basado en principios de individualización fiscal, hace especialmente factible este planteamiento. El desarrollo de Internet, por otra parte, no hace sino facilitar la posibilidad de aplicar este planteamiento universalista de la gestión fiscal al permitir instrumentar mecanismos sencillos y poco costosos de aplicación del modelo. El mantenimiento de un sistema complementario, más o menos residual, de garantía de recursos mínimos tradicional Uno de los supuestos del modelo de Renta Básica es que su aplicación resultará más eficaz en la lucha contra la pobreza que todas las medidas tradicionales de protección. Esta afirmación tiene mucho de voluntarista. No hay que descartar, por ejemplo, que en un contexto de eliminación del conjunto de sistemas de protección, mecanismos como la inflación pudieran acabar reduciendo a la nada estos sistemas de Renta Básica. El carácter potencialmente insuficiente de este tipo de prestaciones se comprueba de hecho al analizar la evolución reciente del sistema de pensiones, con muchas de ellas ofreciendo recursos inferiores a las cuantías garantizadas por los sistemas de garantía de ingresos mínimos. De ahí que siga siendo necesario mantener, aunque sólo fuera como elemento residual, un sistema complementario de garantía de ingresos, de tipo convivencial y en base a comprobación de recursos. Este sistema debería cumplir, siempre que ello fuera necesario, al menos tres objetivos: - Comprobar que los niveles de cobertura de las necesidades básicas están realmente garantizados, teniendo en cuenta en su caso otros factores - distintos de la forma de convivencia - que sitúan diferencialmente a las personas ante la posibilidad de hacer frente a sus necesidades básicas (problemáticas personales especiales, diferentes niveles de coste de vida, costes de transporte añadidos, etc.). - Aumentar, en su caso y en la medida de lo posible y conveniente, los niveles de garantía establecidos. - Cubrir necesidades extraordinarias o excepcionales. El mantenimiento de un sistema como el señalado no sólo debe tener un componente de garantía de ingresos sino que debe prever, además, medidas de intervención en la dimensión de la pobreza de acumulación, es decir con respecto al acceso a los bienes y equipamientos necesarios a largo plazo para mantener unas condiciones de vida adecuadas (19). La introducción de la Renta Básica, sin embargo, debería procurar limitar al máximo el impacto cuantitativo y cualitativo de estas medidas, al menos en su dimensión de garantía de rentas y de cobertura de las necesidades básicas. En ese sentido, todas las variables y dimensiones que pudieran incorporarse al modelo básico - desde un tratamiento diferenciado de las situaciones de minusvalía a la consideración de diferentes niveles de precios a nivel territorial - deberían plantearse en el diseño del modelo general de Renta Básica. (19) La distinción entre pobreza de mantenimiento y de acumulación se explica en cualquiera de los documentos señalados en la nota 12. Un marco europeo para la implantación de la Renta Básica Uno de los aspectos clave de la Renta Básica es el acceso a la misma de todos los miembros de pleno derecho de una determinada sociedad, incluyendo en dicha definición a los no ciudadanos con derecho a residencia permanente en el territorio. Dadas las implicaciones que esto tiene respecto a fenómenos como la inmigración o la competitividad, resultaría conveniente pensar en un sistema común a la Unión Europea. En el corto plazo, no obstante, un planteamiento de Renta Básica en el marco de la Unión Europea resulta probablemente utópico y, en ese sentido, es posible que se pueda avanzar más decisivamente desde una perspectiva estatal o autonómica (al menos en el caso vasco, gracias al sistema de Concierto Económico). Sin embargo, debería defenderse, al menos desde una perspectiva teórica general, un planteamiento europeísta a este nivel, por tres razones básicas: a) En primer lugar, por hacer realidad, mediante una acción concreta, el principio de intervención social de la Unión Europea, compensando de esta manera la lógica insolidaria de la liberalización total de los mercados. b) En segundo lugar, porque sería una vía fundamental de redistribución dentro de la Unión Europea que beneficiaría a los países más pobres, ayudando a financiar en ellos un sistema de Renta Básica. c) Finalmente porque es evidente que nuestro país, para evitar riesgos comparativos, debería moverse en parámetros similares a los del resto de Europa en estos aspectos clave relativos a la política social, con implicaciones importantes respecto a la fijación de los costes laborales. En una perspectiva de Renta Básica al menos parcialmente europea, la modalidad de implantación debería plantearse de forma que se cumplieran dos objetivos: la cobertura de las necesidades básicas y la equivalencia de la cobertura entre países con distintos niveles de precios. A priori, dos posibles alternativas podrían formularse: a) La fijación de una cesta básica correspondiente al país más pobre que, en los demás países, se ajustaría en términos de 'poder de compra equivalente' y que sería garantizada por la Unión Europea, con o sin complementación de los Estados. b) El establecimiento de una aportación básica por parte de la Unión Europea, equivalente en poder de compra, inferior pero cercana al punto a) anterior, que necesariamente debería ser objeto de complementación por los Estados. Sería en cualquier caso deseable que, en tanto que mecanismo de integración social europea, una parte del coste de implantación de un sistema de Renta Básica fuera asumido por la Unión Europea, por ejemplo en un nivel del 50%. El Estado debería asumir la financiación del resto del gasto así como de los posibles complementos respecto al nivel mínimo europeo garantizado, lo que sucedería igualmente en el ámbito autonómico si se mejoraran a ese nivel las prestaciones. Se haría así efectivo el principio de la compatibilidad entre distintos niveles complementarios de solidaridad - europeo, estatal, autonómico -. En definitiva, se plantea un modelo de solidaridad global, parcialmente financiado por la Unión Europea y el Estado así como, en caso de complementos autonómicos, por cada Comunidad Autónoma, la cual además garantizaría el mantenimiento de una última red de protección, de carácter tradicional. La propuesta se traduce así en un modelo mixto de Renta Básica general con un sistema complementario de garantía de recursos gestionado a nivel autonómico (configurado en una línea similar a la que actualmente existe en Euskadi). 3. PLANTEAMIENTO OPERATIVO Resulta factible plantear un modelo sostenible de Renta Básica para España (o, en otro ámbito, Euskadi) que responda a los principios definidos con anterioridad y que resulte financieramente asumible. Se plantean a continuación algunos aspectos concretos para la aplicación de dicho modelo. Renta Básica individual Todos las personas con derecho a residencia permanente en España, nacionales o extranjeras (20), tendrán derecho a una Renta Básica individual, de carácter incondicional (aunque con los matices que se señalan posteriormente). Esta Renta Básica individual será de 360.000 pesetas anuales en el caso de personas mayores de 25 años o menores de esa edad independizados, de 150.000 en el caso de personas de 14 a 24 años no independizadas y de 100.000 en el caso de personas menores de 14 años, pudiéndose establecer un complemento en el caso de personas con minusvalía, siguiendo para ello el actual modelo previsto en el IRPF. Hay que señalar que las cifras anteriores - al igual que la que se presenta a continuación para la Renta Básica de unidad de convivencia- son meramente orientativas, de la misma forma que lo es el sistema de clasificación de las personas utilizado, pudiendo emplearse cualquier otro. Estas cuestiones deberán precisarse más en el futuro conforme se desarrolle la investigación en este campo o se formulen alternativas políticas en la materia. Sin embargo, a la vista de la experiencia de la Comunidad Autónoma del País Vasco, constituyen una referencia operativa para estimar inicialmente costes de aplicación. (20) En España la residencia permanente es la situación que autoriza a residir indefinidamente y trabajar en igualdad de condiciones que los españoles. Tienen derecho a la misma los que hayan tenido residencia temporal durante cinco años de forma continuada. En el caso de los residentes no permanentes, se debería estar a lo que establezcan los programas complementarios de garantía de ingresos y, en su caso, los tratados bilaterales. Renta Básica de unidad de convivencia o unidad familiar Cada unidad de convivencia residente en una vivienda o alojamiento particular (21) tendrá además derecho a una cuantía económica anual de 500.000 pesetas en concepto de Renta Básica de unidad de convivencia. Esta cuantía podrá ser percibida por uno de los adultos de la unidad, con la autorización de los demás, o distribuida entre todos ellos. Las personas que vivan solas en una vivienda o alojamiento particular también tendrán derecho a esta modalidad de Renta Básica. En cada vivienda o alojamiento podrá accederse a una única Renta Básica por unidad de convivencia, salvo que se determinen situaciones asimilables a formas de convivencia colectiva (22). Impuesto negativo El mecanismo operativo básico para hacer llegar la Renta Básica será de tipo impositivo impuesto negativo -. Los aspectos concretos de este mecanismo operativo son los siguientes: RENTA BÁSICA INDIVIDUAL: a) Cada persona mayor de 25 años, o menor independizada, tendrá la obligación de presentar una declaración individual de ingresos anual para acceder a la Renta Básica (23). b) Se incluirán en la base liquidable del IRPF todas las rentas obtenidas en el año anterior, con independencia de la fuente, quedando únicamente exceptuados los ingresos asociados al sistema (21) Algunos supuestos de marco físico de residencia colectiva deberán asimilarse a viviendas o alojamientos particulares de cara a delimitar las situaciones específicas de independización. El tratamiento dado a esta cuestión en el IMI vasco constituye una fuente de partida para la reflexión. (22) La cuestión de los realquilados, pisos compartidos, etc., plantea la realidad de la convivencia conjunta de unidades de convivencia realmente diferenciadas. Esta cuestión también debe ser considerada, ofreciendo también al respecto ideas de interés la experiencia acumulada en el desarrollo del IMI vasco. (23) A efectos de minimizar las implicaciones económicas de la gestión asociada, deberá potenciarse la introducción y utilización de Internet, constituyendo a este respecto la vía más operativa para hacer efectivas las declaraciones individualizadas. Convendría no obstante estudiar un sistema de exención de la obligación de declarar similar al actual para aquellos casos en los que la cuota líquida, una vez aplicados los principios de Renta Básica y considerados los ingresos disponibles, tienda a ser cero. complementario de recursos garantizados de corte tradicional. Las prestaciones no contributivas, otros subsidios asistenciales y adelantos sobre la Renta Básica - excepto la correspondiente a descendientes - también se computarán en la base liquidable (restándose en su caso la parte de Renta Básica que hubiera reintegrado previamente el declarante). c) La cuantía de la Renta Básica individual será deducida de la base liquidable del declarante. También se deducirán las bonificaciones por estímulos al empleo, de las que se habla con posterioridad. d) A efectos del cómputo de la cuota íntegra, los tipos impositivos a aplicar a la base liquidable deberán ajustarse de forma que, para las personas con recursos suficientes para cubrir sus necesidades básicas, se mantenga un nivel de aportación fiscal similar al existente hasta ahora. Esto supondrá básicamente incrementar en un 6% los actuales tipos aplicables (modelo alavés de IRPF-2000). Este tipo se aplicaría en todos los casos en los que se dé una base liquidable positiva. e) La cuantía de la Renta Básica correspondiente a descendientes menores de 25 años que convivan en el seno de la unidad de convivencia se deducirá de la cuota íntegra (restando en su caso la parte que hubiera podido reingresar el declarante). Al igual que sucede en la actualidad, estas deducciones se añadirán a las demás deducciones previstas por el IRPF. f) La parte resultante será abonada al declarante siguiendo un procedimiento similar al que se utiliza en la actualidad. De esta forma, a la cuota íntegra se le restará el conjunto de deducciones y el saldo neto de pagos a cuenta. RENTA BÁSICA DE UNIDAD DE CONVIVENCIA a) Cada unidad de convivencia - a través de uno de sus miembros - presentará una hoja complementaria de declaración, en la que aparecerán el resultado de la base liquidable correspondiente a cada uno de los adultos componentes de la unidad de convivencia. b) Si la base liquidable conjunta es inferior a la cuantía de la Renta Básica por unidad de convivencia, se abonará la cuantía diferencial correspondiente. Este pago podrá realizarse de forma global a un único adulto, con consentimiento de los demás, o de forma parcial al conjunto de adultos de la unidad de convivencia, dividiendo la cuantía de la Renta Básica por el número de personas afectadas. Esta segunda alternativa sería, lógicamente, la preferible. c) Se tendrán en cuenta los posibles abonos a cuenta de esta modalidad de Renta Básica así como, en su caso, posibles devoluciones de dichos adelantos. No será obligatoria la presentación de este módulo, salvo en el caso de desear acceder a esta modalidad de Renta Básica. Mecanismo compensador por acceso al empleo A la hora de computar los ingresos por rendimientos del trabajo, las personas que participen en el proceso productivo tendrán derecho a una compensación complementaria, calculada en función de sus ingresos brutos por trabajo, la cual se detraerá de la base liquidable. Adoptando el modelo actualmente aplicado en el IRPF en el territorio de Álava, por ejemplo, el modelo debería corregirse en base a dos planteamientos: a) Por un lado, aumentar la cuantía máxima de bonificación, situándola en 500.000 pesetas anuales por persona ocupada. b) Por otra parte, asociar dichas cuantías a la renta producida, aumentando éstas progresivamente. No obstante, se asumirá igualmente el planteamiento de favorecer diferencialmente a los pequeños salarios, acentuando la proporción descontada por encima de su aportación en términos de renta producida (siempre que la aportación anual sea igual o superior al 75% del Salario Mínimo Interprofesional). Una fórmula de posible utilización para consolidar estos objetivos sería la siguiente: Estímulo o bonificación = (25% ingresos de trabajo + [10% (Ingresos por trabajo - (2* Renta Básica individual))] (Con un tope máximo de 500.000 pesetas). Un ejemplo concreto: el caso de las personas solas Se presentan en el siguiente cuadro los datos específicos que se derivarían de la aplicación del modelo anterior en el caso de personas solas, según su nivel de ingresos por trabajo. El cuadro vale con carácter general para valorar la cuantía de Renta Básica individual neta que llegaría, una vez detraído el Impuesto sobre la Renta, a cada persona mayor de 25 años o menor independizada en función de su nivel de ingresos. Permite, además, valorar la implicación complementaria que, de acuerdo con dichos ingresos, tendría la Renta Básica por unidad de convivencia. Aplicación del modelo a personas solas, según su nivel de ingresos 40% SMI IRPF Propuesta 75% SMI IRPF Ingresos netos trabajo Sin ingresos IRPF Propuesta Propuesta 0 0 403872 403872 757260 757260 Bonificación por empleo 0 0 625000 69355 625000 193041 RB Individual 0 360000 0 360000 0 360000 Base liquidable ( 1 -(2+3+4) ) 0 -360000 -221128 -25483 132260 204219 Tipo impositivo medio real 0 0 0 0 0 1,62 Resultado final declaración 0 -360000 0 -25483 0 12253 RB individual RB unidad convivencia 0 0 360000 500000 0 0 25483 500000 0 0 0 295781 Aportación media RB-IRPF 0 860000 0 525483 0 283528 Idem mensual 0 71667 0 43790 0 23627 Ingresos anuales finales 0 1040788 0 860000 403872 929355 757260 71667 33656 77446 63105 300% SMI IRPF Propuesta 1000% SMI IRPF 3029040 3029040 10096800 Bonificación por empleo 150% SMI IRPF Propuesta Propuesta 1514520 1514520 10096800 566806 458082 350000 500000 350000 500000 RB Individual 0 360000 0 360000 0 360000 Base liquidable ( 1 -(2+3+4) ) 947714 9236800 4,34 696438 2679040 2169040 9746800 4,28 16,13 16,19 30,97 Resultado final declaración 65741 3453458 64811 488710 490332 3126812 RB individual RB unidad convivencia 0 0 0 0 0 0 0 0 0 0 0 0 Aportación media RB-IRPF 3453458 Idem mensual 287788 -65741 -64811 -488710 -490332 -3126812 - -5478 -5401 -40726 -40861 -260568 - Ingresos anuales finales 1448779 6643342 1449709 2540330 2538708 6969988 Persona sola Idem mensual Persona sola Ingresos netos trabajo Tipo impositivo medio real 86732 34,20 Idem mensual 120732 120809 211694 211559 580832 553612 Hipótesis: Sólo ingresos por trabajo, ausencia de retenciones previas y de deducciones complementarias. Se aumentan los tipos aplicables en 6 puntos porcentuales. Datos correspondientes al IRPF en Álava Las principales implicaciones del modelo son las siguientes: * El modelo garantiza unos ingresos cercanos al Salario Mínimo Interprofesional mensual a todas las personas solas sin recursos que viven de forma independiente. En el caso de personas sin recursos que conviven con otros adultos, se garantiza una cuantía menor pero significativa (360.000 pesetas), con independencia de la convivencia o no con personas con recursos suficientes. * El ingreso final disponible siempre aumenta en función de los ingresos por trabajo generados. * La aportación fiscal es menor a la actual en los tramos inferiores de renta, ligeramente superior en los intermedios y bastante superior en los tramos altos. El modelo beneficia sustancialmente por tanto a los colectivos más desfavorecidos respecto al modelo actual de IRPF. Adelanto de la Renta Básica y prestaciones asistenciales Las personas mayores de 25 años y menores independizadas podrán solicitar adelantos trimestrales de su renta básica individual, incluyendo igualmente la parte correspondiente a la unidad de convivencia y a los demás miembros descendientes. Estos adelantos serán realizados con carácter automático e incondicional por Hacienda, pudiéndose elegir entre un pago trimestral global o un prorrateo mensual (susceptible de prorrogarse a petición de los interesados). En el momento de la declaración, estos adelantos serán restados de la parte correspondiente, esto es en la base liquidable en lo relativo a la Renta Básica individual y de unidad de convivencia y en las deducciones a aplicar a la cuota íntegra en lo relativo a la parte correspondiente a la Renta Básica de los descendientes. La solicitud de estos adelantos podrá tramitarse a través de los servicios sociales de base, dado que esta medida podría facilitar en el caso de colectivos marginados el acceso a la Renta Básica. En el caso de las personas sujetas actualmente a la posibilidad de acceder a prestaciones asistenciales (PNC, prestaciones asistenciales por desempleo o similares), se mantendrá el actual sistema, tratando de individualizarlo al máximo y eliminando, en la medida de lo posible, los mecanismos de comprobación de recursos. En estos casos, se mantendría por tanto el principio de prestación de carácter mensual. Al igual que la Renta Básica, en el momento de la declaración, estos ingresos serán contemplados a efectos del cómputo de la base liquidable. Lo mismo sucedería, lógicamente, con las prestaciones contributivas. Los adelantos a cuenta de Renta Básica podrán reintegrarse a la Hacienda, detrayéndose en tal caso dichas cuantías de las inicialmente adelantadas en el momento de la gestión del Impuesto. Sistema complementario de recursos mínimos Deberá mantenerse un sistema tradicional de garantía de recursos mínimos, gestionado por cada Comunidad Autónoma. El objetivo del mismo podría ser mejorar los niveles de cobertura desde una perspectiva de aproximación estrictamente familiar tradicional. Sin embargo, este sistema debería asumir su carácter residual, debiéndose tratar de ajustar a nivel fiscal en cada Comunidad Autónoma los niveles de la Renta Básica necesarios para hacer frente a las necesidades básicas (incluyendo por tanto posibles costes diferenciales). Este ajuste podría ser realizado directamente en el caso de Comunidades Autónomas con competencia (caso de Euskadi) o buscando otras fórmulas en el caso de las Comunidades de Régimen Común, siempre que hubiera un acuerdo de financiación al respecto entre el Estado y la Comunidad Autónoma. En base a los principios anteriores, el sistema complementario de garantía de mínimos actual debería ajustarse, una vez puesta en marcha la Renta Básica, actuando sólo marginalmente en términos de cobertura de ingresos y centrándose en los siguientes objetivos económicos complementarios: a) Contribuir a la financiación del acceso y mantenimiento en la vivienda, en aquellas unidades de convivencia en los que la Renta Básica resultara insuficiente para hacer frente a estos costes. Debería establecerse para ello una prestación específica de apoyo al acceso a la vivienda, complementaria de la Renta Básica pero de gestión autonómica o local (24) (24) Hay que señalar, no obstante, que esta cuestión también podría solucionarse por la vía fiscal. b) Consolidar unas mínimas condiciones de vida a largo plazo, garantizando a toda la población unas condiciones adecuadas de la vivienda en cuanto a mobiliario, equipamientos e instalaciones. c) Hacer frente a situaciones de necesidad extraordinarias y de emergencia. El estudio de la experiencia de las AES vascas resultaría sumamente interesante a este respecto. No habría que descartar del todo, sin embargo, la posibilidad de atender a colectivos que quedaran al margen de la Renta Básica, por ejemplo residentes legales no permanentes ni tampoco, cuando ello fuera decisión de la Comunidad Autónoma, la posibilidad de introducir una mejora de los niveles garantizados por esta vía. Esta última decisión plantearía, sin embargo, el problema del mantenimiento de importantes estructuras burocráticas que convendría orientar al trabajo de inserción después de la introducción de la Renta Básica. La reorientación del trabajo de los servicios sociales hacia el objetivo social de la inserción social constituye de hecho uno de los aspectos necesarios de la reforma. En este caso, y dado que la garantía de recursos obtenida al margen de los servicios sociales puede incrementar el peligro de marginalización en algunos colectivos con problemas de desestructuración y de aislamiento social, resultaría necesaria buscar fórmulas para seguir manteniendo el contacto de estos colectivos con los servicios sociales. La experiencia reciente de los sistemas de ingresos mínimos revela de hecho que uno de las ventajas de su gestión por los servicios sociales consiste precisamente en evitar el peligro de marginalización de colectivos que, además de problemas económicos, plantean otras carencias sociales. Los trabajadores sociales deben por ello salir de su ámbito tradicional para ir a buscar a los colectivos sociales necesitados que, una vez establecida la Renta Básica, puedan plantear una limitada propensión a acceder a los servicios sociales. 4. IMPLICACIONES DEL MODELO Implicaciones filosóficas El modelo que se plantea es en general coherente con la visión tradicional de la Renta Básica. Sin embargo, plantea algunas variantes. La primera se asocia a la introducción de la Renta Básica de unidad de convivencia. Esta propuesta choca inicialmente con la idea del carácter individual de la Renta Básica y con la perspectiva de que, para acceder a la misma, resulta irrelevante con qué personas se conviva. La cantidad de la Renta Básica, uniforme en todos los casos, resulta por tanto una variable independiente del tipo de hogar al que se pertenezca, lo que evita los problemas ligados a los subsidios tradicionales, que requieren el control de la unidad de convivencia. Lo cierto es que nada en la propuesta que señalo pone en tela de juicio el planteamiento individual. Simplemente, para optimizar la acción de esta Renta Básica individual, se introduce una Renta Básica por unidad de convivencia que haga frente a gastos que resultan comunes a todos los hogares o unidades de convivencia, independientemente de su composición. De esta forma, se toman en cuenta distintos ámbitos de necesidad, los estrictamente individuales y aquellos asociados al mantenimiento de un hogar o unidad de convivencia. No se exige, por otra parte, otro elemento de control que el asociado con carácter general a la comprobación de la veracidad de los datos fiscales presentados (en la misma línea que lo que ya ocurre actualmente). La segunda variante hace referencia al planteamiento complementario de mecanismos fiscales de estímulo al empleo, directamente vinculados a la gestión de la Renta Básica. Este planteamiento sin embargo no pone en tela de juicio los planteamientos tradicionales, siendo únicamente un instrumento complementario, de carácter fiscal en la propuesta, que favorece la opción por el empleo. Este mecanismo, además, ya se usa fiscalmente en la actualidad. La tercera diferencia es más importante. Hace referencia a la evidencia de que, en la práctica, la modalidad de Renta Básica propuesta se asocia sobre todo a la universalización de las prestaciones entre menores de 25 años no independizados, la cobertura de carencias básicas que afectan a unidades independizadas con recursos menores a las cuantías de la Renta Básica y la introducción de una garantía de ingresos a todas las personas mayores de 25 años sin recursos personales. En los demás casos, mayoritarios, la participación fiscal seguiría manteniéndose en niveles muy similares a los niveles actuales e incluso podría aumentar (así debería ocurrir en los tramos altos de renta, proporcionalmente favorecidos por la normativa actual). Como ya se señaló en su momento, uno de los principios básicos del modelo es que el aumento de los topes impositivos debe compensar la introducción de la Renta Básica en la gran mayoría de los casos de las personas actualmente ocupadas o con fuentes propias de ingresos. Aún así, con la introducción de la Renta Básica entre el conjunto de personas dependientes y la mejora del sistema de estímulos al empleo, una parte sustancial de la población sería beneficiaria neta del modelo, aunque normalmente en pequeñas cuantías. Es verdad en cualquier caso que, con la modalidad planteada, se pierde la idea de una prestación de transferencia regular a todos los miembros de la comunidad. Pero este planteamiento, que resulta a priori impactante en la apuesta por la Renta Básica, es poco operativo en el momento actual porque daría lugar en la mayoría de los casos a la recuperación fiscal de la Renta Básica. La aplicación de esta modalidad de pago sólo sería realmente conveniente a largo plazo, conforme fuera evidenciándose la caída del número medio de horas trabajadas y ganando peso el mecanismo económicamente compensador de la Renta Básica como forma real de acceso a unos ingresos propios. En realidad, más que la perspectiva de un cheque regular que llega mensualmente a casa, lo que pretende la modalidad de Renta Básica defendida es consolidar un sistema de garantía de recursos mínimos de orientación universal e incondicional. A partir de su implantación, cualquier persona que - por obligación legal (edad mínima y máxima), falta de oportunidades de empleo o decisión propia - careciera de recursos sabrá que tendrá acceso a una Renta Básica individual e incondicional. Éste es el elemento realmente sustancial de la propuesta, al permitir que cada persona o unidad de convivencia pueda establecer sus estrategias vitales de actuación sabiendo que puede contar sobre esta prestación de base. En definitiva, ninguno de los elementos señalados hasta ahora plantea realmente un alejamiento sustancial de la idea de un derecho incondicional, individual y uniforme a una Renta Básica. Sólo la posibilidad de introducir algún tipo de obligación asociada a la dependencia a largo plazo de la Renta Básica sin aportación fiscal compensatoria - que no se defiende expresamente pero que tampoco se descarta en el modelo - podría considerarse un alejamiento mayor respecto a los planteamientos tradicionales de la Renta Básica. A la sociedad y a sus representantes debe corresponder valorar en cada momento la conveniencia o no de recurrir a este tipo de planteamientos en función de las ideas sociales dominantes respecto al sistema de derechos y responsabilidades sociales, la capacidad productiva real de la sociedad, la evolución de la recaudación y la percepción del modelo por la mayoría social. De optarse por esta solución, es evidente que el modelo de ‘ingreso de participación’ de Atkinson podría constituir una referencia necesaria para el diseño del sistema. Implicaciones económicas La consideración de una doble Renta Básica (individual y de unidad de convivencia) facilita claramente las posibilidades de ajustarse a objetivos mixtos de fomento de la libertad personal y de lucha contra la pobreza. En este sentido, se facilita a continuación un cuadro en el que se compara el impacto que tendría el acceso a la Renta Básica, según distintas modalidades de convivencia, respecto a la estimación media de los costes necesarios para llegar a cubrir las necesidades básicas (ausencia de pobreza) así como para alcanzar los niveles mínimos de bienestar esperados en nuestra sociedad, valores éstos derivados de la EPDS que realizamos en Euskadi. Los datos se presentan en cifras anuales y mensualizadas. Ingresos por Renta Básica -individual y de unidad de convivencia- e impacto de los mismos de cara a la superación de los umbrales de pobreza y de acceso a los niveles de bienestar socialmente esperados Situaciones Ingresos por RB (anual) Ingresos por RB (mensual) /umbral de pobreza % Ing.RB/ umbral de bienestar Umbrales Bienestar Persona sola Matrimonio Matr. 1 hijo menor Matr. 2 hijos (1) 860.000 1.684.632 1.220.000 2.078.628 1.320.000 2.368.644 1.470.000 2.546.136 % Ing.RB Umbrales pobreza 71.667 97,9 51,0 878.196 101.667 112,5 58,7 1.084.800 110.000 104,3 55,7 1.265.580 122.500 109,1 57,7 1.347.780 Definidos utilizando el método Gobierno Vasco, cifras medias. Fuente: Encuesta de Pobreza y Desigualdades Sociales 2.000. Como puede verse, la gran ventaja de este modelo es que, partiendo de cifras moderadas de Renta Básica individual, garantiza recursos suficientes para acercarse sustancialmente o superar el nivel de pobreza a todas las unidades de convivencia, situando además a las distintas unidades en circunstancias similares de cara a cubrir sus necesidades básicas. De no introducirse el complemento por unidad de convivencia y limitarnos a las cuantías de la Renta Básica individual prevista, nos encontraríamos en cambio con que los usuarios tradicionales de los sistemas de garantía de recursos mínimos (en los que predominan las personas solas y las familias monoparentales con hijos) seguirían teniendo que acudir masivamente a esos sistemas complementarios (25). Esto eliminaría uno de los elementos funcionales básicos de la introducción de la Renta Básica, esto es la simplificación de la acción actual de los servicios sociales, perdiendo bastante sentido la introducción de la nueva prestación. La propuesta presentada, basada en una cuantía moderada de Renta Básica individual, completada por una Renta Básica de unidad de convivencia complementaria, tiene por otra parte implicaciones fundamentales en términos de coste. Frente a propuestas de Renta Básica más ambiciosas (26), plantea una perspectiva de coste económico elevado pero susceptible de ser razonablemente contemplado y analizado a medio plazo. De esta forma, el coste estimado de aplicación del modelo en el caso vasco se sitúa - partiendo de datos de la EPDS 2000- en unos todavía altos 151 mil millones de pesetas, con un impacto estimado sobre el PIB de alrededor del 2,7%. El coste para el conjunto de España sería probablemente superior a 2,5 billones de pesetas. (25) Con una cuantía de 30000 pesetas mensuales (50% para los menores), la Renta Básica sólo cubriría un 34,2% de las necesidades básicas de una persona sola, un 41,5% de las correspondientes a una familia monoparental con dos miembros o un 55,2% de las necesidades de un matrimonio. Incluso aumentando en un 50% la cuantía de la Renta Básica, situándola en 45.000 pesetas, los porcentajes correspondientes seguirían siendo todavía bajos, especialmente en el caso de personas solas y familias monoparentales (51,2%, 62,2% y 83%). (26) Para conseguir la superación de los umbrales de pobreza en todas las situaciones de convivencia sería necesario establecer una Renta Básica individual de alrededor de 70.000 pesetas por persona, una cifra propuesta recientemente por CCOO de Cataluña. Aceptando la hipótesis de partida de que, una vez aplicados impuestos, la Renta Básica supondría una compensación real equivalente a la diferencia neta existente en la actualidad entre los ingresos personales y la cuantía de la Renta Básica, se estima que en el caso vasco - con 2.150.000 habitantes- la aplicación de este modelo de prestación tendría un coste de mantenimiento anual de unos 580 mil millones de pesetas, lo que supone un 10,2% del PIB y un 52,4% del gasto SEEPROS (que incluye todo el gasto social actual en la Comunidad Autónoma, excluida únicamente la educación). En la hipótesis de una distribución absoluta de la cuantía, no compensada vía impuestos, el coste sería tres veces mayor, con un impacto sobre el PIB que se estima en un 30,2%. Implicaciones prácticas Conviene volver a repetir que la propuesta presentada en este documento puede estudiarse en sus cuantías y en sus mecanismos prácticos de aplicación. El elemento central de la propuesta es el modelo de aproximación a la lucha contra la pobreza que plantea, social y económicamente susceptible de ser tenido en cuenta. En este sentido, se configura de tal forma que resulta relativamente sencillo aplicarlo partiendo del actual modelo de fiscalidad y de política social. Su coste, por otra parte, puede considerarse razonable en una perspectiva a medio plazo. Hay que señalar igualmente, para finalizar, que la propuesta presentada no pretende competir con ninguna otra que pudiera realizarse desde el ámbito de los defensores de la Renta Básica. En este sentido, se configura únicamente como otra posible vía de actuación. Su interés esencial, eso sí, es que constituye una alternativa al debate con el que se han venido enfrentando los partidarios de la Renta Básica desde sus orígenes: plantear una Renta Básica económicamente asumible pero de cuantía poco relevante para superar la pobreza o plantear una Renta Básica de cuantía suficiente pero de difícil implantación económica.