Ética y liderazgo, su rol en la Educación Superior

V ENCUENTRO INTERNACIONAL
“LAS TRANSFORMACIONES DE LA PROFESIÓN
DOCENTE FRENTE A LOS ACTUALES DESAFÍOS”
Área temática:
“Desarrollo profesional y dimensiones de la profesión
docente”
Título:
“Ética y liderazgo, su rol en la educación superior
para el fomento de la democracia”
Autora:
Karola Samaniego Tello
UNIVERSIDAD TECNOLÓGICA “SAN ANTONIO DE
MACHALA”
ECUADOR
Correo electrónico:
karolas39@yahoo.es
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AMÉRICA LATINA Y EL CARIBE
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ÉTICA Y LIDERAZGO, SU ROL EN LA EDUCACIÓN SUPERIOR
PARA EL FOMENTO DE LA DEMOCRACIA
Resumen
La educación superior, como proceso social, tiene un enorme reto que afrontar en
la formación de profesionales que logren transformaciones sociales; en un momento
histórico en el que la sociedad ecuatoriana vive una crisis de valores y ausencia de
liderazgo; que han sumido a los actores sociales en la pasividad y la indiferencia.
De allí que, siendo las universidades el baluarte de la cultura de los pueblos, su
gestión debe enfocarse en la formación de líderes éticos que incidan en procesos socioculturales transformacionales. Ahí la importancia del rol docente en la construcción de
valores y liderazgo en los estudiantes, fomentando el verdadero ejercicio de la democracia
participativa y de consensos, orientada a construir una sociedad más ética, justa,
equitativa y emprendedora.
Palabras claves: rol docente, ética, liderazgo, educación, democracia.
ABSTRACT
Higher Education is a social process which has a huge challenge to face in the
formation of professionals who obtain the social transformation. Ecuadorian society lives a
crisis of values and lack of leadership which have caused passivity and indifference among
the citizens. Being the University is a relevant bastion of the culture of the towns its
management must focus in the formation of ethical leaders that affect and revolutionize
the processes, fomenting the correct and democratic participation, oriented not only to
construct an ethical but also an impartial and enterprising society.
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ÉTICA Y LIDERAZGO, SU ROL EN LA EDUCACIÓN SUPERIOR
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Presentación
La sociedad ecuatoriana se ha visto conmocionada en las últimas décadas por el
auge de una subcultura de antivalores y corrupción, frente a ello las nuevas generaciones
han reaccionado con indiferencia y pasividad, generando un círculo vicioso que no
beneficia a nadie pero si socava a la familia como célula de la sociedad y repercute en
todo ámbito sea este laboral, político, religioso, e inclusive académico.
Más allá de las pérdidas económicas y jurídicas que la práctica de la corrupción
genera, están las implicaciones que genera sobre la ética humana y el desarrollo integral
de los pueblos.
Si las sociedades han alcanzado el reconocimiento de ciertos derechos como el vivir
en un ambiente de seguridad, paz y equidad cabe interrogarse: ¿no atenta la corrupción
contra estos logros?, ¿cuál ha de ser la actitud de la sociedad ante un problema intrínseco
en ella misma? Es más, ¿cuál es el rol del docente en esta temática?
La educación no solo incluye el saber hacer, o el saber conocer, implica sobretodo
el saber ser y el ser emprendedor; es integral y desde esta perspectiva la calidad de la
educación en el camino hacia la excelencia apunta a la formación de valores que permita
el desenvolvimiento en el ámbito social basado en la equidad, la justicia, la transparencia
y la honestidad en las relaciones interpersonales, ello es vivir, con ética, no solo
enunciarlo como un componente más en una planificación curricular, debe ser una
necesidad; para lograrlo es necesario incitarlo, y a la vez estar convencidos que es un
proceso a mediano y largo plazo.
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En este proceso corresponde a las instituciones educativas fomentar cambios en las
perspectivas de formación docente y del proceso de enseñanza-aprendizaje, en los que se
incluyan los espacios de reflexión ética y de diálogo para un ejercicio de los derechos de
los ciudadanos.
Objetivo
•
Propiciar el debate y la reflexión sobre el rol docente para responder a los actuales
escenarios sociales, mediante una nueva perspectiva en los procesos de enseñanzaaprendizaje que incluyan el liderazgo ético en el docente contribuyendo al
fortalecimiento del protagonismo de las instituciones de educación superior.
LA EDUCACIÓN SUPERIOR EN EL ECUADOR DEL SIGLO XXI
En la actualidad, el escenario socio-cultural ecuatoriano no podría ser más
devastador, las crisis de gobernabilidad recurrentes en las últimas décadas, la demagogia y
el clientelismo político, entre otros problemas han socavado los pilares más profundos de
la democracia; y frente a ellos paradójicamente se erigen las universidades como
guardianas de un pasado mejor y totalmente desvinculadas en su proceso de formación de
profesionales de las necesidades sociales.
Estos procesos sociales, dentro de los cuales la educación es uno de los más
trascendentales, han conllevado a una vulnerabilidad de las instituciones de educación
superior frente a la sociedad a la cual no se le han rendido cuentas de su actuar. Esto
sumado a la rigidez académica, el manejo político de la educación, y el hermetismo de los
tradicionales claustros universitarios desvalorizaron el papel fundamental de las
universidades en la cultura ecuatoriana.
Además la permanente inactividad de estas instituciones en el quehacer científico e
investigativo, y su desvinculación con la colectividad ahondaron el resquebrajamiento
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entre universidad – sociedad, consecuencia de ello generaciones de profesionales lejos de
coadyuvar al desarrollo científico y tecnológico lo han entorpecido, no han sido más que un
reflejo de lo destructivo que podría ser la educación sin consenso.
En una especie de reivindicación en los últimos años las universidades han
demostrado su interés en involucrarse más con los fenómenos sociales que afectan a la
comunidad, no obstante ello no quiere decir que se haya encontrado la panacea para
resolver todos los conflictos internos que nos aquejan, este es un proceso a mediano plazo,
en el que se debe priorizar la formación de líderes éticos que coadyuven en la
democratización haciéndola más participativa y generando consensos en la búsqueda de
transformaciones sociales.
EL LIDERAZGO Y LA ÉTICA
La concienciación de la realidad de estos fenómenos y sus evidentes resultados nos
conllevan a un proceso de reflexión que permita encontrar alternativas para enfrentar la
vulnerabilidad de las entidades de educación superior y desarrollar procesos de cohesión
social que constituyan mecanismos para ejecutar procesos de cambio.
De ahí que el presente trabajo pretende desarrollar una reflexión sobre la
necesidad de vincular la ética y el liderazgo centrado en valores en la formación de
profesionales, como forma de mejorar los niveles del ejercicio democrático de los
ciudadanos.
Las universidades son instituciones morales, diseñadas para promover normas
sociales y sus directivos son los agentes morales que a menudo deben tomar decisiones que
favorecen un valor sobre otro. Por
estas razones, el proceder del líder debe ser
deliberadamente moral.
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El deber moral del líder se expresa no solo en los dilemas éticos, sino que en las
políticas y estructuras del día a día que pueden tener implicaciones éticas. Es por ello que
los docentes no solo se deben comportar de manera responsable como un individuo, sino
que deben crear una institución ética.
Como líderes, los directivos institucionales tienen una especial responsabilidad de
ejercitar autoridad de una manera ética. En gran parte la autoridad del director es moral;
es decir, los docentes, estudiantes y personal de apoyo, deben estar convencidos de que el
punto de vista del director refleja los valores morales que apoyan. Pocas veces la coerción
a través de la autoridad democrática tendrá un efecto duradero y positivo.
Muchas veces un dilema ético no es tener que hacer una elección entre lo correcto
y lo incorrecto, sino es tener que hacerlo entre dos cosas correctas. Los dilemas surgen
cuando valores apreciados entran en conflicto. Este tipo de dilema se intensifica debido a
que los líderes de las entidades educativas son funcionarios que tienen obligaciones con
mucha gente que a menudo tienen valores o intereses en conflicto
No hay una guía ética que entregue respuestas fáciles a dilemas complejos. Pero se
proponen algunas ideas básicas, entre las que destacan:
•
Los líderes deben tener y estar dispuestos a guiarse por un sentido definido de
estándares éticos y la aplicación de principios y valores que en su actuar se
trasmitan a sus estudiantes fomentando en ellos la construcción de valores para una
participación democrática que se refleje en el ámbito social.
•
Además ello implica que se deberían examinar los dilemas que se le presentan
desde diferentes perspectivas, ello es un análisis que les permita
anticipar las
consecuencias de cada elección e intentar identificar a quienes se afectaría y de
qué manera, y por supuesto aplicar el principio de ¿cómo nos gustaría que nos
trataran bajo circunstancias similares?
•
Por último el liderazgo ético implica tener el hábito de la reflexión en consciencia,
dondequiera que esta los lleve, es decir una permanente valoración de las
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decisiones adoptadas siempre tendiendo al mejoramiento continuo como un
estándar.
El liderazgo ético comienza con los líderes, se enseña no solo a través de las
palabras, sino a través de las acciones; de allí que el comportamiento ético no es algo que
se deba mantener en reserva para temas de momento; debe ser un compañero constante
en cada aspecto de la vida de un líder.
De lo anterior deducimos que la formación de profesionales en las que no se
contemple el liderazgo y la ética como un requisito sine qua non, está lejos de cumplir con
su función social de educar; a su vez este requisito de liderazgo ético repercute
directamente en el ejercicio de la democracia porque deviene en un sistema más
participativo y de concertación social.
CUALIDADES
DEL
LIDERAZGO
ÉTICO
PARA
AFIANZAR
LA
DEMOCRACIA
En los albores de la historia, el líder era concebido como un ser superior al resto de
los miembros del grupo, con atributos especiales, por ello cuando un individuo al
demostrar su superioridad ante la comunidad se convertía en el líder.
Se consideraba que estos poderes o atributos especiales nacían con ellos, es decir
que eran innatos y que por tanto un líder nacía, no se hacía. Actualmente ya no se piensa
que dichas habilidades son supernaturales, sino más bien que estas son comunes a todos,
es por ello que se pueden desarrollar mediante un proceso a mediano plazo.
Los estudios sobre el liderazgo señalan que los líderes tienden a ser más brillantes,
tienen mejor criterio, interactúan más, trabajan bien bajo tensión, toman decisiones,
tienden a tomar el mando o el control, y se sienten seguros de sí mismos, esto quiere decir
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que manejan de manera adecuada su inteligencia emocional para dirigir y trabajar en
equipo influenciándolo en forma positiva.
De allí que el liderazgo ha sido definido como la "actividad de influenciar a la gente
para que se empeñe voluntariamente en el logro de los objetivos del grupo". Concebir una
visión de lo que debe ser la organización y generar las estrategias necesarias para llevar a
cabo la visión. Esto conlleva a lograr un trabajo cooperativo del capital humano, lo que
implica un grupo de gente altamente motivado y comprometido para convertir la visión en
realidad.
La necesidad de un líder es evidente y real, y esta aumenta conforme los objetivos
del grupo se tornan más complejos y amplios. Este individuo es un instrumento del grupo
para lograr sus objetivos y, sus habilidades personales son valoradas en la medida que le
son útiles al grupo. El líder no lo es por su capacidad o habilidad en sí mismas, sino porque
estas características son percibidas por el grupo como las necesarias para lograr el objetivo
trazado.
Para muchos tratadistas, el liderazgo supone un conjunto de características que
una persona ha de reunir, se refiere a un conjunto a aptitudes, habilidades y valores,
siendo algunas de estas características las siguientes:
•
Credibilidad.-
Los líderes hacen lo que dicen. La coherencia de las acciones y
palabras es esencial. Y también lo es la honestidad. Si las circunstancias
determinan la realización de cambios, un líder debe estar dispuesto a explicar el
motivo y ser capaz de hacerlo; si no se obtienen los resultados prometidos, un líder
debe ser capaz de admitir errores o defectos.
Lo que evidencia la importancia del actuar ético apegado a principios y valores que
debe tener todo líder y que ha de manifestarlo tanto en sus palabras como en sus
acciones de manera permanente y constante en todo ámbito de su actuar personal.
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•
Aptitudes extraordinarias.- El líder debe ser el mejor en algún aspecto clave de la
empresa y ser capaz de convertir esta cualidad en algo realmente diferente. Es
decir, el líder ha de estar consiente de sus capacidades y aptitudes y a partir de
ellas potenciar sus actitudes, explotándolas al máximo.
•
Aptitud para formar y conservar el equipo adecuado.- La constitución de un
equipo es un aspecto del liderazgo que a menudo se pasa por alto. Sin un equipo, el
líder no puede liderar: sin el equipo adecuado, un líder no puede conducir en forma
efectiva.
•
Tenacidad y coraje.- Los grandes líderes de la historia se distinguen por la
capacidad de ser fieles a sus visiones. Es decir fijarse una meta y tomar las medidas
para que esto se haga una realidad.
Aclarado el proceso del liderazgo, cabe agregar que, como surge de todo lo dicho,
si se pretende motivar a los actores de una institución, para lograr no solo que entre todos
se satisfagan los objetivos de ella, sino también que quienes participan encuentren en la
acción beneficios para la consecución de sus objetivos individuales, se debe conseguir una
cabal integración entre las metas del grupo humano y la meta de la entidad.
Para esto es necesario que quienes posean autoridad formal tengan la suficiente
habilidad, capacidad y sensibilidad como para erigirse en líderes del grupo humano en
general.
El liderazgo ético tributa a la democracia a partir de la idea del debate que genera
consenso y que permite presentar y recibir posturas diversas con tolerancia y respeto, ello
es, potenciar éticamente la capacidad de llegar a acuerdos sobre temas controvertidos,
ese consenso es político y democrático, porque dada una discusión abierta se puede
mediante el ejercicio del liderazgo generar cambios.
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Lo importante de la democracia no es la participación per se, sin más, sino la
participación consiente y racional que aporta a la deliberación y el carácter público y
abierto de esta. Por ello, la democracia descansa sobre el diálogo y el consenso, como una
forma de espacio público y de vida cotidiana que se genera en las instituciones educativas
a través del fomento del liderazgo y del cambio en la perspectiva de los tradicionales roles
de docente y estudiante. El docente es un líder transformacional que logra cambios en el
proceso generando nuevos líderes que inciden en las esferas sociales.
El trabajo del líder consiste en ser excelente en todo lo que emprende. Ser el mejor
en su campo de actuación. Su tarea consiste en tener una visión exigente en los estándares
del servicio a otras personas. Un líder no solamente ejemplifica la excelencia con su propio
comportamiento; también lo traslada a otras personas para que ellos también se
comprometan con la misma visión.
La clave del liderazgo está en el compromiso de hacer las cosas con la mayor
calidad en el servicio a otras personas, ya sea de adentro o de afuera de su organización.
El liderazgo de hoy requiere la misma dedicación a la gente que tiene que hacer el
trabajo, por un lado, y a la gente que espera obtener beneficios de ese trabajo, por el
otro.
Pero esto no sería suficiente si no existe la cualidad más respetada en un líder, que
es la integridad, es decir, honestidad completa respecto de lo que se dice y hace. La
integridad es la base de todas las demás cualidades, de allí que el reto de las instituciones
de educación superior no consiste en formar líderes, estos deben ser líderes éticos,
emprendedores que apunten a transformaciones sociales, inmiscuidos en procesos de
cambios que generen mayor participación social y consenso como un ejercicio de la
democracia para fortalecer la vigencia de los Derechos Humanos consagrados en la
normativa constitucional.
En definitiva, el liderazgo ético y transformacional genera democracia al interior de
las entidades educativas en la medida en la que el docente ejercite procesos de diálogo
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constructivo, espacios de reflexión y concienciación sobre la ética. La democracia así
entendida es una forma de incrementar la solidaridad social a través de la promoción de la
confianza activa, lo que supone una nueva forma de responsabilidad personal y social del
docente y estudiante líder. La confianza activa se basa en el reconocimiento de la
autonomía y en el de las obligaciones hacia los demás a lo largo del tiempo, ello es un
liderazgo ético y democrático.
LOS NUEVOS RETOS DE LA EDUCACIÓN PARA LA CONSOLIDACIÓN
DE LA DEMOCRACIA
Es necesario desarrollar una reflexión sobre la necesidad de vincular la ética y el
liderazgo centrado en valores en la educación superior en su función desarrolladora,
dirigida a fomentar la democracia, como forma de construir niveles de transparencia del
poder local, en la lucha anticorrupción en la administración pública; revalorizando
la
dimensión ética de los líderes públicos a fin de reforzar la transparencia institucional del
Estado.
Surge el imperativo ético como una manera de afrontar el problema, de formar
líderes centrados en valores, capaces de realizar cambios enfocados en relaciones de
cooperación y basadas en la credibilidad; orientando políticas educativas a la satisfacción
de los intereses, necesidades y expectativas de la sociedad.
Nace de allí la necesidad de consolidar carreras profesionales con la capacidad de
elevar los niveles de liderazgo ético, particularmente en organizaciones de la gestión y
administración pública como aquellas vinculadas a las funciones legislativa y judicial,
cuestión clave para el fortalecimiento del sistema democrático; orientada a la difusión de
los derechos humanos en general y la construcción de una cultura política participativa y
de consenso; en un momento histórico donde cabe la pregunta de sI la democracia
tradicional, alcanza a responder las necesidades de ciudadanos; que hoy día se sienten
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marginados, frente a la realidad de un espacio marcado por la desigualdad y la exclusión
social.
Una democracia representativa, entendiendo esta más allá de la capacidad de
elegir o ser elegidos, es la participación en la toma de las decisiones, una forma de
ejercicio de los derechos civiles y políticos; esto es, una dimensión estructural que afecta
oportunidades y deberes; a la vez que marca los límites que aseguran el equilibrio por la
libertad y la equidad, y que tienen como fundamento a la ética pública.
Para ello se necesita fomentar dentro del proceso de enseñanza-aprendizaje ciertos
atributos democráticos, que son, aquellas disposiciones o actitudes del carácter que
contribuyen a que una persona sea, mediante sus decisiones, adulto, responsable, racional,
garante de la procura y defensa de sus propios intereses, lo cual implica un nuevo enfoque
en la docencia, aquel que permita hacer del docente un líder formador de nuevos líderes.
Bajo la premisa de que el hombre es un ser político cabe entonces que al vivir en sociedad
se fomente mediante el liderazgo ético el ejercicio de la democracia.
Esto supone trabajar en dos ámbitos, respecto a la posibilidad de ser persona moral
y también en lo atinente a la idea de vivir en una sociedad justa de manera libre e igual.
Ello supone que para hacerse cargo de esos proyectos humanos y políticos es preciso
aceptar el hecho íntimo (reflexivo, afectivo y volitivo), personal, social e institucional, que
establece que las actitudes y disposiciones que lo hacen posible puedan ser descritos,
reconocidos y apreciados como propios, aprendidos y enseñados, como disposiciones y
actitudes que por políticas son humanas y que por humanas pueden compartirse dentro y
fuera del aula.
En este contexto en el que la educación cobra un papel destacado, es urgente
centrar la atención y priorizar adecuadamente aquellos objetivos que desde una
perspectiva estratégica, nos conviene potenciar para lograr un cambio social que comporte
la implicación ciudadana personal y que contribuya al progreso tanto individual como
colectivo.
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Así, los atributos democráticos implican formar profesionales con participación
política activa, y, al mismo tiempo, en ocuparse de sus propios asuntos, esta participación
activa ha de entenderse como fruto de su racionalidad, pero también de su afectividad;
además debe deliberar bien acerca de sus acciones y pasiones; e implica que podamos
realizarla, individual o colectivamente, para ser libres en el ejercicio de nuestra igualdad e
iguales en el ejercicio de la libertad.
En este contexto en el que la educación cobra un papel destacado, es urgente
centrar la atención y priorizar adecuadamente aquellos objetivos que desde una
perspectiva estratégica y no solo táctica, nos conviene potenciar para lograr un cambio
social que comporte la implicación ciudadana personal y que contribuya al progreso tanto
individual como colectivo.
Las acciones pedagógicas que creemos deben propiciarse en el marco de las
preocupaciones éticas y de educación en valores en sociedades plurales y democráticas, lo
que exige una capacidad de reflexión no solo individual sino compartida y extendida
socialmente. Su núcleo de formación por tanto son las instituciones educativas, en las que
el liderazgo ético tributa a la democracia como ejercicio político de los derechos del
ciudadano.
Es necesario más que nunca insistir en el liderazgo y el aprendizaje individual de
conocimientos, habilidades y destrezas que permitan a cada persona alcanzar el máximo
nivel de excelencia que sus disposiciones personales le permitan, y aprovechar el clima
social de reflexión generado por el desarrollo contemporáneo para optimizar las
potencialidades individuales, cuya suma devienen en un clima de intercambio de actitudes
y de cambio social.
Partimos del hecho que es posible educar en valores éticos en sociedades abiertas y
plurales, y que es posible establecer pautas y orientaciones para el trabajo que en las
aulas pueda desarrollarse al respecto. La educación en valores éticos no es o no debe ser
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solo una parte de la educación que predisponga de forma adecuada para resolver conflictos
sociales y morales.
Más bien debe ser una forma de abordar el conjunto de la educación orientada a la
construcción de personas competentes, no solo en su ejercicio profesional sino en su forma
de ser y de vivir, guiados por criterios de respeto, solidaridad, justicia y comprensión. Es
por ello que debe ser un modo de educación más que una educación especializada; una
forma contextual de crecer y vivir en la comunidad de aprendizaje y de convivencia, una
forma de construcción personal autónoma y en el diálogo más que un simple ejercicio de
habilidades para el desarrollo del juicio moral y de la capacidad de diálogo. Así, hablamos
de formar docentes que ejerciten el liderazgo transformacional dentro del aula.
La democracia parte de una concepción de democracia deliberativa que basa su
potencia en su capacidad para obtener acuerdos sobre problemas concretos, cuestiones
controvertidas o situaciones de conflicto. Es importante destacar, en este sentido, que lo
importante no es el procedimiento que nos permitirá encontrar la solución adecuada al
conflicto, sino la legitimidad del resultado.
Lo importante de la democracia no es la participación sin más, sino la participación
en la deliberación y el carácter público y abierto de esta. Por ello, la democracia descansa
sobre el diálogo y el consenso, pero no como una situación de habla ideal, sino como una
forma de espacio público y de vida cotidiana.
Apostar por el liderazgo ético y la democracia permite una forma de vida basada en
la tolerancia mutua y en la confianza activa que genera el diálogo, al ser este un medio
para aceptar la integridad del otro y apreciarla en igualdad de condiciones que la nuestra,
que el cambio social sea una meta y no un simple enunciado.
En definitiva, la democracia así entendida es una forma de incrementar la
solidaridad social a través de la promoción de la confianza activa, lo que supone una nueva
forma de responsabilidad personal y social. La confianza activa no descansa en la que
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pueda generar el status o el rol social, sino que es una confianza que hay que ganarse cada
día y que se basa en el reconocimiento de la autonomía y en el de las obligaciones hacia
los demás a lo largo del tiempo.
No se trata de reformular el rol del docente al interior del aula, sino de
reconsiderar los papeles asumidos desde una nueva perspectiva. En efecto, pensarse como
sujeto, y pensar al otro, el estudiante, como sujeto, va más allá de la critica a las formas
en que se desempeña la función docente pues no basta con pensar al docente en un rol
menos autoritario o directivo, sino el reconocer que durante el proceso enseñanzaaprendizaje entran en juego valoraciones y concepciones del mundo que requieren ser
cuestionadas permitiéndose una reflexión más profunda sobre el conocimiento, el saber, y
los contenidos y objetivos que se persiguen mediante el diálogo y el consenso.
No es posible hablar de una sociedad democrática mientras se niegue al ser humano
su posibilidad de convertirse en actor. De donde se desprende que la conformación de una
sociedad democrática requiere crear condiciones de vida que posibiliten la actuación de
los individuos como actores o personas que asumen las decisiones que competen a su
espacio cotidiano de existencia, en la medida en que con ello se construye el espacio
social, para ello es necesario el liderazgo que tienda al cambio del individuo y del espacio
donde este se desenvuelve.
Hay que enseñar, además, a luchar por los derechos propios, lo que significa, en
última instancia, una educación ética capaz de permitir al hombre apostar por la
democracia, en tanto opción libre, creando y gestionando una sociedad buena, esto es
ejercer un liderazgo transformacional.
CONCLUSIONES
Teniendo como antecedente el contexto ecuatoriano es necesario que las
instituciones de educación superior afronten el reto de formar profesionales, y que en ese
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proceso se cumplan las funciones: instructiva, educativa y desarrolladora, con el fin de
formar profesionales integrales que además de evidenciar con su actuar su compromiso
social logren transformaciones sociales mediante el ejercicio de un liderazgo ético
orientado a lograr que la comunidad a la que se deben, eleve sus niveles de participación
en la toma de decisiones; esto es, que tomando como ejemplo a un nuevo perfil de
profesional, la sociedad lo imite e inicie un proceso de cambio dirigido a un verdadero
ejercicio de la democracia, mas allá de la capacidad de elegir y ser elegido, sino mas bien
teniendo como fin último la vigencia de los derechos civiles y políticos.
Para ello es necesario que las universidades formen a líderes transformacionales,
es decir, aquel líder que establece metas y objetivos en el intento de hacer a sus
seguidores líderes. Este tipo de líder suscita la lealtad, inspira respeto y son capaces de
saber que es lo más importante. Dando oportunidades y creado una cultura que favorece y
desarrolla el crecimiento del personal. Además, el líder transformacional, discierne,
comprende, conceptualiza y enuncia ante todos los actores del claustro, las posibilidades y
amenazas con que se enfrenta la organización, así como los puntos fuertes, débiles y las
ventajas competitivas de la misma.
Para lograr lo anteriormente propuesto, también es necesaria la construcción de un
liderazgo participativo que supone colaborar con los demás para conseguir un objetivo
común, compartiendo métodos de trabajo y decisiones en equipo, esto es, comprometerse
crítica y constructivamente con una tarea colectiva.
Si seguimos negando la participación real y activa de los estudiantes en la
construcción de su propio proceso educativo, no podemos esperar que se sientan capaces
de construir paulatinamente un mundo más humano y democrático. A ello apunta la
reflexión sobre la relación entre la ética y la política pero no como conceptos a teorizar,
aunque ello sea a veces necesario, sino a su práctica diaria, en tanto la “...democracia es
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la cristalización política de la posibilidad ética del hombre1”. Así, el sujeto dejará de
sentirse instrumento del poder para asumirse constructor del mundo que habita
Para finalizar podemos deducir que las transformaciones sociales solo se dan en la
medida en la que se incorporen a ella individuos con perspectivas diferentes que
emprendan y coadyuven positivamente en el proceso de cambio, para ello es necesario la
formación de lideres éticos, lo cual supone un reto enorme para las instituciones de
educación superior en su papel de satisfacer las necesidades sociales de la comunidad a la
que se deben.
En resumen podemos señalar como conclusiones las siguientes:
•
La educación superior debe responder a los fenómenos sociales en un proceso a
mediano plazo priorizando la formación de líderes éticos que coadyuven en la
democratización haciéndola más participativa y generando consensos en la
búsqueda de transformaciones sociales.
•
El liderazgo ético comienza con los líderes éticos, a través de las acciones; de allí
que el comportamiento ético debe ser un compañero constante en cada aspecto de
la vida de un líder, a través del proyecto de vida. Frente a ello, se puede lograr que
las instituciones de educación superior formen a verdaderos líderes que generen
transformaciones sociales y que repercute directamente en el ejercicio de la
democracia porque deviene en un sistema más participativo y de concertación
social.
•
La mayor cualidad del liderazgo es la ética y la participación que genera
democracia al interior de las entidades educativas siempre y cuando el docente
genere espacios de reflexión, concienciación y diálogo que conlleven conceso.
•
Los nuevos retos de la educación para la consolidación de la democracia implica
reconsiderar los papeles asumidos desde una nueva perspectiva, reconocer que
durante el proceso enseñanza-aprendizaje entran en juego valoraciones y
concepciones del mundo que requieren ser cuestionadas permitiéndose una
1
Savater, F., La tarea del héroe, Destino, México, 1994, pag.269.
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reflexión más profunda sobre el conocimiento, el saber, y los contenidos y objetivos
que se persiguen mediante el diálogo y el consenso.
•
La conformación de una sociedad democrática requiere crear condiciones de vida
que posibiliten la actuación de los individuos como actores o personas que asumen
las decisiones que competen a su espacio cotidiano, en la medida en que con ello
se construye el espacio social, para ello es necesario el liderazgo que tienda al
cambio del individuo y del espacio donde este se desenvuelve.
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