Cherán: la tercera vía Efraín Mendoza Zaragoza M e propongo comentar un caso singular de ejercicio de la ciudadanía en nuestro país, pues ahora que vivimos la temporada alta de la política, es aconsejable no apartar la atención de los electores. Equilibrar nuestra mirada, a veces muy clavada en los políticos y sus partidos. Si bien la democracia otorga a la ciudadanía el papel central, lo cierto es que en el día a día eso no ocurre. La generalidad de las campañas se asienta sobre una concepción maniquea que renuncia a toda complejidad, que asume al elector como consumidor pasivo (como cliente o marchante), nunca como ciudadano, menos aún como la fuente del poder público. Estando el piso tan resbaloso, es muy fácil dejarse engullir por lo que de espectáculo tienen las campañas. Por la simplonería que a diestra y siniestra caracteriza a spots y discursos (la más elevada metáfora la tenemos en el comediante televisivo conocido como “el no hay”, porque efectivamente no hay), los políticos parecieran tener en mente no a ciudadanos sino a sujetos ignorantes o subnormales. Por las monerías que hacen los candidatos (los vemos rapeando y hasta con botas de gancho), pareciera que se asumen como competidores en la elección de la reina de la primavera y no como aspirantes a mandatarios que, justamente, deben mandar obedeciendo. Pero no sólo eso, las propias autoridades electorales contribuyen a devaluar penosamente la política al introducir mensajes turbios, como uno que presenta a los candidatos en el papel de alguien que “viene a ofrecer”, es decir, que confirma a la política como un mercadeo, en lugar de enfatizar en el papel de los ciudadanos como el agente principal y a los políticos como una figura subordinada a la ciudadanía. O como otro donde para presuntamente promover el voto se advierte al ciudadano: “si no votas no existes”, un mensaje intimidante y de mal gusto que acaba alimentando el repudio hacia la política. Viendo esto es como uno comprende que hayas muchos mexicanos promoviendo el abstencionismo o el voto nulo. Cómo no habrá molestia: apenas el jueves el Banco Mundial divulgó que la economía del país lleva veinte años de brutal estancamiento y más de 23 millones viven en pobreza extrema. Viendo esto es como uno comprende fenómenos de rebelión ciudadana como el que protagoniza un municipio que, saliendo de Querétaro, se encuentra a una distancia de 22 litros de gasolina. Se trata del municipio de Cherán, en el estado de Michoacán, que en este abril está cumpliendo cuatro años de autogobierno, luego de que la población, literalmente, expulsó a todos los partidos políticos de su territorio. Un caso verdaderamente excepcional en el país. Es un municipio purépecha que no sólo cuenta con una policía comunitaria que para enfrentar la violencia y el saqueo forestal decidió adoptar formas tradicionales de gobierno, con lo cual se han apropiado del orden y de su economía. Un dato para la memoria. En Cherán retornó el PRI al poder en 2007 luego de 18 años de gobiernos perredistas. Pero la población descubrió que el nuevo alcalde comenzó a disponer de la riqueza forestal para reponerse de los gastos de campaña. Eso colmó el plato: echaron a un partido para que volviera algo peor. Allí estalló la ira ciudadana y la rebelión pagó altos costos en desapariciones, crímenes y quema de vehículos; cuatro años después la ira llegó a su culminación cuando al repique de campanas los pobladores sometieron a los talamontes, vinculados al narco y a la policía. Dado que ningún político salió en su ayuda, en 2011 la comunidad desconoció a la autoridad priísta y proclamó como una sola voz: “En Cherán ni un partido más”. A partir de allí los habitantes decidieron que no permitirían que en su municipio se celebraran las elecciones. Hubo un acto de inteligencia colectiva: su rebeldía fue encausada por la ruta institucional y se consiguió que el Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federal reconociera su autonomía y su derecho a elegir autoridades con procedimientos propios, sin la presencia de partidos políticos ni candidatos ni registros ni campañas ni spots ni gastos de campaña... La adopción del sistema de usos y costumbres se hizo luego de una consulta en la que 4 mil 844 ciudadanos votaron a favor y sólo 7 votaron en contra. Hoy el municipio funciona sin problemas y la Legislatura reconoció a la autoridad emanada de las asambleas comunitarias. Cherán es el único municipio de Michoacán que no prepara urnas ni boletas, y un mes antes de los comicios generales elegirá, a su modo, al Consejo de Gobierno Comunal. Hacerlo a su modo implica, por ejemplo, que los jóvenes de 16 años podrían participar en la decisión. Una vez que elijan a su modo, el Instituto Electoral del Estado se constreñirá a acatar la decisión y expedir la constancia de mayoría. Por cierto, aunque allí no hay campañas, la semana pasada una candidata a diputada intentó entrar a Cherán y el Consejo de Mayores ordenó que fuera echada del pueblo. Cherán es un caso distinto al de Oaxaca, donde por razones étnicas la mayoría de los municipios elige por usos y costumbres, pues la adopción de esta modalidad surgió tras una rebelión ciudadana de repudio absoluto a los partidos. Cherán es un recordatorio permanente para todas las fuerzas políticas, para que no se despeguen del ánimo popular, para que estrechen su contacto, para que interpreten correctamente el hartazgo social. Cherán es también un referente para los ciudadanos hartos y que promueven el abstencionismo o la anulación del voto. Ni abstención ni anulación, en Cherán es la tercera vía. Lejos de las (inútiles) gesticulaciones emocionales, transformar el hartazgo en organización y horizonte. Qro. Qro., abril 2015.