PREVISIONAL. RECUPERO DE PENSIÓN. LEY APLICABLE. EQUIPARACIÓN DE LA HIJA DIVORCIADA A LA HIJA VIUDA A. y S. T. 10, pág. 286 En la ciudad de Santa Fe, a los dieciséis días del mes de octubre del año dos mil siete, se reunieron en acuerdo los señores Jueces de la Cámara de lo Contencioso Administrativo N° 1, doctores Alfredo Gabriel Palacios y Federico José Lisa, con la presidencia del titular doctor Luis Alberto De Mattia, a fin de dictar sentencia en los autos caratulados “ESTRADA, Rosa María contra PROVINCIA DE SANTA FE sobre RECURSO CONTENCIOSO ADMINISTRATIVO” (Expte. C.C.A.1 n° 114, año 2006). Se resolvió someter a decisión las siguientes cuestiones: PRIMERA: ¿es admisible el recurso interpuesto?; SEGUNDA: en su caso, ¿es procedente?; TERCERA: en consecuencia, ¿qué resolución corresponde dictar?. Asimismo, se emitieron los votos en el orden que realizaron el estudio de la causa, o sea doctores Lisa, Palacios y De Mattia. A la primera cuestión el señor Juez de Cámara doctor Lisa dijo: I.1. La señora Rosa María Estrada interpone recurso contencioso administrativo contra la Provincia de Santa Fe, tendente a obtener el recupero de la percepción o goce del haber de la pensión otorgada por resolución 1125/66, y el pago de las retroactividades correspondientes, con más intereses y costas. Luego de referir a la admisibilidad del recurso, por fallecimiento de su padre -el señor Carlos relata que Dionisio Estrada Bello- ocurrido el 18.10.1965, la Caja de Jubilaciones y Pensiones de la Provincia, por resolución 1125/66, otorgó la pensión a su esposa Amanda Artesima Diambri y a ella como hija menor, de conformidad a la ley 4800 vigente a esa época; que como consecuencia de lo dispuesto por el artículo 55, inciso 3, de la ley 4800, mientras se mantuviera soltera -sin límite de edad- y no desempeñara cargo público, conservaba su derecho al goce o percepción del haber de la pensión; que percibió ese haber hasta el día 19.12.1969 en que contrajo enlace con el señor Juan Manuel Mayoraz; que su madre, la señora Diambri de Estrada Bello, fallece el 11.1.1996, momento al cual vivía con ella atendiendo su subsistencia al encontrarse separada de hecho desde diciembre de 1992 según surge de la sentencia de divorcio vincular a la que refiere; y que por haber sido otorgada la pensión por aplicación de la ley 4800, solicitó el recupero del goce o percepción del haber de conformidad con el artículo 56, inciso 1) de dicha ley. Refiere a los hechos, y concretamente en punto a la procedencia expresa que en el decreto 1997/04 (mediante el cual se le rechaza el recurso administrativo de apelación) se considera erróneamente que se trata de un “pedido de pensión”, cuando se trata de un “recupero del goce o percepción del haber” de una pensión ya otorgada. Por lo tanto, propone distinguir “derecho a pensión”, que se rige por la ley vigente al momento del fallecimiento del causante y es imprescriptible, del derecho “al goce o prestación del haber” de pensión, que sí prescribe y puede suspenderse transitoriamente por alguna de las causales que establezca la ley, “sin que ello implique la pérdida del derecho a ‘pensión’”. Refiere a la evolución legislativa en materia de “recupero” de pensión, destacando que de conformidad al artículo 55 de la ley 4800 “las pensiones son vitalicias”, aunque “el derecho a percibirlas” se extingue y pierde en determinados casos, y puede recuperarse (artículo 56). Así, explica que su pretensión consiste en recuperar el goce del haber que perdió al contraer matrimonio, no el derecho a la pensión que adquirió por fallecimiento de su padre y cuya pérdida no está prevista en el mencionado artículo 55; que de conformidad a la ley 4800 las hijas sólo perdían la percepción de la pensión cuando contrajeran matrimonio o desempeñaran cargos públicos rentados (artículo 55, inciso 3); y que de conformidad al artículo 56 inciso 1, recuperan ese derecho a la percepción del haber “la hija del causante viuda, cuando no gozara de una entrada mensual igual a la que correspondía en concepto de pensión”. Considera que ésas son las normas que deben aplicarse al caso por ser las vigentes a la época del fallecimiento del causante, y que la equiparación de la hija viuda con la divorciada no fue óbice para la pretensión de recuperar el goce o prestación del haber. Añade que la demandada denegó el beneficio por entender que se trataba de un pedido de nueva pensión, reclamada con motivo del fallecimiento de su madre ocurrido el 11.1.1996, fecha a la que regía la ley 6915, con lo que por aplicación del artículo 29 -que entre otros requisitos exige incapacidad- se rechazó el pedido. Entiende que ese enfoque es erróneo, por cuanto lo pretendido es recuperar el goce perdido del haber al desaparecer la causa que lo provocó -el matrimonio- y por estar previsto en el artículo 56, inciso 1 de la ley 4800 que es la aplicable al ser la vigente al momento del fallecimiento de su padre. Reitera que como la pensión es “vitalicia”, la pérdida y su recupero de la percepción o goce se rigen por la misma ley porque se trata de la misma pensión, por lo que -a su juicio- los actos impugnados, al considerar el recupero del goce del haber como pedido del derecho a una pensión, la saca de la ley aplicable y aplica la vigente a la época del fallecimiento de la madre, que no contempla el recupero. Además -dice- es sabido que no existe la “pensión de pensión” como lo trata la demandada al caso al considerar que se pretende la pensión de la madre pensionada. Por otra parte, entiende que es intrascendente que la madre esté viva gozando de la pensión o esté muerta, ya que el derecho al goce del haber que pretende es intuito personae, correspondiéndole con independencia de que exista o no otro beneficiario con el mismo derecho. Al respecto, explica que si su madre estuviera viva, coparticiparía con ella la percepción del haber de pensión, como coparticipó mientras no contrajo matrimonio; y describe las razones por las que -a su modo de ver- no resulta aplicable al caso la doctrina jurisprudencial de la Corte nacional sentada en autos “Francisco Fessa”. Sostiene que la ley 4800 es la única del plexo normativo previsional que prevé el instituto del recupero del goce o percepción del haber a quien es vitaliciamente titular o cotitular originario del derecho, distinguiéndolo claramente del otorgamiento del derecho al beneficio de pensión, al que tienen vocación los parientes que le siguen en el orden de prelación, siempre y cuando no existan copartícipes. Concluye en que confundir status con el goce de la prestación importa en el caso privar de un derecho, haciendo una selección equivocada de la norma aplicable, y violando así su derecho previsional y patrimonial garantizado constitucionalmente. Pide, en suma, se declare procedente el recurso; con costas. 2. Declarada la admisibilidad del recurso (f. 38), comparece la Provincia (f. 38) y contesta la demanda (fs. 51/54 vto.). Considera que el caso debe analizarse conforme a la ley 6915 (texto anterior a la ley 11.373), y que el supuesto de autos es similar al resuelto por la Corte en autos “Cossovich” (A. y S. T. 111, pág. 356), en los que se resolvió en ese sentido la cuestión, debiéndose por ende analizar si se dan los requisitos exigidos por el artículo 25, inciso c, de la mencionada ley 6915. En ese sentido, señala que, contrariamente a lo ocurrido en “Cossovich”, posterioridad el a divorcio la vincular solicitud del de la actora beneficio, se aunque decretó con invocándose abandono voluntario y malicioso del hogar por parte del marido en el año 1992. Asimismo, señala que sin perjuicio de la falta de elementos para la determinación de la culpabilidad en la separación de hecho, resulta definitorio para el rechazo de la pretensión, que la recurrente no haya podido rebatir con éxito lo afirmado por la Caja en orden a que no estaría configurado el supuesto de “estar a cargo” de la causante y de “incapacidad laboral”, aduciéndose que no se halla desprotegida económicamente en virtud de los bienes adjudicados y el estado de indivisión del acervo societario más el usufructo de los bienes detallados en la copia de la escritura obrante a fojas 11/13. Pide, en suma, se rechace el recurso interpuesto; con costas. Abierta la causa a prueba (f. 56), y producida la que consta en el expediente, alegan las partes sobre su mérito (fs. 66/68 vto. y fs. 69/72). Dictada (f. 73) y consentida la providencia de autos, queda la presente causa en estado de ser resuelta. 3. De conformidad al artículo 23, inciso a), de la ley 11.330 corresponde emitir pronunciamiento sobre la admisibilidad del recuso. Al respecto, no se han invocado, ni se advierten, razones que justifiquen apartarse del auto obrante a foja 38 (A. y S. T. 5, pág. 290). Voto, pues, por la afirmativa. A la misma cuestión, los señores Jueces de Cámara doctores Palacios y De Mattia coincidieron con lo expresado por el señor Juez de Cámara doctor Lisa y votaron en igual sentido. A la segunda cuestión el señor Juez de Cámara doctor Lisa dijo: II.1. Conforme surge del relato que antecede, la actora, en razón de su divorcio vincular, reclama el recupero del goce de la pensión que -en concurrencia con su madre- le fue acordada por el fallecimiento de su padre (resolución 1125/66; f. 17; expte. adm. 15101-0046118), y que dejó de gozar en razón de contraer matrimonio. Invoca el régimen de la ley 4800, y en particular, la concurrencia del supuesto previsto en el artículo 56, inciso 1) de dicha ley 4800, considerando que si bien la norma refiere solamente al derecho de la hija viuda, es porque a la época de su vigencia no existía la ley 23.515, no habiendo óbices -a su juicio- “para asimilar la situación de la hija divorciada vincularmente con la de la hija viuda” (f. 66 vto.). Por su parte, la demandada, con base en el criterio sentado por la Corte Suprema de Justicia de la Provincia en autos “Cossovich” (A. y S. T. 111, pág. 356), se opone a la pretensión de la actora por considerar -en síntesis- que resulta aplicable el régimen vigente al momento del fallecimiento de la madre de la recurrente, es decir, el de la ley 6915 (anterior a la reforma de la ley 11.373) a la luz del cual aquélla no reuniría las condiciones necesarias para acceder al beneficio. Adelanto mi opinión favorable a la posición de la actora, y, por ende, a la procedencia del recurso. 2. Esta Cámara ya ha tenido oportunidad de referir al principio según el cual los beneficios previsionales se rigen por la ley vigente al tiempo de producirse el hecho generador de la prestación (“Tiscornia”, A. y S. T. 3, pág. 75; y más recientemente en “Didier”, A. y S. T. 9, pág. 474). Así lo ha declarado siguiendo el inveterado criterio de la Corte Suprema de Justicia de la Nación según el cual es sabido que el derecho a las prestaciones previsionales se rige, en lo sustancial y salvo disposición en contrario, por la ley vigente al momento de producirse el hecho generador del beneficio, esto es, la que rige al momento del cese o fallecimiento del afiliado (Fallos: 274:30; 276:255; 280:328; 285:121; 311:140; 318:491, entre muchos otros); por lo que tales condiciones no son susceptibles de modificación ulterior, ya que otra inteligencia importaría modificar indebidamente uno de los elementos que constituyeron el status jubilatorio en forma incompatible con las garantías reconocidas por los artículos 14 bis, 17 y 18 de la Constitución nacional (Fallos: 307:906; 313:730). En idéntico sentido, y precisamente en materia de pensiones, el Alto Tribunal nacional ha considerado que ellas “se rigen por la ley vigente al tiempo de producirse el hecho generador del beneficio” (C.S.J.N.: “Ávila”, Fallos 318:491; “Digier”, Fallos 318:1770; entre muchos otros); es decir, “por la ley aplicable a la fecha del deceso del causante” (Fallos: 229:653; 232:657; 288:254 y 405; 291:350; 295:574; 322:2676; entre otros). 3. En el caso, no es dudoso que el “causante” del beneficio pretendido es el padre de la actora; y que el “hecho generador” del mismo, no es el fallecimiento de su madre, sino -otra vez- el de su padre. Entender sin más lo contrario, esto es, que en autos el hecho generador del beneficio es el fallecimiento de la madre de la actora, importaría tanto como considerar jurídicamente posible la existencia de pensiones derivadas de pensiones, lo que, como también es sabido, no encuentra sustento en el ordenamiento jurídico previsional santafesino, cualquiera sea el que se considere aplicable (de esta Cámara: “Lecruit”, A. y S. T. 5, pág. 314). Similar criterio ha seguido -en anterior integración- la Corte Suprema de Justicia de la Provincia, incluso -y precisamente- en causas vinculadas a pretensiones de “recupero” de pensión. Así, in re “Godoy” (A. y S. T. 57, pág. 180) expresó que la pensión “es un derecho que la ley acuerda a determinados deudos del agente público con derecho a la jubilación o en estado de jubilado”; que consiste “en el pago, a ellos, de una suma de dinero periódicamente durante el tiempo que la norma fija y hasta tanto no ocurran las causales legales que impidan el goce de tal beneficio”; que el allí causante -padre de la recurrente- había fallecido estando en vigencia la ley 2722; y que, por lo tanto, la actora -que, como se dijo, precisamente aspiraba al recupero del beneficio de pensión de su padre- “accedió al status de pensionada dentro del régimen de esa ley”, a la luz del cual en definitiva se analizaron las pretensiones vinculadas al goce del citado beneficio. Análogo temperamento mantuvo después en autos “Comas” (A. y S. T. 128, pág. 89), en los que ponderó que el causante había fallecido en el año 1935, “generando el derecho a pensión de su hija [...] según la ley de jubilaciones 2092”; siendo por lo tanto “a partir de ese cuerpo legal que corresponde analizar la pretensión vinculada al recupero del goce del citado beneficio”. Es cierto que en ambos precedentes la Corte también analizó los respectivos reclamos a la luz de los regímenes que se sucedieron (leyes 4800 y 6915); pero también es cierto que así lo hizo para concluir que los pretendidos “recuperos” eran improcedentes aun bajo la óptica de tales ordenamientos, y -es decisivo- ponderándose debidamente que en ambos casos las peticionarias gozaban de sendos beneficios previsionales. Se concluye, pues, que sin perjuicio de la eventual aplicabilidad de normas posteriores en tanto permitan la adecuada preservación de los principios que inspiran al régimen previsional, peticiones como las de autos deben analizarse a la luz del régimen que rige al beneficio que pretende recuperarse, y que -además- determinó su extinción. En consecuencia, sustancial, a la luz el presente de la ley caso 4800; debe lo analizarse, que también en lo resulta coincidente con el criterio mantenido por la Corte nacional en la causa “Cutaia” (Fallos 322:2676). En dicho precedente, por aplicación del principio según el cual “las pensiones se rigen por la ley aplicable a la fecha del deceso del causante” (considerando 5), y los más generales de hermenéutica en materia previsional (considerando 6), accedió a un pedido de rehabilitación de pensión a pesar de que la peticionaria no se habría encontrado incapacitada a la muerte de su progenitor causante del beneficio. Para así decidir, consideró el caso a la luz de la ley 18.037 (vigente al fallecimiento del causante) sin las modificaciones posteriormente introducidas por la ley 21.451, y valoró no sólo que la peticionaria padecía de un alto grado de incapacidad, “sino también [...] su condición de hija separada de hecho por culpa de su esposo [...] sin actividad lucrativa alguna e imposibilitada de obtenerla, y que después de la muerte de su padre había continuado cuidando a su progenitora en su enfermedad” (considerando 7). 4. La anterior conclusión acerca de que corresponde en el sub judice aplicar la ley 4800, no implica sin más -a mi juicio- contradecir al criterio seguido por la Corte local en los mencionados autos “Cossovich”. En efecto, ya se ha señalado que en las citadas causas “Godoy” y “Comas” la Corte -aunque reconoció que la norma aplicable era la vigente al momento del fallecimiento igualmente analizó si vigente aquel a los momento del causante ordenamientos captaban las del beneficio- jurídicos distintos situaciones de las al allí reclamantes. Y bien, lo mismo hizo en autos “Cossovich”, aunque esta vez concluyendo en que la situación de la actora -a la luz de los principios interpretativos que inspiran la materia- encuadraba en la ley 6915 vigente al momento del fallecimiento de la madre pensionaria. Es más, debe destacarse que si bien el Alto Tribunal local aplicó en definitiva la ley 6915, así lo hizo pero no sin antes señalar enfáticamente que, aunque como “punto de partida”, la aplicación de la ley 4800 “es indiscutible”. Es decir que luego de reconocer la aplicabilidad “indiscutible” de la ley 4800, examinó la cuestión a la luz de un ordenamiento que sí permitía satisfacer los fines que inspiran al régimen previsional, decidiendo en consecuencia. Es por que ello que -a mi juicio- el tan medularmente invocado criterio “Cossovich” -que, como se observa, en definitiva encarna un excepcional apartamiento del principio general acerca de que el hecho generador es el fallecimiento del causante jubilado y la ley aplicable la vigente a ese momento- no puede ser sin más utilizado para denegar -en contra de los mencionados principios específicos, y de los más generales de hermenéutica en la materia- un beneficio previsional. Entiendo que es así como debe leerse el criterio sentado por esa Alta Corte en autos “Cossovich”, oportunidad en la que, por lo demás, no enfocó la pretensión de la peticionaria estrictamente desde la óptica de una pretensión de “recupero”, sino desde una perspectiva más bien propia de una pretensión de acceso a un beneficio; al igual que en autos “Dabat” (A. y S. T. 131, pág. 73): de tal modo, que en ambos precedentes el Alto Tribunal condenó a la demandada a que dictara el “acto de otorgamiento del beneficio”. Sin perjuicio del alcance que postulo respecto al análisis del precedente “Cossovich”, y aun cuando los fallos de ese Alto Tribunal gozan para esta Cámara de una fuerza vinculante que es posible extraer no sólo de su condición de superior tribunal, sino también de la trascendente posición constitucional que conserva específicamente en materia contencioso administrativa (artículo 93, inciso 2, Constitución provincial) (“Bargero”, S. T. 1, pág. 151), entiendo que no puede considerarse que la solución aisladamente otorgada a dicho asunto configure una doctrina judicial “constante, sostenida y consolidada” (criterio de “R.R.O.”, A. y S. T. 112, pág. 334) que dificulte su apartamiento por esta Cámara. 5. Resultando aplicable la ley 4800, corresponde ahora analizar si la situación de la peticionaria es susceptible de ser encuadrada en dicho régimen. Al respecto, debe liminarmente señalarse que la negativa de la demandada al reconocimiento del derecho postulado por la actora se basa exclusivamente en la aplicabilidad al caso de la ley 6915 y en la no concurrencia de los requisitos previstos en ella. No se ha cuestionado, pues, ni siquiera ad eventum, el derecho de la recurrente a recuperar el goce del beneficio de pensión de conformidad a la ley 4800. Tampoco en el decreto 1997/04 (impugnado) se ha argumentado en torno a que el pedido sea improcedente aun a la luz de dicho régimen; es más, en la resolución 1020/02 de la Caja de Jubilaciones y Pensiones de la Provincia, meramente se afirma que la señora Estrada debería haber cumplido las condiciones legales establecidas en el artículo 56 de la ley 4800 “mientras la misma se encontraba vigente” (cuarto considerando), abundándose en argumentos tendentes a demostrar que la situación de aquélla no encuadra en lo dispuesto en el artículo 29 de la ley 6915. Aunque la ausencia de debate sobre el punto bastaría, en principio, para hacer lugar a la demanda, señalo que la situación de la recurrente sí es -a mi modo de ver- susceptible de ser equiparada a los supuestos de recupero previstos en la ley 4800. En este sentido, una primera cuestión a dilucidar es si, en el régimen de la ley 4800 (artículo 55, inciso 3), el matrimonio es una causal que extingue definitivamente el derecho al goce de la pensión. En el caso, este punto presenta particular interés, pues la demandada -ya en el decreto 1997/04- refiere a los criterios seguidos por la Corte nacional en Fallos 224:453, 225:138 y 317:77. De conformidad al primero de esos precedentes, “cuando la ley dispone que el beneficio cesará en la oportunidad que ella determina y nada dice sobre una recuperación posible de él, la cesación es definitiva”; de conformidad al segundo (Fallos 255:138) “tampoco cabe rehabilitar la pensión de que gozara la interesada por cuanto, a falta de una disposición legal expresa, la cesación del derecho ocurrida en razón de su matrimonio ha sido definitiva” (considerando 3); mientras que según el tercer precedente citado, el posterior fallecimiento del cónyuge de la peticionaria “no tiene eficacia jurídica para hacer renacer la pensión derivada de la muerte de su padre, ni habilita a suceder a la madre en el goce del beneficio, dado que su derecho había matrimonio contraído y disposición expresa en no cesado podría contrario- definitivamente adquirirse por en virtud nuevamente hechos del -salvo ocurridos con posterioridad a la muerte del causante” (Fallos 317:77; considerando 5). Como se observa, el planteo de la demandada soslaya que, aunque la causal de extinción por matrimonio ha sido considerada “definitiva” en los precedentes citados, así lo fue pero dejándose expresamente a salvo la existencia de disposiciones expresas en contrario. Tal el caso de la ley 4800, la que legisla expresamente sobre el “recupero”, y en la que ni siquiera el posterior matrimonio de la viuda del jubilado acarrea la extinción definitiva del beneficio. Efectivamente, de conformidad al artículo 56, inciso 1, de la ley 4800, recuperan sus derechos “la viuda en segundas nupcias y la hija del causante viuda, cuando no gozaran de una entrada mensual igual a la que correspondía en concepto de pensión”. Por ende, puede afirmarse que, en el régimen de la ley 4800, el matrimonio de la viuda y el de las hijas no operan como causales estrictamente de “extinción” o “pérdida” definitiva del beneficio, sino -en los términos de la Corte local (“Godoy”, citado)- como supuestos de “incompatibilidad”, por lo que ni los mencionados precedentes, ni el juzgado por el Alto Tribunal provincial -en su actual integración y como tribunal de garantías constitucionales- en autos “Cano” (A. y S. T. 210, pág. 167, y A. y S. T. 212, pág. 41), pueden obstar a la procedencia de la demanda. 6. A esos efectos, resta todavía analizar si la situación concreta de la actora (que no es viuda sino divorciada vincularmente) es susceptible de ser encuadrada en el mencionado artículo 56, inciso 1. Sin perjuicio de que -se reitera- ello no ha sido negado por la demandada, situación ni de siquiera la en los recurrente, actos impugnados, divorciada entiendo vincularmente (fs. que la 54/55; expte. adm. 15.101-0048525-8) y sin obligación alimentaria a cargo del cónyuge (f. 21; expte. adm. cit.), es en principio equiparable a la de la “hija del causante viuda” carente de una “entrada mensual” igual a la correspondiente a la pensión. En ese sentido, no surge de la ley disposición alguna que permita extraer una conclusión adversa a dicha equiparación; por el contrario, no es desechable el argumento según el cual la ley 4800 no contempló expresamente la situación en razón de la inexistencia del instituto cuestión a aquella esta que fecha -como -recién se dijo- introducido no ha por sido ley 23.515-, rebatida por la Administración ni en sede administrativa ni en esta judicial. Pues bien, a los fines propuestos, no pueden marginarse los testimonios vertidos en el expediente administrativo -no valorados en los actos impugnados-, que dan cuenta de que la actora siempre estuvo a cargo de sus padres, hasta que contrajo matrimonio, y que, al divorciarse, “vuelve a vivir con su madre [...] cubriendo ésta su cuota alimentaria dado que su esposo al divorciarse fija cuota sólo para los hijos” (f. 22; expte. adm.); que la actora nunca ha trabajado ni trabaja en relación de dependencia, ni tiene beneficio previsional alguno; y que después de su separación vuelve a vivir con su madre (f. 23; expte. adm. cit.). Asimismo, en el informe ambiental producido por la Caja (obrante a fojas 138/139; expte. adm.), consta que la actora expresó que vive acompañada por su hija de 24 años de edad, que “es estudiante del I.E.S. pero momentáneamente suspendió su estudio dado que hay que pagar mensualmente una cuota y yo no tengo para darle”; que preguntada acerca de si no recibe ayuda del padre, respondió que “en realidad se cansó de pedirle para que la ayude económicamente, pero en oportunidades ese pedido se transformó en ruego, por eso casi no quiere pedirle más”; que su otro hijo “hace algunos trabajos con el padre para tener algunos pesos [...] y mi hija mayor [...] es casada y vive en Buenos Aires”; que a la pregunta acerca de qué vive, respondió que “antes cuando estaba mamá ella me solucionaba todos los problemas económicos, yo estando ella no tenía problemas, el drama se presentó cuando mamá falleció, yo no trabajo, he buscado pero no consigo y en este momento subsisto con lo poco que me da a veces mi ex marido”; y que preguntada en relación a de quién es la propiedad de la casa en la que viven, respondió que “esta casa era de la familia Mayoraz, luego se llevó a cabo la sucesión y Mayoraz arregló con la familia quedando la propiedad para él, por eso vinimos a vivir a esta casa. Nada de lo que ve aquí es mío. El teléfono sólo lo puedo utilizar para recibir llamadas, me lo cortaron por falta de pago. Como podrá ver mi economía es un desastre [...]”. Consta también en dicho informe ambiental que una vecina de la recurrente expresó que a ésta “lamentablemente a veces se la ve mal por los problemas económicos que padece”; y que con tal apreciación coincidió el encargado del edificio. Nada de ello ha sido objetado, no advirtiéndose tampoco razones que, en el caso, obsten la equiparación pretendida; solución esta que, por lo demás, no es extraña a la jurisprudencia de la Corte nacional. En efecto, en el ya mencionado precedente de Fallos 224:453, aun cuando el Alto Tribunal aludió a los principios ya referidos, finalmente equiparó una situación no prevista expresamente en la norma (la de la “hija viuda” del causante) con la prevista (“hija soltera”). Como lo dictaminó el señor Procurador General en dicho asunto “lo que ésta [la ley] ha querido, respecto de las hijas, es excluir a las que gozan del presunto amparo asistencial proveniente del esposo. Faltando el marido, por no haber mediado matrimonio o por haber caído la hija en estado de viudez, es lógico admitir la paridad de situaciones”. Salvando las diferencias fácticas y jurídicas entre dicha causa y la ahora en examen, entiendo que el criterio que la inspira en torno a la equiparación es trasladable al caso. 7. En tren de abundar, señalo que la solución que se propone también atiende al criterio seguido por la Corte local en la ya citada causa “Dabat”, en la que se otorgó el beneficio de pensión con fundamento en que la actora -hija del causante del beneficio- estaba divorciada por culpa exclusiva del marido; su estado condicionaba una acentuada incapacidad física; vivía en el domicilio de su padre; y no gozaba de prestación alimentaria ni beneficio jubilatorio. Es más, en torno a la mencionada incapacidad para el trabajo expresamente aclaró que ella “hay que ponderarla según el criterio de la Corte Suprema Nacional cuyos principios en ‘Noriega’ fueron 22.11.1974, según ‘Kirkerup’ que corresponde distinguir reiterados fallado en ‘Ruíz (Fallos: 290:441), entre el 31.7.1973, incapacidad e Moreno’ donde del consideró invalidez, porque incapacidad laboral no es concepto esencialmente asimilable al de invalidez aquélla, en en forma de estado de algunos enfermedad física, pues supuestos o si la dolencia precariedad o desamparo”. bien esta incapacidad sino última se como supone presenta producto no de un Asimismo, la solución que propongo se ajusta al criterio más recientemente (Fallos seguido 326:4793), en por la el que Corte se nacional reconoció en el autos “Martínez” derecho a pensión derivado del fallecimiento del padre a la hija que “contaba con 52 años de edad”, “era hija única, subsistía de la jubilación de aquél y nunca había desempeñado ocupación remunerada alguna, por lo que sus posibilidades de inserción en el mercado laboral eran prácticamente nulas y se configuraba un estado de desamparo [...]”. En tal precedente, la Corte destacó que el a quo, como a mi juicio lo ha hecho la Administración en esta causa, “ha omitido ponderar la totalidad de los elementos obrantes en autos, tales como la información sumaria agregada al expediente que corre por cuerda y la prueba testifical producida en sede administrativa, las cuales están dirigidas a demostrar que estaba a cargo del causante y la insuficiencia de recursos propios para poder vivir [...]”. En suma, admitió las impugnaciones de la apelante “toda vez que las conclusiones del fallo desatienden aspectos fácticos del caso y el principio que impone a los jueces actuar con suma cautela cuando deciden cuestiones que conducen a la denegación de prestaciones de carácter máxime alimentario cuando este (Fallos: Tribunal 303:857 tiene y 306:1312, resuelto que entre la otros), legislación previsional no requiere el estado de indigencia de quien solicita una prestación para que el beneficio sea procedente, pues basta la demostración de la insuficiencia de los recursos propios en orden a la subsistencia de la peticionaria (Fallos: 205:544; 227:55)” (la cursiva no es del texto). En cuanto a esta última cuestión -cuya relevancia en el caso es relativa en razón del régimen que se considera aplicable- señalo que lo atinente al acervo conyugal pendiente de liquidación no puede per se obstar el recupero, en tanto ello no se traduzca -claro está- en una “entrada mensual” igual a la que correspondía en concepto de pensión. 8. Conclusión de lo hasta ahora expuesto es que corresponde reconocer el derecho postulado. Ahora bien: aunque así habrá de concluirse deben sin embargo establecerse algunas precisiones. En primer lugar, no puede en el caso dejarse de lado que el criterio jurídico que -de prosperar este voto- corresponde en definitiva adoptar, es el postulado por la propia recurrente acerca de que su status de pensionaria surge de la ley 4800. A su vez, esta Cámara tiene dicho que el porcentaje en base al cual se liquida el beneficio “no constituye un aspecto extraño al status, sino que, por el contrario [...] refiere directamente a un componente clave de aquel estado [...]” (“Tiscornia”, citado). En tales condiciones, entiendo que en las circunstancias del caso, en que no se resuelve acerca del acceso a un beneficio previsto en otro régimen, ni siquiera acerca de la sucesión en el beneficio del que gozaba la madre de la actora, sino -tal como ha sido pretendido- respecto de la reanudación en el goce del beneficio que en su momento ejerció la recurrente, corresponde reconocerlo en el porcentaje del 60% de conformidad al artículo 53 de la ley 4800. Efectivamente, a la luz de las consideraciones que sustentan este voto, no podría razonablemente -al menos en supuestos como el de autos- oponerse normas que eventualmente conduzcan al reconocimiento de un beneficio distinto. En otros prevista en términos: la -naturalmente- ley no la 4800, sólo actora y en a pretende ello las recuperar corresponde condiciones la pensión acceder, allí aunque previstas, sino también con los respectivos límites. En segundo lugar, deben efectuarse algunas precisiones de tipo temporal. Así, corresponde establecer el término inicial del reconocimiento, respecto de lo que propongo se considere la fecha en que fue dictada la sentencia de divorcio (26.6.1997), tal como, por lo demás, se había reconocido en sede administrativa (resolución 589/02; fs. 112/113, expte. adm. cit.) sin objeción alguna por parte de la actora. A su vez, corresponde destacar que el recupero pretendido no podrá entenderse anteriormente, definitivo, el eventual pues, goce como por surge la actora de de lo considerado una “entrada mensual” igual a la pensión, obstaría en principio a su percepción. Por ello, el presente decisorio -de prosperar este voto- de ningún modo cancela las potestades de la Caja en torno al periódico control de la existencia de rentas (o genéricamente “entrada mensual”, en los términos de la ley) igual al beneficio a cuyo goce corresponde restituir a la recurrente. En cuanto a las costas, opino que deben imponerse por su orden, pues los términos del citado precedente “Cossovich” pudieron generar en la demandada la convicción de que tenía razón basta para oponerse al reconocimiento del derecho postulado (artículo 24, primer párrafo, ley 11.330). Con ese alcance, pues, voto por la afirmativa. A la misma cuestión, los señores Jueces de Cámara doctores Palacios y De Mattia expresaron similares fundamentos a los vertidos por el señor Juez de Cámara doctor Lisa y votaron en igual sentido. A la tercera cuestión el señor Juez de Cámara doctor Lisa dijo: Atento el resultado obtenido al tratar la cuestión anterior, corresponde declarar procedente el recurso interpuesto con el alcance que surge de lo expresado en el considerando II.8. precedente; y, en consecuencia, disponer el recupero del goce de la pensión 5420 en favor de la actora, desde el 26.6.1997 hasta cuando corresponda, y en el porcentaje del 60%. Condenar a la Provincia de Santa Fe a pagar a la recurrente en legal forma -según liquidación que deberá practicar la demandada en un plazo no mayor de treinta días- los retroactivos pertinentes desde aquella fecha, con más intereses desde que cada prestación se debió percibir a la tasa pasiva promedio mencionada en el artículo 10 del decreto nacional 941/91. Imponer las costas por su orden, y diferir la regulación de honorarios hasta tanto se practiquen y aprueben las liquidaciones respectivas. Así voto. A la misma cuestión, los señores Jueces de Cámara doctores Palacios y De Mattia dijeron que la resolución que correspondía adoptar era la propuesta por el señor Juez de Cámara doctor Lisa y así votaron. En mérito a los fundamentos del acuerdo que antecede, la Cámara de lo Contencioso Administrativo Nº 1 RESOLVIÓ: Declarar procedente el recurso interpuesto con el alcance que surge de lo expresado en el considerando II.8. precedente; y, en consecuencia, disponer el recupero del goce de la pensión 5420 en favor de la actora, desde el 26.6.1997 hasta cuando corresponda, y en el porcentaje del 60%. Condenar a la Provincia de Santa Fe a pagar a la recurrente en legal forma -según liquidación que deberá practicar la demandada en un plazo no mayor de treinta días- los retroactivos pertinentes desde aquella fecha, con más intereses desde que cada prestación se debió percibir a la tasa pasiva promedio mencionada en el artículo 10 del decreto nacional 941/91. Imponer las costas por su orden, y diferir la regulación de honorarios hasta tanto se practiquen y aprueben las liquidaciones respectivas. Registrarlo y hacerlo saber. Con lo que concluyó el acto, firmando los señores Jueces de Cámara por ante mí, doy fe.