prólogo - Biblioteca Virtual de Andalucía

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Ví D VAN
POEMA EN CUATRO CANTOS
ORIGINAL D E
Javier Sasso de la Vega
y Corfezo
SEVILLA
Imprenta de FRANCISCO DE P. DÍAZ, Plaza de Alfonso XIII, 6
1906
44
*
VÍDVAN
OBRAS DEL MISMO A U T O R
Concepto de la fisiología general—Sevilla,
1879.
Origen de la Sífilis.—Sevilla,
1880.
€! §enio y la
Jnspiración.—€studiopsicológico.—Jüadrid,
1884.
Xa Ciencia y el
frte—1886.
Cuatro casos de tifus cerebro espinal—Sevilla,
1889.
Xas plantas insectívoras y sus aplicaciones
terapéuticas.—
Sevilla, 1889.
Xa j7 trepsia.—Sevilla, 1890.
Origen y fin del planeta.—Sevilla,
1890.
Biografía y estudio crítico de las obras del médico JYicolás
jYíonardes.—Sevilla, 1891.
Xa Jíefritis escarlatinosa.—Sevilla,
1894.
Jsaac—Contribución
al estudio psico-pato/ógico
de una
sociedad de fin de siglo.—jYovela.—Sevilla,
1900.
federico ì{ubio.—ì)iscurso necrológico.— Sevilla, 1903.
€1 feminismo.—J)iscurso
leído er\ la inauguración del curso
académico de 1904 á 1905 en la Universidad de Sevilla.
Cervantes y el Quijote.—J)iscurso
leído en la solemne sesión con que conmemoró la ciudad de Sevilla el tercer
centenario de ¡a publicación del ingenioso ¿{/'dalgo. Sevilla, 1905.
€vocaciones.—Colección
de poesías precedidas de un. prólogo del J / m o . Sr. _/). jYíario №éndez/?^ky-¿7/7¿>.— Sevilla, 1905.
J)iscursos académicos,
con/erertc/as,
¿ludios de crífíca,
etc., etc.
TRADUCCIONES
Claudio femará.—Xecciones
de fisiología general
patología experimental—Sevilla,
1879.
y de
C. ( 4 3 ^ / 5
JOSE
TOr.nES
AUANZANA
VIDVAN
POEMA EN CUATRO CANTOS
ORIGINAL
DE
Javier Sasso de la Vega
y Qorìezo
SEVILLA
Imprenta de FRANCISCO DE P. DÍAZ, Plaza de Alfonso XIII 6
1906
1— 1
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K M
ES
PROP I IAD
DEL
AUTOR
PRÓLOGO
No salgo á recibirte, insólito lector, al atrio d e e s t e
edificio por c o r t e s a n a urbanidad, sino por a d v e r t i r t e á
tiempo los t r o p i e z o s y s o m b r a s d e e s t a s estancias, y las
ventajas de r e n u n c i a r á r e c o r r e r l a s .
No p a s e s , p u e s , adelante, sin escuchar mis p a l a b r a s ;
sin s a b e r cuándo concebí e s t e libro; qué sentimientos lo
engendraron; qué espíritu lo anima; y d e s p u é s de oirme,
decidirás, si d e b e s c o n t e n t a r t e con el prólogo, ó emprender la lectura del poema.
No es o b r a c o n t e m p o r á n e a ; es p r e m a t u r o fruto de mi
adolescencia.
¿Quién me lo inspiró?
Nacido y educado, por dilatada tradición familiar y
paternal convencimiento, en aquellas creencias religiosas
y aquellas ideas m o r a l e s , d o m i n a n t e s en la sociedad s e villana del p a s a d o siglo, inculcadas en mi ánimo sin fanática exaltación, ni e x e c r a b l e hipocresía, y a c e p t a d a s por
mi infantil inteligencia, sin r e c e l o s a desconfianza, ni pasiva ceguedad; p r o f e s a d a s con el apasionado fervor inseparable de mi espíritu vehemente, y elevadas á la categoría
de primeros principios y última razón de mis conocimientos
VI
PRÓLOGO
y d e mi conducta, nó por pueril, menos lógica ni congruent e , ni derivada de las ideas fundaméntalos poseídas: arrullado y fascinado por la sublime sencillez de los Evangelios; por las leyendas tradicionales do Zorrilla; por las
Guerras
civiles de Granada;
por el heroísmo de Guzmán
el Bueno, los refinamientos aristocráticos de Chateaubriand, las delicadezas exquisitas de Lamartine, la sarcástica tristeza de Byron, y las incrédulas expansiones
d e Espronceda, cuyos excepticismos miraba como efímer a s chispas de volcán; conmovido por los imponentes
a c e n t o s de Las Siete Palabras
pastoral
de Haydn, y de la
de Beethoven, y las Lamentaciones
Sonata
Jeremiacas
de Eslava; criado entre los monjes de Zurbarán, y las
Vírgenes de Murillo, y las siniestras inspiraciones de
V a l d é s Leal; nutrido en un ambiente artístico donde dest a c a b a n las Murallas romanas, el Anfiteatro italicense,
el Alcázar a r a b e s c o , y el templo ojivnl más severo y
grandioso que erigió la fe; vagando melancólicamente por
el solitario Monasterio de San Jerónimo, por las
de mi
Convento
y las Delicias
del Claustro;
Ruinas
absorto
a n t e las reflexiones pesimistas de J o b ; oyendo las avent u r a s concupiscentes de Gil Blas, y las espirituales haz a ñ a s de Don Quijote, y las empresas fabulosas de la
Eneida, y la epopeya del descubrimiento de América, y
la conquista temeraria de Méjico, y la Expedición
Catalanes
y Aragoneses,
de
y las proezas de Leónidas, y
d e la guerra de T r o y a , y el pundonoroso sacrificio de los
protagonistas de Lope y Calderón; halagado por las lect u r a s novelescas del romanticismo coetáneo y por las vicisitudes insuperables de la Historia; apartado de la rea-
J A V I E R LASSO DE L A V E G A
VII
lidad p o r e s t a educación sentimental que me t r a n s p o r t a b a
á una esfera de caballerosidad y de hidalguía, á un soñado
mundo de Virginias y B a y a r d o s , de equilibrio psicológico,
de e s p e r a n z a y de fe, de fraternidad y d e justicia: gozando
la placidez intelectual y moral p r o p o r c i o n a d a por convicciones que satisfacían todos los anhelos del sentimiento
y todas las n e c e s i d a d e s lógicas d e la razón; feliz con mi
sonriente concepto del Universo, y de la Humanidad, y
de la vida; a d o l e s c e n t e aún, casi niño, t r a s p u s e los umbrales del anfiteatro anatómico, y vi el interior enlace d e
nuestros órganos; me a s o m é al ocular del microscopio, y
a d m i r ó l a e s t r u c t u r a de n u e s t r o s tejidos; llegué al laboratorio de fisiología, y p r e s e n c i é el movimiento d e n u e s t r a
máquina; a c e r q u é m e á los lechos de la clínica, y o b s e r v é
las úlceras corrosivas d e n u e s t r o s miembros; p e n e t r é en
el recinto del manicomio, y e s c u c h é las demencias espeluznantes de la razón, t u r b a d a por t r a s t o r n o s mecánicos
del órgano c e r e b r a l ; llamé á las p u e r t a s de la biblioteca
científica, y oí la invectiva volteriana de Buchner;
Circulación
de la vida
la
de Moleschott; la clasificación
vejatoria de Huxley; el yatro-mecanicismo i n e x o r a b l e de
Cabanis; las Carias
fisiológicas
de
C a r l o s Vogt; la
impía selección natural de D a r w i n ; la psico-física d e Bain;
la Fisiología
del Espíritu
d e Maudsley; la evolución uni-
versal de S p e n c e r , y la apoteosis d e la materia entonada
por tantos genios
y, al acento y la intimación de
tales sabios, el b a r r o vil del G é n e s i s Bíblico irguióse envanecido, y sublevóse endiosado, c o n t r a los idealismos
teleológicos de la metafísica; y cuando mi espíritu, espantado por aquella invasión maculosa d e lodo, buscó refugio
VIÍÍ
PRÓLOGO
y auxilio en el templo de la ciencia, sólo halló demoledora
crítica de Kant; amargos raciocinios de S t u a r t Mili; indagación desconfiada de Lewes; formación natural de Ardigó; creación sin creación de Haeckel; hedonismo egolátrico de Bentham; altruismo automático de Spencer; acusaciones devastadoras de Prudhomnie; conflictos insolub l e s de Draper; análisis de todos los dogmas; impugnación de todos los misterios; profanación de todos los
tabernáculos; condenación de todas lus plegarias; materia
sin espíritu; carne sin resurrección; firmamento enlutado;
cielo sin gloria; Universo sin Dios, donde blasfema enconada la Humanidad, coreada por las fatídicas reflexiones
de Schopenhauer; por el irremisible pesimismo de Hartmann, y la queja d e s g a r r a d o r a d e L e o p a r d i .
Y yo, que había visto á todo un Dios encender el sol,
c r e a r al hombre, y ungirlo con el soplo divino de su aliento; yo que había visto á Adán recorriendo, orgulloso de
su origen, las fragantes florestas nacidas para él en los
paradisiacos verjeles de Mesopotamia: yo que había seguido á la Humanidad en su peregrinación hacia Dios, y
la había contemplado flotante s o b r e las olas del Diluvio,
ó atravesando á pie enjuto el coralino cauce del
Golfo
Arábigo, ó marchando aventurera á la conquista del vellocino de oro; yo que la había admirado levantando titánica
la cima inmortal de las Pirámides; elevando su pensamiento á los cielos en las noches estrelladas d é l a Caldea;
erigiendo la t o r r e de Babel como condensación material de
una aspiración infinita; tejiendo góticos encajes pétreos
en homenaje á la divinidad: convirtiendo en ciclópeo templo las entrañas de una cordillera; transfigurando en reso-
IX
J A V I E R LASSO D E LA V E G A
nante bóveda s a g r a d a la c u m b r e de una montaña; atravesando los a r e n a l e s del d e s i e r t o ; c o r r i e n d o á la redención
del S a n t o S e p u l c r o , en aquella epopeya de las C r u z a d a s
que se alza como un obelisco en mitad de los campos de la
Historia; yo que había sentido á P e d r o muriendo invertido
en la cruz; y había oído la voz apocalíptica de J u a n vaticinando e s o t é r i c a en el retiro eremítico de P a t m o s ; y había
visto á los m á r t i r e s morir, sin i n m u t a r s e ,
despedazados
por los tigres de la Numidia; y á la fe caminar ciega y sin
tropiezos por los t e n e b r o s o s l a b e r i n t o s d e las catacumbas;
y á E u r o p a e n t e r a c r e y e n d o y orando; y á la Humanidad
corriendo providencialmente hacia Dios; hacia Dios, latente en el verbo t r a n s f o r m a d o de C a d m o ; palpitante en la
última lección de S ó c r a t e s ; en la intuición divina d e Plat ó n ^ en la invención e n a l t e c e d o r a de G u t e n b e r g ; en la
inducción clarividente de Colón; en la revelación celestial
de Arquímedes; en el Sistema
del Universo
de Newton;
en la voluntad i n q u e b r a n t a b l e de E s t e b a n ; en la caridad
inextinguible d e Juan de Dios; en el éxtasis místico de
Teresa; en lo colectivo y lo individual, en lo p a s a d o y lo
p r e s e n t e , en lo cristiano y lo gentil, vi, de improviso, al
hombre envilecido, el ideal aniquilado, la divinidad d e s mentida, el alma d e s t e r r a d a y el P a r a í s o p e r d i d o .
¡Oh! el h o m b r e era d e s c e n d i e n t e d e una estirpe zoológica cuyo origen s e pierde en las fulguraciones del sol;
era producto de una mecánica fatal y remota, y las extratificaciones de los yacimientos t e r c i a r i o s son los s e c u l a r e s
mausoleos d o n d e r e p o s a n las v e n e r a n d a s cenizas de los
simios a n t r o p o i d e s , fundadores y p a t r i a r c a s de esta linajuda prosapia, cuyos ínclitos s u c e s o r e s intrigan en Europa,
X
PRÓLOGO
conspiran en América, dormitan en Asia, aullan errantes
p o r las regiones circumpolares; asesinan feroces en el
c e n t r o del África; despuntan en las islas occeánicas por
su antropofagia parricida, y son, en todos los tiempos y
en t o d a s las latitudes, esclavos tan inconscientes de su
conformación orgánica, que su valor sólo significa robus­
tez fisiológica del corazón; y su cobardía procede de un
sistema vascular frágil, ó de una secreción interna escasa;
y su imbecilidad proviene de una clausura precoz del crá­
neo; y su indiferencia deriva de la escasez de fósforo ce­
rebral; y su elocuencia, de la exorbitancia de una circun­
volución; y su hipocondría, de una alteración hepática; y
su maldad, de una perfecta adaptación corpórea; y su vir­
tud, de un altruismo automático; y su moralidad, de un pac­
to tácito utilitario y egoísta; y su conciencia, d e una diva­
gación redundante del mismo reflejo fundamental y biológi­
co que cierra la concha del molusco, ó plega las hojas de la
sensitiva; y su espíritu es una conjunción de energías dis­
c r e p a n t e s ; supeditadas á los t r a s t o r n o s del cuerpo; tan
i r r e s p o n s a b l e s de las grandezas de Alejandro, y de los crí­
menes de Nerón, como de las inspiraciones de Safo, y de
la contrición de la Magdalena; y todos, genios y salvajes,
criminales y santos, Zenón d e E l e a y Diógenes el Cínico,
t o d o s , irresponsables de sus actos; sin más eternidad que
la de su combinación; sin más psiquis que la visión interna
de la materia misma; sin más porvenir que la disolución;
sin más misión que agredir, ni más fruición que vencer, nó
en g e n e r o s a competencia de magnanimidad, sino en san­
grienta lucha por esta miserable vida, donde cae rendido
el mejor, á los pies del más fuerte ó más a s t u t o .
J A V I E R LASSO DE LA V E G A
XI
J a m á s abatió corazón humano s o r p r e s a más inesperada, soledad más inclemente, oscuridad más t e n e b r o s a ,
desengaño más t r a s c e n d e n t a l , ni dolor más inconsolable;
y ante esta transformación del Universo; de e n t r e
estas
ruinas de la e s p e r a n z a y de la fe, b r o t ó en mi m e n t e la
visión lúgubre de Vídvan, como un relámpago
ostensible
de la t e m p e s t a d interna; como una p r o t e s t a del espíritu
contra la abyección d e que s e jactan y en que se revuelcan
la ciencia y el a r t e c o n t e m p o r á n e o s ; como la extrema r e solución del ideal que, privado de la plena vida infinita,
prefiere el aniquilamiento impasible del nó ser, á la humillante vida planetaria.
Si tú, lector eventual, nó c o m p a r t e s mis sentimientos;
si, indiferente á los grandes p r o b l e m a s de la vida, cambiaste de ideas como d e traje, deja e s t a o b r a y nó leas
ni el prólogo; nó oigas indiscreto mi pensamiento; nó
penetres en él como p e r s o n a extraña en confidencia privada; que e s t e libro, dedicado exclusivamente á los que
ponen los anhelos del espíritu s o b r e las funciones automáticas del organismo, nó s e ha impreso p a r a tí.
Concebido y escrito bajo el influjo de e s t a s decepciones, lo escondí como un crimen de lesa literatura, y
aunque inducido á corregirlo y publicarlo por
maestros
tan eminentes como el insigne historiador, filósofo y poeta, D. Federico de C a s t r o , cuya sola invocación enaltece
estas páginas; aunque invitado á imprimirlo por compañeros y colegas henchidos de suficiencia y de lealtad, la
desconfianza de mí mismo lo g u a r d ó sigilosamente, y sólo
salió á relucir en íntimas expansiones juveniles, e n t r e
predilectos amigos, alguno d e los cuales, y e n t r e ellos mi
XII
PRÓLOGO
hermano Leoncio, sabía de memoria, y recitaba versos y
estrofas enteras, s o b r e t o d o , del Canto Primero.
Si entonces, con menos edad y reflexión supe ocultar
mis devaneos literarios, reputándolos indignos de la publicidad ¿por qué, en la edad madura, resuelvo darlos á
luz? ¿No basta haber infundido existencia mental á la idea?
Sin duda hay algo de fatal, mucho de automático en
e s t a resolución, acaso complemento inconsciente y necesario de la elaboración artística, y por eso acudo á la imp r e n t a , desoyendo los sensatos consejos de mi propia reflexión, arrollados ciegamente por impulsos incontrastables.
El tiempo transcurrido hace que mi obra, avanzada por
un concepto, sea retrógada por otro, y que la cultura de
mi protagonista, quizás nivelada con la de su época, result e algo pretérita en nuestros días.
Muchas interpretaciones y criterios parciales han
cambiado de entonces acá en todos los órdenes del saber;
p e r o el problema capital, el eterno conflicto, subsiste oscuro y esquivo como entonces y como siempre, sólo iluminado por los reflejos del misticismo idealista que reverb e r a en la producción filosófica contemporánea,
como
reacción natural contra el materialismo imperante en el
último tercio del siglo XIX.
Y, concepción de aquel tiempo, no lie querido en éste
enmendarla, nivelándola con los progrenos posteriores: lo
que mi protagonista conocía, expresado está, en síntesis,
J A V I E R LASSO D E L A V E G A
XIII
por las o b r a s indicadas y a u t o r e s citados al fin del C a n t o
segundo, (cuyos apellidos t e ruego l e a s , lector complaciente, nó con pronunciación extranjera ni española, sino
de modo que r e s u l t e verso castellano), y de la orfandad
de Vídvan; del hospicio; del seminario; del hospital; del
amor; y de esa ciencia que completó su medio ambiente,
surgió sin apelación, en conflicto cuya legitimidad apreciarás tú, la t r a g e d i a mental de su espíritu y el desdichado
drama de su vida.
P e r o acabo de suplicarte que leas los apellidos extranjeros de modo que hagan v e r s o s castellanos
¿ C a b e ruego más extemporáneo y pueril? ¡Cómo t e
habrás sonreído
!
C u a n d o escribí e s t e libro, todavía i n t e r e s a b a n al público los d r a m a s en verso; el t e a t r o romántico; las D o l o ras de C a m p o a m o r ; las P o e s í a s de E s p r o n c e d a ; las Leyendas de Zorrilla; la D u d a , de Núñez de Arce; las lecturas poéticas del A t e n e o de Madrid; la E s p o s a del Vengador; los primores del Nudo G o r d i a n o . . .
Hoy, bajo la huera declamación de un a r t e cientificastro, que, a l a r d e a n d o d e positivista, arroja la púrpura, y el
cetro, y la corona, y las alas, y s e viste los mugrientos
harapos de lo ínfimo, en lugar de p r e s e n t a r s e con t o d a la
hermosura de la d e s n u d e z humana, rindiendo así v e r d a d e ro culto á la n a t u r a l e z a , hoy hacer v e r s o s es mortificar la
memoria por hallar un c o n s o n a n t e ; es ímproba puerilidad
accesible á t o d o s , que no la emprenden por d e s p r e c i a b l e ,
ó la desechan por e s t é r i l .
La forma poética clásica ha d e s a p a r e c i d o de hecho
en España, nó p o r refinamiento exquisito de la inteligen-
XIV
PRÓLOGO
cia, lo que seria contradictorio y absurdo, sino por embotamiento adinámico de la sensibilidad; y ni acento musical
d e la rima y del ritmo han sustituido las configuraciones
caligráficas, y los requilorios geométricos, y las combinaciones litográficas inherentes á esa impotencia modernista llamada por Mario Méndez, con insuperable perspicacia, culteranismo
de la
trivialidad.
Y s e desdeña el ritmo, como si el ritmo no represent a r a ley fundamental de la naturaleza: como si usurpara
la facultad d e c a n t a r y enaltecer el sentimiento; olvidando
que es rítmica la vibración de afinada cuerda, que pulsada
por la más incorpórea de las a r t e s , nos infunde el arranque patriótico, ó el ardor
bélico, resucita
el pasado,
r e m o n t a la fantasía, domina nuestra alma, y sugiere inspiraciones excelsas; olvidando que el ritmo regula el paso
de n u e s t r o cuerpo, y somete á compás la explosión de la
carcajada, la congoja histérica del sollozo, el latido vivific a n t e del corazón, el quejido intermitente del alumbramiento y el agónico estertor del moribundo.
P o r segunda vez, lector, t e lo suplico; no me leas:
que he escrito en verso, y ya nada grande se puede en
verso decir: ya el verso ha quedado reducido á glosar alguna frivolidad modernista, ó alguna tosquedad provincialesea y a g r e s t e .
C o m o si el verso que perpetuó y glorificó, el poema
de la Naturaleza de Lucrecio; la explosión de humanidad
de Terencio; las Metamorfosis de Ovidio; el punzante
s a r c a s m o de Juvenal; la pasión indivisa de P e t r a r c a ; la
abnegación de San Francisco Javier; la doliente elegía de
J o r g e Manrique; el misticismo clarividente de Luís de
J A V I E R LASSO D E L A V E G A
XV
León; el estoicismo s o b e r a n o de Rioja; el espíritu valiente
de Quevedo; la conquista de Aráuco, y el descubrimiento
salvador d e J e n n e r , estuviese incapacitado p a r a e x p r e s a r
las g r a n d e z a s de n u e s t r a ciencia, de n u e s t r a filosofía, y
de n u e s t r a edad; como si la poesía no revelara, en frase
de Byron, el sentimiento de un mundo antiguo y el p r e sentimiento de un mundo futuro; como si todo pensamiento muy exquisito no a c a b a r a , según F l a u b e r t ,
en
verso; como si e r r a r a L a m a r t i n e proclamando que las
grandes emociones son t o d a s líricas; como si el verso entretejido en la p r o s a no a t e s t i g u a r a vehemencia de sentimientos; como si las e m p r e s a s de lo pasado fuesen fecundos g é r m e n e s d e poesía, y el descubrimiento d e los rayos X, y de los r a y o s N, y de las o n d a s h e r t z i a n a s , y de
las energías del radio, y la invasión submarina, y la navegación aérea, y la trasmisión telepática, y la p é r d i d a de
adorados ideales, y el desquiciamiento de un mundo moral,
y los rugidos de la revolución, y las amenazas i m p o n e n t e s
de lo porvenir, no fuesen dignos, ni c a p a c e s d e encender
la inspiración en la frente adivinadora del poeta.
¿Quién s o s t e n d r á , ni c r e e r á , que la poesía revelada,
verbo del sentimiento humano, que habló por boca de
Hesiodo en el crepúsculo d e Grecia; por la de Homero en
los días helénicos; por la de Virgilio en Roma; por D a n t e
en la Edad Media; por G o e t h e en la M o d e r n a ; por Víctor
Hugo en el siglo diecinueve, no p u e d e ya decir nada,
porque la lucha p o r la existencia ha extinguido en la vigésima centuria, la irradiación más e s p o n t á n e a y luminosa
que ha fulgurado el genio d e la Humanidad en los fastos
supremos de su Historia?
PRÓLOGO
XVI
¡Oh ínfima poesía! ¡Oh iluso Garcilaso! ¡Con qué
ritmo podrías tú decir:
¡Oh dulces prendas por mi mal halladas,
Dulces y alegres, cuando Dios quería!
J u n t a s estáis en la memoria mía
Y con ella en mi muerte conjuradas....
¡Cuándo, con la conmovedora expresión con que lo
dirías en prosa!
¡Forma poética! ¡Cuánto rebajas el sentimiento! ¡Cómo revela tu rudeza y tosquedad que estás llamada á
desaparecer!
Y ¡bajo qué adversos auspicios sale á luz mi obra!
A b o r t a d o ó redivivo, ¡cuánta desgracia e s aparecer, como
anacrónica monstruosidad, antes ó después de su tiempo
y de su ambiente! ¡Desdichado el que se esmera en pulir
candiles, allí donde es ya ordinaria y vulgar la luz eléctrica! ¡Infeliz el que pone cátedra de heráldica en un pueblo de misarquistas! ¡Imbécil el que expende perfumes en
la gañanía del cortijo!
Hay en el C a n t o tercero de este Poema un episodio
que tildará de obscenidad descarada la mayoría de mis
l e c t o r e s , autor alguno quizás de actos análogos en el fondo al que s e describe allí.
Confieso que pude elegir otra demostración de la tesis, o t r a exteriorización artística más púdica de mi pensamiento; pero, ¡si así la concibió espontáneamente mi fan-
J A V I E R LASSO D E L A V E G A
XVII
tasía! ¡si mi propósito era pintar el caso más típico y vulgar para aumentar, en c o r r e s p o n d e n c i a con la verdad histórica, la convergencia de efectos que la estética reclama!
¡si para mí, y para la crítica imparcial, no hay en la escena
aludida más que energías vitales, conflictos o r g á n i c o s , leyes biológicas, lucha por la existencia, y triunfo de la
selección natural! ¿á qué sustituir esta escena por otra, en
que actuarían las mismas leyes fundamentales
rigiendo,
con la misma necesidad, fenómenos menos significativos?
S i n c e r a m e n t e lo ruego; nó me lea la virginidad pudibunda; ni la bendita ignorancia; ni la fe religiosa confiada
y serena; ni la fe científica presumida y fanática: nó me
lean los raquíticos de intuición; los flacos d e imparcialidad; los advenedizos escupidos del fango y a d a p t a d o s al
medio; la chusma orgánica que goza con n u t r i r s e y engendrar, y cazar r e d o n d e l a s metálicas; nó me lea el ruin curioso que, a n t e las losas del anfiteatro anatómico, sólo
experimenta fetidez y n á u s e a s , y r e s p o n d e á las i n g e n u a s
manifestaciones de la n a t u r a l e z a con g r o s e r a s expulsiones
gástricas; nó me lea el salvaje que s e siente varón a n t e la
Venus helénica ó la ondina d e D o r é , y, mudo p a r a la
vibración intelectual del sentimiento, r e s p o n d e con s o e c e s
exaltaciones genitales, á la divina exhibición de la belleza:
nó me lean los que c r e e n , como el P l e s i o s a u r i o d e Ardigó,
que hemos llegado á la plenitud de los tiempos, y que la
verdad está en p o d e r d e la ciencia d e n u e s t r o s d í a s .
No me lean: que tampoco escribí p a r a ellos.
Yo escribí para mí: para mi corazón d e s a l e n t a d o ; p a r a
los que justiprecian la enfática fatuidad de n u e s t r o tiempo; para los s e r e s a u s t e r o s que miran como única misión
II
XVIII
PRÓLOGO
digna de los espíritus, terráqueos ó siderales, la investigación de la verdad; para los que saben que el dulzor no
e s t á en el azúcar; ni lo s a b r o s o en la sal; ni el azul en el
espacio; ni la luz en los soles; ni creen en la existencia
real de la materia, y sostienen que el Universo todo es
alma, y remontan la suya s o b r e las relatividades inferior e s del tiempo y del espacio; yo escribí para los que en extático arrobamiento sienten bullir en el é t e r inspiraciones
c r e a d o r a s , revelaciones proféticas, presentimientos de ult r a t u m b a , telepatías incorpóreas, sombras de ilusiones
m u e r t a s , callado desfile de las almas, y lloran de placer al
s e n t i r s e poseídos por la esencia inmortal de lo que es, y
creen en la realidad inconcusa del espíritu, y en la redención necesaria de los h o m b r e s .
No s é quién eres, lector; acaso un Aristarco empedernido á quien irritan mis desafueros: tal vez un compañ e r o de destierro, capaz de comprenderme y disculparme.
¿Verdad, lector amigo, que no hay obscuridad más fatigosa que la de este problema fundamental? ¿Verdad que
es desgracia horrible nacer en mitad de una antinomia
insoluble, donde la razón no puede aceptar las intuiciones
t e m e r a r i a s del espíritu, ni el espíritu, las mezquindades
p l e b e y a s de la razón?
Y es natural, ¿no es verdad, lector amigo?
¿ Q u é es la ciencia? La ciencia es el conocimiento del
Universo que habitamos; es la unificación sistemática de
la experiencia posible; es decir, de la naturaleza limitada
á e s t e trozo de espacio; á esta distancia del sol; en esta
edad del planeta; en la p a r t e accesible á n u e s t r a investigación, tan reducida al p r e s e n t e , que ni llega al centro de
J A V I E R LASSO DE L A V E G A
la Tierra, ni alcanza á los polos, p e r o suficiente
XIX
para
hacernos p e n s a r que, si b a s t a una insignificante diferencia de posición para producir la n o c h e ó el día^ el ventisquero ó la canícula, la incandescencia del S a h a r a ó la
aurora boreal, el protococus nivalis ó la cálida palmera,
¿qué fenómenos tan diversos no producirá la sustancia
cósmica en o t r a s posiciones, en cada situación posible
del sistema planetario, d e s d e el núcleo solar h a s t a más
allá de Neptuno?
Cuando s e c o n s i d e r a e s t e campo de estudio ¿nó inspira profunda compasión la hinchada vanidad del conocimiento adquirido?
P a r a conocer una entidad ¿no es n e c e s a r i o a b a r c a r l a
en todas sus relaciones? y aunque alcanzáramos t o d a s las
de este sistema solar ¿qué valdría e s t e s a b e r , tan incapaz
de deducir á priori
las leyes del Universo r e s t a n t e , como
de estudiarlas t o d a s en la sucesión e t e r n a del tiempo y en
la simultaneidad infinita del espacio?
P e r o aun logrado ésto ¿sería lo a p r e n d i d o , conocimiento exacto de la realidad? ¿sería el conocimiento pleno
á que aspiran los metafísicos?
P u e s eso da idea de lo que vale n u e s t r a ciencia.
P e r o acaso ¿vale más la inteligencia? ¿vale más el t e s timonio de los sentidos y de la conciencia, hijos del medio
ambiente, que desfiguran los fenómenos, t r o c a n d o el movimiento molecular en luz, ó en sonido, ó en frialdad,
ó
calor, como podrían convertirlo en infinidad de sensaciones, cuya variedad columbra la razón, y cuyo c a r á c t e r no
puede adivinar la fantasía? Si la inteligencia es producto
del medio, efecto d e él, é inferior á él, ¿qué vale e s t e en-
PRÓLOGO
XX
t e n d i m i e n t o , esclavo y hechura de) tfws#%\\bte.Yvte, o b ^ t o
y fin d e su conocimiento?
¡Oh t r ^ s t o r n a d o r análisis! ¡oh parcinlísima síntesis!
¡Maldita la sabiduría que me expulsó de mi sereno paraíso!
¡Cuan siniestro
simbolismo
encierra
el
árbol
de
la
ciencia!
¡Si la extructura, cada vez más compleja, del c e r e b r o ,
o b e d e c i e r a á la influencia del espíritu, ansioso de labrarse
un i n t é r p r e t e , un verbo digno de su alteza y excelsitud
!
P e r o por encima de la ciencia, por encima de la inteligencia, lo que vuela, y se remonta, y se escapa, es la
esencia de n u e s t r o ser; aquello que S ó c r a t e s llamó Alma,
y S p i n o z a Sustancia, y Schelling lo Absoluto, y Schop e n h a u e r Voluntad, y Hartmann lo Inconsciente, y Spencer lo Incognoscible
Y ¿qué debe hacer la Humanidad errática y vendada,
a n t e la realidad inexpugnable? ¡Oh! una noción
confusa
me dicta que la Humanidad debe, á ciegas, vivir y trabajar
P e r o Vídvan.... Vídvan debe morir y emanciparse.
Gracias, lector paciente, por haber llegado hasta
aquí: ya me has oído: ahora, pon tu mano s o b r e el corazón, y si lo encuentras temeroso y dominado por prejuic i o s , huye: si está libre de ellos, sigúeme.
Sevilla 22 de Julio de 1906.
J A V I E R LASSO DE L A VEGA Y CORTEZO.
VIDVAN
CANTO
PRIMERO
i
E s la n o c h e más oscura,
más b o r r a s c o s a y siniestra,
que ha ennegrecido el espacio
y ha t r a s t o r n a d o la T i e r r a .
La ciudad maravillosa ,
que e n t r e verjeles s e asienta;
la que guarda en su recinto
las huríes del P r o f e t a ;
la que dormita al a m p a r o
de la t o r r e gigantesca
que el sol n a c i e n t e saluda,
como pidiéndole venia
p a r a bajar á los patios
de las moriscas viviendas;
2
VÍDVAN
la que el Betis enamora
rondando al pie de sus rejas,
es por la lluvia azotada,
y combatida y maltrecha
por el huracán violento
que b a r r e sus azoteas;
por el trueno amenazante
que retumbando resuena
en sus calles solitarias
y sus deformes plazuelas,
y por el rayo homicida,
que al d e s g a r r a r las tiniebla .
s o b r e deslumbrante cielo,
hace surgir la silueta
de minaretes y cúpulas,
de campanarios y almenas.
Dan las doce en la Giralda,
y al detonar la tormenta,
sólo los párvulos duermen
en su tranquila inocencia,
pues los adultos, inquietos,
ponen la amarilla vela
encendida ante la efigie
que la tempestad refrena,
ó, en el lecho incorporados,
el santo trisagio rezan,
al par que cierran los ojos
J A V I E R LASSO DE LA VEGA
p o r no ver la luz h o r r e n d a
del r e l á m p a g o , que audaz,
por las rendijas p e n e t r a .
Si a s o m a r s e á una ventana
alguna curiosa intenta,
ya porque s e t a r d a el hijo,
ya porque al amante e s p e r a ,
no bien d e s c o r r e el cerrojo,
y el cielo iracundo t r u e n a ,
y el c h a p a r r ó n la e n s o r d e c e ,
y la exhalación la ciega,
cuando diciendo:—¡Jesús!
—y s a n t i g u á n d o s e trémula,
e n t o r n a n d o con p r e m u r a ,
despavorida r e g r e s a
murmurando:—¡¡Santo Dios!!
¡¡Santo fuerte, Él nos defienda!!
Quizá en remota buhardilla
abierto un postigo queda,
que á impulsos del vendaval,
con s a ñ a en su umbral golpea;
mas, ni llevando compaña,
hay valiente que se atreva
á subir, para fijarlo,
3
4
VíDVAN
á distancia tan e x t r e m a ,
p r e f i r i e n d o oir su e s t r é p i t o
á sufrir tan d u r a p r u e b a .
Alguna vez s e p e r c i b e n ,
á p e s a r de la t o r m e n t a ,
s o n o r o s p a s o s que van
p o r la r e s b a l o s a a c e r a ,
sin q u e p u e d a a v e r i g u a r s e ,
en l o b r e g u e z tan e x t r e m a ,
si l o s d a un f a c i n e r o s o ,
ó son ilusión quimérica,
ó S a t a n á s en p e r s o n a ,
que la ocasión a p r o v e c h a
p a r a venir á Sevilla
e n n o c h e tan t u r b u l e n t a :
p e r o el r u m o r continúa,
y al r e s p l a n d o r q u e p r o y e c t a
la l á m p a r a d e un r e t a b l o ,
s e ve p o r la a c e r a o p u e s t a
un e m b o z a d o , y en p o s ,
una s o m b r a c o r p u l e n t a ,
que a d h e r i d a á la p a r e d ,
s e r e t r a s a con cautela;
mas que l u e g o , d e improviso,
como si sólo t e m i e r a
que la imagen del a l t a r
la c o n t e m p l a s e d e c e r c a ,
J A V I E R LASSO DE LA V E G A
c o r r e d e t r á s del viandante;
veloz con él empareja;
marcha á su mismo c o m p á s ;
r e d u c e su corpulencia,
y, silenciosa y sutil,
á la fachada s e p e g a ,
y e n t r e el muro y el incógnito
p a s a escondida y a r t e r a ;
p e r o al momento r e c o b r a
sus dimensiones p r i m e r a s ;
se adelanta al t r a n s e ú n t e
creciendo al par que p r o g r e s a ,
y s e pierde en el recodo
d e sinuosa callejuela,
satélite i n s e p a r a b l e
del c u e r p o que la p r o y e c t a .
Al escuchar los clamores
que el aire en sus alas lleva,
y que ya fingen p a l a b r a s ,
ya de un herido la queja,
ya los ecos de un naufragio,
ya disonantes c a d e n a s ,
el ánima intimidada,
con mudo t e r r o r r e c u e r d a
e s o s relatos fantásticos
de e r r a n t e s almas en pena,
d o n d e hay magos, y conjuros,
S
6
VÍDVAN
y encantamentos, y dueñas;
seculares tradiciones
y pavorosas leyendas,
que en las veladas de invierm
en t o r n o á la chimenea,
fueron tema fabuloso
de n a r r a c i o n e s domésticas,
y con las cuales asustan
á los nietos las abuelas,
desvelándolos de miedo
con tan l ú g u b r e s consejas.
A veces, por corto r a t o ,
el rugir del t r u e n o cesa,
el aquilón amaina,
a p l á c a n s e las c e n t e l l a s ,
s e apaciguan los c h u b a s c o s ,
y en la ciudad sólo
imperan,
esos temidos rumores
que el turbión nocturno engendra;
el murmullo de las aguas
que inundan las vías estrechas
y en corriente impetuosa
arrebatan cuanto encuentran;
el acento p e n e t r a n t e
del helado centinela,
que á intervalos se aproxima,
y se retira, y se aleja,
J A V I E R LASSO D E L A V E G A
y s e p i e r d e en la distancia,
y s i e m p r e r e p i t e ; ¡alerta!
la a l a r m a n t e voz del gallo
que otro, más lejos, c o n t e s t a ;
el esquilón que á las monjas
p a r a maitines d e s p i e r t a ;
el maullido d e algún gato
que por los tejados t r e p a ;
los soplos del cierzo frío
que huele á mojada t i e r r a ;
los vidrios mal ajustados
á los marcos en que tiemblan;
el chasquido con que crujen
al hincharse las m a d e r a s ;
el rechinar de unos goznes;
el chirriar de las veletas;
el toser de algún vecino;
las canales que gotean...
T r a s esta efímera calma,
su reprimida s o b e r b i a
despliegan los h u r a c a n e s
con redoblada violencia,
y al fragor de un aguacero
que el pavimento a p e d r e a ,
y lanza d u r o s granizos
que botan s o b r e las tejas,
y que con son e s t r i d e n t e
7
8
VÍDVAN
percuten las chimeneas,
extínguense los ruidos
que a n t e s tan claros s e o y e n ,
y no vuelven á e s c u c h a r s e
los gritos del
centinela,
ni el maullido de los g a t o s ,
ni el chirriar de las veletas,
ni el rechinar de los goznes,
ni la canal que gotea,
sino el mugir del t o r r e n t e ,
el bramar de la t o r m e n t a ,
y los zumbidos del viento
que c o r r e por las callejas.
J A V I E R LASSO D E L A V E G A
II
En una calle excusada
del b a r r i o menos poblado,
y más antiguo y aislado
de la a r a b e s c a ciudad,
hay una casa r u i n o s a ,
con balcones y p o r t a l e s ,
y muros y b a r a n d a l e s
d e ostensible ancianidad.
S o b r e su p u e r t a c e r r a d a
no s e e n c u e n t r a d e s c a n s a n d o ,
noble sangre pregonando,
el jactancioso blasón;
ni más mote, ni divisa,
se advierte en la vieja c a s a ,
que el rayo de luz que p a s a
por los vidrios de un balcón.
9
10
VíDVAN
Desafiando la noche,
las tinieblas disipando
y la calle a t r a v e s a n d o
con veloz
celeridad,
Va aquella luz á fijarse
en blanca pared de enfrente,
que ilumina refulgente
con chocante intensidad.
Á veces, en este espacio
de pared iluminada,
s e ve una mano crispada
de colosal dimensión,
sin que pueda a s e g u r a r s e
si á tal crispatura extraña,
una oración acompaña,
ó acaso una maldición.
S e ve un rostro gigantesco,
cuya frente cavilosa
en la ancha mano angulosa
descansa con languidez-,
ó se ven sombras
diversas
siempre r a r a s , nunca iguales,
J A V I E R LASSO DE L A V E G A
que á t r a v é s de los cristales
se siguen con rapidez.
¿Quién mora en aquel retiro...?
Tal es el tema c o n s t a n t e ,
que apuran á cada i n s t a n t e ,
con necio conjeturar,
las s o l t e r o n a s m a d u r a s ,
las doncellas t i m o r a t a s ,
y la plaga de b e a t a s
que invade la vecindad.
11
12
VÍDVAN
D e t r á s de aquellos cristales
que el temporal, de aguas c u b r e ,
la vista ansiosa descubre
un espacioso salón,
en uno de sus extremos
pródigamente alumbrado
y en penumbra cobijado
en su r e s t a n t e extensión.
Apenas los ojos logran
escudriñarlo curiosos,
se detienen recelosos
en la vaga oscuridad,
porque en ella se columbran
fantasmas, formas flotantes,
y quiméricos semblantes
de incongruente ambigüedad.
J A V I E R LASSO DE LA V E G A
Aquel pasmoso recinto
mansión infernal figura;
infunde mortal pavura
el fin del ancho salón,
y su longitud prolonga,
y su lobreguez aumenta,
y sus m o n s t r u o s a c r e c i e n t a
la loca imaginación.
En caótico d e s o r d e n ,
aquí una s i e r p e r e p o s a ;
allá, fúnebre, s e posa
murciélago colosal;
y, como en mundo en ruinas,
s e ven frisos, c a p i t e l e s ,
trípticos, lanzas, b r o q u e l e s ,
un s á t i r o , una vestal,
Ánforas, c o t a s , e s p a d a s ,
exóticos animales,
s u b t e r r á n e o s minerales,
Venus de e s b e l t o perfil,
c e n t a u r o s , ninfas, s i r e n a s ,
y cupidillos y ondinas,
13
14
VÍDVAN
y deidades p e r e g r i n a s
del P a r a í s o gentil.
Mas, si un punto reflexiona,
halla, al fin, la inteligencia,
de tan rara concurrencia
la anhelada explicación,
y ve que son ejemplares,
de estudio y a r t e modelos,
que invaden muros y suelos
con informe profusión.
Es que en la estancia, confusos,
están, hachas del geólogo;
grandes conchas del zoólogo;
relieves del escultor;
el microscopio del sabio;
el secular manuscrito...
¡las unas del erudito!
¡las alas del pensador!
Como si aquel maremagnum
un hechicero habitara,
J A V I E R LASSO DE LA VEGA
y en sus ámbitos p r o b a r a
su diabólico s a b e r ,
mil máquinas y r e d o m a s ,
s e encuentran en él d i s p e r s a s ,
con mil s u s t a n c i a s diversas
de misterioso p o d e r .
Allí mármoles y b r o n c e s
y medallas se confunden;
en las tinieblas se hunden
t o r s o s de atleta, y s e ven
mariposas y s i n s o n t e s ,
esqueletos n a t u r a l e s ,
y en t r a n s p a r e n t e s fanales,
r e s t o s humanos también.
Y en el c e n t r o de una mesa;
e n t r e a s o m b r o s o s inventos;
rodeado de i n s t r u m e n t o s
de examen é indagación,
dominándolos á t o d o s ,
s e y e r g u e un c e r e b r o humano,
15
Hi
VÍDVAN
como un s e m p i t e r n o arcan*
cercado por la r a z ó n .
Y m i e n t r a s , fijos, los ojo
s e dilatan y
alucinan,
y en diferenciar se obstinan
lo a p a r e n t e y lo real,
con acompasado ritmo,
su grave nota reitera
una invisible gotera,
cual péndulo natural.
J A V I E R LASSO DE L A V E G A
17
***
E n t r e t a n t o , en el extremo
que a p a r e c e iluminado,
a n t e una mesa s e n t a d o ,
distintamente s e vé
un h o m b r e de culto a s p e c t o ,
profundamente a b s t r a í d o
y en el estudio embebido
del volumen en que lee.
La sien apoya en las manos;
los c o d o s s o b r e la mesa;
y en sus miradas e x p r e s a
la i n s u p e r a b l e ansiedad,
la excitación s o b r e h u m a n a
del que, al buscar lo imposible,
sumido en lo incognoscible,
naufraga en la inmensidad.
2
18
VÍDVAN
P r o b l e m a grave, sin dui,
lo inmoviliza: la frente
levanta cual si impaciente
previera una relación,
y después de breve pausa,
al margen del libro escribe
de la idea que concibe
la sucinta anotación.
Ni el frío intenso lo agita,
ni lo distrae la tormenta,
ni la lluvia lo impacienta,
ni le importa el vendaval,
ni el reloj que el tiempo marca,
ni la apariencia de vida
que, en la penumbra sumida,
toma la hueste animal.
E s t á abismado: s e halla
en esos arduos momentos,
en que van los pensamientos
en constante progresión,
hasta que se inflama súbito
el sentimiento dormido,
J A V I E R LASSO D E L A V E G A
y vibra á ellos unido,
y empieza la inspiración.
Y van p a s a n d o las h o r a s ,
y el sabio sigue extasiado,
sin oir el a l t e r c a d o
de los vientos, ni el t r o n a r ,
ni el agua que el techo filtra,
ni de la lechuza el eco,
que en el c a m p a n a r i o hueco
s e oye l ú g u b r e g r a z n a r .
Impasible p e r m a n e c e ;
que el h o m b r e ha sido dotado,
como ser privilegiado,
del p o d e r de la a b s t r a c c i ó n ,
p a r a que cruja el planeta
y r e t u m b e el firmamento,
sin t u r b a r del pensamiento
la atrevida concepción.
19
20
VÍDVAN
Y a n t e s que la bella auru
con sus r o s a d o s fulgores,
d i e s e á pájaros y flores,
matices, luz y calor,
c e r r ó el filósofo el libro
y, consigo mismo hablando,
así dijo, pronunciando
con acento de dolor;
J A V I E R LASSO D E L A V E G A
¡Cuan titánica lucha es la existencia
D e quien s e obstina en descubrir, o s a d o ,
D e la verdad la incógnita excelencia!
¡Cuál queda d e su audacia castigado!
¡La luz s e r e n a de la fe s e apaga!
¡La razón, impotente, no le a y u d a !
¡Y el temerario espíritu naufraga
En el mar insondable de la duda!
Dijérase que aun D i o s niega el permiso
Q u e al i g n o r a n t e Adam c e d e r no quiso;
S u copa el árbol d e la ciencia eleva;
Mas quien s u s frutos, atrevido, p r u e b a ,
D e s t e r r a d o s e ve del P a r a í s o .
¡Oh! ¡cómo, e n t o n c e s , c o n s t e r n a d o llora,
D e s i e r t o el c o r a z ó n , su fe perdida!
¡Qué a m a r g a incertidumbre lo d e v o r a !
¡Antítesis funestas d e la v i d a !
21
22
VÍDVAN
¡Qué ingrato es estudiar, cuando la ciencia
D e s t r u y e el ideal que nos sostiene,
Sin darnos otro, que de paz nos llene,
Como llenó algún tiempo la creencia!
Ayer la religión compadecida
Felicidad brindaba t r a s la muerte;
Mañana la hallará en la misma vida
La Humanidad tal vez; mas ¿de qué suerte,
Dónde la encontraré, yo que he nacido
En esta edad en que la mente humana
Sólo guarda un cadáver corrompido,
Abono para el germen de mañana?
J a m á s , del templo en la callada nave,
Idilio susurró más delicado,
Q u e el que exhaló mi labio inmaculado,
Cual leve nota de sencilla clave.
Yo me postraba ante la Virgen pura,
La abogada del triste desterrado
Q u e á este valle de lágrimas lanzado
Sólo en ella encontró vida y dulzura,
Y ante aquella poética criatura,
Q u e ni castiga, ni abandona al hombre,
¡Madre! clamó-con toda la amargura
Del postergado expósito sin nombre
Q u e crece en orfandad cruel é impía,
Y efusivo y veraz, llorando á mares,
J A V I E R LASSO DE LA V E G A
C o n t á b a l e á la Virgen mis p e s a r e s ,
Como á la sola confidente mía.
¡Cuántas veces dejé la reja i n e r t e ,
Tan consolado de letal q u e b r a n t o ,
Cual todo aquél que el reprimido llanto
S o b r e el r e g a z o de su m a d r e vierte...!
Entonces, infantil y c a n d o r o s o ,
D e aspiraciones confiadas lleno,
Ni s o s p e c h é el problema pavoroso,
Ni el áspid del s a b e r hirió mi s e n o
T u r b a n d o e t e r n a m e n t e mi r e p o s o .
Años d e s p u é s , d e s g r a c i a s infinitas
Mi atribulado espíritu inquietaban;
Las benéficas lágrimas b e n d i t a s
Q u e un tiempo d e mis p á r p a d o s b r o t a b a n
Mitigando mis j u s t a s aflicciones,
Ya no s u r c a b a n la mejilla mía;
Las lágrimas son r e s t o s d e ilusiones,
Y un huracán d e aleves decepciones
D e s a r r a i g ó las que en mi pecho había.
E r a una noche t e n e b r o s a y fría;
En calada t r i b u n a , esquivamente
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24
VID
VAX
Suspendida en la bóveda sombría
D e cristiana basílica ferviente;
Contemplando, á través de los colores
De ojival y translúcida vidriera,
La turbulenta tempestad que, fuera,
Lanzando repentinos r e s p l a n d o r e s ,
Con implacable cólera estallaba,
Yo solo, mis recuerdos devorando,
Ignorado y oculto meditaba,
Mientras el pueblo, taciturno entrando,
La columnata espléndida invadía,
En el gótico templo levantando
Sordo rumor que el eco engrandecía.
Dominando su inercia y pesadumbre;
Con lengua musical y sobrehumana,
D e s d e su aérea y eminente cumbre,
Doblando con discreta parsimonia,
Gimió lúgubremente la campana.
Acallóse la ansiosa muchedumbre;
Comenzó la sagrada ceremonia,
Y yo solo quedé con mi tristura
Envuelto en sombras en la inmensa altura.
J A V I E R LASSO DE LA V E G A
¡Jamás lo olvidaré! Hubo un momento
D e silencio tan hondo, a u s t e r o y grave
Q u e contenido h a s t a el humano aliento,
Sólo vibraba en la e s p a c i o s a nave,
T e n u e c h i s p o r r o t e o de la c e r a
Q u e al pie de los pilares s e quemaba;
El chocar de la lluvia en la lumbrera;
La voz del s a c e r d o t e que r e z a b a .
D e s p u é s , como lamentó enardecido;
Cual patética mística plegaria;
Como el convulso indómito gemido,
Q u e escapa en la congoja tumultuaria
Y expresa, con sollozo e n t r e c o r t a d o ,
La imprevista explosión involuntaria
De latente dolor e x a s p e r a d o ;
Como una voz angelical que, a m a n t e ,
P o r la contrita Humanidad pidiere,
S e alzó un eco angustioso y p e n e t r a n t e
Clamando inconsolable; ¡Mí
serere!
¡Qué impresión en mi m e n t e soñadora!
C u a n d o fijé mi vista, cautivado
P o r la s u p r e m a impetración sonora,
25
26
VíDVAN
Y á la luz de los cirios expirante,
De asombro y estupor intimidado,
Vi la arcada magnífica y gigante
De su inaudita pesantez esclava;
Vi, cual ciclópeo, enorme, monolito,
La potente columna de granito
Q u e hasta mis pies altiva se elevaba;
Y allá abajo, en el polvo confundida,
La pecadora multitud oscura,
Misericordia demandando impura,
Tan trémula y de horror sobrecogida,
Cual si hubiese sonado ya el momento
De su mutua y p o s t r e r a despedida;
Cuando aturdió mi oído, en son violento,
El canto funeral de cien campanas
Pregonando elocuentes en el viento
La insensatez y desventura humanas;
Y siempre aquel acento compungido,
Como una queja que en aumento fuere;
C o m o un eterno y fúnebre gemido
Sollozando elegiaco ¡Miserere!
Q u e , por la inmensa t u r b a repetido,
En bóvedas y en arcos resonabu,
Y en túmulos y piedras sepulcrales,
Y en todo el ancho templo retumbaba,
Cual si, su inercia y rigidez vencidas,
Los ángeles de talla colosales,
Las yacentes estatuas adormidas,
Los ínclitos varones sepultados
Bajo las negras losas funerarias,
J A V I E R LASSO DE LA V E G A
Uniesen á los vivos s u s plegarias,
P o r tan doliente cántico evocados;
Al contemplar la bíblica g r a n d e z a
D e aquel p e s a r , á un tiempo encarecido
P o r el órgano armónico y sentido,
P o r el ministro del S e ñ o r que reza,
P o r el c o r o que ascético replica,
P o r la a n h e l a n t e multitud que implora,
P o r la campana que al doblar suplica
Y p o r el eco que en los a i r e s llora;
Al percibir la luz d e s l u m b r a d o r a
Del relámpago aquel que en la l u m b r e r a
T o m ó el color d e los cristales rojos,
Y un i n s t a n t e en la atmósfera brillando
Cual llamarada de infernal hoguera,
Hizo c e r r a r los e s p a n t a d o s ojos
É inclinar las c a b e z a s a g u a r d a n d o
Q u e el castigo c e l e s t e las hiriera;
Al escuchar el t r u e n o formidable
Q u e á la queja y al llanto c o n t e s t a r a ,
E s t r e m e c i e n d o el templo d e l e z n a b l e ,
Como si Dios el ruego r e c h a z a r a ,
Yo creí que el momento era llegado
Del Juicio Final: que precedido
Del r a y o , por su d i e s t r a fulminado,
El Dios de los ejércitos, seguido
D e fúlgidas legiones d e s c e n d í a ;
Q u e la vetusta bóveda crujía
Y las frentes del pueblo a m e n a z a b a ;
Q u e la expiación t r e m e n d a comenzaba;
21
28
VÍDVAN
Que la humilde piedad se convertía
En tumulto de indignas contriciones;
En cínicas y horrendas confesiones
De repugnantes culpas y extravío,
Y, presa de tan fuertes impresiones;
Perdido allá en el ámbito sombrío
Donde pugnaban la oración y el trueno;
Sintiendo el tembloroso escalofrío
Cortejo de las grandes emociones,
Formé con la campana y con el treno,
Con el suspiro y la tormenta coro,
Y doblé la rodilla anonadado,
Diciendo, de entusiasmo arrebatado;
«¡Arte! ¡Divino Arte! ¡yo t e adoro!»
J A V I E R LASSO D E LA V E G A
¡Grandiosa conmoción! Largo lamento
Las p r e c e s t e r m i n ó : d e s d e la altura
Vi alejarse, con t a r d o movimiento,
La enlutada viviente s o m b r a impura
Tendida en el marmóreo pavimento
Q u e o s t e n t ó d e s c u b i e r t o su blancura;
Las c o n t r i s t a d a s t u r b a s penitentes
Ante las anchas p u e r t a s s e agolparon;
Las p e s a d a s c a n c e l a s rechinaron
Al girar en sus g o z n e s e s t r i d e n t e s :
C e s a r o n de la lluvia los r i g o r e s ;
Y ya la t e m p e s t a d apaciguada,
Y extinguidos, del cirio los fulgores,
Y el rumor de la última pisada,
Reinaron en el templo, de igual s u e r t e ,
La soledad, imagen de la nada,
Y el silencio, atributo de la m u e r t e .
Descendí de la gótica tribuna,
Y un momento d e s p u é s , cuando a b s t r a í d o
P o r reflexión i n g r a t a é importuna,
Me alejaba, confuso y abatido,
29
50
VÍDVAN
P a s a n d o ante la serie numerosa
De desiertas capillas, alumbradas
P o r solitaria lámpara, y fundadas
P o r rico fausto, ó promisión piadosa,
Volví maquinalmenre la cabeza,
Y cual fulgor, por Venus emitido,
Que cuando el alba á despuntar empieza
Va á iluminar del ruiseñor el
nido,
Asimismo seráfica mirada
Divisé fija en mí tan tiernamente,
Á través de una verja ya cerrada,
Q u e involuntaria ó instintivamente,
Permanecí suspenso, contemplando
De aquellos ojos la sin par dulzura,
Q u e llegaba á mi pecho despertando
Grata fruición y célica ventura.
E r a la Virgen misma que, indulgente,
Mis infantiles cuitas mitigaba;
Aquélla á quien el huérfano
indigente
S u s expansivos rezos dedicaba.
¡Qué intensa evocación! La
magna escena
Pocos momentos antes concluida;
La inconsolable y enconada pena
Q u e surcaba mi frente padecida,
La majestad solemne de la hora
Q u e proclamó con doce campanadas
J A V I E R LASSO D E L A VEGA
D e invisible reloj la voz sonora;
Las monótonas n o t a s c o m p a s a d a s
Del péndulo i n c a n s a b l e que s e agita,
Como si fuese el rítmico latido
Del corazón del T i e m p o que palpita;
El viento que allá a r r i b a s e filtraba
P o r las vidrieras, con sutil sonido,
Q u e e r r a b u n d o lamento semejaba;
La s o m b r a del q u e r u b e suplicante
Q u e las alas plegaba ó extendía,
Según la luz movible recibía
D e la argéntica lámpara oscilante
Q u e de la clave cóncava pendía;
El ejemplo de extáticas figuras
Q u e en egregios sarcófagos s e alzaban,
Y en el r e p o s o de la noche oraban
De hinojos en s u s p é t r e a s s e p u l t u r a s ;
El conjunto imponente y pavoroso
Del templo en su g r a n d e z a indefinible,
Infundiendo t e r r o r supersticioso;
El lejano r e c u e r d o indestructible
De una infancia sin p a d r e s , ni alegría,
En que á la excelsa Virgen invocaba
Como á la sola confidente mía;
T o d o , mi ingratitud reconvenía;
T o d o , d e mi emoción participaba,
Y era voz persuasiva y elocuente
Q u e á mi c e r r a d o corazón llamaba.
Reacción d e lo p a s a d o en el p r e s e n t e ;
Brusca expansión d e sentimiento blando;
51
52
VÍDVAX
C r i s i s suprema de pesar secreto,
Yo caí de rodillas implorando
Y algún gemido resonó indiscreto.
—«¿Por qué no conservé sencilla y pura
La bienhechora fe que poseía,
Y olvidé la oración que á tu dulzura
Mi espíritu amoroso dirigía?
¿Por qué, rompiendo tan amables lazos,
Me arrojé de la ciencia, siempre impía,
En los desnudos inclementes brazos?
Mas ¿qué importa? Si oiste mis clamores;
Si s e n t i s t e conmigo mis pesares;
Si supiste dar tregua á mis dolores;
Si sólo en tí encontré madre querida;
Si he disfrutado al pie de tus altares
Los únicos deleites de mi vida,
Incrédulo ó creyente, malo ó bueno,
D e u d a de gratitud tengo contigo,
Q u e vive eterna en mi angustiado seno;
Y si aquí habita Dios, sea Diow testigo,
De que, vertiendo conmovido lloro,
T u s consuelos recuerdo y los bendigo.
¡Devuélveme la fe que en tí tenía!
Mas ¡ay! que aunque me niegues lo que imploro
¡Stella matutina! ¡yo te adoro!
¡Dios te salve, María!»
J A V I E R LASSO D E LA VEGA
Aquélla fué la lucha p o s t r i m e r a
Q u e la fe y la razón en mí t r a b a r o n ;
¡Cuan falaz la victoria y pasajera
Q u e las c r e e n c i a s místicas lograron!
El p e n s a d o r que, en el primer momento,
Sólo a d o r ó la mágica g r a n d e z a
Del a r t e que subyuga al sentimiento,
P r o n t o r e c u p e r ó su fortaleza,
Y atribuyó al p e s a r que me p o s t r a b a ,
A fatal seducción de la belleza,
Y á t a n t a conmoción como e m b a r g a b a
De mi espíritu altivo la entereza,
Aquella irreflexiva idolatría,
Aquel inexplicable a r r o b a m i e n t o ,
Que t r a n s i t o r i a m e n t e oscurecía
El faro y el fulgor del p e n s a m i e n t o .
D e s d e e n t o n c e s , en roca i n q u e b r a n t a b l e
Irguiéronse mis firmes convicciones,
Cual bélica muralla inexpugnable.
Guiado por r e b e l d e s ambiciones.
33
54
VfDVAN
S o n d é los cielos, exploré el abismo,
Analicé lo inmenso y lo invisible,
La entidad material y la intangible,
D e todo movimiento el mecanismo,
D e todo ser viviente la extructnra,
No perdoné momento ni criatura,
Y apliqué mi razón y mi experiencia,
Lo mismo al éter, que en la luz fulgura,
Q u e á mi propia recóndita conciencia.
Y en vez de aquella chispa, dimanada
D e la insigne y conspicua inteligencia,
Q u e hizo brotar los o r b e s de la nada,
Descubrí una verdad que nos humilla;
Hallé que lo que engendra el pensamiento,
No es del C r e a d o r el incorpóreo aliento,
Sino un rayo de sol que ya no brilla.
Es poder tan enérgico y
fecundo,
Q u e en la vasta extensión del firmamento,
Enciende un sol ó d e s b a r a t a un inundo;
Y girando en proteico movimiento.
E s luego tempestad, nube brumosa,
Gota de lluvia, savia transformable,
Aromática flor, fruta sabrosa,
S a n g r e caliente, nervio impresionable,
Ojos que ven, c e r e b r o que percibe,
Memoria que retiene y acumula,
J A V I E R LASSO D E LA V E G A
Juicio que c o m p a r a y que calcula,
Voluntad que aconseja ó que prohibe,
Emoción que humedece la pupila,
Deliquio i n e n a r r a b l e del a s c e t a ,
Histérica intuición de la sibila,
Vaticinio e s t u p e n d o del poeta,
Colom que embarca, G u t e n b e r g que imprime,
Fidias que esculpe, Lulio que disputa,
Bacón que experimenta, J o b que gime,
Kempis que afirma y D a r w i n que refuta.
Y sabiendo que todo es una esencia,
P o r innúmeras formas disfrazada;
F u e r z a inmortal, que cambia de apariencia,
P e r o jamás s e p i e r d e ni a n o n a d a :
Q u e es principio d e m u e r t e toda vida,
Y mudanza de vida t o d a muerte;
Q u e vivo p a d e c i e n d o y á igual s u e r t e
E s t á N a t u r a toda sometida,
Yo en rígidos principios a p o y a d o ,
A impulsos de un amor g r a n d e y s i n c e r o ,
D e compasión profunda p e n e t r a d o ,
Llamé mi hermano al Universo e n t e r o .
Y en e s t e amor que me inculcó la ciencia,
Y es s u p r e m o d e b e r d e mi existencia,
Cumplido sin liviana vanagloria,
F u n d é una religión tan s a n t a y t r i s t e ,
35
56
VÍDVAN
Q u e me incita á hacer bien á cuanto existe,
Y nó me brinda redención ni gloi la,
Mas ya la tempestad se desvanece,
Y ante mis melancólicas pupilas
La bóveda estrellada r e a p a r e c e ,
¡Rigel! ¡Lucero azul! ¡Cómo rutilas!
P a r é c e s m e Vestal inmaculada,
En cuya frente de virgínea lurnbi e,
P o r perenne ignición purificada,
No cabe t e n e b r o s a podredumbre.
¡Cuál t e remontas en veloz
carrera!
¿Conduce, por ventura, tu camino
Al pie del S e r que el Universo hiciera?
¡Quién ligase su suerte á tu destino!
¡Incógnito Hacedor! ¡Oye mi
acento!
Si eres fuerza creadora ilimitada;
Potencia de inconsciente movimiento,
Q u e truecas en inútil sufrimiento
La quietud apacible d e la nada,
Arróllame en tu máquina implacable,
Y convierte en apático granito
E s t a vana existencia miserable.
P e r o si escucha mi apremiante grito,
La paternal clemencia inagotable
D e un Dios omnividente é
infinito,
Q u e por su hechura, generoso, aboga,
J A V I E R LASSO DE LA V E G A
¡Benigno acoge mi afanoso anhelo!
¡Sufro nostalgia de soñado cielo,
Y de e s t a cárcel la e s t r e c h e z me ahoga!
¡Compadece á la mísera c r i a t u r a
Q u e jamás t e n e g ó : que si algún día,
D e s a l e n t a d o por la ciencia o s c u r a
Q u e mi amor á lo e t e r n o c o n t r a r í a ,
D e r r u m b é la menguada sinagoga;
Abatí la mezquita y su impostura;
E c h é por t i e r r a la pagoda umbría,
Y hereje universal d e la fe humana,
D e todo templo y comunión p r o s c r i t o ,
P e n e t r é en la basílica romana,
Hendí la t u r b a i d ó l a t r a y mundana,
P r o f a n é s u s liturgias y su rito,
Apostrofé al ungido visionario
Y r e b e l d e , sacrilego, precito,
Acerquéme al altar que el h o m b r e alzara,
Y d e r r i b é la efigie y el s a g r a r i o ,
Y a r r a s é el t a b e r n á c u l o y el a r a ,
F u é por ver si allí e s t a b a s en presencia;
F u é queriendo a d o r a r tu esencia pura;
R e n d i r t e en holocausto mi existencia,
Y morir abismado en tu h e r m o s u r a . . . . !
37
VÍDVAN
Calló el sabio, y cuando hubo
el cuarto á oscuras dejado,
y, en el sillón, agobiado
de sueño y pena quedó,
lanzando calor y brillo,
radiando luz y alegría,
entre cantos á porfía,
el sol triunfante salió.
FIN D E L C A N T O
PRIMERO
VÍDVAN
CANTO
SECUNDO
i
Cual diminuta ecuatorial semilla,
Q u e por raudo huracán a r r e b a t a d a ,
E s á climas glaciales t r a n s p o r t a d a
D o n d e no alegra el campo la avecilla:
D o n d e fugaz y estéril primavera
No da al jardín la b r i s a e m b a l s a m a d a ,
Ni aquel verdor de la natal p r a d e r a ;
D o n d e a r r a i g a y vegeta l e n t a m e n t e ,
Pálida, enferma, mustia y combatida
P o r los soplos del á b r e g o inclemente,
Q u e le a r r a n c a las hojas con la vida;
Ansiando sol y gotas de rocío
Y hallando en t o r n o y e r m o refractario,
Brumas y e s c a r c h a s , lobreguez y frío,
42
VíDVAX
Así vivió aquel hombre extraordinario,
Que no bien vino al mundo en triste día,
Cuando, errabundo paria solitario,
P a d r e s , nombre, ni albergue poseía.
La noche en que una mano despiadada
Lo entregó en el asilo, donde un seno
De amor exhausto y de codicia lleno,
Mantuvo su existencia infortunuda,
Hallóse de la expósita criatura
Escondido en la mísera envoltura
Manuscrito papel: Vídvan
leyeron,
Y esta palabra de acepción oscura
F u é el nombre con que al niño conocieron.
Precoz, para abarcar más sinsabores;
Sensible, para más intensamente
Apreciar de la vida los dolores,
Vídvan creció sin que su tersa frente
J a m á s b e s a r a maternal dulzura;
Jamás una amorosa complacencia
Satisfizo, entre frases de ternura,
D e su pueril antojo la vehemencia;
Jamás el juego abandonó cansado,
J A V I E R LASSO D E L A V E G A
Y en amante regazo guarecido,
Al arrullo d e un canto a c o m p a s a d o ,
Con lánguido vaivén, quedó dormido.
S u infancia, lucha fué digna de Atlante;
F u é e p o p e y a titánica i g n o r a d a ,
Cual la de esa semilla germinante
Q u e no muere infecunda, s e p u l t a d a
D e a g r e s t e roca en las e n t r a ñ a s d u r a s ,
P o r q u e al par que su c u e r p o s e h u m e d e c e ,
Y s e reanima, y d e s e n t u m e , y c r e c e ,
Y extrema su opresión y s u s t o r t u r a s ,
Lejos de s u b y u g a r s e forcejea;
Hínchese osada; su prisión grietea;
La agobiadora bóveda q u e b r a n t a ,
Y empujando el t e r r ó n que la sofoca,
Lo s o p e s a , lo eleva, lo disloca,
Y d e su tumba, viva, s e levanta.
P o r crónica dolencia a p r i s i o n a d o ,
P a s ó en la soledad y la t r i s t e z a ,
Y á quietud e n e r v a n t e c o n d e n a d o ,
La edad en que el espíritu, e d u c a d o ,
De su letargo á d e s p e r t a r empieza;
Y la niñez de Vídvan t r a n s c u r r í a ,
Siendo todo su juego y d i s t r a c c i o n e s ,
Contemplar, t r a s los t é t r i c o s b a l c o n e s
D e lóbrega y helada enfermería,
45
44
VíDVAX
L a s t o r r e s del ruinoso
#;£W.&<ycva,
Los sauces de un antiguo cementerio
Y el mar que en lontananza se perdía.
La visión melancólica y sombría
Del paisaje que á Vídvan recreara
Y en que tan sólo el cielo sonreía,
Cual si, con esto, encarecer quisiera
El olvido del mundo, y procurara
Volver los ojos á la azul esfera,
Honda huella dejó en el desgraciado
Q u e reflejó en su s e r constantemente;
La aspiración á un fin más elevado
Q u e entraña el monasterio penitente:
La protesta y la lucha en que se obstina
El mar contra las r o c a s escarpadas;
La tristeza del sauce que se inclina
S o b r e musgosas tumbas olvidadas,
Y esa sinceridad, esa pureza
Del cielo despejado y esplendente,
Q u e agota de la vista la agudeza
Á fuerza de ser hondo y t r a n s p a r e n t e .
Curado del tenaz padecimiento
Q u e el desarrollo físico
atrasaba,
Y que á quietud el cuerpo condenaba
Tanto como avivara el pensamiento,
—Que el dolor con su trágica insistencia,
J A V I E R LASSO D E LA V E G A
45
«••SÍ
Marchitando infantiles ilusiones,
Y e n g e n d r a n d o p r e c o c e s reflexiones
F o r t a l e c e la tierna inteligencia,—
F u é Vídvan á Sevilla t r a s l a d a d o
Y p r o n t o , y por su r a r o entendimiento,
Al S e m i n a r i o Conciliar llevado,
D o n d e tan claro excepcional t a l e n t o
Debió s e r á la Iglesia c o n s a g r a d o .
Aquel fué ya otro mundo y o t r a vida.
¡Cuan profundas y nuevas impresiones
C a u s a r o n en su mente s o r p r e n d i d a ,
La ciudad, las m o d e r n a s invenciones,
El lujo refinado y fastuoso,
Las r o m a n a s ruinas c o l o s a l e s ,
El a r a b e s c o alcázar primoroso
Y los místicos t e m p l o s ojivales!
Y su intuición p o t e n t e deducía
D e pueblos extinguidos la existencia,
Q u e el anhelado estudio d e la ciencia
Con fácil claridad explicaría.
Ella también satisfacción daría
Á la curiosidad inagotable
Q u e toda observación le sugería;
1
46
VI'DVAX
Q u e en su antigua vivienda insoportable
Q u e d a b a defraudada cada día.
Allí, además, la turba buííiciosa
Encontró de animados compañeros,
Q u e hablaban en sus diálogos sinceros
D e una madre querida y cariñosa;
Allí cuenta s e dio precisa y clara
Del problema cruel que presentía;
Del rigor con que el hado lo tratara;
Del abandono injusto en que yacía:
Y allí también, por Vídvan conocido,
Hallaba en esta invocación oscura,
Mordaz recuerdo de la mancha impura
Que ocultó con su sombra un apellido.
¡Cuántas noches pasó en larga vigilia,
Con ternura y amor, nó con despecho,
Inventando un hogar y una familia!
¡Cuántas veces, vejado y afligido,
Hundió su frente en el callado lecho,
P a r a ahogar el indómito gemido
Del corazón en lágrimas deshecho!
No encontró más consuelo á sus p e s a r e s ,
Q u e llorar su orfandad y su indigencia
Arrodillado al pie de los altares,
Y pensar que estudiando con vehemencia,
J A V I E R LASSO DE LA VEGA
Los t i m b r e s más gloriosos ganaría,
Y el mundo en él, al fin, p e r d o n a r í a
El e r r o r de su incógnita ascendencia.
Y aquel s e r de organismo tan p r e c a r i o ,
Mas firme voluntad y juicio r e c t o ,
Fué p r o n t o el e s t u d i a n t e predilecto,
El orgullo y la p r e z del S e m i n a r i o .
Mas ¿quién enfrena la ambición humana?
¿Quién pone dique al t e m e r a r i o anhelo
D e e s e titán, que d e s d e edad t e m p r a n a ,
S e obstina, iluso, en escalar el cielo?
Ya Vídvan e s t u d i a b a teología,
C u a n d o quedó a b i s m a d o y confundido
Al ver, por vez primera, desmentido
Un principio, que axioma suponía.
Y afanoso b u s c ó , mas nó alcanzaba
La unidad s u p e r i o r que c o n c o r d a b a
La oposición p a t e n t e que veía.
Aquella fué revelación impía:
E s p a n t o s a s o r p r e s a ; ingrato duelo;
Noche d e t e m p e s t a d en que el piloto,
Amarrado al timón, y el timón r o t o ,
Sólo e n c u e n t r a en los m a r e s y en el cielo,
Ronca t o r m e n t a que pavor infunde;
Niebla que aisla; nave que no boga;
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48
Ví DVAX
Crujir de tablas; suelo que se hunde;
Frialdad que sube, y amargor que ahoga.
Y Vídvan emprendió contienda ruda,
Dentro del propio pecho, que desmaya,
Al ver cómo la fe se rinde muda,
Mientras atruena el campo de batalla,
Devastadora y fúnebre, la duda.
¡Con cuánto afán el pedestal seguro
Buscaba que acallase sus congojas,
Confortando su espíritu inseguro,
Cual débil yedra en desconchado muro
La grieta busca en que prender sus hojas!
¡Cuan doliente pesar lo atormentaba,
Cuando en el texto, que leyó á hurtadillas,
S u más firme argumento naufragaba,
Y en formas cuanto lógicas, sencillas,
Nueva y cruel revelación brotaba!
Al ver otros caminos en la ciencia,
Nó ya de sus antiguas convicciones,
Dudó, con la más lógica inferencia,
D e quien dio á su flexible inteligencia
Torcidas ó falaces direcciones.
Y receloso, inquieto, ensimismado,
Esquivo ante el colega y el maestro,
Vagaba por los claustros, preocupado,
Aun más que enflaquecido, demacrado,
J A V I E R LASSO DE L A VEGA
Y más que melancólico, siniestro;
Q u e si por sed, por h a m b r e , ó privaciones,
La frágil t r a m a corporal flaquea,
C a u s a n más e x t r e m a d a s consunciones;
¡El h a m b r e de e s p e r a n z a s é ilusiones!
¡La fiebre delirante de la idea!
Una noche en que, extático, velaba,
Cual era su c o s t u m b r e , analizando
P á g i n a s que, á e s c o n d i d a s , consultaba,
Q u e d ó s e , de r e p e n t e , meditando,
Como quien hondo lo aprendido graba.
E r a el t e x t o de cultos orientales
Q u e investigó con fruto y complacencia;
Y estudiando sus ritos capitales,
Descubrió y c o m p r o b ó con insistencia,
Con natural a s o m b r o que s e explica,
Q u e e n t r e los b u d h a s , Vídvan
El que posee
la verdadera
significa,
ciencia.
«¿Fué e s t a p a l a b r a trozo de e s c r i t u r a
Q u e el azar deslizó e n t r e mis pañales?
¿ F u é intencionada predicción oscura,
Ó expresión de consejos p a t e r n a l e s ,
49
50
VÍDVAN
Ó acaso el talismán con que los males
Conjurará la anónima criatura?
¿Quién su concepto misterioso explica?
P e r o presiento y para mí es palmario,
Q u e Vídvan, que el saber, no significa,
Símbolo redentor que glorifica,
Sino el Inri afrentoso del Calvario.»
Y entre las manos escondió la frente,
En tanto que las páginas regaba
El llanto que el expósito inocente
S o b r e su propio nombre derramaba.
J A V I E R LASSO D E L A VEGA
11
Un mes t r a n s c u r r i d o habría,
C u a n d o en los cielos, s e r e n a ,
La impasible luna llena
Majestuosa subía.
T o d o en Sevilla dormía:
S ó l o , traviesa, velaba
L a brisa, que s u s u r r a b a
P a s a n d o cien y cien veces,
P o r los altos ajimeces
D e la morisca alcazaba.
J u n t o á la margen del río
Silencioso y solitario,
S e alzaba del Seminario
El liso muro s o m b r í o :
P r e s t á b a l e b o s q u e umbrío
51
52
VÍDVAN
N e g r o fondo d e t r i s t e z a ,
Y sin a r t e , ni belleza,
Semejaba la mansión,
Más que colegio, prisión:
Más que asilo, fortaleza.
En su anchuroso recinto,
En llano espacio cuadrado,
S e elevaba á cada lado
Y de trecho en trecho, un plinto;
En él, e s b e l t o y distinto,
Redondo fuste se erguía;
Un capitel lo cubría,
Y encima, robusta arcada
S u s t e n t a b a remontada
La segunda galería.
La luna, que oblicuamente
Llegaba al patio andaluz,
Lo alumbraba con su luz
Y s e miraba en la fuente:
P e r o , discreta y prudente,
Mandaba su claridad
Con calculada equidad;
J A V I E R LASSO D E LA V E G A
Manteniendo con cuidado,
Medio patio iluminado,
Y medio en la o s c u r i d a d .
D e p r o n t o , cual si s u r g i e r a
D e las e n t r a ñ a s del m u r o ,
Irguióse en el lado oscuro
Una forma que, ligera,
C r u z ó el patio; la e s c a l e r a
R á p i d a m e n t e subió,
Y de allí á poco s e oyó
P o r la altiva galería,
El leve rumor que hacía
C u a n d o á una p u e r t a llamó.
Q u e d ó e s t a franca al m o m e n t o :
P a s ó Vídvan a d e l a n t e ,
Y, r e s u e l t o y a n h e l a n t e ,
S e i n t e r n ó en el a p o s e n t o ;
Brindóle el R e c t o r a s i e n t o
Con dulzura y preferencia,
Y aquella n o c t u r n a audiencia
El m a e s t r o inauguró,
53
54
VíDVAN
Y el discípulo escuchó
Con respeto y reverencia.
«Gracias Vídvan; has venido
Defiriendo así al consejo
De e s t e inútil p o b r e viejo
D e quien e r e s tan querido.
¡Cuánto ayer me na sorprendido
Tu sincera confesión!
¡Qué amarga
reve)ac)bn
P a r a quien cuenta sus años
P o r los n e g r o s desengaños
Q u e lleva en el corazón!»
«Ni discuto, m
condeno:
Yo acato tus convicciones,
Y alabo tus intenciones
Q u e son las de un hombre bueno:
Sólo que yo, más sereno,
Cumplo un sagrado deber,
Haciéndote, Vídvan, ver
Q u e es propio en la vida humana,
Regar con llanto mañana
Las decisiones de ayer.»
J A V I E R LASSO DE LA V E G A
«Bien puede tu inexperiencia
R e d o b l a r tu adversidad.
¿Quién libre de t e m p e s t a d
Tuvo s i e m p r e su conciencia?
Vencer es la mayor ciencia.
¡Cuan g r a v e m e n t e me aflijo,
C u a n d o así t e r i n d e s , hijo,
En vez de auxilio i m p e t r a r ,
P r o s t e r n á n d o t e á llorar
A los pies d e un Crucifijo!»
Y aquel b o n d a d o s o anciano,
En cuya ajada mejilla
S u s p e n s a lágrima brilla,
Los b r a z o s abrió á su h e r m a n o :
Vídvan cogióle una mano
Q u e conmovido b e s ó ,
Y, cuando el llanto calmó
D e su amigo la congoja,
Con dulzor que desenoja,
E s t a s p a l a b r a s habló;
«¡Padre! ¡Con c u á n t a verdad
Puede daros este nombre,
55
56
VfDVAN
Quien no conoció otro
hotók*t
Q u e amparase su orfandad!
Mi mayor adversidad
E s separarme de vos;
Mas ¿quién puede de los dos
C o n t r a r r e s t a r mi destino?
¡El hombre es un peregrino
Cuya senda traza Dios!»
«Yo aquí siguiera, es verdad.
Mas quien de honrado blasona,
No envilece en su persona
A toda la Humanidad.
La ajena credulidad
Engañara con cinismo;
Mas ¿quién se engaña á sí mismo?
Aunque los ojos cerrara,
¿Cómo yo, P a d r e , ignorara
Mi mentira y mi egoísmo?»
«¡Yo ungido! ¡yo celebrado
Simbólico sacrificio,
Y en religioso ejercicio,
Un pueblo á mis pies orando!
J A V I E R LASSO D E LA V E G A
¡Yo en mis manos elevando
El signo d e redención,
Sin piedad, ni fe, ni unción...!
¡Oh Dios! ¡la razón p e r d i e r a . . .
Ó de rodillas c a y e r a ,
Pidiendo al pueblo perdón...!»
« E r a mi nido, mi p u e r t o ,
E s t e benéfico asilo,
Albergue aislado y tranquilo
D e mi espíritu d e s i e r t o .
Aquí s o ñ a b a i n e x p e r t o
Una vida r e t i r a d a ,
Al estudio c o n s a g r a d a ,
A cumplir la ley de D i o s ,
Y á rogar por mí, p o r vos,
Y por mi m a d r e ignorada.»
«Mas tan grato porvenir
Exige en los c o r a z o n e s
Vocación y convicciones
Q u e no me puedo infundir.
¡ P a d r e , es forzoso partir!
¡Mitigad t a n t a aflicción
57
VÍDVAN
O t o r g á n d o m e perdón
Al dejar vuestro r e g a z o ,
Y d a d m e , con un a b r a z o ,
La p o s t r e r a bendición!»
No bien d e s p e r t a b a el día,
Cuando en el Betis undoso,
Las velas de un buque
airoso
P r ó s p e r o el céfiro henchía.
Vid van, tenaz, emprendía
S u destierro voluntario,
Y un noble septuagenario,
De hermosa cabeza cana,
Lloraba en una ventana
Del vecino Seminario.
J A V I E R LASSO DÉ LA VEGA
III
T r a s larga navegación,
y nó sin t e r r i b l e s p r u e b a s ,
divisó Vídvan las c o s t a s
d e la americana t i e r r a .
Veinte y t r e s años de edad,
más de reflexión y p e n a s ,
y muchos menos de mundo,
d e malicia y experiencia
contaba, cuando pisó
la d u r a playa extranjera.
Al mar arrojó las c a r t a s ,
t o r m e n t o d e su modestia,
que el cariñoso R e c t o r
le escondió en la faltriquera,
y solo, i n e x p e r t o y p o b r e ,
e n t r ó en la ciudad inmensa,
tan marchito el corazón,
como erguida la c a b e z a .
59
60
VíDVAN
Mísero albergue malsano,
lecho humilde, frugal mesa,
muy pronto del expatriado
consumieron las haciendas,
y sin r e c u r s o s , ni medio
de sostener su
existencia,
vióse Vídvan acosado
por el hambre y la miseri a.
Trabajo intelectual
no encontraba su impaciencia;
trabajo físico, al fin,
le hizo aceptar la pobreza.
Doloroso aprendizaje;
torpes palabras groseras;
escasa retribución;
progresivas exigencias;
un amo que fué criado,
y extenuativas faenas
en que padecen las carnes
mal nutridas y cubiertas,
soportó paciente Vídvan,
sin decaimiento ni queja;
sin maldecir irritado
las ingratas consecuencias
J A V I E R LASSO D E L A V E G A
d e su leal rectitud,
sinceridad y e n t e r e z a .
Esclava su voluntad
d e inverosímil e m p r e s a ,
Vídvan a h o r r a b a , viviendo
con penuria tan extrema,
s o p o r t a n d o privaciones,
y aniquilando sus fuerzas
con t a n t o tesón, que al a ñ o ,
p r e s a d e grave dolencia,
y a g o t a d o s los a h o r r o s
que á t a n t a c o s t a r e u n i e r a ,
fué al hospital, en d e m a n d a
de refugio y a s i s t e n c i a .
T r e s m e s e s p a s ó en peligro:
m e s e s de noches e t e r n a s
en que, dolor en los miembros,
delirio en la inteligencia,
todo r e p o s o a h u y e n t a r o n
lacerándolo sin t r e g u a
81
62
VÍDVAX
d e tal modo, que o t r o s tro
d u r ó la convalescencia.
Y en éstos, ¡cuántas congojas,
cuántas reflexiones tétricas
su corazón oprimieron
y redoblaron sus penasf
¡Cuan vaga melancolía,
deseada, dulce, tierna,
de Vid van s e apoderaba,
cuando, en la hora postret t
del crepúsculo, veía,
por las ventanas abiertas,
la playa con s u s espumas,
la azul extensión inmensa,
y en el remoto
horizonte
la blanca latina vela,
destacándose en el límite
donde cielo y mar se encuentran!
¡Cuando aspiraba la brisa
fluida, saludable, fresca,
que llegaba hasta su lecho
como sutil mensajera
de a r e n a s , algas, y conchas,
que descubrió la m a r e a ;
de corolas que se abrieron
para mirar las estrellas,
J A V I E R LASSO DE L A V E G A
difundiendo en d e r r e d o r
e s a s fragantes esencias,
que evocan en los que sufren
r e c u e r d o s de o t r a s e s c e n a s ,
aromas de otras regiones,
efluvios de o t r a s t r i s t e z a s ,
presentimientos oscuros,
revelaciones s u p r e m a s ,
sentimiento indefinible
de aspiraciones e t e r n a s ,
misteriosa conjunción
con m a d r e naturaleza,
que oprime los c o r a z o n e s
las t a r d e s de primavera!
¡Cuánta a m a r g u r a sintió
al mirar sin e x t r a ñ e z a ,
el mar, la ventana, el lecho,
llagas, dolor, indigencia,
la clínica por asilo,
la fiebre p o r c o m p a ñ e r a ,
reproducción dolorosa
d e la lejana vivienda,
d e la a d u s t a enfermería,
donde empezó su existencia,
d e s p e r t ó su pensamiento,
s e inauguraron s u s p e n a s ,
65
64
VÍDVAN
y murieron s u s s o n r i s a s ,
y lloró por vez p r i m e r a . . . '
P e r o , al fin, restablecido,
lograron s u s r a r a s prendan,
su cultura no común,
su sencillez, su modestia,
y el influjo del doctor
que lo asistió en su dolencia,
un cargo en el hospital
propio de un hombre de
letras,
de moderado trabajo
y lucida recompensa.
Veinte años allí Vídvan
pasó aumentando su hacienda;
viviendo como Spinoza
el filósofo viviera,
único medio posible
de futura independencia;
y en ellos ¡cómo aumentó
su instrucción, ya tan extensa,
penetrando en los dominión
de las biológicas ciencias!
J A V I E R LASSO D E L A V E G A
65
D e s p a c h a n d o velozmente
s u s cotidianas t a r e a s ;
limitando su r e p o s o ,
y evitando, por sistema,
toda ocasión ó momento
de ociosidad ó p e r e z a ,
Vídvan, h o r a s y más h o r a s ,
como infatigable atleta,
dedicaba á investigar
los más a b s t r u s o s p r o b l e m a s .
¡ C u á n t o gozaba encontrando
n u e v o s principios y s e n d a s ,
que nunca el seminarista
sospechara ó recorriera,
y en ellos, amplio h o r i z o n t e ,
fecundo en g r a n d e s i d e a s ,
c o n f o r t a n d o su razón
y llevando á su conciencia
la luz que el exclusivismo
a n a t e m a t i z a ó niega!
¡Con qué placer completó
s u s concepciones e s t r e c h a s ,
5
06
VÍDVAN
y concertó antagonismos,
d e r r i b ó falsas b a r r e r a s ,
y a b a r c ó maravillado,
t o d o el abismo que media
e n t r e infalibles d e c r e t o s ,
y teorías hipotéticas;
e n t r e el misterio insondable
y la indagación libérrima;
entre la abstracción y el h@< lio;
entre la forma y la esencia;
entre el verbo y la mordazn;
entre la lente y la venda!
¡Con qué afán investigó,
s o b r e las marmóreas ptedfflf
del lúgubre anfiteatro
anatómico, las nue))as
de las fuerzas que regulan
los orgánicos sistemas,
y cómo iluso buscó,
por glándulas y parénquim.i ,
la clave de los secretos
que al filósofo interesan;
el sagrario de la vida;
el fanal de la conciencia;
de la memoria el archivo;
del albedrío la cadena;
J A V I E R LASSO DE L A V E G A
la ponzoña de los odios;
el claustro d e la inocencia,
y el t r o n o del egoísmo
y el desván de la pereza!
M a s si aumentó su s a b e r
en científicas materias,
¡cuánto aprendió sorprendiendo
mil recónditas t r a g e d i a s ;
viendo, años y más años,
desfilar á su presencia,
y en toda su d e s n u d e z ,
la humana c o r r i e n t e infecta
que sume en los hospitales
el dolor y la miseria!
¡Cuan amargo pesimismo,
qué conclusiones e s c é p t i c a s ,
qué lúgubre sedimento
dejaron en su conciencia,
que p e n s a n d o como sabia,
s o ñ a b a como poeta,
aquellos lechos sombríos
á donde vencidos llegan,
67
68
VÍDVAN
la senectud embotada;
la infancia que balbucea;
la víctima del trabajo;
la crapulosa ramera;
el operario y el procer;
el vicio y la continencia;
todo mezclado y revuelto;
todo que confuso rueda
hasta el potro del dolor,
desde la corte ó la aldea,
desde la mina ó el foro,
desde el taller ó la Iglesia!
¡Cómo sintió el horror lúgubre
que en el ánimo fomentan,
el delirio en que el mendigo
n a r r a pasadas grandezas,
quizás crímenes ocultos,
ó indignidades protervas;
el p e n e t r a n t e alarido
que arranca el que al mundo llega;
la inútil imprecación
del que habla lengua extranjera;
los lamentos del herido;
los ayes del que despierta;
los sollozos del que gime;
la rabia del que blasfema;
J A V I E R LASSO D E LA V E G A
las carcajadas del loco;
las congojas d e la histérica;
rechinamiento d e dientes;
hipo agónico que c e s a
s o n o r o e s t e r t o r que acaba...
brusco silencio que a t e r r a . . .
Allí vio g r a n d e s virtudes
y r e p u g n a n t e s escenas;
allí juventud ajada
que p r o n t a m u e r t e desea;
criminales egoísmos;
e s p a n t o s a s confidencias;
sacrificios sin cronista;
resignaciones s u p r e m a s :
escepticismos sinceros;
mutuo h o r r o r que desconcierta;
todo nacido al fragor
de la mundana contienda;
todo p r e s a y alimento
d e n a u s e a b u n d a viruela;
de parálisis que anulan;
de ulceraciones que ciegan;
de la tisis consuntiva;
d e la corrosiva lepra;
de cáncer inexorable;
de locura que enajena;
69
70
VÍDVAN
de suplicios que castigan
sin reposo ni clemencia;
sin más término anhelado
que la voraz epidemia,
el contagio que pulula,
la muerte que avanza
y diezma,
la ciencia que retrocede,
y el féretro que al fin llega...!
¡Con qué pesar vio morir,
en la soledad más tétrica,
á aquella inocente niña
de hermosura tan espléndida
que al reclinarse en el lecho,
donde las P a r c a s la esperan,
y ocultar las almohadas
con sus bucles y sus, t r e n / a s ,
trocó el lecho en pedestal
de animada estatua griega!
Sólo que luego, restando,
de aquella intacta belleza,
lo que devoró la fiebre;
lo que consumió la dieta;
lo que amputó el bisturí;
lo que royó la gangrena;
lo que mutiló el cauterio;
lo que al análisis llevan;
J A V I E R LASSO D E L A V E G A
lo que aniquiló la autopsia,
y lo que fué, como m u e s t r a ,
al museo en que las llagas*
d e la Humanidad se e n s e ñ a n ,
d e aquel cuerpo virginal
tan sólo un despojo queda;
una e n t r a ñ a d e s g a r r a d a ;
un corazón que gotea;
que envuelto en inmundo saco
desciende á ignorada h u e s a ,
sin un r e c u e r d o a m o r o s o ,
sin sufragio, sin exequias,
sin séquitos enlutados,
ni oración apologética,
ni artísticos m a u s o l e o s ,
ni inscripciones l a s t i m e r a s ,
ni tañido de c a m p a n a s ,
ni c o r o n a de a z u c e n a s ;
sin una voz que murmure;
«¡blanda e s t a t i e r r a le sea!»
¡esa t i e r r a á cuyo polvo,
no más lágrimas se mezclan,
que las gotas de rocío
lloradas por las e s t r e l l a s !
¡Cuan aflictiva e n s e ñ a n z a ,
d e s c o n s o l a d o r a escuela,
71
72
VÍDVAN
y ensangrentadas lecciones
que en dolor el pecho anegan!
¡Cuántas veces sintió Vichan,
velando á la c a b e c e r a
de un lecho, donde expiraba
la desgracia ó la inocencia,
rodar lágrimas de fuego
por sus mejillas austeras;
su corazón oprimirse
con la angustia más intensa,
y al apagarse la lámpara
que brillaba con luz ética,
¡ay! cuántas noches, de hinojos,
invocó á la Providencia,
y preguntó si eran justas
tantas rígidas cadenas,
suplicios tan implacables,
expiaciones tan tremendas
y el eco del Seminario,
sus doctrinas lisonjeras,
sus salvaciones futuras,
sus redentoras promesas,
las radiantes claridades
de sus luces halagüeñas,
atravesaron las sombras
que el seno de Vídvan llenan,
apareciendo en sus labios
con profética elocuencia,
y consoló al moribundo,
le inspiró esperanzas ciertas,
J A V I E R LASSO DE LA V E G A
paradisiacas visiones,
le hizo ver glorias e t e r n a s ,
i n e x c r u t a b l e s designios,
misericordias s u p r e m a s ,
le hizo la m u e r t e tan dulce,
que al t o c a r su frente y e r t a ,
Vid van gimiendo exclamaba:
¡Oh fe, quién t e p o s e y e r a . . !
¡Con qué paternal e s m e r o ,
con c u á n t a delicadeza
t r a t ó á aquel a d o l e s c e n t e ,
de simpática p r e s e n c i a ,
d e varonil h e r m o s u r a ,
hijo de andaluza t i e r r a ,
expósito como Vídvan,
y de vida aventurera!
P a s e a b a é s t e una t a r d e
r e b u s c a n d o e n t r e la a r e n a
d e la playa, conchas, algas,
y r a r a s especies n u e v a s ,
con que sumar ejemplares
á su colección inmensa,
cuando llegó á sus oídos
angustiada b r e v e queja,
como lamento d e un náufrago,
que u r g e n t e s o c o r r o i m p e t r a .
73
71
VÍDVAN
El filósofo que á orillas
del Atlántico naciera;
que en sus aguas encontró
salud, desarrollo y
fuerzas,
y que gran nadador fué
desde su infancia primera,
no bien escuchó el quejido,
cuando con maña y viveza,
desnudóse, y á las olas
se arrojó bravo y alerta.
Hundiéndose en el lugar
en que el agua s e ensangrienta,
pronto encontró al que, sin Vídvan,
ignorado sucumbiera,y á la playa lo condujo
con habilidad experta.
D e algún voraz tiburón,
sin duda la herida era
que al cuitado adolescente
dislaceraba una pierna,
y anublados los sentidos,
la respiración suspensa,
expirante el infeliz,
fuera del agua muriera,
si activa no interviniese
de Vídvan ía cíííígencía,
que lo hizo al fin respirar,
cohibió la hemorragia intensa,
y de este modo, tres veces
salvó al joven la existencia.
J A V I E R LASSO DE LA V E G A
T r a s l a d a d o al hospital,
la vigilante tutela
de Vid van; su cariñosa
y extremada preferencia,
no faltó al adolescente,
á quien p r o t e g e y alienta.
E r a el herido un pihuelo,
s o b r e s a l i e n t e en la escuela
d e la vagancia y el vicio,
que d e s d e española t i e r r a ,
con nómada caravana,
llegó e r r a b u n d o h a s t a América;
y era su voz tan melosa,
tan singular su belleza,
su t r a t o tan s e d u c t o r ,
y su intención tan p e r v e r s a ,
que e n c e r r a n d o en un vocablo
tantas eminentes prendas,
lo apellidaron «Luzbel»
las g e n t e s d e su r a l e a .
¡Con c u á n t a solicitud
lo distrajo en su dolencia,
y con cuánta abnegación
le enseñó p r i m e r a s letras!
¡Cuan misterioso atractivo,
qué incalificable influencia,
s o b r e Vídvan, ejercían,
la p a l a b r a picaresca,
la ingenuidad maliciosa
y las doctrinas excépticas
75
7(>
VÍDVAN
del imberbe, cuyo origen
el suyo propio recuerda!
¡Oh! fué Vídvan para él
salvador, maestro, égida,
padre, amigo que le dio,
con inaudita largueza,
los recursos necesarios
para que á España volviera,
y entre amorosos consejos
y nó sin lágrimas tiernas,
sumiso al afán que el joven
en repatriarse demuestra,
despidióse de él, hablándole
de honor, trabajo y pureza.
Muchos rasgos semejantes
disminuyeron su hacienda;
mas, venciendo con tesón
sus generosas tendencias,
reunió al fin una fortuna
suficiente, casi espléndida,
que duplicarse debía
al pisar hispana tierra,
y con ella; con el rico
museo que su persistencia
formó de ejemplares raros;
su escogida biblioteca;
J A V I E R LASSO DE L A V E G A
sus pensamientos sombríos;
sus pesimistas ideas
y s u s luchas i n t e r i o r e s ,
t r a s veinte años de ausencia,
Volvió Vídvan á pisar
las c o s t a s en que naciera.
77
J A V I E R LASSO DE LA VEGA
IV
A p e n a s consiguió Vídvan
su nunca extinguido anhelo
de habitar el patrio suelo
supo con vivo dolor,
que, p a s a d o s pocos días
de comenzada su ausencia,
sucumbió á grave dolencia
su inolvidable R e c t o r .
Si visitó cariñoso
á c o m p a ñ e r o s y amigos,
que un tiempo fueron testigos
de su b r u s c a expatriación,
los ya graves s a c e r d o t e s
vieron al recién llegado,
79
80
VÍDVAN
con recelo ó d e s a g r a d o ,
con frialdad ó repulsión.
R e c o g i d o s e s t o s frutos
de su proceder honroso,
renunció al trato eno/oso
d e la injusta sociedad,
y acordó e n t e r r a r s e en vida,
en un caserón alzado
en arrabal apartado
de la hispalense ciudad.
Allí las conchas y piedra?*,
los fósiles y esqueletos,
los ídolos y amuletos,
que en América reunió,
sumó con los manuscritoi,
las monedas y pinturas,
las medallas y esculturas,
que poco á poco adquirió.
J A V I E R LASSO D E L A V E G A
81
El jardín a l e g r e y amplio
de la casa que habitaba,
cuidadoso fomentaba
con asidua actividad,
y cultivando s u s flores,
su biblioteca y museo,
d a b a á las h o r a s empleo,
compaña á su s o l e d a d .
Y cuando en lúgubre noche
rugiendo el t r u e n o p a s a b a ,
y el granizo r e s o n a b a
chocando con el c r i s t a l ,
a b s o r t o en su estudio Vid van,
en alas del pensamiento,
s u r c a b a con a r d i m i e n t o
la e s f e r a de lo ideal.
Así d e Hegel la Idea;
de Condillac el S e n s u a l i s m o ;
d e Balmes el Cristianismo;
la Experiencia d e Bacon;
la S u s t a n c i a de Spinoza;
d e F i c h t e el Subjetivismo;
6
82
VÍDVAN
de C o m p t e el Positivismo,
y la Idea de Platón;
D e Schopenhauer y Hartmann
la Volunta y lo Inconsciente;
de Spencer el ascendente
progreso y la Evolución;
y de K r a u s e la Armonía,
y de Kant el Criticismo,
y de Leibnitz el Monismo,
profundamente estudió.
Él de Luys conocía
las bellas indagaciones;
las provechosas lecciones
de Schiff, Delboeuf y Bernaid;
todas las obras de Herzen:
cuanto Bain y Wundt dijeron,
y las ideas que expusieron
los Ludwig y Bronw-Sequard.
J A V I E R LASSO DE L A V E G A
83
•'•V
Y acrisolando el estudio
de t a n t a fisiología,
la s e d u c t o r a teoría
en la experiencia afirmó,
y con i n s t r u m e n t o s varios
y a d e c u a d o s animales,
d e los puntos capitales
las v e r d a d e s c o m p r o b ó .
Lamarck, Darwin y o t r o s sabios
que, con r a r a inteligencia,
al h o m b r e dan ascendencia
que el h o m b r e tiende á r e h u s a r ,
motivaron igualmente
s u s s e s u d a s reflexiones,
y sus grandes sugestiones
de c r e e r y d e dudar.
Y estudiando a s i d u a m e n t e
á Q u a t r e f a g e s , P e r t h e s , Broca,
el p é t r e o fósil, la roca,
á Bourgeois y á Mortillet,
e n c o n t r ó en el polvo escrita
esa t r i s t e historia humana,
1
84
VíDVAN
en cuyos hechos s e hermuí
orgullo con pequenez.
Cual la n o c h e en que loimos
en su retiro
estudiando,
y de la vida llorando
la incertidumbre y el mal,
así otras muchas pasaba
ensimismado, ó atento
á exquisito experimento
de importancia capital.
Y finalmente, tenía,
con más d e cuarenta años,
infinitos desengaños
y una inmensa
erudición,
que no alcanzaba á explicarle
por qué afirma el sentimiento;
por qué niega el pensamiento;
por qué llora el corazón.
FIN D E L C A N T O S E G U N D O
VÍDVAN
CANTO
TERCERO
i
T r e s inviernos han p a s a d o
d e s d e que, con vivo afán,
r e g r e s ó el seminarista
al querido país natal,
y dos a ñ o s de la noche
en que le oímos llorar
la indecisión y las dudas
que afligen á n u e s t r a E d a d .
Con melancólico a c e n t o ,
con p e r e z o s o c o m p á s ,
da las once d e la n o c h e
la grandiosa C a t e d r a l ,
mientras, a b s o r t o en su estudio,
Vídvan silencioso e s t á ,
88
VÍDVAN
a n t e su mesa s e n t a d o ,
y en su salón sin igual.
Deja t o d o s los b a l c o n e s
a b i e r t o s de par en par,
y por ellos, l i b r e m e n t e ,
la b r i s a p r i m a v e r a l ,
s a t u r a d a de fragancias
e n t r a con tal suavidad,
que no mece una cortina,
ni los flecos de un sofá,
ni hostiliza los papeles,
ni hace la luz oscilar.
Vídvan, que insaciable apura
de la ciencia el manantial,
hoy escudriña celoso
por qué, tanto molestar,
al hombre, ser tan sociable,
le causa la sociedad;
por qué razones es ésta,
para el osado y brutal,
cual corriente favorable,
sin tregua, ni tempestad,
que conduce sus bajeles
á puertos de bienestar,
y para el sabio y el b u e n o ,
como t o r r e n t e fatal
y adverso, que neutraliza
su esfuerzo para avanzar;
y cuando ingenuo protesta
de la ceguera social,
JAVIER LASSO DE LA VEGA
que proclamando justicia,
predicando caridad,
desconoce la modestia,
erige e s t a t u a al p r o c a z ,
al hipócrita p r o t e g e ,
y a d o r a al á u r e o metal;
cuando r e c o r r e los fastos
d e la historia secular
y ve, estudiando los tiempos,
que siempre la Humanidad
desoyó toda advertencia
y manchó todo ideal;
cuando así d i s c u r r e Vídvan;
cuando lo asalta, q u i z á s ,
el g e n e r o s o d e s e o
d e l a n z a r s e á divulgar
consoladoras doctrinas
d e viril austeridad,
d e r e p e n t e , una voz célica,
un cántico angelical,
lo s u s p e n d e y lo extasía
con t a n t a t e n a c i d a d ,
que aquella mente volcánica
súbito empieza á i d e a r ,
si es la voz de la justicia,
la que oye en la inmensidad,
conjurándolo á cumplir
empresa tan colosal.
El cántico sigue: Vídvan
mudo, inmoble, á r e s p i r a r
89
VíO
!)()
VAX
s e atreve apenas: encuentra
que en aquellas notas va
la expresión más genuina,
la encarnación musical
del sentimiento, que en él
inspira la realidad;
y aquel noble soñador,
aquel espíritu audaz,
con deliquios de sibila,
con pasión de Jo
inmorta),
que en arrebato profético
quiere el futuro evocar,
y á las puertas del pasado
mira llorando hacia atrás;
antítesis de sí mismo;
verdugo de su ideal;
instable arena en sentir,
y roca en el meditar;
resumen de los
tormentos
de toda la Humanidad,
siente un nudo en su garganta
y sus párpados llorar,
cuando rompe de la noche
el silencio sepulcral,
aquel patético acento
que canta y gime á la par,
y dice con Stradella:
«¡Pietá, Signore, pietà!»
JAVIER LASSO DE LA VEGA
C e s a el c a n t o : sale Vídvan
de su abstracción maquinal,
é impulsado p o r r e b e l d e
y ansiosa c u r i o s i d a d ,
la luz a p a g a y s e a s o m a
á un ancho balcón, que dá
al huerto á que también miran
o t r o s de la vecindad;
y, t r a s la copa de un árbol
que comienza á r e t o ñ a r ,
ve frente á frente una c a s a
que nadie habitó jamás;
a b i e r t o balcón que a t r a e
p o r su brillo singular;
el interior a p o s e n t o ,
y en él, mujer ó d e i d a d ,
que a c o m p a ñ a con un a r p a
su cántico c e l e s t i a l ;
y tomando unos gemelos
escudriña con afán,
y ya, perfecto y distinto,
mira el compendio e j e m p l a r ,
el arquetipo animado
de la belleza total;
la juventud, y la vida;
la gracia, y la majestad;
el espíritu, y la c a r n e ;
lo místico, y lo s e n s u a l ;
en cuerpo d e V e n u s griega,
bizantina virgen faz;
9i
Í)i2
VÍDVAÑ
s o b r e h u m a n a concepción
e p o p e y a escultural,
con b a s e de paganismo
y nimbo de c r i s t i a n d a d .
Vídvan a p e n a s respira;
duda, si s o ñ a n d o está,
cuando otra voz más le/ana,
con énfasis de llamar,
dice «¿Eva?» que r e s p u e s t a
monosilábica da,
y apaga la luz, dejando
la sala en oscuridad;
mientras el sabio murmura
en expansión natural;
«¡Eva!» ¡Hasta el nombre es sublime
Eva se debe llamar;
¡Eva! ¡vida! ¡sol! ¡lucero!
¡luz¡ ¡calor! ¡fecundidad!
que á su lado será el mundo
paraíso terrenal,
y ha de ser por su hermosura
y soberano ademán,
la madre de otro linaje,
mejor que la Humanidad.
JAVIER LASSO DE LA VEGA
II
D e tan g r a t a aparición
un mes ha p a s a d o ya,
y en él a p e n a s si p u e d e
Vídvan tranquilo e s t u d i a r .
Revuelve su biblioteca,
y ni historia n a t u r a l ,
ni económicas c u e s t i o n e s ,
ni cronicón secular,
ni ciencia especulativa,
ni novela mundanal,
encadenan su atención,
aquella atención t e n a z
que o t r o tiempo no t u r b a b a n
el t r u e n o , ni el h u r a c á n .
Hoy a b r e revista ó libro;
lee una página ó más;
quedan s u s ojos mirando
algún vocablo trivial
que pronto se desvanece,
93
94
VÍDVAN
y a p a r e c e en su lugar
una imagen de mujer,
que r e p r o d u c e veraz,
con s u s b l a n c a s vestidur;
y su n o b l e dignidad,
la figura
seductora
de aquella Eva sin par.
Y al verla distintamente,
da el corazón vuelco tal,
que Vídvan torna de súbiin
á la t r i s t e realidad;
recomienza la lectura
dos páginas más a t r á s ;
reconviene mentalmente
su extraña fragilidad,
y, no pudiendo vencer
tentación tan contumaz,
s e levanta, y de puntillas,
p a r a no oirse quizás,
encorvado sin objeto,va al balcón á inspeccionar
si la a d o r a b l e vecina
visible en el suyo está.
Y no la encuentra, y entonces,
girando con suavidad,
mira en torno, cual si hubiese
quien lo pudiera observar,
y r e g r e s a á su sillón
fingiendo tranquilidad.
JAVIER LASSO DE LA VEGA
Un mueble, que n u n c a tuvo,
ha enriquecido el ajuar
d e aquel s e r d e s p r e o c u p a d o ,
que no s e cuidó jamás
d e c o n t e m p l a r su t a l a n t e ,
ni a c i c a l a r s e la faz.
Y hoy, d e l a n t e de un espejo,
s e ha detenido á mirar
su p e r s o n a , y ha o b s e r v a d o ,
que el trabajo c o r p o r a l ,
el cultivo d e su h u e r t o ,
que á nadie quiso fiar,
diariamente practicado,
le ha i m p r e s o virilidad,
y ha p u e s t o s o b r e mens
corpore
sano
sana,
además,
d o n d e no s e advierten huellas
de su antigua enfermedad.
Y con s u s c u a r e n t a largos
que guió e x t r i c t a moral,
libre d e excesos y vicios,
sin más pasión que e s t u d i a r ,
si no es bello, como Apolo,
ni fuerte, como un t i t á n ,
tampoco p a d e c e a c h a q u e s ,
ni r e p r e s e n t a su edad.
95
97
JAVIER LASSO DE LA VEGA
III
El sabio a u s t e r o y sombrío
Descuidó s u s aficiones;
Tuvo insomnios, d i s t r a c c i o n e s ,
Sintió a n t e el libro desvío;
Mas en medio de e s t e hastío,
D e s c e n d i ó de su abstracción,
P r e s t ó al mundo la atención
A la realidad debida,
Y e x p e r i m e n t ó su vida
Visible t r a n s f o r m a c i ó n .
T a n extraña inconsecuencia
No s e ocultó á su t a l e n t o ,
Q u e desenvolviendo a t e n t o
Los pliegues de su conciencia,
D e s c u b r i ó p r o n t o la influencia
7
98
VÍDVAN
Que t r a s t o r n a b a su estado;
No lo hubiera sospechado,
Ni le encajaba en la mente;
Mas era verdad patente
Q u e s e hallaba enamorado.
La irresistible atracción
Q u e vibra en el mineral,
Florece en el vegetal,
Palpita en el corazón,
Y preside en la Creación
A cuanto alienta y germinu,
Con su calor peregrina
Y su p o t e n t e latido,
En el pecho sorprendido
Del filósofo domina.
Cumplir los cuarenta afos;
Conocer sólo rigores
D e la desgracia, dolores,
Proscripción y desengaños;
Los cien tormentos extraños
Q u e el sabio en su afán padece;
S o s t e n e r que nada ofrece
JAVIER LASSO DE LA VEGA
D e bello ni amable el mundo,
Y ver sólo, gemebundo,
Lo que s e queja y p e r e c e ;
Fortificar la c r e e n c i a
En tan fatal sufrimiento,
B u s c á n d o l e fundamento
En principios de la ciencia;
C i r c u n s c r i b i r la existencia,
S u m i d o en la soledad,
A s o n d a r la intensidad
D e e s t a ley a d v e r s a y dura,
Que, i n e x o r a b l e , t o r t u r a
A la p o b r e Humanidad,
Y d e s c u b r i r , de r e p e n t e ,
E n f r e n t e de su balcón,
Virginal aparición
Q u e t a n t o s males desmiente,
Bosquejando f r a n c a m e n t e
V e n t u r o s o s ideales,
Son cambios tan radicales,
Q u e parecen traslación
99
100
VÍDVAN
D e e s t e mundo á una manan
D e regiones c e l e s t i a l e s .
L a s potencias embotadaD e Vídvan indiferente
Despertaron briosamente
P o r el amor conjuradas,
Y las fuerzas c o n c e n t r a d a s
Del juicio y la razón,
Toda la enérgica acción
De que el pensador dispuso,
Todo al servicio se puso
D e la creciente pasión.
No es precisa cualidad
D e los seres animados,
Filosofar preocupados
P o r la ciencia y la verdad:
Ni aun toda la Humanidad
Comprende esta aspiración;
P e r o es fatal condición,
Por todo el mundo esparcida,
JAVIER LASSO DE LA VEGA
Dar á nuevos s e r e s vida
Con grata fecundación.
Así, si la especie humana
No tuviera más talento
Q u e el de b u s c a r el s u s t e n t o
C o m o la hormiga ó la rana,
V o r a z , fecunda y liviana,
Centurias perduraría;
Mas, si r a r a anomalía
S u s ó r g a n o s pervirtiera,
Y el amor d e s p a r e c i e r a . . . ,
La Humanidad moriría.
P o r e s o , en el pecho ansioso
Del filósofo aplicado,
Q u e d ó p r o n t o avasallado
El sentimiento estudioso,
Que, a n t e el amor imperioso,
P o s t e r g a d o sucumbió;
P o r q u e el h o m b r e no nació
P a r a e s t u d i a r y escribir;
ÍÓÍ
102
VÍDVAN
Sin ciencia, p u e d e vivir;
P e r o sin a m o r e s , n ó .
Aquel p e n s a d o r e x p e r t o ,
Q u e esforzado acometía
D e a b s t r u s a filosofía
El problema más incierto,
T r a s el balcón e n t r e a b i e r t o
Atisbaba, para ver,
A hurtadillas, la mujer,
Q u e , al par que violento amor,
Inspirábale un temor,
Imposible de vencer.
Y mientras más la veía,
Y sus cantos escuchaba,
Y sus gracias admiraba,
Más su entusiasmo crecía:
Más el sabio enloquecía,
P o r su pasión exaltado,
P o r su temor refrenado,
P r e s a de angustia indecible,
JAVIER LASSO DE LA VEGA
D e un afán indefinible
Jamás experimentado.
P r e c i s o fué que el a z a r ,
C o n d i s c r e t a intervención,
P r o p o r c i o n a s e ocasión
De saludarse y hablar,
P a r a el silencio a h u y e n t a r ,
Y vencer la timidez
D e Vídvan, que cada vez,
M á s encogido y t u r b a d o ,
Hubiera la vida d a d o
P o r sentir i n t r e p i d e z .
C i e r t a mañana, impaciente,
E s c o n d i d o en su a p o s e n t o ,
E x p i a b a el movimiento
D e los b a l c o n e s de enfrente,
C u a n d o d e uno, de r e p e n t e ,
P a r t e un grito de s o r p r e s a ;
V e un canario que a t r a v i e s a
El balcón por d o n d e huía;
104
VlDVAX
Y á Eva que p r e t e n d í a
Hacer del prófugo p r e s a .
El canario, emancipado
D e su jaula y d e su d u e ñ a .
S o b r e la copa risueña
D e una magnolia p o s a d o ,
Trinaba cantando osado
S u antigua cautividad,
Y con cínica crueldad,
F r e n t e á Eva que l l o r a b a ,
Irreverente entonaba
Un himno á la l i b e r t a d .
Con impulso irreflexivo
Vídvan también s e a s o m ó .
Y bien p r o n t o comprendió
La audacia del fugitivo;
P e r o , p r e v i s o r y activo,
En sus balcones expuso,
Nó sin a l a r d e profuso,
Las jaulas de sus canarios,
JAVIER LASSO DE LA VEGA
P o r si sus a r p e g i o s varios
Atrajeran al r e c l u s o .
Eva, viendo la intención
D e aquella solicitud,
Henchida de gratitud,
Miraba la o p e r a c i ó n ,
Y c a n d o r o s a oración
Mentalmente murmuraba,
P o r cuyo influjo e s p e r a b a
R e g r e s a s e á su r e g a z o ,
Aquel querido p e d a z o ,
Del corazón, que volaba.
P e r o p a s a b a n las horas,
Y el canario revoltoso,
C o n su vuelo veleidoso,
Y sus frases s e d u c t o r a s ,
Y sus e n d e c h a s c a n o r a s ,
A l b o r o t a b a el jardín,
Y del naranjo al jazmín,
D e la magnolia á la palma,
10J
106
VÍDVAÑ
Ni daba á su cuerpo calma,
Ni á la ansiedad de Eva fin.
Eva y Vídvan dominados
P o r la misma aspiración,
Con ansiosa expectación
Contemplábanse callados;
Mas los ojos extasiados
Del sabio perpetuaban
Las miradas, y lanzaban
Vivos destellos de amor,
Q u e con visible rubor
Los de la niña esquivaban.
No gorjea el ruiseñor,
Ni el aura leda suspira,
Ni emite sones la lira,
Ni cantos el trovador,
Con eco más seductor
Q u e el de Eva repentino,
Cuando vio al pájaro indino
En los aires levantarse,
JAVIER LASSO DE LA VEGA
Y, d e r e c h o , ir á p o s a r s e
A un balcón d e su vecino.
É s t e , que ansioso a g u a r d a b a
La v e n t u r o s a ocasión
D e c o n s u m a r la prisión
C o n cuyo premio s o ñ a b a ,
A p e n a s , como a n h e l a b a ,
El agua el c a n a r i o vio
Y para bebería entró
H a s t a un rincón a p a r t a d o ,
C e r r ó el balcón y a p r e s a d o
El i n s u r g e n t e q u e d ó .
P o c o d e s p u é s , devolvía
Vídvan mismo, t e m b l o r o s o ,
Al bendito r e v o l t o s o
Q u e en linda jaula volvía;
Y Eva, trémula, acogía
Al liviano c a l a v e r a
Q u e , i n o c e n t e m e n t e , fuera
La novelesca ocasión
10?
108
VíDVAX
D e aquella presentación
Tan natural y s i n c e r a .
El sabio no consiguió
Dormir en t o d a la noche.
¡Cuan a b u n d o s o d e r r o c h e
D e ilusiones concibió!
¡Cómo, admirado, evocó
La sencilla ingenuidad,
La modesta dignidad,
La h e r m o s u r a refinada
Y la expresión r e p o s a d a
D e aquella r a r a beldad!
T a m b i é n el s u e ñ o t u r b ó
D e la dama el personaje,
C u y o furtivo espionaje
D e s d e un principio o b s e r v ó
¡Con qué gusto recibió
Un clavel rojo, enviado
P a r a adornar su tocado,
Y un ramo agreste y sencillo
JAVIER LASSO DE LA VEGA
D e j a r a m a g o amarillo,
Al canario destinado!
C o n b r e v e p a s o ligero
F u é al balcón aquella hurí,
P a r a dar gracias por sí
Y á n o m b r e del p r i s i o n e r o ,
Al galante c a b a l l e r o ,
Q u e , firme al pie del balcón,
Aprovechó la ocasión
P a r a h a b l a r de aves y t i e s t o s ,
Improvisados p r e t e x t o s
D e larga c o n v e r s a c i ó n .
A la o t r a t a r d e también
La m a d r e d e Eva a s o m ó s e ,
Y en familia d i s c u r r i ó s e
A c e r c a del mal y el bien;
Y Eva s e dio el p a r a b i é n
Al ver, llena de c o n t e n t o ,
Q u e al nuevo conocimiento
Distinguían, la instrucción,
109
110
VÍDVAN
La más c o r t é s atención,
La modestia y el t a l e n t o .
R á p i d o el tiempo corría
Y, á diario, la pareja
Al t r a v é s d e antigua reja
Q u e s o b r e el jardín caía,
D e música y d e poesía,
D e flores y d e pintura,
D e amena literatura
S e ocupaba extensamente,
Admirando mutuamente
La s e n s a t e z y c o r d u r a .
S u c e s i v a s conferencias
P r o n t o dieron ocasión
P a r a hablar de religión,
De doctrinas y creencias;
Y Eva, al s a c a r consecue; •.-,
Dedujo el excepticismo,
Q u e en medio de su idealiv>,
D o m i n a b a al desdichado,
J A V I E R LASSO D E L A V E G A
Q u e , por la ciencia exaltado,
D u d a b a hasta de sí mismo.
Vídvan, fogoso p o e t a ,
Unos v e r s o s escribió,
Q u e á la doncella leyó
Con clara intención discreta;
Y fué su dicha completa
C u a n d o é s t a dijo al momento,
Q u e el mayor merecimiento
P o s i b l e en la Humanidad,
La más alta cualidad
Del varón, era el t a l e n t o .
¡Oh a l e n t a d o r a r e s p u e s t a !
P o r ella Vídvan proclama
Q u e su a u t o r a e r a una dama,
P o r s u s anhelos, modesta;
P o r sus instintos, honesta;
P o r su instrucción, proverbial;
P o r su alma, angelical;
P o r su bondad, virtuosa;
111
112
VID VAX
P o r su hermosura, una diosa,
Y por todo, su ideal.
Y s e amaron locamente,
Y su amor se confesaron,
Y á su pasión se entregaron
Con entusiasmo creciente.
La madre de Eva, indulgente,
Accedió á los ruegos de él,
Y aun brindó casa y verjel
Q u e en Castilblanco tenía,
En la cual transcurriría
La hermosa luna d e miel.
¡Qué extraña felicidad
Al filósofo inundaba
Cuando, a b s o r t o , contemphba,
D e su adorada deidad,
La impoluta idealidad,
La inmaculada intención,
La suprema perfección
D e aquel ser, que canta y
reza,
JAVIER LASSO DE LA VEGA
113
T o d o c a n d o r y pureza
Y mística inclinación!
¡ Q u é cambio tan radical
En la vida s e produjo
D e Vídvan, bajo el influjo'
D e su pasión capital!
No hay ya principio esencial,
Ni estudio que le conmueva;
Ninguna ciencia renueva
S u anhelo de p e n s a d o r ;
¡No hay más ciencia que el amor,
Ni más lógica que Eva!
Q u e cambian las convicciones,
Y el a r g u m e n t o flaquea,
Y s e t r a n s f o r m a la idea,
Y surgen s u p e r s t i c i o n e s ,
Si cambian las afecciones;
Q u e en el h o m b r e la razón
P o c o puede; el c o r a z ó n
E s el que piensa y quien manda,
8
VÍDVAN
114
Y, según su a r b i t r i o , anda
La tornátil reflexión.
Eva y Vídvan s e casaron
Y sin demora
subieron
Al coche d o n d e partieron
Al edén que les b r i n d a r o n .
¡Con qué gozo saludaron
La a u r o r a del nuevo día,
Q u e con su fulgor b a r r í a
La n u b e de fatalismo
Y el fúnebre pesimismo
Q u e á Vídvan entristecía!
JAVIER LASSO DE LA VEGA
IV
E s la s e r e n a celestial mañana
D e uno de aquellos a z u l a d o s días,
Q u e brillan sólo en los elíseos valles
D e la a r d i e n t e y feraz Andalucía.
P o r la s i e r r a gentil de C a s t i l b l a n c o ,
P o r s u s c e r r o s , c a ñ a d a s y colinas,
D e s c i e n d e virginal la P r i m a v e r a ,
Calor radiando,
y difundiendo vida,
Y á su p a s o , s e alfombran los s e n d e r o s ;
L a s p r a d e r a s , de c é s p e d s e tapizan;
S e revisten de ricas e s m e r a l d a s
Los b r o t e s de las druídicas encinas;
Los graves t r o n c o s d e los viejos r o b l e s
C o n m u é r d a g o s e v e r o s s e atavían;
Adornan los p o r t a l e s d e las g r u t a s
Cortinajes de rojas campanillas;
P e n d e n allá de inaccesibles nidos
C o l g a d u r a s de y e d r a y minutisas,
Y por ver á deidad tan hechicera,
115
VÍDVAN
116
Los dormidos
retoños se e^pab'üan;
S e yerguen los curiosos mirasoles;
Los infantiles vastagos se empinan;
S e elevan en la margen del arroyo
Los juncos que recaman sus orillas;
A los esbeltos talles de las palmas
Las madreselvas trepan atrevidas,
Y la ven desfilar
majestuosa)
Al frente d e gallarda comitiva
Donde figuran, trébol venturoso,
Tiernos narcisos, á s p e r a s ortigas,
F r a g a n t e resedá, silvestre espliego,
Cortejo de elegantes marguritas,
Legiones de coquetas amapolas,
Muchedumbre de rústicas espigas,
Y cupidillos, sílfides y gnomos,
Q u e susurran, requiebran y suspiran.
¡Cuál se animan y bullen á su influjo,
Tímidos ciervos, tórtolas esquivas,
P a r d o s reptiles, ágiles
ovejas,
Moscas doradas, zánganas avispas,
Z o r r o s astutos, candidos corderos,
Verdes orugas, sórdidas hormigas,
Giróvagas fluctuantes mariposas,
Africanas viajeras golondrinas,
Cigüeñas que en los aires se adormecen,
JAVIER LASSO DE LA VEGA
Leves abejas que z u m b a n d o liban,
Y sutiles a r a ñ a s , cuya s e d a ,
C o m o un rayo de luz, flota en la brisa!
C u a n d o sale d e u m b r o s a s e s p e s u r a s
El a u r a saludable y odorífera,
Y jugando t r a v i e s a con el céfiro
P o r l a d e r a s y faldas s e deslizan,
C o n los murmurios que recogen, forman
C o n c i e r t o epitalàmico en que vibran
T i e r n o s reclamos, élitros s i l b a n t e s ,
Dulces balidos, plumas que s e e r i z a n ,
Blando arrullar, convulsos a l e t e o s ,
B e s o s c a n o r o s , íntimas caricias,
T o d o el himno nupcial con que N a t u r a
Ama, corteja, enlaza y multiplica,
Y al a b r a z a r s e P r i m a v e r a y E r o s ,
F a u n a y flora propagan y e t e r n i z a n .
Y es cada gruta, camarín de a m o r e s ;
Y e s c a d a rama, tálamo que o s c i l a ;
C a d a p é t a l o , lúbrica b a c a n t e ;
C a d a corola, un fauno que s u s p i r a ;
C a d a queja, una virgen desflorada;
117
118
VÍDVAN*
C a d a trino, una Aspasia conseguida;
C a d a roce, F r i n é que se desnuda,
Ó Faón que venció Safo lasciva;
Y es paraíso erótico la s i e r r a ,
Poblado de insaciables Mesalinas;
Saturnal de las fuerzas n a t u r a l e s ;
Desenfrenada incestuosa orgía,
Donde sin casta honestidad estéril,
Al conjuro de leyes infinitas,
Aves, insectos, plantas, y reptiles,
Olas de polen fecundante ansian,
P o r los rayos de Apolo enardecidos,
Y embriagados por Venus Afrodita.
JAVIER LASSO DE LA VEGA
V
O n d u l a en tan risueño p a n o r a m a
S i n u o s a c a r r e t e r a de Sevilla,
Y en ella una anticuada diligencia,
Q u e c o r r e t o r p e m e n t e , s e divisa.
No m u e s t r a al exterior más pasajero
Q u e el mayoral anciano que la guía,
Y va, en el interior, sólo ocupada
L a reducida clásica b e r l i n a ,
D o n d e ya, su ideal casi t o c a n d o ,
V e n t u r o s o s s e acercan Eva y Vídvan
Á la c a m p e s t r e próxima m o r a d a ,
T e m p l o y refugio d e su inmensa dicha.
¡Con qué gusto contemplan el paisaje
Q u e s e cambia versátil á su vista,
P e r o s i e m p r e cuajado de v e r d o r e s ,
119
120
VÍDVAN
Y d e corolas blancas
y poemas,
Q u e la a r t í s t i c a luz del finA\etvto
Con irisado resp/ancíor ma(i/;i>
¡Con qué júbilo absorben las esencias
D e la atmósfera e t é r e a y cristalina,
Q u e difunde en el pecho y las entrañas
Un aroma vital que vigoriza,
Balsámicas fragancias que enardecen,
Y un hálito sensual que vivifica....!
¡Con qué anhelo vibraban id unísono
D e la feraz naturaleza tibia,
Q u e en su cálido seno rumoroso
Con pomposa expansión los envolvía...!
¡Cuánto gozo en aquellos corazones!
¡Con qué fruición consideraba Vídvan,
La primorosa perspectiva ambiente;
El derroche de luz que la encendía;
La transparencia diáfana del cielo;
La hermosura de Eva peregrina;
Los goces del amor desconocidos;
Los felices ensueños que realiza;
La Creación cooperando á su v e n t u r a . . . !
¡Qué pronto su fogosa
fantasía
S e remontó, entreviendo en lontananza,
Lisonjeras ficciones optimista;;
Armoniosas escenas conyugales;
JAVIER LASSO DE LA VEGA
121
Delicias del hogar; s a n t a familia;
Fructífera labor; vejez s e r e n a ;
M u e r t e ejemplar; memoria b e n d e c i d a . . . !
Y p e n s ó que el dolor no e r a p e r e n n e ;
Ni implacables el mal y la injusticia;
Ni el humano linaje tan p e r v e r s o ;
Ni tan honda y p e r p e t u a su desdicha,
Y abominó su n e g r o pesimismo;
Tildó d e calumniosas sus t e o r í a s ;
Levantó h a s t a los cielos su mirada
D e fervorosa gratitud henchida,
Y bendijo á la ignota Providencia
Q u e un porvenir c o m p e n s a d o r le a b r í a ;
Y al salir de su extático e m b e l e s o ,
Vio á su novia tan c e r c a , y tan guapísima,
Q u e , p o r t r a n s p o r t e súbito e x a l t a d o ,
P i s ó , al fin, los u m b r a l e s d e la dicha,
D a n d o á Eva el primer b e s o a m o r o s o
Q u e la c a s t a doncella recibía.
Y á la par, s e detuvo el c a r r u a j e .
A b a l a n z ó s e al ventanillo Vídvan,
Y vio un grupo d e h o m b r e s á caballo,
Q u e a n t e el coche, á su paso s e oponían,
M i e n t r a s otro g i n e t e , hacia el c o c h e r o ,
C o n altivo ademán s e dirigía.
¡Con qué h o r r o r comprendió q u e aquella g e n t e
VíDVAPí
122
D e bandoleros era una cuadrilla,
Y sintió que sus ojos se nublaban,
Considerando situación tan crítica,
En que era infructuosa toda lucha,
Toda temeridad y bizarría...!
Y de cólera y rabia exasperado,
La demudada faz trémula y lívida,
Asomó, y al más próximo j i n e t e ,
—¿Quién es?—le preguntó riego de ira.
—¡Sabio Doctor!—clamó el interpelado
Con benévola y plácida sonrisa,
— ¿No me conoce?—y de estupor atónito,
—Adiós ¡caro Luzbel!—contestó Vídvan,
Alargando la mano al foragido,
Q u e inclinado en lo alto de la silla,
La estrechó distraído, escudriñando
Si alguna otra persona en la berlina
Iba junto al Doctor, que inútilmente
Con su cuerpo ocultarla pretendía.
—¿Me recuerdas, Luzbel?
—¡Pues ya lo creo!
Hay p e r s o n a s , Doctor, que no se olvidan;
Y usted por estos campos, ú esta hora,
¿A dónde bueno, amigo, se encamina?
—No voy muy lejos.
—Lo que no va es solo;
¡Qué modo de viajar! ¡qué compañía!
Dígale que se apee, y la veremos.
—Es mi mujer.
—Mujer ó concubina,
JAVIER LASSO DE LA VEGA
Ni el propio rey de E s p a ñ a se p a s e a
C o n una h e m b r a tan graciosa y linda.
En e s t o s vericuetos, donde sólo
Mi real voluntad manda y domina,
No vemos más que l o b o s , y gitanos,
A r r i e r o s , y chusma p a r e c i d a ;
P e r o j a m á s t o p a m o s con mujeres,
Y m e n o s , tan lozanas y b o n i t a s .
—Nos i n t e r e s a c a m i n a r . . .
—Comprendo...
C o m p r e n d o bien tan a p r e m i a n t e p r i s a ;
Mas a n t e s d e seguir, D o c t o r querido,
E s forzoso que explique á mi partida,
P o r qué el r e y de e s t o s c a m p o s lo p e r d o n a
Y ni caudal, ni libertad, le quita.
—Y el capitán contó á s u s c o m p a ñ e r o s
C ó m o la vida, y la salud debía,
Y dinero y consejos, á aquel h o m b r e ,
Q u e fué su salvador en las A n t i l l a s .
Ya más t r a n q u i l o Vídvan e s c u c h a b a ,
C u a n d o L u z b e l , al t e r m i n a r , decía:
—Á cambio d e exención tan g e n e r o s a ,
Q u e á mis amigos de sus gajes priva,
Yo pido únicamente que e s t a joven,
Á mi leal renuncia agradecida,
M e deje dar, como r e c u e r d o , un b e s o
123
124
VíDVAN
En e s o s labios de color douinda.
—¡Piensa L u z b e l ! . . .
— Ya píemo
en lo sabroso
Que ha de ser ese aliento de ambrosía...
—Óyeme, ingrato; acabo de casarme...
—¡Oh, qué encanto, Doctor! ¡Oh, qué noticia!
Nació usted para ser mi providencia;
Me dá vida; salud; mujer bonita...
—Y ¿de ese modo pagas?...
Y no cedo;
Ya tu cachaza mi impaciencia aviva.
—Te prometo...
—Desprecio tus ofertas.
—¡Es mi mujer!
—Pues pronto será mía.
—Y mandando á los suyos: —Pronto—dijo,
—Llevad el coche junto á aquella encina,
Y bajad á ese hombre y amarradlo.
—Sonó un tiro; otro más; otro en seguida:
Veloz desarmó á Vídvan la canalla,
Y riendo su mala puntería,
Comentando amenazas y promesas,
Con violencia brutal y mofa cínica,
A un viejo áspero tronco endurecido
Con t e r e b r a n t e compresión lo ligan.
Eva salta del coche; hacia HU esposo
Con angustiada faz se precipita;
Luzbel con firme abrazo la detiene;
Ruge impotente exasperado Vídvan;
Eva pierde el sentido; ante su novio,
JAVIER LASSO DE LA VEGA
125
S o b r e el c é s p e d , Luzbel la deposita,
Y á los suyos d e s p i d e .
—Te perdono
T a n t r a i d o r a y c o b a r d e alevosía;
H a s querido matarme;—y s o n r i e n d o
S a r c à s t i c o añadió:—también la vida
T ú á mí me d e b e s : con que en paz e s t a m o s .
¡Ya acudo á r e a n i m a r t e , bella niña!
— S o y muy rico L u z b e l . . . y mi fortuna...
—No alcanza á c o m p e n s a r e s t a delicia.
—Pues mátame.
—También g o z a r á s v i e n d o . . .
—¡Miserable! ¡Villano! ¿Así, á mi vista...?
— ¡Qué e n c u e n t r o tan feliz! ¡ Q u é gran mañana!
—Mátame ¡infame! ¡mátame d e p r i s a . . . !
— P r i m e r o vas á ver cómo e s t a diosa
Del cambio de varón s e regocija.—
Y Luzbel, despojado de su traje,
Lució s u s miembros de nervudo escita;
S u varonil belleza que envidiaran
Los v e n c e d o r e s de la fiesta olímpica;
S e arrodilló a n t e Eva que, i n s e n s i b l e ,
En desmayo letárgico yacía,
Y, con el filo del puñal hendiendo
T e l a s y encajes y e n l a z a d a s c i n t a s ,
D e s c u b r i ó aquellas curvas t e n t a d o r a s ,
VÍDVAN
Aquella hermosa estatua alabastrina,
Y cayó s o b r e ella, como cae
El h a m b r i e n t o chacal s o b r e su víctima.
Volvió Eva en sí: de espanto horrorizada
Rechazó la salvaje acometida,
Y l a n z ó un alarido
penetrante
Q u e hizo crujir el corazón de Vídvan.
— No quiero h a c e r t e mal ¡gloria del alma!
— Murmuraba Luzbel;—¡estrella mía!
No soy un criminal: soy un amante
Q u e sólo quiere ver correspondida
La pasión que tu mágica hermosura
En lo profundo de mi ser infiltra.
Si fuese el mismo Dios, el Mundo diera
P o r un abrazo tuyo; nó resistas;
Si t e obstinas lo mato;—y así hablando,
El brazo extiende, la pistola enfila
Hacia Vídvan; dispara, y no lo hiere.
Eva queda otra vez desvanecida,
Y e n t r e t a n t o Luzbel de gozo aulla;
Los blancos dientes, de placer rechina,
Y convulso, frenético, crispado,
Ronca y muerde, y agítase y suspira.
¡ C u á n t a viril pujanza reblada
P o r virginales opimas printas!
¡Con q u é b á r b a r o i m p e r a v a s a l l a n t e
J A V I E R LASSO D E LA VEGA
Deflagraba el amor que multiplica,
Q u e p e r p e t ú a de la e s t i r p e humana
La secular selecta dinastía,
Y los s e n t i d o s enloquece, y b o r r a
T o d a noción de lástima y justicia!
Aquél era el triunfo de la c a r n e ;
Del v i e n t r e , que deleita y fecundiza,
S o b r e la frente, que medita y llora;
C ó p u l a al a i r e libre; primitiva;
G o z a d a s o b r e lecho de violetas;
P o r los r a y o s del sol favorecida;
P o r selección sexual legitimada;
P o r la victoria del más fuerte, lícita;
P a r a el bien de la raza, ventajosa;
P o r la Creación e n t e r a protegida;
C i r c u n d a d a de vivos r e s p l a n d o r e s
Q u e no s a b e a p r e c i a r n u e s t r a pupila;
A p o t e o s i s del amor humano;
Ni grupo más gallardo esculpió Fidias,
Ni el P a r a í s o vio en s u s e n r a m a d a s
Conjunción más armónica y prolífica.
A b a r c a n d o embriagado aquel t e s o r o
Q u e e n t r e s u s b r a z o s codicioso admira;
D e s c a n s a n d o endiosado s o b r e t a n t a
R o s a d a r e d o n d e z provocativa
Á la que d e b e , aunque por fuerza s e a ,
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128
VÍDVAN
El placer más intenso de su vida,
Luzbel, por la belleza subyugado;
Reconocido á tan inmensa dicha;
Ansiando disfrutarla eternamente;
Viendo aquella garganta nacarina;
Aquellos rojos labios entreabiertos;
Aquel t u r g e n t e seno que pulpita;
Aquel cálido aliento perfumado;
Aquella resistencia inofensiva;
Aquella honestidad tan inocente,
Con toda la vehemencia que le inspira
La pasión natural, real, humana,
En tan suprema intimidad nacida,
Convirtió el a r r e b a t o impetuoso
En galantes lisonjas exquisitas;
E n mimosas endechas delicadas;
Suplicantes querellas persuasivas;
F e r v o r o s o rendido vasallaje;
Regaladas satánicas
caricia
Y la voz del mancebo enamorado
F u é un himno que solloza y solicita;
S e r e n a t a de lánguidos suspiros
Q u e á las entrañas, halagüeños, iban
Y en ellas, con deliquio inenarrable,
Voluptuoso incendio difundían.
Con los ojos cerrados; en las carnes,
Cual cilicios, las cuerdas embutidas;
JAVIER LASSO DE LA VEGA
129
Encajadas por n é r v e a c o n t r a c t u r a
Las r e c h i n a n t e s rígidas .mandíbulas,
Vídvan d e s p e d a z á n d o s e en su p o t r o ,
— T o d o s t r a s é s t e ; — p a r a sí decía.
—¡Y lo salvé yo mismo! p o r q u e soy
D e e s t e Caín ¡la Providencia inicua!
—Y al e n t r e a b r i r , sin voluntad, los p á r p a d o s
P e r c i b i e r o n sus ávidas pupilas,
D e Luzbel las atléticas e s p a l d a s ,
Y de Eva la forma curvilínea,
Nunca vista, c e r c a n a , e x u b e r a n t e ,
En i n c i t a n t e morbidez tan rica,
Q u e la b e s ó con los a v a r o s ojos,
Y en mitad de sus celos y su ira,
P o r cima de su afrenta y de su ultraje,
Sintió que de pasión s e estremecía;
Q u e su c a r n e , lasciva, se inflamaba,
C o r r o b o r a n d o la aserción maligna,
El anuncio insultante del bandido,
Q u e b o c h o r n o s a m e n t e s e cumplía.
—¡Si así mi sexo, sin rubor, r e s p o n d e !
¡Si así mi instinto de varón s e anima!
¡Si a n t e la h e m b r a mi razón s e anula
Y mi p u n z a n t e oprobio, s e disipa....!
¿ C ó m o h a b r á n respondido e s a s e n t r a ñ a s
A la misión más alta d e su vida!
¿Quién duda? A n t e el objeto apetecido,
Los d i e n t e s del famélico ¡mastican!
En el raudal, ¡embriágase el sediento!
A n t e el aire, el axfítico ¡respira....!
9
130
VÍDVAN
—Y percibió un lamento femenino,
Queja apagada, suplicante, equívoca,
Y exclamó retorciéndose impotente;
—¡Voluntad! ¡libertad! ¡todo es mentira!
¡No hay más que el mecanismo irresponsable!
¡La función material preestablecida!
¡Constancia! ¡gratitud! ¡alma! ¡heroísmo!
¡Virtud! ¡abnegación! ¡todo es mentira! —
Y la rotunda negación escéptica
Desatentado y loco repetía,
Golpeando al compás el duro tronco
Con la noble cabeza convulsiva,
Q u e inclinó ensangrentada y sin sentido,
¡Por tan brutal tormento encanecida!
Un silbido estridente y prolongado
Alarmante sonó: se oyó enseguida
Una detonación: otra más cerca,
Y, con faz t e m e r o s a é intranquila,
Llegó un amigo hasta Luzbel clamando;
—¡No hay más remedio que emprender la huida!
—¿Qué quieres?
— Q u e nos cercan ¡y nos matan!
—Y ¿quién deja esta prenda tan divina?
— ¡Que vienen!
J A V I E R LASSO D E L A V E G A
131
—Me la llevo.
—No es preciso.
—¡Como el vivir!
—Ya estamos en la pista;
Volveremos á hallarla.
—Pero...
—¡Huyamos,
Q u e nos ven y á mansalva nos fusilan! —
Y en t a n t o , al C a p i t á n , el b a n d o l e r o ,
Bien ó mal, en sus r o p a s envolvía,
Y con hercúleos b r a z o s lo elevaba
S o b r e el caballo.—¡Adiós, bella odalisca!
L a e s p e r a n z a de v e r t e me s o s t i e n e . . .
— ¡Capitán...!
—¡Te hallaré!
—¡Que nos fusilan!—
Y p a r t i e r o n , en t a n t o que los t i r o s ,
M á s inmediatos cada vez s e oían,
R e p e t i d o s con lúgubre concento
P o r las faldas y cúspides vecinas.
T i e m p o d e s p u é s , s a n g r i e n t a y congojosa,
Las d e s g a r r a d a s r o p a s mal ceñidas,
Eva llegaba á Vídvan, e x t r a ñ a n d o
Q u e aquel viejo canoso fuese Vídvan.
VÍDVAN
132
C o r t ó con un puñal las ligaduras
Q u e en pie al débil esposo retenían,
Y lo sostuvo con viril esfuerzo,
Llamándolo anhelante y afligida.
A la insistente invocación sonora,
Abrió los ojos ofuscado Vídvan;
Vio á Eva destrenzada, cunl bacante
Q u e desgreñó el desorden de la orgía;
Alejóse dos pasos, cual si huyese
D e reptil que repugna y contamina,
Y, con tonante acento apocalíptico,
Imponente gritó: —¡Hembra maldita!
¡Incubadora vil! ¡Matriz sin alma!
¡Cuánto has gozado al recoger, lasciva,
El germen de rameras y bandidos
Q u e en tu lúbrico seno fructifica!
Ya lo amas más que á tí; más que á tu madre,
Y, ¡cuánto más que al desdichado Vídvan!
¡Ay! si tú fueses la mujer primera,
Yo, sediento de bien y de justicia,
Oponiéndome á Dios, ¡de tus entrañas
La Humanidad naciente arrancaría! —
Al escuchar
la )mputact<\ Wcxewda,
Eva cayó aterrada de rodillas,
Quizás por la calumnia anonadada,
P o r la verdad, acaso, confundida;
J A V I E R LASSO DE L A V E G A
Mientras él, con sollozos que parecen
E s t e r t o r o s a s quejas de agonía
D e t a n t a s ilusiones m a l t r a t a d a s ,
Y de t a n t a bondad desconocida,
A lo más e s c a b r o s o de la s i e r r a ,
Como un Dios condenado s e encamina;
C o m o un sabio profeta desmentido
Q u e avergonzado y mudo s e r e t i r a ;
Cual alma p u r a que del c u e r p o h u y e s e
P o r la bestial materia escarnecida,
¡Dejando sólo con el b a r r o imbécil
Á la g r o s e r a Humanidad indigna!...
FIN D E L C A N T O T E R C E R O
133
VÍDVAN
CANTO
CUARTO
i
C á r d e n a n u b e oculta el firmamento;
C r e s p ó n d e b r u m a el h o r i z o n t e c i e r r a ,
Y o s t e n t a n d o implacable e n s a ñ a m i e n t o ,
T e r r i b l e t e m p e s t a d b a t e la s i e r r a .
En las lejanas cumbres s e amontonan
D e n s a s m a s a s de l ó b r e g o s v a p o r e s ,
Q u e cual g r a d a s gigantes s e escalonan;
Sus senos terroríficos detonan,
F u l g u r a n d o siniestros r e s p l a n d o r e s
Q u e universal devastación p r e g o n a n ,
Y algún pico eminente s e d e r r u m b a
Y p o r la cuenca rueda r e b o t a n d o ,
138
VíDVAN
Fragor altisonante levantando
Q u e en las cavernas cóncavas retumba.
P o r el estruendo atroz sobrecogida,
Y por la luz del rayo deslumhrada,
Dispersa c o r r e en divergente huida,
D e espantados lobeznos la manada;
Gacha la oreja, el paso impetuoso,
Sin tino en la pendiente resbalando,
Busca ofuscado su guarida el oso,
Á la azorada presa renunciando,
Y hasta las mismas nubes remontada,
Apresura su vuelo silencioso
A g o r e r a y fatídica bandada.
No azota et aguacero
/ax-^hsx^
Ni se arroja al azar por las vertientes;
Ni transforma arroyuelos en t o r r e n t e s ;
Ni inunda s u b t e r r á n e a s madrigueras.
No zumba el vendaval en los jarales;
Ni silba en las marmóreas hendiduras;
Ni desarraiga secos matorrales;
JAVIER LASSO DE LA VEGA
Ni triunfante los s u b e á las a l t u r a s
T r a z a n d o polvorientas e s p i r a l e s .
Hay s o r d a calma lúgubre y s o m b r í a
En aquella t o r m e n t a i n c a n d e s c e n t e
Q u e ni ventisca, ni granizo enfría.
La i r r e s p i r a b l e atmósfera caliente
Letal b o c h o r n o del Simoun semeja,
Q u e baja al precipicio o s a d a m e n t e ,
Y el leve charco que el azul refleja,
Y el amarillo liquen i n d i g e n t e ,
Y el t e n u e musgo, d e s e c a d o s d e j a .
L a n z a n d o sofocantes r a d i a c i o n e s
Vahean las graníticas m o n t a ñ a s ,
Cual h o r n o s de ciclópeas fundiciones
D o n d e hirviesen los h i e r r o s y c a r b o n e s
Q u e encierran s u s metálicas e n t r a ñ a s ;
Y es t o d o en la i m p o n e n t e c o r d i l l e r a ,
Aridez y calor e c u a t o r i a l e s ;
T r u e n o que a t u r d e ; rayo que incinera;
Calcinados y ardientes escoriales;
Relámpago que en ellos r e v e r b e r a ,
Y vislumbre d e e s c e n a s i n f e r n a l e s .
139
JAVIER LASSO DE LA VEGA
II
Cual titán, de su cárcel e s c a p a d o ,
Q u e , belicoso, explora el h o r i z o n t e :
C o m o r e b e l d e Sísifo c a n s a d o ,
Ó enigmático símbolo plantado
S o b r e el a b r u p t o pedestal del monte,
N e g r o d e s t a c a en e s c a r p a d a c u m b r e
El c o n t o r n o viril de una figura,
Q u e toca de los cielos la t e c h u m b r e ;
C u y o s r a s g o s la niebla d e s v a n e c e
Y la larga distancia transfigura,
Y, fantástica y h ó r r i d a , p a r e c e
El cínico S a t á n , que ávido e s p e r a
El ocaso d e aquel t r e m e n d o día
En que al A v e r n o , p o r falaz é impía,
Irá t r a s él la Humanidad e n t e r a .
141
142
VÍDVAN
Aquel ser estrambótico, sentado
S o b r e la peña inaccesible y dura,
Q u e levanta sus puños, irritado,
Con violenta y nerviosa crispatura;
Aquel hombre que gime y desespera,
Mesa sus canas, y blasfema, y jura,
Mientras su frente despejada y pura,
Ya se yergue a r r o g a n t e y altanera,
Ya se inclina con trágica tristura,
E s Vídvan, el filósofo errabundo
Nacido sin hogar, padres, ni nombre,
Q u e en pos de la verdad renunció al mundo,
Y alucinado por amor profundo,
Dejó la ciencia p a r a hacerse hombre.
¡Cuan merecida compasión provoca
S u histérico sollozo, entrecortado
P o r carcajada convulsiva y loca,
Escupida de aquella amarga boca
Q u e jamás de dulzura ha disfrutado,
Ni cantó en crapulosas bacanales,
Ni embriagantes esencias ha bebido,
Ni libó morbideces virginales,
Ni tranquila, siquiera, ha sonreído!
JAVIER LASSO DE LA VEGA
E n c a r a m a d o en la empinada cima,
Q u e del valle de lágrimas lo aleja
Y al azul p a r a í s o lo aproxima;
F u l m i n a n d o terrífico su queja
Que, cual v e r b o de r o n c a s t e m p e s t a d e s ,
El h o r r í s o n o t r u e n o c o n t e s t a b a ,
Y d i s p u t a d e excelsas p o t e s t a d e s
El diálogo inaudito semejaba,
Vídvan sabio, filósofo, p o e t a ,
Alma ideal á quien la c a r n e oprime,
Tímido apóstol, inconsciente asceta,
Víctima augusta, a c u s a d o r sublime,
A sus pies los abismos del planeta,
F r e n t e á frente, las i r a s celestiales,
C o n voz de apocalíptico profeta
L a n z a b a e s t o s c o n c e p t o s inmortales;
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JAVIER LASSO DE LA VEGA
III
¡Maldita s e a la intención c r e a d o r a ,
Q u e disipó las s o m b r a s de la nada
C o n el fulgor d e la p r i m e r a a u r o r a !
¡Maldita aquella luz i n e s p e r a d a ,
Nuncio de vida, y de dolor, y llanto,
A iluminar m a l d a d e s destinada!
P i e n s o con honda indignación y e s p a n t o ,
Q u e ¡sólo la infinita omnipotencia,
C o n s a g r á n d o s e al mal, pudo hacer t a n t o !
¿No previo la profética presciencia,
Q u e al c r e a r , d e c r e t a b a el nacimiento
D e t o d a iniquidad y delincuencia,
Ó t a m b i é n el divino entendimiento,
C o m o el mortal, s e p i e r d e en conjeturas,
Si no palpa el tangible e x p e r i m e n t o ,
Y son i n d i s p e n s a b l e s mis t r i s t u r a s ,
Mis h e r i d a s , mis lágrimas, mi muerte,
P a r a ilustrar al D i o s d e las alturas?
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VÍDVAN
¿Quién pudo, Única Causa, suponerte
Atisbando imprevista contingencia
C a p a z de aleccionarte ó sorprenderte?
¿Imaginó tu ingénita omnisciencia
Q u e esta menguada Humanidad que hiciste,
Revelase, al p r o b a r l a en la experiencia,
P e n s a m i e n t o s , que Tú no concebiste,
Ó virtudes, que Tú no has presumido,
Ó maldad, que tampoco le infundiste?
Si, de antemano, t e era conocido
El pesar inaudito que me acuita,
Y no lo has evitado, condolido,
¡Oh Dios! ¡suprime mi razón precita!
P u e s ve que tu poder ¡es absoluto!
Mas ¡qué horror! tu bondad ¡nó es infinita!
Si lo fuese, ¿callara el diminuto
Ruiseñor que alegraba la espesura,
Paralizado ante reptil astuto,
Transido el pecho de mortal pavura,
Al ver cómo se a b r e , y lo acorrala,
Y lo traga, la hambrienta sepultura
P o r donde, aun vivo, con t e r r o r resbala,
Y la presión de aquellas fauces siente
Q u e al morir acaricia con el ala?
¿Mantuviérase ley tan inclemente,
Q u e sacrifica t o d a una existencia
A efímero bocado insuficiente?
¿Ahogárase la p u r a florescencia
D e mi pasión poética y bendita
En t o r r e n t e s de obscena pestilencia?
JAVIER LASSO DE LA VEGA
¡ C u a n justo que frenético repita!;
¡Hossanna! tu p o d e r , ¡es a b s o l u t o !
Mas ¡oh Dios! tu bondad, ¡nó es infinita!
Infinito, es el fúnebre t r i b u t o
Q u e rinden a n t e el mal y s u s legiones
La Humanidad, y el vegetal y el b r u t o ;
Infinitas, l a s múltiples acciones
Del dolor proteiforme que t o r t u r a
Fibras y nervios, mente y corazones,
Y ya es ávido c á n c e r que s u p u r a ;
Ya naufragio sin n o r t e , ni e s p e r a n z a ;
C a t a c l i s m o que imperios desfigura;
Ya es h a m b r e , sed, ancianidad, venganza,
C a l u m n i a , ingratitud, celos, mentira,
Y s i e m p r e hostilidad, g u e r r a y m a t a n z a .
¡Oh! cuando el s a b i o al firmamento mira,
É infiere, con fundadas a n s i e d a d e s ,
Q u e c a d a globo, que e x t a s i a d o admira,
T e n d r á luchas también, y liviandades,
Y t r a i d o r e s , y dolo inverecundo,
Y o t r a s t a n t a s incógnitas r u i n d a d e s ,
Inclina la c a b e z a g e m e b u n d o ,
Al ver ¡cómo el dolor e s t á e s p a r c i d o
P o r los i n g e n t e s á m b i t o s del mundo!
Y ¡cuan fácil á Dios hubiera sido
C r e a r un Universo v e n t u r o s o ,
A su divina gloria parecido!
¿ C ó m o un s e r tan perfecto y tan dichoso
A indefensos vasallos tiraniza?
¿ C ó m o , siendo feliz, no es g e n e r o s o ?
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VID VAN
, ¿Quién su propio contento esteriliza
Presenciando espectáculo aflictivo?
¡Sólo el martirizado
martiriza!
¡Sólo aquél que padece es vengativo!
¡La desgracia es la madre del pecado!
Comprendo á Lucifer: mas nó concibo
Q u e Dios tanto suplicio haya inventado,
A menos que también Dios mismo sea,
¡En medio de su gloria, Un desgraciado!
¿Tú desgraciado? Acaso, en la pelea,
¿Satán sutil y a r t e r o t e ha vencido?
¿De asechanzas tan viles t e rodea,
Q u e so el genio del mal has sucumbido?
Lejos de hacer, de tus invento-;, gala,
¿Hallas el cielo pobre y d e s b r i d o ,
Y te remuerde el ver que tu obra es mala;
Ó tu p e r e n n e soledad t e abruma;
Ó tu poder á tu ambición no iguala?
¿Tú desgraciado? ¡Deja que presuma,
Q u e un infortunio colosal y eterno
Descarga en tí su pesadumbre; suma!
¡Deja que piense, compasivo y tierno,
Q u e la común adversidad nos liga!
¡Que abra mis brazos con amor fraterno
JAVIER LASSO DE LA VEGA
Y cordial y efusivo t e bendiga!
¡ Q u e es más santo un Dios t é t r i c o que gime
Q u e un Dios feliz que sin piedad castiga!...
¡Cuan g r a v e m e n t e el corazón o p r i m e ,
S a b e r que ciñe s e m p i t e r n o luto
El que su imagen á su h e c h u r a imprime!
¡ S a b e r que la d e s g r a c i a es su a t r i b u t o !
¡ C a d a sol una lágrima llorada
P o r el Dolor s u p r e m o y a b s o l u t o !
¡Oh miserable Humanidad,
forjada
P o r un Dios d e s c o n t e n t o y d o l o r i d o ,
Para ser pecadora y condenada!
¡Oh p r o t e r v o gusano envanecido;
P o r inmundos a g e n t e s e n g e n d r a d o ;
En hediondas e n t r a ñ a s c o n c e b i d o ,
Y por c r u e n t a cloaca eliminado,
Cual piltraco viscoso y v a h e a n t e ,
De excrementos y podre saturado!
¡Cuánto dista tu amor inficionante,
Evacuación d e fétidos h u m o r e s ,
C o n ansia quejumbrosa y j a d e a n t e ,
Del i n c o r p ó r e o idilio de las f l o r e s ,
C u y a pasión, romántica y divina,
S ó l o exhala platónicos o l o r e s ;
Aromática endecha que trasmina,
Y vuela al seno de virgínea r o s a
E m b a l s a m a n d o el a u r a cristalina!
Y ¿ e r e s tú misma, Humanidad juiciosa,
La razón, el objeto p r e f e r e n t e ,
El fin de e s t a creación maravillosa,
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VÍDVAN
P a r a tí cincelada expresamente,
Y que sin tí, de nada serviría?
¡Oh presunción fanática ó demente!
¡La abyecta Humanidad perecería,
Y el planeta, florido y luminoso,
Impasible en el éter flotaría!
S e r e n o ; sepulcral; cual suntuoso
Panteón de soberbia y vanagloria;
Cual nuevo P a r a í s o delicioso,
Abochornado de su antigua historia;
P a r a un s e r más perfecto reservado,
Digno de amor, felicidad y gloria.
Mas ¡ah! que es el autor de lo creado,
F u e r z a inconsciente, aciago mecanismo
D e reflexión y libertad privado,
Q u e engendrará, con ciego automatismo,
O t r o monstruo de innoble procedencia,
Fatal reaparición del hombre mismo.
Y ¿quién desmentirá esta consecuencia
En un mundo en que todo es necesario;
Donde toda templanza es impotencia;
El valor, atavismo sanguinario;
La humildad, estrategia del cobarde;
El amor, apetito del ovario;
El decantado maternal alarde
D e la que el pecho al hijo brinda ufana,
Temor ruin de que en vaciarlo t a r d e ,
Y el frote de membrana con membrana,
Fruición más esencial é imperativa
Q u e toda idealidad del alma humana?
JAVIER LASSO DE LA VEGA
¡Cuan a b s u r d a la estéril tentativa
D e h e r m a n a r el libérrimo albedrío
C o n una sola C a u s a primitiva!
No hay más opción, ni libertad, que el brío
D e instinto que cumplir su ley procura;
Irreflexivo, irracional, impío;
Cual sillar d e s p r e n d i d o d e la altura,
Q u e así al insecto ponzoñoso aplasta,
C o m o á la más angélica c r i a t u r a .
Y ¡oh deducción legítima y nefasta!
P o r mucho q u e s e inquiera y que s e a h o n d e ,
En e s a inmensa infinitud tan vasta,
¡Ni un rudimento de b o n d a d s e esconde!
¡Ni c o r a z ó n N a t u r a ha d e m o s t r a d o !
¡Ni al clamor d e sus víctimas r e s p o n d e !
¡Todo, i n c o n s c i e n t e m e n t e , lo ha fraguado!
¡Todo, i n c o n s c i e n t e m e n t e , lo ha nutrido!
¡Todo, i n c o n s c i e n t e m e n t e , lo ha m a t a d o !
T a n sólo i n g e n u a y g e n e r o s a ha sido,
¡Negando q n e haya un Dios o m n i p o t e n t e
D e i n e x o r a b l e saña poseído!
Y es más a c e p t a á mi benigna frente,
¡La ceguedad d e F u e r z a s sin conciencia,
Q u e la crueldad de un Dios inteligente!
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VÍDVAN
¡Delito iniciador de mi existencia!
¡Instante de mi infausto nacimiento!
¡Varón sin paternal benevolencia!
¡Mujer que ni regazo, ni alimento,
Al fruto de tu vientre d e p a r a s t e !
¡Pérfida mano que me dio sustento!
¡Eva sensual, que mi ilusión mataste,
Cuando el soez anhelo y la ralea
D e la bestial carnaza evidenciaste!
¡Plebe feroz! ¡Inútil patulea
Q u e al genio humilla, á la virtud tortura,
Y al tirano deifica y victorea!
¡Creación que me engañó con su hermosura!
¡Trueno que amagas con rugiente tono!
¡Brutal indiferencia de Natura!
¡No me inspiráis enemistad, ni encono!
O s juzgo irresponsables y \OÜ absuelvo
!
¡Todo el mal que me hicisteis os perdono!
Ni, airado, contra el Cosmos me revuelvo;
Ni, sumiso, á sus males me subyugo;
Ni, despechado, á lamentarme vuelvo;
Q u e ni al destino malhadado plugo
Hacer perpetua tan odiosa Vida,
Ni es imposible quebrantar su yugo.
JAVIER LASSO DE LA VEGA
Una vez de esta c a r n e d e s p r e n d i d a ,
Mi p e r d u r a b l e esencia s o b r e h u m a n a
R e c o b r a r á la libertad p e r d i d a .
¿ Q u é vale la parcial ciencia liviana
Negando las esencias p e r s o n a l e s ,
Si es i n h e r e n t e á la conciencia humana,
La fe en c o m p e n s a c i o n e s c e l e s t i a l e s ,
J u s t a reparación del sufrimiento
Llorado en las prisiones t e r r e n a l e s ?
¡Hay más allá! ¡lo afirma el sentimiento!
¡De mundos el espacio está s e m b r a d o !
¿Han de s e r todos, p o t r o s de tormento?
S o l o el fatuo bimano empavesado
C o n los dientes y g r e ñ a s y despojos
Del prójimo ó del hijo devorado,
P u e d e j a c t a r s e , sin sentir s o n r o j o s ,
D e s e r Régulo, Orion, c a d a p l a n e t a ,
M e r a lisonja á sus ociosos ojos.
Q u e d e aquí, quien así el caso i n t e r p r e t a ;
Quien no s e inmuta por el daño ajeno;
Quien se regala con lo que o t r o e x c r e t a ;
Q u e Vídvan, h a r t o de i m p o s t u r a y cieno,
Q u i e r e á ignotas r e g i o n e s r e m o n t a r s e
Lejos del sucio lodazal t e r r e n o .
Morir nó es p e r e c e r : es t r a n s f o r m a r s e :
E s t r a n s m i g r a r á esferas s u p e r i o r e s ;
Olvidar, a s c e n d e r , p e r f e c c i o n a r s e .
¡Adiós, o b r a s da s a b i o s e s c r i t o r e s !
¡Santa fe que mi infancia has confortado!
¡Maestro de consejos b i e n h e c h o r e s !
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VÍDVAN
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¡Risueñas esperanzas que lie soñado!
¡Reconocido Vídvan os b e n d i c e !
¡Sois los únicos goces que he probado!
Yo vuelo á donde todo fraternice;
Á aquel lucero donde no anochezca;
D o n d e luz musical aromatice,
Y nada se d e s g a s t e , ni envejezca,
Y la virgen alada y pudibunda,
Sin sacrilega cópula florezca.
Do lo ideal en lo real s e infunda;
E n t r e Hadas, y Musas, y
Vestales,
Cuyo canto, verdad y bien difunda;
Dueño de numen y s e c r e t o s tales,
Q u e parezcan mis a r t e s é invenciones
Creación de los agentes naturales;
Revelando en mis ínclitas acciones
Q u e llevo en mi ser algo de Dios mismo.
¿Quien si nó, me infundiera estas nociones
D e eternidad, justicia y optimismo?
¡Misterioso ultratumba! al contemplarte
¡Qué curiosa efusión de misticismo
Me impele á conocerte, y admirarte!
¡Sumo S e r ! ¡Santo Dios! ¡Única esencia!
¡Perdona á este mortal que va ú buscarte!
/ Vídvan posee
la verdadera
ciencia.'
JAVIER LASSO DE LA VEGA
Y Vídvan levantó el a r m a homicida
M a s , a n t e s de esgrimirla fieramente,
S o b r e ella cayó el rayo c a n d e n t e
Q u e a r r e b a t ó l e el a r m a con la vida.
¡Quedó f r u s t r a d o su v e h e m e n t e anhelo!
¡No lo mató la d i e s t r a del suicida,
S i n o el rayo purísimo del cielo
!
Al declinar tan e s p a n t o s o día,
S o b r e la c r u e n t a cima r e s a l t a b a ,
Y en el fondo nublado d e s t a c a b a
S u silueta fatídica y sombría,
Un b u i t r e que, las alas agitando,
L a s e n t r a ñ a s de Vídvan d e v o r a b a ,
El corazón marchito d e s g a r r a n d o
Y á un mismo tiempo el monte semejaba,
Cual símbolo ejemplar y giganteo,
El C á u c a s o o p r e s o r d e P r o m e t e o ,
Y el T h a b o r que al o p r e s o emancipaba.
FIN D E L P O E M A
155
ÍNDICE
Página*
Prólogo
V
C a n t o primero
1
C a n t o segundo
41
Canto tercero
87
C a n t o cuarto
i 37
-
i 9
"1
í
à ^
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