i Ví D VAN POEMA EN CUATRO CANTOS ORIGINAL D E Javier Sasso de la Vega y Corfezo SEVILLA Imprenta de FRANCISCO DE P. DÍAZ, Plaza de Alfonso XIII, 6 1906 44 * VÍDVAN OBRAS DEL MISMO A U T O R Concepto de la fisiología general—Sevilla, 1879. Origen de la Sífilis.—Sevilla, 1880. €! §enio y la Jnspiración.—€studiopsicológico.—Jüadrid, 1884. Xa Ciencia y el frte—1886. Cuatro casos de tifus cerebro espinal—Sevilla, 1889. Xas plantas insectívoras y sus aplicaciones terapéuticas.— Sevilla, 1889. Xa j7 trepsia.—Sevilla, 1890. Origen y fin del planeta.—Sevilla, 1890. Biografía y estudio crítico de las obras del médico JYicolás jYíonardes.—Sevilla, 1891. Xa Jíefritis escarlatinosa.—Sevilla, 1894. Jsaac—Contribución al estudio psico-pato/ógico de una sociedad de fin de siglo.—jYovela.—Sevilla, 1900. federico ì{ubio.—ì)iscurso necrológico.— Sevilla, 1903. €1 feminismo.—J)iscurso leído er\ la inauguración del curso académico de 1904 á 1905 en la Universidad de Sevilla. Cervantes y el Quijote.—J)iscurso leído en la solemne sesión con que conmemoró la ciudad de Sevilla el tercer centenario de ¡a publicación del ingenioso ¿{/'dalgo. Sevilla, 1905. €vocaciones.—Colección de poesías precedidas de un. prólogo del J / m o . Sr. _/). jYíario №éndez/?^ky-¿7/7¿>.— Sevilla, 1905. J)iscursos académicos, con/erertc/as, ¿ludios de crífíca, etc., etc. TRADUCCIONES Claudio femará.—Xecciones de fisiología general patología experimental—Sevilla, 1879. y de C. ( 4 3 ^ / 5 JOSE TOr.nES AUANZANA VIDVAN POEMA EN CUATRO CANTOS ORIGINAL DE Javier Sasso de la Vega y Qorìezo SEVILLA Imprenta de FRANCISCO DE P. DÍAZ, Plaza de Alfonso XIII 6 1906 1— 1 ^ì$° K M ES PROP I IAD DEL AUTOR PRÓLOGO No salgo á recibirte, insólito lector, al atrio d e e s t e edificio por c o r t e s a n a urbanidad, sino por a d v e r t i r t e á tiempo los t r o p i e z o s y s o m b r a s d e e s t a s estancias, y las ventajas de r e n u n c i a r á r e c o r r e r l a s . No p a s e s , p u e s , adelante, sin escuchar mis p a l a b r a s ; sin s a b e r cuándo concebí e s t e libro; qué sentimientos lo engendraron; qué espíritu lo anima; y d e s p u é s de oirme, decidirás, si d e b e s c o n t e n t a r t e con el prólogo, ó emprender la lectura del poema. No es o b r a c o n t e m p o r á n e a ; es p r e m a t u r o fruto de mi adolescencia. ¿Quién me lo inspiró? Nacido y educado, por dilatada tradición familiar y paternal convencimiento, en aquellas creencias religiosas y aquellas ideas m o r a l e s , d o m i n a n t e s en la sociedad s e villana del p a s a d o siglo, inculcadas en mi ánimo sin fanática exaltación, ni e x e c r a b l e hipocresía, y a c e p t a d a s por mi infantil inteligencia, sin r e c e l o s a desconfianza, ni pasiva ceguedad; p r o f e s a d a s con el apasionado fervor inseparable de mi espíritu vehemente, y elevadas á la categoría de primeros principios y última razón de mis conocimientos VI PRÓLOGO y d e mi conducta, nó por pueril, menos lógica ni congruent e , ni derivada de las ideas fundaméntalos poseídas: arrullado y fascinado por la sublime sencillez de los Evangelios; por las leyendas tradicionales do Zorrilla; por las Guerras civiles de Granada; por el heroísmo de Guzmán el Bueno, los refinamientos aristocráticos de Chateaubriand, las delicadezas exquisitas de Lamartine, la sarcástica tristeza de Byron, y las incrédulas expansiones d e Espronceda, cuyos excepticismos miraba como efímer a s chispas de volcán; conmovido por los imponentes a c e n t o s de Las Siete Palabras pastoral de Haydn, y de la de Beethoven, y las Lamentaciones Sonata Jeremiacas de Eslava; criado entre los monjes de Zurbarán, y las Vírgenes de Murillo, y las siniestras inspiraciones de V a l d é s Leal; nutrido en un ambiente artístico donde dest a c a b a n las Murallas romanas, el Anfiteatro italicense, el Alcázar a r a b e s c o , y el templo ojivnl más severo y grandioso que erigió la fe; vagando melancólicamente por el solitario Monasterio de San Jerónimo, por las de mi Convento y las Delicias del Claustro; Ruinas absorto a n t e las reflexiones pesimistas de J o b ; oyendo las avent u r a s concupiscentes de Gil Blas, y las espirituales haz a ñ a s de Don Quijote, y las empresas fabulosas de la Eneida, y la epopeya del descubrimiento de América, y la conquista temeraria de Méjico, y la Expedición Catalanes y Aragoneses, de y las proezas de Leónidas, y d e la guerra de T r o y a , y el pundonoroso sacrificio de los protagonistas de Lope y Calderón; halagado por las lect u r a s novelescas del romanticismo coetáneo y por las vicisitudes insuperables de la Historia; apartado de la rea- J A V I E R LASSO DE L A V E G A VII lidad p o r e s t a educación sentimental que me t r a n s p o r t a b a á una esfera de caballerosidad y de hidalguía, á un soñado mundo de Virginias y B a y a r d o s , de equilibrio psicológico, de e s p e r a n z a y de fe, de fraternidad y d e justicia: gozando la placidez intelectual y moral p r o p o r c i o n a d a por convicciones que satisfacían todos los anhelos del sentimiento y todas las n e c e s i d a d e s lógicas d e la razón; feliz con mi sonriente concepto del Universo, y de la Humanidad, y de la vida; a d o l e s c e n t e aún, casi niño, t r a s p u s e los umbrales del anfiteatro anatómico, y vi el interior enlace d e nuestros órganos; me a s o m é al ocular del microscopio, y a d m i r ó l a e s t r u c t u r a de n u e s t r o s tejidos; llegué al laboratorio de fisiología, y p r e s e n c i é el movimiento d e n u e s t r a máquina; a c e r q u é m e á los lechos de la clínica, y o b s e r v é las úlceras corrosivas d e n u e s t r o s miembros; p e n e t r é en el recinto del manicomio, y e s c u c h é las demencias espeluznantes de la razón, t u r b a d a por t r a s t o r n o s mecánicos del órgano c e r e b r a l ; llamé á las p u e r t a s de la biblioteca científica, y oí la invectiva volteriana de Buchner; Circulación de la vida la de Moleschott; la clasificación vejatoria de Huxley; el yatro-mecanicismo i n e x o r a b l e de Cabanis; las Carias fisiológicas de C a r l o s Vogt; la impía selección natural de D a r w i n ; la psico-física d e Bain; la Fisiología del Espíritu d e Maudsley; la evolución uni- versal de S p e n c e r , y la apoteosis d e la materia entonada por tantos genios y, al acento y la intimación de tales sabios, el b a r r o vil del G é n e s i s Bíblico irguióse envanecido, y sublevóse endiosado, c o n t r a los idealismos teleológicos de la metafísica; y cuando mi espíritu, espantado por aquella invasión maculosa d e lodo, buscó refugio VIÍÍ PRÓLOGO y auxilio en el templo de la ciencia, sólo halló demoledora crítica de Kant; amargos raciocinios de S t u a r t Mili; indagación desconfiada de Lewes; formación natural de Ardigó; creación sin creación de Haeckel; hedonismo egolátrico de Bentham; altruismo automático de Spencer; acusaciones devastadoras de Prudhomnie; conflictos insolub l e s de Draper; análisis de todos los dogmas; impugnación de todos los misterios; profanación de todos los tabernáculos; condenación de todas lus plegarias; materia sin espíritu; carne sin resurrección; firmamento enlutado; cielo sin gloria; Universo sin Dios, donde blasfema enconada la Humanidad, coreada por las fatídicas reflexiones de Schopenhauer; por el irremisible pesimismo de Hartmann, y la queja d e s g a r r a d o r a d e L e o p a r d i . Y yo, que había visto á todo un Dios encender el sol, c r e a r al hombre, y ungirlo con el soplo divino de su aliento; yo que había visto á Adán recorriendo, orgulloso de su origen, las fragantes florestas nacidas para él en los paradisiacos verjeles de Mesopotamia: yo que había seguido á la Humanidad en su peregrinación hacia Dios, y la había contemplado flotante s o b r e las olas del Diluvio, ó atravesando á pie enjuto el coralino cauce del Golfo Arábigo, ó marchando aventurera á la conquista del vellocino de oro; yo que la había admirado levantando titánica la cima inmortal de las Pirámides; elevando su pensamiento á los cielos en las noches estrelladas d é l a Caldea; erigiendo la t o r r e de Babel como condensación material de una aspiración infinita; tejiendo góticos encajes pétreos en homenaje á la divinidad: convirtiendo en ciclópeo templo las entrañas de una cordillera; transfigurando en reso- IX J A V I E R LASSO D E LA V E G A nante bóveda s a g r a d a la c u m b r e de una montaña; atravesando los a r e n a l e s del d e s i e r t o ; c o r r i e n d o á la redención del S a n t o S e p u l c r o , en aquella epopeya de las C r u z a d a s que se alza como un obelisco en mitad de los campos de la Historia; yo que había sentido á P e d r o muriendo invertido en la cruz; y había oído la voz apocalíptica de J u a n vaticinando e s o t é r i c a en el retiro eremítico de P a t m o s ; y había visto á los m á r t i r e s morir, sin i n m u t a r s e , despedazados por los tigres de la Numidia; y á la fe caminar ciega y sin tropiezos por los t e n e b r o s o s l a b e r i n t o s d e las catacumbas; y á E u r o p a e n t e r a c r e y e n d o y orando; y á la Humanidad corriendo providencialmente hacia Dios; hacia Dios, latente en el verbo t r a n s f o r m a d o de C a d m o ; palpitante en la última lección de S ó c r a t e s ; en la intuición divina d e Plat ó n ^ en la invención e n a l t e c e d o r a de G u t e n b e r g ; en la inducción clarividente de Colón; en la revelación celestial de Arquímedes; en el Sistema del Universo de Newton; en la voluntad i n q u e b r a n t a b l e de E s t e b a n ; en la caridad inextinguible d e Juan de Dios; en el éxtasis místico de Teresa; en lo colectivo y lo individual, en lo p a s a d o y lo p r e s e n t e , en lo cristiano y lo gentil, vi, de improviso, al hombre envilecido, el ideal aniquilado, la divinidad d e s mentida, el alma d e s t e r r a d a y el P a r a í s o p e r d i d o . ¡Oh! el h o m b r e era d e s c e n d i e n t e d e una estirpe zoológica cuyo origen s e pierde en las fulguraciones del sol; era producto de una mecánica fatal y remota, y las extratificaciones de los yacimientos t e r c i a r i o s son los s e c u l a r e s mausoleos d o n d e r e p o s a n las v e n e r a n d a s cenizas de los simios a n t r o p o i d e s , fundadores y p a t r i a r c a s de esta linajuda prosapia, cuyos ínclitos s u c e s o r e s intrigan en Europa, X PRÓLOGO conspiran en América, dormitan en Asia, aullan errantes p o r las regiones circumpolares; asesinan feroces en el c e n t r o del África; despuntan en las islas occeánicas por su antropofagia parricida, y son, en todos los tiempos y en t o d a s las latitudes, esclavos tan inconscientes de su conformación orgánica, que su valor sólo significa robus­ tez fisiológica del corazón; y su cobardía procede de un sistema vascular frágil, ó de una secreción interna escasa; y su imbecilidad proviene de una clausura precoz del crá­ neo; y su indiferencia deriva de la escasez de fósforo ce­ rebral; y su elocuencia, de la exorbitancia de una circun­ volución; y su hipocondría, de una alteración hepática; y su maldad, de una perfecta adaptación corpórea; y su vir­ tud, de un altruismo automático; y su moralidad, de un pac­ to tácito utilitario y egoísta; y su conciencia, d e una diva­ gación redundante del mismo reflejo fundamental y biológi­ co que cierra la concha del molusco, ó plega las hojas de la sensitiva; y su espíritu es una conjunción de energías dis­ c r e p a n t e s ; supeditadas á los t r a s t o r n o s del cuerpo; tan i r r e s p o n s a b l e s de las grandezas de Alejandro, y de los crí­ menes de Nerón, como de las inspiraciones de Safo, y de la contrición de la Magdalena; y todos, genios y salvajes, criminales y santos, Zenón d e E l e a y Diógenes el Cínico, t o d o s , irresponsables de sus actos; sin más eternidad que la de su combinación; sin más psiquis que la visión interna de la materia misma; sin más porvenir que la disolución; sin más misión que agredir, ni más fruición que vencer, nó en g e n e r o s a competencia de magnanimidad, sino en san­ grienta lucha por esta miserable vida, donde cae rendido el mejor, á los pies del más fuerte ó más a s t u t o . J A V I E R LASSO DE LA V E G A XI J a m á s abatió corazón humano s o r p r e s a más inesperada, soledad más inclemente, oscuridad más t e n e b r o s a , desengaño más t r a s c e n d e n t a l , ni dolor más inconsolable; y ante esta transformación del Universo; de e n t r e estas ruinas de la e s p e r a n z a y de la fe, b r o t ó en mi m e n t e la visión lúgubre de Vídvan, como un relámpago ostensible de la t e m p e s t a d interna; como una p r o t e s t a del espíritu contra la abyección d e que s e jactan y en que se revuelcan la ciencia y el a r t e c o n t e m p o r á n e o s ; como la extrema r e solución del ideal que, privado de la plena vida infinita, prefiere el aniquilamiento impasible del nó ser, á la humillante vida planetaria. Si tú, lector eventual, nó c o m p a r t e s mis sentimientos; si, indiferente á los grandes p r o b l e m a s de la vida, cambiaste de ideas como d e traje, deja e s t a o b r a y nó leas ni el prólogo; nó oigas indiscreto mi pensamiento; nó penetres en él como p e r s o n a extraña en confidencia privada; que e s t e libro, dedicado exclusivamente á los que ponen los anhelos del espíritu s o b r e las funciones automáticas del organismo, nó s e ha impreso p a r a tí. Concebido y escrito bajo el influjo de e s t a s decepciones, lo escondí como un crimen de lesa literatura, y aunque inducido á corregirlo y publicarlo por maestros tan eminentes como el insigne historiador, filósofo y poeta, D. Federico de C a s t r o , cuya sola invocación enaltece estas páginas; aunque invitado á imprimirlo por compañeros y colegas henchidos de suficiencia y de lealtad, la desconfianza de mí mismo lo g u a r d ó sigilosamente, y sólo salió á relucir en íntimas expansiones juveniles, e n t r e predilectos amigos, alguno d e los cuales, y e n t r e ellos mi XII PRÓLOGO hermano Leoncio, sabía de memoria, y recitaba versos y estrofas enteras, s o b r e t o d o , del Canto Primero. Si entonces, con menos edad y reflexión supe ocultar mis devaneos literarios, reputándolos indignos de la publicidad ¿por qué, en la edad madura, resuelvo darlos á luz? ¿No basta haber infundido existencia mental á la idea? Sin duda hay algo de fatal, mucho de automático en e s t a resolución, acaso complemento inconsciente y necesario de la elaboración artística, y por eso acudo á la imp r e n t a , desoyendo los sensatos consejos de mi propia reflexión, arrollados ciegamente por impulsos incontrastables. El tiempo transcurrido hace que mi obra, avanzada por un concepto, sea retrógada por otro, y que la cultura de mi protagonista, quizás nivelada con la de su época, result e algo pretérita en nuestros días. Muchas interpretaciones y criterios parciales han cambiado de entonces acá en todos los órdenes del saber; p e r o el problema capital, el eterno conflicto, subsiste oscuro y esquivo como entonces y como siempre, sólo iluminado por los reflejos del misticismo idealista que reverb e r a en la producción filosófica contemporánea, como reacción natural contra el materialismo imperante en el último tercio del siglo XIX. Y, concepción de aquel tiempo, no lie querido en éste enmendarla, nivelándola con los progrenos posteriores: lo que mi protagonista conocía, expresado está, en síntesis, J A V I E R LASSO D E L A V E G A XIII por las o b r a s indicadas y a u t o r e s citados al fin del C a n t o segundo, (cuyos apellidos t e ruego l e a s , lector complaciente, nó con pronunciación extranjera ni española, sino de modo que r e s u l t e verso castellano), y de la orfandad de Vídvan; del hospicio; del seminario; del hospital; del amor; y de esa ciencia que completó su medio ambiente, surgió sin apelación, en conflicto cuya legitimidad apreciarás tú, la t r a g e d i a mental de su espíritu y el desdichado drama de su vida. P e r o acabo de suplicarte que leas los apellidos extranjeros de modo que hagan v e r s o s castellanos ¿ C a b e ruego más extemporáneo y pueril? ¡Cómo t e habrás sonreído ! C u a n d o escribí e s t e libro, todavía i n t e r e s a b a n al público los d r a m a s en verso; el t e a t r o romántico; las D o l o ras de C a m p o a m o r ; las P o e s í a s de E s p r o n c e d a ; las Leyendas de Zorrilla; la D u d a , de Núñez de Arce; las lecturas poéticas del A t e n e o de Madrid; la E s p o s a del Vengador; los primores del Nudo G o r d i a n o . . . Hoy, bajo la huera declamación de un a r t e cientificastro, que, a l a r d e a n d o d e positivista, arroja la púrpura, y el cetro, y la corona, y las alas, y s e viste los mugrientos harapos de lo ínfimo, en lugar de p r e s e n t a r s e con t o d a la hermosura de la d e s n u d e z humana, rindiendo así v e r d a d e ro culto á la n a t u r a l e z a , hoy hacer v e r s o s es mortificar la memoria por hallar un c o n s o n a n t e ; es ímproba puerilidad accesible á t o d o s , que no la emprenden por d e s p r e c i a b l e , ó la desechan por e s t é r i l . La forma poética clásica ha d e s a p a r e c i d o de hecho en España, nó p o r refinamiento exquisito de la inteligen- XIV PRÓLOGO cia, lo que seria contradictorio y absurdo, sino por embotamiento adinámico de la sensibilidad; y ni acento musical d e la rima y del ritmo han sustituido las configuraciones caligráficas, y los requilorios geométricos, y las combinaciones litográficas inherentes á esa impotencia modernista llamada por Mario Méndez, con insuperable perspicacia, culteranismo de la trivialidad. Y s e desdeña el ritmo, como si el ritmo no represent a r a ley fundamental de la naturaleza: como si usurpara la facultad d e c a n t a r y enaltecer el sentimiento; olvidando que es rítmica la vibración de afinada cuerda, que pulsada por la más incorpórea de las a r t e s , nos infunde el arranque patriótico, ó el ardor bélico, resucita el pasado, r e m o n t a la fantasía, domina nuestra alma, y sugiere inspiraciones excelsas; olvidando que el ritmo regula el paso de n u e s t r o cuerpo, y somete á compás la explosión de la carcajada, la congoja histérica del sollozo, el latido vivific a n t e del corazón, el quejido intermitente del alumbramiento y el agónico estertor del moribundo. P o r segunda vez, lector, t e lo suplico; no me leas: que he escrito en verso, y ya nada grande se puede en verso decir: ya el verso ha quedado reducido á glosar alguna frivolidad modernista, ó alguna tosquedad provincialesea y a g r e s t e . C o m o si el verso que perpetuó y glorificó, el poema de la Naturaleza de Lucrecio; la explosión de humanidad de Terencio; las Metamorfosis de Ovidio; el punzante s a r c a s m o de Juvenal; la pasión indivisa de P e t r a r c a ; la abnegación de San Francisco Javier; la doliente elegía de J o r g e Manrique; el misticismo clarividente de Luís de J A V I E R LASSO D E L A V E G A XV León; el estoicismo s o b e r a n o de Rioja; el espíritu valiente de Quevedo; la conquista de Aráuco, y el descubrimiento salvador d e J e n n e r , estuviese incapacitado p a r a e x p r e s a r las g r a n d e z a s de n u e s t r a ciencia, de n u e s t r a filosofía, y de n u e s t r a edad; como si la poesía no revelara, en frase de Byron, el sentimiento de un mundo antiguo y el p r e sentimiento de un mundo futuro; como si todo pensamiento muy exquisito no a c a b a r a , según F l a u b e r t , en verso; como si e r r a r a L a m a r t i n e proclamando que las grandes emociones son t o d a s líricas; como si el verso entretejido en la p r o s a no a t e s t i g u a r a vehemencia de sentimientos; como si las e m p r e s a s de lo pasado fuesen fecundos g é r m e n e s d e poesía, y el descubrimiento d e los rayos X, y de los r a y o s N, y de las o n d a s h e r t z i a n a s , y de las energías del radio, y la invasión submarina, y la navegación aérea, y la trasmisión telepática, y la p é r d i d a de adorados ideales, y el desquiciamiento de un mundo moral, y los rugidos de la revolución, y las amenazas i m p o n e n t e s de lo porvenir, no fuesen dignos, ni c a p a c e s d e encender la inspiración en la frente adivinadora del poeta. ¿Quién s o s t e n d r á , ni c r e e r á , que la poesía revelada, verbo del sentimiento humano, que habló por boca de Hesiodo en el crepúsculo d e Grecia; por la de Homero en los días helénicos; por la de Virgilio en Roma; por D a n t e en la Edad Media; por G o e t h e en la M o d e r n a ; por Víctor Hugo en el siglo diecinueve, no p u e d e ya decir nada, porque la lucha p o r la existencia ha extinguido en la vigésima centuria, la irradiación más e s p o n t á n e a y luminosa que ha fulgurado el genio d e la Humanidad en los fastos supremos de su Historia? PRÓLOGO XVI ¡Oh ínfima poesía! ¡Oh iluso Garcilaso! ¡Con qué ritmo podrías tú decir: ¡Oh dulces prendas por mi mal halladas, Dulces y alegres, cuando Dios quería! J u n t a s estáis en la memoria mía Y con ella en mi muerte conjuradas.... ¡Cuándo, con la conmovedora expresión con que lo dirías en prosa! ¡Forma poética! ¡Cuánto rebajas el sentimiento! ¡Cómo revela tu rudeza y tosquedad que estás llamada á desaparecer! Y ¡bajo qué adversos auspicios sale á luz mi obra! A b o r t a d o ó redivivo, ¡cuánta desgracia e s aparecer, como anacrónica monstruosidad, antes ó después de su tiempo y de su ambiente! ¡Desdichado el que se esmera en pulir candiles, allí donde es ya ordinaria y vulgar la luz eléctrica! ¡Infeliz el que pone cátedra de heráldica en un pueblo de misarquistas! ¡Imbécil el que expende perfumes en la gañanía del cortijo! Hay en el C a n t o tercero de este Poema un episodio que tildará de obscenidad descarada la mayoría de mis l e c t o r e s , autor alguno quizás de actos análogos en el fondo al que s e describe allí. Confieso que pude elegir otra demostración de la tesis, o t r a exteriorización artística más púdica de mi pensamiento; pero, ¡si así la concibió espontáneamente mi fan- J A V I E R LASSO D E L A V E G A XVII tasía! ¡si mi propósito era pintar el caso más típico y vulgar para aumentar, en c o r r e s p o n d e n c i a con la verdad histórica, la convergencia de efectos que la estética reclama! ¡si para mí, y para la crítica imparcial, no hay en la escena aludida más que energías vitales, conflictos o r g á n i c o s , leyes biológicas, lucha por la existencia, y triunfo de la selección natural! ¿á qué sustituir esta escena por otra, en que actuarían las mismas leyes fundamentales rigiendo, con la misma necesidad, fenómenos menos significativos? S i n c e r a m e n t e lo ruego; nó me lea la virginidad pudibunda; ni la bendita ignorancia; ni la fe religiosa confiada y serena; ni la fe científica presumida y fanática: nó me lean los raquíticos de intuición; los flacos d e imparcialidad; los advenedizos escupidos del fango y a d a p t a d o s al medio; la chusma orgánica que goza con n u t r i r s e y engendrar, y cazar r e d o n d e l a s metálicas; nó me lea el ruin curioso que, a n t e las losas del anfiteatro anatómico, sólo experimenta fetidez y n á u s e a s , y r e s p o n d e á las i n g e n u a s manifestaciones de la n a t u r a l e z a con g r o s e r a s expulsiones gástricas; nó me lea el salvaje que s e siente varón a n t e la Venus helénica ó la ondina d e D o r é , y, mudo p a r a la vibración intelectual del sentimiento, r e s p o n d e con s o e c e s exaltaciones genitales, á la divina exhibición de la belleza: nó me lean los que c r e e n , como el P l e s i o s a u r i o d e Ardigó, que hemos llegado á la plenitud de los tiempos, y que la verdad está en p o d e r d e la ciencia d e n u e s t r o s d í a s . No me lean: que tampoco escribí p a r a ellos. Yo escribí para mí: para mi corazón d e s a l e n t a d o ; p a r a los que justiprecian la enfática fatuidad de n u e s t r o tiempo; para los s e r e s a u s t e r o s que miran como única misión II XVIII PRÓLOGO digna de los espíritus, terráqueos ó siderales, la investigación de la verdad; para los que saben que el dulzor no e s t á en el azúcar; ni lo s a b r o s o en la sal; ni el azul en el espacio; ni la luz en los soles; ni creen en la existencia real de la materia, y sostienen que el Universo todo es alma, y remontan la suya s o b r e las relatividades inferior e s del tiempo y del espacio; yo escribí para los que en extático arrobamiento sienten bullir en el é t e r inspiraciones c r e a d o r a s , revelaciones proféticas, presentimientos de ult r a t u m b a , telepatías incorpóreas, sombras de ilusiones m u e r t a s , callado desfile de las almas, y lloran de placer al s e n t i r s e poseídos por la esencia inmortal de lo que es, y creen en la realidad inconcusa del espíritu, y en la redención necesaria de los h o m b r e s . No s é quién eres, lector; acaso un Aristarco empedernido á quien irritan mis desafueros: tal vez un compañ e r o de destierro, capaz de comprenderme y disculparme. ¿Verdad, lector amigo, que no hay obscuridad más fatigosa que la de este problema fundamental? ¿Verdad que es desgracia horrible nacer en mitad de una antinomia insoluble, donde la razón no puede aceptar las intuiciones t e m e r a r i a s del espíritu, ni el espíritu, las mezquindades p l e b e y a s de la razón? Y es natural, ¿no es verdad, lector amigo? ¿ Q u é es la ciencia? La ciencia es el conocimiento del Universo que habitamos; es la unificación sistemática de la experiencia posible; es decir, de la naturaleza limitada á e s t e trozo de espacio; á esta distancia del sol; en esta edad del planeta; en la p a r t e accesible á n u e s t r a investigación, tan reducida al p r e s e n t e , que ni llega al centro de J A V I E R LASSO DE L A V E G A la Tierra, ni alcanza á los polos, p e r o suficiente XIX para hacernos p e n s a r que, si b a s t a una insignificante diferencia de posición para producir la n o c h e ó el día^ el ventisquero ó la canícula, la incandescencia del S a h a r a ó la aurora boreal, el protococus nivalis ó la cálida palmera, ¿qué fenómenos tan diversos no producirá la sustancia cósmica en o t r a s posiciones, en cada situación posible del sistema planetario, d e s d e el núcleo solar h a s t a más allá de Neptuno? Cuando s e c o n s i d e r a e s t e campo de estudio ¿nó inspira profunda compasión la hinchada vanidad del conocimiento adquirido? P a r a conocer una entidad ¿no es n e c e s a r i o a b a r c a r l a en todas sus relaciones? y aunque alcanzáramos t o d a s las de este sistema solar ¿qué valdría e s t e s a b e r , tan incapaz de deducir á priori las leyes del Universo r e s t a n t e , como de estudiarlas t o d a s en la sucesión e t e r n a del tiempo y en la simultaneidad infinita del espacio? P e r o aun logrado ésto ¿sería lo a p r e n d i d o , conocimiento exacto de la realidad? ¿sería el conocimiento pleno á que aspiran los metafísicos? P u e s eso da idea de lo que vale n u e s t r a ciencia. P e r o acaso ¿vale más la inteligencia? ¿vale más el t e s timonio de los sentidos y de la conciencia, hijos del medio ambiente, que desfiguran los fenómenos, t r o c a n d o el movimiento molecular en luz, ó en sonido, ó en frialdad, ó calor, como podrían convertirlo en infinidad de sensaciones, cuya variedad columbra la razón, y cuyo c a r á c t e r no puede adivinar la fantasía? Si la inteligencia es producto del medio, efecto d e él, é inferior á él, ¿qué vale e s t e en- PRÓLOGO XX t e n d i m i e n t o , esclavo y hechura de) tfws#%\\bte.Yvte, o b ^ t o y fin d e su conocimiento? ¡Oh t r ^ s t o r n a d o r análisis! ¡oh parcinlísima síntesis! ¡Maldita la sabiduría que me expulsó de mi sereno paraíso! ¡Cuan siniestro simbolismo encierra el árbol de la ciencia! ¡Si la extructura, cada vez más compleja, del c e r e b r o , o b e d e c i e r a á la influencia del espíritu, ansioso de labrarse un i n t é r p r e t e , un verbo digno de su alteza y excelsitud ! P e r o por encima de la ciencia, por encima de la inteligencia, lo que vuela, y se remonta, y se escapa, es la esencia de n u e s t r o ser; aquello que S ó c r a t e s llamó Alma, y S p i n o z a Sustancia, y Schelling lo Absoluto, y Schop e n h a u e r Voluntad, y Hartmann lo Inconsciente, y Spencer lo Incognoscible Y ¿qué debe hacer la Humanidad errática y vendada, a n t e la realidad inexpugnable? ¡Oh! una noción confusa me dicta que la Humanidad debe, á ciegas, vivir y trabajar P e r o Vídvan.... Vídvan debe morir y emanciparse. Gracias, lector paciente, por haber llegado hasta aquí: ya me has oído: ahora, pon tu mano s o b r e el corazón, y si lo encuentras temeroso y dominado por prejuic i o s , huye: si está libre de ellos, sigúeme. Sevilla 22 de Julio de 1906. J A V I E R LASSO DE L A VEGA Y CORTEZO. VIDVAN CANTO PRIMERO i E s la n o c h e más oscura, más b o r r a s c o s a y siniestra, que ha ennegrecido el espacio y ha t r a s t o r n a d o la T i e r r a . La ciudad maravillosa , que e n t r e verjeles s e asienta; la que guarda en su recinto las huríes del P r o f e t a ; la que dormita al a m p a r o de la t o r r e gigantesca que el sol n a c i e n t e saluda, como pidiéndole venia p a r a bajar á los patios de las moriscas viviendas; 2 VÍDVAN la que el Betis enamora rondando al pie de sus rejas, es por la lluvia azotada, y combatida y maltrecha por el huracán violento que b a r r e sus azoteas; por el trueno amenazante que retumbando resuena en sus calles solitarias y sus deformes plazuelas, y por el rayo homicida, que al d e s g a r r a r las tiniebla . s o b r e deslumbrante cielo, hace surgir la silueta de minaretes y cúpulas, de campanarios y almenas. Dan las doce en la Giralda, y al detonar la tormenta, sólo los párvulos duermen en su tranquila inocencia, pues los adultos, inquietos, ponen la amarilla vela encendida ante la efigie que la tempestad refrena, ó, en el lecho incorporados, el santo trisagio rezan, al par que cierran los ojos J A V I E R LASSO DE LA VEGA p o r no ver la luz h o r r e n d a del r e l á m p a g o , que audaz, por las rendijas p e n e t r a . Si a s o m a r s e á una ventana alguna curiosa intenta, ya porque s e t a r d a el hijo, ya porque al amante e s p e r a , no bien d e s c o r r e el cerrojo, y el cielo iracundo t r u e n a , y el c h a p a r r ó n la e n s o r d e c e , y la exhalación la ciega, cuando diciendo:—¡Jesús! —y s a n t i g u á n d o s e trémula, e n t o r n a n d o con p r e m u r a , despavorida r e g r e s a murmurando:—¡¡Santo Dios!! ¡¡Santo fuerte, Él nos defienda!! Quizá en remota buhardilla abierto un postigo queda, que á impulsos del vendaval, con s a ñ a en su umbral golpea; mas, ni llevando compaña, hay valiente que se atreva á subir, para fijarlo, 3 4 VíDVAN á distancia tan e x t r e m a , p r e f i r i e n d o oir su e s t r é p i t o á sufrir tan d u r a p r u e b a . Alguna vez s e p e r c i b e n , á p e s a r de la t o r m e n t a , s o n o r o s p a s o s que van p o r la r e s b a l o s a a c e r a , sin q u e p u e d a a v e r i g u a r s e , en l o b r e g u e z tan e x t r e m a , si l o s d a un f a c i n e r o s o , ó son ilusión quimérica, ó S a t a n á s en p e r s o n a , que la ocasión a p r o v e c h a p a r a venir á Sevilla e n n o c h e tan t u r b u l e n t a : p e r o el r u m o r continúa, y al r e s p l a n d o r q u e p r o y e c t a la l á m p a r a d e un r e t a b l o , s e ve p o r la a c e r a o p u e s t a un e m b o z a d o , y en p o s , una s o m b r a c o r p u l e n t a , que a d h e r i d a á la p a r e d , s e r e t r a s a con cautela; mas que l u e g o , d e improviso, como si sólo t e m i e r a que la imagen del a l t a r la c o n t e m p l a s e d e c e r c a , J A V I E R LASSO DE LA V E G A c o r r e d e t r á s del viandante; veloz con él empareja; marcha á su mismo c o m p á s ; r e d u c e su corpulencia, y, silenciosa y sutil, á la fachada s e p e g a , y e n t r e el muro y el incógnito p a s a escondida y a r t e r a ; p e r o al momento r e c o b r a sus dimensiones p r i m e r a s ; se adelanta al t r a n s e ú n t e creciendo al par que p r o g r e s a , y s e pierde en el recodo d e sinuosa callejuela, satélite i n s e p a r a b l e del c u e r p o que la p r o y e c t a . Al escuchar los clamores que el aire en sus alas lleva, y que ya fingen p a l a b r a s , ya de un herido la queja, ya los ecos de un naufragio, ya disonantes c a d e n a s , el ánima intimidada, con mudo t e r r o r r e c u e r d a e s o s relatos fantásticos de e r r a n t e s almas en pena, d o n d e hay magos, y conjuros, S 6 VÍDVAN y encantamentos, y dueñas; seculares tradiciones y pavorosas leyendas, que en las veladas de invierm en t o r n o á la chimenea, fueron tema fabuloso de n a r r a c i o n e s domésticas, y con las cuales asustan á los nietos las abuelas, desvelándolos de miedo con tan l ú g u b r e s consejas. A veces, por corto r a t o , el rugir del t r u e n o cesa, el aquilón amaina, a p l á c a n s e las c e n t e l l a s , s e apaciguan los c h u b a s c o s , y en la ciudad sólo imperan, esos temidos rumores que el turbión nocturno engendra; el murmullo de las aguas que inundan las vías estrechas y en corriente impetuosa arrebatan cuanto encuentran; el acento p e n e t r a n t e del helado centinela, que á intervalos se aproxima, y se retira, y se aleja, J A V I E R LASSO D E L A V E G A y s e p i e r d e en la distancia, y s i e m p r e r e p i t e ; ¡alerta! la a l a r m a n t e voz del gallo que otro, más lejos, c o n t e s t a ; el esquilón que á las monjas p a r a maitines d e s p i e r t a ; el maullido d e algún gato que por los tejados t r e p a ; los soplos del cierzo frío que huele á mojada t i e r r a ; los vidrios mal ajustados á los marcos en que tiemblan; el chasquido con que crujen al hincharse las m a d e r a s ; el rechinar de unos goznes; el chirriar de las veletas; el toser de algún vecino; las canales que gotean... T r a s esta efímera calma, su reprimida s o b e r b i a despliegan los h u r a c a n e s con redoblada violencia, y al fragor de un aguacero que el pavimento a p e d r e a , y lanza d u r o s granizos que botan s o b r e las tejas, y que con son e s t r i d e n t e 7 8 VÍDVAN percuten las chimeneas, extínguense los ruidos que a n t e s tan claros s e o y e n , y no vuelven á e s c u c h a r s e los gritos del centinela, ni el maullido de los g a t o s , ni el chirriar de las veletas, ni el rechinar de los goznes, ni la canal que gotea, sino el mugir del t o r r e n t e , el bramar de la t o r m e n t a , y los zumbidos del viento que c o r r e por las callejas. J A V I E R LASSO D E L A V E G A II En una calle excusada del b a r r i o menos poblado, y más antiguo y aislado de la a r a b e s c a ciudad, hay una casa r u i n o s a , con balcones y p o r t a l e s , y muros y b a r a n d a l e s d e ostensible ancianidad. S o b r e su p u e r t a c e r r a d a no s e e n c u e n t r a d e s c a n s a n d o , noble sangre pregonando, el jactancioso blasón; ni más mote, ni divisa, se advierte en la vieja c a s a , que el rayo de luz que p a s a por los vidrios de un balcón. 9 10 VíDVAN Desafiando la noche, las tinieblas disipando y la calle a t r a v e s a n d o con veloz celeridad, Va aquella luz á fijarse en blanca pared de enfrente, que ilumina refulgente con chocante intensidad. Á veces, en este espacio de pared iluminada, s e ve una mano crispada de colosal dimensión, sin que pueda a s e g u r a r s e si á tal crispatura extraña, una oración acompaña, ó acaso una maldición. S e ve un rostro gigantesco, cuya frente cavilosa en la ancha mano angulosa descansa con languidez-, ó se ven sombras diversas siempre r a r a s , nunca iguales, J A V I E R LASSO DE L A V E G A que á t r a v é s de los cristales se siguen con rapidez. ¿Quién mora en aquel retiro...? Tal es el tema c o n s t a n t e , que apuran á cada i n s t a n t e , con necio conjeturar, las s o l t e r o n a s m a d u r a s , las doncellas t i m o r a t a s , y la plaga de b e a t a s que invade la vecindad. 11 12 VÍDVAN D e t r á s de aquellos cristales que el temporal, de aguas c u b r e , la vista ansiosa descubre un espacioso salón, en uno de sus extremos pródigamente alumbrado y en penumbra cobijado en su r e s t a n t e extensión. Apenas los ojos logran escudriñarlo curiosos, se detienen recelosos en la vaga oscuridad, porque en ella se columbran fantasmas, formas flotantes, y quiméricos semblantes de incongruente ambigüedad. J A V I E R LASSO DE LA V E G A Aquel pasmoso recinto mansión infernal figura; infunde mortal pavura el fin del ancho salón, y su longitud prolonga, y su lobreguez aumenta, y sus m o n s t r u o s a c r e c i e n t a la loca imaginación. En caótico d e s o r d e n , aquí una s i e r p e r e p o s a ; allá, fúnebre, s e posa murciélago colosal; y, como en mundo en ruinas, s e ven frisos, c a p i t e l e s , trípticos, lanzas, b r o q u e l e s , un s á t i r o , una vestal, Ánforas, c o t a s , e s p a d a s , exóticos animales, s u b t e r r á n e o s minerales, Venus de e s b e l t o perfil, c e n t a u r o s , ninfas, s i r e n a s , y cupidillos y ondinas, 13 14 VÍDVAN y deidades p e r e g r i n a s del P a r a í s o gentil. Mas, si un punto reflexiona, halla, al fin, la inteligencia, de tan rara concurrencia la anhelada explicación, y ve que son ejemplares, de estudio y a r t e modelos, que invaden muros y suelos con informe profusión. Es que en la estancia, confusos, están, hachas del geólogo; grandes conchas del zoólogo; relieves del escultor; el microscopio del sabio; el secular manuscrito... ¡las unas del erudito! ¡las alas del pensador! Como si aquel maremagnum un hechicero habitara, J A V I E R LASSO DE LA VEGA y en sus ámbitos p r o b a r a su diabólico s a b e r , mil máquinas y r e d o m a s , s e encuentran en él d i s p e r s a s , con mil s u s t a n c i a s diversas de misterioso p o d e r . Allí mármoles y b r o n c e s y medallas se confunden; en las tinieblas se hunden t o r s o s de atleta, y s e ven mariposas y s i n s o n t e s , esqueletos n a t u r a l e s , y en t r a n s p a r e n t e s fanales, r e s t o s humanos también. Y en el c e n t r o de una mesa; e n t r e a s o m b r o s o s inventos; rodeado de i n s t r u m e n t o s de examen é indagación, dominándolos á t o d o s , s e y e r g u e un c e r e b r o humano, 15 Hi VÍDVAN como un s e m p i t e r n o arcan* cercado por la r a z ó n . Y m i e n t r a s , fijos, los ojo s e dilatan y alucinan, y en diferenciar se obstinan lo a p a r e n t e y lo real, con acompasado ritmo, su grave nota reitera una invisible gotera, cual péndulo natural. J A V I E R LASSO DE L A V E G A 17 *** E n t r e t a n t o , en el extremo que a p a r e c e iluminado, a n t e una mesa s e n t a d o , distintamente s e vé un h o m b r e de culto a s p e c t o , profundamente a b s t r a í d o y en el estudio embebido del volumen en que lee. La sien apoya en las manos; los c o d o s s o b r e la mesa; y en sus miradas e x p r e s a la i n s u p e r a b l e ansiedad, la excitación s o b r e h u m a n a del que, al buscar lo imposible, sumido en lo incognoscible, naufraga en la inmensidad. 2 18 VÍDVAN P r o b l e m a grave, sin dui, lo inmoviliza: la frente levanta cual si impaciente previera una relación, y después de breve pausa, al margen del libro escribe de la idea que concibe la sucinta anotación. Ni el frío intenso lo agita, ni lo distrae la tormenta, ni la lluvia lo impacienta, ni le importa el vendaval, ni el reloj que el tiempo marca, ni la apariencia de vida que, en la penumbra sumida, toma la hueste animal. E s t á abismado: s e halla en esos arduos momentos, en que van los pensamientos en constante progresión, hasta que se inflama súbito el sentimiento dormido, J A V I E R LASSO D E L A V E G A y vibra á ellos unido, y empieza la inspiración. Y van p a s a n d o las h o r a s , y el sabio sigue extasiado, sin oir el a l t e r c a d o de los vientos, ni el t r o n a r , ni el agua que el techo filtra, ni de la lechuza el eco, que en el c a m p a n a r i o hueco s e oye l ú g u b r e g r a z n a r . Impasible p e r m a n e c e ; que el h o m b r e ha sido dotado, como ser privilegiado, del p o d e r de la a b s t r a c c i ó n , p a r a que cruja el planeta y r e t u m b e el firmamento, sin t u r b a r del pensamiento la atrevida concepción. 19 20 VÍDVAN Y a n t e s que la bella auru con sus r o s a d o s fulgores, d i e s e á pájaros y flores, matices, luz y calor, c e r r ó el filósofo el libro y, consigo mismo hablando, así dijo, pronunciando con acento de dolor; J A V I E R LASSO D E L A V E G A ¡Cuan titánica lucha es la existencia D e quien s e obstina en descubrir, o s a d o , D e la verdad la incógnita excelencia! ¡Cuál queda d e su audacia castigado! ¡La luz s e r e n a de la fe s e apaga! ¡La razón, impotente, no le a y u d a ! ¡Y el temerario espíritu naufraga En el mar insondable de la duda! Dijérase que aun D i o s niega el permiso Q u e al i g n o r a n t e Adam c e d e r no quiso; S u copa el árbol d e la ciencia eleva; Mas quien s u s frutos, atrevido, p r u e b a , D e s t e r r a d o s e ve del P a r a í s o . ¡Oh! ¡cómo, e n t o n c e s , c o n s t e r n a d o llora, D e s i e r t o el c o r a z ó n , su fe perdida! ¡Qué a m a r g a incertidumbre lo d e v o r a ! ¡Antítesis funestas d e la v i d a ! 21 22 VÍDVAN ¡Qué ingrato es estudiar, cuando la ciencia D e s t r u y e el ideal que nos sostiene, Sin darnos otro, que de paz nos llene, Como llenó algún tiempo la creencia! Ayer la religión compadecida Felicidad brindaba t r a s la muerte; Mañana la hallará en la misma vida La Humanidad tal vez; mas ¿de qué suerte, Dónde la encontraré, yo que he nacido En esta edad en que la mente humana Sólo guarda un cadáver corrompido, Abono para el germen de mañana? J a m á s , del templo en la callada nave, Idilio susurró más delicado, Q u e el que exhaló mi labio inmaculado, Cual leve nota de sencilla clave. Yo me postraba ante la Virgen pura, La abogada del triste desterrado Q u e á este valle de lágrimas lanzado Sólo en ella encontró vida y dulzura, Y ante aquella poética criatura, Q u e ni castiga, ni abandona al hombre, ¡Madre! clamó-con toda la amargura Del postergado expósito sin nombre Q u e crece en orfandad cruel é impía, Y efusivo y veraz, llorando á mares, J A V I E R LASSO DE LA V E G A C o n t á b a l e á la Virgen mis p e s a r e s , Como á la sola confidente mía. ¡Cuántas veces dejé la reja i n e r t e , Tan consolado de letal q u e b r a n t o , Cual todo aquél que el reprimido llanto S o b r e el r e g a z o de su m a d r e vierte...! Entonces, infantil y c a n d o r o s o , D e aspiraciones confiadas lleno, Ni s o s p e c h é el problema pavoroso, Ni el áspid del s a b e r hirió mi s e n o T u r b a n d o e t e r n a m e n t e mi r e p o s o . Años d e s p u é s , d e s g r a c i a s infinitas Mi atribulado espíritu inquietaban; Las benéficas lágrimas b e n d i t a s Q u e un tiempo d e mis p á r p a d o s b r o t a b a n Mitigando mis j u s t a s aflicciones, Ya no s u r c a b a n la mejilla mía; Las lágrimas son r e s t o s d e ilusiones, Y un huracán d e aleves decepciones D e s a r r a i g ó las que en mi pecho había. E r a una noche t e n e b r o s a y fría; En calada t r i b u n a , esquivamente 25 24 VID VAX Suspendida en la bóveda sombría D e cristiana basílica ferviente; Contemplando, á través de los colores De ojival y translúcida vidriera, La turbulenta tempestad que, fuera, Lanzando repentinos r e s p l a n d o r e s , Con implacable cólera estallaba, Yo solo, mis recuerdos devorando, Ignorado y oculto meditaba, Mientras el pueblo, taciturno entrando, La columnata espléndida invadía, En el gótico templo levantando Sordo rumor que el eco engrandecía. Dominando su inercia y pesadumbre; Con lengua musical y sobrehumana, D e s d e su aérea y eminente cumbre, Doblando con discreta parsimonia, Gimió lúgubremente la campana. Acallóse la ansiosa muchedumbre; Comenzó la sagrada ceremonia, Y yo solo quedé con mi tristura Envuelto en sombras en la inmensa altura. J A V I E R LASSO DE LA V E G A ¡Jamás lo olvidaré! Hubo un momento D e silencio tan hondo, a u s t e r o y grave Q u e contenido h a s t a el humano aliento, Sólo vibraba en la e s p a c i o s a nave, T e n u e c h i s p o r r o t e o de la c e r a Q u e al pie de los pilares s e quemaba; El chocar de la lluvia en la lumbrera; La voz del s a c e r d o t e que r e z a b a . D e s p u é s , como lamentó enardecido; Cual patética mística plegaria; Como el convulso indómito gemido, Q u e escapa en la congoja tumultuaria Y expresa, con sollozo e n t r e c o r t a d o , La imprevista explosión involuntaria De latente dolor e x a s p e r a d o ; Como una voz angelical que, a m a n t e , P o r la contrita Humanidad pidiere, S e alzó un eco angustioso y p e n e t r a n t e Clamando inconsolable; ¡Mí serere! ¡Qué impresión en mi m e n t e soñadora! C u a n d o fijé mi vista, cautivado P o r la s u p r e m a impetración sonora, 25 26 VíDVAN Y á la luz de los cirios expirante, De asombro y estupor intimidado, Vi la arcada magnífica y gigante De su inaudita pesantez esclava; Vi, cual ciclópeo, enorme, monolito, La potente columna de granito Q u e hasta mis pies altiva se elevaba; Y allá abajo, en el polvo confundida, La pecadora multitud oscura, Misericordia demandando impura, Tan trémula y de horror sobrecogida, Cual si hubiese sonado ya el momento De su mutua y p o s t r e r a despedida; Cuando aturdió mi oído, en son violento, El canto funeral de cien campanas Pregonando elocuentes en el viento La insensatez y desventura humanas; Y siempre aquel acento compungido, Como una queja que en aumento fuere; C o m o un eterno y fúnebre gemido Sollozando elegiaco ¡Miserere! Q u e , por la inmensa t u r b a repetido, En bóvedas y en arcos resonabu, Y en túmulos y piedras sepulcrales, Y en todo el ancho templo retumbaba, Cual si, su inercia y rigidez vencidas, Los ángeles de talla colosales, Las yacentes estatuas adormidas, Los ínclitos varones sepultados Bajo las negras losas funerarias, J A V I E R LASSO DE LA V E G A Uniesen á los vivos s u s plegarias, P o r tan doliente cántico evocados; Al contemplar la bíblica g r a n d e z a D e aquel p e s a r , á un tiempo encarecido P o r el órgano armónico y sentido, P o r el ministro del S e ñ o r que reza, P o r el c o r o que ascético replica, P o r la a n h e l a n t e multitud que implora, P o r la campana que al doblar suplica Y p o r el eco que en los a i r e s llora; Al percibir la luz d e s l u m b r a d o r a Del relámpago aquel que en la l u m b r e r a T o m ó el color d e los cristales rojos, Y un i n s t a n t e en la atmósfera brillando Cual llamarada de infernal hoguera, Hizo c e r r a r los e s p a n t a d o s ojos É inclinar las c a b e z a s a g u a r d a n d o Q u e el castigo c e l e s t e las hiriera; Al escuchar el t r u e n o formidable Q u e á la queja y al llanto c o n t e s t a r a , E s t r e m e c i e n d o el templo d e l e z n a b l e , Como si Dios el ruego r e c h a z a r a , Yo creí que el momento era llegado Del Juicio Final: que precedido Del r a y o , por su d i e s t r a fulminado, El Dios de los ejércitos, seguido D e fúlgidas legiones d e s c e n d í a ; Q u e la vetusta bóveda crujía Y las frentes del pueblo a m e n a z a b a ; Q u e la expiación t r e m e n d a comenzaba; 21 28 VÍDVAN Que la humilde piedad se convertía En tumulto de indignas contriciones; En cínicas y horrendas confesiones De repugnantes culpas y extravío, Y, presa de tan fuertes impresiones; Perdido allá en el ámbito sombrío Donde pugnaban la oración y el trueno; Sintiendo el tembloroso escalofrío Cortejo de las grandes emociones, Formé con la campana y con el treno, Con el suspiro y la tormenta coro, Y doblé la rodilla anonadado, Diciendo, de entusiasmo arrebatado; «¡Arte! ¡Divino Arte! ¡yo t e adoro!» J A V I E R LASSO D E LA V E G A ¡Grandiosa conmoción! Largo lamento Las p r e c e s t e r m i n ó : d e s d e la altura Vi alejarse, con t a r d o movimiento, La enlutada viviente s o m b r a impura Tendida en el marmóreo pavimento Q u e o s t e n t ó d e s c u b i e r t o su blancura; Las c o n t r i s t a d a s t u r b a s penitentes Ante las anchas p u e r t a s s e agolparon; Las p e s a d a s c a n c e l a s rechinaron Al girar en sus g o z n e s e s t r i d e n t e s : C e s a r o n de la lluvia los r i g o r e s ; Y ya la t e m p e s t a d apaciguada, Y extinguidos, del cirio los fulgores, Y el rumor de la última pisada, Reinaron en el templo, de igual s u e r t e , La soledad, imagen de la nada, Y el silencio, atributo de la m u e r t e . Descendí de la gótica tribuna, Y un momento d e s p u é s , cuando a b s t r a í d o P o r reflexión i n g r a t a é importuna, Me alejaba, confuso y abatido, 29 50 VÍDVAN P a s a n d o ante la serie numerosa De desiertas capillas, alumbradas P o r solitaria lámpara, y fundadas P o r rico fausto, ó promisión piadosa, Volví maquinalmenre la cabeza, Y cual fulgor, por Venus emitido, Que cuando el alba á despuntar empieza Va á iluminar del ruiseñor el nido, Asimismo seráfica mirada Divisé fija en mí tan tiernamente, Á través de una verja ya cerrada, Q u e involuntaria ó instintivamente, Permanecí suspenso, contemplando De aquellos ojos la sin par dulzura, Q u e llegaba á mi pecho despertando Grata fruición y célica ventura. E r a la Virgen misma que, indulgente, Mis infantiles cuitas mitigaba; Aquélla á quien el huérfano indigente S u s expansivos rezos dedicaba. ¡Qué intensa evocación! La magna escena Pocos momentos antes concluida; La inconsolable y enconada pena Q u e surcaba mi frente padecida, La majestad solemne de la hora Q u e proclamó con doce campanadas J A V I E R LASSO D E L A VEGA D e invisible reloj la voz sonora; Las monótonas n o t a s c o m p a s a d a s Del péndulo i n c a n s a b l e que s e agita, Como si fuese el rítmico latido Del corazón del T i e m p o que palpita; El viento que allá a r r i b a s e filtraba P o r las vidrieras, con sutil sonido, Q u e e r r a b u n d o lamento semejaba; La s o m b r a del q u e r u b e suplicante Q u e las alas plegaba ó extendía, Según la luz movible recibía D e la argéntica lámpara oscilante Q u e de la clave cóncava pendía; El ejemplo de extáticas figuras Q u e en egregios sarcófagos s e alzaban, Y en el r e p o s o de la noche oraban De hinojos en s u s p é t r e a s s e p u l t u r a s ; El conjunto imponente y pavoroso Del templo en su g r a n d e z a indefinible, Infundiendo t e r r o r supersticioso; El lejano r e c u e r d o indestructible De una infancia sin p a d r e s , ni alegría, En que á la excelsa Virgen invocaba Como á la sola confidente mía; T o d o , mi ingratitud reconvenía; T o d o , d e mi emoción participaba, Y era voz persuasiva y elocuente Q u e á mi c e r r a d o corazón llamaba. Reacción d e lo p a s a d o en el p r e s e n t e ; Brusca expansión d e sentimiento blando; 51 52 VÍDVAX C r i s i s suprema de pesar secreto, Yo caí de rodillas implorando Y algún gemido resonó indiscreto. —«¿Por qué no conservé sencilla y pura La bienhechora fe que poseía, Y olvidé la oración que á tu dulzura Mi espíritu amoroso dirigía? ¿Por qué, rompiendo tan amables lazos, Me arrojé de la ciencia, siempre impía, En los desnudos inclementes brazos? Mas ¿qué importa? Si oiste mis clamores; Si s e n t i s t e conmigo mis pesares; Si supiste dar tregua á mis dolores; Si sólo en tí encontré madre querida; Si he disfrutado al pie de tus altares Los únicos deleites de mi vida, Incrédulo ó creyente, malo ó bueno, D e u d a de gratitud tengo contigo, Q u e vive eterna en mi angustiado seno; Y si aquí habita Dios, sea Diow testigo, De que, vertiendo conmovido lloro, T u s consuelos recuerdo y los bendigo. ¡Devuélveme la fe que en tí tenía! Mas ¡ay! que aunque me niegues lo que imploro ¡Stella matutina! ¡yo te adoro! ¡Dios te salve, María!» J A V I E R LASSO D E LA VEGA Aquélla fué la lucha p o s t r i m e r a Q u e la fe y la razón en mí t r a b a r o n ; ¡Cuan falaz la victoria y pasajera Q u e las c r e e n c i a s místicas lograron! El p e n s a d o r que, en el primer momento, Sólo a d o r ó la mágica g r a n d e z a Del a r t e que subyuga al sentimiento, P r o n t o r e c u p e r ó su fortaleza, Y atribuyó al p e s a r que me p o s t r a b a , A fatal seducción de la belleza, Y á t a n t a conmoción como e m b a r g a b a De mi espíritu altivo la entereza, Aquella irreflexiva idolatría, Aquel inexplicable a r r o b a m i e n t o , Que t r a n s i t o r i a m e n t e oscurecía El faro y el fulgor del p e n s a m i e n t o . D e s d e e n t o n c e s , en roca i n q u e b r a n t a b l e Irguiéronse mis firmes convicciones, Cual bélica muralla inexpugnable. Guiado por r e b e l d e s ambiciones. 33 54 VfDVAN S o n d é los cielos, exploré el abismo, Analicé lo inmenso y lo invisible, La entidad material y la intangible, D e todo movimiento el mecanismo, D e todo ser viviente la extructnra, No perdoné momento ni criatura, Y apliqué mi razón y mi experiencia, Lo mismo al éter, que en la luz fulgura, Q u e á mi propia recóndita conciencia. Y en vez de aquella chispa, dimanada D e la insigne y conspicua inteligencia, Q u e hizo brotar los o r b e s de la nada, Descubrí una verdad que nos humilla; Hallé que lo que engendra el pensamiento, No es del C r e a d o r el incorpóreo aliento, Sino un rayo de sol que ya no brilla. Es poder tan enérgico y fecundo, Q u e en la vasta extensión del firmamento, Enciende un sol ó d e s b a r a t a un inundo; Y girando en proteico movimiento. E s luego tempestad, nube brumosa, Gota de lluvia, savia transformable, Aromática flor, fruta sabrosa, S a n g r e caliente, nervio impresionable, Ojos que ven, c e r e b r o que percibe, Memoria que retiene y acumula, J A V I E R LASSO D E LA V E G A Juicio que c o m p a r a y que calcula, Voluntad que aconseja ó que prohibe, Emoción que humedece la pupila, Deliquio i n e n a r r a b l e del a s c e t a , Histérica intuición de la sibila, Vaticinio e s t u p e n d o del poeta, Colom que embarca, G u t e n b e r g que imprime, Fidias que esculpe, Lulio que disputa, Bacón que experimenta, J o b que gime, Kempis que afirma y D a r w i n que refuta. Y sabiendo que todo es una esencia, P o r innúmeras formas disfrazada; F u e r z a inmortal, que cambia de apariencia, P e r o jamás s e p i e r d e ni a n o n a d a : Q u e es principio d e m u e r t e toda vida, Y mudanza de vida t o d a muerte; Q u e vivo p a d e c i e n d o y á igual s u e r t e E s t á N a t u r a toda sometida, Yo en rígidos principios a p o y a d o , A impulsos de un amor g r a n d e y s i n c e r o , D e compasión profunda p e n e t r a d o , Llamé mi hermano al Universo e n t e r o . Y en e s t e amor que me inculcó la ciencia, Y es s u p r e m o d e b e r d e mi existencia, Cumplido sin liviana vanagloria, F u n d é una religión tan s a n t a y t r i s t e , 35 56 VÍDVAN Q u e me incita á hacer bien á cuanto existe, Y nó me brinda redención ni gloi la, Mas ya la tempestad se desvanece, Y ante mis melancólicas pupilas La bóveda estrellada r e a p a r e c e , ¡Rigel! ¡Lucero azul! ¡Cómo rutilas! P a r é c e s m e Vestal inmaculada, En cuya frente de virgínea lurnbi e, P o r perenne ignición purificada, No cabe t e n e b r o s a podredumbre. ¡Cuál t e remontas en veloz carrera! ¿Conduce, por ventura, tu camino Al pie del S e r que el Universo hiciera? ¡Quién ligase su suerte á tu destino! ¡Incógnito Hacedor! ¡Oye mi acento! Si eres fuerza creadora ilimitada; Potencia de inconsciente movimiento, Q u e truecas en inútil sufrimiento La quietud apacible d e la nada, Arróllame en tu máquina implacable, Y convierte en apático granito E s t a vana existencia miserable. P e r o si escucha mi apremiante grito, La paternal clemencia inagotable D e un Dios omnividente é infinito, Q u e por su hechura, generoso, aboga, J A V I E R LASSO DE LA V E G A ¡Benigno acoge mi afanoso anhelo! ¡Sufro nostalgia de soñado cielo, Y de e s t a cárcel la e s t r e c h e z me ahoga! ¡Compadece á la mísera c r i a t u r a Q u e jamás t e n e g ó : que si algún día, D e s a l e n t a d o por la ciencia o s c u r a Q u e mi amor á lo e t e r n o c o n t r a r í a , D e r r u m b é la menguada sinagoga; Abatí la mezquita y su impostura; E c h é por t i e r r a la pagoda umbría, Y hereje universal d e la fe humana, D e todo templo y comunión p r o s c r i t o , P e n e t r é en la basílica romana, Hendí la t u r b a i d ó l a t r a y mundana, P r o f a n é s u s liturgias y su rito, Apostrofé al ungido visionario Y r e b e l d e , sacrilego, precito, Acerquéme al altar que el h o m b r e alzara, Y d e r r i b é la efigie y el s a g r a r i o , Y a r r a s é el t a b e r n á c u l o y el a r a , F u é por ver si allí e s t a b a s en presencia; F u é queriendo a d o r a r tu esencia pura; R e n d i r t e en holocausto mi existencia, Y morir abismado en tu h e r m o s u r a . . . . ! 37 VÍDVAN Calló el sabio, y cuando hubo el cuarto á oscuras dejado, y, en el sillón, agobiado de sueño y pena quedó, lanzando calor y brillo, radiando luz y alegría, entre cantos á porfía, el sol triunfante salió. FIN D E L C A N T O PRIMERO VÍDVAN CANTO SECUNDO i Cual diminuta ecuatorial semilla, Q u e por raudo huracán a r r e b a t a d a , E s á climas glaciales t r a n s p o r t a d a D o n d e no alegra el campo la avecilla: D o n d e fugaz y estéril primavera No da al jardín la b r i s a e m b a l s a m a d a , Ni aquel verdor de la natal p r a d e r a ; D o n d e a r r a i g a y vegeta l e n t a m e n t e , Pálida, enferma, mustia y combatida P o r los soplos del á b r e g o inclemente, Q u e le a r r a n c a las hojas con la vida; Ansiando sol y gotas de rocío Y hallando en t o r n o y e r m o refractario, Brumas y e s c a r c h a s , lobreguez y frío, 42 VíDVAX Así vivió aquel hombre extraordinario, Que no bien vino al mundo en triste día, Cuando, errabundo paria solitario, P a d r e s , nombre, ni albergue poseía. La noche en que una mano despiadada Lo entregó en el asilo, donde un seno De amor exhausto y de codicia lleno, Mantuvo su existencia infortunuda, Hallóse de la expósita criatura Escondido en la mísera envoltura Manuscrito papel: Vídvan leyeron, Y esta palabra de acepción oscura F u é el nombre con que al niño conocieron. Precoz, para abarcar más sinsabores; Sensible, para más intensamente Apreciar de la vida los dolores, Vídvan creció sin que su tersa frente J a m á s b e s a r a maternal dulzura; Jamás una amorosa complacencia Satisfizo, entre frases de ternura, D e su pueril antojo la vehemencia; Jamás el juego abandonó cansado, J A V I E R LASSO D E L A V E G A Y en amante regazo guarecido, Al arrullo d e un canto a c o m p a s a d o , Con lánguido vaivén, quedó dormido. S u infancia, lucha fué digna de Atlante; F u é e p o p e y a titánica i g n o r a d a , Cual la de esa semilla germinante Q u e no muere infecunda, s e p u l t a d a D e a g r e s t e roca en las e n t r a ñ a s d u r a s , P o r q u e al par que su c u e r p o s e h u m e d e c e , Y s e reanima, y d e s e n t u m e , y c r e c e , Y extrema su opresión y s u s t o r t u r a s , Lejos de s u b y u g a r s e forcejea; Hínchese osada; su prisión grietea; La agobiadora bóveda q u e b r a n t a , Y empujando el t e r r ó n que la sofoca, Lo s o p e s a , lo eleva, lo disloca, Y d e su tumba, viva, s e levanta. P o r crónica dolencia a p r i s i o n a d o , P a s ó en la soledad y la t r i s t e z a , Y á quietud e n e r v a n t e c o n d e n a d o , La edad en que el espíritu, e d u c a d o , De su letargo á d e s p e r t a r empieza; Y la niñez de Vídvan t r a n s c u r r í a , Siendo todo su juego y d i s t r a c c i o n e s , Contemplar, t r a s los t é t r i c o s b a l c o n e s D e lóbrega y helada enfermería, 45 44 VíDVAX L a s t o r r e s del ruinoso #;£W.&<ycva, Los sauces de un antiguo cementerio Y el mar que en lontananza se perdía. La visión melancólica y sombría Del paisaje que á Vídvan recreara Y en que tan sólo el cielo sonreía, Cual si, con esto, encarecer quisiera El olvido del mundo, y procurara Volver los ojos á la azul esfera, Honda huella dejó en el desgraciado Q u e reflejó en su s e r constantemente; La aspiración á un fin más elevado Q u e entraña el monasterio penitente: La protesta y la lucha en que se obstina El mar contra las r o c a s escarpadas; La tristeza del sauce que se inclina S o b r e musgosas tumbas olvidadas, Y esa sinceridad, esa pureza Del cielo despejado y esplendente, Q u e agota de la vista la agudeza Á fuerza de ser hondo y t r a n s p a r e n t e . Curado del tenaz padecimiento Q u e el desarrollo físico atrasaba, Y que á quietud el cuerpo condenaba Tanto como avivara el pensamiento, —Que el dolor con su trágica insistencia, J A V I E R LASSO D E LA V E G A 45 «••SÍ Marchitando infantiles ilusiones, Y e n g e n d r a n d o p r e c o c e s reflexiones F o r t a l e c e la tierna inteligencia,— F u é Vídvan á Sevilla t r a s l a d a d o Y p r o n t o , y por su r a r o entendimiento, Al S e m i n a r i o Conciliar llevado, D o n d e tan claro excepcional t a l e n t o Debió s e r á la Iglesia c o n s a g r a d o . Aquel fué ya otro mundo y o t r a vida. ¡Cuan profundas y nuevas impresiones C a u s a r o n en su mente s o r p r e n d i d a , La ciudad, las m o d e r n a s invenciones, El lujo refinado y fastuoso, Las r o m a n a s ruinas c o l o s a l e s , El a r a b e s c o alcázar primoroso Y los místicos t e m p l o s ojivales! Y su intuición p o t e n t e deducía D e pueblos extinguidos la existencia, Q u e el anhelado estudio d e la ciencia Con fácil claridad explicaría. Ella también satisfacción daría Á la curiosidad inagotable Q u e toda observación le sugería; 1 46 VI'DVAX Q u e en su antigua vivienda insoportable Q u e d a b a defraudada cada día. Allí, además, la turba buííiciosa Encontró de animados compañeros, Q u e hablaban en sus diálogos sinceros D e una madre querida y cariñosa; Allí cuenta s e dio precisa y clara Del problema cruel que presentía; Del rigor con que el hado lo tratara; Del abandono injusto en que yacía: Y allí también, por Vídvan conocido, Hallaba en esta invocación oscura, Mordaz recuerdo de la mancha impura Que ocultó con su sombra un apellido. ¡Cuántas noches pasó en larga vigilia, Con ternura y amor, nó con despecho, Inventando un hogar y una familia! ¡Cuántas veces, vejado y afligido, Hundió su frente en el callado lecho, P a r a ahogar el indómito gemido Del corazón en lágrimas deshecho! No encontró más consuelo á sus p e s a r e s , Q u e llorar su orfandad y su indigencia Arrodillado al pie de los altares, Y pensar que estudiando con vehemencia, J A V I E R LASSO DE LA VEGA Los t i m b r e s más gloriosos ganaría, Y el mundo en él, al fin, p e r d o n a r í a El e r r o r de su incógnita ascendencia. Y aquel s e r de organismo tan p r e c a r i o , Mas firme voluntad y juicio r e c t o , Fué p r o n t o el e s t u d i a n t e predilecto, El orgullo y la p r e z del S e m i n a r i o . Mas ¿quién enfrena la ambición humana? ¿Quién pone dique al t e m e r a r i o anhelo D e e s e titán, que d e s d e edad t e m p r a n a , S e obstina, iluso, en escalar el cielo? Ya Vídvan e s t u d i a b a teología, C u a n d o quedó a b i s m a d o y confundido Al ver, por vez primera, desmentido Un principio, que axioma suponía. Y afanoso b u s c ó , mas nó alcanzaba La unidad s u p e r i o r que c o n c o r d a b a La oposición p a t e n t e que veía. Aquella fué revelación impía: E s p a n t o s a s o r p r e s a ; ingrato duelo; Noche d e t e m p e s t a d en que el piloto, Amarrado al timón, y el timón r o t o , Sólo e n c u e n t r a en los m a r e s y en el cielo, Ronca t o r m e n t a que pavor infunde; Niebla que aisla; nave que no boga; 47 48 Ví DVAX Crujir de tablas; suelo que se hunde; Frialdad que sube, y amargor que ahoga. Y Vídvan emprendió contienda ruda, Dentro del propio pecho, que desmaya, Al ver cómo la fe se rinde muda, Mientras atruena el campo de batalla, Devastadora y fúnebre, la duda. ¡Con cuánto afán el pedestal seguro Buscaba que acallase sus congojas, Confortando su espíritu inseguro, Cual débil yedra en desconchado muro La grieta busca en que prender sus hojas! ¡Cuan doliente pesar lo atormentaba, Cuando en el texto, que leyó á hurtadillas, S u más firme argumento naufragaba, Y en formas cuanto lógicas, sencillas, Nueva y cruel revelación brotaba! Al ver otros caminos en la ciencia, Nó ya de sus antiguas convicciones, Dudó, con la más lógica inferencia, D e quien dio á su flexible inteligencia Torcidas ó falaces direcciones. Y receloso, inquieto, ensimismado, Esquivo ante el colega y el maestro, Vagaba por los claustros, preocupado, Aun más que enflaquecido, demacrado, J A V I E R LASSO DE L A VEGA Y más que melancólico, siniestro; Q u e si por sed, por h a m b r e , ó privaciones, La frágil t r a m a corporal flaquea, C a u s a n más e x t r e m a d a s consunciones; ¡El h a m b r e de e s p e r a n z a s é ilusiones! ¡La fiebre delirante de la idea! Una noche en que, extático, velaba, Cual era su c o s t u m b r e , analizando P á g i n a s que, á e s c o n d i d a s , consultaba, Q u e d ó s e , de r e p e n t e , meditando, Como quien hondo lo aprendido graba. E r a el t e x t o de cultos orientales Q u e investigó con fruto y complacencia; Y estudiando sus ritos capitales, Descubrió y c o m p r o b ó con insistencia, Con natural a s o m b r o que s e explica, Q u e e n t r e los b u d h a s , Vídvan El que posee la verdadera significa, ciencia. «¿Fué e s t a p a l a b r a trozo de e s c r i t u r a Q u e el azar deslizó e n t r e mis pañales? ¿ F u é intencionada predicción oscura, Ó expresión de consejos p a t e r n a l e s , 49 50 VÍDVAN Ó acaso el talismán con que los males Conjurará la anónima criatura? ¿Quién su concepto misterioso explica? P e r o presiento y para mí es palmario, Q u e Vídvan, que el saber, no significa, Símbolo redentor que glorifica, Sino el Inri afrentoso del Calvario.» Y entre las manos escondió la frente, En tanto que las páginas regaba El llanto que el expósito inocente S o b r e su propio nombre derramaba. J A V I E R LASSO D E L A VEGA 11 Un mes t r a n s c u r r i d o habría, C u a n d o en los cielos, s e r e n a , La impasible luna llena Majestuosa subía. T o d o en Sevilla dormía: S ó l o , traviesa, velaba L a brisa, que s u s u r r a b a P a s a n d o cien y cien veces, P o r los altos ajimeces D e la morisca alcazaba. J u n t o á la margen del río Silencioso y solitario, S e alzaba del Seminario El liso muro s o m b r í o : P r e s t á b a l e b o s q u e umbrío 51 52 VÍDVAN N e g r o fondo d e t r i s t e z a , Y sin a r t e , ni belleza, Semejaba la mansión, Más que colegio, prisión: Más que asilo, fortaleza. En su anchuroso recinto, En llano espacio cuadrado, S e elevaba á cada lado Y de trecho en trecho, un plinto; En él, e s b e l t o y distinto, Redondo fuste se erguía; Un capitel lo cubría, Y encima, robusta arcada S u s t e n t a b a remontada La segunda galería. La luna, que oblicuamente Llegaba al patio andaluz, Lo alumbraba con su luz Y s e miraba en la fuente: P e r o , discreta y prudente, Mandaba su claridad Con calculada equidad; J A V I E R LASSO D E LA V E G A Manteniendo con cuidado, Medio patio iluminado, Y medio en la o s c u r i d a d . D e p r o n t o , cual si s u r g i e r a D e las e n t r a ñ a s del m u r o , Irguióse en el lado oscuro Una forma que, ligera, C r u z ó el patio; la e s c a l e r a R á p i d a m e n t e subió, Y de allí á poco s e oyó P o r la altiva galería, El leve rumor que hacía C u a n d o á una p u e r t a llamó. Q u e d ó e s t a franca al m o m e n t o : P a s ó Vídvan a d e l a n t e , Y, r e s u e l t o y a n h e l a n t e , S e i n t e r n ó en el a p o s e n t o ; Brindóle el R e c t o r a s i e n t o Con dulzura y preferencia, Y aquella n o c t u r n a audiencia El m a e s t r o inauguró, 53 54 VíDVAN Y el discípulo escuchó Con respeto y reverencia. «Gracias Vídvan; has venido Defiriendo así al consejo De e s t e inútil p o b r e viejo D e quien e r e s tan querido. ¡Cuánto ayer me na sorprendido Tu sincera confesión! ¡Qué amarga reve)ac)bn P a r a quien cuenta sus años P o r los n e g r o s desengaños Q u e lleva en el corazón!» «Ni discuto, m condeno: Yo acato tus convicciones, Y alabo tus intenciones Q u e son las de un hombre bueno: Sólo que yo, más sereno, Cumplo un sagrado deber, Haciéndote, Vídvan, ver Q u e es propio en la vida humana, Regar con llanto mañana Las decisiones de ayer.» J A V I E R LASSO DE LA V E G A «Bien puede tu inexperiencia R e d o b l a r tu adversidad. ¿Quién libre de t e m p e s t a d Tuvo s i e m p r e su conciencia? Vencer es la mayor ciencia. ¡Cuan g r a v e m e n t e me aflijo, C u a n d o así t e r i n d e s , hijo, En vez de auxilio i m p e t r a r , P r o s t e r n á n d o t e á llorar A los pies d e un Crucifijo!» Y aquel b o n d a d o s o anciano, En cuya ajada mejilla S u s p e n s a lágrima brilla, Los b r a z o s abrió á su h e r m a n o : Vídvan cogióle una mano Q u e conmovido b e s ó , Y, cuando el llanto calmó D e su amigo la congoja, Con dulzor que desenoja, E s t a s p a l a b r a s habló; «¡Padre! ¡Con c u á n t a verdad Puede daros este nombre, 55 56 VfDVAN Quien no conoció otro hotók*t Q u e amparase su orfandad! Mi mayor adversidad E s separarme de vos; Mas ¿quién puede de los dos C o n t r a r r e s t a r mi destino? ¡El hombre es un peregrino Cuya senda traza Dios!» «Yo aquí siguiera, es verdad. Mas quien de honrado blasona, No envilece en su persona A toda la Humanidad. La ajena credulidad Engañara con cinismo; Mas ¿quién se engaña á sí mismo? Aunque los ojos cerrara, ¿Cómo yo, P a d r e , ignorara Mi mentira y mi egoísmo?» «¡Yo ungido! ¡yo celebrado Simbólico sacrificio, Y en religioso ejercicio, Un pueblo á mis pies orando! J A V I E R LASSO D E LA V E G A ¡Yo en mis manos elevando El signo d e redención, Sin piedad, ni fe, ni unción...! ¡Oh Dios! ¡la razón p e r d i e r a . . . Ó de rodillas c a y e r a , Pidiendo al pueblo perdón...!» « E r a mi nido, mi p u e r t o , E s t e benéfico asilo, Albergue aislado y tranquilo D e mi espíritu d e s i e r t o . Aquí s o ñ a b a i n e x p e r t o Una vida r e t i r a d a , Al estudio c o n s a g r a d a , A cumplir la ley de D i o s , Y á rogar por mí, p o r vos, Y por mi m a d r e ignorada.» «Mas tan grato porvenir Exige en los c o r a z o n e s Vocación y convicciones Q u e no me puedo infundir. ¡ P a d r e , es forzoso partir! ¡Mitigad t a n t a aflicción 57 VÍDVAN O t o r g á n d o m e perdón Al dejar vuestro r e g a z o , Y d a d m e , con un a b r a z o , La p o s t r e r a bendición!» No bien d e s p e r t a b a el día, Cuando en el Betis undoso, Las velas de un buque airoso P r ó s p e r o el céfiro henchía. Vid van, tenaz, emprendía S u destierro voluntario, Y un noble septuagenario, De hermosa cabeza cana, Lloraba en una ventana Del vecino Seminario. J A V I E R LASSO DÉ LA VEGA III T r a s larga navegación, y nó sin t e r r i b l e s p r u e b a s , divisó Vídvan las c o s t a s d e la americana t i e r r a . Veinte y t r e s años de edad, más de reflexión y p e n a s , y muchos menos de mundo, d e malicia y experiencia contaba, cuando pisó la d u r a playa extranjera. Al mar arrojó las c a r t a s , t o r m e n t o d e su modestia, que el cariñoso R e c t o r le escondió en la faltriquera, y solo, i n e x p e r t o y p o b r e , e n t r ó en la ciudad inmensa, tan marchito el corazón, como erguida la c a b e z a . 59 60 VíDVAN Mísero albergue malsano, lecho humilde, frugal mesa, muy pronto del expatriado consumieron las haciendas, y sin r e c u r s o s , ni medio de sostener su existencia, vióse Vídvan acosado por el hambre y la miseri a. Trabajo intelectual no encontraba su impaciencia; trabajo físico, al fin, le hizo aceptar la pobreza. Doloroso aprendizaje; torpes palabras groseras; escasa retribución; progresivas exigencias; un amo que fué criado, y extenuativas faenas en que padecen las carnes mal nutridas y cubiertas, soportó paciente Vídvan, sin decaimiento ni queja; sin maldecir irritado las ingratas consecuencias J A V I E R LASSO D E L A V E G A d e su leal rectitud, sinceridad y e n t e r e z a . Esclava su voluntad d e inverosímil e m p r e s a , Vídvan a h o r r a b a , viviendo con penuria tan extrema, s o p o r t a n d o privaciones, y aniquilando sus fuerzas con t a n t o tesón, que al a ñ o , p r e s a d e grave dolencia, y a g o t a d o s los a h o r r o s que á t a n t a c o s t a r e u n i e r a , fué al hospital, en d e m a n d a de refugio y a s i s t e n c i a . T r e s m e s e s p a s ó en peligro: m e s e s de noches e t e r n a s en que, dolor en los miembros, delirio en la inteligencia, todo r e p o s o a h u y e n t a r o n lacerándolo sin t r e g u a 81 62 VÍDVAX d e tal modo, que o t r o s tro d u r ó la convalescencia. Y en éstos, ¡cuántas congojas, cuántas reflexiones tétricas su corazón oprimieron y redoblaron sus penasf ¡Cuan vaga melancolía, deseada, dulce, tierna, de Vid van s e apoderaba, cuando, en la hora postret t del crepúsculo, veía, por las ventanas abiertas, la playa con s u s espumas, la azul extensión inmensa, y en el remoto horizonte la blanca latina vela, destacándose en el límite donde cielo y mar se encuentran! ¡Cuando aspiraba la brisa fluida, saludable, fresca, que llegaba hasta su lecho como sutil mensajera de a r e n a s , algas, y conchas, que descubrió la m a r e a ; de corolas que se abrieron para mirar las estrellas, J A V I E R LASSO DE L A V E G A difundiendo en d e r r e d o r e s a s fragantes esencias, que evocan en los que sufren r e c u e r d o s de o t r a s e s c e n a s , aromas de otras regiones, efluvios de o t r a s t r i s t e z a s , presentimientos oscuros, revelaciones s u p r e m a s , sentimiento indefinible de aspiraciones e t e r n a s , misteriosa conjunción con m a d r e naturaleza, que oprime los c o r a z o n e s las t a r d e s de primavera! ¡Cuánta a m a r g u r a sintió al mirar sin e x t r a ñ e z a , el mar, la ventana, el lecho, llagas, dolor, indigencia, la clínica por asilo, la fiebre p o r c o m p a ñ e r a , reproducción dolorosa d e la lejana vivienda, d e la a d u s t a enfermería, donde empezó su existencia, d e s p e r t ó su pensamiento, s e inauguraron s u s p e n a s , 65 64 VÍDVAN y murieron s u s s o n r i s a s , y lloró por vez p r i m e r a . . . ' P e r o , al fin, restablecido, lograron s u s r a r a s prendan, su cultura no común, su sencillez, su modestia, y el influjo del doctor que lo asistió en su dolencia, un cargo en el hospital propio de un hombre de letras, de moderado trabajo y lucida recompensa. Veinte años allí Vídvan pasó aumentando su hacienda; viviendo como Spinoza el filósofo viviera, único medio posible de futura independencia; y en ellos ¡cómo aumentó su instrucción, ya tan extensa, penetrando en los dominión de las biológicas ciencias! J A V I E R LASSO D E L A V E G A 65 D e s p a c h a n d o velozmente s u s cotidianas t a r e a s ; limitando su r e p o s o , y evitando, por sistema, toda ocasión ó momento de ociosidad ó p e r e z a , Vídvan, h o r a s y más h o r a s , como infatigable atleta, dedicaba á investigar los más a b s t r u s o s p r o b l e m a s . ¡ C u á n t o gozaba encontrando n u e v o s principios y s e n d a s , que nunca el seminarista sospechara ó recorriera, y en ellos, amplio h o r i z o n t e , fecundo en g r a n d e s i d e a s , c o n f o r t a n d o su razón y llevando á su conciencia la luz que el exclusivismo a n a t e m a t i z a ó niega! ¡Con qué placer completó s u s concepciones e s t r e c h a s , 5 06 VÍDVAN y concertó antagonismos, d e r r i b ó falsas b a r r e r a s , y a b a r c ó maravillado, t o d o el abismo que media e n t r e infalibles d e c r e t o s , y teorías hipotéticas; e n t r e el misterio insondable y la indagación libérrima; entre la abstracción y el h@< lio; entre la forma y la esencia; entre el verbo y la mordazn; entre la lente y la venda! ¡Con qué afán investigó, s o b r e las marmóreas ptedfflf del lúgubre anfiteatro anatómico, las nue))as de las fuerzas que regulan los orgánicos sistemas, y cómo iluso buscó, por glándulas y parénquim.i , la clave de los secretos que al filósofo interesan; el sagrario de la vida; el fanal de la conciencia; de la memoria el archivo; del albedrío la cadena; J A V I E R LASSO DE L A V E G A la ponzoña de los odios; el claustro d e la inocencia, y el t r o n o del egoísmo y el desván de la pereza! M a s si aumentó su s a b e r en científicas materias, ¡cuánto aprendió sorprendiendo mil recónditas t r a g e d i a s ; viendo, años y más años, desfilar á su presencia, y en toda su d e s n u d e z , la humana c o r r i e n t e infecta que sume en los hospitales el dolor y la miseria! ¡Cuan amargo pesimismo, qué conclusiones e s c é p t i c a s , qué lúgubre sedimento dejaron en su conciencia, que p e n s a n d o como sabia, s o ñ a b a como poeta, aquellos lechos sombríos á donde vencidos llegan, 67 68 VÍDVAN la senectud embotada; la infancia que balbucea; la víctima del trabajo; la crapulosa ramera; el operario y el procer; el vicio y la continencia; todo mezclado y revuelto; todo que confuso rueda hasta el potro del dolor, desde la corte ó la aldea, desde la mina ó el foro, desde el taller ó la Iglesia! ¡Cómo sintió el horror lúgubre que en el ánimo fomentan, el delirio en que el mendigo n a r r a pasadas grandezas, quizás crímenes ocultos, ó indignidades protervas; el p e n e t r a n t e alarido que arranca el que al mundo llega; la inútil imprecación del que habla lengua extranjera; los lamentos del herido; los ayes del que despierta; los sollozos del que gime; la rabia del que blasfema; J A V I E R LASSO D E LA V E G A las carcajadas del loco; las congojas d e la histérica; rechinamiento d e dientes; hipo agónico que c e s a s o n o r o e s t e r t o r que acaba... brusco silencio que a t e r r a . . . Allí vio g r a n d e s virtudes y r e p u g n a n t e s escenas; allí juventud ajada que p r o n t a m u e r t e desea; criminales egoísmos; e s p a n t o s a s confidencias; sacrificios sin cronista; resignaciones s u p r e m a s : escepticismos sinceros; mutuo h o r r o r que desconcierta; todo nacido al fragor de la mundana contienda; todo p r e s a y alimento d e n a u s e a b u n d a viruela; de parálisis que anulan; de ulceraciones que ciegan; de la tisis consuntiva; d e la corrosiva lepra; de cáncer inexorable; de locura que enajena; 69 70 VÍDVAN de suplicios que castigan sin reposo ni clemencia; sin más término anhelado que la voraz epidemia, el contagio que pulula, la muerte que avanza y diezma, la ciencia que retrocede, y el féretro que al fin llega...! ¡Con qué pesar vio morir, en la soledad más tétrica, á aquella inocente niña de hermosura tan espléndida que al reclinarse en el lecho, donde las P a r c a s la esperan, y ocultar las almohadas con sus bucles y sus, t r e n / a s , trocó el lecho en pedestal de animada estatua griega! Sólo que luego, restando, de aquella intacta belleza, lo que devoró la fiebre; lo que consumió la dieta; lo que amputó el bisturí; lo que royó la gangrena; lo que mutiló el cauterio; lo que al análisis llevan; J A V I E R LASSO D E L A V E G A lo que aniquiló la autopsia, y lo que fué, como m u e s t r a , al museo en que las llagas* d e la Humanidad se e n s e ñ a n , d e aquel cuerpo virginal tan sólo un despojo queda; una e n t r a ñ a d e s g a r r a d a ; un corazón que gotea; que envuelto en inmundo saco desciende á ignorada h u e s a , sin un r e c u e r d o a m o r o s o , sin sufragio, sin exequias, sin séquitos enlutados, ni oración apologética, ni artísticos m a u s o l e o s , ni inscripciones l a s t i m e r a s , ni tañido de c a m p a n a s , ni c o r o n a de a z u c e n a s ; sin una voz que murmure; «¡blanda e s t a t i e r r a le sea!» ¡esa t i e r r a á cuyo polvo, no más lágrimas se mezclan, que las gotas de rocío lloradas por las e s t r e l l a s ! ¡Cuan aflictiva e n s e ñ a n z a , d e s c o n s o l a d o r a escuela, 71 72 VÍDVAN y ensangrentadas lecciones que en dolor el pecho anegan! ¡Cuántas veces sintió Vichan, velando á la c a b e c e r a de un lecho, donde expiraba la desgracia ó la inocencia, rodar lágrimas de fuego por sus mejillas austeras; su corazón oprimirse con la angustia más intensa, y al apagarse la lámpara que brillaba con luz ética, ¡ay! cuántas noches, de hinojos, invocó á la Providencia, y preguntó si eran justas tantas rígidas cadenas, suplicios tan implacables, expiaciones tan tremendas y el eco del Seminario, sus doctrinas lisonjeras, sus salvaciones futuras, sus redentoras promesas, las radiantes claridades de sus luces halagüeñas, atravesaron las sombras que el seno de Vídvan llenan, apareciendo en sus labios con profética elocuencia, y consoló al moribundo, le inspiró esperanzas ciertas, J A V I E R LASSO DE LA V E G A paradisiacas visiones, le hizo ver glorias e t e r n a s , i n e x c r u t a b l e s designios, misericordias s u p r e m a s , le hizo la m u e r t e tan dulce, que al t o c a r su frente y e r t a , Vid van gimiendo exclamaba: ¡Oh fe, quién t e p o s e y e r a . . ! ¡Con qué paternal e s m e r o , con c u á n t a delicadeza t r a t ó á aquel a d o l e s c e n t e , de simpática p r e s e n c i a , d e varonil h e r m o s u r a , hijo de andaluza t i e r r a , expósito como Vídvan, y de vida aventurera! P a s e a b a é s t e una t a r d e r e b u s c a n d o e n t r e la a r e n a d e la playa, conchas, algas, y r a r a s especies n u e v a s , con que sumar ejemplares á su colección inmensa, cuando llegó á sus oídos angustiada b r e v e queja, como lamento d e un náufrago, que u r g e n t e s o c o r r o i m p e t r a . 73 71 VÍDVAN El filósofo que á orillas del Atlántico naciera; que en sus aguas encontró salud, desarrollo y fuerzas, y que gran nadador fué desde su infancia primera, no bien escuchó el quejido, cuando con maña y viveza, desnudóse, y á las olas se arrojó bravo y alerta. Hundiéndose en el lugar en que el agua s e ensangrienta, pronto encontró al que, sin Vídvan, ignorado sucumbiera,y á la playa lo condujo con habilidad experta. D e algún voraz tiburón, sin duda la herida era que al cuitado adolescente dislaceraba una pierna, y anublados los sentidos, la respiración suspensa, expirante el infeliz, fuera del agua muriera, si activa no interviniese de Vídvan ía cíííígencía, que lo hizo al fin respirar, cohibió la hemorragia intensa, y de este modo, tres veces salvó al joven la existencia. J A V I E R LASSO DE LA V E G A T r a s l a d a d o al hospital, la vigilante tutela de Vid van; su cariñosa y extremada preferencia, no faltó al adolescente, á quien p r o t e g e y alienta. E r a el herido un pihuelo, s o b r e s a l i e n t e en la escuela d e la vagancia y el vicio, que d e s d e española t i e r r a , con nómada caravana, llegó e r r a b u n d o h a s t a América; y era su voz tan melosa, tan singular su belleza, su t r a t o tan s e d u c t o r , y su intención tan p e r v e r s a , que e n c e r r a n d o en un vocablo tantas eminentes prendas, lo apellidaron «Luzbel» las g e n t e s d e su r a l e a . ¡Con c u á n t a solicitud lo distrajo en su dolencia, y con cuánta abnegación le enseñó p r i m e r a s letras! ¡Cuan misterioso atractivo, qué incalificable influencia, s o b r e Vídvan, ejercían, la p a l a b r a picaresca, la ingenuidad maliciosa y las doctrinas excépticas 75 7(> VÍDVAN del imberbe, cuyo origen el suyo propio recuerda! ¡Oh! fué Vídvan para él salvador, maestro, égida, padre, amigo que le dio, con inaudita largueza, los recursos necesarios para que á España volviera, y entre amorosos consejos y nó sin lágrimas tiernas, sumiso al afán que el joven en repatriarse demuestra, despidióse de él, hablándole de honor, trabajo y pureza. Muchos rasgos semejantes disminuyeron su hacienda; mas, venciendo con tesón sus generosas tendencias, reunió al fin una fortuna suficiente, casi espléndida, que duplicarse debía al pisar hispana tierra, y con ella; con el rico museo que su persistencia formó de ejemplares raros; su escogida biblioteca; J A V I E R LASSO DE L A V E G A sus pensamientos sombríos; sus pesimistas ideas y s u s luchas i n t e r i o r e s , t r a s veinte años de ausencia, Volvió Vídvan á pisar las c o s t a s en que naciera. 77 J A V I E R LASSO DE LA VEGA IV A p e n a s consiguió Vídvan su nunca extinguido anhelo de habitar el patrio suelo supo con vivo dolor, que, p a s a d o s pocos días de comenzada su ausencia, sucumbió á grave dolencia su inolvidable R e c t o r . Si visitó cariñoso á c o m p a ñ e r o s y amigos, que un tiempo fueron testigos de su b r u s c a expatriación, los ya graves s a c e r d o t e s vieron al recién llegado, 79 80 VÍDVAN con recelo ó d e s a g r a d o , con frialdad ó repulsión. R e c o g i d o s e s t o s frutos de su proceder honroso, renunció al trato eno/oso d e la injusta sociedad, y acordó e n t e r r a r s e en vida, en un caserón alzado en arrabal apartado de la hispalense ciudad. Allí las conchas y piedra?*, los fósiles y esqueletos, los ídolos y amuletos, que en América reunió, sumó con los manuscritoi, las monedas y pinturas, las medallas y esculturas, que poco á poco adquirió. J A V I E R LASSO D E L A V E G A 81 El jardín a l e g r e y amplio de la casa que habitaba, cuidadoso fomentaba con asidua actividad, y cultivando s u s flores, su biblioteca y museo, d a b a á las h o r a s empleo, compaña á su s o l e d a d . Y cuando en lúgubre noche rugiendo el t r u e n o p a s a b a , y el granizo r e s o n a b a chocando con el c r i s t a l , a b s o r t o en su estudio Vid van, en alas del pensamiento, s u r c a b a con a r d i m i e n t o la e s f e r a de lo ideal. Así d e Hegel la Idea; de Condillac el S e n s u a l i s m o ; d e Balmes el Cristianismo; la Experiencia d e Bacon; la S u s t a n c i a de Spinoza; d e F i c h t e el Subjetivismo; 6 82 VÍDVAN de C o m p t e el Positivismo, y la Idea de Platón; D e Schopenhauer y Hartmann la Volunta y lo Inconsciente; de Spencer el ascendente progreso y la Evolución; y de K r a u s e la Armonía, y de Kant el Criticismo, y de Leibnitz el Monismo, profundamente estudió. Él de Luys conocía las bellas indagaciones; las provechosas lecciones de Schiff, Delboeuf y Bernaid; todas las obras de Herzen: cuanto Bain y Wundt dijeron, y las ideas que expusieron los Ludwig y Bronw-Sequard. J A V I E R LASSO DE L A V E G A 83 •'•V Y acrisolando el estudio de t a n t a fisiología, la s e d u c t o r a teoría en la experiencia afirmó, y con i n s t r u m e n t o s varios y a d e c u a d o s animales, d e los puntos capitales las v e r d a d e s c o m p r o b ó . Lamarck, Darwin y o t r o s sabios que, con r a r a inteligencia, al h o m b r e dan ascendencia que el h o m b r e tiende á r e h u s a r , motivaron igualmente s u s s e s u d a s reflexiones, y sus grandes sugestiones de c r e e r y d e dudar. Y estudiando a s i d u a m e n t e á Q u a t r e f a g e s , P e r t h e s , Broca, el p é t r e o fósil, la roca, á Bourgeois y á Mortillet, e n c o n t r ó en el polvo escrita esa t r i s t e historia humana, 1 84 VíDVAN en cuyos hechos s e hermuí orgullo con pequenez. Cual la n o c h e en que loimos en su retiro estudiando, y de la vida llorando la incertidumbre y el mal, así otras muchas pasaba ensimismado, ó atento á exquisito experimento de importancia capital. Y finalmente, tenía, con más d e cuarenta años, infinitos desengaños y una inmensa erudición, que no alcanzaba á explicarle por qué afirma el sentimiento; por qué niega el pensamiento; por qué llora el corazón. FIN D E L C A N T O S E G U N D O VÍDVAN CANTO TERCERO i T r e s inviernos han p a s a d o d e s d e que, con vivo afán, r e g r e s ó el seminarista al querido país natal, y dos a ñ o s de la noche en que le oímos llorar la indecisión y las dudas que afligen á n u e s t r a E d a d . Con melancólico a c e n t o , con p e r e z o s o c o m p á s , da las once d e la n o c h e la grandiosa C a t e d r a l , mientras, a b s o r t o en su estudio, Vídvan silencioso e s t á , 88 VÍDVAN a n t e su mesa s e n t a d o , y en su salón sin igual. Deja t o d o s los b a l c o n e s a b i e r t o s de par en par, y por ellos, l i b r e m e n t e , la b r i s a p r i m a v e r a l , s a t u r a d a de fragancias e n t r a con tal suavidad, que no mece una cortina, ni los flecos de un sofá, ni hostiliza los papeles, ni hace la luz oscilar. Vídvan, que insaciable apura de la ciencia el manantial, hoy escudriña celoso por qué, tanto molestar, al hombre, ser tan sociable, le causa la sociedad; por qué razones es ésta, para el osado y brutal, cual corriente favorable, sin tregua, ni tempestad, que conduce sus bajeles á puertos de bienestar, y para el sabio y el b u e n o , como t o r r e n t e fatal y adverso, que neutraliza su esfuerzo para avanzar; y cuando ingenuo protesta de la ceguera social, JAVIER LASSO DE LA VEGA que proclamando justicia, predicando caridad, desconoce la modestia, erige e s t a t u a al p r o c a z , al hipócrita p r o t e g e , y a d o r a al á u r e o metal; cuando r e c o r r e los fastos d e la historia secular y ve, estudiando los tiempos, que siempre la Humanidad desoyó toda advertencia y manchó todo ideal; cuando así d i s c u r r e Vídvan; cuando lo asalta, q u i z á s , el g e n e r o s o d e s e o d e l a n z a r s e á divulgar consoladoras doctrinas d e viril austeridad, d e r e p e n t e , una voz célica, un cántico angelical, lo s u s p e n d e y lo extasía con t a n t a t e n a c i d a d , que aquella mente volcánica súbito empieza á i d e a r , si es la voz de la justicia, la que oye en la inmensidad, conjurándolo á cumplir empresa tan colosal. El cántico sigue: Vídvan mudo, inmoble, á r e s p i r a r 89 VíO !)() VAX s e atreve apenas: encuentra que en aquellas notas va la expresión más genuina, la encarnación musical del sentimiento, que en él inspira la realidad; y aquel noble soñador, aquel espíritu audaz, con deliquios de sibila, con pasión de Jo inmorta), que en arrebato profético quiere el futuro evocar, y á las puertas del pasado mira llorando hacia atrás; antítesis de sí mismo; verdugo de su ideal; instable arena en sentir, y roca en el meditar; resumen de los tormentos de toda la Humanidad, siente un nudo en su garganta y sus párpados llorar, cuando rompe de la noche el silencio sepulcral, aquel patético acento que canta y gime á la par, y dice con Stradella: «¡Pietá, Signore, pietà!» JAVIER LASSO DE LA VEGA C e s a el c a n t o : sale Vídvan de su abstracción maquinal, é impulsado p o r r e b e l d e y ansiosa c u r i o s i d a d , la luz a p a g a y s e a s o m a á un ancho balcón, que dá al huerto á que también miran o t r o s de la vecindad; y, t r a s la copa de un árbol que comienza á r e t o ñ a r , ve frente á frente una c a s a que nadie habitó jamás; a b i e r t o balcón que a t r a e p o r su brillo singular; el interior a p o s e n t o , y en él, mujer ó d e i d a d , que a c o m p a ñ a con un a r p a su cántico c e l e s t i a l ; y tomando unos gemelos escudriña con afán, y ya, perfecto y distinto, mira el compendio e j e m p l a r , el arquetipo animado de la belleza total; la juventud, y la vida; la gracia, y la majestad; el espíritu, y la c a r n e ; lo místico, y lo s e n s u a l ; en cuerpo d e V e n u s griega, bizantina virgen faz; 9i Í)i2 VÍDVAÑ s o b r e h u m a n a concepción e p o p e y a escultural, con b a s e de paganismo y nimbo de c r i s t i a n d a d . Vídvan a p e n a s respira; duda, si s o ñ a n d o está, cuando otra voz más le/ana, con énfasis de llamar, dice «¿Eva?» que r e s p u e s t a monosilábica da, y apaga la luz, dejando la sala en oscuridad; mientras el sabio murmura en expansión natural; «¡Eva!» ¡Hasta el nombre es sublime Eva se debe llamar; ¡Eva! ¡vida! ¡sol! ¡lucero! ¡luz¡ ¡calor! ¡fecundidad! que á su lado será el mundo paraíso terrenal, y ha de ser por su hermosura y soberano ademán, la madre de otro linaje, mejor que la Humanidad. JAVIER LASSO DE LA VEGA II D e tan g r a t a aparición un mes ha p a s a d o ya, y en él a p e n a s si p u e d e Vídvan tranquilo e s t u d i a r . Revuelve su biblioteca, y ni historia n a t u r a l , ni económicas c u e s t i o n e s , ni cronicón secular, ni ciencia especulativa, ni novela mundanal, encadenan su atención, aquella atención t e n a z que o t r o tiempo no t u r b a b a n el t r u e n o , ni el h u r a c á n . Hoy a b r e revista ó libro; lee una página ó más; quedan s u s ojos mirando algún vocablo trivial que pronto se desvanece, 93 94 VÍDVAN y a p a r e c e en su lugar una imagen de mujer, que r e p r o d u c e veraz, con s u s b l a n c a s vestidur; y su n o b l e dignidad, la figura seductora de aquella Eva sin par. Y al verla distintamente, da el corazón vuelco tal, que Vídvan torna de súbiin á la t r i s t e realidad; recomienza la lectura dos páginas más a t r á s ; reconviene mentalmente su extraña fragilidad, y, no pudiendo vencer tentación tan contumaz, s e levanta, y de puntillas, p a r a no oirse quizás, encorvado sin objeto,va al balcón á inspeccionar si la a d o r a b l e vecina visible en el suyo está. Y no la encuentra, y entonces, girando con suavidad, mira en torno, cual si hubiese quien lo pudiera observar, y r e g r e s a á su sillón fingiendo tranquilidad. JAVIER LASSO DE LA VEGA Un mueble, que n u n c a tuvo, ha enriquecido el ajuar d e aquel s e r d e s p r e o c u p a d o , que no s e cuidó jamás d e c o n t e m p l a r su t a l a n t e , ni a c i c a l a r s e la faz. Y hoy, d e l a n t e de un espejo, s e ha detenido á mirar su p e r s o n a , y ha o b s e r v a d o , que el trabajo c o r p o r a l , el cultivo d e su h u e r t o , que á nadie quiso fiar, diariamente practicado, le ha i m p r e s o virilidad, y ha p u e s t o s o b r e mens corpore sano sana, además, d o n d e no s e advierten huellas de su antigua enfermedad. Y con s u s c u a r e n t a largos que guió e x t r i c t a moral, libre d e excesos y vicios, sin más pasión que e s t u d i a r , si no es bello, como Apolo, ni fuerte, como un t i t á n , tampoco p a d e c e a c h a q u e s , ni r e p r e s e n t a su edad. 95 97 JAVIER LASSO DE LA VEGA III El sabio a u s t e r o y sombrío Descuidó s u s aficiones; Tuvo insomnios, d i s t r a c c i o n e s , Sintió a n t e el libro desvío; Mas en medio de e s t e hastío, D e s c e n d i ó de su abstracción, P r e s t ó al mundo la atención A la realidad debida, Y e x p e r i m e n t ó su vida Visible t r a n s f o r m a c i ó n . T a n extraña inconsecuencia No s e ocultó á su t a l e n t o , Q u e desenvolviendo a t e n t o Los pliegues de su conciencia, D e s c u b r i ó p r o n t o la influencia 7 98 VÍDVAN Que t r a s t o r n a b a su estado; No lo hubiera sospechado, Ni le encajaba en la mente; Mas era verdad patente Q u e s e hallaba enamorado. La irresistible atracción Q u e vibra en el mineral, Florece en el vegetal, Palpita en el corazón, Y preside en la Creación A cuanto alienta y germinu, Con su calor peregrina Y su p o t e n t e latido, En el pecho sorprendido Del filósofo domina. Cumplir los cuarenta afos; Conocer sólo rigores D e la desgracia, dolores, Proscripción y desengaños; Los cien tormentos extraños Q u e el sabio en su afán padece; S o s t e n e r que nada ofrece JAVIER LASSO DE LA VEGA D e bello ni amable el mundo, Y ver sólo, gemebundo, Lo que s e queja y p e r e c e ; Fortificar la c r e e n c i a En tan fatal sufrimiento, B u s c á n d o l e fundamento En principios de la ciencia; C i r c u n s c r i b i r la existencia, S u m i d o en la soledad, A s o n d a r la intensidad D e e s t a ley a d v e r s a y dura, Que, i n e x o r a b l e , t o r t u r a A la p o b r e Humanidad, Y d e s c u b r i r , de r e p e n t e , E n f r e n t e de su balcón, Virginal aparición Q u e t a n t o s males desmiente, Bosquejando f r a n c a m e n t e V e n t u r o s o s ideales, Son cambios tan radicales, Q u e parecen traslación 99 100 VÍDVAN D e e s t e mundo á una manan D e regiones c e l e s t i a l e s . L a s potencias embotadaD e Vídvan indiferente Despertaron briosamente P o r el amor conjuradas, Y las fuerzas c o n c e n t r a d a s Del juicio y la razón, Toda la enérgica acción De que el pensador dispuso, Todo al servicio se puso D e la creciente pasión. No es precisa cualidad D e los seres animados, Filosofar preocupados P o r la ciencia y la verdad: Ni aun toda la Humanidad Comprende esta aspiración; P e r o es fatal condición, Por todo el mundo esparcida, JAVIER LASSO DE LA VEGA Dar á nuevos s e r e s vida Con grata fecundación. Así, si la especie humana No tuviera más talento Q u e el de b u s c a r el s u s t e n t o C o m o la hormiga ó la rana, V o r a z , fecunda y liviana, Centurias perduraría; Mas, si r a r a anomalía S u s ó r g a n o s pervirtiera, Y el amor d e s p a r e c i e r a . . . , La Humanidad moriría. P o r e s o , en el pecho ansioso Del filósofo aplicado, Q u e d ó p r o n t o avasallado El sentimiento estudioso, Que, a n t e el amor imperioso, P o s t e r g a d o sucumbió; P o r q u e el h o m b r e no nació P a r a e s t u d i a r y escribir; ÍÓÍ 102 VÍDVAN Sin ciencia, p u e d e vivir; P e r o sin a m o r e s , n ó . Aquel p e n s a d o r e x p e r t o , Q u e esforzado acometía D e a b s t r u s a filosofía El problema más incierto, T r a s el balcón e n t r e a b i e r t o Atisbaba, para ver, A hurtadillas, la mujer, Q u e , al par que violento amor, Inspirábale un temor, Imposible de vencer. Y mientras más la veía, Y sus cantos escuchaba, Y sus gracias admiraba, Más su entusiasmo crecía: Más el sabio enloquecía, P o r su pasión exaltado, P o r su temor refrenado, P r e s a de angustia indecible, JAVIER LASSO DE LA VEGA D e un afán indefinible Jamás experimentado. P r e c i s o fué que el a z a r , C o n d i s c r e t a intervención, P r o p o r c i o n a s e ocasión De saludarse y hablar, P a r a el silencio a h u y e n t a r , Y vencer la timidez D e Vídvan, que cada vez, M á s encogido y t u r b a d o , Hubiera la vida d a d o P o r sentir i n t r e p i d e z . C i e r t a mañana, impaciente, E s c o n d i d o en su a p o s e n t o , E x p i a b a el movimiento D e los b a l c o n e s de enfrente, C u a n d o d e uno, de r e p e n t e , P a r t e un grito de s o r p r e s a ; V e un canario que a t r a v i e s a El balcón por d o n d e huía; 104 VlDVAX Y á Eva que p r e t e n d í a Hacer del prófugo p r e s a . El canario, emancipado D e su jaula y d e su d u e ñ a . S o b r e la copa risueña D e una magnolia p o s a d o , Trinaba cantando osado S u antigua cautividad, Y con cínica crueldad, F r e n t e á Eva que l l o r a b a , Irreverente entonaba Un himno á la l i b e r t a d . Con impulso irreflexivo Vídvan también s e a s o m ó . Y bien p r o n t o comprendió La audacia del fugitivo; P e r o , p r e v i s o r y activo, En sus balcones expuso, Nó sin a l a r d e profuso, Las jaulas de sus canarios, JAVIER LASSO DE LA VEGA P o r si sus a r p e g i o s varios Atrajeran al r e c l u s o . Eva, viendo la intención D e aquella solicitud, Henchida de gratitud, Miraba la o p e r a c i ó n , Y c a n d o r o s a oración Mentalmente murmuraba, P o r cuyo influjo e s p e r a b a R e g r e s a s e á su r e g a z o , Aquel querido p e d a z o , Del corazón, que volaba. P e r o p a s a b a n las horas, Y el canario revoltoso, C o n su vuelo veleidoso, Y sus frases s e d u c t o r a s , Y sus e n d e c h a s c a n o r a s , A l b o r o t a b a el jardín, Y del naranjo al jazmín, D e la magnolia á la palma, 10J 106 VÍDVAÑ Ni daba á su cuerpo calma, Ni á la ansiedad de Eva fin. Eva y Vídvan dominados P o r la misma aspiración, Con ansiosa expectación Contemplábanse callados; Mas los ojos extasiados Del sabio perpetuaban Las miradas, y lanzaban Vivos destellos de amor, Q u e con visible rubor Los de la niña esquivaban. No gorjea el ruiseñor, Ni el aura leda suspira, Ni emite sones la lira, Ni cantos el trovador, Con eco más seductor Q u e el de Eva repentino, Cuando vio al pájaro indino En los aires levantarse, JAVIER LASSO DE LA VEGA Y, d e r e c h o , ir á p o s a r s e A un balcón d e su vecino. É s t e , que ansioso a g u a r d a b a La v e n t u r o s a ocasión D e c o n s u m a r la prisión C o n cuyo premio s o ñ a b a , A p e n a s , como a n h e l a b a , El agua el c a n a r i o vio Y para bebería entró H a s t a un rincón a p a r t a d o , C e r r ó el balcón y a p r e s a d o El i n s u r g e n t e q u e d ó . P o c o d e s p u é s , devolvía Vídvan mismo, t e m b l o r o s o , Al bendito r e v o l t o s o Q u e en linda jaula volvía; Y Eva, trémula, acogía Al liviano c a l a v e r a Q u e , i n o c e n t e m e n t e , fuera La novelesca ocasión 10? 108 VíDVAX D e aquella presentación Tan natural y s i n c e r a . El sabio no consiguió Dormir en t o d a la noche. ¡Cuan a b u n d o s o d e r r o c h e D e ilusiones concibió! ¡Cómo, admirado, evocó La sencilla ingenuidad, La modesta dignidad, La h e r m o s u r a refinada Y la expresión r e p o s a d a D e aquella r a r a beldad! T a m b i é n el s u e ñ o t u r b ó D e la dama el personaje, C u y o furtivo espionaje D e s d e un principio o b s e r v ó ¡Con qué gusto recibió Un clavel rojo, enviado P a r a adornar su tocado, Y un ramo agreste y sencillo JAVIER LASSO DE LA VEGA D e j a r a m a g o amarillo, Al canario destinado! C o n b r e v e p a s o ligero F u é al balcón aquella hurí, P a r a dar gracias por sí Y á n o m b r e del p r i s i o n e r o , Al galante c a b a l l e r o , Q u e , firme al pie del balcón, Aprovechó la ocasión P a r a h a b l a r de aves y t i e s t o s , Improvisados p r e t e x t o s D e larga c o n v e r s a c i ó n . A la o t r a t a r d e también La m a d r e d e Eva a s o m ó s e , Y en familia d i s c u r r i ó s e A c e r c a del mal y el bien; Y Eva s e dio el p a r a b i é n Al ver, llena de c o n t e n t o , Q u e al nuevo conocimiento Distinguían, la instrucción, 109 110 VÍDVAN La más c o r t é s atención, La modestia y el t a l e n t o . R á p i d o el tiempo corría Y, á diario, la pareja Al t r a v é s d e antigua reja Q u e s o b r e el jardín caía, D e música y d e poesía, D e flores y d e pintura, D e amena literatura S e ocupaba extensamente, Admirando mutuamente La s e n s a t e z y c o r d u r a . S u c e s i v a s conferencias P r o n t o dieron ocasión P a r a hablar de religión, De doctrinas y creencias; Y Eva, al s a c a r consecue; •.-, Dedujo el excepticismo, Q u e en medio de su idealiv>, D o m i n a b a al desdichado, J A V I E R LASSO D E L A V E G A Q u e , por la ciencia exaltado, D u d a b a hasta de sí mismo. Vídvan, fogoso p o e t a , Unos v e r s o s escribió, Q u e á la doncella leyó Con clara intención discreta; Y fué su dicha completa C u a n d o é s t a dijo al momento, Q u e el mayor merecimiento P o s i b l e en la Humanidad, La más alta cualidad Del varón, era el t a l e n t o . ¡Oh a l e n t a d o r a r e s p u e s t a ! P o r ella Vídvan proclama Q u e su a u t o r a e r a una dama, P o r s u s anhelos, modesta; P o r sus instintos, honesta; P o r su instrucción, proverbial; P o r su alma, angelical; P o r su bondad, virtuosa; 111 112 VID VAX P o r su hermosura, una diosa, Y por todo, su ideal. Y s e amaron locamente, Y su amor se confesaron, Y á su pasión se entregaron Con entusiasmo creciente. La madre de Eva, indulgente, Accedió á los ruegos de él, Y aun brindó casa y verjel Q u e en Castilblanco tenía, En la cual transcurriría La hermosa luna d e miel. ¡Qué extraña felicidad Al filósofo inundaba Cuando, a b s o r t o , contemphba, D e su adorada deidad, La impoluta idealidad, La inmaculada intención, La suprema perfección D e aquel ser, que canta y reza, JAVIER LASSO DE LA VEGA 113 T o d o c a n d o r y pureza Y mística inclinación! ¡ Q u é cambio tan radical En la vida s e produjo D e Vídvan, bajo el influjo' D e su pasión capital! No hay ya principio esencial, Ni estudio que le conmueva; Ninguna ciencia renueva S u anhelo de p e n s a d o r ; ¡No hay más ciencia que el amor, Ni más lógica que Eva! Q u e cambian las convicciones, Y el a r g u m e n t o flaquea, Y s e t r a n s f o r m a la idea, Y surgen s u p e r s t i c i o n e s , Si cambian las afecciones; Q u e en el h o m b r e la razón P o c o puede; el c o r a z ó n E s el que piensa y quien manda, 8 VÍDVAN 114 Y, según su a r b i t r i o , anda La tornátil reflexión. Eva y Vídvan s e casaron Y sin demora subieron Al coche d o n d e partieron Al edén que les b r i n d a r o n . ¡Con qué gozo saludaron La a u r o r a del nuevo día, Q u e con su fulgor b a r r í a La n u b e de fatalismo Y el fúnebre pesimismo Q u e á Vídvan entristecía! JAVIER LASSO DE LA VEGA IV E s la s e r e n a celestial mañana D e uno de aquellos a z u l a d o s días, Q u e brillan sólo en los elíseos valles D e la a r d i e n t e y feraz Andalucía. P o r la s i e r r a gentil de C a s t i l b l a n c o , P o r s u s c e r r o s , c a ñ a d a s y colinas, D e s c i e n d e virginal la P r i m a v e r a , Calor radiando, y difundiendo vida, Y á su p a s o , s e alfombran los s e n d e r o s ; L a s p r a d e r a s , de c é s p e d s e tapizan; S e revisten de ricas e s m e r a l d a s Los b r o t e s de las druídicas encinas; Los graves t r o n c o s d e los viejos r o b l e s C o n m u é r d a g o s e v e r o s s e atavían; Adornan los p o r t a l e s d e las g r u t a s Cortinajes de rojas campanillas; P e n d e n allá de inaccesibles nidos C o l g a d u r a s de y e d r a y minutisas, Y por ver á deidad tan hechicera, 115 VÍDVAN 116 Los dormidos retoños se e^pab'üan; S e yerguen los curiosos mirasoles; Los infantiles vastagos se empinan; S e elevan en la margen del arroyo Los juncos que recaman sus orillas; A los esbeltos talles de las palmas Las madreselvas trepan atrevidas, Y la ven desfilar majestuosa) Al frente d e gallarda comitiva Donde figuran, trébol venturoso, Tiernos narcisos, á s p e r a s ortigas, F r a g a n t e resedá, silvestre espliego, Cortejo de elegantes marguritas, Legiones de coquetas amapolas, Muchedumbre de rústicas espigas, Y cupidillos, sílfides y gnomos, Q u e susurran, requiebran y suspiran. ¡Cuál se animan y bullen á su influjo, Tímidos ciervos, tórtolas esquivas, P a r d o s reptiles, ágiles ovejas, Moscas doradas, zánganas avispas, Z o r r o s astutos, candidos corderos, Verdes orugas, sórdidas hormigas, Giróvagas fluctuantes mariposas, Africanas viajeras golondrinas, Cigüeñas que en los aires se adormecen, JAVIER LASSO DE LA VEGA Leves abejas que z u m b a n d o liban, Y sutiles a r a ñ a s , cuya s e d a , C o m o un rayo de luz, flota en la brisa! C u a n d o sale d e u m b r o s a s e s p e s u r a s El a u r a saludable y odorífera, Y jugando t r a v i e s a con el céfiro P o r l a d e r a s y faldas s e deslizan, C o n los murmurios que recogen, forman C o n c i e r t o epitalàmico en que vibran T i e r n o s reclamos, élitros s i l b a n t e s , Dulces balidos, plumas que s e e r i z a n , Blando arrullar, convulsos a l e t e o s , B e s o s c a n o r o s , íntimas caricias, T o d o el himno nupcial con que N a t u r a Ama, corteja, enlaza y multiplica, Y al a b r a z a r s e P r i m a v e r a y E r o s , F a u n a y flora propagan y e t e r n i z a n . Y es cada gruta, camarín de a m o r e s ; Y e s c a d a rama, tálamo que o s c i l a ; C a d a p é t a l o , lúbrica b a c a n t e ; C a d a corola, un fauno que s u s p i r a ; C a d a queja, una virgen desflorada; 117 118 VÍDVAN* C a d a trino, una Aspasia conseguida; C a d a roce, F r i n é que se desnuda, Ó Faón que venció Safo lasciva; Y es paraíso erótico la s i e r r a , Poblado de insaciables Mesalinas; Saturnal de las fuerzas n a t u r a l e s ; Desenfrenada incestuosa orgía, Donde sin casta honestidad estéril, Al conjuro de leyes infinitas, Aves, insectos, plantas, y reptiles, Olas de polen fecundante ansian, P o r los rayos de Apolo enardecidos, Y embriagados por Venus Afrodita. JAVIER LASSO DE LA VEGA V O n d u l a en tan risueño p a n o r a m a S i n u o s a c a r r e t e r a de Sevilla, Y en ella una anticuada diligencia, Q u e c o r r e t o r p e m e n t e , s e divisa. No m u e s t r a al exterior más pasajero Q u e el mayoral anciano que la guía, Y va, en el interior, sólo ocupada L a reducida clásica b e r l i n a , D o n d e ya, su ideal casi t o c a n d o , V e n t u r o s o s s e acercan Eva y Vídvan Á la c a m p e s t r e próxima m o r a d a , T e m p l o y refugio d e su inmensa dicha. ¡Con qué gusto contemplan el paisaje Q u e s e cambia versátil á su vista, P e r o s i e m p r e cuajado de v e r d o r e s , 119 120 VÍDVAN Y d e corolas blancas y poemas, Q u e la a r t í s t i c a luz del finA\etvto Con irisado resp/ancíor ma(i/;i> ¡Con qué júbilo absorben las esencias D e la atmósfera e t é r e a y cristalina, Q u e difunde en el pecho y las entrañas Un aroma vital que vigoriza, Balsámicas fragancias que enardecen, Y un hálito sensual que vivifica....! ¡Con qué anhelo vibraban id unísono D e la feraz naturaleza tibia, Q u e en su cálido seno rumoroso Con pomposa expansión los envolvía...! ¡Cuánto gozo en aquellos corazones! ¡Con qué fruición consideraba Vídvan, La primorosa perspectiva ambiente; El derroche de luz que la encendía; La transparencia diáfana del cielo; La hermosura de Eva peregrina; Los goces del amor desconocidos; Los felices ensueños que realiza; La Creación cooperando á su v e n t u r a . . . ! ¡Qué pronto su fogosa fantasía S e remontó, entreviendo en lontananza, Lisonjeras ficciones optimista;; Armoniosas escenas conyugales; JAVIER LASSO DE LA VEGA 121 Delicias del hogar; s a n t a familia; Fructífera labor; vejez s e r e n a ; M u e r t e ejemplar; memoria b e n d e c i d a . . . ! Y p e n s ó que el dolor no e r a p e r e n n e ; Ni implacables el mal y la injusticia; Ni el humano linaje tan p e r v e r s o ; Ni tan honda y p e r p e t u a su desdicha, Y abominó su n e g r o pesimismo; Tildó d e calumniosas sus t e o r í a s ; Levantó h a s t a los cielos su mirada D e fervorosa gratitud henchida, Y bendijo á la ignota Providencia Q u e un porvenir c o m p e n s a d o r le a b r í a ; Y al salir de su extático e m b e l e s o , Vio á su novia tan c e r c a , y tan guapísima, Q u e , p o r t r a n s p o r t e súbito e x a l t a d o , P i s ó , al fin, los u m b r a l e s d e la dicha, D a n d o á Eva el primer b e s o a m o r o s o Q u e la c a s t a doncella recibía. Y á la par, s e detuvo el c a r r u a j e . A b a l a n z ó s e al ventanillo Vídvan, Y vio un grupo d e h o m b r e s á caballo, Q u e a n t e el coche, á su paso s e oponían, M i e n t r a s otro g i n e t e , hacia el c o c h e r o , C o n altivo ademán s e dirigía. ¡Con qué h o r r o r comprendió q u e aquella g e n t e VíDVAPí 122 D e bandoleros era una cuadrilla, Y sintió que sus ojos se nublaban, Considerando situación tan crítica, En que era infructuosa toda lucha, Toda temeridad y bizarría...! Y de cólera y rabia exasperado, La demudada faz trémula y lívida, Asomó, y al más próximo j i n e t e , —¿Quién es?—le preguntó riego de ira. —¡Sabio Doctor!—clamó el interpelado Con benévola y plácida sonrisa, — ¿No me conoce?—y de estupor atónito, —Adiós ¡caro Luzbel!—contestó Vídvan, Alargando la mano al foragido, Q u e inclinado en lo alto de la silla, La estrechó distraído, escudriñando Si alguna otra persona en la berlina Iba junto al Doctor, que inútilmente Con su cuerpo ocultarla pretendía. —¿Me recuerdas, Luzbel? —¡Pues ya lo creo! Hay p e r s o n a s , Doctor, que no se olvidan; Y usted por estos campos, ú esta hora, ¿A dónde bueno, amigo, se encamina? —No voy muy lejos. —Lo que no va es solo; ¡Qué modo de viajar! ¡qué compañía! Dígale que se apee, y la veremos. —Es mi mujer. —Mujer ó concubina, JAVIER LASSO DE LA VEGA Ni el propio rey de E s p a ñ a se p a s e a C o n una h e m b r a tan graciosa y linda. En e s t o s vericuetos, donde sólo Mi real voluntad manda y domina, No vemos más que l o b o s , y gitanos, A r r i e r o s , y chusma p a r e c i d a ; P e r o j a m á s t o p a m o s con mujeres, Y m e n o s , tan lozanas y b o n i t a s . —Nos i n t e r e s a c a m i n a r . . . —Comprendo... C o m p r e n d o bien tan a p r e m i a n t e p r i s a ; Mas a n t e s d e seguir, D o c t o r querido, E s forzoso que explique á mi partida, P o r qué el r e y de e s t o s c a m p o s lo p e r d o n a Y ni caudal, ni libertad, le quita. —Y el capitán contó á s u s c o m p a ñ e r o s C ó m o la vida, y la salud debía, Y dinero y consejos, á aquel h o m b r e , Q u e fué su salvador en las A n t i l l a s . Ya más t r a n q u i l o Vídvan e s c u c h a b a , C u a n d o L u z b e l , al t e r m i n a r , decía: —Á cambio d e exención tan g e n e r o s a , Q u e á mis amigos de sus gajes priva, Yo pido únicamente que e s t a joven, Á mi leal renuncia agradecida, M e deje dar, como r e c u e r d o , un b e s o 123 124 VíDVAN En e s o s labios de color douinda. —¡Piensa L u z b e l ! . . . — Ya píemo en lo sabroso Que ha de ser ese aliento de ambrosía... —Óyeme, ingrato; acabo de casarme... —¡Oh, qué encanto, Doctor! ¡Oh, qué noticia! Nació usted para ser mi providencia; Me dá vida; salud; mujer bonita... —Y ¿de ese modo pagas?... Y no cedo; Ya tu cachaza mi impaciencia aviva. —Te prometo... —Desprecio tus ofertas. —¡Es mi mujer! —Pues pronto será mía. —Y mandando á los suyos: —Pronto—dijo, —Llevad el coche junto á aquella encina, Y bajad á ese hombre y amarradlo. —Sonó un tiro; otro más; otro en seguida: Veloz desarmó á Vídvan la canalla, Y riendo su mala puntería, Comentando amenazas y promesas, Con violencia brutal y mofa cínica, A un viejo áspero tronco endurecido Con t e r e b r a n t e compresión lo ligan. Eva salta del coche; hacia HU esposo Con angustiada faz se precipita; Luzbel con firme abrazo la detiene; Ruge impotente exasperado Vídvan; Eva pierde el sentido; ante su novio, JAVIER LASSO DE LA VEGA 125 S o b r e el c é s p e d , Luzbel la deposita, Y á los suyos d e s p i d e . —Te perdono T a n t r a i d o r a y c o b a r d e alevosía; H a s querido matarme;—y s o n r i e n d o S a r c à s t i c o añadió:—también la vida T ú á mí me d e b e s : con que en paz e s t a m o s . ¡Ya acudo á r e a n i m a r t e , bella niña! — S o y muy rico L u z b e l . . . y mi fortuna... —No alcanza á c o m p e n s a r e s t a delicia. —Pues mátame. —También g o z a r á s v i e n d o . . . —¡Miserable! ¡Villano! ¿Así, á mi vista...? — ¡Qué e n c u e n t r o tan feliz! ¡ Q u é gran mañana! —Mátame ¡infame! ¡mátame d e p r i s a . . . ! — P r i m e r o vas á ver cómo e s t a diosa Del cambio de varón s e regocija.— Y Luzbel, despojado de su traje, Lució s u s miembros de nervudo escita; S u varonil belleza que envidiaran Los v e n c e d o r e s de la fiesta olímpica; S e arrodilló a n t e Eva que, i n s e n s i b l e , En desmayo letárgico yacía, Y, con el filo del puñal hendiendo T e l a s y encajes y e n l a z a d a s c i n t a s , D e s c u b r i ó aquellas curvas t e n t a d o r a s , VÍDVAN Aquella hermosa estatua alabastrina, Y cayó s o b r e ella, como cae El h a m b r i e n t o chacal s o b r e su víctima. Volvió Eva en sí: de espanto horrorizada Rechazó la salvaje acometida, Y l a n z ó un alarido penetrante Q u e hizo crujir el corazón de Vídvan. — No quiero h a c e r t e mal ¡gloria del alma! — Murmuraba Luzbel;—¡estrella mía! No soy un criminal: soy un amante Q u e sólo quiere ver correspondida La pasión que tu mágica hermosura En lo profundo de mi ser infiltra. Si fuese el mismo Dios, el Mundo diera P o r un abrazo tuyo; nó resistas; Si t e obstinas lo mato;—y así hablando, El brazo extiende, la pistola enfila Hacia Vídvan; dispara, y no lo hiere. Eva queda otra vez desvanecida, Y e n t r e t a n t o Luzbel de gozo aulla; Los blancos dientes, de placer rechina, Y convulso, frenético, crispado, Ronca y muerde, y agítase y suspira. ¡ C u á n t a viril pujanza reblada P o r virginales opimas printas! ¡Con q u é b á r b a r o i m p e r a v a s a l l a n t e J A V I E R LASSO D E LA VEGA Deflagraba el amor que multiplica, Q u e p e r p e t ú a de la e s t i r p e humana La secular selecta dinastía, Y los s e n t i d o s enloquece, y b o r r a T o d a noción de lástima y justicia! Aquél era el triunfo de la c a r n e ; Del v i e n t r e , que deleita y fecundiza, S o b r e la frente, que medita y llora; C ó p u l a al a i r e libre; primitiva; G o z a d a s o b r e lecho de violetas; P o r los r a y o s del sol favorecida; P o r selección sexual legitimada; P o r la victoria del más fuerte, lícita; P a r a el bien de la raza, ventajosa; P o r la Creación e n t e r a protegida; C i r c u n d a d a de vivos r e s p l a n d o r e s Q u e no s a b e a p r e c i a r n u e s t r a pupila; A p o t e o s i s del amor humano; Ni grupo más gallardo esculpió Fidias, Ni el P a r a í s o vio en s u s e n r a m a d a s Conjunción más armónica y prolífica. A b a r c a n d o embriagado aquel t e s o r o Q u e e n t r e s u s b r a z o s codicioso admira; D e s c a n s a n d o endiosado s o b r e t a n t a R o s a d a r e d o n d e z provocativa Á la que d e b e , aunque por fuerza s e a , 127 128 VÍDVAN El placer más intenso de su vida, Luzbel, por la belleza subyugado; Reconocido á tan inmensa dicha; Ansiando disfrutarla eternamente; Viendo aquella garganta nacarina; Aquellos rojos labios entreabiertos; Aquel t u r g e n t e seno que pulpita; Aquel cálido aliento perfumado; Aquella resistencia inofensiva; Aquella honestidad tan inocente, Con toda la vehemencia que le inspira La pasión natural, real, humana, En tan suprema intimidad nacida, Convirtió el a r r e b a t o impetuoso En galantes lisonjas exquisitas; E n mimosas endechas delicadas; Suplicantes querellas persuasivas; F e r v o r o s o rendido vasallaje; Regaladas satánicas caricia Y la voz del mancebo enamorado F u é un himno que solloza y solicita; S e r e n a t a de lánguidos suspiros Q u e á las entrañas, halagüeños, iban Y en ellas, con deliquio inenarrable, Voluptuoso incendio difundían. Con los ojos cerrados; en las carnes, Cual cilicios, las cuerdas embutidas; JAVIER LASSO DE LA VEGA 129 Encajadas por n é r v e a c o n t r a c t u r a Las r e c h i n a n t e s rígidas .mandíbulas, Vídvan d e s p e d a z á n d o s e en su p o t r o , — T o d o s t r a s é s t e ; — p a r a sí decía. —¡Y lo salvé yo mismo! p o r q u e soy D e e s t e Caín ¡la Providencia inicua! —Y al e n t r e a b r i r , sin voluntad, los p á r p a d o s P e r c i b i e r o n sus ávidas pupilas, D e Luzbel las atléticas e s p a l d a s , Y de Eva la forma curvilínea, Nunca vista, c e r c a n a , e x u b e r a n t e , En i n c i t a n t e morbidez tan rica, Q u e la b e s ó con los a v a r o s ojos, Y en mitad de sus celos y su ira, P o r cima de su afrenta y de su ultraje, Sintió que de pasión s e estremecía; Q u e su c a r n e , lasciva, se inflamaba, C o r r o b o r a n d o la aserción maligna, El anuncio insultante del bandido, Q u e b o c h o r n o s a m e n t e s e cumplía. —¡Si así mi sexo, sin rubor, r e s p o n d e ! ¡Si así mi instinto de varón s e anima! ¡Si a n t e la h e m b r a mi razón s e anula Y mi p u n z a n t e oprobio, s e disipa....! ¿ C ó m o h a b r á n respondido e s a s e n t r a ñ a s A la misión más alta d e su vida! ¿Quién duda? A n t e el objeto apetecido, Los d i e n t e s del famélico ¡mastican! En el raudal, ¡embriágase el sediento! A n t e el aire, el axfítico ¡respira....! 9 130 VÍDVAN —Y percibió un lamento femenino, Queja apagada, suplicante, equívoca, Y exclamó retorciéndose impotente; —¡Voluntad! ¡libertad! ¡todo es mentira! ¡No hay más que el mecanismo irresponsable! ¡La función material preestablecida! ¡Constancia! ¡gratitud! ¡alma! ¡heroísmo! ¡Virtud! ¡abnegación! ¡todo es mentira! — Y la rotunda negación escéptica Desatentado y loco repetía, Golpeando al compás el duro tronco Con la noble cabeza convulsiva, Q u e inclinó ensangrentada y sin sentido, ¡Por tan brutal tormento encanecida! Un silbido estridente y prolongado Alarmante sonó: se oyó enseguida Una detonación: otra más cerca, Y, con faz t e m e r o s a é intranquila, Llegó un amigo hasta Luzbel clamando; —¡No hay más remedio que emprender la huida! —¿Qué quieres? — Q u e nos cercan ¡y nos matan! —Y ¿quién deja esta prenda tan divina? — ¡Que vienen! J A V I E R LASSO D E L A V E G A 131 —Me la llevo. —No es preciso. —¡Como el vivir! —Ya estamos en la pista; Volveremos á hallarla. —Pero... —¡Huyamos, Q u e nos ven y á mansalva nos fusilan! — Y en t a n t o , al C a p i t á n , el b a n d o l e r o , Bien ó mal, en sus r o p a s envolvía, Y con hercúleos b r a z o s lo elevaba S o b r e el caballo.—¡Adiós, bella odalisca! L a e s p e r a n z a de v e r t e me s o s t i e n e . . . — ¡Capitán...! —¡Te hallaré! —¡Que nos fusilan!— Y p a r t i e r o n , en t a n t o que los t i r o s , M á s inmediatos cada vez s e oían, R e p e t i d o s con lúgubre concento P o r las faldas y cúspides vecinas. T i e m p o d e s p u é s , s a n g r i e n t a y congojosa, Las d e s g a r r a d a s r o p a s mal ceñidas, Eva llegaba á Vídvan, e x t r a ñ a n d o Q u e aquel viejo canoso fuese Vídvan. VÍDVAN 132 C o r t ó con un puñal las ligaduras Q u e en pie al débil esposo retenían, Y lo sostuvo con viril esfuerzo, Llamándolo anhelante y afligida. A la insistente invocación sonora, Abrió los ojos ofuscado Vídvan; Vio á Eva destrenzada, cunl bacante Q u e desgreñó el desorden de la orgía; Alejóse dos pasos, cual si huyese D e reptil que repugna y contamina, Y, con tonante acento apocalíptico, Imponente gritó: —¡Hembra maldita! ¡Incubadora vil! ¡Matriz sin alma! ¡Cuánto has gozado al recoger, lasciva, El germen de rameras y bandidos Q u e en tu lúbrico seno fructifica! Ya lo amas más que á tí; más que á tu madre, Y, ¡cuánto más que al desdichado Vídvan! ¡Ay! si tú fueses la mujer primera, Yo, sediento de bien y de justicia, Oponiéndome á Dios, ¡de tus entrañas La Humanidad naciente arrancaría! — Al escuchar la )mputact<\ Wcxewda, Eva cayó aterrada de rodillas, Quizás por la calumnia anonadada, P o r la verdad, acaso, confundida; J A V I E R LASSO DE L A V E G A Mientras él, con sollozos que parecen E s t e r t o r o s a s quejas de agonía D e t a n t a s ilusiones m a l t r a t a d a s , Y de t a n t a bondad desconocida, A lo más e s c a b r o s o de la s i e r r a , Como un Dios condenado s e encamina; C o m o un sabio profeta desmentido Q u e avergonzado y mudo s e r e t i r a ; Cual alma p u r a que del c u e r p o h u y e s e P o r la bestial materia escarnecida, ¡Dejando sólo con el b a r r o imbécil Á la g r o s e r a Humanidad indigna!... FIN D E L C A N T O T E R C E R O 133 VÍDVAN CANTO CUARTO i C á r d e n a n u b e oculta el firmamento; C r e s p ó n d e b r u m a el h o r i z o n t e c i e r r a , Y o s t e n t a n d o implacable e n s a ñ a m i e n t o , T e r r i b l e t e m p e s t a d b a t e la s i e r r a . En las lejanas cumbres s e amontonan D e n s a s m a s a s de l ó b r e g o s v a p o r e s , Q u e cual g r a d a s gigantes s e escalonan; Sus senos terroríficos detonan, F u l g u r a n d o siniestros r e s p l a n d o r e s Q u e universal devastación p r e g o n a n , Y algún pico eminente s e d e r r u m b a Y p o r la cuenca rueda r e b o t a n d o , 138 VíDVAN Fragor altisonante levantando Q u e en las cavernas cóncavas retumba. P o r el estruendo atroz sobrecogida, Y por la luz del rayo deslumhrada, Dispersa c o r r e en divergente huida, D e espantados lobeznos la manada; Gacha la oreja, el paso impetuoso, Sin tino en la pendiente resbalando, Busca ofuscado su guarida el oso, Á la azorada presa renunciando, Y hasta las mismas nubes remontada, Apresura su vuelo silencioso A g o r e r a y fatídica bandada. No azota et aguacero /ax-^hsx^ Ni se arroja al azar por las vertientes; Ni transforma arroyuelos en t o r r e n t e s ; Ni inunda s u b t e r r á n e a s madrigueras. No zumba el vendaval en los jarales; Ni silba en las marmóreas hendiduras; Ni desarraiga secos matorrales; JAVIER LASSO DE LA VEGA Ni triunfante los s u b e á las a l t u r a s T r a z a n d o polvorientas e s p i r a l e s . Hay s o r d a calma lúgubre y s o m b r í a En aquella t o r m e n t a i n c a n d e s c e n t e Q u e ni ventisca, ni granizo enfría. La i r r e s p i r a b l e atmósfera caliente Letal b o c h o r n o del Simoun semeja, Q u e baja al precipicio o s a d a m e n t e , Y el leve charco que el azul refleja, Y el amarillo liquen i n d i g e n t e , Y el t e n u e musgo, d e s e c a d o s d e j a . L a n z a n d o sofocantes r a d i a c i o n e s Vahean las graníticas m o n t a ñ a s , Cual h o r n o s de ciclópeas fundiciones D o n d e hirviesen los h i e r r o s y c a r b o n e s Q u e encierran s u s metálicas e n t r a ñ a s ; Y es t o d o en la i m p o n e n t e c o r d i l l e r a , Aridez y calor e c u a t o r i a l e s ; T r u e n o que a t u r d e ; rayo que incinera; Calcinados y ardientes escoriales; Relámpago que en ellos r e v e r b e r a , Y vislumbre d e e s c e n a s i n f e r n a l e s . 139 JAVIER LASSO DE LA VEGA II Cual titán, de su cárcel e s c a p a d o , Q u e , belicoso, explora el h o r i z o n t e : C o m o r e b e l d e Sísifo c a n s a d o , Ó enigmático símbolo plantado S o b r e el a b r u p t o pedestal del monte, N e g r o d e s t a c a en e s c a r p a d a c u m b r e El c o n t o r n o viril de una figura, Q u e toca de los cielos la t e c h u m b r e ; C u y o s r a s g o s la niebla d e s v a n e c e Y la larga distancia transfigura, Y, fantástica y h ó r r i d a , p a r e c e El cínico S a t á n , que ávido e s p e r a El ocaso d e aquel t r e m e n d o día En que al A v e r n o , p o r falaz é impía, Irá t r a s él la Humanidad e n t e r a . 141 142 VÍDVAN Aquel ser estrambótico, sentado S o b r e la peña inaccesible y dura, Q u e levanta sus puños, irritado, Con violenta y nerviosa crispatura; Aquel hombre que gime y desespera, Mesa sus canas, y blasfema, y jura, Mientras su frente despejada y pura, Ya se yergue a r r o g a n t e y altanera, Ya se inclina con trágica tristura, E s Vídvan, el filósofo errabundo Nacido sin hogar, padres, ni nombre, Q u e en pos de la verdad renunció al mundo, Y alucinado por amor profundo, Dejó la ciencia p a r a hacerse hombre. ¡Cuan merecida compasión provoca S u histérico sollozo, entrecortado P o r carcajada convulsiva y loca, Escupida de aquella amarga boca Q u e jamás de dulzura ha disfrutado, Ni cantó en crapulosas bacanales, Ni embriagantes esencias ha bebido, Ni libó morbideces virginales, Ni tranquila, siquiera, ha sonreído! JAVIER LASSO DE LA VEGA E n c a r a m a d o en la empinada cima, Q u e del valle de lágrimas lo aleja Y al azul p a r a í s o lo aproxima; F u l m i n a n d o terrífico su queja Que, cual v e r b o de r o n c a s t e m p e s t a d e s , El h o r r í s o n o t r u e n o c o n t e s t a b a , Y d i s p u t a d e excelsas p o t e s t a d e s El diálogo inaudito semejaba, Vídvan sabio, filósofo, p o e t a , Alma ideal á quien la c a r n e oprime, Tímido apóstol, inconsciente asceta, Víctima augusta, a c u s a d o r sublime, A sus pies los abismos del planeta, F r e n t e á frente, las i r a s celestiales, C o n voz de apocalíptico profeta L a n z a b a e s t o s c o n c e p t o s inmortales; 145 JAVIER LASSO DE LA VEGA III ¡Maldita s e a la intención c r e a d o r a , Q u e disipó las s o m b r a s de la nada C o n el fulgor d e la p r i m e r a a u r o r a ! ¡Maldita aquella luz i n e s p e r a d a , Nuncio de vida, y de dolor, y llanto, A iluminar m a l d a d e s destinada! P i e n s o con honda indignación y e s p a n t o , Q u e ¡sólo la infinita omnipotencia, C o n s a g r á n d o s e al mal, pudo hacer t a n t o ! ¿No previo la profética presciencia, Q u e al c r e a r , d e c r e t a b a el nacimiento D e t o d a iniquidad y delincuencia, Ó t a m b i é n el divino entendimiento, C o m o el mortal, s e p i e r d e en conjeturas, Si no palpa el tangible e x p e r i m e n t o , Y son i n d i s p e n s a b l e s mis t r i s t u r a s , Mis h e r i d a s , mis lágrimas, mi muerte, P a r a ilustrar al D i o s d e las alturas? 145 146 VÍDVAN ¿Quién pudo, Única Causa, suponerte Atisbando imprevista contingencia C a p a z de aleccionarte ó sorprenderte? ¿Imaginó tu ingénita omnisciencia Q u e esta menguada Humanidad que hiciste, Revelase, al p r o b a r l a en la experiencia, P e n s a m i e n t o s , que Tú no concebiste, Ó virtudes, que Tú no has presumido, Ó maldad, que tampoco le infundiste? Si, de antemano, t e era conocido El pesar inaudito que me acuita, Y no lo has evitado, condolido, ¡Oh Dios! ¡suprime mi razón precita! P u e s ve que tu poder ¡es absoluto! Mas ¡qué horror! tu bondad ¡nó es infinita! Si lo fuese, ¿callara el diminuto Ruiseñor que alegraba la espesura, Paralizado ante reptil astuto, Transido el pecho de mortal pavura, Al ver cómo se a b r e , y lo acorrala, Y lo traga, la hambrienta sepultura P o r donde, aun vivo, con t e r r o r resbala, Y la presión de aquellas fauces siente Q u e al morir acaricia con el ala? ¿Mantuviérase ley tan inclemente, Q u e sacrifica t o d a una existencia A efímero bocado insuficiente? ¿Ahogárase la p u r a florescencia D e mi pasión poética y bendita En t o r r e n t e s de obscena pestilencia? JAVIER LASSO DE LA VEGA ¡ C u a n justo que frenético repita!; ¡Hossanna! tu p o d e r , ¡es a b s o l u t o ! Mas ¡oh Dios! tu bondad, ¡nó es infinita! Infinito, es el fúnebre t r i b u t o Q u e rinden a n t e el mal y s u s legiones La Humanidad, y el vegetal y el b r u t o ; Infinitas, l a s múltiples acciones Del dolor proteiforme que t o r t u r a Fibras y nervios, mente y corazones, Y ya es ávido c á n c e r que s u p u r a ; Ya naufragio sin n o r t e , ni e s p e r a n z a ; C a t a c l i s m o que imperios desfigura; Ya es h a m b r e , sed, ancianidad, venganza, C a l u m n i a , ingratitud, celos, mentira, Y s i e m p r e hostilidad, g u e r r a y m a t a n z a . ¡Oh! cuando el s a b i o al firmamento mira, É infiere, con fundadas a n s i e d a d e s , Q u e c a d a globo, que e x t a s i a d o admira, T e n d r á luchas también, y liviandades, Y t r a i d o r e s , y dolo inverecundo, Y o t r a s t a n t a s incógnitas r u i n d a d e s , Inclina la c a b e z a g e m e b u n d o , Al ver ¡cómo el dolor e s t á e s p a r c i d o P o r los i n g e n t e s á m b i t o s del mundo! Y ¡cuan fácil á Dios hubiera sido C r e a r un Universo v e n t u r o s o , A su divina gloria parecido! ¿ C ó m o un s e r tan perfecto y tan dichoso A indefensos vasallos tiraniza? ¿ C ó m o , siendo feliz, no es g e n e r o s o ? 147 148 VID VAN , ¿Quién su propio contento esteriliza Presenciando espectáculo aflictivo? ¡Sólo el martirizado martiriza! ¡Sólo aquél que padece es vengativo! ¡La desgracia es la madre del pecado! Comprendo á Lucifer: mas nó concibo Q u e Dios tanto suplicio haya inventado, A menos que también Dios mismo sea, ¡En medio de su gloria, Un desgraciado! ¿Tú desgraciado? Acaso, en la pelea, ¿Satán sutil y a r t e r o t e ha vencido? ¿De asechanzas tan viles t e rodea, Q u e so el genio del mal has sucumbido? Lejos de hacer, de tus invento-;, gala, ¿Hallas el cielo pobre y d e s b r i d o , Y te remuerde el ver que tu obra es mala; Ó tu p e r e n n e soledad t e abruma; Ó tu poder á tu ambición no iguala? ¿Tú desgraciado? ¡Deja que presuma, Q u e un infortunio colosal y eterno Descarga en tí su pesadumbre; suma! ¡Deja que piense, compasivo y tierno, Q u e la común adversidad nos liga! ¡Que abra mis brazos con amor fraterno JAVIER LASSO DE LA VEGA Y cordial y efusivo t e bendiga! ¡ Q u e es más santo un Dios t é t r i c o que gime Q u e un Dios feliz que sin piedad castiga!... ¡Cuan g r a v e m e n t e el corazón o p r i m e , S a b e r que ciñe s e m p i t e r n o luto El que su imagen á su h e c h u r a imprime! ¡ S a b e r que la d e s g r a c i a es su a t r i b u t o ! ¡ C a d a sol una lágrima llorada P o r el Dolor s u p r e m o y a b s o l u t o ! ¡Oh miserable Humanidad, forjada P o r un Dios d e s c o n t e n t o y d o l o r i d o , Para ser pecadora y condenada! ¡Oh p r o t e r v o gusano envanecido; P o r inmundos a g e n t e s e n g e n d r a d o ; En hediondas e n t r a ñ a s c o n c e b i d o , Y por c r u e n t a cloaca eliminado, Cual piltraco viscoso y v a h e a n t e , De excrementos y podre saturado! ¡Cuánto dista tu amor inficionante, Evacuación d e fétidos h u m o r e s , C o n ansia quejumbrosa y j a d e a n t e , Del i n c o r p ó r e o idilio de las f l o r e s , C u y a pasión, romántica y divina, S ó l o exhala platónicos o l o r e s ; Aromática endecha que trasmina, Y vuela al seno de virgínea r o s a E m b a l s a m a n d o el a u r a cristalina! Y ¿ e r e s tú misma, Humanidad juiciosa, La razón, el objeto p r e f e r e n t e , El fin de e s t a creación maravillosa, 149 150 VÍDVAN P a r a tí cincelada expresamente, Y que sin tí, de nada serviría? ¡Oh presunción fanática ó demente! ¡La abyecta Humanidad perecería, Y el planeta, florido y luminoso, Impasible en el éter flotaría! S e r e n o ; sepulcral; cual suntuoso Panteón de soberbia y vanagloria; Cual nuevo P a r a í s o delicioso, Abochornado de su antigua historia; P a r a un s e r más perfecto reservado, Digno de amor, felicidad y gloria. Mas ¡ah! que es el autor de lo creado, F u e r z a inconsciente, aciago mecanismo D e reflexión y libertad privado, Q u e engendrará, con ciego automatismo, O t r o monstruo de innoble procedencia, Fatal reaparición del hombre mismo. Y ¿quién desmentirá esta consecuencia En un mundo en que todo es necesario; Donde toda templanza es impotencia; El valor, atavismo sanguinario; La humildad, estrategia del cobarde; El amor, apetito del ovario; El decantado maternal alarde D e la que el pecho al hijo brinda ufana, Temor ruin de que en vaciarlo t a r d e , Y el frote de membrana con membrana, Fruición más esencial é imperativa Q u e toda idealidad del alma humana? JAVIER LASSO DE LA VEGA ¡Cuan a b s u r d a la estéril tentativa D e h e r m a n a r el libérrimo albedrío C o n una sola C a u s a primitiva! No hay más opción, ni libertad, que el brío D e instinto que cumplir su ley procura; Irreflexivo, irracional, impío; Cual sillar d e s p r e n d i d o d e la altura, Q u e así al insecto ponzoñoso aplasta, C o m o á la más angélica c r i a t u r a . Y ¡oh deducción legítima y nefasta! P o r mucho q u e s e inquiera y que s e a h o n d e , En e s a inmensa infinitud tan vasta, ¡Ni un rudimento de b o n d a d s e esconde! ¡Ni c o r a z ó n N a t u r a ha d e m o s t r a d o ! ¡Ni al clamor d e sus víctimas r e s p o n d e ! ¡Todo, i n c o n s c i e n t e m e n t e , lo ha fraguado! ¡Todo, i n c o n s c i e n t e m e n t e , lo ha nutrido! ¡Todo, i n c o n s c i e n t e m e n t e , lo ha m a t a d o ! T a n sólo i n g e n u a y g e n e r o s a ha sido, ¡Negando q n e haya un Dios o m n i p o t e n t e D e i n e x o r a b l e saña poseído! Y es más a c e p t a á mi benigna frente, ¡La ceguedad d e F u e r z a s sin conciencia, Q u e la crueldad de un Dios inteligente! 151 152 VÍDVAN ¡Delito iniciador de mi existencia! ¡Instante de mi infausto nacimiento! ¡Varón sin paternal benevolencia! ¡Mujer que ni regazo, ni alimento, Al fruto de tu vientre d e p a r a s t e ! ¡Pérfida mano que me dio sustento! ¡Eva sensual, que mi ilusión mataste, Cuando el soez anhelo y la ralea D e la bestial carnaza evidenciaste! ¡Plebe feroz! ¡Inútil patulea Q u e al genio humilla, á la virtud tortura, Y al tirano deifica y victorea! ¡Creación que me engañó con su hermosura! ¡Trueno que amagas con rugiente tono! ¡Brutal indiferencia de Natura! ¡No me inspiráis enemistad, ni encono! O s juzgo irresponsables y \OÜ absuelvo ! ¡Todo el mal que me hicisteis os perdono! Ni, airado, contra el Cosmos me revuelvo; Ni, sumiso, á sus males me subyugo; Ni, despechado, á lamentarme vuelvo; Q u e ni al destino malhadado plugo Hacer perpetua tan odiosa Vida, Ni es imposible quebrantar su yugo. JAVIER LASSO DE LA VEGA Una vez de esta c a r n e d e s p r e n d i d a , Mi p e r d u r a b l e esencia s o b r e h u m a n a R e c o b r a r á la libertad p e r d i d a . ¿ Q u é vale la parcial ciencia liviana Negando las esencias p e r s o n a l e s , Si es i n h e r e n t e á la conciencia humana, La fe en c o m p e n s a c i o n e s c e l e s t i a l e s , J u s t a reparación del sufrimiento Llorado en las prisiones t e r r e n a l e s ? ¡Hay más allá! ¡lo afirma el sentimiento! ¡De mundos el espacio está s e m b r a d o ! ¿Han de s e r todos, p o t r o s de tormento? S o l o el fatuo bimano empavesado C o n los dientes y g r e ñ a s y despojos Del prójimo ó del hijo devorado, P u e d e j a c t a r s e , sin sentir s o n r o j o s , D e s e r Régulo, Orion, c a d a p l a n e t a , M e r a lisonja á sus ociosos ojos. Q u e d e aquí, quien así el caso i n t e r p r e t a ; Quien no s e inmuta por el daño ajeno; Quien se regala con lo que o t r o e x c r e t a ; Q u e Vídvan, h a r t o de i m p o s t u r a y cieno, Q u i e r e á ignotas r e g i o n e s r e m o n t a r s e Lejos del sucio lodazal t e r r e n o . Morir nó es p e r e c e r : es t r a n s f o r m a r s e : E s t r a n s m i g r a r á esferas s u p e r i o r e s ; Olvidar, a s c e n d e r , p e r f e c c i o n a r s e . ¡Adiós, o b r a s da s a b i o s e s c r i t o r e s ! ¡Santa fe que mi infancia has confortado! ¡Maestro de consejos b i e n h e c h o r e s ! 153 VÍDVAN 154 ¡Risueñas esperanzas que lie soñado! ¡Reconocido Vídvan os b e n d i c e ! ¡Sois los únicos goces que he probado! Yo vuelo á donde todo fraternice; Á aquel lucero donde no anochezca; D o n d e luz musical aromatice, Y nada se d e s g a s t e , ni envejezca, Y la virgen alada y pudibunda, Sin sacrilega cópula florezca. Do lo ideal en lo real s e infunda; E n t r e Hadas, y Musas, y Vestales, Cuyo canto, verdad y bien difunda; Dueño de numen y s e c r e t o s tales, Q u e parezcan mis a r t e s é invenciones Creación de los agentes naturales; Revelando en mis ínclitas acciones Q u e llevo en mi ser algo de Dios mismo. ¿Quien si nó, me infundiera estas nociones D e eternidad, justicia y optimismo? ¡Misterioso ultratumba! al contemplarte ¡Qué curiosa efusión de misticismo Me impele á conocerte, y admirarte! ¡Sumo S e r ! ¡Santo Dios! ¡Única esencia! ¡Perdona á este mortal que va ú buscarte! / Vídvan posee la verdadera ciencia.' JAVIER LASSO DE LA VEGA Y Vídvan levantó el a r m a homicida M a s , a n t e s de esgrimirla fieramente, S o b r e ella cayó el rayo c a n d e n t e Q u e a r r e b a t ó l e el a r m a con la vida. ¡Quedó f r u s t r a d o su v e h e m e n t e anhelo! ¡No lo mató la d i e s t r a del suicida, S i n o el rayo purísimo del cielo ! Al declinar tan e s p a n t o s o día, S o b r e la c r u e n t a cima r e s a l t a b a , Y en el fondo nublado d e s t a c a b a S u silueta fatídica y sombría, Un b u i t r e que, las alas agitando, L a s e n t r a ñ a s de Vídvan d e v o r a b a , El corazón marchito d e s g a r r a n d o Y á un mismo tiempo el monte semejaba, Cual símbolo ejemplar y giganteo, El C á u c a s o o p r e s o r d e P r o m e t e o , Y el T h a b o r que al o p r e s o emancipaba. FIN D E L P O E M A 155 ÍNDICE Página* Prólogo V C a n t o primero 1 C a n t o segundo 41 Canto tercero 87 C a n t o cuarto i 37 - i 9 "1 í à ^