Los Tribunales Superiores de Justicia y las infracciones laborales ÁNGEL ARIAS DOMÍNGUEZ* INTRODUCCIÓN L a configuración jurídica de las infracciones estrictamente laborales no ha sido una cuestión especialmente problemática en el foro, ni a nivel cuantitativo ni cualitativo, sobre todo si se compara con la litigiosidad que rodea las infracciones de Seguridad Social, mucho más numerosa y de mayor enjundia y trascendencia jurídica. La jurisprudencia del Tribunal Supremo, tanto la de su Sala de lo Social como la de lo Contencioso-Administrativo, no ha prestado especial atención en su competencia unificada a este tipo de infracciones, según la tipificación que de las mismas realizan los arts. 5 a 19 bis del Real Decreto Legislativo 5/2000, de 4 de agosto, por el que se aprueba el texto refundido de la Ley sobre Infracciones y Sanciones en el Orden Social. Ello supone, a lo que a nosotros nos importa en este trabajo, que cualquier examen empírico-crítico sobre su configuración técnico legal debe realizarse desde el estudio de los pronunciamientos de los Tribunales Superio- * Profesor Titular de Derecho del Trabajo y de la Seguridad Social. res de Justicia, que es de lo que se trata en este trabajo, con el peligro que conlleva el empleo de jurisprudencia menor al momento de extraer conclusiones prospectivas1. Además, no son muy numerosos los pronunciamientos jurisdiccionales que interpretan los preceptos reseñados, con lo que hay que evitar la tentación de convertir el análisis en una mera enunciación sin sentido de los acaeceres judiciales que, sin armazón conceptual, se convierten en anécdotas. No se trata, en definitiva, de exponer linealmente cuáles han sido los pronunciamientos judiciales sobre las infracciones laborales, ni siquiera los más llamativos o característicos, sino más bien, de exponer cuál ha sido el papel de los TSJ´s al enjuiciar la norma de referencia, intentando detectar si en su labor interpretativa existen parámetros comunes de comportamiento que permitan identificar fórmulas generales eventualmente aplicables como reglas hermenéuticas. La labor es ardua, por varios motivos, además. En primer lugar, por la «imperfecta dis- 1 Sobre lo que es y lo que no es jurisprudencia merece la pena releer DÍEZ-PICAZO, L.: «Reflexiones sobre la jurisprudencia del Tribunal Supremo» Rev. de Dch. Privado, 1964, T. XLVIII. REVISTA DEL MINISTERIO DE TRABAJO E INMIGRACIÓN 78 345 ESTUDIOS locación competencial» existente en la materia. Con una norma central reguladora del derecho adjetivo laboral que afirma su competencia para el enjuiciamiento de esta materia, pero que todavía no puede articularla de manera plena porque no se ha desarrollado todavía la previsión normativa –¡ incorporada en el texto de la propia ley !– que habilita la competencia. Además, la LPL, en la interpretación de otro tipo de infracciones del orden social, permite que la jurisdicción laboral entre a conocer con total naturalidad de ellas, como se verá seguidamente, produciendo en el lector una cierta perplejidad. Porque, como se sabe, son dos las Salas de los TSJ las que entienden de la impugnación de las infracciones laborales en sentido estricto, las de lo Contencioso-Administrativo cuando se impugna judicialmente la sanción administrativa impuesta, y las de lo Social, cuando se promueve un procedimiento de oficio, circunstancia que complica sobremanera la labor de unificación conceptual que se pretende, dado que aunque la hermenéutica se produce sobre el mismo texto legal, los instrumentos interpretativos son diferentes, y hasta diferente es la cualidad del pronunciamiento judicial que se demanda de la jurisdicción. En segundo lugar, porque la propia LISOS se muestra estructuralmente refractaria a ser unificada, ya que, de un lado, pretende agrupar «en torno a la categoría de lo social» una «extraordinaria variedad de materias», heterogeneidad que provoca «múltiples conflictos en relación con la adecuada delimitación entre los diversos campos normativos concurrentes en un mismo ámbito»2, y, de otro, porque la regulación tan sumamente detallada de sus previsiones –quizá no pudie- 2 En palabras de SEMPERE NAVARRO, A. V., y MARTÍN JIMÉNEZ, R.: «Artículo Único», en SEMPERE NAVARRO, A. V. (Coord.), MERCADER UGUINA, J. R.; TOLOSA TRIBIÑO, C, y MARTÍN JIMÉNEZ, R.: Comentarios a la Ley de Infracciones y Sanciones en el Orden Social, Thomson-Aranzadi, Elcano, 2003, p. 30. 346 se ser de otra manera en un ordenamiento sancionador que considera la tipificación de las conductas como uno de sus ejes constitucionales– prácticamente como si de un reglamento se tratase, da poco juego al establecimiento de un cuerpo de doctrina homogéneo y rico en matices, favoreciendo, por ello, la presencia de una pléyade de soluciones puntuales, meramente circunstanciales, que no permiten ser aglutinadas en torno a principios estructurales comunes. Obsérvese, además, que la norma ha sido modificada en numerosas ocasiones3, circunstancia que dificulta enormemente la homogeneidad interpretativa deseable. A enrarecer este ambiente contribuye el carácter parcialmente incompleto de la propia LISOS que no contiene –aunque sí las más importantes– todas las posibles infracciones en materia laboral, pues existe una multitud de normas que contienen algunos supuestos de infracciones que únicamente se pueden cometer con ocasión del ejercicio de una actividad laboral, que es el parámetro de ordenación general querido por el art. 5 LISOS. En una palabra, todas las infracciones contenidas en la LISOS son de entidad laboral, pero no todas las infracciones que pueden cometerse en el ejercicio de una actividad laboral están recogidas exhaustivamente en esta norma. En definitiva, para conocer cuál ha sido la interpretación jurisdiccional de las infracciones laborales es necesario poner en valor estas dificultades para, apreciándolas en conjunto, poder mesurar el juicio crítico que merece la ausencia de posturas jurisprudenciales notables sobre la cuestión. 3 La ultimísima vez por gracia de la Ley 44/2007, de 13 de diciembre, de Regulación del régimen de las empresas de inserción, que, además de otras modificaciones de matiz, incorpora una nuevo Artículo 19 bis, dedicado a regular las Infracciones de las empresas de inserción. REVISTA DEL MINISTERIO DE TRABAJO E INMIGRACIÓN 78 ÁNGEL ARIAS DOMÍNGUEZ LA «IMPERFECTA DISLOCACIÓN COMPETENCIAL» SEGÚN LA PARÁBOLA DE BARTLEBY, EL ESCRIBIENTE Bartleby, el escribiente4 es el exponente moderno del hombre abandonado de sí mismo, sin ninguna aparente razón que le asista en su desidia. Se caracteriza, única y exclusivamente, por responder siempre de la misma manera cuando se le solicita su colaboración como aprendiz en el despacho de abogados en el que ha ingresado: preferiría no hacerlo. No existe ninguna causa mediata o inmediata (enfermedad, incapacidad, cansancio, melancolía, etc.) que legitime su actitud. Simplemente, entre las dos opciones que se le presentan ante una orden del superior del bufete escoge la más absurda, a sabiendas de los perjuicios que ello causa, a él y a su empresa. Nuestro legislador se comporta en esta materia de la misma forma. No tiene ninguna razón que le asista en su improceder legislativo, pero continúa sin desarrollar la previsión normativa que él mismo incorporó de forma expresa en el art. 3.3 LPL, provocando con ello una considerable dosis de confusión en la determinación del orden jurisdiccional encargado de enjuiciar la legalidad de la sanción impuesta a empresarios y trabajadores por comisión de las infracciones laborales tipificadas en la LISOS. El estado actual en el que se encuentra el desarrollo normativo de la previsión incorporada en el art. 3 de la LPL es, abierta y radicalmente contrario a un ordenamiento que proclama entre sus principios fundamentantes la seguridad jurídica (Art. 9.3 CE). Porque no otra cosa puede aseverarse de lo allí contenido, ya que se realizan dos asertos que, estructuralmente hablando, son contrarios entre sí, en la medida en que se avala la com- 4 Bartleby, el escribiente, editado originalmente en 1853, se incorpora a la colección de relatos de HERMAN MELVILLE publicados en Cátedra, Madrid, 1993, pp. 73 y ss. petencia para el enjuiciamiento y resolución de los problemas que surgen con la imposición de las sanciones administrativas que castigan la comisión de las infracciones de este tipo por el orden social de la jurisdicción, pero se precisa que ello será totalmente efectivo cuando se desarrolle la previsión normativa. Y, hasta entonces, se tendrá que acudir al orden Contencioso-Administrativo para obtener una resolución judicial que satisfaga el derecho fundamental a obtener una tutela judicial efectiva (Art. 24 CE), pues él es todavía al día de hoy el orden jurisdiccional competente. El art. 3 LPL puede catalogarse, por esta razón, de paradigma de una norma mal hecha, mal estructurada, seguramente por haberse parido sin calibrar adecuadamente las consecuencias a las que conducía, pero que acarrea resultados desagradables y antieconómicos, procesalmente hablando. A medio camino entre el ser y el deber ser. A medio camino entre la asunción de la legalidad actual y el interés por modificarla, sin llegar a abordar legislativamente la solución que la misma norma patrocina al encomendar al legislador un mandato que incumple sistemáticamente, a pesar, como se verá seguidamente, de que en varias ocasiones ha tenido la oportunidad de acercarse a este art. 3 LPL para modificarlo en otros incisos del mismo, lo cual resulta todavía más sorprendente. Probablemente, la confusión existente venga de la discordancia que surge del conflicto larvado entre el interés doctrinal en desapoderar al orden Contencioso-Administrativo de este tipo de competencias en el momento de promulgarse la Ley de la Jurisdicción Contencioso-Administrativa, y la realidad práctica que calibra dichas consecuencias desde un plano más realista y pragmático. Sea como fuere, lo cierto es que dicho precepto, en el inciso que ahora nos interesa, empieza por afirmar que «no conocerán los órganos jurisdiccionales del orden social.../... c) De las pretensiones que versen sobre la REVISTA DEL MINISTERIO DE TRABAJO E INMIGRACIÓN 78 347 ESTUDIOS impugnación de las disposiciones y actos de las Administraciones Públicas sujetos al Derecho Administrativo en materia laboral, salvo los que se expresan en el apartado siguiente». Mediante esta norma se encomienda al orden Contencioso-Administrativo la revisión jurisdiccional de la totalidad de actos administrativos sometidos al Derecho administrativo en materia laboral, excluyéndose el conocimiento de los mismos al orden social, sin más criterio rector que la voluntad del legislador5. Tradicionalmente se ha entendido que estos actos formalmente administrativos pero de naturaleza laboral sometidos al control jurisdiccional de los órganos de lo Contencioso-Administrativo pueden agruparse alrededor de tres grandes conjuntos conceptuales: actividad reglamentaria, imposición de sanciones, y evacuación de autorizaciones [S TS 5 La problemática, con todo, no es nueva de esta LISOS, porque la distribución de competencias entre ambos órdenes siempre ha estado rodeado siempre de polémicas no siempre bien resueltas. Véase al respecto: DE ALCÁNTARA Y COLÓN, J. M.: «La ley 8/88, de 7 de abril, sobre infracciones y sanciones en el orden social: Competencia e incompetencia de jurisdicción», TS, núm. 42, 1994, pp. 53-54; CARRATALA TERUEL, J. L.: «Revisión jurisdiccional de actos de la Administración Laboral (La reforma del art. 3 LPL por la Ley 29/1998, reguladora de la Jurisdicción Contencioso-Administrativa)», TS, núm. 92-93 / 1998, pp. 76 y ss.; CONDE MARTÍN DE HIJAS, V.: «La jurisdicción social y la Jurisdicción ContenciosoAdministrativa: concurrencia y conflictos», RL, 1989-I, p. 140; CRUZ VILLALÓN, J.: «El control judicial de los actos de la Administración Laboral: la extensión de las jurisdicciones laborales y contencioso-administrativa», RL 1990-II, p. 200 y ss.; MERCADER UGUINA, J. R.: Delimitación de competencias entre el orden social y el contencioso-administrativo, Tirant lo Blanch. Valencia, 1996, pp. 124 y ss.; REQUENA NAVARRO, A. B.: «Repercusión de la nueva Ley de la Jurisdicción Contencioso-Administrativa en la delimitación de competencias de los órdenes social y contencioso», AS, núm. 9/1998, p. 86.; y SEMPERE NAVARRO, A. V.: «Competencia de la jurisdicción social tras los cambios en LOPJ, LJCA y LPL», AS, núm. 12/1998, pp. 12 y ss. 348 de 23 de junio de 1997 (RJ 1997/4935)]6. De este forma, el interés por definir lo extenso y profundo que es el concepto «sanciones» aquí empleado se revela como cuestión fundamental, especialmente si de lo que se trata es de interrogar cuáles han sido los criterios hermenéuticos que se han empleado en la interpretación jurisdiccional de las infracciones laborales. Si esta fuese la única regla de determinación de la competencia jurisdiccional en estas materias, la cuestión carecería de interés, o al menos no sería tan grande, en el sentido de que no debería ser una cuestión tan controvertida. Sin embargo, la propia LPL complica sobremanera la cuestión, esencialmente por dos motivos. En primer lugar, aunque no principalmente, porque existen actos de naturaleza claramente administrativa cuyo enjuiciamiento jurisdiccional corresponde en exclusividad al orden social (v. gr.: las materias electorales, «incluida la denegación de registro de actas electorales» [Art. 2.n) LPL]; el «reconocimiento de la personalidad jurídica» de los sindicatos [Art. 2.g) LPL] y asociaciones empresariales [Art. 2.i) LPL]). Y, en segundo lugar, porque el propio art. 3.2.a) LPL. introduce el elemento de contracción comentado con anterioridad al prever que «Los órganos jurisdiccionales del orden social conocerán de 6 La S TS ud. de 4 de febrero de 2000 (RJ 2000\411) afirma sobre esta cuestión que «La atribución de competencias a los Tribunales del Orden Contencioso-Administrativo se realiza en el art. 9.4 de la LOPJ que les confía la resolución de «las pretensiones que se deduzcan en relación con los actos de la Administración Pública sujetos al Derecho Administrativo y a las disposiciones reglamentarias». En desarrollo de ambos mandatos, el art. 3 a) de la LPL excluye de la rama social de la Jurisdicción, el conocimiento de las pretensiones que versen sobre la impugnación de los actos de las Administraciones Públicas sujetas al Derecho Administrativo en materia laboral. Y ha entendido la doctrina científica que tales actos sujetos al Derecho Administrativo en materia laboral, pueden agruparse en tres grupos: sanciones, autorizaciones y actividad reglamentaria». REVISTA DEL MINISTERIO DE TRABAJO E INMIGRACIÓN 78 ÁNGEL ARIAS DOMÍNGUEZ las pretensiones sobre: a) Las resoluciones administrativas relativas a la imposición de cualesquiera sanciones por todo tipo de infracciones de orden social, con las excepciones previstas en la letra b) del apartado 1 de este artículo». Debe precisarse, no obstante lo dicho por esta previsión normativa, que la misma no tiene vigencia todavía, ya que, como hemos observado, el art. 3.3 LPL precisa que «En el plazo de nueve meses desde la entrada en vigor de esta Ley, el gobierno remitirá a las Cortes Generales un Proyecto de Ley para incorporar a la Ley de Procedimiento Laboral las modalidades y especialidades procesales correspondientes a los supuestos del anterior número 2. Dicha Ley determinará la fecha de entrada en vigor de la atribución a la Jurisdicción del Orden Social de las materias comprendidas en el número 2 de este artículo». to de estas cuestiones8. Es decir, que nuestro legislador se ha comportado en esta materia como Bartleby que, pudiendo actuar, ha preferido no hacerlo. Dejando por un momento al lado las cuestiones de mera técnica de este precepto, que es mucho dejar (entre las que se encuentra, sin duda, la farragosa tendencia del legislador español a convertir las nuevas atribuciones jurisdiccionales que extrae del orden Contencioso-Administrativo para depositarlas en el Social en ‘modalidades’ procesales, en vez de racionalizarlas hacia el proceso ordinario, si se quiere con especialidades procedimentales7), conviene recalcar que dicha concreción legal todavía no ha visto la luz a través de la tinta del BOE, por lo que ha de acudirse a la regla general, es decir, a la prevista en el art. 3.1.c) LPL que encomienda al orden Contencioso-Administrativo el enjuiciamiento de los «actos de las Administraciones Públicas sujetas al Derecho Administrativo en materia laboral», para el enjuiciamien- En todo caso, es llamativo que se incluya en una norma con fuerza de Ley una mención 7 Sobre este particular, es imprescindible, la lectura pausada de ALONSO OLEA, M.: La materia contenciosa laboral, Instituto García Oviedo, Sevilla, 1967. Más modestamente, y refiriéndose únicamente a una modalidad procesal concreta, ARIAS DOMÍNGUEZ, A.: La modalidad procesal de clasificación profesional, Aranzadi, Pamplona, 2002. Llama la atención que una previsión de estas características no haya sido todavía desarrollada9, habiendo transcurrido ya diez años desde la inclusión de este art. 3 en la LPL por obra de la D. A. 5ª de la Ley 29/1998, de 13 de julio, Reguladora de la Jurisdicción Contencioso-Administrativa10. Pero el legislador debía tener poca confianza en su propia capacidad normativa (o poca convicción con respecto al meollo del asunto), porque meses después –en la incorregible, por desmesurada ley de acompañamiento11– incorpora el inciso tercero que estamos refiriendo al artículo 3 mediante la D. A. 24ª 2 de la Ley 50/1998, de 30 de diciembre, de Medidas Fiscales, Administrativas y del Orden Social. 8 La totalidad de la doctrina repara en la poco afortunada configuración de esta materia. Así, por ejemplo, MONTERO AROCA, J.: Introducción al proceso laboral, Marcial Pons, 5ª ed., Madrid, 2000, p. 54.; CHOCRÓN GIRALDEZ, A. Mª.: Lecciones de Derecho Procesal Laboral, Laborum, 2ª ed., Murcia, 2004, p. 65.; y MONTOYA MELGAR, A.; GALIANA MORENO, J. M.; SEMPERE NAVARRO, A. V., y RÍOS SALMERÓN, B.: Curso de procedimiento laboral, Tecnos, 6ª ed., Madrid, 2001, pp. 41 y 61. 9 Hay muestras doctrinales de escepticismo crítico con la posibilidad de que finalmente se desarrolle esta previsión. Así, por ejemplo, ALONSO OLEA, M.; y CASAS BAAMONDE, Mª. E.: Derecho del Trabajo, Civitas, 24ª ed., Madrid, 2006, p. 1259. 10 Aunque hace tiempo que se alertó sobre el problema que ahora se nos muestra crónico. Así, por ejemplo, CAMAS RODA, F.: «El nuevo régimen jurídico de la responsabilidad administrativa en materia de Seguridad y Salud en el Trabajo (Los efectos de la atribución al Orden Social y del conocimiento de las infracciones y sanciones administrativas en la responsabilidad laboral del empleador)», AS, T V/1999. 11 ¿Cómo puede ser que una norma así llamada haya tenido una presencia tan preeminente en nuestro ordenamiento jurídico durante tantos años, ya afortunadamente pasados? REVISTA DEL MINISTERIO DE TRABAJO E INMIGRACIÓN 78 349 ESTUDIOS –como ésta– a un mero interés o pretensión legislativa pro futuro, al ser materia más propia de preceptos extravagantes12, circunstancia que permitiría discurrir sobre la eventual responsabilidad constitucional del legislador por incumplimiento del mandato que se ha dado a sí mismo13, aunque por esta senda no ha transitado el Tribunal Constitucional, ni tampoco (¿cuándo sí?) sobre ese todavía poco explorado principio constitucional que proscribe «la interdicción de la arbitrariedad de los poderes públicos» (art. 9.3 in fine CE), también para el ámbito de lo laboral, principio jurídico de garantía de cierre del sistema que más que indeterminado es evanescente14. Con todo, no faltan pronunciamientos jurisdiccionales que, al hilo de la exposición del problema, dejan alguna crítica, aunque sutil, a esta situación15. 12 «...su lugar apropiado sería la LJCA que es la que directamente fue modificada por la Ley 50/1998, o, a lo sumo, una disposición adicional de la LPL/1995. Prueba de que ese número es un cuerpo extraño a la LPL/1995 es el hecho de que, pese a formar parte del artículo 3 de éste, se refiere a la propia ‘Ley de Procedimiento Laboral’ como a una norma ajena». MONTOYA MELGAR, A.: «Artículo 3», en MONTOYA MELGAR, A.; GALIANA MORENO, J. Mª., SEMPERE NAVARRO, A. V., RÍOS SALMERÓN, B.; CAVAS MARTÍNEZ, F.; LUJÁN ALCARAZ, J. y CÁMARA BOTÍA, A.: Comentarios a la Ley de Procedimiento Laboral, Aranzadi, Elcano, 2000, p. 44. 13 Sobre el particular, aunque más directamente referido a los derechos constitucionales no desarrollados, es decir, a una típica omisión legislativa por falta de desarrollo de un artículo de la Constitución, véase: FERNÁNDEZ RODRÍGUEZ, J. J.: La Inconstitucionalidad por Omisión. Teoría General. Derecho Comparado. El caso Español, Civitas, Madrid, 1998. 14 La construcción de la doctrina constitucional sobre el sistema es escasa, y, la poca que hay no refiere este problema de manera concreta. Véase, no obstante, la «blandita» configuración que del principio realiza la STC 73/2000, de 14 marzo. Sobre la diferencia entre Derecho constitucional y principio constitucional en referencia a esta cuestión, véase la S TS (Penal), de 16 de mayo de 2001 (RJ 2001\5511). 15 Una resolución que explica adecuadamente esta deriva legislativa, calificando de «loable» la modificación legislativa operada por la Ley 29/1988 antes de la contrarreforma de la Ley 50/1998, es la S TS ud. de 23 de enero de 2006 (RJ 2006\2294) cuando afirma: «El des- 350 Pero donde el lector más atónito se obnubila es cuando repara en que dicho artículo 3 ha sido modificado con posterioridad a la promulgación de la norma que exigía la modificación del inciso, incluso en dos ocasiones (por el art. 23 de la Ley 52/2003, de 10 de diciembre, de Disposiciones Específicas en materia de Seguridad Social, que modifica el apartado 1.b), y por la Ley 22/2003, de 9 de julio, Concursal, que incorpora la letra d) del precepto), por lo que no se alcanza a comprender cuál es el interés del legislador en abordar la reforma del precepto pero no en cumplir con el mandato que él mismo se ha dado. Teniendo en cuenta, además, que la encomienda de estas cuestiones al orden social en perjuicio del Contencioso-Administrativo iría en beneficio del descargo de éste, que era uno de los propósitos explicativos de la reforma de la Ley de la Jurisdicción de lo Contencioso-Administrativo16 –y quizá no linde entre el ámbito de competencia de los Tribunales del orden social y Contencioso-Administrativo, viene fijado por una línea que puede aparecer confusa, desde el momento en que, siendo así que, en principio, se atribuye a los tribunales del orden social las pretensiones que se promueva en la rama social del Derecho (art. 9.5 LOPJ y 1 LPL), en el desarrollo posterior de ese mandato, se excepciona atribuyendo al orden Contencioso-Administrativo las pretensiones que versen sobre la impugnación de las disposiciones generales y actos de las Administraciones Públicas sujetos al Derecho Administrativo en materia laboral [art. 3.1.c) de la Ley de Procedimiento Laboral]. La Ley 29/1998, reguladora de la Jurisdicción ContenciosoAdministrativa, intentó encauzar el problema de una manera más consecuente a la dogmática jurídica, al residenciar en la jurisdicción social las pretensiones sobre resoluciones relativas a todo tipo de infracciones en el orden social y las resoluciones administrativas relativas a regulación de empleo y actuación administrativa en materia de traslados colectivos. Pero tan loable modificación quedó relegada a mero propósito de futuro por la Ley 50/1998 que, modificando el texto de la Ley procesal, dejó en suspenso la aplicación de esos mandatos en tanto se dictara la Ley que regulara las modalidades y especialidades correspondientes a ese tipo de procesos». 16 Su exposición de motivos alertaba que este orden jurisdiccional «...ha sufrido hasta la saturación el extraordinario incremento de la litigiosidad entre ciudadanos y Administraciones y de éstas entre sí que se ha producido en los últimos tiempos...». REVISTA DEL MINISTERIO DE TRABAJO E INMIGRACIÓN 78 ÁNGEL ARIAS DOMÍNGUEZ supusiera un recargo en el otro, el Social–, dado el secular retraso en el que se encuentra. en alegaciones y pruebas que pretendan desvirtuar la naturaleza laboral de la relación jurídica objeto de la actuación inspectora. Porque lo sorprendente no es que el enjuiciamiento jurisdiccional de determinadas cuestiones se acometa desde el orden Contencioso-Administrativo en vez de desde el Social, que podría incluso defenderse. Sino que decidido, como estaba, el cambio de atribución jurisdiccional, se tarden más de diez años en cumplir con un mandato que el propio legislador se ha impuesto, sobre todo porque no existía al respecto, en aquel momento, ningún tipo de mandato y obligación, ni del TC (al haber declarado, por ejemplo, inconstitucional algún inciso imprescindible en la mecánica de la norma) ni de ninguna otra instancia (v. gr. la obligada modificación del precepto para transponer correctamente alguna Directiva comunitaria) que pudiera exigir el cambio de atribución competencial. Es decir, que, además de la competencia general para el conocimiento de estas cuestiones en el orden Contencioso-Administrativo, debe tenerse en cuenta estas particularidades del orden Social, lo cual, se mire como se mire, es un dislate jurídico, pues patrocina la existencia de interpretaciones contradictorias sobre los mismos preceptos legales de la LISOS, sin posibilidad alguna de conciliar una deducción unitaria, sumiendo al intérprete en la más absoluta de las incertidumbres17. Y todo ello por no acometer, en plazo como sería deseable, el desarrollo del art. 3.3 de la LPL, lo que nos hace pensar que es verdad, por más que se quiera negar la evidencia, que en este terreno «el legislador se ha ido moviendo más por impulsos políticos coyunturales que atendiendo a una técnica jurídica correcta...» y que «...las exclusiones que realiza el artículo 3 de la competencia del orden social son producto de una decisión política contraria a la lógica jurídica»18. Parece claro, en definitiva, que la jurisdicción competente al día de hoy, según el art. 3 LPL, para el enjuiciamiento de las infracciones laborales es la Contencioso-Administrativa. Regla general que viene reiterada en el art. 23.2 del Real Decreto 928/1998, de 14 de mayo, por el que se aprueba el Reglamento General sobre Procedimientos para la Imposición de Sanciones por Infracciones de Orden Social y para los expediente liquidatorios de cuotas de la Seguridad Social (RISOS, en adelante). Pero esa inicial claridad se difumina con otra vuelta de tuerca legal más, en este caso adicional y contradictoria, porque, sorprendentemente, existen, de un lado, normas sociales sectoriales en vigor que encomiendan la resolución jurisdiccional de la impugnación de determinadas sanciones administrativas al orden social, y, de otro, el art. 149 LPL permite, como se verá seguidamente, iniciar un proceso de oficio laboral cuando el sujeto responsable de la infracción impugne el acta de infracción levantada por la Inspección de Trabajo y Seguridad Social con base Ello comporta, en definitiva, que nos encontramos ante una materia, la relativa al enjuiciamiento de la contestación judicial de la imposición de una sanción administrativa por la comisión de una infracción laboral que puede ser atendida jurisdiccionalmente por dos órdenes jurisdiccionales distintos. Pudiéndose producir numerosos puntos de fricción, como ya advirtiera, –para la artifi- 17 Con todo, es cierto que la atribución completa de estas cuestiones al orden social no eliminaría del todo la posibilidad de que, en algunas materias concretas, especialmente las relativas a afiliación, altas y bajas de los trabajadores y aquellas otras materias a las que se refiere el art. 3.1.a) LPL, se tenga que acudir al orden Contencioso-Administrativo. En este sentido MARTÍN JIMÉNEZ, R.: Los actos administrativos laborales y su control jurisdiccional, CES, Col.: Estudios, núm. 105, p. 335. 18 MONTERO AROCA, J.; CARRATALÁ TERUEL, J. L., y MEDIAVILLA RUZ, Mª. L.: Proceso Laboral Práctico, Thomsom-Aranzadi, Cizur Menor, 2003, p. 75. REVISTA DEL MINISTERIO DE TRABAJO E INMIGRACIÓN 78 351 ESTUDIOS ciosa distinción entre la convocatoria de selección de personal en la Administración, en el que si la convocatoria es de nuevo ingreso el orden jurisdiccional competente es el Contencioso-Administrativo, pero si se trata de una convocatoria de promoción interna las cuestiones problemáticas jurisdiccionales deben avocarse hacia el Social–, la S TS ud. de 21 de julio de 1992 (RJ 1992/5641)19. Exponente de esta eventual colisión de pronunciamientos, por ejemplo, es lo acaecido en la S TS de 18 de septiembre de 2004 (RJ 1994/6165), en la que se afirma, sin ambages, que si bien el orden Social debe respetar lo que hayan resuelto las resoluciones de lo Contencioso-Administrativas dictadas en procesos de impugnación de actos administrativos sancionadotes, ello no determina que dada una sentencia de este orden anulatoria de una sanción impuesta a una empresa por infracción de medidas de seguridad, el orden Social se vea impedido para declarar el recar- 19 Si dificultoso es el terreno de las sanciones administrativas en el orden social, su hermano gemelo, el expediente de regulación de empleo, es mucho más farragoso. Llama la atención que el criterio para ordenar competencialmente la distribución de la intervención jurisdiccional entre el Contencioso-Administrativo y el Social sea, única y exclusivamente, el de si el expediente de regulación de empleo ha incluido nominalmente a los concretos trabajadores. De tal suerte que el conocimiento de la impugnación del propio expediente se avoca al orden Contencioso-Administrativo, pero si en él no hay relación concreta de los trabajadores afectados por esta medida esta cuestión debe ventilarse ante la jurisdicción Social: SS TS de 17 de marzo de 1999 (RJ 1999\3002), de 5 de junio de 1999 (RJ 1999\5069), de 20 de julio de 1999 (RJ 1999\7166), de 28 de julio de 1999 (RJ 1999\7488) y de 30 de septiembre de 1999 (RJ 1999\7489). Igualmente puede verse la S TS (Sala de Conflictos), de 20 de diciembre de 2000 (RJ 2001\9098). Obsérvese que se atiende a un mero aspecto accesorio del expediente que nada tiene que ver con la auténtica naturaleza laboral de la cuestión claramente laboral. Más criterios de distribución competencial en estas situaciones pueden verse en SEMPERE NAVARRO, A. V., y CAVAS MARTÍNEZ, F.: Prontuario de Jurisprudencia Social Unificada, Aranzadi, Elcano, 2002, pp. 203 y ss. 352 go de prestaciones por falta de medidas de seguridad, sobre todo cuando «la sentencia del orden Contencioso-Administrativo anula la resolución administrativa, sin contener relato fáctico relativo a las circunstancias del accidente». Con todo, se echa de menos, a nuestro juicio, un planteamiento más contundente del TS, especialmente de su Sala Cuarta, en esta materia, más crítico con la situación20. No dirigido a asumir directamente una competencia que no tiene, aspecto prohibido en un Estado que se proclama «de Derecho» (Art. 1 CE), sino a alertar sobre la relación medial que existe entre el paso del tiempo y la gangrena de la situación. Pero probablemente, el propio Tribunal ha mesurado su función constitucional y ha elegido la prudencia como vía conductual de sus decisiones. Sea como fuere, no es inusual que el TS critique la situación en la que se encuentra determinado desarrollo legislativo, por ausencia o por contradicción con otra norma, por lo que no debería extrañar un planteamiento crítico con esta situación. Quizá fuera el tribunal de la Sala del art. 42 de la LOPJ del TS el encargado de realizar tal cometido, en la medida en que es el que se dedica a dirimir los conflictos de competencia entre órdenes jurisdiccionales. En cualquier caso, la promulgación de esa nueva norma que encomendase definitivamente la resolución de estas cuestiones al orden social parece, no únicamente oportuna, sino totalmente necesaria, no sólo para cumplir el mandato que el propio legislador ha 20 Lo más que llegan a afirmar los TSJ con respecto a esa situación es, como dice la S TSJ de Madrid, de 12 de junio de 2006 (AS 2006\3157) que tal propósito legal: «…no ha pasado de ser una mera intención, por que el Gobierno no ha dado cumplimiento a la remisión del Proyecto de Ley, no existiendo, por tanto, efectividad en la asunción por el orden jurisdiccional social de la competencia para conocer de las pretensiones sobre las resoluciones administrativas relativas a la imposición de cualesquiera sanciones por todo tipo de infracciones de orden social». REVISTA DEL MINISTERIO DE TRABAJO E INMIGRACIÓN 78 ÁNGEL ARIAS DOMÍNGUEZ previsto para sí mismo –que también21–, sino, sobre todo, porque así se encomendaría al orden Social la resolución de cuestiones que son del todo laborales. Y, porque, en definitiva, se evitarían los problemas relativos al desdoblamiento competencial entre órdenes jurisdiccionales, que era uno de los problemas que se pretendía resolver con la Ley 29/1988, de 13 de julio, reguladora de la Jurisdicción Contencioso-Administrativa. Seguramente, los conflictos entre ambos órdenes se producen porque ambas normas adjetivas utilizan criterios diferentes al momento de afirmar su competencia. Así, la norma laboral determina su competencia por razón de la materia, mientras que la administrativa lo hace «en atención a la calidad de uno de los sujetos: actos de la Administración Pública sujetos a Derecho Administrativo»22, y esto es lo que debería abordarse con prontitud. En todo caso, la Ley, con su previsión actual aunque todavía no desarrollada, parece entender con buen criterio, cuando se desarrolle, «que prevalece el contenido laboral de la actuación y del litigio.../...que la propia actuación de la Administración en uso de sus poderes, que se utilizan en estos casos, sobre todo, para dar una primera solución, inicial y rápida, al conflicto laboral existente»23. Es 21 Lo razonable sería que, a diferencia de lo que ha sucedido históricamente a través de la refundición de textos, se promulgase una completa y nueva Ley de Procedimiento Laboral, con la que conseguir el referido propósito, pero también para adaptarse a las exigencias derivadas de la Ley 1/2000, de 7 de enero, de Enjuiciamiento Civil. En este sentido, SEMPERE NAVARRO, A. V.: «Por una nueva Ley de Procedimiento Laboral», Actualidad Jurídica Aranzadi, núm. 520, 2002. Trabajo ahora incluido, en SEMPERE NAVARRO, A. V.: Cuestiones actuales de Derecho del Trabajo, 3 Tomos, Thomson-Aranzadi, Cizur Menor, 2008, pp. 3.099 y 3.100. 22 BAYLOS GRAU, A.; CRUZ VILLALÓN, J., y FERNÁNDEZ LÓPEZ, Mª. F.: Instituciones de Derecho Procesal Laboral, Trotta, 2ª ed., Madrid, 1995, p. 29. 23 ALBIOL MONTESINOS, I.; ALFONSO MELLADO, C. L.; BLASCO PELLICER, Á., y GOERLICH PESET, J. Mª.: Derecho Procesal Laboral, Tirant Lo Blanch, 3ª ed., Valencia, 2000, pp. 46-7. decir, que una adicional y no sustancial intervención de la autoridad administrativa en aspectos colaterales de la relación laboral no hace perder a ésta su naturaleza netamente social. Y, por ello, lo deseable y razonable, es que todas las cuestiones laborales en las que intervenga la Administración Pública, como son las sanciones por comisión de infracciones laborales, aquí tratadas, se resuelvan, como rama social del derecho que es, por completo y en exclusividad, en el orden Social24. LAS, POR EXCEPCIÓN, INFRACCIONES LABORALES ENCOMENDADAS A LA JURISDICCIÓN SOCIAL A pesar del principio general ya comentado, no son pocas las veces en que la normativa laboral encomienda directamente a la jurisdicción Social, y no a la ContenciosoAdministrativa, el enjuiciamiento de determinadas infracciones laborales, ahondando en la paradoja comentada. Así, sin ánimo de establecer un elenco exhaustivo, puede citarse, por ejemplo, el art. 15 de la Ley 45/1999, de 29 de noviembre, sobre el desplazamiento de trabajadores en el marco de una prestación de servicios transnacional, prevé: «Los órganos jurisdiccionales del orden social conocerán de cuantas cuestiones litigiosas se susciten en aplicación de la presente Ley...·», entre las cuales deben incluirse, naturalmente, las relativas a las infracciones de las obligaciones en esta materia, antes previstas en los arts. 10 a 13 de la misma ley, y ahora dispuestas en el art. 10 LISOS. No ha habido, salvo error u omisión, pronunciamiento jurisprudencial alguno sobre esta cuestión, pero sería interesante 24 En este línea, aunque con un contenido y sentido amplio, SEMPERE NAVARRO, A. V.: «A contracorriente: por una jurisdicción social robusta», AJA, núm. 686/2005, ahora también incorporado a sus Cuestiones actuales..., op. cit., p. 3127. REVISTA DEL MINISTERIO DE TRABAJO E INMIGRACIÓN 78 353 ESTUDIOS determinar qué mandato normativo pesa más en este caso, si el general que encomienda el enjuiciamiento de las infracciones laborales al orden Contencioso, o el específico en la materia que aboca dicho conocimiento al orden Social. Por otro lado, el art. 37.5 del Real Decreto 928/1998, de 14 de mayo, por el que se aprueba el Reglamento General sobre Procedimientos para la Imposición de Sanciones por Infracciones de Orden Social y para los expedientes liquidatorios de cuotas de la Seguridad Social25, encomienda al orden Social la impugnación de las resoluciones de imposición de sanciones por infracciones leves y graves en materia de prestaciones del Sistema de Seguridad Social «en lógica coherencia con su proximidad a la gestión ordinaria de las prestaciones y con las particulares reglas en cuanto a su imposición por las Entidades Gestoras»26. Mientras que si la sanción es muy grave (Art. 38 RISOS) se acude al orden Contencioso-Administrativo (Art. 23.2 RISOS)27. 25 Sobre su configuración jurídica, véase CARDENAL CARRO, M.: «Una nueva norma para el procedimiento sancionador en el orden social: el RD 928/1998, de 14 mayo», AS, T V/1988. 26 GOERLICH PESET, J. Mª.: «Artículo 96», VV. AA (Dir.: MONEREO PÉREZ, J. L. y MORENO VIDA, Mª. N.): Comentario a la Ley General de la Seguridad Social, Comares, Granada, 1999, tomo I, p. 977. 27 Las pocas resoluciones que han abordado esta dificultosa configuración de la distribución competencial no han realizado ningún tipo de argumento crítico, asumiendo la legalidad sin rechistar. Véase al respecto, para la encomienda a la jurisdicción Contenciosa ex art. 23.2 RISOS la S TSJ del País Vasco, de 28 de septiembre de 2004 (AS 2004\3578) que afirma «se ha de añadir que el orden social carece de competencia para pronunciarse sobre la prescripción de la infracción administrativa y la caducidad del expediente sancionador, cuyo conocimiento, de conformidad con lo dispuesto en los artículos y 23.2 del Real Decreto 928/1998, de 14 de mayo, corresponde a los tribunales del orden Contencioso-Administrativo, que es el competente para examinar las infracciones denunciadas al respecto por la recurrente.» En términos similares, aunque referida a la impugnación de la reclamación del reintegro de las prestaciones (art. 37.5 RISOS), véase la S TSJ de Cataluña, de 8 de 354 Concreción de esta posibilidad es el art. 233.c) LGSS, que encomienda al orden Social el conocimiento de la impugnación de las resoluciones de la Entidad Gestora «relativa a la imposición de sanciones a los trabajadores por infracciones leves y graves a lo establecido en el artículo 47 de la Ley sobre Infracciones y Sanciones del Orden Social». Ello determina que, «en consecuencia, será competente el orden jurisdiccional contenciosoadministrativo cuando la resolución sancionadora impugnada fuera dictada por la Dirección Provincial de Trabajo y Seguridad Social y el orden social cuando la resolución provenga del Instituto Nacional de Empleo» (S TS de 11 de octubre de 2001 [RJ 2001/ 1497])28. Como se aprecia, en esta materia también nos encontramos con una imperfecta dislocación competencial, en la medida en que el control jurisdiccional de la sanción se aboca hacia un orden u otro, únicamente atendiendo al dato de su gravedad, siendo tal proceder, como dice Ríos Salmerón «un dato muy discutible»29, y desde luego, poco clarificador, en la medida en que la gravedad puede constituir un elemento del tipo de la configuración jurídica del ilícito, y no un elemento valorativo de la responsabilidad. Así, por marzo de 2005 (AS 2005\1271). En idéntica línea acrítica, véase la S JS (núm. 2) de Pamplona, de 21 de noviembre de 2002 (AS 2002\3604). 28 En el mismo sentido véase la S TS ud. de 25 de febrero de 2002 (RJ 2002\4546). Siguen este parecer las SS TSJ de Andalucía (Málaga), de 23 de septiembre de 2004 (JUR 2005\58740), y de Cataluña, de 8 de marzo de 2005 (AS 2005\1271). 29 RÍOS SALMERÓN, B.: «Impugnación de los actos de gestión de la Seguridad Social», en VV. AA. (Coord.: DESDENTATO BONETE, A.): Seguridad Social. Manual de formación, Consejo General del Poder Judicial, Madrid, 2002, p. 397. Véase también, sobre el particular, CASTIÑEIRA FERNÁNDEZ, J.: «Artículo 233», en VV. AA. (Dir.: ALARCÓN CARACUAL, M. R., y Coord.: RODRÍGUEZ-RAMOS VELASCO, P. T.): Comentarios a la Ley General de la Seguridad Social, Thomson-Aranzadi, Cizur Menor, 2003, p. 1503, y SÁNCHEZ-RODAS NAVARRO, C.: «Artículo 233», en VV. AA. (SEMPERE NAVARRO, A. V. [Dir.]).: Comentarios a la Ley General de la Seguridad Social, Laborum, Murcia, 2003. p. 1230. REVISTA DEL MINISTERIO DE TRABAJO E INMIGRACIÓN 78 ÁNGEL ARIAS DOMÍNGUEZ ejemplo, en varios pasajes de la LISOS (v. gr. arts. 15.5 y 25.1) se tipifica una conducta como grave, «sin perjuicio de lo dispuesto…» en otro precepto o inciso del mismo que regula, prácticamente la misma conducta pero considerándola infracción muy grave. Por último, con carácter más general, el art. 96.2 LGSS dispone que «Las resoluciones relativas a las sanciones que las Entidades de las prestaciones impongan a los trabajadores y beneficiarios de prestaciones, conforme a lo establecido en el artículo 47 de la Ley de Infracciones y Sanciones del Orden Social, Texto Refundido aprobado por Real Decreto Legislativo 5/2000, de 4 de agosto, serán recurribles ante los órganos jurisdiccionales del orden social, previa reclamación ante la Entidad Gestora competente en la forma prevista en el artículo 71 del Texto Refundido de la Ley de Procedimiento Laboral, aprobado por Real Decreto Legislativo 2/1995, de 7 de abril»30. Obsérvese que, en este caso, a diferencia del anterior, no existen dos órdenes competentes dependiendo de la gravedad de la sanción impuesta. En estos supuestos, el orden Social entra a controlar la regularidad formal y material de la imposición de cualquier tipo de sanción por infracciones del orden laboral con independencia de las consecuencias añadidas al ilícito (leve, grave o muy grave) sin ningún tipo de problema, como así debería ser con carácter general para cualquier infracción en esta materia. Lo que es altamente alambicado es la forma de abocar el conocimiento de la cuestión a un orden o a otro, dependiendo única y exclusivamente de la gravedad de la sanción a imponer, asumiendo por todos los operadores jurídicos que «la colisión de los dos órdenes 30 Sobre el particular, aunque más atenta al carácter sustantivo que adjetivo, véase PARDELL VEÀ, A.: «Artículo 96», en VV. AA. (Dir.: A LARCÓN C ARACUEL, M. R., y Coord.: RODRÍGUEZ-RAMOS VELASCO, P. T.): Comentarios a la Ley General..., op. cit., pp. 632 y ss. jurisdiccionales resulta un cierto contrasentido aún no resuelto legalmente»31. La naturaleza de la sanción, las garantías de las que se debe rodear el procedimiento sancionar y, en fin, la función estructural de imposición coactiva de la legalidad laboral truncada mediante la resolución jurisdiccional del asunto no difiere dependiendo de cuál deba ser la sanción a imponer, si muy grave o simplemente grave, por lo que no parece razonable que se siga manteniendo esta dualidad competencial. Repárese, por otro lado, que la única diferencia entre ambos tipos de sanciones (las muy graves, al Contencioso, y las graves o leves, al Social) radica en las consecuencias que conlleva para el beneficiario de la prestación: pérdida temporal o definitiva del derecho, o mera sanción que puede consistir en suspensión temporal del derecho, y aquí el legislador se comporta como si el orden Contencioso fuese más fiable, más garantista, pues no otra conclusión puede extraerse de esta dualidad competencial existente, y de la encomienda de la resolución de la sanción más grave precisamente al Contencioso. No se desconoce que la avocación competencial a uno u otro orden trae causa de que son diferentes los órganos –Autoridad Laboral, o Entidad Gestora– que resuelven el procedimiento, pero ello no obsta a que la impugnación judicial de su decisión se encomendase a un mismo orden jurisdiccional. Lo que cabría cuestionar, en un orden sancionador maduro como el nuestro, que se ha pergeñado después de un importante proceso depurador (v. gr.: STC 195/1996, de 28 de noviembre32), es si 31 En palabras de MERCADER UGUINA, J.: «Artículo 233», en VV. AA. (Dir.: MONEREO PÉREZ, J. L. y MORENO VIDA, Mª. N.): Comentario a la Ley General de la Seguridad Social, Comares, Granada, 1999, tomo 2, p. 1931. 32 Que nada observa sobre el particular ahora aquí comentado. Sobre la misma, véase el comentario de GARCÍA BLASCO, J. y VALLEJO DA COSTA, R.: «Infracciones y sanciones en el orden social y potestades de las Comunidades Autónomas: a propósito del recurso de inconstitucionalidad contra la Ley 8/1988, de 7 de abril», en REVISTA DEL MINISTERIO DE TRABAJO E INMIGRACIÓN 78 355 ESTUDIOS realmente debe seguirse manteniendo una competencia dualizada para la imposición de sanciones. Otra razón más, en definitiva, para simplificar el sistema, principiando por encomendar definitivamente al orden social todas las cuestiones y materias relativas a la imposición de sanciones administrativas laborales. LA FISONOMÍA DE LOS PROCESOS DE OFICIO. O CÓMO EL ÁMBITO DE LA EXCEPCIÓN COMPETENCIAL JURISDICCIONAL INJUSTIFICA LA REGLA GENERAL El procedimiento laboral contiene una especialidad procesal en relación con las infracciones laborales digna de consideración para intensificar la crítica al desdoblamiento competencial sobre el que se está disertando. Efectivamente, en el art. 149 LPL se contienen dos sub-modalidades procesales (de oficio33) en relación con la imposición de sanciones en vía administrativa, que propician lo que gráficamente se ha denominado como «aplicación bifásica del Derecho del Trabajo»34, en el sentido de que orden social es llamado, como se verá seguidamente, para realizar un juicio jurisdiccional sobre la procedencia de la intervención administrativa35. ALONSO OLEA, M., y MONTOYA MELGAR, A.: Jurisprudencia Constitucional sobre Trabajo y Seguridad Social, T. XIV, 1996, Civitas, Madrid, 1997. 33 Sobre el particular es ya clásico el trabajo de GARCÍA BLASCO, J.: Aplicación del Derecho del Trabajo y nuevo proceso de oficio, MTAS, Madrid, 1993. 34 En terminología de SEMPERE NAVARRO, A. V.: «Incoación de procedimiento de oficio ante presunta cesión ilegal de trabajadores», Repertorio de Jurisprudencia, núm. 10/2004. El mismo trabajo, por donde se cita aquí, se encuentra recogido en Cuestiones actuales..., op. cit., p. 3309. 35 La fisonomía, morfología y operatividad de dichos procesos de oficio puede verse en MARTÍN JIMÉNEZ, R., y SEMPERE NAVARRO, A. V.: «Sobre el ‘procedimiento de oficio’ (I y II), AS, núm. 5 y 6/2000, especialmente el segundo, trabajos ahora recogidos, en Cuestiones actuales..., op. cit., p. 3356. 356 Obviamente, de este tipo de procesos conocen los Juzgados de lo Social y, en suplicación, los Tribunales Superiores de Justicia, que, al contrario de lo que suele ser norma común en materia de infracciones, como estamos observando, sí cuentan con un cuerpo de resoluciones jurisprudenciales homogéneo del que poder extraer conclusiones prospectivas. Debe reseñarse que además de la modalidad que ahora será objeto de análisis, la propia LPL prevé en su art. 146.a) LPL otra modalidad de oficio, en este caso dedicada a tutelar los perjuicios económicos que se le podrían irrogar a los trabajadores por la imposición al empresario de una sanción administrativo-laboral. Obviamente, en esta modalidad también se tiene en cuenta la LISOS, pero desde un punto de vista meramente instrumental, porque el propio proceso tiene como presupuesto la existencia de una sanción firme al empresario, y su objeto se dirige a fijar y cuantificar los perjuicios económicos que dicha sanción ha irrogado a los trabajadores. Es decir, en estos casos, al ser la sanción firme presupuesto del proceso, los preceptos sancionadores contenidos en la LISOS no se utilizan para acometer la resolución del petitum de la pretensión, por lo que no puede decirse que la jurisdicción social esté interpretando la LISOS, sino las consecuencias económicas que la imposición de una sanción genera. El art. 149.1 LPL regula, como se afirma, una modalidad procesal (mal llamada36) de oficio que principia por una comunicación que 36 Es usual la crítica a la incorrecta nomenclatura de la modalidad procesal, en la medida en que, de un lado, no se inicia realmente de oficio por el órgano jurisdiccional, circunstancia radicalmente prohibida por la eficacia del principio dispositivo que rige –aunque relajadamente– en la materia laboral, sino por intimación directa de la autoridad laboral, y, de otro, la autoridad judicial carece de potestad legal para intimar de la Administración la remisión del expediente. En este sentido puede verse, entre otras muchas, la S TSJ de Madrid, de 14 de octubre de 1994 (AS 1994\4103). REVISTA DEL MINISTERIO DE TRABAJO E INMIGRACIÓN 78 ÁNGEL ARIAS DOMÍNGUEZ dirige la autoridad laboral al juzgado en la que se le informa que, como resultado de la formalización de un procedimiento sancionador, el infractor ha impugnado el acta de infracción intentando «desvirtuar la naturaleza laboral de la relación jurídica objeto de la actuación inspectora». Por ello, y antes de caminar, continuar con la prosecución del expediente sancionador, lo que se pretende es «dejar establecido con carácter vinculante para la Administración si la relación existente entre dos personas es o no laboral, en cuanto ello determina el sentido de la resolución a dictar»37. Lo primero que habría que señalar de esta modalidad es que si la argumentación del recurrente no va dirigida a «desvirtuar la naturaleza de la relación laboral» sino el fondo del asunto, es decir, la adecuación, formal y material, de la sanción al ordenamiento jurídico, el orden Contencioso-Administrativo es el competente, y el Social, por tanto, nada tiene que decir38. Obsérvese que, en puridad, en esta específica modalidad procesal nos encontramos ante la presencia de un auténtico acto administrativo: el acta de infracción, sometido por completo al derecho administrativo, en la medida en que, de un lado, su adopción se realiza empleando normas puramente administrativas39 y, de otro, que su contestación judicial corresponde a la competencia de la jurisdicción Contencioso-Administrativa. 37 En palabras de M ONTERO AROCA, J.: Introducción..., ob. cit., p. 277. 38 BAYLOS GRAU, A.; CRUZ VILLALÓN, J., y FERNÁNDEZ LÓPEZ, Mª. F.: Instituciones..., op. cit., p. 393. 39 La Ley 30/1992, de 26 de noviembre, de Régimen Jurídico de las Administraciones Públicas y el Procedimiento Administrativo común, como reclama, por ejemplo, el art. 13.1 de la Ley 42/1997, de 14 de noviembre, de Ordenación de la Inspección de Trabajo y Seguridad Social. La llamada a la adecuación de la función inspectora al ordenamiento administrativo también se detecta en varios artículos (15.1.d); 22.1,etc.) del Real Decreto 138/2000, de 4 de febrero, por el que se Aprueba el Reglamento de Organización y Funcionamiento de la Inspección de Trabajo y Seguridad Social. Se acude, no obstante, a la jurisdicción social para que –como si de una cuestión meramente prejudicial se tratase (art. 150.2 LPL)40, y antes, lógicamente de que el expediente administrativo llegue a término [S TS ud. de 5 de mayo de 1994 (RJ 1994/3996)41]–, dictamine de forma vinculante la naturaleza jurídica de la relación tenida por laboral por la Inspección de Trabajo. En definitiva, «La intervención, pues, del Juez social por medio de este específico y particular procedimiento tiene como objeto anticipar a la Autoridad Laboral una solución que sólo puede dar la Autoridad judicial a una cuestión previa para la que es ésta competente con la finalidad de que él pueda resolver con todas las garantías sobre la impugnación de naturaleza administrativa sancionadora de la que está conociendo» [S TS ud. de 3 de marzo de 2004 (RJ 2004/2432)]. Tiene como objeto, en conclusión, lograr un pronunciamiento previo del orden social sobre determinadas calificaciones que operan como presupuestos jurídicos de decisión para la actividad sancionadora de la Administración laboral (S TS ud. de 5 de mayo de 1994 [RJ 1994/ 3996]). Obvio es decir, aunque no está de más, que en el análisis de esas cuestiones tiene el Juez de lo Social que aplicar e interpretar normas de naturaleza claramente laboral, como son, señaladamente, las atinentes a si ha existido 40 De «…solución de prejudicialidad suspensiva del procedimiento administrativo a través del procedimiento judicial ‘de oficio’ de los arts. 146 y ss LPL…» habla la STS ud. de 3 de marzo de 2004 (RJ 2004\2432). Así lo han apreciado sin dificultad, tanto la jurisprudencia menor: S TSJ de Canarias (Las Palmas), de 11 de noviembre de 2004 (AS 2004\3803), como la doctrina: ALBIOL MONTESINOS, I.; ALFONSO MELLADO, C. L.; BLASCO PELLICER, Á., y GOERLICH PESET, J. Mª.: Derecho Procesal..., op. cit., p. 299. 41 En el mismo sentido, véanse las SS TSJ de Aragón, de 23 de diciembre de 1992 (AS 1992\5926), de Canarias (Las Palmas), de 11 de noviembre de 2004 (AS 2004\3803), y de Canarias (Santa Cruz de Tenerife), de 30 de diciembre de 1993 (AS 1993\5242). REVISTA DEL MINISTERIO DE TRABAJO E INMIGRACIÓN 78 357 ESTUDIOS contrato de trabajo y a si éste se ha formalizado correctamente42. El inciso segundo del art. 149 LPL funciona de forma muy parecida, aunque su objeto es muy distinto, ya que pretende reclamar del orden social una resolución que determine la naturaleza, judicial o administrativa, de la cuestión debatida en el expediente administrativo que se está tramitando por infracción de la LISOS en los supuestos que señala exhaustivamente la propia norma43. Se intima, de esta manera, una solicitud de oficio al Juzgado de lo social correspondiente para que decida si, por razón de la materia, puede la Administración continuar la tramitación del asunto, o si, por el contrario, estamos en presencia de una materia reservada al conocimiento del orden Social de la jurisdicción, dictaminando, en definitiva, si continúa o no siendo competente la Autoridad Laboral para proseguir la instrucción del expediente sancionador. Pero únicamente cuando el sujeto responsable haya impugnado el acta de infracción en base a «alegaciones y pruebas de las que se deduzca que el conocimiento del fondo de la cuestión está atribuido al orden social de la jurisdicción…»44, y única 42 Como acontece, v. gr. en la S TSJ de Castilla y León (Valladolid), de 30 de marzo de 2004 (AS 2004/1284) en relación a la contratación anual de veterinarios por la Junta de Castilla y León, y en a S TSJ de Canarias (Las Palmas), de 11 de noviembre de 2004 (AS 2004/3803) en relación con la consideración de un contrato como de trabajo o mercantil suscrito por un trabajador autónomo. 43 Obviamente, como señalan numerosas resoluciones (v. gr. SS TSJ de Canarias (Las Palmas), de 9 de septiembre de 2004 [AS 2004/2905], y de 28 de julio, de 2006 [AS 2006/3060]), antes de haber una resolución administrativa firme que determine la existencia de una infracción sancionable. 44 No se analiza, por carecer de trascendencia para lo aquí argumentado, la cuestión, medular en la configuración de la modalidad, de si es necesario para comenzar el proceso de oficio impugnar abiertamente la competencia de la Administración Laboral o no. Sobre el particular, el citado estudio de SEMPERE NAVARRO, A. V.: «Incoación de procedimiento..», op. cit.., en el que se 358 y exclusivamente en relación con el elenco de infracciones que enumera: arts 7, incisos 2, 6 y 10, y art. 8, incisos 2, 11, y 12 LISOS45 pues sin duda la lista es cerrada46. analiza la postura del TS sobre el particular: SS TS de1 de diciembre de 2003 (RJ 2003/9517); de 3 de marzo de 2004 (RJ 2004/2432), y de 26 de abril de 2004 (RJ 2004/3377). Adviértase, no obstante, que la postura favorable del TS a una impugnación no directamente dirigida a cuestionar la competencia de la Autoridad Laboral deviene en perjuicio de la supervivencia de esta modalidad procesal como autónoma, en tanto en cuanto ensancha, con desmesura, el objeto del proceso, haciéndolo un tanto irreconocible, o indiferenciado de la modalidad procesal ordinaria. Para detectar la trascendencia de esta cuestión, puede verse también la S TSJ del País Vasco, de 14 de septiembre de 2004 (JUR 2005/19605). 45 Es decir, art. 7.2: «La transgresión de la normativa sobre modalidades contractuales, contratos de duración determinada y temporales, mediante su utilización en fraude de ley o respecto a personas, finalidades, supuestos y límites temporales distintos de los previstos legal, reglamentariamente, o mediante convenio colectivo cuando dichos extremos puedan ser determinados por la negociación colectiva»; art. 7.6: «La modificación de las condiciones sustanciales de trabajo impuesta unilateralmente por el empresario, según lo establecido en el artículo 41 del Estatuto de los Trabajadores»; art. 7.10: «Establecer condiciones de trabajo inferiores a las establecidas legalmente o por convenio colectivo, así como los actos u omisiones que fueren contrarios a los derechos de los trabajadores reconocidos en el artículo 4 de la Ley del Estatuto de los Trabajadores, salvo que proceda su calificación como muy graves, de acuerdo con el artículo siguiente»; art. 8.2 «La cesión de trabajadores en los términos prohibidos por la legislación vigente»; art. 8.11 «Los actos del empresario que fueren contrarios al respeto de la intimidad y consideración debida a la dignidad de los trabajadores»; y, por último, art. 8.12 «Las decisiones unilaterales de la empresa que impliquen discriminaciones directas o indirectas desfavorables por razón de edad o discapacidad o favorables o adversas en materia de retribuciones, jornadas, formación, promoción y demás condiciones de trabajo, por circunstancias de sexo, origen, incluido el racial o étnico, estado civil, condición social, religión o convicciones, ideas políticas, orientación sexual, adhesión o no a sindicatos y a sus acuerdos, vínculos de parentesco con otros trabajadores en la empresa o lengua dentro del Estado español, así como las decisiones del empresario que supongan un trato desfavorable de los trabajadores como reacción ante una reclamación efectuada en la empresa o ante una acción administrativa o judicial destinada a exigir el cumplimiento del principio de igualdad de trato y no discriminación». 46 En este sentido GALIANA MORENO, J. Mª.: «Artículo 149», en MONTOYA MELGAR, A.; GALIANA MORENO, J. Mª., REVISTA DEL MINISTERIO DE TRABAJO E INMIGRACIÓN 78 ÁNGEL ARIAS DOMÍNGUEZ Es impropio de esta modalidad procesal de reducido espectro, pretender otro tipo de declaración jurisdiccional, sea cual sea ésta47, teniendo que reconducirse esas pretensiones hacia otras modalidades contractuales. Por ello, precisamente, la impugnación por motivos de fondo de la propuesta de sanción efectuada por la Inspección de Trabajo no justifica la interposición de la demanda de oficio a que se refiere este precepto48. En definitiva, esta modalidad, como observa gráficamente la S TSJ de Canarias de 14 de julio de 2004 (AS 2004/2405)49: «…trata de un procedimiento iniciado por comunicación de la Autoridad Laboral cuando aún no hay resolución administrativa firme que determine la existencia de una infracción sancionable, es decir, cuando el procedimiento sancionador no ha concluido, cuando aún no hay ningún pronunciamiento acerca de la conducta infractora del empresario y las actas de infracción han sido impugnadas por el sujeto responsable en base a alegaciones y pruebas que puedan determinar que el asunto debe ser conocido por la jurisdicción social y no por la Administración», añadiendo, seguidamente, que «en estos casos…/…lo que se persigue es supeditar la efectividad de la sanción administrativa al conocimiento previo del fondo de la cuestión por parte del orden social de la jurisdicción». Como en la modalidad anterior, estamos en presencia de una «especie de cuestión prejudicial devolutiva»50, aunque su fundamento y operatividad es algo distinta. Con la paradójica consecuencia de que, –tanto en este caso como en el anterior–, se resuelve por un órgano del orden Social51 cuando la competencia revisora de la eventual sanción impuesta al infractor se residencia en el Contencioso-Administrativo. Parece claro que la finalidad última de este mecanismo procesal es evitar la eventual formalización ulterior de un conflicto de competencias entre órganos jurisdiccionales del orden Social y de otros órdenes de la jurisdicción, paradigmáticamente el orden Contencioso-Administrativo [S TS ud. de 1 de diciembre de 2003 (RJ 2003/9517)]52. 50 SEMPERE NAVARRO, A. V., RÍOS SALMERÓN, B.; CAVAS MARTÍNEZ, F.; LUJÁN ALCARAZ, J. y CÁMARA BOTÍA, A.: Comentarios..., op. cit., p. 452. También SEMPERE NAVARRO, A. V.: «Incoación de procedimiento..», ob. cit..; e igualmente MARTÍN JIMÉNEZ, R., y SEMPERE NAVARRO, A. V.: «Sobre el ‘procedimiento...», ob. cit. En el mismo sentido véase la S TSJ de Aragón, de 5 de abril de 1999 (AS 1999/945). 47 Como, por ejemplo, que se concretase la titularidad de la empresa incursa en el proceso sancionador, para así identificar el sujeto responsable, como acontece en la S TSJ de Canarias (Las Palma), de 9 de septiembre de 2004 (AS 2004/2905). 48 MARTÍN JIMÉNEZ, R., y SEMPERE NAVARRO, A. V.: «Sobre el ‘procedimiento...», op. cit., p. 3356. 49 Se expresan prácticamente en idénticos términos las SS TSJ de Canarias (Las Palma), de 9 de septiembre de 2004 (AS 2004/2905), de 28 de julio, de 2006 (AS 2006/3060), de 29 de diciembre de 2006 (AS 2007/2455), y de 8 de octubre de 2007 (AS 2008/253). Así la denominan multitud de resoluciones: v. gr. las SS TSJ de Canarias de 14 de julio de 2004 (AS 2004/2405), y de Castilla y León (Burgos), de 15 de marzo de 2007 (AS 2007/1768). 51 Las pretensiones de las partes encaminadas a encomendar este tipo de cuestiones al orden Contencioso-Administrativo y no al Social no han sido satisfechas por los tribunales. Así, por ejemplo, la S TSJ de Cataluña, de 15 de noviembre de 2007 (AS 2007/1256) afirma, para contrarrestar las pretensiones de las partes en este sentido que «Por el contrario, lo que se deduce de las citadas normas es que la cuestión debatida debe ser enjuiciada por la jurisdicción social, toda vez que no nos encontramos ante la impugnación de un acto o resolución administrativa en materia sancionatoria, cuyo conocimiento de momento viene atribuido a la jurisdicción Contencioso-Administrativa, sino ante un pronunciamiento previo sobre cuestiones cuyo conocimiento, en cuanto al fondo, viene atribuido a la jurisdicción social». 52 Llama la atención la cantidad de pronunciamientos judiciales que reiteran ese argumento, como si de un peligro indeseable se tratase. Así, por ejemplo: S TS ud. de 26 de abril de 2004 (RJ 2004/3377), y SS TSJ de Galicia, de 30 de noviembre de 1998 (AS 1998/6738); de REVISTA DEL MINISTERIO DE TRABAJO E INMIGRACIÓN 78 359 ESTUDIOS Porque, de lo que se trata es de determinar el fondo de la cuestión, de averiguar, en definitiva, el carácter y la naturaleza material de las infracciones cometidas cuya gravedad y entidad están siendo debatidas en el expediente administrativo, obviamente sin entrar en el fondo de la cuestión, es decir, sin deducir la responsabilidad oportuna y sin imponer la sanción correspondiente53, pero sí determinando si han concurrido, laboralmente, los hechos constitutivos del ilícito laboral 54 . Obsérvese, por ello, el empaque y la trascendencia de lo decidido en esta vía prejudicial a efectos de la imposición en vía administrativa de la sanción correspondiente55. Como observa la S TSJ de Cataluña, de 7 de septiembre de 2004 (AS 2004/2908), la Cantabria, de 28 de abril de 2005 (AS 2005/995); de Canarias (Las Palma), de 9 de septiembre de 2004 (AS 2004/2905); de Canarias (Las Palmas), de 28 de julio, de 2006 (AS 2006/3060); y de Canarias (Las Palmas), de 8 de octubre de 2008 (AS 2008/253). 53 Como se pretendía artificiosamente en la S TSJ de Canarias (Las Palmas), de 9 de septiembre de 2004 (AS 2004/2905): «En cuanto al contenido del presente motivo de censura jurídica observa la Sala una defectuosa formalización del mismo, dado que la solicitud de que se imponga una sanción al titular de la empresa, D. A (constituye) en sí misma un error conceptual, al ser totalmente ajena al objeto y contenido del procedimiento de oficio, como veremos posteriormente...». 54 En la S TSJ de Cataluña, de 15 de noviembre de 2007 (AS 2007/1256) se alegaba por las partes «que a través de esta modalidad procesal no puede entrarse en el fondo del tema debatido sino solo decidir si lo que resulta de las actas levantadas por la Inspección de Trabajo en materia sancionadora corresponde conocer al orden jurisdiccional social o al Contencioso-Administrativo», dándosele la siguiente contestación: «…no se trata solo de efectuar un pronunciamiento sobre la competencia para conocer del tema de fondo planteado por la autoridad laboral, sino también de decidir si se ha producido o no el hecho o hechos recogidos en la comunicación de la autoridad laboral…». 55 Para un supuesto de acoso laboral, véase el comentario de COLMENERO CONDE, P.: «Tutela judicial y administrativa de los supuestos de acoso moral en el trabajo. La actuación de la Inspección de Trabajo y la singularidad del procedimiento de oficio regulado en el art. 149.2 LPL.», AS 32/2007. 360 modalidad recaba «…un pronunciamiento previo del orden social sobre determinadas calificaciones que operan como presupuestos jurídicos de decisión para la actividad sancionadora de la Administración Laboral», añadiendo a continuación que «nos encontramos, así, ante un procedimiento sancionador revisable ante la jurisdicción contenciosa previa calificación por el órgano social de la licitud de la conducta ‘laboral’ del empresario; lo que supone una ‘doble jurisdicción’ sobre un mismo asunto con la disfunción procesal que ello genera y que sólo a través de la incumplida previsión que se contiene en el art. 3.3 de la LPL podría superarse». Esta función, amén de plenamente jurisdiccional, no puede realizarse sin analizar en propiedad la repercusión laboral de la conducta constitutiva de la infracción56, y ello no puede hacerse sin calibrar la función que el bien jurídico protegido por la norma sancionadora juega en la relación laboral, de lo que se deduce que los órganos del orden Social sí analizan, en esta modalidad, la repercusión y profundidad de la infracción laboral. Es decir, que cuando el juez de lo Social está actuando su competencia jurisdiccional en esta labor calificadora está observando si concurren los elementos materiales de la infracción, singularmente los aspectos fácticos57, pero también los de calificación jurídica, singularmente los 56 Como dice la S JS núm. de Vitoria (AS 2005/1629): «Es evidente que una cuestión a la que son de aplicación las normas laborales, como son el Real Decreto Legislativo 5/2000 sobre infracciones y sanciones en el Orden Social, el Estatuto de los Trabajadores y la Ley de Procedimiento Laboral, se refiere a materias que caen dentro de la `rama social del derecho’...». 57 Como bien dice la S TSJ de Madrid, de 12 de junio de 2006 (AS 2006/3157): «el objeto del proceso consiste en determinar si ha existido alguna de las conductas tipificadas en este precepto, y de ahí que la sentencia dictada en proceso de oficio deba pronunciarse tan sólo sobre la existencia o inexistencia del hecho imputado al sujeto infractor, es decir, sobre el (en este concreto caso) art. 8.11 LISOS, relativo a si los actos del empresario fueron contrarios al respeto de la intimidad y consideración debida a la dignidad de la trabajadora». REVISTA DEL MINISTERIO DE TRABAJO E INMIGRACIÓN 78 ÁNGEL ARIAS DOMÍNGUEZ de imputación de la infracción al sujeto responsable y la gravedad de la conducta58, y porque, en definitiva, tiene que pronunciarse sobre la comisión de la infracción como presupuesto aplicativo que es del razonamiento que le lleva a la consideración pedida por la Administración59. Porque dictaminar que, por ejemplo, efectivamente se ha producido una cesión prohibida de trabajadores, o se ha producido una invasión empresarial de la intimidad del trabajador, o se produce en la empresa una práctica discriminatoria, o una modificación unilateral de las condiciones de trabajo, o, en fin, que se ha transgredido la normativa sobre contratación de trabajadores, es vincular, prácticamente de forma definitiva, a la administración para que evacue una resolución sancionadora, constituyendo las cuestiones formales relacionadas con la regular formalización del expediente sancionador como la única forma posible de oposición por el infractor. Decir, que en esta operación intelectiva del Juez de lo Social no es jurisdiccional no es razonable. Además, los órganos de lo Social una vez comprobada la regularidad formal de los 58 En la S TSJ de Cantabria, de 28 de abril de 2005 (AS 2005/995) sobre modalidades contractuales fraudulentas no se discute la concurrencia del elemento del tipo, que va de suyo, sino su gravedad, porque: «de no ser grave la acción de la empresa, entiende no admisible la demanda de oficio, pues solo debido a esta calificación y de ser impugnada el acta de infracción, puede entrarse en el análisis de la pretensión contenida en demanda, sin que la sentencia recurrida se pronuncie sobre dicha calificación, sino solo sobre el objeto de la contratación impugnada». 59 «...no se trata de proporcionar a la administración laboral una interpretación general de la norma debatida, sino de una típica actividad jurisdiccional, en virtud de la cual se aplica el Derecho al supuesto fáctico objeto de enjuiciamiento. Por ello, el pronunciamiento judicial debe entrar tanto en las fundamentaciones aportadas por las partes y que sirven para dictar el fallo, como también en las alegaciones y pruebas de hechos efectuadas por las mismas partes». BAYLOS GRAU, A.; CRUZ VILLALÓN, J., y FERNÁNDEZ LÓPEZ, Mª. F.: Instituciones..., op. cit., p. 395. actos procesales, es decir, una vez cerciorados de que se cumplen las especificidades procedimentales relacionadas con esta particular modalidad procesal, acometen, de manera natural, el despliegue conceptual de razonamientos jurídicos como si del enjuiciamiento de cualquier otro tipo de demanda laboral se tratase, aplicando normativa laboral y jurisprudencia de la Sala cuarta del TS, y realizando consideraciones en el fallo sobre si se ha transgredido o no, y en qué intensidad, la normativa laboral que refieren los artículos de la LISOS para constituir el tipo de ilícito laboral que pretende castigarse en vía Administrativa60. Ahora bien, debe quedar claro que el ejercicio de esta facultad no permite que puedan los tribunales del orden Social pronunciarse sobre la pertinencia de imponer o no una 60 Véase, en este sentido, la S TSJ de Canarias (Las Palmas), de 8 de octubre de 2007 (AS 2008/253) sobre cesión ilegal de trabajadores; la S TSJ de Madrid, de 4 de diciembre de 2007 (AS 2008/399) sobre trasgresión de los derechos de información, audiencia y consulta de los representantes de los trabajadores y de los delegados sindicales; la S TSJ de Canarias (Las Palmas), de 14 de de julio de 2004 (AS 2004/2405) sobre cambio de horario de trabajo de todo el personal adscrito al sistema de jornada continuada; la S TSJ de Canarias (Las Palmas), de 28 de julio, de 2006 (AS 2006/3060) sobre asignación de funciones de inferior categoría tras la readmisión por despido improcedente y vulneración de la dignidad del trabajador; las SS TSJ del País Vasco, de 21 de septiembre de 2004 (AS 2004/3560) y de Andalucía (Sevilla), de 30 de septiembre de 2003 (AS 2003/876) sobre modificación sustancial de condiciones de trabajo; la S TSJ de la Comunidad Valenciana, de 4 de octubre de 2001 (PROV 2002/181723) sobre infracciones de empresas usuarias en relaciones de trabajo temporal, las SS TSJ de 12 de junio de 2006 (AS 2006/3157); de Cantabria, de 12 de diciembre de 2003 (AS 2003/1933), del País Vasco, de 16 de mayo de 2006 (AS 2007/1201) y de Castilla y León (Burgos), de 15 de marzo de 2007 (AS 2007/1768) sobre transgresión de la intimidad del trabajador; y las SS TSJ del País Vasco, de 14 de septiembre de 2004 (JUR 2005/19605); de Cantabria, de 28 de abril de 2005 (AS 2005/995); de La Rioja, de 20 de abril de 2006 (AS 2006/2225) y de Canarias (Las Palmas), de 29 de diciembre de 2006 (AS 2007/2455) sobre utilización fraudulenta de las modalidades contractuales. REVISTA DEL MINISTERIO DE TRABAJO E INMIGRACIÓN 78 361 ESTUDIOS determinada sanción, competencia que corresponde, en exclusividad, a la autoridad laboral61. Con igual intensidad debe recalcarse que queda fuera del objeto de este proceso el conocimiento y decisión sobre el resto de las alegaciones que se hayan podido efectuar por el imputado en el expediente administrativo, que deberán ser analizadas, en exclusividad, por dicha autoridad al resolver el referido expediente, cuya decisión, en definitiva, puede ser impugnada ante los órganos jurisdiccionales del orden Contencioso-Administrativo62. Se tenga el juicio de valor que se quiera sobre esta sub-modalidad procesal, lo cierto es que el propio ordenamiento en su conjunto es plenamente consciente de la necesidad de acudir a un Juez de lo Social para determinar la concurrencia de los elementos del tipo de la infracción laboral. Porque se acude a él, recuérdese, para no tener dudas sobre el fondo del asunto, para que la Administración no yerre en sus juicios de valor sobre un elemento de la sanción administrativa laboral que puede interpretar correctamente, dado que permite afirmar sin riesgo a equivocaciones, que, al menos, en estos supuestos, el acudimiento a la jurisdicción Social es ineludible, mientras que quien está de más en estos casos es la jurisdicción Contenciosa-Administrativa, quien, –obsérvese, en el enjuiciamiento jurisdiccional de la sanción impuesta en vía administrativa una vez acabada ésta– no puede, claro está, entrar a debatir sobre 61 Como observa la S TSJ de Castilla y León (Burgos), de 15 de marzo de 2007 (AS 2007/1768) : «…la sentencia del órgano jurisdiccional se ha de limitar a declarar la naturaleza judicial o administrativa de la cuestión debatida en el expediente, es decir, a determinar si la Administración demandante es o no competente para ejercitar su potestad sancionadora, sin entrar a valorar la existencia o inexistencia de conducta sancionable administrativamente. Lógicamente mientras se mantenga la hipótesis que las actas de infracción sean impugnadas ante la jurisdicción contenciosa administrativa…». 62 Ambos extremos los expone muy gráficamente la S TSJ del País Vasco, de 16 de mayo de 2006 (AS 2007/1201). 362 las cuestiones que, con fuerza de cosa juzgada material –pues las sentencias meramente declarativas como éstas, tienen ese carácter– ha decidido la jurisdicción social. Esta forma dual de conducir estas cuestiones no es razonable. Entre otras razones adicionales porque es antieconómico, procesalmente hablando, en cuanto queda en manos del infractor, prolongar artificialmente el cumplimiento de la sanción, pues puede recurrir primero, agotando toda la vía Social, la decisión del Juez de lo Social con respecto a la calificación que haga de los elementos del tipo de la infracción desde un punto de vista laboral, y, por supuesto, podrá recurrir, aunque ya por motivos estrictamente relacionados con la pertinencia de imponer la sanción, la sanción administrativa hasta agotar esa vía, y después podrá recurrir a la vía ContenciosoAdministrativa, hasta agotarla63. Cierto es que existe en la sub-modalidad procesal la posibilidad de imponer una sanción cuando se entienda que «las alegaciones del sujeto responsable pretenden la dilación de la actuación administrativa» (Art. 150.4 LPL), pero también que las «cien mil pesetas» (sic) a las que alude como tramo máximo el art. 97.3 LPL no parece suficiente coerción. En conclusión, que una simple acta de infracción por una incorrecta utilización, por ejemplo, de las modalidades de contratación laboral (Art. 7.2 LISOS) puede tardar años en concluir en una efectiva sanción. Desde luego, el crédito que se reclama de la eficacia tuitiva de la función sancionadora está muy en relación con la prontitud con la que se cumple la misma. Lo que llama poderosamente la atención es la elección de supuestos en los que debe acudirse a esta sub-modalidad procesal. Podría pensarse que es la calidad de la materia lo que determina la necesidad de acudir al orden social. Es decir, que la calificación de 63 En este sentido lo observa, por ejemplo, la S TSJ de Galicia, de 27 de noviembre de 1999 (AS 1999/ 3606). REVISTA DEL MINISTERIO DE TRABAJO E INMIGRACIÓN 78 ÁNGEL ARIAS DOMÍNGUEZ una realidad laboral puede resultarle difícil, o simplemente extraña en su quehacer diario, a un órgano administrativo. Pero es aquí donde la perplejidad del lector es palmaria, porque, de un lado, los cuerpos funcionariales que se encargan de levantar actas de infracción son conocedores de la legalidad laboral, y, de otro, más llamativamente si cabe, se desconoce la razón (¿caprichosa?) que obliga a acudir a esta previa declaración con fuerza de cosa juzgada en estos supuestos, y no, por ejemplo, en otros igualmente enjundiosos: para cuando se tenga que analizar si se han transgredido «las normas y los límites legales o pactados en materia de jornada, trabajo nocturno, horas extraordinarias, horas complementarias, descansos, vacaciones, permisos y, en general, el tiempo de trabajo...» (Art. 7.5 LISOS); cuando se trate de calibrar «la transgresión de los derechos de los representantes de los trabajadores y de las secciones sindicales...» (Art. 7.8 LISOS); cuando se analice si se han cumplido «las obligaciones que en materia de planes de igualdad que establecen el Estatuto de los Trabajadores y el convenio colectivo que sea de aplicación»; o de analizar la entidad de «los actos del empresario lesivos del derecho de huelga» (Art. 8.10 LISOS), o los referidos al «incumplimiento de la normativa sobre limitación de la proporción mínima de trabajadores contratados con carácter indefinido contenida en la Ley Reguladora de la Subcontratación en el Sector de la Construcción y en su reglamento de aplicación» (Art. 8.16 LISOS), etc. manera unilateral por parte del empresario sin respetar los cauces del art. 41 ET (Art. 7.6 LISOS) es completamente imprescindible la tenencia de unos conocimientos jurídico laboral, y para perfilar si ha existido una «transgresión de las cláusulas normativas sobre materia sindical establecidas en los convenios colectivos» (Art. 8.9 LISOS) no son necesarios dichos conocimientos. Esta afirmación no se sostiene, por lo que la diferencia de trato no puede pivotar sobre la cualidad de la materia jurídica a interpretar. No es, en definitiva, una elección por razón de la materia. Pero, por otro lado, dejando a un lado el primer supuesto, la diferenciación no puede establecerse por el momento en el que se comete la infracción. Ni tampoco, parece, por la entidad, gravedad o repercusiones de la misma, ya que, en este caso «el impago y los retrasos reiterados en el pago del salario debido» (art. 8.1 LISOS) debería incluirse. Tampoco parece que la diferenciación de supuestos radique en las consecuencias jurídicas de la infracción. Los ejemplos podrían seguirse enumerando, pero parecen suficientes para lo que se pretende señalar. Quiérese decir, nos preguntamos, que con la elección de aquellos supuestos y no de éstos, la norma pretende identificar asuntos en los que es necesario la aplicación de unos ciertos conocimientos jurídico laborales y para otros no, o que la cuestión estriba en el grado de dificultad laboral para apreciar unos u otros. Parece, y eso es lo que quiere significar la norma, que la diferencia entre unos supuestos y otros se encuentra en que el establecimiento de una realidad fáctica, sólo eventualmente apreciable por órganos jurisdiccionales sociales, es presupuesto de la aplicación de la infracción. Así, por ejemplo, entiende la norma que es presupuesto de que ha existido una «transgresión de la normativa sobre modalidades contractuales» una declaración en este sentido con fuerza vinculante de la jurisdicción social. Pero tampoco parece que este criterio pueda aplicarse a todos los supuestos, puesto que, por ejemplo, si se razonase en este sentido, la declaración de que se ha existido una «vulneración del derecho de asistencia y acceso a los centros de trabajo, en los términos establecidos por el artículo 9.1.c) de la LOLS...» debería también realizarla un órgano de la jurisdicción Social. Es decir, que para analizar, por ejemplo, si han existido modificaciones sustanciales de Se nos escapa, en conclusión, cuál es la razón por la que el legislador ha elegido estos REVISTA DEL MINISTERIO DE TRABAJO E INMIGRACIÓN 78 363 ESTUDIOS supuestos y no otros para esta sub-modalidad procesal64. Lo que nos lleva a observar que también los órganos de la jurisdicción ContenciosoAdministrativa analizan, estudian y aplican con total normalidad en su función enjuiciadora de los recursos interpuestos frente a las decisiones sancionadoras de los órganos administrativos, preceptos contenidos en la LISOS de enjundia y dificultad, al menos tan propia, como lo que acontece cuando los órganos de la jurisdicción social se encargan de realizar la peculiar función calificadora que les reclama que haga el art. 149 LPL. Razón adicional para encomendar esta cuestión, definitivamente al orden social65. Repárese, por último, que cuando definitivamente se encomiende por completo la impugnación jurisdiccional de este tipo de sanciones administrativas al orden Social, no 64 «La comparación entre los supuestos incluidos y excluidos de la iniciación del procedimiento de oficio manifiesta un criterio legal absolutamente convencional, pues resulta difícil precisar las circunstancias que determinan al legislador a establecer el listado referido y los motivos por los que incluye o excluye a los diversos supuestos. Si acaso, se podría descubrir una mayor dificultad en la concreción del tipo legal que determina la infracción administrativa, razón por la que se remite al órgano judicial antes de proceder a imponer la sanción administrativa. En todo caso, si la fundamentación jurídica de la presente variedad es el conocimiento por el orden social de una cuestión que afecta a la rama social del Derecho, su ámbito debería ser coincidente con toda impugnación en la que se alegara una cuestión de esta naturaleza ». BAYLOS GRAU, A.; CRUZ VILLALÓN, J., y FERNÁNDEZ LÓPEZ, Mª. F.: Instituciones..., op. cit., p. 233. 65 «Téngase en cuenta que, al conocer la jurisdicción contencioso-administrativa de recursos contra sanciones.../...se enfrenta con problemas de fondo jurídicolaborales para juzgar de la procedencia de la sanción.../...Y habida cuenta de que tales supuestos se originaban o sustentaban sobre verdaderos conflictos laborales, la mayor parte de la doctrina laboralista ha venido sosteniendo que la revisión judicial de la sanción (o de la actuación administrativa) debía corresponder a la jurisdicción social...», en palabras de ALONSO OLEA, M.; y CASAS BAAMONDE, Mª. E.: Derecho del..., op. cit., p. 1.265. 364 será necesario acudir a estas sub-modalidades procesales, que perderán así toda la virtualidad técnica que actualmente poseen66. Otra razón más para adoptar sin dilación la reclamada reforma legislativa. Aunque hace apenas un año que se ha reformado, por obra de la Ley Orgánica 3/2007, de 22 de marzo, para la Igualdad Efectiva entre Mujeres y Hombres, este procedimiento de oficio de la L.p.l., con el objetivo de vigorizar la función calificatoria de la jurisdicción social y hacerla partícipe instrumental de la política antidiscriminatoria, por lo que no creemos que se vaya a acometer la reforma comentada67. LA FRAGMENTARIA CONFIGURACIÓN DE LAS INFRACCIONES LABORALES Aunque la LISOS tiene una concepción exhaustiva de las infracciones del orden social, en el sentido de que pretende aglutinar en su texto todas las posibles68, algunas otras normas de ámbito general, no propiamente laboral, por tanto, incluyen entre sus dictados algunas reglas que tipifican, con mayor o menor acierto, algún tipo de infrac- 66 Frecuentemente recalcado por resoluciones judiciales: S TSJ de Canarias (Las Palmas), de 11 de noviembre de 2004 (AS 2004/3803). 67 Repárese en el precioso efecto derogatorio de este artículo 149.2 que tendría la entrada en vigor de la norma que encomendase por completo la resolución de estas cuestiones al orden social, especialmente si, como es usual y poco práctico y seguro, la disposición derogatoria de aquella fuese del estilo de que se considera derogada toda disposición que se oponga a lo dispuesto en la norma que entre en vigor. 68 «A este pernicioso estado de dispersión normativa y, por lo mismo, de auténtica falta de certeza en el conocimiento de las normas vigentes en materia sancionadora, pretende poner remedio el nuevo TRLISOS», CAVAS MARTÍNEZ, F.: «La tutela sancionadora en materia laboral: de la Ley 8/1988, de 7 de abril, sobre infracciones y sanciones en el orden social, al Real Decreto Legislativo 5/2000, de 4 de agosto, que aprueba el texto refundido de la ley de infracciones y sanciones en el orden social (II) », AS 15/2000. REVISTA DEL MINISTERIO DE TRABAJO E INMIGRACIÓN 78 ÁNGEL ARIAS DOMÍNGUEZ ción que, sin ser laboral en sentido estricto, sólo pueden cometerse como consecuencia del desarrollo de una relación así catalogada, dando lugar, aunque no tan ostentosamente como antaño al proceder legislativo centrífugo al que la LISOS venía a poner coto69. Es el caso, por ejemplo, de las infracciones tipificadas en el Título V de la Ley 16/1987, de 30 de julio, de ordenación del transporte por carretera, en cuyos artículos se prevén infracciones que sólo pueden cometerse en el ejercicio de una concreta actividad laboral. En ellas, además de prever diferentes supuestos (falsificación de títulos administrativos habilitantes para la realización del transporte, manipulación de los sistemas de control del tiempo de trabajo, no proporcionar los equipos de protección personal, etc) la norma se encarga de identificar como responsable de la infracción no sólo al incumplidor directo de la norma, que también, sino igualmente al empresario para el que se realiza el servicio o transporte70, erigiéndose, por tan- 69 «Debe valorarse positivamente el esfuerzo unificador e integrador que el Gobierno ha debido aplicar en la confección del nuevo TRLISOS; ya sólo cabe esperar que las futuras, y probablemente necesarias, modificaciones que incidan en la regulación de la materia sancionadora del orden social, se lleven a cabo en el propio texto del Texto refundido, sin dar ocasión nuevamente a la dispersión normativa que ha propiciado la elaboración de dicho texto», CAVAS MARTÍNEZ, F.: «La tutela sancionadora...», ul. op. cit. 70 Como ejemplos varios podemos citar: El art. 140 en su apartado 8º dispone como infracción muy grave: «La falsificación de títulos administrativos habilitantes para la realización de transporte terrestre o de alguna de sus actividades auxiliares y complementarias, o de alguno de los datos que deban constar en aquéllos. La responsabilidad por dicha infracción corresponderá tanto a las personas que hubiesen falsificado el título, o colaborado en su falsificación o comercialización a sabiendas del carácter ilícito de su actuación, como a las que lo hubiesen utilizado para encubrir la realización de transportes o actividades no autorizadas». El art. 140 prevé como infracción grave, en sus apartados 9 y 10: «9º El falseamiento de los documentos que hayan de ser aportados como requisito para la obtención to, en una norma sancionadora aplicable en el ámbito de lo laboral. También la Ley 21/1992, de 16 de julio, de Industria, regula, en su Título V, infracciones de cualquier título, certificación o documento que haya de ser expedido por la Administración a favor del solicitante o de cualquiera de los datos que deban constar en aquéllos», y «10º La manipulación del aparato de control de los tiempos de conducción y descanso o sus elementos, del limitador de velocidad u otros instrumentos o medios de control que exista la obligación de llevar instalados en el vehículo destinada a alterar su normal funcionamiento, así como la instalación de elementos mecánicos, electrónicos o de otra naturaleza destinados a alterar el correcto funcionamiento de los correspondientes instrumentos de control o modificar sus mediciones, aun cuando unos u otros no se encuentren en funcionamiento en el momento de realizarse la inspección», añadiendo que «La responsabilidad por dicha infracción corresponderá tanto a las personas que hubiesen manipulado el aparato o instrumento de que se trate, o colaborado en su manipulación, instalación o comercialización, como al transportista que los tenga instalados en sus vehículos». La misma norma prevé en su art. 141, apartado 24.11, que se considera infracción grave: «No proporcionar a los trabajadores que intervienen en el manejo de mercancías peligrosas la formación adecuada para prevenir riesgos ocasionales», haciendo responsable de la comisión de dicha infracción «a la empresa». Más ejemplos de esta norma pueden verse en los arts. 138.b) para sancionar «la realización de transportes o actividades auxiliares o complementarias de éstos llevados a cabo sin la cobertura del preceptivo título administrativo habilitante», cuyo responsable es «la persona física o jurídica que materialmente la lleve a cabo en nombre propio, la organice o asuma la correspondiente responsabilidad empresarial»; el art. 140 en su apartado 21º considera falta grave: «La realización de las operaciones de carga, estiba, desestiba o descarga por el propio conductor del vehículo contraviniendo las limitaciones que, en su caso, resulten de aplicación de conformidad con lo dispuesto en el artículo 22.5. La responsabilidad por dicha infracción corresponderá tanto a la empresa bajo cuya dirección actúe el conductor del vehículo como, en su caso, al cargador o remitente, expedidor, operador de transporte y consignatario o destinatario, salvo que alguno de ellos justifique respecto de sí mismo la existencia de causas de inimputabilidad». Artículo 140.25.21º: «Transportar, cargar o descargar mercancías peligrosas careciendo las empresas involucradas del preceptivo consejero de seguridad o, aun teniéndolo, que éste no se encuentre habilitado para la materia o actividad de que se trate», previéndose una responsabilidad a «la empresa». REVISTA DEL MINISTERIO DE TRABAJO E INMIGRACIÓN 78 365 ESTUDIOS y sanciones (de variada entidad) que solo pueden cometerse mientras se están desarrollando las actividades profesionales características de una relación laboral, haciendo responsable, como en el supuesto anterior, no sólo al infractor directo, sino también (Art. 33) al empresario71. En la misma línea ejemplificativa pueden citarse las infracciones previstas en la ley 15/1999, de 13 de diciembre, de Protección de Datos de Carácter Personal. En su Título VII (Arts. 43 a 49) se tipifican un cúmulo de infracciones que únicamente pueden cometer los responsables de los ficheros y los encargados del tratamiento de los datos, entre los que figura el empresario72. 71 Sobre dicha responsabilidad empresarial véase la S TSJ (Contencioso-Administrativo) de Murcia, de 6 de junio de 2003 (JUR/2003/211556), en un supuesto en el que la sanción al empresario se produce por ausencia de medidas de seguridad en la empresa y producción, por ello, de un accidente laboral grave que amputa varios dedos de la mano de una trabajadora: «Pues en cuanto a la infracción calificada como grave, ha quedado patentizado con el atropamiento y posterior amputación de los dedos de la mano de la trabajadora que operaba en la máquina, la falta de dispositivos de protección, tal y como así se apreció con ocasión de la inspección practicada a raíz de dicho accidente. Asimismo, es también patente la falta de acreditación del cumplimiento de las normas de seguridad respecto de dicha máquina. Y el incumplimiento de todos estos deberes es achacable a la mercantil recurrente, toda vez que el art. 13.1 del Reglamento de Seguridad en las Máquinas obliga a los usuarios…/…Por lo que procede declararla responsable, a tenor de lo dispuesto en el art. 33.1.a) de la Ley de Industria.» 72 Un supuesto de imputación directa de responsabilidad al empresario que «encargó la realización de una campaña publicitaria a xxx-xxx consistente en el envío de unas invitaciones a determinadas personas» por el tratamiento de eso datos, puede verse en la S TS (Contencioso-Administrativo, Sección 6ª), de 26 de abril de 2005 (RJ/2005/3928). En la misma línea pueden verse las SS AN (Contencioso-Administrativo, Sección 1ª), de 20 de abril de 2005 (JUR/2006/238659) y de 26 de mayo de 2004 (JUR/2004/245855). En todos los casos queda acreditado que el empresario contratante del encargo publicitario no llega a tener capacidad de disposición real de los datos, circunstancia que no le exonera de la 366 También puede incorporarse a esta tabla enumerativa lo previsto en el art. 7, titulado gráficamente «Prohibición total de fumar», de la Ley 28/2005, de 26 diciembre, de medidas sanitarias frente al tabaquismo y reguladora de la venta, el suministro, el consumo y la publicidad de los productos del tabaco cuando dispone que «Se prohíbe totalmente fumar.../ ...en: a) Centros de trabajo públicos y privados, salvo en los espacios al aire libre». Téngase en cuenta, además, que en el art. 19 se regula algún otro tipo de infracciones que pueden ser cometidas en el lugar de trabajo, en tiempo de trabajo y por trabajadores, por lo que indirectamente amplía el elenco de infracciones previstas en la LISOS73. También podemos traer aquí la DA 6ª de la Ley 41/2002, de 14 de noviembre, Ley Básica reguladora de la Autonomía del Paciente y de derechos y obligaciones en materia de información y documentación clínica, titulada significativamente «régimen sancionador» que se remite en lo que se refiere a las infracciones y sanciones a lo previsto en el Capítulo IV del Título I de la Ley 14/1986, General de Sanidad. Algunas de estas infracciones74 únicamente pueden ser cometidas en el desarrollo de una actividad laboral, por lo que pue- responsabilidad que genera el incorrecto uso de ellos. No habría demasiados problemas en aplicar, mutatis mutandis este razonar jurídico analógicamente a una relación laboral. 73 Sobre el particular véase GARCÍA VIÑA, J.: «¿Existe el derecho a fumar en los centros de trabajo?», AS 22/2006.; y RAMOS MORAGUEZ, F.: «Fumar en el centro de trabajo y ejercicio del poder disciplinario», AS 17/2006. 74 Véase, por ejemplo, el art. 35.B) 2ª «Las que se produzcan por falta de controles y precauciones exigibles en la actividad, servicio o instalación de que se trate», 5ª «La resistencia a suministrar datos, facilitar información o prestar colaboración a las autoridades sanitarias o a sus agentes», C) 4ª «El incumplimiento reiterado de los requerimientos específicos que formulen las autoridades sanitarias», 5ª «La negativa absoluta a facilitar información o prestar colaboración a los servicios de control e inspección», y 6ª «La resistencia, coacción, amenaza, represalia, desacato o cualquier otra forma de presión ejercida sobre las autoridades sanitarias o sus agentes». REVISTA DEL MINISTERIO DE TRABAJO E INMIGRACIÓN 78 ÁNGEL ARIAS DOMÍNGUEZ den considerarse infracciones laborales en sentido amplio. El elemento decisorio para atribuir a este tipo de infracciones carácter laboral, aunque secundario si se quiere, es que la exención de su responsabilidad se dirige no sólo hacia la persona que directamente realiza el tipo de ilícito que la norma castiga, sino también hacia el empresario o persona responsable del adecuado desarrollo de la relación laboral en cuyo seno se ha producido el comportamiento sancionable. Por ello, son ilícitos que interesan a lo laboral, y por ello se traen a colación. En definitiva, hay infracciones de tipo laboral, en sentido amplio, cuyo naturaleza es claramente laboral, ya que únicamente pueden cometerse en el ejercicio de una relación de este tipo, pero que se encuentran fuera del cuerpo legal central que regula el cúmulo de las más importantes en la materia, es decir, la LISOS. Ello complica aún más la pretendida uniformidad interpretativa, en la medida en que la adecuación legal de la imposición de algunas de estas sanciones al ordenamiento también pudiera deducirse incluso ante la jurisdicción civil, con lo cual ya no estaríamos ante un desdoblamiento competencial: Contencioso-Administrativo versus jurisdicción Social, sino ante una situación trivalente. ENSAYO DE AGRUPACIÓN CONCEPTUAL DE LOS ILÍCITOS LABORALES Dejando a un lado las (pocas) infracciones de tipo laboral que no se encuentran recogidas en la LISOS, es evidente que es en ésta norma –éste era, precisamente, el objetivo de unificación que perseguía en el momento de su promulgación– donde se encuentra el grueso de ilícitos laborales en sentido estricto (arts. 5 a 19 bis). La ordenación de todas estas infracciones estrictamente laborales no resulta fácil al margen de la guía que nos patrocina el título de las Secciones que se incluyen en el Capítulo II de la norma. Entre otras razones porque no hay realidad jurisprudencial con la trabajar, dado que no son demasiado numerosos los pronunciamientos jurisprudenciales sobre estas infracciones. Tanto el TS como los TSJ´s no han tenido ocasión, por tanto, de realizar un despliegue conceptual de argumentos que permita realizar una cierta tarea unificadora en cuanto al objeto de las mismas o a su entidad protectora. Es usual75, no obstante, agruparlas todas ellas alrededor de los cuatro grandes bloques 75 Así se realiza en la manualística sobre la materia, v. gr.: SEMPERE NAVARRO, A. V.; (Coord.); CORDERO SAAVEDRA, L.; GUTIÉRREZ-SOLAR CALVO, B., y MARTÍN JIMÉNEZ, R.: Derecho sancionador público del trabajo, Colex, Madrid, 2001, pp. 311 y ss para la definición de infracción y los principio jurídicos de su configuración técnica, y pp. 385 y ss para los grupos particulares de infracciones. También puede consultarse SEMPERE NAVARRO, A. V., y MARTÍN JIMÉNEZ, R.: «Artículo 5», en, SEMPERE NAVARRO, A. V. (Coord.), MERCADER UGUINA, J. R.; TOLOSA TRIBIÑO, C, y MARTÍN JIMÉNEZ, R.: Comentarios..., op. cit., pp. 91 y ss. Para la configuración sustantiva de las infracciones laborales, además de los trabajos que se citan, pueden consultarse, con carácter general, sobre la potestad sancionadora de la Administración laboral: DEL REY GUANTER, S.: Potestad sancionadora de la administración y jurisdicción penal en el orden social, MTSS, Madrid, 1990; MARTÍN JIMÉNEZ, R.: Los actos administrativos..., op. cit., p. 309; LÓPEZ LÓPEZ, J.: «Las infracciones laborales del empresario», en VV. AA.: El Estatuto de los Trabajadores. Veinte años después, Civitas, Madrid, 2 T., Madrid, 2000, pp. 1627 y ss; y BLASCO PELLICER, A. A.: El procedimiento administrativo sancionador en el orden social, Tirant lo Blanch, Valencia, 1997, y con carácter más específicos sobre la estructura y caracterización de las infracciones en el actual texto legal: BENEYTO CALABUIG, D.: Las infracciones laborales y el procedimiento sancionador: análisis práctico y comentarios de Texto refundido de la Ley sobre infracciones y sanciones en el orden social, CissPraxis, 2000.; VV. AA. (Dir. GARCÍA BLASCO, J. y MONEREO PÉREZ, J. L.).: Comentario sistemático al Texto Refundido de la Ley de Infracciones y Sanciones en el Orden Social y normas concordantes, Comares, Granada, 2006.; CAMAS RODA, F.: «Las infracciones y sanciones administrativas del empresario en el orden social», RTySS, núm. 254, 2004, pp. 362.; SEMPERE NAVARRO, A. V., y CORDERO SAAVEDRA, L.: REVISTA DEL MINISTERIO DE TRABAJO E INMIGRACIÓN 78 367 ESTUDIOS en que se divide por secciones el capítulo II: infracciones en materia de relaciones laborales, infracciones en materia de prevención de riesgos laborales, infracciones en materia de empleo, e infracciones en materia de empresas de trabajo temporal y usuarias. A las que hay que añadir, por obra de la Disposición Final 1.3 de Ley 44/2007, de 13 diciembre, de Regulación del régimen de las empresas de inserción, una nueva sección 5ª «Infracciones en materia de empresas de inserción» que contiene un nuevo Artículo 19 bis dedicado a esta cuestión76. Esta forma de agrupación la podríamos denominar conceptual o material, en el sentido de que se realiza atendiendo a la categoría y configuración de las infracciones en relación con el bien jurídico objeto de protección. Otras formas de agrupación pudieran construirse atendiendo a otro tipo de factores, como por ejemplo, la entidad de la infracción, o al sujeto responsable de la misma, siguiendo en definitiva el cauce legal trazado en la propia norma. Pero más allá de la clasificación legal, pudieran sustancialmente dividirse en siete grandes arquetipos de infracciones 77 : 1) Infracciones en materia de relaciones laborales individuales78; 2) Infracciones en materia «Estudio crítico del Real Decreto-Ley 5/2002, de 24 de mayo», RTySS, núm. 232, 2002, pp. 3-46, GONZÁLEZ DE LENA ÁLVAREZ, F., y MATEOS BEATO, A.: «El Texto Refundido de la LISOS orígenes, orientaciones y contenidos», RL, núm. 1/2001; y TOLOSA TRIBIÑO, C., y MERCADER UGUINA, J. R.: «Notas al nuevo Texto Refundido de la Ley de Infracciones y Sanciones en el orden social», Relaciones Laborales, 2/2000, pp. 1059-1075. 76 Sobre el particular, véase L UJÁN A LCARAZ , J.: «Empresas de inserción», AS 20/2007. 77 Como lo hace CASTRO ARGÜELLES, M. A.: «Capítulo XX», en VV. AA. (MARTÍN VALVERDE, A. y GARCÍA MURCIA, J. [Dir. y Coord.]): Tratado práctico de Derecho del Trabajo y de la Seguridad Social, Aranzadi, Elcano, 2002, pp. 1.398 y ss. 78 Se incluirían: a) Infracción de obligaciones formales o documentales; b) Infracción de los deberes de información a los trabajadores en materia laboral; c) Vul- 368 de relaciones laborales colectivas79; 3) Infracciones en materia de derechos de información y consulta de los trabajadores en las empresas y grupos de empresas de dimensión comunitaria80; 4) Infracciones de las obligaciones referidas a trabajadores desplazados 81; 5) Infracciones en materia de prevención de riesgos laborales82: 6) Infracciones de empresarios y trabajadores en materia de empleo83; neración de derechos básicos de los trabajadores; d) Infracciones en materia de contratación y alteración ilegal de las condiciones del contrato; y e) Infracciones en materia de contratación de menores. 79 Tendrían cabida: a) Infracciones relacionadas con los derechos de participación y representación en las empresas; b) Infracciones relacionadas con la transgresión de los derechos de sindicación y huelga; c) Infracciones relacionadas con el cierre patronal, y d) Incumplimiento de las obligaciones de externalización de los compromisos por pensiones. 80 Tendría la siguiente sub-clasificación: a) Infracciones relacionadas con constitución del comité de empresa, b) infracciones relacionadas con la transgresión de los derechos de información y consulta del comité de empresa europeo. 81 Donde se incluirían: a) Infracciones en relación con la obligación de comunicación del desplazamiento, b) Infracciones de las obligaciones relativas a las condiciones de trabajo. 82 La sub-clasificación aquí es algo más prolija: a) Infracciones de las disposiciones mínimas de seguridad y salud en los lugares de trabajo; b) Incumplimiento de la obligación de valorar la capacidad y aptitudes de los trabajadores, c) Incumplimiento de las obligaciones de protección de categorías específicas de trabajadores, d) Incumplimientos relacionados con la obligación de vigilancia de la salud de los trabajadores; e) Incumplimiento de la obligación de evaluación de riesgos y de planificación de la actividad preventiva; f) Incumplimiento de las medidas de emergencia, g) Infracciones de las obligaciones de información y consulta, h) Infracciones de obligaciones formales o documentales, i) Infracción de las obligaciones de información a la autoridad laboral, j) Infracción de las obligaciones de cooperación entre empresarios, k) Incumplimiento de obligaciones en materia de servicios de prevención, l) Incumplimiento de las disposiciones mínimas de seguridad y salud en las obras de construcción. 83 Se incluirían aquí: a) Incumplimiento de obligaciones de información, comunicación o registro de contrataciones, b) Infracción de los límites existentes a la libre contratación, c) Disfrute fraudulento de las ayudas REVISTA DEL MINISTERIO DE TRABAJO E INMIGRACIÓN 78 ÁNGEL ARIAS DOMÍNGUEZ y 7) Infracciones en materia de empresas de trabajo temporal y empresas usuarias84. A esta clasificación habría que sumarle la nueva categoría de infracciones en materia de empresas de inserción. Dada la escasa dificultad hermenéutica de muchas de las reglas jurídicas contenidas en estos preceptos, no se va a proceder a analizar individualmente los tipos de injusto de cada uno de ellos, si bien conviene indicar algunas cuestiones generales sobre la técnica empleada para su configuración, aspecto que se proyecta sobre su imposición práctica en el foro. En primer lugar, llama poderosamente la atención, por ejemplo, el interés del legislador por reiterar en el art. 5 LISOS el concepto de infracción laboral en sentido genérico. Hasta en tres ocasiones 85 repite que las infracciones laborales (en sentido estricto, en las materias que referencia en su inciso primero, en prevención de riesgos en su inciso segundo, y en materia de derechos de implicación de los trabajadores en las sociedades europeas, en su inciso tercero) son las acciones u omisiones contrarias a las normas legales, reglamentarias y cláusulas normativas contenidas en convenios colectivos. Obvia- y subvenciones públicas a la contratación, d) Incumplimiento de las obligaciones en materia de formación profesional continua o ocupacional, e) Infracciones de los trabajadores por cuenta ajena y propia en materia de empleo. 84 La división de infracciones se realizaría de la siguiente manera: a) Infracciones de empresas de trabajo temporal: – Infracciones de las obligaciones de información y de constitución, – Infracciones en materia de contratación, – Infracciones de las obligaciones de la ETT con los trabajadores, – Infracciones de las obligaciones con la empresa usuaria, b) Infracciones de las empresas usuarias: – Infracciones en materia de contratación, – Infracción de las obligaciones con la ETT, y – Incumplimientos en relación con los trabajadores puestos a disposición. 85 Cuatro, si contamos la última modificación de su inciso primer por la Ley 44/2007, de 13 de diciembre, de Regulación del régimen de las empresas de inserción. mente, la configuración jurídico-formal de las infracciones laborales debe respectar, como contenido del derecho sancionador que es, los principios jurídicos que constitucionalmente irradian esta materia (legalidad, presunción de inocencia, irretroactividad, proporcionalidad, culpabilidad, y non bis in idem) entre los que se incluye el de tipicidad. Pero de aquí a tener que repetir hasta por tres veces el propio concepto de infracción laboral en el mismo artículo parece excesivo. Debería haberse adoptado, en definitiva, una definición más homogénea y omnicomprensiva de las infracciones laborales, como por ejemplo se hace en el art. 20.1 LISOS para la regulación de las infracciones de Seguridad Social. En segundo lugar, teniendo presente el ámbito de aplicación normativa, podemos diferenciar entre infracciones laborales en sentido estricto, es decir, las que se proyectan sobre la relación laboral individual, así como sobre los aspectos colectivos de ésta, y las infracciones laborales en sentido amplio, que atienden y agrupan a los diferentes ámbitos de aplicación (prevención de riesgos, empresas de dimensión comunitaria, infracciones en materia de empleo, de trabajadores por cuenta propia, de empresas de trabajo temporal, y, recientemente, empresas de inserción), que no han encontrado mejor acomodo en otros pasajes de la Ley. Denominar, como se hace, infracciones laborales a las cometidas por los trabajadores por cuenta propia revela este carácter de cajón de sastre que tiene la denominación infracciones laborales. Obsérvese, en este sentido, que la norma bien podría haber estructurado el texto y la clasificación de las infracciones que realiza de otra manera, ubicando, por ejemplo, las infracciones en materia de prevención de riesgos laborales no ya en una sección aparte con autonomía más que propia, sino incluso en un título independiente. En tercer lugar, atendiendo a la forma de comisión del ilícito, podríamos diferenciar entre infracciones que se cometen por el incumplimiento de la obligación de hacer, e REVISTA DEL MINISTERIO DE TRABAJO E INMIGRACIÓN 78 369 ESTUDIOS infracciones que se consuman por el incumplimiento de la obligación de no hacer (Art. 1088 CC), incluyendo en esta última categoría las realizaciones incorrectas o incompletas del deber jurídico que se exige en la norma, es decir, con una inacción del sujeto obligado a ello. Así, en una teórica agrupación conceptual, el incumplir una obligación de no hacer suele generar una consecuencias de diferente entidad que incumplir una obligación de hacer, aunque se haya realizado de forma incorrecta o incompleta. Generalmente aquella forma de comisión genera mayor punición que ésta, aunque ello depende, en última instancia, del bien jurídico tutelado y de la configuración jurídicos formal de la infracción. Los criterios expuestos no dejan de ser meras propuestas conceptuales sin demasiado apego en la dinámica reglamentista que impone la LISOS, porque el único criterio claro que observa expresamente la norma es el previsto en el art. 1.3 LISOS cuando dispone una gradación de las infracciones en «leves, graves y muy graves en atención a la naturaleza del deber infringido y la entidad del derecho afectado, de conformidad con lo establecido en la presente Ley»86. Parece claro que el principio jurídico contenido en esta declaración, prácticamente programática, debe proyectarse sobre la totalidad de la infracción contenida en la norma, con independencia del tipo material de infracción que se regule, o sobre el ámbito en que ésta se proyecte. Es decir, se entiende que con 86 Las resoluciones que han empleado este precepto lo han hecho de manera meramente testimonial, utilizándolo como mera referencia introductoria para dirimir la entidad de la infracción alegada. Véase, en esta línea, por ejemplo, la S AN (Contencioso-Administrativo), de 29 de noviembre de 1995 (RJCA 1995/1177), y las SS TSJ (Contencioso-Administrativo), de Canarias (Las Palmas), de 5 de marzo de 2001 (JUR 2001/184962), de Canarias (Las Palmas), de 3 de noviembre de 2001 (JUR 2001/109195), y de Madrid, de 9 de enero de 2006 (JUR 2006/131152). 370 esta formulación la ley «está dando un criterio de clasificación atento a la gravedad del incumplimiento en relación con el bien jurídico lesionado y al derecho vulnerado por dicho incumplimiento»87. Y eso es, esencialmente lo que cumple la agrupación de infracciones que se realiza, previendo los tres tipos de infracciones de referencia, que tutelan, naturalmente, bienes jurídicos de diferenta calado, calibrando la comisión de cada una de ellas en función del daño que ha causado su mero incumplimiento, o en función de la potencialidad de haberlo causado. La técnica jurídica seguida para configurar la gravedad de los ilícitos y su necesario respeto a los límites razonables que impone la proporcionalidad en esta materia, es la que podríamos denominar técnica de bancales, mediante la cual la protección de un mismo bien jurídico (v. gr. trabajo de los menores) se protege, escalonadamente, mediante la introducción de varias infracciones de diversa entidad –leve, grave o muy grave– que, teniendo como eje común la protección de un concreto bien jurídico, castigan el daño al referido bien jurídico en proporción a la entidad de su agresión. Así, siguiendo con el ejemplo propuesto, la LISOS contiene dos preceptos, los arts. 8.4 y 13.2 destinados a regular dos tipos de infracciones, grave y muy grave, en relación con la contratación de trabajadores menores de edad. Adentrándonos más detenidamente en la técnica jurídica que emplea la LISOS para configurar las infracciones laborales, bien pudiéramos adoptar una simple regla de oro que, siguiendo la trilogía gradualista impuesta, atendiese a los siguientes presupuestos aplicativos, que pueden funcionar en numerosas ocasiones como criterios hermenéuticos. 87 SEMPERE NAVARRO, A. V., y MARTÍN JIMÉNEZ, R.: «Artículo 1», en SEMPERE NAVARRO, A. V. (Coord.), MERCADER UGUINA, J. R.; TOLOSA TRIBIÑO, C, y MARTÍN JIMÉNEZ, R.: Comentarios..., op. cit., p. 49. REVISTA DEL MINISTERIO DE TRABAJO E INMIGRACIÓN 78 ÁNGEL ARIAS DOMÍNGUEZ En primer lugar, que las infracciones leves atienden a incumplimientos meramente documentales, accidentales o secundarios en las relaciones laborales sobre las que se proyecta. Además, por norma general, la comisión de este tipo de infracciones no genera, al menos de forma directa y palmaria, un perjuicio directo y cuantificable al trabajador. Estamos en presencia de las infracciones de menor entidad, y las consecuencias para el infractor no suelen ser demasiado gravosas. Lo que pretende asegurarse con la inclusión de este tipo de ilícitos jurídico-privados en el elenco de infracciones es el cumplimiento de aquellos aspectos formales o documentales de la relación laboral cuya transgresión revela que el sistema de imposición de obligaciones concretas en las relaciones laborales no ha funcionado correctamente. Es decir, se incluyen como forma de asegurar un cierre del sistema, en el sentido de que si se cumplen las obligaciones cuyo incumplimiento se castiga ello suele revelar que se respeta el cúmulo de obligaciones sustantivas en la relación laboral. Y en sentido contrario: un mero incumplimiento formal en no pocas ocasiones esconde una infracción de mayor calado, siendo este incumplimiento leve, por tanto, un mero aspecto asistencial del bien jurídico realmente tutelado, que es aquel. Por ejemplo, «no entregar puntualmente al trabajador el recibo de salarios...» (Art. 6.2 LISOS) puede constituir una infracción de menor entidad que castiga un olvido o el incumplimiento de una obligación de hacer, pero permite sospechar que un incumplimiento episódico de esta obligación lo que en verdad esconde es un incumplimiento de mucha gravedad, en este caso, «El impago o los retrasos reiterados en el pago del salario debido» (Art. 8.1 LISOS). Respetando el referido esquema gradualista, las infracciones leves no suelen llevar asociada un perjuicio directo al destinatario de la norma. La poca entidad de las conductas que, a veces, se prevén aconseja al legislador incluso no preverlas en algunas sub-secciones de la LISOS, como ocurre, por ejemplo, en la dedicada a las empresas y grupos de empresas de dimensión comunitaria, o en las empresas de inserción. Se incluyen como leves, en definitiva, infracciones relacionadas con la documentación e información que debe suministrársele al trabajador (Art. 6); los incumplimientos menores del sistema de prevención de riesgos laborales en relación con las obligaciones documentales (Art. 11 LISOS), y los incumplimientos de la normativa «siempre que carezcan de trascendencia grave para la integridad física o la salud de los trabajadores» (Art. 11.4 LISOS); los incumplimientos en materia de empleo relacionados con la obligación de comunicar a la oficina de empleo la contratación de trabajadores o la terminación del contrato (Art. 14); la incomparecencia ante el servicio de empleo (Art. 17.1 LISOS); y, en materia de Empresas de Trabajo Temporal, el «no incluir en la publicación de sus actividades u ofertas de empleo su identificación como empresa de trabajo temporal y el número de autorización » (Art. 18.1.b) LISOS), o no cumplimentar «...el contrato de puesta a disposición» (Art. 19.1.a) LISOS). La configuración de las infracciones graves reúne dos características generales muy acusadas, cuya sola enunciación permite establecer una clara línea divisoria con la infracción de carácter leve. En primer lugar, tipifican incumplimiento de obligaciones o deberes jurídicos sustanciales, no meramente accesorios o complementarios: del contrato de trabajo (Art. 7 LISOS); del sistema de relaciones laborales (Art. 17.2 LISOS); de las empresas de trabajo temporal y usuarias (Arts. 18.2 y 19.2 LISOS); y de las empresas de inserción (Art. 19 bis.1 LISOS). En segundo lugar, la producción de un daño en el destinatario de la norma se presenta, no como una posibilidad o un efecto colateral del incumplimiento de la norma de garantía, como en el supuesto anterior, sino REVISTA DEL MINISTERIO DE TRABAJO E INMIGRACIÓN 78 371 ESTUDIOS como una auténtica realidad fáctica. Es decir, puede presumirse que la comisión de una infracción grave genera un cierto daño en el sujeto que se protegía con la tipificación de la obligación no cumplida. Excepto en materia de prevención, en los que las infracciones graves tipifican supuestos de obligaciones cuya transgresión comporta no un daño directo, cierto e ineludible, sino una probabilidad intensa de materialización del riesgo que pretende evitarse con la tipificación como infracción de la conducta (Art. 12 LISOS). No es que, en este último supuesto, el riesgo se haya materializado con toda su crudeza, sino que la comisión de la infracción permite que su potencialidad se multiplique. Los supuestos que se tipifican como graves en relación con incumplimientos de carácter documental, que los hay, tienen una autonomía propia con respecto a los de carácter leve que se concreta en dos certezas. En primer lugar, que nos encontramos ante un incumplimiento de una obligación documental muy trascendente para la vida de la relación laboral, bien porque la certifica, bien porque concreta algunos aspectos esenciales de ella, y, en segundo lugar, que la mera transgresión en sí misma, con independencia de otras ramificaciones, produce un daño en el destinatario tuitivo de ella. Así, cuando se regula, por ejemplo, «No formalizar por escrito el contrato de trabajo cuando este requisito sea exigible...» (Art. 7.1 LISOS), o «...del deber de información a los trabajadores en los supuestos de contratas...» (Art. 7.11 LISOS), o de «la presentación de la comunicación de desplazamiento con posterioridad a su inicio» (Art. 10.2 LISOS), no estamos en presencia de una obligación de carácter meramente accesorio o secundario, sino esencial de la relación laboral, deduciéndose, aunque con distinta intensidad, según qué casos, un daño cierto, seguramente reparable mediante la técnica indemnizatoria bien conocida en derecho privado. Es definitiva, toda comisión de una infracción grave lleva consigo la producción de un 372 daño directo y cierto, excepto en materia de prevención, que se incluyen en esta categoría supuestos de potenciación de la aparición del daño, es decir, supuestos de aparición probable del accidente laboral una vez transgredida la norma, en ese ideal utópico que tiene la LPRL de que el cumplimiento absoluto de todas las normas de prevención en la materia eliminaría por completo el accidente de trabajo, cuando ello, no es ontológicamente posible. Los supuestos son variopintos, pero todos ellos pueden agruparse alrededor de estas dos ideas comentadas. Así, por ejemplo, se consideran graves: «La transgresión de la normativa sobre modalidades contractuales...» (Art. 7.2 LISOS); «La transgresión de los derechos de los representantes de los trabajadores y de las secciones sindicales en materia de crédito de hora retribuidas... » (Art. 7. 8 LISOS); «No llevar a cabo las evaluaciones de riesgos...» (Art. 12.1.b) LISOS); «La publicidad por cualquier medio de difusión de ofertas de empleo que no respondan a la reales condiciones del puesto ofertado...» (Art. 15.5 LISOS); «Rechazar una oferta de empleo adecuada...» (Art. 17.2 LISOS); «Cobrar al trabajador cualquier cantidad en concepto de selección, formación o contratación» (Art. 18.1.e) LISOS), «El incumplimiento de cualquiera de los requisitos establecidos para la creación de las empresas de inserción en la normativa aplicable» (Art. 19.bis.1.a) LISOS), etc. El análisis de las infracciones consideradas muy graves es menos cuantitativo del grado de incumplimiento que en los supuestos anteriores, pues nos encontramos ante incumplimientos realmente potentes de las obligaciones jurídico materiales, generalmente con consecuencias dañosas para el bien jurídico que pretende tutelarse mediante esta técnica de retaguardia. No se recogen en esta categoría incumplimientos de obligaciones formales o accesorias, sino que se prevén las transgresiones REVISTA DEL MINISTERIO DE TRABAJO E INMIGRACIÓN 78 ÁNGEL ARIAS DOMÍNGUEZ más intolerables del ordenamiento jurídico laboral que no llegan a incluirse dentro de la consideración de ilícito de carácter penal (Art. 3.3 y 4 LISOS). Éstas son las dos características que reúne este tipo de infracciones: transgresión abierta de las normas laborales con menosprecio por el cumplimiento de las más elementales normas de conducta en esta materia, desatendiendo las obligaciones esenciales para la constitución y normal desarrollo de la relación laboral, y producción de un perjuicio grave a los trabajadores; perjuicio que, seguramente, se hubiese evitado con el cumplimiento de la norma cuya transgresión se castiga. En materia de prevención se prevé supuesto cuya actualización efectiva determinaría no ya una mera exponenciación del riesgo laboral, que por supuesto, sino una alta probabilidad de producción de un accidente de estas características. En este apartado se encuentran recogidas, por ejemplo, las infracciones en relación con «El impago y los retrasos reiterados en el pago del salario debido» (Art. 8.1 LISOS); «La transgresión de las normas sobre trabajo de menores…» (Art. 8.4 LISOS) en materia laboral; el «no observar las normas específicas en materia de protección de la seguridad y la salud de los menores» (Art. 13.2 LISOS) y «Superar los límites de exposición a los agentes nocivos que, conforme a la normativa sobre prevención de riesgos laborales, originen riesgos de daños para la salud de los trabajadores sin adoptar las medidas preventivas adecuadas, cuando se trate de riesgos graves e inminentes » (Art. 13.6 LISOS) en materia de prevención de riesgos laborales; «Ejercer actividades de mediación con fines lucrativos…» (Art. 16.1 LISOS) en relación con las infracciones en materia de empleo; la «falsedad documental u ocultación de la información facilitada a la autoridad laboral sobre sus actividades» (art. 18.3.d) LISOS) en empresas de trabajo temporal, etc. Como puede observarse de la simple lectura de estos ejemplos, así como de otros muchos incluidos en este elenco de infracciones, las caracterís- ticas de todos ellos es la dual que hemos comentado: grave transgresión de la normativa laboral y producción de un daño grave al sujeto que la norma pretende tutelar. Otra particularidad de las infracciones laborales es la poca conflictividad jurisdiccional que provocan, sobre todo en comparación con otras materias jurídico laborales, incluso en relación con las infracciones, como acontece, por ejemplo, con la impugnación jurisdiccional de las infracciones en materia de Seguridad Social. Probablemente ello se debe a dos consideraciones no estrictamente relacionadas con su fisonomía jurídico-laboral. En primer lugar, que únicamente pueden imponerse sanciones tras la prosecución del correspondiente procedimiento administrativo sancionador. Es de suponer, por ello, que la primera fuente de oposición del sujeto infractor a la imposición de la sanción se produce en esta vía, por lo que se ha de dar cumplida respuesta al sujeto infractor en el propio expediente. En ocasiones será suficiente respuesta, pero en los casos en que no sea así, deberá agotarse la vía administrativa antes de acceder a la jurisdiccional, con lo que ello comporte desde el punto de vista de desgaste para el recurrente. Al limitarse, en definitiva, el acceso directo a la jurisdicción, se eliminan multitud de recursos que de otra manera se avocarían a una resolución jurisdiccional. También, en segundo lugar, debe destacarse que el hecho de tener que funcionarse en esta materia con un acta de infracción, con el valor tan privilegiado que tienen en nuestro ordenación jurídico, en el sentido de que están amparadas por la presunción de que los hechos en ellas consignados son ciertos (Art. 53.2 LISOS, y art. 15 RISOS) provoca un cierto desaliento en la energía del recurrente con respecto a su impugnación. En tercer lugar, el hecho de que «las resoluciones sancionadoras firmes en vía administrativa serán inmediatamente ejecutivas», REVISTA DEL MINISTERIO DE TRABAJO E INMIGRACIÓN 78 373 ESTUDIOS (Art. 24.1 RISOS) desincentiva la interposición de recursos jurisdiccionales, y, por último, en cuarto lugar, el hecho de que la impugnación jurisdiccional del expediente sancionador se encomiende al orden contenciosoadministrativo, más lento y de tramitación más enfangada que el social, hace que el infractor utilice estas vías con más cautela. La sinergia de todos estos factores ha propiciado que el estudio por parte de las Salas de lo Contencioso-Administrativo de los TSJ´s de estos problemas no haya sido especialmente brillante, ni siquiera puede catalogarse de intenso. Probablemente por constituir una tarea menor en el cúmulo de obligaciones jurisdiccionales que tienen encomendadas, y también, seguramente, por la sensación de provisionalidad que tienen en cuanto a la competencia enjuiciadora de esta cuestión, pues, en principio, los tribunales de lo contenciosos van a ser desapoderados de esta competencia cuando se complete el proceso de modificación del art. 3 de la LPL. Tampoco puede olvidarse que el porcentaje de éxito en la impugnación de este tipo de sanciones en lo Contencioso-Administrativo es ínfimo, lo cual, naturalmente, desalienta al justiciable. En todos los supuestos aquí analizados, ninguna resolución judicial de este orden ha estimado el recurso en esta vía judicial88. 88 SS TSJ (Contencioso-Administrativo), de Murcia, de 1 de diciembre de 2007 (JUR 2007/323934), de Murcia, de 30 de noviembre de 2007 (JUR 2007/5033), de Murcia, de 25 de noviembre de 2007 (JUR 2007/5087), de Murcia, de 18 de noviembre de 2007 (JUR 2007/5187), de Murcia, de 18 de noviembre de 2007 (JUR 2007/5170), de Murcia, de 11 de noviembre de 2007 (JUR 2007/5213), de Asturias, de 22 de junio de 2007 (JUR 2007/310798), de Murcia, de 27 de abril de 2007 (JUR 2007/328255); de Canarias (Las Palmas), de 3 de abril de 2007 (JUR 2007/322927); de Murcia, de 30 de marzo de 2007 (JUR 2007/328357); de Murcia, de 20 de enero de 2007 (JUR 2007/4707), de Madrid, de 18 de noviembre de 2006 (JUR 2006/13997), de Aragón, de 2 de noviembre de 2006 (JUR 2006/113233), de Galicia, de 9 de noviembre de 2006 (JUR 2006/97608), de Aragón, de 24 de octubre de 2006 (JUR 2006/113260); de Las Islas Baleares, de 374 Sin lugar a dudas, las sanciones que más se recurren en vía jurisdiccional son las atinentes a las infracciones relacionadas con la prevención de riesgos laborales, probablemente por las consecuencias que la imposición de este tipo de sanciones genera una vez producido un accidente de trabajo o enfermedad profesional, a través de: el recargo de prestaciones (Art. 123 LGSS), el pago directo de las prestaciones en determinadas ocasiones (Art. 126 y 127 LGSS) y la activación de la responsabilidad en materia de seguridad e higiene en el trabajo (Arts. 195 a 197 LGSS). Aspectos a los que ha de sumarse la publicidad de las sanciones que se deriva del cumplimiento de los cuatro artículos contenidos en el Real Decreto 597/2007, de 4 mayo, sobre Publicación de las sanciones por infracciones muy graves en materia de prevención de riesgos laborales, dictado para desarrollar las previsiones contenidas en el art. 40.2 LISOS89. Aunque es difícil dar pautas concretas de cómo han interpretado estas Salas de lo Contencioso-Administrativo de los TSJ´s las infracciones laborales, todas ellas –o al menos la gran mayoría– se conducen por una cascada de argumentos que tienen, con matices, el siguiente devenir episódico. En primer lugar, es común que las resoluciones judiciales de lo Contencioso-Administrativo asuman 15 de septiembre de 2006 (JUR 2006/258010); de las Islas Baleares, de 15 de septiembre de 2006 (JUR 2006/257998), de Murcia, de 17 de marzo de 2006 (JUR 2006/109688); de Murcia, de 24 de febrero de 2006 (JUR 2006/109683); de Las Islas Baleares, de 1 de febrero de 2006 (JUR 2006/95800); de Murcia, de 20 de enero de 2006 (JUR 2006/109667), de Castilla-La Mancha, de 16 de enero de 2006 (JUR 2006/63701), de Madrid, de 21 de octubre de 2005 (JUR 2005/268798), de Islas Baleares, de 15 de febrero de 2005 (JUR 2005/178303), de Navarra, de 23 de octubre de 2004 (JUR 2004/4008), y de Murcia, de 3 de febrero de 2004 (JUR 2004/62526). 89 Sobre el particular, véase TOSCANI JIMÉNEZ, D., y ALEGRE NUENO, M.: «El Real Decreto 597/2007 sobre publicación de las sanciones por infracciones muy graves en materia de Prevención de Riesgos Laborales ¿Una norma inconstitucional?», AS 6/2007. REVISTA DEL MINISTERIO DE TRABAJO E INMIGRACIÓN 78 ÁNGEL ARIAS DOMÍNGUEZ su propia competencia en la materia sin ningún tipo de disquisición sobre el particular. Ni siquiera suele ser usual que se comente la problemática que acontece con al art. 3 LPL. Si bien no constituía una pauta común, sí es cierto que varias sentencias de los órganos jurisdiccionales sociales cuando se enfrentaban con el enjuiciamiento de este tipo de materias al hilo del planteamiento de los procesos de oficio, como se vio supra, sí dejaban constancia, con mayor o menor intensidad, del complicado planteamiento bifronte que se observa en esta materia, aunque no de manera contundente. Ahora, en lo ContenciosoAdministrativo, ni siquiera por excepción nos encontramos con este tipo de argumentos. En segundo lugar, es totalmente asumido por las resoluciones judiciales de este orden la presunción de certeza que tienen las actas de infracción. No hay la más mínima crítica a dicha configuración jurídica ni al valor que las normas legales le conceden. Lo más a lo que llegan las resoluciones es a citar varias sentencias del TC y del TS que entienden compatible la existencia de este tipo de mecanismos probatorios con los principios constitucionales del derecho sancionador, esencialmente la presunción de inocencia. Parece como si las Salas de lo Contencioso-Administrativo de los TSJ´s recurriesen a este argumentario como si de un descargo anticipado de la conciencia se tratase. Como si la imposición de la sanción fuese algo inevitable, o de muy difícil no producción una vez formulada el correspondiente acta, haciendo recaer la responsabilidad última por la imposición de la sanción en la Inspección de Trabajo. Por no problematizar el asunto en demasía, ni siquiera se discurre con entereza sobre la fisonomía que deben tener dichas actas, en el sentido de que su incorrecta adopción formal podría devenir en una insuficiencia de su valor probatorio. En tercer lugar, es sintomático la falta de unidad jurisdiccional sobre la ausencia de una agrupación doctrinal de este tipo de infracciones. Las referidas resoluciones sue- len discurrir sobre la necesidad de que la sanción se encuentre correctamente tipificada, y, las menos, sobre la adecuación constitucional del poder de policía que sobre la política sociolaboral asume el Estado, pero no se transita, en ningún momento, sobre los aspectos materiales o sustantivos de las infracciones. Ni siquiera en la imposición de sanciones por infracción de las normas relativas a prevención de riesgos laborales, las más numerosas, se produce ningún intento de agrupación conceptual de lo que pudieran extraerse deductivamente principios o reglas comunes de comportamiento de los tribunales en esta materia. En definitiva, la jurisdicción ContenciosoAdministrativa se comporta de forma muy mecánica, poco erudita con respecto a estas infracciones, muy en la línea de jurisdicción revisora de actos administrativos que es, mostrando, incluso, un cierto desdén en su función enjuiciadora, ya que se muestra más comprometida con la resolución rápida del problema que con el establecimiento de razonamientos jurídicos interesantes. CONCLUSIONES Aunque no es la única razón pensable, la posibilidad de que sean dos órdenes jurisdiccionales los encargados de interpretar la LISOS dificulta sobremanera, al menos en vía de principios, el establecimiento de pautas homogéneas de interpretación por los TSJ´s al actuar su competencia funcional de los mandatos jurídicos contenidos en ella. Paradigmática sobre esta materia intervienen dos órdenes jurisdiccionales, el Social y el Contencioso-Administrativo, estructuralmente diferentes, y que, además, y principalmente, intervienen operando de manera totalmente distinta en su cometido jurisdiccional. Mientras que la jurisdicción Social opera normalmente en procedimientos de oficio –dejemos a un lado la eventual intervención REVISTA DEL MINISTERIO DE TRABAJO E INMIGRACIÓN 78 375 ESTUDIOS revisora de infracción sociales de otro tipo– con un cometido claramente consultivo, prácticamente prejudicial, en el sentido de que su intervención tiene como presupuesto su llamada para que aclare determinados puntos de la relación tenida por laboral, esencialmente si concurre esta circunstancia, la intervención del orden Contencioso-Administrativo es meramente revisora de la regularidad formal del acta de infracción. Planteamientos claramente diversos que provocan diferentes productos jurisdiccionales, difícilmente identificables como homogéneos. Otro factor que provoca la imposibilidad de establecer pautas homogéneas en la materia es la existencia de numerosas infracciones laborales que se tipifican extramuros de la LISOS, avocándose el enjuiciamiento de su imposición a órdenes distintos al Social. Aunque no es un fenómeno creciente, debe estarse alerta sobre esta posibilidad, para no engordar sobremanera las infracciones que se encuentran recogidas fuera de la LISOS que era, precisamente, una de las razones que legitimaban la refundición por ella operada. La técnica empleada por la LISOS para la tipificación de los ilícitos que prevé, sumamente reglamentaria y dotada de una extensión más que notable, no facilita tampoco la 376 creación de soluciones deductivas por los TSJ´s, más atentos a analizar la realidad fáctica que los elementos jurídicos de la infracción. Del mismo modo, la agrupación conceptual de las infracciones sólo puede conducirse mediante el seguimiento de los capítulos y secciones en los que se estructura la norma, ni siquiera siendo habitual que se produzcan demasiadas argumentaciones sobre la entidad constitucional de las infracciones reguladas en la norma. Pero el argumento de más peso en esta falta de unidad interpretativa es la comentada disociación jurisdiccional entre el orden Social y el Contencioso-Administrativo. Lo razonable sería que, definitivamente, se encomendase a la jurisdicción Social el enjuiciamiento completo de todo este tipo de infracciones laborales. Pero no únicamente por razones estéticas, que también tienen su importancia en el ámbito jurídico, sino, sobre todo, para tener una mejor operatividad en la resolución de este tipo de infracciones. Con ello se cumpliría, además, el mandato que el legislador se ha autoimpuesto en esta materia, porque lo que es del todo irrazonable es que en un ordenamiento tan depurado con el nuestro, con una motorización legislativa descomunal, se tenga que seguir asumiendo como normal el «Preferiría no hacerlo…». REVISTA DEL MINISTERIO DE TRABAJO E INMIGRACIÓN 78 ÁNGEL ARIAS DOMÍNGUEZ RESUMEN En el presente trabajo se abordan esencialmente dos cuestiones. Se critica, en primer lugar, la falta de interés del legislador por encomendar definitivamente a la jurisdicción social todas las cuestiones relativas al enjuiciamiento jurisdiccional de las infracciones laborales, a pesar del (extraño) mandato autoejecutivo contenido en el art. 3 de la LPL. Ello provoca que estos problemas sean resueltos en el proceso Contencioso-Administrativo, estructuralmente refractario a las cuestiones sociales, propiciando, además, que existan criterios jurisprudenciales diversos entre los Tribunales de lo Contencioso y los de lo Social cuando éstos conocen incidentalmente de las infracciones laborales, particularmente cuando, como cuestión prejudicial, resuelven procesos de oficio. Se intenta, infructuosamente, en segundo lugar, establecer un catálogo de los problemas hermenéuticos más comunes a los que tienen que enfrentarse los Tribunales Superiores de Justicia en el enjuiciamiento de estas infracciones laborales. Aunque se desecha la posibilidad de aglutinarlos en torno a patrones comunes, dada la excesiva fragmentación, practicamente reglamentaria, que muestra la norma legal. Se asume, en definitiva, que en esta materia debemos conducirnos bajo premisas no conocidas, teniendo presente la necesidad de buscar, en cada caso, una solución propia, sin poder acudir a criterios interpretativos ya trazados. REVISTA DEL MINISTERIO DE TRABAJO E INMIGRACIÓN 78 377