Análisis de la regulación de la responsabilidad del director o gerente en la ley 19.550 y su aplicación por la justicia del trabajo1 Por: Laura Soledad Cáceres SUMARIO: I. Introducción.- II. La norma genérica: artículo 59 de la LSC.- III.- Las normas específicas: artículos 157 y 274 de la LSC.- IV. Las acciones de responsabilidad reguladas en la LSC.- V. Aplicación de los arts. 59, 157 y 274 de la LSC en el ámbito de la justicia del trabajo.- VI. Responsabilidad de directores y gerentes por aplicación de los arts. 59, 157 y 274 de la LSC. I. Introducción A la hora de analizar y extender la responsabilidad a directores, administradores o gerentes por los incumplimientos laborales cometidos por el ente que administran o representan, la justicia del trabajo se ha valido del régimen específico contemplado por la legislación comercial – Ley 19.550- que básicamente gira en torno a los arts. 59, 157, 274 y ccds., a partir de los cuales se estructura un sistema de responsabilidad profesional, específica y distinta a la responsabilidad genérica plasmada en el Código Civil, que aún sin perder vigencia, resulta sobrepasada por las especiales exigencias de comportamiento contempladas en la ley comercial. II. La norma genérica: artículo 59 de la LSC Este artículo sienta la regla o parámetro de conducta que debe seguir el administrador societario en el desempeño de sus funciones al disponer que: “Los administradores y los representantes de la sociedad deben obrar con lealtad y con la diligencia de un buen hombre de negocios (…)”. Con esta norma, el legislador no hace más que exigir al administrador idoneidad y eficiencia en el desempeño de su función, pleno respeto por el deber de actuar de buena fe y el desarrollar los negocios de la sociedad con el mismo cuidado que aplicaría para desarrollar los propios, por la simple razón de que, en principio, los actos realizados y decisiones tomadas en el seno del órgano son tenidos como realizados por la sociedad y surten plenos efectos para ésta, la obligan, benefician, perjudican, etc. Por ende, la responsabilidad del administrador societario tiene una doble faceta: una responsabilidad genérica, como persona individual, (art. 1109 C.Civ.), y una responsabilidad específica y diferenciada, como profesional, (arts. 59 y 274 LSC), El art. 59 de la LSC regula la actuación de la persona fisica a la que se le exige conocimiento y experiencia en la actividad comercial y un comportamiento caracterizado por la “lealtad”. La palabra lealtad proviene de “leal” y posee diversas acepciones entre las que podemos mencionar: “Cumplimiento de lo que exigen las leyes de la fidelidad y las del honor y hombría de bien”, (…), “Legalidad, verdad, realidad”2. Cuando la norma del art. 59 de la LSC refiere a la lealtad, ésta se relaciona con la obligación del director o administrador de anteponer el interés de la sociedad a su propio 1 Ponencia presentada en el IV Congreso de Derecho Laboral y Relaciones del Trabajo - X Congreso Nacional de Derecho Laboral de la SADL (Sociedad Argentina de Derecho Laboral), VI Congreso Internacional de Relaciones del Trabajo de ARTRA (Asociación de Relaciones del Trabajo de la República Argentina) y VI Encuentro de Maestrandos (Maestría en Derecho del Trabajo y Relaciones Laborales Internacionales de la Universidad Nacional de Tres de Febrero –UNTREF-)-, desarrollado en el Hotel Esplendor, Complejo Arena Maipu, Mendoza, los días 25, 26 y 27 de octubre de 2012. 2 Diccionario de la Real Academia Española, http://www.rae.es/rae.html, consulta 12/01/2012. interés personal y al de terceros, con lo que habrá infracción a este deber de conducta cuando, por ejemplo, se desvíen recursos sociales en beneficio de terceros o del propio administrador o cuando se realicen actos que impliquen un perjuicio directo para la sociedad como ser, la contratación irregular de un trabajador. “El deber de obrar con lealtad se relaciona de manera directa con la circunstancia de que los administradores, en tanto integrantes de uno de los órganos de la sociedad, administran y gestionan bienes e intereses ajenos, actividad ésta en la cual deberán ser leales con la persona que les encarga la función de administrar sus intereses, y que encuentra sus fundamentos en el deber de fidelidad del mandatario (art. 1908, CCiv.), que se extiende a todos los casos de representación de intereses ajenos, y en el deber de buena fe”.3 En el ejercicio de su función, el administrador debe priorizar la defensa de los intereses de la sociedad que le han sido confiados de parte de los socios. Por su parte, la palabra diligencia alude al: “cuidado y actividad en ejecutar algo”, con lo que se impone al administrador una obligación de medios que implica la adopción de una conducta positiva consistente en adoptar en el desarrollo de sus labores un cuidado mayor al de cualquier persona ya que si no lo hace, deberá responder frente a la sociedad, socios y terceros por los daños que su falta de diligencia provoque. El administrador debe ejercer su función de forma completa, esto es, con la debida participación directa en la gestión social pero también, el correspondiente control, vigilancia y eventual intervención a fin de evitar la consumación de hechos que generen daños a la sociedad y a los terceros aunque éstos provengan de la actuación de otros integrantes del órgano al que pertenece. Se complementa este artículo con lo dispuesto por el art. 902 del C.Civ. que expresa: cuanto mayor sea el deber de obrar con prudencia y pleno conocimiento de las cosas, mayor será la obligación que resulte de las consecuencias posibles de los hechos” El art. 59 de la LSC incorpora otro condicionamiento a la actuación del administrador societario al que le exige la diligencia del “buen hombre de negocios” lo que configura un estándar jurídico que nos lleva a comparar la actuación del administrador con la forma en que hubiese obrado un comerciante promedio si se tratara de su propio negocio. Al hablar de un comerciante promedio no estamos sugiriendo que el director no deba ser profesional, sino que, por el contrario, nos referimos al término comerciante en relación con los alcances que surgen del Código de Comercio, que a partir del su Art. 1º dispone que el comerciante es quien ejerce el comercio a modo de profesión. “La diligencia del buen hombre de negocios se proyecta sobre aquellos cuidados que deben guardar los administradores en el desempeño de sus funciones, y presupone un “...nivel de exigencia traducido en concreta idoneidad, capacidad, conocimiento suficiente y eficiente de la actividad; todas éstas se evaluarán atendiendo a las circunstancias de las personas, tiempo y lugar. Su omisión los hará responsables por los daños y perjuicios causados (conf. Halperín, Isaac y Otaegui, Julio, "Sociedades anónimas", Ed. Depalma, Buenos Aires, p. 546 y sgtes.)”.4 La normativa comercial exige al director o gerente la diligencia y prudencia que un comerciante profesional tendría para sus propios negocios, un deber de prudencia calificada que amerita el nacimiento de su responsabilidad y su obligación de responder frente a los perjuicios causados por la desobediencia a sus deberes impuestos. Tanto la doctrina como la jurisprudencia se han encargado de definir los alcances del término “buen hombre de negocios”: “El patrón de apreciación de conducta que brinda el artículo 59 de la LSC – “diligencia del buen hombre de negocios” – impone la previsión de acontecimientos que no resultan absolutamente desacostumbrados en el ámbito de la actividad de la que se trata según la experiencia común” 5 3 C. Nac. Trab. Sala 1º, 9/2/2011, del voto del Dr. Vilela en autos “Galván, Lorena C. c/ Best Quality SA y otros C. Nac. Trab. Sala 1º, 9/2/2011, del voto del Dr. Vilela en autos “Galván, Lorena C. v. Best Quality SA y otros 5 C. Nac. Com., Sala D, 9/11/95, “Estancia Procreo Vacunos S.A. c. Lenzi Carlos, y otros”. 4 Para la Dra. Ferreirós, en la norma del art. 59 de la LSC el legislador plasmó las siguientes obligaciones a cargo de directores y administradores: - de lealtad (arts. 450, 475 C.Civ.) como regla de todo administrador de cosa ajena, - de diligencia, como el caso del tutor (art. 413 del C. Civ.), - de cumplir la ley en general y las normas comerciales, laborales, etc. - de cumplir la ley social con referencia al estatuto o contrato social. 6 Como expresa la Dra. Vázquez: “La Ley de Sociedades Comerciales impone una diligencia específica y más intensa que lo que es regla en el derecho común que no se satisface con una buena fe meramente pasiva o de mera ignorancia de la irregularidad cuando, en función del rol que le corresponde en la empresa, no puede estar al margen del desarrollo de los negocios”7. Por su parte, Campeotto enuncia diferentes supuestos en los que desde el fuero comercial, se ha determinado la responsabilidad por violación de los deberes de lealtad y diligencia: “La irregularidad en la confección de los estados contables, desvío de clientela, omisión de notificar una asamblea llamada a modificar lo resuelto con anterioridad de manera unánime, desaparición de activos, venta de la totalidad de los activos, silencio ante el reclamo concreto y circunstanciado de un acreedor, así como, puntualmente, en supuestos de relaciones laborales, la falta de registro de los trabajadores, el pago “en negro” y la falta de ingreso de aportes al sistema de seguridad social”8. Consecuencia de lo expuesto, para analizar la actuación del director o gerente debemos partir de la base de que nos encontramos frente a un profesional o experto en cierto tema, que goza de la libertad y capacidad necesarias para aplicar sus conocimientos o destrezas al negocio que dirige o desarrolla. De este modo, la noción de “buen hombre de negocios” importa una auténtica responsabilidad profesional, ya que implica capacidad técnica, experiencia, conocimientos y el inseparable cuidado de no dañar ni a la sociedad ni a terceros. En cuanto al término profesional y de acuerdo al Diccionario de la Real Academia Española en su Vigésima segunda edición, encontramos las siguientes acepciones: “perteneciente o relativo a la profesión”, “dicho de una persona: que ejerce una profesión”, “dicho de una persona: que practica habitualmente una actividad, incluso delictiva, de la cual vive”, “persona que ejerce su profesión con relevante capacidad y aplicación”.9 Por su parte, la palabra profesión refiere al: “empleo, facultad u oficio que alguien ejerce y por el que percibe una retribución”10. Entonces, cuando aludimos al carácter de profesional del administrador estamos haciendo referencia a una persona que realiza cierta actividad de modo habitual sin que ello implique necesariamente la existencia de un titulo, sino la presencia de cierto grado de conocimiento en la materia de que se trate, que le permita diferenciarse del común de la gente y que lo habilite para el desarrollo del objeto social. Desde este enfoque, podremos considerar profesional tanto a quienes poseen titulo habilitante como a aquellos que carecen del mismo pero que poseen cierta habilidad o destreza que les permite desarrollar una actividad de modo eficiente. Los administradores sociales son considerados expertos en tanto y en cuanto se supone que conocen y poseen la práctica, la idoneidad y la solvencia técnica necesaria para el 6 Ferreirós, Estela Milagros, (2002), Responsabilidad de los socios, directores y gerentes de personas jurídicas en el marco del derecho común y del Trabajo. IV Jornadas del Foro de Institutos de Derecho del Trabajo de los Colegios de Abogados de la Provincia de Buenos Aires, 25 y 26 de abril de 2002. Libro de Ponencias editado por Colegio de Abogados de La Plata. 7 Vázquez, Gabriela Alejandra, (2010), Tratado jurisprudencial y doctrinario. Derecho del Trabajo. Responsabilidad Civil y Penal: tomo I. 1º Ed., Buenos Aires. Editorial: La Ley. p. 401. 8 Campeotto, Claudio, Análisis de los fallos comerciales sobre responsabilidad solidaria de los administradores y directores de las sociedades, Revista de Derecho Laboral y Seguridad Social, RDLSS 2008 – A, p. 770. 9 Diccionario de la Real Academia Española, http://www.rae.es/rae.html, consulta 12/01/2012. 10 Diccionario de la Real Academia Española, http://www.rae.es/rae.html, consulta 12/01/2012. cumplimiento de sus labores encaminadas a la consecución del objeto de la sociedad administrada. Entonces, la diligencia del directivo de la sociedad no será juzgada conforme a la previsibilidad y a la pericia del hombre común sino con respecto a la diligencia de aquel que posee un especial conocimiento de la actividad derivada del objeto social. Consecuencia de ello, podremos afirmar que viola la diligencia y lealtad del buen hombre de negocios aquel administrador que, desempeñando su función, no imprime a ésta de todos los cuidados necesarios para evitar causarle perjuicios al ente del que es parte y que ello ocurre cuando mediante su actuación, se cometen o toleran violaciones a la ley o se causan perjuicios a terceros y que se trata de situaciones que el administrador, por su profesionalidad, no puede desconocer como ilegales o perjudiciales. La última parte del art. 59 de la ley 19.550 reza: “…Los que faltaren a sus obligaciones son responsables, ilimitada y solidariamente, por los daños y perjuicios que resultaren de su acción u omisión”. Con esto la norma cierra el circuito ya que quienes no cumplan con el parámetro de conducta fijado y a raíz de ello causen perjuicios, sea que estos ocurran por acción o por omisión, responderán solidaria e ilimitadamente. Lo dispuesto en el art. 59 es un parámetro que rige para todos los tipos societarios, y se completa, en el caso de la actividad de los gerentes, con lo dispuesto en el tercer y cuarto párrafo del art. 157, el que a su vez remite a las disposiciones relativas a la responsabilidad de los directores de las SA y de esa forma completa la figura. III. Las normas específicas: artículos 157 y 274 de la LSC Dentro de la sección destinada a regular el funcionamiento y la composición de lo órganos de la SRL encontramos la norma del art. 157 que refiere a la responsabilidad del administrador societario y establece en su parte pertinente que: (…) Los gerentes tienen los mismos derechos, obligaciones, prohibiciones e incompatibilidades que los directores de la sociedad anónima. No pueden participar por cuenta propia o ajena, en actos que importen competir con la sociedad, salvo autorización expresa y unánime de los socios. Los gerentes serán responsables individual o solidariamente, según la organización de la gerencia y la reglamentación de su funcionamiento establecidas en el contrato. Si una pluralidad de gerentes participaron en los mismos hechos generadores de responsabilidad, el Juez puede fijar la parte que a cada uno corresponde en la reparación de los perjuicios, atendiendo a su actuación personal. Son de aplicación las disposiciones relativas a la responsabilidad de los directores cuando la gerencia fuere colegiada (…)”. Dentro de los capítulos destinados a la regulación de la SA, encontramos las restantes normas que nos permiten analizar la responsabilidad de directores y administradores, en especial el artículo 274 que dispone: “Los directores responden ilimitada y solidariamente hacia la sociedad, los accionistas y los terceros, por el mal desempeño de su cargo, según el criterio del arto 59, así como por la violación de la ley, el estatuto o el reglamento y por cualquier otro daño producido por dolo, abuso de facultades o culpa grave (...)”. El párrafo trascripto remite al parámetro de conducta del art 59, pero también aclara que el director será responsable: por la violación de la ley, estatuto, reglamento y por los daños causados por dolo, abuso de facultades o culpa grave, con lo cual y a simple vista, se amplía el marco de la responsabilidad de los directores de las SA y por la remisión efectuada por el art. 157, la de los gerentes de la SRL. Sin embargo, Nissen opina que: “En puridad, muchas de las hipótesis descriptas por el legislador en el art. 274, LSC, se superponen, pues si se entiende por diligencia de un buen hombre de negocios, idoneidad, capacidad y conocimiento suficiente de la actividad que constituye el objeto de la sociedad en todos sus aspectos, inclusive sobre el funcionamiento interno del ente, asi como dedicación al desempeño del cargo todo el tiempo que el mismo requiere, la violación de la ley, estatuto o reglamento queda incluido dentro del concepto de diligencia, mencionado expresamente por el art. 59 de la ley societaria”11. “Desde la perspectiva interna del giro lexicográfico empleado, se puede decir que la violación del estatuto o reglamento implica una violación de la ley. El estatuto social y el reglamento tienen naturaleza contractual (arts. 1 y 4 LS.), formando para los socios una regla a la cual deben someterse como la ley misma (art. 1197 CCiv., que concuerda con el art. 12 LS.). La norma tendió a utilizar el término "ley" en su sentido estricto (en el de la disposición emanada de la función legislativa) y no en su sentido "amplio", que enfatiza el carácter obligatorio. Por ello habría bastado con que el precepto refiriera sólo a la violación de la ley, pues cualquier violación del estatuto o reglamento implica la violación de una ley que les dio fuerza obligatoria”12. Cuando la norma refiere al abuso de facultades, se entiende por tal la realización de actos que excedan la competencia del órgano de administración o que violen el régimen de representación establecido en el estatuto. Con respecto al dolo, entiende la doctrina que es importante la diferencia con respecto a la culpa ya que, quien actúa dolosamente debe indemnizar todas las consecuencias dañosas de sus actos, incluso las casuales, siempre que el autor las haya contemplado a la hora de ejecutar el acto, asimismo, el coautor de un delito que reparó el daño de la víctima no posee acción de repetición contra los restantes obligados en forma solidaria. En cuanto a la mención de la “culpa grave” ello no autoriza a excluir la culpa de tipo leve o levísima porque la graduación de la culpa ha sido abandonada por nuestro C.Civ. y en el caso de la LSC ello es sólo un parámetro para la apreciación judicial en el que se tiene en cuenta que la función que el administrador cumple, supone la aceptación permanente de riesgos derivados de la actividad empresaria. Establece además la norma que, de darse alguno de estos supuestos, la responsabilidad del administrador será solidaria e ilimitada con lo cual lo despoja del beneficio de la limitación de responsabilidad patrimonial. Para Sasot Betes la responsabilidad solidaria surge de: “Integrar un cuerpo colegiado en el que la voluntad del órgano es la resultante de la coincidencia de la mayor parte de las voluntades individuales que lo integran, de lo cual resulta lógico que todos los que forman parte del cuerpo estén ligados por una misma responsabilidad. Es decir, la mayoría queda solidariamente ligada por el hecho de haber aprobado la decisión, y la minoría por no haberse opuesto formalmente a lo decidido, para lo cual la ley pone en sus manos los resortes jurídicos necesarios para formular su oposición válidamente”13. Asimismo, opinan estos autores que la asignación de la responsabilidad solidaria tiene como finalidad que “no dejen de cumplirse aquellas atribuciones de control que el directorio conserva sobre todos los actos de gestión administrativa de la sociedad” También se afirma que cuando la LSC regula el funcionamiento de los órganos societarios, lo hace intentando preservar a la persona jurídica de las consecuencias de una mala gestión de parte de sus administradores. Con la ley 22.903 se agregó al art. 274 el siguiente texto: “(...) Sin perjuicio de lo dispuesto en el párrafo anterior, la imputación de responsabilidad se hará atendiendo a la actuación individual cuando se hubieren asignado funciones en forma personal de acuerdo con lo establecido en el estatuto, el reglamento o la decisión asamblearia. La decisión de la asamblea y la designación de las personas que han de desempeñar las funciones deben ser 11 Nissen, Ricardo Augusto, (1997), Ley de sociedades comerciales, Tomos IV, Ed. Buenos Aires, Editorial: Abaco, p. 376. 12 Molina Sandoval, (2004) Responsabilidad de los directores en la sociedad anónima: supuestos y excepciones, en doctrina, Abeledo Perrot:, http://www.lexisnexis.com.ar/Noticias/MostrarNoticias, consulta 10/01/2012. 13 Sasot Betes, Miguel A. y Sasot Betes Miguel P. (1980), Sociedades Anónimas: el órgano de administración, Ed. Buenos Aires, Editorial: Abaco. p. 530 y 532. inscriptas en el Registro Público de Comercio como requisito para la aplicación de lo dispuesto en este párrafo”. En cuanto a esta ultimo agregado, la doctrina ha dicho que ello no invalida la regla de la responsabilidad solidaria sino que importa -para el caso en que se hubieran asignado funciones en forma personal- una presunción de responsabilidad individual imputable sólo al director que asume determinadas tareas. La pregunta que deberíamos formularnos es, si en el ámbito laboral corresponde exigirle al trabajador, que ya ha sido violentado en sus derechos esenciales por la falta de registro de su contrato, el deber de acreditar la actuación de cada director en la comisión del ilícito registral o si por el contrario, esta norma podrá servir para eventuales acciones de repetición entre socios pero resultarle inoponible al tercero. Con respecto a este agregado el Dr. Enrique Zaldívar manifiesta que: “La ley 22.903 no altera en esencia el régimen de responsabilidad de los directores, sino que introduce una posibilidad de apreciación para asignarla o graduarla si se dan ciertas circunstancias del artículo 274 en su nueva versión”14. Para que opere lo establecido en la nueva parte del art. 274 de la LSC deben darse ciertas cuestiones: - que la asignación de funciones personales esté prevista en el estatuto, reglamento o decisión asamblearia, y - que haya sido inscripta en la Inspección General de Justicia y publicada en el Boletín Oficial. Aún así, el director no podrá eximirse de responsabilidad a menos que haya efectuado la oposición a la cuestión controvertida. En tal sentido, ha resuelto la jurisprudencia que: “La responsabilidad del directorio de una sociedad anónima nace de la sola circunstancia de integrar el órgano de gobierno, de manera que cualesquiera fueran las funciones que efectivamente cumpla un director, su conducta debe ser calificada en función de la actividad obrada por el órgano aun cuando el sujeto no haya actuado directamente en los hechos que motivan el encuadramiento, pues es función de cualquier integrante del órgano de administración la de controlar la calidad de la gestión empresaria, dando lugar su incumplimiento a una suerte de culpa in vigilando”15. “El mal desempeño de la función por un director no solo puede verse configurado por la participación directa en hechos o actos positivos violatorios de la ley o los estatutos, sino también, y basta con ello para que haya responsabilidad, por haberse omitido la realización de las diligencias necesarias que exigían las circunstancias de tiempo, lugar y modo para evitar o frustrar el incorrecto proceder de otros directores que no podían desconocer de haber aplicado la debida atención y preocupación por los asuntos sociales”16. Como puede observarse, la introducción formulada por la ley 22.903 incorpora una opción de atribución de responsabilidad personal sólo en aquellos casos donde se den los supuestos específicos que prevé, lo que además, ha sido interpretado por la jurisprudencia del propio fuero comercial de forma rigurosa entendiendo que la responsabilidad del directorio procede al menos, por la culpa in vigilando de sus miembros prevaleciendo la idea de la actuación del directorio como órgano, que como tal, debe responder en forma solidaria. El último párrafo del art. 274 de la LSC reza: “(…) Queda exento de responsabilidad el director que participó en la deliberación o resolución o que la conoció, si deja constancia escrita de su protesta y diera noticia al síndico antes que su responsabilidad se denuncie al directorio, al síndico, a la asamblea, a la autoridad competente, o se ejerza la acción judicial”. 14 Zaldívar, Enrique (1983), La responsabilidad de los directores de las sociedades por acciones en la reforma de la ley de sociedades comerciales año 1983, Revista Inspección General de Justicia, p. 29. 15 C. Nac. Com, Sala B, 26/3/1991, Only Plastic S.A. s/ Quiebra s/ Incidente de calificación de conducta, en igual sentido Sala A, 10/7/1992, Vid. Y com. Video y comunicaciones S.A. s/ quiebra s/ incidente de calificación de conducta. 16 C. Nac. Com., Sala A, 8/10/1997, Eledar S,A, c/ Serer, Jorge s/ sumario. Nissen opina que este párrafo peca por “manifiesta insuficiencia” en la medida que contempla la posibilidad de exonerarse de responsabilidad mediante constancia escrita de protesta y anoticiamiento al síndico cuando la realidad demuestra que, generalmente, la actuación ilegítima del directorio no deja rastros en los libros sociales. Si el director o administrador estuvo ausente en la reunión del órgano que resolvió la actuación generadora de responsabilidad, ello tampoco lo exonera de responsabilidad salvo que la decisión haya sido adoptada en forma clandestina, omitiendo deliberadamente la participación de aquel. Una última cuestión, no menor, tiene que ver con que la decisión de contratar trabajadores y no registrar sus contratos, o hacerlo parcialmente, difícilmente sea incluida en una deliberación o resolución lo que impedirá la protesta que el último párrafo del art. 274 exige como liberador de responsabilidad. Conforme lo dicho hasta aquí y con las salvedades expuestas, el sistema de responsabilidad implementado a través de las normas reseñadas puede sistematizarse, según Nissen de la siguiente forma: a. Si la gestión está a cargo de un solo administrador, lo cual es supuesto corriente en materia de sociedades de interés, éste será responsable en forma ilimitada por los daños y perjuicios sufridos por la sociedad por la violación a las pautas de conducta previstas por el art. 59. b. Si la administración fuere plural, pero no colegiada, rige lo dispuesto por el art. 157, Párr., 4º, conforme el cual los gerentes son responsables en forma individual o solidaria, según la organización de la gerencia y la reglamentación de su funcionamiento establecidas en el contrato (gerencia plural indistinta o conjunta), pero “si una pluralidad de gerentes participaron en los mismos hechos generadores de responsabilidad, el juez puede fijar la parte que a cada uno corresponde en la reparación de los perjuicios, atendiendo a su actuación personal”. c. Si la administración fuere colegiada, rige lo dispuesto para cualquier sociedad, por el Art. 274 LSC (art. 157 ,in fine), según en cual “los directores son responsables ilimitada y solidariamente (…) por el mal desempeño de su cargo”, pero la imputación de responsabilidad se hará atendiendo a la actuación individual, cuando se hubiesen asignado funciones en forma personal en el estatuto, contrato social o por decisión de socios y accionistas, y se hubiera inscripto esta decisión en el Registro Público de Comercio17. Conforme lo expuesto hasta aquí, el comportamiento “diligente y leal” que como buen hombre de negocios se le exige al administrador desde la normativa comercial, le impone el deber de trabajar en defensa de la totalidad de los intereses que convergen en la dinámica societaria y no sólo procurar la mayor ganancia posible para la empresa. Los administradores societarios deben conducir la empresa en consecución del objeto social, produciendo bienes y/o servicios, procurando obtener la mayor utilidad para los accionistas o socios; pero esa tarea no puede ser llevada adelante violando la ley, la buena fe, los derechos de terceros, evadiendo impuestos, cargas sociales, o generando incumplimientos que pueden traer aparejados perjuicios al ente como ocurre cuando la sociedad debe hacer frente a un juicio laboral por la falta de registro de un contrato de trabajo que en definitiva, fue decidida o no evitada por el administrador. Más allá del vínculo contractual, existe una vinculación de confianza con el administrador a quien se le encomienda la administración de bienes que le resultan ajenos y en virtud de ello, se le impone el deber de obrar con lealtad, con buena fe y siempre encaminado hacia la consecución de fines legítimos. Este deber implica ajustar su conducta a un estándar jurídico que involucra una auténtica responsabilidad profesional en la que deben confluir la adecuada capacidad técnica, la experiencia necesaria, los conocimientos y el cuidado de no causar daños ni a la sociedad ni a terceros que se involucren con ésta. 17 Nissen, Ricardo Augusto, (1993), Ley de Sociedades Comerciales, comentada, anotada y concordada. Tomo I, 2º Ed., Buenos Aires, Editorial: Abaco, p. 49 y 50. Cuando pensamos en el administrador pensamos en un profesional que posee los atributos necesarios para llevar adelante el objeto de la sociedad de que se trate, obrando con la diligencia de un comerciante experto cuya omisión, lo torna responsable por los daños y perjuicios generados y lo obliga a responder de forma ilimitada y solidaria. Tal como fuera descripto, si bien la norma del art. 59 es una pauta valorativa que permite juzgar la conducta del administrador en cualquier tipo de sociedad, en el caso de directores y gerentes debe integrarse con los arts. 157 y 274 de la LSC, que completan el sistema de evaluación e imputación de responsabilidad no sólo frente a terceros sino también frente a la sociedad misma y ante sus accionistas. De ello deriva el innecesario cuestionamiento de la validez de la sociedad como tal, para que proceda la acción de responsabilidad dirigida contra sus administradores cuando se verifique el incumplimiento de la normativa citada. En el ámbito del derecho del trabajo la normativa citada resulta plenamente aplicable ya que preexiste como pauta básica de todo nuestro derecho el deber genérico de no dañar y encontramos en estas normas comerciales, y frente a la inexistencia de normas laborales especificas, la solución y el respeto por dicho deber. En este estado, nos parece interesante reproducir las palabras vertidas por el Dr Miguel Ángel Maza con relación a los arts. 59 y 274 de la LSC: “El precepto es de alto contenido moral y, precisamente por ello, resulta guardián del inveterado principio remarcado por la Corte de la personalidad diferenciada de la sociedad y sus socios administradores, como herramienta que el orden jurídico provee al comercio, en su papel de ser uno de los relevantes motores de la economía. Es que, para que la legislación pueda sostener esta artificiosidad útil al comercio, a la aventura empresarial y al progreso -ya que las personas jurídicas son, no debe olvidarse, artificiosidades instrumentales- es menester que sus órganos actúen con respeto por la ética, la moral y el orden jurídico en el que se desenvuelvan. Por eso, disposiciones como las de los arts. 59, 274 y concordantes resultan funcionales y necesarias. La sociedad regular y absolutamente lícita en su fundación y funcionamiento debe ser defendida de representantes, socios y administradores que mal la usen y, por eso, normas como la analizada permiten a los perjudicados (sociedad misma, sus accionistas o cualquier tercero) demandar la responsabilización plena de esas personas físicas”. 18 IV. Las acciones de responsabilidad reguladas en la LSC El ejercicio de las acciones de responsabilidad contra los administradores se encuentra regulado en los arts. 276 a 279 de la LSC que contemplan dos supuestos diferentes: - la acción social de responsabilidad: regulada en los arts. 276 a 278 de la LSC, cuyo principal objetivo es recomponer el patrimonio social beneficiando a la sociedad en forma directa y no a los accionistas que la han promovido. Puede ser instada por la sociedad afectada, por los accionistas de la sociedad, en caso de que hubieran efectuado la oposición prevista en el art 275 de la LSC o en caso de la omisión regulada por el art. 277 de la LSC y por los acreedores sociales, que solo pueden iniciar esta acción en caso de quiebra de la sociedad. - la acción individual de responsabilidad: regulada en el art. 279 de la LSC, es aquella acción cuyo fin no es recomponer el patrimonio social, sino resarcir al tercero por los daños que la actuación dolosa o culposa del administrador le ha generado. En este supuesto, el tercero no se subroga en los derechos de la sociedad afectada sino que persigue obtener la reparación de los daños sufridos por la actuación desviada del administrador. “(…) El trabajador es un tercero en los términos del art. 279 Ley de Sociedades y …se encuentra legitimado por el Derecho de Daños para incoar la correspondiente acción individual 18 C. Nac. Trab, Sala 2º, 5/2/2007, Franke Carballo Facundo Nahuel C/ Expoyer S.A. Y Otro S/ Despido" que corresponsabilice, además de la persona societaria empleadora, a los administradores que han ejecutado la conducta dañosa”. 19 Las principales diferencias entre las acciones señaladas son: - para que proceda la acción social de responsabilidad es necesario una decisión previa de la asamblea que la apruebe, mientras que la acción individual de responsabilidad no requiere de ésta, ya que quien ha sido afectado por la actuación culpable o dolosa del administrador nada debe consultar a fin de ejercer las acciones tendientes a obtener el resarcimiento del daño sufrido, - la sentencia que hace lugar a la acción social de responsabilidad produce la inmediata remoción en el cargo del administrador condenado mientras que la acción individual no afecta el mantenimiento de la función. V. Aplicación de los arts. 59, 157 y 274 de la LSC en el ámbito de la justicia del trabajo Partiendo de considerar la unidad de nuestro sistema jurídico y frente a la imperiosa necesidad de dar respuesta a una realidad imperante, la jurisprudencia del trabajo de la Nación ha recurrido a la utilización de las normas comerciales e interpretaciones previamente analizadas, para responsabilizar a los administradores societarios frente a incumplimientos laborales del ente que administran. Si bien en sus comienzos se generaron algunas dudas, y aunque a la fecha persisten posturas contrarias a esta corriente, la realidad demuestra que en los últimos años, todas las salas de la CNAT han sido favorables a la extensión de responsabilidad del administrador frente a ciertos incumplimientos, en particular falta de registro total o parcial del contrato de trabajo y también con respecto a la retención y falta de deposito de aportes previsionales (art. 132 bis LCT). Se expone a continuación un cuadro que refleja la unánime postura favorable a la extensión de responsabilidad del administrador plasmada en sentencias de las distintas salas de la CNAT en los períodos 2010 y 2011:20 VI. Responsabilidad de directores y gerentes por aplicación de los arts. 59, 157 y 274 de la LSC. Sentencias: año 2010/ 2011 SALAS I Extensión No Extensión “Marquez V. H. C/ Imagen Postal SRL y Otro S/ despido” 18/02/2010 II “Luque O. A. c/ De Sim SRL y Otro s/despido” 13/4/2011 III “Miranda Chávez, I. c/ Technicals SRL y Otro S/ Despido” 19 Junyent Bas, Francisco, Responsabilidad de los administradores societarios por fraude laboral, Revista de Derecho Privado y Comunitario, 2000 – 1, Rubinzal Culzoni, p. 196 y ss. 20 En todas las sentencias reseñadas se cuestiona la responsabilidad del director o administrador por la falta total o parcial de registro del trabajador accionante así como también por la retención y falta de ingreso de aportes previsionales. 15/02/2010 IV “Criado A., I., c/ Times SA y Otro s/ Despido” 6/5/2011 V “Chiliutti G. M. c/ J & Electronic SRL y Otro s/ Despido” 26/10/2010 VI “Diaz J. J. c/ Pulenta H. J., y Otros s/ Despido” 27/06/11 VII "Jerez C. J. c/ Oswal SA y otros s/ despido" 29/06/2011 VIII “Manfredi, F. c/ Frig. Reg. Las Heras S.A y otros” 27/04/2011 IX “Barlaro M. c/ Slug SRLy Otros s/ Despido” 29/4/2011 X “Aparicio M. R. c/ Marta Harff SA y Ot. s/ Despido” 27/09/2010