Reflexiones sobre la investigación biomédica en España

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ARTÍCULO ESPECIAL
Reflexiones sobre la investigación biomédica en España
50.972
Ciril Rozman
Catedrático de Medicina y Profesor Emérito de la Universidad de Barcelona. Barcelona. España.
Por mi prolongada dedicación a las tres funciones universitarias en el ámbito biomédico, asistencia, docencia e investigación, he tenido la ocasión de expresar mis puntos de vista acerca de numerosas cuestiones relativas a esa triple
función. Así, en el terreno de la asistencia me he manifestado en conferencias y artículos sobre la importancia tanto del
médico de atención primaria como del internista, así como
de las relaciones entre los internistas generales y subespecializados. Los aspectos docentes me han ocupado con frecuencia, en particular los relativos a los nuevos modelos de
enseñanza de pregrado. He dedicado numerosas reflexiones
a los modelos organizativos de los departamentos de medicina e incluso de la Universidad de Ciencias de la Salud.
Por último, me he manifestado sobre los métodos de promover la investigación en los hospitales universitarios. En
este artículo realizo una serie de reflexiones sobre la investigación biomédica en España. Es obvio que esta materia es
objeto de atención creciente en numerosos ámbitos del Estado español. Considero que mis puntos de vista podrían
ser de utilidad a todos los que de un modo u otro tienen
responsabilidades en este terreno.
El artículo se divide en 5 apartados a) objetivos e importancia de la investigación; b) métodos para promocionar la investigación; c) panorama de la producción científica española en biomedicina y su financiación; d) importancia de la
investigación traslacional y e) futuro de la investigación biomédica.
Objetivos e importancia de la investigación
El objetivo de la investigación es lograr nuevos conocimientos, es el descubrimiento de la verdad. Y ello tiene un gran
valor intrínseco, pues los intentos de acercarse a la verdad
honran al ser humano. Pero, además, conseguir nuevos conocimientos tiene utilidad productiva y contribuye al bienestar de la población. Los países que no poseen petróleo ni
otras fuentes de riqueza natural deben producir más en el
campo de la investigación al objeto de asegurar su desarrollo. Uno de los descubrimientos más notables e inesperados
de las ciencias económicas de EE.UU. fue que el crecimiento económico depende en una importante proporción
de los avances científicos y tecnológicos. El economista Robert Solow, del Massachusetts Institute of Technology, recibió el Premio Nobel de 1987 en buena parte por haber
cuantificado esa dependencia. En efecto, dicho autor pudo
concluir que durante los primeros decenios a partir de la
Segunda Guerra Mundial los descubrimientos científicos y
tecnológicos fueron responsables de la mitad, aproximada-
Trabajo subvencionado parcialmente con la beca FIJC-02/P-CR
de la Fundación Internacional José Carreras.
Correspondencia: Prof. C. Rozman.
Servicio de Hematología. Hospital Clínic.
Villarroel, 170. 08036 Barcelona. España.
Correo electrónico: rozman@medicina.ub.es
Recibido el 24-10-2002; aceptado para su publicación el 15-11-2002.
mente, del desarrollo económico de su país. Sin embargo,
la relación causal entre los fondos invertidos en investigación y desarrollo, por un lado, y el crecimiento económico,
por otro, no es una peculiaridad de EE.UU. ni está limitada
a regiones tecnológicamente avanzadas. Un ejemplo notable es el de los países más recientemente industrializados
de Asia (Corea, Malasia, Hong Kong, Singapur y Taiwán)1.
En dos décadas aumentaron su inversión en investigación y
desarrollo (I+D) del 0,1 al 1,6% del producto interior bruto
(PIB) y pasaron así de países subdesarrollados a potencias
industriales. En suma, los Estados que incrementan su inversión en I+D al cabo de pocos años reciben el beneficio
de un crecimiento de su PIB. Finalmente, y como decía un
gran científico español ya desaparecido, el Dr. Alberto Sols,
«el cultivo serio de la investigación tiene el valor de asegurar
un capital de mentes preparadas para hacer frente al desafío de lo inesperado, cada vez más frecuente en el mundo
actual»2.
La investigación que nos ocupa hoy es la biomédica, sea
básica o aplicada. Su objetivo primario consiste en favorecer
el interés del enfermo, en proporcionarle una vida más larga
y mejor. Todos los demás objetivos deben estar subordinados al primario.
Métodos para promocionar la investigación
Como queda ya señalado, uno de los más eficaces es aumentar la inversión. En tal sentido es preciso citar que los
países punteros del mundo en este aspecto, como EE.UU. y
Alemania, destinan en torno al 2,5% de su PIB a I+D y que
la media de la Unión Europea se sitúa en un 2%. Por lo que
respecta a España, cabe afirmar que en los últimos dos decenios se ha realizado un esfuerzo muy importante, pues
entre 1982 y 1992 dicho porcentaje se multiplicó por más
de 5. Los resultados de este aumento de inversión fueron
espectaculares, ya que el incremento de la producción
científica en España fue durante esa época mayor que en la
gran mayoría de los países. Sin embargo, a partir de 1992
se produjo un cierto estancamiento que se intenta corregir
actualmente. En efecto, el Plan Nacional de Investigación
Científica, Desarrollo e Innovación Tecnológica 2000-2003
tiene como objetivo crecer en I+D desde el 0,89% de 1999
al 1,29% en 2003, meta todavía lejana de la media europea.
Procede recordar en este contexto que con frecuencia las
autoridades gubernamentales ejercen, a la hora de fijar
prioridades, un cierto dirigismo respecto a las aplicaciones
destinadas a los fondos de investigación. Esto es hasta cierto punto discutible, pues se ha dicho que el camino desde
la innovación hasta la aplicación sigue una línea sinuosa e
impredecible, difícil de regular y codificar por políticos y burócratas. No hay duda de la importancia de la financiación
pública para el progreso de la ciencia. No obstante, esto no
quiere decir que esa investigación deba dirigirse exclusivamente a fines fijados con antelación. Conviene que, por lo
menos, una parte de los recursos se dedique a una investigación libre, sin objetivos prefijados por la política científica.
Lo que sí es importante es crear un entorno en el cual la
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ciencia pueda desarrollarse. En este sentido, una asignatura
pendiente de algunos países europeos, entre ellos España,
es crear un clima social idóneo. Es obvio que en nuestra sociedad existe un tremendo culto a los representantes de los
ámbitos deportivos y lúdicos, mientras que el prestigio de
los científicos es escaso.
Para promover la investigación en los hospitales universitarios se requiere de métodos específicos3. En la actualidad
se acepta de modo unánime que un hospital universitario
debe desempeñar una triple función: asistencia, docencia e
investigación. A ningún hospital se le puede eximir de la
obligación de prestar la asistencia sanitaria de la máxima
calidad posible a la población que le sea asignada. Es igualmente obvio que un hospital universitario debe participar
activamente en la docencia, ya sea de pregrado, de posgrado o de educación médica continuada. Por lo que respecta
a la investigación, en tiempos no muy lejanos los hospitales
clínicos solían ser poco activos en esta faceta, pues su actividad se concentraba de modo preferente y mayoritario en
la asistencia y la docencia. Sin embargo, es incuestionable
que cualquier profesional universitario, aunque sea del ámbito clínico, tiene la obligación de investigar. Esta idea ha
penetrado progresivamente en la conciencia actual y, de
hecho, la investigación que se realiza hoy día en los hospitales universitarios es creciente en cantidad y calidad. La organización y la promoción de las tareas investigadoras en
un hospital no son siempre fáciles, y se requiere para ello
no sólo una firme voluntad y empeño de los implicados,
sino también una notable dosis de imaginación.
Hoy día se reconoce ampliamente el alto nivel que en el
ámbito de la investigación biomédica ha alcanzado el Hospital Clínic de Barcelona (HCB). En efecto, estudios bibliométricos señalan repetidamente que dicho centro ocupa el
primer lugar entre todos los hospitales del Estado español
en este terreno y con notable distancia de los demás4,5.
¿Cómo se ha alcanzado este lugar de privilegio? En un artículo que publicamos con Joan Rodés en 20013, nos referimos
a 5 actuaciones que han ejercido la mayor influencia en el
desarrollo de la investigación biomédica en nuestro Hospital. La primera consistió en una reforma de la estructura
funcional de nuestra institución llevada a cabo en 1972.
Rompiendo con la clásica organización de los hospitales
universitarios, consistente en una simple aposición de clínicas asociadas a las respectivas cátedras, sin ningún nexo
común, desarrollamos con gran visión de futuro una estructura departamental, que se adelantó en más de 12 años a la
Ley de Reforma Universitaria (LRU). La moderna organización surgida de esa reforma permitió crear un clima idóneo
para el desarrollo coordinado de las tres funciones universitarias: asistencia, docencia e investigación de la máxima calidad posible. A esa primera actuación le siguieron en 1980
otras dos que mantienen su vigencia y que han contribuido
en gran manera al desarrollo de la actividad investigadora
entre nosotros: me refiero a la creación de becas de investigación post-MIR y a la creación de los llamados años sabáticos o permisos retribuidos para la ampliación de estudios.
Actualmente están surgiendo iniciativas parecidas en Santander y en la Comunidad Autónoma de Valencia. Además,
en noviembre de 2001 el Instituto de Salud Carlos III convocó,
como programa piloto, 30 ayudas para contratar a profesionales sanitarios que hayan finalizado la formación MIR, con
el objetivo de completar su formación en Investigación Biomédica y en Ciencias de la Salud. La cuarta actuación que
ha sido emulada ya en numerosas instituciones sanitarias
fue la creación en 1989 de la Fundación Privada Clínic para
la Investigación Biomédica, con personalidad jurídica propia
e independiente de la gestión de recursos asistenciales del
20
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Hospital. Por último, con objeto de unir las investigaciones
básicas y clínicas de calidad en un entorno común, el 4 de
junio de 1993 se firmó un convenio para la creación de un
consorcio entre el Hospital Clínic, la Universidad de Barcelona y la Generalitat de Cataluña, al que se adhirió el Instituto de Investigaciones Biomédicas de Barcelona del Consejo
Superior de Investigaciones Científicas (CSIC), para crear el
Instituto de Investigaciones Biomédicas August Pi i Sunyer
(IDIBAPS). Esta iniciativa constituye un intento de unir los
tres ámbitos en los que clásicamente se desarrolla la investigación biomédica: hospitales, universidad y CSIC.
Panorama de la producción científica española
en biomedicina y su financiación
Es indudable que los intentos de progresar en las tareas investigadoras van a ser más fructíferos si tenemos un mejor
conocimiento de nuestra situación actual. En este sentido,
puede ser de utilidad: a) analizar la situación de la ciencia
española en el contexto internacional; b) comentar algunos
datos comparativos respecto a la investigación biomédica en
diversas autonomías y diferentes sectores institucionales, y
c) incidir en algunas cuestiones relativas a su financiación.
Suele aceptarse que un trabajo de investigación no ha finalizado hasta que aparece publicado en una revista dotada del
mecanismo de revisión por expertos (peer review de los anglosajones). Los artículos publicados constituirán uno de los
parámetros para evaluar la actividad científica de un autor o
un determinado grupo científico. Tal actividad evaluadora es
una tarea muy compleja y se inscribe dentro de las modernas técnicas bibliométricas. Entre los métodos para medir la
calidad científica, el más empleado es el llamado factor de
impacto. Sin embargo, son bien conocidos los diversos sesgos que se producen en su elaboración y muy especialmente en su abusiva utilización. Hay que recordar que un factor
de impacto elevado para una revista no presupone igual valor científico para todos los trabajos que en ella se publican
y tampoco, evidentemente, para todos y cada uno de los firmantes de un artículo. Como señala Camí6, la «impactitis»
de instituciones, de departamentos o servicios clínicos o de
algunos investigadores, que podría resumirse en la frase
«dime qué factor tienes y te diré quién eres», debería ser
sometida a una revisión crítica. Estos comentarios en modo
alguno deben interpretarse como negativos para la bibliometría. Por consiguiente, tanto o más rechazables que la actitud
de los «impactólatras» es la de los «impactófobos», cuya posición puede representar tan sólo un mecanismo de defensa
para proteger trayectorias científicas de «bajo perfil».
Con las reservas expresadas, la producción científica de un
grupo o un investigador se puede medir de forma bastante
fidedigna cuando se analiza el número de publicaciones
aparecidas en las revistas internacionales de impacto elevado y, además, la frecuencia con que dichos documentos se
citan en otros trabajos. Aquí se introduce un segundo parámetro bibliométrico de interés. Mientras que el factor de impacto evalúa la calidad de la revista, el número de citaciones que recibe a lo largo de los años un artículo concreto
informa del interés de este trabajo. Por último, se reconoce
que este nuevo parámetro puede tener mayor fuerza si se
procede a su debida normalización respecto a la disciplina
analizada y al período evaluado7,8.
De los estudios bibliométricos se deduce que en la década
de los noventa España realizó un gran esfuerzo en la producción científica. Mientras que en 1984 ésta representaba
menos del 1% de la producción mundial, ascendió progresivamente para alcanzar un 2,57% en 1999. A la vez, tal
como se reconoce en el informe del año 2002 de la Natio-
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nal Science Foundation de EE.UU., España es uno de los
países que más han destacado en el incremento de citas recibidas a lo largo de los últimos años. Con todo, en proporción aún sigue recibiendo menos citas que trabajos produce. Así, por ejemplo, en 1999 España aportó el 2,57% de
los documentos de la bibliografía mundial, pero recibió sólo
el 1,62% de las citas.
Para comentar el mapa bibliométrico de distintas regiones y
sectores institucionales de España, debo referirme forzosamente a un excelente trabajo realizado por el grupo de
Camí, del IMIM de Barcelona, aparecido el pasado mes de
julio en el portal del Instituto de Salud Carlos III5. En él se
muestra que las Comunidades Autónomas de Madrid y Cataluña acumulan más del 50% de los documentos y más
del 60% de las citas. A estas dos comunidades les siguen
las de Andalucía y Valencia, con el 12,4 y el 9,2% de los
documentos, respectivamente. El resto de las comunidades
autónomas contribuye con un 5% o menos de los documentos citables.
Son interesantes los datos que nos informan acerca de los
sectores institucionales implicados en la actividad investigadora. A este respecto se reconocen en España tres modelos
fundamentales. El primer perfil, en el que destaca Andalucía, se caracteriza por el gran peso de las universidades. El
segundo perfil estaría representado por Cataluña, donde sobresale la investigación procedente de los hospitales. A los
dos perfiles citados se pueden asimilar en mayor o menor
grado las restantes comunidades autónomas, a excepción
de la de Madrid, que representa como caso aislado un tercer perfil, dado que posee una importante concentración de
algunos organismos públicos de investigación, fundamentalmente el CSIC.
Este análisis nos permite señalar que la distribución de recursos destinados a la investigación no parece del todo
equitativa en el ámbito estatal. A la misma conclusión se llega cuando se analiza el porcentaje del PIB que distintas comunidades autónomas dedican a I+D (tabla 1)9. Así, por
ejemplo, en el año 2000, con una media estatal del 0,94%,
se observó una gran dispersión que iba desde el 0,25% en
Baleares al 1,67% en Madrid. La investigación no forma
parte de las competencias de las comunidades autónomas,
aunque estas transferencias hayan sido reclamadas –sin
éxito– vía Tribunal Constitucional. En algún foro he expresado mis críticas10 al excesivo centralismo del CSIC (el cual
concentra en la Comunidad Autónoma de Madrid más del
40% de sus centros), aunque es justo reconocer que durante los últimos años se ha suavizado un tanto. El mismo
comentario merece la construcción de grandes centros de
investigación en Madrid, a cargo de los presupuestos generales del Estado. Deberíamos imitar más la cultura norteamericana, donde las actividades de los National Institutes of Health
(NIH) son mayoritariamente extramurales, y en este sentido
son dignas de elogio algunas iniciativas recientes del CSIC y
del Instituto de Salud Carlos III, que cito más adelante.
Y cuando se habla de los recursos económicos, no me resisto
a comentar otro aspecto que me parece de extrema importancia. En algunos países más avanzados, una buena parte
de los recursos para la investigación procede de la sociedad
civil. Gracias al mecenazgo, en EE.UU. florecen numerosas
universidades e institutos científicos. En España, a pesar de
una reciente modificación de la correspondiente ley, todavía
nos queda mucho camino por recorrer. Un gran político y
parlamentario catalán, Miquel Roca i Junyent, ha analizado
recientemente esta cuestión11. Se refirió a las dos versiones
existentes en España para considerar el fenómeno del mecenazgo. La versión triste señalaría que el mecenazgo es una
forma de evadir impuestos o, si se quiere, otra forma de pa-
TABLA 1
Porcentaje de gasto en I+D respecto al PIB
por comunidad autónoma9
Total
Andalucía
Aragón
Asturias (Principado de)
Balears (Illes)
Canarias
Cantabria
Castilla y León
Castilla-La Mancha
Cataluña
Comunidad Valenciana
Extremadura
Galicia
Madrid (Comunidad de)
Murcia (Región de)
Navarra (Comunidad Foral)
País Vasco
Rioja (La)
1996
1997
1998
1999
2000
0,83
0,62
0,57
0,57
0,21
0,50
0,53
0,52
0,40
0,92
0,56
0,34
0,48
1,64
0,50
0,74
1,23
0,39
0,82
0,61
0,52
0,51
0,23
0,44
0,58
0,52
0,51
0,93
0,57
0,39
0,52
1,55
0,53
0,72
1,17
0,38
0,90
0,68
0,71
0,54
0,29
0,53
0,83
0,52
0,48
1,08
0,63
0,43
0,54
1,61
0,58
0,83
1,25
0,50
0,89
0,65
0,74
0,55
0,25
0,48
0,60
0,62
0,33
1,06
0,62
0,41
0,54
1,64
0,65
0,93
1,16
0,48
0,94
0,67
0,71
0,81
0,25
0,49
0,47
0,64
0,57
1,11
0,74
0,54
0,63
1,67
0,74
0,92
1,20
0,61
garlos. La versión positiva recordaría que la sociedad civil,
comprometida y solidaria, debe hacer que el país vaya hacia
delante. Según Roca, la mejora fiscal de la nueva ley es muy
limitada. La sociedad es mucho más dinámica que la Administración, la cual siempre recela y desconfía. En definitiva, se
necesita un mejor trato fiscal, paralelamente a la exigencia de
responsabilidad civil en la gestión del mecenazgo.
Por último, como dato positivo en este terreno, desearía señalar que con la creación de importantes premios y ayudas de
investigación desde el sector privado se está contribuyendo
no tan sólo a potenciar las actividades investigadoras, sino a
mejorar el clima necesario para que los profesionales de la investigación reciban el reconocimiento social que merecen.
Importancia de la investigación traslacional
El adjetivo «traslacional» podría inducir a una cierta confusión, ya que a veces se aplica a diversos fenómenos intracelulares y a los intentos de modificarlos. En nuestro caso se
trata de un concepto completamente distinto, es decir, relativo a cómo trasladar los descubrimientos de las ciencias biomédicas básicas a la clínica. A pesar de haberse producido
a lo largo de los últimos 30 años una auténtica explosión de
nuevos conocimientos en el campo de la biomedicina, sólo
una pequeña proporción se ha aplicado a los progresos en el
diagnóstico, el pronóstico, la prevención y el tratamiento de
las enfermedades. Esta disociación comporta la necesidad
de una nueva forma de investigación, la cual, pese a constituir un concepto relativamente reciente, está consiguiendo
una gran resonancia12-16. La investigación traslacional, o si se
quiere de transferencia, es necesaria no tan sólo para convertir los conocimientos básicos en aplicados, sino también
para favorecer el camino inverso, es decir, promover investigaciones básicas a partir de los problemas identificados en
el ámbito clínico. En suma, si en el terreno de la biomedicina
clásicamente aceptábamos dos tipos de investigación, la básica y la clínica, aquí estamos propugnando una tercera modalidad consistente en una fase intermedia que ayuda a establecer los flujos entre ambas.
¿Quiénes son los candidatos más idóneos para desarrollar
este tipo de investigación? Existen dos caminos para obtener profesionales capaces de ocuparse de ella. Uno sería
conseguir que un investigador básico se interesase por la
investigación clínica. En mi experiencia, hasta ahora esto no
resulta muy fácil, debido a la tradición tan clásica de tajante
separación entre titulares de las cátedras preclínicas y clíniMed Clin (Barc) 2003;120(1):19-23
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cas, con lo cual la colaboración entre ellos es difícil de establecer. Afortunadamente están surgiendo ya investigadores
básicos con interés por las líneas clínicas. En este sentido
cabe considerar como paradigmático el caso del Prof. López
Barneo, catedrático de Fisiología, quien se ha trasladado
con todo su equipo al Hospital Virgen del Rocío de Sevilla.
Sus investigaciones básicas sobre las neuronas del cuerpo
carotídeo, ricas en dopamina, le han conducido a una línea
clínica consistente en trasplantar dichas células a los núcleos de la base en pacientes con enfermedad de Parkinson.
Por otro lado, quizá fuera interesante emular a la Tufts University de Boston17, que tiene una amplia experiencia en la
organización de cursos de patobiología para estimular entre
los investigadores básicos el interés por la aplicación clínica.
La segunda posibilidad estriba en ofrecer una instrucción
básica a los investigadores clínicos, en forma de lo que se
conoce en el extranjero como los programas de MD/PhD
(Medical doctor/Philosophy doctor)18. Este tipo de programas tiene como objetivo principal proporcionar la educación
y el entrenamiento en las habilidades necesarias para llevar
a cabo una investigación médica de calidad. La duración de
este programa –cuyo embrión es la convocatoria de becas
posMIR antes citada del Instituto de Salud Carlos III– tendría
que ser, como mínimo, de dos años y se debería llevar a
cabo en hospitales con una tradición de investigación plenamente contrastada, en departamentos universitarios o en
centros del CSIC. Los contenidos de tales programas suelen
contener, por un lado, vertientes comunes o troncales y, por
otro, aspectos adaptados a las circunstancias de la institución donde se imparten. En EE.UU. están financiados por organismos públicos como el National Institute of General Medical Sciences, que es responsable de 32 Medical Scientist
Training Programs en 32 instituciones (hospitales y universidades), todas ellas acreditadas como centros de excelencia.
A fin de que un programa de este tipo sea atractivo para los
médicos jóvenes, sería imprescindible modificar los criterios
que se utilizan actualmente para dirimir el acceso a las plazas asistenciales en el ámbito hospitalario. En los baremos y
otros criterios de acceso se hace poco hincapié en el currículum científico. Debido a ello, la investigación clínica en los
hospitales españoles podría estar en crisis19. Para que los residentes se sintiesen atraídos hacia un programa de estas
características –que debería inscribirse en el marco del tercer ciclo o doctorado–, habría que reconocer la formación
científica como un mérito extraordinario para conseguir una
plaza. Sin embargo, aparte de la importancia que para la investigación traslacional tendría la incorporación de profesionales así formados, el hecho de que profundicen en las materias científicas hace que adquieran una mayor capacidad
crítica y mejoren su capacidad asistencial. Antaño se consideraba que para un internista general no era conveniente investigar sobre una parcela reducida, pues ello podía originar
desequilibrios en sus conocimientos. Mi punto de vista es
justamente el opuesto, pues al profundizar en un aspecto
parcial se mantiene alerta de que los fenómenos son más
complejos de lo que su formación general le hace presumir.
En este sentido, el Royal College of Physicians de Londres20
insiste en que dedicarse un tiempo a la investigación es
aconsejable no tan sólo para los profesionales llamados a seguir una carrera académica, sino incluso para los que se decidan por una trayectoria exclusivamente clínica, ya que esta
dedicación les permite mejorar la capacidad de análisis crítico y así sustentar su tarea asistencial en bases científicas.
Otro paso importante en la promoción de la investigación
traslacional es la creación de institutos de investigación multidisciplinaria. En dichos institutos se han de integrar los
equipos médicos de los hospitales de referencia y de calidad
22
Med Clin (Barc) 2003;120(1):19-23
científica contrastada en el ámbito internacional con científicos no necesariamente relacionados con la sanidad, como
son los de la universidad y el CSIC. Además, la política científica española se ha de adaptar al sexto Programa Marco de
la Unión Europea (2002-2006), destinado a potenciar de forma específica las redes científicas de excelencia, formadas
por institutos de investigación multidisciplinaria.
Estas dos iniciativas permitirían superar la situación actual,
caracterizada por una atomización excesiva de los grupos
de investigación y una notable desconexión entre ellos. A la
vez se conseguiría que los dos principales organismos públicos de investigación, el CSIC y el Instituto de Salud Carlos
III, desarrollasen una importante actividad extramural, permitiendo el acceso más equitativo a los recursos de investigación de todo el territorio nacional. Por último, es crucial el
proceso de incorporación de nuevos investigadores. En este
sentido hay que seguir realizando esfuerzos como el Programa Ramón y Cajal, iniciado el año 2001, que ha permitido
establecer contratos de 5 años a un número significativo de
investigadores de calidad en el área biomédica, con un sistema riguroso de evaluación. En el mismo sentido es excelente la idea del Fondo de Investigación de la Seguridad Social (FISS) de establecer contratos para investigadores como
paso esencial para reforzar la investigación básica en el entorno de los hospitales.
Futuro de la investigación biomédica
Aunque predecir el futuro es siempre un tanto aventurado,
no renuncio a realizar unas muy breves consideraciones finales acerca de los caminos por los que presumiblemente
va a discurrir la investigación biomédica durante el presente
siglo y en los que coincido plenamente con Ariza y Camí21.
Es obvio que a lo largo de las últimas décadas se han realizado grandes esfuerzos en desentrañar la estructura y función de los componentes moleculares de la célula. La culminación de tales esfuerzos son las modernas genómica y
proteómica. Cuando estas dos ramas de la ciencia permitan
conocer al detalle la función de los genes y las proteínas celulares, se podrá abordar el estudio de sistemas (p. ej., el
nervioso) con creciente complejidad. El enfoque reduccionista actual, centrado en la disección de genes y proteínas,
dará paso a una aproximación integradora y sintética que
buscará explicaciones en contextos cada vez más amplios
(tejidos, órganos, sistemas) hasta llegar a considerar el organismo en su totalidad y en relación con otros seres vivos y
el medio ambiente (ecosistema).
Estos cambios exigirán un enfoque diferente de la actividad
investigadora, con desaparición de equipos clásicos de gran
homogeneidad para crear en su lugar grupos heterogéneos
de tipo multidisciplinario. El análisis desmenuzado cederá
su protagonismo a la síntesis vertebradora de los datos acumulados. Los profesionales que tradicionalmente han ocupado el escenario de la investigación biomédica (médicos,
biólogos, farmacéuticos, químicos) habrán de compartirlo
con otros cuya presencia en el mismo no es habitual (matemáticos, físicos, informáticos, ingenieros). En consecuencia,
la flexibilidad requerida por las nuevas circunstancias será
incompatible con la estricta parcelación del conocimiento y
la rigidez organizativa imperante durante el siglo XX. La interdisciplinariedad y la agilidad de los nuevos esquemas constituirán el escenario investigador del siglo actual.
Y acabo con la confianza de que los implicados en la investigación biomédica del siglo XXI no se olviden del objetivo
primario que debería regir toda su actividad, es decir, favorecer el interés del enfermo para proporcionarle una vida
más larga y mejor.
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