EL AMOR EN LOS POETAS LATINOS CATULO , TIBULO y PROPERCIO (Con~Jusión) PROPERCIO Hemos caminado por las calles de Roma oyendo las confidencias de amor de Catulo y de Tibu10; ahora vamos a pasear más largamente la ciudad de los Césares en compañía de Sexto Aurelio Propercio, quien para contarnos sus amores y para hacernos conocer los lugares en que gozó con su amada, nos llevará a los teatros y al foro, al templo de Apolo Palatino, al de Diana y al de la Venus Génitrix, a las termas y a los tepidarios de las casas privadas, a los triclinios en que se sientan senadores, o patricios, o grandes damas, o cónsules, a los barrios de los potentados y de los caballeros, a la Suburra, a la Vía Apia y al A ventino, a las riberas del Tíber y al campo libre en que se glorían los sentidos y en que se respira la brisa embalsamada de las colinas de Alba. Admiraremos por doquiera los mármoles de Paros y de Numidia, las túnicas de Cos, las se- das, la púrpura de Tiro; nos extasiaremos con los perfumes de Cilicia o de Arabia o de Siria, libaremos los más añejos vinos de Falerno o de Lesbos, y en noches de suprema ventura daremos un adiós a las penas y melancolías con las danzas, festines y juegos en que pasaremos sabrosamente las horas escuchando los acordes de las cítaras y de las harpas y los versos de amor de este poeta exquisito y cortesano, tan pulido en el decir, tan armonioso en sus estrofas y tan elegante, que su arte deleita sobremanera, así por los bellos símiles de que se vale para expresar sus conceptos como por las felices reminiscencias mitológicas de que a cada paso hace gala con sin igual fortuna. Si es el amor un tema que se presta para las más altas notas de la lira de un poeta, ¿ qué bellezas no será capaz de cantar el que pasó la vida en las más encumbradas regiones del arte? 445 ©Biblioteca Nacional de Colombia Senderos Caminemos, pues, con Sexto Aurelio Propercio, el poeta de la Umbría, cuya cuna se disputaron nueve ciudades, por las rúas de la vieja Roma, que él nos irá contando sus secretos, sus esperanza , sus alegrías, sus ilusiones, sus sueños, sus amores, sus celos, sus cuitas y tristezas, sus lágrimas, sus noches de orgía, toda aquella vida galante y enamorada que lucía con el mismo empaque marcial y arrogante con que llevaba la toga. Empieza a decirnos que frisaba apenas en los veinte años cuando, velado el pudor de la pretexta bajo la amplia toga viril y dada la libertad de conocer los caminos del amor, una astuta muchacha llamada Licina despertó por primera vez sus aún torpes pasiones en los nocturnos juegos en que era tan sabia y mañeruela, sin que ningún don la hubiese captado. Tres años, o un poco menos, habían pasado desde el día de aquella ventura, y solamente recordaba haberla hablado unas diez veces, pues todo 10 había sepultado el amor de Cintia, como que ning una mujer después de ésta le echó al cuello las dulces cadenas de los brazos. Ut mlhl praetextae pudor est vela tus amictu, Et data llbertas noscere amoris iter, Illa rudes animas per noctes consela primas Imbuit, heu! nulI1s capta Lycinna datis. Tertius, haud multo minus est, quum ducitur annus : Vix memini nobis yerba coisse decem . Cuneta tuus sepelivit amor, nec femina post te UIIa dedit collo dulcla vlncla meo. (Lib. UI, Elegia XV.- Ad. Cynthiam , de Lyclnna.l ¿ Quién era esa mujer que así supo enamorar a Propercio para que le diese tales pruebas de único y verdadero amor? Muy bella debía de ser, porque venciendo la resistencia de aquel mancebo que era libre y había meditado vivir a sus solas en un lecho que no compartiría con nadie, le acomete el amor en medio de su estudiada tranquilidad. No comprende por qué mora en la tierra esa belleza humana, y para encarecerla y ponerla en el punto que le corresponde nos declara que tiene los cabellos blondos, las manos finas y delgadas, que su cuerpo es alto, que cuando camina o se pasea gallardeándose más se parece a la hermana de Júpiter o a Palas ante los altares de Duliquio al llevar en el pecho la cabeza de Gorgona erizada de serpientes, que a una criatura mortal. Ceded la palma a Cintia, vosotra las diosas a quienes os vio el pastor antiguo deponiendo las túnicas sobre las cumbres del Ida. Y ojalá que la senectud no cambie la faz de semejante belleza, siquiera viva los siglos de la sibila Cumea! Liber eram, et vacuo meditabar vivere lecto : At me composita pace fefellit amor. Cur haec in terris facies humana moraturJ Fulva coma est, longaeque manus, et maxima toto COl'pore; et incedit vel Jove digna sorOl" Aut quum Dullchias Pallas spatiatur ad aras, Gorgonis anguiferae pectus operta comis; Cedite jam, Divae, quas pastor videret oUm Idels tunicam ponere verticibus. Hane utlnam faclem nolit mutare senectus, Etsi Cumaeae saecula vatis aget! (Lim. n, Eleg. U .-De Cynthla.l Orgulloso pensaba que ninguna mujer podría cautivarle, pero hé aquí que cae en las redef> del amor de Cintia, la cual le enamora, no y:1 solamente por su faz más blanca que los lirios, ni por el bermellón de Iberia mezclado a las nieves de Tracia, o por las hojas de la rosa que nadan en purísima leche, ni por los cabellos es·· parcidos sobre su cuello alabastrino, ni por aquellos ojos brillantes, estrellas que alumbran el camino del poeta, ni por las sedas de Arabia que lucen las mujeres elegantes, pues no 0.'3 tan frívolo para prendarse de esas minucial'., ",ino por atractivos mejores que le embelesan, como cuando baila hermosamente en los festines de Baco con más gracia y maravilla que la misma Ariadna al conducir los coros de las bacantes, o cuando ensaya suavísimos acordes con el plectro de Eolia que rivalizan con los más bellos versos de la lira de Aganipe, o cuando escribe mejor que la antigua Corina o canta en versos superiores a los de la famosa Erinna. Qui nullam tibi dicebas jam posse nocere, Haesisti; cecldlt spiritus ille tuus. •• • ••• o. , • • ••••••••••••• • • • ••• oo • • Oo •• , •••••• • • Nec me tam facies, quamvis sit candida, cepit; LilIa non domina sunt magis alba mea; ut Maeotica nix minio si certet Hibero, Utque rosae puro lacte natant folia; Nec de more comae per laevla colla flu'e ntes, Non oculi, geminae, sidera nostra, facer,; Nec si qua Arabio lucet bombyce pueJla, Non sum de n1hUo blandus amator 446 ©Biblioteca Nacional de Colombia • • • Senderos Quantum quod posito formosae saltat Iaccho, Egit ut evantes dux Ariadna choros; Et quantum, Aeolio quuro tentat carmina plectro, Par Aganipp'eae ludere docta Iyrae; Et sua quum antiquae eommittit seripta Corinnae, Carminaque Erinnes non putat aequa suis. (Lib. II, Eleg. IH.-De Cynthia.) Si realmente era Cintia una mujer de eximias dotes intelectuales, bien nacida, como la Lesbia de Catulo, más señalada por sus cualidades espirituales, puesto que, según los biógrafos (1), era amante de las sagradas Musas, ¿ qué mucho que le diga el poeta que ha nacido para ser la gloria y el orgullo de las hijas de Roma y que pregunte qué tiene de maravilloso que la juventud romana la admire yarda de amor por ella? Más hermoso hubiera sido, oh Troya, canta en verso bellísimo, que hubieras perecido por Cintia! Gloria Romanls una es tu nata puellis. Hae ego nune mirer si flagret nostra juventus? Pulehrius hae fuerat, Troj a, perire tibi. (lb. De Cynthia.) Ahora que ama a Cintia comprende Propercio por qué fue una mujer la causa de una gunrra tan sangrienta entre Asia y Europa; ahora dice que obraron bien París y Menelao, uno en pedir y otro en resistir. Ciertamente, agrega, hubieras sido digna, Cintia, de que Aquiles hubiera perecido por ti, y ante los ojos de Príamo hubieras aparecido como probado motivo de guerra. y tal es la admiración que tiene a Cintia el poeta, que quiere que los pintores la tomen por modelo y dechado para sus obras rie arte. Olim mirabar, QUod tanti ad Pergama belli Europae atque Asia'e causa puella fuit; Nune, Pari, tu sapiens, et tu, Menelae, fuisti; Tu, qula poscebas, tu, Quia len tus eras. Digna Quidem facies, pro qua vel obiret Aehilles; Vel Pl'iamo belli causa pl'obanda fuit. Si QUis vult fama tabulas anteire vetustas, Hie dominam eX'emplo ponat in ante meam. (lb. De Cynthia.) Insuperable mujer la que une al amor de su esposo el de las cosas que atañen al espíritu; porque no está el toque de la felicidad en los (1) "Hane (Cynthiam) omnibus natUl'ae artisque dotibus ornatam- nobis describit, a Musarum praecipue saeris non abhorrentem." (Joh. Ant. Vulpii Vita Propertli emendata breviol'. Sexti AUl'elli Propertii Elegiarulll libri quatuor. Parisiis. MCDCCcxxxIi.) vanos placeres de la materia que pasan como la, flor del campo o como el viento fugaz, sino en aquellos en que el corazón se une a la inteligencia para amar y para admirar. Entonces valemos cuando sabemos deleitarnos, ora leyendo los pOemas de Homero, del Dante, de Virgoilio, de Lucrecio, de Ariosto, del Tasso, de Camoens o de Ercilla, los versos de Horacio, de OYidio, de Catulo, de Tibulo o de Propercio, o los de Tennyson y Byron, de Víctor Hugo, de Leconte de LisIe o de Musset, los dramas de Shakespeare, de Lope o Calderón, las novela~ de Cervantes, de Goethe, de Balzac, de Dickens o ele Dostoyewski, los cuentos saladísimos y alegres de Boccaccio o del Aretino, la prosa de Cicerón, de Tito Livio, de Granada, ele Santa Teresa, de Rivadeneira, de Valdés, de Pineda o de Sigüenza, las filosofías de Platón, de Séneca, de Boecio, de Bacón o de Montaigne o de Gracián, las sátiras de Juvenal o de Quevedo y todos los más libros que solemos leer con ardor apasionado, ora admirando en el arte las incontables obras de la pintura o la escultura o la música; entonces somos poetas cuando callamos emocionados ante el mar, cuando al amanecer acompañamos a todas las criaturas en entonar un himno de alegría y de adoración al soberano autor y conservador del mundo, o cuando se apacientan nuestros ojos con la vista del campo o de las flores o las aves; entonces somos grandes, alzándonos del sucio polvo en que vivimos, cuando miramos los arcanos de In eternidad y en lo alto del cielo las estrellas como ojos de Dios que nos hab1an en mudo lenguaje para indicarnos los caminos luminosos que coducen a una vida dichosa e inacabable. Feliz el hombre a cuyo lado se sienta la mujer ideal que le acompaña en las veladas familiares leyendo los libros de los mejores escritores! Por eso gozaba Propercio infinitamente cuando escuchaba sus versos en labios de s~ amada Cintia. Así nos lo ha manifestado en la siguiente estrofa: cuando ella recita mis versos, dice que odia a los ricos. Ninguna mujer cultiva tan santamente la poesía. Mucho valen en amor la constancia y la fidelidad; quien puede dar mucho, mucho también V'Jede amar. N aro mea qUUlll reeltat, dieit se odisse beatos : Curmina tam sanete nulla puelta colit. 447 ©Biblioteca Nacional de Colombia Senderos Multum in amore fides, multum constantia prodest: Qui dare multa potest, multa et amare potest. (H, Eleg. XXVI.~Ad Cynthiam.) Poco le importaba que Cintia hubiese nacido de noble linaje, pues lo que había ambicionado era leer sus versos dulcemente reclinado en el seno de su amada para que los aprobase y se quedase estupefacto al oírlos: eso fue lo que llegó a conseguir. Solamente entonces pudo creer que había eclipsado la gloria de Lino. .... .... ut nostro stupefiat Cynthia versu. Tune ego sim Inachlo notior arte Lino. Non ego 5um formae tantum mirator honestae, Nec si qua illustres femina jactat ayos: Me juvet in gremio, doctae legisse pue11ae, Auribus et puris scripta probas se mea. (TI, Eleg. XIH.-Ad Cynthiam.) Se comprende fácilmente que una mujer que como Cintia, a más de bella era inteligente, le inspirase los más hermosos versos de amor. ¿ Cómo no había de cantar si tenía a su ladv la fuente misma de la inspiración que se desbordaba en ancha vena? Preguntáis, le dice a Mecenas, por qué tántas veces escribo sobre amores en libros que respiran el perfume de una tierna sensualidad; pues conviene que sepáis que no son mis musas ni Apolo, ni Caliope, que es mi amada la que me da el ingenio para cantar. Ora camine, llena de esplendores, envuelta en las túnicas de Cos, escribo todo un volumen sobre las vestes de Cos; ora vea sobre su frente esparcidos los errantes cabellos, me gozo pintándola soberbiamente hermosa en su alabada cabellera; si con sus dedos ebúrneos toca las cuerdas de la lira, celebro la facilidad. que en el arte tienen sus manos; si el sueño cierra mis ojos, mil nuevas causas hallo para la poesía; si desnuda lucha conmigo por la clámide que le quito, entonces compongo una larga llíada; en suma, ya hable o haga algo, surge de la nada una gran historia. Quaeritis unde mihi toties scribantur amores, Undc meus veniat mollis in ora libero Non haec Calliope, non haec mihi cantat Apollo: Ingenium nobis ipsa puella fa cit. Sive togis illam fulgentem incedere COis, Hoc totum e Coa veste volumen erit; Seu vidi ad frontem sparsos errare capillos, Gaudet laudatis !re superba comis; Sive lyrae carmen digitis percu5sit eburnis, Miramur faciles ut premat arte manus; Seu quum poscentes somnum declinat oce11os, Invenio causas mille poeta novas; Seu nuda erepto mecum luctatur amictu, Tune yero longas condimus Iliadas; Seu quidquid feclt, sive est quodcumque locuta, Maxima de nihilo nascitur historia. (H, Eleg. l.-Ad. Maecenatem.) En::m:orado de todo 10 bello, encuentra Propelcio motivos de vigorosa inspiración en toda s partes, pues como artista sabe trocar el tosco trozo de mármol en la estatua de acicalados y pulidos contornos. Ya una actriz en el teatro muestre los blancos brazos en un gesto blando y voluptuoso, o cante de variadas maneras; ya descubra una mujer al sentarse su pecho de nieve cándida o deje vagar los cabellos sobre su purísima frente, retenidos por una perla de la India en mitad de la cabeza, sus ojos buscan siempre la promesa de un amor, y si por caso un rostro severo le niega toda esperanza, siente que de su frente corre un sudor frío. I Sive aliquis molli deducit candida gestu Brachia, seu varios incinit ore modos, Interea nos tri quaerunt sibi vulnus oc'elli, Candida non tecto pectore si qua sedet, Si ve vagi crines puris in frontibus errant, Indica quos medio vertice gemma tenet: Quae si forte aliquicl vultu mihi dura negarat, Frigida de tota fronte cadebat aqua. (H, Eleg. XXII.-Ad. Demophoontem.) Bien como aquel famoso burlador de Sevilla que decía: El amor me guía a mi inclinacIón, de quien no hay hombre que se resista," sostiene Propercio que a cada cuál dio natura·· leza una debilidad y que a él le dio la fortuna la de amar siempre. Unicuique dedit vitium natura creato: Mi fortuna allquid semper amare dedito (H, Eleg. XXII.-Ib.) Sabrosa ventura la de Propercio, a quien otorgó la fortuna la gracia de tener un corazón hecho para el amor y para amar constantemente, porque, como dice Antonio Pérez, el Secretario traidor de Felipe Ir, "sin amor no hay vi::ir" (1) . Nada es que vivamos los hombres sometidos a esta amable esclavitud si por ella dominamos el mundo y miramos todos los días con alegría el lucero de la mañana. Leyendo un día los diálogos de los dioses de Luciano de Samosata hallé este pasaje de soberana grande(1) ANTONIO PEREZ.-Cartas. R, 13. 448 ©Biblioteca Nacional de Colombia Senderos za: el amor ciertamente es algo violento e irresistible que manda no solamente a los hombre'3, sino en veces a nosotros mismos (1) Si el amor es una esclavitud, como piensa el poeta, y nadie será libre que quiera amar-nullus liber erit, si quis amare volet- todo lo da por ese sentimiento que se le ha entrado en el corazón de una manera irresistible, así sean los tesoros de la tierra reunidos, como lo expresa en la hermosísima elegía que dirige a Tulio. Aunque sentado tú a la lengua del agua en las riberas del Tíber saborees los vinos de Lesboil por obra de Mentor; ya mires correr las ligeras velas sobre las olas o subir el río las tardas embarcaciones; ya contemples esas selvas que levantan sus cimas como las de los picach o~; más altos del Cáucaso, tales como no pueden contender con mi amor, el cual no sabe ceder a las más grandes riquezas, pues ora llegue la noche codiciada, o se pase todo un dh con un fácil amor, me parece que vienen a mi casa las aguas del Paciolo y las perlas que se esconden en el mar Rojo; entonces mis gozos S011 más grandes que los de los reyes. Tu lieet abjeetus Tibelina mollitel' un da, Lesbia Mentol'eo vina bibas opere; Et modo tam celeres mireris currel"e lintres, Et modo tam tardas funibus ire rates; Et llemus Ollilne satas intendat vertice silvas, Urg'etur quantis Caucasus al'boribus: Non tamen Ista meo valeant contendere amori; Nesclt Amor magnls eedere dlvitlis. Nam sive optatam mecum trahit illa quietem, Seu facil! totum ducit amore diem; Tum mihi Pactolí veniunt sub teeta liquores, Et legitur rubl'is ¡¡'Cmma sub aequoribus; Tum mihi cessuros spondent mea gaudia reges. (1, Eleg. XIV.-Ad. Tullum.) Si por el amor de Cintia cree poseer todo cuanto tiene de bello el mundo y las riquezas de los potentados y de los reyes, no es extraño que a ella atribuya las cualidades excelentes con que le dotó naturaleza, aquellos versos que ostentan elegancia cortesana y patricia, su propia gloria. Por ella solamente mereció su nombre la gloria que le ha hecho conocer hasta los helados términos de Boristene. Tú eres la única mujer que me agrada, le canta; que sea yo solo (1) Lueiani Samosatensls, Deorum dialogi. Jupiter et Juno. Edición bipontina, griega y latina, de la Biblioteca Nacional. el que a ti te agrade y ese amor será para mí como los dioses penates y la posteridad. Hine etenim tantum meruit mea gloria nomen, Gloria ad hibernos lata Borystenidas. Tu milii sola places: placeam tibi, Cynthia, solus. Hic erit et patrio sanguine pluris amor. (U, Eleg. VU.-Ad Cynthiam,} Así como Cintia le ha llevado a la gloria por los cantos de amor que le ha inspirado, así él también la ha hecho ascender a la inmortalidad alabándola en sus versos por medio de la fama, de la propia manera que el voluptuoso Catulo hizo a su Lesbia más notada que la misma Helena. Cynthia quin etiam versu laudata Properti, H05 In ter si me ponere Fama volet. Haec quoque lascivi cantarunt scrlpta Catulli, Lesbia queis ipsa notior est Helena. (U , Eleg. XXXIV.-Ad Lynceum poetam,) Cintia mel:ece hasta ahora la dilección de Propercio: le conversa delicadamente, le acaricia, le arrulla, le deja recostar la cabeza sobre su pecho cuando lee canciones de amor, le duerme en su regazo y besándole y abrazándole se le rinde con ternura. Razón tiene PropercÍo en recuestada, en publicar que ni el atrida Agamenón cuando cayeron las fuerzas del gran imperio de Laomedonte, ni el errante Ulises, después de haber peregrinado por varios lugarcc;, cuando tocó las riberas de su quedda Itaca, ni Electra cuando vio sano y salvo a Orestes, cuyos huesos había creído bañar con sus lágrimas, ni la hija de Minos al ver incólume a Teseo, a quien había guiado en el laberinto el hi1.o que ella misma había preparado, experimentaron tal gozo como el que experimentó él la noche pasada en los brazos de Cintia. Non ita Dardanio gavisus Atrida triumpho, Quum caderent magnae Laomedontls opes; Nec sic errore exacto laetatus Ulysses, Quum tetigit carae litora Dulichiae; Nec sic Electra, salvum quum adspexlt Orestem, CUjus falsa tenens fleverat ossa soror; Nec sic incolumem Minois Thesea vldit, Daedaleum lino quum duce rexit iter; Quanta 'ego praeterlta eollegi gaudia nocte. (U, Eleg. XIV.-Cynthiam vicit.) Cierta noche en que se hallaban los dos ama)ltes en sabroso coloquio, oyó Propercio que golpeaban sus rivales a la puerta y que con ronceros motes de "reina mía!" llamaban a la señora de sus pensamientos, la cual, sin atender 449 ©Biblioteca Nacional de Colombia ~enderos a los galanes, seguía con la cabeza reclinada sobre el pecho de su galán. Esta victoria ha sido para mí mejor, exclama hermosamente el poeta, que si hubiera vencido a los Partos. Hé aquí mis despojos, hé aquÍ mi s r eyes vencidos, hé aquí mis carros de triunfo. Oh Citerea, yo erigiré una columna que ostente tus favores y grabaré unos versos al lado de mi nombre, que dirán así: "Estos despojos pone Propercio ante tu t emplo, oh diosa, por haber sido recibido como amante en toda una noche." Ahora, luz mía, llegue salva mi nave a tu puerto, o se irá a pique en medio a los escollos. Pero si acaso alguna culpa me hace cambiar, que antes caiga muerto ante tu puerta. Pulsabant aUi frustra, dominamque vocabant : Mecum habuit positum lenta puella caput. Haec mili! devictis potior victoria Parthis, Haec spolia, haec reges, haec mihi currus erunt. Magna ego dona tua figam, Cytherea, columna, Taleque sub nostro nomine carmen erit: Has pono ante tuam tibio Diva, Propertius aedem Exuvias, tota nocte receptus amanso Nunc ad te, mea lux, veniat mea litore navis Servata, an mediis sidat onusta vadis. Quod si forte aliqua mutabel'e culpa, Vestibulum jaceam mortuus ante ~uum! (Ib.-Ib.) Los versos en que el autor recuerda aquella noche feliz en que triunfa airosamente de sus rivales y se entrega a amorosos trasportes, están tallados en puro mármol pentélico y si no fuese porque la pluma se resiste a copiar algunas liviandades -que ha de ser casto el escritor-habría de reproducirlos lntegramente aquí para regocijo de los enamorados. i Oh felicidad!, exclama; j oh noche esplendorosa! i oh lecho bienaventurado dispuesto para mis delicias! i Cuántas palabras, cuántas consejas referidas al amor de la lumbre! Si Cintia quisiere otorgarme de nuevo noches semejantes, largo será un año de vida; y si me concediere muchas, me haré inmortal, pues en una noche como la pasada cualquiera puede convertirse en un dios. o me felioem! o nox mihi candida! et o tu, Lectule, deliciis facte beate meis! Quam multa apposita narl'amus yerba lucerna, Quod mihi si secum tales concedere noctes Dla velit, vitae longus et annus erit : Si dabit haec multas, 11am immortalis in illls; Nocte una quivis vel Deus esse potest. (II, Eleg. XV.-Voluptates suas enal'rat,) Desde los lugares más apartados emprende camino a casa de Cintia. Una noche, ya al filo de las doce, recibe perfumado billete de Cintia en que le pide que sin demora vaya a verla a su quinta de Tívoli, donde levantan dos torres hermanas sus blancas almenas y donde el Anio forma ancho lago. ¿ Qué hará ? Podrá confiarse a las tinieblas de la noche con riesgo de que le asalten audaces ladrones? Se pone a cavilar que si por temor a éstos desobedece los mandatos de Cintia, las lágrimas que ella ha de verter serán para él peores que un nocturno enemigo; pero pensando que una sola falta que cometa le ha de mantener lejos de su amada por más de un año, porque no tiene ella la costumbre de perdonarle, triunfa de los recelos y marcha a Tívoli en medio de la noche silenciosa, alta la luna en el cielo y cuajado de estrellas que mues tran los peligros, con su amor que brilla nüs que la luna y las estrellas como una antorcha que le guía y que no le deja tener miedo a perros ni a ladrones. ¿ Para qué más, si la misma Venu le acompaña? Si la muerte fuese consecuencia de su aventurada osadía en confiarse a las tinieblas de la noche en un camino que andaba el bandido Scirón, tal muerte sería comprada con el precio de su amor. ¿ No se ve en estas palabras un amor noble y desinteresado? Se consuela Propercio con morir muerte de amor, con que su amada le llevar á ricos perfumes, adornará con hermosas guirnaldas su seplllcro y se sentará ante su tumba a acompañarle. Quod si certa meas sequerentul' funera casus, Talis mors pretio vel sit emenda mihi. Adferet haec unguenta milii, sertisque sepulcrum Ornabit, custas ad mea busta sedens. (III, El'eg. XVI.-Inter amorem et metum Propertius dubitat,) Si acude a las citas de Cintia no quiere separarse de ella y piensa acompañarla dondequiera que vaya. La seguiré y un mismo viento agitará las velas de los dos confiados peregrinos; una misma playa nos recibirá, un mismo árbol nos cobijará con su sombra y de una fuente beberemos; una misma tabla podrá recibirnos, ora sea a la proa o a la popa. Todo lo llevaré 450 ©Biblioteca Nacional de Colombia Senderos en paciencia, ya el Euro cruel amague hacerme zozobrar, ya el Austro frío sople sobre las velas hacia puntos inciertos, ya me Jleven los vientos que vejaron al desgraciado Ulises y rompieron en los escollos de la Eubea los mil navíos de los griegos, o alteraron las dos riberas cuando vieron los Argonautas que una paloma enviada les conducía por mares ignotos, con tal que nunca se oculte ante mis ojos Cintia y siquiera el mismo Júpiter incendie mi nave. Desnudos seremos arrojados en una misma playa, o si las olas me ahogan, al menos que a ti te cubra la tierra. Hane sequar, et fidos una aget aura duos. Unum litus erlt sopitis, unaque tecto Al'bor, et ex una saepe bibemus aqua; Et tabula una duos poterit eomponere amantes; Prora eubile mlhi, seu milii puppis erit. Omnia perpetiar: sa'evus licet urgeat Eurus, Velaque in ineertum frigidus Auster agat; Quieumque et venti miserum vexastis U1yssem, Et Danaum Euboico litore mille rates; Et qui movistis duo litora, quum rudis Argus Dux erat ignoto missa columba mar!. Illa meis tan tum non unquam desit ocellis: Incendat navem Juppite1' ipse lieet. Certe isdem nudi parite1' jactabimur o1'is: Me llcet unda fera,t, te modo terra tegat. (Il, Eleg. XXVI.-Ad, Cynthiam.) i, Cómo ha de permitir que Cintia no esté presente si está admirado de su extraordinaria belleza y quiere siempre contemplarla? Con razón asegura con una sensibilidad propia de cualquier poeta moderno: quien te ve, peca; quien no te ve, no te deseará; tienen tus ojos la culpa. Qui videt, is peceat: qui te non viderit ergo Non cupiet; faeti crimina lumen habet. (Il, El'eg. XXXII.-Ad. Cynthiam.) Como el amor son sólo mimos y zalemas, cortesías y finezas; como en él se ofrecen los amantes los tesoros del mundo y los paraísos y deleites de una perpetua ventura, le promete Prollercio a Cintia, y aun lo jura por los hnesos y cenizas de sus padres que han de castigarle si no dice verdad, que estará con ella hasta el último instante de su vida y que una misma fe ha de hallarlos unidos en la hora finaL Ossa tibi juro per matris, et ossa parentis, Si fallo, cinis heu sit milii uterque gravis! Me tibi ad extremas mansUl'um, vita, tenebras. Ambos una fides auferet, una dies. (II, Eleg. XX.-Ad. Cynthiam.) Orgulloso con ese amor, bien por la belleza de Cintia, bien por sus gracias y talentos, dice que muerto o vivo será siempre de ella, tanto más cuanto corresponde plenamente su amor. Hujus ero vivus, mortuus hujus ero. (Eleg. XV.-Loe. eit.) Cintia le quiere tiernamente y le dice que por él es Roma un lugar deleitoso, que sin él no puede ser agradable el trono de los reyes, que quiere descansar a su lado aun en pobre y angosto lecho y acompañarle dondequiera les lleve la suerte, que por complacerle rechazaría el antiguo reino que correspondió en loto a Hipodamia y las riquezas que otro tiempo se amontonaban en Elea en las carreras de ca· ballos. Illi carus ego et per me carissima Roma Dieitur; et sine me duleia regna negat. Illa vel angusto mecum requlescere leeto, Et quocumque modo malult esse mea, Quam sibi dotatae regnum vetus Hippodamiae, Et quas Elis opes ante pararat equis. (1, Eleg. VIII.-Ad. Cynthiam.) Los que han acusado a Propercio de haber cantado más bien al placer meramente sensual que a su amada, olvidan los innumerables pasos de sus poesías en que muestra un corazón sensible que amó ardientemente a Cintia. ¿ No manifestó que si muchos sucumbieron con gusto en un largo viaje de amor, él quería contarse también en ese número; que no había nacido para la gloria ni para la carrera de las armas, sino para la única milicia del amor a que le habían sometido los hados; que la suprema gloria era morir por amor y no gozar más que de uno solo? ¿ No deseaba también que muriese quien fuese capaz de amar sin arrebato y frenesí? Multi longinquo periere in amore llbentel', In quorum numero me quoque terra tegat. Non ego sum laudi, non natus idoneus armis : Hane me militlam fata subire volunt. Laus in amore mori; laus altera, si datur uno Posse [rui: fruar o solus amore meo! (H, El'eg. I.-Ad. Maecenatem.) Ah! pereat, si quis lentus amare potest! (l, Eleg. VI.-Ad. Tul1um.) y ¿ qué prueba más elocuente de verdadero amor puede darse que aquellos versos eternos que dicen: "Tú sola, Cintia, eres para mí el 451 ©Biblioteca Nacional de Colombia Senderos hogar y los parientes, tú en todo tiempo el motivo ele mi alegría"? Tu mihi sola domus, tu, Cynthia, sola parentes, Omnia tu nostrae tempora letitiae. (l, Eleg. Xl.-Ad. Cynthiam.) Tanto ama el poeta a la única mujer que ha robado su corazón, que anuncia que algún día f\erán conducidos desde la casa de Cintia sus fúnebres despojos. Una meos quoniam praedata est femina sensus, Ex hac ducentur funera nostra domo. (H , el'e g. l.- Ad. Maecenatem.) Días serenos y tranquilos han pasado; ma~ hé aquí que ahora anda Propercio nervioso y malhumorado, como si aquella pasión que llaman celos se le hubiese entr.ado en el cuerpo para no dejarle un instante de reposo y contento. "Oh celos turbadores de la sosegada paz amorosa!, dice Cervantes, celos, cuchillo de las más firmes esperanzas!, no sé yo qué pudo saber de linaj es el que a vosotros os hizo hijos del amor, siendo tan al revés, que por el mismo caso dejara el amor de serlo, si tales hijos engenorara!" (1). Sean los celos hijos del amor, como muchos piensan, o la negación de él, seg ún opina el pastor Damón de "La Galatea", es lo cierto que cruelmente abrasado Propercio con su ardoroso fuego, ahora le turba un retrato, ahora un nombre, ya un niño en la cuna, ya los besos que dan a Cintia la madre o la hermana, cuándo la amiga que la acompaña y comparte con ella el lecho. Me Me Me Me juvenum tener in Jaedit, si soror, et pictae cunis multa quum facies, me nomina laedunt, et sine voce puer; tibi dedit oscula mater; quae dormlt amica simulo (H, El'eg. VI.- Ad . Cynthlam,) Era posible que no tuviera celos si Cinti a, como la Lesbia de Catulo y la Delia de Tibulo, t~mía una legión de aduladores que la admiraban y servían y pretendían gozar sus encantos ? Hé aquí que corren por todo Roma voces de que tan hermosa mujer paga crecido tributo a la fragilidad que es generalmente COllsentánea a su sexo, según sentencia de Shakespeare (2), Y que hace tanto caso de Propercio como de su honra. Es que ha llegado desde (1) CERVANTES.-La GaJatea. R, 1. (2) SHASKESPEARE.-"Frailty, thy Dame is woman." Hamlet. las tierras de la Iliria un apuesto mancebo, un rico pretor que pasa las horas con ella en saraos y festines y la colma de dádivas que no le dejan mirar con buenos ojos la pobreza de su viejo amador. ¿ Puede ser posible que cualquiera, ~1l1 recién llegado, compre el amor con regalos? i Oh, Júpiter! i Por una indigna mercanCÍa pierde el honor una mujer! Ergo muneribus quivls mercatur amorem? Juppiter! Indigna merce puella perito (H, Eleg. XVI.-Ad. Cynthiam.' i Cuántos días han pasado sin hallar consue- lo ni en el teatro, ni en los campos marcios, ni siquiera en el suave trato de las musas! Razón tiene en avergon zarse de esa locura apasionaua, a no ser, como dicen, todo torpe amor sordo a los más cuerdos consejos. Quisiera que esos vestidos espléndidos, esas verdes esmeraldas, esos topacios de dorados fu egos que regaló el pretor a Cintia fu esen desvanecidos por los vientos tempestuosos, o convertidos en polvo o que se volviesen agua. Tct jam abiere dies, quum me nec cura theatri, Nec tetigit Campi, nec mea Musa Juvat. Ah! pudeat cert'e, pudeat; l1isi forte, quod aiunt, Tur pis amor surdis auribus esse soleto sed quascumque tibi vestes, quoscumque smaragdos, Quosve dedit flavo lumine chrysollthos, Haec videam rapidas in vanllm ferre procellas, Quae tibi terra, veUm, qua'e tibi fiat aqua. (lb. Loc. cit.) Si todo cambia y se mudan también los amores, como dice nuestro poeta, ¿ por qué asombrarnos de que Cintia le fuera infiel, si al fin y a la postre sale verdadero lo que siente Pitaco, el cual, como fuese preguntado cuál era la cosa más variable, respondió: "el curso de las aguas y el corazón de la mujer"? (1). En vano recuerda los ejemplos de las mujeres insignes que fueron dechados de constancia y fidelidad conyugal. Penélope, aquella mujer digna de los presentes de tantos enamorados como la pretendían, pudo vivir veinte años pura difiriendo sabiamente un nuevo e imposible himeneo mientras destruía por la noche la tela que había tejido en el día, y aunque nunca esperara ver a su querido Ulises se tornó vieja esperándolo. Asimismo Briseida, abrazando el (1) FENELON.-Vidas de los filósofos antlguOB. 402 ©Biblioteca Nacional de Colombia . ... • ~l 'I!. , .. . ,.r-. ;. ,} ...~j .... . ':'" . ..~. ©Biblioteca Nacional de Colombia Senderos exánime cuerpo de Aquiles, se golpeó enloquecida su blanco rostro con las manos, y cautiva lavó llorando las heridas sangrientas de su dueño, colocado ante las flavas ondas del Símois; manchó con lodo sus cabellos y sostuvo en sus débiles manos el cuerpo de aquel ínclito paladín. . . Alfesibea vengó en sus hermanos la muerte de su esposo y el amor rompió los vínculos de la sangre y de lo más querido. Ni fue menos solícita Hipsipila, pues cuando arr ebataron los vientos al hijo de Esón se encenó atormentada a Horarle en su tálamo vacío; no conoció Hipsipila otros amores después de aCll1éllos y pereció lejos de su huésped Hemonio. Evadne, la mujer argiva que fue fam osa por su pudor, se dio muerte por amor de su esposo lanzándose a la misma hoguera que a éste k consumió. Tales ejemplos no pudieron cambiar tus costumbres, Cintia; tú también hubieras podido ser alabada en la hist oria. .. Entonces se ufanaba Gl'ecia de hijos semejantes; entonces florecían el pudor y la homa aun en el seno de las armas. Penelope poterat bis denos salva per annos Vivere, tam multis femina digna proclS, Conjugium falsa poterai differre Minerva, Nocturno solvens texta. diurna dolo; Visura et quamvis nunquam speraret Ulys5em, Illum exspectando facta remansit anus. Nee non exanimem amplectens Briseis Achillem Candida vesana verberat ora manu; Et dominum lavit moerens eaptiva eruentum, Adpositum flavis in Simoenta vadis; Foedavitqu'e comas, et tanti eorpus Achi1l1s Maximaque in parva sustulit ossa manu ; (H , Eleg. IX.-Ad. Cynthiam.) Alphcslbea suos ulta est pro conjuge fratres, Sanguinis et ear1 vincula rupit amor. Nec &Ic Aesoniden rap1entibus anxia ventls HYPsipyle vacuo eonstltit in thalamo : Hypsipyle nullos post illos sensit amores, Ut semel Haemonio tabuit hospitio. Conjugis Evadne miseros illata per ignes Oeeldit, Argivae fama pudicitiae. Quarum nulla tuos potuit convertere mores, Tu quoque uti fieres nobilis historia. (H, Eleg. XV.-Ad. Cynthiam.) Tune igitur veris gaudebat Graecia natis ; Tune etiam felix inter et arma pudor. (Ir, Eleg. IX.-Ad. Cynthiam.) 4Cómo exigir buenas costumbres en la sociedad corrompida de Roma si las mismas hijas de los patricios y los senadores, al igual de la célebre -clodür; andaban ouscando placeres por los lupanar es ? ¿ Cómo averiguar, en medio de la cáfila de traficantes en los bajos deleites de la concupiscencia , por qué se enriqueció Cint ia, quién le dio esas r iquezas ? La misma conducta depravada había llevado impunemente la Lesbia o la Clodia de Catulo. Demasiado feliz sería Roma en nuestro tiempo, dice Propercio, si no hubiese más que una mujer culpable ! An quisquam in tanto stuprorum examine quaerit, Cur h a'ee tam dives? quis dedit? unde dedit? Hace cadem ante illam impune et Lesbia fecit. o nimium nostro felicem tempore Romam, Si contra mores una puella facit ! (l!, Eleg. XXXIL-Ad . Cynthiam,) Ya ha.bía ido la disoluta Cintia en una elegante carroza tir ada por corceles a Lanuvio, más por honrar a Venus que a Juno, y un día vendió sus gracias en aquella célebre taberna de la Vía ApÜ1. por donde pasaban los más garrid os miembl'Üs de la aristocracia romana. Entonces fue vista manejando las riendas de sus caballos y dirigiendo osada su carruaje por meretricios lugares. Spectaclum ipsa sedens primo temone pep'e ndit, Ausa pel' impuros frena movel'e locos. (IV, Eleg. VIH.-Pl'opel'tius furtivis Cap tus a Cynthia.) in amoribus Una noche en que quiso el poeta pagarle a Cintia con la misma moneda de infidelidad, se dirigió a algunas partes de la ciudad donde tenía amigas complacientes, para que le acompañasen a pasar alegr emente las horas y se holgasen con él haciéndole olvidar sus penas y desconsuelos. Se fue al Aventino, y cerca del templo de Diana halló a Filis, poco seductora en su sobriedad, mas parlera, jovial y dadivo sa en medio de los humos del vino; por el bosque de Tarpeya o del Capitolio topó luégo a la amable Teya, insaciable en los juegos de Baco, a las cuales invitó a pasar una noche de verbena y regocij o para consolar tristezas y espaciarse con la gentil Citerea renovando amores. En secreto paraje, em.belJecido con menuda alfombra de césped, había un lecho primoroso; Ligdamo escanciaba los vinos en copas de cristal que se acostumbraban en estío y el vino era el griego exquisito de Metimno. Un egipcio del Nilo tocaba la flauta, Filis los atabales, en 454 ©Biblioteca Nacional de Colombia Senderos tanto que caían esparcidas por doquiera las rosas y que un enano agitaba sus pequeñas manos al son alegre de los caramillos. Continuaba la fiesta con ruidosa algazara y se hallaban ya asomados los tertulianos, cuando hé aquí empiezan a fallecer las lámparas, a presagiar maIr, suerte los dados a Propercio, a caerse las l11csas y las amigas a cantar y a descubrirse el pecho. Súbitamente se oyen rechinar sobre sus quicios las puertas y luégo se ve aparecer a Cintia, por extremo celosa, los cabellos desgreñados y enfurecida, la cual, con la rabia que la anima, da terribles arañazos a Filis, en tanto que Teya logra salir aterrada a llamar en alta voz a los vecinos. Se despiertan los Quirites, se encienden las luces, se llena la calle de gente:> curiosas y las muchachas que acompañaban a Propercio, con los cabellos desordenados y sueltas las túlücas, se entran al amparo de la noche en la primera taberna que encuentran. Si como dio Cintia pruebas de amor hubiese sido siempre fiel, habría merecido el de Propercío; pero derramada en lances de impuras costumbres enardeció la ira de su amante, el cual pensó que olvidaría sus tristezas abandonando los penates familiares y marchando a la doctísima Atenas, donde daría amplio vuelo a su espíritu, ya estudiando a Platón o la lengua griega, ya en los jardines del sabio Epicuro, ya leyendo las oraciones armipotentes de Demóstenes o las saladas comedias de Menandro. Decidido a dejar su vieja ciudad, se despide de ella en versos que perduran: ahora, compañeros, impeled hacia el ponto la nave, bogad y suspended en la extremidad de los mástiles velas blancas, que ya el aura favorable abre camino a los marineros en el líquido elemento. Adiós, romanas torres, amigos queridos, y tú, Cintia, cualesquiera que sean tus perfidias y rigores, adiós! Vaya ser llevado como huésped pasaj ero sobre las ondas del Adl'iático para dirigir a los dioses marinos mis plegarias. Nunc agite, o soc11, propell1te in aequora navem, Remorumque pares ducite 501'00 vices, Jungiteque extremo fellcia lintea malo: Jam liquidum nautis aura secundat itero Romana.e turres, et vos valeatis amlci, Quallscumque mihi tuque puella vale. Ergo ego nunc rudis Hadriacl vehar a'equoris hospes, Cagar et undisonos nunc prece adire Deos. (III, Eleg. XXI.-Fugere Cynthiam parat.) Si viajó o no a las regiones de la Hélade para arrojar lejos la pesada carga de sus penas, es cosa que no qniero ahora averiguar; sólo diré que ape!ando a la dIosa Razón declaró que su navío, coronada la popa de flores y pasadas las Sirtes, había tocado felizmente un puerto seguro; que fatigado había cobrado aliento y SUd heridas habían sanado por completo. Oh Razón, dice, si eres una diosa, a tus altares me entrego, pues mis votos no han sido e~cuehados por Júpiter. Ecce coronatae por'tum tetigere carinae, Trajectae Syrtes, ancora ja,(:ta mihi esto Nunc demum vasto fessi l''esipiscimus aestu, Vulneraque ad sanum nunc coiel'e mea. Mens bona, si qua Deo. es, tua me in sacraria dono: Exciderant surdo tot mea vota Jovi. (III, Eleg. XXIV.-Ad. CynLhiam.) Pero éstos son desahogos de poeta, que más corr sponden al arte y a la fantasía que a un corazón que sufrió amargamente por Cintia, ante la cual hubiera querido llorar. Feliz, afirma, aquel que pudo llorar en presencia de su amada! i El amol' no triunfa sino con las lágrimas ! Fel1x, qui potuit pra,senti fIere puellae: Non nihil adspersis gaudet Amor lacrymis. (Lib. I, Eleg. XII.-Ad. Amicum.) Cuánto hubiera dado si con Musset hubiera podido exclamar: Le seul bien qul me ' reste au monde Est d'avoir quelquefois pleuré (1). Un día pensó el poeta que la gloria de su amor coronaría más tarde sus cabellos blancos (1, VIII, Ad. Cynthiam); pero le fue tan adversa la fortuna que murió Cintia y fue sepultada en el camino que lleva a Tívoli, cerca de un río que murmura dulcemente, a cuyo lado una columna que se yergue sobre la tumba ostenta esta inscripción funeraria: "Aquí yace Cintia en esta áurea tierra de Tívoli. Una gloria muy grande ha ennoblecido tus márgenes, oh Anio!" Hic Tiburtina ja.cet aurea Cynthia terra. Accessit ripae laus, Aniene, tuae. (IV, Eleg. VIII, Umbra Cynthiae.) Ya no volvería a cantar en apasionadas es(1) ALFRED DE MUSSET.-<Les chefs-d'oeuVI'e ly- riques. 455 ©Biblioteca Nacional de Colombia Sepderos trofas aquellas noches de amor que pasó con su amada, cuando a la clara luz de las estrellas se llenaba su mente de ardientes pensamientos y su corazón de una fragancia más exquisita que el vino escanciado en las copas de Samo!:!; ni esperaría con la lira o la copa en la mano que se reflejasen los rayos del sol mañanero a través del vino de los collados de Falerno, como en aquella noche en que, coronada la cabeza de flores primaverales, cantó las laudes de Apolo Palatino. y así fue como, muerta Cintia, se ocultó para siempre en el horizonte de la vida de Propercio la estrella rutilante de Júpiter. Todos tres, al expresar lo que pensaban de su amada, rindieron parias al general contagIo de la sensualidad en algunás estrofas que por su salacidad traen a las mentes las páginas licenciosas de la comedia "Lisístrata" de Ari'ltófanes; pero tal era el gusto de la época en una sociedad como la de Roma, cuya decadencia y ruina había anunciado Propercio, pues derramada en la molicie, en el lujo y en los placeres de la bestia humana, había olvidado las antiguas costumbres. Hablaré, decía, y ojalá sea yo mal profe ta de las desgradas que han de afligir a mi patria: Roma se acaba y muere bajo el peso de su mismo esplendor. Pl'oloqual', atque utinam patl'iae sim vanus al'Us¡J'ex : Frangitur ipsa suis Roma superba bonis. (II!. XIII, De feminarum aval'itia.J ¿ Cuál de los tres insignes poetas de quienes he hablado: Catulo, Tibulo o Propercio, merece el tributo de nuestra admiración y cariño por sus versos de amor? La respuesta ha de ser equivalente a la cualidad o rasgo característico del respectivo poeta: si queremos gustar de un amor sencillo y delicado que exprese la ternura de los sentimientos y aquella condición blanda del corazón que se ostenta en relegadas caricias, al par que en una encendida adoración, Catulo, el Musset de los tiempos modernos, nos colmará la medida; si preferimos vagar por los campos nemorosos, conversar con las Galateas de las florestas, entonar en la flauta de Anacreonte dulces cantares con emoción apaciguada y tranquila, andar de flor en flor, como las mariposas, para libar su perfume y extasiarnos con un laúd pulsado por experto trovador que relata sus amores en dolientes endechas y plañideras elegías, entonces será Tibulo quien nos encante y seduzca; mas si nos llama la atención entrar a los saraos y festines para parlar a lo cortesano con las damas, gozar del halago de las rosas de Chipre, pasear por las rúas de la vieja Roma al filo de la media noche, entre pintos y valdemoros, reclinarnos cansados de placeres sobre el pecho de la amada y aun vernos metidos de hoz y de coz en lances de amor como los que describen el Decame· rón de Boccaccio o los Ragionamenti de Pietro Aretino, a fe que será Propercio el fin a que tiendan nuestras miradas. No debemos, pues, hacer aspavientos si encontramos en sus es trofas versos que tal vez pueden hacer ruborizar a los mismos iniciados en k .3 secretos del amor, cuánto más a las doncellas pudorosas, que, bien mirados, aquellos hombl'es nacieron bajo la constelación de Venus en un siglo que apenas empezaba a esclarecer con su luz radiante la nueva doctrina de Jesucristo, antorcha y guía de la verdadera sabiduría. Así y iodo, en medio de la alegría del paganismo, cantaron aquellos hombres con extraordinaria ternura el amor y con palabras armoniosas y gentiles nos hicieron conocer que tenían un corazón fragante, como el nardo y el cinamomo, hermosa flor de su espíritu. Eso fue lo que pretendí mostrar en este ensayo escrito sin alardes de crítica científica y en el cual solamente quise matar las horas en amena plática con mis buenos amigos de Roma, sin seguir la cronología imposible de sus versos que no pudieron dar de una manera cierta ni los verdaderamente sabios en vieja latinidad. Si por desdicha mía no tuve la suerte de escribir con felicidad, ello será debido a mi insuficiencia y aun al mismo tema del amor que no sufre leyes, ni guarda apariencias, por decir lo que piensa lisa y llanamente, como cumple a quienes bajo su gloriosa bandera estamos militando. 456 ©Biblioteca Nacional de Colombia JULIAN MOTI'A SALAS