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La Nación Deportiva 6 26/10/2005
Informe especial / La imagen deportiva en distintas culturas
Costumbres en juego
Por Juan Manuel Trenado | LA NACION
La Federación de Fútbol de Irán aún celebra su clasificación para el Mundial de
Alemania 2006. La repercusión que ese campeonato tiene en el pueblo iraní provoca
una gran alegría, pero al mismo tiempo alertó a los dirigentes. Es que el impacto de la
imagen triunfalista de sus jugadores tiene muchos rebotes desde lo social. Y antes de
que el aspecto de sus futbolistas instale en la gente modas occidentales -muchas lejanas
a los preceptos del islam-, la Federación estableció una serie de obligaciones para los
integrantes de la selección.
El comunicado indica: "Serán suspendidos de sus clubes y no podrán ser citados para la
selección aquellos jugadores que usen barbas extrañas, vistan pantalones ajustados,
camisetas con marcas occidentales y colgantes llamativos".
Ali Karami, iraní que juega en Bayern Munich, que tiene el cabello largo, dato que sería
intrascendente en otras ocasiones, pero que se convierte en vital en esta historia, ya
rechazó públicamente la regla: "Si la Federación me invita a jugar de la manera que soy,
entonces estaría más que encantado de dar todo por mi selección. Si no, no lo haré".
¿Alguien puede creer que un seleccionado se prive de su mejor figura por algo así? El
mundo árabe es tan distinto del que conocemos que la primera impresión ante la rigidez
por la indumentaria o el rechazo a cierto estilo nos resulta chocante. Más aún si el
fundamentalismo lleva la cosa un poco más allá. Es el caso de la tenista Sania Mirza, de
18 años, de la India, que fue considerada "antiislámica" por un grupo musulmán debido
a que utiliza minifaldas, camisetas de colores sin mangas y tiene un aro en la nariz.
El grupo islámico Jamaat-e-Ulema-e-Hind lanzó una fatwa sobre ella. Una fatwa es un
pronunciamiento legal en el islam, emitido por un especialista en ley religiosa. El
experto en este caso fue Siddiqullah Chowdhry, clérigo jefe de la agrupación antes
mencionada, que consideró: "Una mujer musulmana puede quitarse el velo en ciertas
ocasiones, pero no de la manera en que lo hace ella, yendo y jugando por donde sea. La
ropa que Mirza usa en las canchas de tenis no sólo no cubre gran parte de su cuerpo,
sino que no deja nada para la imaginación".
Mirza despertó el fervor de las adolescentes indias, que quieren imitarla, pese a que los
musulmanes son minoría en la India (130 millones sobre un total de mil millones de
habitantes). Ella responde: "No quiero que me juzguen por mi religión o mi minifalda.
Igual, me siento una buena musulmana, rezo cinco veces por día. Considero que jugar al
tenis con minifalda o vivir como lo hago no me hace peor".
La jovencita debe ir ahora a todos lados con un guardaespaldas, ya que, según el
periódico español El País, recibió amenazas de muerte. Ya una simple prohibición
parece ilógica; llegar a las amenazas es demasiado.
Pero si llevamos la situación a nuestro ámbito puede que nos encontremos con alguna
sorpresa. ¿Qué tan libre o riguroso se muestra el resto del mundo? Empecemos por
mirar en nuestro país. No tan lejos en el tiempo, exactamente hace diez años, el
entrenador de la selección nacional Daniel Passarella les prohibió a los jugadores de su
equipo utilizar aritos o llevar el pelo largo. Gabriel Batistuta, Juan Pablo Sorin y Luis
Alberto Carranza, entre otros, cumplieron con la norma y empezaron a llevar el cabello
corto para poder ingresar en el equipo. La idea de Passarella era establecer una
disciplina más rígida en el plantel. Un jugador, Fernando Redondo, se negó y se quedó
sin jugar en la selección.
Las trabas con las que muchos deportistas árabes se encuentran en las distintas
disciplinas tienen varios ejemplos. Como la atleta argelina Hasiba Bulmerka, que ganó
la medalla dorada en 1500 metros en los Juegos Olímpicos de Barcelona y luego debió
abandonar su país porque se mostró públicamente con pantalones cortos. O aquel
equipo de fútbol juvenil paquistaní que participaba en una gira por Afganistán en 2000
y vio cómo un grupo de soldados talibanes ingresaba en la cancha para arrestarlos y
luego raparlos, porque dejaban ver sus rodillas.
Ahora bien, ¿quién no tiene prohibiciones? ¿Es posible que algunos deportes sean
discriminatorios con los musulmanes? En 1998, tres boxeadores afganos no pudieron
participar en el Mundial porque se negaron a rasurarse la barba, que está prohibida por
los reglamentos internacionales. Y este año las atletas de los Juegos Islámicos
femeninos (ver aparte), enviaron una carta abierta al presidente de la Federación
Internacional de Karate reclamando su voluntad de competir con el velo tradicional
(hijab) y no con los uniformes de karate obligatorios que no son bien vistos por el islam.
Si uno busca con detenimiento, encontrará que son muchos los que imponen normas de
indumentarias o costumbres por distintos motivos.
En la poderosa NBA, en los Estados Unidos, la Liga estableció desde este año normas
de vestuario para mejorar la imagen de la competencia. El nuevo y extenso reglamento
causó grandes enojos entre los jugadores, que cuando estén representando a sus equipos
fuera de la cancha deberán cumplir, entre otras, con esas reglas si no quieren ser
multados:
-"Los jugadores deben vestir atuendos elegantes-casuales: camisa de vestir (con cuello),
pantalones o jeans elegantes y zapatos. No se permiten zapatillas deportivas, sandalias o
botas deportivas o militares."
-"Quedan prohibidas las camisetas sin mangas, los pantalones cortos, las gorras o
sombreros cuando un jugador está en el banco de suplentes, en las tribunas o durante
una entrevista."
-"También se prohíben las cadenas, pendientes o medallones sobre la ropa, los anteojos
de sol en recintos cerrados y los audífonos, que sólo estarán permitidos en los ómnibus
o aviones del equipo y en el vestuario."
El Andre Agassi que hoy conocemos no fue siempre igual. En sus comienzos utilizaba
pantalones con tela de blue jeans, camisetas con colores fluorescentes y aros. Por
rebeldía ante el estricto código de vestimenta de Wimbledon, en sus primeros cinco
años como profesional sólo una vez participó en el tradicional torneo sobre césped. El
prefería jugar al golf en Las Vegas durante esas dos semanas. Claro que cuando su
objetivo fue ser el N° 1 en su deporte se resignó y se vistió de blanco para ganar
Wimbledon.
Por religión, marketing o tradición, todos tienen sus costumbres con la vestimenta. Sólo
hay que ubicarse en el lugar del otro para entenderlo y acortar esas diferencias antes de
arrojar la primera piedra.
Informe especial / La imagen deportiva en distintas culturas
El deporte sexista
ean Pierre Seppey, ex gerente de la Federación Internacional de Voleibol (FIVB),
sorprendió con un pedido en una reunión antes de un campeonato mundial: "Debemos
ser más fashion. Es para la televisión". Por un pedido de los compradores de los
derechos de TV, el suizo impulsó la regla que se aprobó en el Congreso de la FIVB. Los
equipos de varones y mujeres estaban obligados a utilizar ropa más ajustada. En algunas
ligas femeninas pasó a ser obligatorio el uso de bombachones para que las jugadoras
lucieran más llamativas.
"No se trata de machismo, sino de enfatizar con la indumentaria los valores del voleibol:
poder y velocidad", indicó el poco creíble comunicado de la FIVB. Es más, en el último
Mundial, los seleccionados de Brasil, Bulgaria, Croacia, Italia y Rusia tuvieron que
pagar multas de 3000 dólares por utilizar "camisetas demasiado holgadas".
En España, por ejemplo, la diputada del PSOE María José López llegó a presentar en
2002 un informe al gobierno sobre el "body" que utilizó la selección femenina de
basquetbol en el Mundial de ese año. Es que los españoles estuvieron pendientes sólo de
eso y no del quinto puesto que el equipo consiguió en la competencia en China. Las
jugadoras, contrariamente a lo que muchos pensaban, emitieron un comunicado
explicando que preferían esa ropa a las anteriores vestimentas, que "mostraban mucho
más el cuerpo".
Ni que hablar entonces de la norteamericana Serena Williams, que sorprende en cada
uno de los Grand Slam con un novedoso "modelito", siempre listo para escandalizar y
disparar las ventas de la firma que la viste.
En junio de 2001, Andrew Shelley, presidente de la Asociación Internacional de
Jugadoras de Squash, le pidió a Vicky Botwright que jugara el Open Británico con una
tanga, para atraer la atención y, naturalmente, nuevos sponsors.
Sobre este punto radica una importante presentación de la Federación Islámica del
Deporte Femenino, que pidió el apoyo a los diseñadores de las grandes marcas para la
creación de vestimentas "religiosamente correctas", como hijabs en stretch, conjuntos
completos para la natación y pantalones largos para el atletismo. Gracias a los trajes de
baño integrales, Paquistán tuvo en Atenas 2004 su primera representante en natación,
Raza Rubab, que finalizó en el 59° lugar entre 75 participantes en los 50 metros libre.
Faezeh Hachemi, hija del ex presidente iraní Rafsandjani y creadora de los Juegos
Islámicos femeninos, explicó: "Un cuarto de las mujeres del mundo es discriminado por
las autoridades deportivas, que hicieron del modelo occidental el único referente en
materia de competiciones internacionales, especialmente de Juegos Olímpicos".
Esos juegos se disputaron este año en Teherán, Irán. Participaron más de 1000 atletas y
por primera vez se permitió que las mujeres no utilizaran velo para la competencia. Eso
sí, el gobierno iraní prohibió que los deportes fueran presenciados por hombres, así
como también la transmisión de imágenes de esa competencia. No hubo fotos ni
grabaciones. Sólo se pudieron ver por televisión los deportes en los que la vestimenta es
permitida por los preceptos del islam: el golf y el tiro.
Allí radica el principal problema para que las marcas se interesen en confeccionar ropa
especial para las deportistas árabes: ¿cómo vender un producto que no pueden televisar
ni publicitar? Por el momento, ellas están atrapadas entre un mundo que quiere
conservar sus preceptos y otro que no está dispuesto a moverse si no le ofrecen
ganancias.
Informe especial / La imagen deportiva en distintas culturas
Seducen a los mejores gracias a los petrodólares
n los últimos años el mundo árabe se interesó en varias actividades deportivas. Desde
Occidente, lo que más llama la atención es el poder económico que algunos países
tienen para conseguir cualquier cosa. Si bien no tienen grandes deportistas, logran
acercar con facilidad a los mejores gracias a los petrodólares.
Bahrein logró lo que parecía imposible: llevar la Fórmula 1 al medio del desierto. En 16
meses y con una inversión de 150 millones de dólares construyó un autódromo, pero
además se utilizaron otros 200 millones para desarrollar la infraestructura para recibir al
gran circo del automovilismo mundial (principalmente en hotelería).
Aunque actualmente no hay tanto furor, el fútbol despertó mucho interés, desde el
conocido torneo por la Copa Rey Fahd, en Arabia Saudita, hasta la Liga de Qatar, que
sedujo a muchos futbolistas de gran nombre, como Gabriel Batistuta, Claudio Caniggia,
los hermanos De Boer, etcétera.
Bahrein y Qatar nacionalizaron a varias decenas de atletas, muchos de ellos medallistas
olímpicos. Etíopes, marroquíes y keniatas cambiaron de bandera ante las grandes
ofertas. Son los casos de Rashid Ramzi (de Marruecos a Bahrein), Maryam Yusuf Jamal
(de Etiopía a Bahrein), Saif Saaeed Shaheen (de Kenia a Qatar), entre otros.
Otra curiosidad se presenta en la actividad hípica. En casi todo el mundo el turf se
sustenta con las apuestas. Casi, porque en los países árabes no se puede apostar. Y surge
una paradoja: la serie de carreras que reparte en un día la mayor suma en premios es la
que se realiza en los Emiratos Arabes Unidos. En Nad al Sheba, el hipódromo de Dubai,
cada marzo, desde hace diez años, se corre el festival por la Dubai World Cup, la
competencia más rica del planeta, con US$ 6 millones a repartir, 3,6 para el ganador.
Semejante recompensa atrae a muchos de los mejores caballos de Europa, EE.UU. y
América del Sur. Un argentino, Sei Mi, propiedad del sultán Mohammed al Kabeer, de
Arabia Saudita, fue segundo en 2002.
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