FACULTAD LATINOAMERICANA DE CIENCIAS SOCIALES SEDE ACADÉMICA DE MÉXICO Maestría en Derechos Humanos y Democracia VI (Sexta) promoción 2012-2014 “El feminicidio en México frente a las obligaciones del marco normativo internacional” Tesis que para obtener el grado de Maestra en Derechos Humanos y Democracia Presenta: Elizabeth Rodríguez Cañedo Directora de Tesis: Mtra. Emma Consuelo Maza Calviño Línea de Investigación: Estado, Democracia y Derechos Humanos México D.F., Octubre de 2014 Resumen La presente investigación es un análisis crítico de la tipificación del feminicidio en México. En ella se examina y discute la conformación típica, que la muerte de una mujer por razones de género, tiene en las legislaciones penales de todas las entidades federativas y la Federación, a partir de la adecuada construcción de tipos penales y de los estándares internacionales que en materia de violencia contra las mujeres se han generado. La incursión del feminicidio en el orden penal, obedece a las obligaciones internacionales adquiridas por el Estado mexicano para prevenir, sancionar y erradicar la violencia contra la mujer, que actualmente son colocadas a nivel constitucional mediante la reforma de junio del año 2011. Para su cumplimiento requiere, entre otras medidas, de la existencia de una figura penal que en forma clara y precisa regule y sancione el feminicidio, con la consecuencia que de no hacerlo, incurra en responsabilidad internacional. Palabras clave: feminicidio, tipificación, género, derecho a la vida, derecho a vivir libre de violencia, acceso a la justicia, estándares internacionales, obligaciones internacionales. Abstract The current research is a critical analysis of the typification of femicide in Mexico. In this, It is examined and discussed the typical conformation, that the death of a woman on grounds of gender, has in the penal legislations of all the federal entities and the federation, from the proper construction of penal types and international standards that in means of violence against women have been generated. The incursion of femicide in the federal order, obeys the international obligations undertaken by the Mexican State to prevent, punish and eradicate violence against women, which are currently placed at the constitutional level within the reform of June 2011. For compliance requires above other actions, the existence of a penal figure that clearly and precisely, regulate and punish femicide, with the consequence that failure to do so incurs in international responsibility. Key Words: femicide, typification, gender, the right to life, right to live free from violence, access to justice, international standards, international obligations. i Argumentar que la igualdad no es necesaria entre las mujeres y hombres es no ver que es precisamente la falta de igualdad entre hombres y mujeres la que mata a millones de mujeres al año: porque las mujeres no tenemos igual poder dentro de nuestras parejas, miles somos asesinadas por nuestros compañeros; porque las mujeres no somos igualmente valoradas por nuestros padres, miles somos asesinadas al nacer; porque las mujeres no tenemos el mismo poder que los hombres dentro de las estructuras políticas, médicas y religiosas, morimos de desnutrición, en abortos clandestinos o prácticas culturales como la mutilación genital y las cirugías estéticas y obstétricas innecesarias. La desigualdad entre hombres y mujeres mata. La desigualdad viola el derecho básico a la vida y por ende, el derecho a la igualdad brota de la necesidad que sentimos todas las personas de mantenernos con vida. Alda Facio A Paul, Tam y Leo Por su amor, apoyo y comprensión A mis padres Por darme una vida con valores ii Agradecimientos El Poder Judicial del Estado de México me acercó por primera ocasión a la Flacso, ofertando el diplomado sobre “Argumentación Jurídica y Perspectiva de Género”. Su contenido y la dirección del tutor Juan Carlos Arjona lograron que mi interés por los derechos humanos fuera prioritario, al encontrar una relación directa con la función jurisdiccional que desempeño. Gracias a su presidente M. en D. Baruch Delgado Carbajal. Este interés se puso de manifiesto cuando la institución educativa nos dio la oportunidad de continuar con los estudios de maestría. El trayecto no fue fácil, requirió de mucha dedicación y esfuerzo y el apoyo de la institución fue determinante para concluir. Mi agradecimiento a la Flacso y a Sandra Serrano por compartirnos sus conocimientos y contagiarnos de su amor por los derechos humanos. La etapa final de la maestría fue el punto culminante de la exigencia que estuvo presente en todo su desarrollo, la elaboración del trabajo de investigación como la puesta en práctica de lo aprehendido fue un gran reto, pero el acompañamiento de mi directora facilitó el camino. Gracias Michell Maza por tu apoyo y puntuales asesorías. La intervención de los lectores de la tesis en sus diversas etapas, fue oportuno para que la investigación tuviera solidez. Mi agradecimiento a Adriana Ortega y Juan Carlos Arjona, porque su gran experiencia en materia de derechos humanos me guío en los momentos de incertidumbre. Finalmente la conclusión de la maestría no hubiera sido posible sin la ayuda de mis compañeros de trabajo, con su apoyo incondicional contribuyeron a que pudiera armonizar los estudios de posgrado y las responsabilidades laborales que no son menores, cuando se trata de administrar justicia. Gracias a todo mi grupo laboral. iii Índice general Agradecimientos……………………………………………………………………. Iii Introducción………………………………………………………………………… 1 CAPÍTULO 1 MARCO TEÓRICO CONCEPTUAL DE LOS DERECHOS HUMANOS DE LAS MUJERES…………………………………………………………………….. 5 1.1 Los Derechos Humanos………………………………………………….. 1.1.1 Derecho a la vida……………………………………………………….. 1.1.2 Derecho a la igualdad……………………………………………………….. 1.2 Los Derechos Humanos de las mujeres y género...………………………… 1.2.1 Derecho a vivir libre de violencia………………………………..…….. 1.2.2 Derecho de acceso a la justicia………………………………..………... 1.2.3 La Corte Interamericana de Derechos Humanos………………….……. 1.3 El feminicidio…………………………………………………………………... 1.3.1 Incursión en el Derecho Penal…...………………………..……………. 1.3.2 Presencia en América Latina…………………………………………… 5 7 9 12 15 17 20 23 25 27 CAPÍTULO 2 EL FEMINICIDIO EN MÉXICO Y LOS ESTÁNDARES INTERNACIONALES DE DERECHOS HUMANOS…………………………... 33 2.1 El feminicidio en México……………………………………………………... 2.1.1 La violencia feminicida……………………………………………………... 2.1.2 Ley General de Acceso de las Mujeres a una vida Libre de Violencia.... 2.2 Construcción de tipos penales………………………………………………... 2.2.1 Principio de legalidad……………………………………………………….. 2.2.2 Bien jurídico penal…………………………………………………………... 2.2.3 Elementos del tipo penal……………………………………………………. 2.3 Regulación legal del feminicidio en los Estados de México……………... 2.3.1 Homicidio agravado o feminicidio……………………………………... 2.3.2 Elementos del tipo penal (razones de género)………………………….. 2.3.3 Penalidad……………………………………………………………………... 2.4 Estándares Internacionales de Derechos Humanos………………………. 2.4.1 Sistema Universal…………………………………………………………… 2.4.2 Sistema Regional……………………………………………………….. 33 35 37 39 42 44 46 47 49 51 55 59 60 68 iv CAPÍTULO 3 APLICACIÓN DE ESTÁNDARES INTERNACIONALES EN EL DELITO DE FEMINICIDIO EN MÉXICO……………………………… 74 3.1 Regulación penal de la violencia contra la mujer en México…………….. 3.1.1 Norma género específica.………………………………………………. 3.1.2 Calificación del sujeto pasivo: mujer y el derecho a la igualdad………. 3.2 El feminicidio de acuerdo a los estándares internacionales de derechos humanos ………………………………………………….……………… 3.2.1 Bien jurídico tutelado…………………………………………………... 3.2.2 Conformación típica……………………………………………………. 3.2.3 Racionalidad y proporcionalidad de las penas…………………………. 3.3 Conclusiones……………………………………………………………... 74 77 78 Bibliografía………………………………………………………………………… 98 80 82 85 89 92 v Introducción México es un país que en fechas recientes ha llamado la atención internacional por la alta presencia de violencia en todo su territorio, vinculada fundamentalmente con el narcotráfico y la delincuencia organizada. Sin embargo detrás de este tipo de violencia se encuentra oculta, pero invariable, un tipo de violencia que sufre la mitad de la población, producto de la desigualdad estructural en que se encuentran las mujeres, derivada de estereotipos de género y asimetría de poder, entre hombres y mujeres. Este fenómeno de violencia de género no es exclusivo del país, porque se repite a diversas escalas en todas las regiones del planeta, al tener un origen histórico y social, producto del orden social que permanece bajo una visión patriarcal. En el ámbito internacional actualmente se reconoce esta situación de desigualdad estructural de las mujeres, principalmente en dos ordenamientos legales que buscan hacer efectivos los derechos humanos de las mujeres. La Convención sobre la Eliminación de Todas las Formas de Discriminación contra la Mujer (CEDAW) y la Convención Interamericana para Prevenir, Sancionar y Erradicar la Violencia contra la Mujer (Convención Belém do Pará) que establecen obligaciones específicas para los Estados, para eliminar por una parte, la discriminación en que se encuentra la mujer y por la otra, para prevenir, sancionar y erradicar la violencia contra la mujer. Estas obligaciones internacionales son atribuibles al Estado mexicano porque ha ratificado ambos ordenamientos, que ahora también constituyen un imperativo de carácter constitucional, al haberse incorporado los tratados internacionales de derechos humanos, de los que México es parte, a la Constitución Federal por reforma de junio del año 2011. Con la finalidad de dar cumplimiento a estas obligaciones, entre otras medidas determinó tipificar como delito el homicidio por razones de género o feminicidio, encontrándose actualmente presente en todas las legislaciones penales de los Estados y en la Federación. Empero cada ordenamiento ha adoptado su propia conformación típica y aunque casi todos pretenden destacar la violencia de género, su falta de uniformidad, aunado a la integración de diversos supuestos fácticos, hace difícil la comprensión del ilícito. 1 La manifestación de la violencia contra las mujeres no es idéntica en todas las entidades del país, pero teniendo su mismo fundamento -en la desigualdad y relaciones de poder de los hombres sobre las mujeres- su conformación típica debe tener elementos comunes que derivan de los estándares internacionales de derechos humanos, ámbito en el cual, se encuentra el mayor desarrollo en el estudio de la violencia contra la mujer, al ser una violación de derechos humanos. Expresamente no existe ordenamiento internacional que precise la forma en que se deberá integrar el tipo penal de feminicidio, pero sí diversos pronunciamientos hechos por los organismos internacionales en el sistema universal e interamericano fundamentalmente, respecto a la violencia contra la mujer, al colocarla como un problema de derechos humanos. Éstos, constituyen los estándares internacionales para que se pueda tipificar adecuadamente el feminicidio. Por consecuencia resulta indispensable, primero atender a los estudios relativos a la construcción de tipos penales. En segundo lugar, establecer con claridad los estándares internacionales que deben considerarse en materia de violencia de género, para finalmente de acuerdo a ello, determinar si la conformación típica que tiene el feminicidio en los diversas entidades federativas y en la Federación, es acorde a esos estándares y si satisfacen una adecuada construcción típica, que contribuya a que el Estado cumpla con las obligaciones que constitucional e internacionalmente tiene. Para ello, como objetivo general, se plantea medir la eficacia del delito de feminicidio en México, a partir del análisis de su conformación típica en materia penal en las diversas entidades del país, en relación con las obligaciones contraídas internacionalmente por el Estado mexicano en esta materia. Y como objetivo específico, precisar los estándares internacionales que en materia de derechos humanos deben observarse para la adecuada tipificación del delito de feminicidio en México. Esto se logra utilizando un análisis jurídico, en su aspecto dogmático, porque atiende a la norma de derecho y la forma en que ésta pretende dar solución a un problema, en el caso particular, el ilícito de feminicidio, que ha sido tipificado actualmente por todos los Estados de México. La unidad de análisis son los tipos penales regulados en las legislaciones de todas las entidades federativas y de la Federación, que actualmente contemplan el feminicidio. Se atenderá a sus elementos objetivos, subjetivos y normativos, así 2 como a las penas propuestas para tal efecto, fundamentalmente la privativa de la libertad y la relativa a la reparación del daño. La investigación pretende aportar elementos útiles para determinar el estado en que se encuentra la conformación típica del feminicidio en las diversas entidades, y si éstas requieren observar elementos derivados de los estándares internacionales para lograr una adecuada integración del tipo. Lo anterior trasciende directamente en los operadores de justicia quienes requieren una figura clara y precisa, que no deje lugar a diversas interpretaciones que puedan generar una inadecuada aplicación de la ley y más grave aún, impunidad, que finalmente trasciende en el derecho de acceso a la justicia que como derecho fundamental asiste a las mujeres. En el Capítulo 1, se atiende al marco teórico relativo a los derechos humanos de las mujeres, y para entender los mismos, se parte de los derechos humanos en general con especial relevancia a los relativos a la vida y a la igualdad que tienen estrecha vinculación con el fenómeno de la violencia contra las mujeres. Posteriormente se analizan los principales ordenamientos legales internacionales de protección de los derechos de las mujeres para arribar al conocimiento de los derechos relativos a vivir libres de violencia y de acceso a la justicia que son tutelados, a su vez, por el delito de feminicidio. Destacados estos derechos, se aborda el desarrollo que ha tenido el feminicidio impulsado por diversos grupos feministas, hasta lograr su reconocimiento incluso en materia penal, y su presencia en diversos países de Latinoamérica, sin soslayar la reticencia en este sentido de diversos doctrinarios. Se continúa con la posición de la Corte Interamericana de Derechos Humanos en materia de violencia de género, plasmada en diversas resoluciones, destacándose el caso llamado “campo algodonero” en donde se visibilizan los homicidios por cuestión de género en México. Con estos antecedentes en el Capítulo 2, se arriba al análisis del feminicidio en México, partiendo de estadísticas internacionales y nacionales que reflejan la magnitud del problema en el país. Se continúa con el trato legal que se le ha dado a la violencia contra la mujer, entre otros ordenamientos, en la Ley General de Acceso de las Mujeres a una Vida Libre de Violencia y fundamentalmente en los Códigos Penales de las entidades; destacándose la conformación típica que tiene el delito, como modificativa agravante del delito de homicidio o bien como tipo penal autónomo, mediante el examen de sus elementos integradores. 3 Posteriormente se consideran las diversas posturas respecto a la construcción de tipos penales, atendiendo principalmente al principio de legalidad y del bien jurídico tutelado, para determinar la naturaleza de los elementos objetivos, normativos y subjetivos. Enseguida se analizan diversos ordenamientos legales, pronunciamientos y jurisprudencia de organismos internacionales en materia de derechos humanos, tanto del sistema universal como regional, para determinar los estándares internacionales que deben considerarse para tipificar adecuadamente la violencia de género. Ponderados los resultados, en el Capítulo 3, se analizan las obligaciones que el Estado mexicano tiene en materia de derechos humanos de las mujeres, derivadas de la Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos y de los tratados internacionales que ha suscrito, en donde destaca el deber de debida diligencia en la investigación y sanción de los delitos cometidos por violencia de género. Respecto a la regulación de la violencia contra la mujer, se analiza la calificación del sujeto pasivo en el delito de feminicidio y se determina de acuerdo al análisis de los estándares internacionales, el estado actual en que se encuentra la regulación del feminicidio en las diversas entidades del país. Finalmente se propone la regulación del feminicidio derivado de los estándares internacionales de derechos humanos, con relevancia al bien jurídico tutelado, sus elementos integradores de carácter objetivos y normativos, así como la racionalidad y proporcionalidad de las penas. 4 CAPÍTULO 1 MARCO TEORÍCO CONCEPTUAL DE LOS DERECHOS HUMANOS DE LAS MUJERES La violencia contra las mujeres es un grave problema social, que se origina en la desigualdad estructural y afecta el desarrollo y goce de otros derechos fundamentales. Para entender este fenómeno en su forma más extrema, cuando se priva de la vida a la mujer, es necesario analizar los derechos humanos que se entrelazan, a saber los derechos a la vida, a la igualdad, a vivir libre de violencia y de acceso a la justicia. Estos derechos son tutelados por ordenamientos internacionales específicos para las mujeres y determinan obligaciones en la materia para los Estados parte. La Corte Interamericana de Derechos Humanos ha realizado aportaciones importantes en materia de violencia de género, por su trascendencia para México, se atiende al caso “Campo Algodonero” que colocó en la agenda de gobierno, el tema de los homicidios por razones de género. El origen del feminicidio es de carácter histórico y social. La adopción o no de una solución penal carece de consenso. Sin embargo en América Latina ha sido adoptado por diversos países; por una parte, por los que han privilegiado la respuesta penal, por otra los que han optado por normas que pretenden generar toda una serie de políticas vinculadas con la necesidad de erradicar la violencia contra la mujer. 1.1 Los Derechos Humanos Los derechos humanos corresponden a todo persona por el hecho de serlo y encuentran sustento en la dignidad humana, en cuanto a su valor como ser racional y libre. Los derechos humanos “son exigencias éticas justificadas especialmente importantes por lo que deben ser protegidas eficazmente a través del aparato jurídico” (Serrano y Vázquez, 2010:139). Con motivo de la reforma a la Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos, en fecha diez de junio del año 2011 se introdujeron conceptos que representan un cambio de paradigma en la forma de entender los derechos humanos en el país. Al respecto se sustituyó la palabra “garantías” por “derechos humanos” y 5 se plasmaron términos de amplio contenido, como la interpretación conforme, el principio pro persona, las obligaciones de promoción, respeto y garantía para todas las autoridades, y los principios de universalidad, interdependencia, indivisibilidad y progresividad de los derechos humanos, guardando plena correspondencia con el derecho internacional de los derechos humanos. El artículo 1º establece: En los Estados Unidos Mexicanos todas las personas gozarán de los derechos humanos reconocidos en esta Constitución y en los tratados internacionales de los que el Estado Mexicano sea parte, así como de las garantías para su protección, cuyo ejercicio no podrá restringirse ni suspenderse, salvo en los casos y bajo las condiciones que esta Constitución establece. Las normas relativas a los derechos humanos se interpretarán de conformidad con esta Constitución y con los tratados internacionales de la materia favoreciendo en todo tiempo a las personas la protección más amplia. Todas las autoridades, en el ámbito de sus competencias, tienen la obligación de promover, respetar, proteger y garantizar los derechos humanos de conformidad con los principios de universalidad, interdependencia, indivisibilidad y progresividad. En consecuencia, el Estado deberá prevenir, investigar, sancionar y reparar las violaciones a los derechos humanos, en los términos que establezca la ley. Estos derechos humanos consagrados por la Constitución, son derechos en acción, porque se encuentran en constante construcción, y no son vistos como meros postulados o límites estáticos, sino como una compleja red de interacciones hacia su interior y entre ellos (Serrano y Vázquez, 2010:136). Derechos que se relacionan bajo principios y normas que permiten su interpretación y aplicación de las obligaciones que de ellos se derivan. En el derecho internacional de los derechos humanos, se han considerado como obligaciones del Estado, que ahora recoge la Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos, las de respetar, proteger, garantizar y promover. Éstas se encuentran contempladas en diversos ordenamientos internacionales y han sido desarrolladas en forma más explícita por los diversos Comités de Naciones Unidas y por la Corte Interamericana. La obligación de proteger significa que el Estado debe adoptar medidas destinadas a evitar que otros agentes o sujetos violen derechos fundamentales, lo que incluye mecanismos no solamente reactivos frente a violaciones, sino también 6 esquemas de carácter preventivo que eviten que agentes privados puedan hacerse del control de los recursos necesarios para la realización de un derecho (Carbonell, 2013:75). Por consecuencia esta obligación es de carácter positivo y permite exigir los derechos ante la existencia de violaciones. Existe una diversidad de derechos humanos, siendo incluso motivo de clasificación de acuerdo a la historia de su reconocimiento; sin embargo se prevé lo que se llama “el núcleo duro de los derechos humanos” constituido por los derechos mínimos y fundamentales reconocidos por la comunidad internacional. Dentro de éstos se encuentran el derecho a la vida y a la igualdad, contemplados explícita e implícitamente en casi todas las constituciones de los países y en diversos tratados internacionales, al ser fundamentales y necesarios para el goce de otros derechos. 1.1.1 Derecho a la vida El derecho a la vida pertenece a todo ser humano, es de carácter fundamental y no admite enfoques restrictivos del mismo. Conlleva a su protección legal y a la obligación de los Estados para su preservación bajo las mejores condiciones. El derecho a la vida se encuentra contemplado en el ámbito internacional en diversos ordenamientos legales, destacando por su amplio contenido, entre otros, el Pacto Internacional de Derechos Civiles y Políticos (1966) el cual establece en su artículo 6, que el derecho a la vida es inherente a la persona humana, estará protegido por la ley y nadie podrá ser privado de ella arbitrariamente. En el ámbito regional, la Convención Americana sobre Derechos Humanos (1969), afirma en su artículo 4, que toda persona tiene derecho a que se respete su vida, en general desde el momento de su concepción, el cual estará protegido por la ley. Prohibiendo la privación de la vida arbitrariamente. En ambos ordenamientos se contempla el respeto y protección de la vida de todo ser humano. En particular, señalan la obligación estatal de proteger la vida frente a privaciones arbitrarias como las ejecuciones extrajudiciales; asimismo la limitación de la pena de muerte y su futura abolición. La Corte Interamericana en el caso de los “Niños de la Calle” (Villagrán Morales y otros) vs. Guatemala (1999) determinó los aspectos que enmarcan el derecho a la vida, al señalar: 7 …es un derecho fundamental, cuyo goce es un prerrequisito para el disfrute de todos los demás derechos humanos. De no ser respetado, todos los derechos carecen de sentido. En razón del carácter fundamental del derecho a la vida, no son admisibles enfoques restrictivos del mismo. En esencia, el derecho fundamental a la vida comprende, no sólo el derecho de todo ser humano de no ser privado de la vida arbitrariamente, sino también el derecho a que no se le impida el acceso a las condiciones que le garanticen una existencia digna. Los Estados tienen la obligación de garantizar la creación de las condiciones que se requieran para que no se produzcan violaciones de ese derecho básico y, en particular, el deber de impedir que sus agentes atenten contra él (párr. 144). En este mismo sentido la Corte en el caso Myrna Mack vs. Guatemala (2003) sostuvo que el derecho a la vida, no sólo impone una obligación negativa de que ninguna persona sea privada de la vida arbitrariamente, sino además una obligación de carácter positivo, que requiere que los Estados tomen todas las medidas apropiadas para proteger y preservar este derecho, destacando que “los Estados deben tomar todas las medidas necesarias, no sólo para prevenir, juzgar y castigar la privación de la vida como consecuencia de actos criminales, en general, sino también para prevenir las ejecuciones arbitrarias por parte de su propios agentes de seguridad” (párr. 153). En caso de ejecuciones extrajudiciales es indispensable que los Estados investiguen la privación del derecho a la vida y castiguen a todos sus responsables, especialmente cuando están relacionados agentes estatales, aunque existen situaciones que habiendo sido cometidas por particulares, terminan por comprometer la responsabilidad internacional de los Estados. Esta investigación que ha sostenido la Corte, implica el deber de iniciar ex oficio y sin dilación, una investigación seria, imparcial y efectiva, en donde las víctimas de violaciones de derechos humanos o sus familiares, tengan amplias oportunidades para participar; debiendo ser asumida por el Estado como un deber jurídico propio y no como una simple gestión de intereses particulares (caso Masacre de Pueblo Bello vs. Colombia, 2006, párr. 143 y 144). Asimismo la Corte en el caso de la “Masacre de Mapiripán” vs. Colombia (2005) destacó que la responsabilidad internacional también puede resultar por actos cometidos por particulares, ya que tienen las obligaciones erga omnes de respetar y hacer respetar las disposiciones de la Convención Americana en toda circunstancia y 8 respecto de toda persona; que se proyectan más allá de las relaciones de sus agentes con particulares y van a relaciones entre particulares también. “La responsabilidad del Estado por actos de particulares puede darse cuando por acción u omisión sus agentes no cumplen con las obligaciones erga omnes del 1.1. y 2 de la Convención” (párr. 111) En la ponderación de la responsabilidad del Estado por violación de derechos humanos cometida entre particulares, debe considerarse la situación de riesgo real e inmediato y las posibilidades razonables de prevenir o evitar el riesgo por parte del Estado (caso de la Masacre de Pueblo Bello vs. Colombia, 2006, párr. 123). 1.1.2 Derecho a la igualdad El derecho internacional de los derechos humanos, lo reconoce como una norma fundamental; de hecho, recibe el carácter de ius cogens, norma interpretativa de carácter internacional que no admite prueba en contrario. “El principio de igualdad ante la ley, igual protección ante la ley y no discriminación, pertenece al ius cogens puesto que sobre él descansa todo el andamiaje jurídico del orden público nacional e internacional y es un principio fundamental que permea todo ordenamiento jurídico (CIDH, OC-18/03, párr. 101). Por la influencia de su definición en otros ordenamientos legales, destaca la Declaración Universal de los Derechos Humanos (1948), que establece en su artículo 2º: “Toda persona tiene los derechos y libertades proclamados en esta Declaración, sin distinción alguna de raza, color, sexo, idioma, opinión política o de cualquier otra índole, origen nacional o social, posición económica, nacimiento o cualquier otra condición”. Así como el Pacto Internacional de Derechos Civiles y Políticos (1966), que en su artículo 26º señala: “Todas las personas son iguales ante la ley y tienen derecho sin discriminación a igual protección de la ley. A este respecto, la ley prohibirá toda discriminación y garantizará a todas las personas protección igual y efectiva contra cualquier discriminación por motivos de raza, color, sexo, idioma, religión, opiniones políticas o de cualquier índole, origen nacional o social, posición económica, nacimiento o cualquier otra condición social”. La igualdad y la no discriminación son dos conceptos consagrados en los ordenamientos internacionales, que se encuentran estrechamente vinculados, aunque 9 difieren en su contenido. La divergencia entre el principio de igualdad y el derecho de no discriminación, consiste en que el primero es un mandato dirigido a los poderes estatales, el segundo no sólo obliga a las autoridades, sino también a los particulares. La formulación jurídica del principio de igualdad sólo puede ser planteada de manera negativa, en el sentido de una prohibición. El mandato de no discriminación implica una acción para combatir las formas de desigualdad. Además éste no sólo se compromete con el principio formal de que todos deben ser tratados iguales, parte de un contenido normativo mínimo irreductible, cercano al principio de la igualdad sustancial o de oportunidades (De la Torre, 2011:12). Al respecto existen tres criterios para determinar si un acto es discriminatorio, el primero, que la distinción sea objetiva y tenga una justificación razonable; el segundo, que la distinción persiga un fin legítimo acorde con los principios y valores establecidos en el texto constitucional y tercero, que exista una relación de proporcionalidad entre los medios empleados y los objetivos que se intentan alcanzar (De la Torre, 2006:265). Estos criterios deberán ser observados por el Estado, porque a él corresponde la preservación del derecho a la igualdad, generándose por consecuencia, dos tipos de obligaciones: negativas y positivas. Las primeras consisten en no introducir distinciones normativas, o no adoptar normas que menoscaben los derechos de grupos de personas identificadas a través de esos factores. Las segundas, en adoptar medidas para eliminar los prejuicios y los obstáculos que impiden a esos grupos de personas disfrutar plenamente de sus derechos (Courtis, 2010). La igualdad tiene como fundamento la dignidad humana, en ella caben las diferencias en razón a la diversidad de identidades personales, como el sexo, género, nacionalidad, religión, entre otras, las cuales tiende a proteger. La igualdad ante la ley no requiere que el Estado trate a todas las personas del mismo modo, puede ser diferente siempre que se funde en un criterio razonable. De acuerdo a Ferrajoli: …la igualdad impone la tutela de las diferencias, respecto a la diversidad de las identidades personales, y la reducción de las desigualdades, en cuanto a la diversidad de las condiciones económicas y materiales; doble valencia que se asegura por su nexo lógico con el universalismo de los derechos fundamentales, esto es, de los derechos de la libertad como protección de igual valor de las diferencias, y de los derechos sociales contra las desigualdades materiales y sociales (2010:3). 10 El principio de igualdad más que no discriminación, debe ser comprendido como no sometimiento o no exclusión. “La igualdad, entendida como inexistencia de opresión, sometimiento o, usando un lenguaje más moderno, exclusión, alude al imperativo moral de una igual libertad como precondición de la autonomía de las personas” (Saba, 2007:164). Por consecuencia la igualdad no debe reducirse a una igualdad formal ante la ley, como en su formación ilustrada que se mantuvo por muchos años, en el sentido de que todas y todos somos iguales ante la ley, sino bajo un concepto que atienda a las diferencias, entendida como una igualdad sustancial, es decir material o de hecho. La desigualdad de trato no se funda en arbitrariedad o el prejuicio, sino que es consecuencia de situaciones de desigualdad estructural a la que se encuentran sometidos algunos grupos en nuestra sociedad (Saba, 2007:190). Es resultado de una situación de exclusión social o sometimiento de estos grupos por otros, en forma sistemática. La opresión, señala Marion “designa las desventajas e injusticias que sufre alguna gente no porque un poder tiránico la coaccione, sino por las prácticas cotidianas de una bien intencionada sociedad liberal” (1990:74). La igualdad desde la desigualdad estructural, conlleva la obligación del Estado de remover los obstáculos que impiden el logro de una igualdad en los hechos. Una medida, son las acciones afirmativas que no son contrarias al derecho de igualdad, porque existen sectores especialmente vulnerables, que a pesar de estar contemplados formalmente como titulares del derecho, de hecho no lo son y los coloca en un estado de desventaja, por lo que requieren de elementos adicionales que garanticen ese derecho a la igualdad, como acontece con las mujeres (Santiago, 2007:197). Al respecto el Comité para la Eliminación de la Discriminación contra la Mujer, en su recomendación general No. 25 (2004), precisa que al aplicar medidas especiales de carácter temporal para acelerar el logro de la igualdad sustantiva o de facto de la mujer, los Estados partes deberán analizar el contexto de la situación de la mujer en todos los ámbitos de la vida, así como en el ámbito específico al que vayan dirigidas dichas medidas. Por consecuencia ante la diversidad, la igualdad ante la ley y de facto es necesaria; la tutela de las diferencias y la reducción de sus desigualdades su sustento, y su máximo desarrollo, condición para el goce de otros derechos fundamentales. 11 Así, la distinción en la ley por sexo pretende crear una igualdad sustantiva entre hombres y mujeres. 1.2 Los Derechos Humanos de las mujeres y género A pesar de que los derechos humanos han sido reconocidos en tratados y pactos internacionales, para las mujeres todavía resulta una realidad por alcanzar. El principal motivo es porque el orden social ha sido construido bajo un enfoque patriarcal, en donde las mujeres se encuentran subordinadas, sometidas y oprimidas, bajo estereotipos que determinan la superioridad del hombre y relegan la presencia de la mujer a tareas que dicen son determinadas por su sexo, como el cuidado de los hijos y el hogar. Durante siglos las mujeres han sido educadas en valores de sumisión e invisibilidad, perdiéndose con ella una masa crítica, reflejada en la construcción de un modelo de sociedad con una columna vertebral puramente patriarcal (Figaredo, 2013). La subordinación y opresión históricas en que se encuentran las mujeres, se refleja en todos los ámbitos de la vida y el jurídico no es la excepción. El derecho y sus instituciones han sido construidas bajo una visión patriarcal que impacta en el acceso a la justicia de las mujeres. Afortunadamente han surgido diversos grupos feministas que han aportado propuestas relevantes para transformar esa perspectiva, originándose así el concepto de género. Dicho concepto aporta una nueva forma de entender la humanidad, partiendo de que es la sociedad quien se encarga de asignar a las personas ciertas características y funciones de acuerdo a su sexo biológico. Así, es un hecho sociocultural y no natural que se haya colocado al sexo femenino en una posición de subordinación histórica respecto del masculino (García, 2010:59). Ciertamente, sexo y género aunque tienden a confundirse, no son lo mismo, el primero se vincula con el conjunto de características biológicas que distinguen a un hombre y a una mujer; el segundo es una construcción social que dota de características y roles a los integrantes de cada sexo, es decir, el primero deviene de la naturaleza y el segundo es socialmente construido. Es precisamente al asignar roles de género en donde se han originado las desigualdades entre el hombre y la mujer. Estas desigualdades se han podido detectar gracias a la “perspectiva de 12 género”, que no es otra cosa que un enfoque de análisis de la realidad social, partiendo siempre del reconocimiento de estos roles y sus consecuencias. La importancia que tiene incluir la perspectiva de género en derechos humanos, se debe a que el derecho como una construcción social y cultural, es un mecanismo de reproducción de desigualdades sociales, entre ellas la de género, particularmente de las mujeres, porque éste ha sido elaborado e implantado desde una visión patriarcal. Por consecuencia, si queremos alcanzar la anhelada igualdad que se proclama nacional e internacionalmente, debemos ponderar la situación en que se encuentran las mujeres como población históricamente vulnerable. Esta realidad social es insoslayable e indicativa de que la mujer ha estado subordinada, marginada y por consecuencia discriminada, lo que ha generado que sea objeto de violencia física, sexual y psicológica. Los derechos humanos de las mujeres considerados como “el derecho inherente y universal de cada mujer del mundo a vivir una vida libre de discriminación y libre de violencia, siendo dueña de su cuerpo y de su mente, gozando de autonomía sexual y reproductiva, tanto en el ámbito público, como en el privado, tanto en tiempos de paz, como de guerra”(García, 2010:49), requieren hacerse efectivos y gracias a los movimientos feministas, internacionalmente, se han tomado algunas medidas por los Estados. Efectivamente, en el ámbito internacional existen diversos ordenamientos legales de protección de los derechos humanos de las mujeres, entre estos derechos por su importancia, destacan sus derechos a vivir libres de violencia, que se genera por la desigualdad estructural en que se encuentran y de acceso a la justicia, este último como condición para hacer justiciables todos sus derechos. Llegar a este reconocimiento no fue fácil. Los derechos humanos en su inicio estaban exentos de esta visión de género, su paradigma era el hombre y con base en ello, se integraban los instrumentos de protección de derechos humanos, utilizando incluso un lenguaje no incluyente, por ejemplo “derechos fundamentales del hombre”, quedando al margen la mujer y sus propias necesidades (Tamés, 2012:27). La condición especial de la mujer y sus derechos humanos, fueron atendidos hasta 1979 con la Convención para la Eliminación de Todas las Formas de Discriminación contra la Mujer (CEDAW), considerada por Alda Facio, como la 13 Carta Magna de todas las mujeres (2002), al atender a la desigualdad y ser un instrumento con perspectiva de género1. En el preámbulo de esta Convención se reconoce que la discriminación contra la mujer, viola los principios de la igualdad de derechos y del respeto de la dignidad humana, que dificulta la participación de la mujer en las mismas condiciones que el hombre en la vida política, social, económica y cultural de su país; que constituye un obstáculo para el aumento del bienestar de la sociedad y de la familia y que entorpece el pleno desarrollo de las posibilidades de la mujer para prestar servicio a su país y a la humanidad. Además destaca que para lograr la plena igualdad entre el hombre y la mujer es necesario modificar el papel tradicional de los dos en la sociedad y en la familia. En su artículo 1º define la discriminación contra la mujer como “… toda distinción, exclusión o restricción basada en el sexo que tenga por objeto o por resultando menoscabar o anular el reconocimiento, goce o ejercicio por la mujer, independientemente de su estado civil, sobre la base de la igualdad del hombre y la mujer, de los derechos humanos y las libertades fundamentales en las esferas políticas, económica, social, cultura y civil o en cualquier otra esfera”. Precisa en su contenido, los compromisos que los Estados parte adquieren, como son adoptar todas las medidas adecuadas, incluso de carácter legislativo, para modificar o derogar leyes, reglamentos, usos y prácticas que constituyan discriminación contra la mujer; la adopción de medidas especiales de carácter temporal encaminadas a acelerar la igualdad de facto entre el hombre y la mujer; así como medidas para modificar los patrones socioculturales de conducta de hombres y mujeres, con miras a alcanzar la eliminación de los prejuicios y las prácticas consuetudinarias y de cualquier otra índole que estén basados en la idea de la inferioridad o superioridad de cualquiera de los sexos o en funciones esteriotipadas de hombres y mujeres. La Convención atiende tanto aspectos de la vida privada de la mujer como públicos, promoviendo una igualdad sustantiva y de facto, al imponer al Estado determinadas obligaciones de diversa naturaleza que inciden directamente en el goce 1 Previamente hubo otros instrumentos sobre derechos de la mujer, la Convención sobre los Derechos Políticos de la Mujer (1952), la Convención sobre la Nacionalidad de la Mujer Casada (1957) y la Convención sobre el Consentimiento para el Matrimonio, la Edad Mínima y el Registro de los Matrimonios (1962). Sin embargo el hito normativo para los derechos de las mujeres fue la CEDAW. 14 y ejercicio del derecho a la igualdad de las mujeres, indispensable a su vez para el disfrute de otros derechos fundamentales. En el ámbito regional, como ordenamiento protector específico para los derechos de las mujeres, se encuentra la Convención para Prevenir, Sancionar y Erradicar la Violencia Contra la Mujer “Convención de Belém do Pará” adoptada en 1994 que se ocupa específicamente del tema de la violencia contra las mujeres. En su preámbulo se reconoce que la violencia contra la mujer constituye una violación de los derechos humanos y las libertades fundamentales, la cual limita total o parcialmente a la mujer el reconocimiento, goce y ejercicio de tales derechos y libertades; que la violencia contra la mujer es una ofensa a la dignidad humana y una manifestación de las relaciones de poder históricamente desiguales entre mujeres y hombres. Establece en su artículo 1º que la violencia contra las mujeres es “cualquier acción o conducta, basada en su género, que cause muerte, daño o sufrimiento físico, sexual o psicológico a la mujer, tanto en el ámbito público como en el privado”. Asimismo, destaca las obligaciones que los Estados que han ratificado la Convención, adquieren de acuerdo al artículo 7º para prevenir, sancionar y erradicar la violencia, entre otras; actuar con la debida diligencia para prevenir, investigar y sancionar la violencia contra la mujer y modificar los patrones socioculturales de conducta de hombres y mujeres, para contrarrestar prejuicios y costumbres y todo otro tipo de prácticas que se basen en la premisa de la inferioridad o superioridad de cualquiera de los géneros o en los papeles estereotipados para el hombre y la mujer que legitimizan o exacerban la violencia contra la mujer. 1.2.1 Derecho a vivir libre de violencia Un aspecto que los movimientos feministas han destacado, para hacerlo visible y a la vez justiciable, es la violencia que sufren las mujeres derivada de la desigualdad estructural en que se encuentran y que tiene su manifestación más extrema en la privación de la vida. Ciertamente el derecho fundamental a la vida se encuentra reconocido, no sólo para la mujer sino para cualquier ser humano, siendo condición para el desarrollo de otros derechos fundamentales. Empero para las mujeres (la mitad de la población), este derecho se ve amenazado por la posición en que se coloca a la 15 mujer, es decir en subordinación, afectándose paralelamente su derecho a vivir libre de violencia. Como lo señala el preámbulo de la Convención Belém do Pará, la violencia contra la mujer es “una manifestación de las relaciones de poder históricamente desiguales entre hombres y mujeres” (OEA, 1994). La violencia constituye una cara de la opresión y lo que hace de la violencia un fenómeno de injusticia social, es su carácter sistemático, su existencia como práctica social (Marion, 1990:107). Es sistemática porque se encuentra dirigida a miembros de un grupo por el simple hecho de pertenecer al mismo, como en el caso de las mujeres y una práctica social porque es tolerada por la sociedad. En este sentido los estereotipos de género juegan un papel preponderante al constituir visiones sociales de lo que es ser hombre y ser mujer, causando un impacto diferenciado en detrimento de las mujeres, porque se utilizan para desconocer, anular o limitar sus derechos humanos y para legitimar la subordinación. En la Recomendación Nº 19 de la CEDAW se establece, que las actitudes tradicionales -según las cuales se considera a las mujeres como subordinadas o se les atribuyen funciones estereotipadas- perpetúan la difusión de prácticas que entrañan violencia o coacción, como la violencia y los malos tratos en la familia, los matrimonios forzosos, el asesinato por presentar dotes insuficientes, los ataques con ácido y el corte genital femenino; prejuicios y prácticas que pueden llegar a justificar la violencia contra las mujeres como una forma de protección o dominación. En la Convención de Belém do Pará el derecho de toda mujer a una vida libre de violencia se establece en el artículo 6 y se incluyen dos dimensiones: el derecho a ser libre de toda forma de discriminación y el derecho a ser valorada y educada libre de patrones estereotipados de comportamiento y prácticas sociales y culturales basadas en conceptos de inferioridad o subordinación. La Convención reconoce los diversos tipos de violencia a las que pueden ser sometidas las mujeres en los ámbitos privado y público, señalando responsabilidades específicas al Estado cuando la violencia es perpetrada o tolerada por sus agentes. Contempla además, su vinculación con los diversos derechos humanos de los que son titulares las mujeres, entre estos, el derecho a la vida y prevé las obligaciones que los Estados adquieren al respecto. En este sentido, destaca el deber de actuar con la debida diligencia para prevenir, investigar y sancionar la violencia contra la mujer. La Convención de Belém do Pará fue el primer tratado internacional dentro del Sistema Interamericano 16 que obligó a los Estados a actuar con la debida diligencia; estándar de actuación que adquiere una connotación especial y más estricta en casos de violencia contra las mujeres, y prevé que los Estados al cumplir con sus obligaciones, tomen en cuenta la vulnerabilidad a la que se encuentran expuestas en razón de su raza, etnia, edad, situación migratoria, entre otras condiciones de riesgo (Vázquez, 2012:78). La debida diligencia es un estándar de actuación que califica los deberes específicos del Estado ante las violaciones de derechos humanos, es decir, los Estados están obligados a actuar con la debida diligencia para prevenir, investigar, sancionar y reparar las violaciones de derechos humanos. Entre éstos, investigar graves violaciones a los derechos humanos, como la privación de la vida; es un deber elemental del Estado, que se centra en la conducta de éste, en el contexto de su obligación de encontrar la verdad de los hechos y sancionar a los responsables en forma adecuada. La investigación judicial de graves violaciones de derechos humanos constituye un elemento fundamental para el establecimiento de lo sucedido a las víctimas, el castigo efectivo a los responsables de la misma, la restitución o en su caso la reparación de los derechos de las víctimas, y la identificación de aquellas medidas necesarias para prevenir que hechos como los sucedidos vuelvan a ocurrir; siendo claves para garantizar los derechos a la verdad, la justicia y la reparación (CEJIL, 2010:17). Los estándares sobre derechos humanos de las mujeres han sido desarrollados tanto en el Sistema Universal, que cuenta con una Relatoría Especial sobre la violencia contra la mujer y el Comité de la CEDAW, como en el Sistema Regional por la Comisión Interamericana de Derechos Humanos, que cuenta con una Relatoría Especial sobre los Derechos de las Mujeres y por la Corte Interamericana de Derechos Humanos, en los casos de su competencia. 1.2.2 Derecho de acceso a la justicia En términos generales, puede considerarse el acceso a la justicia como el derecho de acudir a los tribunales para hacer exigibles ciertos derechos. El acceso a la justicia es un derecho humano fundamental en un sistema democrático que tenga por objeto garantizar los derechos de todos por igual (Birgin y Kohen, 2006:15). Por consecuencia, se constituye en la vía idónea para exigir el cumplimiento ante los 17 tribunales de derechos que se estiman han sido violados y requiere para su satisfacción una respuesta judicial efectiva. De esta forma, no basta con reconocer el derecho a través de la legislación, sino que existan realmente garantías para aquellas personas que decidan invocarlo, que se traducen en que las autoridades no sólo se abstengan de obstaculizar el derecho, sino que realicen las acciones convenientes para remover obstáculos y hacerlo efectivo, emitiendo resoluciones socialmente justas. Este derecho puede ser considerado desde tres aspectos diferenciados, aunque complementarios entre sí; en primer lugar llegar al sistema judicial; en segundo lugar lograr un buen servicio de justicia, mediante un pronunciamiento judicial justo en tiempo prudencial y el tercer aspecto, el conocimiento del acceso a la justicia por los ciudadanos como un derecho y la consiguiente obligación del Estado para brindarlo (Birgin y Gherardi, 2011:170). En los ordenamientos internacionales vinculatorios para México, el derecho de acceso a la justicia se encuentra previsto en el Pacto Internacional de Derechos Civiles y Políticos, que en su artículo 14 establece: “ Todas las personas son iguales ante los tribunales y cortes de justicia. Toda persona tendrá derecho a ser oída públicamente y con las debidas garantías por un tribunal competente, independiente e imparcial, establecido por la ley, en la substanciación de cualquier acusación de carácter penal formulada contra ella o para la determinación de sus derechos u obligaciones de carácter civil…”. Por otra parte en la región, la Convención Americana sobre Derechos Humanos, en su artículo 8 relativo a las garantías judiciales, en el punto 1 establece: “Toda persona tiene derecho a ser oída, con las debidas garantías y dentro de un plazo razonable, por un juez o tribunal competente, independiente e imparcial, establecido con anterioridad por la ley, en la substanciación de cualquier acusación penal formulada contra ella, o para la determinación de sus derechos y obligaciones de orden civil, laboral, fiscal o cualquier otro carácter”. Y el diverso 25.1 señala: “Toda persona tiene derecho a un recurso sencillo y rápido o a cualquier otro recurso efectivo ante los jueces o tribunales competentes, que la ampare contra actos que violen sus derechos fundamentales reconocidos por la Constitución, la ley o la presente Convención, aun cuando tal violación sea cometida por personas que actúen en ejercicio de sus funciones oficiales”. 18 El derecho de acceso a la justicia no se colma con su reconocimiento, sino con las garantías de resultados socialmente justos, lo que implica que para las personas titulares no exista discriminación y se convierta en un recurso efectivo en el que se colmen sus expectativas. Al respecto la Corte Interamericana en el caso Cantos vs. Argentina (2002) sostuvo que el artículo 25 de la Convención Americana, establece la obligación positiva del Estado de conceder a todas las personas bajo su jurisdicción un recurso judicial efectivo contra actos violatorios de sus derechos fundamentales, y que no basta con su existencia formal, que debe tener efectividad, “debe brindarse a la persona la posibilidad real de interponer un recurso que sea sencillo y rápido” (párr.52). Existen algunos sectores de la población en situación de vulnerabilidad como las mujeres, que encuentran dificultad para hacer justiciables sus derechos, entre estos, sus derechos a la vida y a vivir libres de violencia, por lo que requieren de medidas especiales para remover los obstáculos materiales que impiden su ejercicio. Respecto al establecimiento de estándares, la Comisión Interamericana ha elaborado el Informe sobre Acceso a la Justicia para las Mujeres Víctimas de Violencia en las Américas (OEA, 2007), en el que se reconoce la situación de las mujeres víctimas de violencia, los obstáculos que éstas enfrentan cuando procuran acceder a una tutela judicial efectiva para remediar los actos de violencia y la obligación que los Estados adquieren con la adopción de los ordenamientos internacionales en la materia de protección de derechos humanos de las mujeres. En este informe la Comisión Interamericana de Derechos Humanos emite una serie de recomendaciones con tres objetivos específicos: 1. El diseño por los Estados de una política estatal integral para garantizar que las víctimas de violencia tengan un acceso adecuado a la justicia; 2. Exhortar a los Estados a crear las condiciones necesarias para que las mujeres puedan usar el sistema de administración de justicia para remediar actos de violencia y reciban un trato digno; y 3. Motivar que los Estados adopten medidas públicas para redefinir las concepciones tradicionales sobre el rol de las mujeres en la sociedad, y promover la erradicación de patrones socioculturales discriminatorios que impiden su acceso pleno a la justicia. 19 Bajo esta perspectiva, se podrá dar efectividad a la justiciabilidad de los derechos de las mujeres, porque se hacen visibles sus necesidades, tanto en el procedimiento para evitar la revictimización, como en la condena para efectos del proceso de reparación del daño, entre otras. 1.2.3 La Corte Interamericana de Derechos Humanos La Corte Interamericana de Derechos Humanos ha realizado una labor importante para el desarrollo de los derechos humanos, contribuyendo con su jurisprudencia a la lucha contra la impunidad. En su función contenciosa, la Corte no tuvo pronunciamientos de “género” hasta el año 2006, con el caso del Penal Miguel Castro Castro vs. Perú, en donde incluso la Corte en aceptación de su competencia aplicó en forma directa la Convención de Belém do Pará como norma infringida2. En lo que interesa, la Corte destacó la existencia de violencia contra las mujeres internas con efectos distintos por su género, manifestándose como violencia sexual, que estimó como actos de tortura (párr. 312). Este acercamiento denota un análisis que toma en consideración las concepciones de género y trasciende la perspectiva de igualdad formal, al analizar el contexto, para atender la realidad y las necesidades particulares de las mujeres. Posteriormente el 16 de noviembre de 2009, la Corte Interamericana de Derechos Humanos dictó sentencia en el caso González y otras vs. México, por la que determinó que el Estado Mexicano violó diversos derechos humanos contemplados en la Convención Americana sobre Derechos Humanos e incumplió con obligaciones contenidas en este ordenamiento y en la Convención Belém do Pará. Este caso está relacionado con la desaparición y muerte de tres mujeres: Laura Berenice Monárrez de 17 años de edad, que desapareció el 25 de septiembre de 2001, Claudia Ivette González de 20 años de edad, que desapareció el 10 de octubre de 2001 y Esmeralda Herrera Monreal de 15 años, que desapareció el 29 de 2 El caso se vincula con un operativo que se ejecutó entre el 6 y 9 de mayo de 1992, para el supuesto traslado de internas del Penal Miguel Castro Castro a la cárcel de máxima seguridad conocida como Santa Mónica, determinándose por la Corte que el operativo en realidad fue diseñado para atentar contra la vida y la integridad de los prisioneros, que se encontraban acusados o sentenciados por delitos de terrorismo y traición a la patria. 20 octubre de 2001; los cuerpos de las tres mujeres fueron encontrados el 6 de noviembre de 2001 en un campo algodonero, en Ciudad Juárez Chihuahua. La Corte determinó que las tres mujeres fueron víctimas de violencia de género según la Convención Americana y la Convención Belém do Pará, considerando “… que los homicidios de las víctimas fueron por razones de género y están enmarcados dentro de un reconocido contexto de violencia contra la mujer en Ciudad Juárez” (párr. 231). Respecto a este contexto la Corte analizó el fenómeno de los homicidios en la Ciudad, derivado de los diversos informes que se emitieron al respecto, las investigaciones y sus irregularidades, entre otros, concluyendo que: …desde 1993 existe en Ciudad Juárez un aumento de homicidios de mujeres, es preocupante el hecho de que algunos de estos crímenes parecen presentar altos grados de violencia, incluyendo sexual, y que en general han sido influenciados tal como lo acepta el Estado, por una cultura de discriminación contra la mujer, la cual, según diversas fuentes probatorias, ha incidido tanto en los motivos como en la modalidad de los crímenes, así como en la respuesta de las autoridades frente a éstos. En este sentido, cabe destacar las respuestas ineficientes y las actitudes indiferentes documentadas en cuanto a la investigación de dichos crímenes, que parecen haber permitido que se haya perpetuado la violencia contra la mujer en Ciudad Juárez (párr. 164). Esta sentencia constituye un aporte importante para definir el alcance y contenido de la obligación de los Estados de actuar con la debida diligencia en los casos de violencia contra las mujeres, especialmente cuando son perpetrados por particulares, no sólo en cuanto a la investigación y sanción, sino respecto a la prevención. Al respecto la Corte puntualizó que los Estados deben adoptar medidas integrales para cumplir con la debida diligencia en casos de violencia contra las mujeres, en particular contar con un marco jurídico de protección, que el mismo se aplique efectivamente y que haya políticas de prevención y prácticas que permitan actuar de una manera eficaz ante las denuncias; prevenir los factores de riesgo y a la vez fortalecer las instituciones para que puedan proporcionar una respuesta efectiva a los casos de violencia contra la mujer; y adoptar medidas preventivas en casos específicos en los que es evidente que determinadas mujeres y niñas puedan ser víctimas de violencia. Asimismo precisó que los Estados además de las obligaciones 21 genéricas contenidas en la Convención Americana, tienen una obligación reforzada a partir de la Convención de Belém do Pará (párr. 258). Respecto a la obligación de investigar eficazmente, la Corte determinó que tiene alcances adicionales cuando se trata de una mujer que sufre una muerte, maltrato o afectación a su libertad personal en el marco de un contexto general de violencia contra las mujeres (párr. 293). Por otra parte, la Corte destacó que la indiferencia estatal frente a las denuncias por violencia de género reproduce la violencia que se pretende atacar y constituye discriminación en el acceso a la justicia. Además, que la impunidad de los delitos cometidos envía un mensaje de que la violencia contra la mujer es tolerada, lo que favorece su perpetuación y la aceptación social del fenómeno, el sentimiento y la sensación de inseguridad en las mujeres, así como una persistente desconfianza de éstas en el sistema de administración de justicia (párr. 400). Asimismo, que la creación de estereotipos se convierte en una de las causas y consecuencias de la violencia de género contra la mujer (párr. 401). Finalmente y no de menor importancia resulta que la Corte se haya pronunciado por primera vez, en la reparación a las víctimas con una vocación transformadora en un contexto de discriminación estructural, de tal forma que las reparaciones tengan un efecto no sólo restitutivo sino además correctivo (párr. 258). La sentencia constituye un aporte importante porque reivindicó a las tres víctimas de los hechos de violencia, amplió estándares internacionales respecto a la debida diligencia, dio mayor contenido a la sanción de reparación del daño y como cuestión fundamental difundió los hechos con el objetivo de prevenir su repetición. Con ello se logró que el tema de violencia contra las mujeres se incluyera en las agendas de gobierno de varios países del planeta y se tomaran algunas medidas que, aunque insuficientes todavía, son útiles para enfrentar este grave problema. La jurisprudencia de la Corte, es un medio limitado pero eficiente para enfrentar una realidad que refleja con crudeza la violación de los derechos humanos, en especial de ciertos sectores que por alguna circunstancia resultan vulnerables, como en el caso de las mujeres. La evolución de la jurisprudencia de la Corte se refleja en su interés por avanzar de razonamientos puramente normativos a constataciones empíricas sobre la mejor forma de impulsar la justicia, generando mejores estrategias para entender la realidad y corolariamente buscando la protección y garantía de los hechos humanos. A través de una jurisprudencia evolutiva y 22 penetrante que procura atender -como es característico en el espacio judicial interamericano- no sólo las expresiones individuales más evidentes del problema, sino las raíces o fuentes de la violencia, esto es, los datos estructurales, arraigados y expuestos en antiguos patrones (García, 2013:242). En materia de homicidios por razones de género, la posición de la Corte en el caso, genera estándares útiles para exigir al Estado mexicano, el cumplimiento de sus obligaciones internacionales y constitucionales adquiridas en materia de violencia contra las mujeres, en el particular respecto a la protección de los derechos de las mujeres a la vida y a vivir libres de violencia. 1.3 El feminicidio El término feminicidio fue utilizado por primera vez por Diana Rusell cuando testificó sobre un crimen en el Tribunal Internacional de Crímenes contra Mujeres en Bruselas en 1976. En 1990, Rusell y Jane Capuli, lo definieron como “el asesinato de mujeres realizado por hombres motivado por odio, desprecio, placer o un sentido de propiedad de las mujeres”. En 1992, Rusell y Radford, lo conceptualizaron como “el asesinato misógino de mujeres por hombres” (Rusell, 2006:77). Ampliando este concepto a todas las formas de asesinato sexista al precisar que el feminicidio “es el asesinato de mujeres por hombres por ser mujeres” (Rusell, 2006:76). De esta manera el feminicidio se manifiesta como la violencia más extrema contra las mujeres, pues las priva de la vida. La indiferencia estatal en el tema relega a las mujeres y manda un mensaje claro que las agresiones hacia ellas son asuntos de menor importancia. En palabras de Rusell: “El feminicidio se encuentra en el extremo de un continuo de aterrorizamiento sexista a mujeres y jovencitas. Violación, tortura, mutilación, esclavitud sexual, abuso sexual infantil incestuoso y extrafamiliar, maltrato físico y emocional, y casos serios de acoso sexual se encuentra también en este continuo. Siempre que estas formas de terrorismo sexual desembocan en la muerte, se convierten en feminicidios” (2006:58). Este vocablo, a su vez, representa la resistencia que mediante luchas contra la discriminación, han desplegado diversas organizaciones de derechos humanos. El fenómeno se encuentra vinculado a las relaciones de inequidad y exclusión que vivimos las mujeres en sociedad, manifestándose entre otros, en el contexto de la 23 violencia sexista. El feminicidio es una manifestación histórica, de orden social, que ocurre para perpetuar el poder masculino en las sociedades patriarcales (Figaredo, 2013:194). En el caso de Latinoamérica, Lemaitre destaca que se está ante un fenómeno que tiene al menos tres dimensiones novedosas para el derecho; la primera es la motivación de los asesinatos, la segunda es el clima de zozobra e impunidad y la tercera es la desidia, negligencia y en ocasiones evidente mala fe de las autoridades encargadas de investigar los delitos. Ante tal situación el movimiento feminista trabaja en dos frentes legales, por una parte en la creación de un nuevo delito que defina tanto la motivación del odio hacia las mujeres, como la impunidad en que se desarrolla éste; y por la otra, en denunciar al Estado por violar sus obligaciones de proteger y garantizar la vigencia de los derechos humanos, en especial el derecho a la vida y al acceso a una adecuada administración de justicia (2008:557). Respecto al segundo ámbito, existe consenso en la academia y juristas en general de los deberes que tiene el Estado en protección de los derechos humanos, lo que no acontece con la conveniencia de enmarcar este fenómeno que afecta a las mujeres en el Derecho Penal, a pesar de materializarse bajo la idea de que la violencia contra las mujeres es una violación a derechos humanos. De esta manera, existen posiciones divergentes en este sentido. Para México, indudablemente Ciudad Juárez fue un caso paradigmático que además de llamar la atención internacional por la violencia extrema contra la mujer, contribuyó a la agenda del feminicidio, sirviendo como marco político y social de análisis de la violencia contra las mujeres. Ello a pesar de que la Corte Interamericana de Derechos Humanos no hizo pronunciamiento expreso de tipificar como delito el feminicidio, al señalar únicamente que utilizaría la expresión de “homicidio de mujer por razones de género” también conocido como feminicidio (párr. 143). Lo que si aconteció con la CEDAW, que con motivo de la revisión del sexto informe periódico de México y la visita efectuada al país por dicho Comité, emitió una serie de observaciones finales. En ellas se instó al Estado mexicano a acelerar la aprobación de la enmienda del Código Penal para tipificar el feminicidio como delito (2006, párr. 596). De esta manera, el delito de feminicidio se propone como un mecanismo que garantice a la mujer el acceso a la justicia, derecho fundamental reconocido en el 24 ámbito internacional y nacional. Así, convergen el derecho de las mujeres a la vida y a vivir libre de violencia, con el derecho de hacer justiciables estos ante los Tribunales competentes. Por lo tanto, se requiere de una respuesta judicial efectiva de protección frente a actos de violencia, que no se limita a abstenerse de obstaculizar el derecho, sino a adoptar las medidas necesarias para su real ejercicio. Se requiere de un acceso a la justicia tanto de jure como de facto. 1.3.1 Incursión en el Derecho Penal Uno de los frentes legales en que ha trabajado el movimiento feminista es la creación de un nuevo delito género específico que defina tanto la motivación de odio hacia las mujeres, como la impunidad en que se desarrolla éste. Al respecto de la conveniencia de ubicar el feminicidio en el ámbito penal, existen posiciones encontradas en la Academia. En cuanto a la primera posición, de acuerdo a Lemaitre, para la criminología crítica, el uso del Derecho Penal es un error monumental del feminismo, “un movimiento emancipatorio como éste no se debería aliar con el Estado en el ejercicio del poder punitivo, un papel que, por su estructura, no se puede ejercer sino en forma selectiva y necesariamente discriminatoria” (2008:554). Sin embargo, propone no rechazar de plano la forma legal sino ponerla en un contexto amplio de activismo, en el que se ponderen no sólo los resultados, sino las dificultades que se han presentado en su aplicación (2008:555). Por su parte Polaino-Orts reconoce que la violencia cometida contra las mujeres es uno de los signos de identidad de las sociedades modernas, cortado con patrones clásicos, pero que yerran los legisladores al querer conceder un estatus especial a la criminalidad contra las mujeres, trato desigual que ni les beneficia ni les conviene; que la dignidad de la mujer podrá alcanzarse sin desigualdades jurídicas ni proteccionismos paternalistas (2012:107). Ugaz Heudebert, al analizar la tipificación del feminicidio en Perú; bajo la teoría del funcionalismo, establece que la única posibilidad para que exista éste, es porque sea de carácter pluriofensivo, esto es, que se defrauden varias expectativas, no sólo la contenida en la prohibición de matar a otro. Para ello el legislador debió haber incluido elementos relativos a la violencia de género y no sólo hacer referencia a la relación entre los sujetos (2012:152). 25 Toledo Vásquez aunque se inclina por la tipificación del feminicidio, no soslaya sus riesgos, en el plano simbólico y político, de que las leyes refuercen una esencialización biologicista de la calidad de la mujer, que afecte derechos de otras personas; la resistencia de académicos y juristas bajo la visión de igualdad formal; y su contribución en la erradicación del fenómeno en cada país (2009:147). Vázquez Camacho destaca que crear un tipo penal que sancione el feminicidio podría tener más efectos negativos que positivos, tanto por razones normativas, prudenciales e instrumentales, como por el hecho de que existen otras opciones que parecen idóneas y menos lesivas respecto a los derechos del acusado. De esta manera, se pronuncia por agravar la pena de determinados delitos cuando concurran diversas presunciones legales que permitan al juez concluir que éstos fueron cometidos por razones de género (2012:110). Por otra parte, existe quienes destacan las ventajas de tipificar el feminicidio al señalar, que hace visible este tipo de crímenes, facilita su registro y seguimiento de casos y proporciona información fidedigna, que a su vez contribuye a la reducción de la impunidad y prevención de la violencia. Y que “es posible sostener que bastan los criterios generales de la igualdad sustancial para brindar fundamento suficiente a la adaptación de normas penales género-especificas” (Toledo, 2009:14). En este sentido, se reconoce que cualquier tipo de discriminación, generada por cualquier causa, debe ser perseguida y sancionada, incluida en materia penal, proponiéndose la existencia del bien jurídico de libre desarrollo de la personalidad, que junto con la vida es el bien jurídico más importante para el Estado Constitucional (Ontiveros, 2006:155). Además se destaca que la situación de violencia socialmente practicada y no sancionada constituye en sí misma una violación del principio de no discriminación previsto en ordenamientos internacionales, por consecuencia los Estados deben tipificar en sus códigos penales el feminicidio e incluso puede regularse a nivel internacional (Mariño, 2013:116). Por otro lado, en su tipificación se propone incorporar el móvil discriminatorio como agravante, contribuyendo a la graduación del injusto penal, que reduce la impunidad porque de no actualizarse ésta, subsiste en delito simple. De esta forma se destaca que “mediante la intervención penal se fortalece la idea de que nos encontramos frente a bienes jurídicos dignos de protección penal, de que tales conductas son de enorme gravedad y que el sistema penal pretende dar respuesta a 26 este fenómeno de la criminalidad que esconde tras de sí prejuicios discriminatorios” (Mendoza, 2010:60). Finalmente se señala que la existencia de tipos penales género-específicos constituye “una estrategia de resistencia jurídica” porque confronta la universalidad de la ley con la singularidad de lo que nombra, es decir, con la realidad de los asesinatos continuos de mujeres (Enríquez, 2010:69). El debate en la academia entre tipificar o no el feminicidio como delito, indudablemente seguirá dándose. Sin embargo para los Estados que se han comprometido internacionalmente con los derechos humanos de las mujeres, particularmente en materia de violencia de género, constituye una obligación ineludible de enmarcar la muerte de una mujer por razones de género en el ámbito penal, porque la violación al bien jurídico relativo a la vida, justifica la intervención punitiva del Estado, y la distinción específica de género, se sustenta en la búsqueda de una igualdad sustancial para las mujeres. 1.3.2 Presencia en América Latina Actualmente en algunos países de América Latina se ha tipificado la muerte de mujeres bajo determinadas circunstancias, denominándolo femicidio o feminicidio, y aunque en ambos casos se introduce el concepto para vincularlo con la muerte de una mujer, su diferencia en los diversos países más que de denominación, es tanto de forma, de acuerdo a su integración a la legislación; como sustancial, respecto a las circunstancias que prevé para la concurrencia del ilícito. Chile, Costa Rica, Guatemala y Nicaragua, lo denominan femicidio y El Salvador, México y Perú, como feminicidio. Respecto a su origen, la legislación que prevé el femicidio o feminicidio, tiene su fundamento en diversas circunstancias, entre las que destacan: la obligación de los Estados de adecuar su legislación a los instrumentos internacionales, el incremento de los casos de muertes de mujeres, la excesiva crueldad con que tales hechos se producen, la ausencia de tipos penales especiales para describir adecuadamente el asesinato de mujeres basado en razones de odio, desprecio, y en todo caso como resultado de las relaciones asimétricas de poder entre hombres y mujeres y; los altos índices de impunidad (Garita, 2012:17). 27 En el caso de Chile y Perú, la figura fue introducida en el Código Penal en el apartado que regula el parricidio y en el caso de México quedó inmerso en el Código Penal como un tipo penal independiente. El artículo 390 del Código Penal de Chile establece: El que, conociendo las relaciones que lo ligan, mate a su padre, madre o hijo, sean legítimos o ilegítimos, a cualquier otro de sus ascendientes o descendientes legítimos o a quien es o ha sido su cónyuge o conviviente, será castigado como parricida, con la pena de presidio mayor en su grado máximo a presidio perpetuo calificado. Si la víctima del delito descrito en el inciso precedente es o ha sido la cónyuge o la conviviente de su autor, el delito tendrá el nombre de feminicidio. Por su parte en Perú el Código Penal precisa, en su artículo 107: El que a sabiendas, mata a su ascendiente, descendiente, natural o adoptivo, o a quien es o ha sido su cónyuge, su conviviente o con quien esté sosteniendo o haya sostenido una relación análoga será reprimido con pena privativa de libertad no menor de quince años. La pena privativa de libertad será no menor de veinticinco años, cuando concurran cualquiera de las circunstancias agravantes previstas en los numerales 1, 2, 3 y 4 del artículo 108. Si la víctima del delito descrito es o ha sido cónyuge o la conviviente del autor, o estuvo ligada a él por una relación análoga el delito tendrá el nombre de feminicidio. En México todos los Estados de la República, bajo diversas formas han tipificado el delito de feminicidio y el Código Penal Federal, señala en el artículo 325: Comete el delito de feminicidio quien prive de la vida a una mujer por razones de género. Se considerara que existen razones de género cuando concurra alguna de las siguientes circunstancias: I. II. La víctima presente signos de violencia sexual de cualquier tipo; A la víctima se le hayan inflingido lesiones o mutilaciones infamantes o degradantes, previas o posteriores a la privación de la vida o actos de necrofilia; III. Existan antecedentes o datos de cualquier tipo de violencia en el ámbito familiar, laboral o escolar, del sujeto activo en contra de la víctima; 28 IV. Haya existido entre el activo y la víctima una relación sentimental, afectiva o de confianza; V. Existan datos que establezcan que hubo amenazas relacionadas con el hecho delictuoso, acoso o lesiones del sujeto activo en contra de la víctima; VI. La víctima haya sido incomunicada, cualquiera que sea el tiempo previo a la privación de la vida; VII. El cuerpo de la víctima sea expuesto o exhibido en un lugar público. A quien cometa el delito de feminicidio se le impondrá de cuarenta a sesenta años de prisión y de quinientos a mil días multa. Por otra parte, Costa Rica prevé el ilícito en una ley especial; El Salvador, Guatemala y Nicaragua aunque también lo contemplen en leyes especiales, éstas son más integrales. La Ley de Penalización de la Violencia contra las Mujeres Nº 8589 de Costa Rica, establece en su artículo 21 respecto al femicidio: “Se le impondrá pena de prisión de veinte a treinta y cinco años a quien dé muerte a una mujer con la que mantenga una relación de matrimonio, en unión de hecho declarada o no”. Por su parte El Salvador en la Ley Especial Integral para una Vida Libre de Violencia para las Mujeres, en su artículo 45 respecto al feminicidio señala: Quien le causare la muerte a una mujer mediando motivos de odio o menosprecio por su condición de mujer, será sancionado con pena de prisión de veinte a treinta y cinco años. Se considera que existe odio o menosprecio a la condición de mujer cuando ocurra cualquiera de las siguientes circunstancias: a) Que a la muerte le haya precedido algún incidente de violencia cometido contra la mujer, independientemente que el hecho haya sido denunciado o no por la víctima. b) Que el autor se hubiera aprovechado de cualquier condición de riesgo o vulnerabilidad física o psíquica en que se encontraba la mujer víctima. c) Que el autor se hubiera aprovechado de la superioridad que le generaban las relaciones desiguales de poder basadas en el género. d) Que previo a la muerte de la mujer el autor hubiere cometido contra ella cualquier conducta calificada como delito contra la libertad sexual. e) Muerte precedida por causa de mutilación. En el caso de Guatemala se encuentra regulado en la Ley contra el Femicidio y otras Formas de Violencia contra la Mujer. Precisando en su artículo 6: 29 Comete el delito de femicidio quien, en el marco de las relaciones de poder entre hombres y mujeres, diere muerte a una mujer, por su condición de mujer, valiéndose de determinadas circunstancias: a. Haber pretendido infructuosamente establecer o restablecer una relación de pareja o intimidad con la víctima. b. b. Mantener, en la época en que se perpetre el hecho, o haber mantenido con la víctima relaciones familiares, conyugales, de convivencia, de intimidad o noviazgo, amistad, compañerismo o relación laboral. c. Como resultado de la reiterada manifestación de violencia en contra de la víctima. d. Como resultado de grupos rituales usando o no armas de cualquier tipo. e. En menosprecio del cuerpo de la víctima para satisfacción de instintos sexuales, o cometiendo actos de mutilación genital o cualquier otro tipo de mutilación. f. Por misoginia. g. Cuando el hecho se cometa en presencia de las hijas o hijos de la víctima. h. Concurriendo cualquiera de las circunstancias de calificación contempladas en el artículo 132 del Código Penal. La persona responsable de este delito será sancionada con pena de prisión de veinticinco a cincuenta años, y no podrá concedérsele la reducción de la pena por ningún motivo. Las personas procesadas por la comisión de este delito no podrán gozar de ninguna medida sustitutiva. Nicaragua en la ley Nº 779, Ley Integral Contra la Violencia Hacia las Mujeres y de Reformas a la Ley Nº 641, “Código Penal”, en los delitos de violencia contra las mujeres y sus penas, establece en su artículo 9: Comete el delito de femicidio el hombre que, en el marco de las relaciones desiguales de poder entre hombres y mujeres, diere muerte a una mujer ya sea en el ámbito público o privado, en cualquiera de las siguientes circunstancias: a) Haber pretendido infructuosamente establecer o restablecer una relación de pareja o de intimidad con la víctima; b) Mantener en la época en que se perpetre el hecho, o haber mantenido con la víctima, relaciones familiares, conyugales, de convivencia, de intimidad o noviazgo, amistad, compañerismo, relación laboral, educativa o tutela; c) Como resultado de la reiterada manifestación de violencia en contra de la víctima; d) Como resultado de ritos grupales, de pandillas, usando o no armas de cualquier tipo; 30 e) Por el menosprecio del cuerpo de la víctima para satisfacción de instintos sexuales, o la comisión de actos de mutilación genital o cualquier otro tipo de mutilación; f) Por misoginia; g) Cuando el hecho se cometa en presencia de las hijas o hijos de la víctima; h) Cuando concurra cualquiera de las circunstancias de calificación contempladas en el delito de asesinato en el Código Penal. Cuando el hecho se diera en el ámbito público la pena será de quince a veinte años de prisión. Si ocurre en el ámbito privado la pena será de veinte a veinticinco años de prisión. En ambos casos si concurriera dos o más circunstancias mencionadas en los incisos anteriores se aplicará la pena máxima. Las penas establecidas en el numeral anterior serán aumentadas en un tercio cuando concurra cualquiera de las circunstancias del asesinato, hasta un máximo de treinta años de prisión. Las posturas de estos países pueden representarse de la siguiente manera: Tabla Nº 1. El feminicidio en América Latina PAÍS Chile REGULACIÓN Código Penal MODALIDAD Parricidio Perú Código penal Parricidio México Código penal Costa Rica Código penal Razones de género Relaciones de matrimonio o en unión de hecho El Salvador Guatemala Nicaragua Ley especial integral para una vida libre de violencia para las mujeres Ley contra el feminicidio y otras formas de violencia contra la mujer Ley integral contra la violencia contra las mujeres Motivos de odio o menosprecio Marco de relaciones de poder Marco de relaciones desiguales de poder Fuente: Elaboración propia. De lo anterior se advierte que la regulación legal del femicidio/feminicidio por parte de diversos países de América Latina, ha adoptado varios matices, derivado posiblemente de las razones que llevaron a su tipificación; rasgos determinantes que influyen en su conformación típica, en cuanto a sus elementos e incluso al tipo de sanciones. Las legislaciones más completas, son aquellas que se encuentran inmersas 31 en leyes integrales, como en el caso de El Salvador y Nicaragua, en donde se prevé todo una serie de estrategias vinculadas con política criminal con perspectiva de género, lo que puede observarse desde el establecimiento de los principios rectores, que facilitan la interpretación del tipo penal de feminicidio. Por otra parte no puede soslayarse que, a pesar de que otros países de América Latina no utilicen expresamente el término de femicidio o feminicidio, si prevén la muerte de una mujer, fundamentalmente como agravante, tal es el caso de Colombia, Brasil y Venezuela. Sin embargo la calificación del sujeto pasivo como mujer, carente de elementos de violencia de género, no justifica una norma penal de esta naturaleza. Respecto a la tipificación del feminicidio, adoptado por diversos países en América Latina, los diversos Comités de Derechos Humanos, en sus Observaciones han reconocido los esfuerzos realizados por los Estados en materia de violencia contra las mujeres, aunque no se han pronunciado respecto a su conformación típica. 32 CAPÍTULO 2 EL FEMINICIDIO EN MÉXICO Y LOS ESTÁNDARES INTERNACIONALES DE DERECHOS HUMANOS Expuesto el marco teórico que contextualiza al homicidio cometido con violencia de género o feminicidio, se analiza su presencia fáctica y legal en México. Previo a examinar su tipificación en las diversas legislaciones de los Estados y la Federación, con la finalidad de determinar los aspectos que deben considerarse para una adecuada construcción de los tipos penales, se atiende a aspectos que inciden directamente en el principio de legalidad, en la relevancia del bien jurídico tutelado y la conformación típica de acuerdo a sus elementos objetivos, subjetivos y normativos. Propuestas estas herramientas, se ponderan las diversas conformaciones típicas que el homicidio por razones de género ha adoptado, para finalmente destacarse los diversos pronunciamientos realizados por los organismos internacionales, en los sistemas universal y regional, en materia de violencia contra la mujer, que constituyen los estándares a aplicar para la adecuada conformación típica del feminicidio. 2.1 El feminicidio en México La violencia contra la mujer ha sido considerada como un problema de derechos humanos, al tener su fundamento en la desigualdad estructural en que se encuentra ésta y afectar gravemente derechos esenciales que le impiden tener una vida digna. La realidad del país refleja que nos encontramos inmersos en una ola de violencia que parece no terminar y que afecta a toda la comunidad, pero su impacto adquiere mayores dimensiones cuando la víctima es una mujer, al existir desigualdad en la distribución del poder y relaciones asimétricas entre el hombre y la mujer, derivados de estereotipos de género que desprecian lo femenino, y que determinan su vulnerabilidad. Al respecto en las “estadísticas a propósito del día internacional de la no violencia”, el Instituto Nacional de Estadística y Geografía, destacó que en 2013, seis de cada diez personas a nivel nacional identifican la inseguridad como su 33 principal preocupación; las mujeres se sienten más inseguras que los hombres, desde cualquiera de los ámbitos geográficos en los que transcurre su vida como su colonia o localidad (46.7%), su municipio (65.6%), y su entidad (74.7%), (INEGI, 2013). La violencia generalizada es caldo de cultivo para todo tipo de violaciones de derechos humanos, además de ser también expresión de falta de civilidad, democracia y de la debilidad del estado de derecho, por ello resultan más víctimizados los sujetos que por su posición en la estructura y las jerarquías sociales, están más expuestos a todo tipo de violaciones, como las mujeres (CESF, 2010:115). La violencia contra las mujeres se manifiesta en los diversos ámbitos de su vida. El familiar sigue siendo el principal, al ser la pareja quien basada en tradiciones patriarcales pretende ejercer el mayor control sobre las mujeres. Sin embargo al incorporarse ésta más ampliamente a la vida laboral, la violencia ha encontrado nuevas formas de manifestación, como el acoso u hostigamiento sexual, las que invariablemente están vinculadas a la carencia de poder en que se encuentra ésta. Al respecto el INEGI en las “Estadísticas a propósito del día internacional de la eliminación de la violencia contra la mujer”, precisó que una cuarta parte del total de las mujeres asalariadas (26.3%), que trabajaron durante 2010, enfrentaron actos de discriminación laboral, por parte de sus empleadores (2013). Prevenir y erradicar la violencia contra las mujeres, debe ser una tarea permanente del Estado mexicano. Su obligación deriva de los compromisos adquiridos internacionalmente en materia de derechos humanos, que ahora han sido colocados en el espacio constitucional, con motivo de las reformas a la Ley Suprema del país, de junio del año 2011, las que han permitido su expansión en el ámbito jurídico nacional. La fuerza de los organismos y tratados internacionales contribuye de singular manera a que los Estados tomen medidas para hacer efectivos los derechos humanos de las personas. México se vio constreñido actuar, al ser exhibido públicamente por su inacción con motivo de los hechos acontecidos en Ciudad Juárez, que revelaron la violencia más extrema de la que eran objeto las mujeres de esa entidad, como se vio en el capítulo anterior. En consecuencia incluyó, en su agenda pública, legislar en materia de violencia contra las mujeres bajo una perspectiva de género, surgiendo así la Ley General de Acceso de las Mujeres a una Vida Libre de Violencia. En dicha Ley se destacan los principios rectores para orientar las políticas públicas, para proteger y 34 garantizar los derechos de las mujeres a vivir libres de violencia, bajo un enfoque interinstitucional. Esta Ley en donde se reconoció la violencia feminicida, como la forma más extrema de la violencia contra las mujeres al privarla de la vida, junto con la recomendación de mecanismos internacionales para legislar en materia penal el feminicidio, originó que diversos Estados del país y la propia Federación, regularan la privación de la vida por razones de género en sus respectivos ordenamientos penales. La regulación penal del fenómeno en México se propone como un canal que contribuya a la realización de los derechos de las mujeres a la vida y a vivir libres de violencia, permitiendo hacerlos justiciables ante los Tribunales, a la vez que el Estado manda un mensaje claro de que este tipo de conductas no pueden ser toleradas. Para su eficacia se requiere, entre otras cuestiones, de una ley clara y precisa, que atienda a la desigualdad como generadora de violencia, la que acompañada de una adecuada operatividad judicial, contribuya a cambiar pautas y costumbres, porque el sexismo no es sólo una cuestión cultural, es además un sistema de estructuras de poder plenamente establecidas. 2.1.1 La violencia feminicida De acuerdo al Informe de la Relatoría Especial de Naciones Unidas sobre la Violencia contra la Mujer, sus causas y consecuencias, misión México; en encuesta nacional llevada a cabo en 2003, una de cada cuatro mujeres ha sido objeto de violencia física una vez en su vida y una de cada seis ha sufrido actos de violencia sexual; la violencia doméstica se destaca como el tipo de violencia que más frecuentemente enfrentan las mujeres. Sólo el 3,6 % de las víctimas de violencia señaló que el agresor le era desconocido, el resto había sido víctima de actos de violencia perpetrados exclusivamente por su pareja o algún familiar. En el informe se sostiene que los altos niveles de violencia contra la mujer en México son al mismo tiempo consecuencia y síntoma de la generalización de la discriminación y la desigualdad por motivos de género (ONU, 2006). Por su parte la Comisión Especial para Conocer y dar Seguimiento de los Feminicidios (CESF), destacó que en México entre 1985 y 2010 el acumulado de 35 defunciones femeninas con presunción de homicidio fue de 36,606, que en el año 2010 se registraron 2,335 defunciones femeninas, equivalente a 6.4 al día. También señaló que a diferencia de las tasas de defunciones femeninas con presunción de homicidio, las masculinas tienen una mayor elasticidad, ya que responden a los cambios en los factores a los que están asociadas, ya sean estos positivos, como una mayor reducción no violenta de conflictos o bien negativos como el incremento en la actividad del crimen organizado y la mayor disponibilidad de armas de fuego. La menor elasticidad de las tasas femeninas refleja el carácter estructural de la violencia contra las mujeres, de un núcleo duro que requiere más y mejores acciones para su combate (2010). Esta situación de violencia extrema contra las mujeres en el país, en fechas recientes no ha cambiado. Al respecto, en las “Estadísticas a Propósito del Día Internacional de la Eliminación de la Violencia contra la Mujer” el Instituto Nacional de Estadística y Geografía, señaló lo siguiente: - 63 de cada 100 mujeres de 15 años y más han padecido algún incidente de violencia, ya sea por parte de su pareja o de cualquier otra u otras personas; - 47 de cada 100 mujeres de 15 años y más que han tenido al menos una relación de pareja o matrimonio o noviazgo, han sido agredidas por su actual o última pareja a lo largo de su relación; - 85% de las mujeres que enfrentaron violencia física y/o sexual infligida por su pareja, fue violencia grave y muy grave, alcanzando a 5.1 millones de mujeres de 15 años y más, actual o anteriormente unidas. - Las tasas de homicidios de mujeres, que se encuentran por encima de la media nacional (4.6 por cada cien mil mujeres), se registran en Baja California (6.0), Chihuahua (22.7), Durango (6.9), Guerrero (10.4), Morelos (4.7), Nayarit (9.7), Nuevo León (9.5), Sinaloa (7.9) y Tamaulipas (4.6)”, (INEGI, 2013). El mismo instituto revela de acuerdo a las estadísticas de defunciones por homicidio de mujeres, que éstas tuvieron un aumento constante en la década pasada; en el año 2000 se registró un total de 1,284, mientras que para el año 2010 se registró un total de 2,418, alcanzando para el año 2012 un total de 2,764 defunciones (INEGI, 2014). Observándose con ello que la violencia más extrema contra la mujer no sólo sigue presente en el país, sino que se ha incrementado, y que sus diversas formas de 36 manifestación, reflejan que atiende a factores de discriminación y desigualdad por motivos de género. A pesar de que actualmente todos los Estados de la República Mexicana han incluido como delito el homicidio por razones de género o feminicidio, no existe una estadística oficial que informe con exactitud el número de delitos que se han presentado hasta la fecha en la procuración y administración de justicia. Lo anterior sin soslayar que el INEGI, de acuerdo a las estadísticas judiciales en materia penal, da cuenta de los primeros casos de feminicidio que fueron juzgados en el país y que ocurrieron 8 en 2011 y 7 en 2012, registrados todos en el año 2012, (INEGI, 2014); cifras que por sí mismas no reflejan la realidad del país en esta materia, si consideramos las tasas de defunciones. Diversas organizaciones civiles se han pronunciado enérgicamente ante el número alarmante de muertes violentas de mujeres, solicitando incluso en algunas entidades, como en el Estado de México, la declaratoria de alerta de violencia de género, sin que hayan obtenido respuesta favorable al respecto. Lo anterior, al igual que la falta de un seguimiento estadístico puntal de los casos de homicidios por razones de género, revela la falta de un verdadero compromiso del Estado con los derechos humanos de las mujeres. 2.1.2 Ley General de Acceso de las Mujeres a una Vida Libre de Violencia La Ley General de Acceso de las Mujeres a una Vida Libre de Violencia quedó aprobada por los integrantes del Senado de la República en diciembre del año 2006, siendo publicada en el Diario Oficial de la Federación el 1º de febrero de 2007. Los motivos que llevaron a la creación de la Ley, de acuerdo a su exposición, fueron la necesidad de impulsar reformas jurídicas que permitieran a las mujeres el goce efectivo de sus derechos fundamentales, reconociendo que la violencia que sufren es generada por la relaciones de poder desiguales entre los géneros, que se manifiestan en los diversos ámbitos de su vida. Proponiéndose una ley con perspectiva de género, que además de cumplir con los tratados internacionales que México ha suscrito, entre los que destacan la CEDAW y la Convención Belém do Pará, establezca las condiciones para brindar seguridad a todas las mujeres del país. De acuerdo a su contenido, uno de los objetivos de la Ley consiste en 37 establecer la coordinación entre la Federación, las entidades federativas y los municipios para prevenir, sancionar y erradicar la violencia contra las mujeres (artículo 1º). Para el logro de esta finalidad, se crea el Sistema Nacional para Prevenir, Atender, Sancionar y Erradicar la Violencia contra las Mujeres, el cual se integrará por los titulares de la Secretaría de Gobernación, la Secretaría de Desarrollo Social, la Secretaría de Seguridad Pública, la Procuraduría General de la República, la Secretaría de Educación Pública, la Secretaría de Salud, el Instituto Nacional de las Mujeres, el Consejo Nacional para Prevenir la Discriminación, el Sistema Nacional para el Desarrollo Integral de la Familia, y los mecanismos para el adelanto de las mujeres en las entidades federativas (artículo 36). Precisando el ámbito de competencia de la Federación y las entidades de la misma. Otro de los objetivos de la Ley, es precisar los principios rectores para el acceso de todas las mujeres a una vida libre de violencia, siendo estos: la igualdad jurídica entre el hombre y la mujer, el respeto a la dignidad humana de las mujeres, la no discriminación y la libertad de las mujeres (artículo 4). Estos principios guardan correspondencia con la Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos y encuentran su inspiración en los diversos tratados internacionales en materia de derechos humanos, particularmente los relativos a las mujeres. La violencia contra las mujeres es definida como: “Cualquier acción u omisión, basada en su género, que les cause daño o sufrimiento psicológico, físico, patrimonial, económico, sexual o la muerte tanto en el ámbito privado como en el público” (artículo 5 fracción IV). De esta descripción se derivan los distintos tipos de violencia, que son desarrollados por la propia Ley, y aunque en términos generales se observa precisión y claridad, existen algunos conceptos que podrían confundirse, como ocurre con la violencia patrimonial y económica o en el caso de la violencia sexual, que podría quedar también inmersa en la violencia física, al referirse a cualquier acto que degrada o daña el cuerpo. En la definición de violencia contra las mujeres, se destacan los diversos ámbitos en que pueden acontecer, en espacios privados y públicos. El título II desarrolla las modalidades de violencia, familiar, laboral y docente; en la comunidad, institucional y feminicida. Efectivamente, antes se consideraba que la violencia era cuestión de la vida privada de las personas, pero la propia transformación de la mujer ha cambiado su contexto y traído otros conflictos para ella, al enfrentar nuevas formas de violencia en el trabajo, la escuela y la propia calle. 38 La violencia contra las mujeres tiene diversas manifestaciones, la más extrema cuando se causa su muerte y al respecto, la Ley prevé una “declaratoria de alerta de violencia de género” (artículo 22), que constituye una acción gubernamental para enfrentar y erradicar la violencia feminicida en un territorio determinado. Por lo que respecta a la reparación del daño, en donde incorpora el derecho de acción a la justicia, contempla una serie de medidas de trascendencia para la lucha contra este fenómeno, al hacerlo de manera integral y multidisciplinaria, considerando aspectos de retribución, imputables incluso al propio Estado y de prevención para evitar la repetición de los actos violentos (artículo 26). Lo anterior sin soslayar las medidas de protección que al respecto también se prevén, al ser de emergencia, preventivas y de naturaleza civil (artículo 28). Indudablemente la Ley General de Acceso de las Mujeres a una Vida Libre de Violencia contribuye a la prevención y erradicación de la violencia de género, porque pone la atención en un fenómeno social que estuvo invisibilizado por mucho tiempo y, constituye un adelanto para que el Estado cumpla con las obligaciones contraídas internacionalmente en materia de derechos humanos de las mujeres. Actualmente todos los Estados de la República han tomado medidas en este sentido y cuentan con sus respectivas leyes de acceso, que prevén la violencia feminicida, en términos similares como lo hace la Ley Federal, que la describe como: “La forma más extrema de violencia de género contra las mujeres, producto de la violación de sus derechos humanos, en los ámbitos público y privado, conformada por el conjunto de conductas misóginas que pueden conllevar impunidad social y del Estado y puede culminar en homicidio y otras formas de muerte violenta de mujeres” (artículo 21). Definición que dista de la descripción penal que del feminicidio se hace en las diversas legislaciones, no sólo por la ausencia de la pena, sino por sus elementos integradores. 2.2 Construcción de tipos penales Al Derecho Penal, como parte del derecho público, le corresponde precisar las normas que serán consideradas como delitos, a través de la conformación de los llamados tipos penales. Las normas en general se encuentran compuestas por dos hipótesis, la primera relativa a la conducta y la segunda a su consecuencia. En la Teoría General del 39 Derecho se llama, supuesto jurídico y consecuencia jurídica, respectivamente (García, 1986:13). Las normas penales tienen la misma estructura, sólo que el supuesto jurídico recibe el nombre de tipo y la consecuencia jurídica de punibilidad. El tipo constituye la parte de la norma que contiene, dentro de sí (y de manera tácita), el elemento deóntico (mandato o prohibición) que tanto en la dogmática de la teoría general del derecho, como en el Derecho Penal recibe el nombre de deber jurídico (Alvarado, 2007:291). El tipo penal es la descripción que el legislador realiza para definir un hecho que debe considerarse como delito. “Es un instrumento legal, lógicamente necesario y de naturaleza predominantemente descriptiva, que tiene por función la individualización de conductas penalmente relevantes (por estar penalmente prohibidas)” (Zaffaroni, 1994:391). El tipo es descriptivo, porque se conforma de elementos de esta naturaleza que son los más importantes para individualizar una conducta, destacando entre ellos, el verbo, al ser la palabra que sirve gramáticamente para connotar una acción, como ejemplo en el tipo penal de homicidio, el verbo “privar”. El tipo penal incursiona en la Teoría del Delito con Ernest Beling en 1906, pero el contenido del tipo penal depende en cuanto a su estructura de las diversas concepciones teóricas que respecto de él se hagan. En lo que interesa por la posición que ha adoptado actualmente México, esencialmente de carácter causalista, su análisis en la construcción del tipo, por sus elementos objetivos, subjetivos y normativos, se realiza conforme a la postura teórica que se ha asumido. En la construcción de los tipos penales, la potestad punitiva del Estado encuentra límites formales y materiales. En los primeros, destaca el principio de legalidad, de acuerdo al cual el tipo penal debe tener elementos suficientes para determinar cuál es la conducta que se encuentra prohibida u ordenada. En los segundos, tiene especial relevancia la necesidad de la intervención del Estado en vinculación con los bienes jurídicos relevantes (Malo, 1997:99). Para que el tipo cumpla con su función de garantía, tiene que estar redactado de tal modo que de su texto, se pueda deducir con claridad la conducta prohibida. Para ello se recomienda entre otras cuestiones, usar un lenguaje claro y preciso al nivel cultural medio; emplear elementos lingüísticos descriptivos que cualquiera pueda apreciar o conocer su significado sin mayor esfuerzo; evitarse el casuismo en 40 la descripción de conductas prohibidas, siendo preferible utilizar cláusulas generales, definiciones o descripciones genéricas que reúnan las caracteres comunes esenciales a cada grupo de delitos y evitarse los conceptos indeterminados, por el peligro que representan para la seguridad jurídica de los ciudadanos al dejar sin precisar claramente la conducta prohibida (Muñoz, 1999:36). Bajo ese esquema de legalidad y certeza jurídica, es usual encontrar definiciones en los mismos ordenamientos legales, cuyo propósito es proporcionar mayores elementos a la autoridad en la interpretación y aplicación de la ley al caso concreto. Con ello se limita al mismo tiempo facultades discrecionales del operador jurídico, porque el contenido de las expresiones ya está dado por el legislador. Sin embargo existen también supuestos, en donde la definición genera más ambigüedad que claridad sobre lo definido; motivo por el cual se sugiere cuidado y moderación en la incursión de estas circunstancias en los tipos penales. Para el delito de homicidio por razones de género o feminicidio, la exigencia en la construcción del tipo penal no es menor y resulta un gran reto considerando que tiene una connotación social, aunque su esencia descriptiva sigue ajustándose al elemento rector de la conducta prohibida, que es “privar de la vida”. Por consecuencia, quien legisle debe actuar con eficiencia en la construcción del tipo y en particular de los elementos normativos con los que se pretende describir las llamadas razones de género o violencia de género, cuidando no incurrir en casuismo, que implica el grave riesgo de que no se consideren algunas conductas imprescindibles para tal efecto, al no estar invocadas expresamente por el tipo penal. Establecer una lista de todas las conductas que puedan considerarse constitutivas de razones o violencia de género, o que se establezca una cláusula abierta que cierre el listado para referirse a cualquier otra, no es recomendable. En el primer supuesto porque el término “razones de género” es absolutamente interpretable y será una lista de casos interminable. En el segundo supuesto, porque se determina como un tipo penal abierto que adolece de concreción, de modo que permite al Juzgador, hacer uso de una amplia discrecionalidad para encuadrar cualquier conducta dentro del tipo penal. 41 2.2.1 Principio de legalidad En los límites formales de la potestad punitiva del Estado, se encuentra el principio de legalidad, que de acuerdo a Malo Camacho, “implica la concepción del Estado bajo el principio republicano de la sujeción al derecho, significa la delimitación y precisión jurídica de la función de la autoridad, que evita la arbitrariedad y el abuso de poder” (1997:104). El principio de legalidad conlleva la exacta descripción de las conductas prohibidas u ordenadas por el Estado y se articula con la división de poderes, vinculada para el legislativo en cuanto le corresponde la formulación de las normas jurídicas. La Convención Americana sobre Derechos Humanos establece en su artículo 9: “Nadie puede ser condenado por acciones u omisiones que en el momento de cometerse no fueran delictivos según el derecho aplicable. Tampoco se puede imponer pena más grave que la aplicable en el momento de la comisión del delito. Si con posterioridad a la comisión del delito la ley dispone la imposición de una pena más leve, el delincuente se beneficiará de ello”. En forma más explícita, la Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos recoge este principio en el artículo 14 al señalar en sus párrafos segundo y tercero: Nadie podrá ser privado de la libertad o de sus propiedades, posesiones o derechos, sino mediante juicio seguido ante los tribunales previamente establecidos, en el que se cumplan las formalidades del procedimiento y conforme a las Leyes expedidas con anterioridad al hecho. En los juicios del orden criminal queda prohibido imponer, por simple analogía, y aún por mayoría de razón, pena alguna que no esté decretada por una ley exactamente aplicable al delito de que se trata. Con lo anterior se pone de manifiesto que en apego al principio de legalidad, se requiere de una ley escrita, estrictamente aplicable al caso concreto y previa al hecho, con la prohibición de la irretroactividad de la ley, al proyectarse su vigencia hacia el futuro y no al pasado, excepto cuando es favorable para la persona. Por consecuencia en materia penal, sólo puede recibir una pena la persona que haya cometido una conducta ilícita, cuando ésta se encuentre tipificada 42 previamente por la ley como delito y sea vigente a la comisión del mismo. En este sentido se ha pronunciado la Suprema Corte de Justicia de la Nación al señalar que, el derecho de exacta aplicación de la ley, que tiene su origen en los principios nullum crimen sine lege (no existe un delito sin una ley que lo establezca) y nulla poena sine lege (no existe una pena sin una ley que la establezca), al tenor de los cuales sólo pueden castigarse penalmente las conductas debidamente descritas en la legislación correspondiente como ilícitas y aplicarse las penas preestablecidas en la ley para sancionarlas (10ª Época, reg. 2003572). Sin embargo, este principio no se agota con la previsión de la conducta como delito y su respectiva pena, en primer término porque la reserva de ley no sólo implica que la conducta se contenga en una norma, sino que esta regulación que interfiere en la vida de las personas se encuentre justificada; además que la ley penal sea formulada de modo preciso, claro y unívoco, permitiendo a las personas comprender la conducta prohibida y la sanción a que se hace merecedora (Creus, 1999:54). La taxatividad o exactitud de la ley penal se exige en las normas de carácter sustantivo, en los tipos penales encuentra su máximo rigor, porque requiere la estricta delimitación de la conducta prohibida y su sanción, que facilite el entendimiento para los ciudadanos. Depuramiento en la ley penal que incide directamente en la protección y garantía de derechos fundamentales como la igualdad, libertad y seguridad jurídica de las personas, considerando que la falta de precisión en la ley penal implica un alto índice de incertidumbre y discrecionalidad al momento de su aplicación, porque deja al juzgador la carga de determinar el sentido exacto de la norma (Zaffaroni, 1994:110). La falta de pulcritud y rigor gramatical por parte del legislador, propicia el surgimiento de dudas interpretativas que van hacia la persona que juzga y que puede derivar incluso en posiciones encontradas respecto a una misma figura delictiva, por consecuencia el legislador está obligado, de acuerdo al mandato de determinación, a precisar con claridad y certeza las conductas que deberán considerarse como delitos. Atendiendo a que el poder legislativo en los diversos Estados del país, ha justificado la intervención punitiva en los casos de violencia de género, particularmente cuando se trata de la muerte de una mujer por esos motivos, su regulación por la trascendencia que implica, no sólo en la vida de las personas que cometen estos delitos, sino en la vida de las propias mujeres que son víctimas del 43 mismo; su construcción típica debe ser en apego al principio de legalidad y de acuerdo a los parámetros que enmarcan al mismo. 2.2.2 Bien jurídico penal Entre los límites materiales de la potestad punitiva del Estado, se encuentran los principios de necesidad de la intervención y necesidad de protección de bienes jurídicos. El primero se perfila básicamente por la vía de los principios de extrema ratio, fragmentariedad y proporcionalidad. En este sentido la última ratio se vincula con la intervención punitiva mínima, cuando otras formas de regulación no resultan eficaces; la fragmentariedad en relación con el principio de reserva, porque sólo pueden ser delitos aquellas conductas previstas como tales en los tipos delictivos de la ley penal, sin que puedan existir lagunas al respecto; y el de proporcionalidad, referida a la proporción que debe existir entre la lesión de bienes jurídicos ocasionados por el delito y la que a su vez se ocasiona en la esfera del autor del mismo (Malo, 1997:99). La necesidad de protección de bienes jurídicos es un aspecto substancial en la relación política-penal de un Estado democrático, porque éste se encuentra obligado a actuar ante el reclamo social, para prohibir conductas que afecten intereses individuales o colectivos de la sociedad. Se constituye en fundamento y garantía del tipo penal. Existen bienes que representan cierto valor para las personas y a partir de esto, es el interés social el que genera la ley penal; es decir primero existe una apreciación cultural de la sociedad en relación a determinados bienes que le son importantes, y es su reconocimiento legal, el que genera su valor jurídico, creando la tutela correspondiente (Malo, 1997:281). El bien jurídico “es el objeto de la protección de un concreto interés social, individual o colectivo reconocido y protegido por el Estado, a través de la ley penal” (Malo, 1997:280). Por consecuencia todo el orden jurídico gira entorno a él, con el fin de protegerlo y tutelarlo. La norma penal tiene entonces una función protectora de intereses individuales o colectivos que exigen protección y salvaguarda, constituyéndose en presupuesto del delito, que permite reconocer la relevancia de su contenido social. Además es la clave que permite descubrir la naturaleza del tipo, dándole sentido y 44 fundamento; determina la puesta en peligro o lesión efectiva, y se utiliza como criterio de clasificación de las conductas delictivas, por ejemplo delitos contra la vida. Del bien jurídico depende la cantidad y clase de elementos que han de incluirse en el tipo penal. La mayor o menor amplitud de protección que se quiera dar al bien condiciona el número y clase de elementos (Islas de, 1991:32). Al respecto cabe considerar los elementos integradores del tipo penal de homicidio y aquellos que se contemplan actualmente en diversas legislaciones, cuando se agrega alguna modificativa agravante, como el feminicidio, en donde el número de elementos es mayor. Por consecuencia, sólo es posible entender el contenido de una norma jurídico penal y determinar su grado de afectación para la imposición de una pena, en función de la protección de bienes jurídicos y del grado de lesión a los mismos. El titular del bien jurídico es el ser humano individual o la colectividad y varían en el tiempo y espacio de acuerdo a las propias demandas de la sociedad. Existen conductas que en un momento determinado fueron consideradas delictuosas, pero en la actualidad han desaparecido de las legislaciones penales, como el delito de vagancia y malvivencia y otras que siempre lo serán por su naturaleza implícita en la dignidad humana, como el homicidio o la violación. La magnitud de la punibilidad se encuentra determinada en función del bien jurídico tutelado en la ley penal, constituyéndose en elemento rector de la misma, a mayor valor se otorgue a un bien jurídico, mayor será la pena que deberá considerarse en el tipo penal, aunque no puede soslayarse la falta de proporcionalidad que en estos rubros se observan en algunos tipos penales. En el tipo penal de homicidio por razones de género o feminicidio, el bien jurídico esencialmente lo constituye la vida, pero a él se han agregado otros, como la igualdad de género, la dignidad y el acceso a una vida libre de violencia; bienes que encuentran su fundamento en las exigencias de la sociedad de castigar la violencia en contra de las mujeres, generada por la desigualdad estructural en que se encuentra ésta. Estas circunstancias deben considerarse si se quiere distinguir el feminicidio con el homicidio de carácter neutro, porque en el primero concurren una serie de factores que determinan una construcción del tipo penal diversa, que si bien parten del homicidio, a él se agregan elementos que destacan las razones de género. 45 2.2.3. Elementos del tipo penal El tipo penal como la descripción de la conducta prevista en la norma jurídico penal, se integra por elementos que suelen clasificarse en: objetivos, normativos y subjetivos, y su contenido dependerá de la teoría o postura de Derecho Penal que se pretenda adoptar al respecto. De acuerdo a la Teoría Causalista, el tipo se conforma con elementos esencialmente objetivos o descriptivos, pero se admite la presencia de elementos normativos y hasta subjetivos, siempre sin llegar a aceptar entre estos últimos, el dolo o la culpa como integradores típicos (Luna, 1999:326). Los elementos objetivos “son aquellos que pueden ser comprendidos y entendidos a través de la percepción de los sentidos” (Malo, 1997:326). Estos elementos son esencialmente descriptivos de la conducta tipificada por el legislador y constituyen la función del tipo penal, porque son el elemento rector del mismo. Además de considerarse la conducta como elemento esencialmente objetivo, al constituir el núcleo del tipo, expresado mediante una acción u omisión. Se destacan entre otros elementos de la misma naturaleza, el resultado, la relación de causalidad y de manera eventual, calidades específicas en sujeto activo y pasivo, las modalidades de lugar, tiempo y ocasión, la referencia a medios especiales en la comisión y las características del objeto material. Los elementos normativos, dependiendo del tipo de valoración, suelen clasificarse en aquellos de contenido jurídico y de valoración cultural o contenido extrajurídico. Estos elementos sólo pueden ser comprendidos mediante un proceso de valoración socio-cultural o bien de naturaleza estrictamente jurídica. Los primeros remiten para su valoración a otros ordenamientos legales por lo que no representan problema de interpretación para el juzgador; sin embargo los de valoración cultural o extrajurídica requieren de apreciaciones de contenido ético o social, en donde existe un mayor margen de ponderación para el aplicador de la norma penal, quien deberá hacerlo con un criterio objetivo, de acuerdo a su prudente arbitrio y sin hacer uso de sus facultades discrecionales (Luna, 1999:25). El uso de elementos normativos en la construcción del tipo penal, no implica necesariamente una violación al principio de legalidad, pero sí su uso excesivo, porque estos elementos requieren una valoración normativa o cultural por el juzgador y si se hace uso excesivo de ellos, prácticamente se delega la concreción del tipo al 46 juzgador, lo que puede generar incluso diversas interpretaciones de un mismo tipo penal. Los elementos subjetivos del tipo penal son aquellos distintos al dolo o culpa (que se ubican fuera del tipo penal), que hacen referencia a la tendencia, intención, motivo o fin de la conducta del autor (Luna, 1999:29). Son características que se originan en el interior del sujeto, pero forman parte de la descripción que el legislador realiza del tipo penal, como ejemplo la locución “al que con el propósito de”. En la construcción de tipos penales siempre estarán presentes elementos de carácter objetivo y ocasionalmente de naturaleza normativa y subjetiva; su adecuada integración permite a su vez analizar la concurrencia de figuras delictivas, para la aplicación del concurso de delitos o bien su eliminación por resultar sólo aparente el mismo. En algunos tipos penales suelen invocarse analogías o agregarse cláusulas residuales, como ejemplo algunas legislaciones al tipificar el feminicidio, señalan que en caso de no justificarse este delito, será homicidio calificado, lo que resulta contrario al principio de legalidad penal que exige la exacta aplicación de la ley. Para el ilícito de homicidio por razones de género o feminicidio, los elementos que representan mayor complejidad, son los elementos de carácter normativo, por lo menos en México, porque a pesar de estar dirigidos a desentrañar el concepto de “razones de género”, legisladores de diversas entidades han hecho un listado de casos, empleando además, algunos términos equívocos y confusos, derivando en un casuismo que representa graves riesgos para la eficacia de la figura delictiva. Por consecuencia se requiere una adecuada ponderación de los elementos, sobre todo de carácter normativo que deben considerarse para construir adecuadamente el tipo penal de feminicidio, lo que no excluye la consideración de que al vincularse con el género no sólo las mujeres puedan ser consideradas como sujeto pasivo del delito, lo que incide también en los elementos de carácter objetivo. 2.3 Regulación legal del feminicidio en los Estados de México Actualmente además de haber sido adoptada la figura del feminicidio por diversos países de Latinoamérica, los Estados de la República Mexicana, incluyendo 47 el Distrito Federal y la propia Federación, han dado gran importancia a la tipificación del feminicidio y todos lo han regulado en sus respectivas legislaciones de orden penal. Cada ordenamiento ha adoptado su propia conformación típica y aunque casi todos pretenden destacar la violencia de género, su falta de uniformidad aunada a la integración de diversos elementos, fundamentalmente de naturaleza normativa, hace difícil la comprensión del ilícito. Existen entidades que regulan la figura como una circunstancia modificativa agravante del delito de homicidio, limitado cuando se califica al sujeto pasivo como mujer y en forma amplia cuando es por razones de género y otras que lo contemplan como una figura autónoma denominándola como tal y ampliando la protección de los bienes jurídicos tutelados, como la igualdad de género, la dignidad y el acceso a una vida libre de violencia. Un caso aparte es el del Estado de México que contempla ambos supuestos, es decir, agrava el delito de homicidio cuando es en agravio de una mujer y por otra parte contempla el delito de feminicidio y no obstante, agrega una cláusula remisoria, en el sentido que al no justificarse el feminicidio, se considerará homicidio calificado. Por consecuencia el homicidio de una mujer en esta entidad siempre será agravado, sin importar si se ha cometido o no por razones de género. Esto resulta contrario al derecho de igualdad, porque la legitimación de la norma género específica, deviene de las razones o violencia de género, al no considerarse ésta, no existe motivo para distinguir. Empero lo más relevante es la diversidad de hipótesis normativas que se despliegan al pretender dar significado a lo que debe considerarse, razones de género, las cuales en su mayoría no están definidas por la propia ley que las prevé. Haciendo el tipo totalmente casuístico con el riesgo de que excluyan conductas realmente relevantes para considerar la violencia de género. Ciertamente existen entidades que atienden a elementos esenciales de la violencia de género, como la existencia previa de violencia sexual en contra de la víctima, o antecedentes de las diversas formas de violencia familiar; sin embargo existen otras, que señalan un amplio catálogo de hipótesis que no entrañan necesariamente ese carácter. Por otra parte destaca la diversidad de penas, que como privativa de la libertad se prevé para el ilícito de feminicidio en las entidades, éstas van desde 18 hasta 70 años de prisión e incluso la pena vitalicia, circunstancia que también merece 48 una reflexión, considerando que no se puede perder la racionalidad y proporcionalidad de las penas. Finalmente y a pesar que el análisis de las diversas conformaciones típicas del delito de feminicidio en las entidades federativas, se centra en la violencia de género que se ejerce en el grupo específico de las mujeres, no se inadvierte la necesidad de protección para otros grupos, que también se ven afectados en el goce de sus derechos fundamentales por su orientación sexual, al padecer discriminación y corolariamente actos violentos, siendo una tarea pendiente para las entidades, porque al respecto sólo los Estados de Michoacán y Nayarit se han pronunciado. 2.3.1. Homicidio agravado o feminicidio Existen dos posturas por las entidades del país y la Federación, respecto a la calidad que como figura típica penal debe tener el asesinato de mujeres por razones de género. Por una parte se encuentran las que contemplan el ilícito como una modificativa agravante del delito de homicidio y por la otra, las que lo ubican como una figura autónoma al homicidio. Por lo que respecta a la primera postura, existe un sólo Estado que a pesar de agravar el ilícito de homicidio cuando se comete en agravio de una mujer, no expresa que sea por razones de género. Lo anterior llama la atención por dos motivos, el primero porque se trata de la entidad en donde se originaron los lamentables hechos de Ciudad Juárez, y el segundo porque la calificación del sujeto pasivo en el ilícito sin mayores razones, puede resultar contraria al derecho a la igualdad. En este sentido el artículo 126 del Código Penal de Chihuahua señala: “Cuando la víctima del delito de homicidio sea del sexo femenino o menor de edad, se aplicarán las penas previstas en el segundo párrafo del artículo anterior…”. Esto es de acuerdo al artículo 125 del mismo ordenamiento, una pena de 30 a 60 años de prisión. Los Estados que prevén el feminicidio como modificativa agravante del delito de homicidio y expresan las razones de género, de acuerdo a sus códigos penales vigentes, son los siguientes: Aguascalientes (artículo 113), Baja California Sur (artículo 256 bis), Chiapas (artículo 164 bis), Coahuila (artículo 336 bis I), Durango (artículos 137 y 147 bis), Estado de México (artículo 242 bis), Guerrero (artículo 108 bis), Michoacán (artículo 49 280), Nayarit (artículo 325), Puebla (artículo 312 bis), Quintana Roo (artículo 89 bis), San Luis Potosí (artículo 114 bis), Tabasco (artículo 115 bis), Tamaulipas (artículo 337 bis) y Tlaxcala (artículos 226 y 237). Por otra parte las entidades del país que consideran el delito de feminicidio como figura autónoma y precisan las razones de género en la privación de la vida de una mujer, de acuerdo a sus códigos penales vigentes, son las siguientes: Baja California (artículo 129), Campeche (artículo 160), Colima (artículo 191 bis 5), Distrito Federal (artículo 148 bis), Guanajuato (artículos 140 y 153-a), Hidalgo (artículo 139 bis), Jalisco (artículo 232 bis), Morelos (artículo 213 Quintus), Nuevo León (artículos 331 bis 2 y 3), Oaxaca (artículos 411 y 412), Querétaro (artículo 126 bis ), Sinaloa (artículo 134 bis), Sonora (artículo 263 bis I), Veracruz (artículo 367 bis), Yucatán (artículo 394) y Zacatecas (artículo 309 bis). En este rubro también se encuentra la Federación (artículo 325). Ambas posturas se representan de la siguiente manera: Tabla Nº 2. Regulación legal del feminicidio COMO MODIFICATIVA AGRAVANTE COMO FIGURA AUTÓNOMA Aguascalientes Baja California Baja California Sur Campeche Chiapas Colima Coahuila Distrito Federal Durango Guanajuato Estado de México Hidalgo Guerrero Jalisco Michoacán Morelos Nayarit Nuevo León Puebla Oaxaca Quinta Roo Querétaro San Luis Potosí Sinaloa Tamaulipas Sonora Tabasco Veracruz 50 Tlaxcala Yucatán Chihuahua Zacatecas La Federación Fuente: Elaboración propia. 2.3.2 Elementos del tipo penal (razones de género) El tipo penal de feminicidio al igual que todos los tipos que se integran como delitos en las legislaciones penales, se encuentra conformado necesariamente por elementos de carácter objetivo y en algunas ocasiones con elementos de carácter normativo y subjetivo. Por lo que respecta a los elementos de carácter objetivo, el primero y más importante por ser el elemento rector del ilícito, es la conducta, referida por lo que hace al feminicidio como “privar de la vida”. En este sentido todos los ordenamientos penales de las entidades del país y la Federación, hacen referencia en forma explícita al mismo. A su vez se derivan otros elementos de la misma naturaleza, que resultan importantes para el análisis de esta figura delictiva. El bien jurídico tutelado por el feminicidio de acuerdo a la mayoría de las legislaciones penales, lo constituye la vida y sólo existen seis entidades que hacen referencia a bienes jurídicos diversos. Colima tutela la igualdad de género, el Distrito Federal además de la vida, la dignidad y el acceso a una vida libre de violencia; Morelos el desarrollo, la dignidad de la persona y la equidad de género; Nuevo León la igualdad de género y la dignidad de la mujer; Oaxaca el derecho una vida libre de violencia y Veracruz la violencia de género. En relación a la calidad de los sujetos pasivo y activo, todas las legislaciones del país en la materia, califican al sujeto pasivo con la calidad de mujer y respecto al activo sólo Aguascalientes hace referencia a que se trate de un hombre. El medio comisivo también se considera de carácter objetivo y al respecto en los diversos ordenamientos penales no se hace referencia a algún medio en específico por lo que el ilícito puede cometerse por cualquier medio. El elemento de naturaleza subjetiva distinto al dolo genérico para el delito de feminicidio es “razones de género”. En casi todas las legislaciones se exige que la 51 privación de la vida, se cometa por razones de género, lo que implica una intención del sujeto activo de cometer el delito por un móvil sustentado en el género. Respecto a los elementos de carácter normativo, se encuentran en relación al diverso elemento “razones de género”. Esto es así porque el legislador con pretensiones más objetivas, interpreta este elemento subjetivo estableciendo diversas hipótesis, que si bien pueden considerarse como “cláusulas de interpretación autentica” también es, que a su vez son interpretables y por consecuencia requieren de valoración cultural, social o jurídica, que las convierte en elementos de naturaleza normativa. Estos elementos son los que mayores problemas generan en las diversas entidades federativas, porque se suele caer en indeterminaciones e imprecisiones, al usar expresiones poco claras en su contenido y términos equívocos, que pueden generar confusión y por consecuencia diversas interpretaciones. Al analizar los diversos códigos penales que regulan el feminicidio en México, se encontraron una diversidad de elementos normativos cuando se trata de describir las razones de género, agrupándose de la siguiente manera, con la precisión de que algunas legislaciones no invocación textualmente el supuesto, aunque si se vinculan con la esencia del mismo: 1.- La víctima presente signos de violencia sexual de cualquier tipo (Aguascalientes, Baja California, Baja California Sur, Campeche, Chiapas, Coahuila, Colima, Distrito Federal, Durango, Guanajuato, Guerrero, Hidalgo, Michoacán, Morelos, Nayarit, Nuevo León, Oaxaca, Puebla, Querétaro, Quintana Roo, San Luis Potosí, Sinaloa, Sonora, Tabasco, Tamaulipas, Tlaxcala, Veracruz, Zacatecas y la Federación). Vinculado con este supuesto, en otras entidades se exige que el sujeto activo haya cometido sobre la víctima otro delito, de tipo sexual (Jalisco, Nayarit y Yucatán). 2.- A la víctima se le hayan infligido lesiones infamantes, degradantes o mutilaciones, previas a la privación de la vida (Aguascalientes, Baja California Sur, Coahuila, Colima, Distrito Federal, Durango, Puebla y Tlaxcala). Otros Estados requieren que sean previas o posteriores a la privación de la vida (Chiapas, Guanajuato, Guerrero, Jalisco, Michoacán, Morelos, Nayarit, Nuevo León, Quintana Roo, Sinaloa, Tabasco, Tamaulipas, Veracruz, Yucatán y Zacatecas). Diversa entidad exige, que se realicen marcas infamantes o degradantes sobre el cadáver o éste sea mutilado (Hidalgo). Otras, prevén actos de necrofilia (Campeche, Querétaro, 52 San Luis Potosí, Sinaloa y la Federación). Y una más requiere que se le hayan infligido heridas, escoriaciones, contusiones, fracturas, dislocaciones, quemaduras, mutilaciones con implicaciones sexuales o que le genere sufrimiento (Oaxaca). 3.- La víctima haya sido incomunicada, cualquiera que sea el tiempo previo a su fallecimiento (Aguascalientes, Baja California Sur, Campeche, Chiapas, Coahuila, Colima, Distrito Federal, Guanajuato, Hidalgo, Jalisco, Morelos, Nayarit, Oaxaca, Querétaro, Sinaloa, Sonora, Tabasco, Veracruz, Yucatán, Zacatecas y la Federación). Agregando una entidad, que haya sido sin ánimo de lucro (Durango). 4.- Existan antecedentes o datos de cualquier tipo de violencia, en el ámbito familiar, laboral, escolar o vecinal del sujeto activo en contra de la víctima (Baja California, Baja California Sur, Campeche, Coahuila, Guanajuato, Guerrero, Jalisco, Nayarit, Querétaro, Quintana Roo, San Luis Potosí, Sinaloa, Sonora, Tabasco, Tlaxcala, Yucatán y la Federación). Una entidad requiere que presente indicios de violencia física reiterada (Michoacán). Otra agrega el acoso del sujeto activo en contra de la mujer (Tamaulipas). Y una más precisa que la víctima haya sido vejada (Guanajuato). 5.- Existan datos que establezcan que hubo amenazas relacionadas con el hecho delictuoso, acoso o lesiones del sujeto activo en contra de la víctima (Baja California Sur, Campeche, Chiapas, Coahuila, Colima, Distrito Federal, Durango, Jalisco, Morelos, Nayarit, Nuevo León, Querétaro, Quintana Roo, Sinaloa, Sonora, Tabasco, Veracruz, Yucatán, Zacatecas y la Federación). Una entidad agrega, que implique supra o subordinación del activo en contra de la pasivo (Guanajuato). Otra precisa la existencia de maltrato del sujeto activo en contra de la víctima (Oaxaca). Y una más, agrega hostigamiento o aprovechamiento sexual, violencia o lesiones del sujeto activo en contra de la víctima (Hidalgo). 6.- El cuerpo de la víctima sea expuesto, depositado o arrojado en un lugar público (Baja California Sur, Campeche, Chiapas, Coahuila, Colima, Distrito Federal, Durango, Guanajuato, Hidalgo, Jalisco, Morelos, Nayarit, Oaxaca, Querétaro, Sinaloa, Sonora, Tabasco, Veracruz, Yucatán, Zacatecas y la Federación). Una entidad agrega, con la evidente intención de demostrar el odio que el activo tenía hacia la víctima por ser mujer (Quintana Roo). 7.- El cadáver o restos de la víctima hayan sido enterrados u ocultos (Oaxaca). 53 8.- Exista o haya existido entre el activo y la víctima una relación de parentesco por consanguinidad o afinidad, conyugal, concubinato, noviazgo o cualquier otra relación de hecho (Chiapas, Colima, Guanajuato, Guerrero, Hidalgo, Jalisco, Morelos, Sonora, Tabasco, Veracruz, Yucatán y la Federación). Una entidad agrega, que por razones de carácter técnico o profesional y existan con antelación conductas que hayan menoscabado o anulado los derechos, o atentado contra la dignidad de la pasiva (Tlaxcala). Otros Estados precisan, que implique confianza, subordinación o superioridad (Chiapas, Colima, Hidalgo, Jalisco, Morelos, San Luis Potosí, Veracruz y Tabasco). Y otros Estados señalan, que hayan tenido una relación de parentesco en línea recta o colateral hasta el cuarto grado; de madrinazgo o padrinazgo (Coahuila y San Luis Potosí). 9.- Por desprecio u odio a la víctima, motivado en la discriminación (Guerrero). Otras entidades agregan, por misoginia (Jalisco, Oaxaca y Puebla). Y una más señala, por motivos de homofobia (Jalisco). 10.- Por tortura, tratos crueles, inhumanos o degradantes (Guerrero). 11.- Cuando la víctima se haya encontrado en estado de indefensión, entendiéndose éste como la situación de desprotección real o sentida de la víctima o su incapacidad física, psicológica o emocional para repeler el hecho (Guerrero y Sinaloa). Agregando una entidad, ya sea por la dificultad de comunicación para recibir auxilio, por razón de la distancia a un lugar habitado o porque exista algún impedimento físico o material para solicitar el auxilio (Sonora). 12.- Cuando en la escena del crimen se desprendan indicios de humillación o denigración de parte del sujeto activo hacia la víctima (Jalisco). 13.- El homicidio se cometa para ocultar una violación o evitar que se denuncie o sancione dicho ilícito (Nayarit). 14.- Que el sujeto activo lo comete por celos extremos respecto a la víctima (Puebla). 15.- Que el activo haya obligado a la víctima a ejercer prostitución o haya ejercido actos de trata de personas en agravio de la víctima (Quintana Roo). 16.- Privación de la vida asociada a la exclusión, subordinación, discriminación o explotación del sujeto pasivo (Tlaxcala). 17.- Cuando el sujeto activo abuse de su cargo público para la comisión del delito (Tabasco). 54 Con lo anterior resulta evidente que en las diversas legislaciones penales de México, existen múltiples acepciones de lo que deben considerarse razones de género, resultando imposible bajo ese panorama conceptualizar con claridad y precisión este elemento subjetivo. Más aún si consideramos que se plantea como un tipo penal que resulta casuístico, contraponiéndose al principio de legalidad y con el riesgo de generar impunidad al no agotar por lógica todos los casos que puedan estar en ese supuesto. Por consecuencia es importante hacer una ponderación de los elementos que deben considerarse para construir adecuadamente el tipo penal de feminicidio y una herramienta imprescindible para ello, son los pronunciamientos que en materia de violencia de género existen por los diversos organismos internacionales. 2.3.3 Penalidad Las penas en el delito tienen un papel muy importante, de acuerdo a los fines que se persiga con ésta, en las legislaciones penales del país que regulan el feminicidio se advierte que la pena privativa de la libertad oscila entre los 18 y 70 años e incluso hasta la pena vitalicia, siendo precisamente el Estado de México quien prevé la pena de prisión más alta en el país. En las entidades en donde se contempla el feminicidio como modificativa agravante del delito de homicidio, las penas de prisión se regulan de la siguiente manera: Tabla Nº 3. Penas de prisión para el delito de feminicidio (modificativa agravante) ESTADO MÍNIMA MÁXIMA Aguascalientes 20 años 50 años Baja California Sur 25 años 50 años Chiapas 25 años 60 años Coahuila 18 años 50 años Durango 20 años Estado de México 40 años 60 años 70 años o prisión vitalicia 55 Guerrero 30 años 50 años Michoacán 20 años 40 años Nayarit 25 años 50 años Puebla 30 años 50 años Quintana Roo 25 años 50 años San Luis Potosí 20 años 50 años Tabasco 30 años 50 años Tamaulipas 30 años 50 años Tlaxcala 30 años 70 años Fuente: Elaboración propia. Las penas se agravan en: Durango, de 30 a 60 años, cuando entre el activo y la víctima existió alguna relación; el Estado de México, hasta en un tercio cuando la víctima sea mujer menor de edad, embarazada o discapacitada, así como cuando el sujeto activo sea servidor público y haya cometido la conducta valiéndose de esa condición, y Nayarit de 30 a 50 años, cuando haya existido una relación entre el activo y la víctima. Por lo que respecta a las entidades en donde se contempla el feminicidio como figura autónoma, las penas de prisión se regulan de la siguiente manera: Tabla Nº 4. Penas de prisión para el delito de feminicidio (figura autónoma) ESTADO Baja California Norte MÍNIMA MÁXIMA Remite a la Ley General de Acceso de las mujeres a una Vida Libre de Violencia 20 años 50 años Colima 35 años 60 años Distrito Federal 20 años 50 años Guanajuato 25 años 35 años Hidalgo 25 años 50 años Jalisco 25 años 45 años Morelos 30 años 70 años Nuevo León 25 años 50 años Campeche 56 Oaxaca 40 años 60 años Querétaro 20 años 50 años Sinaloa 22 años 50 años Sonora 30 años 60 años Veracruz 40 años 70 años Yucatán 30 años 40 años Zacatecas 20 años 30 años La Federación 40 años 60 años Fuente: Elaboración propia. Los Estados que agravan las penas son: el Distrito Federal, de 30 a 60 años cuando entre el activo y la víctima haya existido una relación; Jalisco de 30 a 50 años de prisión cuando la víctima sea menor de edad o con capacidades diferentes (aunque el término correcto es personas con discapacidad); Nuevo León de 30 a 60 años de prisión cuando haya existido una relación entre el activo y víctima; Oaxaca cuando haya existido una relación entre el activo y víctima, con un tercio más de la misma, además cuando el activo se haya desempeñado dentro de los cinco años anteriores al delito como servidor publico de las corporaciones de seguridad publica, en procuración o administración de justicia o las fuerzas armadas; Sinaloa de 30 a 55 años de prisión cuando haya existido una relación entre el activo y la víctima y Zacatecas de 20 a 40 años cuando haya existido una relación entre el activo y la víctima. Además algunos Estados como Coahuila, Jalisco, Querétaro, Sinaloa, Sonora, Yucatán, la Federación y el Estado de México al que ya se había hecho referencia, establecen una cláusula remisoria, al señalar, que en caso de no acreditarse el feminicidio, se aplicarán las reglas del homicidio. Por lo que respecta a la reparación del daño, la mayoría de los Estados, remiten a las reglas generales que por este concepto se establecen en sus códigos penales para todos los delitos, existiendo sólo seis entidades que prevén expresamente la reparación del daño para el homicidio por razones de género o feminicidio. 57 Tabla Nº 5. Contemplan la reparación del daño en forma específica Estado de México. Art. 26 inciso d, fracción II del C. P. (feminicidio) Hidalgo. Art. 38 del C. P. (feminicidio) Oaxaca. Art. 27, párrafo segundo, art. 29 fracción I del C. P. (feminicidio) Sonora. Art. 29 bis del C. P. (feminicidio) Tlaxcala. Art. 41 fracción VI del C. P. (violencia de género) Veracruz. Art. 56 fracción IV del C. P. (violencia de género y feminicidio) Fuente: Elaboración propia. Además se observaron otros Estados que prevén sanciones para los servidores públicos de la procuración y administración de la justicia, que entorpezcan de alguna manera la investigación o procesamiento del delito de feminicidio. Tabla Nº 6. Intervención de un servidor público Coahuila Art. 336 bis 1, párrafo tercero del C. P. Nuevo león Art. 331 bis 6 del C. P. Oaxaca Art. 210 bis fracción IX del C. P. Querétaro Art. 126 bis, último párrafo del C. P. Quintana Roo. Art. 89 ter del C. P. Sonora. Art. 263 bis 3 del C. P. Yucatán Art. 394 quintus, último párrafo del C. P. Fuente: Elaboración propia. 58 2.4 Estándares internacionales de derechos humanos El derecho a la igualdad fue consagrado en los principales instrumentos de derechos humanos a nivel universal y regional, y aunque en 1979 con la CEDAW, se reconoció la necesidad de eliminar la discriminación en que se encontraba la mujer fue hasta 1992 que el Comité de la CEDAW reconoció el vínculo entre la discriminación y la violencia ejercida contra las mujeres, de acuerdo a su Recomendación General 19. A estos pronunciamientos siguieron en 1994, la Declaración sobre la Eliminación de la Violencia contra la Mujer y en la región, la Convención de Belém do Pará, en los que se reiteró la necesidad de tomar medidas por los Estados, para eliminar la violencia que de diversas formas se manifiesta tanto en la vida privada como pública de la mujer y que impide el goce de sus derechos fundamentales. La Convención regional hace referencia expresa a que la violencia contra la mujer también puede causar la muerte, aunque no emplea el término feminicidio, como tampoco lo hace algún otro ordenamiento legal de carácter internacional. Únicamente se encuentran como referencias a este término, el pronunciamiento que hizo la Corte Interamericana de Derechos Humanos en el caso “Campo Algodonero” y las observaciones que ha hecho el Comité de la CEDAW a México para legislar en esa materia (2006, párr. 15). Destacándose por lo que hace a este último, que no expresa la forma en que deberá regularse penalmente esta figura delictiva. Sin embargo ante la necesidad de tipificar penalmente este tipo de conductas, porque el Estado mexicano se ha comprometido internacionalmente a prevenir, sancionar y erradicar la violencia contra la mujer, al ratificar diversos instrumentos internacionales en la materia y el feminicidio constituye la más extrema; se debe atender a los pronunciamientos que a nivel universal y regional en materia de derechos humanos han realizado organismos internacionales para condenar la violencia contra la mujer, los que pueden generar elementos útiles a considerar para una adecuada integración de la figura en la vía penal. Estos pronunciamientos que se ofrecen a nivel internacional, en una variedad de formas que van desde tratados y convenciones, hasta informes, observaciones, recomendaciones y jurisprudencia, constituyen la base para generar un contexto adecuado que permita, primero ubicar con certeza el lugar que ocupa la violencia contra la mujer como una violación de derechos humanos a nivel internacional, y en 59 segundo lugar, generar elementos para construir de acuerdo a ello, un tipo penal que contribuya eficazmente a hacer efectivos los derechos de las mujeres, entre otros, a la vida, a vivir libres de violencia y de acceso a la justicia. Para ello se consideran las dos últimas décadas y fundamentalmente los pronunciamientos realizados después del surgimiento de la Convención Regional en materia de violencia contra las mujeres, que fue el ordenamiento que evidenció la preocupación de los Estados por la violencia contra la mujer en todas sus formas y el compromiso de la comunidad internacional para combatirla. Dicha Convención fue aplicada directamente por la Corte Interamericana de Derechos Humanos en un caso que evidenció por una parte, la violencia extrema contra la mujer por razones de género y por la otra, la indiferencia del Estado ante la comisión de estas conductas. En este caso por cierto, México resultó responsable por la violación de diversos derechos fundamentales, sin que hasta la fecha haya dado cumplimiento en su totalidad. A esta resolución antecedieron diversos estudios realizados por organismos internacionales de carácter universal y regional, que evidenciaron que la violencia contra la mujer es causa de una desigualdad de género arraigada en la sociedad y que se requiere la intervención del Estado para que responda con eficacia a este tipo de delitos. Esta intervención deriva de sus obligaciones internacionales y constitucionales, destacando el imperativo de debida diligencia en la investigación y sanción del homicidio por razones de género. 2.4.1 Sistema Universal Para determinar los estándares internacionales en materia de derechos humanos, que pueden ser útiles para la conformación del tipo penal de homicidio por razones de género o feminicidio, se consideran tratados internacionales y diversos pronunciamientos realizados por organismos internacionales, vinculados fundamentalmente con la violencia de género, en específico para las mujeres, destacándose sólo la parte que resulta directamente conveniente para la construcción del ilícito. Tratados internacionales: - Convención para la Eliminación de Todas las Formas de Discriminación contra la Mujer (ONU, 1979). En su artículo 1º proporciona la definición de 60 discriminación contra la mujer al señalar que, “denotará toda distinción, exclusión o restricción basada en el sexo que tenga por objeto o por resultado menoscabar o anular el reconocimiento, goce o ejercicio por la mujer, independientemente de su estado civil, sobre la base de la igualdad del hombre y la mujer, de los derechos humanos y las libertades fundamentales en las esferas política, económica, social, cultural y civil o en cualquier otra esfera”. - Protocolo Facultativo de la Convención sobre la Eliminación de Todas las Formas de Discriminación Contra la Mujer (ONU, 1999). Como Estado parte del Protocolo, México fue el primer país al que se aplica el procedimiento de escrutinio previsto en este instrumento. Del informe emitido al finalizar el procedimiento se derivan, entre otras cuestiones: la recomendación de incorporar la perspectiva de género en todas las investigaciones; políticas de prevención y combate a la violencia y programas de reconstrucción del tejido social. Teniendo en cuenta los aspectos propios de la violencia ejercida sobre las mujeres en razón de su sexo, sus causas y consecuencias y las respuestas sociales específicas que su situación requiere, en una perspectiva de eliminación de la discriminación y construcción de la igualdad de género (CEDAW, 2005, párr. 268). - Estatuto de Roma de la Corte Penal Internacional (1998). En su artículo 7 establece que: para los efectos del Estatuto, se entenderá por “crimen de lesa humanidad” cualquier de los actos siguientes cuando se cometa como parte de un ataque generalizado o sistemático contra una población civil y con conocimiento de dicho ataque: asesinato; violación, esclavitud sexual, prostitución forzada, embarazo forzado, esterilización forzada o cualquier otra forma de violencia sexual de gravedad comparable; entre otros. Instrumentos internacionales de políticas: - Declaración y Programa de Acción de Viena (1993). Se destaca que los derechos humanos de la mujer y de la niña son parte inalienable, integrante e indivisible de los derechos humanos universales. La plena participación, en condiciones de igualdad, de la mujer en la vida política, civil, económica, social y cultural en los planos nacional, regional e internacional y la erradicación de todas las formas de discriminación basadas en el sexo son objetivos prioritarios de la comunidad internacional (párrafo 8). La violencia y todas las formas de acoso y explotación sexuales, en particular las derivadas de prejuicios culturales y de la trata internacional de personas son incompatibles con la dignidad y la valía de la persona 61 humana y deben ser eliminados. La Conferencia Mundial de Derechos Humanos subraya en especial la importancia de la labor destinada a eliminar la violencia contra la mujer en la vida pública y privada a eliminar todas las formas de acoso sexistas en la administración de justicia y a erradicar cualesquiera conflictos que puedan surgir entre los derechos de la mujer y las consecuencias perjudiciales de ciertas prácticas tradicionales o costumbres, de prejuicios culturales y del exterminio religioso. La conferencia pide a la Asamblea General que apruebe el proyecto de declaración sobre la eliminación de la violencia contra la mujer e insta a los Estados a que combatan la violencia contra la mujer de conformidad con las disposiciones de la declaración (párrafo 38). - Programa de Acción de la Conferencia Internacional de las Naciones Unidas sobre la Población y el Desarrollo (1994). Al referirse a la igualdad y equidad entre los sexos y habilitación de la mujer, señala entre los objetivos para el mejoramiento de la condición de la mujer lograr la igualdad y equidad basadas en la asociación armónica entre hombres y mujeres y permitir que la mujer realice plenamente sus posibilidades (párrafo 4.3). Para ello los países deberán adoptar medidas para habilitar a la mujer y eliminar la desigualdad entre hombres y mujeres a la brevedad posible, eliminando la violencia contra la mujer (párrafo 4.4). Los países deberán adoptar medidas exhaustivas para eliminar todas las formas de explotación, abuso, acoso y violencia contra las mujeres, las adolescentes y niñas. Esto supone la adopción de medidas preventivas y de rehabilitación de las víctimas. Los países deberán prohibir las practicas degradantes como el tráfico de mujeres, adolescentes y niñas y la explotación por medio de la prostitución, y deberían prestar especial atención a la protección de los derechos y la seguridad de las víctimas de esos delitos y de quienes estén en situaciones que se puedan explotar, como las mujeres migrantes, las empleadas domésticas y las escolares (párrafo 4.9). - Declaración y Plataforma de Acción de Beijin (1995). Destaca que la violencia contra la mujer impide el logro de los objetivos de igualdad, desarrollo y paz, que la violencia contra la mujer viola y menosprecia o impide su disfrute de los derechos humanos y las libertades fundamentales. La inveterada incapacidad de proteger y promover esos derechos y libertades en los casos de violencia contra la mujer es un problema que incumbe a todos los Estados y exige que se adopten medidas al respecto (párrafo 112). La expresión “violencia contra la mujer” se refiere a todo acto de violencia basado en el género que tiene como resultado posible o real 62 un daño físico, sexual o psicológico, incluidas las amenazas, la coerción o la privación arbitraria de la libertad, ya sea que ocurra en la vida pública o en la privada. Por consiguiente, la violencia contra la mujer puede tener, entre otras, las siguientes formas: a) La violencia física, sexual y psicológica en la familia, incluidos los golpes, el abuso sexual de las niñas en el hogar, la violencia relacionada con la dote, la violación del marido, la mutilación genital y otras prácticas tradicionales que atentan contra la mujer, la violencia ejercida por personas distintas del marido y la violencia relacionada con la explotación, b) La violencia física, sexual y psicológica al nivel de la comunidad en general, incluidas las violaciones, los abusos sexuales, el hostigamiento y la intimidación sexuales en el trabajo, en instituciones educacionales y en otros ámbitos, la trata de mujeres y la prostitución forzada y c) La violencia física, sexual y psicológica perpetrada o tolerada por el Estado, dondequiera que ocurra (párrafo 113). Los actos de violencia contra la mujer también incluyen la esterilización forzada y el aborto forzado, la utilización coercitiva o forzada de anticonceptivos, el infanticidio de niñas y la determinación prenatal del sexo (párrafo 115). Respecto a las medidas que han de adoptar los gobiernos, señala entre otras, introducir sanciones penales, civiles, laborales y administrativas en las legislaciones nacionales, o reforzar las vigentes, con el fin de castigar y reparar los daños causados a las mujeres y las niñas víctimas de cualquier tipo de violencia, ya sea en el hogar, el lugar de trabajo, la comunidad o la sociedad (párrafo 124). Resoluciones aprobadas por la Asamblea General: - Declaración sobre la Eliminación de la Violencia contra la Mujer (48/104). En su artículo 1 define la violencia contra la mujer, como todo acto de violencia basado en la pertenencia al sexo femenino que tenga o pueda tener como resultado un daño o sufrimiento físico, sexual o psicológico para la mujer, así como las amenazas de tales actos, la coacción o la privación arbitraria de la libertad, tanto si se producen en la vida pública como en la vida privada. En su artículo 2, prevé los actos que implican violencia, sin limitarlos, consistentes en: la violencia física, sexual y psicológica que se produzca en la familia, incluidos los malos tratos, el abuso sexual de las niñas en el hogar, la violencia relacionada con la dote, la violación por el marido, la mutilación genital femenina y otras prácticas tradicionales nocivas para la mujer, los actos de violencia perpetrados por otros miembros de la familia y la violencia relacionada con la explotación; la violencia física, sexual y psicológica perpetrada dentro de la comunidad en general, inclusive la violación, el abuso sexual, 63 el acoso y la intimidación sexuales en el trabajo, en instituciones educacionales y en otros lugares, la trata de mujeres y la prostitución forzada; la violencia física, sexual y psicológica perpetrada o tolerada por el Estado, dondequiera que ocurra. - Eliminación de la Violencia contra la Mujer en el Hogar (58/147). En el ordenamiento se condena enérgicamente todas las formas de violencia contra la mujer y la niña en el hogar y, a este respecto, pide que se eliminen todas las formas de violencia de género en la familia, incluso cuando sea tolerada por el Estado (párrafo 3). De la Comisión de Derechos Humanos de Naciones Unidas: la resolución 2005/41 Eliminación de la Violencia contra la Mujer. En este instrumento se reafirma que por “violencia contra la mujer” se entiende todo acto de violencia sexista que tenga o pueda tener como resultando un daño o sufrimiento físico, sexual o psicológico para la mujer, así como las amenazas de tales actos, la coacción o la privación arbitraria de la libertad, tanto si se producen en la vida pública como en la vida privada, y que abarca, sin limitarse a estos actos, la violencia doméstica, los delitos cometidos por cuestiones de honor, los crímenes pasionales, la trata de mujeres y niñas, las prácticas tradicionales nocivas para la mujer y la niña, incluida la mutilación genital femenina, el matrimonio precoz y forzado, el infanticidio de niñas, los actos de violencia y los asesinatos relacionados con la dote, los ataques con ácido y la violencia relacionada con la explotación sexual comercial y con la explotación económica (párrafo 2). Condena enérgicamente todos los actos de violencia contra la mujer y la niña, tanto si dichos actos son perpetrados por el Estado, por particulares o por agentes no estatales, y pide que se eliminen todas las formas de violencia sexista en la familia, en la comunidad en general y dondequiera que sea perpetrada o tolerada por el Estado, de conformidad con la Declaración sobre la Eliminación de la Violencia contra la Mujer, y destaca la necesidad de tratar toda forma de violencia contra la mujer y la niña como un delito penal, punible por ley y el deber de proporcionar a las víctimas el acceso a unos medios de reparación justos y eficaces y a una asistencia especializada, incluida la asistencia médica y psicológica, así como a asesoramiento efectivo (párrafo 3). Destaca que todas las formas de violencia contra la mujer tienen lugar en el contexto de la discriminación de jure y de facto contra la mujer y de la condición inferior asignada a la mujer en la sociedad, y se ven exacerbadas por los obstáculos con que suelen enfrentarse a los jueces al tratar de obtener una reparación del Estado (párrafo 6). 64 Órganos creados por Tratados: - Comité para la Eliminación de la Discriminación contra la Mujer: - Recomendación número 12 (1989). Recomienda que los Estados incluyan en sus informes periódicos al Comité información relativa, entre otras, a la legislación vigente para proteger a la mujer de la frecuencia de cualquier tipo de violencia en la vida cotidiana (la violencia sexual, malos tratos en el ámbito familiar, acoso sexual en el lugar de trabajo, etcétera). - Recomendación número 19 (1992). En su contenido señala, que el artículo 1 de la Convención define la discriminación contra la mujer, que ésta incluye la violencia basada en el sexo, es decir, la violencia dirigida contra la mujer porque es mujer o que la afecta en forma desproporcionada; incluye actos que infligen daños o sufrimientos de índole física, mental o sexual, amenazas de cometer esos actos, coacción y otras formas de privación de la libertad (párrafo 6). La convención se aplica a la violencia perpetrada por las autoridades públicas (párrafo. 8). Recomienda a los Estados Partes entre otras cuestiones; adoptar medidas apropiadas y eficaces para combatir los actos públicos o privados de violencia por razones de sexo; velar porque las leyes contra la violencia y los malos tratos en la familia, la violación, los ataques sexuales y de otro tipo de violencia contra la mujer protejan de manera adecuada a todas las mujeres y respeten su integridad y su dignidad; adopten medidas preventivas y punitivas para acabar la trata de mujeres y la explotación sexual; incluyan en sus informes datos sobre el hostigamiento sexual y sobre las medidas adoptadas para proteger a la mujer del hostigamiento sexual y de otras formas de violencia o coacción en el lugar de trabajo; informen acerca de la amplitud de la violencia en el hogar y el abuso deshonesto. Diversos informes: - Oficina del Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Derechos Humanos en México (OACNUDH). “Diagnóstico sobre la situación de los derechos humanos en México”, México 2003. Señala los principales obstáculos estructurales que impiden lograr una plena vigencia de los derechos humanos en el país, reconociendo la necesidad de reformas legislativas y acciones administrativas, formulando como propuestas entre otras, proteger el derecho de las mujeres a una vida sin violencia; promover la incorporación, en la legislación nacional y estatal, de las prescripciones contenidas en la Declaración Universal de los Derechos Humanos, la CEDAW y la Convención de Belém do Pará, así como de los convenios de la OIT 65 relativos a los derechos laborales de las mujeres y sobre responsabilidades familiares. (párr. 143). En materia legislativa propone, eliminar de los códigos penales todo elemento que opere en detrimento de la protección de los derechos de las mujeres y de bienes jurídicos de gran valor social como la vida, la integridad física, emocional y sexual y la libertad corporal, emocional, sexual y de tránsito; particularmente debe, establecer de manera generalizada, como atenuantes, eximentes y agravantes, las circunstancias que impliquen una mejor protección de las víctimas y las que respondan a la necesidad de sancionar severamente el abuso de poder, por ejemplo, deben agravarse en todo el país las penas por homicidio, lesiones y agresiones a la sexualidad si suceden en relaciones familiares. - Oficina del Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Derechos Humanos en México (OACNUDH). “Derechos humanos de las mujeres. Actualización del Capítulo 5 del Diagnóstico sobre la Situación de los Derechos Humanos en México”, México, 2007. Se propone adicionalmente al diagnóstico: estudiar a profundidad la conveniencia de tipificar el “feminicidio”; homologar las definiciones relacionadas con las distintas formas de violencia contra las mujeres en la legislación de las distintas entidades del país y actualizar las leyes de acuerdo con la reciente aprobación de la Ley General de Acceso de las Mujeres a una Vida Libre de Violencia con el fin de armonizar las legislaciones en todo el país. - “Informe de la Relatora Especial sobre la violencia contra la mujer, sus causas y consecuencias, Yakin Ertürk”, 13 de enero de 2006. Al respecto señala, que la violencia contra la mujer en México puede describirse como la punta de un iceberg que oculta bajo la superficie problemas sistémicos más complejos que sólo pueden entenderse en el contexto de, por un lado, una desigualdad de género arraigada en la sociedad y, por el otro, un sistema jurídico y de gobierno dividido en varios niveles que no responde con eficacia a los delitos de violencia, incluida la violencia de género (párrafo 7). Recomienda al Gobierno entre otras medidas: poner fin a la impunidad respecto de la violencia contra la mujer llevando a cabo reformas de la legislación, los procedimiento de investigación y el sector judicial; promulgar en todos los Estados y a escala federal leyes específicas para prevenir los actos de violencia contra la mujer y responder a ellos; investigar con la debida diligencia todos los supuestos actos de violencia contra la mujer, ya sea que se produzcan en el hogar, en la comunidad o en el lugar de trabajo de la víctima, prestando una atención particular a la relación entre la violencia contra la mujer y el tráfico de drogas y seres 66 humanos; llevar a juicio a los agresores; ofrecer rápidamente indemnizaciones adecuadas y brindar apoyo a los supervivientes (párrafo 69). - Informe del Comité para la Eliminación de la Discriminación contra la Mujer (con motivo del 5º informe de México), (2002). El Comité pide al Estado parte que tenga en cuenta la Recomendación 19 sobre la violencia contra la mujer y tome las medidas necesarias para que la ley sancione adecuadamente todas las formas de violencia contra la mujer y la existencia de procedimientos adecuados para la investigación y procesamiento. Recomienda que se promueva la promulgación de leyes federales y estatales, según proceda, que criminalicen y sancionen la violencia doméstica y a los perpetradores de la misma y que se adopten medidas para que las mujeres víctimas de violencia pueda obtener reparación y protección de inmediato (párrafo 432). - Informe del Comité para la Eliminación de la Discriminación contra la Mujer (Observaciones finales del Comité para la Eliminación de la Discriminación contra la mujer: México), (2006). A la luz de su recomendación general 19, el Comité insta al Estado parte que adopte sin demora todas las medidas necesarias para poner fin a la violencia perpetrada contra la mujer por cualquier persona, organización o empresa, así como a la violencia cometida por agentes estatales, o derivada de sus acciones u omisiones, a todos los niveles. El Comité insta al Estado parte a que acelere la aprobación de la enmienda del Código Penal para tipificar el feminicidio como delito, y a que proceda a la aprobación sin demora del proyecto de Ley General para el Acceso de las Mujeres a una Vida sin Violencia (párrafo. 15). - Observaciones finales del Comité para la Eliminación de la Discriminación contra la Mujer (realizadas a México), (2012). El Comité exhorta al Estado parte a: invertir los efectos negativos de esta estrategia para las mujeres y muchachas y cumplir sus obligaciones de diligencia debida para prevenir la violencia contra las mujeres, incluida la violencia doméstica, las desapariciones forzosas, las torturas y los asesinatos, en particular el feminicidio; investigar, enjuiciar y sancionar a los autores de delitos, ya sean entidades estatales o no estatales, y proporcionar reparación a las mujeres que hayan sido víctimas de la violencia, independientemente del contexto y de los presuntos responsables (párrafo. 12). Además insta a las autoridades federales del Estado parte a: acelerar sus esfuerzos para armonizar de manera coherente, entre otras cosas, su legislación penal, procesal y civil con la Ley General o las leyes locales sobre el acceso de la mujer a una vida libre de violencia y 67 con la Convención (párrafo 14). Y recomienda al Estado parte: adoptar las medidas necesarias para garantizar que la codificación del feminicidio se base en elementos objetivos que permitan su adecuada calificación en los códigos penales locales; acelerar su codificación en esos códigos penales pendiente (párrafo 19). - Unión Interpalamentaria3. “Como los Parlamentos pueden y deben promover una lucha eficaz contra la violencia respecto a las mujeres en todas las áreas” (2006). Exhorta a los gobiernos a implementar la resolución 52/86 de la Asamblea General de las Naciones Unidas sobre las medidas en materia de prevención del crimen y de la justicia penal para eliminar la violencia contra las mujeres, en particular a castigar todos los actos de violencia contra las mujeres cometidos por los Estados o los actores no estatales en la esfera pública y privada, a establecer los tribunales especializados en los asuntos de violencia contra las mujeres y a crear una instancia gubernamental encargada de facilitar la acción judicial de todos los actos de violencia (párrafo 5). Demanda a los parlamentos a denunciar y a combatir las formas extremas de violencia sexista contra las mujeres que proceden de la violación de sus derechos fundamentales y de un conjunto de comportamientos misóginos que puedan permanecer impunes, y que han culminado en homicidio y otras formas de muerte violenta de las mujeres (párrafo 17). 2.4.2 Sistema Regional En el sistema regional interamericano se encuentra el instrumento legal más importante, por ser específico respecto al tema de la violencia contra la mujer, que ha dado pauta a diversos pronunciamientos de la Comisión y la Corte Interamericanas de Derechos Humanos en sus respectivos ámbitos de competencia. Tratados Internacionales: - Convención Interamericana para Prevenir, Sancionar y Erradicar la Violencia contra la Mujer “Convención de Belém do Pará” (2004). En su artículo 1 define la violencia contra la mujer como “cualquier acción o conducta, basada en su género, que cause muerte, daño o sufrimiento físico, sexual o psicológico a la mujer, tanto en el ámbito público como privado”. En su artículo 2 precisa que violencia contra la mujer incluye violencia física, sexual y psicológica; que tenga lugar dentro 3 Es una organización internacional de parlamentos y es el principal interlocutor de las Naciones Unidas. 68 de la familia o unidad doméstica o en cualquier otra relación interpersonal, ya sea que el agresor comparta o haya compartido el mismo domicilio que la mujer, y que comprende, entre otros, violación, maltrato y abuso sexual; que tenga lugar en la comunidad y sea perpetrada por cualquier persona y que abarca, entre otros, violación, abuso sexual, tortura, trata de personas, prostitución forzada, secuestro u acoso sexual en el lugar de trabajo, así como en instituciones educativas, establecimientos de salud o cualquier otro lugar, y que sea perpetrada o tolerada por el Estado o sus agentes, donde quiera que ocurra. Comisión Interamericana de Derechos Humanos: - Relatoría de los derechos de la Mujer. “Situación de los Derechos de la Mujer en Ciudad Juárez, México: El Derecho a no ser objeto de violencia y discriminación” (2003). Se destaca que los asesinatos y desapariciones ocurridos en Ciudad Juárez son manifestaciones especialmente dramáticas de modalidades de violencia basada en el género y discriminación que incluyen otras formas de violencia sexual y violencia dentro de la familia. La violencia tiene sus causas raigales en conceptos de subordinación y discriminación, y la impunidad (y la discriminación inherente a la falta de reacción eficaz) promueven su persistencia (párrafo 164). La violencia basada en el género es inaceptable, sea que se manifieste a través de asesinatos o violencia sexual o doméstica. La consecuencia de la impunidad consiste en reducir la visibilidad de esas violaciones de derechos al punto en que la violencia doméstica, por ejemplo, es en la práctica un crimen invisible (párrafo 167). -“Estándares jurídicos vinculados a la igualdad de Género y a los Derechos de las Mujeres en el Sistema Interamericano de Derechos Humanos: Desarrollo y Aplicación”(2011). Destaca algunos estándares del Sistema Interamericano de Derechos Humanos acerca del problema de la violencia contra las mujeres, entre otros, el vínculo estrecho entre los problemas de la discriminación y la violencia contra las mujeres; la obligación inmediata de los Estados de actuar con la debida diligencia requerida para prevenir, investigar, y sancionar con celeridad y sin dilación todos los actos de violencia contra las mujeres, cometidos tanto por actores estatales como no estatales; la obligación de garantizar la disponibilidad de mecanismos judiciales efectivos, adecuados e imparciales para víctimas de violencia contra las mujeres; la calificación jurídica de la violencia sexual como tortura cuando es cometida por agentes estatales; la obligación de los Estados de implementar 69 acciones para erradicar la discriminación contra las mujeres y los patrones estereotipados de comportamiento que promueven su tratamiento inferior en sus sociedades; el deber de los órganos legislativos, ejecutivos y judiciales de analizar mediante un escrutinio estricto todas las leyes, normas, prácticas y políticas públicas que establecen diferencias de trato basadas en el sexo, o que pueden tener un impacto discriminatorio en las mujeres en su aplicación; el deber de los Estados de considerar en sus políticas adoptadas para avanzar la igualdad de género el particular riesgo o violaciones de derechos humanos que pueden enfrentar las mujeres por factores combinados con su sexo, como su edad, raza, etnia y posición económica, entre otros (párrafo 18). - “Informe de la Comisión Interamericana de Derechos Humanos sobre la condición de la Mujer en las Américas” (1998). La Comisión insta a los Estados a que, legislen adecuadamente sobre la violencia contra la mujer, asegurando que la violencia, intrafamiliar o doméstica, o causada o tolerada por agentes del Estado, sea debidamente investigada, procesada y sancionada (recomendación C. 3). - Acceso a la Justicia de las Mujeres Víctimas de Violencia en las Américas” (2007). Se recomienda reformar el contenido del marco jurídico existente destinado a proteger los derechos de las mujeres, tanto civil como penal, con el fin de armonizarlo con los principios consagrados en la Convención Americana, la Convención de Belém do Pará y la CEDAW, entre otros instrumentos internacionales de derechos humanos (pág. 129). - “Mecanismo de seguimiento de la implementación de la Convención Interamericana para Prevenir, Sancionar y Erradicar la Violencia contra la Mujer” (MESSECVI). En su primer informe Hemisférico presentado por el Comité de Expertas (CEVI), en fecha 20 de junio de 2008, se recomienda sancionar la violencia contra las mujeres a través de reformas a los códigos penales o la expedición de leyes especiales, de acuerdo a lo establecido en la Convención Interamericana para Prevenir, Sancionar y Erradicar la Violencia contra la Mujer y según los estándares internacionales del Derecho Internacional de los Derechos Humanos. Adoptar legislación o promover la que existe para sancionar con medidas específicas a las funcionarias o funcionarios que no apliquen la normativa sobre violencia contra las mujeres (párrafo 64). Así como adoptar una política que perita prevenir, sancionar y erradicar el feminicidio/femicidio (párrafo 69). En su segundo informe, de fecha 16 de abril de 2012, solicita al Estado mexicano tipificar el feminicidio como un delito, 70 dentro de la legislación en materia de violencia contra las mujeres en todas las entidades federativas. Señala que el Comité de Expertas/os adoptó su Declaración sobre feminicidio (2008) donde define este delito como “… la muerte violenta de mujeres por razones de género, ya sea que tenga lugar dentro de la familia, unidad doméstica o en cualquier otra relación interpersonal; en la comunidad, por parte de cualquier persona, o que sea perpetrada o tolerada por el Estado y sus agentes, por acción u omisión” (párrafo 29). Advirtiendo el Comité la mayor visibilidad del feminicidio y la necesidad de adoptar medidas para su prevención y sanción. Sobre esta fase enfatiza la necesidad de dar seguimiento a la aplicación de dicho tipo penal y sus agravantes por las y los jueces y fiscales, sobre todo en la valoración de los motivos de género o por el hecho de ser mujer, presentes en varias de las definiciones legales de feminicidio en la región. Al mismo tiempo el Comité de Expertas/os nota que los Estados han concentrado sus esfuerzos en penalizar el femicidio cometido por la pareja de la víctima, sea el esposo, novio o concubino, sean actuales o pasados, lo que es conocido como femicidio íntimo. Con ello se deja de lado los femicidios ocurridos en el ámbito público, perpetrado ya sea por un conocido de la víctima, en la comunidad, o por el Estado. De las normas revisadas en pocos casos se cuenta como agravante de homicidio de mujeres o femicidio cuando el perpetrador es un funcionario público. Por ello recomienda a los Estados contar con disposiciones que sancionen a perpetradores de femicidio en el ámbito público (párrafo 33). Corte Interamericana de Derechos Humanos: - Caso González y otras (“Campo Algodonero”) vs México (2009). La Corte aborda de manera integral los derechos de las mujeres, utiliza la expresión homicidio de mujer por razones de género, también conocido como feminicidio (párrafo 143). Destaca que algunos crímenes parecen presentar altos grados de violencia, incluyendo sexual y que en general han sido influenciados, por una cultura de discriminación contra la mujer (párrafo 164). La creación y uso de estereotipos se convierte en una de las causas y consecuencias de la violencia de género en contra de la mujer y ésta constituye una forma de discriminación (párrafo 402). -Caso Fernández Ortega y otros vs. México (2010). El Tribunal constató una violación a su derecho a vivir libre de violencia bajo la Convención de Belém do Pará, así como la violación al derecho a la integridad personal y el derecho a no ser objeto de injerencias arbitrarias o abusivas en el domicilio en perjuicio del esposo de 71 ésta y sus hijos (párrafo 308). Además afirmó que la violación sexual constituye una forma paradigmática de violencia contra las mujeres cuyas consecuencias, incluso, trascienden a la persona de la víctima (párrafo 119). De estos estándares se deriva primero, que el derecho a la igualdad no ha sido efectivo para la mujer al encontrarse en un estado de discriminación que es producto de sociedades patriarcales, basadas en estereotipos de género que determinan la supremacía del hombre sobre la mujer. Discriminación que se manifiesta en la violencia que bajo diversas formas se despliega en contra de las mujeres. Violencia que además se encuentra enmarcada en un contexto de impunidad, que reduce la visibilidad de esas violaciones de derechos humanos. En segundo lugar las obligaciones de los Estados, de incorporar en la legislación nacional y estatal las prescripciones contenidas en los ordenamientos internacionales de derechos humanos de las mujeres; establecer medidas para habilitar a la mujer y eliminar la desigualdad entre hombres y mujeres; adoptar la violencia contra la mujer y niña como delito; agravarse en todo el país las penas por homicidio, lesiones y agresiones a la sexualidad si suceden en relaciones familiares; introducir medidas legislativas para castigar y reparar los daños causados a las víctimas; incorporar la perspectiva de género en todas las investigaciones y en las políticas de prevención y combate a la violencia; establecer una justicia especializada; promulgar en todos los Estados y a escala federal leyes especificas para prevenir los actos de violencia contra la mujer y responder a ellos; asumir la obligación inmediata los Estados de actuar con la debida diligencia requerida para prevenir, investigar y sancionar con celeridad y sin dilación todos los actos de violencia contra mujeres e investigar con la debida diligencia entre otros, el feminicidio. En tercer término, los ámbitos en que tiene presencia la violencia contra la mujer, al destacarse que se manifiesta en la vida pública y privada; especificando que puede ser en la familia, unidad doméstica, en la comunidad, en el trabajo, en institucionales educacionales y establecimientos de salud. En cuarto lugar las diversas manifestaciones de esta violencia, al ser de carácter físico, sexual y psicológica; enunciándose sin limitarlos los casos en que pueden aparecer los distintos tipos de violencia. En el caso de la física, como los golpes, mutilación genital, explotación, esterilización forzada, aborto forzado, utilización forzada de anticonceptivos, infanticidio de niñas, determinación prenatal 72 del sexo, privación de la libertad, maltrato, tortura, secuestro, entre otros. En la sexual, toda forma de abuso sexual, la violación, el hostigamiento y la intimidación sexuales, acoso sexista en la administración de justicia, prostitución, trata de personas, explotación sexual, entre otras. Y en la psicológica, las amenazas y coerción. Por lo que respecta a los sujetos que la despliegan, pueden ser particulares y agentes del Estado, perpetrada directamente o tolerada por el mismo. Finalmente y de manera expresa el Comité de la CEDAW recomendó a México, adoptar las medidas necesarias para garantizar que la codificación del feminicidio se base en elemento objetivos que permitan su adecuada calificación en los códigos penales locales. 73 CAPÍTULO 3 APLICACIÓN DE ESTÁNDARES INTERNACIONALES EN EL DELITO DE FEMINICIDIO EN MÉXICO Analizado el estado en que se encuentran los tipos penales en las entidades del país y en la Federación, y expuestos los estándares internacionales que deben considerarse para una adecuada integración del tipo penal de homicidio cometido con violencia de género o feminicidio, el presente capítulo tiene como finalidad, determinar si los tipos penales cumplen con estos estándares. El estándar en que se hace hincapié por su fuerza imperativa, se dirige a la obligación que tiene México para perseguir penalmente la violencia de género, en el particular cuando se priva de la vida a la víctima, justificándose la existencia de una norma penal género específica. Atendiendo a los resultados se proponen algunos elementos a considerar para la construcción del tipo penal de feminicidio, tutelando fundamentalmente los derechos humanos de las mujeres a la vida, a la igualdad, a vivir libre de violencia y de acceso a la justicia. 3.1 Regulación penal de la violencia contra la mujer en México Una vez que se han expuesto las condiciones en que se encuentra el feminicidio en México y los estándares internacionales existentes en materia de violencia de género, que pueden resultar aplicables para su adecuada conformación típica, corresponde en relación con éstos, justificar su existencia en México como una obligación de carácter no sólo internacional sino constitucional. Esto último con motivo de la reforma a la Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos en materia de derechos humanos. Estas reformas de carácter sustancial destacan la importancia de los derechos humanos en el orden jurídico nacional, al situar los tratados internacionales en esta materia, en vinculación con el artículo 133 Constitucional, jerárquicamente a nivel de la propia Constitución y por encima del resto de los ordenamientos legales y al precisar las diversas obligaciones que adquieren todas las autoridades del país en este 74 ámbito, bajo principios que resultan inherentes a la propia naturaleza de los derechos humanos. Lo que caracteriza a esta reforma es el fortalecimiento de los derechos humanos, porque admiten expresamente a los tratados como fuente de derechos constitucionalizados, por las obligaciones puntuales del Estado frente a ellos y por los principios del derecho internacional que acompañan su reconocimiento y protección (Caballero, 2013:104). Dentro del ámbito internacional, existen tratados que contemplan una diversidad de derechos humanos y otros, que lo hacen de manera específica o temática, en tratándose de derechos de las mujeres se encuentran como se analizó con anterioridad, la CEDAW y la Convención de Belém do Pará, que precisan las obligaciones que los Estados partes adquieren al respecto, y que para el Estado mexicano resultan vinculatorios, al haber ratificado ambas convenciones, el 23 de marzo de1981 y 19 de junio de 1998, respectivamente. Al incorporarse los tratados internacionales en materia de derechos humanos, de los que México es parte al orden constitucional, y por ende el contenido esencial de los derechos humanos y su especificidad temática y de grupos; la obligación de prohibir y perseguir penalmente, en el caso la violencia de género que ha sido desarrollada en la Convención de Belém do Pará, se instituye no sólo como una obligación internacional, sino también de carácter constitucional (Arjona, 2014:14). En esta obligación del Estado mexicano concurren las autoridades de los distintos ámbitos y niveles de gobierno de acuerdo a la distribución de sus competencias, pero todas bajo la exigencia de hacer efectivos los derechos humanos de las personas, so pena de responsabilidad nacional e internacional por incumplimiento de los deberes contraídos. La creación de leyes género específicas para sancionar la violación de un derecho, constituye una obligación general de protección de los derechos humanos al vincularse con los mecanismos de exigibilidad y su correcto funcionamiento; aunque en algunas ocasiones se le suele ubicar en la obligación de garantizar, al relacionarse con los deberes de prevenir, investigar, sancionar y reparar. En materia de violencia contra las mujeres, el artículo 7 de la Convención de Belém do Pará, prevé las diversas obligaciones generales que adquieren los Estados parte al respecto, y en lo que interesa, en relación a la obligación de protección, señala en el inciso c: “Incluir en su legislación interna normas penales, civiles y 75 administrativas, así como las de otra naturaleza que sean necesarias para prevenir, sancionar y erradicar la violencia contra la mujer y adoptar las medidas administrativas apropiadas que sean del caso”. Ciertamente este ordenamiento legal no precisa qué tipo de violencia deberá regularse en las diversas materias que señala, empero tratándose de la violencia más extrema contra la mujer, al privarla de la vida, difícilmente puede considerarse una medida de carácter civil o administrativa, porque la intervención punitiva del Estado se justifica para la protección de bienes jurídicos importantes para la sociedad, como es la vida. Esta intervención conlleva la investigación por una parte, de sus causas, que al tratarse de violencia de género, se vinculan con la desigualdad estructural en que se encuentran las mujeres por razones históricas y sociales, que requieren su transformación; y por la otra, de sus consecuencias, para lograr una reparación efectiva e integral de los daños ocasionados. Esta obligación se vincula con el deber de debida diligencia que de acuerdo a la propia Convención (artículo 7 b) consiste en prevenir, investigar y sancionar la violencia contra la mujer. Por consecuencia, además de la obligación del Estado de incluir en la legislación normas penales que contribuyan a prevenir, sancionar y erradicar esta expresión específica de la violencia de género, como el feminicidio, el Estado tiene el deber de debida diligencia, en la investigación, sanción de los responsables y reparaciones a la víctima; no hacerlo constituye una forma de consentimiento que puede ser pasiva y aparecer como omisión o abstención en la forma de aquiescencia ilícita, que indudablemente genera responsabilidad internacional para el Estado de acuerdo a los compromisos adquiridos. El Estado participa entonces en la realización de hechos criminales, absteniéndose de proteger a las posibles o actuales víctimas (Mariño, 2013:118). Indudablemente la reforma en materia de derechos humanos en México, importa un avance significativo en el reconocimiento de los derechos humanos, su dimensión y trascendencia es mayúscula, porque se proyecta en todos los espacios del país; y la previsión de las obligaciones para el Estado en esta materia, constituye la mayor herramienta para que las personas, exijan la plena vigencia de sus derechos fundamentales. Esta reforma en materia de derechos humanos, requiere de una comprensión más amplia para generar la política pública que parte tiene que ver con el sistema 76 penal, y que con otras áreas, contribuyan para pensar en un Estado con un rol distinto, en un Estado que proteja los derechos humanos. 3.1.1 Norma género específica Establecida la obligación del Estado mexicano de tipificar el feminicidio como delito, es oportuno precisar que además se justifica su carácter de norma género específica, que responde razonablemente a las diferencias de hecho entre mujeres y hombres. Esta norma género específica atiende a la realidad social y jurídica de las mujeres, a un contexto que refleja la desigualdad estructural en que se encuentran, producto de estereotipos de género, en donde subyace la idea de inferioridad de las mujeres. La violencia contra las mujeres se caracteriza porque es producto de pautas culturales que la hacen invisible, justificada por una autoridad patriarcal, que denota su normalidad y como algo natural de las relaciones privadas, que genera su impunidad. El Derecho ha desempeñado un rol importante en el mantenimiento y reproducción de todas las desigualdades de género, porque ha sido ajeno a esa realidad. “El Derecho es masculino porque son las necesidades y conflictos de los hombres los que están codificados en él” (Facio, 2002:30). El feminicidio como norma género específica, denota un cambio en el uso del Derecho, porque sanciona la expresión más extrema de la violencia de género, que encuentra sus raíces en la falta de igualdad sustancial entre mujeres y hombres. La inclusión del género en la formulación de normas, tiene consecuencias fundamentales en la aplicación práctica de la norma para la vigencia de los derechos humanos de las mujeres, porque exige analizar el contexto en el que se desarrolla el hecho; entender la posición vulnerable de las mujeres y las consecuencias que genera el hecho, que alcanzan no sólo a éstas sino a sus familiares; además permite dar vigencia a los derechos de igualdad y de acceso a la justicia. Es precisamente la búsqueda de la igualdad sustancial, lo que da fundamento al feminicidio como norma penal género específica, porque las conductas antisociales tienen impactos diferenciados respecto a los sujetos que van dirigidas, al existir condiciones que facilitan o coadyuvan a su ejecución, como lo es la posición de opresión y sometimiento en que se encuentra la mujer. 77 El Estado no puede ser indiferente ante conductas social y penalmente relevantes, como la muerte de una mujer por razones de género, que escapa del análisis que en general se hace para cualquier otro delito de carácter neutro; porque en el subyace la desigualdad. La situación de violencia socialmente practicada y no sancionada constituye en sí misma una violación del principio de no discriminación, al artículo 1 de la CEDAW (Mariño, 2013:116). Ciertamente el delito de feminicido no ha sido comprendido totalmente y ello se observa en la conformación típica que se le ha dado, representando dificultades operativas e incluso culturales. A pesar de ello, constituye un mecanismo idóneo para hacer efectivo los derechos de vivir libres de violencia y de acceso a la justicia para las mujeres, el cual debe integrarse a toda una política criminal que se realice con perspectiva de género, que fortalezca las estrategias de persecución y sanción de las personas responsables de los hechos de violencia contra las mujeres, y garantice la reparación y compensación de las víctimas, con el objetivo de reducir la impunidad, de manera que la justicia penal cumpla con su función de prevención especial y general de la criminalidad. 3.1.2 Calificación del sujeto pasivo: mujer y el derecho a la igualdad Como ya hemos visto la violencia contra la mujer tiene su origen en la discriminación en que se encuentra, derivada de la subordinación que histórica y socialmente padece en donde se han creado estereotipos de género, que relegan su vida a determinados roles que se estiman inferiores. El Estado se encuentra obligado constitucional e internacionalmente a tomar medidas para prevenir, sancionar y erradicar la violencia, en el caso la más extrema al privarlas de la vida. Siendo una de éstas, la creación de normas penales, que permitan investigar el hecho, sancionar a los responsables y reparar a las víctimas. Es importante destacar que la justificación del carácter género especifico de la norma penal, encuentra sustento, como ya se mencionó, en la desigualdad estructural que sufren las mujeres en relación con las obligaciones del Estado en materia de violencia de género. En este sentido al tipificar el feminicidio, se elimina el carácter neutro en el delito de homicidio y se califica al sujeto pasivo como mujer; sin embargo no basta con dicha precisión porque se requiere la existencia de elementos de carácter 78 subjetivos y normativos, que determinen las razones de género. Por consecuencia si sólo se determina que el sujeto pasivo es mujer, sin integrar otros elementos diversos al homicidio, la norma penal no justifica la distinción y por ende afecta el derecho a la igualdad. Bajo esta vertiente es imperativo exponer los motivos de la diferenciación en el contenido de la propia ley penal, en el caso concreto en el delito de feminicidio, a través de sus elementos integradores, de lo contrario se genera un mensaje a la sociedad, de que es más valiosa la vida de una mujer y merece el trasgresor de la norma ser sancionado más severamente. Llama la atención la regulación que tienen dos Estados del país, que en los últimos diez años se han destacado por los numerosos casos de homicidios de mujeres. Chihuahua, que en su Código Penal vigente, en el delito de homicidio, sólo califica al sujeto pasivo como mujer para justificar el incremento de las sanciones con relación al homicidio de carácter neutro, y el Estado de México, que en su legislación sustantiva penal, además de prever esta circunstancia para considerar el homicidio como calificado, tipifica el delito de feminicidio. En un primer momento podrá argumentarse que por el contexto generalizado de violencia contra la mujer que se ha vivido en Ciudad Juárez, la sola calificación del sujeto pasivo como mujer, conlleva a justificar un trato diverso y el incremento de la pena; sin embargo debe distinguirse, como la propia Corte Interamericana lo hizo en el caso “Campo Algodonero” (2009, párrafo 144), entre el homicidio cometido en agravio de una mujer y aquél que es por razones de género. Para ejemplificar que la sola calificación del sujeto pasivo como mujer, en el delito de homicidio, no justifica un tratamiento diverso, de cuando se comete en agravio de un hombre, se pondera el hecho del sujeto que dolosamente dispara en contra de un grupo y priva de la vida a diversas personas de ambos sexos. Para el caso de las mujeres lleva implícita una pena agravada y para los hombres un tratamiento distinto, que no tiene sustento si consideramos la identidad en el móvil y en el dolo del delito. En el Estado de México como ya se destacó la situación es aún más delicada, al concurrir el homicidio cometido en agravio de una mujer y el feminicidio, lo que implica que en esa entidad privar de la vida a una mujer determina un trato diferenciado sin importar los motivos que lo generaron, lo que impide visibilizar 79 objetivamente los casos de violencia más extrema que por razones de género se presentan en dicha entidad contra de las mujeres. Esta circunstancia se ve reflejada en la actuación del ministerio público, que encuentra más accesible justificar el homicidio cometido en agravio de una mujer, que el feminicidio que implica actualizar las razones de género, sobre todo si ambos prevén la misma pena. Por consecuencia la eliminación del carácter neutro en el delito de homicidio, sólo puede justificarse para calificar al sujeto pasivo cuando es por razones o violencia de género, pues la intención es cumplir con la obligación internacional en materia de violencia contra las mujeres, y dar una significación penal a la discriminación estructural, como una estrategia de prevención general y especial de la criminalidad, que se manifiesta de diversas formas, siendo una de éstas la violencia de género más extrema al privar de la vida a las mujeres. 3.2 El feminicidio de acuerdo a los estándares internacionales de derechos humanos La posición de México respecto al feminicidio, por lo menos en el ámbito de la legislación puede considerarse positivo, porque actualmente todos los Estados de la República y la propia Federación, lo han regulado en su código penal; sin embargo insuficiente porque requiere de pulcritud técnica en su conformación típica para que el Estado cumpla con el mandato internacional de prevenir, sancionar y erradicar la violencia contra las mujeres. Ponderada la circunstancia de establecer el tipo penal no sólo calificando al sujeto pasivo como mujer, sino agregando las razones que permiten la distinción fundadas en el género; es indispensable que estas razones se encuentren bien definidas de acuerdo a los estándares internacionales que sean útiles para ello, al ser el ámbito internacional en donde la violencia contra la mujer ha encontrado su mayor desarrollo. Muchos de estos estándares son recogidos por la Ley General de Acceso de las Mujeres a una Vida Libre de Violencia, que constituye un referente para atender a los diversos tipos de violencia y los ámbitos en donde se presenta. Estos aspectos en general son tomados en cuenta para la integración del ilícito de feminicidio por las entidades, pero lo hacen tratando de contemplar todos los casos que se pueden 80 presentar al respecto. Esto es, de manera casuística, lo que de suyo no cumple con el principio de taxatividad o exactitud de la ley penal y genera impunidad para los casos no comprendidos en la norma. Sirva de ejemplo el Estado de Oaxaca cuando señala, que a la víctima se le hayan infligido heridas, escoriaciones, contusiones, fracturas, dislocaciones, quemaduras, mutilaciones con implicaciones sexuales o que le genere sufrimiento; y el Estado de Sonora al precisar, quien se aproveche del estado de indefensión o falta de apoyo de una mujer que se encuentra sola, ya sea por la dificultad de comunicación para recibir auxilio, por razón de distancia a un lugar habitado o porque exista algún impedimento físico o material para solicitar el auxilio. En ambos casos pueden existir conductas que no estén comprendidas en la norma penal, no obstante que se pretendieron agotar todos los supuestos, al referirse por una parte a los antecedentes de violencia física que tiene múltiples manifestaciones; y por el otro al estado de indefensión que también admite muchos supuestos. Bajo esa integración se observan también algunas legislaciones que destacan elementos de difícil comprobación, como el caso de Jalisco, al señalar, cuando en la escena del crimen se desprendan indicios de humillación o denigración de parte del sujeto activo hacia la víctima y Quintana Roo, al establecer, que el cuerpo de la víctima sea exhibido públicamente con la evidente intención de demostrar el odio que el activo tenía a la víctima por ser mujer. En el primer caso los términos utilizados resultan de amplio contenido y diversa interpretación y en el segundo, lleva implícito un elemento de carácter subjetivo relativo a la “intención”. Otras entidades, presentan una conformación confusa e incluso contradictoria, como la legislación de Tlaxcala, al precisar, que el homicidio doloso se considerará feminicidio cuando sea entre otras, por razón de violencia de género, entendiéndose por ésta, la privación de la vida asociada a la exclusión, subordinación, discriminación o explotación del sujeto pasivo; señalando otros tres supuestos, que por su redacción se desvincula de la violencia de género. Bajo esas condiciones es necesario definir los elementos a considerar para la integración del feminicidio, derivados de los estándares internacionales en materia de derechos humanos de las mujeres, pero atendiendo a los supuestos que se exigen para la construcción de tipos penales, que marcan los límites formales y materiales para la potestad punitiva del Estado, siendo uno de ellos el de legalidad, que requiere una norma clara y precisa. 81 Finalmente no se inadvierte que algunos doctrinarios, proponen que el feminicidio, también sea considerado como crimen internacional, cuando es llevado a cabo en un contexto caracterizado por la sistematicidad o generalidad de los actos, presentando analogías con la estructura por un lado del genocidio y por otra de un determinado crimen de lesa humanidad (Mariño, 2013: 113). Propuesta que escapa a los fines del presente, pero representa un ofrecimiento atractivo para ver este tipo de violaciones a derechos humanos de las mujeres, bajo otra perspectiva, con una responsabilidad internacional más directa e inmediata para el Estado. 3.2.1. Bien jurídico tutelado Como límite material de la potestad punitiva del Estado, el bien jurídico tutelado por excelencia en el feminicidio es la vida y encuentra plena justificación, al ser uno de los bienes jurídicos más importantes para la sociedad, que exige su tutela efectiva. A diferencia de otros tipos de violencia de género que pueden ser tratados en áreas civiles o administrativas, la violencia feminicida justifica la intervención del Derecho Penal, al tener como consecuencia las agresiones más intolerables al bien jurídico del que es titular la víctima. Además de este bien jurídico, por considerarse una norma género específica algunas entidades del país, prevén otros bienes que pueden verse lesionados por estas conductas, como la igualdad de género, la dignidad, el desarrollo y el derecho o acceso a una vida libre de violencia. Estos bienes jurídicos tradicionalmente no han sido considerados por el Derecho Penal para su tutela, por lo que los Estados que prevén además de la vida otros bienes jurídicos para el feminicidio, lo ubican en su legislación penal como una figura autónoma al delito de homicidio. Circunstancia que resulta razonable porque al considerar otros bienes jurídicos no podría adecuarse dentro de los delitos que sólo tutelan la vida. Esta situación no es prevista por otras legislaciones, como la federal. En la exposición de motivos de la iniciativa con proyecto de decreto por el que se reforman y adicionan diversas disposiciones del Código Penal Federal para tipificar el feminicidio, se sostiene que incorporar un concepto desarrollado desde la perspectiva sociológica y antropológica a la esfera jurídico penal, implica considerar que es una figura compleja y de naturaleza pluriofensiva, ya que un mismo delito afecta 82 diversos bienes jurídicos. Señalando que la adopción de una norma género específica, se basa en que la violencia contra las mujeres no únicamente afecta la vida, la integridad física, psíquica, la libertad sexual de las mujeres, la inviolabilidad del cuerpo de las mujeres, sino que existe un elemento adicional: los feminicidios están basados en la discriminación y subordinación implícita en la violencia contra las mujeres. No obstante de esta argumentación, el feminicidio fue ubicado en el título relativo a los “Delitos contra la vida y la integridad corporal” pero como figura autónoma al delito de homicidio. Acerca del bien jurídico, Toledo señala que la afectación a un bien jurídico protegido en los delitos no sólo permite diferenciar los delitos y las penas que se imponen por ellos, en atención a la importancia del bien jurídico protegido y la entidad de la amenaza o lesión que éstos le provocan, sino que también impide la tipificación de conductas meramente basadas en concepciones morales; que para el caso de la violencia contra las mujeres, existe un elemento adicional que se encuentra dado precisamente por la discriminación y subordinación implícita en la violencia de que ellas son víctimas. Sin embargo estima que puede determinarse como un bien jurídico diferente o un plus del injusto que justifica la agravación de las penas, pero siempre reconociendo de fondo la situación de discriminación en que se encuentran las mujeres, para avanzar a la igualdad sustancial, porque lo que realmente importa, es que la pena sea diferente (2009:72). Efectivamente cuando una conducta se realiza en un entorno de violencia de género, identificada por la presencia de estereotipos que determinan la superioridad del hombre respecto a la mujer, se consideran más graves los hechos en tanto pudieran afectar a los principios de igualdad, libertad, dignidad y seguridad de las mujeres en sus diferentes ámbitos de desarrollo. Sin embargo, considero que no es necesario al tipificar estas conductas, ampliar el catálogo de bienes jurídicos tutelados y ubicarlos de manera independiente, porque estos principios se encuentran inmersos al sancionarse la violencia de género, pronunciándome a favor de un plus en el injusto, que trae como consecuencia el aumento de la pena. Por ello sólo deberá atenderse en el caso del feminicidio al bien jurídico tutelado para el delito de homicidio, que es la vida, porque resulta imposible desvincularlo al contemplar ambos como elemento rector de la conducta típica “la privación de la vida”. Congruente con esta circunstancia debe considerarse como una modificativa agravante del delito de homicidio. 83 Estimar lo contrario, ubicando al feminicidio bajo el amparo de diversos bienes jurídicos, con un título específico para hacer referencia a la igualdad de género o dignidad o desarrollo de la mujer, se estima implica ciertos riesgos que afectan la estructura del Derecho Penal y la clasificación que de los delitos se hace. El primero se origina porque al abrirse este nuevo rubro, no sólo deberá incluirse al feminicidio, sino a todas aquellas conductas que se vinculan con la violencia de género y que no necesariamente implican la perdida de la vida, por ejemplo, lesiones, violación, lenocinio, violencia familiar, actos libidinosos, acoso sexual, entre otros, lo que conlleva a crear tantas figuras autónomas como delitos que se vinculen con la violencia de género. El segundo riesgo deviene de la posibilidad de excluir a determinados grupos, que también sufren violencia de género, por ejemplo por su orientación sexual y aunque a nivel internacional ya existen diversos pronunciamientos, en México tiene un precario desarrollo. Por lo que se estima por el momento un desarrollo prudente de la violencia de género, primero por lo que respecta a las mujeres, debiendo expandirse posteriormente a otros grupos vulnerables. Al respecto propone Arjona, que se maneje una agravante por razón de género, que permita aplicarse a una serie de delitos, y que considere un concepto amplio de sujeto pasivo del delito por razón de género, es decir mujeres, pero también hombres con orientación sexual distinta a la heterosexual, así como personas que por su identidad de género también sufran algún tipo de violencia. De esta manera señala, se asume un compromiso político-legal a nivel nacional e internacional con este grupo de población y además se permite la generación de una serie de herramientas procesales que van aparejadas al reconocimiento de la gravedad de la conducta (2014:21). Posición que es compartida, porque no se desnaturalizan los delitos, permanecen en la clasificación otorgada en el ordenamiento penal de acuerdo al bien jurídico tutelado por excelencia, sin perjuicio que esa agravante permita hacer un trato diferenciado cuando exista alguna razón o violencia de género, que incremente el reproche penal. De los estándares internacionales se destaca, que la violencia contra la mujer afecta sus derechos fundamentales de igualdad, libertad, seguridad, desarrollo, entre otros, y se recomienda al Estado mexicano tipificar el feminicidio como delito, de acuerdo al MESSECVI dentro de la legislación en materia de violencia contra las mujeres en todas las entidades federativas (2008). Sin embargo no se precisa si 84 deberá existir alguna consideración respecto a la pluralidad de bienes jurídicos tutelados, por lo que queda a consideración del Estado. Por consecuencia se estima que en el delito de feminicidio deberá considerarse como bien jurídico la vida y derivado de ello, al ubicarse bajo ese rubro, esto es como “delitos contra la vida”, como una modificativa agravante respecto del delito de homicidio; debiendo emplearse el termino feminicidio, como lo hacen algunas entidades del país, principalmente con fines estadísticos que permitan darle un seguimiento puntual, y siempre determinando las razones o violencia de género que justifican la imposición diferenciada de las penas, el plus del injusto y que hacen visible el fenómeno de la violencia de género, limitada hasta este momento para la mujer, porque escapa del estudio del presente considerar a otros sujetos pasivos. 3.2.2 Conformación típica Al proponerse la muerte de una mujer por razones de género o feminicidio como una modificativa del ilícito de homicidio, ésta se constituye técnicamente como una complementación típica con punibilidad autónoma, es decir que se conforma de los elementos del homicidio y se complementa con otros elementos específicos, ameritando una pena independiente. De esta forma, la conducta penalmente relevante y por consecuencia el elemento objetivo del delito de feminicidio (al igual que el homicidio) es privar de la vida al pasivo, es decir quitarle su existencia en cualquiera de sus fases. Elemento que no amerita mayor estudio porque todas las legislaciones penales del país lo contemplan con tal calidad, al ser el elemento rector del ilícito de homicidio del cual depende la norma género específica. Los elementos que se revelan como una complementación típica y que han dado vida al delito de feminicidio son la calidad de sujeto pasivo, el elemento de carácter subjetivo (razones de género) y los elementos de naturaleza normativa que se incluyen para describir a este último. Por lo que respecta a la calidad del sujeto activo, no requiere de calificación, por lo que no debe distinguirse, como lo hace el Estado de Aguascalientes, al señalar que debe tratarse de un hombre, porque el feminicidio puede ser cometido por cualquier persona. El marco jurídico internacional sobre violencia contra las mujeres no exige que ésta sea cometida 85 únicamente por hombres, sino que sean conductas dirigidas contra mujeres y que estén basadas en su género (Toledo, 2009:77). En este sentido es importante destacar que el Estado de México agrava la pena para el feminicidio cuando el sujeto activo tiene la calidad de servidor público y se haya cometido la conducta valiéndose de esa condición y el Estado de Oaxaca cuando el activo se haya desempeñado dentro de los cinco años anteriores al delito como servidor público de las corporaciones de seguridad pública, en procuración o administración de justicia o las fuerzas armadas. Estimándose que en ningún caso debe calificarse al sujeto activo, porque de acuerdo a los estándares internacionales, el ilícito puede ser perpetrado en el ámbito privado o público, esto es, por particulares o por el Estado a través de sus agentes, en éste último caso por acción u omisión. Además existen ilícitos específicos para servidores públicos en los distintos ámbitos de acción, ejemplo el delito de abuso de autoridad, que puede concurrir con otro tipo de delitos, como aquellos que se ejercen con violencia de género. Asimismo, al individualizar la pena, el juzgador debe ponderar diversos factores para determinar el grado de culpabilidad, esto es las penas a que se hace merecedor el sujeto activo y dentro de estos factores se prevé la calidad del sujeto activo, en donde puede considerar su calidad como servidor público o las circunstancias de ejecución del ilícito, en donde puede atender a que el activo se valió de su función para facilitar el delito. En cuanto a la calidad de sujeto pasivo, de acuerdo a los estándares internacionales, debe recaer en una mujer; sin descartar la posibilidad que posteriormente se contemple a otros grupos que también por su condición de vulnerabilidad, se ven afectados por este tipo de violencia de género y respecto de los cuales ya existen algunos pronunciamientos a nivel internacional. En la medida que se reconoce la violencia contra las mujeres como una forma de discriminación, la legislación que busca sancionarla es legislación antidiscriminatoria, por lo cual debe extremarse el cuidado en su elaboración, a fin de evitar que estas normas, llamadas a contribuir a superar la discriminación contra las mujeres, puedan a su vez reproducir nuevas formas de discriminación, también por razones de género, esta en vez contra de colectivos más reducidos: contra quienes poseen una orientación o identidad sexual, simplemente, disidente (Toledo, AÑO:219). 86 El Estado de México al referirse al sujeto pasivo, agrava la pena cuando la víctima sea menor de edad, embarazada o discapacitada y Jalisco cuando la víctima sea menor de edad o con capacidades diferentes. Determinación que no se comparte, porque no debe distinguirse dentro del grupo de mujeres. Efectivamente puede existir una doble discriminación, primero por ser mujer y segundo por ser menor de edad o persona con discapacidad, pero existe el riesgo de excluir a mujeres que de igual forma merezcan una consideración especial, por ejemplo las indígenas. Por consecuencia se estima conveniente ponderar estos factores al individualizar la pena por el juzgador, porque un rubro a considerar es la calidad de la víctima, asimismo las circunstancias de ejecución del ilícito en donde pueden considerarse los factores que facilitaron el delito, que pueden estar dirigidos al sujeto pasivo. Por lo que respecta al elemento de carácter subjetivo que prevén la mayor parte de las entidades del país, es distinto al dolo que se exige para el análisis de la responsabilidad penal, considerando que sólo la teoría finalista permite ubicar el dolo dentro del estudio del tipo penal; teoría que no comulga con nuestro sistema penal. De acuerdo a la descripción que han realizado las entidades del país, se considera al elemento subjetivo mediante la expresión “razones de género” que pretenden describir en muy variadas formas para revelar finalmente la intención del activo o motivos del delito. En esta descripción que han realizado los Estados de la República, convergen elementos de diversa naturaleza, de carácter normativo porque requieren de una valoración cultural o jurídica, como los elementos relativos a la existencia de violencia sexual, lesiones infamantes, degradantes o mutilaciones; actos de necrofilia, incomunicación, cuerpo expuesto, tortura, tratos crueles, inhumanos o degradantes; violencia familiar, laboral, escolar o vecinal; violencia física reiterada, acoso, vejación, amenazas, relaciones de supra o subordinación, hostigamiento, aprovechamiento sexual, relación de parentesco, de hecho; heridas, escoriaciones, contusiones, fracturas, dislocaciones, quemaduras, mutilaciones con implicaciones sexuales o que generen sufrimiento; indicios de humillación, celos extremos, prostitución, exclusión, subordinación, explotación, discriminación, entre otros. Además de tener la calidad de normativos, muchos de esos elementos se integran como circunstancias de modo de ejecución del ilícito, como acontece, con la violencia de cualquier tipo, lesiones, incomunicación, tortura, entre otros. O como 87 circunstancias de tiempo: lesiones previas o posteriores a la privación de la vida, incomunicación previa, entre otras. A pesar de tratar de dar significado al elemento subjetivo, relativo a las razones de género, algunas entidades, señalan elementos de carácter subjetivo dentro de estas razones de género, entre otros, incomunicación sin ánimo de lucro, por desprecio u odio motivado en la discriminación, para ocultar una violación o impedir que se denuncie. Puede afirmarse que la mayoría de los elementos y términos empleados en las legislaciones de los Estados, devienen de los ordenamientos legales y pronunciamientos realizados internacionalmente en materia de violencia contra la mujer, fundamentalmente de las diversas Convenciones y Declaraciones que definen la violencia contra ésta; sin embargo estos han sido tomados sin un orden lógico y pretendiendo abarcar todos las formas en que se manifiesta la violencia más extrema contra la mujer, lo que se considera riesgoso ante la diversidad de casos que existen al respecto, pudiendo quedar muchos de estos, fuera de la previsión legal. En este sentido los principales elementos que destacan casi todas las legislaciones de feminicidio del país, son aquellos que se encuentran regulados en el Código Penal Federal, relativos a la existencia de violencia sexual, de lesiones, antecedentes de diversos tipos de violencia, la existencia de una relación de hecho entre el activo y pasivo, antecedentes de amenazas u acoso, incomunicación de la víctima y exposición pública de su cuerpo. Al margen de que puede cuestionarse que estos elementos no necesariamente revisten la naturaleza de violencia de género, como acontece con la incomunicación previa de la víctima o la exposición pública del cadáver; no puede afirmarse que estos elementos agotan todos los supuestos en que se manifiesta la violencia de género, porque existen otros que de igual manera revelan ese crimen de odio sustentado en la discriminación y desequilibrio de poder, como puede ser cuando se comete por celos extremos, que destaca el Estado de Puebla o por haber obligado a la víctima a ejercer prostitución o trata de personas, como refiere Quintana Roo. Para que el feminicidio como delito, pueda cumplir con los estándares internacionales, que requieren su codificación en base a elementos objetivos, que permitan su adecuada calificación, que no se colma bajo la integración casuística que han adoptado las diversas entidades del país. Es conveniente en primer término sustituir el elemento subjetivo distinto al dolo que se incorpora a la descripción típica 88 del feminicidio referente a la intención, motivo o fin de la conducta del autor, expresada mediante el término “por razones de género”, que conlleva complicaciones en el aspecto probatorio; por un elemento objetivo, a través de la existencia de un medio comisivo que a su vez contenga un elemento de carácter normativo; representado de la siguientes manera: Será feminicidio cuando se prive de la vida a una mujer: “Por razones de género” (elemento subjetivo distinto al dolo-expresado con elementos normativos, subjetivos, así como medios comisivos). Se sustituye “Cuando se cometa con violencia de género” (medio comisivo-elemento normativo). En segundo lugar, es recomendable integrar en un apartado independiente la descripción del elemento normativo, relativo a violencia de género para diferenciarlo de la violencia común, precisándose que la primera se dirige en el caso al grupo de las mujeres sobre la base de su género. Descripción que se deriva de los estándares internacionales desarrollados en esta materia y plasmados en la Ley General de Acceso de las Mujeres a una Vida Libre de Violencia, en los que se destaca que la violencia contra la mujer se desarrolla en un contexto de discriminación, de su condición de inferior asignada en la sociedad. Definiéndose el elemento normativo de la siguiente manera: Se consideran actos de violencia de género aquellos a los que subyace la manifestación de la discriminación, la situación de desigualdad o las relaciones asimétricas de poder entre hombres y mujeres”. Finalmente no puede olvidarse que el tipo penal de feminicidio para que cumpla con sus fines, debe ir acompañado de una interpretación con perspectiva de género por parte del juzgador, que le permita reconocer que la sociedad patriarcal es el contexto que provoca este tipo de crímenes y que se requiere actuar en consecuencia para hacer efectivos los derechos humanos de las mujeres. 3.2.3 Racionalidad y proporcionalidad de las penas Las penas o sanciones a que se hace merecedora una persona que comete un delito no son parte del tipo penal pero al ser su consecuencia, para efectos de precisión y certeza jurídica, se incluyen en la descripción del tipo. Los estándares internacionales en materia de violencia contra las mujeres, destacan que una de las consecuencias de distinguir el feminicidio del homicidio de 89 carácter neutro, es el incremento de la pena, para destacar la gravedad de este tipo de conductas, que impiden el desarrollo de los derechos de la mujer. Ajustándose a este criterio, el cual se comparte, las entidades del país en sus respectivas legislaciones, han establecido penas privativas de la libertad específicas para el delito de feminicidio y en general mayores a las que merece el delito de homicidio simple. La pena de prisión mínima prevista para este delito se encuentra en la legislación de Coahuila con 18 años, mientras que la máxima está prevista en los Estados de México, Tlaxcala, Morelos y Veracruz con 70 años de prisión, además que el Estado de México contempla la pena vitalicia. Existen factores propios de cada región que pueden determinar de acuerdo a las manifestaciones del delito y a la política criminal adoptada, el establecimiento de determinadas penas. Sin embargo, considerando al feminicidio como la manifestación más extrema de la violencia de género, que tiene un mismo origen que subyace en la discriminación contra la mujer, las penas privativas de la libertad contempladas para el ilícito, en los diversos Estados de la República considero, no pueden ser muy disímiles. El efecto disuasivo del Derecho Penal no depende tanto de que se aumenten las penas, para los casos identificados como feminicidios, su efecto depende de la efectiva persecución de los delitos y aplicación de la ley, de la creación de protocolos y de la debida capacitación del personal competente con base en una perspectiva de género. Además las penas privativas de libertad deben ser racionales y proporcionales, no sólo en relación al delito cometido por el sujeto activo, sino también respecto a los derechos de éste último. Se requiere un equilibrio en los derechos fundamentales de la víctima y aquellas que corresponden al infractor de la norma, y en este sentido, éste no podrá ser sometido a penas excesivas que resulten inhumanas, de acuerdo a los estándares internacionales de derechos humanos. Por consecuencia las penas contempladas para el feminicidio en las entidades del país, requieren de una ponderación objetiva respecto a sus alcances, bajo el riesgo que de no hacerlo, pueden incidir en lo que se ha llamado populismo punitivo, al punir severamente toda conducta ilícita sin la motivación correspondiente, que lejos de coadyuvar a prevenir y erradicar la violencia contra la mujer puede reforzar el estereotipo de víctima de ésta. 90 Un rubro que merece también atención, es la reparación del daño como pena pública que se impone al delincuente por la comisión del ilícito, que para el caso de feminicidio debe revestir ciertas características. Se consideran como reparaciones en general la restitución, compensación, rehabilitación, satisfacción y las garantías de no repetición. La restitución se refiere a regresar las cosas al estado en que se encontraban, mientras que la compensación busca reparar los daños materiales e inmateriales por medio de la indemnización; las medidas de satisfacción constituyen formas no materiales, pero se basan en la idea de una reparación integral y se relacionan con el establecimiento del honor, la justicia y la memoria; la rehabilitación consiste en brindar una atención adecuada a los padecimiento psicológicos y físicos sufridos por las víctimas derivados de la violación y las garantías de no repetición consisten en reformas institucionales y en medidas de otra naturaleza que buscan evitar que las violaciones ocurran de nuevo (Serrano y Vázquez, 2013: 94). Por lo que respecta al feminicidio, los Estados de México, Hidalgo, Oaxaca, Sonora, Tlaxcala y Veracruz, hacen una consideración específica en sus legislaciones penales, porque además de prever los rubros que se consideran para todo delito en general, establecen supuestos concretos cuando los delitos son cometidos por violencia de género. Sirva de ejemplo el Estado de México que en su Código Penal vigente, en el capítulo de reparación del daño, determina que esta pena deberá ser plena, efectiva, proporcional a la gravedad del daño causado y a la afectación del desarrollo integral de la víctima; destacando para los casos de violencia familiar y lesiones que sean cometidos con violencia de género, así como el feminicidio, además de los conceptos generales que se prevén la reparación del daño comprenderá el restablecimiento del honor, mediante disculpa pública; la reparación por la afectación en su entorno laboral, educativo y psicológico o en su defecto la indemnización; el pago de los gastos indispensables para su subsistencia y si los hubiere, de los hijos menores de edad o discapacitados y la indemnización del daño moral y material. La distinción legal en la reparación del daño, en los delitos de violencia de género se estima que representa un avance en los derechos de las víctimas y sus familiares, porque está regulada bajo una perspectiva de género, empero todavía insuficiente para visibilizar las necesidades de éstos, sobre todo cuando observamos 91 que en la práctica, a pesar de existir una condena a la reparación del daño, particularmente por lo que hace al feminicidio, difícilmente logra hacerse efectiva. Además como lo destacó la Corte Interamericana de Derechos Humanos en el caso “Campo Algodonero” en casos en los que la violación a los derechos humanos se origine en una situación que permeé a la sociedad y a sus instituciones, como la discriminación estructural que trasciende a toda actividad estatal, social y cultural, deben adoptarse medidas con vocación transformadora “ de tal forma que las mismas tengan un efecto no sólo restitutivo sino también correctivo” aspecto en el cual hasta la fecha, no se advierte un verdadero compromiso por parte del Estado. 3.3 Conclusiones El derecho internacional de los derechos humanos reconoce como norma fundamental, el derecho a la igualdad. Sin embargo éste como todo orden jurídico no quedó exento en un principio del enfoque patriarcal, dejando a un lado las necesidades de la mitad de la población, precisamente de las mujeres. Gracias a los movimientos feministas, paulatinamente se tomó conciencia de la situación de las mujeres, surgiendo el primer instrumento de protección internacional para éstas, la CEDAW, que puso énfasis en la condición discriminatoria en que se encuentran, derivado de patrones socioculturales de conducta, que impiden el desarrollo de sus derechos fundamentales. Pronunciándose más tarde el Comité de la CEDAW en el tema específico de la violencia contra las mujeres mediante su recomendación Nº 19. Posteriormente y con un amplio desarrollo en la materia, en el ámbito regional, surgió la Convención de Belém do Pará, en donde se reconoce que la violencia contra la mujer es una ofensa a la dignidad humana y una manifestación de las relaciones de poder históricamente desiguales entre mujeres y hombres. Además que tiene presencia tanto en el espacio público como privado y afecta los diversos ámbitos de la vida de la mujer, revelándose en diversas formas, siendo la más extrema cuando la priva de la vida. Esta violencia de género ha sido desarrollada por la Corte Interamericana de Derechos Humanos en los diversos casos que se han sometido a su conocimiento y en donde ha aplicado directamente la Convención, uno de ellos “Campo Algodonero” que estuvo precedido de una serie de investigaciones e informes que 92 tuvieron como objeto destacar el contexto de violencia sistemática existente en Ciudad Juárez, y en el que la Corte determinó la responsabilidad del Estado mexicano. A pesar que las obligaciones internacionales para México, en materia de derechos humanos de las mujeres anteceden a los hechos de Ciudad Juárez, al haber ratificado, entre otros ordenamientos, las dos Convenciones antes mencionadas; el Estado mexicano se mostró indiferente ante hechos que revelaban la violencia más extrema contra la mujer, soslayando que tenía su origen en la discriminación y subordinación en que se encontraban éstas. Sin embargo su actuación fue sancionada moral y socialmente por la comunidad nacional e internacional, obligando al Estado mexicano a actuar en consecuencia no sólo en Ciudad Juárez, sino en todo el territorio nacional, porque el fenómeno se asimilaba en otras regiones de la nación, como consecuencia lógica de un país con arraigo patriarcal. Así, creó la Ley General de Acceso de las Mujeres a una Vida Libre de Violencia y posteriormente legisló en el ámbito penal, el homicidio por razones de género o feminicidio, previsto actualmente en todos los Estados de la República. Al margen de la falta de consenso que existe en la Academia de la inclusión del feminicidio en el orden penal, el fundamento para regularse penalmente el feminicidio en México se encuentra en las obligaciones que ha contraído internacionalmente en materia de derechos humanos de la mujer, que ahora adquieren también un carácter constitucional, con motivo de las reformas a la Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos en materia de derechos humanos. Al respecto destaca la obligación de proteger los derechos humanos de las mujeres a la vida, a la igualdad, a vivir libres de violencia y de acceso a la justicia. En este sentido ambas Convenciones internacionales determinan que los Estados deberán adoptar las medidas adecuadas, incluso de carácter legislativo, para eliminar por un lado la discriminación y por otro prevenir, sancionar y erradicar la violencia contra la mujer. Justificándose la regulación legal del feminicidio, particularmente en el orden penal y no en diversa, como la civil o administrativa, porque el bien jurídico tutelado por la norma, que es la vida de las mujeres por su exigencia social de tutela, justifica la intervención punitiva del Estado. Regulación que además debe realizarse bajo una 93 norma género específica, distinta al homicidio que es de carácter neutro, porque en la muerte de una mujer cometido con violencia de género, subyacen estereotipos que la discriminan colocándola en una posición de subordinación. Además de existir formalmente estas obligaciones, el Estado Mexicano fue conminado por el Comité de la CEDAW a tipificar el feminicidio como delito y aunque no existe ordenamiento internacional que precise la forma en que se deberá integrar el tipo penal de feminicidio, en cuanto a sus elementos objetivos, normativos y subjetivos, e incluso en la misma regulación de las penas, que necesariamente inciden para dar cumplimiento al principio de legalidad al que se encuentra sujeta toda norma de derecho, sí existen diversos pronunciamientos hechos por los organismos internacionales respecto a la violencia contra la mujer al colocarla como un problema de derechos humanos. En este sentido, las Naciones Unidas y el Sistema Interamericano revelan la manifestación de esta violencia a través de diversos ordenamientos, pronunciamientos y jurisprudencia derivada de casos sometidos a su conocimiento, muchos de éstos originados de las investigaciones realizadas en Ciudad Juárez, que constituyen los estándares internacionales para que se pueda tipificar adecuadamente el feminicidio en el ámbito penal. De estos estándares se deriva primero, el amplio desarrollo que existe para determinar el origen de la violencia contra la mujer como violencia de género, al establecerse que el derecho a la igualdad no ha sido efectivo para la mujer, derivado de la discriminación en que se encuentra ésta, producto de sociedades patriarcales, basada en estereotipos de género que determinan la supremacía del hombre sobre la mujer y que esta discriminación se manifiesta en la violencia que bajo diversas formas se despliega en contra de la misma. En segundo término, se destaca que la violencia de género se presenta en la vida pública y privada de la mujer; que es de carácter físico, sexual y psicológico y que puede ser ejecutada por particulares y por el Estado o sus agentes, perpetrada directamente o tolerada por el mismo. Finalmente se precisan las obligaciones de los Estados para prevenir, sancionar y erradicar la violencia contra la mujer, entre otras de carácter legislativo para castigar y reparar los daños causados a las víctimas, incorporar la perspectiva de género en las políticas adoptadas para el caso e investigar con la debida diligencia el feminicidio. 94 Además expresamente el Comité de la CEDAW recomendó a México, adoptar las medidas necesarias para garantizar que la codificación del feminicidio se base en elemento objetivos que permitan su adecuada calificación en los códigos penales locales. En este sentido analizadas las diversas conformaciones típicas que del delito de feminicidio han adoptado las entidades del país e incluso la propia Federación, se estima que no cumplen con los estándares internacionales de derechos humanos desarrollados en materia de violencia contra la mujer, porque si bien regulan la privación de la vida de una mujer como delito, denominándolo homicidio por razones de género o feminicidio, para distinguirlo del homicidio de carácter neutro, también es, que éstas lejos de definir lo que implica este elemento de carácter subjetivo; lo vinculan con los supuestos bajo los cuales se manifiesta la violencia de género, resultando un tipo casuístico que crea impunidad al excluirse casos no contemplados por la norma. Efectivamente muchas de estas manifestaciones de la violencia descritas en los tipos son retomadas de los pronunciamientos hechos internacionalmente; sin embargo el legislador inadvirtió al regular la figura, que las casos que se exponían como expresiones de violencia eran enunciativos más no limitativos, porque si fuera de otra manera no encuentra sustento el hecho, de que no se considere en la conformación típica como una de las manifestaciones de la violencia por razones de género, por ejemplo la esterilización forzada y el aborto forzado cuando puedan ocasionar la muerte, elementos que son destacados como actos de violencia contra la mujer por la Declaración y Plataforma de Acción de Beijin, incluso la propia Declaración sobre la Eliminación de la Violencia contra la Mujer, al contemplar los actos que implican violencia, precisa que se hace de manera enunciativa, sin limitarlos. Además se advierte en las diversas legislaciones penales que al exponer las llamadas razones de género, se vinculan con los diversos tipos de violencia física, sexual y psicológica, por ejemplo al establecerse que la víctima presente violencia sexual, lesiones o la existencia de antecedentes de amenazas; lo que no resulta adecuado, atendiendo a que el feminicidio será una manifestación de violencia, sí de género, pero siempre de naturaleza física, por lo que no es necesario que se precise la preexistencia de otro tipo de violencia sino que se exponga con claridad que el 95 homicidio se originó en una relación asimétrica de poder y discriminación, cualquiera que sea la forma que ésta adopte. Por otra parte, en las diversas conformaciones típicas para destacar las razones de género, se incluyeron elementos, que no encuentran sustento en los estándares internacionales de derechos humanos de las mujeres, por ejemplo la exposición o exhibición pública del cadáver de la víctima, que mencionan casi todas las legislaciones estatales y la propia Federación o que el cadáver sea enterrado u oculto, de acuerdo a la legislación de Oaxaca. Conductas posteriores a la privación de la vida que por sí mismas no revelan la existencia de la relación asimétrica de poder entre sujetos del delito, sobre todo considerando que este tipo de actos tienen mayor presencia tratándose de sujetos del sexo masculino, entre otros enmarcados en el tráfico de drogas. Mención aparte merece la legislación penal de Chihuahua, que sólo califica al sujeto pasivo como mujer para justificar el incremento de las sanciones con relación al homicidio de carácter neutro, lo que resulta contrario al principio de igualdad si no se exponen las razones de ello. Este desapego a los estándares internacionales de derechos humanos por las legislaciones penales del país, trae como consecuencia que la figura por sí misma no contribuya al cumplimiento de las obligaciones que tiene el Estado mexicano en la protección de los derechos humanos de las mujeres en el caso a la vida, a vivir libres de violencia y de acceso a la justicia. Por consecuencia para que esta figura penal contribuya al cumplimiento de los compromisos adquiridos internacionalmente y los imperativos constitucionales, se propone redactar una ley clara y precisa en materia penal que atienda a la desigualdad. Ley penal que en su conformación típica y atendiendo a los estándares internacionales en derechos humanos, deberá revelar sin lugar a dudas que se origina por una relación asimétrica de poder y discriminación entre el activo y la pasiva. Esta norma penal deberá integrarse como una agravante respecto al delito de homicidio, pero denominándose feminicidio; conformándose fundamentalmente con elementos de carácter objetivo relativos a la conducta típica, como la privación de la vida, el sujeto pasivo relativo a la mujer y un medio comisivo, concerniente a que se cometa con violencia de género. Así como un elemento de carácter normativo que definirá la violencia de género como “aquellos actos a los que subyace la 96 manifestación de discriminación, la situación de desigualdad o las relaciones asimétricas de poder entre hombres y mujeres”. Finalmente se destaca que los estándares internacionales de derechos humanos ponderan la necesidad de crear una política criminal con perspectiva de género, que implica entre otros aspectos, contar con una información estadística confiable y específica, con tribunales especializados en materia de violencia de género y con un sistema procesal que atienda las condiciones de las personas que son víctimas de esta violencia; siendo actualmente que se ha considerado unificar el sistema procesal penal de corte acusatorio en el país, una buena oportunidad para que se consideren dichos aspectos. 97 Bibliografía Alvarado Martínez, Israel (2007). “La estructura de los tipos penales y los alcances del principio constitucional de legalidad de las construcciones típicas contra el ambiente”. México, Revista del Posgrado en Derecho de la UNAM. Vol. 3. Núm. 5. Arjona Estévez, Juan Carlos (2014). “La persecución penal de la violencia de género. El reto de establecer tipos penales adecuados”. México, Revista EL LADO Humano, de la Comisión estatal de Derechos Humanos, Nuevo León. Nº 87. Birgin, Haydée y Kohen, Beatriz (2006). “El acceso a la justicia como derecho”, en Acceso a la justicia como garantía de igualdad. Instituciones, actores y experiencias comparadas, Birgin, Haydée y Kohen, Beatriz (comp.). Argentina, Biblos. Birgin, Haydee y Gherardi, Natalia (2011). “Violencia contra las mujeres y acceso a la justicia: la agenda pendiente”, en La garantía de acceso a la justicia: Aportes empíricos y conceptuales. Birgin, Haydee y Gherardi, Natalia (coord.). México, Fontamara. Caballero Ochoa, José Luis (2013). “La cláusula de interpretación conforme y el principio pro persona (artículo 1º segundo párrafo de la Constitución)” en La Reforma Constitucional de Derechos Humanos: un nuevo paradigma. Carbonell, Miguel y Salazar, Pedro (coord.). México, Instituto de Investigaciones Jurídicas UNAM. Carbonell, Miguel (2013). “Las obligaciones del Estado en el artículo 1º de la Constitución Mexicana”, en La Reforma Constitucional de Derechos Humanos: un nuevo paradigma. Carbonell, Miguel y Salazar Pedro (coord.). México, UNAM. Centro por la Justicia y el Derecho Internacional. (2010). Debida diligencia en la investigación de graves violaciones a Derechos Humanos. Argentina, CEJIL. Courtis, Christian (2010) “Dimensiones conceptuales de protección legal contra la discriminación”. Colombia. Revista Derecho del Estado Nº 24. Creus, Carlos (1999). Derecho Penal. Argentina, Editorial Astrea. De la Torre Martínez, Carlos. (2006). “El Derecho fundamental a no ser discriminado: estructura y contenido jurídico”, en Memorias del Congreso Internacional de Derecho Constitucional celebrado en el Instituto de Investigaciones Jurídicas. México, UNAM. (2012). “Guía de estudio de la materia de Argumentación jurídica desde el principio de igualdad” de la Maestría en derechos humanos y democracia. México, Flacso. Enríquez, Lourdes (2010). “Eficacia performativa del vocablo feminicidio y legislación penal como estrategia de resistencia”, en Feminicidio actas de denuncia y controversia. Martínez de la Escalera, Ana (coord.). México, UNAM. 98 Facio, Alda (2002). “Hacia otra teoría crítica del derecho”, en Género y derecho. Santiago de Chile, American University/ILANUD, Ediciones La Morada. Ferrajoli, Luigi (2010). “El principio de igualdad y la diferencia de género”, en Debates constitucionales sobre derechos humanos de las mujeres. Cruz Parcero, Juan A. y Vázquez, Rodolfo (coord.). México, Fontamara. Figaredo, Sandra (2013). “Creando redes: estrategias de visibilización y prevención del feminicidio/feminidio”, en Feminicidio el fin de la impunidad. Mariño, Fernando (direc.). Madrid, España, Tirant lo blanch. García Máynez, Eduardo (1986). Introducción al estudio del Derecho. México, Editorial Porrúa. García Muñoz, Soledad (2010). “Género y derechos humanos de las mujeres: estándares conceptuales y normativos en clave de derecho internacional”, en Derecho de las mujeres en el Derecho Internacional. Cruz Parcero, Juan A. y Vázquez, Rodolfo (coord.). México, Fontamara. García Ramírez, Sergio (2013). “Violación de derechos de las mujeres y violación de género” en Feminicidio el fin de la impunidad. Mariño, Fernando (direc.). Madrid, España, Tirant lo blanch. Garita Vilchez, Ana Isabel (2012). La regulación del delito de femicidio/feminicidio en América Latina y el Caribe. En el marco de la Consultoría de la campaña del Secretario General de las Naciones unidas UNETE para poner fin a la violencia contra las mujeres. www.un.org/es/women/endviolence/pdf/reg_feminicidio.pdf. Islas de González, Mariscal (1991). Análisis de los delitos contra la vida. México, Editorial Trillas. Lemaitre, Julieta (2008). “Violencia” en La Mirada de los Jueces, Decisiones sobre Género y Sexualidad en Latinoamérica. Colombia, Siglo del Hombre Editores. Luna Castro, José Nieves (1999). El concepto del tipo penal en México. México, Editorial Porrúa. Malo Camacho, Gustavo (1997). Derecho Penal Mexicano. México, Editorial Porrúa. Mariño, Fernando M. (2013). “Una reflexión sobre la posible configuración del crimen internacional de feminicidio”, en Feminicidio el fin de la impunidad, Mariño, Fernando M. (dir.). Valencia, España, Tirant lo blanch. Marion Young, Iris (1990). “El ideal de la imparcialidad y lo cívico público” en Justicia y la política de la diferencia. España, Princton University Press y Ediciones Cátedra. 99 Mendoza Bautista, Katherine (2010). Delitos cometidos por condición de género ¿Feminicidio?. México, Ubijus Editorial. Muñoz Conde, Francisco (1999). Teoría General del Delito. Colombia, Editorial Temis. O’Donell, Daniel (2004). “Introducción al derecho internacional de los derechos humanos” en Compilación de jurisprudencia y doctrina nacional e internacional. Vol. I OACNUDH. Ontiveros Alonso, Miguel (2006). “El libre desarrollo de la personalidad (un bien jurídico digno del estado constitucional)” en Revista Iberoamericana de filosofía, política y humanidades, No. 15. Polaino-Orts, Miguel (2012). “Discriminación positiva y violencia contra la mujer. La legitimación de un enemigo de género”. Y “Violar a la pareja: ¿injusto atenuado o agravado?” en Feminicidio y Discriminación Positiva en Derecho Penal. Perú, Ara Editores. Russell, Diana E. y Harmes, Roberta A. (2006). Feminicidio: una perspectiva global. México, UNAM. Saba, Roberto (2007). “(Des)Igualdad estructural” en El Derecho a la igualdad. Aportes para un Constitucionalismo igualitario. Alegre, Marcelo y Gargarella, Roberto (coord.). Argentina, Lexis Nexis. Santiago Juárez, Mario (2007). Igualdad y acciones afirmativas, Instituto de Investigaciones Jurídicas, México, UNAM-CONAPRED. Serrano, Sandra y Vázquez, Luis Daniel (2010). Los principios de universalidad, interdependencia, indivisibilidad y progresividad. Apuntes para su aplicación práctica. México. www.jurícas.unam.mx. Serrano, Sandra y Vázquez, Luis Daniel (2013). Los Derechos en acción. Obligaciones y principios de derechos humanos. México, Fracso. Tamés, Regina (2012). “El reconocimiento de los derechos de las mujeres en las Naciones Unidas” en Derechos de las Mujeres en el Derecho Internacional. Cruz Parcero, Juan A. y Vázquez, Rodolfo (coord.). México, Fontamara. Toledo Vásquez, Patsilí (2009). “Feminicidio”. Consultoría para la Oficina en México del Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Derechos Humanos. Ugaz Heudebert, Juan (2012). “Proporcionalidad y Derecho Penal del enemigo”. Y “El delito de feminicidio en el Perú ¿Excesiva victimización de la mujer?” en Feminicidio y Discriminación Positiva en Derecho Penal. Perú, Ara Editores. Vázquez Camacho, Santiago J. (2012) “La respuesta del Estado frente a los feminicidios y la violencia contra las mujeres en razón de género conforme al 100 sistema Interamericano de promoción y protección de Derechos Humanos” en Las mujeres a través del derecho penal. México, Fontamara. Zaffaroni Eugenio, Raúl (1994). Manuel de Derecho Penal, Parte general. México, Cárdenas Editor. Instrumentos internacionales Sistema Universal Convención para la Eliminación de todas las formas de Discriminación contra la Mujer, CEDAW. (ONU, 1979). Pacto Internacional de Derechos Civiles y Políticos. (ONU, 1966). Protocolo Facultativo de la Convención sobre la Eliminación de todas las formas de Discriminación contra la mujer. (ONU, 1999). Estatuto de Roma de la Corte Penal Internacional. (ONU, 1998). Declaración y Programa de Acción de Viena. (ONU, 1993). Programa de Acción de la Conferencia Internacional de las Naciones Unidas sobre la Población y el Desarrollo. (ONU, 1994). Declaración y Plataforma de Acción de Beijin. (ONU, 1995). Declaración sobre la Eliminación de la Violencia contra la Mujer. Resolución 48/104. (ONU, 1993). Eliminación de la violencia contra la mujer en el hogar. Resolución 58/147. (ONU, 2003). Comisión de Derechos Humanos de Naciones Unidas. Resolución 2005/41 Eliminación de la violencia contra la Mujer. (ONU, 2005) Comité para la Eliminación de la Discriminación contra la Mujer. Recomendación número 12. (ONU, 1989). Comité para la Eliminación de la Discriminación contra la Mujer. Recomendación número 19. (ONU, 1992). Comité para la Eliminación de la Discriminación contra la Mujer. Recomendación número 25. (ONU, 2004). Oficina del Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Derechos Humanos en México (OACNUDH). “Diagnóstico sobre la situación de los derechos humanos en México”, México 2003. 101 Oficina del Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Derechos Humanos en México (OACNUDH). “Derechos humanos de las mujeres. Actualización del Capítulo 5 del Diagnóstico sobre la Situación de los Derechos Humanos en México”, México, 2007. Informe de la Relatora Especial sobre la violencia contra la mujer, sus causas y consecuencias, Yakin Ertürk, 13 de enero de 2006. Informe del Comité para la Eliminación de la Discriminación contra la Mujer (con motivo del 5º informe de México), (2002). Informe del Comité para la Eliminación de la Discriminación contra la Mujer (Observaciones finales del Comité para la Eliminación de la Discriminación contra la mujer: México), (2006). Observaciones finales del Comité para la Eliminación de la Discriminación contra la Mujer (realizadas a México), (2012). Unión Interpalamentaria. “Como los Parlamentos pueden y deben promover una lucha eficaz contra la violencia respecto a las mujeres en todas las áreas”, (2006). Sistema Interamericano Convención Americana sobre Derechos Humanos. (OEA, 1969). Convención Interamericana para Prevenir, Sancionar y Erradicar la Violencia contra la Mujer “Convención de Belém do Pará”. (OEA, 2004). Comisión Interamericana de Derechos Humanos. Relatoría de los derechos de la Mujer. “Situación de los Derechos de la Mujer en Ciudad Juárez, México: El Derecho a no ser objeto de violencia y discriminación”. (OEA, 2003). Comisión Interamericana de Derechos Humanos. Estándares jurídicos vinculados a la igualdad de Género y a los Derechos de las Mujeres en el Sistema Interamericano de Derechos Humanos: Desarrollo y Aplicación”. (OEA, 2011). Comisión Interamericana de Derechos Humanos “Informe de la Comisión Interamericana de Derechos Humanos sobre la condición de la Mujer en las Américas” (recomendación C. 3). (OEA, 1998). Comisión Interamericana de Derechos Humanos. “Acceso a la Justicia de las Mujeres Víctimas de Violencia en las Américas”. (OEA, 2007). Comisión Interamericana de Derechos Humanos “Mecanismo de seguimiento de la implementación de la Convención Interamericana para Prevenir, Sancionar y Erradicar la Violencia contra la Mujer” (MESSECVI), (2004). Corte Interamericana de Derechos Humanos. Opinión Consultiva 18. (2003). Casos de la Corte Interamericana de Derechos Humanos 102 Cantos vs. Argentina (2002). González y otras vs México (“Campo Algodonero”) (2009). Fernández Ortega y otros vs. México (2010). Masacre de Mapiripán vs. Colombia (2005). Masacre de Pueblo Bello vs. Colombia (2006). Myrna Mack vs. Guatemala (2003). “Niños de la Calle” (Villagrán Morales y otros) vs. Guatemala (1999). Penal Castro Castro vs. Perú (2006). Legislación Internacional Código Penal de Chile. Código Penal de Perú. Ley de Penalización de la Violencia contra las Mujeres Nº 8589 de Costa Rica. Ley especial integral para una vida libre de violencia para las mujeres de El Salvador. Ley contra el Feminicidio de Guatemala. Ley integral contra la violencia hacia las mujeres y de reformas a la ley Nº 641, “Código Penal” de Nicaragua. Legislación nacional Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos. Códigos Penales vigentes de todas las entidades de México y la Federación. Ley General de Acceso de las Mujeres a una Vida Libre de Violencia. Otros Comisión Especial para conocer y dar Seguimiento de los feminicidios (CESF) (2010). 103 Instituto Nacional de Estadística y Geografía (INEGI). “Estadísticas a propósito del día internacional de la no violencia” (2013). Instituto Nacional de Estadística y Geografía (INEGI). “Estadísticas a propósito del día internacional de la no violencia contra la mujer” (2013). Instituto Nacional de Estadística y Geografía (INEGI). Estadísticas de defunciones (2014). 104