10 LATERCERA Sábado 30 de julio de 2016 FRENTE A FRENTE ¿Es conveniente volver al sistema de reparto? Las marchas convocadas para manifestarse en contra de las AFP, que tuvieron lugar el fin de semana pasado, abrieron nuevamente la discusión sobre mantener el sistema de capitalización o volver al sistema de reparto. Salvador Valdés Andrés Solimano Instituto Economía UC, Clapes UC Presidente Centro Internacional de Globalización y Desarrollo Reparto, ¿aumentarlo o reducirlo? A LGUNOS afirman que el paso a capitalización iniciado en Chile en 1981 sería un “experimento que no funcionó”. Veamos. Pasar a capitalización consiste en destinar parte de las cotizaciones a incrementar fondos de pensiones, cuyos intereses benefician a los trabajadores, en vez de gastar todas las cotizaciones del mes en las pensiones del mes siguiente (reparto puro). El paso a capitalización parcial empezó en Estados Unidos en 1983 (su Trust Fund), en Australia en 1988, en Canadá en 1987, Suecia apuró desde 2000 y así otros. Chile también tiene capitalización parcial, porque el fisco financia nuestras pensiones básicas por reparto. Para medir si un paso a capitalización funcionó, hay que ver la diferencia entre la tasa de interés que beneficia a los trabajadores, y la tasa de crecimiento de la masa salarial que cotiza (el rendimiento sostenible del reparto). Acumulando entre 1981 y 2015, esta diferencia fue ampliamente positiva en Chile, y además fue mejor que en los países mencionados. Para los próximos 40 años se prevé que esta diferencia siga siendo positiva, porque la caída de la fertilidad chilena y el estancamiento de nuestra productividad laboral, auguran que la masa salarial que cotiza disminuirá. Esto explica que Mercer Melbourne califique a la política chilena de pensiones como la 8ª mejor del mundo. ¿Entonces el reparto es siempre malo? No. Al terminar la segunda guerra en Europa, la clase media de 60 años o más había perdido todos sus ahorros y se enfrentaba al hambre, pues ya no podía trabajar. La tercera edad era allí mucho más pobre que los de 20 a 59 años. La respuesta fue crear una pensión básica amplia financiada con impuestos al empleo de quienes tenían 20 a 59 años en 1945. Para reducir la carga sobre éstos, se continuó el pago de esa pensión cuando ellos fueron viejos, con cargo a los niños de 1945 ya crecidos, y así a las siguientes generaciones. Fue una salida justa. En Chile, la realidad es muy distinta: la actual tercera edad chilena es el grupo de edad de menor tasa de pobreza. Pero, ¿cómo esa menor pobreza, si las pensiones son bajas? Porque la tercera edad recibe recursos adicionales a las pensiones: subsidios estatales diferentes de pensión (salud, transporte, otros), transferencias privadas (del cónyuge, de los hijos), consumir ahorros de la fase activa (vender vivienda y cambiarse a una menor, vender parcela agrícola), y porque evitan pagar arriendo porque poseen vivienda o traen familiares a la vivienda a cambio de que paguen el gas y la comida. Segundo, se explica porque las estadísticas de la Superintendencia no muestran el nivel de vida de la tercera edad, siendo que el INE tiene los datos. Tampoco informa la pensión promedio en capitalización, de quienes cumplen los requisitos de la ex-Caja Seguro Social para tener pensión: 15,4 años los hombres y 10 años las mujeres. Este es el conjunto que tiene un nivel de lagunas similar a los pensionados del sistema antiguo, lo que permitiría comparar correctamente las Para medir si un paso a capitalización funcionó, hay que ver la diferencia entre la tasa de interés que beneficia a los trabajadores, y la tasa de crecimiento de la masa salarial que cotiza. Esta diferencia ha sido ampliamente positiva en Chile. pensiones medias y medianas. ¿Y por qué hay pensiones de $ 1.500 al mes en el sistema de capitalización? Porque el Congreso decidió en 2008 no brindar el aporte solidario si la persona no residió en Chile al menos 20 años, si no tiene 65 años, y si no reside en un hogar perteneciente al 60% más vulnerable. Razonable. La falta de legitimidad de algunas AFP viene de otro lado. Si las autoridades extendieran la licitación a los afiliados antiguos, el “negocio de las AFP” pasaría a tener una rentabilidad normal, igual que las empresas que nos dan agua potable. Esta y otras falencias tienen solución. El reparto es un sistema vigente E L EXPERIMENTO de privatización de la seguridad social en Chile, iniciado a principios de la década de 1980, enfrenta una crisis múltiple de bajas pensiones, serios desbalances entre sub-sistemas y creciente deslegitimación social. La pensión promedio actual de la población civil es cercana a 200 mil pesos al mes (equivalente cerca de 300 dólares en un país con un ingreso por habitante mensual de dos mil dólares). El 75 por ciento de los afiliados reciben pensiones inferiores al salario mínimo, aun considerando el aporte del pilar solidario. El sistema actual de pensiones no satisface criterios internacionalmente aceptados sobre sistemas de seguridad social que recomiendan solidaridad intergeneracional, cobertura universal, homogeneidad de beneficios entre subsistemas (las pensiones de las Cajas de la Defensa Nacional son en promedio tres veces superiores que las pensiones de la población civil), aporte tripartito a las pensiones, (en Chile el sector de empleadores no contribuyen desde 1981 a las pensiones de sus trabajadores). No hay tampoco criterios de inversión socialmente responsable de los fondos de pensiones de los trabajadores, los que carecen de injerencia en el manejo de sus fondos que, por ley, deben entregar a un reducido número de corporaciones privadas con fines de lucro. Este cúmulo de problemas de carácter estructural difícilmente se pueden superar con cambios parciales o “paramétricos” aunque se pueden hacer algunas modificaciones en el corto plazo para atacar los problemas más urgentes. Las recientes manifestaciones ciudadanas indican que la gente demanda un sistema que asegure pensiones dignas y solidarias al tiempo que rechaza un mecanismo financiero que es visualizado como fuente de alta riqueza para unos pocos y precariedad económica para muchos. ¿Qué hacer? El tema es complejo pero la experiencia internacional puede ser una guía útil al respecto. Según las clasificaciones de sistemas de pensiones en el mundo del Banco Mundial y la OCDE, al menos 80 por ciento de los países tienen sistemas de pensiones con una sólida presencia del Estado, gene- ralmente basados en sistemas de reparto en que las contribuciones de los trabajadores activos financian las pensiones de los retirados en una lógica de solidaridad intergeneracional. Es interesante constatar que las principales economías desarrolladas del mundo como Estados Unidos, Canadá, Alemania, Reino Unido, Francia, Japón y otras ante sus desafíos demográficos y fiscales no han abandonado sus sistemas de reparto y se han embarcado en una riesgosa y cara privatización de sus sistemas de seguridad social. Ante el mayor envejecimiento de la población y menores tasas de fecundidad han ajustado sus sistemas de pensiones para acomodar estas tendencias, reforzando su sustentabilidad financiera. En Suecia se introdujeron, en la década de 1990, las llamadas “cuentas nocionales”, mientras que Alemania, Estados Unidos y varios más se usan sistemas de puntos que recogen la historia de contribuciones de las personas. Varios países han reforzado, además, sus fondos de reserva. Por otra parte, en años recientes varios países cómo Hungria, Polonia, Latvia, Argentina, Bolivia y otros han Una combinación pragmática que funciona es un sistema modernizado de reparto que cumple los principios universalmente aceptados de la seguridad social, con uno de capitalizacíon individual para las mayores rentas. abandonado la privatización de sus sistemas de pensiones retornando a esquemas probados de seguridad social. Chile debe rectificar el rumbo y aprender de la experiencia internacional y propia en sistemas de pensiones. Una combinación pragmática que funciona en muchas partes es un sistema modernizado de reparto que cumple los principios universalmente aceptados de un sistema de seguridad social, complementado con un esquema de capitalización individual para personas de mayores rentas e inserción laboral estable, gestionado en forma competitiva y con participación de organizaciones sin fines de lucro, bajo una activa regulación pública.