octubre-diciembre, 2011 Entre la realidad y la leyenda

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octubre-diciembre, 2011
Entre la realidad y la leyenda: de las interpretaciones sobre Antonio M aceo y la responsabilidad de
los historiadores cubanos
Israel Escalona Chadez
Caminos hacia la interpretación del héroe
Antonio M aceo fue uno de los cubanos más conocidos de su época y que más ha trascendido en la
memoria de sus compatriotas. Sus proezas militares y brillante trayectoria revolucionaria han sido
fuentes constantes para la historia y la leyenda. Para la gran mayoría de los cubanos, su imagen física
y hazañas son conocidas y cotidianas. Es usual que hombres y mujeres comunes puedan dialogar
sobre el protagonista principal de la Protesta de Baraguá, y memorizar pasajes de su vida y
fragmentos de su obra, que son recordados y citados en los más diversos escenarios políticos y
culturales.
Resulta lógico presumir que, siendo uno de los símbolos esenciales del devenir histórico nacional, su
vida sea absoluta y certeramente conocida por sus compatriotas; sin embargo es evidente y
controvertido que en la reconstrucción de la existencia de Antonio M aceo pervivan la historia y la
leyenda; un comportamiento que sólo comienza a revalorarse en las últimas décadas, y sobre el cual
los historiadores han de continuar tomando conciencia, a fin de lograr una más justa valoración del
héroe.
¿Dónde termina la historia verdadera y cuando comienza la leyenda sobre el prócer? ¿Por qué se ha
producido y hasta qué punto perdura tal situación?
Interesantes preguntas, pero compleja la posibilidad de respuestas definitivas.
Precisados por definir los factores que influyeron en la conformación de la imagen del héroe no
dudaríamos que los de mayor peso han sido las visiones aportadas por quienes le conocieron, y que
las diversas maneras divulgativas y, mucho más, la tradición oral, se encargaron de alimentar y
trasmitir de una generación a las sucesivas; y las investigaciones históricas, con sus matices de
concepciones, estructuras y métodos, con los disímiles niveles en cuanto a rigor y cientificidad, y con
el predominio del sentido descriptivo y anecdótico que caracteriza una buena parte de la
historiografía nacional. Ambos componentes contribuyeron a conformar la imagen del héroe en la
que se entremezclan la realidad y la leyenda.
En las interpretaciones sobre Antonio M aceo, -tanto en la memoria popular como en las más
reconocidas investigaciones- afirmaciones improbadas, absolutizaciones y errores se han
enseñoreado como verdades absolutas e intocables. El hombre real y común que alcanzó
connotaciones relevantes por sus atributos, heroísmo y múltiples hazañas, ha sido frecuentemente
idealizado consciente e inconscientemente.
A los menos informados les puede sorprender que en vida de M aceo comenzaran a propalarse –junto
a la imagen heroica y las múltiples hazañas- exageraciones, malas interpretaciones, distorsiones y
manipulaciones, que en los años subsiguientes serían exacerbadas.
Ciertamente las tendencias hacía la ponderación y enfrentamiento extremos son propios de las
17 Interpretaciones sobre las existencias de hombres de ejecutorias públicas relevantes.
A los cuarenta años de la muerte física del M aceo, el polifacético intelectual Leonardo Griñán Peralta
escribió el libro Antonio Maceo, análisis caracterológico, con el que inició el ciclo de estudios
caracterológicos de personalidades de las guerras de independencia, y motivó el ensayo del profesor
e investigador Juan M arinello Maceo, líder y masa, en el que escribió:
La exaltación deificadora era, por otra parte cosa inevitable en hombre de tan trabado y armonioso
heroísmo.... Sabemos que la carrera macéica es realidad, pero reconocemos que el sentimiento de lo
milagroso se ha cuajado en los hombres por el acontecer de realidades así. Nacer de gentes grandes,
ser bello hasta lo perfecto, poseer el arrojo al nivel de la serenidad, tener el dominio de los hombres
y de sí, hacer del amor una fuerza limpia y eternizadora, conocer su grandeza y enfrenarla..., lucir
veintiocho cicatrices y la salud entera, batallar todos los días, vencer siempre... es cosa de hombres?.
De mucho menos hicieron sus dioses los pueblos antiguos.[1]
La valoración de M arinello sugiere un elemento sustantivo en la construcción de la memoria
colectiva del pueblo cubano: el acuñamiento hagiográfico de sus más venerados próceres.
Pero a esto se une una tendencia perenne en las visiones sobre M aceo: el interés por “construirle” una
historia de precedentes “gloriosos”. En inicio puede fundamentarse por razones de tipo socioclasista.
Resultaba probable que hombres blancos de abolengo y riquezas como Carlos M anuel de Céspedes,
Francisco Vicente A guilera, Ignacio A gramonte y Pedro Figueredo lideraran el esfuerzo redentor
isleño, pero tal condición no era congruente con el mulato oriental, que ni siquiera rebasaba estudios
académicos elementales.
No fueron nada casuales los criterios de los doctores José R. M ontalvo, Carlos de la Torre y Luís
M ontané en 1900, en el que tras el estudio antropológico del cráneo de M aceo, y de medir
fragmentos y honduras, llegaran a la “sensacional” conclusión de que éste pertenecía a un hombre
joven y de la raza blanca, y aún más que llegaran a acentuar la existencia del “hueso del inca”,
deformación propia de los indígenas de Suramérica. Dicho de otro modo: para alcanzar tal dimensión
y trascendencia histórica M aceo no podía tener el cerebro de un negro de cincuenta y dos años.[2]
En realidad, la actuación histórica de M aceo deslumbró y sorprendió a contemporáneos e
historiadores. Cuando se cumplían cincuenta años de su caída en combate el historiador Emilio Roig
escribió:
Asombra... que un joven campesino, perteneciente a una raza a la que le estaban cerrados en aquellos
tiempos todos los caminos... para adquirir educación y cultura, que jamás había vislumbrado otros
horizontes, ni materiales ni intelectuales que el de su comarca guajira... lograra adquirir en poco
tiempo conceptos tan definidos y precisos de patriotismo y ciudadanía....[3]
Las valoraciones escritas por combatientes estrechamente relacionados con el mambí y autorizadas
voces del independentismo cubano sobre las excepcionalidades que caracterizaron a M aceo
contribuyeron a reafirmar la tendencia hacia la desmedida exaltación y la supuesta superioridad
biológica del hombre. Entre quienes más trascendieron e influyeron están Eusebio Hernández y José
M artí.
Eusebio Hernández defendió la idea de que: “M aceo, producto eugenésico por acumulación
fisiológica hereditaria de siglos, acaso, se ha sobrepuesto a los enemigos de dentro por la entereza, el
amor, la disciplina y el patriotismo, y a los de fuera por sus triunfos superiores a los de los más
grandes capitanes de la historia del M undo...”[4] y aún más que: “Si ese cerebro hubiera sido un
18 órgano vulgar, con esos elementos difícilmente hubiera podido M aceo acometer las obras que desde
los primeros instantes se planteó y resolvió con sorprendente brillo y precisión”.[5]
Esta tesis, expuesta por un profesional de la medicina y amigo del General, se difundió durante
mucho tiempo y aún es esgrimida.
De similar manera contribuyó el artículo “Antonio M aceo”, que fuera publicado por José M artí en el
periódico Patria el 6 de enero de 1894.
Tras el encuentro realizado en tierras centroamericanas, el M aestro ponderó los valores del héroe, su
constancia revolucionaria y los factores familiares influyentes en su personalidad.
Las metafóricas referencias del poeta propiciaron interpretaciones esquemáticas. La afirmación
“...Vive el hombre de su trabajo y piensa por sí... Y hay que poner asunto a lo que dice, porque
M aceo tiene en la mente tanta fuerza como en el brazo... Firme es su pensamiento y armonioso, como
las líneas de su cráneo...”,[6] tomada literalmente es obvia para fundamentar visiones hagiográficas y
concepciones biologizantes justificativas de la superioridad del hombre.
Las conferencias pronunciadas por Eusebio Hernández en 1913 y 1930 fueron publicadas en 1935 y,
posteriormente, reeditadas en 1968.
Pero la imagen formada sobre M aceo no es responsabilidad absoluta de quienes le conocieron
estrechamente, le admiraron y plasmaron sus visiones, mayormente marcadas por ese sentido
admirativo, o de quienes lo rechazaron ardientemente y legaron versiones distorsionadas de su
personalidad.
A la historiografía le faltó sentido exacto en el cumplimiento de presupuestos esenciales del oficio
del historiador. Si bien es cierto que, buena parte de la historiografía de Cuba fue cimentada y
desarrollada por hombres y mujeres que no eran profesionales de las Ciencias Históricas,
especialidad que se convertiría en carrera universitaria tras el triunfo de la Revolución, es también
evidente que aquellos profesionales de otras áreas de las ciencias sociales o humanísticas, y aun más
otros sin poseer estudios universitarios, fraguaron la tradición historiográfica nacional que hoy
sometemos al rigor del análisis científico.
Independientemente de que muchos acontecimientos y personalidades han merecido posteriormente
valoraciones renovadas, algo lógico e indispensable en el desarrollo de la ciencia, se puede afirmar
que fue notable la contribución de la historiografía labrada durante la etapa colonial, y la república
neocolonial.
Sin embargo, sorprende que, en los estudios sobre M aceo, historiadores de bien ganado prestigio, aún
cuando fueran intelectuales autodidactas como José Luciano Franco, sin mucho esfuerzo hayan
esgrimido tesis sin la debida sustentación probatoria.[7] Tal vez lo más conocido sea la discrepancia
en torno al lugar del nacimiento del héroe, que generalmente fue aceptado ocurriera en M ajaguabo,
San Luís, cuando hay documentación y versiones del propio M aceo en las que reconoce que nació en
la ciudad de Santiago de Cuba. Pero Franco, por ejemplo, se aventura a establecer afirmaciones sin el
adecuado respaldo probatorio. Por poner un ejemplo, llega a aseverar, sin muchos argumentos, que
M aceo se unió a los que depusieron a Céspedes en Bijagual y que
…en el secreto de su pensamiento guardaba profundo sentimiento de simpatía y cariño por Céspedes,
presenció los debates sin que su rostro impasible denotara la emoción triste que le asaltaba... y
confundiendo su voz con la de sus soldados daba el grito de ¡Viva la República ¡ Viva el nuevo
19 presidente![8]
Demasiado fértil la imaginación del historiador que es capaz de suponer lo que pensaba el
combatiente y reconstruir un hecho sin pruebas. Pero lo peor es que este aserto fue publicado en el
libro que muchos especialistas consideran como una obra cumbre sobre el tema.[9]
No es ese el único dislate de Franco, también sin los suficientes elementos probatorios aseguró que
en 1893 el General, necesitado de tener contacto con los revolucionarios de la Isla, decidió
encaminarse clandestinamente al interior del país, y que tras su llegada por Santiago de Cuba y estar
en La Habana pasó por Cárdenas y más tarde logró llegar a la ciudad de Cienfuegos, donde después
de examinar detalladamente lo relacionado con el alzamiento -y presionado por la constante
persecución- regresó a Costa Rica.[10] Todos los que han defendido esta hipótesis lo hacen sobre la
base de fuentes testimoniales, lo que ha conducido a la confusión en cuanto al año en que
supuestamente se produjo, siendo ubicado por algunos autores en fecha similar pero de 1894.[11]
Otros discrepan o dudan del posible periplo de M aceo en Cuba. Tal es el caso de Ibrahim Hidalgo
que considera que este hecho, “... pertenece más al ámbito de la leyenda que a la realidad”,[12]
criterio con el que coincidimos, pues no se ha encontrado ningún indicio documental que lo
fundamente, y por el contrario, se han publicado documentos confidenciales que confirman las dudas
sobre la posible salida de M aceo desde Costa Rica hacia Cuba.[13]
Al evaluar el tratamiento historiográfico a las relaciones establecidas entre José M artí y Antonio
M aceo, le hemos realizado señalamientos a la obra de Franco que: “… en algunos momentos se
percibe el interés desmedido del autor por defender a su biografiado”.[14]
Son innegables los esfuerzos de la Revolución Cubana por desarrollar las investigaciones históricas,
y el impacto que esto ha significado para la historiografía nacional. Como bien señala Oscar Zanetti
“Las razones de tamaño esfuerzo institucional –que a veces ha rebasado incluso la racionalidad
económica- son comprensibles: la Revolución tiene en la historia de Cuba su principal fuente de
legitimidad.”[15]
Sin embargo, tal impulso no se experimentó de la misma manera con respecto a las investigaciones
sobre la familia M aceo Grajales, en general; y sobre Antonio M aceo, en particular.
De manera que, si bien M aceo y sus grandes proezas se presentan como referentes perdurables de la
lucha redentora cubana, esta prioridad durante mucho tiempo no tuvo notables impactos en la
historiografía.
La coyuntura histórica, tras el triunfo del primero de enero, justificaba el tratamiento y difusión
priorizada del pensamiento maceico, pero desde el punto de vista historiográfico se produjo un
reflujo con respecto a las dos décadas precedentes al triunfo revolucionario, en las que se publicaron
las más completas compilaciones de documentación de Antonio M aceo y varias biografías e
importantes investigaciones sobre su pensamiento político social.[16]
En las décadas precedentes al triunfo de la Revolución se había publicado la primera edición de la
monumental obra de José Luciano Franco Antonio Maceo. Apuntes para una historia de su vida, y
con relación a las investigaciones sobre el pensamiento político social de M aceo vieron la luz
valiosos libros como Maceo, estudio político y patriótico de Leopoldo Horrego Estuch, premiado en
el Concurso Extraordinario convocado por la Cámara de Representantes al ser considerado la mejor
investigación sobre la significación patriótica y política de M aceo; y Maceo, héroe civil de Jorge
Castellanos. A esto hay que agregar que los Congresos Nacionales de Historia, magno evento de los
historiadores cubanos, priorizaron la temática maceísta, al extremo de dedicarle sesiones
20 especializadas y llegar a medulares y trascendentales conclusiones,[17] así como que los
historiadores cubanos estuvieron al tanto de tergiversaciones y manipulaciones y se expresaron al
respecto.[18]
Una expresión del declinar de la atención en torno a Antonio M aceo se comprueba en el hecho de
que sólo después de cincuenta años que Fermín Peraza Sarauza publicara Bibliografía de Antonio
Maceo, es que aparece un intento similar, esta vez promovido por la Biblioteca Nacional “José
M artí” y bajo la autoría de Tomás Fernández Robaina.
El reflujo experimentado por la historiografía sobre Antonio M aceo no fue debidamente advertida
por los historiadores cubanos, quienes al hacer recuentos al respecto en el período revolucionario
fueron cautelosos y conformistas. Así lo confirman los exiguos y esporádicos arqueos bibliográficos
y análisis historiográficos publicados.
Sin olvidar el libro De los historiadores de Maceo, publicado por Antonio Iraizos del Villar en 1965,
que recorre la historiografía sobre el prócer en las etapas previas al triunfo revolucionario, cabe
señalar que las principales investigaciones al respecto vieron la luz dos décadas después. Con motivo
de la conmemoración del veinticinco aniversario del triunfo de la Revolución Julio Le Riverend
promovió la publicación de dos números de la Revista de la Biblioteca Nacional José Martí con
valoraciones en torno a temas y prioridades de la historiografía cubana. Francisco Pérez Guzmán
asumió la valoración de lo producido sobre las guerras de independencia y llegó a la conclusión de
que: “la proyección político-militar de Maceo en la etapa revolucionaria se proyectó hacia nuevos
horizontes”,[19] pero no ofreció los elementos probatorios que lo argumentaran. Así, con la
modestia que le caracterizaba, no resaltó su relevante investigación La guerra en La Habana: desde
enero de 1896 hasta el combate de San Pedro (1974), y se limitó a mencionar los libros El
pensamiento vivo de Antonio Maceo (1960) de José Antonio Portuondo, La vida heroica y ejemplar
de Antonio Maceo (1963) de José Luciano Franco y Hombradía de Antonio Maceo (1967) de Raúl
Aparicio, sin someterlos a la necesaria crítica.
Algo semejante ocurrió al llegar al centenario de la caída en combate de Antonio M aceo, cuando la
profesora Carmen Almodóvar publicó una alentadora visión sobre el tema en el artículo “Antonio
M aceo: un tema vigente en la historiografía cubana”,[20] donde ponderó el comportamiento
historiográfico respecto al Titán de Bronce, pero con un espíritu más ponderativo que crítico, sin
someterlo a un mayor examen científico que, junto a los avances, revelara yerros y trazara
prioridades.
Oscar Zanetti, en su ya citado balance anota, que: “Precisamente las personalidades de la lucha
independentista, militares y civiles, dan pie a una literatura bastante nutrida que —ya al margen de
la historia militar— sigue la sólida tradición con que cuenta en Cuba el género biográfico”,[21] lo
que trata de fundamentar al afirmar: “Además de la figura de Martí, … en los 70’ y 80’ se publican
biografías sobre Maceo, Gómez y otros jefes militares, así como —en menor medida— sobre algunas
personalidades civiles…”, [22] una generalización rebatible o, por lo menos, inexacta en lo referido a
Antonio M aceo, pues en esos años lo que se reeditó fueron las obras de Franco y Aparicio. Algo
parecido ocurre en el libro La historiografía en la Revolución Cubana. Reflexiones a 50 años, el más
reciente intento de evaluar la historiografía producida durante las últimas cinco décadas, donde la
doctora, M ercedes García escribe: “Sobre las figuras cimeras se ha escrito abundantemente… se
suman los trabajos de Yoel Cordoví sobre las figuras de Máximo Gómez y Antonio Maceo, los de
Antonio Pitaluga sobre la familia de Máximo Gómez y la biografía del general Antonio Maceo, que
realizó José Luciano Franco en tres tomos”,[23] una valoración también desacertada, pues Cordoví
no ha dedicado libro monográfico alguno a M aceo, personalidad que ha tratado tangencialmente en
21 algunos de sus libros sobre el Generalísimo.
Analizado desde otro punto de vista, el panorama es muy distinto. En realidad, por encima de
miradas justificativas, la historiografía cubana fue bastante pasiva con respecto al estudio de la
personalidad de Antonio M aceo. Durante más de cuatro décadas prácticamente no aparecieron
biografías sobre M aceo, y además de las reediciones, solo se publicaron obras contentivas de
momentos cruciales de la vida del héroe como Antonio Maceo de Raúl Rodríguez La O y otras,
dirigidas al público infantil o juvenil, entre las que se puede resaltar Patricios en La Habana de
Eduardo Robreño.[24]
La biografía Hombradía de Antonio Maceo, publicada en 1967 por Raúl Aparicio, no se significó por
encima de su predecesora escrita por José Luciano Franco. Hace unos años un viejo amigo y colega
nos narraba que entonces un perspicaz historiador hizo común el chiste de que “parece franco este
autor”, que con toda intención dejaba la duda en un recurrente juego de palabras, y aludía al excesivo
uso de “prestamos” tomados de la obra de Franco por Raúl Aparicio.
En 1977 se publicó Antonio Maceo, The Bronze Titan of Cuba's struggle for independence del
historiador norteamericano Phillips Foner, pero nunca fue traducida al español.
Con mucha razón, casi veinte años más tarde, el bibliógrafo cubano Tomás Fernández Robaina acotó:
“No cuesta mucho percatarse de que la figura de Maceo, tan conocida y popular en su momento,
apenas se le menciona en otras latitudes”.[25] A la vez que Rafael Cepeda llamaba la atención
acerca de que: “Queda por escribir un análisis caracterológico de Antonio Maceo…”.[26]
Ciertamente, a 60 años de su publicación, se mantenía la deuda de continuidad con el método
utilizado por Griñán Peralta en Maceo. Análisis caracterológico.
Pero la responsabilidad de los historiadores con la transmisión más realista de la personalidad de
Antonio M aceo no es atribuible solo a la falta de sistematicidad en la aparición de escritos sobre el
héroe, sino también a la ausencia de una consecuente crítica especializada que develara errores o
propendiera el debate de aspectos controvertidos.
A la salida de Hombradía de Antonio Maceo, libro premiado en el Concurso “Enrique Piñeiro” de la
UNEAC, la mayoría de las reseñas y comentarios exaltaron los valores de la obra, sin que ni siquiera
se atendieran las limitaciones señaladas por el propio autor, que desde el preámbulo al libro, tras
explicar sus motivaciones, reveló las dificultades que confrontó en la reconstrucción de los primeros
años de la existencia de M aceo.[27]
Los intelectuales Salvador Bueno, M arcos Llanos y Loló de la Torriente ponderaron la obra.[28] El
historiador José Luciano Franco llegó a considerar que Hombradia de Antonio Maceo “…colocó a
Raúl Aparicio como uno de los más destacados historiadores cubanos de este siglo”,[29] una
consideración muy absoluta y paradójica, si se atiende al testimonio de Guillermo Cabrera, cercano
colaborador de Aparicio, quien aseguró: “… supe –cuando entré a trabajar a su lado– que había
llegado a la biografía a través de la literatura y que le molestaba ser considerado historiador”,[30]
lo que confirmó Raúl Luis al escribir que Aparicio: “… muy a su pesar, deja la impronta de su labor
historiográfica con Hombradía de Antonio M aceo”.[31]
Contrario a la ponderación mayoritaria de los intelectuales cubanos, el estudioso autodidacta
Candelario Hernández Larrondo, publicó el artículo “Acotaciones al margen de “Hombradía de
Antonio M aceo”, en la revista Bohemia, donde trató temas controvertidos sobre M aceo. Entre otras
cuestiones, rectificó la verdadera procedencia social del padrino de M aceo y el vínculo del prócer con
la masonería. Sobre lo primero expresó sus discrepancias con la historiografía precedente que
22 consideró a Asencio como un hombre de letras, abogado y de familia distinguida y de alto prestigio
en la sociedad santiaguera; [32] sobre lo segundo enfrentó la tesis de que M aceo había integrado la
supuestamente llamada Logia Oriente, cuando realmente fue en una logia del Gran Oriente de Cuba y
las Antillas (GOGA), y señaló
... nosotros podemos probar documentalmente que nada de esto es cierto. Cuando en 1864 se da por
iniciado a Antonio M aceo, la masonería no admitía morenos, ni pardos. Tampoco existía la logia
Oriente, sólo habían en Santiago de Cuba desde 1859, tres logias nombradas Fraternidad Nº 1,
Prudencia Nº 2 y San Andrés Nº 3, siendo afiliados a ésta el padrino Ascencio, a quien se conocía por
el nombre de Neptuno... sin contar la edad, la mayoría de edad, a la que M aceo no había arribado
tampoco en 1864....[33]
Los señalamientos de Hernández Larrondo no fueron adecuadamente atendidos y las problemáticas
planteadas tuvieron que esperar alrededor de treinta años, para que fueron retomadas y, en buena
parte, dilucidadas, por los historiadores Olga Portuondo, M anuel Fernández Carcassés, Joel M ourlot
M ercaderes y Eduardo Torres Cuevas, entre otros.
Cuando en 1973 se reeditó Antonio Maceo. Apuntes para una historia de su vida, José Antonio
Portuondo en el prólogo, –caracterizado por el uso pragmático del pensamiento del héroe en el
convulso contexto y la recurrencia al paralelismo con la obra de Ernesto “Che” Guevara, guerrillero
nacido en Argentina coincidentemente en la fecha del nacimiento de Antonio M aceo–, de manera
acrítica aseguró que:
El autor consigna hechos significativos con fundamentos documentales… se atiene a las noticias
debidamente documentadas. De ahí la reiterada remisión a sus fuentes que se acumulan en notas
breves y certeras, fuera del texto, para no romper la continuidad vital de este…[34]
Si bien se justifica, y debe comprenderse, la ponderación hacía el uso del pensamiento maceico en
una coyuntura que lo requería, en nada ayuda esta visión inexacta, pues uno de los defectos de la obra
de Franco es la ausencia de notas y de referencias sobre las fuentes que argumentan los hechos
descritos, muchos de las cuales solo sustenta a partir de información oral y no debidamente
confrontada, lo que se expresa con mayor fuerza en el primer volumen.
A M aceo se continuó recurriendo como símbolo y paradigma de patriota, pero sin renovar las
visiones sobre su vida y obra. En la década de los años sesenta el intelectual José Antonio Portuondo
publicó El pensamiento vivo de Maceo, un libro frecuentemente reeditado. Este es un valioso
repertorio documental revelador de la dimensión de las ideas de M aceo y su trascendencia, pero con
un prólogo que, por momentos, resulta discordante con la trayectoria y aportes de Portuondo a la
cultura nacional. Como si no bastara la magna ejecutoria patriótica de M aceo, el intelectual, que
desde el propio año 1959 escribió el medular ensayo “Hacia una nueva historia de Cuba”,[35] cayó
en la tentación de adornar la existencia macéica con ribetes curiosos o atractivos. M ás que risible, es
discordante que Portuondo se hiciera eco de la suposición de que el abuelo de M aceo fuera quien
introdujo el café en el continente americano, lo que, además, logró privándose de consumir agua
durante la travesía para preservar la planta del cafeto.
El relativo abandono a la temática maceísta estuvo relacionado con problemáticas que, de manera
general, marcaron la producción historiográfica. Una fue la falta de prioridad a la historia de Cuba en
el orden institucional [36] y en la enseñanza.[37]
Otro problema ancestral fue la ausencia de una crítica especializada. Al decir de Jorge Ibarra:
“Mientras Juan Marinello exhortaba, a fines de la década del 70, al ejercicio de la crítica artística
23 literaria, en el campo historiográfico no se alzó ninguna voz abogando por que se estimulara la
crítica y la discusión…”. [38]
La necesaria renovación historiográfica
Fue en la década de los años 90 del pasado siglo, en medio del impacto de la desaparición de la
Unión Soviética y el campo socialista europeo y, sobre todo, en el contexto de las conmemoraciones
del sesquicentenario del nacimiento de M aceo y del centenario de la guerra de independencia y de la
caída en combate de Antonio M aceo, que se produjo lo que se ha denominado “renovación en los
estudios sobre los M aceo Grajales” y que incluyó líneas temáticas esenciales como: aspectos
novedosos en la rectificación y enriquecimiento de las biografías de los M aceo Grajales, la
publicación de la papelería inédita de los próceres y la realización de investigaciones monográficas
de la labor política militar de Antonio M aceo y la dimensión de su pensamiento ético.[39]
Durante este proceso, que se extiende hasta nuestros días, se ha avanzado en la revaloración de
recurrentes y controvertidos temas, aunque no ha sido posible subsanar totalmente la tendencia hacia
la visión edulcorada, esquemática y conformista en el análisis de acontecimientos históricos y
actitudes de los próceres.
Si bien el gran impulso ocurre a partir de 1995, el movimiento renovador comenzó unos años antes.
En 1992 la historiadora Olga Portuondo recibió la solicitud de escribir un artículo sobre M arcos
M aceo, padre de Antonio M aceo, a quien por lo general se le consideraba nacido en Venezuela. El
pedido de los organizadores del Festival del Caribe, que sería dedicado ese año al país bolivariano,
con vistas a incluirlo en la revista Del Caribe posibilitó que durante el proceso investigativo e
intensas búsquedas en archivos religiosos de Santiago de Cuba encontrara la partida de nacimiento y
bautismo de M arcos, a través de lo cual pudo confirmar su nacimiento en Santiago de Cuba
Puede considerarse que el escrito ““El padre de Antonio M aceo ¿venezolano?”, publicado en la
revista Del Caribe, número 19 de 1992, marca el inicio de ese movimiento renovador, que tuvo
como una de sus características atender viejas deudas historiográficas, que se mantenían como
suposiciones o hipótesis improbadas.
La historiografía tradicional había reiterado el origen venezolano del padre de M aceo, sobre quien
además se afirmó había formado parte del ejército colonial antibolivariano. Debe reconocerse que a
esta revaloración historiográfica contribuyeron las advertencias de Lino Dou y el historiador César
García del Pino.
Tras el precursor artículo de 1992 la profesora Olga Portuondo, incluyó en el libro Visión múltiple de
Antonio Maceo el escrito “M arcos M aceo, el santiaguero” en el que se extendió en elementos
probatorios al respecto. Posteriores investigaciones en archivos españoles le permitieron concluir
que M arcos M aceo, hijo de José Antonio M uchuli, sirvió al Ejército Español en el período preciso en
que se produjo el movimiento constitucionalista encabezado por M anuel Lorenzo (1836) en Santiago
de Cuba, lo que lo vinculó con el liberalismo hispano, elemento que contribuyó a su formación
ideológica.[40]
Algo parecido ocurrió con la revaloración de la personalidad e influencia de Ascencio de Asencio,
padrino de nacimiento y boda de Antonio M aceo, a quien tradicionalmente se le había considerado
como un hombre de letras, abogado y de familia distinguida y de alto prestigio en la sociedad
santiaguera, algo sobre lo que había llamado la atención Candelario Hernández Larrondo, quien
24 expresó sus dudas y convencimiento de que no era exactamente así.[41] Casi treinta años después los
doctores Olga Portuondo y M anuel Fernández Carcassés investigaban sobre el asunto
simultáneamente hasta que unieron sus esfuerzos, confirmaron y ampliaron los asertos de Hernández
Larrondo en el artículo “Ascencio de Asencio: Un padrino común”, otro estudio renovador que
igualmente vio la luz en el libro Visión múltiple de Antonio Maceo. El propio Fernández Carcassés,
junto a Joel M ourlot, ofreció información al respecto en el artículo "Otras verdades sobre la familia
M aceo Grajales” publicado el 14 de junio de 1997 en El Cubano Libre, suplemento del periódico
Sierra Maestra.
El movimiento renovador, en sus años iniciales, se conformó con la publicación de los libros Antonio
Maceo. Las ideas que sostienen el arma (1995), de Eduardo Torres Cuevas y Visión múltiple de
Antonio Maceo (1998), de un colectivo de autores convocados por la profesora Olga Portuondo; así
como el número especial de la Revista Universidad de La Habana, dedicada a Antonio M aceo en el
año del centenario de su caída en combate, y la salida del suplemento histórico El Cubano Libre a
partir de 1995.
La publicación del libro de Torres Cuevas constituyó un acontecimiento historiográfico y editorial.
La reconocida autoridad de su autor y la avidez porque se tratara la temática maceica garantizaron la
favorable recepción. Sin embargo, al reseñar la obra en El Cubano Libre, al tiempo que le
reconocimos sus valores, señalamos:
… la periodización ofrecida debió ser más precisa en etapas y períodos, lo que innegablemente
apoyaría la comprensión de una evolución creciente; no nos parece acertado ubicar el Plan Gómez
M aceo en los años 1883-1884, cuando las ideas medulares maceístas en este contexto fueron
elaboradas entre 1884 y 1886, como tampoco nos parece correcto que este plan careció de un
programa político, si tenemos en cuenta el Programa de San Pedro Sula.
… lamentamos la ausencia en el texto de momentos claves en la formación política de M aceo, como
la conspiración de 1890 y una mayor sistematización de su acción e ideario en el período de plena
maduración, que fue, sin lugar a dudas, el de la guerra de 1895, cuando el Titán se mostró con sólidos
criterios acerca de la revolución y el futuro del país, otorgándole a la causa cubana trascendentales
compromisos de contenido hemisférico y universal.[42]
Por otra parte, Torres Cuevas, que desde la Nota preliminar aclaró que no pretendía realizar una
empresa biográfica del General Antonio M aceo, hace constar que su visión original marchaba por el
camino tradicional cuando redactó el libro en 1988,[43] pero que la publicación del artículo de Olga
Portuondo en 1992 y conversaciones con el veterano historiador César García del Pino le llevaron a
rectificar algunas ideas sobre los orígenes de los M aceo, no obstante señala que prefirió no alterar el
texto original del capítulo inicial de su obra y, por consiguiente, como muchos otros autores, reiteró
las hipótesis planteadas por Horrego Estuch sobre M aceus, el supuesto abuelo de M arcos, quien
presuntamente introdujo el café en América, y el posible origen brasileño de los antecesores de
M aceo, una idea que planteara Lino D' ou en 1938, con la encomienda de que: “Aquí tienen los
investigadores cubanos un motivo agradable para dirimir si esta nota es leyenda o realidad”,[44]
pero que, en vez de ser escudriñada para disiparla, fue frecuentemente reproducida hasta difundirse
como una realidad.
Una parte medular del libro es el estudio sobre el Gran Oriente de Cuba y las Antillas (GOCA), con
el que sistematizó el papel de la institución, y su importancia en el inicio de la Guerra Grande y en la
formación de Antonio M aceo, un tema sobre el que venía indagando desde 1978, cuando publicó un
artículo al respecto.[45] En este precursor trabajo y en el capítulo del libro que dedica al asunto
esclareció que el GOCA no formó parte de la masonería regular cubana -esencialmente integrista25 sino que fue una organización masónica fundada por el Dr. Vicente Antonio de Castro a su regreso a
La Habana en 1862, después de años de exilio en M éxico, país en el que se estableció cuando en
Cuba era condenado a diez años de presidio por su supuesta participación en la conspiración que
encabezó Ramón Pintó.
El valor historiográfico de Visión Múltiple de Antonio Maceo puede avalarse por haber obtenido el
Premio Ramiro Guerra que le concedió la Unión Nacional de Historiadores de Cuba (UNHIC), en
1999. Aunque no siempre los premios dan la medida exacta de la importancia y trascendencia de una
obra, en este caso el galardón confirmó la inmediata y favorable recepción en el gremio de los
historiadores. Las trece indagaciones sobre Antonio M aceo, su trayectoria revolucionaria y su
accionar en la región oriental motivaron que se prestara atención a temas soslayados o
insuficientemente tratados. Además de los trabajos ya mencionados de Olga Portuondo y M anuel
Fernández Carcassés, se unieron investigaciones sobre el entorno del prócer, su ideario y el ambiente
internacional que rodeó trascendentales acontecimientos.[46]
La expedita pretensión de ofrecer una visión lo más múltiple posible condujo a que se diera cobertura
a diversos géneros literarios, incluyendo una entrevista con el desaparecido historiador José Luciano
Franco, quien le reiteró, al periodista Rolando Gonzáles, viejas y polémicas aseveraciones, sin el
necesario respaldo probatorio, tales como el origen venezolano de M arcos M aceo, el nacimiento de
Antonio M aceo en M ajaguabo, la presunta descendencia de Antonio M aceo y M aría Cabrales, entre
otras. Aunque, al pie de página, se aclara que muchas consideraciones de Franco han sido rectificadas
por la historiografía reciente, el haber incluido sus palabras posibilitó que se propalaran estos
asuntos.
El número especial de la Revista Universidad de La Habana, dedicada a Antonio M aceo, logró
convocar a profesores e investigadores del alto centro docente y otras instituciones educacionales y
culturales, para que trataran aspectos diversos sobre la personalidad de M aceo, su pensamiento
político social, y trascendencia.
Es significativa la presencia de varios temas que tratan el nexo entre José M artí y Antonio M aceo, lo
cual posiblemente se debió –además de lo atractivo del tema– a que muchos de los especialistas
convocados son esencialmente estudiosos martianos.[47]
Este volumen se encamina más hacia la sistematización de asuntos que al examen de aquellos
polémicos o controvertidos, aunque en este último sentido sobresalga el ensayo de Francisco Pérez
Guzmán, “Algunas observaciones en torno al combate de San Pedro y la muerte de Antonio M aceo”,
donde significa que desde 1974 en que publicó La guerra en La Habana, “… la historiografía
cubana o extranjera no ha emprendido proyectos que como continuidad y renovación profundizara,
aún más, en el combate de San Pedro…”,[48] y centra la atención en asuntos controvertidos como
las razones de la demora de M aceo de marchar al centro de la Isla, y así responder al llamado de
Gómez, algo que se ha explicado tradicionalmente por factores relativos al acontecer político y a la
táctica y estrategia militares, a lo que este autor incorpora motivaciones afectuosas del General con la
joven pinareña Cecilia Hernández, de la que cita una carta de esos días previos al cruce de la trocha y
la muerte del Titán. En esta visión renovadora también se argumenta contra el calumnioso aserto de
que Panchito Gómez Toro fue el ejecutor de M aceo, algo que se ha afirmado a partir de que el
periodista Ramón Vasconcelos, el 20 de mayo de 1916 asegurara que la muerte de M aceo estuvo
vinculada a la conspiración de oficiales blancos que le acompañaban. Tiene mucha razón Pérez
Guzmán cuando señala que “El escrito de Vasconcelos –de tono racista-- no ha sido sepultado por
el tiempo decursado. Y aún muchos creen en ese texto…”, pero justo es reconocer que los
historiadores cubanos rebatieron el aserto con sistematicidad y el investigador Luis Felipe Le Roy en
26 1951 publicó en la revista Bimestre Cubana un contundente artículo.[49]
La publicación universitaria, además de los estudios dedicados a analizar el comportamiento de las
interpretaciones a M aceo en manifestaciones artísticas y literarias,[50] también incluyó el artículo
“Imagen mítica del General Antonio” de la investigadora Evangelina Ortega, que insistió en la
frecuente utilización de epítetos para catalogar al guerrero y su magna obra. Es llamativo que, junto a
poetas y narradores, relacione historiadores o intelectuales que pretendieron historiar la existencia
maceica, que usan numerosos calificativos para denominarlo. Así, por ejemplo, al detallar los ras gos
físicos refiere a los poetas Rubén M artínez Villena y Nicolás Guillén, que lo califican como
“robustez de cedro” y “rayo, campana, espejo”, respectivamente; mientras que historiadores como
José Luciano Franco le llaman “parecía como una estatua que anduviera”, “síntesis y símbolo del
heroísmo” y “hombre de acero”; M iguel Carbonell: “talla ciclópea”. La autora compendia los
numerosos calificativos que usan los historiadores -o quienes pretender serlo- para catalogar a
M aceo, y los paralelos que establecen con relevantes personalidades de la historia de la humanidad.
Además de “Titán de Bronce”, que es la más recurrente, están las de Eusebio Hernández: “Centauro
arrebatado, incontenible vencedor”; Arístides Sosa de Quesada: “Jinete insuperable, la montura de
M aceo era su trono” , “es un imán de admiración”; José M iró Argenter: “primer soldado de
América, nuestro Aníbal”; M iguel Ángel Carbonell: “el heroísmo de M aceo, superior al de César”,
“M aceo es el que realizó una empresa digna de compararse con el paso de Aníbal por los Alpes y
Bolívar por los Andes”, “encarnación de la victoria”; Fernando Figueredo: “león indomable”;
Leonardo Griñán Peralta: “el primero de los generales”, “símbolo de la Revolución triunfante”,
Emilio Roig de Leuchsenring: “Valiente entre los valientes”, “ciudadano perfecto”, Rafael Estenger:
“Hombre amasado con la arcilla de su pueblo” ; Leopoldo Horrego Estuch: “héroe de la unión
cubana”; M anuel J. de Granda: “No era solamente un hombre, era una institución, era la bandera
cubana”; Juan M arinello: “De mucho menos hicieron sus Dioses, los pueblos antiguos.”
La motivación de Ortega fue compartida por los historiadores Pedro Pablo Rodríguez y Francisco
Pérez Guzmán, quienes publicaron sendos artículos en La Gaceta de Cuba referidos al mito creado
en torno a la personalidad de Antonio M aceo. En “M aceo: héroe de mil hazañas” Rodríguez teorizó
acerca del origen y valor de los mitos y sistematizó las razones que propendieron al mito maceico,
mientras Pérez Guzmán bajo el sugestivo título “La imagen congelada. Apuntes sobre la bibliografía
de Antonio M aceo” se explaya en el análisis de las múltiples maneras de interpretación a M aceo y se
centra en la bibliografía. A diferencia de lo escrito para la Revista de la Biblioteca Nacional José
Martí en 1985, el historiador puntualizó:
Si tenemos en cuenta que desde el triunfo de la Revolución hasta la fecha, de las imprentas cubanas
solo han salido títulos como El pensamiento vivo de Antonio Maceo (1960), de José Antonio
Portuondo, Ruta de Antonio Maceo en el Caribe (1961), de José Luciano Franco, Hombradía de
Antonio Maceo (1967) de Raúl Aparicio, que es uno de los mejores libros sobre el Lugarteniente
General del Ejército Libertador; La guerra en La Habana, –del autor de este trabajo, que aborda su
caída en combate en San Pedro– , y el interesante ensayo Antonio Maceo, las ideas que sostienen el
arma de Eduardo Torres–Cuevas, nos percatamos que en los años de la República neocolonial se
elaboró
el
peso
fundamental
del
repertorio
historiográfico
maceísta.
Ese peso fundamental radica en la originalidad y variabilidad temática que en la elevada cifra de
libros y artículos publicados.
Desde el año 1959 hasta la fecha las editoriales han reeditado –tal vez ante la ausencia de originales–
títulos esenciales con tiradas de miles de ejemplares como los libros, ya citados de M iró Argenter y
José Luciano Franco.[51]
Además del sentido crítico que se advierte en esta nueva mirada del autor a la historiografía sobre
27 M aceo, se significa la complacencia con el libro de Aparicio, aun cuando ya habían visto la luz
algunos trabajos renovadores sobre la familia M aceo Grajales.
El Cubano Libre, suplemento histórico, surgido gracias a los esfuerzos de la Comisión
Conmemorativa del Centenario de las Guerras de Independencia, el periódico provincial Sierra
Maestra y la Filial Provincial de la Unión Nacional de Historiadores de Cuba de Santiago de Cuba,
en el contexto del sesquicentenario del nacimiento de José M artí y de la caída en combate de Antonio
M aceo, desde su primera edición se propuso tratar temas renovadores en torno a Antonio M aceo y su
familia.[52]
Algunos de los trabajos reveladores se debieron a la autoría de su coordinador, el periodista Joel
M ourlot M ercaderes, y otros investigadores de Santiago de Cuba. Entre los que resaltan por su
pretensión renovadora, en orden de aparición, los siguientes: “El principal “financiero” de los inicios
de la guerra” (publicado por Joel Mourlot, el 23 de marzo de 1996); “M aceo y Luz”, “Para apreciar
al héroe” y “La Junta de Bijarú: reunión trascendental y generalmente desconocida” (publicados por
M anuel Fernández Carcassés, Oscar García y Joel M ourlot, respectivamente, el 15 de junio de 1996);
“Algunas verdades acerca de los orígenes de la familia M aceo Grajales” (publicado por Joel M ourlot,
el 7 de diciembre de 1996); “M odestos criterios acerca del artículo “M artí y M aceo, convergencias y
divergencias” y “¿Hijos del General Antonio?” (publicados por Joel M ourlot y M anuel Fernández
Carcassés, respectivamente, el 25 de enero de 1997); y “Otras verdades sobre la familia M aceo
Grajales (publicado por Joel M ourlot y M anuel Fernández Carcassés, el 14 de junio de 1997).
Como publicación insertada en un periódico provincial, la difusión, -entre los profesionales de la
historia y la población en general-, se limitó al área geográfica de su circulación, y si logró un mayor
impacto fue gracias a que el proceso de renovación historiográfica sobre Antonio M aceo y la familia
M aceo Grajales coincidió –y se vio favorecido– con la revitalización de la Unión Nacional de
Historiadores de Cuba, organización fundada en 1981, pero con una labor intermitente hasta 1995,
cuando en su tercer congreso inició un camino de consolidación de las estructuras y de la proyección
en el trabajo con los profesionales de la historia, que incluyó la aprobación del Código de Ética
profesional de los historiadores cubanos, en el que se establecieron principios esenciales para el
trabajo de los profesionales de la historia.[53]
Como muestra de la comprensión de la dirección de la UNHIC y del gremio de los historiadores
sobre la necesidad de priorizar la atención a la temática maceísta, y de una disposición por debatirlos,
el Ejecutivo Nacional de la UNHIC convocó a un Taller Científico en la Biblioteca Nacional “José
M artí” en enero del 2000, donde fueron valorados algunos de las más recientes investigaciones y
revaloraciones sobre el tema.
Las conclusiones del Taller no fueron adecuadamente divulgadas, y solo en el 2005 se incluyeron, en
el libro Aproximaciones a los Maceo, fragmentos del Acta del Taller Científico:
De acuerdo a la veracidad y legitimidad de los documentos presentados, de no encontrarse otras
pruebas que demuestren lo contrario, todo parece indicar que el nacimiento de M arcos M aceo, padre
del mayor general Antonio M aceo Grajales, se produjo en la ciudad de Santiago de Cuba. Según
partida de bautizo del libro 8 de Pardos y M orenos, parroquia de Santo Tomás, 21 de abril de 1808.
Hasta el momento no se ha encontrado documentación alguna que testifique sobre la existencia del
matrimonio de M arcos M aceo con Amparo Téllez ni tampoco sobre la familia M aceo-Téllez, hasta el
presente sólo se conoce el testimonio oral de Tomas M aceo Grajales, por lo que es necesario
continuar investigando en las fuentes históricas para demostrar la veracidad de dicha unión y los
28 hijos.
Según la partida de bautismo del libro 9 de la Parroquia de Santo Tomás, el natalicio de M ariana
Grajales se produjo el 12 de julio de 1815 y no el 26 de junio de 1808, como se ha dicho hasta el
presente en algunas fuentes bibliográficas. Después de analizar la partida de su matrimonio en 1831,
donde se infiere que aún era menor de edad y la fecha de nacimiento de los últimos hijos, todo parece
indicar que 1815 es la fecha correcta, no obstante interesamos de los investigadores e historiadores
que puedan demostrar con documentos primarios su natalicio en 1808 sean presentados.
Justo Germán Grajales, hijo supuestamente natural atribuido a Fructuoso Regueyferos, aparece según
partida de bautismo del 28 de mayo de 1843 y se declara que fue bautizado 15 días después de
nacido, cuando ya M ariana Grajales estaba casada con M arcos M aceo. Es necesario continuar
investigando puesto que en dicha partida se declara hijo natural.
Sobre los hermanos M anuel y Fermín Regueyferos aún no se ha encontrado documentación alguna,
es necesario seguir investigando.
El natalicio de Antonio M aceo según la documentación que se posee, las propias cartas del general
Antonio y las palabras de su hermana Dominga, se produjo en Santiago de Cuba y no en M ajaguabo
como aparece en algunos documentos. El ascenso al grado de mayor general del Ejército Libertador
de Cuba se produce el 6 de mayo de 1877.
Del matrimonio del general Antonio M aceo Grajales con M aría Cabrales según aparece en el
testamento de esta última no hubo descendencia.
En relación a la figura de don Ascencio de Asencio no aparece su título de abogado y se ha
confirmado que era escribiente, siendo una persona humilde.[54]
El Taller Científico del 2000 llamó a los historiadores a continuar investigando, reflexionando y
debatiendo sobre estos asuntos. Para cumplir los acuerdos de esa reunión científica en el X VI
Congreso Nacional de Historia, efectuado en Santiago de Cuba en noviembre de 2001, se incluyó la
M esa Redonda “La familia M aceo Grajales. Historia Ética y Cultura” que, moderada por Israel
Escalona, contó con las intervenciones de los panelistas Joel M ourlot, Olga Portuondo y Armando
Hart.
Durante el debate se manifestó la voluntad de los historiadores de llegar a conclusiones y sentar
pautas para el tratamiento de los temas debatidos, sobre algunos de los cuales se llegaron a acuerdos,
que fueron incluidos en el Acta Final del evento, como: “Promover los estudios culturales
relacionados con las familias patrióticas destacadas de la historia cubana y sus nexos con la cultura
popular tradicional, de las cuales es exponente destacado la familia M aceo–Grajales”, “Proponer que
se considere y reconozca a M ariana Grajales como madre de la patria cubana”, “Recomendar al
gobierno de la Ciudad de La Habana la restauración de la casa de Dominga M aceo y se le señale con
una tarja”, “Considerar que los hallazgos realizados por los historiadores santiagueros confirman el
nacimiento de M arcos M aceo en la ciudad de Santiago de Cuba” y “Ratificar que de acuerdo con la
información documental obtenida el matrimonio de Antonio M aceo y M aría Cabrales no tuvo
descendencia”.[55]
Aunque existe el criterio extendido de que en las Ciencias Sociales no deben establecerse
conclusiones por decreto, no debe olvidarse que es una tradición que los Congresos Nacionales de
Historia, –desde los años en que los organizó la Oficina del Historiador de la Ciudad de La Habana y
la Sociedad de Estudios Históricos e Internacionales, bajo el liderazgo de Emilio Roig de
29 Leuchsenring–, adoptaran propuestas, sugerencias y recomendaciones, y contribuyeran a la
revaloración historiográfica sobre acontecimientos y personalidades. Por otra parte los acuerdos se
circunscribieron a temas suficientemente demostrados.[56]
Con los acuerdos y recomendaciones del Congreso sucedió algo similar a lo debatido y acordado en
el Taller Científico del 2000, pues si bien las Memorias del XVI Congreso Nacional de Historia
fueron publicadas por la Editorial Oriente, esto se produjo tres años después. Tampoco se articuló un
riguroso seguimiento a los acuerdos y recomendaciones, algo que ha entorpecido el tratamiento al
tema que venimos examinando.
Si se recorre la trayectoria de los Congresos Nacionales de Historia realizados entre 1997 y 2008 se
comprueba que siempre ha estado presente la temática referida a M aceo, pero no de una manera
cuantitativamente significativa[57]
Tras la celebración del X VI Congreso Nacional de Historiadores aparecieron otros libros que, de
algún modo, continuaron el camino de renovación de los estudios maceicos.
En el 2003 se publicó el libro Donde son más altas las palmas. La relación de José Martí con los
santiagueros que incluyó trabajos sobre las relaciones del M aestro con Antonio M aceo y otros
integrantes de la familia M aceo Grajales.
Damaris Torres en el artículo “M ariana Grajales y M aria Cabrales: dos mujeres en el corazón del
M aestro”, con la incorporación de información actualizada y renovadas valoraciones develo aspectos
de la relaciones recíprocas.
Con respecto a las tradicionalmente controvertidas relaciones establecidas por M artí y M aceo, en
el libro se incluyó “Cronología crítica de las relaciones entre José M artí y Antonio M aceo (18821895)” del profesor e investigador Israel Escalona, quien había defendido este tema en opción al
título de Doctor en Ciencias Históricas.[58]
En el 2004 la propia Editorial Oriente, que antes había impreso el libro de Rafael Ramírez Martí–
Maceo. Cartas cruzadas, publicó la versión completa de la tesis doctoral de Israel Escalona en el
libro José Martí y Antonio Maceo: la pelea por la libertad, que recibió la aceptación de los
especialistas[59] y del Centro de Estudios M artianos, que en el 2006 le otorgó el Premio “M edardo
Vitier” de la Crítica M artiana.
En el 2005 la Editorial Oriente publicó Aproximaciones a los Maceo, otro intento de ofrecer una
visión sobre diversos asuntos referidos a la personalidad de Antonio M aceo. La obra, coordinada por
los doctores Olga Portuondo, Israel Escalona y M anuel Fernández Carcassés, en unas quinientas
páginas, puso en manos del lector la labor investigativa de veintitrés autores con veintidós artículos y
ensayos, agrupados en cuatro partes: “Antonio”, “José”, “Entorno Humano” y “M emorias y
reliquias”.
En el acápite dedicado a Antonio M aceo se incluyeron seis escritos sobre diversos asuntos de su
ejecutoria que reclamaban priorizado tratamiento: el pensamiento político, la visión de quienes
discreparon u ofrecieron visiones negativas sobre el Titán, el impacto del racismo en un hombre que
fue una de sus principales víctimas, el vínculo de M aceo con Haití, el análisis de una de las últimas
piezas del epistolario del prócer, y reflexiones acerca de los controvertidos hechos del 7 de
diciembre de 1896. Todos estos temas salidos de las plumas de los profesores e investigadores Israel
Escalona, Joel M ourlot, Rafael Duharte, Antonio Escalona, Jorge Aldana y Lídice Duany.
30 Cuatro estudios integran el acápite dedicado a José M aceo. David Plochet recuperó de la prensa plana
escritos de su abuelo mambí Alberto Plochet; Joel M ourlot disertó sobre la grandeza del “León de
Oriente”; Ismael Sarmiento ofreció avances de sus vastas investigaciones sobre la vida de los
mambises, que años más tarde publicaría en España y en la edición cubana bajo el titulo El ingenio
del mambí, publicado por la Editorial Oriente, y los profesores Alexis Carrero y Jorge Puente
reconstruyeron el destino de los restos mortales de José hasta su definitiva sepultura.
En el epígrafe “Entorno humano” aparecen cinco investigaciones: M anuel Fernández Carcassés le
sigue la pista a Francisco Fernández Rizo, maestro de Antonio M aceo, con lo que contribuye a un
mejor entendimiento del alcance cultural y educacional del líder de Baraguá; Olga Portuondo trata la
ejecutoria de Juan Tomás Chamorro, cura párroco de San Nicolás de Bari de M orón, quien debió
ejercer una influencia sobre la familia hasta entonces no remarcada por la historiografía tradicional;
Juan M anuel Reyes entrega los primeros resultados de sus indagaciones sobre las propiedades
rústicas de la familia, que, a partir de indagaciones históricas y arqueológicas, le permite confirmar
que M aceo no nació en esa zona;[60] Damaris Torres trata la visión que ha ofrecido la historiografía
tradicional sobre M aria Cabrales y puntualiza aspectos controvertidos y erróneos de su
biografía;[61] Yamila Vilorio esclarece los nexos de Antonio M aceo con sus contemporáneos
santiagueros Pío Rosado, M ayía Rodríguez, Pablo Beola, entre otros, y cierra esta sesión el ensayo de
Daysi Cué sobre la visión del poeta Julián del Casal con respecto a Antonio M aceo.
En la última parte “M emorias y reliquias” aparecen varias miradas sobre la impronta dejada por los
M aceo. Israel Escalona y Luis Felipe Solís valoran la historiografía sobre el tema en las postrimerías
de la neocolonia y en los años más recientes, respectivamente.
Aida M orales y M ariela Rodríguez Joa tratan la escultura conmemorativa dedicada a los M aceo y
resaltan el conjunto de la Plaza de la Revolución “M ayor General Antonio M aceo”. Ambas autoras
han continuado la línea de investigación, y han publicado en Ediciones Santiago, sendas monografías
sobre la escultura conmemorativa santiaguera en la neocolonia, y el período revolucionario.
El volumen termina con el reflejo de lo acontecido en Santiago de Cuba en el centenario del
nacimiento de Antonio M aceo, que es reseñado por M ileidis Quintana y Zoe Sosa, mientras Beatriz
M orales y M iriam Subirats describen las reliquias de los M aceo atesoradas en el M useo Bacardí.
Las páginas del sucintamente esbozado Aproximaciones a los Maceo revelaron el favorable estado de
la historiografía santiaguera en torno al tema de los M aceo Grajales y dilucidaron cuestiones
esenciales, muchas ignoradas por la historiografía tradicional, sin embargo, resulta llamativo que
mientras Visión múltiple de Antonio Maceo obtuvo un notable reconocimiento del público y la
crítica, Aproximaciones… aun cuando no pasó inadvertido, tampoco logró un similar impacto al de
su predecesor, con lo que se vio frustrado el presagio de los colegas que esperaban una recepción
mucho más halagüeña.[62]
Ahora bien, resulta totalmente incongruente que en medio de esta renovación de los estudios sobre
M aceo se decidiera la reedición de Hombradía de Antonio Maceo, y mucho más, que se hiciera sin,
por lo menos, haberla acompañado de una nota a la edición o prólogo que esclareciera aspectos
rectificados por los investigadores. Esta práctica, a la que no se recurrió con la controvertida
biografía sobre Antonio M aceo, fue convenientemente utilizada en años recientes. Ejemplos
ilustrativos fueron la biografía escrita por Rafael Estenger sobre José M aría Heredia, que fue
precedida de un prólogo de Antón Arrufat; las reediciones del clásico Martí, el Apóstol de Jorge
M añach, que incluyó un prólogo de Luís Toledo Sande; y la publicación postergada de Psicografía
de José Martí de Leonardo Griñán Peralta, que vio la luz después de cuatro décadas de escrita, con
31 un ensayo introductorio de Israel Escalona.
Nuevos caminos: institucionalización y retos
Un factor que ha incidido en el comportamiento de las investigaciones sobre Antonio M aceo es la
tardía institucionalización de los estudios maceicos. Aunque desde 1974 se fundó el M useo Casa
Natal Antonio M aceo, es en 1997 que se crea el Centro de Estudios Antonio M aceo (CEAM ),
institución dedicada a investigar y promover los estudios sobre la familia M aceo Grajales.
El Centro de Estudios Antonio M aceo (CEAM ), creado tras muchos debates en cuanto a sus
características y estructura, durante sus más de diez años de vida ha tenido, como su más importante
realización, la localización y digitalización de una buena parte de la documentación sobre la familia
M aceo Grajales existente en archivos y otras instituciones cubanas, pero aún no ha logrado el empuje
necesario y protagonismo a nivel nacional e internacional que le corresponde a una institución
especializada de su tipo.
La publicación del Anuario De la tribu heroica, órgano divulgativo del CEAM ha significado un
atenuante para darle cobertura a las investigaciones de la entidad e incluir resultados de profesionales
de otras instituciones académicas y culturales.
El contenido temático de la publicación indica la dirección hacia donde se encaminan los estudios
maceicos. Por su estructura el Anuario tiene secciones permanentes y otras que se han incluido
esporádica o eventualmente. Entre las secciones fijas está “Tanta fuerza en la mente como en el
brazo”, dedicada a la valoración del ideario del prócer. Hasta ahora ha insertado siete trabajos, de los
cuales tres tratan sobre pensamiento político de Antonio M aceo o momentos cumbres de su expresión
y cuatro dedicados al vínculo o paralelo con otras personalidades; “A debate la historiografía” ha
publicado siete artículos, de los cuales dos evalúan la visión ofrecida por personalidades o
publicaciones, tres analizan el tratamiento historiográfico a otras personalidades de la familia, y dos
se dedican a debatir en torno a problemas historiográficos controvertidos; “La grandeza de los
hombres” es una de las secciones que más investigaciones ha incluido con trece, de los que tres
refieren los vínculos y valoraciones reciprocas de Antonio M aceo con otras personalidades, tanto
amigos como compañeros de lucha, cinco estudios se dedican a analizar la labor de otras
personalidades de la familia, aristas de su pensamiento y sus relaciones con otros combatientes, tres
investigaciones se centran en el análisis de otras personalidades de las guerras, que de alguna manera
se relaciona con los M aceo Grajales, y por último, dos trabajos tratan hechos de las contiendas
independentistas también vinculados a la familia o algunos de sus integrantes.
Hay secciones que no aparecen en todos los números de la publicación como “Un legado que
perdura”, “Documentos”, “Reseñas”, “Testimonio” y “Del Centro”.
La sección “Un legado que perdura” fue concebida para tratar el medular tema de la recepción
maceica, es decir la trascendencia, perdurabilidad, vigencia, presencia e impronta de la personalidad
Antonio M aceo y su familia en diversas expresiones de nuestro devenir nacional. Los cinco trabajos
incluidos se adentran en disímiles asuntos que, más que ofrecer conclusiones, abren temas
perspectivos en los estudios maceístas.[63]
En la sección “Documentos” Damaris Torres dio a la publicidad un importante exponentes de la
papelería de M aceo, cuando adelantó documentación relacionada con la conservación del inmueble
en el que nació Antonio M aceo, tema que después completaría en su estudio sobre la trayectoria de la
32 morada, y el especialista de las Fuerzas Armadas Revolucionarias Osval Díaz inserta parte de sus
investigaciones a fin de develar pormenores de la clave utilizada por Antonio M aceo, un asunto que
ha tenido pocos estudiosos y que reclama continuidad.
En una sola ocasión se incluyó la sección “Testimonios” que fue dedicado a develar aspectos de la
existencia de Felícita M aceo Núñez.
Las secciones “Reseñas” y “Del Centro” se reservan a promover las más recientes novedades
historiográficas y la acción de la institución, respectivamente; aunque en ésta última también
apareció una novedosa investigación sobre la trayectoria histórica y constructiva del local en el que
radica el Centro de Estudios.
Amén de dificultades como la reiteración de temas o su inadecuada ubicación en correspondencia
con el perfil de las secciones, y el desnivel en cuanto a la calidad de los trabajos, algo común en las
publicaciones de diversos autores, la mayor limitación del Anuario radica en que las cuatro ediciones
hasta ahora publicadas, han visto la luz bajo el sello de Ediciones Santiago, lo cual restringe su
circulación, pues este tipo de obras del sistema de ediciones territoriales no supera las tiradas de
quinientos ejemplares.
Esto mismo ha ocurrido con otros valiosos resultados aparecidos en este sistema editorial, sobre todo
en Ediciones Santiago, que además del Anuario, ha publicado, entre otros, José Maceo,
personalidad y actividad militar de Alexis Carrero y Maria Cabrales, vida y acción revolucionarias
de Damaris Torres, investigaciones además avaladas por haber sido inicialmente tesis de doctorado y
maestría, respectivamente. También vieron la luz La correspondencia inédita de Antonio Maceo en
Honduras de Lídice Duany, una valiosa selección documental del período en que el General residió
en el país centroamericano; y La casa santiaguera de los Maceo de Damaris Torres Elers, un
detallado recorrido por la trayectoria de la morada en la que nació Antonio M aceo, las tradiciones de
lucha de la familia y el bregar de varias generaciones de santiagueros por preservar ese lugar
histórico.
De todos modos, es válido que el Sistema de ediciones territoriales haya ofrecido cobertura a la
publicación de la temática maceica, algo que puede ser aún más favorecido.[64]
Por lo visto, el centro de atención de los historiadores se encaminó priorizadamente hacia el
tratamiento de aspectos de la biografía del héroe, incluyendo sus relaciones interpersonales, y la
sistematización y valoración de su pensamiento político social.
La primera preeminencia parte de la comprensión de que deben revertirse elementos de la existencia
del héroe, pero sin que esto haya conducido a algún historiador a intentar la realización de una
biografía integral del prócer.
El hecho que se investigue con frecuencia el pensamiento político y social maceico, además de las
connotaciones ideológicas que presupone, parte de la creencia de que es deficitario su tratamiento,
cuando en realidad mucho más deprimido ha estado el análisis de sus concepciones militares. La ya
lejana alerta que realizara en 1988 Francisco Pérez Guzmán en el prólogo al libro Memorias de la
guerra de Enrique Loynaz del Castillo, aún se manifiesta con frecuencia. El investigador, a
propósito de la muy recurrente afirmación, basada en el aserto de José M iró Argenter en Cuba,
crónicas de la guerra, de que M aceo participó en 800 acciones de guerra, ratificó sus dudas y
señaló:
… Desde el 12 de octubre de 1868 cuando Antonio M aceo se alza en armas, hasta el 10 de mayo de
33 1878 que arriba a Jamaica, procedente ese mismo día de Cuba, se cuentan 3 497 días. Desde su
desembarco en Duaba, Baracoa, el 1 de abril de 1895 hasta su muerte en San Pedro el 7 de diciembre
de 1896, median 615 días. La suma real alcanza la cifra de 4 112 días; entre las 800 acciones
atribuidas da una frecuencia de 1 encuentro bélico cada 5,15 días. En realidad ese promedio es
imposible de sostener, porque es necesario descontar los días inactivos debido a sus veintitrés heridas
en la manigua antes de morir en combate, las largas jornadas de movimientos, las ocupaciones en
asuntos políticos y militares, la estación de lluvia con su consecuente disminución de operaciones
bélicas por los españoles y la larga etapa de los días del Zanjón y Baraguá no caracterizada por
combates continuos. Para ser más preciso, la cifra de 800 acciones de guerra ha sido difundida y
aceptada sin base documental.[65]
Sin embargo la improbada afirmación se ha continuado repitiendo. En el Diccionario Enciclopédico
de Historia Militar de Cuba, publicado en el 2001, se apunta: “se calcula que intervino en más de
600 acciones combativas, entre las que se cuentan alrededor de 200 combates de gran
significado”.[66]
Si se juzga por el criterio del director del Centro de Estudios Antonio M aceo en el Anuario
correspondiente al año 2005, puede concluirse que existe comprensión de algunos de los retos
esenciales de la historiografía cubana. En su criterio “… se percibe con fuerza la necesidad de una
nueva biografía del héroe, que no solo remedie deficiencias y errores de las anteriores sino que
también incorpore los avances historiográficos…”[67] y que “Es evidente que la obra
historiográfica, creada sobre la figura del mayor general Antonio Maceo, necesita más objetividad,
a fin de reintegrar al héroe a su exacta significación”.[68] Al enunciar los temas que deben tratarse
monográficamente definió:
La comprensión de M aceo acerca de la Revolución y su comparación con el proyecto martiano.
La estatura y lugar de M aceo en el pensamiento revolucionario y/o liberal radical de Latinoamérica y
el Caribe.
La posición de Antonio M aceo y su accionar ante las tendencias político–ideológicas que existían
dentro del movimiento revolucionario cubano del siglo XIX.
El papel de M aceo como líder político–ideológico de su generación y las que le sucedieron.
El pensamiento de M aceo sobre el autonomismo, el anexionismo, el integrismo, y de estos, sobre
Antonio M aceo.
La proyección social del pensamiento de Antonio M aceo. [69]
La relación de temas o el establecimiento de prontuarios con temas a priorizar siempre entrañan un
alto riesgo de soslayar problemáticas.
En el caso de M aceo hay otros asuntos que merecen prioridad. No debe olvidarse que los más
completos compendios documentales datan de mediados de siglo y que no se ha realizado una
edición crítica de esta obra. De las últimas cuatro décadas resalta la reimpresión de volúmenes
publicados durante la neocolonia como Antonio Maceo. Ideología Política. Cartas y otros
documentos, Papeles de Maceo y Epistolario de Héroes de Gonzalo Cabrales. Con excepción de ésta
última, que además del texto original incluyó el tomo preparado por el autor y que no se incluyó en la
edición de 1922, las reediciones fueron copias facsimilares, sin notas de ampliación adicionales.
34 También se han producido esporádicos intentos de divulgar la documentación maceica. En los años
60, además del ya citado El pensamiento vivo de Maceo, de José Antonio Portuondo, fueron editadas
compilaciones de documentos que estuvieron precedidas de prólogos que, de manera general o
parcial, trataron el ideario del Titán, a saber Ciudadano Ejemplar de Ortega Zardá, Exilio Político de
Juan M anuel Fuentes, Maceo, paladín del antimperialismo de Ricardo García Pampín.
M ucho menos se ha avanzado en la localización y divulgación de fuentes primarias inéditas. El
profesor de la Universidad de Oriente Juan Andrés Cué publicó en la revista Santiago
“Correspondencia inédita de Antonio M aceo”, y anunció que dejaba preparado un libro –que se
mantiene inédito- titulado: Antonio Maceo. Copiador de comunicaciones,[70] en el que reproduce
cartas de M aceo contenidas en el libro copiador que llevaba el jefe de despacho de su Estado M ayor
coronel Federico Pérez Carbó.
M ás recientemente la historiadora Aisnara Perera publicó Antonio Maceo. Diarios de Campaña, un
libro que con un llamativo título atrajo la atención de especialistas y lectores, pero no suplió las
expectativas, pues a pesar de las ponderaciones de Eduardo Torres Cuevas en el prólogo, en realidad
no se trataba propiamente de diarios de M aceo, sino de valiosa documentación escrita en su mayor
parte por José M iró Argenter, que constituye un valioso complemento de la obra clásica Cuba,
crónicas de la guerra. Por otra parte, como bien esclareció unos años después la historiadora
Damaris Torres, el
“Extracto de las operaciones militares realizadas por el Ejército Invasor al mando del Lugarteniente
General Antonio M aceo desde su salida de Oriente hasta su llegada a M antua provincia de Pinar del
Río escrito por José M iró Argenter” no era un documento inédito pues había sido divulgado por los
emigrados revolucionarios en varios países latinoamericanos,[71] hasta llegar a convertirse, según el
decir de Ambrosio Fornet en “El libro más regocijante del siglo para la emigración cubana”.[72]
Otros asuntos no acometidos son el estudio integral de la iconografía maceica, y el análisis
generalizador del devenir de la recepción ofrecida a la vida y obra del prócer, lo cual no debe
presuponer la utilización presentista y descontextualizada de la impronta de su legado.
Desde su desaparición física, y aún antes, la figura de Antonio M aceo fue interpretada por diversas
manifestaciones artísticas y literarias con una marcada tendencia hacia la ponderación desmesurada y
la mistificación. Aún cuando la historiografía cubana, de manera general, y gracias a los avances
experimentados por los estudios históricos en los últimos lustros, ha logrado revertir la tendencia
hacia el tratamiento apologético, la ponderación excesiva y el uso de calificativos enaltecedores,
continúa siendo recurrente que se repitan viejos asertos y se manifieste resistencia ante los nuevos
hallaz gos, lo que, a su vez, dificulta su socialización.
Es incuestionable el valor del uso de los símbolos en la construcción de la memoria histórica de los
pueblos. En la tradición oral es frecuente que la existencia de los héroes se nutra con pasajes
edulcorados y moralejas. A los artistas les resulta lícita la libre creación; pero a los científicos
sociales les incumben otros propósitos y retos.
El historiador es un científico social que no ha de conformarse con ser leído solamente por los
colegas de su gremio. Resignarse a tal condición sería dar pie a una penosa y lamentable autofagia.
Reconstruir la historia y divulgarla implica un importante contenido y compromiso social.
La profesión de los historiadores, que engarza armónicamente el compromiso de la ciencia que busca
la verdad y la creación literaria a través de diversos géneros, tiene normas y exigencias. La
valoración de acontecimientos y personalidades históricas cimeras de las luchas de los pueblos es
35 proclive al abandono de requerimientos ineludibles. Tal parece haber sido esta la tendencia que
históricamente marcó las investigaciones sobre Antonio M aceo.
El análisis del tratamiento ofrecido a M aceo devela incongruencias, repetición de asertos infundados,
reduccionismo, esquematismo y falta de aceptación de los más novedosos avances historiográficos.
Es suprema la responsabilidad de los historiadores cubanos en la conformación de una imagen más
realista de M aceo. Es preciso asumir que no es necesario remarcar la grandeza del prócer con
calificativos desmesurados. El tratamiento objetivo a su existencia arroja suficientes motivos de
inspiración revolucionaria. Sin perder de vista el valor de la historia, los principios esenciales de las
ciencias de la comunicación y la didáctica, sin dejar de adecuar los discursos en correspondencia con
el público al que se dirige determinada obra, es necesario trasmitir una visión de la personalidad de
Antonio M aceo que se acerque más a la realidad que a la leyenda.
Notas
[1] Juan M arinello: “M aceo, líder y masa. Notas polémicas en el libro de L. Griñán Peralta” en
Leonardo Griñán Peralta: Antonio Maceo, análisis caracterológico, p. 230.
[2] Las conclusiones generales a las que llegaron los doctores fueron: “1. Como ya hemos visto en
más de un punto en el curso de estas investigaciones, muchos caracteres antropológicos reintegran a
M aceo en el tipo negro, – en particular las proporciones de los huesos largos del esqueleto; 2. Pero se
aproxima más a la raza blanca, la iguala, y aún la supera por la conformación general de la cabeza,
por el peso probable del encéfalo, por la capacidad craneana, lo que permite definitivamente afirmar
en nombre de la antropología: 3. Que dada la raza a la que pertenecía, y en el medio en el cual
ejercitó y desarrolló sus actividades, Antonio M aceo, puede con perfecto derecho ser considerado
como un hombre realmente superior.” J. R. M ontalvo, C de la Torre y L. M ontané: El Cráneo de
Antonio Maceo (Estudio antropológico, p. 15.
[3] Emilio Roig de Leuchsenring: “Ideología política de Antonio M aceo” en Antonio Maceo.
Ideología Política, cartas y otros documentos, v. I, p. XXII.
[4] Eusebio Hernández: Maceo, dos conferencias históricas, p. 31.
[5] Ibíd., p. 34.
[6] José M artí: “Antonio M aceo”, Patria, 6 de octubre de 1893, en Obras Completas, t. 4, pp. 452454.
[7] La historiadora Carmen Almodóvar le señala otros desaciertos en la valoración de
acontecimientos de la historia de Cuba como no situar entre los anexionistas a Narciso López, Isidoro
Armenteros y Joaquín de Agüero, así como la falta de profundidad en la valoración de personalidades
de la emigración durante la Guerra Grande. Cfr. C. Almodóvar: Antología crítica de la historiografía
cubana (período neocolonial), p. 618.
[8] J. L. Franco: Antonio Maceo. Apuntes para una historia de su vida, t.1, pp. 72-73.
36 [9] Carmen Almodóvar la considera una “una obra monumental aún no superada” Cfr. C.
Almodóvar: Antología crítica de la historiografía cubana (período neocolonial), p. 617.
[10] J. L. Franco: Antonio Maceo. Apuntes para una historia de su vida, t. pp. 34 – 35.
[11] Cfr. Lino D’ou: “¿Leyendas o realidades?” en Papeles del Teniente Coronel Lino D'ou, pp. 146150.
[12] Ibrahím Hidalgo: El Partido Revolucionario Cubano en la Isla, p 92.
[13] Nos referimos a las comunicaciones del M inistro residente de SM , Legación de España en
Centroamérica, Julio de Arellano dirigidas al Gobernador General y Capitán General de la Isla de
Cuba, fechadas el 18 y 20 de noviembre de 1893. En el primer documento se plantea: “... A mi
llegada a esta capital, donde en primer término me llamaba el deseo de cerciorarme acerca de la
vigilancia ejercida sobre M aceo y cabecillas cubanos residentes en Costa Rica, recibí el telegrama de
V.E reiterando otro anterior, encareciendo la necesidad de extremar esa vigilancia y pidiéndome
noticias == Desde luego me apresuré a telegrafiar a V.E. asegurándome que no es cierto que M aceo
hubiese estado en Jamaica, pues me consta de una manera positiva que desde que celebró su contrato
con este Gobierno para el Establecimiento de una colonia agrícola en Nicoya, ha permanecido
constantemente en Costa Rica, aparte de que el Cónsul de España Sr. Collado y otras personas de
toda mi confianza no le han perdido de vista, y éste Gobierno, con quien mantengo estrechas
relaciones, me ha facilitado el medio de conocer todos los pasos de dicho cabecilla == Los
compromisos que M aceo ha contraído en esta República, son, además, de tal naturaleza, que le
obligan a estar en continua relación con las autoridades locales y mal podría ausentarse sin que éstas
y la multitud de las personas que le rodean, entre las que tenemos connivencias, no se apercibiesen
inmediatamente de ello... Confío en que pronto hemos de lograr aquí nuevos informes, y entre tanto
puede V.E. estar seguro de que M aceo no saldrá de Costa Rica sin que ese Gobierno General reciba
inmediato aviso...
En la segunda comunicación son amplios los detalles sobre el desempeño de M aceo. Este documento
termina confirmando la atención que se venía dando a los movimientos de M aceo: “En todo caso
reitero a V.E. la seguridad de la vigilancia que se ejerce sobre M aceo y que es casi imposible no
avisemos su salida de Costa Rica el mismo día en que tenga lugar”. Estos documentos fueron
publicados en Anuario del Centro de Estudios Martianos, n.14, pp. 132-135.
[14] Israel Escalona: José Martí y Antonio Maceo, la pelea por la libertad, p. 24. En este sentido
ampliamos: Así es que, por ejemplo, excluyendo un necesario análisis, cita fragmentos del discurso
pronunciado por M artí el 10 de octubre de 1890, en el que considera que el M aestro”... lanza
alusiones a Gómez y M aceo que envuelven a todas luces acusaciones injustificadas...”, y de la carta
de M aceo a Tomás Padró Griñán del 16 de agosto de 1893 en la que se hacen referencias a M artí, que
sin un estudio contextualizado puede llevar a erróneas valoraciones, además de que en otros
momentos se refiere a la labor martiana con expresiones inadecuadas como que: “Embriagado por el
éxito alcanzado en su primera visita a Tampa, M artí en carta a José Dolores Poyo insinuó sus deseos
de ser invitado también por los emigrados de Cayo Hueso y otros como que”... La Convención
Cubana queda liquidada. Por una hábil maniobra política de M artí queda sepultada en las filas del
Partido Revolucionario Cubano en que ha volcado su magnífica tarea”.
[15] Oscar Zanetti: Isla en la historia. La historiografía de Cuba en el siglo XX, p. 47.
[16] Como hemos señalado: “En 1945 el Archivo Nacional de Cuba (ANC) publicó Antonio M aceo.
Documentos para su vida. Homenaje del Archivo Nacional de Cuba al Lugarteniente General del
37 Ejército Libertador en el centenario de su nacimiento. Al año siguiente Emilio Roig aportó Ideario
Cubano III. Antonio M aceo, selección de escritos del héroe precedida del escrito “Ideología política
– revolucionaria de Antonio M aceo” que fuera inicialmente incluida en el volumen La vida heroica
de Antonio M aceo; en 1948 la Academia de Historia de Cuba editó en dos tomos: Papeles de M aceo,
una selección documental de Emeterio Santovenia; y en 1950 la SCEHI publicó Antonio M aceo.
Ideología política. Cartas y otros documentos, dos volúmenes preparados con el concurso de los
historiadores Emilio Roig, Leonardo Griñán Peralta y Gregorio Delgado Fernández. Esta última
constituyó la más completa compilación documental maceísta, además de aportar notas aclaratorias
sobre fechas, lugares y nombres”, y que algo similar ocurrió con la realización de biografías, que
alcanzó: “… una magnitud que no se ha producido en ningún otro período histórico. Tal vez baste
con señalar que solamente en 1945 se publicaron, entre otros, los siguientes títulos: Maceo, síntesis
de una biografía, de Andrés de Piedra Bueno; Breve biografía de Antonio Maceo, de Herminio
Portell Vilá; Maceo, de Ignacio Zarragoitía; Infancia ejemplar en la vida heroica de Maceo, de
Fermín Peraza y Resumen de una vida heroica, de Néstor Carbonell. En la década de los años 40
fueron editados Maceo, héroe y caudillo (1943) de Gerardo Rodríguez M orejón; Maceo, héroe
epónimo. Estudio biográfico (1943) de Rafael M arquina; Antonio Maceo, el héroe (1947) de Octavio
R. Costa; y Maceo, el Titán de Bronce (1949) de Leopoldo Horrego Estuch. […]. En los años
subsiguientes se editaron otras biografías. En 1952 vio la luz, como edición oficial por el
cincuentenario de la instauración de la república, Maceo, héroe y carácter de Leopoldo Horrego
Estuch…” Israel Escalona: “Las investigaciones sobre Antonio M aceo en las postrimerías de la
neocolonia” en Aproximaciones a los Maceo, p. 422.
[17] Como afirmamos: “El punto culminante en cuanto al tratamiento a la temática maceísta en los
Congresos Nacionales de Historia se produjo en la Cuarta edición del Evento, especialmente
dedicada a la conmemoración del centenario del nacimiento del héroe y donde sesionó la Comisión
“Estudio de la vida y de la personalidad de Antonio M aceo … Las declaraciones emitidas por el
Cuarto CNH sobre la personalidad e ideario maceístas:
·
Constituyeron una síntesis de las más avanzadas concepciones historiográficas sobre el tema, en
especial de la obra precursora de especialistas como Emilio Roig de Leuchsenring y Leonardo Griñán
Peralta, máximo inspirador de los Congresos y presidente de la Comisión de Estudios sobre Antonio
M aceo, respectivamente.
·
Sentaron las bases para la revalorización de la personalidad de Antonio M aceo y en especial el
alcance y trascendencia de su pensamiento político”. Ibídem, p. 436.
[18] Tal vez el hecho más significativo fue la respuesta de los historiadores cubanos a las
afirmaciones del General hondureño Gregorio Bustamante, quien durante su visita a la capital
cubana, aseguró ser hijo de Antonio M aceo, ante lo cual José Luciano Franco, escribió el libro La
verdadera historia sobre la descendencia de Antonio Maceo, una contundente demostración de que
el hondureño no era hijo del prócer, quien sólo tuvo un descendiente llamado Antonio M aceo
M arryat, y más tarde se editó el libro Nuevas pruebas históricas sobre la descendencia de Antonio
Maceo que incluyó escritos de Gregorio Delgado Fernández, Benigno Souza, Pedro Cañas Abril,
Leonardo Griñán Peralta, Felipe M artínez Arango y M anuel Aguilera Barciela, quienes ratificaron las
tesis de Franco.
[19] Francisco Pérez Guzmán: “La historiografía de las guerras de independencia en veinticinco años
de Revolución“ en Revista de la Biblioteca Nacional José Martí, a. 76, n. 1, enero – abril, 1985, p.
60.
[20] Carmen Almodóvar: “Antonio M aceo: un tema vigente de la historiografía cubana” en Revista
38 de la Biblioteca Nacional José Martí, a. 76, n. 1, enero – abril, 1985, pp. 153 – 160.
[21] Oscar Zanetti: Ob. Cit, p. 64.
[22] Ídem.
[23] M ercedes García: “La historiografía colonial cubana” en Rolando Julio Rensoli M edina
(compilador): La historiografía en la Revolución Cubana. Reflexiones a 50 años, p. 83.
[24] En 1993 Eduardo Robreño publicó el breve cuaderno Patricios en La Habana, en el que incluyó
anécdotas de los períodos de estancia en la Habana de Céspedes, Agramonte, M artí y M aceo. Con su
conocida locuacidad en el prólogo del libro el autor revela que lo tenía escrito desde la década de
1960 cuando lo envió al concurso “La Edad de Oro” y el jurado consideró que era un texto adecuado
para adultos, y al año siguiente lo presentó en un concurso de la UNEAC donde consideraron que
debería ser más profundo pues como estaba escrito era para niños, de manera jocosa Robreño termina
diciendo “De acuerdo con estos criterios solamente me quedaba escribir para los prenatales o los que
ya no están en este mundo… Lo engaveté y ahí quedó”. Eduardo Robreño “Prólogo” a Patricios en
la Habana, pp. 1 – 2.
[25] Tomás Fernández Robaina: “A propósito de la bibliografía de Antonio M aceo Grajales” en
Revista de la Biblioteca Nacional José Martí, a. 76, n. 1, enero – abril, 1985, p. 165.
[26] Rafael Cepeda: “M aceo: relaciones humanas” en Universidad de La Habana, 1996, p. 53.
[27] Aparicio anoto: “… tropecé con vacíos informativos…El vacío más desconsolador lo encontré
al estudiar al ambiente hogareño que, asociado al político y social en que estaba inmerso, formó la
personalidad de Antonio M aceo… No hay información directa alguna… He tenido que trabajar ese
trecho de su vida con la sola iluminación que arrojan, retrospectivamente, algunos hechos de su
conducta adulta, y la de sus familiares. R. Aparicio: Hombradía de Antonio Maceo. Ediciones Unión,
La Habana, 1967, pp. 13- 14.
[28] Salvador Bueno consideró: “Los miembros del jurado pronto pudieron advertir las excelencias
de esta obra y otorgaron el galardón no obstante la concurrencia de otras biografías muy notables. La
biografía de M aceo tiene méritos literarios e históricos. El autor ha manejado un enorme material
bibliográfico para rastrear todos los incidentes de la vida del Titán de Bronce. Todo ese caudal
erudito lo asimiló en un relato en el que se percibe al escritor profesional al buen dominador del
idioma…”, por sui parte M arcos Llanos aunque señala: “… En algunos aspectos polémicos el autor
no aporta elementos necesarios. Así, no sitúa un lugar exacto para el nacimiento del patriota y afirma
su estancia clandestina en Cuba en 1893…”, concluye: “… presenta un M aceo de tamaño natural. Ni
un episodio, ni una frase, ni una palabra que relacione ni remotamente al patriota con el mito. Su
elección es hombradía, sustantivo que por su inmediatez evita lo fantástico aunque conserva la
imagen… El lector al terminar la obra no dejará de reconocerle rigor intelectual – en lo que
realmente denota el término: amplitud de la razón obedeciendo a la experiencia real – y una
minuciosa escrupulosidad investigativa. Será obra de obligada referencia cada vez que se trate sobre
el Titán de Bronce”, Loló de la Torriente escribió: El propósito del escritor ha sido logrado
plenamente. Raúl Aparicio nos ofrece un libro novedoso en sus aspectos fundamentales, en cuanto
plantea la sicología de su personaje desarrollando la tesis de que la grandeza de Antonio M aceo tiene
raigal formación en su carácter, clave de su personalidad, así como en el desarrollo, confirmación y
culminación de ese carácter que culmina en la madurez del guerrero”. Estas valoraciones aparecen en
la Gaceta de Cuba. La Habana, febrero.- marzo, 1970.
39 [29] José Luciano Franco: “Aparicio” en La Gaceta de Cuba. La Habana, febrero.- marzo, 1970, p. 3.
[30] Guillermo Cabrera Álvarez: “Con Aparicio en el tiempo”, en La Gaceta de Cuba. La Habana,
febrero - marzo, 1970, p. 5.
[31] Raúl Luis, “Lo más puro de su labor creadora” en La Gaceta de Cuba. La Habana, febrero marzo, 1970, p. 3.
[32] Cfr. Felipe M artínez Arango: Próceres de Santiago de Cuba, pp. 46-47 y Octaviano Portuondo:
Presencia de Santiago en la Guerra del 68, p. 56.
[33] C. Hernández Larrondo: “Acotaciones al margen de Hombradía de Antonio M aceo” en
Bohemia, 15 de diciembre de 1967, p.105.
[34] José A Portuondo: “Prólogo” en José Luciano Franco: Antonio Maceo. Apuntes para una
historia de su vida, t. 1, p. 10
[35] Cfr. José A. Portuondo: “Hacia una nueva historia de Cuba” en Crítica de la época y otros
ensayos.
[36] En 1987 fue que se creó el Instituto de Historia de Cuba, como resultado de la fusión de varias
instituciones: el Instituto de Historia del M ovimiento Obrero y la Revolución Socialista en Cuba, el
departamento de Historia de Cuba del Instituto de Ciencias Históricas de la Academia de Ciencias de
Cuba y el Centro de Estudios de Historia M ilitar de las Fuerzas Armadas Revolucionarias. Cfr: De la
Torre M olina, M ildred (compilación y redacción general): La obra historiográfica del Instituto de
Historia de Cuba.
[37] Oscar Zanetti apunta al respecto: “… la más lamentable consecuencia de la oleada dogmática en
la esfera educativa sería la supresión de la Historia de Cuba como asignatura específica en la
enseñanza media, al disolverse sus contenidos en una disciplina histórica general organizada de
acuerdo con la sucesión de formaciones económico-sociales a escala mundial. Con ello se eliminó
toda posibilidad de estudio sistemático de la historia nacional, desaparecieron los textos sobre la
materia y, lo que es peor, se formó toda una generación con muy pobres conocimientos sobre el
proceso histórico cubano”. O, Zanetti: Ob. Cit, p. 48.
[38] Jorge Ibarra: “Historiografía y Revolución” en Temas, n 1, enero – marzo, 1995, p. 9.
[39] El investigador Luis F. Solís considera que: “En los años 90 del siglo XX se inició un proceso
de renovación de los estudios maceístas que tienen como protagonistas principales a los historiadores
santiagueros.”. Luís F. Solís: “La historiografía santiaguera en la renovación de los estudios de la
familia M aceo Grajales” en Aproximación a los Maceo, p. 477.
[40] Cfr. Olga Portuondo: “Ascendencia paterna de Antonio M aceo” en Entre esclavos y libres de la
Cuba Colonial, pp. 208 – 223.
[41] Loc. Cit, n. 32 y 33.
[42] Israel Escalona Chadez: “Acercamiento a un libro necesario” en El Cubano Libre, suplemento
histórico del periódico Sierra Maestra, 5 de agosto de 1995, p. 2.
[43] En la versión original, que definitivamente el autor prefirió respetar, coincidió en que: “De los
40 orígenes de la familia M aceo no existen muchos datos y estos son contradictorios, poco confiables y
sin fundamentación documental”, pero aseguró el viejo aserto de que M arcos M aceo era venezolano,
y afirmó que: “De lo que hay constancia documental en verdad, por encima de los deseos
mitificadotes y regionalistas, es que al finalizar el año 1825 viene a Santiago de Cuba la familia
M aceo”, pero sin aportar pruebas documentales que respaldaran el aserto. Eduardo Torres Cuevas:
Las ideas que sostienen el arma, p. 5.
[44] Lino D'ou: “¿Leyendas o realidades?” en Papeles del Teniente Coronel Lino D'ou, p. 148.
[45] Eduardo Torres Cuevas: “Vicente Antonio de Castro, el Gran Oriente de Cuba y Las Antillas y
la ruptura del 68” en Santiago, n.32, diciembre, 1978, pp.125-178.
[46] Las historiadoras M aría Elena Orozco, Lidia Sánchez Fujishiro y M aría Teresa Fleitas en “La
Ciudad de Antonio M aceo “, abordaron cuestiones importantes de la tierra natal del héroe de la
invasión en el siglo XIX y sus actividades en diferentes momentos, principalmente durante su visita
en 1890; Joel M ourlot M ercaderes e Israel Escalona Chadez en sus trabajos “Heroísmo y sindéresis
en Antonio M aceo” y “Antonio M aceo en la Revolución de 1895: acercamiento a su acción e ideario
político “, respectivamente, develaron aspectos esenciales del pensamiento maceico; y Hebert Pérez
en el escrito “¿Que ocurrió en Europa y en los Estados Unidos cuando la Protesta de Baraguá?”
analizó el contexto internacional en el que se produjo el hecho.
[47] Nos referimos a los trabajos “M aceo y M artí” de Cintio Vitier, que fuera incluido
posteriormente en Visión múltiple de Antonio Maceo; “Otro acercamiento a La M ejorana” de Pedro
Pablo Rodríguez, “Sobre la presencia de Antonio M aceo en el Diario de Campaña de José M artí.
Apuntes para un estudio”, “De alma generosa y clara mente… Una aproximación a las cartas de
M artí a M aceo” de M arlén Domínguez, y “De M artí a M aceo: semblanza de un héroe” de M irta
Perna Gómez.
[48] Francisco Pérez Guzmán “Algunas observaciones en torno al combate de San Pedro y la muerte
de Antonio M aceo” en Universidad de La Habana, 1996, p. 119.
[49] Luís Felipe Le Roy Gálvez publicó el artículo “Sobre la muerte del capitán Francisco Gómez
Toro”, en los números correspondientes a marzo – abril y mayo – junio de 1951 de la revista
Bimestre Cubana. Este trabajo ha sido muy ponderado. Cfr. Bladimir Zamora: Papeles de Panchito.
[50] Cfr. Iraida D. Rodríguez Figueroa: “La imagen en la literatura testimonial cubana”, Concepción
Otero Naranjo: “La muerte, el pincel y la inmortalidad”, y M aría de los Angeles Pereira: “El Titán de
Bronce: empeños y realidades de su imagen escultórica” en Universidad de La Habana, 1996, pp.
171 - 198.
[51] Francisco Pérez Guzmán: “La imagen congelada. Apuntes sobre la bibliografía de Antonio
M aceo” en La Gaceta de Cuba, noviembre – diciembre de 1996, p. 37.
[52] Cfr. “Recuerdo y tributo” en El Cubano Libre en el periódico provincial Sierra Maestra,
Santiago de Cuba, 5 de agosto de 1995, p. 1.
[53] En el documento se establece: “Todo el trabajo del historiador debe estar encaminado a la
búsqueda perenne de la verdad científica y rechazamos todo tipo de oportunismo o concesión a
coyunturas ajenas a las Ciencias Históricas. Esforzarse por elevar el rigor intelectual consciente de
que una orientación ideológica justa no es suficiente sin la adecuada competencia profesional.
Propiciar la polémica y el debate, como elementos importantes para el desarrollo de las Ciencias
41 Históricas, basados en la más amplia libertad de palabra y en el derecho a la crítica y la autocrítica.
Demostrar el máximo respeto por toda opinión contraria a la suya, observar normas de discusión
profesional y no valerse de ningún tipo de recurso ajeno a ella que le permita imponer su criterio. Si
está convencido de la justeza de su opinión, debe mostrase con decisión aunque le acarreé alguna
incomprensión de sus colegas”. Unión Nacional de Historiadores de Cuba: Documentos, pp. 45 - 46.
[54] Luis Felipe Solís: “La historiografía santiaguera en la renovación de los estudios de la familia
M aceo Grajales” en Aproximación a los Maceo, Según este autor en el documento consta que en el
evento participaron el Dr. Raúl Izquierdo Canosa y la Dra. Lilian Vizcaíno, Presidente y Secretaria
de Actividad Científica de la Unión y los historiadores entre otros, Nydia Sarabia, Rolando
Rodríguez, Joel M ourlot, M anuel Fernández Carcassés, Israel Escalona, César García del Pino,
Enrique López, Tomás Fernández Robaina, M agdalena Cantillo y Luis García Pascual.
[55] “Acta Final” en Memorias del XVI Congreso Nacional de Historia, pp. 195-198.
[56] Durante el debate de la M esa Redonda, y ante la propuesta de Luis Acosta, director del Centro
de Estudios Antonio M aceo, de aprobar todo lo expresado en las investigaciones de los historiadores
Olga Portuondo, Joel M ourlot y M anuel Fernández Carcassés; el moderador advirtió: “…me parece
que debemos debatir un poco más, porque hay temas en los cuales el Congreso puede pronunciarse,
pero hay otros planteamientos que son sobre líneas de investigación. Yo no puedo decir, hoy mismo,
que M aceo tuvo estrecha relación con los cabildos, y llamo la atención sobre esto; lo que ya si puedo
decir – porque los documentos me lo demuestran y está totalmente probado – es que fue en Santiago
de Cuba donde nació. Considero que merece matices, y no creo que sea tan global decir que todo lo
que se dicho hay que aprobarlo, porque podemos cometer un error y opino que nadie desea eso. M esa
Redonda “La familia M aceo Grajales. Historia Ética y Cultura” en Memorias del XVI Congreso
Nacional de Historia, pp. 151- 152.
[57] Para participar en los Congresos Nacionales de Historia efectuados entre 1995 y 2008 se han
aprobado un total de diecinueve ponencias relacionadas con Antonio M aceo. De estas cinco tratan el
vínculo de M aceo con otras personalidades como José M artí, M aría Cabrales, M áximo Gómez y
Rafael Portuondo, cinco estudian las campañas militares maceicas, cuatro profundizan en la acción y
pensamiento del prócer, tres aportan a la revaloración de aspectos de su biografía y dos tratan la
trascendencia de la imagen y legado del héroe en la escultura conmemorativa y en el pensamiento de
Fidel Castro.
[58] Este trabajo recibió el juicio laudatorio de Armando Hart, quien en el prólogo del libro afirmó:
“Analizar las diferencias siempre inevitables que se presentan entre los hombres en la historia,
agudizando sus matices más complejos, exagerarlos y extraerlos de contexto, entorpece alcanzar un
juicio histórico sereno y certero. Llevar a cabo una tarea constructiva y de búsquedas del equilibrio
en el análisis histórico, como aquí se hace es más difícil labor intelectual que la de destruir con
perversidad o, simplemente, con intelectualismo infecundo, las esencias que se esconden en las
contradicciones presentes en los héroes en cuanto a las formas de actuar frente a los retos que tienen
ante sí”. Armando Hart: Prologo al libro Donde son más altas las palmas. La relación de Martí con
los santiagueros, p. 8.
[59] El prologuista del libro M anuel Fernández Carcassés aseveró que este estudio: “…es el primero
en profundizar en el vínculo revolucionario entre M artí y M aceo de una manera intensa e integral ,
explorando sus esquinas más ocultas , estableciendo regularidades y periodizaciones…”, mientras
que el investigador Pedro Pablo Rodríguez acotó: “… es un libro que aborda un tema esencial de
nuestra historia política en la época de las luchas de liberación nacional, y que, además enriquece
particularmente las bibliografías martiana y maceísta …”, donde su autor : “… no deja que la
42 simpatía por alguna de las dos figuras se adueñe de su análisis”. Cfr: Prólogo de M anuel Fernández
Carcassés al libro José Martí y Antonio Maceo: la pelea por la libertad y Pedro Pablo Rodríguez:
“Las relaciones entre M artí y M aceo”, Honda n. 13 del 2005, pp. 69 – 70.
[60] Este tema ha ocupado al investigador en los últimos años, quien ha añadido nuevos aportes en el
libro Santiago de Cuba: arqueología e historia, y que constituye una parte sustancial del tema que
desarrolla en opción al grado científico de Dr. en Ciencias Históricas.
[61] Este tema lo ha desarrollado en investigaciones publicadas en De la tribu heroica. Anuario del
Centro de Estudios Antonio Maceo, y en el libro María Cabrales: vida y acción revolucionarias, y
que desarrolla como tesis para optar por el grado científico de Doctora en Ciencias Históricas.
[62] En la Presentación del libro, durante la XVI Feria Internacional del Libro en Santiago de Cuba,
Luis Acosta señaló: “Si Visión Múltiple de Antonio Maceo fue acreedor al Premio Nacional de
Historia Ramiro Guerra, y sobre todo, al premio de reconocimiento y agradecimiento social de
cuantos le han leído y estudiado, las presentes Aproximaciones son merecedoras aún más, en la
opinión de este presentador, a tan altos galardones.”
[63] El profesor de la Universidad de Oriente Rafael Borges incluye dos trabajos, en los que enjuicia
la recepción dada a M aceo en Santiago de Cuba en el período de la lucha insurreccional e inserta el
texto “Imitemos al Titán”, originalmente publicado en 1954 en la revista M ercurio, órgano de la
Asociación de Alumnos de la Escuela Provincial de Comercio de Oriente; la especialista del Consejo
provincial de las Artes Plásticas en Santiago de Cuba Yadira Parra Donet reflexiona en torno al
conjunto escultórico de la Plaza de la Revolución M ayor General Antonio M aceo; la investigadora
del CEAM Bárbara Argüelles Almenares publica “Antonio M aceo en las Sociedades de Oriente”, un
estudio que debe ser precursor de investigaciones monográficas sobre la impronta del Titán en las
más variadas manifestaciones del asociacionismo republicano; y la profesora e investigadora Lidia
Sánchez Fujishiro, quien fuera durante muchos años especialista de la Plaza de la Revolución M ayor
General Antonio M aceo, le sigue el rastro a la creencia popular de que existió una herida más en la
fisonomía de Antonio M aceo, idea surgida al calor de las agresiones contra la Revolución Cubana en
el convulso año de 1961, cuando los ataques de la aviación imperialista contra el aeropuerto
santiaguero hicieron diana en la escultura de Antonio M aceo allí erigida.
[64] Según el Catálogo de las Ediciones Territoriales entre el 2000 y el 2005 sólo se publicaron los
libros La invasión de Antonio Maceo en Pinar del Río de Enrique Ginebra y Juan C. Rodríguez
(Pinar del Río), La batalla de Mal tiempo de M ayra T Pina y Ana Belén Gonzáles (Cienfuegos) y
Antonio Maceo, algunas previsiones desestimadas de Luís Acosta (Santiago de Cuba).
[65] Francisco Pérez Guzmán: Prólogo al libro de Enrique Loynaz del Castillo: Memorias de la
guerra, p. IX.
[66] Centro de Estudios M ilitares: Diccionario Enciclopédico de Historia Militar de Cuba, pp. 296.
[67] Luis Acosta: “La historiografía sobre el general Antonio” en De la tribu heroica, Anuario del
Centro de Estudios Antonio Maceo Grajales, n. 2, 2005, p. 23.
[68] Ibíd., p. 24.
[69] Ibíd.
[70] Cfr. Juan Andrés Cué: “Correspondencia inédita de Antonio M aceo” en Santiago, junio, 1976,
43 pp. 177 – 214.
[71] Damaris Torres señala que: “Con el objetivo de divulgar la realidad acerca de la campaña recién
realizada el M ayor General Antonio M aceo ordenó la reproducción del diario llevado por el Jefe de
Estado M ayor José M iró Argenter y su envío a M aría Cabrales en San José, Costa Rica y Tomás
Estrada Palma en La Delegación del Partido Revolucionario Cubano en Nueva York. M aría Cabrales,
con la cooperación del representante del Partido Revolucionario en Costa Rica Joaquín Alsina,
publicó la información en forma de folletos que circularon no solo en San José donde El Pabellón
Cubano anunció su salida; en varias ediciones, también en Panamá se vendieron 25 ejemplares
enviados por la heroína al doctor M anuel Coroalles, representante del Partido Revolucionario
Cubano en este país”. D. Torres: “En el 113 aniversario de la invasión de Oriente a Occidente. La
Campaña invasora en el “libro más regocijante del siglo para la emigración cubana”, en El Cubano
Libre, suplemento del periódico Sierra M aestra, Santiago de Cuba, 18 de octubre de 2008, p. 3.
[72] Ambrosio Fornet: El Libro en Cuba. Siglos XVII y XIX.
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