1 Prodavinci Despachos desde México [1]: Franco De Vita: ensayos desde una primera fila; por Willy McKey Willy McKey · Tuesday, July 9th, 2013 Siempre se llega tarde a las canciones ajenas. La única manera de ser puntual con ellas es apropiándoselas. A la una de la tarde Franco De Vita se instala en el estudio en Polanco e inicia una cadena de ensayos que descubre una singularidad nueva dentro de cada canción elegida. Sus cómplices sonoros van llegando puntuales y uno a uno desde que termina esa convención universal que es la hora del almuerzo. Un piano está en medio de todo. Los pianos llenan los espacios de una manera tan propia que cualquier otro objeto se siente incómodo. Y aquí no somos más que otro objeto donde la música rebota. La acústica milimétricamente ambicionada del estudio se mezcla con la libertad necesaria para sobrevivir a un ensayo tras otro. Y otro. Y otro. 1 Prodavinci - 1 / 11 - 05.09.2015 2 Franco De Vita y Axel Axel, el sostenido. Esas ganas de llegar a tiempo se notan en la emoción que siente Axel quien, ya terminada su canción, ocupa el banco frente al piano y le muestra a De Vita unos versos que hasta hace algunos días también eran desconocidos para él. Suena el piano y aparece un dilema: preferir ser las alas de una mujer o clavos en su pared, por ejemplo. Y entonces sucede: la combinación logra que De Vita oiga algo nuevo. No debe ser sencillo que el dueño de “No hay cielo” o “Somos tres” se sorprenda. Además, es algo que sólo puede acontecer con sinceridad: la acústica del lugar es tan buena que cualquier ejercicio de simulación habría quedado en evidencia. El poeta español Antonio Gamoneda dice que la poesía tiene la obligación de hacer que palabras que jamás habrían podido conocerse en medio de la mezquindad de nuestra habla cotidiana se consigan, se toquen, que hagan juntas algo que nunca Prodavinci - 2 / 11 - 05.09.2015 3 antes hayamos visto. Y la canción es mucho más que la rima como gimnasia terapéutica, más que ritmo y artificio. La canción es un género poético, de modo que la buena canción es siempre una posibilidad de asombro. Ambos se pasean por letras ajenas. Hacen memoria. Se recuentan. Hay algo que traspasa ese vidrio que los convierte en peces tropicales. Quizás sea la nostalgia, que suele aparecer primero en la memoria y mientras los demás creen que seguimos allí. * En un ejercicio renacentista, la canción —como la escultura— está en dos lugares antes de que se deje escuchar: en la cabeza del autor y dentro del bloque de piedra que debe ser tallado. No es primera vez que aparece la imagen, pero si viene a cuento es porque resulta: la canción es un ejercicio escultórico. La letra se talla, su forma aparece a partir de aquello que se le va quitando. Y mientras más cerca se está del final, más peligroso es el cincel y más determinante el pulso. Es lo que ha estado haciendo Franco De Vita durante años. Es lo que ahora convoca a estos monstruos en torno a su jardín escultórico, ese lugar donde las reglas del museo han sido abolidas y el propio artista te dice: “Tócalas, hazlas tuyas. Es lo que quiero. Mi arte es para eso: aquí se vale”. 2 Prodavinci - 3 / 11 - 05.09.2015 4 Con Gloria Trevi Gloria, la bemol. Los huracanes, en la distancia, también devienen paisaje, dibujo. Gloria Trevi entra al estudio a bordo de unas botas negras que la despegan del suelo, pero sin alejarla de nadie. El cansancio de una agenda puede afectar el aire. Incluso el de los ciclones. Hoy esa altura de las plataformas la cuida: algo está afectado en su ritmo y resulta conmovedor. Mientras tanto, De Vita empieza a perseguir una canción delante de todos. El proceso del cantautor es intenso. Se muda del papel y sus tachaduras a la experiencia, así que esa hoja rayada ya no es la letra de una canción: ha sido suplantada por una hoja de ruta. Gloria lo sigue. Pero ese ciclón que nos habían anunciado por la tele seguía sin aparecer. Prodavinci - 4 / 11 - 05.09.2015 5 De Vita la vio venir antes que todos: en lugar de ensayar con la pista, hace un primer conjuro y el piano vuelve a aparecer. La palabra poética proviene del conjuro. Y la magia proviene de la necesidad del hombre por sentir que puede modificar el mundo. Pone en su voz los gestos de La Trevi, sus inflexiones, su maravilla. Franco De Vita busca a Gloria Trevi dentro de ella misma y la consigue. No conozco otra manera de hablar de un milagro sino desde el testimonio: juro que las botas empezaron a disolverse delante de todos los presentes, quienes sin saber cómo ya estaban viendo a La Trevi descalza y suya. Se fue curada, llevándose puesta una bonita canción triste entre el pecho y el abrigo que la protegía de un frio que no llego este lunes. Las botas sobraban. Gloria se fue levitando. * Los cantautores son animales que nacen salvajes, crudos. Se hacen a sí mismos en una especie de downtown de la canción donde nadie trabaja por encargo. Son los duros, los que no necesitan al resto del gang, los completos. Pero allí dentro hay un músico, un cantante, un escritor. Todos se necesitan tanto. Tanto. Una melodía sola y perfecta puede convertirse en un monstruo para el escritor si no logra habitarla, mientras que una letra venida de otra mano puede hacer que el cantante sospeche de sí mismo. Pero como en todo cuento barriobajero, en el downtown la experiencia común y la memoria son las verdaderas armas. Hay en los cantautores el miedo constante de perderse allá adentro, pero recordarse en el otro siempre salva. Siempre. 3 Víctor Manuelle, el fajador. Antes de entrar al estudio, le prometen que saldremos de esto rápido y él casi les ruega lo contrario. Está cansado y se le nota, “pero si dejamos que lo que más gozamos hacer dure poco, entonces no vale la pena”. Víctor Manuelle llega con el sol puesto, hablando de Veracruz y su festival, de la canción como una casa, como un lugar que debe habitarse bien, llenarse. Reflexiona, evalúa, repasa y pone al tanto al grupo de lo que pasa con la salsa, lo que necesita, lo que él quiere darle. Durante el improvisado seminario sobre música caribe, pasa uno de los autobuses turísticos de dos pisos que con puntualidad británica recorren Ciudad de México y sus pasajeros tienen, sin saberlo, la oportunidad de ver la escena menos mexicana de su tour típico: un sonero puertorriqueño, un cantautor español, un productor estadounidense, un editor audiovisual italiano y un músico cubano hablan de una versión hecha por un nuevo dueto colombiano mientras terminan con el humo de la tertulia mientras Franco De Vita, el extranjero, prepara un concierto. Apenas llega al estudio, el piano empieza a demandar otros asuntos. Entran a grabar y la verdad es que al soneo de Víctor le hubiera bastado con una sola toma. Pero el hombre es un fajador: el tipo está enamorado de la canción. No sólo de la música: de la canción, del género. Prodavinci - 5 / 11 - 05.09.2015 6 De Vita lo nota. Es parte de saber escoger los cómplices. Se sale del estudio y los deja solos. El sonerito se queda con ella, escuchándola, haciéndola sentir bonita. Y lo hace. Es un Caribe. * Aquello que en “la industria” llamaban crossover siempre se pareció más a un apetito que a una meta. Quien canta está diciendo y quien dice quiere ser escuchado. Y es inevitable que quien ha sido escuchado quiera llevar su voz más lejos. Siempre. Pero basta con oír a los productores, a los ingenieros de sonido, a la gente de radio: todo confirma que, en los terrenos del pop, aquel mito del lenguaje universal de la música puede sorprender a más de uno por relativo. Así como en la tauromaquia se dice que “de toros no saben ni las vacas”, del público lo único que se sabe es que no se equivoca. Lo bueno es que, a pesar de los espejismos y las supuestas fórmulas, todavía existen trincheras en las que predominan el feeling y el instinto como argumentos poderosos. Esta esquina de Polanco, Ciudad de México, es una. Y también es una prolongación del Aeropuerto Internacional Benito Juárez, donde los convocados vienen a cantar con alguien que parece haber logrado algo… algo, una cosa sin nombre, pero muy parecida a la habilidad para saber que hacer una carrera musical no se trata simplemente de satisfacer un apetito. 4 Prodavinci - 6 / 11 - 05.09.2015 7 con San Luis Gian Marco, el zen. Somos occidentales: Japón siempre va a sonar lejos. Incluso para un cantautor peruano que con trece años llegó a cantar en un país llamado Venezuela, cuando algunos locales dejaban sonar a una banda llamada Ícaro. Y Gian Marco acaba de estar en Japón. Debe ser por eso que llega con una calma que esconde su afinación Prodavinci - 7 / 11 - 05.09.2015 8 poderosa. También es un bonito contraste. Mientras dentro de la cabina se escucha la resonancia de los metales y se come chocolate venezolano, afuera él está convertido en relator de la tribu: describe a sus colegas y camaradas cómo es el público y la maravilla de los teatros que conoció con una paciencia zen que no necesita preguntas para dar respuestas. Los viajes largos permiten poner las cosas en su lugar y darles la palabra precisa. La canción que lo trae hasta Franco De Vita nunca ha sido grabada por su autor, pero fue un éxito continental. Sin embargo, desde la primera nota se distancian hacia una deriva natural y nueva que aparece sólo para ser reconocida por quien sabe cómo está hecha y cuánto más es capaz de dar. Es otro viaje largo. Esto de hoy no se trata de versionar. No son simples covers de canciones que todos van reconocer y traerán el éxito como va el agua a los molinos: es una suerte de recreación compartida, las ganas de ver qué puede hacerse con una canción que encuentra a su dueño con ganas de algo nuevo y el talento para alcanzarlo con la complicidad de un amigo. Es Gian Marco el primero que le pregunta si está cansado: “No. No todavía. Eso que hiciste ahora me gusta, ¡pero te estás aprovechando para cantar más que yo! Miren, ¿no tenemos que ir a ver cómo está quedando aquello? Vamos a vernos con Carlitos allá, mejor… ¿no?” De Vita se refiere al montaje del escenario para el concierto en Estudios Churubusco, en Coyoacán. A diecisiete minutos en carro: eso que aquí llaman cerca. Ya son más de las nueve de la noche. No está cansado. No todavía. 0 El Autor. El cantante escucha al músico mientras el escritor se aventura a alargar una vocal para replantear la métrica. Pero esta Sonorísima Trinidad no sólo opera dentro de la canción: en el espectáculo también es preciso dejar que todas las miradas posibles sumen. Sólo existe una distancia que permite construir una poética: se debe estar cerca… muy cerca. Franco De Vita llega a Churubusco y se encuentra con la banda que ha tenido en la cabeza durante estas ocho horas en las que ha estado negociándose las voces. Se monta la banda y todo fluye. Llegó el hombre. 5 Prodavinci - 8 / 11 - 05.09.2015 9 con Carlos Rivera Carlos Rivera, el atento. Esta noche, las sillas del Foro 2 de los Estudios Churubusco todavía son una referencia vacía, pero en la quinta silla de la séptima fila del ala derecha de Franco De Vita —quien ya manda en la tarima, acoplando a la banda y poniéndose a gusto— está el muchacho que ganara un reality show tiempo Prodavinci - 9 / 11 - 05.09.2015 10 atrás. Lo observa. Está atento al acople. Ni siquiera conversa con la persona que lo acompaña. Sólo lo interrumpen (o creen interrumpirlo) los productores, quienes un par de veces le dicen que pronto le tocará ensayar. Pero Carlos Rivera sólo mira a Franco De Vita desde adentro. O desde años más adelante. Sólo él sabe. Dos taburetes altos se ponen en el medio de todo y, apenas el director de escena menciona su nombre, Carlos pega un salto y llega hasta el micrófono que le extienden. No se escucha, pero no se detiene: está cantando con Franco De Vita y un asunto técnico siempre será pasajero durante un ensayo. La experiencia, en cambio, no lo es. Por eso hay tanta gente haciendo cosas detrás de estas sillas: por una experiencia que promete y que para verse cumplida debe estar completa. Carlos termina y, mientras De Vita y la banda siguen ensayando los temas que cantará en solitario, los que estuvieron en el estudio comparten los hallazgos del día. Pero, al mismo tiempo que empieza a sonar la bandola de Saúl Vera como una buena noticia del presente, pasan a hablar sobre el día anterior: hacen un inventario de la sorpresa grata de la española Vanesa Martín y la versión de los colombianos Gusi y Beto, hasta que llega el momento de oír los nombres de la gente de uno, con la emoción que da que sea un acento ajeno el que los nombre: lo bien que sonaron los muchachos de San Luis, el vozarrón de la pequeña Vielka Prieto en la fulía, lo bonita que estuvo la sesión con Rafael “Pollo” Brito… También se llega tarde a los relatos ajenos. La única manera de ser puntual con ellos es robándoselos. * En eso que esconden los cuatro minutos que el mundo decidió convertir en la talla de una canción hay mucha gente involucrada, pero alguien debe imaginar esos cuatro minutos a solas. Delante de la primera fila de un concierto, mucho más cerca de la tarima, está la mirada de un hacedor de canciones que ya había imaginado esto. Hoy se trata de compartirlo con el resto. Sólo es posible compartir aquello que ha sido esculpido de verdad. Ese aplauso que está por venir —y que durará apenas segundos— lleva años tramándose. También estuvo en dos lugares antes de poder ser escuchado: en la cabeza del autor y en un bloque de piedra que es ese silencio prolongado que aprendimos a llamar futuro. Prodavinci - 10 / 11 - 05.09.2015 11 con San Luis, Vielka Prieto y Rafael “Pollo” Brito ******* LEA TAMBIÉN LAS OTRAS ENTREGAS: Despachos desde México [2]: Franco De Vita: cinco teorías en primera fila. Despachos desde México [3]. Franco De Vita: la primera fila es un pasillo. Despachos desde México [4]: Franco De Vita vuelve en primera fila [1 de 2] This entry was posted on Tuesday, July 9th, 2013 at 3:50 pm and is filed under You can follow any responses to this entry through the Comments (RSS) feed. You can leave a response, or trackback from your own site. Prodavinci - 11 / 11 - 05.09.2015