Construcciones Agrarias de Cesar Martinell. Información previa a la Construcción: Cuando en noviembre de 1917 y enero siguiente, a causa de la primera actuación profesional en comarcas vitícolas tarraconenses que le depararon la construcción de las bodegas de Pira y de Rocafort de Queralt, Martinell se creyó en la obligación de conocer a fondo la elaboración de las diferentes clases de vino que solo conocía superficialmente. “En mi comarca natal del Camp de Tarragona era normal conocer las faenas vitivinícolas, por lo menos las más atractivas por su tipismo, sin indagar motivos ni muchos detalles del proceso de elaboración, vistos en el ámbito amistoso de pequeño o gran propietario. El porqué de parte de aquellas operaciones era para mí materia casi inédita”. La preocupación por los procedimientos enológicos, nacida con la creación de sindicatos y cooperativas agrícolas, puso este tipo de elaboración más perfecta en un plan de responsabilidad del que Martinell no podía ni quería inhibirse, y se decidió a consultar la bibliografía más solvente sobre esta materia, que por motivos circunstanciales no le fue posible utilizar. Sin embargo gracias a la amistad que le unía con los dirigentes de las pocas bodegas existentes en la comarca, le fue fácil sustituir la consulta bibliográfica por una viva y apretada información sobre ventajas e inconvenientes mostrados por la práctica de las que visitó detenidamente, y fue gracias al interés de las juntas que, con ejemplar espíritu de hermandad, le advirtieron de cuanto convenía evitar, corregir o imitar para mayor perfección del proyecto que tenía en estudio. Estas visitas dialogadas y el contacto con los cooperativos actuaron para, con la intervención de técnicos, proyectar sus dos primeras bodegas, en las que puso el mayor cuidado en evitar los inconvenientes acusados por la experiencia en las bodegas que visitó y de las que a continuación hablo. Según estas informaciones de los edificios sindicales construidos y que visitó, todas las bodegas adolecían de escasez de superficie en sus salas de elaboración. Por ejemplo: En Alió, observó que sus depósitos rectangulares en contacto eran ventajosos por aprovechar al máximo su cabida, pero no lo eran enológicamente. El Sindicato de Vinicultores de Sarreal le sugirió la conveniencia de aumentar la superficie de ventilación en las ventanas, por haber observado en época de fermentación que, aun dejándolas abiertas, por la mañana el vaho no les dejaba entrar en la bodega, dificultad que se solucionaba dejando la puerta algo abierta durante la noche, lo cual les exigía un vigilante. En la bodega de Sarreal, Martinell se dió cuenta de que la solución no consistían en la extensión de aberturas, sino de la situación de las ventanas de modo que permitiera la salida del ácido carbónico de fermentación de los mostos, más denso que el aire. Otras de las consecuencias de la información de sus visitas fueron: Pequeñas aberturas a ras de suelo, protegidas con reja que permitieran mantenerlas abiertas a voluntad. V. Construcción de las Bodegas: Información previa Separación de los depósitos subterráneos colocados en serie mediante espacios huecos que aislaran la transmisión de temperatura entre ellos. Ventilación de estos espacios mediante tubos de alfarería de fácil instalación, que permitieran la salida del aire calentado por la parte superior de estos espacios aislantes y la entrada de aire fresco por la parte inferior. En diciembre del 1918, el director J. M. Valls, le comunicó a Martinell que el Consejo de la Mancomunitat, presidido por Puig i Cadafalch desde la muerte de Prat de la Riba el año anterior, había desestimado su plan de creación del Servicio de Construcciones Agrarias y que su intervención en dichas obras no era con carácter oficial ni la sufragaba la Mancomunitat, sino los respectivos sindicatos. Este acuerdo no repercutió en el entusiasmo constructivo que sentían las cooperativas agrícolas, ni creó inconveniente alguno de tipo económico profesional, pues las tres obras iniciadas en el período de organización que queda dicho fueron fácilmente consideradas de carácter particular, como lo eran las otras dos ya en marcha durante 1918. Le fueron confiadas en 1919 once bodegas, entre ellas las muy importantes de Gandesa, Falset, Barberà y Nulles, además de siete almazaras. Del año siguiente 1920 fueron las también importantes bodegas de Palau d’Anglesola, Cornedulla y Rubí, más otras cuatro y la gran harinera de Cervera y su comarca, una destilería de alcohol, también comarcal en Vilajuïga, y ocho almazaras, una de ellas en Soleràs (Lleida) con capacidad para seis prensas hidráulicas. Estos años fueron de gran actividad en la población agrícola de Cataluña. Esos grandes edificios que surgían en las poblaciones rurales eran fruto de un estado de espíritu de procedencia variada creado por la acción difusora de cultura de la Mancomunidad con sus equipos de profesores y especialistas que los agricultores recibían con agrado. En las andanzas por los pueblos donde Martinell actuó tuvo la ocasión de comprobar la avidez con que eran escuchados los conferenciantes. Las visitas relacionadas con la organización cooperativa de la localidad despertaban en esta el sano afán de un cambio de impresiones colectivo, que no era raro terminase en conferencia. A Martinell esta faceta de conferenciante no le agradaba del todo, su debut como conferenciante fue en un pueblo del bajo Urgell sobre temas agrícolas, pero se dió cuenta de que esta comunicación personal entre el director y los usuarios de la obra podía beneficiar en ocasiones la buena marcha de la misma y dar vitalidad al ambiente optimista de colaboración que caracterizó aquellos años, hasta el 1923 en que empezó a decrecer, en parte porque la mayoría de cooperativas que se sintieron preparadas habían levantado ya sus edificios, y en parte también por el cambio de circunstancias políticas que tuvo lugar con el advenimiento de la Dictadura militar en septiembre de este año, con lo que la Mancomunitat dejó de actuar sobre los problemas vitales del país para uncirse a las normas centralizadas del nuevo régimen. Las inquietudes constructoras del agro catalán no cesaron de súbito, prueba de ello es el hecho de que se encargaran y realizaran proyectos de nuevos edificios, que no V. Construcción de las Bodegas: Información previa pasaron de proyectos, posiblemente por falta de estímulo oficial o por prudencia de los directivos ante dificultades que en algún caso llegaron a suspender la obra con muros a considerable altura. En ocasiones estos proyectos fallidos no pasaron de su fase inicial de elección del solar y cálculos preliminares de cabida y principales características. La actuación profesional de Martinell en obras de este género termino el año 1943 con la construcción en Puigcerdà de una modalidad diferente de las anteriores: ampliación de una quesería y local para condensar leche, cuadra para vacas lecheras con sus anejos, y otros servicios auxiliares. La repetición del mismo objetivo en estos edificios con ligeras variantes, y la intervención de técnicos especializados en muchos de los casos, crearon en Martinell la responsabilidad de una creciente perfección en sus proyectos sucesivos; perfección no solo en su adaptación a la maquinaria elaboradora, dimensiones y distribución de los depósitos determinados por los especialistas, sino también el fácil movimiento de los operarios y cuantas ventajas aconsejara la práctica. Al empezar a proyectar sus primeras obras agrarias se informó de las características y necesidades de las entonces existentes en la comarca. Esta fue la primera lección que recibió a lo vivo, y luego continuó en la ejecución de las obras observando el trabajo en las mismas y oyendo el parecer de los que actuaban en ellas, por si cabía mejorar los nuevos proyectos. Contagiado por el ambiente dominante, se complacía en aportar su labor profesional al movimiento de organización agraria que con tanto entusiasmo vivió entonces y hacer una arquitectura eficiente en sus objetivos, al servicio del afán económico-social del momento. Estas grandes bodegas asentadas entre dos niveles, más alto el de la parte posterior con su muelle de entrada, de ordinario partido en dos mitades por la caseta de la báscula usualmente utilizada como base de un depósito en situación elevada para disponer de agua a presión para el lavado con manguera de maquinaria y depósitos. Cuando empezaron a construirse estos edificios agrarios, la bibliografía sobre los mismos era francamente escasa en España, pero en lo referente a las bodegas cooperativas resultó de gran oportunidad el ya citado estudio “Cellers cooperatius de producció i venda”, del ingeniero industrial y perito agrícola Isidre Campllonch y editado en 1917. Este estudio resume las principales características que debían reunir tales edificios (según opinión de tratadistas extranjeros y la del autor con respecto a nuestro país) sobre aquello que estima más importante para cada clase de vino a elaborar y sus sistemas. Opiniones que fueron muy útiles para el encauce de los primeros edificios, pronto afinadas y reforzadas con el asesoramiento de los encargados de los servicios técnicos de la Mancomunitat, entre ellos el propio señor Campllonch y especialistas en destilación de alcohol, oleiotecnia y otros. Para Martinell un edificio destinado a cualquier industria agrícola, mayormente si es de tipo cooperativo, toda previsión es poca. Ya que en ellos es frecuente que los mismos cooperativistas de modesta economía actúen de productores y suelan mostrarse V. Construcción de las Bodegas: Información previa exigentes ante toda posible previsión, comodidad en el trabajo y ahorro de energía humana o mecánica. La ordenación del trabajo, y por tanto el esquema distributivo de los servicios, incumbe al técnico de la industria a que se destina, quien de acuerdo con el arquitecto, establece el programa del edificio; luego es este facultativo quien debe dar forma al proceso previsto por el técnico especialista, con la estructura general del edificio y aquellos detalles de tipo práctico que puedan resultar ventajosos. Así nacieron, además de los espacios aislantes con ventilación automática entre depósitos subterráneos en serie, pasos provistos de carriles para uso de una vagoneta, pasos que son inferiores a dichos depósitos, y utilizables en el caso de vinos tintos en maceración con la uva. En esta forma resulta muy fácil separar el orujo y extraerlo por la parte baja, una vez retirado el líquido. V. Construcción de las Bodegas: Información previa Proceso de construcción: El momento de madurez en que una sociedad cooperativa agraria decide la construcción de su edificio industrial, ha ido precedido de una etapa lógica de tanteos y vacilaciones. El agricultor catalán a principios de siglo se fue capacitando progresivamente para las ventajas de la actuación cooperativa en el campo técnico-económico-social. Al principio sin la eficacia de después, cuando comprobó los beneficiosos resultados a que conducía la construcción del edificio industrial necesario a sus fines. Estos edificios vinieron a ser el resultado tangible de múltiples reuniones, consultas, conferencias, consejos y afanes socio-económicos que vivieron muchas poblaciones rurales después de haber vencido individualismos temores de los propios cooperativistas y ataques encubiertos de intereses amenazados con la implantación de la nueva industria colectiva. Una vez constituidas las cooperativas, sus dirigentes, quizá poco versados en construcciones de envergadura económica, tuvieron siempre, conciencia de la responsabilidad que les incumbía y de que tales obras debían ser lo más perfectas posible. Los dirigentes no podían olvidar este aspecto de la perfección, por exigirlo así sus mandatarios. Si a consecuencia de una omisión por motivos económicos se produjese una deficiencia, todos los socios se sentirían con derecho a la censura y ninguno agradecería el ahorro. Además de los motivos de orden industrial, las juntas de las cooperativas constructoras solían tener en cuenta el valor que como estrategia social habría de prestares el nuevo edificio, a manera de escudo contra los ataques antes aludidos que cooperativa y edificio recibieron de los que en la localidad y comarca se beneficiaban de la falta de organización en los agricultores, y también de las censuras de posibles cooperativistas poco entusiastas. Mientras la actuación del nuevo organismo no pasaba de reuniones para redactar el reglamento, de actos de propaganda y alguna conferencia, a los adversarios les cabía todavía la esperanza de que fracasaran; pero cuando se había comprado ya un terreno y se acarreaban materiales en el mismo, los oponentes, en desesperada intentona, tramaban toda suerte de intrigas y malas artes para arrastrarlos al fracaso. Era entonces cuando la cooperativa naciente se veía obligada a dar batalla contra sus enemigos abiertos o agazapados, con las nobles armas de sus obras que no eran otras, que unos muros que a no tardar se convertirían en un edificio industrial en el que cada acierto simplemente constructivo robustecería la labor de los directivos y acallaría a sus detractores. Ocurriría como era lógico que así fuese, que las juntas de las cooperativas no tenían al principio una visión exacta de la construcción ejemplar que deseaban. De ahí que recurrieron al consejo de especialistas expertos que entonces puso en acción la Mancomunitat catalana, a cuya dirección se confiaban plenamente las respectivas especialidades. V. Construcción de las Bodegas: Información previa Intervención de los Técnicos: La etapa de tanteos y vacilaciones a que hemos aludido se resolvía con la intervención de los técnicos, con sus consejos y proyectos. Sin moverse del terreno de las ideas, el futuro edificio evolucionó con la previsión de posibles inconvenientes y detalles más importantes al alcance de los directivos, quienes no tardaban en recabar el consejo de los especialistas en las industrias correspondientes y en construcción, a fin de que el nuevo edificio tuviese las máximas condiciones de utilidad, confiriendo al técnico director todas las atribuciones necesarias para obtener la obra idónea deseada, sin dejarse desviar por obstáculos engañosos que, una vez superados, acusan su escasa importancia. Una vez fijada esta parte esencial en todo proyecto, cual es el programa o dependencias necesarias a la industria de que se trata, sin olvidar patios, rampas, espacios contiguos, iluminación, ventilación y desagües, resueltos algunos de ellos en colaboración con el arquitecto, éste procede al estudio de los sistemas constructivos más indicados con el fin de acercarse el máximo posible a una elaboración perfecta. No era raro que, al ir a empezar la construcción, la cooperativa recibiera ofertas de venta de algún edificio en condiciones ventajosas de adquisición, que con el intento de una adaptación lo más perfecta posible, siempre habría de resultar tributaria de deficiencias de origen, contrarias a la buena marcha de la industria que se intentaba crear. Solo en contados casos se llevó a cabo la adquisición de algún almacén destinado a sala de tinas, ampliable con las otras dependencias propias de una bodega, construidas de nueva planta. V. Construcción de las Bodegas: Información previa Condiciones de Economía: Una vez establecidas las características técnicas de capacidad, emplazado y demás circunstancias necesarias, procede el estudio económico que hará realizable el proyecto dentro de un criterio de máximo economía, basado más en la acertada distribución de los servicios y elementos del edificio que en los procedimientos constructivos. No obstante éstos pueden llevar a soluciones especiales que influyan en el aspecto económico. En la disposición de servicios es de suma importancia obtener la máxima capacidad útil en el menor volumen edificado, principio que tuvo eficaz aplicación en las bodegas, que fueron las que más abundaron entre estos edificios cooperativos. Las características que se adoptaron como más convenientes para los depósitos de conservación del vino fueron las de planta circular; construidos de hormigón o albañilería armados, de 300 a 350 Hl. de cabida, colocados en fila a unos 120 cm del suelo, separados por pasadizos espaciosos para el paso y llenado de bocoyes. Estos pasos que resultaban desaprovechados para la cabida en superficie se utilizaron desde un principio para depósitos subterráneos que aumentaron la capacidad de un 30 a un 35 por ciento, sin aumentar las dimensiones de la bodega. Con una distribución (dos filas de tinas en superficie y una fila de lagares subterráneos por nave) el coste venía a resultar de 20,50 a 25 Pts. por hectolitro, siendo en proporción más caro el edificio que los recipientes, resultaba ventajoso incluir la mayor cantidad de éstos en aquél. Después de la primera guerra mundial (1914-1918) el costo de la construcción sufrió un considerable aumento, que obligó a aguzar los recursos en este género de obras que se movían dentro de una tónica peculiar, cosa que llevó a Cesar Martinell a poner dos filas de depósitos subterráneos que eran verdaderas tinas en perfectas condiciones de aislamiento y aireación que aumentaron muy poco el costo, permitiendo una elaboración casi igual a la de los depósitos de superficie, incluso con salida baja de los caldos si así se deseaba. Las primeras bodegas donde aplicó esta distribución fueron las de Rubí y Llorenç del Penedés, en 1921, y el año siguiente en las de Cornudella, Moja, Igualada y Ripollet, que tuvieron sobre las dos primeras algunas ventajas de fácil adaptación en las anteriores. Por tal procedimiento se incrementó en un 25% la cabida de la bodega, con muy poco aumento en el volumen total de ésta, lo cual supuso una evidente economía en el coste total de la construcción. Además del aspecto distributivo que acabamos de ver, otro de los motivos de economía era la propia construcción, si bien en este aspecto no es tan importante su logro, ya que en esta clase de edificios todo debe construirse en vistas a una garantía absoluta, que ponga a salvo de riesgos el capital invertido y la responsabilidad de los dirigentes. Ello no quiere decir que durante la marcha de la obra no pueda estudiarse el V. Construcción de las Bodegas: Información previa posible empleo de materiales de fácil obtención en la localidad o determinadas costumbres constructivas. En la bodega de Palau d’Anglesola, donde la piedra para mampostería debía traerse de lejos, se disponía de buena tierra y rocalla para la fábrica de tapial de que fueron construidos los muros exteriores, de gran eficacia para el aislamiento térmico de la bodega. Los pilares interiores para sostén de los cuchillos de armadura se construyeron de ladrillo visto y los de los ventanales de fachada, de ladrillo revocado, para formar un todo con el tapial de fachadas, también revocados. Otro factor de posible economía a tener en cuenta es si conviene realizar las obras por administración o por contrata, según sea la experiencia o buena disposición de los directivos en tales menesteres; y aun en las obras por contrata puede resultar ventajoso reservar para los propios cooperativistas los trabajos que puedan realizar ellos mismos, como excavación de tierras, arranque de piedra en canteras de la localidad y carreos, cuando ello sea compatible con las faenas del campo. Para estos casos, Martinell utilizó impresos especiales para desglose de precios, en los que constaba el coste de los materiales componentes en la localidad respectiva, y se descontaban los facilitados por la cooperativa, tales como movimiento de tierras, arena, piedra y cuanto se hubiese convenido previamente entre la junta y el contratista. Los precios resultantes servían de base para las liquidaciones parciales y la posible revisión de precios motivada por variación de costes del momento o en la localidad. Fiel al criterio siguió los sistemas constructivos propios del país, con las variantes que pudieran presentarse en cada localidad y las necesidades propias de cada caso. La fábrica usada con más frecuencia fue la mampostería revocada; algunas veces careada, sin revocar, en las partes bajas, a manera de zócalo, por su mayor resistencia a las humedades del suelo. Sillería en jambas y arcos de puerta y muelles de descarga de frutos, conducidos entonces usualmente en carros; hormigón corriente a veces en cimientos y armado en pilares y plataformas para instalación de maquinaria; ladrillo en pilares, arcos interiores y marcos de aberturas, en los cuales el pequeño tamaño de este material se presta a formas decorativas; y la rasilla, usada junto con ladrillo, en bóvedas tabicadas, de las que se hizo gran aplicación. V. Construcción de las Bodegas: Información previa El uso de la Bovedas Tabicadas y los Arcos Equilibrados: BOVEDAS TABICADAS El hecho de que estas bóvedas sean conocidas por bóvedas “a la catalana” dice claramente que en Cataluña esta construcción es familiar a todo albañil. La uniformidad y pequeño tamaño de su elemento básico (rasilla o ladrillo) hace que siempre se tenga a mano y no haya que esperar modelos o fabricaciones especiales; además se adapta a todas las formas, y los medios auxiliares se reducen a simples plantillas de madera o reglas, y en ocasiones se suprimen totalmente, como las bóvedas de escalera de espesores casi increíbles. Estas ventajas llevan consigo el ahorro de material y por lo tanto poco costo y poco peso. Por eso fue debido el copioso empleo que se hizo de estas bóvedas, con finalidad utilitaria, a base de rasillas macizas y algunas veces ladrillo, nunca huecos (poco usados entonces en Cataluña). La primera de estas adaptaciones fue como divisorias de depósitos subterráneos, dispuestas verticalmente, de grueso variable, aumentado de arriba abajo por la mayor presión del líquido. El tercio superior, de un grueso de rasilla y otro de ladrillo; el tercio medio, de dos gruesos de ladrillo, y el inferior, dos de ladrillo y uno de rasilla, dejando los resaltes en la cara opuesta al líquido y la otra con revoque y enlucido de Pórtland. Fueron usadas también con frecuencia en disposición vertical de un solo grueso de ladrillo, a manera de tabique de panderete recibido con mortero de cemento, para contención de tierras en depósitos subterráneos; algunas veces de tres o cuatro metros de diámetro y otros tantos de profundidad, cuajando con mortero corriente los posibles huecos entre tierra y ladrillo. Enlucido con Pórtland, el depósito era de excelente resultado y sorprendente economía por su fácil ejecución y poca cantidad de ladrillo empleado. Tales bóvedas tabicadas para contención de tierras fueron utilizadas también para dar cabida a tinas subterráneas en espacios casi concéntricos a estas, con lo cual se obtuvieron paramentos paralelos a las filas de tinas, en fragmentos cilíndricos que exigen estribos en los arranques de bóveda, de fácil obtención utilizando a tal fin otros elementos de la construcción. En la almazara de Pinell de Brai y después en la Fábrica de alcohol de orujo para la Federación de Sindicatos de l’Empordà, de Vilajuïja, se empleó con buen resultado la bóveda tabicada vertical en depósitos de orujo subterráneos, distribuidos en la ultima en retícula cuadrangular con la concavidad de los bóvedas hacia el interior de los depósitos, y rellenos de hormigón los espacios resultantes entre bóvedas. Como esta fábrica se construyó junto a un afluente del río Muga, y dichos depósitos ocupan en parte un nivel inferior al vecino arroyo, para evitar la posible penetración de aguas subálveas en los depósitos, el suelo de estos se hizo también con bóvedas tabicadas de convexidad hacia abajo. Las bóvedas tabicadas en posición vertical, armadas o sin armar o atirantadas, tuvieron aplicación en depósitos de superficie a los que obligó, primero en Cornedulla y V. Construcción de las Bodegas: Información previa después en Rocafort de Queralt, un súbito aumento de necesidad de cabida que obligó a un máximo aprovechamiento del espacio disponible inicialmente. En ocasiones la bóveda de rasilla, de tres o cuatro gruesos de espesor, fue usada en pies de tina aislados sobre cuatro medios arcos atirantados, con arranque en el centro de la tina. La parte central de la misma se apoya sobre macizo y los bordes en voladizo dejan debajo de la tina espacio libre para el llenado de bocoyes y otros menesteres. Estas bóvedas se usaron también en su forma mas corriente de eje horizontal en corredores subterráneos y plataformas de apoyo de tina, o en forma de cascaron para cubierta apoyadas sobre arcos. En este caso se hacían de doble grueso de rasilla, con revoque y enlucido de Pórtland exterior para asegurar la impermeabilidad, de unos ocho a diez centímetros de espesor en total. Tales bóvedas tienen la ventaja de poder ser construidas sin cimbra, con una simple plantilla que se va desplazando para apoyo de las rasillas del primer grueso por su extremo libre, y además se adaptan a todas las formas. Por su doble curvatura y mediante una cuidadosa distribución de las mismas se evita el peligro de agrietamiento, necesitan de un ligero atirantado para el momento de la construcción sobre arcos, que debe ser permanente en las bóvedas extremas, pero por su poco coste suele dejarse también en las intermedias. Las bóvedas de cubierta sobre arcos dan gran homogeneidad al edificio, no sólo visual, sino también estructuralmente, pues al ser todo del mismo material las dilataciones o contracciones por causas térmicas son uniformes y evitan el agrietamiento. En cuanto a la forma de estas bóvedas, a causa de sus dimensiones poco amplias se trazaron siempre por sentido mecánico, limitándose a calcular solo la compresión. La solidez y coherencia d esta albañilería homogénea quedo demostrada en la bodega de Gandesa, donde durante la guerra civil un obús rompió un arco de la sal de maquinas, que servía de apoyo a dos bóvedas, y éstas subsistieron. Los arranques de las bóvedas actuaron como arco que suplió al primero. V. Construcción de las Bodegas: Información previa Cooperativa Agrícola de Gandesa. Interior ARCOS EQUILIBRADOS: Cuando en el año 1918, en plena guerra europea, hubo de proyectar la bodega para Rocafort de Queralt, la madera de buena calidad conocida por Flandes había quintuplicado su coste y la albañilería solo lo había doblado. De ahí nació el empleo de arcos que no dieran empuje, con arranque del suelo, en los cuales el material de pilares se invierte en los mismos arcos, llamados equilibrados de menor cubo de obra, que Gaudí había puesto en uso, y que por ser equilibrados, se pudo ahorrar el macizado de enjutas que se sustituyo por ligeros pilares, con lo cual se redujo aún mas la cantidad de material. El mismo problema, en dimensiones más pequeñas, se le había planteado en una obra particular, cuyo propietario, al ver rebasado el presupuesto previsto a causa de las armaduras de madera, insistió en que Martinell buscara algún medio para compensar dicho encarecimiento y allí fue donde construyó por vez primera este género de arcos. Por dicha razón, no dudó en aplicarlos a la bodega de Rocafort, de mayores dimensiones, con buen resultado práctico, pero no sin algún contratiempo, como veremos al tratar de esta bodega en la parte de la Arquitectura Agraria en Barberà de la Conca. Aparte de su coste, estos arcos tenían sobre las estructuras leñosas las ventajas de su mayor solidez, duración y belleza, si bien esta última no fuese el motivo de su empleo. Están construidos a correa con rasilla en las primeras hiladas y el resto con ladrillos puestos a tizón. En esa forma el cimbraje permite ser reducido al mínimo, por V. Construcción de las Bodegas: Información previa cuanto, cerradas en la clave las dos o tres primeras correas de rasilla, pueden sostener las otras de ladrillo cuidando de cerrar cada una de ellas a medida que se construyen. A pesar de tales ventajas, en los casos en que se preciso una rápida construcción de edificio, no consideró aconsejables dichos arcos, por los cuidados y previsiones que requieren su construcción y decimbraje, de los que debe cuidar un capataz idóneo, no siempre fácil de encontrar en poblaciones rurales. Esto llevo a precauciones transitorias durante la construcción, convertidas luego en permanentes para mayor garantía de solidez de los arcos, aplicadas primero en Nulles, luego perfeccionadas en Pinell de Bray, cuyos arcos de mayores dimensiones fueron construidos a rosca. Celler de Pinell de Brai. Detalle de los arcos V. Construcción de las Bodegas: Información previa Condiciones estéticas y valoración de la Belleza: Los arcos equilibrados que, según queda dicho, aparecen en estas obras por razones de economía, aumentaron el interés arquitectónico de los edificios donde se construyeron y desde el primer momento fueron del agrado de los directivos, así como de los socios copropietarios y visitantes de otros sindicatos. Al construir algunos de los primeros de estos arcos Martinell se dio cuenta de que hombres sin preparación estética, quizás en un principio reacios a la construcción de los mismos, se solazaban en la contemplación de sus líneas suaves, resultado del cálculo más que del diseño. El hecho, produjo una perturbación ideológica en el concepto teórico arquitectónico tradicional en estas obras. Es decir que debe darse prioridad a las condiciones de utilidad y economía de tales edificios, antes que a la belleza. No obstante, en un proceso normal de tipo utilitario, surgió inesperadamente, con absoluta espontaneidad, el aspecto artístico, que no hubiera sido lícito soslayar en menoscabo del valor simbólico de estas obras colectivas, como redención económico-social del pueblo que las erigió. Así lo entendieron y manifestaron claramente algunas de las cooperativas que, a pesar de los consejos de Martinell tendentes a la sobriedad, insistieron en que sus edificios tuvieran ostensiva belleza exterior. Entre ellos, las bodegas de Pinell de Brai y de Nulles, y la harinera de Cervera. Esta cooperativa quiso poner en lo alto de la torre de los silos para el trigo un foco luminoso a manera de faro, visible desde la comarca por donde se expandían los pueblos integrantes de la cooperativa. El factor belleza en estos edificios se había manifestado en una discreta decoración de los mismos mediante la textura de las fabricas empleadas, tales como la mampostería careada, en basamentos; el sillarejo, en lugares de fácil obtención por la calidad de la piedra disponible, el ladrillo visto, de frecuente uso en ventanales, pilares y arcos; la sillería, en puertas de entrada y sitios singulares; y en ocasiones rasilla vidriada policroma en letreros y pequeños adornos. A partir de los arcos de Pinell construidos a rosca, con ladrillos aplantillados y otros cuidados tectónicos, se consideró este nuevo elemento como de una cierta categoría estético-constructiva, por cuanto, en cierta manera, sintetiza la utilidad y la idealización que debe tener toda arquitectura. En este caso, íntimamente ligadas con una finalidad industrial y la estructura constructiva que con su solidez y su textura dan lugar a una decoración coherente y perdurable. Con arcos o sin ellos, fue implícitamente aceptado el criterio de que un edificio cooperativo había de tener cierta prestancia al lado de las usuales construcciones de la localidad, como exponente de solvencia económica de la entidad propietaria y de sus futuros beneficios. Este aspecto sube de punto si consideramos que tales edificios solían construirse en poblaciones rurales de manifiesta vulgaridad constructiva, y como es principio de economía que las cosas produzcan un máximo rendimiento, era lógico que las naves, muros y espacios que integran uno de estos edificios tuviesen, a pesar de su finalidad utilitaria, toda la eficacia formativa compatible con su función industrial. V. Construcción de las Bodegas: Información previa Martinell afirma que “La vista frecuente de objetos de agradable presencia afina el espíritu, de lo cual salen más beneficiados aquellos a quienes no les es fácil obtenerlo por otros medios educativos.” Y esto sucede porque día tras día los ojos acaban por saturarse de soluciones constructivas bien meditadas, y los asiduos a la cooperativa, cuando tengan que edificar por su cuenta, y con los mimos elementos usuales en la localidad, seguirán los caminos de selección que tienen constantemente a la vista. Según Martinell “todo hombre normal, incluso aquellos que alardean de falso utilitarismo y se dicen partidarios del inexistente principio constructivo de las dos efes (fuerte y feo) se siente atraídos por la belleza, sin excluir al modesto propietario de quien aprendí ese raro principio cierto día, al sorprenderlo embelleciendo con pequeña albañilería, que el mismo ejecutaba, el huerto-jardín contiguo a su casa. Probablemente, temeroso de que yo juzgara superfluo su quehacer, no quiso mostrarse a mis ojos como hombre practico, y simuló con tal principio un utilitarismo que no sentía.” Por lo tanto el agricultor no solo aprecia la belleza natural del campo, sino que se solaza en el esmero de los cultivos. Una viña bien cuidada o un árbol podado según arte, despiertan en el campesino una satisfacción que el hombre de ciudad no advierte, sin que este matiz estético excluya el goce de la naturaleza escueta y los sentimientos que de ella derivan. No seria justo atribuir a los medios rurales menor sensibilidad estética por carencia de ambiente artístico adecuado. La convivencia con la naturaleza incluso puede suscitar cualidades, estímulos de belleza en sus obras, además de otras cualidades económico-utilitarias. Estas construcciones destacadas o relativamente suntuosas, en pueblos modestos, ejercen manifiesta influencia sobre quienes los habitan o están familiarizados con ellas. Por tal motivo, los edificios de que hablamos deben cuidar bien todo detalle de ejecución, con la seguridad de que, si esto implicase algún aumento en la mano de obra, posiblemente este aumento quedaría compensado por el ahorro de material empleado. Muchos de aquellos edificios cooperativos resultaron piedras miliarias en rutinaria edificación de las respectivas localidades. Fueron una ráfaga de novedad y hubiera sido casi inhumano no hacer de ellos el modesto arsenal de consulta de recursos constructivos, donde los albañiles locales hallasen soluciones modernas con materiales tradicionales. Tales aspiraciones pueden lograrse sin sensibles dispendios. Si, a pesar de todo, para mayor dignidad de la construcción, se hubiese producido un aumento en su coste, podría darse este por justificado, puesto que tales construcciones no deben dar idea de estrechez económica, antes al contrario, su aspecto optimista será la prueba más visible del buen orden interno de la entidad propietaria. Este grupo de edificios fue la materialización de un logrado esfuerzo colectivo para dar nuevos caminos a la agricultura en sus industrias derivadas; y, junto a la finalidad utilitaria de los mismos, surgió otra utilidad no prevista: su ostensible valor V. Construcción de las Bodegas: Información previa propagandístico, a la vez que fueron un mentís a los agoreros cuyos intereses se sentían amenazados con la organización industrial y comercial de la agricultura de la comarca. Aun hoy en día estas construcciones dan testimonio de la euforia dominante a la sazón entre los campesinos que hizo que algunas cooperativas sintieran la sana emulación de superar en condiciones y vistosidad a otros edificios congéneres. V. Construcción de las Bodegas: Información previa Armonía con el ambiente, condición importante en su Obra: En lo que queda dicho hemos visto repetidamente que los edificios cooperativos agrarios fueron construidos con finalidad primordialmente utilitaria, implica en ocasiones de complejos factores socio-económicos, estéticos, de amor propio… que repercutían en su aspecto exterior. En rigurosa ortodoxia arquitectónica, un edificio debe reflejar exteriormente su finalidad primordial, y al propio tiempo armoniza con el ambiente circundante, de expresión anodina en muchos de los casos, si bien en algunas poblaciones de tradición histórica esta se haga visible con restos próceres, cual sucede en Falset con su castillo medieval, y en Montblanc con su recinto amurallado del siglo XIV, y algunos ventanales góticos en casas particulares. En cuanto al carácter industrial de estos edificios, ya vimos las normas constructivas fielmente seguidas, al ocuparnos del funcionalismo de los mismos; y por los que se refiere a la ambientación, sin imitar soluciones arqueológicas nos dejamos influenciar por las mismas. En los muchos casos donde esta relación estilística con la construcción local no se veía franca, se procuro que las texturas empleadas respondiesen a costumbres y materiales autóctonos, que hermanasen el nuevo edificio con los existentes en la localidad. El procedimiento resultaba fácil con el empleo de ladrillo visto, cuyas pequeñas piezas se adaptan a soluciones de gran sobriedad, lo mismo que a otras de mayor riqueza, ya puestas en práctica en las tendencias medievalistas ensayadas anteriormente entre otros por los arquitectos Gallissà, Domenech i Montaner, Puig i Cadafalch y Rubió. Este sistema tenía la ventaja de que, sin moverse de l artesanía tradicional, podía adaptarse al grado de ostentación o riqueza grato a los clientes que, en la forma popular, casi plebiscitaria con que se resolvía la tendencia decorativa del edificio, confirmaba la función social de la arquitectura en su parte más visible del aspecto exterior. Estos edificios no solo reflejan las perspectivas industrias, la economía y la sociedad de cada población, sino también la capacidad estética de estas que, si en algún caso pudo parecer que rebasó los objetivos agrarios, o me atrevería a censurarlo, no sólo por mi participación en el hecho, sino por la ejemplaridad de que una de estas cooperativas sintiese el idealismo de ennoblecer su exterior con pintura cerámica de uno de los mejores artistas catalanes de su tiempo. Este hecho, además del valioso interés artístico que representa, tiene el valor simbólico de haber sabido conjugar en la propia casa la nobleza utilitaria del trabajo con la desinteresada contemplación estética. V. Construcción de las Bodegas: Información previa Del conjunto de construcciones cooperativo-agrarias levantadas en Cataluña al finalizar el primer cuarto del presente siglo, Martinell proyectó y dirigió alrededor de medio centenar de ellas. Estas construcciones representan una etapa interesente en la historia socioeconómica de Cataluña. Se ha dicho repetidamente que la Arquitectura es la más social de la Bellas Artes, no solo por reflejar los gustos y avances técnicos de cada época, sino por formar parte de la misma vida y necesidades de la sociedad que la ha producido. Cada uno de estos edificios, visto aisladamente, puede evocar determinados aspectos agrícolas, industriales, constructivos o estéticos; pero en el conjunto de todos ellos podremos apreciar muchos matices de una época iniciada con esfuerzos, inquietudes y vacilaciones, que culminó en la euforia constructiva que comentamos y puso al alcance de nuestros agricultores el utillaje completo que tenía que elevarlos en su condición social y económica. Tal conjunto de edificios son testimonio vivo de constancia en el trabajo de evolución social que buscaban sus organizadores, quienes obtuvieron estimable aportación constructiva y estética. Teniendo en cuenta que esta actividad constructiva fue consecuencia de un movimiento de vastos alcances, se expone en primer término el origen, desarrollo y ambiente del Cooperativismo en Europa, España y Cataluña, con los motivos políticosociales relacionado con el tema; aclarando el porqué y el cómo de algunas innovaciones constructivas. V. Origen del Cooperativismo Origen del Cooperativismo Las cooperativas agrícolas que levantaron los edificios industriales de que vamos ha hablar fueron producto evolucionado de los antiguos gremios de espíritu mutualista, que la modestia economía de la mayor parte de los agremiados imponía. A mediados del siglo XIX se empezó a dar a la palabra cooperación el significado de colaboración, que utiliza el pequeño ahorro y suprime intermediarios, con el objeto de obtener beneficios comunes en las esferas de la producción, del crédito y del consumo. Nacidas las cooperativas entre obreros y para obreros, su finalidad principal fue librarles de determinados abusos del capitalismo, proporcionarles un crédito personal en sustitución del crédito real, y asociarlos a su propia obra que, en estas agrupaciones de tipo socioeconómico, se orientaron en la modalidades de consumo, de crédito y de producción, y las últimas en producción industrial, compra de terrenos y construcción de viviendas, y elaboración de productos agrícolas. A pesar de que muchas de las primeras cooperativas fracasaron en su lugar de origen, el sistema se extendió a otros países: El origen histórico tuvo lugar el año 1844 en Inglaterra, con ocasión de una huelga de tejedores que dio lugar a una cooperativa de consumo, que pronto arraigó en el país. Bélgica las imitó con gran éxito y también Alemania; Siguieron Suiza, Italia, Austria y Holanda con menos éxito. En las naciones del Norte los ideales de cooperación cundieron rápidamente y las del Sur fueron más remisas. Francia entró tarde y con pocos bríos, luego se difundieron implantando el cultivo agrícola en común, compra de simientes y maquinaria, con distribución proporcional. En los Alpes los productores de leche aportaron ésta y fabricaron el queso en común, con reparto equitativo del producto. Alemania contaba en 1886 con 70 cooperativas de crédito. V. Origen del Cooperativismo COOPERATIVISMO EN ESPAÑA: España, sin legislación cooperatista particular, creó sus primeros sindicatos agrícolas regidos por el Código de Comercio y por la Ley de Asociaciones de 1887. El viejo sistema de propiedad agraria y sus acusados contrastes entre latifundios y minifundios había sido rémora para el desarrollo de la agricultura. Parece que una de las primeras bodegas cooperativas de España fue la fundada en el Campo de Criptana (Ciudad Real) el año 1900, con la elaboración de unos 4.000 hectolitros, y pronto le siguieron otras en Zamora, Alcázar de San Juan, Tarancón y en las regiones de Galicia y Navarra. Los trabajadores agrícolas han intentado establecer cooperativas, como la de Torre de Miguel Sesumen (Badajoz), establecida en 1902. La cooperativa la constituyeron 135 braceros del campo, 95 cargueros de jumentos y 10 de mulas: 240 socios en total. El objetivo era arrendar fincas rústicas aptas para la siembra, con el fin de explotarlas los asociados a utilidad de ellos mismos. Se regia por una junta, con su presidente, que disponía las prestaciones de los asociados, avisando 48 horas antes. En otras provincias como Asturias, León y Zamora se establecieron tipos curiosos de cooperación de finalidad benéfica entre agricultores y convecinos. Fueron mas corrientes en todo el agro español las que tenían como fin inmediato la compra de abono sin adulterar y al mismo precio que en el comercio local, o pagar al contado, por medio de Cajas Rurales, para evitar la usura del afiliado y también abusos a que daban lugar los préstamos a cobrar en especie durante la recolección de la cosecha en curso. La reacción hostil del comercio ante tales previsiones fue terrible, logrando la muerte de algunas Cajas Rurales, en competencia con el comercio. Vencieron en la lucha los sindicatos y Cajas Rurales que supieron apreciar las artimañas de pasajeras bajadas de interés en los préstamos y precios de los abonos, y que supieron resistir y esperar. Efecto del espíritu de cooperación fueron: el abaratamiento general de los abonos, disminución de abusos usuarios, empleo de maquinaria agrícola y establecimiento de bodegas cooperativas. A pesar de este primer éxito, los sindicatos se unieron en federaciones que tuvieron a su vez que resistir nuevos embates contra las organizaciones locales, que dio lugar a la confederación Nacional Católico-Agraria, cuyas Cajas Rurales lograron reunir una garantía. Nota destacada de esta organización rural fue la austeridad en la administración encauzada por juntas y asambleas, con asistencia de un conciliador encargado de velar por los valores morales tradicionales en nuestro pueblo y evitar la posible intromisión de ideas y doctrinas disolventes que pugnaban por imponerse en la política general del país Los católicos sociales sólo vieron en las cooperativas un medio de mejora material y moral, pero los socialistas al principio vieron un medio de libertar a la clase obrera, cuyo criterio varió a partir de la Exposición Universal de París de 1900, en que se unió a cada Casa del Pueblo una cooperativa que destinaba parte de sus fondos a propaganda socialista, criterio que tuvo sus opositores dentro del mismo partido. V. Origen del Cooperativismo COOPERATIVISMO EN CATALUÑA Cultivos, Epidemias y contratiempos: Cataluña tuvo características particulares más acusadas a causa de la configuración del suelo, su hidrografía con los frutos a que da lugar, como también al extendido régimen contractual de aparcería que da al campesino el usufructo de la finca y el estímulo de cultivarla en beneficio propio, aun sin poseer el dominio directo de la misma. Cultivos característicos son: El trigo, la viña y el olivo, coexistentes los dos últimos en muchas comarcas como l’Empordà, Baix Penedès, Camp de Tarragona, Priorat y Terra Alta de l’Ebre. En otras comarcas se asocian los cultivos de la siembra y el olivo. Tienen especial importancia los frutos secos de la avellana y la almendra en el Camp de Tarragona, Conca de Barberà y otras comarcas. Debemos anotar también el algarrobo a lo largo de la costa, el arroz en el Baix Ebre y la fruta seca en el llano de Lérida. En la segunda mitad del siglo XIX la agricultura catalana experimenta un auge evidente. A pesar de la invasión de la epidemia de oidium, en la comarca del Penedès la viña se extendió entre 1850 y 1865 no solo a zonas forestales, sino también por tierras campas dedicadas antes a cereales. La aparición de la filoxera al Sur de Francia, 1865 y la consiguiente destrucción de las viñas, produjo una fugaz y engañosa prosperidad, a causa de un aumento de precios en los productos vitivinícolas catalanes, que estimuló la plantación de nuevos viñedos y un plan de vida holgada en los agricultores que no podían prever que quince años más tarde (1879) la filoxera atravesaría el Pirineo y llegaría al Maresme en 1882, al Penedès en 1887 y dos años más tarde al Priorat, arrasando las viñas y llevando la miseria a pequeños propietarios y aparceros. El país se defendió en lo posible, reponiendo los viñedos mediante injerto de cepas americanas, bajo la dirección de la Estacion Enologica de Vilafranca del Penedès, fundada en 1892, pero los estragos sufridos fueron considerables, no sólo en disminución de frutos, sino en emigración de agricultores a Barcelona o América. En aquellos días el agro catalán tuvo la tensión y dificultades que repercutieron en el campo. V. Origen del Cooperativismo Politica y Agrarismo (Cataluña): El sentimiento regionalista de tipo literario románico nacido en 1833 con la Oda a la Pàtria, escrita en catalán por Bonaventura Carles Aribau, evolucionó a través de diversas actuaciones políticas hacia la formación de una conciencia de la personalidad histórica de Cataluña, reconocida por las Cortes con el mantenimiento del derecho catalán amenazado de supresión en el Código Civil de 1889. Desde este momento puede decirse que el país emprende una nueva ruta de consciente revitalización. En 1892 la Unió Catalanista reúne en Manresa una gran asamblea, que preside el arquitecto Domènech i Montaner, en la cual son planteadas las bases que determinan las aspiraciones del Catalanismo. En lo referente a Agricultura, siente la necesidad de llevar a cabo estudios bien estructurados, que primeramente definió el Estado y, al claudicar éste en tan importante misión, la Diputación de Barcelona los patrocinó, y luego los prosiguió y desarrolló en la Escuela de Agricultura, fundada en 1894, más tarde continuada y ampliada por la Mancomunitat. Los ideales cooperativistas no germinaron al ritmo acelerado que otras actividades alcanzaron en Cataluña, quizá debido a un conformista bienestar y a una subsistencia asegurada, que hacen al agricultor reacio al cambio de costumbres ancestrales; quizá los ideales no germinaron debido también a el espíritu de independencia y el amor propio que al vinicultor, le hace creer que sus sistema de elaboración es más perfecto que el de sus convecinos. Influyó también la falta de apóstoles que hicieran ver las ventajas del nuevo sistema. Sin embargo este sistema cooperativista se abrió paso en uno de los sectores económicamente menos dotados pero de espíritu social más avanzado, a pesar de radicar en una zona rural. Y esta es la “Sociedad Agrícola” de Barberà (Tarragona), que en 1903 construyó un edificio de nueva planta con grandes tinas de madera, avanzada de las importantes bodegas que más adelante veremos. Nueva Política: La normal evolución política, sufrió una súbita alteración por la violenta reacción de parte del ejército, por el inesperado triunfo de la candidatura catalanista en Barcelona el año 1902 frente a monárquicos y republicanos, que dio lugar al movimiento de Solidaritat Catalana, que a últimos de 1905 unió a partidos antes opuestos y penetró hasta los pueblos más aislados. Fue un movimiento más sentimental que político, que puso de manifiesto el espíritu patriótico del país. El obrero catalán se ha movido siempre impedido por el deseo de obtención de mejoras laborales y no luchó por utópicas ideas revolucionarias. El proletariado V. Origen del Cooperativismo barcelonés, al igual que el de otras poblaciones industriales de Cataluña, se vio influido por una corriente inmigratoria de un proletariado caótico de tipo internacional y fabril. En los años que siguieron a la Solidaritat, Cataluña tuvo que vivir días agitados, como la llamada Semana Trágica, en Julio de 1909 en Barcelona, huelgas revolucionarias, atentados anarquistas con bombas homicidas en las calles barcelonesas, cruenta lucha entre sindicatos activistas en cuyas alternativas represalias sucumbían destacados adversarios, violencias éstas que afortunadamente no llegaron a las zonas rurales. Los vitales problemas de Cataluña llegaron a preocupar a los gobiernos de la Nación. En diciembre de 1913 se intentó dar satisfacción a las aspiraciones autonómicas de Cataluña, autorizando por decreto que las Diputaciones provinciales que lo desearan pudieran mancomunarse. Los dirigentes de los diversos sectores estimaron aprovechable la oportunidad, y antes de tres meses quedó constituida la Mancomunitat de las cuatro provincias catalanas, bajo la presidencia de Enric Prat de la Riba, quien ostentaba la presidencia de la Diputación barcelonesa y pudo contar con la leal colaboración de los distintos partidos y el entusiasta optimismo del pueblo. Madurez del nuevo sistema: Asesoramiento Técnico A pesar de las epidemias vitícolas, pérdida de mercados en Ultramar y rémoras temperamentales, ya hemos dicho que surge en 1903 en la Conca de Barberà la primera bodega cooperativa de Cataluña, hija del estamento obrero de aquella población rural, que en 1917 contaba con 280 asociados y elaboró 12.000 hectolitros. No tardó en proliferar con la ayuda de tenaces propagandistas entusiastas de la cooperación, quienes no escatimaron esfuerzos para inculcar a sus convecinos y comarcanos las ventajas del nuevo sistema. Merecen ser recordados los nombres de los señores Bernadas, que en 1906 lograron constituir un sindicato vinícola en Alella (Barcelona), que pronto elaboró vinos de calidad; Lluís Batalla y Josep M. Ribas que en el año 1911 organizaron sendos sindicatos en Alió y El Vendrell; y lo propio hicieron, el año siguiente, J.M. Rendé en l’Espluga de Francolí, Castellnou en Marçà, Talavera en Sarreal, en 1912, y Compte de Pla de Santa Maria, en 1913; todos ellos en la provincia de Tarragona. No tardaron en seguirles Cabra del Camp, Blancafort y algún otro, que en 1916 formaron la Federación Agrícola de la Conca de Barberà. Este esfuerzo de organización y orientación coincidió con la puesta en marcha de la Mancomunidad, que se propuso un vasto plan de servicios públicos, con especial preferencia por los de Cultura y Agricultura, sin olvidar las Vías de Comunicación, Teléfonos, Sanidad, Beneficencia y otros. Por lo que respecta a la Agricultura, fue creada una Dirección General con los servicios que se estimaron necesarios siendo nombrado director de los dos organismos el ingeniero agrónomo Josep M. Valls conocedor de los problemas agrícolas en sus aspectos técnico y social. Esta dirección, secundada por profesores de la Escuela y otras personas V. Origen del Cooperativismo especializadas, fue pródiga en conferencias y cursillos en los medios rurales. El director Valls se reservaba las conferencias de carácter en las diferentes localidades, que solía exponer con oratoria clara y sin ambages que provocaba sus aplausos por la lógica que veían en sus razones, encaminadas a la prosperidad de la agricultura y consecuente bienestar de los campesinos. Esta labor de asesoramiento por especialistas, valoró y deslindó a los ojos del campesino el problema agrario en su triple aspecto: Plantaciones y su cultivo, aconsejando los más adecuados en cada terreno. Elaboración de productos por procedimientos técnicamente perfectos, excluyendo las dañinas operaciones rutinarias. Y la venta de dichos productos en condiciones remuneradas para el pequeño agricultor, sobre todo cuando por falta de utillaje se veía obligado a vender la uva o la aceituna sin elaborar. El primer aspecto podía resolverlo individualmente cada agricultor, los otros dos debían ser producto de fraternal unión cooperativa. Estas y parecidas consideraciones, extendidas a todos los aspectos de la Agricultura, actuaron como beneficioso estimulante por todo nuestro campo, lleno de optimismo ante las ventajas de una próxima organización cooperativa para la cual la Mancomunitat facilitaba cuantos medios de orientación hacían falta, desde el estudio del reglamento por personas expertas, hasta los especialistas técnicos en enología, ganadería, mantequerías, queserías, quienes, después de estudiado cada caso y sus circunstancias, formulaban dictamen o proyecto de instalación industrial. En el aspecto económico, la Caja de Crédito de la Mancomunitat tenía en estudio préstamos en condiciones ventajosas para estas obras. Mientras la Mancomunitat ultimaba la organización administrativa de tales servicios, algunas poblaciones agrícolas se habían organizado en cooperativas y emprendido la construcción de bodegas, que fueron estímulo para futuras cooperativas, al principio indecisas. Estos edificios sin tradición en el país, representaron no pocas preocupaciones y responsabilidades para los dirigentes locales, antes de entrar en funciones el Crédito Agrícola de la Mancomunitat. Dificultades económicas hicieron que algunas cooperativas, muy pocas, por prudente previsión desistieran de sus planes constructivos, incluso después de trazado el proyecto. La mayoría no se arredraron ante tales dificultades, y la economía sindical se desarrolló normalmente desde un principio. Los pocos que tuvieron que enfrentarse con dificultades iniciales lo hicieron con optimismo, convencidos de que el nuevo edificio representaba la redención económica del pueblo. Hemos visto que el modesto edificio bodega levantado con profética audacia en 1903 por la “Sociedad Agrícola” de Barberà, no tardó en tener imitadores, sobre todo en la provincia de Tarragona, donde abunda el cultivo de la viña. El año 1915, Cataluña contaba con 11 bodegas, seis de ellas en la Conca de Barberà; la provincia de Barcelona tenía dos y la de Gerona una en Gironella; todas ellas sólidamente construidas, sin preocupaciones artísticas, excepto la de l’Espluga de Francolí, obra del arquitecto V. Origen del Cooperativismo Domènech i Roura, en la que empleó el estilo gótico y arcos apuntados en el sostenimiento de cubierta, sin duda influido por la proximidad del monasterio de Poblet. Tampoco estos primeros edificios tuvieron grandes ambiciones técnicas, por escasez de especialistas enólogicos y de bibliografía de fácil consulta. Fue la labor divulgadora de la Mancomunitat lo que insufló el entusiasmo constructivo y el sentido de perfección, movimiento de entusiasmo sentimental que el pueblo secundó con eficacia. V. Origen del Cooperativismo