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Revista de Logopedia, Foniatría y Audiología (2012) 32, 95---96
Revista de
LOGOPEDIA, FONIATRÍA y AUDIOLOGÍA
www.elsevier.es/logopedia
Editorial
Hace unos días que ha finalizado el XXVIII Congreso de AELFA,
en Madrid (5-7 de julio), y, aún están prendidas en los oídos
las interesantes y provechosas palabras puestas al alcance
de todas las personas que asistieron. El recorrido por todos
los simposios, las comunicaciones y pósteres, y por los casos
clínicos pone de manifiesto la difícilmente abarcable extensión y diversidad de los temas que interesan al logopeda, si
pretende acceder a ellos con un nivel aceptable de profundidad. Y no estaban representados más que unos pocos de
estos temas.
Así pues, si nuestra revista pretende ser el foro, en un
sentido casi topográfico y espacial del término, en el que se
informe y se discuta de todos estos temas, lo esperable es
que cada número muestre una cierta heterogeneidad. Bien
es cierto que en algunos casos se pueden recoger trabajos
que traten de un solo tópico y reunirlos en un número monográfico. Pero eso, aun siendo interesante, puede demorar
la publicación de trabajos de indudable valor informativo y
metodológico, que pueden resultar estimulantes para una
apreciable cantidad de logopedas. Por ello, esta heterogeneidad no debe ser considerada como un defecto, sino como
la manifestación de la multifacética realidad en la que el
logopeda desarrolla su trabajo.
Y este número es una muestra de esa diversidad de temas
y de áreas de estudio que interesan a los logopedas: evolución y evaluación de una de las dimensiones formales del
lenguaje más allá de los 3 años, planteamiento del problema
de la eficacia y eficiencia del tratamiento logopédico, en
este caso, de las disartrias, intervención para la estimulación de la actividad cognitiva en la que se fundamenta la
comunicación (ciertos aspectos de la teoría de mente), y
tratamiento de algunas alteraciones de la materia física del
habla, la voz. Parece lógico suponer que no van a ser leídos
con la misma fruición por distintos logopedas. Sin embargo,
el conocimiento que se puede adquirir de su lectura, no solo
nos permitirá salir de nuestros guiones y tics profesionales y académicos, lo que ya en sí mismo sería un beneficio,
sino que estimulará el respeto, la admiración y la curiosidad
hacia el buen trabajo de otros profesionales que reflexionan sobre técnicas de evaluación e intervención, y que, tras
su implementación, nos ofrecen datos que fundamentan su
utilización.
Anny P. Castilla-Earls aporta una forma de evaluar la
complejidad morfosintáctica de los niños más allá de los
3 años, que permite superar las limitaciones de las medidas más conocidas y más frecuentemente utilizadas, como
la longitud media del enunciado y los diversos índices de
complejidad sintáctica. Estas medidas dejan de ser útiles a
partir de cierto nivel por su escasa sensibilidad al aumento
de edad; aproximadamente muestran el efecto techo entre
los 3 y los 4 años. La medida propuesta por Castilla-Earls,
terminable units (T-units) y sus derivadas, la frecuencia y
la longitud media de estas T-units, con alto grado de formalismo y ya utilizada en otros trabajos, junto al índice
de subordinación y los errores morfosintácticos, permiten
comprobar el desarrollo de esta dimensión en los niños hispanohablantes de 3 a 5 años. Así pues, este trabajo llena
un vacío en la evaluación de los niños en las edades en
las que normalmente se inicia la logopedia en aquellos que
muestran alguna dificultad.
Elisabet Serrat, Jessica Serrano, Anna Amadó, Francesc
Sidera, Clara Andrés, Sandra Llovera e Iris Badía forman
un grupo de investigación en el que están representadas las 2 perspectivas, académica y profesional, desde
las que deberían estudiarse siempre los temas relacionados con la intervención logopédica. Y esta colaboración
es bienvenida más si cabe teniendo en cuenta la escasa
implicación de los logopedas en estas tareas de investigación. Su trabajo trata de comprobar si es posible establecer
alguna de las habilidades englobadas bajo la expresión
«teoría de la mente» en niños con trastorno específico
del lenguaje que no superan la tarea de la falsa creencia; concretamente, tratan de saber si la denominación
de objetos que parecen una cosa, pero son otra (objetos
con doble perspectiva), los niños con TEL superan después
otras tareas relacionadas con la teoría de la mente. La
estrategia es sencilla: hacer explícito lo implícito. Los resultados ponen de manifiesto que la intervención por medio
del lenguaje puede ser apropiada para estimular el desarrollo de estas habilidades cognitivas que subyacen a una
comunicación eficaz y elaborada. Y quizá se podrán implementar en trastornos más graves, como los del espectro
autista, para establecer las mínimas bases de la actividad
mentalista.
0214-4603/$ – see front matter © 2012 AELFA. Publicado por Elsevier España, S.L. Todos los derechos reservados.
http://dx.doi.org/10.1016/j.rlfa.2012.07.001
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Natalia Melle trata un tema de la máxima importancia.
Tomando como base el tratamiento de las disartrias, plantea la obligación que tenemos los logopedas de lograr que
nuestros tratamientos sean eficaces y eficientes, que estén
sujetos a los principios de la práctica basada en la evidencia. Para ello, esta autora describe los niveles de evidencia
que se tienen en cuenta para la evaluación de los tratamientos, y finalmente identifica las alteraciones disártricas que
son buenas y malas candidatas a distintos tipos de intervención (quirúrgica, protésica y conductual), en función de las
condiciones del trastorno. En el repaso que se hace en este
trabajo de distintos metanálisis sobre el ajuste a estos principios de la práctica basada en la evidencia, el panorama es
bastante desolador, lo mismo que la propia práctica de los
logopedas. Y ello es lo que hace que, en estos tiempos en los
que nos movemos fácilmente por la red sin fronteras, un porcentaje demasiados alto de logopedas recurra a estrategias,
métodos y productos sin ningún respaldo científico, pero que
tienen un buen soporte mercantil y publicitario: diversas
técnicas de estimulación y reeducación auditiva o psicoaudiofonología, como pomposamente se hace llamar alguna,
integración sensorial, etc.; otras estrategias son parte del
bagaje tradicional e irreflexivo procedente de instituciones
académicas o del contacto con otros compañeros, como las
praxias orolinguofaciales no propias del habla, y que ofrecen
pautas claras de cómo hacer las cosas, lo que da al logopeda
la sensación de saber qué hacer, aunque no haya más que un
efecto placebo en el mejor de los casos. (Ver críticas bien
fundamentadas a algunas de estas prácticas en McCauley y
Fey, 2006, y en Bowen, 2009) Este trabajo estimulará sin
duda la reflexión crítica sobre nuestras prácticas en el tratamiento del habla y, por extensión, en toda la práctica
logopédica.
Finalmente, en este número se incluyen 2 trabajos sobre
tratamiento de la voz. En uno de ellos (Wasim Elhendi, Sofía
Santos, Antonio Caravaca y Rafael Ruiz) se comprueba la
G. Aguado
eficacia del tratamiento vocal en las disfonías funcionales
hipercinéticas, y la adecuación del método de evaluación
GRBAS basado en la valoración de 5 variables (grado, aspereza, dificultad de la respiración, astenia y tensión). En este
trabajo se pone de manifiesto la utilidad de la metodología tradicional en este tipo de tratamiento con una buena
muestra de pacientes disfónicos.
En cambio, en el otro trabajo dedicado al tratamiento de
la voz (Marco Guzmán, Claudia Callejas, Christian Castro,
Pablo García-Campo, Daniela Lavanderos, Ma José Valladares, Daniel Muñoz y Cristina Carmona) se plantea la
posibilidad de cambiar el patrón vibratorio de los repliegues
vocales a partir de entorpecer la salida del aire por medio
de sonidos fricativos y del alargamiento del tracto vocal. Lo
que los autores logran con este tratamiento es un aumento
de energía de los armónicos y, en consecuencia, una voz más
brillante y más resonante con menor esfuerzo vocal.
Es indudable la valiosa aportación de estos artículos al
aumento del conocimiento de los logopedas acerca de la
evaluación y la intervención del lenguaje, el habla y la voz.
Y, por supuesto, se agradece a los autores la ocasión que nos
ofrecen de conocer su trabajo, y, en especial, el estímulo
que suponen estos artículos para la reflexión y las preguntas
sobre nuestra propia acción logopédica.
Bibliografía
Bowen, C. (2009). Children’s speech sound disorders. Chichester
(UK): John Wiley & Sons Ltd.
McCauley, R. J., & Fey, M. E. (2006). Treatment of language disorders in children. Baltimore: Paul H. Brookes Pub.
Gerardo Aguado
Universidad de Navarra, Centro Huarte de San Juan,
Pamplona, España
Correo electrónico: gaguado@unav.es
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