03A-Suspension

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RESUMEN: LA PENA DE LA SUSPENSIÓN DE LOS CLÉRIGOS
(LIMA 21 agosto 2014)
1. LA NOCIÓN DE SUSPENSIÓN
El c. 1312 § 1 establece el principio que las penas medicinales o censuras son la
excomunión, el entredicho y la suspensión (cc. 1331-1333). Solo estas tres penas canónicas
tienen naturaleza de censuras, sin posibilidad de añadirse otras penas con esta misma
condición, a diferencia de lo que ocurre en el derecho vigente (cf c. 1312 § 2) con las penas
expiatorias, pues la ley podría establecer otras penas aparte de las enumeradas en el c. 1336.
El CIC de 1917 estableció que la excomunión era siempre censura; el entredicho y la
suspensión podía ser o censura o pena vindicativa (cf. c. 2255, § 2 CIC de 1917). En el CIC
de 1917, la suspensión podía afectar una persona moral, como todos los clérigos miembros de
un determinado monasterio o otra persona moral, y el entredicho podía afectar a una
comunidad en cuanto persona moral (cf c. 2255, § 2 CIC de 1917) o a un determinado lugar,
donde se prohibía dar o recibir algunos bienes sagrados (cf c. 2268 § 2).
Según el c. 1333 § 1 CIC la suspensión es siempre una pena medicinal o censura (cf c.
1312 § 1, n. 1 CIC de 1983) y busca fundamentalmente la enmienda del delincuente, mediante
la ruptura de su actitud contumaz. Mediante la suspensión se prohíbe a un clérigo ejercer
todos o algunos de los actos conexos con el orden recibido, con la potestad de gobierno de
que goza o con el oficio que desempeña. En el CIC/1983 la suspensión es solamente una pena
medicinal o una censura, por lo tanto, solo puede ser válidamente impuesta tras la
amonestación canónica, tal y como establece el c. 1347 § 1.
Solo la excomunión implica la pérdida de la comunión eclesial, mientras que no la
producen ni la suspensión ni el entredicho. Los efectos de la suspensión, a diferencia de la
excomunión, son separables. En cierto modo se puede decir que es una especie de
«excomunión menor», al igual que el entredicho, pues sus efectos son implicados también en
la excomunión que afecta cualquier fiel, mientras que la suspensión atiende específicamente a
la condición clerical del reo. Los efectos de esta pena no son, pues, consecuencia de la pérdida
de la comunión —como en el caso de la excomunión— sino que se dan directamente.
La suspensión es una pena canónica que se puede aplicar solo como consecuencia de
un delito canónico, imputable al clérigo por dolo. Solo en el caso del delito establecido por el
can. 1389, § 2 es posible aplicarla al reo por culpa: "Quien por negligencia culpable, realiza u
omite ilegítimamente, y con daño ajeno, un acto de potestad eclesiástica, del ministerio u otra
función, debe ser castigado con una pena justa".
La suspensión puede ser declarada o impuesta solamente después de haber realizado
un procedimiento penal administrativo o judicial.
Hay que distinguir la suspensión de otras figuras que pueden tener elementos comunes
con la suspensión, como, por ejemplo, las irregularidades (c. 1044 CIC) o las sanciones
disciplinares de limitación del ejercicio del ministerio. De hecho, las irregularidades, aunque
se contraen como secuela de un delito (por ejemplo, c. 1044 § 1, 2°), no son penas sino
consecuencias jurídicas relacionadas con la dignidad del ministro en relación con las
funciones sagradas unidas a la potestad de orden recibida con el sacramento, y no se refieren
al ejercicio de potestad de gobierno o ligada al oficio.
2. LA FINALIDAD DE LA SUSPENSIÓN
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La suspensión como pena medicinal tiene el fin del arrepentimiento verdadero del reo,
su conversión, aunque la enmienda, en su sentido profundo, contiene elementos que
desbordan las pretensiones del derecho. Por eso no se refiere a la enmienda puramente
interna, sino con unas manifestaciones externo-jurídicas que la prueben en el fuero externo.
La enmienda del reo está en conformidad con el fin sobrenatural de la Iglesia (cf c.
1312 § 2) y es la mayor garantía del mantenimiento y conservación de la disciplina
eclesiástica. El arrepentimiento es auténtico si implica el firme propósito de reparar el
escándalo y restablecer la justicia.
3. LOS TIPOS DE SUSPENSIÓN
Respecto a sus efectos se pueden distinguir cuatro tipos de suspensión:
1. La suspensión de orden, llamada según una antigua terminología suspensión a
divinis, puede ser total o parcial según que impida el ejercicio de todos o algunos de los actos
de la potestad de orden. Esta suspensión no afecta a los actos de la potestad de régimen,
aunque requieran el orden sagrado para el nombramiento a un determinado oficio. La
suspensión de los actos de potestad de orden, que actualmente ya no está en vigor, puede
incluir todos o algunos de los actos que el clérigo puede realizar válidamente en virtud de la
ordenación incluso aquellas facultades recibidas o en razón de un privilegio o una concesión
(por ejemplo, la facultad concedida a un presbítero para administrar la confirmación,
conforme a los cc. 883-884). Si la suspensión es latae sententiae no declarada es lícito
celebrar sacramentos, sacramentales o realizar actos de régimen cuando un fiel los pida por
cualquier causa justa.
2. Suspensión total o parcial de la potestad de régimen, aneja a un oficio o delegada,
en el fuero externo y en el fuero interno, según que prohíba todos o algunos de los actos de su
ejercicio. Se trata de los actos de la potestad ejecutiva. Los actos proibidos son los
delimitados por los cc. 129-144. Solo a los Obispos diocesanos y a los jueces prohibe el
ejercicio de la potestad y judicial (cfr c. 135). A los Obispos diocesanos prohíbe además el
ejercicio de la potestad legislativa. Una suspensión general también puede ser impuesta o
declarada tanto por sentencia como por decreto, dados como conclusión de un procedimiento
penal judicial o administrativo. Estos efectos pueden indicarse tanto en la ley como en el
precepto que constituyen la suspensión, o bien en la sentencia o en el decreto que la imponen,
situación frecuente si tenemos en cuenta que la mayoría de los delitos contemplados en el CIC
están castigados con una pena indeterminada (justa poena puniatur).
3. La suspensión de oficio puede ser total o parcial, según que impida el ejercicio de
todos o algunos de los derechos o funciones inherentes a un oficio eclesiástico (cfr c. 145).
Están suspendidas las obligaciones y derechos propios determinadas por el mismo derecho
por el que el oficio fue constituido o por el decreto de la autoridad competente que lo
constituyó o lo otorgó. No se refiere a los demás encargos fuera de los oficios eclesiásticos
desde el momento en que el derecho penal está sujeto a interpretación estricta (cf. c. 18). No
afecta al derecho de habitación que pueda tener en razón de su oficio (c. 1333 § 3, 2°). Esta
disposición no es simplemente humanitaria, sino entra en la lógica de las penas medicinales
que, impuestas durante un período de tiempo indeterminado, tienen carácter temporal en
espera de que el reo, habiéndose arrepentido, pueda recuperar el ejercicio pleno de los
derechos y deberes.
Si la suspensión prohibiese recibir los frutos, el sueldo o las pensiones u otra
remuneración —obviamente que estén bajo la potestad de quien estableció la pena— el c.
1334, § 4 obliga a restituir lo que se hubiese percibido ilegítimamente, aun de buena fe. Sin
embargo, queda salvo el derecho del clérigo a la sustentación: "Al imponer penas a un clérigo,
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se ha de cuidar siempre de que no carezca de lo necesario para su honesta sustentación, a no
ser que se trate de la expulsión del estado clerical" (can. 1350 § 1).
4. La suspensión total comprende la suspensión de orden, potestad de régimen y de
todas las facultades anejos a los oficios eclesiásticos. Esta pena es muy grave porque abarca
todos los efectos anteriores. A norma del c. 1334 § 2 no puede ser establecida una suspensión
latae sententiae total por precepto, es decir, sin añadirle ninguna determinación ni limitación.
Con las demás censuras hay que distinguir a la hora de estudiar los efectos de la pena
de suspensión, si se trata de suspensiones latae sententiae no declaradas, o ferendae
sententiae o latae sententiae declaradas.
El alcance de la suspensión en el caso concreto es determinado por:
a) la ley universal o particular en los supuestos de penas latae y ferendae sententiae;
b) el precepto en el supuesto de penas ferendae sententiae;
c) la sentencia o el decreto, en los supuestos de penas ferendae sententiae.
En las penas latae sententiae no declaradas los actos contrarios a las prohibiciones no
nunca inválidos. En las penas ferendae sententiae y latae sententiae declaradas, la ley o el
precepto creador de la sanción peden establecer, para los actos de régimen, su invalidez (cfr c.
1333 § 2).
4. LA CONTUMACIA
Como pena medicinal la suspensión tiende de modo inmediato y directo a la enmienda
del reo y no puede ser impuesta sino a quien es contumaz. No se imponga la suspensión hasta
que no haya sido comprobado que el reo ha cometido un delito y persiste en su obstinación y
rebeldía. Se trata de una pertinacia u obstinación en el ánimo del delincuente que rechaza el
sometimiento a la ley y no está dispuesto a obedecer. La contumacia desaparece por el
arrepentimiento.
El instrumento para la comprobación de la contumacia es la amonestación canónica a
norma del can. 1347, § 1, necesaria para la validez de una eventual imposición de la pena. La
amonestación consiste en la intimación hecha al reo por el juez o por el Superior, y reproche
al delincuente por el delito cometido, con la advertencia de que incurrirá en la censura a
menos que se corrija.
La disciplina actual indica que para la validez se requiere una amonestación; lo cual no
excluye que se pueda proceder a más amonestaciones; por lo demás impone necesariamente
que se conceda al delincuente un tiempo razonable para corregirse, mientras que en la
disciplina precedente se dejaba esta cuestión al juicio del juez o del Superior.
En el antiguo c. 2242 la amonestación era también necesaria para la declaración de la
pena latae sententiae. Exigía la contumacia incluso para poder castigar con censuras latae
sententiae. El Código vigente establece la constatación de la contumacia solamente en el caso
de las censuras ferendae sententiae, es decir que, previamente a la imposición, el reo sea
amonestado, al menos una vez, dándole un tiempo razonable para la enmienda (cf. c. 1347 §
1). La amonestación previa es un requisito de validez para la imposición de las penas latae
sententiae. Todavía hay discusiones entre los autores. Sin embargo, es encomendable
amonestar al clérigo también antes de la declaración de la suspensión latae sententiae.
El delincuente está verdaderamente arrepentido del delito cometido, especialmente en
su dimensión interior, no puede ser castigado con la suspensión. Sin embargo, el
arrepentimiento no puede consistir en un simple acto interno de voluntad sino que lleva
consigo también el compromiso por restablecer el orden lesionado: la sinceridad del
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arrepentimiento se verifica precisamente en ese compromiso. En principio se requiere
reparación efectiva para que se pueda hablar de cesación de la contumacia. A veces sin
embargo es suficiente una promesa seria de hacerlo. El juicio sobre la cesación de la
contumacia corresponde al Ordinario que es competente para imponer la misma pena.
5. LA DURACIÓN DE LA SUSPENSIÓN
En la legislación vigente no existe la censura como pena expiatoria. Por eso nunca
cesa por sí misma, por cumplimiento, sino por absolución. Su duración es siempre
indeterminada ya que la principal finalidad de las censuras es la cesación de la contumacia y
la enmienda del reo (c. 1347 § 2), en cuyo caso la remisión no puede ser negada (c. 1358 § 1).
La censura se impone buscando el arrepentimiento del reo. Por esta razón, el nacimiento, la
vida y la extinción de una censura dependen siempre de la enmienda del reo.
El reo tiene derecho a la absolución (cf c. 1358 § 1) cuando el reo se haya arrepentido
verdaderamente del delito y haya reparado convenientemente los daños producidos y el
escándalo, o, por lo menos, haya prometido seriamente hacerlo (cf c. 1347 § 2). Por esta
razón, una censura no puede ser impuesta por un tiempo determinado, a discreción del
superior o a perpetuidad. El término depende siempre de la actitud del delincuente.
El can. 1357 no otorga al confesor la potestad para la remisión de la suspensión en
caso urgente por (cf. Can. 1357). También hay que recordar que los clérigos, que contrajeron
la suspensión y la irregularidad (cf. can. 1044, § 1), no tienen prohibido recibir los
sacramentos y pueden ser absueltos de sus pecados, sin embargo, tienen la obligación de
acudir cuanto antes al Ordinario competente para que le remita la censura y lo dispense de la
irregularidad.
La bibliografia utilizada sarà distribuida separadamente.
EJEMPLO:
Carta dell’Obispo con membrete,
Prot. N. …
ESQUEMA:
DECRETO DE SUSPENSIÓN
VISTO
que el Proceso Informativo ordenado por mi mismo (de documentos, testigos, exámenes
médicos, condenas por el tribunal civil, etc.) – partiendo de denuncias que se sumaron a
diversos antecedentes del Pbro…. Resulta que violó el can. …, cometió el delito contemplado
en el can…
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CONSIDERANDO
Que se han recibido denuncias por parte de fieles de la Parroquia… en contra al Pbro., de que
violó (cometió etc.)
que el testimonio de… nos merece credibilidad… y que resulte de documentos…
Que al Pbro….. se le han ofrecido garantías para su legítima defensa
Que se ha observado que la corrección fraterna, la concesión de las más amplias garantías de
libertad para declarar y defenderse, la exhortación fraterna a la corrección y sucesivas
intervenciones episcopales ha sido en vano;
Que a pesar de la admonición canónica notificada con fecha de … no resulte ni conversión ni
emenda miento
Que conste de la contumacia del Pbro….
Que urge reparar el escándalo en el Pueblo de Dios;
Que por justa causa (cual?) se aplique la pena por vía extrajudicial (cfr. Can. 1342, § 1)
A tenor del canon 1333, § 1, n. 1 y del can. 1720: teniendo certeza de que la acción criminal
del canon…. No se ha extinguido según los tres (cinco) años establecidos en el canon 1362,
….;
POR LAS PRESENTES LETRAS DECRETO
1. Aplíquese al Pbro… la suspensión de todos los actos de la potestad de orden hasta que
haya cesado en su contumacia el reo que se haya arrepentido verdaderamente del
delito, y además haya reparado conveniente los daños y el escándalo o, al menos, haya
prometido seriamente hacerlo (cf. can. 1358, § 1).
2. (eventualmente penas expiatorias, p.e. prohibición de residir en el territorio de una
parroquia, ciudad etc.)
3. Este Decreto dejará de tener fuerza por la legítima revocación hecha por la autoridad
competente (cfr. can. 1355, § 1).
Comuníquese este Decreto al Pbro…., a los Ordinarios del lugar de la región de…. y al
párroco de su domicilio…
El Pbro. … está incardinado en esta diócesis por lo cual la suspensión tiene plena
efectividad en todo el mundo.
Contra este decreto cabe recurso según los cann. 1734-1739.
Dadas en la sede Obispal el día de … 2014.
Firma Obispo
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Firma Canciller
Lima 20 de agosto 2014
Fray Nikolaus Schöch, OFM
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