+Contenido: PORTADA LAS CATEDRALES DEL MUNDO. (San Salvador de Zaragoza II). MARAVILLAS DE AMÉRICA DEL SUR. (Brasil-La Chapada Diamantina). EL TEMPLO DE JERUSALÉN EN TIEMPOS DE JESÚS. El RINCON DE JOAQUÍN SALLERAS. ÁTILA REY Y GUERRERO. LAS RELIQUIAS (La Corona de Hierro). DA VINCI, GENIO Y ALGO MÁS. LOS PAPAS DE LA HISTORIA. (San Ceferino). HAERBOLARIUM. (La Canela). LEYENDAS Y TRADICIONES POPULARES. (El Monte de las Ánimas). CONTRAPORTADA. +Editorial: Federico Leiva i Paredes. Editor y Director. +Colaboradores: Joaquín Salleras Clarió (Historiador de Fraga). Albert Coll Vilá. Josep Ricard Vento Belda. Juan A. Portales. Frey Jesús. David Maximiliam C. Nicoll. Fredy H. Wompner +Publicación de artículos: Email: revista@ocet.org.es +Contactos: www.ocet.org.es preceptor@ocet.org.es http://templariosdecristo.bl ogspot.com/ Non Nobis Domine Non Nobis EDITA: OCET (Orden Católica Española del Temple) La OCET no se responsabiliza de las opiniones o doctrinas de los autores, ni de la posible violación de autoría y originalidad de los trabajos, colaboraciones o artículos enviados a esta redacción. Los autores serán los únicos responsables de todas las cargas pecuniarias que pudieran derivarse frente a terceros de acciones, reclamaciones o conflictos derivados del incumplimiento de estas obligaciones previstas por la Ley. Reservados todos los derechos de edición, publicación y difusión. Sed Nomine Tuo Da Gloriam Catedral de San Salvador – Zaragoza (II) (Viene del número anterior) EL EXTERIOR - ÁBSIDES La zona inferior de los ábsides es la única conservada de la catedral románica del siglo XII y remiten a la Catedral de Jaca. De la ornamentación interior queda todavía una arquería distribuida en tres sectores por cuatro columnas adosadas. Esta solución decorativa interna, como si se tratase del frontal de un altar, es habitual en el románico aragonés, aunque bastante inusual en el europeo. Su programa iconográfico trata de la caída de Adán y Eva en pecado y la redención de Cristo mediante su muerte y resurrección. Las esculturas ocupan capiteles, arquivoltas y los espacios entre las columnas, con figuras de bulto más redondo en sus frentes de mayor tamaño y dos frisos: uno a la altura de los capiteles, dando continuidad al la banda escultórica y otro como cornisa donde se asientan las figuras mayores. Sin embargo, todos estos restos permanecen ocultos al espectador tras el retablo mayor. Desde el exterior se aprecia la planta poligonal con lados en los que se abren tres ventanas en los dos primeros cuerpos. El primero, de factura románica, está construido con sillería de piedra y se inspira en el modelo de la Catedral de Jaca, apreciable en las molduras de taqueado jaqués de las arquivoltas. El segundo, gótico y mudéjar y construido en ladrillo, data del siglo XIV y en sus lienzos se abren grandes ventanales apuntados (posteriormente cegados) de tracería de arquillos sostenidos en finas columnas que rematan en filigrana de rosetones, formando una celosía en el interior del arco. Sobre este segundo cuerpo aparece una cornisa de merlones adornados con cerámica vidriada (de color azul, verde y blanca) y rematados con pirámides. En el interior se divide en tres paños separados por semicolumnas. Su cubierta original era de bóveda de cuarto de esfera; en el siglo XV se elaboró otra de bóvedas nervadas rematadas con claves decoradas en madera tallada. Destaca la profusa decoración escultórica del la cara interna del ábside —en contraste con la austeridad externa— tanto en capiteles como en arquivoltas e intercolumnios. Su programa iconográfico consta de temas del Génesis y de la infancia de Cristo. Los relieves fueron esculpidos entre 1175 y 1189 siguiendo modelos provenzales, debido al parecer a la influencia que ejerció el marquesado cuyo título ostentaba Alfonso II de Aragón, impulsor de esta obra. El acceso se efectúa a través de tres puertas: la de la portada occidental en la fachada neoclásica, la de san Bartolomé y la de la calle Pabostría. Existe otro pequeño acceso al fondo de la Sala Capitular y antes de la Sacristía que da a la plaza de San Bruno. Esta puerta, sencilla y flanqueada por columnas jónicas con guirnaldas y un frontón triangular, fue finalizada en 1806 por José Yarza y Lafuente. La puerta principal, situada en el muro oeste y utilizada para el culto, es la de la fachada neoclásica que da a la plaza de la Seo, donde estuvo también el acceso de la mezquita. Fue encargada por el arzobispo Añoa a Julián Yarza, un discípulo de Ventura Rodríguez. Presentó su proyecto en 1763, basándose en la proyectada para la puerta de san Bartolomé por Ventura Rodríguez, que no se llegó a iniciar. Las obras se prolongaron hasta 1767 y fue construida en piedra, ladrillo y yeso. El revoque de pintura blanca actual la ha despojado de los contrastes materiales de la original. A la derecha y en el mismo lado una entrada más pequeña da acceso directo a la Parroquieta. Al este se encuentra la puerta de San Bartolomé, por la que acceden los visitantes, restringido a las horas en las que no se celebra el culto. No fue embellecida, pese a que existió el proyecto para ello encargado a Ventura Rodríguez antes mencionado. La tercera, entrada de la iglesia cristiana medieval y situada a los pies del templo en el lado sur, es la puerta de la Pabostría, que aboca a la estrecha calle homónima. Su construcción se debe a la iniciativa de Hernando de Aragón tras la última reforma del recinto y data de 1558. Desde el siglo XVIII permaneció oculta tras una cancela barroca de madera de 1783, pero la restauración finalizada en 1998 la devolvió a su estado original, trasladando la sobrepuerta barroca a modo de cortavientos a la puerta de san Bartolomé. Cerca de la puerta de San Bartolomé, puerta del lado oriente de la catedral, se encuentra un arco ojival sobre el que se construyó la casa llamada «del Deán». En 1293 se autorizó la construcción de un corredor sobre la calle con el fin de comunicar la casa del prior (que estaba adosada a la iglesia) con la nueva casa del deán situada al otro lado de la calle. De 1587 data una reforma que proporcionó a la galería un mirador con tres airosos ventanales de tradición plateresca y mudéjar que dan a la plaza de San Bruno. El fino trabajo de yesería recuerda el de las puertas y ventanales del palacio de los Reyes Católicos de la Aljafería, de fines del siglo XV. La torre-campanario fue proyectada en estilo barroco romano en 1683 por el arquitecto Giovanni Battista Contini para sustituir a la antigua torre mudéjar. Al frente de las obras, que finalizaron en 1704, estuvieron los maestros de obras zaragozanos Pedro Cuyeo, Gaspar Serrano y Jaime Busiñac. El campanario es una esbelta torre de 90 metros de altura, y en ella refuerza el juego borrominesco de líneas onduladas que se incrementa desde un sólido paramento inferior cuadrado hasta gráciles remates curvilíneos y sinuosos. Consta de cuatro cuerpos: el inferior, a modo de basamento, construido en piedra y el resto de ladrillo. Para los detalles ornamentales (cornisas, balaustrada, esculturas) se utilizó la piedra caliza. La anchura de los cuerpos disminuye en altura, y su descripción es la que sigue: La base, de escasa altura, es de sillería con una puerta de arco de medio punto. El cuerpo inferior, de planta cuadrada, llega a la altura del techo de las naves. Está resaltado con placas rectangulares y una cartela rematada en frontón partido por un óculo. El segundo cuerpo, ya en ladrillo, es de sección cuadrada con aristas redondeadas que conforman seudopilastras toscanas de capitel en goleta. En 1787 se incorpora un reloj en su frente rodeado por dos figuras del escultor Joaquín Arali que representan el Tiempo y la Vigilancia. El tercer cuerpo es de planta octogonal, con estrechos vanos de medio punto para las campanas y semicolumnas corintias adosadas. En los ángulos aparecen esculturas de las Virtudes Cardinales, que fueron añadidas un siglo después, en 1786, por Joaquín Arali. El cuarto y último cuerpo, con flameros en la base conjugados con las ventanas del paramento y una cornisa de entrantes cóncavos. Remata con un airoso capitel bulboso de entrante a su mitad coronado por una fina aguja. Contini nunca vio la obra terminada, ya que nunca estuvo en Zaragoza. En 1498 el arzobispo Alonso de Aragón inició un proyecto para añadir dos naves a las tres ya existentes de la Seo. Sin embargo, el decadente estado del cimborrio requirió su destrucción. Una comisión de expertos en la materia, a cuya cabeza estaba Enrique Egas, sugirió al cabildo su inmediato derrumbe. Entre 1505 y 1520 se levantó el actual cimborrio. En él se conjugan los estilos del mudéjar y el gótico junto al ornato renacentista. Tomaron parte los mejores arquitectos de la época en su construcción. El cimborrio tiene dos plantas, una rectangular y otra con forma de octógono. Las paredes tienen una estructura y decorado renacentista, y las hornacinas poseen estatuas de santos aragoneses. Las nervaduras del cimborrio parten de cada ángulo de la planta octagonal y forman una estrella de ocho picos. Sobre el hueco que ella deja se levanta una magnífica linterna. Se trata, en fin, de un elemento de estilo mudéjar, pues el sistema de arcos entrecruzados en bóveda estrellada tiene su paralelo en otros cimborrios y bóvedas de nervios hispánicas que remiten, en última instancia, al de la Mezquita de Córdoba. EL INTERIOR Dedicado al Salvador, como correspondía a la advocación de la Seo zaragozana, fue tallado en alabastro y policromado desde 1434 a 1480 por varios artistas, entre los que destacan Pere Johan, Francisco Gomar y Hans de Suabia (o Hans Piet d'Anso). Se puede considerar una de las obras cumbre de la escultura gótica europea y la joya mayor de esta catedral. Mide 16 metros de altura por 10 metros de ancho. Promovido por el arzobispo Dalmau de Mur, su construcción atrajo escultores de reconocida fama, como Pere Johan que trabajaba en aquel momento en Tarragona. Él se encargó de esculpir en alabastro de Gelsa el sotabanco entre1434 y 1440, que fue policromado. Sobre este basamento se cree que el mismo autor hizo un cuerpo tallado en madera que se cerraba con puertas. En el zócalo alternan el escudo del arzobispo Dalmau con el del cabildo catedralicio. El banco muestra cuatro casetones con escenas de vidas de santos aragoneses separadas por decoración vegetal donde se colocan, en celebraciones importantes, los bustos-relicario de san Valero, san Vicente mártir y San Lorenzo donados por Benedicto XIII. El cuerpo principal, elaborado entre 1441 y 1445 consta de tres calles con grandes escenas alojadas en decoración escultórica gótico-flamígera. La traza original fue modificada en 1473 por el imaginero alemán Hans de Suabia que esculpió las actuales tallas de alabastro. El cuerpo central representa la Adoración de los Reyes y las laterales la Transfiguración de Cristo y la Ascensión de Cristo. Hans de Suabia tardó seis años en esculpir todas las historias y cobró 150 florines de oro a la terminación de cada una de ellas. En 1473 firmó nuevo contrato para trabajar la parte superior ocupada en más de la mitad por grandes doseletes góticos. Murió este escultor sin dejar hecho el tabernáculo que tuvo que terminar su discípulo el escultor de Daroca Gil Morlanes el Viejo, que talló y doró las figuras del guardapolvo y realizó una pequeña cámara tras el retablo donde se custodia el sagrario. MURO DE LA PARROQUIETA. Lope Fernández de Luna es quien inicia la construcción de su propia capilla funeraria en estilo mudéjar en 1360 bajo la advocación de San Miguel Arcángel, más conocida vulgarmente como «La Parroquieta». Se trata de un espacio rectangular y estrecho que ocupó el lugar del lado del evangelio de la cabecera de La Seo y se edificó sobre el ábside más occidental y una anterior capilla colateral que se abría al transepto. La nueva estancia se conformó así como una pequeña iglesia destinada a albergar la tumba de Lope de Luna. La construcción corrió a cargo del maestro de obras Miguel del Cellero, y en ella trabajaron artífices mudéjares de Aragón y Sevilla, como los «azulejeros» Garci Sánchez y un tal «Lop». Su trabajo con la cerámica vidriada y el ladrillo en retículas geometrizantes produjeron una de las obras maestras del mudéjar aragonés, el muro exterior de la Parroquieta, uno de los ejemplos más señeros de este estilo. En el interior, iluminado escasamente por estrechas ventanas apuntadas, la cabecera se cubre con una techumbre de artesa octogonal también mudéjar realizada en madera dorada con lacerías y mocárabes. En el lado izquierdo un arcosolio enmarca el sepulcro de don Lope de Luna, labrado en alabastro gerundense por Pere Moragues. La urna está cubierta con la estatua yacente del arzobispo. Los lados del sarcófago están esculpidos también, con un séquito de personajes presididos por el papa Clemente VI y el rey de Aragón Pedro IV. En el frente del nicho del arcosolio y los costados se desarrolla la ceremonia fúnebre del enterramiento con estatuas plorantes originalmente doradas y policromadas con fondo de pasta vítrea azul, a la manera de las tumbas reales del mausoleo de Santa María de Poblet. Toda la Parroquieta fue restaurada en 1936 por Francisco Íñiguez Almech, quien la devolvió a su estado original anterior al que le dieron reformas dieciochescas. CAPILLA DE LA VIRGEN BLANCA. Situadas en el espacio delimitado por los ábsides laterales, solo el situado del lado de la epístola se conserva en su integridad, y aloja la bella imagen gótica de la Virgen Blanca. El del lado del evangelio fue derruido en parte para construir la sacristía y aparece como un portal no demasiado profundo. En el ábside izquierdo se sitúa la capilla de la Virgen Blanca. Tiene una portada plateresca de Francisco de Casas y Juan de Monferriz de 1574 y se cubre con bóveda de terceletes decorada con pinturas y claves en madera estofada. En el interior se encuentra un retablo barroco de 1647 tallado en madera con pinturas del zaragozano Jusepe Martínez y que presenta escenas de la vida de la Virgen. Preside la capilla una Virgen con niño de alabastro del siglo XV realizada por el escultor Fortaner de Usesques, natural de Morlaas, capital del vizcondado de Bearne. En el suelo se encuentran diversas lápidas de arzobispos de Zaragoza de los siglos XVI al XVII. CAPILLA DE SAN PEDRO Y SAN PABLO Situada en el acceso al desaparecido ábside románico, la capilla de San Pedro y San Pablo está documentada ya en 1403. Se ingresa a través de una portada plateresca de yesería en forma de arco triunfal de medio punto. El remate del trasdós muestra la escena de la Asunción de María. En el interior, (reducido en el siglo XVIII para construir la sacristía) se encuentra un retablo de madera dorada y policromada con escenas en relieve de las vidas de San Pedro y San Pablo de la segunda mitad del siglo XVIII atribuido al escultor navarro Domingo Tris Saz. La capilla de San Pedro Arbués es una de las más interesantes del templo. La portada fue realizada en estilo gótico isabelino, pero se añadieron motivos barrocos en el siglo XVIII. La bóveda de la capilla es de crucería, a la que se ha añadido una linterna en el centro con el fin de mejorar la iluminación. Los muros están recubiertos en su parte inferior por cerámica barroca y la parte superior está ocupada por grandes pinturas realizadas por Francisco Jiménez Maza en 1655. Los lienzos muestran escenas de la vida y la muerte de Pedro Arbués. El centro de la capilla lo ocupa un baldaquino, también de mitad del siglo XVII, sostenido por cuatro columnas salomónicas de mármol negro y de cubierta decorada con las figuras de las Virtudes. Debajo del baldaquino se encuentra el sepulcro del santo atribuido a Juan de Salazar. Se trasladó aquí en 1664 desde el lugar en que había sido asesinado, con ocasión de la beatificación. La tumba, que fue mandada tallar por Isabel la Católica, está decorada ricamente con relieves de escenas de la vida del santo y estaba rematada con una escultura yacente de Pedro Arbués, tallada en alabastro. La escultura se trasladó al Museo Capitular para poder emplearla como mesa de altar. Detrás, una escultura del Santo, en gloria, sobre una nube, vestido con ropas de canónigo. La obra fue realizada por Juan Ramírez Mejandre en 1725. CAPILLA DE SAN AGUSTÍN La capilla de San Agustín fue creada entre los años 1720 y 1722. La portada realizada en yeso, similar a la de la capilla de San Vicente, de arco triunfal y ático de estilo churrigueresco, es una de las últimas que se realizaron. La capilla está cubierta con cúpula sobre pechinas, iluminada por una linterna. Tanto la cúpula como las partes libres de las paredes están ricamente decoradas. Cuelgan a los lados pinturas de 1722 de Miguel Jerónimo Lorieri y Francisco del Plano, que muestran escenas de la vida de la Virgen. El retablo es renacentista plateresco y fue construido en 1521 para la capilla de Santiago de la misma Catedral. Doña María de Alagón y Cariñena, viuda del camarero del arzobispo don Alonso de Aragón, se lo encargó a los escultores Gil Morlanes el Joven y Gabriel Yoly, pintándolo Martín de Aniano y Martín García. El basamento es de tablas pintadas y el banco presenta cinco hornacinas con escenas de la vida de la Virgen realizadas probablemente por Yoly: la Anunciación, la Adoración de los Reyes Magos, Pentecostés y la Dormición de la Virgen. En el centro, una gran escultura policromada de San Agustín, realizada en 1722 por el escultor José Sanz Alfaro, que sustituye a la antigua figura de San Agustín que había sido trasladada a la capilla de Santiago. A los lados esculturas de San Bartolomé de Yoly y San Ambrosio de Morlanes. En la parte superior, escenas del Bautismo de Cristo de Morlanes, de San Joaquín con la Virgen Niña de Yoly y, en el centro, un medallón con la Virgen con Niño. Rematando el retablo, la escena del Abrazo de la Puerta Dorada y el Padre Eterno. CAPILLA DE SANTO DOMINGUITO DE VAL La capilla de Santo Dominguito de Val, patrón de los infantes de la escolanía de la ciudad y de los monaguillos, se creó por la unión de las antiguas capillas del Espíritu Santo y del Corpus Christi en 1671. Supuestamente se conservan restos del santo. La portada fue realizada en yeso sobre pedestal de mármol, hacia 1700, en estilo churrigueresco. Se destacan los relieves de Santo Dominguito de Val y de la Eucaristía, que se completa con las imágenes de otros santos. El interior está cubierto por una cúpula elíptica con linterna, montada sobre pechinas, muy trabajada en yeso con dibujos entrelazados de inspiración morisca, en todo similar a la de la Capilla de San Valero. El retablo es churrigueresco de tres calles, de madera dorada del siglo XVII. Dominado por la figura de Santo Dominguito de Val crucificado, vestido con las ropas de los Niños del Coro de la catedral. A los lados, esculturas de San Francisco Javier y San Ignacio de Loyola, y rematando el retablo, un cuadro de la Virgen de Guadalupe. Los muros están cubiertos con pinturas que Camón Aznar atribuye a Bartolomé Vicente. Los lienzos cuentan el milagro que ocurrió en la catedral en 1427, cuando un moro intentó profanar la Sagrada Forma que una mujer había guardado durante la eucaristía, convirtiéndose la Forma en un hermoso niño. Por F.L.P. Brasil – La Chapada Diamantina La Chapada Diamantina (Meseta Diamantina) es una región de 38.000 km² de sierras situada en el centro del estado brasileño de Bahía, donde nacen casi todos los ríos de la cuenca del Paraguaçu, el río Jacuipe y el río de Contas. Estas corrientes de agua brotan en las cumbres y descienden por el relieve en hermosos arroyuelos, caen en burbujeantes cataratas y forman piscinas naturales transparentes. La vegetación es exuberante, compuesta de especies de catinga semiárida y de flora montaraz, destacando las bromelias, las orquídeas y la margarita común. Algunos atractivos naturales causan estupor y gozo, como la catarata de Fumaça y sus 380 metros de caída libre o el deslumbrante Pozo Encantado. Pero son tantas las atracciones que se puede optar entre visitar grutas, bañarse en una catarata, hacer excursionismo por las antiguas sendas de los buscadores de metales, montar a caballo o practicar deportes y aventuras. La Chapada alberga entre sus valles y cumbres a comunidades esotéricas y alternativas como en el Valle do Capão. Los dos puntos más altos de Bahía (Brasil) se encuentran en Chapada: el Pico do Barbado con 2.033 metros (el más alto del nordeste) y el Pico das Almas con 1.958 metros. Caminar respirando el aire puro y admirando el paisaje es la opción principal para los turistas de todas partes que visitan Chapada. Los lugares frondosos guardan siempre una sorpresa con aguas cristalinas o arenas coloridas, bellos montes, flores y hortalizas que maravillan por su belleza y lozanía. En Igatu la curiosidad se aguza en medio de las ruinas de la ciudad fantasma, construida con piedras que forman las paredes de las pequeñas grutas. El Parque Nacional fue creado en 1985 por decreto federal, abarcando un área de 152.000 hectáreas de la Serra do Sincorá y sus alrededores, incluyendo los municipios de Lençóis, Palmeiras, Andaraí y Mucugê. Se sitúa entre las coordinadas geográficas 41º35'-41º15' de longitud oeste y 12º25'13º20' de latitud sur. El turismo ecológico consciente le otorga a Chapada las mejores características de un lugar de ocio que preserva la naturaleza. Las rocas de Chapada Diamantina forman parte de la unidad geológica conocida como Supe grupo Espinhaço, que adoptó este nombre por encontrarse en la sierra do Espinhaço en el estado de Minas Gerais. Consiste en general en un altiplano extenso con una altitud media de entre 800 y 1.200 m por encima del nivel del mar. Las sierras que componen la Chapada Diamantina abarcan un área aproximada de 38.000 km² y constituyen la línea de división de las aguas entre la cuenca del río São Francisco (ríos S. Onofre, Paramirim) y los ríos que desaguan directamente en el océano Atlántico, como los ríos Contas y Paraguaçu. En esta cadena de sierras se encuentran los picos más altos de Bahía, siendo el pico do Barbado con 2.033m el punto culminante de todo el nordeste. La Chapada Diamantina no fue siempre una imponente cadena de sierras. Hace cerca de mil millones y setecientos millones de años se inició la formación de la cuenca sedimentaria del Espinhaço a partir de una serie de extensas depresiones que fueron rellenadas con materiales expulsados por los volcanes, arenas traídas por el viento y grava caída de sus laderas. Sobre estas depresiones se depositaron sedimentos en una zona en forma de cuenca, bajo influencia de los ríos, los vientos y los mares. Posteriormente, los ríos, los vientos y las lluvias desempeñaron el papel de agentes modificadores de aquellos sedimentos para entonces transformados en roca y doblados o fracturados, formando el paisaje actual. Las innúmeras capas de arenisca, conglomerado y calcáreas, hoy expuestas en la Chapada Diamantina, representan los depósitos sedimentarios primitivos; el paisaje actual es producto de las actividades de aquellos agentes a lo largo del periodo geológico. En las calles y calzadas de las ciudades de la Chapada Diamantina las losas de superficie ondulada revelan la acción de los vientos y de las aguas que pasaban sobre los antiguos arenales. PICOS DEL PARQUE NATURAL También aquí se encuentran los tres picos más altos del Estado de Bahía: El Pico de las Almas, con 1.958 m., el Pico Itobra de 1.970 m. y el Pico Barbados, siendo el más alto con 2.080 m. MORRO DEL PADRE IGNACIO Otro accidente geográfico muy famoso en la zona, es el Morro del Padre Ignacio, a 1.150 m. sobre el nivel del mar, y desde el que obtendremos una de las mejores vistas panorámica de la Chapada Diamantina. Este lugar debe su nombre a la leyenda de un esclavo llamado Pai Ignacio, que se tuvo que refugiar aquí, debido a los problemas que tenía con su amo por el amor que profesaba a la hija de éste. La subida hasta allí no es para nada dificultosa, y se accede a través de un sendero rodeado de la espléndida flora y fauna del lugar. POZO ENCANTADO Y GRUTA DE PRATINHA Uno de los grandes atractivos del parque natural, es el buceo en sus grutas subterráneas de aguas cristalinas, como por ejemplo, en la Gruta de Pratinha, a la que se desciende por una escalera natural, en Os Impossíveis, un cráter de difícil acceso con túneles de estalagmitas, o el más conocido Pozo Encantado, en el que durante los meses de marzo a diciembre, un rayo de sol entra por una abertura, iluminando el fondo a más de 60 m. de profundidad, y mostrándonos una gran variedad de tonos azules. VALE DO CAPAO Otro lugar que podemos visitar, es el Vale do Capao, un pequeño pueblo en el que se han creado varias aldeas ecológicas, en donde se pueden alojar todos los turistas motivados por el turismo ecológico, místico o esotérico, así como por un poco de tranquilidad. Cada domingo, los habitantes del pueblo se reúnen en su plaza para jugar a Capoeira, arte marcial en forma de danza, usada por los esclavos para buscar una defensa, sin ser descubiertos. La Chapada Diamantina es todo un descubrimiento para los que les gusta el ecoturismo, que podrán disfrutar de multitud de actividades como barranquismo, trekking, buceo, y muchas cosas más, en un entorno incomparable. Por J.M. Molina HISTORIA DEL TEMPLO El templo de Jerusalén es y ha sido el centro del culto más importante del pueblo de Israel; el Templo primitivo fue construido por Salomón y destruidos sin piedad por los soldados de Nabucodonosor en 588; pero fue reconstruido por Zorobabel, a la vuelta del cautiverio de Babilonia, en el mismo sitio del anterior, en lo alto del monte Moriá; aunque sin el esplendor y magnificencia del antiguo templo. Este segundo templo fue el que agrandó y embelleció Herodes el Grande. La parte más exterior del templo la formaban una serie de atrios y vestíbulos de gran capacidad; lo más interior del templo estaba formado por dos recintos llamados el Santo y lugar santísimo donde podía entrar el Sumo Sacerdote una vez al año. En el Santo se hallaba un pequeño altar de oro, sobre el que mañana y tarde se quemaban unos granos de incienso, y el candelabro de siete brazos y la Mesa para los panes de la Proposición, ambos también de oro. JESÚS Y LOS MERCADERES DEL TEMPLO Sn. Jn. II, 13-22. Se acercaba la Pascua de los judíos. Jesús subió a Jerusalén, y halló en el templo vendedores de bueyes, ovejas y palomas, y cambistas sentados. Hizo un azote de cuerdas, y los echó a todos del Templo con las ovejas y los bueyes, tiró las monedas de los cambistas y volcó las mesas. Y dijo a los vendedores de palomas: “Quitad esto de aquí: no hagáis de la casa de mi Padre un mercado”. discípulos se acordaron que está escrito: “El celo de tu casa me devora”. Sus Entonces los judíos le dijeron: “¿Que señal nos das para obrar así?” Jesús les respondió: “Destruid éste templo y en tres días lo levantaré”. Los judíos le replicaron: Se edificó el templo en cuarenta y seis años, ¿Y tú lo levantarás en tres días?” Más Él hablaba del Templo de su cuerpo. Por eso, cuando resucitó de entre los muertos, se acordaron sus discípulos que ya lo había dicho, y creyeron en la Escritura y en la palabra de Jesús. INTERPRETACIÓN DEL PASAJE BÍBLICO En el pasaje anterior Jesús actúa en defensa de la dignidad del Templo de Dios. Actúa como Mesías, como enviado de Dios, con toda autoridad. La Pascua era y es la gran fiesta de los judíos, que les recuerda la noche en que pasaron de la esclavitud a la libertad en Egipto. Todos visitaban el Templo y ofrecían sacrificios aún los judíos que vivían en el extranjero procuraban llegar al Templo de Jerusalén. No cabe duda que Jesús se molesto porque el templo se había convertido en un escandaloso lugar de negocios. Lo que pasaba era que cuando alguien iba a ofrecer un sacrificio Anás Y Caifás y otros sacerdotes exigían que los animales fueran sin mancha alguna, y tenían personal que inspeccionaba que así fuera y cuando los animales no habían sido comprados en el Templo encontraban pretexto para regresarlos y así podían vender sus animales a precios muy elevados. Eso sin contar con que el Templo es y debe ser un lugar de recogimiento y oración y se había convertido en un lugar ruidoso con los bramidos de los animales y los gritos de los cambistas quienes también se aprovechaban de los extranjeros comprándoles a muy bajo precio sus monedas para negociarlas después. Es claro que Jesús se enojó y mucho porque estaban desacralizando la casa de Dios. Cada sitio merece respeto con mayor razón lo que es sagrado. Es curioso observar cómo mientras azota las cuerdas para alejar a los arrieros, a los bueyes y a las ovejas y voltea las mesas de los cambistas, a los que tenían palomas en sus jaulas solamente les pide que las alejen de allí y no emplea violencia porque los pobres animales no podían moverse solos y los hubiera lastimado al voltear las jaulas. Jesús siempre ha sido compasivo y considerado en grado extremo. La actitud de Jesús no fue en vano nos enseña a respetar la Casa de su Padre. El celo de tu casa me devora. Los discípulos recordaron esa frase del Salmo 68 que habla del Mesías. ¿Qué señal nos das para obrar así? Habían venido muchos falsos Mesías que habían hecho que el pueblo concibiera esperanzas que resultaron falsas. Por eso piden una señal milagrosa que lo acredite como Hijo de Dios. EL NUEVO SIGNIFICADO DEL TEMPLO Jesús deja claro que el verdadero templo, el que realmente importa no es el templo de piedras sino el lugar donde reside el espíritu santo, el alma de todo ser humano. Por eso dijo: “Destruid este Templo y en tres días lo levantaré”. Jesús sabía que el templo de Jerusalén sería destruido en el año 70 por el general romano Tito pero en esta ocasión hablaba del templo de su cuerpo. Ningún otro templo ha sido destruido tan sistemáticamente como el templo más sagrado que ha existido, el cuerpo de Jesús en su Pasión. La Cúpula, la Cabeza fue destrozada por la corona de espinas y los bofetones. El Atrio, los pies desechos por los clavos igual que las Naves, sus manos. Las Paredes, su piel destrozada por los golpes y los latigazos. El Altar, su Corazón, atravesado por la lanza. Pero todo ese Templo, el más sagrado del mundo fue reedificado maravillosamente al tercer día, al resucitar Jesús. San Pablo también nos aclara que se debe honrar no solo la Casa de Dios cuando dice: ¿No saben acaso que ustedes son el Templo de Dios y que el Espíritu de Dios habita en ustedes? Quien destruye el Templo de Dios, será destruido por Dios, porque el Templo de Dios es Santo y ustedes son ese Templo. Por eso como conclusión debemos: Respeto y veneración al templo físico que es la casa de Dios, pero en primer lugar veneración al templo espiritual, por eso quien maltrata a una persona o la humilla, la calumnia o la desprecia, quien le quita la vida a un ser humano ya sea adulto o en el vientre de su madre, quien le roba la inocencia a un niño, el que viola o en alguna forma atenta contra otro ser humano comete un verdadero sacrilegio porque todos somos templos vivos del Espíritu Santo y recordemos que el única momento de violencia de Jesús que consigna el Evangelio fue cuando no se respetó ni se honró el templo y cada persona que se cruza en nuestro camino es un templo vivo. Bibliografía Biblia de Jerusalén. Editorial española Desclée de Brouwer. Bilbao, 1986 Introducción al nuevo testamento. Plan de formación teológica. Instituto Arzobispo Claret. Madrid, 1987 La vida en tiempos de Jesús de Nazaret. Peter Connolly. Anaya. Madrid, 1985 Por Fredy H. Wompner G. Resistencia del Temple en las Riberas del Cinca-Segre, 1310-1314 (III) No queremos sustraernos a dejar constancia de algunas noticias previas a reorganización del Cinca después de las expropiaciones de los bienes de los Templarios. Es cierto que en respuesta a la exhortación papal de 1308 de detención forzosa de los Templarios de la Corona de Aragón, fr. Joan LLotger, Inquisidor general de Aragón, Valencia y Cataluña, había remitido a la Curia de Roma a fr. Bernardo Boxadors, dominico, para que se informara de qué debía hacer la Inquisición con los Templarios. La voluntad del monarca aragonés estaba muy lejos de los planteamientos del rey de Francia, iniciador de dicha caza y captura. Por eso, Jaime II, desde Valencia, mandó reunir ante su presencia a todos los comendadores y sus súbditos para que respondieran de las acusaciones y cargos que eran acusados. La voluntad del monarca aragonés era la de favorecerles, para lo cual ofreció pactos ventajosos a los Templarios, que, como ya sabemos, se resistían a cumplir ordenes papales. En ese sentido, el monarca encomendó al obispo de Valencia, el fragatino fr. Raymundo Despont, (o Dez Ponte) que aprovechara su presencia en el concilio de Tarragona para ocuparse de su defensa. Este obispo debía su obediencia a Roma, y quizá por eso, se había precipitado en detener algunos Templarios. Aún así, comunicaba al rey de Aragón que se encargaría de su defensa. Los castillos mejor fortificados en 1308, que se negaban a entregarse eran los de Miravet, Gardeny, Ascó, Monzón, Cantavieja, Villel, Castellote, Chalamera, Belver y otros. Las aguas del Segre y del Cinca portaban bravura y rebeldía. Algunas personalidades relevantes de la vida social de la Corona de Aragón ya habían manifestado ponerse al lado de los Templarios, como era el caso de Armengol conde de Urgel, de Dalmau de Rocaberti o del obispo de Girona. Todos ellos se opusieron a cumplir la orden del papa, defendiendo toda captura o secuestro en sus dominios. En junio de 1308, los Templarios de la encomienda de Monzón, una de las que se hizo más fuerte su resistencia, rechazaban los pactos de rendición. En septiembre del mismo año, el rey demostraría su voluntad ofreciendo a los Templarios de Cantavieja y Villarluengo su buen trato y excelente alimentación, alternándoles durante la semana carne, huevos y pescado. Su rendición estuvo lejos de los procesos ocurridos en Francia. El monarca ofreció lo mismo a los Templarios de Miravet, pero prefirieron resistirse hasta el mes de diciembre de 1308. En abril de 1309, el monarca está decidido a finalizar con la cuestión de los Templarios del Cinca. Escribe desde Barcelona al noble Artal de Luna, protegiendo a los repobladores de Monzón que intervinieron en el asedio del castillo, restituyéndoles lo tomado por los oficiales. Entre los hombres que había que proteger se hallaban: Esteban de Castro, Bartolomé de Perelada, Domingo Cusculuello, Johan de Molina, Pascasio de la Genebrosa, Domingo de Biscarra, y Pedro de Castro. El citado Esteban de Castro había presentado un instrumento concedido por fr. Berenguer de Cardona, Maestre del Temple, concediéndole las bailías de Balcarral (Valcarca) y la de Ripol (Ripoll). Consiguió que se le respetasen como mandaba el monarca. El asedio de Monzón continuaba el 25 de abril de 1309, fecha en la que el monarca mandaba a Artal de Luna, viceprocurador en Aragón y a los hombres de Monzón continuar con su actuación militar inclusive con “aparatos”, o sea, catapultas. Las encomiendas y lugares del Temple ya sometidos, como los de Gardeny, Corbins, Torres de Segre, Vilanova, Agebut (Gebut) y sus términos, ponían en manos del administrador de las rentas de Templarios Bertrando del Vallo todos sus derechos ya usurpados. El primero de junio de 1309 el noble Artal de Luna comunicaba al rey la definitiva ocupación del castillo de Monzón (ACA, CR, caja 89, nº 233): “Al muy alto e poderoso señor don Jayme, por la gracia de Dios rey de Aragón, de Valencia, de Serdenya e comte de Barcelona, e de la Santa iglesia de Roma sennalero, almirant e capitan general. Yo, Artal de Luna, beso vuestras manos e comiéndome a la vuestra gracia como de sennor de qui atiendo muyto bien e muyta mercé qual cobdició servir, sobre todos los del mundo. Sepades, señor, que’l domingo primer dia del mes de junyo, puyo el pendón vuestro en el castiello de Monçón e tiengo el dito castiello poderosament. E esto vos fago saber, pues tal que’n seades cierto de los otros feytos, como e en que manera em venido, don Pedro de Soler, escribano vestro, qui ha seydo en todo e agora tornasen, a vos, vos lo contará largament. Scripta en el castiello de Monzón .II. dias andados el junyo. (Mª VILAR BONET, Els bens del Temple a la Corona d’Aragó, doc. 61) A mediados de junio intervino de nuevo el obispo de Valencia, fr. Raymundo dez Ponte, reclamando ante su presencia a todos los Templarios detenidos por las fuerzas reales en el Cinca. El dicho fr. Raymundo tenía órdenes de colectar todos los castillos y propiedades Templarías para adjudicarlas a la iglesia, oponiéndose a ello el rey Jaime II por considerar que los castillos de la Corona de Aragón eran de propiedad de los monarcas de Aragón a quienes correspondía el dominio directo de los mismos por haber cedido el dominio útil sus antepasados a los templarios en momentos de reconquista. Entre las capitulaciones que aceptaron los Templarios debemos resaltar algunas muy favorables – recogidas en su día por la profesora e historiadora Mª Luisa Ledesma Rubio- como eran: - “Que pudieran ir ante el papa cuatro cinco frailes a tratar sobre sus derechos. - A conservar sus joyas y bienes muebles. - Las armas y armaduras debían entregarlas al rey, quien prometía su devolución si el papa estaba de acuerdo. - Todos los Templarios dispondrán de mulas para cabalgar y cada comendador dos hombres para su servicio. - Se les prometía interceder ante el papa para que se les liberara de cárceles y tormento. - Se perdonaba a todos los seglares que habían permanecido en la defensa del castillo, recobrando sus pertenencias y derechos usurpados por los oficiales del rey. - Se les permitía su residencia en Gardeny, Barcelona, Chalamera, Ambel y otras localidades, si así lo solicitaban y existieran centros conventuales”. (Templarios y hospitalarios en el Reino de Aragón, Guara, Zaragoza, 1982, pp. 227-228.) Los pactos redactados por el citado noble Artal de Luna contemplaban también la rendición de Chalamera-Belver, como consta en el documento original: “Item, atorga lo dit don Artal que en aquestes matexes condicions del castell de Muntçó, s’entenen los frares a els llocs de Xalamera”. (ACA. Perg. de Jaime II, nº 2.653) Preguntados sobre el lugar donde deseaban trasladarse y recogerse, nueve de ellos manifestaron su deseo de residir en Chalamera: Fr. Berenguer de Bellvis, Fr. Beltran de Ribes Altes, Fr. Pere Gucamir, Fr. Johan de Roses, Fr. Domingo Martí, Fr. Pere de Brenes, Fr. García de Albarrací, Fr. Arnau de Caprestany, y Fr. Johan de Vistabella Más de veinte de ellos (concretamente 22 son los que recogemos) se dirigirán hacia Gardeny, y alguno de ellos se trasladará a Ajebut (Gebut) o Barberá: fr. Dalmau de Timor, fr. Arnau de Banyuls, fr. Ramon d’Ontinyena, fr. Arnau Despuig, fr. Berenguer de Despuig, fr. Bertran de Vilalonga, fr. Bertran de ça Cirera, fr. Pere Vilagranada, fr. Bernat de Puigvert, fr. Pere Garcés de Bergua, fr. Bernat de Forques, fr. Pere Satorra, fr. Bernat d’Espoyol, fr. Bernat de Belliçen, fr. Pere Sunyer, fr. Pere d’Anglesola, fr. Guillem de Sanmartí, fr. Guillem d’Albió, fr. Bernat de Rovira, fr. Pere Sans, fr. Pere Lanera, y fr. Guillem Bordoyll. Uno de ellos, a Barcelona: fr. Berenguer de Goamir. Tres al castillo aragonés de Ambell (Ambel): fr. Lop Sannaç (Sancho) de Bergua, fr. Andreu de Magalió y fr. Sanxo d’Alberic. Y tres a la casa conventual de Zaragoza: fr.Bonanat de Vall Labrera, fr. Johan Cijar y fr. Guillem Cijar. De inmediato, el castillo de Chalamera quedó en manos de Sancho Garcés de Moriello, que como nuevo alcaide prestó juramento de fidelidad y homenaje al rey, a través del escribano Bartolomé d’Arán, quien redactó el oportuno documento en pergamino. (ACA, Armario Templarios, 170, saco D Un mes tarde, en julio, recibía el reconocimiento de bayle de Chalamera Pedro de Oro, hijo de Pedro de Oro, quien había sido designado para dicho oficio por fr. Arnaldo de Timor, en esa fecha fallecido, comunicando su rehabilitación al justicia, jurados y hombres del lugar. (ACA, C. reg. 291, fol. 252). ). Probablemente el alcaide provisional de Chalamera debió ser Rodrigo Serra, a quien hallamos satisfaciendo algunas entregas de dinero (parece que consistía en la cantidad de 6 s.j. por cada fraile) para comida y alojamiento a los primeros ex Templarios acogidos en la casa conventual. (ACA, C. reg. 291, fol. 259v). De igual manera, la bailía de Belver de Cinca fue concedida de por vida a Simón de Plan, en cumplimiento de la nominación efectuada por fr. Berenguer de Bellvís, castellán que fue de Monzón. (ACA, C. reg. 291, fol. 257) Durante aquel mes de julio se procedió a regular la normalidad en los lugares abandonados por los Templarios. Guillermo de Castellnou era indemnizado por los bienes tomados en los lugares de Puyo (Pueyo), Ripoll (Ripol), Alfántega, Bellver (Belver), y Ben[h]aut (Castejón del Puente) que le pertenecían. Pero esa normalidad quedó interrumpida en el mes de septiembre. Desde Lleida, el monarca mandó paralizar todas las causas de deudas por las necesidades que inició el monarca con su campaña de Guerra a Granada. Entre los afectados hallamos a Bernardo Baxet vecino de Albalat de Cinca, a Ferrer Navet rector de la iglesia de Belver natural de Cervera, a Bartolomé Sans vecino de Belver, y a Domingo Quadrells, vecino de Albalat de Cinca. Al parecer, muchas personas particulares se aprestaron a adquirir propiedades de los Templarios, originando una situación, todavía sin estudiar, de adquisiciones en tierras consideradas en esas fechas de Cataluña, o del diocesano de Lleida. Creemos que se trataba de una situación de doble frontera –administrativa y cultural-, que pudo dar origen al nacimiento del territorio conocido en Aragón como “La Franja”. Por Joaquín Salleras Clarió Atila nació en torno al año 406. En cuanto a su infancia, la suposición de que a temprana edad era ya un jefe capaz y un avezado guerrero es razonable, pero no existe forma de constatarla. Tras la muerte de su padre, Atila se encuentra con su tío y decide acompañarlo para aprender el arte de la guerra. Hacia el 432, los hunos se unificaron bajo el rey Rua o Rugila. En el 434 murió Rua, dejando a sus sobrinos Atila y Bleda, hijos de su hermano Mundzuk, al mando de todas las tribus hunas. En aquel momento los hunos se encontraban en plena negociación con los embajadores de Teodosio II acerca de la entrega de varias tribus renegadas que se habían refugiado en el seno del imperio de Oriente. Al año siguiente, Atila y Bleda tuvieron un encuentro con la legación imperial en Margus (actualmente Pozarevac) y, sentados todos en la grupa de los caballos a la manera huna, negociaron un tratado. Los romanos acordaron no sólo devolver las tribus fugitivas (que habían sido un auxilio más que bienvenido contra los vándalos), sino también duplicar el tributo anteriormente pagado por el imperio, de 350 libras romanas de oro (casi 115 kg), abrir los mercados a los comerciantes hunos y pagar un rescate de ocho sólidos por cada romano prisionero de los hunos. Éstos, satisfechos con el tratado, levantaron sus campamentos y partieron hacia el interior del continente, tal vez con el propósito de consolidar y fortalecer su imperio. Teodosio utilizó esta oportunidad para reforzar los muros de Constantinopla, construyendo las primeras murallas marítimas de la ciudad, y para levantar líneas defensivas en la frontera a lo largo del Danubio. Los hunos permanecieron fuera de la vista de los romanos durante los siguientes cinco años. Durante este tiempo llevaron a cabo una invasión de Persia. Sin embargo, una contraofensiva persa en Armenia concluyó con la derrota de Atila y Bleda, quienes renunciaron a sus planes de conquista. En el 440 reaparecieron en las fronteras del imperio oriental, atacando a los mercaderes de la ribera norte del Danubio, a los que protegía el tratado vigente. Atila y Bleda amenazaron con la guerra abierta, sosteniendo que los romanos habían faltado a sus compromisos y que el obispo de Margus (cercana a la actual Belgrado) había cruzado el Danubio para saquear y profanar las tumbas reales hunas de la orilla norte del Danubio. Cruzaron entonces este río y arrasaron las ciudades y fuertes ilirios a lo largo de la ribera, entre ellas –según Prisco– Viminacium, que era una ciudad de los moesios en Iliria. Su avance comenzó en Margus, ya que cuando los romanos debatieron la posibilidad de entregar al obispo acusado de profanación, éste huyó en secreto a los bárbaros y les entregó la ciudad. La respuesta de Atila y Bleda fue reanudar la campaña (443). Golpeando a lo largo del Danubio, tomaron los centros militares de Ratiara y sitiaron con éxito Naissus (actual Nis) mediante el empleo de arietes y torres de asalto rodantes (sofisticaciones militares novedosas entre los hunos). Más tarde, presionando a lo largo del Nisava ocuparon Sérdica (Sofía), Filípolis (Plovdiv) y Arcadiópolis. Enfrentaron y destruyeron tropas romanas en las afueras de Constantinopla y sólo se detuvieron por la falta del adecuado material de asedio capaz de abrir brechas en las ciclópeas murallas de la ciudad. Teodosio admitió la derrota y envió al cortesano Anatolio para que negociara los términos de la paz, que fueron más rigurosos que en el anterior tratado: el emperador acordó entregar más de 6.000 libras romanas (unos 1.963 kg) de oro como indemnización por haber faltado a los términos del pacto; el tributo anual se triplicó, alcanzando la cantidad de 2.100 libras romanas (unos 687 kg) de oro; y el rescate por cada romano prisionero pasaba a ser de 12 sólidos. Satisfechos durante un tiempo sus deseos, los reyes hunos se retiraron al interior de su imperio. De acuerdo con Jordanes (quien sigue a Prisco), en algún momento del periodo de calma que siguió a la retirada de los hunos desde Bizancio (probablemente en torno al 445), Bleda murió y Atila quedó como único rey. Existe abundante especulación histórica sobre si Atila asesinó a su hermano o si Bleda murió por otras causas. En todo caso, Atila era ahora el señor indiscutido de los hunos y nuevamente se volvió hacia el imperio oriental. Tras la partida de los hunos, Constantinopla sufrió graves desastres, tanto naturales como causados por el hombre: sangrientos disturbios entre aficionados a las carreras de carros del Hipódromo; epidemias en el 445 y 446, la segunda a continuación de una hambruna; y toda una serie de terremotos que duró cuatro meses, destruyó buena parte de las murallas y mató a miles de personas, ocasionando una nueva epidemia. Este último golpe tuvo lugar en el 447, justo cuando Atila, habiendo consolidado su poder, partió de nuevo hacia el sur, entrando en el imperio a través de Moesia. El ejército romano, bajo el mando del magister militum godo Arnegisclo, le hizo frente en el río Vid y fue vencido aunque no sin antes ocasionar graves pérdidas al enemigo. Los hunos quedaron sin oposición y se dedicaron al pillaje a lo largo de los Balcanes, llegando incluso hasta las Termópilas. Constantinopla misma se salvó gracias a la intervención del prefecto Flavio Constantino, quien organizó brigadas ciudadanas para reconstruir las murallas dañadas por los sismos (y, en algunos lugares, para construir una nueva línea de fortificación delante de la antigua). Atila reclamó como condición para la paz que los romanos continuaran pagando un tributo en oro y que evacuaran una franja de tierra cuya anchura iba de las trescientas millas hacia el este desde Sigindunum hasta las cien millas al sur del Danubio. Las negociaciones continuaron entre romanos y hunos durante aproximadamente tres años. El historiador Prisco fue enviado como embajador al campamento de Atila en el 448. Los fragmentos de sus informes, conservados por Jordanes, nos ofrecen una gráfica descripción de Atila Durante estos tres años, de acuerdo con una leyenda recogida por Jordanes, Atila descubrió la “Espada de Marte”: Dice el historiador Prisco que fue descubierta en las siguientes circunstancias: Cierto pastor descubrió que un ternero de su rebaño cojeaba y no fue capaz de encontrar la causa de la herida. Siguió ansiosamente el rastro de la sangre y halló al cabo una espada con la que el animal se había herido mientras pastaba en la hierba. La recogió y la llevó directamente a Atila. Éste se deleitó con el regalo y, siendo ambicioso, pensó que se le había destinado a ser señor de todo el mundo y que por medio de la Espada de Marte tenía garantizada la supremacía en todas las guerras. Ya en el 450 había proclamado Atila su intención de atacar al poderoso reino visigodo de Toulouse en alianza con el emperador Valentiniano III. Atila había tenido anteriormente buenas relaciones con el imperio occidental y con su gobernante de facto, Flavio Aecio. Aecio había pasado un breve exilio entre los hunos en el 433, y las tropas que Atila le había proporcionado contra los godos y los burgundios habían contribuido a conseguirle el título –más que nada honorífico– de “magister militum” en Occidente. Los regalos y los esfuerzos diplomáticos de Genserico, que se oponía y temía a los visigodos, pudieron influir también en los planes de Atila. En cualquier caso, en la primavera del 450, la hermana de Valentiniano, Honoria, a la que contra su voluntad habían prometido con un senador, envió al rey huno una demanda de ayuda juntamente con su anillo. Aunque es probable que Honoria no tuviera intención de proponerle matrimonio, Atila escogió interpretar así su mensaje. Aceptó, pidiéndole como dote la mitad del imperio occidental. Cuando Valentiniano descubrió lo sucedido, sólo la influencia de su madre, Gala Placidia, consiguió que enviara a Honoria al exilio en vez de matarla. Escribió a Atila negando categóricamente la legitimidad de la supuesta oferta de matrimonio. Atila, sin dejarse convencer, envió una embajada a Rávena para proclamar la inocencia de Honoria y la legitimidad de su propuesta de esponsales, así como que él mismo se encargaría de venir a reclamar lo que era suyo por derecho. En el 451 su llegada a Bélgica con un ejército que Jordanes cifra en 500.000 hombres puso pronto en claro cuáles eran sus verdaderas intenciones. El 7 de abril tomó Metz, obligando a Aecio a ponerse en movimiento para hacerle frente con tropas reclutadas entre los francos, burgundios y celtas. Una embajada de Avito y el constante avance de Atila hacia el oeste convencieron al rey visigodo, Teodorico I, de aliarse con los romanos. El ejército combinado de ambos llegó a Orleans por delante de Atila, cortando así su avance. Aecio persiguió a los hunos y les dio caza cerca de Châlons-en-Champagne, trabando la batalla de los Campos Cataláunicos, que terminó con la victoria de la alianza godo-romana, aunque Teodorico perdió la vida en el combate. Atila se replegó más allá de sus fronteras y sus aliados se desbandaron. Atila apareció de nuevo en el 452 para exigir su matrimonio con Honoria, invadiendo y saqueando Italia a su paso. Su ejército sometió a pillaje numerosas ciudades y arrasó Aquilea hasta sus cimientos. Valentiniano huyó de Rávena a Roma. Aecio permaneció en campaña, pero sin potencia militar suficiente para presentar batalla. Finalmente, Atila se detuvo en el Po, a donde acudió una embajada formada, entre otros, por el prefecto Trigecio, el cónsul Avieno y el papa León I. Tras el encuentro inició la retirada sin reclamar ya ni su matrimonio con Honoria ni los territorios que deseaba. Cualesquiera que fuesen sus razones, Atila dejó Italia y regresó a su palacio más allá del Danubio. Desde allí planeó atacar nuevamente Constantinopla y exigir el tributo que Marciano había dejado de pagar. Pero la muerte le sorprendió a comienzos del 453. El relato de Prisco dice que cierta noche, tras los festejos de celebración de su última boda (con una goda llamada Ildico), sufrió una grave hemorragia nasal que le ocasionó la muerte. Sus soldados, al descubrir su fallecimiento, le lloraron cortándose el pelo e hiriéndose con las espadas, pues –como señala Jordanes– “el más grande de todos los guerreros no había de ser llorado con lamentos de mujer ni con lágrimas, sino con sangre de hombres”. Lo enterraron en un triple sarcófago –de oro, plata y hierro– junto con el botín de sus conquistas, y los que participaron en el funeral fueron ejecutados para mantener secreto el lugar de enterramiento. Otra versión de su muerte es la que nos ofrece, ochenta años después del suceso, el cronista romano Conde Marcelino: “Atila, rey de los hunos y saqueador de las provincias de Europa, fue atravesado por la mano y la daga de su mujer”. También la Saga de los Volsung y la Edda poética sostienen que el rey Atli (Atila) murió a manos de su mujer Gudrun, pero la mayoría de los estudiosos rechazan estos relatos como puras fantasías románticas y prefieren la versión dada por Prisco, contemporáneo de Atila. Éste fue el fin de los ocho años que duraron las invasiones de los hunos, los bárbaros que hicieron retroceder y extinguirse a Roma. El Imperio Romano de Occidente, del que prácticamente no quedaba más que la propia Roma, fue terminado y destruido por los vándalos, otro pueblo bárbaro. Los hijos de Atila, Elac (al que había designado heredero), Dengizik y Ernakh lucharon por la sucesión y, divididos, fueron vencidos y desperdigados el año siguiente en la batalla de Nedao por una coalición de pueblos diversos (ostrogodos, hérulos, gépidos, etc.). Su imperio no sobrevivió a Atila. La principal fuente de información sobre Atila es Prisco, un historiador que viajó con Maximino en una embajada de Teodosio II en el 448. Describe el poblado construido por los nómadas hunos, y en el que se habían establecido, como del tamaño de una ciudad grande, con sólidos muros de madera. Al propio Atila lo retrata así: Corto de estatura, de ancho pecho y cabeza grande; sus ojos eran pequeños, su barba fina y salpicada de canas; y tenía la nariz chata y la tez morena, mostrando la evidencia de su origen”. La apariencia física de Atila debía ser, muy probablemente, la de alguien del Extremo Oriente o del tipo mongol, o quizá una mezcla de este tipo y del de los pueblos túrquicos de Asia Central. Seguramente mostraba rasgos del Oriente asiático, que los europeos no estaban acostumbrados a ver, y por eso lo describieron con frecuencia en términos poco elogiosos. Atila es conocido en la historia y la tradición occidentales como el inflexible “Azote de Dios”, y su nombre ha pasado a ser sinónimo de crueldad y barbarie. Algo de esto ha podido surgir de la fusión de sus rasgos, en la imaginación popular, con los de los posteriores señores esteparios de la guerra, como Gengis Kan y Tamerlán: todos ellos comparten la misma fama de crueles, inteligentes, sanguinarios y amantes de la batalla y el pillaje. La realidad sobre sus caracteres respectivos puede ser más compleja. Los hunos del tiempo de Atila se habían relacionado durante algún tiempo con la civilización romana, particularmente a través de los aliados germanos (foederati) de la frontera, de modo que cuando Teodosio envió su embajada del 448, Prisco pudo identificar como lenguas comunes en la horda el huno, el gótico y el latín. Cuenta también Prisco su encuentro con un romano occidental cautivo, que había asimilado tan completamente la forma de vida de los hunos que no tenía ningún deseo de volver a su país de origen. Y la descripción del historiador bizantino de la humildad y sencillez de Atila no ofrece dudas sobre la admiración que le causa. Asimismo, de los relatos del mismo Prisco se desprende con claridad que Atila no sólo hablaba perfectamente el latín, sino que sabía escribirlo; además hablaba griego y otros idiomas, por lo que muy probablemente se trató de un hombre de gran cultura para los cánones de la época. El contexto histórico de la vida de Atila tuvo gran trascendencia a la hora de configurar su posterior imagen pública: En los años de la decadencia del Imperio occidental, tanto sus conflictos con Aecio (conocido a menudo como “el último romano”) como lo ajeno de su cultura contribuyeron a cubrirlo con la máscara de bárbaro feroz y enemigo de la civilización con la que ha sido reflejado en un sinnúmero de películas y otras manifestaciones artísticas. Los poemas épicos germanos en los que aparece nos ofrecen un retrato más matizado: es tanto un aliado noble y generoso –el Etzel del Cantar de los Nibelungos– como cruel y rapaz –Atli, en la Saga de los Volsung y en la Edda poética–. Se ha calificado a Atila como un "bárbaro" sin darse cuenta de que los romanos llamaban así a cualquier pueblo que no fuera romano o romanizado, sin importar su grado de cultura ni su estado de civilización. Hay que tener en cuenta, a la hora de formarse una idea correcta del personaje, que los relatos que nos han llegado son todos de la pluma de sus enemigos, por lo que es imprescindible un adecuado expurgo de los mismos. Aparte de esto, no es improbable que el jefe de una nación guerrera (un jefe inteligente) sopesara la ventaja propagandística de ser considerado por sus enemigos el "Azote de Dios", y que debido a ello fomentara esa imagen entre ellos. A pesar de su gran fama, poco se sabe del fin de este pueblo que atravesó 10.000 km hasta llegar desde Mongolia a Hungría. La hipótesis más razonable parece ser que la desintegración del imperio de los hunos a la muerte de Atila y las enfermedades europeas (para un pueblo de la estepa asiática con un sistema inmunitario no habituado a ellas) dividieron y diezmaron a la población, que se fue mezclando por diferentes regiones, principalmente en Hungría y Rumanía. No parece muy lógico, que tras 100 años de asentamiento en Europa, ese pueblo desapareciera por completo, o volviera a rehacer el camino a la actual Mongolia. Por F.L.P. La Corona de Hierro o Corona Férrea, es una antigua y preciosa corona usada desde la Alta Edad Media hasta el siglo XIX para la coronación del rey de Italia. Durante mucho tiempo, los emperadores del Sacro Imperio Romano Germánico recibieron esta coronación debido a que la titulación de reyes de Italia estaba ligada a la dignidad imperial. En el interior de la corona hay una lámina circular de metal: la tradición cuenta que esta fue forjada con el hierro de uno de los clavos que se usaron en la crucifixión de Cristo. Por este motivo la corona es también venerada como reliquia, y se encuentra custodiada en una capilla de la catedral de Monza (Italia), llamada capilla de Teodolinda. Según la tradición familiar, hacia el año 324, Elena, madre del emperador Constantino I, hizo excavar el área del Gólgota en busca de los instrumentos de la Pasión de Cristo. En aquellas excavaciones fue encontrada aquella que fue identificada como la Vera Cruz que aún tenía clavados los clavos. Elena dejó la cruz en Jerusalén, llevándose en cambio los clavos consigo. De vuelta en Roma, con uno de éstos creó un bocado de caballo e hizo colocar otro sobre el yelmo de Constantino con el fin de que el emperador y su caballo fuesen protegidos en sus batallas. Dos siglos después, el papa Gregorio Magno habría donado los clavos a Teodolinda, reina de los longobardos, que hizo erigir la catedral de Monza; hizo fabricar la corona e insertar el clavo forjado en la misma en forma de lámina circular. La historiadora Valeriana Maspero mantiene, en cambio, que la corona fue la diadema montada sobre el yelmo de Constantino, donde el sacro clavo estaba ya presente. El yelmo y el bocado, junto a otras insignias imperiales, fueron llevados a Milán por Teodosio: Ambrosio de Milán lo describe en su oración fúnebre de obitu Teodosii. Después de la caída del Imperio Romano de Occidente, el yelmo fue llevado a Constantinopla, pero rápidamente fue reclamado por el rey ostrogodo de Italia Teodorico el Grande, el cual tenía en Monza su residencia estival. Los bizantinos le enviaron la diadema reteniendo el yelmo. El Sacro Bocado permaneció no obstante en Milán, hoy conservado en la catedral de la ciudad. La Corona de Hierro fue usada por los reyes longobardos y después por Carlomagno (que la recibe en 775) y sus sucesores, para la coronación del Rey de Italia. El historiador de Monza Bartolomeo Zucchi, escribió en torno al año 1600, que la corona había sido usada en 34 coronaciones hasta ese momento. Los emperadores del Sacro Imperio Romano Germánico eran coronados en tres ocasiones: una como rey de Alemania, una como rey de Italia y una como emperador (esta última corona era impuesta por el papa). La coronación con la Corona de Hierro se desarrollaba como regla general en Milán, en la basílica de San Ambrosio; a veces también se desarrolló en Monza o Pavía y excepcionalmente en alguna otra ciudad. Entre una coronación y otra, la Corona de Hierro era custodiada en la catedral de Monza que por este motivo fue declarada ciudad regia, propiedad directa del emperador, gozando de privilegios y exenciones fiscales. Ésta atravesó, no obstante, algunas vicisitudes más: en 1248fue dada en prenda a la orden de los Humillados, como garantía de un importante préstamo contratado por el capítulo de la catedral para pagar una pesada impuesta monetaria extraordinaria de guerra, y sólo fue recuperada en 1319. Sucesivamente fue transferida a Aviñón, entonces sede papal, donde permaneció entre 1324 y 1345: durante este período fue incluso robada, pero el ladrón fue capturado. El papa Inocencio VI promulgó en 1354 un edicto con el cual reivindicaba el derecho de Monza a la imposición de la Corona de Hierro en su catedral. La tradición de la triple coronación se interrumpe con Carlos V, que fue coronado en 1530 en Bolonia y que abdicó en 1556, dividiendo su imperio en dos entre su hermano Fernando y su hijo Felipe, separando así los reinos de Italia y Alemania. Dos siglos después, tras la Guerra de Sucesión Española, sin embargo, el ducado de Milán pasó a Austria lo que hizo retornar de nuevo la tradición: el emperador Francisco I recibió la Corona de Hierro en 1792. La coronación más famosa, no obstante, fue la de Napoleón Bonaparte que se coronó rey de Italia en 1805: en el rito celebrado en la catedral de Milán, se impuso él solo la corona pronunciando las siguientes palabras: Dios me la ha dado y ¡ay! del que me la quite. Después del paréntesis napoleónico, la coronación volvió a ser una prerrogativa de los emperadores de Austria, recibiéndola Fernando I en 1838. Durante las guerras de independencia italianas, la corona fue requisada a Monza y llevada a Viena, pero en 1866después de la derrota de Austria en la tercera guerra de independencia, fue restituida a Italia y retornó a Monza. Los Saboya, sin embargo, no la utilizaron nunca para las coronaciones, sino que conservaron la corona del Reino de Cerdeña (incluso en el escudo regio). Además, ésta se había convertido, en los años precedentes, en un símbolo de la dominación austríaca pero además el Reino de Italia había entrado en conflicto con el Papado por la conquista de Roma, por lo que utilizar una corona que además era venerada como reliquia parecía poco oportuno. El rey Humberto I quizás meditó coronarse con la Corona de Hierro cuando el clima político se volvió más favorable: en 1890 insertó la Corona de Hierro en el escudo regio y en 1896 la donó a la catedral de Monza, ciudad en la cual le gustaba residir, la vitrina de cristal blindado donde todavía es custodiada. Su asesino interrumpió en 1900 sus proyectos, pero sobre su tumba en el Panteón de Roma descansa una copia de bronce de la Corona de Hierro. Su hijo Víctor Manuel III no quiso ninguna ceremonia de coronación. Con la proclamación de República Italiana en 1946, la Corona de Hierro dejó de ser un símbolo de poder para convertirse sólo en una reliquia y un recuerdo histórico. El último viaje de la corona tuvo lugar durante la Segunda Guerra Mundial: temiendo que los nazis se quisiesen apoderar de ella, el cardenal Ildefonso Schuster la hizo trasladar al Vaticano, donde estuvo hasta 1946. Ésta retornó a Monza llevada por dos canónigos de la catedral en el interior de una maleta. La corona es una liga de plata y oro al 80 % aproximadamente, y está compuesta por seis placas ligadas entre ellas por bisagras verticales; tiene un diámetro de 15 cm y una altura de 5'5 cm; está adornada por veintiséis rosas de oro, veintidós gemas de varios colores y veinticuatro joyas de otros tipos. La lámina circular que tradicionalmente se identifica con el Sagrado Clavo recorre la cara interna de las seis placas. La corona es demasiado pequeña para ceñirse a la cabeza de un hombre: se piensa que en origen la corona quizás estuvo compuesta por ocho placas en lugar de seis. Según la reconstrucción de Valeriana Maspero, en origen las placas de oro tenían sólo una gema central, como se ve en algunas monedas que representan a Constantino con su yelmo en la cabeza. Dos coronas encontradas en el siglo XVIII en Kazán (Rusia), son completamente similares; probablemente la Corona de Hierro fue obra de orfebres orientales. Las láminas de color con las otras piedras fueron añadidas probablemente por Teodorico, el cual hizo colocar la diadema sobre otro yelmo, en sustitución del otro retenido por los bizantinos. Carlomagno hizo después sustituir alguna de las láminas que se habían estropeado. El examen de Carbono 14 a través de dos trozos de estuco han datado los mismos en torno al año 500 y los otros en torno al año 800. El aspecto de la corona posterior a la restauración encargada por Carlomagno se encuentra testimoniada por los documentos de la coronación de Federico I Barbarroja; ésta no fue nunca más colocada sobre un yelmo. Ésta tenía las dimensiones adecuadas para ser llevada sobre la cabeza. Las dos placas que faltan fueron probablemente robadas mientras la corona se encontraba en poder de los Humillados, que la conservaron en el convento de Santa Ágata (en la actual Piazza Carrobiolo de Monza). Los documentos sucesivos a 1300 de hecho la describen como pequeña. En 1345 fue encargada para una segunda restauración por parte del orfebre Antellotto Bracciforte, el cual le dio su aspecto actual. La identificación de la lámina metálica inserta en la corona con el clavo de la Pasión de Cristo parece provenir del siglo XVI. San Carlos Borromeo, que relanzó la veneración del sacro bocado en la catedral de Milán, visitó más veces también la Corona de Hierro y rezó ante ella. En 1602 Bartolomeo Zucchia firmaba con certeza que la corona era la diadema de Constantino y que en ella se encontraba el sacro clavo. Un siglo más tarde, Ludovico Antonio Muratori expresaba lo contrario, afirmando que la lámina, en comparación con un clavo romano de crucifixión, era demasiado pequeña. Mientras tanto, también las autoridades eclesiásticas examinaron el problema: finalmente en 1717 el Papa decretó que, no obstante la falta de certeza sobre la efectiva presencia del clavo en la corona, se autorizaba la veneración como reliquia en base a la tradición ya secular en este sentido. En 1993, la corona fue sometida a análisis científicos, y el veredicto fue clamoroso: la lámina no era ni siquiera de hierro, sino de plata. Según Valeriana Maspero, ésta fue insertada por Branciforte en 1345 para soldar la corona que había sido dañada tras el robo de dos de las placas. Maspero, en cambio, sostiene que la corona sí es, en realidad, la diadema de Constantino y que con el sacro clavo hubiesen sido forjados dos pequeños arcos que eran usados para enganchar la diadema al yelmo. Cuando los bizantinos desengancharon la diadema para dárselo a Teodorico, éstos retuvieron también los pequeños arcos. El yelmo permaneció expuesto en la iglesia de Santa Sofía de Constantinopla situada sobre el altar hasta el saqueo veneciano de 1204, para después perderse su pista. Por F.L.P. Nunca ha habido otro hombre nacido en el mundo que supiera tanto como Leonardo, no tanto en pintura, escultura y arquitectura, sino en filosofía. Francisco I Sforza. Leonardo da Vinci (Leonardo di ser Piero da Vinci, fue un pintor florentino. Notable polímata del Renacimiento italiano (a la anatomista, arquitecto, artista, botánico, científico, escritor, músico, poeta, escultor, filósofo, ingeniero, inventor y urbanista) nació en Vinci el 15 de abril de 14522 y falleció en Amboise el 2 de mayo de 1519, a los 67 años, acompañado de su fiel Francesco Melzi, a quien legó sus proyectos, diseños y pinturas. Tras pasar su infancia en su ciudad natal, Leonardo estudió con el célebre pintor florentino Andrea de Verrocchio. Sus primeros trabajos de importancia fueron creados en Milán al servicio del duque Ludovico Sforza. Trabajó a continuación en Roma, Bolonia y Venecia, y pasó los últimos años de su vida en Francia, por invitación del rey Francisco I. Como ingeniero e inventor, Leonardo desarrolló ideas muy adelantadas a su tiempo, tales como el helicóptero, el carro de combate, el submarino y el automóvil. Muy pocos de sus proyectos llegaron a construirse (entre ellos la máquina para medir el límite elástico de un cable), puesto que la mayoría no eran realizables aun en esa época. Como científico, Leonardo da Vinci hizo progresar mucho el conocimiento en las áreas de anatomía, la ingeniería civil, la óptica y la hidrodinámica. Nació el sábado 15 de abril de 1452 «en la tercera hora de la noche», es decir, tres horas después del Ave María: a las diez y media. No es seguro si su nacimiento tuvo lugar en el castillo de Vinci, ciudad a unos 25 km en línea recta de Florencia, o bien en la casa materna de Anchiano, una pedanía a unos dos kilómetros de Vinci. Leonardo era hijo ilegítimo: su padre dejó embarazada a una humilde joven de familia campesina llamada Caterina. Su padre, Messer Piero Fruosino di Antonio, fue notario, canciller y embajador de la República de Florencia. El propio Leonardo fue, por tanto, descendiente de una rica familia de nobles italianos. De su madre se dice que pudo ser una esclava de Oriente Medio. Leonardo, o Lionardo según su nombre de bautizo, fue bautizado y pasó sus cinco primeros años en la casa de su padre en Vinci, donde fue tratado como un hijo legítimo. Tuvo cinco madrinas y cinco padrinos, todos ellos habitantes del pueblo. En este lugar, Leonardo recibió instrucción, aprendió a leer y a escribir, y adquirió conocimientos de aritmética. Sin embargo, prácticamente no aprendió latín, base de la enseñanza tradicional. El hecho de que tuviese una ortografía caótica muestra que su instrucción no estuvo exenta de lagunas; en todo caso no fue la de un universitario. Su abuela paterna, Lucia di ser Piero di Zoso, una ceramista próxima a Leonardo, fue probablemente la persona que le inició en las artes. Un conocido presagio refiere que un milano venido del cielo había hecho un vuelo estacionario sobre su cuna, tocando su cara con la cola. Giorgio Vasari, biógrafo del siglo XVI de los pintores del Renacimiento, cuenta en Le Vite (1568), la historia de un campesino local que pidió a ser Piero que su talentoso hijo le pintara una imagen sobre una placa. Leonardo pintó entonces una representación de un dragón escupiendo fuego, tan bien realizada que ser Piero la vendió a un mercader de arte florentino, quien a su vez la revendió al duque de Milán. Tras haberse así beneficiado con la venta, ser Piero compró una placa decorada con un corazón atravesado por una flecha, la cual entregó al campesino. El joven Leonardo era un amante de la naturaleza, la cual observaba con gran curiosidad y le interesaba. Dibujaba caricaturas y practicaba la escritura especular en dialecto toscano. Giorgio Vasari cuenta una anécdota sobre los primeros pasos en la carrera artística del gran artista: «un día, ser Piero tomó algunos de sus dibujos y se los mostró a su amigo Andrea del Verrocchio y le pidió insistentemente que le dijera si Leonardo se podría dedicar al arte del dibujo y si podría conseguir algo en esta materia. Andrea se sorprendió mucho de los extraordinarios dones de Leonardo y le recomendó a ser Piero que le dejara escoger este oficio, de manera que ser Piero resolvió que Leonardo entraría a trabajar en el taller de Andrea. Leonardo no se hizo rogar; y, no contento con ejercer este oficio, realizó todo lo que se relacionaba con el arte del dibujo». Fue así como, a partir de 1469, Leonardo entró como aprendiz a uno de los talleres de arte más prestigiosos bajo el magisterio de Andrea del Verrocchio, a quien debe parte de su excelente formación multidisciplinaria, en la que se aproxima a otros artistas como Sandro Botticelli, Perugino y Domenico Ghirlandaio. En efecto, a finales de 1468, aunque Leonardo estaba empadronado como residente del municipio de Vinci, viajaba muy a menudo a Florencia, donde su padre trabajaba. Verrocchio era un artista de renombre, y muy ecléctico. De formación era orfebre y herrero, pero además fue pintor, escultor y fundidor. Trabajó sobre todo para el poderoso Lorenzo de Médici. Leonardo trabajó también con Antonio Pollaiuolo, que tenía su taller muy cerca del de Verrocchio. Después de un año dedicado a la limpieza de los pinceles y otras pequeñas actividades propias de un aprendiz, Verrocchio inició a Leonardo en las numerosas técnicas que se practicaban en un taller tradicional. La formación recibida durante su aprendizaje en el taller de Verrochio va más allá y se extiende a otros ámbitos culturales. Estudió cálculo algorítmico y mostró el buen conocimiento que tenía citando a los dos abaquistas florentinos más relevantes, Paolo dal Pozzo Toscanelli y Leonardo Chernionese. Posteriormente, Leonardo mencionó la Nobel opera de aritmética de Piero Borgi, impresa en Venecia en 1484, y que representa perfectamente el saber de estas escuelas de abaquistas. En 1472, a la edad de veinte años, apareció registrado en el Libro rojo del Gremio de San Lucas, el célebre gremio de los artistas y doctores en medicina, que en Florencia se agrupaba con la denominación de la "Campagnia de pittori". De esta época deriva uno de sus primeros trabajos conocidos, el Paisaje del valle del Arno o Paisaje de Santa Maria della neve (1473), un dibujo hecho con pluma y tinta. Fue así como comenzó su carrera de pintor con obras ya destacables como La Anunciación (1472-1475), y mejoró la técnica del sfumato hasta un punto de refinamiento nunca conseguido antes de él. En el año 1476 siempre aparece mencionado como ayudante de Verrocchio, ya que, incluso después de que su padre le ayudase a tener su propio taller, él continuó colaborando con Verrocchio debido a que le profesaba un gran afecto. Durante este período, recibió encargos personales y pintó su primer cuadro, La Virgen del clavel (1476). El archivo judicial de este mismo año recoge el dato de que él y tres hombres más fueron acusados en un caso de sodomía, práctica que en aquella época en Florencia era ilegal, pero todos fueron absueltos. Este documento, que partía de una acusación anónima, no permite afirmar categóricamente que Leonardo fuera homosexual. Pronto Leonardo también destacó como ingeniero. En 1478, se ofreció para levantar la iglesia octagonal de San Juan de Florencia. En ese año Leonardo contaba con 26 años, y fue cuando se alejó de lado de su maestro después de haberlo superado brillantemente en todas las disciplinas. De esta manera se convirtió en un maestro pintor independiente. En Milán y al servicio de Ludovico Sforza (1482-1500) En 1481 el monasterio de San Donato le encargó la Adoración de los magos, pero Leonardo nunca acabó éste cuadro, probablemente decepcionado o humillado por no haber sido elegido por el papa Sixto IV para decorar la capilla Sixtina del Vaticano, en Roma, donde había una fuerte competencia entre varios pintores. El neoplatonismo, que en aquel tiempo estaba de moda en Florencia, pudo desempeñar también un importante papel en la decisión de su marcha a una ciudad más abierta, académica y pragmática como Milán. Probablemente en éste nuevo entorno estaba más en consonancia con su espíritu, que se basaba en un desarrollo empírico de sus múltiples experimentos. Leonardo pintó La Virgen de las Rocas (1483-1486) para la confraternidad de la Inmaculada Concepción, que iría a la capilla San Francesco el Grande de Milán. Este cuadro fue el origen de un conflicto entre el autor y los propietarios que duró varios años. Leonardo obtuvo el derecho de poder copiar la obra, pero posteriormente se inició un problema legal con esto. El problema no se resolvió hasta que hubo decisiones judiciales y la intervención de algunos amigos, terminando con dos versiones de la obra. En Florencia el trabajo de Leonardo no pasó inadvertido. Lorenzo de Médici se enteró de que Leonardo había creado una lira de plata en forma de cabeza de caballo. Impresionado por la calidad de su trabajo, envió a Leonardo con ella a Milán como emisario florentino, y también para que trabajara para el mecenas y duque de Milán, Ludovico Sforza. El objetivo de esta maniobra era el de mantener buenas relaciones con este importante rival. Probablemente fue acompañado por el músico Atalante Migliorotti. Además le escribió una carta al duque, carta que se encuentra en el Codici Atlántico, y en la que describe las numerosas y variadas habilidades de Leonardo en el ámbito de la ingeniería y le informa de que también es pintor. Por ello la principal ocupación de Leonardo a partir de entonces fue la de ingeniero, siguiendo la tradición de los ingenieros que le precedieron. Leonardo aparecía en la lista de los ingenieros de los Sforza y cuando fue enviado a Pavía, el 21 de junio de 1493, lo hizo con el título de «ingéniarius ducalis». Se ocupó tanto del estudio para la cúpula de la Catedral de Milán, como de la realización de la versión enarcilla para el molde de «Il Cavallo», una imponente estatua ecuestre en honor de Francisco I Sforza, el padre de Ludovico Sforza. Iba a hacerse con setenta toneladas de bronce, hecho que constituía una verdadera proeza técnica para la época. La estatua permaneció inacabada durante varios años. Cuando Leonardo acabó la versión en arcilla para el molde y ya tenía hechos los planes para el proceso de fundición, el bronce fue utilizado para la fabricación de cañones, puesto que hubo que defender la ciudad de la invasión de Carlos VIII de Francia. Hacia 1490 creó una academia que llevaba su nombre, en la que durante unos años enseñó sus conocimientos, anotando todas sus investigaciones en pequeños tratados. Entre 1495 y 1498 Leonardo pinta La Última Cena, que representa la última comida compartida por Jesús con sus discípulos; fue ejecutada directamente sobre un muro del convento de Santa Maria delle Grazie en Milán. Trabajaba del alba al crepúsculo sin detenerse para comer, para así dejar de hacerlo los tres o cuatro días siguientes, que topó con la incomprensión del prior del convento. Es una obra maestra en su concepción y caracterización, que ha recibido la admiración de artistas de la talla de Rubens y Rembrandt. La obra ha tenido que ser restaurada constantemente debido a la técnica utilizada por Leonardo; al cabo de un tiempo ya fue descrita por un testigo como una obra «totalmente dañada». A pesar de todo, es una de las obras de arte más reproducidas. En 1496 llegó a Milán Luca Pacioli y estableció una gran amistad con Leonardo, que realizó para él las tablas que se grabaron en su obra La Divina proportione. Un poco más tarde, en 1498, construyó el techo del castillo de los Sforza. Regresó a Venecia en abril de 1500 para permanecer ahí durante un par de meses después de haber estado en Mantua en compañía del fraile matemático Luca Pacioli. En Mantua destacó por un retrato que hizo a Isabel de Este. En 1501, recibe en el convento de la Santissima Annunziata la aprobación para hacer un boceto preparatorio de lo que sería La Virgen y el Niño con santa Ana y san Juan Bautista, una obra que provocó tal admiración que «hombres y mujeres, jóvenes y viejos» acudían a observarla «como si estuvieran participando en un gran festival». En 1502, fue solicitado por el príncipe César Borgia, duque de Valentinois e hijo del papa Alejandro VI, y obtuvo el cargo de «capitán e ingeniero general». Se quedó en las Marcas y en la Emilia-Romaña para inspeccionar las fortalezas y los territorios recientemente conquistados, llenando sus cuadernos de múltiples observaciones, cartas, croquis de trabajo y copias de obras consultadas en las bibliotecas de las ciudades que él visitaba. Allí se reencontró con Nicolás Maquiavelo, «espía» de Florencia al servicio de los Borgia. En 1504, volvió a trabajar en Milán, que, en aquella época, se encontraba bajo el control de Maximiliano Sforza gracias al apoyo de los mercenarios suizos. Muchos de los alumnos y los interesados en la pintura conocieron o trabajaron con Leonardo en Milán; entre ellos, cabe destacar a Bernardino Luini, Giovanni Antonio Boltraffio y Marco d'Oggiono. Su padre murió el 9 de julio y Leonardo fue apartado de la herencia debido a su ilegitimidad; sin embargo, más tarde su tío haría de él su heredero universal. El mismo año, Leonardo realizó estudios anatómicos e intentó clasificar sus innumerables notas. También es la época en que empieza a trabajar en La Gioconda (1503-1506, y después1510-1515) obra habitualmente considerada como un retrato de Lisa Gherardini o, por el nombre de casada, Monna Lisa del Giocondo. Sin embargo, hay numerosas interpretaciones sobre este cuadro que aún son motivo de debate y discusión. La Gioconda, probablemente el cuadro más famoso de la pintura occidental. La obra representa a Lisa Gherardini, esposa de Francesco del Giocondo. Fue un cuadro muy querido por Leonardo y que tuvo con él hasta su muerte. Su aspecto actual es engañoso debido a una gruesa capa de barnices oscurecidos, cuya eliminación se está demorando por los riesgos que implica. A pesar de ello, es una obra en estado de conservación inusual ya que no tiene ningún signo visible de reparaciones, sobrecapa o repintes, lo cual es un hecho muy raro en una pintura de esta época. En 1505, se dedicó a estudiar el vuelo de los pájaros, y es también cuando redacta el Códice sobre el vuelo de los pájaros. A partir de entonces, observaciones, experiencias y reconstrucciones se sucedieron con mucha intensidad. Un año más tarde, el gobierno de Florencia le permitió reunirse con el gobernador francés de Milán, Carles d'Amboise, que lo retuvo con él pese a las protestas por parte de Florencia. Leonardo quedó en medio de disputas entre franceses y toscanos, y fue presionado por el tribunal para que acabara La Virgen de las rocas con su alumno Ambrogio de Predis, mientras se encontraba trabajando en La batalla de Anghiari. Codex del vuelo de las aves, redactado>>> En septiembre de 1513, Leonardo da Vinci se fue a Roma, donde trabajó para el papa León X, miembro de la rica y poderosa familia de los Médicis. En aquellos momentos, en el Vaticano, Rafael y Miguel Ángel tenían mucho trabajo. Ante el éxito de Sangallo, Leonardo no recibió más que encargos modestos y parece que no participó ni en la construcción de las numerosas fortalezas romanas, poco relevantes, y ni en el embellecimiento de la capital. Tampoco tuvo éxito su pintura y se refugió en otra especialidad, quizá su preferida, la hidráulica, y realizó un proyecto de secado de las Lagunas Pontinas, que pertenecían al duque Juliano II de Médicis. En 1514, realizó la serie de los Diluvios, que fue una respuesta parcial a la gran obra que Miguel Ángel desarrolló en la bóveda de la Capilla Sixtina. En 1516 se marchó a Francia junto con su ayudante, el pintor Francesco Melzi, y quizás también con Salai; su nuevo mecenas y protector, el rey de Francia Francisco I, los instaló en la casa donde éste vivió en su niñez, el Castillo de Clos-Lucé, cerca del castillo de Amboise. Fue el «primer pintor, primer ingeniero y primer arquitecto del rey», y recibió una pensión de 10.000 escudos. Las relaciones más íntimas de Leonardo fueron con sus alumnos: Salai y Francesco Melzi. Melzi dejó escrito que los sentimientos de Leonardo eran una mezcla de amor y de pasión. Después del siglo XVI se han descrito esas relaciones como eróticas. A partir de entonces se ha escrito mucho sobre esa presunta homosexualidad y sobre el papel de ésta en su arte, en particular en la impresión andrógina que se manifiesta en su Baco, y más concretamente en alguno de sus dibujos. <<<Hombre de Vitrubio, dibujado alrededor de 1490 Leonardo fue un apasionado admirador de la naturaleza y los animales, hasta el punto de convertirse en vegetariano. Y de comprar aves enjauladas para luego ponerlas en libertad. Fue también un excelente músico. Es bien conocido que Leonardo era zurdo, lo que explicaría la utilización que hacía de la escritura especular. El 23 de abril de 1519, Leonardo, enfermo desde hacía varios meses, redactó su testamento ante un notario de Amboise. Pidió un sacerdote para confesarse y recibir la extremaunción. Murió el 2 de mayo de 1519, en Cloux, a la edad de 67 años. La tradición cuenta que murió en brazos de Francisco I, pero probablemente esto se basa en una interpretación errónea de un epígrafe redactado por Giorgio Vasari. Según su última voluntad, sesenta mendigos siguieron su séquito y fue enterrado en la capilla Saint-Hubert, en el recinto del castillo de Amboise. Leonardo no se casó nunca, y no tuvo ni esposa ni hijos; legó el conjunto de sus obras para que fueran publicadas por su discípulo preferido, Francesco Melzi, alumno desde los diez años. Le dio sobre todo sus manuscritos, cuadernillos, documentos e instrumentos. Francesco, después de haberlo acompañado durante su estancia en Francia, se quedó con Leonardo hasta su muerte, y administró su herencia durante los cincuenta años posteriores a la muerte de su maestro. Sin embargo, no publicó nada de las obras de Leonardo ni vendió ninguna de las numerosas pinturas, como por ejemplo La Gioconda, que se encontraba todavía en su taller. Tumba de Leonardo da Vinci en la capilla de Saint-Hubert, en Amboise, Francia.>>> La muerte de Leonardo es también el comienzo de la dispersión y la pérdida de dos tercios de los cincuenta mil documentos originales multidisciplinarios redactados en viejo toscano y codificados por él. Cada carné, manuscrito, página, croquis, dibujo, texto y nota fue considerado plenamente como una obra de arte. No han quedado más que unos trece mil documentos, de los cuales la mayoría se conservan en el archivo de la Ciudad del Vaticano. Por José M. Pérez San Ceferino S. Ceferino (199-217) Romano. Uno de los primeros actos de su pontificado fue nombrar a Calixto su secretario y responsable de la administración de los bienes ofrecidos a la comunidad. Le encargó en particular la reorganización del cementerio que a él debe su nombre Es de ese período la constante aparición de la aureola alrededor de la cabeza de ángeles, santos y de la Virgen María en las representaciones. Este signo ya había sido adoptado en la antigüedad como señal honorífica. Ceferino se pronunció en favor de la indisolubilidad del matrimonio y defendió el rito del bautismo de algunos intentos de desnaturalización. Ceferino fue hombre de grandes virtudes, pero no descolló en doctrina y cultura, tanto de ser atildado por Hipólito, sutil teólogo cristiano, de ignorante y de tener poca determinación con la herejía monarquiana. El tema era la fórmula trinitaria, es decir si el Padre y el Hijo eran la misma Persona y quién por lo tanto se había reencarnado. Ceferino fue sometido a martirio bajo Septimio Severo. Su cuerpo descansa hoy en la iglesia romana de S. Silvestre in capite. Ceferino, hijo de Abundio, fue natural de Roma y sacerdote muy esclarecido por virtud y sabiduría en tiempo del Papa San Victor como lo acreditó el cielo con el estupendo prodigio, que le elevó al Sumo Pontificado. Después que San Victor hubo coronado su mortal carrera con un glorioso martirio, los fieles dirigidos por el clero estaban orando once días, para que deparase Dios un digno vicario suyo a su Iglesia, cuando el Espíritu Santo bajó en figura de paloma sobre la cabeza del presbítero Ceferino, donde reposó un breve espacio de tiempo, y después desapareció. Esto unió todos los votos en favor suyo, siendo nombrado Papa en agosto del año 199. En el primer año de su pontificado, decretó el emperador Severo una terrible persecución contra la Iglesia, y el Santo no perdonó fatigas ni trabajos para alentar a los fieles. Corría día y noche las casas de los particulares; penetraba las cavernas y subterráneos donde se ocultaban los tímidos; visitaba las cárceles, llevándoles limosnas, consuelos y el Pan de los fuertes; les acompañaba a los cadalsos, y para sostener su fe ponía en peligro su propia existencia. Nueve años duró esa agitada vida del Santo Papa, hasta que, muriendo Severo, la Iglesia recobró la paz. San Ceferino se dedicó a dar realce a la disciplina eclesiástica: mandó que los fieles comulgasen por la Pascua, y que los cálices, que hasta entonces eran de madera, fuesen a lo menos de vidrio; que celebrando el obispo asistiesen algunos sacerdotes, y otras cosas necesarias para el bien de la Iglesia. Reprimió con fortaleza a Práxeas heresiarca, patripasiano, y convirtió al teodoriano Natal. Tertuliano llenó de amargura el corazón del Santo con su orgullo, encubierto con el manto de austeridad y rigor, y con censurar imprudentemente la conducta del Santo Pontífice, tan semejante al Divino Salvador en perdonar a los pecadores arrepentidos; orgullo que al infeliz le arrastró a la herejía. Finalmente, después de haber gobernado la Iglesia por espacio de 17 años y cerca de un mes, con toda prudencia y valor, imperando Antonino Eliogábalo, fue martirizado el 26 de agosto del año 217. El papa Ceferino inmediatamente después de ascender a su cargo episcopal, nombró a Calixto, que sería su eventual sucesor, archidiácono de Roma, quien a lo largo del pontificado de Ceferino ocupó este cargo, que sería el equivalente de Secretario de Estado hoy en día. Conocemos mucho más de Ceferino que de cualquier otro pontífice de los primeros años de la Iglesia. Por desgracia la fuente de dicha información proviene de un fuerte enemigo suyo, el teólogo romano, Hipólito. Los ataques de Hipólito contra Ceferino y Calixto se encuentran en la obra Philosopheumena. Hipólito describe a Ceferino como torpe e ignorante, quien no gozaba de los conocimientos teológicos de su archidiácono. Parece ser que en este tiempo la doctrina monarquiana encontró muchos adeptos en Roma, inclusive con el papa Ceferino debido a la oposición radical de estas enseñanzas al montanismo, contra cuya corriente Ceferino era verdaderamente hostil. Por otra parte, Ceferino estableció que los jóvenes después de los 14 años hiciesen la comunión a Pascua. Su pontificado se caracterizó por duras luchas teológicas. Excomulgó a Tertuliano e introdujo el uso de la patena y del cáliz de cristal. Por F.L.P. El árbol de la canela o (Cinnamomum zeylanicum o Cinnamomum verum J.Presl) es un árbol de hoja perenne, aproximadamente unos 10-15 m, procedente de Sri Lanka. Se aprovecha como especia su corteza interna, extraída pelando y frotando las ramas y se utiliza en rama y molida. Requiere un clima caliente y húmedo, con temperatura media anual entre 24 y 30 ºC y una precipitación entre 2.000 y 4.000 mm anuales bien distribuidos durante todo el año, condiciones que se encuentran en altitudes entre 0 y 600 msnm. Las mejores plantaciones crecen en terrenos lluviosos, de textura arenosa y fangosa, profundos con alto contenido de materia orgánica y excelente drenaje. Una tierra muy fangosa limitaría el crecimiento de la planta y esta produciría una corteza de baja calidad. Se trata de un árbol de unos 10 metros de altura pero que en cultivo suele ser más pequeño, adoptando forma de arbusto siempre verde. Su corteza, la parte más importante, es marrón grisáceo y tiene un ciclo perenne. Su tallo es de consistencia leñosa. Las hojas son de unos 7-25 × 3-8 cm, tienen forma ovalada y puntiaguda, de color verde y brillante por la cara superior con cinco nervios rojizos, uno medial y dos por lado arqueadas que convergen en la base y el ápice, y otro conjunto de nervios que forman un ángulo recto con éste; el peciolo es de unos 10 - 20 mm, robusto, con una sinuosa forma cóncava. Sus flores son hermafroditas (contiene el androceo y gineceo en la misma flor), de color blanco o amarillo verdoso y recubiertas de pelos, bracteadas y actinomorfas. El perianto es indiferenciado, formado por seis tépalos libres. El gineceo es bicarpelar y su androceo está formado por 9 + 3 estambres distribuidos en 3 o 4verticilos, que cuando se produce la dehiscencia de las anteras lo hace por el viento. Las flores, de unos 0,5 cm, se agrupan en panículas que nacen en la axila de la hoja o también en la parte terminal y llegan a tener una longitud similar a la de las hojas. El fruto es una baya larga elipsoidal de unos 12,5 cm de color muy oscuro, azulado-negro, con una única semilla en su interior. Se reproduce de las semillas que contiene la baya y también por multiplicación vegetativa. Molida se utiliza ampliamente en postres, pasteles, dulces, etc., y entera se utiliza para adornar y sazonar algunos platos. En México Ecuador y Colombia se usa en el té de canela, que resulta de poner té de Ceilán con unas varitas de canela a hervir en agua hasta obtener la infusión, agregando azúcar al gusto. El uso del té de canela está muy extendido en Colombia, Bolivia, Panamá, Chile, México, el sur de los Estados Unidos y América Central, al grado que compite en uso con otras bebidas calientes, como el café y el chocolate. En España es utilizada como especia en algunos platos tradicionales, como por ejemplo en la morcilla de Aranda, una variedad de la morcilla de Burgos. En Perú, Argentina y Panamá es utilizada para el postre tradicional arroz con leche. En Ecuador se prepara una infusión con licor llamada canelazo, generalmente en las ciudades andinas para evitar el frio. Es también ingrediente de muchas salsas curry y otros platos de Oriente en donde se emplean las variedades de Ceilán y China, además del polvo y las hojas de la canela. En una cata organoléptica se podría decir que la canela tiene un sabor astringente. Su aroma es debido al aceite esencial aromático que constituye un 0,5-2,5% de su composición. El componente mayoritario es el aldehído cinámico, también el eugenol y el alcohol cinámico. Con menos proporción encontramos el ácido trans-cinámico, el aldehído hidroxicinámico, el aldehído o metoxicinámico, o ligoméricas y poliméricas, glúcidos y trazas de cumarina. Según RFE, la droga seca debe contener al menos 12 ml / kg de aceite esencial. SU USO MEDICINAL Ha sido usada antiguamente en la España rural para inducir sueño a los niños. Era un relajante que usaban las madres rurales para dormir a los niños a la hora de ir al campo a trabajar. Su uso también es común en las mujeres cuando se les retrasa la menstruación. También uno de los beneficios medicinales que proporciona la canela es que cuando existen abrasiones en la lengua por comer o tomar cosas calientes la barra de canela se chupa o lame para sedar el dolor y cicatrizar las papilas gustativas. Hay que agregar, además, que la canela tiene beneficiosos efectos contra la diabetes y la hipercolesterolemia (según investigadores del Departamento de Nutrición Humana del Centro de Investigación en Beltsville, en Maryland): en primer lugar, la ingesta de canela ayuda a reducir las cifras de azúcar en sangre en las personas diabéticas; en segundo lugar, tan sólo media cucharita puede ayudar a disminuir también los niveles de colesterol y triglicéridos en sangre. Una forma de incorporar esta especia podría ser añadiéndola en alimentos tales como el café, té, zumos, cereales o tostadas y chocolate con y sin leche. Se usa contra resfriados, gripe y bronquitis por su fuerte efecto como estimulante calorífico. Es utilizada como tónico estomacal ya que facilita el buen funcionamiento del sistema digestivo ayudando a la expulsión de gases y a combatir las náuseas, los vómitos y las diarreas. No conviene a las personas que sufren de úlcera gastroduodenal. En dosis altas puede provocar alteraciones nerviosas. TAXONOMIA El Cinnamodendron verum fue descrita por Jan Svatopluk Presl y publicado en O Prirozenosti rostlin, aneb rostlinar 2(2): 36, 37–44. 1825. ETIMOLOGÍA Cinnamomum: nombre genérico que proviene del griego Kinnamon o Kinnamomon que significa madera dulce. Este término griego probablemente proviene del hebreo quinamom, el cual tiene origen en una versión anterior al término Kayu manis, que en el lenguaje de Malasia e Indonesia también quiere decir madera dulce. Verum: epíteto que hace referencia a la especie que proviene de Ceilán, la auténtica y la que se comercializa más, ya que es la que se considera de mejor calidad, y Zeylanicum hace referencia al nombre del lugar de origen Ceilán (Sri Lanka). Es mencionada en la Biblia como especia aromática muy apreciada. La palabra canela puede venir del francés cannelle, forma diminutiva de canne (caña, tubo) que designó a partir del siglo XVI a la caña de azúcar. Por Frey Jesús (Hermano Herbolario) El Monte de las Ánimas – Leyenda castellana Hoy os traemos una leyenda castellana de esos que se cuentas en noches frías y oscuras alrededor de la hoguera. Esta es la versión de Gustavo Adolfo Bécquer, un apasionante relato, que a buen seguro provocará o al menos antiguamente lo hacía, inquietud y algo de miedo en el lector… Comencemos pues. - Atad los perros; haced la señal con las trompas para que se reúnan los cazadores, y demos la vuelta a la ciudad. La noche se acerca, es el día de Todos los Santos y estamos en el monte de la Ánimas. -¡Tan pronto! -Hoy es imposible continuar. Dentro de poco sonará la oración en los Templarios, y las ánimas de los difuntos comenzarán a tañer la campana en la capilla del monte. -¡En esa capilla ruinosa! ¡Bah! ¿Quieres asustarme? -No, hermosa prima; tu ignoras lo que sucede en este país porque aún no hace un año que has venido a él desde muy lejos. Refrena tu yegua, yo también pondré la mía al paso, y mientras dure el camino te contaré esta historia. -Este monte que hoy se llama de las ánimas pertenecía a los Templarios, cuyo convento ves allí en la margen del río. Los Templarios eran guerreros y religiosos a la vez. Conquistada Soria a los árabes, el rey los hizo venir de lejanas tierras para defender la ciudad por la parte del puente, haciendo en ello notable agravio a sus nobles de Castilla, que hubieran sabido solos defenderla al igual que la conquistaron. Entre los caballeros de la nueva y poderosa Orden Templaria y los nobles de la ciudad se desató por esta causa un odio profundo. Los primeros tenían acotado este monte donde reservaban caza abundante para satisfacer sus necesidades y contribuir a sus placeres; los segundos determinaron organizar una partida de caza en el coto a pesar de las severas prohibiciones de los clérigos-guerreros. Cundió la voz del reto y no hubo manera de detener a los unos en su manía de cazar y a los otros en su empeño de estorbarlo. La proyectada caza se llevó a cabo, y se convirtió en una matanza espantosa. El monte quedó sembrado de cadáveres, los lobos tuvieron un sangriento festín. Por último tuvo que intervenir el rey poniendo paz y el maldito monte antes tan disputado por los odios, ahora quedó abandonado, y la capilla de los Templarios, situada en el mismo monte, comenzó a arruinarse por el paso del tiempo. Desde entonces dicen que cuando llega la noche de difuntos se oye doblar la campana de la capilla, y que las ánimas de los muertos, envueltas en jirones de sus sudarios, corren como en una fantástica cacería entre los árboles y zarzales. Los ciervos braman espantados, los lobos aúllan, y al otro día se han visto impresas en el suelo, las huellas de los descarnados pies de los esqueletos. Por eso en Soria le llamamos el Monte de las Ánimas, y por eso hay que salir de él antes de que llegue la noche. El relato de Alonso terminó justo cuando pasaban el puente de la ciudad, esperaron al resto de la comitiva de caza y posteriormente se perdieron entre las oscuras callejuelas de Soria. Tras la cena en el palacio de los Condes de Alcudiel, sólo dos personas permanecían ajenas a la conversación general, Alonso y Beatriz, ambos guardaban desde hacía rato un profundo silencio. Las mujeres, a propósito de la noche de difuntos, contaban historias de terror al amor de la lumbre, mientras, las iglesias de la ciudad de Soria doblaban a lo lejos con su tañido monótono y triste. -Hermosa prima, dijo Alonso, pronto vamos a separarnos, tal vez para siempre, las áridas llanuras de Castilla, sus costumbres toscas y guerreras, sus hábitos sencillos y patriarcales sé que no te gustan. Tal vez cambies esto por la pompa de la corte francesa, presiento que no tardaré en perderte… -En mi país, dijo ella, hay una costumbre, es la de entregar una prenda en un día de ceremonia, para comprometer una voluntad. El, extendió la mano y le entregó un broche que sujetaba la pluma de su gorra. -¿Y tú? dijo Alonso -¿Porqué no? exclamó ella, llevándose la mano al hombro derecho como para buscar algo… después con una infantil expresión dijo -¿Recuerdas la banda azul que llevé hoy en la cacería?, pues la he perdido, y pensaba dártela como recuerdo. -¿dónde se perdió? repuso Alonso con una expresión de esperanza. -¡En el Monte de la Animas! dijo ella con indiferencia -Tú lo sabes, en la ciudad, en toda Castilla, me llaman el rey de los cazadores, la alfombra que pisan tus pies son despojos de las fieras que maté por mi mano, nadie dirá que me ha visto huir del peligro. Sin embargo aunque otra noche volaría gustoso en busca de tu banda, esta noche…, esta noche tengo miedo, las campanas doblan desde hace rato, las ánimas estarán levantando sus amarillentos cráneos de entre las malezas que cubren las fosas, las ánimas cuya sola vista puede helar de terror la sangre del más valiente. Mientras el joven hablaba, una sonrisa imperceptible aparecía en la cara de Beatriz mientras atizaba el fuego con indiferencia. Alonso comprendió enseguida el reto, se limpió el frío sudor de la frente. -Adiós Beatriz, adiós. Hasta… pronto. -¡Alonso!, ¡Alonso! dijo esta volviéndose con rapidez, pero cuando quiso o aparentó querer detenerle, ya había desaparecido. Poco después se oían los cascos de un caballo que se perdían a lo lejos. Pasaron los minutos, las horas, la media noche estaba a punto de sonar y Beatriz se retiró a sus aposentos. Apagó la lámpara y pensó si Alonso habría tenido miedo, pensó en su tardanza, finalmente se durmió con un sueño algo inquieto, ligero, nervioso. Beatriz oyó entre sueños las vibraciones de la campana, lentas, sordas, tristes y entreabrió los ojos, creía haber oído pronunciar su nombre, pero lejos, muy lejos. El viento gemía entre los vidrios de las ventanas. -Será el viento, dijo, y poniendo la mano sobre el corazón intentó tranquilizarse, pero éste latía cada vez con más violencia. Las puertas de la habitación habían crujido. Primero unas, luego otras, todas las puertas que conducían a su habitación iban sonando en orden con un ruido sordo y grave. Después silencio, un silencio lleno de extraños rumores, el silencio de medianoche. Beatriz, temblorosa, sacó la cabeza fuera de las cortinillas de la cama y escuchaba con atención. -¡Bah! no soy tan miedosa como estas gentes, cuyo corazón palpita de terror frente a una armadura. Cerrando los ojos intentó dormir… pero en vano, pronto se incorporó más pálida, más inquieta y aterrada que antes. Ya no era ilusión, la puerta había sonado sobre sus goznes de hierro y unas pisadas sordas habían sonado sobre la alfombra. Escondió la cabeza y así se mantuvo, en la oscuridad, una hora, dos horas, una eternidad… Al fin, despuntó la aurora, entreabrió los ojos ante los primeros rayos tímidos de luz. Separó las cortinas de seda del lecho, ya se disponía a reírse de sus temores pasados, cuando de repente un sudor frío recorrió su cuerpo, sus ojos se desencajaron y una palidez mortal envolvió sus mejillas, sobre el reclinatorio, había visto sangrienta y desgarrada la banda azul que perdiera en el monte, la banda azul que fue a buscar Alonso. Cuando los servidores llegaron despavoridos a la habitación para comunicarle la trágica noticia de la muerte de Alonso devorado por los lobos en el Monte de las Animas, la encontraron inmóvil, crispada, los ojos desencajados y pálida, ¡había muerto de horror! Dicen que después de este suceso en la noche de los difuntos, el Monte de las Ánimas presencia la batalla entre Templarios y guerreros subidos en sus esqueléticos caballos, con sus roídas armaduras. Entre ellos se deja ver a una hermosa mujer, pálida y desmelenada, que con sus pies desnudos y sangrientos y arrojando gritos de terror, da vueltas alrededor de la tumba de Alonso. De Leyendas castellanas. (Versión de Gustavo Adolfo Bécquer) Orden de los Pobres Caballeros de Cristo y del Templo de Jerusalén (Orden Católica Española del Temple) Maestrazgo Templario Católico Internacional